mauricio silva barrendero fragmentos

81

Upload: preguntassemanario

Post on 14-Jan-2016

121 views

Category:

Documents


3 download

DESCRIPTION

Biografía del sacerdote uruguayo, barrendero en la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Silva secuestrado el 14 de junio de 1977 por la dictadura militar.

TRANSCRIPT

Page 1: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos
Page 2: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

Gritar el Evangelio con la vida.

Mauricio Silva barrendero

Publicado originalmente por la Dirección General de Cultos del Gobierno de la Ciudad

Autónoma de Buenos Aires. Año 2007.

Coordinación General: Alicia Vázquez (DGC del G. de la CABA)

Investigación, texto y archivo fotográfico: Fabián Kovacic, Gabriel Seisdedos,

Victoria Toledo, Marcos Vanzini, Miguel Isola.

Diseña de cubierta y puesta en página: DIS Laura Barceló.

Corrección de textos: Ana Souza.

La presente edición de distribución gratuita fue convertida en archivo de formato .pdf

para su descarga en dispositivos digitales por el semanario PREGUNTAS. Todos los

derechos humanos, toda la semana. Publicación semanal digital

(www.semanariopreguntas.wordpress.com)

Page 3: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

Capítulo Uno. Todavía estaba oscuro cuando cruzó el umbral del número 1450 de la calle Malabia, casi Gorriti. Era una mañana fresca del otoño porteño. Como todos los días lo esperaba su trabajo en el corralón municipal de Floresta. Sus compañeros, el resto de los barrenderos municipales, se preparaban para la tarea diaria, cada uno rumbo a sus calles. Sobre avenida del Trabajo los esperaba el capataz para firmar las tarjetas de trabajo y de allí partieron a las 7.30 a su lugar de trabajo. Se cruzó con Chiche, su compañero de zona hasta el viernes anterior cuando los separaron para reasignarlos. Quizá bromearon sobre el frío del día, o rieron para darse ánimo frente a tanto horror que sacudía a la ciudad, al país. Acordaron verse como cada jornada a las 11 para tomar un cafecito en el boliche de siempre, junto a otros compañeros de la cuadrilla. Y arrancó a trabajar. Pasó por el taller mecánico dónde lo saludaron los muchachos y frente a la obra en construcción, dónde a veces guardaba la carretilla y el escobillón, también intercambió saludos con los albañiles que empezaban la jornada. Se restregó las manos y arrancó la rutina de acomodar la mugre de la calle, las hojas de los árboles que el moribundo otoño se empeñaba en desparramar y los papeles que al descuido dejaban caer como una costumbre impertinente los vecinos de Buenos Aires. Sus brazos empujando en movimiento monocorde y firme, el mango del escobillón, reuniendo como un pastor a sus ovejas, con amor y paciencia, los desperdicios de la ciudad, lo que otros descartan, lo insignificante. El portero del estacionamiento de altos lo vió llegar y se animó a pedirle que se llevara los restos de papeles y cajas que acababa de dejar empaquetadas sobre la vereda. Venía juntando un alto de hojas secas y las incorporó al montón de papeles. Ahí mismo decidió hacer un fuego y se quedó para cuidarlo y evitar que se apagara o desperdigara las cenizas por la calle ya limpia. De paso aprovechó para calentarse un poco y sacarse el frío que a esa hora, mientras los chicos pasaban dormidos hacia la escuela, todavía se resistía frente a los tímidos y nacientes rayos del sol. Las llamitas se elevaban al cielo danzando al ritmo del viento que amagaba apagarlas y desparramar los restos de papeles y cenizas por la calle y las veredas cercanas. El día empezaba a desperezarse, con las señoras haciendo sus compras en el almacén y los chicos ya en las aulas, abrigados de la intemperie de Buenos Aires. La vecina sale a la vereda a barrer, baldear y abrir las ventanas. Todo está en orden para el nuevo día que comienza en una ciudad sitiada desde marzo del año anterior por los militares que ocuparon el poder. Las cosas no andaban bien. El clima estaba enrarecido y un fingido silencio envolvía la ciudad. Los automóviles aparecían de repente, a toda velocidad, las sirenas aullaban y los estruendos de disparos empezaban a sonar con frecuencia. Los diarios y los noticieros colaban entre las noticias nuevas detenciones o muertes de subversivos en todo el país. Misteriosamente las redadas encontraban “terroristas” en cualquier pueblo, en todas las ciudades, y hasta en el propio barrio.

Page 4: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

Ella barre mientras ve pasar el carro del barrendero y a ese hombre alto y canoso empujándolo, con una escoba como herramienta, como cada día. ¿Qué puede pasar hoy en el país? ¿Sonarán los ruidos de metralla, las voces contundentes e imperativas, Las puertas destrozadas a patadas, los gritos desgarradores del dolor? Entre los automóviles que circulan por la zona un Ford Falcon blanco se detiene bruscamente frente a su casa, a pocos metros. Tres hombres se bajan, trajeados, del auto y se dirigen con paso firme y decidido hacia el barrendero. Un breve intercambio de palabras es suficiente para convencer al hombre que deja el carro y la escoba a la vera del cordón. No hay gritos, ni metralla, ni órdenes. El barrendero, alto, canoso, grande se dirige escoltado hacia el auto. Ingresa en él y desaparece sin más rastros. El ruido del motor acelerado es la última voz antes que se pierda para siempre de la esquina en Terrero y Magariños Cervantes el barrendero del barrio. Eran las ocho y media de la mañana del 14 de junio de 1977.

************************************ 84 religiosos desaparecidos, 76 exiliados, 20 asesinados entre 1973 y 1983, y casi dos mil presos políticos de diferentes confesiones durante el régimen militar fue el resultado de la política represiva estatal implementada en los años previos al golpe militar y continuada sin medias tintas a partir del 24 de marzo de 19761. Las cifras son elocuentes acerca del nivel de represión alcanzado en esos años, al tiempo que marcan el fuerte compromiso de un amplio sector de religiosos más allá de su diferente confesión religiosa. Entre los afectados por la represión, Mauricio Silva es un ejemplo de compromiso y fidelidad evangélica hasta las últimas consecuencias en tiempos dónde el valor de la vida era escaso cuando no directamente nulo. Si bien los casos que más trascendieron ante la opinión pública a raíz de la difusión en los medios de comunicación, son los de los sacerdotes Carlos Mugica, asesinado en 1974 y los cinco palotinos de la parroquia de San Patricio, muertos a balazos en 1976; y los obispos Enrique Angelelli, de La Rioja, en 1977, y Carlos Ponce de León, en 1977, muertos en extrañas circunstancias, existieron casos de detenciones, asesinatos y desaparición de religiosos en todo el país. En ese sentido la represión no hizo distingos de confesiones religiosas y entre los católicos tampoco discriminó órdenes religiosas. Sin embargo el caso del sacerdote Silva, como el de muchos otros religiosos que optaron por una vida de fidelidad al mensaje religioso, está jalonado por características propias que se hace necesario tener en cuenta para entender su derrotero. El ingreso a la orden de los Hermanitos del Evangelio, le implicó la aceptación de ciertas pautas de vida diferentes a las incorporadas durante sus años de sacerdocio con los salesianos. En realidad se trata de un cambio de vida religiosa a la que Mauricio debió adaptarse con una férrea voluntad y disciplina, elementos característicos de su personalidad.

1 “Nunca Más”. Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), Editorial Eudeba, Buenos Aires 1984.

Page 5: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

Pese a que el imaginario social identificó a través del tiempo a los religiosos víctimas de la represión como pertenecientes o simpatizantes con el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo (MSTM), no todos lo fueron. Mauricio Silva no integró ese nucleamiento, como tampoco lo hizo Monseñor Enrique Angelelli, por citar apenas dos ejemplos.

***************************** Mauricio Silva vivió el desarrollo de la vida social y política que desembocó en la gran bahía de los años setenta. En 1945, cuando pisó por primera vez suelo argentino, el país acaba de dejar atrás los años de la llamada “década infame” para ingresar en una experiencia nueva para la nación: el peronismo. Atrás habían quedado las luchas iniciadas a fines del siglo XIX por los sectores sociales más desprotegidos en busca de acceder a mejores condiciones de vida, a partir del reconocimiento de derechos básicos relacionados con la participación social y el trabajo. Anarquistas y socialistas constituyeron desde el último cuarto de siglo hasta 1914, año de inicio de la Primera Guerra Mundial, las fuerzas políticas y sindicales que encarnaban el reclamo social. La aparición de la Unión Cívica Radical (UCR) con un caudillo como Hipólito Yrigoyen a comienzos del siglo XX generó algunas esperanzas de cambio en el sistema político, especialmente entre la población urbana. En 1916 Yrigoyen fue electo presidente de la Nación, desplazando por primera vez a las fuerzas conservadoras que apelaban al fraude para alcanzar el gobierno. En 1922 lo sucedió su correligionario Marcelo Torcuato de Alvear que a su vez le devolvió el mando en 1928 cuando Yrigoyen volvió a ganar en elecciones limpias. Sin embargo tras catorce años de gobierno de la UCR, las fuerzas armadas dieron el primer golpe militar de la historia argentina el 16 de septiembre de 1930. El general José Félix Uriburu al mando de un grupo de cadetes del Colegio Militar de la Nación –ubicado en esos años en el actual Liceo Militar del partido bonaerense de General San Martín- inició la marcha sobre Plaza de Mayo para destituir a Irigoyen y arrasar con el puñado de conquistas cívicas y sociales alcanzadas tras décadas de lucha. Se inició así una zaga de golpes militares y rupturas institucionales que de algún modo marcan la incapacidad de resolver las diferencias de intereses puestos en juego por los actores de la sociedad, en el marco de una legalidad constituida por pautas civilizadas de convivencia. La negación del otro a partir de una demostración de fuerza con las armas y los intereses ocultos detrás de cada asonada militar, terminaron con la muerte de los oponentes en todos los casos. La sangre corrió en cada uno de los golpes -1930, 1943, 1955, 1966 y 1976- en la fecha misma de producida la asonada o en los días y semanas posteriores. Los apoyos golpistas del general Uriburu, en 1930, estuvieron constituídos especialmente por las fuerzas conservadoras representadas por la Liga Patriótica y un grupo concentrado de empresas extranjeras que vieron peligrar sus intereses económicos. En los años previos de gobierno radical, las luchas sindicales encabezadas por anarquistas y socialistas, no habían logrado plasmar cabalmente sus reclamos y consignas en una mejor calidad de vida para los obreros, y el orden conservador se veía amenazado. Tras la Primera Guerra Mundial y la escisión del socialismo que dio vida al nuevo Partido Comunista en 1922, la fuerza de la izquierda -como vocera de la

Page 6: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

protesta callejera- se trocó por el ingreso al Parlamento del primer diputado socialista de América, Alfredo Palacios. Mientras un sector importante del anarquismo, optaba por el camino de la violencia a través de los atentados personales2, los comunistas se convertían en una fuerza que organizaría la primera central sindical unificada, la Unión General de Trabajadores (UGT) y el partido Socialista crecía en el ámbito legislativo incorporando parlamentarios. El movimiento social de protesta en buena medida fue producto del desembarco de las ideas novedosas surgidas a mediados del siglo XIX en Europa, como coletazos de la revolución industrial. Allí las ideas de izquierda habían calado profundamente entre los obreros y desocupados de Alemania, Inglaterra, Italia, España y Francia y los nombres de Carlos Marx, Miguel Bakunín o Pierre Joseph Proudhon, eran enarbolados por el flamante movimiento en busca de mejoras y conquistas sociales para casi dos tercios de la población continental. Sin embargo la dureza con que fueron reprimidos por los gobiernos de sus respectivos países llevó a muchos militantes, activistas, sindicalistas e intelectuales a exiliarse en los jóvenes países de América.

2 Se trata de los llamados “anarquistas expropiadores” un sector diferenciado dentro del movimiento anarquista. “Los anarquistas expropiadores, Simón Radovitzky y otros ensayos”. Osvaldo Bayer, Editorial Galerna, Buenos Aires, 1975.

Page 7: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

Capítulo Dos. Mauricio en Uruguay. Su familia. El río de la Plata recibió especialmente a inmigrantes españoles e italianos que se instalaron en ambas orillas, tanto en Buenos Aires como en Montevideo. Y también aquí tras una primera oleada migratoria que optó por dispersarse sobre toda la extensión del territorio sobrevinieron las leyes represivas, como la ley 4.144, conocida como ley de Residencia3, que permitía deportar a cualquier extranjero considerado rebelde y alterador del orden público establecido. Con esa herramienta legal cientos de extranjeros fueron deportados desde Argentina a sus países de origen donde, en general, terminaron presos o fusilados. Uruguay por esos años de comienzos del siglo veinte también fue casa de bienvenida para esos inmigrantes en busca de una mejor vida para si mismos y sus hijos. La tradición uruguaya indica una generosa hospitalidad con quienes son perseguidos políticos, exiliados económicos y hombres y mujeres de buena voluntad en busca de trabajo. El presidente Bernardo Berro (1860 – 1864), miembro del partido Blanco, intentó modernizar el país mediante una serie de reformas administrativas y el fomento del comercio y la inmigración. Defendió la neutralidad del país ante el conflicto federalista argentino y obligó a la jerarquía eclesiástica a aceptar el derecho de patronato. Se trató del primer enfrentamiento entre el estado y la iglesia en la historia moderna del país. En 1903 José Batlle y Ordóñez es elegido presidente del país por el Partido Colorado y un año más tarde el líder del partido Blanco Aparicio Saravia, se levantó en armas contra el mandatario, pero murió asesinado en la batalla de Masoller ese mismo año. Fue el último levantamiento de un caudillo del interior antes de iniciar la unificación del país de la mano de Batlle a partir de la promulgación de una legislación de carácter social. En diciembre se dictó una ley para expropiar tierras y formar colonias agropecuarias en la localidad de Paysandú. Mientras en Francia el gobierno decreta las nueve horas como jornada laboral, el movimiento sindical en Montevideo reclama una jornada laboral de ocho horas. Como en Argentina, la mayoría de militantes y sindicalistas eran europeos y traían ideas sociales de avanzada para la época. A Batlle lo sucede otro correligionario colorado, Claudio Williman4 que prosigue en la línea de reformas sociales iniciadas por su antecesor. En octubre de 1907 se sanciona la ley de divorcio absoluto lo que incrementa las tensiones con la iglesia católica; en noviembre fue abolida la pena de muerte y fueron creadas las intendencias municipales en los diferentes departamentos del país. En 1909, el gobierno suprime la enseñanza y las prácticas religiosas en las escuelas públicas y a fines de 1910 el gobierno completa su obra con la nacionalización de los recursos naturales como el carbón, el cemento y la sal; imprime un fuerte impulso al desarrollo

3 “Historia del Socialismo Argentino (1896-1911)”, Jacinto Oddone. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1967. 4 Enciclopedia Clarín. Visor Enciclopedias Audiovisuales SA. Tomo 24. Buenos Aires, 1999.

Page 8: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

agropecuario del país con apoyo concreto a la exportación de carne uruguaya, lo que genera una multiplicación de puestos de trabajo; crea la Fábrica Nacional de Ladrillos, uno de los factores que ayudaron a muchos pequeños chacareros a diversificar sus tareas, entre otros, el padre de Mauricio Silva, don Antonio Silva, como veremos más adelante. En 1911 se inicia la segunda presidencia de José Batlle y Ordóñez 5, quien promueve por ley el ingreso de inmigrantes al país y mediante una ampliación de la ley electoral da participación mayor a las minorías y genera la reforma más importante en el sistema de gobierno: la división del Poder Ejecutivo entre la Presidencia y un Consejo Nacional de Administración integrado por nueve miembros, tres de ellos de la oposición, forma de gobierno que se conoció como Colegiado. La Constitución sancionada en 1917 separa definitivamente la iglesia del estado, instaura el voto secreto, la igualdad cívica de la mujer y la creación de entes autónomos para la administración de los recursos estratégicos nacionales, como el agua, el petróleo, el carbón, la energía eléctrica y los ferrocarriles. Pero ¿que pasaba con la Iglesia Católica en esa nueva realidad uruguaya?. En 1830 el recién establecido Estado se proclamó católico, apostólico y romano y la Iglesia se vio estrechamente unida al él. Con poco clero, sin peso eclesiástico institucional, sin obispado propio y soportando confrontaciones internas en el orden político y social, propias de un Estado débil y naciente, la Iglesia en el Uruguay era administrada por vicarios apostólicos. Uno de ellos Monseñor Jacinto Vera, quien había sido designado obispo de Megara, en 1868, participó de las sesiones del Concilio Vaticano I, celebrado entre 1869 y 1870, y convocado por Pío IX. León XIII nombró a Monseñor Jacinto Vera primer obispo de Montevideo el 13 de Julio de 1878. Son años de mucha actividad: precisamente en 1875 llega a Montevideo el primer sacerdote salesiano, Juan Cagliero, -en tránsito hacia Buenos Aires- en busca de entrevistarse con el obispo Jacinto Vera. Un año más tarde, el 26 de diciembre de 1876, llega el segundo sacerdote, Luis Lasagna, para instalarse en la localidad de Colón, en la periferia de Montevideo, e iniciar las obras del primer colegio salesiano. Así se inicia la presencia salesiana en Uruguay, que tendrá particular incidencia sobre Mauricio Silva. Solo a partir de entonces puede hablarse de una organización de la Iglesia Católica uruguaya, con el empuje de Monseñor Vera que apenas pudo sentar las bases de esa organización, ya que falleció en 1881, a los 68 años de edad. Fundó el clero nacional, promovió el laicado, y fundó diversas instituciones eclesiásticas con clara proyección evangelizadora. En la sociedad, entre tanto, con las grandes oleadas migratorias europeas aparecieron ideas novedosas en estas playas. El racionalismo, con sus figuras emblemáticas como Augusto Comte, Emilio Durkheim o Karl Marx, empezaba a instalarse en las corrientes modernas de pensamiento. La acción de la masonería, el liberalismo, el positivismo y un espíritu anticlerical, comenzaron a modificar algunas costumbres y estructuras sociales en el Río de la Plata. En Uruguay, esto pudo

5 “Batlle. La democracia uruguaya”. Juan Oddone. Historia de América en el siglo XXI. Fascículo 12. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires 1985.

Page 9: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

observarse paulatina pero decididamente con la secularización de los cementerios en 1861, hasta la separación de la Iglesia y el Estado en 1917, como se mencionara. La Iglesia católica no era ya la que dominaba el ámbito religioso y debió aprender a vivir en el pluralismo, no sin rispideces y enfrentamientos. Las presidencias de Baltasar Brum, entre 1919 y 1923, José Serrato, entre 1923 y 1927 y Juan Campisteguy entre 1927 y 1931, reflejaron la sociedad democrática construida por el batllismo: sin dictaduras, con prácticas electorales transparentes, sin fraudes, una legislación social de avanzada en relación a otros países de América Latina, y una actividad económica y cultural creciente y diversificada. La caída de los precios de los productos agrícolas con el crac financiero de 1929, originó una crisis social que desembocó en un golpe de estado incruento encabezado por el general Gabriel Terra en marzo de 1933, quien estableció un gobierno autoritario y reemplazó la Constitución de 1917 por otra en la que se suprimió el carácter colegiado del Poder Ejecutivo en 1934. A Terra lo sucedió el general Alfredo Baldomir entre 1938 y 1943, quien apoyó decididamente a las potencias aliadas durante la Segunda Guerra Mundial y promulgó una Constitución de carácter más democrático en 1942. Eran los años en que Mauricio Silva y su familia llegan a los suburbios de Montevideo, la capital de un país en franco crecimiento demográfico. “El Uruguay de 1830 apenas contaba con 70.000 habitantes. El de 1875 poseía ya 450.000 y el de 1900 un millón. El espectacular crecimiento - la población se multiplicó por 14 en 70 años - no tenía parangón en ningún país americano. La alta tasa de natalidad dominante hasta 1890 - 40/50 por mil habitantes - se había unido a una relativamente baja tasa de mortalidad - 20/30 por mil - para ambientar este hecho, pero el factor crucial de la revolución demográfica fue la inmigración esencialmente europea.”6 Bajo la presidencia de Juan José Amézaga, entre 1943 y 1947, electo por medio de los votos, los beneficios procedentes de las exportaciones a los países beligerantes durante el conflicto mundial fueron dedicados a reforzar el mercado interno. Se establecieron consejos de salarios y las negociaciones paritarias que reforzaron de esa manera el rol de los sindicatos y las organizaciones gremiales. En este contexto social, político y religioso nace Mauricio Silva en 1925 y dos años más tarde lo hará su último hermano, Jesús, con quien compartiría buena parte de su vida religiosa. Dentro del concierto de países que conforman América del Sur, Uruguay mantuvo sus conquistas sociales en todos los terrenos más allá de la instalación de gobiernos autoritarios en los años subsiguientes. La formación de ese estado nacional laico desde comienzos del siglo veinte a partir de una paulatina separación de las instituciones religiosas, generó sucesivas tensiones en la vida social uruguaya. Esa laicidad estatal también permitió la universalización de derechos sociales que hasta hoy son parte del acervo institucional del país. En aquellos años de infancia y juventud de Mauricio Silva, esas conquistas adquiridas permitieron a las familias de menores recursos económicos y culturales sentirse parte de un proyecto de

6 “El nacimiento del Uruguay moderno en la segunda mitad del siglo XIX”. Documento elaborado por el historiador José Pedro Barrán. Universidad de la República, Red Académica uruguaya, Montevideo, Uruguay, 1995.

Page 10: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

comunidad y generó una conciencia social creciente entre las clases populares, encarnadas en reclamos dónde básicamente aparecía un derecho: la dignidad. Esa conciencia y lucha por la dignidad será una constante en Mauricio desde sus primeros años de seminarista hasta su desaparición en 1977. En 1945 Mauricio, ya avanzado estudiante de teología con los salesianos, parte rumbo a la Patagonia argentina a trabajar con la obra de Don Bosco. A partir de ese momento su perspectiva de vida se enriquece con experiencias nuevas desde lo humano y lo político. Sin embargo el contacto con su tierra natal nunca se perdió.

***************************** El 7 de julio de 1928, Antonio Silva fallece en el Hospital Fermín Ferreira de la ciudad de Montevideo. Tras su muerte, se incrementaron las penurias y comenzó para Ramona Iribarnegaray y sus cinco hijos una etapa de luchas y aprietos, para poder sobrevivir. Una mujer sola, con varios niños y en la ciudad, era una situación extremadamente difícil. Recuerda Jesús, su hijo menor: “…mi madre lavaba, cosía, y planchaba lo que viniere. Además, nunca falta la solidaridad, sobre todo en los lugares donde hay templos, Iglesias y alguna religiosa. Yo tengo recuerdos agradecidos también a la buena voluntad de muchas personas que en aquel momento le dieron una mano y que le permitieron seguir su vida humilde pero con dignidad. Todo eso le ayudo a criar a sus hijos.”7 Desde muy temprano tuvieron el apoyo de la abuela materna, casa donde vivieron rodeados de tíos y tías, primos y primas. En ese enjambre de juegos y corridas infantiles, el pequeño Kléber sobresalía liderando las andanzas. Además de los intensos certámenes con “bolitas”, su pasión dominante era el fútbol; se destacaba nítidamente en ese deporte a pesar de los disgustos que le proporcionaba a su madre pobre, que veía que a uno de sus hijos “no le duraban los zapatos sanos”. Como es propio en la vida de los más pobres, no les fue fácil encontrar un lugar estable para vivir. Distintos barrios de Montevideo serán testigos de su paso: Capurro, Paso Molino y finalmente La Teja serán sucesivamente el hogar de la familia. La Teja, una barriada obrera, fue a mediados del siglo XVIII la llamada “Chacra de Jesús María”, propiedad de la Compañía de Jesús. Luego de la expulsión de los jesuitas fue adquirida por distintos vecinos hasta que en 1833, Samuel Lafone instala allí su saladero. Desde aquel momento se ira definiendo el perfil meramente obrero de esta zona. Las curtiembres, las canteras de piedras destinadas a la construcción del nuevo puerto de Montevideo y el embarcadero, eran los lugares donde los inmigrantes de origen italiano, yugoslavos y vascos franceses arribados a la zona, conseguían su primer trabajo. Es en ese ambiente de trabajo donde los hermanos Silva pasarán su infancia y donde comenzarán su escolaridad en el colegio salesiano de “La Divina Providencia”. Los hijos de Don Bosco, presentes en Montevideo desde 1877, abrieron este colegio en 1924, a instancias de un grupo de Damas Vicentinas que transmitieron su preocupación al padre inspector, José Gamba ante “los innumerables grupos de niños 7 Testimonio de Jesús Silva, Buenos Aires, febrero de 2006.

Page 11: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

y jóvenes, muchos de ellos huérfanos, que deambulan por el pueblo La Victoria (antiguo nombre de La Teja) sin recibir cristiana educación”. Ubicado desde su origen en una manzana sobre la calle Dionisio Coronel, cerca de plaza Lafone, se convirtió rápidamente en el centro de actividad pedagógica, social y deportiva del barrio. Es allí donde Kleber y Jesús van a conocer la forma de vida de estos sacerdotes dedicados a la evangelización de la “juventud pobre y abandonada”, y donde madurarán los sentimientos religiosos que habían mamado en su educación familiar. Los hermanos Silva se habían criado en un ambiente de estrecheces, sostenido por la entereza y la fe de su madre, que “… siempre fue una mujer religiosa práctica y piadosa”.8 Esa misma fe se fue trasmitiendo a sus hijos, sobre todo a Kleber, que según su hermano: “… era el líder espiritual de la familia; ya antes de entrar al seminario tenía una visión de la vida de un tremendo compromiso. El siempre vivió un vida intensa, religiosa y dramáticamente, intensa”.9 Los dos hijos menores de la familia Silva, van a quedar cautivados por el celo evangelizador de los salesianos. A pesar de la corta edad que tenían, nacerá en ellos el deseo de imitarlos consagrando sus vidas a Dios. En aquellas épocas era común que existieran los llamados, “Seminarios Menores”, donde se daba la posibilidad a los niños que continuaran con sus estudios dentro de una posible pertenencia a una congregación. Jesús Silva ingresará a la casa de formación salesiana llamada “El Manga”, ubicada a 17 Km. de la ciudad de Montevideo, el 18 de mayo de 1938. Algunos meses después, el 14 de octubre del mismo año, lo sigue su hermano Kléber, de solo 13 años. En sus manos llevaba una nota de su madre, dirigida al padre José Garzetti, superior del seminario, que decía: “Por esta carta concedo permiso a mi hijo Kléber para seguir la carrera sacerdotal. Le doy gustosa mi consentimiento y pido a Dios le conceda a él llegar a tan alto ministerio y a mi poder un día verle sacerdote”.10 Durante los años de su adolescencia tanto Jesús como Kléber serán aspirantes salesianos, mientras concluyen con sus estudios elementales. Es en esta época cuando comienzan a nombrarlo como “Mauricio”. En su certificado de confirmación, fechado el 26 de septiembre de 1940, ya se lo designa de esa manera. Debido a que su nombre de nacimiento no tenía tradición cristiana, ni pertenecía a ningún santo conocido, es muy probable, como se acostumbraba, que por recomendación de los superiores salesianos, el día que recibió ese sacramento haya asumido el de Mauricio con el que figurará, de ahí en más, en la documentación de la congregación.11

8 Testimonio de Jesús Silva, Buenos Aires, febrero de 2006. 9 Ídem. 10 Carta de Ramona Iribarnegaray de Silva al padre José Garzetti, Montevideo 14 de octubre de

1938. ACS Leg. Mauricio Silva. 11 Es probable que la elección se deba a que la fiesta de San Mauricio, mártir del siglo III, se

celebre el 22 de septiembre fecha cercana a la del cumpleaños de Kléber Silva, el 20 de septiembre.

Page 12: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

Capítulo Tres. Mauricio salesiano. Según el testimonio de Jesús Silva esos años de formación inicial, fueron de profunda felicidad, a pesar del desarraigo que significó dejar la familia. Eso determinó que ese tiempo se transformara en una experiencia que los marcó profundamente desde lo humano, lo intelectual y lo laboral, y donde también forjaron sus ideales apostólicos, que con el tiempo se van a ir encarnando en proyectos más realistas. Un ejemplo de esto es el compromiso privado que hizo Mauricio, junto con Jesús y Pedro Bellisi, un condiscípulo de esos tiempos, de ir los tres como misioneros católicos para evangelizar la China. Llegado al final de los estudios elementales, le tocaba a Mauricio renovar su decisión de continuar en el camino de la vida religiosa solicitando su ingreso al año de noviciado necesario para formar parte oficialmente de los salesianos El 21 de noviembre de 1941, elevó su pedido formal de ingreso, diciendo: “Cursados los años de aspirantado y sintiéndome con las fuerzas necesarias para seguir en la congregación de San Francisco de Sales, pido humildemente ser admitido en el noviciado para estudiar mas de cerca la vida salesiana y las obligaciones que ella impone”.12 La respuesta de los superiores salesianos de Uruguay fue positiva, resaltando que durante los años del aspirantado el joven Silva se había mostrado “bueno en el estudio y en la conducta, además de piadoso y abierto”.13 Así el 20 de enero de 1942 comenzó esta etapa en la casa de formación de “El Manga”. Unos días después, el 31 de enero, recibió de manos del padre Luis Vaula, superior uruguayo, la sotana que vestiría de ahí en más. Al finalizar el año de noviciado, Mauricio, eleva nuevamente su pedido para hacer por primera vez los votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia, por un periodo de tres años. En su carta manuscrita fechada el 21 de noviembre de 1942, dice: “… sintiéndome llamado por Dios a la congregación salesiana, guiado siempre por el consejo de mis superiores y con el consentimiento de mi confesor, aunque encontrándome indigno, pido humildemente ser admitido a la profesión de los votos temporales con la intención de consagrarme por toda la vida al Señor”.14 Los formadores de Mauricio Silva, elevan el pedido al superior salesiano uruguayo, proponiendo la aceptación a la solicitud y señalando que el joven clérigo es: “Piadoso, sincero e inteligente pero algo irreflexivo; se espera un resultado exitoso, si cultiva más el espíritu de sacrificio”.15 Por fin, el 29 de enero de 1943, Mauricio Kléber

12 Carta de Mauricio Silva al padre Francisco Fernández, El Manga 21 de noviembre de 1941.

ACS Leg Mauricio Silva. 13 Admisión al noviciado. ACS Leg Mauricio Silva. 14 Carta de Mauricio Silva al padre Francisco Fernández, El Manga, 21 de noviembre de 1942.

