melero vargas patriotas y parásitos
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VECINOS ARMADOS Y “PARÁSITOS”1 GRISES: UNA VISIÓN
ASIMÉTRICA DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA GUERRA
CIVIL ESPAÑOLA. MILICIAS POPULARES Y MILICIAS FASCISTAS
ENTRE EL FRENTE Y LA RETAGUARDIA
1. UNA POBLACIÓN PATRIOTA
El proceso de instauración y construcción del Nuevo Estado franquista, en aquellas
zonas donde triunfó la sublevación que dio inicio a la guerra civil, o donde la
superioridad rebelde en todos los ámbitos, desde el militar al económico, el procedente
del apoyo social, o el obtenido a través de la ayuda internacional, permitió la progresiva
ocupación militar de territorio leal a la República, se sustentó en buena parte sobre un
andamiaje de intento de exterminio del enemigo interno, de esa parte de la comunidad
social a la que se consideró integrante de la anti-España, y terrorista contra el orden
social, la defensa de la raza, la Patria y la Religión Católica.
Y de forma paralela el Régimen muestra a la otra parte de la comunidad, aquella que,
bien por consenso y aquiescencia, o coacción y miedo, le es afín y sobre la que por tanto
se encuadrarían sus apoyos sociales, la necesidad de llevar a cabo su labor aniquiladora.
Un convencimiento en el que se insertan dos de los términos cada vez más
sustentados en el debate historiográfico en torno a la construcción del Franquismo,
como son el de justificación y legitimación, íntimamente ligados entre sí pues el
Régimen necesita la fabricación de una justificación que explique, tanto su sublevación
contra un Gobierno legítimo, como el voraz proceso represivo y de violencia ligado a la
misma; y todo ello como vía para intentar construir, siquiera de manera manipulada y
artificial, una legitimidad para un nuevo régimen que era consciente que la ilegitimidad
formaba parte de su naturaleza política.
Es en esta búsqueda donde se encuadró la anacrónica expresión de “justicia al
revés”2, con un claro objetivo de deslegitimación del régimen republicano para, de
manera correlacionada, terminar argumentando que no podía considerarse sublevación a
la acción contestataria contra un Gobierno que no era legítimo; una afirmación que en
todo caso podría servir para justificar la sublevación, pero no para hacerlo con la
inusitada violencia empleada en la ocupación militar, y para lo que recurriría a la
imagen y el proceso concebidos en torno al mito del Terror Rojo, esto es, a la acción de
un enemigo al que se presenta como brutalizado, demonizado, deshumanizado,
monstrualizado en definitiva.
En esta idea se redactan los Avances del Informe Oficial, desde el propio julio de
1936, y con la misma esencia se instruye y publica la Causa General, convirtiéndose
ambos en inmejorables documentos gráficos de esa monstruosidad que pretende
mostrarse, como estrategia de embaucamiento a una parte de esa sociedad afín –
voluntaria o no como ya ha sido dicho- donde necesariamente se localizarían los apoyos
sociales.
1 (1936, 27 de septiembre) El Sol de Antequera, p. 3.
2 (Serrano, 1977, 245)
2
No obstante, es necesario señalar que obviamente no toda esta comunidad afín fue
engañada, pues una parte importante de la misma participó previamente de un
“consenso reaccionario”3 que conspiró para derrocar definitivamente a la República, y
por ello propició y apoyó la sublevación.
Por ello, el comportamiento de la ciudadanía no represaliada a esta nueva coyuntura
excepcional acepta desde luego matices y estratificaciones.
Una ciudadanía embaucada junto a otra, plenamente afín, que se encuentra en la base
y esencia misma de la sublevación, por ser parte protagonista en la conspiración previa;
y una tercera más tibia en cuanto a implicación, ideológicamente más separada de los
nuevos preceptos que trae el Franquismo, y sobre la que se conforma una relación de
objetivos comunes a través de la incitación al patriotismo, y con un uso variable de la
coacción y la presión. Pero subyacente a todas ellas un comportamiento de apoyo al
Nuevo Régimen, de cohesión, desde la plena convicción al interés o el miedo, por
proceder desde el consenso a la coacción, pero con el objetivo compartido de no ser
tachados como tibios y con ello subsidiarios forjadores de la Anti-España, y entrar en
cambio a formar parte, por derecho propio, de esa “casta de vencedores” 4
que
construirían de forma conjunta la Verdadera.
Así se gesta la imagen conscientemente estereotipada y sectaria de los suyos y los
otros, de nosotros y ellos, de la anti-España y de la verdadera.
Y de la misma forma que la Anti-España de ellos, de los otros, fue claramente
localizada a través del fenómeno represivo, sobre este suyos, este nosotros, esta
verdadera España debería construirse la nueva buena sociedad en la que los grados de
colaboración y participación ciudadana con el nuevo Gobierno serían como ya se ha
dicho, variables.
Así pretende demostrarse a través del caso que es objeto de estudio de este trabajo, el
municipio andaluz de Antequera, ubicado en el Norte de la provincia de Málaga y cruce
de caminos de las estribaciones de las de Sevilla, Córdoba y Granada.
Una participación por un lado, de apoyo y sufragio económico, supeditada a una
coyuntura excepcional bélica, de presencia militar y de demostración exaltada de
patriotismo en sus múltiples vertientes, en el sentido del agradecimiento por la
salvación, como señales inequívocas de adhesión, pero en los que serán también
constantes las actitudes coercitivas de las autoridades, como estrategia de control social
y sometimiento, sobre todo cuando el entusiasmo inicial involucione hacia tácticas de
evasión de una población a la que este patriotismo afectaría seriamente su economía.
Así pues una cooperación económica de derramas especiales, suscripciones
populares y contribuciones excepcionales, orientada en buena parte a combatientes y
excombatientes del bando sublevado, como a sus familias, como principales
beneficiarios.
Serían constantes acciones como la obtención de créditos bancarios con el aval de las
principales familias de la ciudad, aportaciones al Ejército en metálico, oro y joyas,
gravámenes y derramas especiales contributivas, como en un número cada vez más
amplio de productos y servicios, industriales que contaban con empleados voluntarios
3 Cobo, 2012, 17)
4 (Cobo, 2012, 36)
3
que desarrollaban labores en la ciudad como miembros de las fuerzas paramilitares
continuarían satisfaciendo a éstos sus haberes como si continuaran trabajando, ayudas
económicas, de alimento y ropa para los antequeranos movilizados en el Ejército
Sublevado como de forma subsidiaria a sus familias, en esta misma línea la
condonación de los gastos de alquiler, luz y agua, subsidios al combatiente y al ex
combatiente, contratación y ayudas a los mutilados de guerra, medidas excepcionales
como el Aguinaldo del Combatiente, el Plato Único o el Día sin Postre, así como las
que se producían con motivo de obsequios a militares, rememoración de hazañas
militares, erección de monumentos, u otras fiestas cívico-religiosas y patrióticas-.
Solo en términos de suscripción o participación popular la recaudación efectuada
desde Antequera con destino al Ejército, superará las 500.000 pesetas, al margen de que
la orientación de los presupuestos con que contaran las gestoras del municipio
antequerano en guerra, estaría marcada por una coyuntura excepcional de presencia
militar, apoyo económico al Ejército o repunte en los gastos derivados de la asistencia
hospitalaria, y obviamente con una estrecha vinculación con esta coyuntura de guerra.
El patriotismo se muestra a través de la aportación económica, pero también a partir
del cuidado de los que luchan por el Orden, la Patria y la Religión, dando alojamiento y
manutención a los principales mandos del Ejército sublevado y que permanecen en la
ciudad de forma estable, o bien en su tránsito hacia nuevos escenarios militares. Así,
junto a la reutilización de edificios públicos, el empleo de los hoteles de la ciudad para
el hospedaje de oficiales y suboficiales, se conformó un servicio de alojamiento en
domicilios particulares, en el caso de Antequera con un carácter jerarquizante por
cuanto las familias de mayor raigambre social acogerían a los oficiales de mayor
graduación.
