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V Congreso Nacional AMET 2006 Trabajo y Reestructuración: Los Retos del Nuevo Siglo Mesa de Trabajo: Trabajo Rural Oaxtepec, Morelos 17-19 de mayo 2005 ¿Aliados o antagonistas? La relación entre jornaleros agrícolas y pequeños productores en la rama del tabaco en México durante la década de los noventa Horacio Mackinlay Departamento de Sociología UAM-I

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V Congreso Nacional AMET 2006 Trabajo y Reestructuración: Los Retos del Nuevo Siglo

Mesa de Trabajo: Trabajo Rural Oaxtepec, Morelos 17-19 de mayo 2005

¿Aliados o antagonistas? La relación entre jornaleros agrícolas y pequeños productores en la rama del tabaco

en México durante la década de los noventa

Horacio Mackinlay Departamento de Sociología

UAM-I

V Congreso Nacional AMET 2006 Trabajo y Reestructuración: Los Retos del Nuevo Siglo

1

Introducción

En las actividades agrícolas, usualmente son empresarios los que contratan jornaleros en

forma masiva y en gran escala. En la producción de tabaco, en contraste, donde laboran

numerosos jornaleros, quienes los emplean directamente son sobre todo los pequeños

productores campesinos. Estos campesinos reciben, como parte de la agricultura de

contrato, una habilitación -otorgada por empresas transnacionales habilitadoras del tabaco-

que cubre el pago de los jornales correspondientes a las diversas labores agrícolas y pos-

agrícolas.1 Las grandes empresas son las principales beneficiarias del empleo de

trabajadores agrícolas, pero no son las que contratan a los jornaleros.

El presente artículo se centra en las condiciones de trabajo de los jornaleros

agrícolas y la relación laboral que los vincula con los productores de tabaco. Sin embargo,

como estos productores son en realidad intermediarios de las grandes empresas

transnacionales, es necesario analizar también el papel que estas transnacionales juegan en

dicha relación laboral. Adicionalmente, si se quiere tener un panorama completo de la

1 La habilitación incorpora también los insumos utilizados en el proceso productivo y los servicios con maquinaria y equipo agrícola; se trata de un financiamiento completo para llevar a cabo la producción que en la época actual es muy poco común (Mackinlay, 1999). De las actividades que conozco, solamente la agricultura de contrato de la caña de azúcar se asemeja, ya que por lo general el financiamiento o la entrega de algún apoyo para comprometer la producción se limita a algunas fases del proceso productivo.

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problemática que enfrentan los jornaleros, hay que considerar la relación que guardan con

el Estado a través de la seguridad social.

Para lograr estos objetivos, voy a empezar con una sección que se refiere sobre todo

a las condiciones de vida y de trabajo de los jornaleros agrícolas, sin dejar de lado la

descripción de una serie de características de sus empleadores directos, los pequeños

productores de tabaco. Esta sección se subdivide en dos: primero se describen las

condiciones de vida y de trabajo de los jornaleros y después se reseñan los cambios

ocurridos en la década de 1990. En el segundo apartado, voy a intercalar una breve

discusión conceptual sobre el concepto de “explotación” de la fuerza de trabajo, para ver en

qué casos es pertinente utilizarlo, pero no con el objeto de elaborar mayormente en el

aspecto teórico sino más bien como un pretexto para profundizar en el análisis de la

relación existente entre los jornaleros agrícolas, los productores de tabaco y las empresas

transnacionales. En el tercer apartado voy a desarrollar el asunto de la seguridad social que

involucra al Estado.

Históricamente, el tabaco ha sido cultivado en un considerable número de regiones

de México, pero su producción ha sido paulatinamente recortada para restringirse, durante

la década de 1990, casi solamente a los estados de Nayarit, Veracruz y Chiapas.2 La

presente investigación se centrará sobre todo lo que acontece en la primera de estas

entidades federativas, productora de más de 90% del tabaco rubio para cigarrillos que se

produce en el país. Se ubica temporalmente durante en esta década, aunque se mencionan

algunos sucesos de inicios de la década del 2000. Solamente me limitaré a hacer algunas 2 Para una retrospectiva histórica e información regional sobre la rama del tabaco previa a la década de 1990 véase Tabamex 1988 y Tabamex-INEGI 1988.

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observaciones, a manera comparativa, sobre la situación prevaleciente en Chiapas, donde se

produce el 10% restante de los tabacos rubios, y en Veracruz, de donde proviene la

totalidad de los tabacos oscuros. La información empírica se basa de la investigación de

campo que he realizado en las distintas zonas tabacaleras del país3.

1.- Los jornaleros agrícolas

1.1. Sus condiciones de vida y de trabajo en los tabacales

En Nayarit existen dos grupos de jornaleros agrícolas que trabajan en la rama del

tabaco: los jornaleros mestizos locales que residen en las comunidades tabacaleras o en

localidades circunvecinas del propio estado, y los jornaleros indígenas migrantes

provenientes de las sierras nayarita, jaliciense y duranguense (Díaz Jiménez, González y

Serrano 1994). Los pequeños productores de tabaco que los contratan, por su parte, en su

gran mayoría son ejidatarios, cuyo promedio de hectáreas habilitadas con tabaco oscila

entre 2 y 3 hectáreas (véase el cuadro 1). Aunque existen contados medianos y grandes

agricultores de tipo empresarial, los que predominan son campesinos que cultivan y curan

la hoja de tabaco durante aproximadamente 6 o 7 meses al año, en la época de secas

(Mackinlay 1999).4

3 Véase las distintas referencias bibliográficas que aparecen a mi nombre en este trabajo. 4 En Nayarit el cultivo se escalona entre el mes de septiembre, cuando empieza la plantación, y el mes de junio, cuando termina la cosecha. Una vez terminado el curado, mediante el cual las hojas de tabaco son deshidratadas y secadas, éstas son entregadas por el productor a la empresa habilitadora que se ocupa del desvenado, que es el proceso mediante el cual se les quita la vena y se las acondiciona para su conservación. Este proceso es realizado por obreras y obreros industriales en las plantas desvenadoras de la ciudad de Tepic, capital de Nayarit.