ACS Leg Mauricio Silva. 15 Admisión a la profesión religiosa, El Manga, 15 de diciembre de 1942. ACS Leg Mauricio Silva

Page 13: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

Silva, emite sus votos religiosos que lo consagran como clérigo salesiano; tenia 17 años. Inmediatamente comienza con los estudios eclesiásticos necesarios para recibir la ordenación sacerdotal. Durante 1943 y 1944, realizará en el colegio San José de “El Manga”, los dos cursos de filosofía. El estilo formativo salesiano no se caracterizaba por concentrar la formación meramente en lo intelectual, sino también por abrir a la experiencia del trabajo a sus jóvenes clérigos. Junto a la casa de formación, se encontraba la Escuela Agrícola José Jackson, donde los seminaristas aprendían las distintas ciencias de la tierra. Jesús Silva, que ingresó a El Manga un año después, recuerda que: “Era natural que la casa de formación estuviera recostada a una escuela agraria que, de alguna manera, sostenía las necesidades de los que se estaban formando; nosotros ayudábamos activamente también: nos levantábamos temprano, cuidábamos ciertas cosas, participábamos en las cosechas. Yo conozco todo el proceso del aceite y del vino, porque de muchacho tuve que trabajar en el olivar y la viña; ese era un trabajo fuerte”.16 En medio del estudio de las ciencias y del trabajo en el campo, Mauricio fue afirmando cada vez más su deseo de consagrarse a Dios y de servir a los jóvenes, especialmente a los más pobres y abandonados. Su proyecto adolescente de ser misionero en la China, se irá cargando de perfiles más nítidos y va a encontrar un nuevo horizonte donde poder desarrollarlo.

16 Testimonio de Jesús Silva, Buenos Aires, febrero de 2006.

Page 14: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

Capítulo Cuatro. Mauricio estudiante en la Argentina. Desde 1926 las obras salesianas erigidas en el extremo sur de Argentina, junto con las de las Islas Malvinas y las casas chilenas de Punta Arenas, Porvenir y Puerto Natales formaban una inspectoría independiente. El aislamiento y la rudeza del clima hicieron que el personal para atender las parroquias y colegios cada vez sea más escaso. Hacia 1944 el padre José Reyneri, que representaba al Rector Mayor salesiano, don Pedro Ricaldone, en los países de América Latina durante los años de la segunda guerra mundial, solicitó a distintas casas de formación, clérigos voluntarios para auxiliar las obras de la Patagonia Austral. De distintas partes vendrán sacerdotes y clérigos para apoyar la marcha de esas lejanas comunidades. Santa Cruz estaba mucho más cerca que la China y el lejano oriente, pero tenían un profundo significado dentro de la historia de las misiones salesianas. Poniendo sus anhelos en los pobres de esas tierras, Mauricio Silva se ofreció para marchar de su patria como misionero hacia el extremo sur argentino. Terminada la filosofía, los salesianos debían hacer en alguna comunidad una experiencia de tres años, llamada tirocinio. Esta etapa formativa permitía a los jóvenes clérigos ponerse en contacto directo con las actividades educativas y pastorales. Mauricio partió de Uruguay rumbo a Argentina, a principios de 1945; era la primera vez que salía de su tierra. Desde Buenos Aires comenzó el extenso e incomodo viaje hasta Santa Cruz. La calidez de los meses de verano disimulaba apenas los rigores de las temperaturas a los que iba a enfrentarse. En la medida que avanzaba en el camino, el paisaje se iba despoblando de elementos y los colores predominantes iban pasando del verde fecundo de los campos sembrados y los valles rionegrinos y chubutenses al más intenso ocre de la árida estepa santacruceña. Al llegar a la ciudad de Río Gallegos, se presentó al padre Francisco Zuccarino, que desde el 8 de diciembre de 1944 era el delegado Inspectorial para la Patagonia meridional. Allí recibió su primer destino: el colegio Mons. José Fagnano, en Puerto San Julián. Esta localidad austral fue protagonista de varios acontecimientos importantes de la historia patagónica. En estas costas, el Domingo de Ramos de 1520, los tripulantes de las naves capitaneadas por don Hernando de Magallanes, celebraron la primera misa registrada en el actual territorio argentino. En esa oportunidad se produjo el encuentro de los marinos europeos con algunos aborígenes tehuelches, hecho que les provocó una marcada impresión y que originó el nombre de “patagón” para designarlos. Ese término se extendería a lo largo del tiempo, y se usaría para denominar a toda la región. Por la bahía de “San Julián”, como se la empezó a llamar, pasaron llamativos personajes como Francis Drake (en 1578) y Charles Darwin (en 1834). La historia más reciente comienza a finales del siglo XIX, cuando se da inicio a la explotación ganadera de las zonas más cercanas al puerto. Esa incipiente colonia agrícola, fue formada sobre todo con pobladores proveniente de las islas Malvinas. El 17 de septiembre de 1901 el Poder Ejecutivo Nacional ordena que se dibuje la traza de

Page 15: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

la ciudad, pero recién en 1933 se crea la Municipalidad con cargos electivos. Un momento importante del desarrollo de la población, fue la instalación del Frigorífico Swift en 1910. En él se faenaba sobre todo carne de especie ovina: ovejas, corderos, capones, borregos; mayoritariamente esta producción estaba destinada a la exportación, aunque también, pero en menor medida, se comercializaba nacionalmente. Si bien ya desde 1910 los salesianos tenían construida una capilla en ese puerto, recién en 1926 su permanencia comienza a ser estable con la presencia del padre Ludovico Dabrowski y la apertura del colegio “Monseñor José Fagnano”. El 8 de febrero de 1936, la iglesia anexa pasó a ser sede de la nueva parroquia “Sagrado Corazón de Jesús” creada en San Julián por el obispo de Viedma, Monseñor Nicolás Esandi. Cuando llegó Mauricio Silva, en 1945, las instalaciones de la obra salesiana seguían siendo una serie de edificios continuos construidos con madera y cinc. El joven clérigo de solo 19 años se metió de lleno en esa árida y desolada realidad patagónica. El director y párroco era el padre José Forgác, que se caracterizó por ser un gran promotor del fútbol, en muchas de las comunidades australes. En cada ciudad que era destinado, armaba cuatro equipos: River, Boca, Racing y San Lorenzo, su favorito, el cual siempre estaba formada por los mejores jugadores. En los campeonatos, era habitual que ganara el equipo del padre director. La reconocida habilidad que Silva siempre había tenido para este deporte, favoreció su inserción en la dinámica pastoral en medio de los niños y jóvenes, pero lo enemistó con el director. Lo recuerda el padre Cesareo Campos: “Mauricio era del tipo de los que son algo fanáticos. Cuando se encontró con otro fanático, pero ya de edad, como el padre Forgác, el conflicto era esperable. Como alentaba a otro equipo, o jugaba de referí o algo así, el superior se disgustó y le dijo: «si viniste a la Patagonia para oponerte al director, podes volver a Buenos Aires». De eso todos nos habíamos enterado”.17 Este hecho provocó que su presencia en San Julián concluyera rápidamente; a los pocos meses de su llegada, Forgác solicitó que el clérigo fuera trasladado. El padre Zuccarino decidió traerlo con él a la parroquia de Río Gallegos. Esta era una de las presencias más antiguas de los salesianos en la región. Si bien la zona era recorrida frecuentemente por los misioneros volantes desde 1883, la primera comunidad estable se estableció recién el 17 de noviembre de 1899, dirigida por el padre Juan Bernabé. Unos días después de su llegada se puso la piedra fundamental de la iglesia dedicada a “Ntra. Sra. de Lujan”. Cuando Mauricio Silva arribó a esta ciudad, ya el antiguo colegio, semejante a una barraca, había sido reemplazado por uno más moderno de cemento. Allí funcionaba la escuela elemental para alumnos externos e internos. La iglesia anexa ya se había convertido en la sede de la parroquia creada el 8 de febrero de 1936, y

17 Testimonio del padre Cesareo Campos, Almagro (Capital Federal) 31 de mayo de 2007. El

salesiano Marino Francioni recuerda que el padre Forgác había dicho: “A este clérigo, el pasaje a Buenos Aires se lo pago yo”; Testimonio del hermano coadjutor Marino Francioni, Almagro (Capital Federal) 14 de junio de 2007.

Page 16: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

contaba con un numeroso y activo oratorio festivo, donde se congregaban los niños y jóvenes del pueblo. Uno de los hechos más importantes de su estancia en Río Gallegos fue la convivencia con el padre Francisco Zuccarino. Este sacerdote, le prodigó a Mauricio la contención paternal que necesitaba, después de su “accidentado” comienzo en el apostolado patagónico. Además le contagio su entusiasmo, fervor y creatividad pastoral.18 Su presencia, consejo y acompañamiento marcó profundamente el corazón del joven salesiano. Jesús Silva recuerda que: “El padre Zuccarino fue un hombre de gran fe y de una gran actividad apostólica; un hombre muy querido entre los salesianos. Era todo un personaje en el sur. Era un sacerdote que aprecio mucho a Mauricio. Él fue feliz con ese hombre que lamentablemente falleció antes de que él hubiera terminado su formación. Sobre todo, Mauricio, recordaba de él que era espiritualmente inquieto, que estaba siempre poniéndole retos: «animate a esto…»; siempre le estaba indicando posibilidades de trabajo. Mauricio realmente le agradeció siempre el cuidado que tuvo de su personalidad. Él se fue formando un poco a la sombra del padre Zuccarino. Eran años muy importantes; era una juventud que recién comenzaba”.19 Así, es en Río Gallegos y a la sombra de este sacerdote donde, hasta finales de 1947, el joven clérigo uruguayo va a echar sus raíces en la realidad patagónica, y a desplegar toda su energía y su deseo de servicio. Monseñor José Pedro Pozzi, obispo emérito del Alto Valle del Río Negro, y antiguo compañero de estudios de Mauricio, lo recuerda en ese contexto: “Lo conocí cuando llegó a Villada (Córdoba), lleno de vitalidad y entusiasmo por la labor que había desarrollado en Río Gallegos, contando a todos los trabajos realizados, sobre todo con el oratorio festivo que, en vacaciones se transformaba en diario. Creo, si mal no recuerdo, que había formado un grupo que le ayudaban en el oratorio y con los que organizaba paseos y excursiones. Sus relatos estaban matizados de anécdotas y dejaban transparentar su pasión por el oratorio”.20 También su hermano Jesús recuerda la impresión que había causado en Mauricio ese primer periodo de apostolado en la Patagonia y de contacto con la vida de sus pobladores: “A él le gustaba esa vida simple de la gente, con todos los riesgos que se corrían en el sur. Era una zona de vientos impresionantes; las casas eran de madera, porque era lo que la naturaleza brindaba para protegerse de los rigores del frío. Pero eran casa que donde hubiera, por ejemplo, una chispa o un incendio, el viento se encargaba de hacer el resto. Mauricio cuantas veces salio a apagar fuegos. El realmente tenía una salud tremenda; el clima duro de la Patagonia le dio una fortaleza física extraordinaria. Era un hombre incansable; fueron años muy ricos”.21

18 El padre Campos recuerda que: “Zuccarino era un hombre de mucha iniciativa, tanto que cuando lo mandaron bien al sur, en broma se decía que iba a formar la casa de ex alumnos de la Antártida”; testimonio del padre Cesareo Campos, Almagro (Capital Federal) 31 de mayo de 2007. 19 Testimonio de Jesús Silva, Buenos Aires, febrero de 2006. 20 Testimonio de Mons. José Pedro Pozzi, General Roca (Río Negro) 20 de febrero de 2006. 21 Testimonio de Jesús Silva, Buenos Aires, febrero de 2006.

Page 17: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

Al fin, concluido el tiempo de “tirocinio”, el clérigo Silva debía comenzar los estudios de teología. Es en este momento que toma una decisión muy importante para su vida. Hasta esos días Mauricio era un joven salesiano que pertenecía a la inspectoría uruguaya y que estaba “prestado” en las comunidades australes para auxiliarlas por la escasez de personal. Cautivados por el servicio a los pobres de la Patagonia, decide pedir pasar a depender directamente de los salesianos de Argentina, de tal modo de poder retomar su apostolado, como efectivamente lo hará algunos años después como sacerdote. Su deseo profundo de servir a Dios en los más pobres lo llevó nuevamente al desprendimiento. Estudiante de Teología en Córdoba El 15 de febrero de 1948, Mauricio Silva llega al Instituto Teológico Salesiano “Clemente José Villada y Cabrera”, ubicado en el kilómetro 7 ½ del camino a La Calera, en la provincia de Córdoba. Con el bagaje de lo vivido en tierras australes, la experiencia del contacto con la aridez del clima y la calidez del corazón de los pobres, Mauricio debía retomar sus estudios que lo llevarían a la ansiada ordenación como sacerdote. El instituto “Villada”, como era comúnmente conocido, había sido creado en el año 1931, gracias a la donación de 600 hectáreas por parte de las hermanas Elisa e Indalecia Villada, que deseaban ofrecer una obra en honor de su padre. En un comienzo fue destinado como lugar de estudio de los clérigos salesianos de la Inspectoría de Córdoba. Un año después los superiores de la congregación en Roma, decidieron que también se concentraran en sus instalaciones los estudiantes provenientes de las otras delegaciones de Argentina junto con los de Uruguay y Paraguay. Mauricio se encontró entonces con un grupo de 46 compañeros de su primer curso, venidos de distintos lugares, de diversas experiencias y llenos de un entusiasmo desbordante. Dentro de ese grupo se encontraban dos que con el tiempo llegaran a ser obispos en la Patagonia: el citado anteriormente, José Pedro Pozzi, y el recordado pastor de Neuquén, monseñor Jaime Francisco De Nevares, con el que Mauricio trabó una sincera amistad. También fue compañero de curso del padre Carlos Dorñak, asesinado por la Triple A, el 21 de marzo de 1975, en un ataque a la comunidad salesiana del Instituto Juan XXIII, en la ciudad de Bahía Blanca. En esos años de entusiasmo juvenil, nada hacia prever que entre ese grupo de estudiantes habría dos victimas del terrorismo de Estado. Ese año de 1948 era de gran importancia para Mauricio, ya que se acercaba el tiempo de emitir los votos perpetuos. A partir de ese momento el joven Silva seria salesiano de forma definitiva, consagrándose totalmente a Dios. Normalmente, los clérigos que arribaban a Villada, lo hacían habiendo hecho su profesión religiosa permanente en el lugar donde realizaron su tirocinio. En cambio Mauricio, por haber renovado los votos temporales en Río Gallegos el 7 de junio de 1945, recién podía hacer los perpetuos en esa fecha pero del año 1948. Esto provocó una situación, no

Page 18: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

grave pero si llamativa para sus jóvenes compañeros de estudios: el clérigo uruguayo que había venido de la Patagonia, era el único de ellos que todavía no era oficialmente “salesiano”. Esto no lo desveló, ni causó gran preocupación, hasta el punto que por no prestar suficiente atención a las fechas legales de renovación, se le pasaron los días, lo que provocó algo mas atípico aún: como recién hizo sus votos perpetuos el 31 de julio, desde el 7 de junio, en que se cumplían sus votos temporales hasta la fecha de los permanentes, “teóricamente”, había dejado de ser religioso salesiano. Un compañero, el padre Cesareo Campos, nos dice que es lo que provocó esta situación: “Recuerdo que nos causó gracia, que había una falla de unos días, por cuestión de fechas, que quedó sin votos. Entonces tuvo que hacer unas jornadas de retiro espiritual, medio solo. Nos causaba gracia porque terminó los votos y no renovó enseguida, pero por no darle importancia o por no pensar bien la cuestión jurídica”.22 Según esos testimonios, fue solo un descuido pero que no expresaba de ninguna manera una falta de decisión con respecto a su opción vocacional. En la carta que eleva a los superiores, solicitando se le permita acceder a este paso, Mauricio expresa, con el estilo propio de esa época, sus deseos más profundos de consagración y servicio: “… pido con la presente ser admitido a los votos perpetuos. Me mueve a ello únicamente el deseo de pertenecer solo y exclusivamente a Dios, a quien, el día de mi primera profesión, prometí consagrarle toda mi vida. Querido Padre Inspector, soy indigno de pertenecer a una tan gran Madre Congregación, pero humildemente confiado en la ayuda de Dios, de la Virgen y de don Bosco espero ser un buen hijo mediante el cumplimiento de sus santas reglas y de los votos perpetuos de Pobreza, Castidad y Obediencia que deseo emitir. Aprovecho la oportunidad para agradecer por su intermedio a todos mis superiores y hermanos los solícitos cuidados que han tenido por mi, y al mismo tiempo para renovar el propósito de vivir, trabajar y consagrar todas mis energías a la salvación de mi alma y de muchos niños en la Congregación Salesiana”.23 El 31 de julio de 1948, en la capilla de la casa de formación de Villada, y en presencia del inspector salesiano de Córdoba, padre Guillermo Cabrini, Mauricio Silva emite sus votos perpetuos que lo hace religioso de los hijos de don Bosco. Pese a la decisión con que Mauricio tomó su camino sacerdotal, ese primer año en la casa de estudios, no debe haber sido el más fácil ya que tenía que pasar de una activa vida patagónica a una nueva vida estudiantil. Lo cierto es que al fin de ese año el clérigo Silva debía ser admitido a la “tonsura”.24 Como todo paso en la consagración, el candidato debía hacer una petición, y luego la misma era evaluada por los superiores de la casa en la que vivía, en este caso Villada, y luego por el consejo inspectorial correspondiente. En el primer caso la respuesta afirmativa, aunque no fue unánime, fue importante: 5 por la afirmativa, 1 por la negativa. Pero en la evaluación

22 Testimonio del padre Cesareo Campos, Almagro (Capital Federal) 31 de mayo de 2007. 23 Carta de Mauricio Silva al padre Guillermo Cabrini, Córdoba 27 de abril de 1948. ACS Leg

Mauricio Silva. 24 Tonsura: así se llamaba al primero de los grados clericales, el cual se confería por mano del

obispo como disposición y preparación para recibir el sacramento del orden y cuya ceremonia se ejecutaba cortando una parte del cabello

Page 19: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

del consejo las opiniones estuvieron más divididas: 3 por la afirmativa y 2 por la negativa. Al ser aprobado por mayoría simple, no hubo problemas para que Mauricio fuera aceptado para la tonsura el 9 de noviembre de 1948. De todos modos, esta diversidad de opiniones demuestra que durante ese primer año, no debe haber sido fácil para el joven uruguayo, hasta el punto que algunos de los sacerdotes consultados pensaron que no debía seguir adelante. El voto de confianza dado por la mayoría tuvo sus frutos: a lo largo de los años restantes hasta su ordenación sacerdotal, Mauricio recibió la opinión positiva unánime acerca de la sinceridad de sus intenciones y de su capacidad para el servicio. La vida en Villada estaba marcada por un ritmo bien organizado en los horarios y las tareas. Los estudiantes no solo debían esmerarse en el estudio de la teología y a cultivar la piedad, a lo que dedicaban la mayor parte del tiempo, sino también al funcionamiento cotidiano de una estructura que albergaba a casi 150 personas. El padre Cesareo Campos, nos recuerda un poco de la vida de esos años: “Todos teníamos un trabajito que atender: una parcela de terreno, los canteros de los jardines; algunos iban al sector de gallinero o a la cría de animales; había plantación de árboles que había que regar, en la que participábamos un poco todos, lo mismo que para espantar la langosta, ahí se necesitaba un ejército de tamborileros. Otra ocupación era la portería: estaba sobre la ruta y el instituto, adentro unos tres kilómetros; cuando llegaba alguien, llamaba desde allí por teléfono para que lo vayan a buscar. Entonces había alguno de nosotros que era el telefonista, como también otros que iban en sulky a buscar a la gente a la portería… Teníamos varios empleados: el de la despensa, el de la cocina, porque eran imprescindibles, el chofer del micro que nos llevaba a la ciudad de Córdoba y algún que otro empleado de campo”.25 Pero la pregunta es: ¿Cómo era el joven Mauricio en la relación de convivencia con sus compañeros?, ¿Cuál es el recuerdo que tienen después de mas de 50 años de haber compartido con él esos años de formación? Cada palabra de alguno de sus compañeros, es como una pequeña pincelada que retrata un aspecto de la vida de Mauricio Silva: “La comunidad de Villada, en aquel entonces, se componía de unos 100 estudiantes de teología. En nuestro curso éramos 41. De él tengo un grato recuerdo, pues era un amigo sencillo, alegre, siempre dispuesto a compartir”.26 “Recuerdo que era un estudiante inteligente, animador, generoso y de gran actividad”.27 “Mauricio era un compañero muy activo, amante de María Auxiliadora, la virgen de Don Bosco; buen jugador de fútbol… Su persona era sencilla, dispuesto a la ayuda a los demás, inteligente y buen sacerdote. Recuerdo que era generoso, trabajador incansable, piadoso, entusiasta y, hasta muchas veces, divertido”.28

25 Testimonio del padre Cesareo Campos, Almagro (Capital Federal) 31 de mayo de 2007. 26 Testimonio del padre Roque Pevere, La Plata (Buenos Aires) 28 de noviembre de 2006. 27 Testimonio del padre Luis Rozas, Rosario (Santa Fe) 27 de marzo de 2006. 28 Testimonio del padre Nelo Moschini, Córdoba 10 de marzo de 2006.

Page 20: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

“La convivencia del curso, en nuestra época era bastante pacífica; teníamos nuestros problemas, pero eran los de gente que está mucho tiempo encerrada, y genera conflictos por cuestiones pequeñas. Yo recuerdo algunos por defender determinadas teorías. Mauricio no era de los que iba a levantar la mano por cuestiones intelectuales o discusiones, no. Era más bien interesante para pasar un rato alegre... Era uno de esos compañeros medio atípicos, pero no por rebeldía sino por la forma más espontánea, menos conformista, no como los que tratan de ser modelo de observancia”.29 Esa forma tan particular que tenia Mauricio Silva para relacionarse con sus compañeros se expresaba también en otros momentos. Como lo manifiestan sus antiguos compañeros, no se caracterizaba particularmente por su formalidad, sino más bien por tener un carácter apasionado e inclinado a expresarse en forma sencilla. Promediando sus estudios, comenzaron los estudiantes a practicar lo que se llamaba la “oratoria sagrada”; por turnos se iban poniendo frente al resto de sus condiscípulos y exponían de un modo sistemático la doctrina de fe sobre un tema determinado. El padre Cesareo Campos nos cuenta que paso cuando le tocó el turno al joven clérigo uruguayo: “En cuarto año comenzaba la práctica de la predicación. Era en la época por ejemplo del mes de María; había tema para que todos pasaran cada día a hacer un sermón en la capilla. Cuando le tocó a Mauricio comenzó formal y de repente… largó el poncho y lo revoleó, por decir. Para sorpresa de todos, pasó a un estilo menos formal… más campechano”.30 Las actividades académicas no impedían a algunos estudiantes que durante los fines de semana siguieran desarrollando su deseado apostolado entre los niños, en los oratorios festivos de las afueras de Córdoba. Así lo recuerda el padre Juan Corti desde Comodoro Rivadavia y el padre Luis Rozas, desde Rosario: “Los domingos salíamos muy temprano desde el seminario: Mauricio Silva atendía el oratorio denominado “Cristo Rey” en un barrio periférico de la ciudad de Córdoba. Yo en cambio atendía el oratorio “Don Bosco” al lado del aspirantado “Domingo Savio”.31 Muchas veces conversábamos sobre nuestras iniciativas y coincidíamos en las ideas, las propuestas y la forma de trabajar en dichos oratorios. Era de una personalidad siempre alegre, amante de los niños pobres, pensando siempre como llevar, los domingos, algunas novedades a los oratorios. Tengo de él el recuerdo de un gran y buen jugador de fútbol. Los dos nos queríamos mucho y nos considerábamos verdaderos amigos y hermanos”.32 “Durante esos años en el estudiantado, Mauricio trabajó mucho en lo que llamamos el oratorio festivo del Tropezón, del colegio San Pío X o del de San Vicente, todos de Córdoba”.33

29 Testimonio del padre Cesareo Campos, Almagro (Capital Federal) 31 de mayo de 2007. 30 Idem. 31 El aspirantado y oratorio festivo “Domingo Savio” era una de las ultimas fundaciones

salesianas en la ciudad de Córdoba. Había comenzado a funcionar en forma independiente dentro de los terrenos que ocupaba el colegio San Pío X, hacia el año 1947.

32 Testimonio del padre Juan Corti, Comodoro Rivadavia (Chubut) 17 de julio de 2006. 33 Testimonio del padre Luis Rozas, Rosario (Santa Fe) 27 de marzo de 2006. La capilla de El

Tropezón, estaba en los terrenos de la casa de estudios de Villada. Había sido abierta a los

Page 21: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

Durante los recesos de verano, los jóvenes salesianos pasaban juntos las vacaciones en el llamado “Valle de la Inmaculada”, un lugar de las sierras de Córdoba cercano a la histórica capilla de Candonga. Solo algunos de forma excepcional eran enviados a algunas comunidades para prestar ayuda en las tareas apostólicas. Este era el caso de Mauricio Silva que siempre “pasaba las vacaciones trabajando en el sur argentino”, 34 lo que le permitía mantener el contacto permanente con esa tierra y con su gente. La pasión que despertaba su trabajo en la Patagonia nutria los relatos que Mauricio compartía con su familia en Uruguay. Su hermano Jesús nos cuenta que: “…estábamos muy frecuentemente en comunicación. Fue más lindo porque desde el sur patagónico, nos hacía sentir toda la fuerza de sus ilusiones, porque nos hacía vivir todo aquellos que el vivía, con las relaciones que escribía, nada heroicas, pero que nos ayudaba a descubrir como era la vida en el sur patagónico. Por ejemplo la sorpresa que él tuvo contra la costa Atlántica, recogiendo algas; parecía basura, pero cuando eran tratadas, puestas en agua y recostadas sobre cartulinas, aparecían sus colores, que era una maravilla. Se daba cuenta como era la caza del lobo marino, y nos lo contaba. Entonces coincidíamos en eso y nos daba una inmensa alegría. Nos unía el recuerdo y la nostalgia”.35 El dolor por la distancia que lo separaba de su querida familia, se vio en parte atenuado en el año 1950, cuando su hermano menor, Jesús Ramón Silva, que había continuado su vocación salesiana en Uruguay, es enviado también a Córdoba a estudiar la teología. Mauricio cursaba ya el tercer curso, cuando su hermano comenzó el primero. Durante dos años, volverán a compartir la vida cotidiana como en su niñez, pero ahora como jóvenes religiosos que deseaban ser sacerdotes. A finales de 1950 comenzó para Mauricio la etapa final de preparación para la ordenación. El 16 de noviembre es admitido para recibió el subdiaconado.36 Algunos meses después, el 1 de marzo de 1951, es aceptado con voto unánime para el orden del diaconado. Por fin, el 8 de octubre de ese año, pide por carta a los superiores salesianos ser ordenado sacerdote. Si bien estos pedidos respondían a una formula común, es de interés descubrir cómo se expresaba el joven salesiano de esas épocas. La carta dice en su parte central: “Con la presente pido ser admitido a la santa orden del Presbiterado. Lo hago libremente y movido por el deseo de trabajar por la gloria de Dios y salvación de las almas. Confió humildemente en que María Auxiliadora y San Juan Bosco me ayuden a cumplir los deberes que me impone el sacerdocio”.

fieles el 13 de abril de 1934. El colegio San Pío X, era la obra más importante de los salesianos en la ciudad de Córdoba. Comenzó a funcionar en el año 1905, en unos terrenos sobre la calle 9 de julio al 1000. Durante los años que Mauricio Silva, colaboró en el oratorio, contaban también con un internado, con escuelas elementales y de oficios, parroquia y centro de atención a los inmigrantes italianos, entre otros servicios. El oratorio San Antonio, comenzó a funcionar en el barrio San Vicente, en la periferia de Córdoba, el 4 de junio de 1927.

34 Testimonio de Jesús Silva, Buenos Aires, febrero de 2006. 35 Testimonio de Jesús Silva, Buenos Aires, febrero de 2006. 36 El subdiaconado era una orden menor, no sacramental, que se recibía antes del diaconado.

Durante algún tiempo se la consideró como la primera de las órdenes mayores, error que fue corregido después del Concilio Vaticano II.

