medicos en conquista del desierto
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dx I •
la Exoea• • s
médicos en la Lxpedicion
a I Desierto
Fed e ric o Pérgo la
Buenos Aires
egún la opinión
del capellán de la
Expedición al De
sierto -en 1879- Antonio
Espinosa (1), observador
participante, esa segun
da incursión al territorio
indígena no tuvo las ca
racterísticas genoc idas dela que efectuó el general
J uan Manuel de Rosas en
1833. Se trataba de con
vertirlos a la fe cristiana.
"En agosto de 1879 el
número de los indígenas
bautizados en la Capital
llegaba a mil doscientos
diez. Actuaban común
mente de p adrinos los
jefes y ofic iales de los
cuerpos de tierra o de
mar." No obstante el trato
no debería ser todo lo
humanitario que se podría
pensar y el desarraigo
actuaría ferozmente sobreellos: "Los indios prisione
ros y los niños indígenas
eran distribuidos por la
Sociedad de Beneficencia
entre familias de la Capital, o enviados
Una de las pocas fotografías directas que existen del
general Julio A. Roca.
Otras voces no son tan categóri
l íti R b t d
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LOS MÉDICOS €N IR €xP€DICIÓN RL DCSICRTO
habitantes autóctonos de las zonas
que reivindicaban, efectuaban malo
nes feroces y mantenían cautivas a las
mujeres blancas. Con muchos indíge
nas el trato era c ordial. "A l respecto,
Rosas le esc ribirá al general Tomás de
Iriarte: 'Estos ind ios son intolerables,
no se cansan de pedir y si no se les
da se enojan, pero lo más admirable
son las necesidades que de poco tiem
po a esta parte se han creado; piden
hasta a rtículos de lujo cuya existenc ia
ignoran'.
"Las tribus salvajes cuentan en el
caudillo con un protector entusiasta.
Prestarle su co op erac ión a rmada
durante la guerra c ivil de 1829 les
reportó regalos y beneficios, además
de la pronta respuesta a sus demandas
reiteradas.
vez en
O^uan Q /fíanuel de
"Unael gobierno, Ro
sa s hab ía impul
sado a la Sala de
Representantes a ___________________
que instaurara, a
partir de las rentas pública s, un fondo
denominado 'pacífico' para atender las
necesidades de los indios. El dictamen
fue muy cuestionado por la oposic ión,
pues aducían que el mandatario dispo
nía indiscriminadamente de esa partida
y era poco lo que les llegaba a sus
verdaderos destinatarios (2)".
fue esta primera expedición al desierto:
"Rosas, preocupado por la escasez de
hombres y elementos para el cuidado y
alimentación de la cantidad de indios
que resultaban prisioneros, indicó al
coronel Ramos que en lo sucesivo,
tratándose de adultos -no de mujeres
ni c riaturas- solo le mandase los de
verdadera importancia; pero si no la
tenían, luego de tomarles declaración,
que los dejara atrás con una guardia
a cuyo jefe instruiría para cuando que
daran solos los ladeara al monte y allí
los fusilase. Daba en las instrucciones
el nombre del ofic ial ca pa z de servir
de verdugo, agregando que si luego'
eran echados de menos los prisioneros
podía decirse que habiéndose querido
escapar, la guardia había cumplido
su co nsigna de
■BBÎ hacer fuego sobreoruenta^ x/wc l¿c¿Mi de ellos. No conve
nía, al avanzar
sobre una tolde-
ría, tomar muchos
prisioneros vivos,
pues con dos o cuatro bastaba y, si
La / e t a p a / d e / Ju a y u M cmuei/
de / ' RoMWr '
Esta introducción nos obliga a efec
tuar digresiones que, en cierto modo,
sirven para dimensionar los conceptos.
De acuerdo con las instrucciones escri
tas que Rosas dirige al coronel Ramos,
Schoo Lastra (3) destaca lo cruenta que
había más, en caliente nomás debían
matarse. No había como guardar los
prisioneros seguros." En años posterio
res -de la siempre trágica vida política
del pa ís- estos procedimientos y tales
razonamientos volvieron a reverdecer.
Con respecto a la personalidad demonseñor Mariano Antonio Espinosa,
es Udaondo -en un pequeño opúscu
lo - quien señala que en una "exped i
ción que tuvo un éxito completo, (que)
conquistó para la civilizac ión más de
15.000 leguas de territorios riquísimos,
deshabitados hasta entonces, por temor
a los indios de las pampas [...] tomó
parte el doctor Espinosa juntamente con
los sacerdotes salesianos Costamagna
(después obispo) y P. Botfa. Estos sacer-
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dotes arrastraron todas las
inclemencias del desierto
y las penalidades de lar
gos viajes a caballo para
llevar los beneficios de su
apostolado a esas aparta
das regiones con peligros
de sus vidas. No obstanteesto, los fres misioneros
rechazaron el premio en
tierras que les correspondía
por ley del Congreso" (4).
Circunstanc ia esta última
que los enaltece.
No eran, ciertamente,
los habitantes itinerantes
del desierto vecinos como
para establecer buenas
relac iones. Los años trans
curridos y la desaparición
de todos los protagonistas La Camp aña de Rosa s de spe rtó agu da s c rític a s borran el ho rror de la d ura nte y de spués de ella.
invasión -en 1870- de
Tres Arroyos con rapto de
mujeres y niños y muerte
de los hombres, saqueos e incendios, hubo genoc idio, sino guerra contra el
como tampoco el malón de Namuncurá usurpador. La apetencia por el ganado
y sus hermanos sobre Bahía Blanca que -dice Gandía (7)-, desde años atrás,
felizmente la fusilería hizo abortar. Tan ap roximaba cada vez más a los indios
antiguo fue el problema de los mal- a Buenos Aires. G onzález A rrili es más
hechores, los indígenas y los blancos preciso aún al expresar que "los indios
plegados a las depredaciones que, aún de Callvucura (sfc) arreaban animales
sin ser gobierno, Rosas trató de en- por miles, camino de la cordillera. Los
contraríe un pa liativo. "Con tal objeto saqueos de estancia eran negocio orga-Rosas elevó en febrero de 1819 una nizado. Contaban con agentes en Chile
memoria al Direc torio; en la que propo- y en Buenos A ires, su sistema de infor
ma la fundación de un establecimiento mación y su sistema ba ncario" (8).