La atención moral y anímica era tan importante o más que la física, y para ella la
mujer abandona el confinamiento del hogar para realizar una labor patriótica a través
por ejemplo de la asistencia hospitalaria, desarrollando una labor, fundamentalmente
como enfermeras voluntarias, limpieza e higiene, como de compañía a los
hospitalizados. A esta labor se unirán en el caso antequerano dos figuras, la Madrina de
Guerra y la Madrina de Cama, encargadas más de una labor de asistencia moral del
soldado, tanto de los antequeranos que permanecían en el frente como integrantes del
Ejército sublevado, como de los convalecientes en los hospitales de la ciudad, y
gestionadas por la llamada Junta de Damas, formada por viudas y esposas de destacados
miembros de la sociedad antequerana.
En una nueva sociedad que destruye para reconstruir, y para cuyo proceso no
contempla el perdón al vencido, la cooperación ciudadana fue fundamental en cuanto a
su participación en el voraz proceso represivo desarrollado tras la progresiva ocupación
sublevada, participando de esta nueva cohesión social a través de la represión, bien por
vía de la denuncia, la delación y el señalamiento, y propiciando el sustrato del que se
nutrieran los verdugos para la ejecución de los bandos de guerra, los procesos incoados
por los tribunales militares a partir de marzo de 1937, o para la elaboración de la Causa
General-.
Y al margen de todas estas manifestaciones del apoyo social a la sublevación y el
Franquismo, destacan desde luego las que se establecerían a partir del encuadramiento
ciudadano en fuerzas paramilitares, milicias populares conformadas en los municipios
tras la ocupación rebelde, y que desarrollarían una actuación, tanto interna - asumiendo
competencias y atribuciones que eran propias de las fuerzas públicas que se
4
mantuvieron leales a la República, y que habían sido desmanteladas o reorganizadas,
pero con un destacado protagonismo en el sentido de convertirse en uno de los brazos
ejecutores de la represión- como externa, con labores auxiliares de las fuerzas
sublevadas en su progresivo proceso de ocupación militar de las zonas que seguían
adscritas a la legalidad republicana.
Dos serán en este caso las tratadas desde el ejemplo antequerano, el Grupo de
Voluntarios y las Milicias Fascistas de Falange.
2. EL GRUPO DE VOLUNTARIOS DE ANTEQUERA (AGOSTO-
NOVIEMBRE DE 1936)
Una vez ocupada Antequera el 12 de agosto de 1936 por tropas comandadas por el
general Varela, comenzó de forma inmediata a prepararse el asalto a los siguientes
objetivos militares, y con la misión final de acabar con el aislamiento en que había
quedado sumida Granada desde el 18 de julio, sublevada desde este día, pero en una
situación de cercamiento al encontrarse rodeada por territorio hostil, republicano.
Es por ello que en Antequera, y ante la más que posible marcha de fuerzas que
limitaran la defensa de la ciudad, como de la misma forma no diseñadas para cubrir
determinados servicios cotidianos, comenzó a fraguarse la idea de constituir un grupo
de milicias voluntarias con la finalidad de que “Antequera no quede desguarnecida”. 5
Efectivamente, el apoyo que fuerzas de orden como la Guardia Municipal – y que le
llevará tras la ocupación de la ciudad a ser considerada “ineficaz así como de actuación
revolucionaria y criminal”6- la Guardia de Asalto, Carabineros, e incluso la más
sorprendente de la Guardia Civil, prestaron a la legalidad republicana, va a provocar tras
la ocupación, o su profunda reorganización, o su desmantelamiento, así como la
asunción de sus competencias por estos nuevos cuerpos de carácter cívico y función
paramilitar y parapolicial y que cubrieran los servicios y atribuciones desarrolladas por
los anteriores, así como otras nuevas condicionadas por la nueva situación de
excepcionalidad, de mantenimiento de un Orden Público, como de control social o
auxilio de las fuerzas de ocupación sublevadas en sus siguientes empresas militares.
Y desde luego encargados del “trabajo sucio”7 de los primeros meses, y hasta el
establecimiento de la Justicia Militar, junto al sistema penitenciario “la columna
vertebral de la violencia política franquista”8, así como el principal instrumento de
persecución del enemigo interno del aún “para-Estado franquista”9, en su simulacro de
apariencia de legalidad.
5 (1936, 30 de agosto) El Sol de Antequera, p. 5.
6 Guardia Municipal: Archivo Histórico Municipal de Antequera (AHMA), Fondo Municipal, Actas
Capitulares, libro 1905, p. 177. 7 (Casanova, 2013, 136)
8 (Gómez y Marco, 2011, 69)
9 Así lo define el profesor Javier Rodrigo para referirse a la provisionalidad en tanto su proceso de
instauración, construcción y consolidación. (Rodrigo, 2013, 19)
5
En Antequera, y con esta esencia, desde el mismo 13 de agosto comenzó a
organizarse el Grupo de Voluntarios de Antequera10
, pionero en la provincia, generando
una respuesta entusiasta y sin paliativos al llamamiento entre la población, aunque de
nuevo con un trasfondo de presión procedente de las Autoridades, cuando éstas
reclamen que “si usted no es emboscado, ni un canalla marxista con disfraz y aún no
está en activo militando, inscríbase enseguida porque si no después tendrá usted que
pasar la afrenta de ser llamado sinvergüenza, aprovechado y parásito profesional”. 11
Con la sangre aún caliente de los mártires, y la que en ese momento se derramaba en
los campos de batalla, no permitía la nueva situación la existencia de población –sobre
todo hombres - “gris”12
, pasiva, tibia e inoperante, y desde luego las medidas de presión
en cuanto al encuadramiento paramilitar darían su fruto, con un llamamiento al que
acudirían miembros de asociaciones católicas, patronos, señoritos, miembros de clases
medias acomodadas, así como aquellos que no se habían destacado por una
participación política activa pero que ahora tenían una oportunidad inmejorable de
mostrar su adhesión a los nuevos preceptos que traía consigo el ejército sublevado en su
progresiva ocupación militar.
Ello posibilitó que en menos de un mes ya prestaran servicio tres compañías,
instruidas, armadas y equipadas, divididas en dos secciones, infantería y caballería,
como a su vez en cuatro escalones, de los que el Primero constituirá la Vanguardia,
desempeñando la gran mayoría de las funciones de Seguridad, Vigilancia e
Investigación, tanto dentro de la ciudad, como en la línea de frente, así como
desarrollando una importante labor en la protección de convoyes, fundamentales para el
mantenimiento del transporte de personas y productos de primera necesidad.
Por su parte el Segundo y Tercer Escalón conformaron las Fuerzas Cívicas, con
funciones centradas en el control de la normalización y reorganización de la ciudad, así
como en una labor de agentes de la represión auxiliares, a través de los registros
domiciliarios y la detención de sospechosos.