Page 22: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

El 15 de noviembre, el consejo inspectorial aprobó la solicitud.37 La mayoría de sus compañeros fueron ordenados en la cripta de la iglesia de María Auxiliadora, que estaba todavía en construcción, en la ciudad de Córdoba, el 25 de noviembre de 1951, por manos del arzobispo local, Monseñor Fermín Laffite. Mauricio Silva junto con otros compañeros uruguayo lo hicieron en una celebración distinta. En ese año la inspectoría oriental conmemoraba los 75 años de presencia salesiana. Con ese motivo el inspector, padre Amílcar Pascual, organizó diversos festejos, uno de los cuales fue una solemne misa de ordenación sacerdotal presidida por el obispo salesiano, monseñor Ángel Muzzolon, Vicariato Apostólico del Chaco paraguayo, celebrada en el santuario de María Auxiliadora (Villa Colón – Montevideo), el 2 de diciembre de 1951. Para Mauricio Silva esa fue la oportunidad de retornar no solo a su tierra natal, sino sobre todo al seno de la familia. Acompañado por su madre, sus hermanos, sobrinos, primos, el joven “Kléber” se acercó al altar, para recibir el sacramento que lo convertía en sacerdote católico. En su corazón siempre inquieto estarían los rostros reales o imaginarios de tantos niños y jóvenes, hombres y mujeres, a los cuales podría, de ahora en mas, ofrecer por sus manos el perdón, la misericordia y la presencia paternal del Dios de la Vida. El estilo militante y, en cierta forma, combativo que asumía la evangelización en las épocas previas al Concilio Vaticano II, hacían vivir el ministerio sacerdotal con características de avanzada en la instauración del reinado de Dios. Mauricio, con su temperamento apasionado, no podía ser ajeno a este estilo de consagración; el lema sacerdotal que eligió para su ordenación, fue: “¡A rezar, a sufrir, a luchar! ¡Viva Cristo Rey!”. Sacerdote en San Julián Luego de algunos días pasados con los suyos, el padre Mauricio regresó a Argentina para recibir de sus superiores el destino en el cual iría a desplegar su ministerio sacerdotal. Seguramente la evaluación hecha acerca de la actividad desarrollada en la Patagonia era altamente positiva, ya que lo envían nuevamente como parte de la comunidad salesiana de Puerto San Julián. Lentamente las obras de los hijos de Don Bosco en esa región se iban consolidando y organizando. En el caso de San Julián, para esa fecha contaba con una escuela elemental para varones, que funcionaba en el periodo de septiembre a mayo, con un receso de junio a agosto, los meses más fríos del año. A él asistían los niños del pueblo y los que vivían en el internado. Además atendían la parroquia “Sagrado Corazón de Jesús”, que contaba con tres asociaciones y una capellanía en Cañadón León. Funcionaba también el Oratorio Festivo, un Batallón de Exploradores y un activo grupo de ex alumnos.38 Cuando llega Mauricio Silva la comunidad salesiana estaba

37 Toda la documentación en: ACS Leg. Mauricio Silva. 38 Este tipo de grupos eran los que comúnmente se creaban en los ámbitos de las parroquias y colegios salesianos. Las “Exploradores de Don Bosco” nacen como una iniciativa de los padres salesianos Lorenzo Massa y José Vespignani, el 14 de agosto de 1915. Ese grupo se organizaba

Page 23: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

formada por cuatro sacerdotes más y dos clérigos que realizaban su experiencia de tirocinantes. La presencia y las actividades de los salesianos eran ya largamente conocidas y aceptadas por los pobladores. La existencia del internado era de suma importancia para dar posibilidad de estudio y formación a varios niños y jóvenes proveniente de las familias más pobres de la estepa santacruceña. Esta importante obra se sostenía con el esfuerzo y la creatividad de la comunidad religiosa, que con pocos recursos daban educación, abrigo y alimento a decenas de niños. A pesar de esto seguían subsistiendo resquemores por parte de algunos sectores. El padre Venuti que llegó en 1953 dice: “Fueron aquellos años duros y difíciles, tanto en lo económico como en lo social, por cuanto, de una parte muchos eran los estómagos que se debían alimentar y los recursos eran insignificantes, y por otra, en un sector importante de la población aun reinaban las ideas anticlericales implantadas por un notable grupo de inmigrantes republicanos llegados de España después de la revolución del general Franco”.39 El joven padre Mauricio, de solo 26 años y con pocos días de ordenado, se fue integrando paulatinamente a esa activa comunidad religiosa. Previamente había recibido las licencias sacerdotales que le permitían ejercer su ministerio, de parte de monseñor Nicolás Esandi, obispo de Viedma de la cual dependían las obras de Santa Cruz. Cuando llegó a Puerto San Julián, a principios de 1952, las clases ya hacia meses que habían comenzado, y las actividades pastorales estaban en pleno desarrollo. Si bien el lugar, la geografía, la gente, no le eran extrañas, no era lo mismo insertarse en esa realidad siendo ahora un ministro de Cristo. Seguramente, mucho de lo que se vio imposibilitado de hacer en ese primer año de residencia patagónica, como estudiante salesiano, ahora estaba a su alcance. Lentamente fue descubriendo como se abría el horizonte de servicio que podía ofrecer ahora a todos, especialmente a los más pobres entre los jóvenes y los niños. Su carácter expansivo y entusiasta, seguramente lo llevó en primer lugar a retomar las actividades que había realizado en sus años de clérigo, sobre todo en el oratorio festivo. Su gran capacidad para la organización y la creatividad pastoral lo fueron transformando en un punto de referencia de las actividades entre los más jóvenes. El padre Juan Ticó, que compartió esos años con Mauricio recuerda que: “Comenzó a atraer a los niños, fundando el grupo que llamó «Pibes Alegres». Los entretenía con juegos y campeonatos. En la fiesta de Cristo Rey, hacia un banquete en el colegio y juntaba muchos chicos. Se llamaba: «El banquete de los Pibes Alegres». Un año, con tres meses de anticipación, fue pidiendo bombones a los negocios y familias. Juntó una cantidad muy grande. Comenzó a anunciar, que el domingo de Cristo Rey iba a caer una gran lluvia. Llegó el día: había juegos, campeonatos y teatro. A las 6 de la tarde, el terminar la función del teatro, el padre Mauricio anuncia a los chicos por los parlantes: «¡Cayo la lluvia de Cristo Rey!». Cuando los niños llegan al patio, lo ven todo

y se desarrollaba actividades como: bandas de música, campamentos, catequesis, presencia en fiestas patrias, etc. 39 Testimonio del padre Víctor Venuti, Monteortone (Italia) 18 de marzo de 2006.

Page 24: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

cubierto por miles de bombones desparramados, y comienzan a juntarlos con gritos de alegría”.40 El padre Mauricio se convirtió desde entonces en el alma del oratorio festivo salesiano, donde decenas de niños y jóvenes desplegaban semanalmente sus energías y creatividad a través de los juegos, el deporte, la preparación de obras teatrales, la organización de campamentos, y donde, en ese ambiente de alegría, recibían la catequesis sacramental y la formación cristiana. Una divertida crónica aparecida en el semanario “El Sonido”, de San Julián, da cuenta de algunas de las actividades realizadas en el oratorio durante los días previos al comienzo de la cuaresma, en febrero de 1955: “Allá en mi tierra lejana, donde nació el carnaval… Se entiende que en este tiempo, sigue la ley de embromar… Y comenzó el carnaval en el oratorio festivo salesiano. Un nutrido programa de cantos, música, declamación, teatro, juegos, paseos que contribuyeron a convertir los patios del oratorio en el reino de la alegría. El sábado 19, a las dos hermosas horas de diversión, le siguió una extraordinaria función teatral. En escena la obra titulada: La herencia del tío Jerónimo… El domingo 20 siguió el programa de campeonatos de fútbol y entretenimientos. A las 17.30 otra vez a reír con la comedia: El vagabundo… Y amaneció el lunes 21. Desde temprano el patio del oratorio era un hervidero. Camiones que se preparan para salir… Una caravana entusiasta, un corso mañanero por la San Martín, vivando a la alegría. Banderas, risas, hurras, cornetas y clarines… la niñez de San Julián en marcha hacia Baño Nuevo que por intermedio de su administrador Don Lionel Pickering nos brindaba dos días de campo… Aire, sol y campo; salud, sueño y apetito; comida abundante y exquisita, todo a lo largo de este orden del día, de 8 a 20 horas: Levantarse, izamiento de la bandera, misa de campaña, desayuno, maniobras, sándwiches, paseo, almuerzo (carne fresca y verduras al por mayor), una hora de siesta, excursiones, chocolate con tortas fritas, paseo, arriar la bandera, cena y velada recreativa con cantos, declamaciones, música y cachadas”.41 Si algo había caracterizado a la pastoral realizada por los salesianos era la exuberancia de medios y de recursos creativos para poner al alcance de los niños más pobres aquello que de otra forma hubiera sido totalmente lejano. No nos es difícil imaginar al padre Silva detrás de cada detalle de la organización de estas jornadas que para los niños y jóvenes de ese alejado poblado patagónico, eran días de verdadera fiesta. Los testimonios de los que fueron sus compañeros en esos días en San Julián nos muestras un retrato de Mauricio como un entusiasta y creativo sacerdote comprometido con ese estilo de evangelización que no se cerraba solo en la predicación y la catequesis, sino que promovía las artes, el deporte, la convivencia y todo aquello que pudiera sembrar la alegría en los corazones de los más pobres. El padre Roque Cella, que lo conoció siendo él un joven clérigo nos cuenta: “Guardo de él un imborrable recuerdo y hacia él un profundo afecto. Entre los años 1954 y 1956 realicé mi primera experiencia como docente salesiano en el colegio Don Bosco de Puerto San Julián. Yo tenía en ese entonces entre 20 y 22 años. Entre los salesianos que formaban parte de la comunidad estaba el padre Mauricio Silva, el simpático

40 Testimonio del padre Juan Ticó, Río Grande (Tierra del Fuego) 4 de enero de 2007. 41 Carnaval en el oratorio festivo salesiano, en El Sonido 1052 (1955) 4.

Page 25: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

«Uruguayo»… En los fines de semana y los feriados funcionaba un oratorio. El padre Mauricio era el encargado de organizar el deporte. De hecho «Uruguayo» era un futbolista excepcional, ágil y con gran dominio de la pelota. Entre las actividades deportivas organizadas por él, una que ha quedado grabada en mi memoria eran las «competiciones ciclísticas», que había ganado una gran adhesión popular. Siempre consideré al padre Mauricio como un salesiano ejemplar y brillante, totalmente comprometido con la misión juvenil y popular. Traté de aprender mucho de él”.42 Esta inclinación apasionada hacia las actividades deportivas, a veces le jugaba una mala pasada. Recuerda el padre Venutti: “Mauricio amaba y alentaba los juegos de movimientos, el fútbol, el remo, etc. En cierta oportunidad, tal vez por desconocer los horarios, quedo varado sobre un banco de arena, en un rincón de la bahía y pudo quedar libre muy de noche, con la llegada de la nueva marea”.43 Además de estar encargado del oratorio festivo, el padre Silva era maestro de 3er grado y catequista de la escuela, cargo que comprendía funciones especificas. La obra salesiana, en la medida que pasaba el tiempo, necesitaba pasar de su estado de precariedad edilicia, a espacios más cómodos y adecuados, ya sea para las clases como para la asistencia del número creciente de internados. Durante varios años los sacerdotes estuvieron continuamente con edificios en construcción y proyectos inconclusos. Algunos testimonios recogidos nos presentan la figura de Mauricio Silva en ese contexto. Estos tienen una significación importante, ya que nos muestran un rostro mas intimo y profundo de las motivaciones de su servicio y van prefigurando imágenes personales que se verán mas claras en el futuro. El padre Víctor Venuti recuerda que: “Con profunda humildad, el padre Silva ponía de manifiesto su capacidad en la organización de los actos escolares y en la programación y preparación de las fiestas parroquiales. Lejos de buscar el aplauso o palabras halagüeñas, en el colegio se dedicaba a las actividades mas humildes, barriendo los pisos de las aulas, de los pasillos y galerías, de la iglesia; cuando faltaba el cocinero, no tenia problemas en ponerse el delantal y preparar la comida a los pupilos y a la comunidad. Por varios meses, mientras se construía el nuevo edificio, llevaba todas las noches a los pupilos a dormir a un galpón, lejos del colegio, y todas las mañanas regresaba cargando un bolso que contenía un recipiente con las deposiciones de los internos, pues en el galpón no había servicios, ni agua. Visitaba regularmente a los enfermos del hospital y a los pobres, a quienes siempre dejaba una palabra de aliento y una ayuda en ropa o en alimentos”.44 A veces esa extensa actividad le ocasionaba algunas sorpresas. El padre Emilio Cantarutti, le cuenta por carta al inspector salesiano, Miguel Raspanti, un accidente que el padre Mauricio sufrió mientras colaboraba con la construcción de los salones:

42 Testimonio del padre Roque Raúl Cella, Roma (Italia) 14 de marzo de 2006. 43 Testimonio del padre Víctor Venuti, Monteortone (Italia) 18 de marzo de 2006. 44 Testimonio del padre Víctor Venuti, Monteortone (Italia) 18 de marzo de 2006.

Page 26: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

“El padre Silva se salvó de una muy seria, días pasados, pues se cayó del camión; por suerte no fue más que un porrazo y unos machucones. Ya sigue trayendo arena y pedregullo, con un grupo de niños. Es admirable por su actividad”.45 Esta inclinación a los trabajos más escondidos y menos rutilantes, como vivencia sincera de su compromiso religioso a favor de la gente, serán un anticipo de las inquietudes interiores que empujaran las búsquedas de las formas más auténticas de consagración. Un aspecto de su ministerio que también desplegó en su estancia en San Julián, fue su habilidad para la predicación. Como ya había anticipado en sus prácticas en Villada, el padre Mauricio se destacaba en la exposición llana y sencilla del mensaje evangélico. El padre Mario Iantorno, que compartió la comunidad de San Julián entre los años 1952 y 1953, recuerda un hecho particular: “En aquel tiempo no era mucha la gente que venia a misa, salvo cuando se celebraba por la salud de Eva Perón. Esos días la iglesia se llenaba. Entonces el padre Mauricio aprovechaba esa numerosa asistencia, y se dedicaba a exponer de forma extensa y apasionada el mensaje cristiano, y la necesidad de practicar la religión, como se decía entonces. Luego que murió Evita, pensamos que esa asistencia numerosa, acabaría. Pero comenzaron las misas en sufragio por su alma. Nuevamente las aprovechaba el padre Silva para predicar con vehemencia. Una vez le dije: «Vale la pena padre; si no van a volver», a lo que me contestó: «Se equivoca clérigo; siempre hay que intentar dejar un mensaje»”.46 La pasión con la que se comunicaba, y el deseo de iluminar la realidad con la Palabra de Jesús, en algún momento le ocasiono algunos conflictos, como lo que ocurrió con un subprefecto de San Julián. Lamentablemente no hemos podido corroborar otros datos que clarifiquen esta anécdota. De igual modo queremos presentar el recuerdo que sobre este hecho nos regala el padre Víctor Venuti: “El padre Silva fue un sacerdote ágil, muy alegre y activo. Dotado de grandes cualidades humanas, supo prodigarlas con ejemplar generosidad, a los miembros de la comunidad, a los alumnos y a todos que se acercaban. De palabra fácil, usaba su elocuencia particularmente en la predicación del domingo, de la cual, con frecuencia participaban también algunos adversarios con el propósito de sorprenderlo en alguna expresión equivoca que les diera pie para criticarlo. En cierta oportunidad tratando el tema del trabajo, del salario, de los horarios, le salió al paso con un largo artículo publicado en el semanario del pueblo, nada menos que el señor subprefecto marítimo. El padre Silva no hizo esperar su respuesta. La contienda duro varias semanas hasta que el señor subprefecto, seguro ya de su victoria, defendió su tesis valiéndose de un texto sacado de la Rerum Novarum del papa León XIII, sin advertir que eran precisamente las palabras con las cuales el vicario de Cristo condenaba el error que él defendía. Grande fue el bochorno para el señor subprefecto, al verse y sentirse embolsado por su propia ignorancia”.47

45 Carta del padre Emilio Cantarutti al padre Miguel Raspanti, San Julián 5 de abril de 1955. ACS Caja San Julián. 46 Testimonio del padre Mario Iantorno, Almagro (Capital Federal) 14 de junio de 2007 47 Ídem.

Page 27: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

La ordenación sacerdotal de Jesús Silva Durante esos años de permanencia de Mauricio en San Julián se sucedieron algunos acontecimientos muy importantes para su vida. Uno de ellos fue la ordenación de su hermano Jesús. Si bien ambos habían comenzado el seminario menor en el mismo tiempo, recordemos que Jesús era dos años mas chico, y que recién había ingresado a estudiar la teología en Villada en el año 1950. Cuando Jesús fue admitido a la ordenación sacerdotal, a finales de 1953, Mauricio ya hacia un tiempo que residía en la Patagonia. Si bien hoy nos parece normal, que mas allá de los compromisos personales, es lógico hacerse un tiempo para compartir momentos importantes para algún ser querido, en esos años previos al Concilio Vaticano II, la concepción que regia la vida religiosa incluía una cierta renuncia a los lazos familiares. Ya los Silva habían sufrido esta situación ante la muerte del hermano mayor: “José Antonio murió a los 34 años, y Mauricio estaba en el sur argentino. Cualquier familia hubiera esperado que un hermano regresara porque otro moría; nosotros también lo esperábamos, pero Mauricio no viajo. Viajar costaba, y una comunidad pobre no tendría dinero para un pasaje. No se, esas cosas que uno hoy las mira de distinta manera; eso fue su vida”.48 Ante la inminencia de la ordenación de Jesús Silva, fue directamente la madre de ambos, doña Ramona, la que tomo cartas en el asunto. Confiando en la comprensión del inspector argentino, padre Miguel Raspanti, le solicita la oportuna autorización para que Mauricio pueda estar presente en Montevideo para participar y predicar en la primera misa solemne que celebraría su hermano en el colegio de su infancia. En ese escrito le decía: “Me dirijo a Ud. Dios mediante, para saludarlo y solicitar una gracia; que como madre de dos sacerdotes salesianos y en el ocaso de mi vida es mi mayor deseo verlos juntos al que recién se ordena con el que se ordenó hace dos años, y a la vez seria orador sagrado en la Misa Solemne que se oficiara aquí en el colegio salesiano «La Divina Providencia». Son los sacerdotes Mauricio y Jesús Silva. Comprendo que lo que le pido signifique un poco de trastorno para el colegio por ser meses de tanto trabajo, pero confiando en la bondad del Padre Inspector le ruego le permita venir para estar aquí el 6 de diciembre al padre Mauricio Silva que está en San Julián, por lo que le agradeceré mucho y saludo muy atte.”.49 En el extremo superior izquierdo de la carta, el padre Raspanti coloco su decisión en lápiz, para que su secretario le envíe a doña Ramona la respuesta: “Contestar que con gusto lo mando. Felicitarla”. Así nuevamente la familia Silva recorrería junta las calles del barrio La Teja, acompañando a esos dos niños que cazaban estrellas en el fondo de un aljibe, que un día se fueron con sus sueños recién estrenados y que volvían convertidos en ministros de Cristo. Su relación con el peronismo

48 Testimonio de Jesús Silva, Buenos Aires, febrero de 2006. 49 Carta de Ramona Iribarnegaray de Silva al padre Miguel Raspanti, Montevideo 24 de

noviembre de 1953. ACS Leg Mauricio Silva

Page 28: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

Como hemos visto, el tiempo de formación de Mauricio Silva y sus primeros años de ministerio, coinciden cronológicamente con los dos primero gobiernos del general Perón. Sin abundar en la descripción de las ambiguas relaciones del presidente y la jerarquía eclesial, que fueron desde la adhesión entusiasta hasta el conflicto abierto, queremos señalar, aunque sea someramente, como vivió estos acontecimientos en el seno de la comunidad salesiana de San Julián. Antes que nada recordemos que Mauricio era uruguayo y que nunca cambio de nacionalidad. Pero también, provenía de una familia pobre. Era hijo de obreros, sobre todo cargaba sobre si el testimonio de una madre que crió a sus hijos con gran sacrificio. Esto influyó sin duda en su comprensión de la adhesión popular a la imagen del general Perón. Como recuerda su hermano: “Todo lo que significaba el peronismo para los argentinos, Mauricio lo siguió con mucha atención; era un hombre despierto, era un hombre que no quería despegarse del mundo en el cual iba a vivir y en el cual iba a servir… A él le gustaba que el pueblo comenzara a tener vos; éramos de una familia que había conocido la escasez y eso Mauricio nunca lo olvidó en la vida. Sabía que era hijo de una madre pobre que había luchado enormemente sin quejado de su pobreza, sin avergonzarse de ella”.50 El contraste entre lo que conoció del peronismo en la primer etapa, mientras estudiaba la teología, y lo que fue descubriendo después, se hizo evidente. En la estructura de vida de los seminarios, estaba muy restringida la penetración de información, la que era provista selectivamente por los superiores. Otra cosa distinta era descubrir un movimiento político y social, en contacto con la realidad, y compartiendo con los mas pobres. Si bien San Julián, y la Patagonia en general, no eran escenario de los grandes conflictos y movilizaciones populares, era igualmente masiva y evidente la aceptación a la conducción política del país. Tanto lo beneficios hacia los sectores populares, como los vicios en la forma de gobernar se hacían presentes en ese pequeño pueblo. El padre Silva fue conociendo este movimiento popular en el contacto directo con los más pobres: “A él el proceso le entusiasmaba y estaba muy conforme. La idea que teníamos del peronismo y de Perón la fuimos viendo y formando junto con el pueblo que, en ese momento, depositaba en ese hombre toda la confianza; la gente se sentía llamada a la vida después de mucho tiempo de exclusión. El peronismo se impuso lentamente, y se sabe que los distintos estamentos sociales reaccionaron de distinta manera frente al proyecto político de Perón. Mauricio defendió mucho ese proceso”.51 Hacia el año 1955 el territorio nacional de Santa Cruz estaba en el centro de uno de los tantos conflictos que anticiparon la caída de Perón. El contrato que se había firmado con la Standard Oil de California, donde se le concedía la exploración y la explotación petrolera de casi 50.000 km2 en Santa Cruz (prácticamente la mitad del territorio), durante cuarenta años prorrogables, y con prebendas muy particulares, que comprometían el control estatal de esa zona, llevaron a acusar a la dirigencia peronista de “entreguistas” de la soberanía argentina. En realidad no fue fácil la justificación de la política petrolera elegida por el presidente de la Nación; y si bien muchas de las

50 Testimonio de Jesús Silva, Buenos Aires, febrero de 2006. 51 Testimonio de Jesús Silva, Buenos Aires, febrero de 2006.

Page 29: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

disputas tuvieron lugar en el seno del Congreso Nacional, también produjo que en cada población santacruceña se fueran acentuando las diferencias entre “opositores” y “oficialistas”. Los enfrentamientos gradualmente se fueron acrecentando. Además, ya desde el año anterior el general Perón había entrado en un creciente conflicto con la jerarquía católica. Si bien en San Julián no se ocasionaron hechos similares a los que ocurrieron en Buenos Aires y otras ciudades del país, la política oficial afectaba a la actividades de la comunidad salesiana, sobre todo con la promulgación de dos leyes: la 14.401 que derogaba la enseñanza religiosa en los colegios, y la 14.405 que suprimía las exenciones impositivas a las instituciones educativas católicas, templos y conventos. Al estar lejos del centro de los conflictos, Mauricio Silva tendría una mirada diversa de los acontecimientos, donde por un lado descubría el estado de virtual persecución de la iglesia, pero por otra no podía dejar de reconocer las virtudes del gobierno de Perón, a favor de los mas pobres: “Mauricio esta en el peronismo primero y en la caída de Perón después. El recordaba ese tiempo con dolor, ya que tenía que defender en un principio al movimiento y a toda la gente peronista, de todos los que estaban en contra”.52 Lamentablemente no hay ninguna documentación directa que testimonie lo vivido por el padre Silva durante los días en los que Perón fue derrocado. Ni siquiera se conserva las crónicas de la casa salesiana de San Julián, del año 1955. Solo podemos afirmar que los hechos no los vivió con indiferencia, sino con la preocupación propia de aquel que estaba comprometido profundamente con el destino de la gente a la cual había entregado su cansancio, su palabra, sus desvelos y hasta su propio porvenir.53 De una realidad de bonanza económica reflejada en la sociedad uruguaya, a partir de las ventajas obtenidas con las exportaciones hacia la Europa recién salida de la guerra, Mauricio Silva llega a la Argentina. El mundo ingresa con la posguerra a la llamada Guerra Fría, fruto del reparto geopolítico territorial establecido en Yalta entre las grandes potencias universales, Estados Unidos, Gran Bretaña y la poderosa Unión Soviética. La foto de Winston Churchill, Franklin Roosevelt y José Stalin, recorrió el planeta como forma de recordar la nueva división territorio entre los poderosos. América latina seguía los hechos desde comienzos de la década de 1930 como si se tratara de una película ajena. Tras el golpe militar de 1930, Argentina ingresó en un período dónde las fuerzas conservadoras intentaron retomar el rol protagónico en la escena política ante el avance de nuevas fuerzas sociales representadas por las nacientes clases medias y los trabajadores urbanos de las fábricas. Si bien es prematuro hablar de un proceso de industrialización concreto, durante la tercera década del siglo veinte ya estaban dadas las condiciones y sentadas las bases para la aparición de un nuevo facto económico en el país. La explotación petrolera ya estaba consolidada en el país a partir de las

52 Testimonio de Jesús Silva, Buenos Aires, febrero de 2006. 53 El padre Cella recuerda: “Durante el año 1955 vivimos los históricos acontecimientos del derrocamiento del general Perón. Recuerdo con que interés fueron seguidos estos acontecimientos por el «Uruguayo»”; Testimonio del padre Roque Raúl Cella, Roma (Italia) 14 de marzo de 2006.

Page 30: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

numerosas empresas extranjeras y de la fundación de YPF; la creación de la Cámara Argentina de la Construcción en febrero de 1936 y la naciente industria del acero impulsada por el general Manuel Savio a partir de 1938, hicieron del país algo diferente de un reservorio mundial de productos agrícolas y ganaderos. Tras la salida del gobierno del general Uriburu y la convocatorio a elecciones –a la postre fraudulentas- el país parece recuperar un barniz de institucionalidad legal. Sin embargo el general Agustín Justo accede al poder por seis años, período conocido como la restauración oligárquica o el regreso del orden conservador. El campo y la naciente actividad comercial urbana, requiere mano de obra que a su vez es aportada por la oleada inmigratoria llegada desde Europa, pero esta vez corrida por las atrocidades de la guerra: el hambre, la miseria y la muerte. Buenos Aires aumenta su población hasta alcanzar los 2.415.142 habitantes, con una fuerte presencia de inmigrantes. La conciencia se despierta. La aparición en 1943 del coronel Juan Perón como secretario de Trabajo y Previsión del gobierno de facto que derrocó al presidente Castillo, marcó el comienzo de una nueva época para el país, signada por cambios profundos en la vida nacional. A fines de 1944 el país rompe relaciones con Alemania, Italia y Japón, y apoya decididamente a los aliados con Estados Unidos a la cabeza. Sin embargo declara la guerra esos países en marzo de 1945. El 17 de octubre de 1945 se produce la movilización popular en reclamo de la libertad del coronel Perón arrestado por el ejército y detenido en la Isla Martín García. En febrero de 1946 la fórmula presidencial integrada por Juan Perón y Hortensio Quijano se impone en los comicios y se inicia el primer gobierno justicialista con reformas laborales y sociales profundas que permiten a los trabajadores mejorar sus condiciones de vida. El peso creciente de los sindicatos queda rubricado por el rol en la vida nacional que pasa a ocupar la Confederación General del Trabajo (CGT) decididamente volcada en apoyo al gobierno de Perón. La acción social llevada adelante por Eva Duarte de Perón, esposa del presidente, en toda la extensión del territorio nacional despierta las conciencias en los sectores más relegados de la sociedad que adhieren masivamente al proyecto oficial. Atrás quedaron los años del fraude conservador y la fuerte influencia de la izquierda comunista, anarquista y socialista sobre el movimiento obrero. El partido Socialista –opositor al gobierno peronista- sin embargo sigue dando batalla en el Parlamento con proyectos de leyes laborales y sociales que en varios casos fueron tomados por el gobierno para convertirlas en medidas concretas en favor de los sectores populares. A fines de la década de 1940 y comienzos de los años cincuenta se producen los primeros cambios en la percepción de la sociedad a partir de la fuerte impronta que el peronismo impone a sus actos de gobierno. Algunos sectores del catolicismo comienzan a adherir al proyecto mientras que otros ven en el gobierno una amenaza a las libertades públicas, y específicamente al derecho de culto. El gobierno había tomado medidas como la estatización de los servicios ferroviarios, la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica, instauró el voto femenino y en 1949 decide reformar la Constitución nacional. En 1951 Perón es reelecto como presidente y el enfrentamiento crece. El propio Perón acusa en 1954 a la Iglesia Católica de formar parte de las conspiraciones para derrocarlo. Un año más

Page 31: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

tarde durante la celebración de Corpus Christi, el gobierno culpa a un sector de católicos por la quema de una bandera nacional. El enfrentamiento ya no tiene retorno y el 16 de junio se produce el bombardeo a la Plaza de Mayo por parte de la aviación naval, partidarios peronistas incendian la sede de la Curia y tres meses después cae el gobierno. La antinomia entre peronismo y anti peronismo toma cuerpo en la sociedad a partir de las persecuciones a que se vieron sometidos los partidarios del gobierno depuesto, en la mayoría de los casos simples ciudadanos y trabajadores. En ese clima se encuentra inmerso desde 1945, primero en la entonces lejana Patagonia, en la provincia de Santa Cruz, Mauricio Silva, y más tarde entre 1948 y 1951 en Córdoba donde estudia Teología. Son los primeros pasos de un hombre, atento observador y profundamente compenetrado con su prójimo, que busca su camino como servidor de Dios entre los más relegados. Con el fin de la Guerra Mundial, la instalación de dos potencias mundiales como Estados Unidos y la Unión Soviética –protagonistas excluyentes de la llamada Guerra Fría- el mundo ingresa en una nueva etapa. En Argentina la caída del peronismo reconvierte nuevamente el modelo de país, tanto en su faz política, económica y social. Para los sectores desplazados se vienen los años de la Resistencia Peronista, y allí el papel de Juan Perón desde el exilio deja de tener el peso de los años de poder. Nace así una nueva forma de conciencia que desembocará a la postre en la concepción política y social de los años sesenta y setenta. Los perseguidos por el nuevo gobierno militar tendrán su fecha trágica con los fusilamientos de un puñado de militantes peronistas en los basurales de la localidad de José León Suárez en 1956. El peronismo proscripto hizo que miles de ciudadanos buscaran la forma de subsistir, y encontraron en buena parte del clero, entre los sacerdotes de parroquias del barrio, en rincones perdidos de ciudades y pueblos o en el centro mismo de la gran ciudad capital, un refugio para sobrevivir y cobijar a sus familias. Se iniciaba una nueva forma de entender la sociedad y actuar sobre ella. Durante los años dorados del conservadorismo entre 1900 y 1940, los trabajadores no tenían voz ni decisión, y apenas podían reclamar. Con la llegada del peronismo ese sector marginado de las decisiones de gobierno pudo sentarse a la mesa dónde se debatía su propia vida. La caída de Perón y con él un modelo de país, llevó a una toma de conciencia diferente en relación al rumbo y destino en el concierto naciones de todo el planeta. Los hombres y mujeres que antes tuvieron su propia voz empezaban a entender que podían y debían asumir responsabilidades ciudadanas que involucraban su propio destino. Cada sector social despertó a un mundo nuevo desde sus propias prácticas cotidianas: los obreros, las amas de casa, los sacerdotes y religiosas, los empresarios, estudiantes, docentes y un sector amplio de la dirigencia política y social. El mundo estaba cambiando, el continente, América Latina y el país también empezaban a mutar al ritmo de los avances tecnológicos, los cambios económicos y las novedades culturales. La Iglesia se renueva.