denominado Soc iedad de Labradores Luego de suc esivos intentos de
y Hacendados para el auxilio de la pacificac ión, lograda a medias, el
policía de campana" (5). Gobierno Nac ional se dec idió a ac-
Tiempo después, vencido Rosas tuar. "Pese a la existenc ia de estos
en Caseros, Calfupurá llamaba C hilol acuerdos o tratados, menudearon los
(lugar de Chile o pequeño Chile) a robos de hac iendas y los sangrientos
su toldería. Era un indígena invasor malones, con cuyo producto los indios
y por ello, para García Enciso (ó) no negociaban posteriormente en Chile o
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LOS MÉDICOS EN U) €XP€DICIÓN fll DeSICfitO
con otros cristianos poco escrupulosos
refugiados en el desierto. Ello les per
mitía adquirir ropa s, bebidas, adornos,
elementos va rios y espec ialmente armas
de fuego, con las que enfrentaban a las
tropas nacionales. De donde no es de
extrañar que más tarde se viera a al
gunas tribus abandonar la lanza para
manejar habitualmente el Remington uotras armas de fuego" (9).
M and rini (10) trata de desc ifrar
la complejidad de la frontera con los
indígenas y dice: "En la conquista y
ocupación de esas tierras indias, pro
ceso que se completó en la segunda
mitad del siglo pasado (Nota: se refiere
a l sig lo XIX} y comienzos del presente,
se d irimieron ambas cuestiones: la
eliminación definitiva de esas fronte
ras interiores por
la incorporación
efectiva de los te
rritorio s ind ios a
los nac ientes Es
tados y la fijación
de los límites entre
las naciones que aspiraban el control
de los mismos. Cabe señalar que en la
región meridional de América del Sur,
la ocupación efectiva del territorio por
argentinos y chilenos incrementó las
tensiones entre ambos Estados [...]"
Agregando en otro párrafo de su
trabajo con respecto a los pobladoresautóctonos lo siguiente: "Los intensos
contactos que mantenían las pobla
ciones del sur bonaerense con Buenos
A ires y luego también con Carmen de
Patagones les permitían aprovisionar
se de productos europeos esenciales
para su subsistenc ia. C abría seña lar
además del activo comercio que se
desarrollaba entre ambas sociedades,
al menos otros tres mecanismos por
los cuales se obtenían esos productos:
las compensaciones que se lograban
por la liberac ión de los cautivos; los
regalos periódicos rec ibidos de las
autoridades coloniales en ocasión de
la firma de convenios o la celebración
de tratados de pa z; los robos rea liza
dos en la frontera durante los malones
o los ataques a viajeros o caravanas
que cruzaban la llanura. Pero malonesy ataques fueron disminuyendo a me
dida que se afianzaron las relaciones
pacíficas entre ambas sociedades."
Lev et apas ci e/Jul ío- A . Roca/
Roca fue quien comandó la gesta
destinada a terminar con toda s las
circunstancias mencionadas y, funda
mentalmente, ocu
pa r esas tie rra s
fértiles. El hecho
de haber sido de
signado coman
dante general de
las fronte ras de
Córdoba, San Luis y Mendoza, en re
emplazo de Mansilla , le permitió tomar
conocimiento directo de los problemas
que planteaban el indio y el desierto.
Preparó entonces la acción definitiva
contra el malón. Prosiguió la lucha -ya
desde el M inisterio de G uerra, que
ejercía por la designación del presidente Avellaneda- que, con críticas,
había inic iado A lsina para la conquista
del desierto, operación considerada
complemento de la independencia y la
reorganización nacional. No obstante,
la campaña de Roca fue tenida, en
el último tiempo por grupos contesta
tarios, como un verdadero genocidio
que, además, permitió la constitución
de enormes latifundios.
El ¡efe del Estado M ayor fue el
íerc/iciaú co/i. t /a c/está
(/e CR-f. Sofoc a,
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LOS MÉDICOS €N Ifl €XP€DICIÓN IU DCSICRTO
coronel Conrado Villegas
. sus fue rza s estaba n
"armadas por cinco divi
siones comandadas por
Nico lás Levalle, Eduardo
Racedo, Napoleón Uri-
ouru, Hilario Lagos y una
a su cargo. No podemos
dejar de mencionar al
coronel A lva ro Barro s
que, al de c ir de C ár
denas de Mo nner Sans
(11), fue "el militar que
~iejor conoció el desierto
■el que escribió libros y
folletos apuntando suge
rencias muy estudiadas
para lograr paz interior
•• defender las fronteras
nternacionales de nues-
rro pa ís". Alvaro Barrosfue el primer gobernador
de la Patagonia, por ley
954, promulgada e l 11
de octubre de 1878.
¿Qué papel cumplie
ron los médicos en esta
campaña? "La medicina
de la campaña figura representada
por el C irujano de Ejército Dr. Miguel
G allegos y el C irujano del Cuartel
General Dr. Apolinario M artini, bajo el
mando directo de Roca. En la tercera
división del general Racedo servirán elDr. Benjamín Dupont, francés y el Dr.
Luis O rland ini, italiano. En la cuarta
división J ulio C. M edeiros, Justino Vé lez
y Alejandro Marcó revistan como ciru
janos, aún sin título universitario. En la
expedición naval al Río Negro, apoyo
de la campaña terrestre, podemos citar
al Dr. Vicente Uriburu (12)".
Pero es probable que el hecho
militar haya echado sombra sobre los
aspectos médicos. Wa lther (1 3) que se
Conrado Villegas fue el Jefe de Estado Mayor de la
Expedic ión de Roca.
ocupa profesionalmente de la opera
ción militar no los menciona.