Y junto a ellos el Cuarto Escalón, o de Cooperadores, con una función más
testimonial y simbólica que la del resto de secciones en cuanto a presencia física –lo
componían aquellos que por condiciones físicas o de edad no podían alistarse en el
Grupo- pero cuyo papel era fundamental para garantizar el sostenimiento económico del
Grupo de Voluntarios, sobre todo en cuanto a los haberes de los integrantes del Primer
Escalón, a través de una aportación económica regularizada, como en la conformación
de comisiones especiales de recaudación que realizarían contribuciones periódicas entre
10
En otros municipios se organizarán grupos similares, como en el caso de Lucena donde el 21 de agosto,
precisamente tras participar un grupo de voluntarios lucentinos en acciones militares en Antequera, se
organizará la Compañía de Voluntarios de Lucena. (Bédmar, 2010, 152) También en Montilla, ante el
llamamiento de la Guardia Civil a la defensa del levantamiento, acudirían de forma decidida e inmediata
vecinos que constituirían una especie de “milicia cívica”. (Bédmar, 2001, 41) Lo mismo ocurrirá en Rute
a primeras horas de la mañana del 19 de julio “ya estaban actuando grupos de señoritos y derechistas
para controlar las entradas y salidas de la localidad, sin que los izquierdistas ni las autoridades del
Frente popular opusieran ninguna resistencia”, obedeciendo las órdenes de la autoridad militar y
colaborando decididamente a través de una guardia cívica armada encargada de la guardia en edificios,
calles y entradas del pueblo. (Bédmar, 2007, 42 y 43) Otros ejemplos de conformación de grupos
paramilitares, de similares características al antequerano en el inicio de la guerra civil, en (Gómez y
Marco, 2011, 46; Hernández, 2013, 82) 11
(1936, 27 de septiembre) El Sol de Antequera, p. 3. 12
(Hernández. 2013)
6
el resto de la población civil, a partir de su encabezamiento en la apertura de la
“Suscripción para el sostenimiento del Batallón de Voluntarios y Milicias Fascistas”:
¡Antequeranos! Rescatada esta ciudad […] el Batallón de Voluntarios y las escuadras de
Falange Española tendrán a su cargo la defensa del orden […] A ese fin se ha abierto una
suscripción, a la que esperamos que contribuyan cuantas personas de algunos medios que les
permitan contribuir […] al sostenimiento de las milicias antequeranas. 13
En definitiva, una respuesta patriótica como de reacción a la presión de las
autoridades, y un control férreo de la aportación económica que permitiría alcanzar en
estas pocas semanas prácticamente las 200.000 pesetas 14
con las que hacer frente al
mantenimiento de los aproximadamente 1.200 voluntarios que llegaron a engrosar las
filas del Grupo en su Primero y Segundo escalones, destacando los 47 que conformarán
la Oficialidad y Mando, nombrados por Varela, y los 215 que compondrán la
Vanguardia15
, y que desempeñarán un tiempo medio de servicio de en torno a los 55
días, y con una retribución económica de aproximadamente 3,2 pesetas por día que se
uniría a lo que ya percibían por su puesto de trabajo, el cual tenía obligación su patrón,
no solo de mantener, sino de continuar abonando el sueldo el tiempo que durara su
servicio voluntario, y como si se encontrara trabajando.
Ya ha sido comentado cómo el Grupo de Voluntarios de Antequera desempeñará
fundamentalmente labores de Vigilancia y Seguridad, actuando generalmente por
parejas y desarrollando su actividad en puntos estratégicos de la ciudad, a tenor de la
paradigmática situación de Antequera como ciudad de primera línea, de frontera con la
zona republicana, hasta febrero de 1937.
Así el Primer Escalón o Vanguardia, junto a fuerzas de Falange y del Ejército
sublevado, formará parte de las avanzadas establecidas en los montes que rodean
Antequera, realizando servicios de vigilancia para impedir la posible entrada de
elementos enemigos por las líneas situadas desde la cadena montañosa de El Torcal a la
Peña de los Enamorados, así como realizando servicios de protección y escolta,
fundamentalmente de convoyes que marchaban a otros municipios.
Pero aparte de estas, su actuación albergaba un amplio abanico de funciones, desde el
orden en el abastecimiento de agua hasta que se restableciera el servicio a través de la
red de distribución común, la ayuda a la recogida y reparto de carbón, o la incautación
de ganado abandonado. Y junto a éstas, una intensa participación en el nuevo escenario
13
Bando de Alcaldía: Archivo Histórico Municipal de Antequera (AHMA), Fondo Municipal, Secretaría,
Bandos, edictos… 14
De hecho175699, 51 pesetas serán ingresadas en estos días en el Banco de España, a las que se unirá
posteriormente otra aportación de 21482,25 pesetas, con las que podrá hacerse frente al pago de las
ayudas –no podemos hablar de salario, ya que la retribución media de los alistados será de poco más de 3
pesetas diarias- a los voluntarios del denominado Primer Escalón o Vanguardia –entre 3 y 5 pesetas
diarias-. Dotación a milicias: Archivo Histórico Municipal de Antequera (AHMA), Fondo Municipal,
Actas Capitulares, libro 1905, p. 147. 15
De la misma forma en estos días tiene lugar el alistamiento de la primera mujer voluntaria en el Grupo,
Rosario de las Heras, que se convierte en Voluntaria de Honor al confeccionar las banderas para los
edificios en que se ubicaban las secciones de Infantería y Caballería del Grupo. Grupo de Voluntarios:
Archivo Histórico Municipal de Antequera (AHMA), Fondo Municipal, Secretaría.
7
social, tomando parte, como fuerza destacada más en la conformación del Nuevo
Estado, de los numerosos actos de carácter cívico-religioso o militar que se sucedieran
en la ciudad, “embriagados de ilusión […] fieles antequeranos y bravos españoles”.16
Así desarrollarían su labor hasta que casi tres meses después de la entrada en
Antequera de las tropas sublevadas, la ciudad fuera recuperando lenta y costosa pero
progresivamente su pulso habitual; ello provocaría que a partir de noviembre de 1936 el
número de alistamientos en el Grupo de Voluntarios, no sólo dejearade crecer, sino que
cada vez fueran más los voluntarios que, ante lo que consideraban una vigilancia
innecesaria y debido a la necesidad de volver a sus oficios y ocupaciones cotidianas,
pidieran ser relegados de sus obligaciones.
La reacción del Mando ante esta actitud se tornó airada, condenando a través de la
radio y la prensa, la creciente indiferencia y falta de implicación y compromiso de la
población con respecto al Grupo, e instando a una colaboración puntual que permitiera
al menos cubrir los descansos de los voluntarios, guardias y relevos.
Sin embargo la suerte del Grupo de Voluntarios estaba echada, y el 13 de noviembre
el mismo Mando que había reprochado hacía pocos días la actitud desdeñosa de los
voluntarios, anunciaba su reorganización, que no era otra cosa que su práctica
disolución y absorción por parte de Falange, con una reestructuración que implicaría la
fusión de los tres primeros escalones, pasando a engrosar las segundas líneas de FET y
Requetés, las llamadas Milicias Locales, y donde mantendría al principio cierta
independencia a través de su denominación de Guardias Cívicos.
De la misma forma, y en lo que respecta al Mando, sólo cinco antiguos oficiales del
Grupo seguirán manteniendo parte de la esencia inicial de los voluntarios, al formar
parte ahora de la oficialidad de la Guardia Cívica, mientras que el resto pasaría a
engrosar las filas de Falange. 17
El resto de fuerzas cívicas, Escuadrón de Caballería y Guardia Urbana serían
independientes a la orden de disolución, quedando la primera de ellas bajo las órdenes
de la Comandancia Militar, y la segunda de la Alcaldía en asuntos civiles y de la
mencionada Comandancia Militar en los asuntos militares.
La función de estos Guardias Cívicos difirió muy poco de la que tenían encomendada
como miembros del Grupo de Voluntarios, servicios de plaza y protección a la defensa
de la localidad. Sin embargo, desaparecería ya ese destacado papel de defensa fuera de
los límites de la población, como de flanqueadores de convoyes a otros municipios,
tarea ahora de los falangistas, lo que en la práctica les conferiría un muy discreto papel
hasta que el 1 de marzo de 1937 se decretara su disolución definitiva.