Page 32: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

La década de 1950 se fue entre el golpe de 1955 a Perón y la proscripción de su movimiento político, la llamada Revolución Libertadora, la elección del radical Arturo Frondizi en febrero de 1958, como presidente, y las internas militares. En marzo de 1962, el presidente es derrocado y reemplazado por el titular de la Corte Suprema de Justicia, José María Guido, como resultado de las disputas entre “azules” y “colorados”, dos fracciones de las fuerzas armadas. El 23 de agosto de 1962 se produce la desaparición del obrero metalúrgico Felipe Vallese, de 22 años, delegado gremial y militante peronista, y para muchos analistas e historiadores se convierte en el primer desaparecido por razones políticas a manos de las fuerzas de seguridad estatales. Un año más tarde, el 7 de julio de 1963, otro radical, Arturo Illia, es elegido presidente con el peronismo proscripto. ¿Que ocurría con la Iglesia Católica mientras tanto en el país y en el mundo? Las experiencias de la guerra mundial llevaron al Papa Pío XII a reafirmar sus preferencias por las formas democráticas de gobierno, nacidas en las ya lejanas revoluciones políticas de mediados del siglo XIX. Luego de examinar las consecuencias sangrientas a las que habían conducido los poderes dictatoriales sin control de los ciudadanos y para evitar la repetición de nuevas guerras a que tales poderes arrastraban, Pío XII se preguntaba en su mensaje radial en la Navidad de 1944: “¿Es de extrañar que la tendencia democrática se apodere de los pueblos y obtenga en todas partes la aprobación y el consentimiento de quienes aspiran a colaborar con mayor eficacia en los destinos de los individuos y de la sociedad? La forma democrática aparece a muchos como un postulado natural impuesto por la misma razón. Si el porvenir ha de pertenecer a la democracia, una parte esencial de su realización deberá corresponder a la religión de Cristo y a la Iglesia”54 Tales palabras habían osado pronunciar en el siglo XIX los pioneros de la democracia dentro de la Iglesia, que no sólo no aprobó su discurso y orientación sino que los condenó. La defensa de la democracia política realizada en la Navidad de 19944 por Pío XII contrastaba claramente con las cautelas y recelos que sus predecesores habían dedicado a la cuestión. El cambio es tan notable que ilustra adecuadamente la evolución habida en este particular dentro de la Iglesia Católica. Pío XII reconoció tras la guerra que “el gran escándalo del siglo es que la Iglesia se haya apartado de las masas”, significando con eso que fue la institución eclesial se desentendió de las masas obreras surgidas del primer avance del capitalismo industrial. Aceptando el status quo impuesto por las clases dominantes y proponer solo formas paternalistas de asistencia como remedio a las consecuencias de la organización capitalista del mundo y planteando la resignación ante los sufrimientos como alternativa al reclamo de los legítimos derechos de los trabajadores, la Iglesia convalidaba la injusticia de un orden social ya en franca transformación. Así la renovación política dentro de la iglesia generó la aparición del Partido Demócrata Cristiano, formación que se impuso en las elecciones de posguerra en Alemania, Francia, Bélgica, Holanda, Austria y la propia Italia. Hasta ese momento la Iglesia había dirigido sus esfuerzos evangelizadores concretos hacia las clases acomodadas y las clases medias, dejando de lado a los trabajadores

54 Diario La Nación, Buenos Aires, Argentina. 26 de diciembre de 1944.

Page 33: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

como sujetos cristianos. Asi nació en la posguerra, la experiencia de los sacerdotes obreros, que representó un cambio radical en los objetivos y medios del apostolado católico. De esta manera los países considerados cristianos por muchos se convirtieron en países de misión, en los cuales no era ya necesaria la conservación de la fe sino la evangelización, en especial de los sectores menos favorecidos del sistema. La acción de los sacerdotes obreros con dificultades diversas y aún con admoniciones y condenas vaticanas, fue un acontecimiento significativo al adquirir conciencia de unos problemas que habían sido ignorados. Estos problemas, algunos años antes ya advertidos y afrontados por un movimiento juvenil especializado, el de la Juventud Obrera Católica (JOC), se convirtieron en uno de los temas centrales de las polémicas intraeclesiales desde el inicio de la segunda mitad del siglo veinte y de las tentativas de renovación del capitalismo. Quedó de manifiesto que, desde hacía tiempo, en el cuerpo del catolicismo existían unos sectores que se sentían incómodos en una Iglesia que juzgaban pobre en lo cultural, burguesa en lo social, atrasada en lo científico y, sobre todo, poco auténtica en lo religioso. Durante los últimos años del pontificado de Pío XII, quien se retrajo en el proceso de apertura iniciado, coincidió el crecimiento de los variados fermentos renovadores con la vigilancia estricta de las corrientes conservadoras que no dudaban en descorazonar o aún sancionar lo que juzgaban desvíos de la ortodoxia católica. Pero en 1958, el anciano y campechano cardenal Angelo Giusseppe Roncalli fue elegido papa con la convicción generalizada de que sería un pontificado de transición. A las puertas de la década de los sesenta. La sólida estructura vaticana aparecía inamovible a los ojos del mundo. A pesar de las efervescencias, la cohesión entre los miembros de la Iglesia y la coherencia doctrinalaparecían inalterables en medio del boato y magnificencia de la liturgia católica. Por ello, cuando el nuevo pontífice convocó el 25 de enero de 1959 el Concilio Vaticano II, la reacción dominante entre los católicos de todo el mundo fue la del asombro. Pero Juan XXIII había llegado al solio pontificio armado de una fuerte tenacidad y un estilo vivo y cordial, con el firme propósito de impulsar la reforma de la iglesia, hecho que a la postre fue conocido como aggiornamento, favorecer la unión de los cristianos, eliminar las confusiones político religiosas y trabajar en la construcción de la paz mundial. La finalidad del Concilio Vaticano era, dicho en el franco y sencillo estilo de Juan XXIII “abrir las ventanas para que entrara aire fresco en la Iglesia”. Las diferentes tendencias del catolicismo recibieron con preocupación y esperanza el anuncio pontificio. Unas se apresuraron a cerrar las ventanas, temerosas de que la reunión conciliar removiera en demasía las estancadas aguas católicas, y otras se dispusieron a abrirlas con la esperanza de respirar el aire de la modernidad. El 11 de octubre de 1962 se inauguró el Concilio Vaticano II, en cuyo discurso de apertura Juan XXIII dejó claras las líneas básicas de un vasto proyecto reformador. El Concilio inició su primera sesión con incertidumbres y dificultades metodológicas, pero poniendo de relieve para sorpresa de muchos que frente a las tendencias

Page 34: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

conservadoras e inmovilistas que deseaban controlar la asamblea episcopal habían otras que constituían una potente corriente renovadora dispuesta a poner al día todos los aspectos concernientes a la Iglesia y reconciliarla con al cultura, el pensamiento y la ciencia. Pocos meses más tarde, el 3 de junio de 1963, Juan XXIII murió, pero el proceso que había puesto en marcha ya era imparable. En su breve y fructífero pontificado se había perfilado como un extraordinario estadista, cuya labor había repercutido profundamente en la vida de las naciones y en la conciencia de millones de cristianos. Así, su afán de retirar a la Iglesia y al episcopado de confusiones político religiosas había permitido que se formara en Italia el primer gobierno de centroizquierda, en el que colaboraban demócrata cristianos y socialistas. Su encíclica Pacem in Terris proponía las bases de una verdadera paz entre los hombres y entre las naciones. La muerte de Juan XXIII, quien a su vez había dado importantes pasos en el ecumenismo, provocó demostraciones de consternación más allá del mundo cristiano y católico. El Papa Paulo VI gobernó la Iglesia entre 1963 y 1978, aunque sin el carisma de su antecesor, se aplicó con disciplina y diligencia a la tarea de llevar adelante el Concilio Vaticano II en sus tres siguientes sesiones, celebradas entre 1963 y 1965. La multitud de documentos que promulgaron los obispos fue de desigual valor, pero el tono dominante fue el de la apertura. La interpretación predominantemente jurídica de la Iglesia fue sustituida por la concepción de pueblo de Dios y se previeron reformas litúrgicas atentas a la pastoral. Por otra parte, la presencia de obispos de todas las razas y latitudes dio a la asamblea un carácter universal, como jamás había tenido otro Concilio. La Iglesia Católica dejó de ser entonces la Iglesia europea, y casi la Iglesia de los países europeos latinos, para escuchar voces muy diversas: la del agitado mundo de América Latina, entre otras. Al concluir el Concilio Vaticano II, el 8 de diciembre de 1965, quedó la convicción de que su realización había constituído una línea que marcaba un antes y un después en la historia de la Iglesia y de toda la cristiandad. Incluso su poderoso influjo trascendió los límites estrictamente religiosos, causando una profunda conmoción social y política, en especial en América Latina, dónde la acción evangélica muchas veces se identificó con los movimientos de liberación. Cristianos y latinoamericanos. En ese clima, el Concilio Vaticano II abrió las puertas de la iglesia al mundo para que se colara “el aire fresco”, según palabras del Papa Juan XXIII. A las cuatro sesiones asistieron 2450 obispos, sacerdotes y teólogos, y desde Sudamérica muchos prelados con o sin favores oficiales se entusiasmaron y concurrieron a Roma. Desde Argentina, además de los obispos titulares de cada diócesis, concurrieron algunos, como Angelelli, que no querían perderse la oportunidad histórica de asistir al hecho más trascendente en la vida de la Iglesia del siglo veinte: la renovación eclesial.

Page 35: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

Mientras transcurría el Concilio Vaticano, Argentina era gobernada por Arturo Illia y se respiraba un aire democrático pero con el ruido de sables como telón de fondo. Algo similar ocurría en Uruguay que entre 1952 y 1967 fue gobernado por un Consejo Nacional de Gobierno dividido en cuatro períodos, dónde el bipartidismo se manifestó homogéneo; los hombres del partido Blanco y los del partido Colorado, habían alcanzado un grado de homogeneidad tal en su concepción del poder, que no lograban sacarse ventajas decisivas y así reponer el sistema presidencialista unipersonal. “Con todas las diferencias que es posible anotar, lo que ocurría hacia 1950 del otro lado del río (Argentina) era un espejo en el que cabía mirarse”, sostiene el historiador uruguayo Carlos Real de Azúa.55 La inestabilidad política argentina con la caída de Perón y las internas militares eran observadas como un camino no querido para el país que se consideraba “la Suiza de América”. Los quince años del Colegiado en Uruguay, son de expectativa de la sociedad por recuperar la bonanza económica y la serenidad institucional hasta que en 1962 la aparición de la guerrilla urbana de los Tupamaros modifica la relación de fuerzas políticas. Tras ocho de presidencia del partido Blanco, en 1966 accede a la presidencia el Colorado, Oscar Gestido, quien permanece en el cargo apenas nueves meses, antes de ser reemplazado por Jorge Pacheco Areco en plena efervescencia social por la caída de los salarios y el incremento de la inflación. Uruguay entraba ya en los años turbulentos de la protesta social y la represión estatal. La sombra de las dictaduras militares ya asomaba en el horizonte del Cono Sur. Mientras Argentina canalizaba la efervescencia social y callejera en nuevas agrupaciones políticas y sociales, Uruguay comenzaba a despertar de una siesta donde los sueños por mejores condiciones de vida chocaban contra la inflación, el desempleo y la falta de oportunidades para alcanzar una vivienda o mejorar la educación. En Brasil, la dictadura militar gobernaba con mano firme desde 1964 cuando derrocó a Joao Gulart y el Chile que iba a encaramar a Salvador Allende a la presidencia empezaba a tener serios problemas enfrentando a los militantes de izquierda y derecha. El continente estaba en movimiento y desde todos los rincones se fisgoneaba a la revolución cubana. Para la Iglesia católica latinoamericana, el documento emitido por los 18 obispos del Tercer Mundo, el 15 de agosto de 196756 denunciando las condiciones de explotación y miseria en que vivían millones de habitantes en los países subdesarrollados, fue una señal a la que suscribieron miles de religiosos volcados a la acción social concreta en los rincones de cada pueblo y ciudad donde niños, adultos y ancianos pobres no tenían las mínimas condiciones materiales de vida para garantizar su sustento. Cuando en 1968 los obispos de la Conferencia Episcopal Latinoamericana se reunieron en Medellín, Colombia, y emitieron un documento inspirado por las conclusiones del Concilio Vaticano II y denunciaron la realidad cotidiana en la región, las iglesias de cada país intentaron aggiornarse a los nuevos tiempos, no sin fuertes y graves tensiones internas.

55 “Herrera. El Colegiado en Uruguay”. Carlos Real de Azúa. Colección Historia de América en el siglo XX. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1985. 56 Mensaje de los Obispos del Tercer Mundo. Texto completo en “Hasta los oídos de Dios. La historia de los sacerdotes del Tercer Mundo”. Gabriel Seisdedos. Editorial San Pablo, Buenos Aires, septiembre 1999.

Page 36: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

En Argentina, el Documento de San Miguel elaborado en 1969 por la Conferencia Episcopal, fue el punto mas avanzado dónde los obispos como colegiado acondicionaron su palabra al Concilio Vaticano II y al documento de Medellín, para trabajar pastoralmente en cada diócesis del país. En Uruguay, el 7 de octubre de 1968, la Conferencia Episcopal emite también un documento inspirado en las conclusiones de Medellín y alerta sobre la situación nacional, las condiciones de vida los más pobres y marginados y la responsabilidad de las clases dirigentes en el proceso de desarrollo del país. El país es gobernado por Jorge Pacheco Areco, un dirigente del partido Colorado, cercano a las fuerzas armadas y bajo su gestión ya se observan claros síntomas de deterioro en la vida institucional, con “medidas prontas de seguridad” (Estado de sitio) y las arbitrariedades oficiales en la lucha contra los Tupamaros, la guerrilla urbana que desde 1965 comienza a actuar en el país. Asesinatos de dirigentes y militantes de partidos de izquierda, marcan en esos años la aparición de un factor común en los países de la región: las fuerzas paramilitares. En Argentina, tras la elección de Héctor Cámpora como presidente el 11 de marzo de 1973 y su asunción 76 días después, el país volvió a una suerte de recuperación institucional. Con la llegada del Perón al país el 20 de junio de 1973, el llamado a nuevas elecciones en las que se impuso la fórmula integrada por Juan Perón y su esposa, María Estela Martínez, y la inmediata asunción al gobierno, parecieron devolver a la sociedad una impronta que pivoteaba entre el recuerdo del último gobierno derrocado en 1955 y las esperanzas de terminar con cuatro décadas de interrupciones institucionales, que a la postre no significaban mas que un atraso en el desarrollo nacional y las perspectivas de una mejor calidad de vida para toda la población. En poco tiempo todo se derrumbará como un castillo de naipes. El 11 de junio de 1973 las fuerzas armadas uruguayas son convocadas por el presidente Juan María Bordaberry a cogobernar tras disolver el Parlamento y decretar nuevamente el estado de sitio. Tres meses después, el 11 de septiembre, Salvador Allende fue derrocado por el general Augusto Pinochet en un cruento golpe militar que se cobró decenas de víctimas, entre ellas el propio presidente que se suicidó en su despacho del palacio de gobierno resistiendo a las fuerzas golpistas. En ese contexto, Argentina fue el refugio natural en el cono sur para los exiliados de ambos países que se resistían a abandonar la región con la esperanza de que el vendaval de violencia pasara en breve y sus respectivos países retomaran la senda de vida democrática. Con la muerte de Juan Perón el 1 de julio de 1974 y especialmente tras la disputa de poder que él mismo protagonizara en la plaza de mayo el 1º de mayo –día del Trabajador- de ese año con los grupos de la izquierda peronista y algunas agrupaciones armadas como los Montoneros, el panorama argentina inició un camino de deterioro político y social que culminó con el golpe de estado del 24 de marzo de 1976. A partir de ese momento, la incertidumbre será el ingrediente cotidiano en la vida de quienes como Mauricio Silva optaron por un camino de fidelidad absoluta al Evangelio. La arbitrariedad será moneda corriente y la falta de referencias, de

Page 37: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

estabilidades diarias, serán los protagonistas crepusculares de una etapa y de buena parte de una generación. “Una vez conseguida la sensación y realidad de ese estado de desastre institucional, económico y social, el siguiente paso en el esquema diseñado, es presentar a la Presidenta de la Nación como una persona incapaz de dirigir el país, situación que ésta acepta, permitiendo de facto que los militares dirijan la situación y den cobertura "legal" a la represión iniciada con el Decreto número 261/75, de 5 de febrero de 1.975, en el que se establece una estructura funcional para todos los organismos de inteligencia y por el que se autoriza al Ejército de Tierra a ejecutar las operaciones necesarias para neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos que actúan en la Provincia de Tucumán; y la Orden secreta de 5 de febrero de 1975, del General Jorge Rafael Videla, en la que se da luz verde a las operaciones de represión en esa Provincia y al llamado "Operativo Independencia", que se inicia el día 9 de febrero de 1975, dirigido por el General Vilas, y, que constituye el inicio de lo que un año después desembocará en el golpe militar. Esta cobertura se consuma con los Decretos que, a instancia de los responsables militares –que de hecho gobiernan el país– firma el Presidente interino Italo Luder, el 6 de octubre de 1975, con los números 2.770/75, por el que se constituye el Consejo de Seguridad Interior y Consejo de Defensa; el número 2.771/75, por el que se disponen los medios necesarios para la lucha contra la subversión; y el número 2.772/75, por el que se libran órdenes de ejecución de operaciones militares y de seguridad para eliminar y/o aniquilar el accionar de todos los elementos subversivos en todo el territorio del país –continuación, por tanto, del Decreto 261/75, de 5 de febrero–. A partir de aquella fecha –6 de octubre de 1975– los responsables militares máximos de los tres ejércitos y los policiales y de los Servicios de Inteligencia ultiman los preparativos en forma coordinada, para la toma del Poder y el desarrollo a gran escala del plan de eliminación y desaparición sistemática de personas de los diferentes bloques de población, clasificándolas bien por su profesión, adscripción ideológica, religiosa, sindical, gremial o intelectual, e incluso étnica y que afectará a estudiantes, trabajadores, amas de casa, niños, minusválidos o discapacitados, políticos, sindicalistas, abogados, judios y, en general, cualquier persona o sector que entiendan es opuesto a la selección realizada, y, so pretexto de desarrollar o participar en actividades supuestamente terroristas y contrarias a lo que denominan la moral occidental y cristiana y que da pie a la represión por motivos religiosos contra todos aquellos que no pertenezcan o discrepen de la doctrina "oficial" católica según la entiende la cúpula militar. El plan trazado contará de hecho con el correspondiente apoyo de estructuras militares, policiales y de inteligencia de otros países vecinos que, en una especie de "internacional del terror" desarrollarán un sistema de intervención y ayuda mutua a través del denominado "Plan Cóndor" u "Operativo Cóndor" que se utilizará por los responsables militares de cada país para facilitar la información para el secuestro,

Page 38: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

desaparición forzada de personas, torturas e incluso eliminación física de aquellas que interesan a cada uno de los miembros que integraban dicho operativo.”57

57 Juez Baltasar Garzón. Auto de extradición sobre 18 ciudadanos argentinos vinculados directamente con el aparato represivo de la dictadura militar. Juzgado Central de Instrucción Número Cinco. Audiencia Nacional, Madrid, 22 de octubre de 2001.

Page 39: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

Capítulo Cinco. Mauricio regresa a Uruguay. En 1959, Mauricio viaja a Montevideo en una de sus visitas a la familia y se encuentra con un panorama difícil: su madre, su hermana y su cuñado, con serios problemas de salud. Junto con su hermano Jesús deciden hacer frente a la situación y para eso Mauricio deja su labor en la Patagonia argentina y se traslada a Montevideo. “Él vino en 1959, había encontrado la salud de mamá ya muy maltrecha. Entonces le hice ver la necesidad de que se quedara porque mamá estaba muy quebrantada. Hicimos los trámites y se quedó a trabajar en Uruguay un poco más cerca de la familia”, recuerda Jesús, su hermano58. La nueva etapa de Mauricio en Uruguay lo encuentra trabajando en un primer momento allá por 1960, con los salesianos en Montevideo, en los Talleres de Don Bosco y más tarde, en 1962 en el Colegio salesiano de Paysandú. Son años dónde comienza a aparecer la efervescencia social en la región. A la caída de Perón en Argentina en setiembre de 1955, le siguió la llamada Resistencia Peronista, dándose la persecución a quienes habían simpatizados y trabajado con el gobierno depuesto. “Todo lo que significaba el peronismo para los argentinos, Mauricio lo siguió con mucha atención”, recuerda su hermano, Jesús. “Era un hombre despierto, que no quería despegarse del mundo en el cual iba a vivir y en el cual iba a servir. Tenía ideas de formación política muy abierta, y de una gran madurez. La idea que teníamos del peronismo en la comunidad salesiana no era la idea que construímos después cuando salimos de la comunidad y nos encontramos sobre todo con el segundo período peronista (1952-1955). Mauricio recordaba ese tiempo de la caída de Perón con dolor, porque tenía que defender en un principio a toda la gente peronista de todos los que estaban en contra. En Uruguay, lo primeros reclamos que se convertirán, con el tiempo, en revuelta, se dieron en el interior, en el norte del país. Las condiciones de trabajo y de vida de los cañeros y trabajadores rurales eran malas teniendo en cuenta la bonanza que significaba para los empresarios todavía la posguerra con las posibilidades de venderle a Europa carne, trigo y azúcar. Las protestas no se hicieron esperar. En enero de 1962 se produce la huelga de los cañeros que desembocará en mayo en la marcha de los trabajadores de la caña de azúcar hacia Montevideo. En esos días, Mauricio Silva siguió con atención el desarrollo de las condiciones de vida de los trabajadores rurales, similares a los que observó en la Patagonia. Pobreza, trabajo a destajo y sin ley, condiciones infrahumanas de vida, son algunos factores detonantes y comunes de los reclamos a lo largo del siglo veinte en todo el continente. Si bien Mauricio no fue protagonista de la protesta de los cañeros y pese a los escasos testimonios recogidos, puede afirmarse con certeza que actuó como mediador en los

58 Entrevista con Jesús Silva, Buenos Aires, 2006.

Page 40: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

primeros reclamos obreros del mes de enero, según consta en las crónicas sindicales de la época y los testimonios orales recogidos59. Como sacerdote asistió a los trabajadores en aquellas jornadas de protesta y toma de establecimientos rurales y los visitó en las comisarías del norte uruguayo, mientras permanecían detenidos por violar las Medidas Prontas de Seguridad, un equivalente al estado de sitio. Vuelve a aparecer allí la misma opción, a los ojos de Mauricio, que durante su estada en la Patagonia: la injusticia ensañada con los más pobres. Los años del peronismo en Argentina, su experiencia en el norte uruguayo abandonado y sus orígenes pobres, vuelven a mostrar un hilo conductor en el sacerdote que busca su lugar para vivir el Evangelio. Las graves condiciones de salud de su madre, deciden a Mauricio y Jesús a salir de la orden salesiana e integrarse al clero diocesano de la capital, para poder estar mas cerca y por más tiempo, dedicados a la atención de su madre y su hermana. Abocados al cuidado de doña Ramona Iribarnegaray, su madre, Mauricio y Jesús, pasaron al clero diocesano de Montevideo y trabajaban en parroquias de la capital uruguaya. Jesús, era párroco de San Miguel y Mauricio estaba en la iglesia de San Juan Bautista60, encarando múltiples actividades: asistía a las mujeres detenidas en la cárcel, animaba grupos juveniles y de novios, y colaboraba en las iglesias de San Francisco –dónde se encuentra el Señor de la Paciencia- y en la del Sagrado Corazón, en el barrio de Carrasco. De las conclusiones elaboradas en Medellín, cada país adoptó los lineamientos pastorales que consideró convenientes a su realidad. En 1968, Mauricio Silva y su hermano Jesús, era sacerdotes diocesanos en Montevideo. A cargo del cuidado de su madre, ambos hermanos no descuidaban la labor pastoral y seguían paso a paso el desarrollo de la vida social y religiosa en el país. “Cuando transcurre el encuentro de Medellín, estábamos los dos en Uruguay. Mauricio siguió muy de cerca todo el pensamiento que surgió en Medellín, que resultó en realidad un parto local de los temas conciliares”, recuerda Jesús. “El cambio en la Iglesia, después del Concilio fue tremendo, sacudió a mucha gente. Dinamizó a unos y los entusiasmó, y otros no sabían como ubicarse frente a un cambio así. Era todo un despertar de la Iglesia. Leyendo los documentos conciliares, había muchas cosas que inquietaban grandemente. Y los textos mismos tienen ambigüedad, porque eran textos que había que componer y darle unidad en una Iglesia que reunía a todos sus obispos y que los había de derecha y de izquierda; había conservadores y renovadores”61. Las conclusiones del Concilio Vaticano II y los documentos elaborados por los obispos latinoamericanos en Medellín, estaban en el centro del debate acerca de la forma de implementar esos cambios en la vida cotidiana de la iglesia católica, entre religiosos y laicos. Atento a su espíritu inquieto, Mauricio, participa de las jornadas organizadas por el Arzobispado de Montevideo en marzo de 1970, precisamente sobre

59 Entrevista con Jesús Silva, marzo de 2007, Buenos Aires; Sendic, de Samuel Blixen. Ediciones Trilce, Montevideo, 2000; Testimonios de Eleuterio Fernández Huidobro, José Mujica y Raúl Sendic hijo. 60 Testimonio cronológico elaborado por Jesús Silva, Buenos Aires, abril de 2007. 61 Entrevista con Jesús Silva, Buenos Aires, 2006.