Emilio R. Coni (14), en ese mo
mento destacado ¡oven médico, antes
del inic io de las acciones por parte
de Roca, escribía: "Sabemos la importancia que tiene la elección de los
campamentos, que, a la vez de reunir
ciertas condiciones estratégicas, deben
ser lugares higiénicos, y en este sentido
el ¡efe del Estado Mayor y el médico
deben cuidar, en lo posible, que el arte
y la ciencia de la guerra se hermanen
con el arte y la ciencia de la higiene,
que precave las enfermedades. El ci
rujano mayor debe velar por la buena
calidad de los alimentos, bebidas,
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tos MÉDICOS €N M €xP€DICIÓN AL DCSICRTO
vestidos, etc., del soldado y todos
estos cuidados, por insignifica ntes que
parezcan, necesitan ser dirigido s por
una persona respetable por su saber
y experiencia y coadyuvado por un
persona l inteligente. No se improvisan
médicos y c irujanos con estudiantes de
I o a 4° año de medicina; ni farmacéuti
cos con practicantes de farmacia, como
sucedió con la campaña del Paraguay;
el señor general Roca y el señor co
ronel Luis María Campos han podido
apreciar las penalidades y sufrimientos
en aquella campaña, por falta de un
personal médico ad hoc.
"Hasta la fecha, y a pesar de de
c írsenos que la campaña al Río Negro
tendrá lugar el 10 del corriente abril
no hemos podido
sueldos que se ofrecían sólo tentaron
a aquellos que poseían muy escaso
rec ursos. En la documentación exami
nada predominan los casos de estu
diantes que son eximidos de arancele
universitarios por pobreza y que en un
determinado momento de su carrera (a
veces al comienzo de la misma) suspen
den sus estudios para incorporarse c
las fuerzas expedic ionarias.
"De tal manera que la situac iór
del Cuerpo Médico podemos resumirle
en los siguientes puntos sobre los que
hay general coincidencia en diversa:
fuentes: I. La cantidad de facultativo:
fue insuficiente. 2. Los médicos y ciru
¡anos en general estaban mal pagos
3. Una buena parte de los mismo:
adolecía de falte
averiguar el nom
bre del C irujanoMayor del Ejército
expedic ionario, ni
del personal médi
co-farmacéutico;
sólo hemos con
seguido ver, en los
>t ( /t c t r i o i ¿nc /u /a r i /u i t ra
i o ¿m t.a /a/ ior- cient ífi ca
eafiedociomamM
talleres del Parque de A rtillería , dos
hermosos carros de capacidad para
ocho enfermos en camilla, los cuales
sirven de base para armar carpas para
cuarenta o cincuenta; el diseño de mo
chilas para medicamentos de primera
necesidad; diseño de cajas botiquines
y unas camillas que, colocadas sobre
ruedas, facilitan el traslado de enfer
mos de un lugar a otro."
Kohn Loncarica (15), en un comple
to trabajo donde indaga 30 legajos
del Arc hivo Central de la Facultad
de Medic ina de Buenos A ires dice lo
siguiente: "Ha y evidencias que un buen
número de los galenos enganchados
traba jó en la expedición militar por
razones de tipo económico. Los bajos
de preparador
y e xpe rie nc ic(había mucho:
estudiantes y re
cién graduados)
4. Los recursos hu
manos estuviero
mal organizado:
Ejérc ito que en l
os profesionale
(tal vez peor en el
Armada). 5. Entre
hubo abundancia de extranjeros qu
en general revalida ron después de l
Campaña. Algunos de los extranjero
ni siquiera eran médicos. Las plazas n
eran estables. Sólo había estabilidac
en los fortines donde predominaroi
justamente los extranjeros.
"Todo el panorama profesional ar
tedicho sumado al cuadro sanitario a
tes esbozado nos permite afirmar qui
el Cuerpo Médico de la Campaña c
Desierto fue, salvo contadas excepcic
nes, de muy discreto nivel: que casi
hubo investigación científica por part
de los médicos con la sola excepció
de los estudios del doctor Benjamí
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Dupont y algún otro trabajo disperso
al que luego aludiremos. Asimismo es
fácil advertir que buena parte de las
estructuras académicas ofic ia les de
nuestra medicina se mantuvo totalmente
al margen de la Conquista del Desier
to. Probablemente se pueda afirmar
también que esto fue así también con
relac ión a la Sanidad M ilita r, cuya
orga nizac ión anterior a 1888 fue en
general precaria. En ese sentido reite
remos que Emilio Coni condenó seve
ramente tal estado de cosas, criticando
acerbamente la práctica de cubrir los
cargos con estudiantes y extranjeros,
y señalando que "lo s médicos de la
sanidad militar eran mal tratados y
mal pagados."
Remigio Lupo ( ló ),
corresponsal del diario
La Pre nsa, quien enviaba sus crónica s de la
expedición al Cuartel
General, nombra tam
bién a los presbíteros,
aunque desde Médano
Colorado, el 8 de mayo
de 1879, comenta que
se agrega a una comi
sión compuesta por el
naturalista Doering y el
médico del Cuartel Ge
neral Dr. M artini, entre
otras personas.
"En lo que concier
ne a lo c ientífic o la
expedición del general
Roca contó con el apor
te dispuesto por la Aca
demia de C ienc ias de
Córdoba, nacida por
iniciativa de Germán
Burmeister en la presi
denc ia de Sarmiento:
Pablo G . Lorentz como
botánico; Adolfo Doering en calidad
de zoólogo y geólogo; Gustavo Nie-
derlein, ayudante de botánica y Fede
rico Schultz, preparado en zoología.
En 1881 tres volúmenes resumirían la
tarea cumplida por estos hombres de
ciencia en la empresa de Roca. Entre
los que no participa ron del viaje pero
colaboraron en su sistema tizac ión po
demos citar a Carlos Berg y Eduardo
Ladislao Holmberg. Se suman estos
expertos y notables investigadores a
los que han contribuido a que nuestra
tierra se aprecie y pueda impulsarse su
progreso sobre bases concretas" (17).
Los tiempos eran otros y lo que hu
biera sido necesidad impostergable
Coronel Hilario Lagos, quien estuvo al mando de una
de las cinco divisiones de la Conquista del Desierto.