Solo el Escuadrón de Caballería del Grupo de Voluntarios seguiría actuando con
cierta autonomía bajo la denominación de Milicias Voluntarias de Caballería, y
recibiendo las órdenes directamente de la Comandancia Militar18
. Destacada será por
ejemplo su labor tras las operaciones militares sobre Málaga, efectuando importantes
servicios de reconocimientos en el campo y vigilancia en la capital, lo que permitiría la
recuperación de numerosas caballerías, y volviendo más tarde a Antequera para
16
De los himnos compuestos para el Grupo de Voluntarios, y publicados en (1936, 4 de octubre) El Sol
de Antequera, p. 5, y (1936, 11 de octubre) El Sol de Antequera, p. 9. 17
(1936, 20 de diciembre) El Sol de Antequera, p. 4. 18
Archivo Histórico Municipal de Antequera (AHMA), Fondo Municipal, Secretaría.
8
desarrollar funciones encuadradas en las de Policía Rural, relacionadas con la
“vigilancia del campo, recogida de armas, persecución de malhechores y búsqueda de
ganados y enseres dispersos”19
.
No duraría tampoco mucho este Escuadrón, y con su desaparición certificaría la
cesión total del protagonismo en cuanto a la participación ciudadana a través de la
paramilitarización, a Falange.
3. MILICIAS FALANGISTAS TRAS LA VICTORIA SUBLEVADA
La historia de Falange en la guerra civil fue la de la aspiración conclusa y exitosa de
asalto y derribo a la experiencia republicana20
, aumentada fundamentalmente desde la
victoria de las izquierdas coaligadas en febrero de 1936, cuando rechace la victoria del
Frente Popular y sitúe al Ejército como el único capaz de ejecutar y consumar a través
de las armas este rechazo.
Para ello la sublevación de 18 de julio constituiría el caldo de cultivo idóneo, donde
Falange y Ejército conocían de su necesidad recíproca para, a través de su respectiva
consideración de abanderados de la insurrección social y militar, llevar a cabo esta
empresa de derrocamiento de un régimen republicano al que Primo de Rivera ya se
había apresurado a presentar como enemigo común de Ejército y Falange.
Así por ejemplo la versatilidad paramilitar de la organización fascista la convertía en
una fuerza auxiliar en las operaciones militares, de gran valía, como al mismo tiempo en
la retaguardia, fundamentalmente como brazo ejecutor de una represión urdida “como
parte de un plan dirigido por el Ejército rebelde”21
, una vez que la progresiva ocupación
de pueblos y ciudades, como el avance hacia nuevos objetivos militares, fuera alejando
los ecos castrenses de las zonas ya sometidas. 22
En todo caso esta bifurcación funcional de la organización falangista en el frente y la
retaguardia, provocaría su encuadramiento entre Primera Línea, o Falange Combativa23
y Segunda Línea, o Falange de Retaguardia.
3.1.Falange en el Frente -Primera Línea o Falange Combativa-
La sublevación de julio trajo aparejado el inmediato alistamiento voluntario, al igual
que requetés o carlistas, de miles de falangistas en las filas rebeldes, conformando
milicias voluntarias en las que la presencia de estos últimos será mayoritaria,
19
Ibídem. 20
(Parejo Fernández, 2012) 21
(Gómez y Marco, 2011, 43) 22
Francisco Espinosa y José Luis Ledesma sostienen que, a pesar del indudable protagonismo de Falange
en la represión, no podía atribuirse exclusivamente a ésta su carácter de brazo ejecutor, pues serían en
definitiva las fuerzas y autoridades militares, tanto a través de los bandos de guerra, como de los consejos
de guerra sumarísimos, así como el papel de la población como delatora, los que coparían este
protagonismo. (Viñas, 2012, 480) 23
(Barranquero, 1994, 84)
9
representando en el otoño de 1936 un 54 por ciento de las milicias, y alcanzando en
enero de 1939 el 75 por ciento, o lo que es lo mismo, prácticamente una quinta parte -un
18 por ciento- del total de las tropas del Ejército sublevado. 24
En el caso de Málaga, la organización de los efectivos de Falange estará supeditada a
criterios en muchos casos poco objetivos. Así por ejemplo formarán parte de la Primera
Línea una porción muy reducida de antiguos falangistas, camisas viejas y miembros de
confianza, pertenecientes o no a Falange, mientras que el grueso de las tropas de
Vanguardia lo conformaría personal con aptitudes para el combate pero con
antecedentes poco claros y con una afinidad escasamente contrastada. Estos serían los
encargados de participar en las empresas más arriesgadas, y por ende los que engrosarán
a la postre, la mayor parte de las víctimas de la organización fascista en el frente.
En cuanto a la unidad de acción los voluntarios falangistas en el frente fueron
encuadrados en Banderas, unidades básicas de maniobra, muy similares a los batallones
del Ejército, con una adscripción y carácter territorial que les llevaba a adquirir el
nombre de la zona en que se habían conformado, y que actuaron bajo el Mando militar,
aun permitiendo Franco que mantuvieran su organización y denominación originales.25
En Málaga fueron creadas cuatro banderas de Falange, de las que la primera de ellas
fue conformada de forma oficial a mediados de noviembre de 1936, con personal
procedente de milicias falangistas de Antequera y miembros del por ese entonces ya
decadente Grupo de Voluntarios de la ciudad, siendo denominada Quinta Bandera de
Falange “Miguel Pérez Blázquez” de Sevilla, Bandera de Antequera o Bandera Torcal,
y sobre la que un exhaustivo rastreo permitió nuestra localización de 162 militantes,
destinados a participar en las por ese entonces próximas operaciones militares para la
ocupación de Málaga.
Sin embargo, estas milicias ya venían desempeñando su función desde antes de
agosto de 1936, en las operaciones preliminares a la ocupación de Antequera y la zona
Norte de su término –Fuente de Piedra, Humilladero y Mollina- como el sometimiento
de la zona de Estepa- Puente Genil- La Roda de Andalucía, así como tras la ocupación
de la localidad antequerana, haciendo lo propio con el importante enclave ferroviario de
Bobadilla, el anejo de Cartaojal o los municipios de Alameda, Villanueva de Algaidas y
Villanueva de Tapia, en agosto, y Campillos, Sierra de Yeguas, Almárgen, Peñarrubia,
Teba, Cuevas del Becerro y Ronda, en septiembre.26
Posteriormente, y como ya ha sido comentado, desarrollaría una importante labor en
las operaciones preliminares para la ocupación de Málaga, como auxiliar de las tropas
hispano-italianas que viertan su ataque sobre la capital malagueña - servicios de
reconocimiento y descubiertas, recogida de armamento y material abandonado, así
como detenciones-27
a través de las vías que ofrecían los municipios y anejo de la zona
más septentrional antequerana, Valle de Abdalajís, Villanueva de la Concepción y
Villanueva de Cauche, y con cuyas ocupaciones entre el 6 y el 7 de febrero de 1937 se
dejaba expedito el camino hacia la capital, y con ella de la totalidad de la provincia.
24
(Casas, 1977, 84) 25
(Ellwood, 2001, 84) 26
Dossier de operaciones militas. Agosto de 1936: Archivo Municipal de Cádiz (AMC) Archivo del
Capitán General José Enrique Varela Iglesias (ACGJEVI), p. 14-81. También (Martínez, 1986, 127) y
(1936, 20 de septiembre) El Sol de Antequera, p. 1. 27
Archivo General Militar de Ávila (AGMAv) Archivo Guerra de Liberación (AGL) Documentación
Nacional (DN) legajo 147, caja 20, ápud Ramos, 2003, 431 y 432.