Page 41: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

los aspectos de la renovación eclesial. Su hermano Jesús recuerda esos días. “Se hizo un retiro en la diócesis de Montevideo, y durante ese tiempo se cerraron la pensión parroquial, las misas, y los grupos de parroquia, para que los curas y religiosos de la diócesis tuvieran un curso de reciclaje, digamos, importante. El acontecimiento nucleó a unos setenta participantes en diferentes comisiones. Una de ellas se llamaba Presentación de Horizontes, y se convocaba a diferentes personas para que dieran sus perspectivas y hablaran de los nuevos tiempos. Mauricio sabía que Arturo Paoli estaba de paso en Montevideo y que era el responsable de la Fraternidad en América Latina en ese momento. Averiguó dónde se alojaba y fue a invitarlo para que diera una charla a todas esa gente reunida que buscaba reencauzar su vida en la iglesia. Y Mauricio quedó impactado y muy enganchado con el proyecto y la forma de vida religiosa de esa comunidad que todavía no era muy conocida”. Fue lo que le faltaba a Mauricio para decidir su nueva orientación religiosa. La búsqueda interior del compromiso que lo acercara a los más pobres y postergados. “Cuando terminó el retiro diocesano -recuerda Jesús Silva-, Mauricio vino a verme a mi parroquia y me dijo directamente: -hasta aquí te acompañé. Le pregunté ¿por qué? ¿Qué descubriste?. -Yo creo que me voy con la Fraternidad de Foucauld, con los Hermanos del Evangelio, voy a viajar a Argentina, me dijo. Yo estaba en la misma búsqueda, pero sin prisa. Todavía no me llegó el latigazo que había recibido Mauricio con aquel curso del reciclaje”. Con la salud de doña Ramona en mejores condiciones, se produce una nueva separación familiar: Mauricio vuelve a Buenos Aires y Jesús queda en el clero diocesano de Montevideo. Nada será igual cuando la vida vuelva a juntarlos poco tiempo después. El deseo de Mauricio de ser un fiel seguidor de Jesús, pueden rastrearse concretamente desde su paso por el seminario en Córdoba, tras su experiencia en la Patagonia argentina. La formación salesiana con toda su carga y dedicación a la faz educativa de la vida de los niños y jóvenes eran una fuerte impronta marcada en el joven Mauricio puesto al servicio de la Iglesia Católica. Sin embargo la decisión de profundizar en el testimonio y la entrega a una forma de vida religiosa que superara la salesiana y hasta la diocesana, cuya experiencia de una década, Mauricio vivió en su Uruguay natal. Pero la Argentina a la que retorna ya no es la misma que dejó en 1959, con la Resistencia Peronista en plena supervivencia y reorganización. Los sucesivos golpes militares, las luchas intestinas dentro de las fuerzas armadas, y la profundización de la pobreza en grandes capas sociales, especialmente aquellas que históricamente estuvieron desprotegidas, más allá del color político del poder. Sin embargo, no pasaron los años en vano y si bien durante la década de 1950 el enfrentamiento entre el poder del peronismo en el gobierno y el de la Iglesia Católica, derivó en una dificilísima convivencia hasta estallar en crisis con la quema de templos en 1955, veinte años más tarde las cosas cambiaron.

Page 42: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

Tras el Mensaje de los obispos del Tercer Mundo fechado el 15 de agosto de 1967, liderado por el brasileño Helder Cámara, un sector de sacerdotes argentinos sintieron como propio aquel mensaje y decidieron apoyarlo. “Hacia fines de 1967, el sacerdote Miguel Ramondetti había llegado a Goya buscando un lugar dónde establecerse para seguir con su tarea de cura obrero: la parroquia del barrio porteño de La Paternal ya se estaba aburguesando, para su gusto, y Goya parecía el lugar indicado, con un obispo como Alberto Devoto, que apoyaba a los campesinos y había renunciado a su sueldo de obispo ante el estupor de sus colegas. Al finalizar la entrevista, Devoto buscó entre sus papeles un folleto enviado desde Europa: el Manifiesto de los obispos del Tercer Mundo. –Llevátelo, es justo para vos. Ya en viaje de regreso el sacerdote, comenzó a entusiasmarse y a sentir la necesidad de compartir el manifiesto con otros compañeros. En octubre, Ramondetti y sus colegas Rodolfo Ricciardelli y el francés Andrés Lanzón traducían y distribuían ellos mismos el mensaje entre el clero. Consiguieron así reunir doscientas setenta firmas en el documento de adhesión que enviaron al obispo brasileño Helder Cámara en enero de 1968. Las adhesiones llegaban desde todo el país y aún desde el extranjero: en París, cuatro sacerdotes argentinos suscribieron el documento: Oscar Bracellis, Rolando Concatti, Agustín Totera y Carlos Mugica. En el transcurso de los meses siguientes, delegados del grupo inicial recorrieron las provincias con el fin de promover la creación de un movimiento a nivel nacional que desarrollara las ideas del manifiesto de los dieciocho obispos. Veintiún sacerdotes, representando a trece diócesis, se reunieron en Córdoba en los primeros días del mes de marzo de 1968, y dieron a luz el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM)”62. Seguramente es imprescindible ver en la pobreza y la injusticia que genera a esa pobreza, la decisión de muchos sacerdotes de “meterse en el barro”, como solía decir el obispo Enrique Angelelli, y acompañar su mensaje espiritual con acciones concretas a favor de modificar esa injusticia. Muchos de ellos sintieron necesario experimentar las vicisitudes de los millones de sufrientes y decidieron que no podían vivir solamente en sus capillas y parroquias y decidieron ser trabajadores, obreros, para ganarse el sustento y “ser más fieles a los pobres”. Pero no fueron los primeros, ni los únicos. Probablemente se inspiraran, incluso, en algunos sacerdotes franceses de los años de la Segunda Guerra Mundial. “En la Francia ocupada por los nazis, un tren partía hacia el todopoderoso Tercer Reich. Adentro se encontraban centenares de obreros apiñados en los vagones de carga, entre ellos un joven jesuita, el padre Henri Perrin, quien en forma voluntaria

62 “Hasta los oídos de Dios. La historia de los sacerdotes para el Tercer Mundo”, de Gabriel Seisdedos, Editorial San Pablo, Buenos Aires, 1999. pág. 48

Page 43: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

se había infiltrado entre esos hombres movilizados por el Servicio de Trabajo Obligtorio (STO) que los enviaba al país invasor para realizar trabajos forzados. Perrin y sus compañeros asistieron espiritualmente a los prisioneros durante el penoso viaje. Al llegar a destino fueron descubiertos, encarcelados y enviados otra vez a Francia, pero la experiencia vivida en medio de los trabajadores le había señalado a Perrin el camino a seguir: “El contacto con esos millares de hombres, el haberme acercado a la realidad de sus vidas, deja una angustia en el corazón que nada pude calmar. Vuelvo a encontrarlos todos los días en esa multitud que invade las tiendas, los trenes, multitud de la que me siento tan cerca, pero para la que sin embargo he vuelto a ser un extraño. Perrin y otro compañero jesuita, Jean Lacan, compartían la misma inquietud: no sólo ayudar a hacer, sino actuar directamente sobre el terreno, sumergirse en el mundo obrero viviendo en él sin defensas ni privilegios de ninguna clase. A pesar de que desde Roma se exigió la prohibición del Movimiento de Sacerdotes Obreros en marzo de 1954, a su sombra surgieron movimientos dentro de la Iglesia que promovieron una mirada más profunda acerca de los estudios teológicos sobre la pobreza. Décadas después de esos precursores surgidos en Francia en el seno de la Compañía de Jesús, nacieron en otros países movimientos con similar orientación. Argentina contaba, desde principios de siglo, con grupos de obreros católicos y con sacerdotes que desarrollaban su apostolado en barriadas obreras. El padre Federico Grotte y Monseñor Miguel De Andrea se hallan entre los primeros que intentaron el acercamiento”63. El extracto anterior grafica con precisión y síntesis el proceso de nacimiento del trabajo de sacerdotes católicos con el mundo obrero y la inspiración de aquella experiencia europea en tierras argentinas.

63 “Hasta los oídos de Dios. La historia de los sacerdotes para el Tercer Mundo”. De Gabriel Seisdedos, Editorial San Pablo, Buenos Aires, 1999. Págs. 45 y 46.

Page 44: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

Capítulo Seis. Su opción por la Fraternidad. La influencia de Charles de Foucauld Los Hermanitos del Evangelio, están inspirados en la vida y la obra de Carlos de Foucauld, un religioso francés, dedicado a la contemplación y una vida a semejanza de Jesús, que dió lugar a la creación de once congregaciones religiosas y ocho asociaciones de vida espiritual diseminadas por todo el mundo. La vida de Carlos de Foucauld fue inspiración para René Voillaume, otro francés que se encargó de dar forma al mensaje del fundador, precisamente en un mundo dónde las guerras y revoluciones mantendrían la tensión de toda la humanidad durante buena parte del siglo veinte. Charles Eugene de Foucauld nació en Estrasburgo en 1858, en una familia de orígen aristocrático de la que heredó el título de vizconde de Foucauld. A los 6 años quedó huérfano de padre y madre y fue criado por su abuelo paterno. Ingresó a la milicia, exploró Marruecos y ganó la medalla de oro de la Sociedad Geográfica Francesa por su inteligencia y valor como militar. Sin embargo a semejanza de otros hombres que abrazaron la fe, llevó una juventud jalonada entre el desenfreno, la irresponsabilidad y los lujos a los que les permitía acceder la fortuna heredada de sus padres. Sin embargo a los 28 años descubrió la fe cristiana y se consagró totalmente a ella. El momento central de su conversión tuvo lugar a finales del mes de octubre del año 1886 en la iglesia de San Agustín de París, de manos del sacerdote Huvelin, que será desde entonces su guía espiritual. Más tarde peregrinó a Tierra Santa y vivió algunas fuertes experiencias que marcaron su vida y lo llevaron a convertirse en monje trapense en el año 1890. En 1897 fue dispensado de sus votos y autorizado a seguir su propia vocación. Decidió regresar a Tierra Santa y durante cuatro años trabajó como criado de las Hermanas Clarisas de Nazaret. De esos años datan buena parte de sus escritos espirituales. El 9 de junio de 1901 fue ordenado sacerdote en Viviers, Francia, y decidió entonces partir al Sahara. Quería imitar la vida oculta de Jesús de Nazaret, viviendo en pobreza, contemplación y humildad y testimoniando fraternalmente el amor de Dios entre cristianos, judíos y musulmanes. A partir de 1904 comenzó a convivir con los tuaregs y se estableció en Tamanrasset, una ciudad de la actual Argelia, en el desierto del Sahara. Se hizo amigo de los tuaregs y aprendió el idioma para traducir los Evangelios, publicar un diccionario francés-tuaregs, y una selección de poesías en esa lengua. Durante una escaramuza entre los nómadas del desierto en levantamiento contra los franceses, la muerte le llegó de manos de uno de los vigilantes tuaregs senusitas el 1 de diciembre de 1916 cuando una bala terminó con su vida. Foucauld estaba en oración ante el Santísimo Sacramento y junto a su cuerpo muerto, cayó también la custodia que contenía al Señor Sacramentado.64

64 Según información tomada de la página web www.charlesdefoucauld.org

Page 45: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

A Charles de Foucauld quien organizó las llamadas Fraternidades, en las que Mauricio Silva habrá de ingresar a comienzos de los años setenta, le siguió René Voillaume, quien consolidó la obra iniciada por su maestro. La llegada de la Segunda Guerra Mundial, con la movilización de la mayoría de los hermanitos, modificó la vida de la Fraternidad y el Padre Voillaume fue destinado a Oran y después a Touggourt en calidad de personal militar no-combatiente. En 1944 se retiró a la ermita de Djebel-Aïssa durante un año para hacer un trabajo de investigación y estudio de los escritos del Hermano Carlos y profundizar en su espíritu. Desde aquel momento la vocación y la misión de la fraternidad tendrá en cuenta el conjunto de la vida y escritos del Padre Carlos de Foucauld. Terminada la guerra y entre 1945 y 1946, Voillaume viaja por Francia e Italia y toma contacto con dirigentes de la Juventud Obrera Católica (JOC) y el mundo del trabajo y empezará a pensar en la presencia de la fraternidad en el mundo obrero. Así, en mayo de 1946 fundó en Aix en Provence, en la provincia francesa de Bocas del Ródano, la primera fraternidad obrera en la que el propio Voillaume trabajaba como pintor. A fines de ese mismo año, 12 hermanitos habían hecho la profesión perpetua, entraron 12 más en el noviciado y 5 pronunciaron los primeros votos. En 1947 se aprueban las nuevas constituciones de los Hermanitos de Jesús (cambian el nombre), que consideran que su misión no es sólo el Islam, sino toda tierra de misión, incluido el mundo obrero. En 1950, el Padre René Voillaume publicó en Francia el libro “En el corazón de las masas”, una recopilación de sus cartas y conferencias de años anteriores. El libro se expresa la base de la espiritualidad futura de las Fraternidades, y tuvo una gran difusión, con traducciones a una docena de lenguas y varias reediciones. Recién en 1961 fue publicado en castellano, fue muy leído y marcó a toda una generación, especialmente en América Latina. Los inicios de la década de 1950 serán años de fuerte expansión y crecimiento para los Hermanitos de Jesús que ya cuentan con 16 fraternidades y un año más tarde se aprueban las nuevas constituciones donde se expresa una nueva fisonomía de la identidad de la Fraternidad. A fines de 1950 ya existen 50 fraternidades, que están presentes en ambientes muy distintos y por todo el mundo. El carácter universal de la fraternidad obligará al Padre Voillaume a viajar constantemente por el mundo y mantener el contacto con las fraternidades por correspondencia, que posteriormente se publicó en “Cartas a los hermanos”. En octubre de 2001, René Voillaume se retira, en la Fraternidad de las Hermanitas de Jesús de Le Tubet en el sur de Francia y tras una enfermedad de más de dos meses, falleció el 13 de mayo de 2003 a la edad de 97 años.65 El explosivo crecimiento de las Fraternidades inspiradas en la vida y la obra de Foucauld, entre 1946 y 1969, coincide con un mundo que sale de dos guerras padecidas en el corazón de Europa y cuyo estallido desparramó esquirlas de conflictos y muerte en Asia, África y América. Tanta destrucción lleva a la humanidad a buscar refugio y respuestas en la pacífica vida espiritual. Cuarenta y cinco millones de muertos

65 Datos tomados de la página web www.charlesdefoucauld.org

Page 46: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

y dos bombas atómicas fueron un golpe a la conciencia humana y mas allá de los acuerdos políticos entre las potencias triunfantes en la segunda guerra mundial, implicaron una nueva búsqueda en los horizontes humanos. La Iglesia Católica de Roma a partir del Concilio Vaticano II también se reorganiza para enfrentar los desafíos de un mundo en constante cambio que clama por una espiritualidad vigorosa para acompañar ese crecimiento material y tecnológico. En esa coyuntura cobran nueva vida las regiones más apartadas del mundo, olvidadas, en muchos casos, y que comienzan a reclamar participación en la nueva configuración ideológica, política, económica y espiritual. 1970 – 1972. Suriyaco – Fortín Olmos hasta setiembre de 1973. Rosario: primera experiencia con los recolectores de basura. En ese contexto, la Fraternidad de los Hermanitos del Evangelio llegó a la Argentina en enero de 1960, estableciéndose en una zona rural del chaco santafesino, en un pueblo llamado Fortín Olmos. “Allí estuvo la Fraternidad madre en Argentina con la presencia de Arturo Paoli y también Mario Grippo quienes marcarán toda la formación de la Fraternidad del Evangelio en América Latina”.66 En 1959, se había establecido en la localidad de Jiwitiña, al sur de Venezuela, sobre la cuenca del río Orinoco, la Fraternidad de los Hermanos de Jesús. Se dedicaron al trabajo con los indígenas yekuanas y sanemas, los hermanos Nelio Rougier, José Pineau y Francisco Hulsen, entre otros, quienes más tarde se cruzarían en la vida de Mauricio Silva. Fortín Olmos “es un lugar retirado sin muchas posibilidades de contacto a nivel nacional. Hasta San Pablo mismo estableció sus primeras comunidades en los centros vivos de comunicación y cultura: Filipos, Atenas. Corinto, Roma... ¿Por qué la Fraternidad no? Entonces a partir de 1970 los hermanos decidieron fundar fraternidades en las ciudades más importantes de Argentina, como Buenos Aires, Córdoba, Rosario y Tucumán”.67 Entre 1960 y 1977 se fundaron y desarrollaron doce Fraternidades en Argentina. La de Fortín Olmos se extendió desde 1960 hasta 1975. “Respondiendo a la invitación del obispo de la flamante diócesis de Reconquista (norte de la provincia de Santa Fe), monseñor José Iriarte, los primeros hermanos llegaron a Fortín Olmos, un pueblo en pleno corazón del Chaco santafesino. Su nombre se derivó de una fila de fortines militares (Fortín Tostado o Fortín Charrúa) que el general Obligado instaló a fines del siglo diecinueve durante las campañas de exterminio contra los indios chaqueños. La zona luego se convirtió a lo largo de más de medio siglo, en el epicentro de actividades de la empresa inglesa La Forestal, que hizo fortuna extrayendo tanino de una madera única en el mundo por su dureza, el quebracho, abundante en la zona. Fue entonces una región de obreros de monte, hacheros, carreros, peones quienes al llegar los primeros hermanos padecían los

66 “Memoria de un derrotero de amor en el seguimiento de Jesús de Nazareth. La Fraternidad en medio de la tempestad”. Texto que recoge los testimonios de integrantes de la Fraternidad entre 1959 y 1977. Autores varios. Material inédito. 67 Ibidem.

Page 47: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

efectos de la desintegración de una empresa que los había dominado hasta en su vida más íntima. Aquella los había transformado a lo largo de más de medio siglo de campesinos y criadores de animales en “hacheros no más”. En 1963 La Forestal se retiró definitivamente de la Argentina vendiendo hasta los rieles del ferrocarril cuya red era la única vía de comunicación en la zona.”68 Los tres primeros hermanos fundadores que conformaron la Fraternidad de Fortín Olmos fueron Arturo Paoli, Esteban de Quirino, hermano belga y luego ordenado sacerdote, y Marcelo Laffage de orígen francés. Es necesario detenerse en Arturo Paoli para narrar brevemente la vida de quien fuera hombre de consulta de obispos argentinos y sudamericanos a los largos de sus casi cuatro décadas vividas en América Latina. Nació en Lucca, región de Toscana, en el centro de Italia, el 30 de noviembre de 1912, se graduó en Letras en la Universidad de Pisa en 1936 y un año más tarde ingresó al seminario para ser ordenado sacerdote en junio de 1940. En plena guerra mundial participa de la resistencia contra los nazis y el estado fascista de Mussolini, entre 1943 y 1944, mientras se desempeña como sacerdote en su Lucca natal hasta 1949. En ese año es convocado desde Roma para ser asesor en la Juventud de la Acción Católica por pedido de Monseñor Giovanni Montini, luego Paulo VI, pero diferencias de criterio con el titular de la Acción Católica, Luis Gedda, lo alejan de su cargo y en 1954 recibe la orden de embarcarse como capellán en el buque “Corrientes” de bandera argentina, y es destinado al trabajo con los inmigrantes. Solamente dos viajes realiza Paoli en ese barco, ya que en la segunda travesía asiste en su lecho de muerte a Jean Saphores, un Pequeño Hermano de la Fraternidad de Lima, en Perú, y la experiencia lo hace ingresar a la Congregación fundada por Carlos de Foucauld. Su noviciado lo realiza en El Abiodh, Argelia, durante los años de las luchas de liberación del dominio francés en aquel país africano. En 1957 regresa a Italia con la misión de fundar una Fraternidad en Bindua, una zona minera en la región de Cerdeña, donde realiza trabajos manuales. Pero algunas diferencias con el Vaticano lo llevan hacia América Latina. En 1959 desembarca en Argentina y funda en la localidad de Fortín Olmos, en el chaco santafesino, al norte de la provincia de Santa Fe, la primera Fraternidad de los Hermanitos del Evangelio. Fortín Olmos es una localidad que en ese tiempo vivía especialmente del trabajo hachero para la compañía británica La Forestal “Los hermanos establecieron en Fortín Olmos su primera casa en la casilla de pesaje de madera de La Forestal, al lado de la vía del ferrocarril. Allí pusieron la capilla que, hasta la construcción de la iglesia parroquial en 1980, sería la iglesia del pueblo. Pronto llegarán dos hermanos más y la Fraternidad crecía. Desde el primer momento los hermanos vivieron la exigencia de corresponder a la crisis socioeconómica desatada por la retirada de La Forestal. La Cuña Boscosa empezó a ser noticia no sólo en Santa Fe sino también en Buenos Aires. Los hermanos respondieron a este desafío creando una cooperativa. Y en la gestión de este proyecto tuvieron sus primeras experiencias de conflictividad política y

68 Ibidem

Page 48: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

social. Al principio, la cooperativa fue integrada conjuntamente por los hacheros y los ex contratistas de La Forestal. Al comprometerse con el reclamo de los hacheros, los ex contratistas pronto cuestionaron a la cooperativa. Pero esta organización fue fundamental para que los pobres pudieran obtener algunas tierras en distribución salvaje que se hizo del botín de La Forestal al disfrazar esta repartija bajo el nombre de Colonización de la Cuña Boscosa. Sin embargo la cooperativa llegó a ser tan manejada por los poderosos de la zona que, a partir de 1967, la Fraternidad tuvo que tomar una opción más radical por los hacheros y los peones rurales. Este proceso fue conflictivo y los hermanos comenzaron a soportar, ya en la década de 1970, las campañas de calumnia y hostilidad, llegando hasta una orden de detención contra Arturo Paoli. En esos momentos llegó Henry de Solan, un hermano francés, y luego Mario Grippo, sacerdote italiano que había terminado su noviciado en Sambuc. Arturo (Paoli) entonces estaba muy solo. Marcelo (Laffage), después de una primera etapa de dedicación a la medición y la división de tierras para la cooperativa, comenzó a trabajar de camionero y a viajar a Buenos Aires, donde la Fraternidad fue acogida por el entonces obispo Antonio Quarracino. Marcelo (Laffage) había sido ordenado sacerdote en Fortín Olmos. Esteban (De Quirino) luego dejó la fraternidad para asumir un compromiso pastoral en un paraje cercano de la misma zona. La conflictividad con los ricos y las autoridades será pparte de la vida de los hermanos en Fortín Olmos. Cualquier visita tenía que anotarse en la comisaría y la policía “visitaba” con frecuencia a la Fraternidad entrevistándose con Mario (Grippo) quien reemplazó a Arturo (Paoli) como responsable. Estos diálogos llegaron a formar parte del folclore de la vida de Fortín Olmos pero sus ecos alcanzaron las más altas esferas del poder en la Argentina, detentado en ese entonces por los militares con el general Alejandro Lanusse a la cabeza. Hubo una intervención del Ministro de Bienestar Social, Francisco Manrique, quien al visitar Fortín Olmos para entregar los primeros salarios familiares opinó en forma salomónica que “ni el cura es un santo, ni el intendente es un diablo”. Ya la figura de Mario (Grippo) había tomado vuelo propio. Sus cartas de protesta a los obispos, al presidente y a ministros, si bien no fueron respondidas, nunca fueron ignoradas. Fue una presencia profética en el mundo político. La Fraternidad se empeñó por dar vida a diferentes iniciativas comunitarias como cooperativas de trabajo, con talleres de tejido, huerta, ladrillería y carpintería; el apoyo activo al sindicato de trabajadores del monte (ACHA); las misiones anuales a los lugares más remotos de la zona y la creación de comunidades eclesiales de base. Gracias a la actividad de conferencista y director de retiros de Arturo (Paoli), llegaron los primeros hermanos argentinos. Hicieron su bautismo de fuego en Fortín Olmos y pasaron por allí muchos ilustres visitantes en búsqueda de una profundización de su fe y su compromiso con los pobres.

Page 49: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

En los años setenta llegaron Mauricio Silva y luego Patricio Rice, cuyo trabajo conjunto era manejar una camioneta comunitaria perteneciente al sindicato ACHA. Este sindicato y sus dirigentes sufrieron persecuciones al ser considerados enemigo número uno por los patrones y la policía. Los primeros hermanos en us preocupación socio – política compartían una visión integral de las necesidades de la gente. A fines de los años sesenta, Arturo convenció al matrimonio D´Urbano, del movimiento Del Arca de Lanza del Vasto, para que se establecieran en Fortín Olmos. Rubén, como médico se dedicó a establecer un sistema de salud pública mediante la formación del sindicato ACHA. En 1973 fue nombrado jefe regional en el área de salud pero entre 1974 y 1975 la conflictividad se tonó peligrosa con la aparición de grupos paramilitares, como las Tres A, entre otros. No pudieron trabajar más por las amenazas y calumnias. Los D´Urbano con sus dos hijos tuvieron que tomar el camino del exilio a Québec, Canadá, dónde viven actualmente. Por la dificultad de conseguir hermanos para continuar los trabajos, la Fraternidad resolvió retirarse en 1975. La Diócesis de Reconquista estableció una parroquia en esa localidad que ha continuado con la tarea pastoral. La casota de la Fraternidad es ahora parte del noviciado de las Hermanas del Sagrado orazón. Sigue la cooperativa, la ladrillería, los talleres de carpintería y de tejido de las mujeres”.69

69 Ibidem.

Page 50: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

Capítulo Siete. Mauricio y su regreso a la Argentina. En 1970 Mauricio Silva –en su regreso a la Argentina- participa de la vida activa de la Fraternidad de Fortín Olmos, en el norte de la provincia de Santa Fe y se postula para ingresar en la Fraternidad de los hermanos del Evangelio. Ya había sido cautivado por la verba y las lecturas de Arturo Paoli, superior latinoamericano de los Hermanitos del Evangelio y un hombre respetado en aquellos años en todos los ambientes religiosos por sus posiciones de avanzada y su trayectoria en diferentes instituciones de la Iglesia Católica. En Montevideo, el propio Mauricio decide convocar a Paoli en plena efervescencia tras el Concilio Vaticano II a dar algunas charlas para los sacerdotes y religiosas que se reunían a instancias de la Conferencia Episcopal del Uruguay (CEU), precisamente acerca del Concilio. Fue su primer acercamiento a los Hermanitos del Evangelio y quedó impactado por ese hombre menudo de aspecto frágil pero con la decisión y firmeza de un líder. “La Argentina era el espejo tardío de los cambios en la forma de vida que se daban en el Primer Mundo. Los setenta se inauguraban con el furor de la moda unisex, las minifaldas y el pelo largo transgrediendo el reglamento de los institutos de educación. En las reuniones, las canciones de protesta iban reemplazando el gusto de los jóvenes por las peñas folklóricas o los catantes de la Nueva Ola. Nacía el rock argentino y se difundía la música del Brasil. Se agotaban las ediciones de Khalil Gibrán, Saint Exupéry, Ernesto Cardenal, Pablo Neruda, Mario Benedetti y Miguel Hernández, y el boom latinoamericano de García Márquez, Vargas Llosa y Carlos Fuentes seguía golpeando con la fuerza del boomerang después de probar su valor en Europa. La contestataria Mafalda observaba impávida desde los afiches el bullicio juvenil y la humareda provocada por el cigarrillo, signo incuestionable de la adultez de sus consumidores que, en un extraño sincretismo, agotaban las “cocas” con la misma pasión que el Diario del Che. En sectores más politizados, los jóvenes vivían como propio el sueño socialista del presidente Salvador Allende. Cuba era también un referente. Y Perón parecía ser la concreción local de ese sueño”. Los años setenta, hoy míticamente considerados y analizados a la distancia, fueron la definitiva decantación del proceso inaugurado con el derrocamiento de Juan Perón y el nacimiento de la Resistencia Peronista, protagonista insoslayable de los levantamientos populares que minaron la firmeza de los sucesivos gobiernos militares. Tras la caída de Perón en 1955, el triunfante general Lonardi, -nacionalista y católico- tuvo que abandonar rápidamente el poder al que se subieron los más pragmáticos general Pedro Aramburu y almirante Isaac Rojas, a quienes no les tembló la mano en la persecución de los restos del gobierno derrocado. Un año más tarde, en junio de 1956

Page 51: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

se producirá precisamente la matanza de ciudadanos sospechados de complotar en favor de la vuelta de Perón al poder. El fusilamiento de civiles y militares en el Gran Buenos Aires, especialmente en los basurales de José León Suárez, una localidad del partido de San Martín, al noroeste de la capital argentina, fue investigado y convertido en un clásico del periodismo por Rodolfo Walsh quien lo plasmó en un libro titulado “Operación Masacre”. En esa obra Walsh describe las arbitrariedades del régimen militar y su connivencia en la justicia y la policía. Las elecciones convocadas por la llamada Revolución Libertadora son ganadas por el radical Arturo Frondizi a costa de la proscripción del peronismo, que con su líder exiliado en España, mantenía intacto su poder de convocatoria en la lejanía. A Frondizi lo depone una asonada interna entre las fuerzas armadas que instala en el gobierno al titular del Senado nacional, José María Guido, quien a su vez convoca a elecciones en las que triunfa otro radical, Arturo Illia, en junio de 1962. Uno de los motivos visibles que contribuyeron a la caída de Frondizi fue la visita a Buenos Aires del líder de la revolución cubana, Fidel Castro, recibido con los honores de un jefe de estado, y la reunión del mandatario argentino con el otro referente de la isla caribeña, Ernesto Che Guevara, quien participó en la reunión de la Alianza para el Progreso, una iniciativa económica norteamericana para América Latina, duramente criticada por Guevara. Son los años en que la Argentina recibe con agitación a los líderes cubanos, Mafalda señala la debacle del mundo con su progreso consumista, la clase media se deslumbra con los electrodomésticos que todo lo hacen fácil y la familia recibe a un nuevo integrante: el televisor, el medio de comunicación más potente jamás imaginado por su capacidad de penetración en todos los estratos sociales, sin preguntar por el color de la piel, el credo, el oficio o la condición cultural. La irradiación ideológica de la revolución cubana fue creando en toda América Latina, la conciencia de un cambio posible en las condiciones de vida de millones de seres humanos sumergidos en la pobreza. En Argentina, las luchas por el retorno de Perón, las primeras consecuencias del Concilio Vaticano II y las voces de los movimientos emancipadores y antiimperialistas, entre los que se destacaba Cuba, abonaron la aparición de numerosas formas novedosas de protesta. Los reclamos se dirigían al gobierno de turno, encabezado por Illia, aunque el mensaje era decodificado tras bambalinas por los militares quienes preparaban un nuevo golpe que sería encabezado por el general Juan Carlos Onganía en 1966. El 7 de agosto de 1964, el propio Onganía expone en la Academia Militar de West Point, Estados Unidos, durante la Quinta Conferencia de Ejércitos Americanos, un discurso que preanuncia la Doctrina de la Seguridad Nacional, según la cual, el enemigo estaba ahora fronteras adentro y se encarnaba a los opositores, al sistema de vida “occidental y cristiano”, a los que se calificaba genéricamente como comunistas. Dijo en aquella ocasión: “El deber de obediencia al gobierno surgido de la soberanía popular habrá dejado de tener vigencia absoluta si se produce al amparo de ideologías exóticas, un desborde de autoridad que signifique la conculcación de los principios básicos del sistema republicano de gobierno, o un violento trastocamiento en el equilibrio e independencia de poderes. En emergencias de esta índole, las instituciones armadas, al servicio de la Constitución no podrán, ciertamente mantenerse impasibles, so color de una ciega sumisión al

Page 52: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

poder establecido, que las convertirían en instrumentos de una autoridad no legítima”70. El 29 de junio de 1966, el general Pascual Pistarini desaloja del gobierno a Illia y un día más tarde asume Onganía como nuevo presidente de la llamada Revolución Argentina. El militar proponía un régimen similar al del español Francisco Franco y en poco tiempo mostró sus intenciones. En la noche del 28 de julio intervino las universidades nacionales bajo la excusa de que allí anidaba la oposición “comunista”. En 1967 promulgó una ley contra el comunismo, dando comienzo a la caza de brujas mas formidable de la historia política reciente del país. Todo aquel que se asociara para reclamar o se organizara con un fin social podía ser tildado de comunista y pasar a integrar las futuras listas negras de las que se nutriría la tristemente célebre Triple A, ya en la década de 1970. Mientras en Europa la rebelión juvenil del mayo de 1968 modificaba las miradas sobre el mundo y la sociedad, Argentina seguía la férrea política de Onganía dispuesto a cumplir su sueño de cuarenta años en el poder. Pero justamente un año después, el 29 de mayo de 1969, se produjo en la ciudad de Córdoba la gran revuelta obrero estudiantil conocida como Cordobazo, dónde la ciudad en pleno salió a repudiar la política del gobierno nacional. Fue el comienzo del fin y sus sueños de poder se astillaron definitivamente. En 1970, el asesinato del general Pedro Aramburu marcó la aparición del grupo guerrillero Montoneros y la debacle para Onganía que debió ser reemplazado por el general Roberto Marcelo Levingston, agregado militar de la embajada argentina en Washington, quien aterrizó en Buenos Aires para permanecer en el poder apenas diez meses y ceder el cargo al hombre fuerte del ejército, el general Alejandro Agustín Lanusse, último presidente de facto y quien convocaría a elecciones generales para el 11 de marzo de 1973. Con Lanusse volvió Juan Perón y Héctor Cámpora fue electo presidente con el 49,59 por ciento de los votos. Gobernó por 44 días, convocó a elecciones presidenciales nuevamente, teniendo en cuenta que el líder indiscutido del peronismo estaba en el país. La crisis socio política se precipita, Cámpora renuncia y asume la presidencia el titular de la Cámara de Diputados, Raúl Lastiri, quien convoca a elecciones presidenciales para el 23 de setiembre de ese mismo año, 1973. La fórmula Juan Perón y María Estela Martínez de Perón, se impone con el 61, 85 por ciento de los sufragios sobre el 24 por ciento del binomio radical integrado por Ricardo Balbín y Fernando de la Rúa. Con Perón en el gobierno desde el 12 de octubre el país ingresará en la antesala del terror del que saldrá sólo diez años después. Pese a que durante su breve gobierno Cámpora derogó la ley anticomunista de Onganía, el mote de comunista y subversivo se había instalado y sería la marca con la que se estigmatizaría a miles de personas que integrarían las listas de asesinados, desaparecidos, proscriptos y exiliados. Políticos, sindicalistas, artistas, periodistas, docentes y religiosos serían perseguidos por las fuerzas de seguridad, primero, por las fuerzas parapoliciales más tarde y por el aparato clandestino de represión durante la dictadura. Mauricio Silva sería una de esas víctimas.