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era la presencia de antropólogos y
soc iólogos; destinados a interpretar el
grave problema generado en el choque
cultural y la aculturación.
Doering y Loentz (18) tuvieron la
virtud de, además de su labor científica
documentada, lleva r un diario de su ex
pedición, donde volcaron las vivencias
de una tarea singular para c ientíficos
de su calibre. C lodomiro Zava lía, en el
prólogo de estas memorias dice: "Se
conoce todo el interés que para los
hombres de ciencias ha tenido siempre
la formación pampeana. Compréndese
que el general Roca formulase al minis
tro Lastra, de buen grado, la indicación
de que en la expedición figurasen
personas capacitadas para el estudio,
en sus diversos aspectos, de los pro
blemas científicos de la Patagonia. Al
igual que Napoleón cuando organizósu viaje a Egipto, tuvo en cuenta que
¡unto con los tiempos militares, debían
también asegurarse beneficios para la
cultura científica.
"Los doctores Doering y Lorentz
eran hombres de refinado espíritu y
con especiales aptitudes para apreciar
la grandiosidad del paisaje en el cual
íbanse internando."
"Ac ompañaron también enfermeros
y auxilia res -d ice C resto (19)-. Los
indios prisioneros y los niños, mujeres
y ancianos fueron examinados por sus
do lenc ias, vac unados y muchos de
ellos remitidos a diversos hospitales
de la muy precaria Buenos A ires de
esos d ías."
ILyv a r m a ; b io l ógi ca / l etdb
Con respecto a la cuestión médica,
los blancos llevaban, sin saber que
estaban usando un arma biológica,
las enfermedades con las que también
ganaban las ba tallas. En efecto, en un
pasaje de su libro, Pastor (20) expresa
que "la 3a División concluyó la misión
que le confiara el general Roca, re
gresando a Mercedes y Río IV con el
siguiente resultado: 123 ind ios de Lan
za, 469 de chusma y 49 c autivos res
catados. De los indios prisione ros, 153
habían muerto por la viruela y otras
enfermedades". Se repetía aquello que
vemos a diario en los últimos tiempos:
la penetración del hombre en sistemas
ecológicos cerrados genera intercam
bio de afecciones desconocidas para
alguno de los protagonistas. Aunque
los indígenas mantenían contacto más
o menos asiduo con el hombre blanco,
los grupos triba les más alejados, más
internos, permanecían vírgenes a sus
enfermedades infectocontagiosas. También morían de viruela los milicianos
del gobierno nacional.
Una de las cond ic iones que fa
vorecía la epidemia de viruela era
el hecho que, para evitar el ataque
sorpresivo del indígena, las unidades
debían permanecer agrupadas. Uno
y otro bando contaban con enfermos,
aunque fueran menores los del ejército.
"Se ha invocado acerca de esta sus
ceptibilidad -ind ica Depalma (21)-, a
diferencia de las ocasionales víctimas
entre los soldados c riollos, su natural
falta de inmunidad, su falta de abrigo,
su desnutrición, ya que se a limentaban
de raíces y restos de cuero de toldos
abandonados cuando no podían re
agruparse, cazar y huir hacia los pasos
neuquinos. En una orden general de la
Memoria M ilita r y Descriptiva de la Ter
cera División Expediciona ria de 1879,
leemos la citac ión urgente del Jefe de
Operaciones para que los cirujano s se
presenten a la carpa del Comandante
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a efectos de arbitrar los medios que
neutralicen la eclosión de una epidemia
de viruela. A continuación se detallan
las conclusiones enviadas por dichos
c irujanos, aconsejando extremar las
medidas de higiene, e xigir un total a is
lamiento de los virulentos y proceder a
la vacunación y revacunación de todos
los individuos de tropa, aun los que ha
yan sido vacunados, tengan más de 10
años o que hayan padecido la viruela
con varios años de antelación."
Además de la pésima alimentación
de nuestros soldados, habitualmente
por inconvenientes en el traslado de
las vituallas (inundaciones, tropelías y
robos de los indígenas, etc.), Depalma
menciona otras enfermedades como las
fracturas, congelamientos, pa rasitosis,
disenterías y enfermedades venéreas.
Amén de ello, la sanidad estaba enmanos de practicantes sin título y las
condiciones para la cirugía de guerra
eran de lo más precarias.
Antes de biografiar escuetamente
algunos de los médicos, es interesante
destacar la estructura -d e acuerdo con
Kohn Loncarica (22)- de los problemas
médicos y sanitarios de la Campaña
del Desierto:
"1. Problemas por desadaptación
climática en la mayoría de los solda
dos (deshidratación, patología por frío
-pleuropulmonar y cutánea-, incluso
casos de muerte por congelamiento,
insolac ión, lesiones oculares por viento,
etc.).
"2. Problemas nutricionales (escasa
o inadecuada alimentación, o ambas
circunstancias a la vez. Al parecer la
ración fue frecuentemente insuficiente
y con marcado predominio cárneo,
lógicamente no lo más indicado para
climas muy fríos).
"3. Problemas derivados de la
vestimenta y calzado inadecuados
(lesiones varias de marcha, falta de
protección para temperaturas extremas
y para la marcada variación de ellas
entre el día y la noche).
"4. Problemas por malas condi
ciones higiénicas en fortines y cam
pamentos (la no existenc ia de buenas
instalaciones sanitarias sumada a la
muy baja temperatura de las aguas
naturales originó patología por falta
de higiene, en pa rticular parasitosis
dérmicas).
"5. Enfermedades infecto-contagio-
sas por combinación de los factores
anteriores (en efecto, la desnutrición,
la falta de higiene, la ropa y calzado
inadecuados, la severidad del clima,
las marchas agobiantes, la promiscui
dad, en conjunto crearon las circuns
tancias ideales para que proliferaranlas enfermedades ¡nfecto-contagiosas.
Predominaron la viruela, la disentería,
la tuberculosis, los flemones y ántrax
consecutivos a las frecuentes picadu
ras de jejenes, tábanos y mosquitos
y facilitados inmunológicamente en su
desarrollo por las intensas caminatas,
la desnutrición y la suciedad).