10
Pero la labor de las milicias falangistas antequeranas como auxiliares de las tropas
sublevadas no terminaba con el sometimiento de Málaga sino que mantendría e
incrementaría su presencia y actividad en otros frentes, en especial el cordobés de
Peñarroya, a la postre destino principal de los combatientes antequeranos en el Ejército
sublevado, y donde de forma correlacionada se contabilizaron más de la mitad de los
falangistas que perecieron en la batalla, o lo que es lo mismo, una cuarta parte del total
de antequeranos muertos en combate como integrantes del Ejército sublevado. 28
3.2.Falange en la Retaguardia -Segunda Línea-
Mientras que una parte de las milicias falangistas desarrolló una acción en el frente,
supeditada a las directrices emanadas del Mando militar, la otra desempeñaría su labor
en un espacio como la retaguardia sublevada en la que, a diferencia del frente, la
presencia del Ejército sería obligadamente más fugaz, y con ello su sombra menos
alargada sobre una organización que no solo buscaba resultados satisfactorios a su
objetivo de lucha, sino también protagonismo en la consecución de los mismos.29
Esta concepción, no exenta de un aire de vanidad y engreimiento, llevaba por otro
lado aparejada el reconocimiento a una organización de la que ya ha sido resaltada su
gran versatilidad, y cuyas atribuciones entre lo militar y lo civil, iban a aparecer en
muchas ocasiones muy difuminadas. Sin embargo Falange sabría aprovechar muy bien
esta ambigüedad, y de hecho sus funciones desarrolladas en la retaguardia sublevada
supondrían una mescolanza entre las competencias que le habían sido conferidas, pero
sobre todo las que ella misma se atribuiría, con el beneplácito de la Autoridad militar, y
por ello arropada por un nuevo contexto de fuerte militarización, castrense, guerrero,
beligerante y marcial en el que Falange iba a encontrar el caldo de cultivo idóneo para el
desarrollo de sus actividades.
Y es que la pertenencia a la organización falangista se había convertido tras la
ocupación, en una garantía de supervivencia, y su camisa azul, como dijera Queipo de
Llano, en un auténtico salvavidas, 30
como la mejor manera de mostrar la adhesión al
nuevo régimen militar, y de paso adquirir prestigio, lo que multiplicaría de forma
intangible el número de filiaciones; una adhesión que debía mostrarse inquebrantable en
palabras, gestos y obras -hecho que no haría sino infundir un miedo, una obsesión por
mostrar una afección a la nueva situación, y en la que probablemente reside una de las
explicaciones a la destacable participación ciudadana en el proceso represivo,
fundamentalmente como delator- un proceso por otro lado, de desnaturalización de
Falange, que incluso consiguió abrumar a los propios camisas viejas, ante el
extraordinario crecimiento de efectivos, sobre todo en el transcurso del primer año de
guerra.
Desde luego Falange había perdido el control de Falange, y nunca conseguiría
recobrarlo.
28
(Melero, 2013, 687) 29
De la misma forma que las unidades de Falange en el Frente acatarían el mando militar, en la
retaguardia se someterían a las mismas normas disciplinarias que la Guardia Civil. (Casas, 1977, 301;
Sevillano, 2004) 30
(Jackson, 1976, 266)
11
Las atribuciones de la milicia falangista en la retaguardia serán múltiples y variadas,
contemplando registros e incautaciones de casas de vecinos huidos, cambios en el
nomenclátor de las calles, conducción de vehículos y escolta de cargos públicos, prensa
y propaganda, control de las entradas y salidas de la ciudad, vigilancia en los puntos de
abastecimiento de los suministros más demandados, guardias en cuarteles y hospitales,
así como en la cárcel, protección de la vía férrea y vigilancia antiaérea, y por supuesto
actividades relacionadas con la Seguridad y el Orden Público; y todo ello acompañado
de una actitud omnipresente en el nuevo panorama social y público de la ciudad.
Pero es sin duda en el proceso represivo iniciado en la ciudad tras la ocupación de las
fuerzas sublevadas, cuando alcanzará a desarrollar su papel más destacado, reafirmando
la idea de que “no hay un aspecto aislado en la historia de la Falange que oscurezca
tanto su reputación y su papel como la represión en la zona nacional, particularmente
durante los años 1936 y 1937".31
Efectivamente, una vez las fuerzas sublevadas proseguían su camino hacia nuevos
objetivos militares, dejando tras de sí una primera oleada de represión y muerte, Falange
tomó rápidamente el testigo, alargando un proceso de Terror Caliente, si bien calculado
y nada espontáneo, 32
que iniciaría una sangrienta purga, para dar paso posteriormente a
una nueva oleada represiva, de Terror Frío, más sangrienta, atroz y censurable aún por
institucionalizada y que a través de los tribunales militares y sus consejos de guerra,
daría cobertura legal al crimen. 33
El caso es que Falange, bien por cumplimiento de órdenes o por intereses
particulares, llevó a cabo acciones en las que otros no quisieron implicarse o sobre las
que se vieron desbordados34
material o moralmente, exhibiendo su prepotencia y
despotismo a través de la ley de las armas y la cultura de la violencia, pero sembrando
muchas dudas sobre si su acción respondía meramente a cuestiones ideológicas o
políticas, o velaba en ocasiones otras más cercanas a la venganza personal y el ajuste de
cuentas.
No es de extrañar que no pocos testimonios señalaran que “muchos decían que eran
de Falange, pero no eran ni de Falange ni de nada, y solo querían matar y aprovecharse
del momento […] En aquellas fechas te vestías con una camisa con las flechas de
Falange y ya eras falangista, y se les permitía todo porque tenían la sartén por el
mango”.35
Así participaría -junto a alcaldes, Guardia Civil y párrocos- en la elaboración de los
informes de conducta de los considerados implicados en la etapa de retaguardia
republicana, recorriendo las calles amedrentando a la población, y blandiendo sus armas
al grito de ¡Viva España! y ¡Viva la Falange!, practicando cacheos y detenciones,
tomando parte en los traslados de presos, colaborando en la elaboración de las listas de
sospechosos de actuación criminal, y por ende culminando su rol en todo este proceso
represivo con su participación directa en torturas, sacas de la cárcel y asesinatos.
Eran, bien falangistas auténticos, Camisas Viejas, asistidos en ocasiones por
señoritos de derecha, obsesionados en su tarea de destruir “la gangrena roja, de extirpar
31
(Payne, 1997, 387) 32
(Casanova, 2013, 27) 33
(Beevor, 2005, 130 y 138) 34
(Barranquero, 1994, 89-93) 35
(Beevor, 2005, 138)
12
la totalidad del tumor infestado de comunismo, de influencias sovietizantes, para evitar
la podredumbre del cuerpo entero”36
, y otros que no lo eran, movidos simplemente por
el “gangsterismo legitimado”37
que les proporcionaba esta nueva situación, y que no
hicieron sino alimentar la concepción del falangista de retaguardia como verdugo, como
escolta de las patrullas del alba, de los paseos; como adalid en definitiva del terror
caliente de las detenciones, las torturas y las ejecuciones irregulares en cunetas y tapias
de cementerio, sin más testigos que los cómplices de la masacre y los faros encendidos
de los coches.
Junto a éstas, en la búsqueda de respuestas ante este comportamiento excedido de la
milicia fascista en la retaguardia sublevada, encontramos una irrefutable: la que
relaciona intrínsecamente el papel de Falange como ejecutora de represión, y su
protagonismo en los sucesos relacionados con el Orden Público, y acaecidos en pueblos
y ciudades fundamentalmente desde la victoria del Frente Popular, muy pocos meses
antes.