70 Felipe Pigna, El historiador. Pagina web.

Page 53: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

En 1970 Mauricio, que ya conocía la Fraternidad desde tiempo atrás, regresó a la Argentina para entrar como novicio. Tras su paso por la Patagonia y el compartir con jóvenes, niños y adultos en Uruguay, estaba convencido que su lugar estaba entre los más pobres, como si se tratara de una vuelta a los orígenes del cristianismo. En esos años la Fraternidad de los Hermanitos del Evangelio ya tenía una fuerte presencia en la Argentina. “Mamá se recuperó y vivió hasta los 83 años. Murió en 1976, pocos meses antes de que Mauricio desapareciera. Cuando vimos que estaba todo resuelto, otra vez coincidimos en lo mismo. “Yo regreso”, me dijo Mauricio. “Y yo también”, le contesté, porque entendíamos que nuestra vocación era una vocación comunitaria, religiosa. No era de vivir solos, perdidos en el campo atendiendo una parroquia. Era un reto tomado en común. Eso lo teníamos claro desde siempre y decidimos volver a la vida religiosa”, recuerda Jesús Silva. “Me acuerdo que cuando salí de los salesianos lo hice llorando, pero cuando tratamos de regresar nos había sorprendido el Concilio en todo ese tiempo de vida en el clero de la diócesis. “A otra cosa”, dijimos. Y ahí conocimos a la comunidad de Foucauld”. Apenas decidido a ingresar a la Fraternidad, Mauricio se incorporó a la comunidad de Fortín Olmos. “Yo lo iba a visitar en tiempo de mis vacaciones y pasaba temporadas enteras con él, allí en Fortín Olmos. Entonces, me di cuenta de lo que hacía, conocí su labor y el carisma de la Fraternidad”, asegura Jesús Silva. “Fueron también unos primeros años de fraternidad muy conflictivos porque el venía a una comunidad nueva que tampoco tenía hondo arraigo en el medio. Tenía que buscarse su propio camino y sus herramientas de penetración en un momento particularmente confuso como era ya el momento del segundo Perón. Fue un aprendizaje dramático también para él”, recuerda su hermano. “En Fortín Olmos vivió la realidad de los rancheros del norte, el obispo de Fortín Olmos era de la diócesis de Reconquista, Santa Fe, monseñor Juan José Iriarte. Allí estaba también Rafael Yacuzzi que era muy querido en el lugar y que hacía una tarea extraordinaria. Mauricio simpatizó mucho con él, a tal punto que me decía: “envíame tal cosa a lo de Yacuzzi que el se pone en contacto conmigo”. Allí, en todo ese caminar con el pueblo argentino, también estaban presentes las dos sociedades y las dos iglesias”, agrega Jesús. Pero Mauricio hizo su noviciado en Suriyaco, La Rioja, con Arturo Paoli y Julio Saquero. Eran los años de mayor vigor de la pastoral del obispo Enrique Angelelli, quien había asumido el 24 de agosto de 1968. El nuevo obispo dividió la diócesis en decanatos y aplicó el concepto de corresponsabilidad, nacido en las sesiones del Concilio Vaticano II, al punto que entre 1969 y 1976 –año del asesinato71 de Angelelli-, La Rioja no sólo se dio su propia pastoral sino que elaboró su propio catecismo, adaptado a las costumbres y rasgos culturales de cada zona de la provincia. “No he venido a ser servido sino a servir”, dijo el flamante obispo el mismo día en que asumió su cargo, ante una multitud reunida en la plaza central de la capital riojana y frente a

71 Según el fallo del juez federal Aldo Fermín Morales, del 19 de junio de 1986.

Page 54: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

las autoridades de facto de la época. Aquellas palabras marcarían a fuego y en los hechos la obra del obispo nacido en Córdoba en 1923. La obra pastoral de Angelelli tuvo por lo menos una característica saliente dentro de la iglesia católica: su permanente apertura a los diferentes carismas que nutren la vida eclesial. En términos laicos podría definirse a la pastoral de la aquella iglesia riojana como democrática, ecuménica y pluralista. En ese contexto, al poco tiempo de iniciada la pastoral, la diócesis riojana aceptó y reclamó el ingreso de sacerdotes y religiosas de diferentes órdenes para cubrir las necesidades de asistencia espiritual de zonas y habitantes “dejados en el olvido”, como diría Angelelli en sucesivos encuentros y recorridas pastorales por toda la provincia. La adhesión a los postulados del Concilio Vaticano II –del que participó en una sesión- y su disposición a renovar las estructuras de la iglesia riojana, llevaron a muchos religiosos y religiosas jóvenes a interesarse por esa nueva experiencia concreta dentro de la iglesia. “Para nosotros era ver en los hechos concretos todo aquello que sentíamos en el seminario y que el Concilio Vaticano II sino a cambiar: acercar la iglesia a la gente”, asegura Juan Aurelio Ortiz, secretario de Angelelli entre 1969 y 1976. Así llegaron a la provincia norteña sacerdotes provenientes de Rosario, Paraná, Buenos Aires, Mar del Plata y Córdoba, por mencionar sólo algunos lugares. Juan Aurelio Ortiz, secretario del obispo Angelelli en esos años, recuerda que ante el pedido de la Fraternidad de Foucault, “el obispado accedió de inmediato aunque en casos como ese y tantos otros en esos años, no se firmaba ningún papel, no quedaba nada formalmente asentado. Para Angelelli eso no era importante. Importaba solamente que se pudiera acercar la iglesia a la gente. Para el obispo lo ideal hubiera sido que se instalaran en el Señor de la Peña, una zona desierta aunque turística, de modo que los habitantes de la zona no se sintieran tan solos y de paso la presencia de una orden religiosa, digamos, haría menos desolada la zona. Sin embargo Arturo Paoli, ya le había echado el ojo a Suriyaco, en un molino abandonado, cerca del pueblo, pero lo suficientemente alejado como para permitir el recogimiento que requiere la vida espiritual de los Hermanitos del Evangelio. Angelelli insistió en que fuera en el Señor de la Peña, pero ante la firmeza e intransigencia de Paoli, aceptó que la Fraternidad instalara su noviciado allí en Suriyaco, dónde estuvieron cerca de dos años.”72 Las fraternidades de Suriyaco y Los Talas, estaban situadas a pocos kilómetros una de otra, en al provincia de La Rioja. “i bien existieron durante poco tiempo ejercieron una gran influencia en los hermanos de Argentina. “Simbolizaron tanto la búsqueda contemplativa de adoración u del desierto en medio de compromisos vividos con mucha intensidad como el estrecho vínculo entre los hermanos y el obispo de La Rioja, Enrique Angelelli. Aunque la Fraternidad de Suriyaco, llamada El Molino, ha quedado en ruinas, producto de la destrucción ocasionada por la represión y el abandono persiste la esperanza de que tantas ilusiones que se crearon en ese desierto no se hayan apagado”. 73 Henry de Solan, fue un integrante de la Fraternidad y Hermano del Evangelio, que compartió con Mauricio los días de su noviciado en La Rioja. “Era un hombre

72 Entrevista telefónica con Juan Aurelio Ortiz desde La Rioja, mayo de 2007. 73 “La Fraternidad en medio de la tempestad”.

Page 55: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

intenso y de profunda oración. Cuando llegó al molino de Suriyaco, yo desconocía su trayectoria anterior. Oí decir que era sacerdote de prestigio en Uruguay. No recuerdo comentarios sobre su pasado. Llegó muy discreto, simple, pero con la férrea voluntad de ser aceptado en la Fraternidad. Había resistencia de ciertos hermanos. Decían que era un hombre maduro -era bastante mayor que nosotros- que estaría marcado por la Institución -la estructura más tradicional de la Iglesia- y que no iba poder adaptarse. Por lo tanto Mauricio tuvo que ganarse “el derecho de piso”, demostrar que podía ser dócil y obediente a responsables mucho más jóvenes, que podía trabajar duro con sus manos, y también tener un compromiso con sus compañeros de trabajo. Estábamos un poco aislados, no había posibilidad de empleo cerca. Salía muy temprano por la mañana y tenía que recorrer un largo camino a pie. No recuerdo cabalmente que labor desarrollaba. Trabajo agrícola supongo en algunas fincas. No había mucho más trabajo que en la agricultura o las obras públicas, la construcción de canales de riego a pico y pala. Sólo recuerdo la etapa de Suriyaco, el noviciado: trabajo, vida en comunidad y contemplación. Conservo esa imagen de dulzura, aún cuando se notaba un esfuerzo de voluntad en su rostro”74. De Solans fue en 1973 a Suriyaco y luego a la Fraternidad de Los Talas, donde se comprometió con el trabajo en un sindicato campesino local. Pero tanto la policía local, como la Federal en estrecha relación con los terratenientes locales intensificaron sus tareas de vigilancia en la zona y los hermanos comenzaron a tener problemas junto con todos los agentes pastorales de la iglesia riojana. Mauricio Silva tuvo su primera experiencia de vida en fraternidad con Juan José “Chiche” Kratzer en Rosario hacia 1972. Kratzer recuerda esos días a la distancia. “Hacia fines de 1971 viajé a Suriyaco para entrevistarme con Arturo Paoli, con la finalidad de gestionar mi ingreso en la Fraternidad de los Hermanitos del Evangelio. Ordendo sacerdote en diciembre de 1968 había conocido la Fraternidad a través de retiros con Arturo (Paoli), la lectura de escritos de Charles de Foucauld y de René Voillaume, especialmente su libro “En el corazón de las masas”. Tenía además los pasos anteriores que había dado mi compañero Nelio Rougier con quien fui compañero en el mismo seminario de Paraná, Entre Ríos. Después de cuatro años de parroquia y uno de asesor diocesano de la juventud, me sentía atraído hacia una ida evangélica más radical. Ya hacia aquellos, especialmente entre la juventud con quienes trabajaba, comenzaba una fuerte corriente de compromiso social como exigencia fundamental de la fe cristiana. No lo encontré a Arturo (Paoli) en Suriyaco. Fui recibido y aconsejado por Julio Saquero. Sentí que se desconfiaba un poco de los curas postulantes. Acepté el desafío y según las indicaciones recibidas y su consejo, seguí viaje a Fortín Olmos donde fui recibido por Mario Grippo y Enrique de Solans. Arreglamos mi postulantado que comenzó en enero de 1972. Fue rica mi experiencia trabajando de sol a sol en una fábrica de ladrillos. Los ejemplos de los hermanos me marcaron profundamente. En esos meses ingresaban como los hermanos Silva. Primero Mauricio, luego Jesús. En un encuentro con Mauricio se armó un proyecto de fraternidad y comenzamos a vivir en Rosario, Santa Fe. El proyecto era trabajar con los cirujas o recolectores de

74 Testimonio de Henry de Solan mediante correo electrónico. Rosario, abril de 2007.

Page 56: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

basura. Personalmente yo trabajaba en una empresa de demoliciones y luego fui albañil. Pero la experiencia no se extendió en el tiempo y al terminarla buscamos abrir la Fraternidad mayoritariamente concentrada en Argentina. Era diciembre de 1972. Todos los hermanos de Argentina nos reunimos en asamblea regional en Suriyaco, La Rioja. El marco de los acontecimientos sociopolíticos de la época marcó profundamente a los hermanos en opciones políticas que eran vistas como mediaciones necesarias y coyunturales para una misma opción común de lucha contra las opresiones. La compartimentación a la que obligaban las diferentes opciones políticas dificultaba el diálogo y la discusión distendida entre los hermanos.” Patricio Rice también conoció en esos días de búsqueda evangélica a Mauricio. “Soy de orígen irlandés y fui miembro de la Sociedad del Verbo Divino. Vine como misionero, estuve en Santa Fe y en 1972 decido acercarme a los hermanos de Carlos de Foucauld. Ya en 1971 había conocido al Padre Arturo Paoli y los hermanos me recomendaron visitar la fraternidad en La Rioja en diciembre de 1972. Ahí conocí a monseñor Angelelli. Los hermanos de la Fraternidad en Suriyaco tuvieron una reunión y me asignaron, como ellos dicen, como postulante a Fortín Olmos. Cuando llegué a Fortín Olmos, estaba a cargo del hermano Mario Grippo, un italiano que hacia varios años que estaba allá solo acompañado por Mauricio. Ahí lo conocí a Mauricio Silva”, recuerda treinta y cinco años después. Según Rice, que mas tarde será uno de los más activos religiosos en la denuncia e información internacional sobre las violaciones a los derechos humanos en Argentina, y especialmente en el caso de Silva, Mauricio “entendía que tenía que vivir con los más pobres y ser fermento de la masa. Eso lo hacía relacionarse en el servicio, la oración y la profundidad. Ahí es donde estaba el fuerte de él. Compartía, asumía todos los riesgos. Si un amigo le pedía un favor, lo hacía. Pero él no quería ser ni dirigente, ni líder”. “Aún tengo grabada la primera imagen de Mauricio, en la capilla de Fortín Olmos, con él rezando. Se rezaba arrodillado pero con el cuerpo hacia delante sobre el piso, casi al modo islámico. Entonces yo pensé entre mi, no sé si estoy preparado para este tipo de vida. Terminó la oración, nos encontramos, nos saludamos y resultó una persona sumamente agradable, pero muy intenso en su búsqueda espiritual”, agrega Rice. Era el verano de 1973, Mauricio ya había intentado la experiencia de fraternidad en Rosario junto a Kratzer y tras el fracaso, regresó a Fortín Olmos en busca de profundizar su experiencia mientras meditaba su próximo proyecto. “Mario Grippo –continúa Rice- me había dicho que Mauricio estaba ahí de paso, porque tenía un proyecto de una fraternidad en la ciudad, sobre todo para trabajar con el sector barrendero”. La idea de ser el más pobre entre los pobres, el último entre los últimos sigue madurando con pasión evangélica, y será parte de ese camino iniciado en la Patagonia el que Mauricio busca completar. “En Fortín Olmos él manejaba una camioneta comunitaria del sindicato de hacheros y me asignaron compartir esa tarea. También prestaba apoyo como

Page 57: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

ambulancia, porque Fortín Olmos está distante 70 kilómetros de un hospital, todos los días íbamos a Reconquista y volvíamos. Mauricio tenía todo organizado, todo calculado, con los pagos que se hacían del combustible de modo que alcanzara para toda la semana. Pero tenía un pequeño gran problema, como chofer en el campo: su vista no era muy buena y en la ruta no lograba ver muy lejos, aunque nunca tuvo ningún inconveniente”. En vísperas de las elecciones de marzo de 1973, la Fraternidad de Fortín Olmos también sintió los cambios sociales a partir de la participación popular. “En ese momento todo el auge de movilizaciones estaba en Buenos Aires y con Mauricio viajamos en vísperas de las elecciones. La Fraternidad había participado en Fortín Olmos de las elecciones digamos organizando a la gente. En la zona había un enfrentamiento muy grande entre el sector peronista y el sector estanciero y los ex contratistas representados en el partido radical. La preocupación de Mauricio era que la gente del pueblo pudiera acceder a las listas peronistas en la comuna y hubo varios problemas. En la boleta local apareció la lista de la comuna pero unida en el apoyo a otro candidato y no a Cámpora para la presidencia. Había que cortar boleta y como en ese momento no era costumbre se hizo el corte de boleta mal. Entonces había por ejemplo, 890 votos por Cámpora en el orden nacional, cero votos para los candidatos locales del peronismo y 130 para el otro candidato presidencial y otros 130 para sus candidatos locales. El resultado fue bastante amargo porque perdió el peronismo. Todo este trajín político lo desanimó bastante a Mauricio que ya tenía en mente el proyecto en Buenos Aires”, recuerda Rice.

Page 58: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

Capítulo Ocho. El 19 de diciembre de 1973, Mauricio es notificado por la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires acerca de su ingreso como barrendero municipal. Era el tercer intento que realizaba para acceder a su empleo soñado, a su lugar en el mundo para servir al prójimo como él entendía que se lo exigía el Evangelio. “Mauricio amaba la calle, el trabajo de calle. Se daba cuenta que era la calle la que te ponía en contacto con el pueblo. Y entonces tenía muchos amigos, algunos estacionales o amigos que ya se habituaban a encontrarlo, a saludarlo. Había vecinos que le pedían cosas, como levantar desechos que dejaban en la puerta de sus casas. Eso era un pequeño favor que un barrendero podía hacer y Mauricio lo hacia con gusto”. El recuerdo pertenece a Jesús Silva y permite bosquejar con algo más de precisión el conjunto de trazos que lo llevaron a elegir el trabajo de barrendero. Junto a Mauricio ingresan tiempo después al servicio de berrenderos, su hermano, Jesús Silva, y otro firme amigo, Veremundo Fernández, a quien había conocido en el verano de 1974. “Nací en 1934 en Navarra e ingresé al seminario a los once años. Hay que comprender la situación de Navarra y de toda España, en esos años de mucha pobreza. Yo tenía un colega que decía que vocación en estos casos debía escribirse con B, larga y no con V, corta. Era la salida que tenían muchas familias para mantener a los hijos. En mi casa éramos nueve hermanos y yo era el segundo y como en mi casa muchísimas otras. Fui a San Sebastián, al seminario Agustino, y allí hice el bachillerato, en siete años, y me anotaron para hacer el noviciado en Granada, en un pueblito que se llamaba Monestil, donde estaba el seminario mayor. Y de ahí salíamos ya normalmente confesos y ordenados de sacerdotes. El Concilio me tomó cuando estaba haciendo la licenciatura de matemática en Madrid. Y dentro de la estructura mental que teníamos entonces había cosas llamativas que uno las asumía y otras que generaban unas luchas tremendas. Después de terminado el Concilio, viajé a Roma y estuve seis meses en un capítulo general de la orden de los Agustino Recoletos tratando de llevar las actividades fundamentales emanadas del Concilio. Yo abrí los ojos al mundo cuando tenía 35 años y me di cuenta de la injusticia social, de la corrupción, de la pobreza. Eso me atrapó de una manera tremenda y decidí venirme a la Argentina. Llegué justo el día que llegó Perón del exilio. Una experiencia fuerte fue el encuentro con las villas miserias de Buenos Aires; por una parte me apabulló y por otra parte era un vértigo que me atraía. Porque si yo venía de España de ver algunas villas, me pareció que Rosario era todo villa miseria. Y era ya una chaladura que yo tenía de trabajar con los más pobres. Estaba de momento, en Canning y Córdoba, en la iglesia de la Consolación y creo que les hice la vida imposible. Traía algunas ideas estrafalarias porque haciendo una obra de albañilería en la iglesia con un contratista, yo le pedí al superior que me dejara

Page 59: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

trabajar como peón de albañil. Y entonces ya pedí permiso y me fui al Chaco para hacer una experiencia en la carpida del algodón, la cosecha”, recuerda Veremundo75. “Estaba en el Chaco trabajando en una de las reuniones de pastoral cuando uno de los integrantes del grupo, mencionó a un tal Mauricio Silva que trabajaba en los servicios de la basura de Rosario. Y eso me impactó. No lo conocía a Mauricio todavía. Fue la primera referencia que tuve de él. Pero la registré muy bien porque me procuré más información sobre ese personaje y cuando llegué a Buenos Aires enseguida me enteré que Mauricio Silva estaba acá. Y estaba viviendo cerca de la avenida Córdoba con un compañero en un departamento a cinco o seis cuadras de distancia de la casa de Canning y Córdoba. Y ahí me encontré con él”, resume Veremundo Fernández. La idea de Mauricio de ingresar al mundo de los barrenderos como uno más de ellos tenía un sentido especial madurado en el tonel del tiempo, las oraciones cotidianas y las palabras sencillas despojadas de los ornamentos retóricos para desnudarse en el encuentro con el otro, liso y directo. “Mauricio, si tú no eres capaz de ser amigo de este hombre, tampoco tienes derecho a ser su sacerdote, me enseñó Arturo (Paoli). Aquí no valen las investiduras o nombramientos de obispos para presentarte a los feligreses de una parroquia… ni los proyectos de obras y construcciones para entrar en un barrio; aquí la relación y por tanto la presentación es por la única puerta que Dios le puso a la vida: la amistad, me comentó muchas veces Mario (Grippo)”. Estas palabras forman parte de uno de los pocos textos que se conservan de Mauricio Silva.76 Allá fue Mauricio Silva, hermanito del Evangelio, hacia Buenos Aires, la gran metrópoli devoradora de identidades, a buscar su destino entre los más pequeños entre los pequeños. Como ya vimos el proyecto de trabajar con los barrenderos de la ciudad de Buenos Aires había comenzado a surgir en Mauricio estando aún en Fortín Olmos y especialmente a partir de su primera y fallida experiencia con los cirujas de la ciudad de Rosario. Su idea fue madurando hasta la decisión de regresar a Buenos Aires. Una vez allí se acercó a la Fraternidad de La Boca, una de las doce Fraternidades que los Hermanitos de Foucauld, habían abierto en Argentina. En ese sentido conviene detenerse un momento para analizar los lugares y tiempos de ubicación de las comunidades los Hermanitos para entender conceptualmente su carisma y compromiso evangélico con los más pobres. La Fraternidad de Fortín Olmos, en el chaco santafesino, fue la fundacional y se extendió entre 1960 y mediados de 1975, es decir entre los años en que se inicia un despertar de la conciencia social en busca de organizarse y la noche oscura de la represión paraestatal. En 1965 a setenta kilómetros de Olmos se establece la segunda comunidad en la ciudad de Reconquista, en la misma provincia de Santa Fe. El primer intento por establecerse en Buenos Aires lo dan en 1970 con las fraternidades de La Boca, en la capital argentina y la de San Miguel, en la localidad del mismo nombre en

75 Entrevista con Veremundo Fernández, mayo de 2007. 76 “Cómo nació nuestra Fraternidad”. Mauricio Silva, enero 1977, Cartagena, Colombia.

Page 60: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

el denominado Gran Buenos Aires, orilla de la capital. “Fue una fraternidad de estudios que se ubicó en la Comunidad Tierra (una iniciativa comunitaria vinculada al Movimiento del Arca de Lanza del Vasto). Allí estuvieron los hermanos Arturo Paoli, Marcelo Laffage, Héctor Artola, Roger Gagnon, Max Decrop, Juan Rique, Nelio Rougier, Pascual Ranz, Julio Saquero y René Bros.”77 La primera extendió su vida hasta el año del golpe militar, es decir 1976. La segunda sobrevivió sólo hasta fines de 1971. En Abascal, norte del Gran Buenos Aires, estuvieron presentes entre 1971 y 1973. “Se ubicó en un barrio de inmigrantes del argentinos llegados desde las provincias, pero sobre todo de paraguayos y bolivianos. Con el apoyo de familias lugareñas lí se instalaron los hermanos Héctor Artola, Rogelio Vedovaldi y Francisco Hülsen. La Fraternidad de Suriyaco, en La Rioja fue la base para el noviciado de la Fraternidad en el país. Fue una “Fraternidad del desierto. Arturo Paoli y Julio Saquero fueron los primeros hermanos y allí hicieron su noviciado Juan José Kratzer, Juan Martínez, Jorge Rougier, Joao Cara, Patricio Rice, Daniel Leal, Marcos Cirio y Mauricio Silva. En una localidad cercana, llamada Los Talas, estuvieron Enrique de Solan y José Pineau. Entre 1971 y 1974, se establecieron en la periferia de la ciudad de Córdoba, en una villa miseria llamada Barranca Yaco. Por ella pasaron Nelio Rougier, Pascual Ranz, Cesar Torres y más tarde Jorge Rougier, entre otros. También en 1971 y hasta un año después, fue creada una fraternidad en Paraná, provincia de Entre Ríos, donde estuvieron Roger Gagnon y Max Decrop. En 1972 se establecieron Juan José Kratzer y Mauricio Silva en Rosario para el trabajo con los cirujas de la ciudad. Campo Grande fue otra comunidad cuya vida se extendió entre 1973 y 1974 a treina kilómetros de la capital de la provincia de Tucumán y alli estuvieron presentes los hermanos Héctor Artola, Rogelio Vedovaldi, Antonio Lazarotto y Marcos Cirio. La comunidad debió retirarse debido a la represión sufrida de parte de las fuerzas de seguridad que hostigaban a la Fraternidad en los meses previos a la represión abierta. Entre 1974 y 1977 se ubica en Palermo la Fraternidad de la calle Malabia, último refugio de los Hermanitos y en el pero momento de la represión en Villa Soldati se instala otra comunidad entre 1975 y 1976. Entre 1975 y 1976, los hermanos Patricio Rice y Marcelo Laffage establecieron una fraternidad en un refugio para perseguidos políticos en el barrio de Flores. Marcelo tuvo que irse del país bajo amenazas, pero Rice junto a Juan José Kratzer iniciaron una nueva fraternidad en una villa miseria de Villa Soldati, y junto a ellos se agregaron como postulantes el sacerdote diocesano, Pablo Gazzarri y el capuchino, Carlos Bustos, ambos víctimas definitivas, más tarde de la dictadura militar. La Fraternidad de La Boca, ubicada en una casa de la calle Wenceslao Villafañe, a pasos de la avenida Almirante Brown, extendió su vida desde 1970 hasta 1976 cuando la represión dictatorial la golpeó con toda crudeza. Ubicada a seis cuadras del estadio del club Boca Juniors y a diez del Parque Lezama, esa comunidad fue un punto de referencia para todos los hermanos de la Fraternidad que pasaron por Argentina.