"ó . Patología traumática (frac turas,
luxaciones, heridas, naturales en medi
cina militar).
"7. Patología venérea (particular
mente sífilis y blenorragia. No debe
olvida rse que varias columnas fueron
acompañadas de 'chusma' de mujeres
y niños, en su mayoría aborígenes y
mestizos).
"8. Patología mental (todas las
duras circunstancias anteriores reunidas
en conjunto determinaron algunos ca
sos de depresión y enajenación mental.
Depalma refiere casos de suicidio entre
la tropa).
"9. Proliferac ión del curanderismo
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LOS MÉDICOS CN Ifl €XP€DICIÓN AL DCSICRTO
(la escasez de profesiona les, la falta de
medios de éstos, las severas condicio
nes del medio, fueron sin duda campo
propicio para la proliferación de curan
deros y curanderas, cuyos métodos en
muchos casos tuvieron que ver con la
medicina de los aborígenes)."
Guerrino (23) efectúa un enfoque
distinto y denomina Sino p sis de la p a to log ía d e l d e sie r to a un cuadro
donde señala: ep i d em i a s (viruela, có
lera, disentería, fiebre tifoidea), procesos
p siqu iátrico s (psicosis, neurosis, alcoholis
mo, suicidios), ma les venéreo s (sífilis, ble
norragia), enfermed ad es derma tológicas
(sarna, eccemas, herpes, úlceras), lesio
nes d el ap arato resp ira to rio (bronquitis,
neumonías, tuberculosis), p r o b l ema s
c irc u la to r ios (congelamientos, gangre
na), d isturb ios d i
gest ivos (diarreas,
g a stro e nte ritis,
constipación), alte
raciones traumato-
lóg icas (fracturas,
luxaciones, heridas,
contusiones), rie s
gos ecológicos (intoxicaciones hídricas,
picaduras de insectos, mordeduras de
ofidios y fieras salvajes) y afecc iones
va r i as (congestiones cerebrales, artritis,
laring itis, fieb res, flemones, oftalmos y
conjuntivitis).
P erfíl en m éd i co s
A continuación enumeraremos,
junto con una escueta biografía, a
un puñado de médicos que tuvieron
-d isp a r en tiemp o- ac tuación en la
Expedición al Desierto.
M ig u e l Ga lle g o s nació en Buenos
A ires, el 14 de diciembre de 1839 y,
con una precaria situación económica,
atendió una botica en el pueblo de
Dolores. Luego comenzó su actividad
como militar. En 185ó logró su habili
tación como farmacéutico e instaló su
propia farmacia, la denominada Fén ix
en la esquina de Lavalle y Carlos Pe-
llegrini. Con ese título, ya que carecía
de estudios sec undarios, se inscribió
-en 186 1- en la Facultad de CienciasMédicas y en calidad de practicante
actuó en la guerra contra el Paraguay,,
por lo cual fue ascendido a cirujano-
del ejército en 1866. Cutolo (24) dice
que antes había recibido su título de
abogado en la Universidad de Buenos
Aires. Cuando se inició la campaña de
Roca se le dio de alta en el servicio,
que había abandonado temporaria
mente por la política (que le ocasionó
la pérdida de su
farmacia), y fuedesignado nueva
mente -en 1879-
cirujano de Ejér
c ito del Cuartel
General Roca en
la Expedición al
Río Neg ro. De a llí regresará grave
mente enfermo e intentará c onc luir
sus estudios de medicina que había
abandonado luego de cursar 5o año.
No pudo graduarse pues la muerte lo
sorprendió el 12 de julio de 1884.
Aun sin su título habilitante fue unexcelente cirujano y dejó entre otros
trabajos publicados La e sc a r la t ina en
e l Pa ragua y , A lg o sob re e l Ja rab e de
I pecacuana y Cu erpo Méd ico y e sta
do sa n ita rio d e l Ejérc ito. O tra de las
tantas curiosidades de nuestra vida
instituciona l: G allegos ejerció como
cirujano siendo farmacéutico y nunca
pudo concretar su sueño: tener el título
de médico. Con algo de bohemia, es
probable que haya dejado el bienestar
‘(p xt& nM i ¿ ií/ a
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11/18
I
LOS MÉDICOS 6N Ifl €xP€DICIÓN fll DeSICRTOt
económico de su farmacia por las vici-
s'-jdes de la guerra y de la política.
Ap o l in a rio M a rt in i , italiano, gra
duado en Génova, actuó bajo las órde-
-es de Gallegos como cirujano. Arribó
o nuestro país en 1871 y, en 1878,
ntentó la reválida de su título aunque,
en las investigaciones que realizó KohnLoncarica (25) en el Archivo Central de
a Facultad de Buenos Aires, no figura
que la haya aprobado. Guerrino (26)
dice que "fue excelente observador
de la naturaleza y constan en las pu
blicaciones oficiales sus conclusiones
sobre ciertas características de los ríos
Negro y Colorado. El río Negro era
ilamado Curí-Leuvú por los ind ios y,
según Ma rtini, sus aguas resultaban
de fácil digestión, debido al elevado
tenor de oxígeno, captado en los
innumerables accidentes geográficosque sorteaba".
Be njam ín Juan Ba ut i sta Dup ont ,
de quien Va cc arezza (27) rea lizó
una excelente biografía y consideró
relevantes sus publicaciones científicas,
nació en Bussiére Portevine (Francia),
e l 18 de agosto de 1851 y se gra
duó en la Facultad de Medicina de
Pa rís. En 1870 intervino en la guerra
contra Prusia y en el sitio de Pa rís, por
lo que rec ibió el título de Caballero
de la Legión de Honor. Ese mismo
año -1 871 - presentó su tesis titulada
Her id a s de a rm a s de fuego. Médico
de la marina francesa y luego de una
línea marítima comercial, trabó amis
tad con el entonces coronel J ulio A .
Roca y en 1875 resolvió a fincarse en
el país. C irujano de la guarnición de
Villa Mercedes, San Luis, conoc ió de
cerca los malones. En la Expedición
al Desierto fue cirujano en la columna
comandada por el general Racedo.