Ha sido ampliamente estudiado cómo la victoria de la izquierda en las elecciones de
febrero de 1936, que generó a partes iguales una vorágine de optimismo en una masa
social obrera como una ola de reacción y pavor entre los que ansiaban la destrucción del
régimen republicano, marcó el inicio de una etapa convulsa en lo social y político, como
en el terreno de la ideología, siendo Falange protagonista en esta lucha de
subsistencias.38
En el caso antequerano los problemas de orden público en estos primeros días no
habían ido más allá de algún enfrentamiento verbal con el guardia nocturno de turno, en
los aledaños de algún bar de reunión izquierdista, el cruce de coplas insultantes entre
jóvenes de ideologías antagónicas39
, aunque sin embargo irían aumentando
progresivamente su gravedad hacia otros hechos, como la proliferación de cacheos y
agresiones leves cometidas por jóvenes socialistas y comunistas, los conflictos entre
manifestantes y comerciantes, o las crecientes presiones de las sociedades obreras para
la sindicación de los que con ellas compartían gremio.
Pero serían sobre todo los graves enfrentamientos entre patronos y obreros en el
campo, alcanzado en estos años una radicalidad inusitada en toda la zona40
, los que
marcarían el pulso cotidiano de estos días en las zonas eminentemente rurales, y dentro
de éstas, las de proliferación del latifundio y la profunda desigualdad en cuanto al nivel
de concentración de tierras.
Y junto a ellos otro conflicto en tensión creciente, y de alguna forma relacionado con
el anterior en cuanto a su trasfondo ideológico, el que se tamizaba entre un nuevo poder
que traía consigo el retorno a la República de izquierdas, y en buena parte personificado
en la figura de obreros y miembros de juventudes socialistas y comunistas, y un núcleo
fascista local, caracterizado igualmente por una militancia joven, prácticamente
clandestina pero activa, escéptica ante las posibilidades de una victoria de las derechas
36
(Melero, 2013, 959) 37
(Beevor, 2005, 80) 38
Este enfrentamiento, así como su radicalización tras las elecciones, magníficamente recogido en
(Jiménez, 1979) Un estudio igualmente interesante sobre la radicalización de las posturas
antirrepublicanas en (González Calleja, 2008, 85-116) La movilización juvenil durante la etapa
republicana es tratada en (Souto, 2003, 97-122; Báez, 2003, 123-145) 39
(1936, 22 de marzo) El Sol de Antequera, p. 1. 40
(Melero, 2009, 471-492)
13
en las urnas, pero no por ello amilanada de su idea de destrucción por la fuerza, de la
legitimidad republicana, sobre todo cuando la victoria del Frente Popular coincidiera
prácticamente con la declaración de ilegalidad de Falange.
Sobre ella algunas tesis sostienen que se produjo un intento por parte del Gobierno
de Azaña de atenuar la reacción de los izquierdistas más incontrolados, y con ello
intentar mitigar de alguna forma la inestabilidad en el orden público41
, pero en la
práctica trajo consigo las primeras detenciones de acusados de pertenencia a la
organización fascista, señalados por su intento de boicot de actos públicos, como de
agresión a autoridades. 42
En la abrileña Antequera de 1936, a través de la intervención de la Autoridad
gubernativa provincial, como con la colaboración de representantes de organizaciones
de izquierda, se produciría el asalto definitivo al ya ilegalizado aparato fascista local,
con la proliferación de registros de armamento y propaganda fascista, y con la detención
de su Jefe local como algunos de sus más destacados miembros, todos acusados de
complot contra el Frente Popular.
Sin embargo Falange se había convertido en la ciudad en algo más que un grupo de
jóvenes radicalizados, profundamente apasionados y seducidos por los postulados de
una organización fascistizada que propugnaba el autoritarismo, el antiparlamentarismo,
o la visión cruzadista del destino de España, y por ello radicalmente opuestos a la
situación política y social en la primavera española de 1936, sino de un verdadero
andamiaje estructurado en connivencia con destacados miembros de la derecha local, y
a la vez sustentadores económicos de un aparente movimiento conspirativo.
Por todo ello la magnitud del enfrentamiento con este aparato fascista local, como de
su apaciguamiento a través de los registros y las detenciones, marcarían los meses de
gobierno del Frente Popular en la zona, como el desarrollo de la etapa de retaguardia
republicana tras el estallido e inicial fracaso de la sublevación: casi un 60 por ciento de
las detenciones practicadas durante la etapa del Frente Popular en materia de Orden
Público, corresponderán a sospechosos de fascistas, de la misma forma que más de un
56 por ciento de los detenidos o sometidos a registros por este motivo, serán asesinados
en los días revolucionarios que transitan entre el inicio de la sublevación y la ocupación
de la ciudad.
Unas cifras esclarecedoras y que Falange, sometida la ciudad desde agosto de 1936,
sabría recuperar y utilizar, tomándose la revancha al exhibir a sus muertos, desde
febrero de ese mismo año perseguidos, agredidos, y encarcelados, para justificar su
presencia y destacado protagonismo en la represión caliente más atroz.43
Sin embargo Falange se encontraba desbordada, por las atribuciones asignadas como
por las adquiridas de motu propio, en un ejercicio de extralimitación y despotismo que
le llevó a desarrollar, al margen de las labores ya mencionadas, funciones de policía
urbana, dictando órdenes sobre apertura y cierre de establecimientos, adelantándose a
41
(Payne, 1961, 310 y 311; Gil Pecharromán, 2003, 440 y 441) 42
(1936, 22 de marzo) El Sol de Antequera, p. 8.
43 El caso del sevillano pueblo de Camas, considerado como Antequera como municipio de retaguardia
temprana sublevada, en (Lazo, 1998) Un estudio provincial en (Lazo y Parejo Fernández, 2004, 237-253)
Asimismo, véase (Parejo Fernández, 2012) Otros ejemplos, como Granada, en (Gollonet y Morales, 1937;
Gil Bracero y Brenes, 2009; Hernández, 2011)
14
las órdenes dictadas desde el Gobierno Civil, apropiándose de bienes requisados, o
alojando sin permiso en la ciudad a falangistas venidos de fuera.
Un desbordamiento agravado también por ese nuevo rol de exclusividad política
como Partido Único del Régimen, y que incluso le llevaría a mantener una
sorprendente, desairada y despreciativa actitud hacia el resto de protagonistas que, a
través del apoyo público e institucionalizado, participaron en el proceso de construcción
y consolidación del Nuevo Régimen.
Así por ejemplo con el propio Grupo de Voluntarios, sobre el que siempre pretendió
mostrar una superioridad como su exclusiva legitimidad, ante la posibilidad de que
determinadas labores pudieran constituir una competencia compartida.
O con la ya por ese entonces restablecida Guardia Municipal, motivando incluso la
denuncia del jefe local de Falange contra el jefe de la Guardia Municipal, por “injurias
contra la Milicia Nacional”.44
También con la propia Comandancia Militar, que muestra sus quejas, no por un
exceso de celo de la milicia, sino precisamente por lo que considera una escasa
implicación y cooperación de su Segunda Línea, dictando incluso sanciones para
aquellos que “olvidando el juramento que prestaron, no quieren hacer el servicio que les
corresponde”.45
Incluso con el probablemente mejor instrumento propagandístico del Nuevo
Régimen en la ciudad, el semanario local El Sol de Antequera, cuya dirección,
absolutamente afín a los nuevos preceptos franquistas, muestra sus quejas de que desde
Falange no se le informa ni invita a los diversos actos organizados por ésta, impidiendo
una correcta cobertura de noticias.