77 La Fraternidad en medio de la tempestad.

Page 61: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

“En el barrio portuario de La Boca, se ubicó esta fraternidad en uno de los tradicionales conventillos. Vivieron ahí, Marcelo Laffage, Arturo Paoli – cuando estaba de paso-, Enzo Bona, Francisco Hulsen, Román Chemello, Daniel Leal, Antonio Lazzarotto, así como Marta Garaygochea y Ada D´Alessandro, miembros de la Fraternidad amplia.”78 “Tenía dieciocho años cuando entré con las Hermanas Misioneras Franciscanas de María y estaba en una búsqueda profunda. Mientras me iba trasladando a diferentes destinos de la comunidad, llegó a mis manos el libro “En el corazón de las masas” de René Voillaume, y el corazón me latía fuertemente cuando lo leía porque yo decía -esto es lo que quiero vivir. Entonces pedí permiso para hacer trabajo obrero y no se lo entendía, pero tanto insistí que me dieron permiso para ser empleada doméstica. Y estuve medio año trabajando como empleada doméstica en Córdoba. Después trabajé en un frigorífico en Pajas Blancas entrevistando a los obreros a pedido de la patronal. Pero terminé organizando el sindicato con ellos. Pero así se armó el conflicto dentro de mi comunidad con la Hermana Superiora que me conminó a optar entre la vida religiosa y la civil. Lo que estas haciendo ya no es vida religiosa; dedicate a tu compromiso de trabajo con los obreros y salí de acá. Entré en gran conflicto porque estaba segura de que mi vocación era así. Pedí un año sabático, me fui sola a un ermitorio y buscaba la Fraternidad pero no la encontraba. Fui a preguntarle al cardenal Primatesta si me podía dar la dirección de la Fraternidad pero me recomendó que ingresara a una vida de clausura. Claro, era para apaciguar todas mis búsquedas. Me recomendó ir a un grupo de monjas que eran de clausura total. Cuando terminó ese año 1973, tan ajetreado volví a la comunidad y pero terminé saliendo. Lo encontré a Arturo Paoli en Córdoba y me dijo –venite a vivir con nosotros en La Boca, a una vida compartida, mixta, célibe. Tendría treinta y tres años, o treinta cuatro, no te sé decir con exactitud. Ahí lo conocí a Mauricio”79. El paso de Mauricio por la Fraternidad de La Boca duró el tiempo necesario como para desplegar su proyecto de trabajo con los barrenderos de la ciudad. Llegó en setiembre de 1973 y permaneció hasta fin de año cuando logró el empleo como agente municipal en el área de limpieza. Mauricio barrendero “Tengo que decir que siendo un trabajo municipal me costó mucho entrar: colas y esperas interminables y aunque parezca mentira también la imprescindible recomendación política (?) como todos. El primer intento –frustrado- me costó tres meses; el segundo –favorable- cinco”.80 El 19 de diciembre de 1973, Mauricio fue notificado por el Departamento de Personal de la Municipalidad de Buenos Aires acerca de su nombramiento como barrendero, según el decreto firmado seis días antes. Pudo ingresar finalmente a trabajar y fue destinado al corralón de limpieza urbana del barrio de Floresta.

78 La Fraternidad en medio de la tempestad. 79 Entrevista con Marta Garaygochea. Mar del Plata, Abril de 2007. 80 Como nació nuestra Fraternidad.

Page 62: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

Hacia mediados del siglo diecinueve el barrio era una terminal del ferrocarril oeste, zona poblada de casas quintas para fin de semana y veraneo, era punto de asentamiento de los inmigrantes italianos y españoles que huyen del hambre y la persecución. El crecimiento poblacional plantea el problema del saneamiento ambiental y la intendencia arbitra medidas para resolverlo comprando la finca ubicada entre las calles Gaona, Sanabria, Morón y Gualeguaychú el 25 de julio de 1911. “Será destinado a la instalación del corralón de limpieza de Vélez Sarsfield….”81. Durante las tres primeras décadas el corralón funcionaba como depósito de materiales de pavimentación para la ciudad pero en poco tiempo se pone en funcionamiento como corralón de limpieza albergando las primeras chatas utilizadas para recolectar la basura. Los trabajadores ocupados de la recolección acompañan a pie el andar de las chatas, tiradas por caballos percherones que realizan de memoria el recorrido asignado. El recolector tenía un fuentón grande con dos manijas en el que volcaba el tacho que cada familia dejaba en su vereda. Entonces, la mayoría de los barrenderos eran de nacionalidad italiana, y la gente del barrio los llamaba “mussolinos”. Las tareas de recolección de basura son realizadas por los menos calificados, analfabetos, casi marginales para la sociedad de la época. Así en los comienzos de Floresta en esas décadas, el corralón se constituyó en una fuente de empleo y también de ayuda social, un lugar donde se escuchan y entrelazan voces con distintas lenguas, en un espacio que se está poblando”82. “En 1925 comienza la renovación del material rodante, pero las últimas chatas son retiradas del servicio activo en 1968. Los camiones recolectores-compactadores anaranjados, de marca Dodge comienzan a circular por las calles del barrio en los años 60”83. Pero en 1962 se produjo una gran huelga de los trabajadores barrenderos y la basura se acumuló en las calles de la ciudad. Aunque el conflicto finalmente se soluciona, es aprovechado desde sectores de la municipalidad que tienen intereses en usufructuar el “negocio“ de la basura. Dejan “fuera de servicio aquellos primeros camiones, les sacan los paragolpes y los hacen chocar de frente entre si”, relata Miguel Janson, ex trabajador del corralón. Así la empresa privada Maipú se hizo cargo de parte del servicio. Por esa misma época se realiza la primera presentación documentada pidiendo el traslado del corralón y la transformación del predio en espacio público por cuestiones de higiene. Pero los posteriores cambios de gobierno civiles y militares olvidaron ese compromiso. Para el tiempo en que Mauricio, Veremundo Fernández y Jesús Silva, ingresan al servicio de limpieza porteña, las chatas pasaron a ser un grato recuerdo y la sociedad ya vivía un período de ebullición social y política. La efervescencia política y la participación popular son el telón de fondo. “Los trabajadores que dependen de la municipalidad, tienen base en el corralón, pero otros servicios continúan concesionados a la empresa privada Maipú

81 Según el historiador porteño Miguel Vattuone, en sus investigaciones publicadas en el sitio web del barrio de Floresta. 82 La información fue tomada de los trabajos del taller de historia oral del barrio coordinado por la profesora Francis Lagreca. 83 “Crónicas de la basura porteña”, de Angel Prignano, Buenos Aires, 2001.

Page 63: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

que contrata el personal en forma precaria, prácticamente como changarines, privándolos de beneficios sociales y asignándoles recorridos larguísimos, de hasta 120 cuadras. Quienes ofrecen sus brazos se reúnen cerca de la cancha de All Boys y allí los levantan en camiones. Caprichosamente deciden cada día quien trabaja y quien no. En el intento de terminar con este abuso y mejorar su situación, recurren a una Unidad Básica que funciona en Paez y Argerich. Es así que varios jóvenes militantes de la Juventud Peronista en 1973 comienzan a trabajar en el corralón involucrándose en la tarea de conseguir “la municipalización de los recolectores” con la intención de profundizar su organización, disputando posteriormente las elecciones internas, que como en otros gremios enfrentarán a la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) y a la Juventud Sindical Peronista. Un protagonista de estos sucesos, Miguel Foncueva, cuenta que mucha gente del barrio trabaja en ese tiempo en el corralón y recuerda al peluquero (¡tenían peluquería funcionando para los trabajadores!), al mecánico…”.84 Cuando logró el puesto del barrendero, Mauricio ya estaba listo para iniciar la nueva comunidad. “Debe haber sido a comienzos de enero de 1974. Y enseguida por contacto con los religiosos de mi parroquia les planteé lo de un espacio. Había una de estas mujeres que frecuentaba mucho la iglesia de la Consolación que era dueña de los locales de un conventillo sobre la calle Malabia. Y parece que el superior de la comunidad le dijo comunicó a esta mujer la situación. Y ella nos alquiló primero una habitación con una cocina y el baño era compartido”85. Veremundo Fernández, junto a Marta Garaygochea, y más tarde Jesús Silva, compartieron la comunidad establecida en la calle Malabia 1450, en el corazón del barrio de Palermo. “Yo era agustino y por mas permiso que tuviera y peleas que había tenido, estaba bajo autorización de palabra, de mis superiores mayores. Mauricio tenía muy clara su vocación de hacerse hermanito de Foucauld. Hacerse obrero al estilo de los Hermanos de Foucauld es perdiendo un poco la identidad, trabajando manualmente y desde ahí dando testimonio de espiritualidad, como la vida de Jesús de Nazareth. Pero yo no había pensado las cosas así. Para mi las cosas eran distintas. El sacerdote obrero no pierde su identidad sacerdotal. Me parece que esa decisión clara que él tenía por su lado y yo por el mío, hizo que enseguida, por las ansias que yo tenía de romper y hacer moldes nuevos, lograramos un acuerdo y dijimos, -bueno vamonos a vivir allá al conventillo de Malabia”.86 A partir de allí se inicia la convivencia en la que será la última Fraternidad en la Argentina y será Mauricio, como se verá más adelante, el último Hermano del Evangelio en el país. Desde la comunidad de la Boca llegó Marta Garaygochea para incorporarse junto a Jesús cuando Veremundo decidió tomar otro camino. “Yo había leído también los libros de Arturo Paoli y quedé impactado. Las veces que estuve con él me atrapó. Mauricio estaba empeñado en conseguir su adscripción formal a la Fraternidad de Foucauld. Y yo aproveché la oportunidad para lograr el camino que estaba buscando desde hace tiempo, que era hacerme sacerdote obrero.

84 Memorias del barrio de Floresta. Página web www.la-floresta.com.ar 85 Entrevista con Veremundo Fernández. Abril de 2007. 86 Entrevista con Veremundo Fernández. Abril de 2007.

Page 64: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

Yo no pensaba en los Hermanitos del Evangelio. Lógicamente me impresionaba la forma de vida de ellos. Frecuentábamos allí la Fraternidad de La Boca, íbamos allí bastantes veces”87. Mauricio, Jesús y Veremundo ingresaron al trabajo de barrenderos en diferentes áreas de la ciudad de Buenos Aires. Marta siguió como empleada doméstica por la mañana y su apoyo en el sindicato de empleadas domésticas por la tarde. Mauricio había hecho su noviciado en La Rioja y ya era un integrante de la Fraternidad; Veremundo no ingresó sino que siguió con su ideal del sacerdote obrero y Jesús, llegado de Montevideo tras dejar su parroquia en el clero diocesano, permaneció en la Fraternidad de Malabia entre marzo de 1973 y diciembre de 1976, cuando partió rumbo a Venezuela para hacer su noviciado y formalizar el ingreso a la Fraternidad. La vida cotidiana en el conventillo dónde había otras tres familias viviendo, es recordado por Veremundo Fernández. “Estamos hablando del año 1974 cuando ya estaba Perón. En los primeros intentos que hizo para ingresar a la municipalidad como barrendero le costó mucho. Pero en ese ínterin en que yo llegué, enseguida le salieron los dos cargos: uno para él y el otro para mí. Posteriormente se pidió el trabajo para Jesús, el hermano de Mauricio, y a los dos meses se consiguió enseguida un cargo de barrendero. Yo pertenecía a una cuadrilla quedaba en la plazoleta de Las Heras y Scalabrini Ortiz, en la antigua penitenciaría. Ahí nos juntábamos los barrenderos. No era propiamente un corralón; había lugares dónde nos guardaban las carretillas, y no era tan grande y descomunal como el de Mauricio. Había un bar cercano donde nos encontrábamos los veinte o treinta barrenderos todas las mañanas para desayunar. Nuestro trabajo empezaba como las siete o siete y media de la mañana. Y le dábamos como hasta la una o una y media de la tarde”. En Malabia 1450 “la vida cotidiana era una cosa muy natural. Porque en un principio cuando uno realiza experiencias de estas que son llamativas, fuera de lo común, uno hasta por ahí se siente importante. Pero no era una ida tan terrorífica, porque era lo más común. Sólo que teníamos una habitación de dos metros y medio por cuatro, con dos camas, al principio, y luego tres cuando llegó Jesús. Y la cocinita estaba al lado. Después nos dieron otra habitación chiquitita, enfrente, en el mismo conventillo, que la utilizamos como capilla donde teníamos el Santísimo. En realidad no nos hacía falta tampoco la capilla para celebrar. Llegábamos, comíamos juntos, hacíamos la comida normal. Al mediodía, con porotos, lentejas, carne cuando había. Ganábamos lo suficiente como para no pasar hambre y tener también para los viajes. Y por las tardes era un poco el descanso, ratos de oración que teníamos en común, donde Mauricio siempre llevaba la batuta, era el referente principal y sobre todo la celebración de la Eucaristía. Todo en un estilo totalmente informal, doméstico, sin aparatos de ninguna clase, sin protocolos, en nuestra calidad de sacerdotes. Algunas veces solos, pero otras muchas veces con gente que venía a visitarnos, amigos. Por nuestra comunidad pasaron algunas personas que se integraron y que luego hicieron su vida. Algún exiliado chileno, un matrimonio de psicólogos, era una comunidad abierta. Incluso planeamos una comunidad más amplia que finalmente no se concretó

87 Entrevista con Veremundo Fernández. Abril de 2007.

Page 65: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

porque las circunstancias personales ligadas a la situación social y política torcieron el rumbo de las cosas.”88. “Mauricio era muy claro: “nuestra comunidad es comunidad obrera, dependemos de nuestro trabajo. Somos pobres porque somos obreros manuales, no porque hicimos opción de pobreza en una comunidad que todo lo tiene”. El recuerdo es de Jesús Silva y sirve para ejemplificar el nivel de compromiso de Mauricio y las líneas rectoras que desarrolló para la Fraternidad de la calla Malabia. “Yo nunca fui obrero manual en mi vida, asi que llegué a Buenos Aires y Maurcio me dijo que me consiguiera un empleo. Recortaba los avisos del diario y me iba a ofrecer a los empleos que aparecían, pero en todos lados veían que yo no había hecho experiencia de trabajo ninguna. Hasta que llegué a un periódico y conseguí un trabajo que era corrector. Cuando se enteró Mauricio me dijo: “no chico, eso no es para nosotros, ¿qué es eso? Nuestro compromiso de pobreza es trabajar dependiente, y el que trabaja como obrero dependiente nunca va a ser rico, nunca va a salir de su condición de pobreza. Ahora, con los reales que tu cobres en tu trabajo has lo que tu entiendas que tienes que hacer para mantener tu vida, y no tienes que andar dando cuentas de nada”. Así es que se puso en contacto en ese momento con Simón Lázara, le dijo habló de mi y entonces conseguí el trabajo de barrendero”.89 Su pensamiento vivo y su opción evangélica. Para Fernández, el recuerdo de Mauricio tiene varias dimensiones, humanas y espirituales. “Tenía un poder de contemplación muy profundo. En la vida religiosa hay muchos momentos de oración que son de distintos tipos, la oración habitual, el rezo de los salmos, del breviario, que es una oración. Pero después en todas las casas religiosas hay momentos de meditación que no es oración de plegaria. Es oración de meditación, de reflexionar, sobre los misterios de la vida de Jesús, la divinidad, los misterios del hombre… En definitiva es reflexionar y sacar conclusiones y hacerte propuestas para tu vida, y hacer comparaciones sobre lo que es tu vida. Pero otro grado más elevado de oración digamos, es la contemplación. Lo que ocurre cuando se está escalando una montaña. Conforme vas subiendo vas viendo con más naturalidad el paisaje completo y vas integrando todas las cosas en una visión global. Mauricio era un contemplativo. La vida que llevaba era durísima, trabajador de la basura, participante de movimientos políticos muy fuerte, y sin embargo cuando entraba en trance por sus oraciones, tenía un poder de contemplar realidades superiores, pero desde una contemplación serena que a mí por lo menos me llamaba la atención. Generaba sosiego, paz, equilibrio. Esa era una cualidad que yo apreciaba muy de cerca en Mauricio. Otra cualidad era su capacidad de enganchar a las personas con su conversación. Era de una conversación muy amena, muy amistosa, cariñosa. Para él era ser uno de los compañeros de trabajo, vivir como ellos y asumir su propia vida. Me

88 Entrevista con Veremundo Fernández. Abril de 2007. 89 Entrevista con Jesús Silva. Abril de 2007.

Page 66: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

acuerdo cuantas veces que por ahí alguien venía a casa y decía he visto en tal supermercado hay cosas muy baratas que podríamos traer. Y Mauricio le decía, no porque sean baratas las cosas las vas a traer. ¿Si no te hacen falta para que las quieres?”.90 En abril de 1975, Veremundo Fernández decidió abandonar el conventillo y tomar otro rumbo para su vida fuera del sacerdocio activo. Poco después vería con vida a Mauricio por última vez. “Habrá sido en el año 1975, para Navidad, nosotros vinimos con mi mujer y mi hijo José a visitar la inmensa familia de mi mujer, toda ella porteña, pasamos las fiestas con ellos y fuimos a Malabia. Y recuerdo que al entrar yo con el niño en brazos para enseñárselo a Mauricio, él me abrió la puerta y dijo ooohhhh !!! la flor y el oso !!! Una cosa así. Eso fue a principios del año 1976. El nos había visitado en San Juan donde fuimos a vivir con mi esposa en 1975. Nuestra separación del grupo fue dramática para los dos, para mi, para él. Mauricio estuvo presente en la ceremonia religiosa de mi casamiento pero se mantuvo ahí, a la distancia, como diciendo aquí estoy, al lado tuyo. Fue cuando realmente me dio a entender que no solamente había aceptado mi decisión, sino que la asumía y seguímos amigos y hermanos. En las vacaciones de fines de 1975 fue a San Juan a visitarnos y estuvo como ocho días en casa. “En junio de 1977, un amigo común que estuvo con nosotros en el grupo comunitario, nos escribió un mensaje por correo y nos decía, -Mauricio está enfermo y lo han internado. Y comprendimos enseguida la situación. Entonces me fui a Neuquén a encontrarme con Jaime De Nevares, que había sido colega de Mauricio con los salesianos. Y yo creo que De Nevares se enteró por mi, supongo, me recibió en su residencia, con los curas que vivían con él. El escribió una carta para que yo llevara a la Nunciatura porque le dije que me venía para Buenos Aires. Traje esa carta y la entregué en la Nunciatura con el encargo del obispo neuquino. Después fui hasta la casa de Malabia. Recuerdo que mi mujer me dijo –pero no puedes ir allí, no puedes hacer eso. Pero yo necesitaba volver al lugar físico, verlo otra vez. Entré a las habitaciones, a la capilla, al que fue nuestro dormitorio, a la cocina, me llevé unos cuantos libros que yo apreciaba, entre ellos unos breviarios míos. También estuve visitando las calles dónde barría Mauricio. Todo eso cuatro o cinco días después de su desaparición”. Con la salida de Veremundo de la comunidad de la calle Malabia y la partida de su hermano Jesús a realizar el noviciado en Caracas, Venezuela, Mauricio queda sólo acompañado por Marta Garaygochea. En 1975 la Fraternidad de Foucauld reconoció oficialmente el proyecto de la comunidad de Malabia con el trabajo en el mundo de los barrenderos. La idea de Mauricio tomaba forma definitiva. Los motivos de la elección de los barrenderos como universo evangelizador, están presentes en la necesidad de estar con los más pobres entre los pobres. “Buenos Aires en ese entonces” –escribe Mauricio- “ocupaba unos 13.000 obreros en su limpieza. Dividida en seis grandes zonas logramos ubicarnos cada uno en distintos sectores. Nos comprometimos a hacer el camino tomándonos todo el tiempo

90 Ibidem.

Page 67: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

que exigiera las circunstancias… y con un propósito: dar a conocer nuestra identidad sólo en la amistad, y como fruto de un cuestionamiento y descubrimientos personal. El camino se fue poblando es estos tres años de muchos encuentros y rostros fraternales. Dejando aparte anécdotas y cosas novedosas que todos los días se dan, quisiera ir a lo más sustancial de nuestra experiencia”91. La experiencia iba construyéndose día a día en el trabajo. “Mauricio se levantaba muy temprano porque entraba a la siete a trabajar. Su corralón quedaba muy lejos y tenía que buscar el carrito y sus enseres. Yo dormía hasta más tarde, así que no nos veíamos a la mañana. El tomaba algo, rezaba rápido y se iba. Hasta de caminar rápido era Mauricio. Al mediodía cuando él regresaba no nos veíamos porque yo llegaba a la una, comía algo, y me iba al sindicato de empleadas doméstica que estaba en Montevideo y Córdoba, porque entraba a las tres. Entonces si él llegaba, no comía, se iba a acompañarme hasta la parada del colectivo, charlando de lo que vivió ese día, de los compañeros. Estábamos al tanto de la vida de los compañeros de uno y de otro. Nos veíamos recién a la noche. Yo salía a las siete del sindicato, según la cantidad de compañeras que había para charlar. El me esperaba en el hall del local, sentado, charlando con las compañeritas domésticas, leía algo, hasta que yo saliera. Y nos veníamos en el colectivo charlando, compartiéndo, porque yo le pedía consejo de los casos que íbamos viendo cada día. Llegábamos, tomábamos algo y nos cruzábamos el patio para ir a la capillita a hacer nuestra oración fuerte del día, que era al anochecer, a las ocho. Podía ser una hora, hora y media o dos horas, lo que necesitáramos. Y siempre nos acompañaba alguien, o algún compañero barrendero, una empleada doméstica, un amigo, algún joven o algún militante, porque las piezas nuestras habíamos dicho de dejarlas siempre abiertas, nunca con candado. Entonces entrábamos y en la cocinita siempre encontrábamos que alguien había estado tomando mate, o se comió algún bizcochito, o estaba con algún problema e iba a la capillita, y a lo mejor no era cristiano, sino un militante que estaba en un momento crucial y venía a compartir algo, amistad, buscar fuerza, hacer silencio”92. Las palabras de Marta Garaygochea sirven para describir cabalmente el espíritu que animaba a la comunidad de la calle Malabia: estar, acompañar desde el Evangelio, uno más en la masa. “Con sus compañeros todos los días a las nueve paraban de trabajar los que estaban en el mismo sector, y se iban a un barcito a tomar un café, a picar algo. Se juntaban tres o cuatro y todos los días se hacía eso. Había una relación muy linda con los compañeros. Por ejemplo, el fin de semana como la mayoría de los compañeros vivía en provincia y no en capital, nos invitaban a comer. Íbamos a las casas de ellos. Una vez fuimos a la casa de una familia que estaba construyendo una pared para una pieza, fuimos y colaboramos con ellos. Compartíamos de lo pequeño que teníamos, de lo que ganábamos con el que necesitara y decíamos: en nuestra cajita de ahorros en el conventillo no tiene que quedara para el otro mes”.

91 Como nació nuestra fraternidad. Mauricio Silva, enero de 1977. 92 Entrevista con Marta Garaygochea. Mar del Plata, abril, 2007.

Page 68: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

“Nosotros veíamos como compromiso eso: él en su gremio yo en el mío. Y como era tan lúcido lo buscaban mucho para redactar. Pero también teníamos claro es que no íbamos a asumir roles dirigenciales. Eso siempre lo charlábamos. Dos cosas se hablaban muy seguido, porque venían esas ofertas muy seguido de los compañeros, de no asumir roles protagónicos, pero si colaborar en lo que hiciera falta. Y la otra cosa de la que se hablaba seguido era de no abandonar el país por nada, aunque llegara lo que sabíamos que iba a llegar. Porque la reflexión era esta: si queremos compartir la suerte con ellos, un pobre no tiene ni pasaporte, ni plata para bancarse, ni nadie influyente que le pueda dar la plata para el pasaje y salir del país cuando alguien lo persigue. Así que íbamos a sufrir, si nos tocaba... Sabíamos que se acercaba. Así que eso era motivo de oración todos los días”93.

93 Ibidem.

Page 69: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

Capítulo Nueve. A medida que pasaban los días la represión se acentuaba sobre todo el movimiento social que no sólo enarbolaba reclamos salariales y laborales, sino mejores condiciones de vida a partir de un nuevo orden social. Allí se confundían y mezclaban en un solo torrente las ideologías políticas y los carismas religiosos. Para la Alianza Anticomunista Argentina, la tristemente célebre Triple A, eran blanco de muerte todos quienes se organizaban y reclamaban desde el cambio de gobierno hasta mejores salarios; viviendas dignas para dejar una villa de emergencia hasta un boleto estudiantil; leyes para dignificar a los trabajadores golondrinas o simplemente un reclamo vecinal desde una sociedad de fomento barrial. Investigaciones judiciales y periodísticas, testimonios de víctimas sobrevivientes y de algunos verdugos de esos años, permiten ubicar a la Triple A como una creación de quien fuera, paradójicamente, Ministro de Bienestar Social durante la tercera presidencia de Juan Perón, José López Rega, el oscuro secretario que se coló en el entorno del ex presidente durante su exilio en España. En los sótanos del Ministerio de Bienestar Social, se almacenaban armas y en las oficinas del ministro se reclutaban matones, ex policías dados de baja por abusos en sus cargos de funcionarios, ex convictos y presos condenados por robos y asesinatos. Todo eso dio lugar a la organización clandestina que se proponía luchar contra el fantasma genérico y difuso del “comunismo”. Su primera víctima fue el diputado peronista Rodolfo Ortega Peña, en 1974 y la más connotada el sacerdote católico Carlos Mugica, asesinado a balazos el 11 de mayo del mismo año al finalizar una misa en la villa de Retiro, dónde el religioso tenía su capilla, cerca de la estación ferroviaria. Los crímenes de la Triple A se cuentan de a centenas, aunque no es posible precisar su número debido justamente a que por su condición de fuerza de choque parapolicial, operara en la clandestinidad. Las elecciones internas del corralón terminan con el triunfo de la derecha, un reflejo de la situación general, pero todos los trabajadores pasan a la municipalidad y queda sembrado el germen de la organización. Cuando con afán privatizador los camiones Dodge, pertenecientes a la municipalidad, son abandonados nuevamente con la excusa de que no funcionan, para reprivatizar el servicio, los trabajadores, cuyo delegado es Luis Labragna, resisten la medida en oposición al gremio, deciden la toma del predio y logran mantener la municipalización. “Nuestra militancia empezó en 1972 y ya estando en el corralón municipal nos incorporamos a la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) en la unidad básica Capuano Martínez. En el momento en que se produce la incorporación al trabajo municipal de había en el corralón doscientas personas y de golpe ingresamos otras cuatrocientas. Repentinamente podíamos dar vuelta una elección. En total pasamos a ser seiscientos

Page 70: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

y llegamos poco después a mas de mil, entre barrenderos, personal de mantenimiento y administrativos. Los comicios internos se llevaron a cabo en setiembre de 1974 y “la lista del oficialismo gano apenas por cuatro votos, gracias a que se les impidió el ingreso a votar a los trabajadores”, recuerda Miguel Janson. “En la elección, en el primer recuento de votos teníamos una diferencia a favor en nuestra lista opositora de ciento cuarenta votos. A la tarde, cuando hicimos el último recuento para asentar en las planillas perdimos por cuatro votos. La prueba de eso fue que el delegado sindical del sector villas, digamos el responsable gremial, ese mismo día fue cambiado a otra área y dejó de venir al corralón. Fue un fraude”. El recuerdo de Janson integra también en ese cuadro a Mauricio Silva. “Mauricio había integrado la lista que se presentó a la elección como delegado de los barrenderos, yo fui el delegado de los mecánicos y Gerez lo fue de los recolectores de basura. Mauricio nos decía que nosotros en algunas cosas éramos muy ingenuos cuando perdimos la elección. Pero de todos modos conseguimos que mucha gente cambiara su vida con la dignidad del trabajo”, sentencia. “Conocí a Mauricio –prosigue Janson- en una reunión donde se conformó la lista opositora a la conducción del gremio. Lo primero que me impactó fue su presencia, un hombre alto y mayor y su forma de hablar. Era conciso y muy tranquilo para hablar. Sabía que muchos de nosotros no entendíamos lo que estaba pasando y él explicaba la situación con una gran dosis de simpleza conceptual”. Eran los días previos al golpe, las vísperas de lo que ya todos imaginaban, presentían. Sin embargo la vida continuaba en el ritmo rutinario y cotidiano del trabajo. “Al mediodía yo dejaba de trabajar en el corralón y me iba a trabajar a un taller mecánico en Luis Viale y Condarco. Por ahí tenía su recorrido Mauricio como barrendero y a veces dejaba el carrito y la escoba para que los guardaramos allí y nos poníamos a charlar de todo, del gremio, de política, de la vida”. Janson también hace hincapié en los desvelos de Mauricio a partir de su trabajo. “El no tenía ninguna necesidad de hacer lo que hacía; de trabajar para mantener una familia. Y sin embargo lo hacía como si lo necesitara realmente. Para él el trabajo era una herramienta de solidaridad porque, si bien ganaba un sueldo, su planteo gremial no era porque cobráramos poco. Su reclamo nunca era salarial, sino por una mejor calidad de vida para todos nosotros. Trabajaba para que naciera ese hombre nuevo. El decía que había que hacer bien nuestro trabajo para poder ser mejores. Una de las cosas que nos sublevaban era el vaciadero de basura que había en el Bajo Flores, por ejemplo, donde se veían cosas terribles como un chiquito metido dentro de un cajón de manzanas y tapado por chapas y maderas como para que las ratas no lo lastimaran mientras su mamá buscaba comida entre la basura”.