Kohn Loncarica (28), analizó el trabajo
E l cacique Calcufurá, que en algunos
documentos de época aparece como
C a l l v u c u r a .
de Dupont sobre la epidemia de viruela
de 1877, en esa localidad. "En ese
estudio -d ice - evidencia un acabado
dominio del problema. Propugna la
vacunación y revacunación obligatoria,
el aislamiento de los enfermos, el cen
so poblac ional simultáneo y diversas
medidas de saneamiento general. El
J.
HISTORIA N° 111
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LOS MÉDICOS €N M €xP€DICIÓN fll DeSICRTO
flagelo que alcanzó a más del 50% de
los casi 3.400 habitantes del pueblo y
que produjo una mortalidad del 7% lo
llevó a Dupont a la convicción de que
en materia de epidemias los médicos
responsables de la salud pública deben
estar investidos de fuerzas de mandos
extraord inarios."
En 1880, se rad icó en Buenos A i
res y en su consultorio de las calles Arte
y Cangalla asistió enfermedades de se
ñoras y partos. Fue concejal municipal
entre 1882 y 1886 y presentó innume
rables proyectos. Concurría al Hospital
Rivadavia, a la sala de Enfermedades
Dermatológicas y Sífilis, y redactó un
proyecto para controlar la prostitución
y las afecciones venéreas. Uno de sus
trabajos fue, justamente, Po rno g ra fía
en Buen o s A ire s. O tra obra suya fue el
puerto de San Nicolás. Retirado de la
medicina se dedicó a la producción de
vino y a sus estab lecimientos rurales.
Falleció el 28 de diciembre de 1930.
Lu is O r la nd in i nació en Sinalunga,
pueblo cercano a Siena (Italia), en
1850 y egresó como médico c irujano
de las Universida des de Siena y de
Florenc ia. Llegó al pa ís en 1876 y
aquí integró el cuerpo de profesores
del Colegio Nacional Buenos A ires, la
Escuela Norma l de Profesores "M a ria
no Acosta" y el Colegio Na cional de
Concepción del Uruguay. Enseñó cien
cias naturales y dejó va rios libros de
texto, entre ellos uno de mineralogía.
En 1879, fue médico de la columna del
general Eduardo Racedo, que bajó del
fuerte Sarmiento al desierto ranquelino.
Actuó también en la Sanidad Naval y
en 1885 revalidó su título en la Fac ul
tad de C iencias Médica s de Córdoba.
Murió en Buenos Aires, el 25 de junio
de 1917 (29,30).
La inmigrac ión, en las últimas dé
cadas de ese siglo, comenzaba a ser
creciente y ello se reflejaba, también,
en los profesionales que se sentían
atraídos por el nuevo país, como en
los casos mencionados.
Eleo d oro Dam inov i ch o Dam ino v i-
che, que se presentó como voluntario
en la guerra contra Paraguay -con susescasos años- cuando c ursaba el se
gundo año de la Facultad de C iencias
Médicas. Hijo de un marino austríaco,
nació en Buenos A ires el 10 de mayo
de 1843, e inic ió sus estudios de me
dicina que interrumpió para incorpo
rarse como practicante del Cuerpo de
Sanidad M ilitar. Antes había hecho lo
prop io en la lucha entre Buenos A ires y
la Confederac ión. A los 22 años estuvo
a las órdenes del general Paunero en la
Guerra de la Trip le Alianza ; en 1867
fue ascendido a C irujano de Cuerpo
(no tenía título que lo habilitara), y
en 1869 a cirujano de Ejército. Tuvo
un valiente desempeño en combates,
expediciones y al frente de hospitales
de campaña. En 1872, se graduó con
la tesis titulada Estud io sob re a lgun os
ac c identes de los her id os ob servad os
en la Ca mp aña de l Pa ra gu ay. Sucedió
a Caupolicán M olina , víctima de la
epidemia de fiebre a marilla, al frente
del Hospital M ilitar, que se inauguró
bajo su dirección. En el informe de la
organizac ión de la Sanidad M ilitar ex
presa: "Por esta época (1 871) la fiebre
amarilla hacía sus estragos en esta ca
pital; y el Hospital M ilitar, ubicado en
¡a calle de Bolívar y Caseros (antiguo
Hospital Italiano, tomado en arrenda
miento po r el G ob ierno Na c ional),
rec ibió los últimos restos de enfermos y
heridos de aquella campaña, al mismo
tiempo que atendía a los atacados por
la epidemia. Aglomerados, en malas
condiciones higiénicas, algunos heri-
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LOS MÉDICOS CN Lfi 6 xP€D1CIÓN fll DeSICRTO
dos, y aún el mismo personal médico,
sufrieron la epidemia. Cayeron enfer
mos Lucilo del C astillo, Ruiz Moreno y
Caupolicán M olina , presidente de la
Comisión Direc tiva, fallec iendo estos
dos últimos, y quedando los ciento
cincuenta enfermos que se a sistían
en esas condiciones a cargo del que
suscribe, no sin haber también caído
en el desempeño de su misión". A llí
actuó con eficacia y mereció la me
dalla de oro de la Municipalidad de
la ciudad de Buenos A ires. En 1880,
fue ascendido a c irujano Mayor y en
1883 tomó parte de la expedición
al Río Ne gro; rec orrió casi 1.500
leguas, visitando hospitales y puestos
fronterizos, de donde saldría un exten
so informe para el mejoramiento de
esas instituc iones. En 1888, se le con
firió el grado de general de brigada
asimilado y en 1905 se retiró con 48
años de servic io aprobados. Esc ribió
numerosos trabajos científicos. Falleció
en Buenos A ires, el 17 de noviembre
de 1925 (31).
Tad eo Szly rle , de origen polaco,
es decir otro inmigrante, primero fue
designado farmacéutico y posterior
mente cirujano militar. Guerrino (32)
dice que "permaneció largo tiempo
en el fuerte general Roca; actuó en las
epidemias de fiebre tifoidea y saram
pión, alcanzando finalmente el grado
de Prac ticante M ayor de Frontera".