Sin embargo será con la Autoridad civil local, esto es, con las gestoras cuyos
miembros sean designados, primero por la Autoridad militar y, tras la ocupación de
Málaga, por el Gobierno Civil, con la que las fricciones sean más continuas y de mayor
envergadura, como lo ponen de manifiesto las reiteradas quejas por el comportamiento
de la organización falangista a su controvertido jefe local, por cuanto parecía querer
solapar su actuación pasada, desarrollando otra cercana al ansia de la exclusividad en la
acción como principal baluarte del poder militar en la nueva y excepcional coyuntura de
guerra y retaguardia sublevada.46
“Me permito indicar a Vd. La conveniencia de que llame la atención de las milicias a
sus órdenes, al objeto de que en lo sucesivo no invadan ajenas atribuciones”47
le
44
Milicias Nacionales: Archivo Histórico Municipal de Antequera (AHMA) Fondo Municipal, Secretaría,
Actas Capitulares, libro 1907. 45
(1937, 18 de abril) El Sol de Antequera, p. 5. 46
Nemesio Sabugo, jefe local de Falange, y profesor del Instituto Nacional de Segunda Enseñanza y
miembro del Partido Radical durante la II República, será asimismo primer Presidente del Ateneo
Cultural, institución de clara vocación republicana, surgida como una extensión del Instituto más allá de
su misión pedagógica en las aulas; un nombramiento que, junto a su pertenencia al partido republicano, le
granjeará no pocos enfrentamientos con compañeros de claustro más conservadores. A pesar de esto, en el
proceso de depuración del profesorado iniciado tras la ocupación de Antequera, Sabugo será uno de los
primeros docentes confirmados en su puesto, para posteriormente ser erigido en Jefe Local de Falange.
(Ortega y Parejo Barranco, 1992) 47
Archivo Histórico Municipal de Antequera (AHMA) Fondo Municipal. Secretaría.
15
informaba el Alcalde al jefe local falangista, al que pocos días más tarde volvía a
dirigirse para recordarle:
Estuvo esta Alcaldía esperando a Falange desde las seis de la tarde, y en vista de que a las
siete y cuarto aún no se habían presentado, y no siendo posible continuar perdiendo el
tiempo, dimos comienzo al trabajo. Con vista de lo ocurrido, espero de Usted que se sirva
ordenar a sus representantes que asistan puntualmente a las reuniones de la Comisión, ya que
[…] las múltiples funciones a que debe acudir esta Alcaldía, no le permiten malgastar el
tiempo esperando a unos señores que, ni siquiera por cortesía, se toman la molestia de avisar
cuando no pueden asistir. 48
Una situación que desde luego no era la esperada entre dos de los principales
miembros de esa casta de vencedores que luchaba contra un enemigo interno común, al
que intentaba aniquilar para la salvación de la verdadera España, cuyo Orden y
Tradición serían restablecidos a través de las armas como del ejemplar castigo, por el
Ejército, y bajo el designio divino de una Iglesia Católica que a partir de una nueva
Cruzada permitiera superar la consideración de guerra civil, hasta alcanzar una nueva
dimensión en la que una nueva persecución cristiana contra el infiel librara a Europa del
yugo de Moscú, y restableciera una ansiada Paz en occidente, garantizada por su nuevo
centinela.
Sin embargo quedaba claro que la cohesión entre los artífices de este milagro
franquista era más bien defectuosa, débil y tambaleante, pero que también el despotismo
y extralimitación demostrados por Falange eran en buena medida, conocidos,
consentidos, en incluso en no pocas ocasiones, apoyados.
Junio de 1937 sería uno de esos momentos. A las doce de la mañana del día 6 de este
mes tiene lugar la inauguración de los nuevos comedores de Auxilio Social en la ciudad,
asistiendo una nutrida representación de los diferentes estamentos políticos, religiosos,
militares, de la judicatura y sociales, como el Comandante Militar, el Capitán de la
Guardia Civil, los comandantes Jueces militares, Juez de Instrucción, Juez Municipal,
Vicario Arcipreste, Registrador de la Propiedad, Notario, directores de El Sol de
Antequera y Radio Antequera, Jefe de la Cárcel, Director del Claustro de Profesores del
Instituto Nacional de Segunda Enseñanza, Director del Banco de España, miembros de
la Junta de Asistencia Social, y las presidentas de Acción Católica, Juventud de Acción
Católica y Conferencia de San Vicente de Paúl.
A ellos se unirán en la presidencia del acto, el jefe local de Falange49
, el secretario
comarcal, y el jefe provincial de la organización. 50
48
Ibídem. 49
Junto a Ricardo Burgos, el veterinario Carlos Lería Baxter será nombrado Secretario Local, Mateo
Tortosa será el Tesorero y Juan Macías el Subjefe Local de Milicias. Por su parte Rogelio Lopera
desempeñará el cargo de Jefe Instructor de la Sección de Flechas. Ricardo Burgos desempeñará sus
funciones hasta noviembre de 1938 en que se establezca una nueva composición de la estructura
falangista. Así Luis Moreno Pareja-Obregón es nombrado nuevo Jefe Local, confirmando en sus puestos
de Secretario y Tesorero a Carlos Lería y Mateo Tortosa, respectivamente, como en el de Subjefe de
Milicias a Juan Macías. Por su parte Alberto Prieto Canseco se hará cargo de la Delegación de
Organizaciones Juveniles, Diego López Priego de la de Justicia y Derecho, Carlos Blázquez de la Auxilio
Social, Antonio Gálvez Cuadra de la de Sanidad y José Muñoz Burgos como Administrador Local de
Propaganda. (1938, 27 de noviembre) El Sol de Antequera, p. 5.
16
Por su parte, y en lo que respecta a la Autoridad civil local, solo será invitado el
Alcalde Presidente de la Gestora, no acudiendo el resto de gestores, lo que provocará
una amonestación verbal del jefe provincial a los gestores, a los que llega a acusar de
“falsos falangistas”51
, por su dejadez y nula implicación, como de practicar “política
vieja”.52
El Alcalde, visiblemente alterado, manifiesta que no consiente recomendaciones,
intromisiones ni puestas en duda en su gestión o su actuación como camarada de
Falange, zanjando el Jefe Provincial la conversación al señalar que “Falange no
recomienda, ordena”53
, lo que provoca la indignación de los gestores, en especial del
Delegado de Cultura, Diego López Priego, que abandona bruscamente la reunión,
animando a sus compañeros a secundarle con un “¡Vámonos!” 54
, y dando tras de sí
varios portazos.
Un gesto considerado por el responsable provincial de la organización falangista
como de grave insubordinación, imponiendo a López Priego el excepcional castigo de
ser rapado -lo que se concretaría al día siguiente - y proponiendo su expulsión de
Falange, con la amenaza añadida de “y ya sabe usted las consecuencias que esto tiene
hoy”.55
Falange no aceptaba medias tintas, y por ello exigía la potestad plena y el tratamiento
exclusivo, por lo que no era de extrañar que considerara un ultraje el que un gestor de
pueblo, que nada había hecho realmente por la consecución de la verdadera España, que
no había visto derramar su sangre en campos de batalla, o que incluso tampoco había
sufrido en la retaguardia los efectos del furor rojo, tuviera la osadía de presentar una
moción en la que solicitaba a Falange el abandono de las dependencias que ésta tenía
ocupadas en una escuela, para volver a ser destinado el edificio exclusivamente a
docencia, y permitiendo aumentar el cupo de niños matriculados. 56
Incluso el gobernador civil, al que se puso en conocimiento del caso, se inhibe de un
asunto que considera extremadamente delicado, y sobre el que “nos adentramos en
cercado ajeno”57
, argumentando que se ventilaban asuntos internos de una organización
50
Manuel Motero, Delegado Territorial de Falange en Huelva y Delegado Comarcal en las cuencas
mineras de Riotinto, Nerva y Ayamonte, es nombrado Jefe Provincial de Falange en Málaga en
sustitución de Luciano Borrego, que solo permanecería dos semanas en el cargo, consolidándose durante
su mandato la organización y disciplina de los miembros de la organización (con férreas normas en
cuanto al comportamiento de éstos) y orientando las funciones de la organización en la retaguardia hacia
tareas asistenciales, prensa y sobre todo de una fuerte campaña propagandística para dar a conocer la
organización. Las visitas intercambiadas con autoridades civiles y militares empezaron a ser diarias y
semanalmente se realizaba una inspección a localidades de la provincia, con lo que se tomaron contactos
que antes no existían. Permanecería en el cargo hasta enero de 1938, en que presentaría su dimisión.