Page 71: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

En julio de 1975 el papa Pablo VI solicitó a las iglesias de todo el mundo que investiguen y revisen documentación acerca de una denuncia de 119 chilenos desaparecidos fuera de Chile.94 Desde fines de 1975 era un secreto a voces la inminencia de un golpe militar en Argentina que vendría a completar el rompecabezas de gobiernos de facto instalados en el cono sur. El 24 de marzo de 1976 amaneció en la portada de los diarios la imagen de un helicóptero trasladando a la presidenta María Estela Martínez de Perón rumbo a un arresto sin retorno y al país hacia un genocidio. En el corralón de Floresta, los acontecimientos eran seguidos con el interés y la tensión propios de un tiempo de terror. Carlos Gerez, militante político y sindical y compañero de Mauricio Silva, recuerda las imágenes inmediatas al golpe en el lugar de trabajo. “La intervención mandó marcar con líneas de cal la calle central del corralón y las distintas secciones como barrido, limpieza, taller mecánico, … y el interventor militar nos hizo salir a todos y formar. Venían a poner orden. El ensañamiento fue especialmente con el cura Mauricio, porque lo mandaron a cortar el pasto de la zona con las manos.”95 Tras el golpe de marzo de 1976, también Janson recuerda algunos momentos de tensión en el corralón. “Trabajé hasta abril de 1977 y me fui del país. Después del golpe incluso seguíamos organizados. Pese a que, por ejemplo en el corralón no nos dejaban reunir a tres personas juntas, porque nos separaban o directamente nos sancionaban, en un momento amenazamos con hacer un paro. Como no había ropa ni elementos de limpieza reclamamos. Y vino el secretario de Servicios Públicos, nos escuchó y dijo que iba a armar una comisión de reclamos. En un momento dado cuando en la playa de estacionamiento donde se hizo al reunión, se vió rodeado por todos lo trabajadores nos dijo, bueno muchachos me tengo que ir, así que les pido que me dejen salir con vida. En esa reunión estuvimos todos nosotros, incluso Mauricio”. “Mauricio era muy ordenado para exponer sus ideas y su mensaje puede resumirse en la necesidad del compromiso con los más pobres. Y él como barrendero cumplía un rol social muy importante porque tenía una forma de ser atrayente, era gentil y respetuoso con los vecinos del barrio. Cuando Mauricio desaparece yo ya no estaba en el país. Me lo dijo Carlos Gerez cuando nos encontramos en Suecia despues de 1978 incluso y ahí me contó”, rememora Janson. Junto con Mauricio, desaparecen otros dos compañeros de trabajo. Julio Goitia y Néstor Sanmartino, en los primeros días de mayo. Mauricio sería el último de los integrantes de aquella lista opositora en desaparecer durante la noche de la dictadura. “A Goitía lo secuestran en el lugar de trabajo. El entraba a trabajar temprano a la seis de la mañana y como era administrativo usaba un delantal celeste. Se estaba cambiando cuando llega un compañero de trabajo, digamos, para avisarle que el interventor lo buscaba y cuando él entra a su despacho lo agarran, lo encapuchan y lo

94 Información desclasificada en 2002 por el Departamento de Estado norteamericano. Copia en poder del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. 95 Testimonio de Carlos Gerez. Abril de 2007.

Page 72: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

secuestran. Eso fue el 5 de mayo y al día siguiente lo secuestran a Sanmartino de su casa”, completa en su recuerdo Janson. En octubre de 1976 se produjo la detención en Villa Soldati de Patricio Rice y la laica Fátima Cabrera, quienes fueron llevados por la Policía Federal. Un mes más tarde se produjo la desaparición del sacerdote Pablo Gazzarri. “Eramos concientes de lo que se venía con el golpe del 24 de marzo. Las cosas ya estaban peligrosas y todo iba a ser peor, ya lo veíamos venir”96.

************************** En diciembre de 1976 Mauricio y Jesús parten hacia Colombia, a la ciudad de Cartagena de Indias, donde se realizará un encuentro de las Fraternidades a nivel internacional. Allí el debate acerca de cómo posicionarse frente a las dictaduras insumió la mayor parte del encuentro. Francisco Hülsen, participante de ese encuentro, recuerda las tensiones que se vivían por los momentos dramáticos a nivel continental. “Había dos posturas entre los hermanos. Una planteaba la necesidad de tomar una opción política frente a la dictadura y la otra insistía en la importancia de mantenernos como una comunidad religiosa sin perder nuestra identidad. Los hermanos argentinos más jóvenes eran quienes impulsaban con fuerza la idea de la opción político partidaria. Finalmente se impuso por tres o cuatro votos, nada más, el mantener nuestra identidad como comunidad evangélica. Mauricio y yo estabamos enrolados en esa postura. Al final del encuentro varios hermanos jóvenes fuera de la reunión le reclamaron a Mauricio un compromiso político mas fuerte”.97 Mauricio regresa al país en 23 de marzo de 1977, a raíz de una recorrida que realizó por diversas fraternidades de Sudamérica ubicadas en Colombia, Venezuela, Ecuador y Bolivia. El 8 de abril de 1977 desapareció Carlos Bustos, postulante de los Hermanos del Evangelio y diez después, el 19 de abril de 1977, Juan José Chiche Kratzer salió rumbo a Venezuela por medio de la Nunciatura. Mauricio tenía un compromiso de participación con el gremio de los barrenderos, como ya quedó expresado mas arriba. Era tiempos en que la cuestión de la violencia política estaba en los debates cotidianos de militantes gremiales, políticos y entre el mundo religioso. “Mauricio como sacerdote tenía su vida espiritual de manera más privada y en su trabajo como barrendero daba testimonio de su compromiso. La vida interior de la comunidad era un marco de sostén en que uno se aferra para poder hacer una presencia gremial comprometida. Participaba en todo lo que eran las inquietudes del momento, de esa izquierda que quería no perder el momento político tan particular que se vivía en Argentina, y que era lo que nos motivaba a trabajar porque era una posibilidad real de cambio. Mauricio ingresó al

96 Entrevista con Jesús Silva, Buenos Aires, abril de 2007. 97 Entrevista telefónica con Francisco Hülsen desde Bolivia. Mayo de 2007.

Page 73: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

sindicato en un momento en que había que cuidar la sede recién tomada y en que los obreros se reparten los turnos de guardia. Entonces empieza el conflicto interior en la vida de Mauricio, porque eran guardias armadas las que se hacía. Yo iba a las reuniones con Mauricio, y llegó un momento en que la opción gremial era de tal tipo que obligaba a una participación activa y violenta. Entonces discutimos con Mauricio: -¿nos conviene continuar en la militancia gremial o tenemos que pedir un alto? Porque la comunidad no esta de acuerdo en empuñar armas ni con la violencia. En el momento lo discutimos en una reunión interna de comunidad de Malabia y decidimos cortar con el gremio para no tener que asumir esta posición de violencia. Fue final, ya en diciembre de 1976”98. Esa decisión de Mauricio quedó plasmada por escrito. “Participar a nivel del pueblo, conociendo proyectos. Apoyando, concientizando desde una postura en que quede de manifiesto nuestra opción primera y fundamental: nuestra vida religiosa… y sin pertenecer a una organización revolucionaria”99. Con la llegada de mayo de 1977, el cerco sobre Mauricio se va cerrando. Entre el 5 y el 6 de mayo fueron secuestrados y desaparecieron los compañeros del corralón de Floresta donde se desempeñaba Mauricio, Néstor Sanmartino y Julio Goitía que habían integrado la lista opositora al oficialismo del sindicato municipal y ya todo iba a precipitarse.

****************** Las investigaciones y la causa judicial en democracia. Los días previos a su desaparición son relatados por su superior latinoamericano, Giovanni Cara. “Mayo de 1977: Después del regreso de Francoise Vidil, de Europa (Francoise era Prior desde julio de 1976 cuando fue elegido por el capítulo de los hermanos realizado en Italia en el que había participado Chiche Kratzer representando a América Latina) me fui a Argentina para pasar algún tiempo con Mauricio que se encontraba sólo en Buenos Aires. El 6 de junio nos fuimos con Mauricio a la Nunciatura donde encontramos al Nuncio Pío Laghi. Charlamos con el recetario Monseñor Kevin Müller que nos tranquilizó, diciéndonos que el gobierno militar se había comprometido a no “tocar” más a los curas o religiosos. Nos aconsejó, igual, de hablar con el Cardenal Aramburu, Arzobispo de Buenos Aires. El 7 de junio nos entrevistamos con el cardenal Aramburu y le presenté cartas de la Congregación de los Religiosos (de Roma) que me acreditaban como regional de la Fraternidad en América Latina. El cardenal nos aseguró que podíamos andar tranquilos porque, durante la última asamblea de los obispos, un general los había ido a visitar (llegó en helicóptero) con el fin de asegurarles que el gobierno militar no tenía nada en contra de los curas o religiosos. Solamente estaban buscando a un tal “Chichio”(sic) a quien todavía no habían encontrado. Probablemente se estaba refiriendo a Chiche Kratzer quien ya estaba en Venezuela. Le pedí al arzobispo si podía extender un documento de reconocimiento a Mauricio en nombre de la Arquidiócesis. Lo hizo redactar enseguida

98 Entrevista con Jesús Silva. Abril de 2006. 99 Como nació nuestra Fraternidad.

Page 74: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

con el “celebret” (la autorización de predicar y confesar) y fue firmado por el propio Cardenal. Cuando fue detenido Mauricio llevaba esos papeles encima. El 13 de junio a las 21 horas mientras estábamos en la capilla de la Fraternidad llegó sorpresivamente Enrique de Solan recién liberado de la cárcel después de un año de detención. Había sido detenido sin motivo y puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Diez días más tarde sería nuevamente detenido cuando hacía un trámite al saltar un pedido de captura en La Rioja. Esa noche decidimos ir nuevamente a entrevistarnos con el Nuncio por el caso de Enrique. El 14 de junio a las 5.30 salió Mauricio al trabajo después de rezar en la capilla dónde juntos habíamos leído y comentado un texto de la Carta de San Pablo a Filemón. ¡De eso me acuerdo tanto! A las 8.30 fui con Enrique a la Nunciatura. Otra vez hablamos con monseñor Mullen quien pareció muy optimista. No había problema para Enrique ni para Mauricio. A las 11 volví sólo a la Fraternidad dónde habíamos previsto almorzar juntos. A las 12 llegó Rubén, un compañero de trabajo de Mauricio, a quien yo no conocía. Quedé algo desconcertado por su modo de hablar y desconfianza. Quería hablar con Marta y pidió que ella lo encontrara a las 15.30. Empecé a preocuparme por el atraso de Mauricio porque pensaba volver más temprano ese día. A las 13.30 llegó Marta y a las 14 llegó Enrique. A las 15 Marta fue a encontrarse con Rubén y al regresar nos comunicó de la triste novedad de la detención de Mauricio. Decidimos que sería mejor para Enrique irse de Malabia y con Marta fuimos al corralón dónde trabajaba Mauricio. Allí los barrenderos tienen una base de operaciones pero los responsables nos dijeron que Mauricio no se había presentado al trabajo ese día escondiéndonos la verdad. A las 20.30 volvimos con Marta a encontrarnos con Rubén. El era compañero en el sindicato con Mauricio y ante los hechos decidió entrar en la clandestinidad. El día siguiente, 15 de junio, con Marta volvimos al corralón a primera hora, como a las 6.30 para tener información de sus compañeros, los vecinos y las familias del barrio dónde él trabajaba. Pero había mucho miedo. Nadie quiso hablar ni contestar a nuestras preguntas. A las 11.30 fuimos a la Nunciatura y nos recibió otra vez monseñor Müllen. Cuando se enteró de la detención de Mauricio pegó un puñetazo sobre el escritorio y dijo textualmente: ay, no ¡esto no debe ser. Los militares lo habían prometido!. Luego fuimos al Arzobispado pero nos dijeron que el cardenal Aramburu no estaba. A las 16 fuimos con Marta a buscar un abogado para interponer un recurso de habeas corpus por Mauricio. A las 19 mientras estábamos en la cocina del Fraternidad llegaron cuatro hombres armados que se presentaron como miembros de la Policía Federal Argentina y nos mostraron sus credenciales. Se quedaron dos horas, allanaron a todos los cuartos y nos interrogaron por separado a Marta y a mí sobre las ideas, actividades de Mauricio y la Fraternidad. Y se deducía por el tenor de sus preguntas que tenían a

Page 75: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

Mauricio en su poder. Otras fuentes confirmaron que para ese momento Mauricio estaba alojado en a comisaría 41 ubicada cerca de su zona de trabajo. El 16 de junio a las 8 fui al consulado de Uruguay para denunciar su detención ya que Mauricio era ciudadano uruguayo. Luego fui otra vez al Arzobispado donde me encontré con un obispo auxiliar. Este intentó tranquilizarme, aconsejándome que tuviera paciencia y me dijo algo verdaderamente idiota: “Quédese tranquilo. Estoy informado personalmente de que ahora los militares no torturan más a nadie. Lo peor que le pueden hacer es que le ponga una inyección de Pentotal” (un suero llamado de la verdad). A las 21.30 me encontré con Enrique para despedirme. Decidimos que tenía que alejarse de la Fraternidad. El 17 de junio a las 8 fuimos con Marta a firmar el pedido de hábeas corpus y llevarlo al tribunal correspondiente. Después viajé hasta La Plata para encontrarme con el obispo auxiliar Mario Picchi quien había sido compañero de Mauricio como salesiano y a quien Mauricio consideraba un amigo. Pero actuó como si apenas lo hubiese conocido. El 18 de junio decidimos con Marta volver al corralón para hablar nuevamente con la esperanza de que alguien tuviera un poco más de confianza para hablar con nosotros. Fuimos a la calle que él barría y una señora nos contó que había visto a Mauricio barriendo esa mañana y a eso de las 9 llegaron Ford Falcon blancos y fue secuestrado por sus ocupantes. Enseguida me fui a la casa de Domingo Moreau de los Hermanitos de Jesús para comunicarles la noticia. Varios meses después, en septiembre Monseñor Pichi nos informó que había localizado a Mauricio en Campo de Mayo (un inmenso cuartel militar) y que estaba a disposición de la Justicia militar. Un mes más tarde, el mismo obispo nos comunicó que no estaba más en este lugar pero que quedaba en manos de los militares. ¿Dónde? ¿Cuándo? Nunca se supo. Entrevistas posteriores con el Cardenal Primatesta y con el secretario del Presidente de facto, Jorge Videla no nos llevaron a ningún lado”.100 A partir de 1978, Patricio Rice y Jesús Silva trabajaron la denuncia del caso en los Estados Unidos. Varios legisladores del Congreso y el propio Departamento de Estado hicieron varias gestiones en su favor. Hubo un audiencia en el Congreso auspiciada por el Senador Dodd en que se expuso el caso y el de Nelly Forti, y esto tuvo bastante repercusión en Argentina. En 1978 llegó una información que fue muy difundida: una religiosa habría vito a Mauricio moribundo en un hospital de Buenos Aires. Nunca pudimos localizar a esta hermana ni sabemos si existió. En marzo de 1984 amigos de Mauricio pensaron haberlo reconocido en un programa de televisión filmado en el Hospital Psiquiátrico Borda en Buenos Aires. Pero no se pudo confirmar nada. El tema de Mauricio sigue abierto en Argentina como el de miles de otros desaparecidos. Hay una versión no confirmada que el propio Papa Paulo VI había

100 Testimonio de Joao Cara para el trabajo La Fraternidad en medio de la tempestad.

Page 76: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

hecho una intervención persona por él, pedido por René Voillaume y ante esto u otros pedido los militares resolvieron “trasladarlo” porque no quisieron que apareciera vivo debido al estado en que se encontraba. Parecería cierto que para el momento de la mediación papal en el conflicto argentino-chileno en la zona del Canal de Beagle, el caso Mauricio había sido archivado tanto por la Nunciatura como por la dictadura. Esto fue en 1979 cuando sugestivamente circulaba el rumor sobre su supuesto fallecimiento en un hospital de Buenos Aires. La razón de la persecución contra Mauricio sin duda está en la decisión de los militares de combatir cualquier expresión de “subversión” también en los ámbitos religiosos. La opción que Mauricio había asumido de trabajar con los barrenderos les resultaba incomprensible, así se lo dijeron a Joao los policía cuando lo interrogaron. “¿Cómo puede ser que un hombre de tantos estudios como Mauricio –un sacerdote- se dedicara a esta vida?. Mauricio tenía un importante compromiso sindical por lo que era considerado peligroso.101 El responsable de ACNUR en Buenos Aires entregó una carpeta con datos al secretario del nuncio apostólico Pío Laghi, el sacerdote Kevin Müllen. La carpeta estuvo en la nunciatura según revelaron fuentes familiares por lo menos hasta los primeros años del retorno democrático. A diferencia de otros documentos que alcanzaron trascendencia oficial, los datos anotados en esa carpeta no estaban en el modo verbal potencial. De ese modo se pudo reconstruir el único trayecto por el que Mauricio Silva atravesó el umbral de la muerte. El primer punto de llegada mencionado en el informe reservado entregado a la nunciatura es la comisaría 41, ubicada en Bufano 1820 (Nombre anterior de esta calle). Más tarde los datos fueron suministrados por un militar a un obispo quien a su vez los hizo llegar a los amigos y familiares de Mauricio Silva. El teniente coronel Diego Urricarriet, que en 1981 fue ministro de Bienestar Social del dictador Roberto Viola, era en 1977 responsable de la Escuela de Inteligencia de Campo de Mayo. Fue él quien brindó información a Monseñor Mario Picchi, obispo de Venado Tuerto y ex amigo de Mauricio. Según esos datos, Mauricio Silva estaba había sido trasladado a Campo de Mayo, donde se encontraba en condiciones físicas deplorables, según consta en el legajo de la Conadep. Domingo Moreau, un Hermanito de Jesús, que vivió de cerca todo el horror de la represión militar, describe la situación de Mauricio en sus últimos meses. “La persona a la que conocí más íntimamente en este drama fue Mauricio. Los últimos meses que pasaron en Buenos Aires antes de desaparecer fueron de gran soledad. El venía a celebrar la misa en San Justo, dónde vivíamos los hermanos. Creo que tenía una sensibilidad que lo hacía sumamente vulnerable y lo que él vivió debió ser la Pasión más atroz que puede concebirse. Creo verdaderamente que fue un auténtico mártir de América Latina”.102

101 Testimonio de Joao Cara. 102 Testimonio de Domingo Moreau para el trabajo La Fraternidad en medio de la tempestad.

Page 77: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

Henry de Solan vio y estuvo con Mauricio apenas dos días antes de su secuestro. “Volví a ver a Mauricio dos días antes de su desaparición en que, de paso por Buenos Aires, fuí recibido en su fraternidad. No recuerdo que fui hacer a Buenos Aires, visitar a los hermanos sin duda después de mi detención. Me habían puesto en libertad "por error" y el 15 de junio fué publicada en los diarios mi derecho de opción. En consecuencia fuí recapturado en Corrientes una semana después para que ya salga del país. Perdí todo contacto con la fraternidad y no tuve más noticias”. Tras la desaparición de Mauricio Silva, Marta Garaygochea debió dejar la casa de la calle Malabia y vivir por mucho tiempo eludiendo la represión. “Mauricio no aparecía, al otro día en el corralón tampoco logramos nada. Pasaron dos días y tuvimos un allanamiento en Malabia. Vinieron al atardecer. Como era invierno yo no había ido a trabajar porque buscábamos a Mauricio por todas partes, en los hospitales, y no teníamos a quien recurrir. Andábamos los dos con Joao Cara como enloquecidos. Lo que se preveía había pasado. Entonces nos allanan. Eran tres en un Falcon blanco, como siempre, que eran los ángeles custodios que tenía en ese entonces la ciudad. Entraron dos señores con gamulanes grandes. Nos pidieron la identificación. Encontraron un papelito chiquito con una dirección en provincia porque había muerto un compañero de trabajo y nos pedían para que fuéramos al velatorio. Estaba el papelito arriba de la mesa de la cocina. -Que es esto?. Le dijimos es un velatorio al que vamos a ir a la noche. -Esto es una cita, dijeron y lo guardaron. La mirada tendenciosa. Y no nos preguntaron nada. A Joao lo llevaron a la pieza de los hermanos. Y empezaban a interrogarnos. –Quienes son ustedes, de dónde vienen, que hacen? Los hermanos... bueno, pero separados el interrogatorio. Joao tenía pasaporte diplomático de la Santa Sede. Y además era responsable de la Fraternidad en esa región. Pero yo era una amiga. Y a mi me preguntaron en que trabajaba, que hacía, que actividad tenía en el sindicato, si había estudiado, porque si había estudiado estaba trabajando de doméstica. Yo respondí a cada dato que nuestra ideología era el Evangelio. Es el Evangelio, nada más que el Evangelio. Y después nos juntaron en la pieza a los dos y había muchas cartas circulares de la Fraternidad del Evangelio que venían de Francia y metían todo en bolsas de arpillera, todos esos papeles y sacaban de la estantería. Se llevaron todo lo que había de documentación de la Fraternidad. Y de repente en un ropero viejo que tenían los hermanos, que ahí es dónde guardábamos nuestra cajita, apareció una correa. –Acá hay armas, dicen. Abren un cajón de abajo y eran sandalias que usábamos en verano. -Acá hay armas, repetían. Toda una mirada muy tendenciosa e insidiosa”. Con la partida de Cara hacia Europa, Marta no se decide a abandonar el paíspese a las recomendaciones. “Yo no me voy a ir porque tengo que estar acá porque es el compromiso que tengo con Mauricio y no lo puedo traicionar. Es un compromiso que hicimos delante del Señor. Y me quedé sola en el conventillo pero seguí haciendo mi vida normal dos o tres días. Pero se me empezó a cerrar un poco el círculo y empecé a vivir en la calle. Iba, hacía mi itinerario de trabajar a la mañana en casas y seguía en el sindicato pero no iba más a Malabia. Iba al sindicato a la tarde y andaba con unas bolsitas, con ropa, cepillo de dientes y dormía un día en el hall de Constitución, de Retiro, o me metía en una cabina telefónica de Constitución. O si no dormía con la gente que duerme ahí en el suelo. Creo que estuve tres meses y medio

Page 78: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

así, viviendo en la calle. También hubo gente muy meritoria que me ayudaba. Muchas compañeras de servicio doméstico eran del interior y como trabajaban cama adentro, me abrían las puertas de las casas y se arriesgaban de perder su trabajo. Muchas gente así, las gente más humilde, más pobre, mas desprotegida era Dios que me acariciaba en ellos. En enero de 1978 me fui a Córdoba y en una de las casas dónde trabajé de empleada, la mujer era esposa de un juez que había muerto. Me dió una piecita en el campo, me traía comida todos los días, y ahí estuve. Ella era Carmen Padró de Losada. Entonces un cuñado de ella que era abogado, me llevó a sacar el pasaporte a la Policía Federal. Y aunque saqué pasaporte salí con cédula por tierra a Bolivia. Y bueno ahí ya empieza mi peregrinaje por América. Estuve en lugares muy hermosos. Mi vida ha sido muy linda. Gracias al Tata Dios”. 103 La hermana Mabel, una religiosa del Instituto Superior de Cultura Religiosa, ubicado en la capital argentina y donde Mauricio solía compartir la eucaristía y algunas charlas, tiene un recuerdo nítido del sacerdote. “Era afectuoso y alegre, y transmitía una ternura y sencillez. Andaba siempre con un pantalón de jean medio sucio, un pullover y una campera finita. Pero claro él estaba buscando insertarse en el mundo de los barrenderos, era lógico. Me parece escucharlo, tengo su metal de voz y siento que dice “sueño con ser barendero”. Por que, Mauricio?, le decíamos, porque ser barrendero parecería una cosa no tan grata ni digna. Y él explicaba que no veía otra opción porque creía que ellos, los barrenderos, eran los mas desposeídos en ese momento, os mas pobres. El soñaba con predicar a Jesús en ese mundo. Pero no pensaba en una predicación explícita y formal sino dar testimonio de su alegría, de ser persona e hijo de Dios “.104 El recuerdo de Marta Garaygochea sobre Mauricio coincide con todos los entrevistados. “Era muy delgado, tenía mala vista de tanto que había leído en su vida porque había consumido muchísimos libros. Pero un hombre que tenía muy claro que él era un convocado por Dios para servir a su pueblo. Y muy coherente en su vida personal. Yo no le veía arrugadas a Mauricio. Porque hay veces que decimos vamos a compartir como los pobres, siendo uno más, pero uno puede tener sus pequeños arrugues y decir –me voy a tomar un rico vinito, a comer una rica comidita… él no se daba esas concesiones. Era coherente hasta en lo mínimo. Por ejemplo decíamos, como higiene mental, en el último tiempo habíamos tomado esa conducta, una vez a la semana vamos a ver un espectáculo. Generalmente era cine. Ibamos al Instituto de Cultura Religiosa cosas así, cine debate. Y ahorrábamos ese dinero pero no más. Muy coherente en todo. Y aunque era un hombre muy intelectual, tenía un lenguaje accesible para todos, porque hablaba con los sentimientos. Y ese lenguaje es universal a todo ser humano de cualquier nivel intelectual que sea. Su vida contemplativa siempre estuvo intacta. Fue aumentando su compromiso social, sindical, pero su vida contemplativa siempre fue constante. Y eso fue lo que lo sostuvo. Era un hombre niño, no se como decirte si niño u hombre, porque tenía la inteligencia y el compromiso de un adulto, bien adulto, pero a la vez el candor, la inocencia, la pureza, la ternura de un niño. Y es difícil encontrar eso conjugado en una persona. Un hombre niño, para mi

103 Entrevista con Marta Garaygochea, Mar del Plata, abril de 207. 104 Entrevista con la Hermana Mabel, julio de 2007.

Page 79: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

esa es la palabra. El quería gritar el Evangelio con la vida, que es lo que dice Carlos de Foucauld. Eso era lo suyo”. Francisco Hülsen señala cuatro características en la personalidad de Mauricio Silva. “Veía el compromiso religioso y político iluminado por Carlos de Foucauld; estaba entregado a Jesús y a Dios; su amor era dar la vida a Dios con los pequeños, y tenía una mirada profética sobre el rol religioso. En eso chocaba con los Hermanos de Foucauld más jóvenes y de origen argentino. Es que él planteaba siempre la entrega total pase lo que pase y se imaginaba que algo podría ocurrirle”.105 Las leyes de Punto Final y Obediencia Debida dictada entre1986 y 1987 en Argentina clausuraron toda posibilidad de investigar y procesar a los responsables del terrorismo de estado en la Argentina. En Uruguay, por su parte el presidente Julio María Sanguinetti promulgó en 1986 la ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, por la cual se impidió cualquier investigación judicial acerca del destino de los desaparecidos. En 1989, las fuerzas de izquierda nucleadas en el Frente Amplio, y los sindicatos, forzaron la realización un plebiscito constitucional para consultar a la ciudadanía acerca de la posibilidad de anular la ley de Caducidad. Sin embargo, un 62 por ciento de los votantes se inclinaron por no iniciar las investigaciones sobre el pasado en medio de una campaña de temores sobre el futuro democrático del país implementada desde el gobierno. Sin embargo en 2002, bajo el gobierno de Jorge Batlle, se organizó una comisión integrada por ciudadanos y religiosos, para investigar la suerte de los desaparecidos en Uruguay, en acuerdo entre los tres principales partidos políticos con representación parlamentaria, el Colorado, el Blanco y el Frente Amplio. Conocida como Comisión para la Paz, trabajó durante casi un año sobre el tema y elaboró un informe sobre la situación de cada desparecido en territorio nacional, o en el caso de Silva, en Argentina. Para este caso específicamente concluye lo siguiente: “La Comisión para la Paz considera confirmada parcialmente la denuncia sobre la desaparición forzada de ciudadano uruguayo Cléber Silva Iribarnegaray (CI: 476.298-5) porque ha recogido elementos de convicción relevantes que permiten concluir que: 1. Fue detenido el 14 de junio de 1977, a las 8.30 hs en su lugar de trabajo, en la calle Terrero y Alejandro Magariños Cervantes, Capital federal, por fuerzas represivas que actuaron en el marco de un procedimiento no oficial o no reconocido como tal. 2. Existen indicios que permiten suponer que pudo haber estado detenido en la comisaría 41 de la Policía Federal y en los centros clandestinos de detención Campo de Mayo y Club Atlético.106” Con la anulación de Punto Final y la Obediencia Debida por parte del Congreso argentino en agosto de 2003, y la ratificación por parte de la Corte de Justicia a fines de 2005, los juicios retomaron su cauce y las causas se reabrieron en todo el país. La anulación de los indultos a los militares responsables del terrorismo de estado entre

105 Entrevista con Francisco Hülsen, abril de 2007. 106 Informe Final de la Comisión para la Paz, Montevideo, Uruguay, 2002.

Page 80: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos

1976 y 1983, por parte de la Corte Suprema de Justicia el pasado viernes 13 de julio, deja libre el camino para hacer justicia.

Page 81: Mauricio Silva Barrendero Fragmentos