Mientras que Cutolo (33) expresa que
"en el cuadro del pintor J uan M. Blanes
que representa al mencionado general
(Roca) con su Estado Mayor, aparece el
doc tor Sztyrle -p o r entonces capitán-,
envuelto en un poncho, de pie, con
una va lija de primeros auxilios en el
sue lo". Fue director del Hospital M ilita r
de Patagones. Falleció el 5 de febrero
de 1900.
Ric a rd o Sud n ik , también polaco
puesto que había nacido en Augus-
towo, el 4 de noviembre de 1844,
estudió en la Facultad de Med icina
de Pa rís. Para su reválida en nuestro
país debió cursar algunas materias y
se graduó -en 18 79- con la tesis El
me rcu rio e n el trata m iento d e la sífilis.
Fue cirujano en la segunda línea de
Frontera Costa Sud. Kohn Loncarica
(34), quien ana lizó concienzudamente
su legajo, dice que "poseía un excelen
te dominio de la lengua francesa y muy
buena cultura médica. En 1881 solicitó
a la Facultad dictar un curso libre y
gratuito (de su parte) sobre Med icina
Experimental (aquíKohn Lon c a r i c a
coloca d os sig no s de a d m ira c ión). Esta
petición fue probablemente denegada
por razones reglamentarias". Sudnik
ejerció en Quilmes y en 1887 se ocupó
de aplicaciones eléctricas en el Hospi
tal de C línicas, con la designac ión de
"profesor de electricidad".
Cuando en 1902 se inauguró en
ese nosoc omio el Instituto de Fisio
terapia, Sudnik fue ¡efe de trabajos
prácticos ba jo la dirección de J aime R.
Costa. Falleció el 4 de julio de 1915.
En París hab ía tenido notables maes
tros: Claude Bernard, Charcot, Brown
Séquard, Potain, entre otros.
A nt o nio Cañe lla s, c irujano español
que nació en 1847, intervino en los
enfrentamientos con indígenas e incluso
tuvo participación en las fundaciones
de Puán y Trenque-Lauquen. Se destacó
por su colaborac ión -con el hechicero
del grupo- en una tribu indígena ata
cada por una epidemia de viruela. Se
le atribuye que, con sus cuidados de
HISTORIA N° 111 h h ! "
-
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LOS MÉDICOS EN IR CXPEDICIÓN Rl DESIERTO
¡a fiebre y la deshidratación, salvó la
vida de varios niños. Fue docente en el
Colegio Na c iona l y ejerció la medicina
en San Telmo.
La lista de los médicos que acom
pañaron al ejército nacional es mucho
más extensa. Kohn Loncarica (35) que,
como dijimos, examinó los archivos de
la Facultad de Medic ina de Buenos
A ires y logró testimonios de diversas
fuentes, menciona por orden alfabético,
además de los que hemos citado, a los
siguientes médicos: Benjamín F. Aráoz,
Francisco Baraja (o Barajas), Nicanor
M. Basavilbaso, Cristóbal M. Cajal,
Federico Rufino C uñado , Edmundo
Florentino Fierro, Grego rio Figueroa,
Santiago R. Gómez, Leónidas Lucero,
J uan Bautista Magg i, Alejandro Mar
có, Adolfo Martínez, Mariano Masón,
Fenelón M atorros, Alberto Na zarre ,Pedro G. O lmos,
Abraham F. Pé
rez, Francisco Y.
Quesada, Alejan
dro F. Q uiro g a ,
Vicente Urib uru.
Inc luso , luego
de b io g ra fia r a
cada uno de los
nombrados, agrega casi un número
similar de nombres de estudiantes de
medicina (practicantes) que también
colaboraron.
El esp íritu de este lib ro resulta
superado por tan gran número de
actores de este episodio de la historia
argentina y por ello nos limitamos a los
personajes citados.
Por su parte Guerrino ¡36j en bús
queda de datos tan dispersos, encontró
que "entre 1879 y 1881 actuaron ¡unto
a las fuerzas fronterizas los siguientes
médicos o practicantes, quienes están
citados en la nómina de acreedores
al premio en tierras que otorgó la ley
1.628: Augusto Astrie, Ernesto Astrie,
Franc isco Baraja, Nicanor Basavilbaso,
Santiago Barbarovich, Angel Castro,
Carlos C olls, Ma riano C arnero, C ris
tóbal Cajal, Benjamín Dupont, Aquiles
Deleva, Moisés Etchegoyen, Edmundo
Fierro, Miguel Figueroa Ovejero, Gre
go rio Figueroa , J uan G arsoti, Pedro
Lavari, Fenelón Matorros, Pedro Mallo,
Luis Moltzverger, J uan B. Maggi, Alejan
dro Marcó, J ulio Medeiros, Alberto Na
zarre, Ado lfo Núñez, Pedro Olmos, Luis
O rland ini, Alejandro O rtiz, Fernando
Perea, Francisco Paccini, Eugenio Rab,
Laurentino Rivas Miguenz, Avelino San-
doval, J osé M . Suárez, J osé Sadowos-
ky, Ricardo Sudnik, Genaro Saba ttini,
J osé de Vecchi y J usto Vélez".
Guerrino (37), en el ep ílogo de su
obra La m ed ic ina en la c onq u ista d e l d e sie r to sostiene
lo siguiente: "Su
perado el opera
tivo de Roca, en
cada comandan
cia se estableció
un hospital, asien
to del jefe de ser
vicios sanitarios y
encargado de controlar las enfermerías
y ambulancias de toda la línea militar.
El C irujano en J efe tenía a su cargo
la provisión de personal idóneo y el
suministro de útiles o remedios nece
sarios para la atención de pacientes.
El Reglamento Provisorio, puesto en
vigencia en 1881, rig ió el sistema
asistenc ial, asignando las retribuciones
correspondientes a los empleados y ga
rantizando la eficacia de la actividad
facultativa, sustentada en la autoridad
militar y la responsabilidad profesional.