(Barranquero, 1994, 90-94) 51
Archivo del Gobierno Civil de Málaga (AGCM), legajo 74 52
Ibídem. 53
Ibídem. 54
Ibídem. 55
Ibídem. 56
Otras hipótesis sostienen que el recelo entre autoridades municipales y Falange, viene generado por la
adquisición de parcelas de poder en la Administración local en el nuevo Estado. Así por ejemplo Falange
verá con recelo como la derecha tradicional se repartía los cargos en la retaguardia, mientras los
falangistas luchaban y morían en los campos de batalla. Por otro lado, existía igualmente recelo de una
derecha tradicional, que no quería quedar fuera del reparto de prebendas administrativas locales, para no
perder su status y privilegios. (Thomàs, 2014) 57
Archivo del Gobierno Civil de Málaga (AGCM), legajo 74.
17
de milicias, entre el jefe provincial y sus subordinados, y que como tales debían
resolverse dentro de la misma.
Sin embargo, la investigación que encargue al Delegado de Orden Público en
Antequera, resulta absolutamente esclarecedora para conocer, tanto las relaciones
existentes entre Falange y Gestora, como la concepción que de una y otra tenía la propia
delegación gubernativa:
Es un hecho evidente que entre la Falange Española Tradicionalista y de las JONS de
Antequera y sus representantes en la Comisión Gestora Municipal, no existe la armonía que
debiera, siendo tan evidente que nadie se preocupa siquiera de desvirtuarlo. Y es
precisamente la declaración de uno de los gestores, lo que nos indica hasta qué punto es ello
cierto, que cuando su Jefe Provincial le advierte el despego que nota en sus actuaciones y la
falta de consulta con sus jefaturas falangistas, contesta que no acepta que su gestión sea
mediatizada por nadie. FET se siente molesta contra estos gestores, que a su vez reconocen
obrar independientemente, como si no se debiesen a la Organización. ¿Es admisible esta
actitud?
No nos parece procedente que se desahucie a Falange como a un inquilino moroso,
tratándose de una organización cuyos afiliados riegan a diario con su sangre los campos de
España.
En cuanto a la disciplina de estos gestores, ¡mejor no hablar! Los gestores protestas, se
excusan, interrumpen, todo ello en vez de oír sumisas las advertencias de quien tiene
autoridad para hacerlas. Aquí se dice –yo no puedo tolerar, yo no permito, yo no puedo
aceptar- todo esto de subordinados al Jefe Provincial, y esta actitud reseñada es algo que
contrasta con el concepto menos entendido de la disciplina, y el Porvenir de España y aún
del Mundo, ha de depender del resultado de una buena organización, férreamente
disciplinada, ¿cómo pueden comprenderse estos hechos? ¿A quién y de qué se quejan estos
señores gestores? ¿Qué caos no sería el municipio antequerano si los jefes de negociados y
empleados adoptasen idénticas actitudes con respecto a ellos?
El ingreso en Falange Española Tradicionalista y de las JONS supone acatar, bajo
juramento, sus normas. Allá pues los que se rebelen contra ellas58
.
El jefe falangista a través de una acción intencionada, pública y física, como la
Autoridad gubernativa a partir de su informe e inhibición final, habían sido taxativos en
cuanto a la supeditación de los poderes civiles a Falange, demostrando que sus
miembros eran, antes que gestores, subordinados militantes del Partido del Régimen59
, y
corroborando efectivamente que, no solo la camisa azul era un salvavidas, sino que
constituía la verdadera piel del Franquismo, convirtiendo así en incontestables sus
acciones.
58
Ibídem. 59
Efectivamente resulta inusual que se emplee un castigo como el del rapado, para aplicarlo como medida
disciplinaria sobre subordinados falangistas, y muy especialmente a los representantes del poder local
como los gestores municipales. No hay en definitiva obras que traten este comportamiento entre “afines”,
y seguirá manteniendo su esencia como práctica estrechamente vinculada a la represión franquista. (Prieto
y Barranquero, 2007, 95-106) Por último, la más reciente obra sobre esta práctica represora sobre la mujer
en (González Duro, 2012)
18
Sin embargo esta más que evidente separación, esta cohesión defectuosa y hasta en
algunos casos inexistente, entre miembros del heterogéneo grupo de apoyos que
participen en la construcción y consolidación del Nuevo Régimen, de ninguna manera
debía traspasar los férreos muros de un búnker franquista que mostraba a las
comunidades de la España de 1936 –esto es, a esa comunidad afín y aquiescente, a la
otra comunidad sobre la que vierte su acción represiva, como a la que conforma una
amplia zona gris - una solidez inquebrantable para ejecutar las bondades de su proyecto
palingenésico.
Y ello quizás implicara, entre otras cosas, que el otrora gestor vejado llegara en poco
más de nueve meses a ser nuevo Alcalde de la ciudad, máximo representante del poder
local, y de alguna forma transmisor en la institución de los preceptos falangistas.
4. CONCLUSIONES
El comportamiento y la implicación de la población, desde una perspectiva del apoyo
y el consentimiento social ante una nueva realidad excepcional que tiene su epicentro en
torno al 18 de julio, va a estratificarse en numerosos niveles y grados, y desde luego
distintos orígenes y motivaciones, ya fueran estos la aquiescencia o la afinidad, el miedo
o el sometimiento, el interés o el medro personal- aunque todos desde luego unificados
en torno a la necesidad de entrar a formar parte de una casta de vencedores, como
prueba inequívoca de la más firme adhesión y absoluto patriotismo, y como vía de
salvación.
Las estructuras del Nuevo Régimen estaban cimentándose sobre una base de
protección y reconocimiento para aquellos que estaban participando de la forma más
activa en el objetivo de la victoria, esto es, a través del derramamiento de su sangre en
el campo de batalla, o de aquellos que perecieron en consideración de mártires.
Para ellos, vivos y muertos, y para sus familias, sería la gloria del reconocimiento
eterno –una intensidad solo igualada por la que se aplicara en la feroz persecución,
represión y apartamiento del enemigo vencido- y sobre ellos se estructuraría la base del
apoyo social, incondicional y aquiescente, del que se nutriría el Franquismo para
legitimar y justificar su origen y consolidación.
Pero el resto tenía que ganarse su entrada en la comunidad de los vencedores, como
forma inequívoca de prosperar, como de garantizar su supervivencia.
La participación económica, el sufragio moral y anímico, o la ayuda física,
constituían una parte del engranaje de una Cultura de la Victoria que en la mayor parte
de las ocasiones traspasaba hasta confundirse los preceptos de una Cultura de la
Violencia.
La participación física de la población como agentes de la represión a partir de la
denuncia y el señalamiento, o a través de su encuadramiento en organizaciones
paramilitares, será un claro ejemplo de ello, como lo será también que en el proceso de
construcción del incipiente estado franquista, el hecho de compartir la empresa de
participar en la reconstrucción de una España dañada por el rojo, no implicaba
necesariamente una cohesión inquebrantable.
19
El proceso para la búsqueda de acomodo en los en ocasiones lúgubres y dificultosos
recovecos del Régimen, iría variando desde luego a lo largo de sus cuatro décadas de
duración; y precisamente en esta capacidad de mutación, de adaptación a diferentes
coyunturas y circunstancias, radicará el éxito de su mantenimiento.
Pero el 18 de julio, y los comportamientos adoptados a partir del mismo,
constituyeron la base de todo.
Referencias bibliográficas
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movilización cívica católica durante la Segunda República”, Ayer, 59, 123-145.
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