Los hospitales permanentes, construidos
en las márgenes de los ríos Negro,
'acuñacióny revacunación,
iií/ien-iarws y enferm erías : toc/o
un ecjuijio- Sanitario
u o
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LOS MÉDICOS €N IR €XP€DICIÓN Rl DcSICRTO
Ve-quén y Bermejo, tuvieron asien-: en los siguientes lugares: ChoeleI'o e l, Fuerte General Roca, Ñorquín,ladihué, Resistencia y Presidente Roca.
_c pampa central los tuvo en General-cna y Victorica, creándose asimismoguarniciones permanentes en Río IV,Villa Mercedes, Metan, M isione s ysan Rafael.
"En las nacientes dispensarías segeneralizó la vacunación y revacunación en las tropas, fueron equipadascon elementos modernos y recibieroncartidas accesorias para alimentaciónespecial de los internados. El Regla- _ ento Provisorio de 1881 fue modificado y se transformó posteriormente en la _ey Orgánica del Cuerpo de Sanidadael Ejérc ito, en 1892. De todos modos,estas soluciones llegaban cuando el
odio cansino existente entre blancos ysalvajes era ya una pálida sombra ycuando la escatología del malón eraorevisible."
Un gobierno central, en este momento protector tal como lo había proyectado años antes Domingo FaustinoSarmiento, iba desgranando los benefic ios primordiales de la c ivilizac ión:salud y educación, a lo largo de losterritorios logrados.
Cuando Estanislao S. Zevallos (38)ofreció al gobierno su obra La c on q uis- ta de qu ince m il leg uas y el PresidenteAvellaneda decidió aceptarlo y efectuar una edición de 500 ejemplares,se podían leer manifestaciones quemurieron en la utopía: "La expediciónal río Negro abre a los misionerosun teatro inmenso y reductor en elcual prestaron a la humanidad y ala República grandes servic ios, sincorrer peligros, realizando obras demisericordia en la transformación de
la índole del salvaje."El Congreso argentino tiene tam
bién su alta misión en esta empresacolosal y fácil, sin embargo, se ne-
Antiguo grabado que ilustra sobre una incursión ind ia en el sur argentino.
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LOS MÉDICOS €N IR €XP€DICIÓN M DCSICRTO
cesitan leyes previsoras y benignas a
favor de los indios y la incorporac ión
de sus tratados a los actos solemnes
de la nación, como sucede en Estados
Unidos, donde las convenciones de
paz y reconocimiento de tierras a favor
de aquellos, son sometidos a la sanción
del Congreso, c reando derechos y
obligaciones que pasan a ser regidos
por la legislación c ivil."
Blanco de críticas fundadas o in
fundada s, rea lizad as en otro tiempo
histórico que complica el pensamien
to de los hombres, la Campaña al
Desierto cerró el c iclo del siglo XIX,
caracterizado por Indep endenc ia -Re
o rgan i zac ión Na c io na l- Oc upac ión de
Te rri torio s Na c iona les. El siglo posterior
no contó (o no pudo concretar) un
proyecto sólido.
"A partir de entonces -como dice
Campobassi (39)-, con campañas mili
tares menores y complementarias, toda
la Patagonia fue ocupada y dominada
por las fuerzas armadas argentinas,
desde los Andes al Atlántico. Y sobre
ella se fue construyendo un mundo
c ivilizad o: pueblos nuevos, explota
ciones ganaderas y mineras, quintas,
chac ras, guarniciones militares, des
tacamentos de fuerza de seguridad,
puertos, ferrocarriles, diques, canales,
telégrafos, tribunales, escuelas, hos
pitales, organismos ad ministra tivos,
casas comerciales, y se desarrolló una
labor científica iniciada por Francisco
P. Moreno, Pablo C. Lorentz, Adolfo
Doering, Gustavo Nied erlein y C arlos
Schulz, destinada a conocer la natura
leza patagónica. Mucho se ha hecho
en cien años en el sentido indicado
para convertir un desierto despoblado
e improductivo en una vasta región
poblada y productiva. Mucho más es
lo que falta hacer aún para que la
extensa región pampeana-patagónica-
magallánica-fueguina sea uno de los
exponentes argentinos de civilizac ión,
riqueza, poderío y grandeza."
Hemos titulado el artículo emplean
do la palabra "campaña". Campobassi
lo hace de otra manera en su obra:
"Hemos iniciado este trabajo con la
palabra 'ocupación' y no 'conquista',
empleada siempre al referirse a la
pampa y la Patagonia. Conquista es
adquirir o ganar, por medios líc itos
o ilíc itos, algo que no nos pertenece
y deseamos poseer. Ocupación es
adquirir o ganar algo que nos perte
nece y no poseemos. La pampa y la
Patagonia, íntegras, desde los Andes
al Atlántico, nos pertenecen, histórica
y jurídicamente, desde 1810. Lo que
hicimos en 1879 no fue conquista, por
lo tanto, fue, simplemente, ocupación
de lo nuestro."
Aunque no fue médico, hay una
figura c ivil que no se puede soslaya r
en lo que se refiere a la Ocupación
del Desierto: la del perito Franc isco
Pascasio Moreno. Como otros tantos
científicos, recorrió la Patagonia, estu
vo a punto de morir en manos de los
mapuches, pero su lab or tuvo el signi
ficado de un aporte singula r para los
límites de nuestro país. Ygobone (40)
hace un pormenorizado relato, en al
gunos casos con la palabra misma de
Moreno, de su inimaginable labor.
Esta ha sido una historia donde,
además de lo estrictamente médico,
clínico y quirúrgico , tuvo el condimento
importante de la medicina soc ial: rap
tos, violac iones, agresiones física s y
morales, epidemias, desarraigo...
HISTORIA N° 111
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os espectáculos de lidia de toros fueron frecuentes en Buenos Aires desde su fundación. Las primeras corridas se realizaron en la actual plaza de Mayo, donde con tablones
se improvisaba el circo. Luego, la necesidad de un lugar fijo hizo que se trasladara en 1791 al llamado «Hueco de Montserrat» donde se encuentra actualmente el Ministerio de Obras Pííblicas, hasta que el 5 de agosto de 1856 quedó prohibido en todo el país el establecimiento de
plazas o circos para corridas de toros.
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