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A diferencia de los empresarios agrícolas cuya lógica productiva se centra en la

obtención de una ganancia capitalista mediante la explotación de fuerza de trabajo

asalariada, los productores campesinos son aquellos, basados fundamentalmente en el

trabajo familiar, sus móviles productivos están determinados por la necesidad de asegurar

las condiciones de reproducción de sus unidades domésticas, por lo que únicamente

recurren a la contratación de trabajadores externos cuando la unidad doméstica es incapaz

de proveerlos.5

5 Véase CEPAL (1982) de donde provienen estas definiciones y donde se presenta una tipología de los diversos tipos de campesinos y productores empresariales que existían en México hacia 1970.

Cuadro 1

Nayarit Superficie de tabaco, productores habilitados

y producción (1991-2000) y (2001-2005)

Temporadas Superficie contratada (hectáreas)

Superficie cosechada (hectáreas)

Producción (tonedas)

Rendimiento (ton./ha.)

Número de productores habilitados:

Promedio de hectáreas

habilitadas por productor

1990-1991 14,084 13,960 19,987 1.43 8,655 1.6 1991-1992 30,692 15,072 23,246 1.54 15,150 2.0 1992-1993 31,773 31,567 54,014 1.71 15,109 2.1 1993-1994 26,578 26,579 51,428 1.93 12,176 2.2 1994-1995 19,204 19,204 37,255 1.94 8,137 2.4 1995-1996 20,499 20,499 45,216 2.21 9,180 2.2 1996-1997 26,350 23,270 35,357 1.52 12,727 2.1 1997-1998 30,600 30,539 52,625 1.72 13,379 2.3 1998-1999 25,710 25,601 45,161 1.76 11,154 2.3 1999-2000 20,576 19,333 37,863 1.95 9,361 2.2

Promedio: 24,607 22,562 40,215 1.77 11,503 2.1

2000-2001 15,505 15,505 28,677 1.85 5,989 2.6 2001-2002 8,833 8,833 18,166 2.06 3,696 2.4 2002-2003 8,725 8,610 20,304 2.36 3,990 2.19 2003-2004 8,310 8,310 16,116 1.94 4,621 1.80 2004-2005 8,111 8,111 15,035 1.85 3,816 2.13

Promedio: 9,897 9,874 19,660 1.99 4,422 2.22

. Fuente: ARIC de Productores de Tabaco del Estado de Nayarit

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5

Sin embargo, en el caso de la producción de tabaco esta definición se encuentra en

cierta medida distorsionada por dos motivos: a) en comparación con los demás cultivos

principales, se requiere de un sumamente alto número de trabajadores para realizar la

totalidad de las tareas agrícolas y pos-agrícolas y, b) porque las empresas habilitadoras

adelantan el financiamiento necesario para el pago de los jornales, lo que determina que los

productores no necesiten recurrir a sus propios recursos para pagar los jornales. Si bien no

se puede poner en duda el hecho de que los pequeños productores tabaqueros no obtienen

ingresos suficientes como para que se les pueda considerar como parte de la clase

empresarial6, la particularidad recién comentada implica que pueden sustituir por mano de

obra asalariada parte del trabajo que de otra manera realizaría la unidad doméstica.

Según cálculos de la Secretaría de Agricultura de fines de los 1980, para producir

tabaco se requería un promedio de 150 jornales por hectárea, con lo que este cultivo se

situaba muy por encima de otras hortalizas que requerían, por ejemplo, de 83 en el caso del

jitomate, 69 para la jícama y 24 para el melón. En cuanto a los granos básicos la diferencia

era abismal, ya que el maíz se situaba en 38, frijol en 27 y sorgo en 22 (SARH 1988, citado

por Pacheco 1992: 147).

6 Este aspecto será discutido con más amplitud en el apartado 3.

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Realizando una actualización a la década de 1990, si tomamos el presupuesto que se

asignó para jornales en las cuotas de habilitación de la temporada 1994-1995, el rubro de

“manejo del cultivo en el campo” efectivamente nos da un total de 156 jornales por

hectárea, pero si sumamos los jornales correspondientes a la producción de las plántulas

(previo al inicio del ciclo agrícola), este promedio sube a 172. Si a ello agregamos las

diversas labores pos-agrícolas que incluyen desde la cosecha hasta el curado de la hoja de

tabaco, se llega a 229 jornales por hectárea7.

No es fácil estimar el número de personas empleadas a partir de estas cifras, ya que

se trata de empleos temporales imposibles de contabilizar y, además, no todos son jornadas

de 8 horas al día, sino que varios de los trabajos se realizan a destajo, como la elaboración

de las sartas para el curado de ciertas variedades, que analizaremos adelante con más

detalle. Por otra parte, hay que considerar que no todos estos jornales paran en manos de

jornaleros externos, sino que una proporción de los mismos –cifra aún más difícil de

estimar- son retenidos por el jefe del núcleo doméstico en virtud de que son realizados por

los integrantes de su familia.

Haciendo un ejercicio numérico, si planteamos hipotéticamente que en la temporada

1994-1995 los jornaleros estuvieron empleados durante 6 meses sin interrupción (26 días al

mes), esto hubiese significado la contratación de 28 196 personas para una superficie de 19

7 Una de las ventajas de la agricultura de contrato es que todas las transacciones están contabilizadas. La Asociación Rural de Interés Colectivo de Productores de Tabaco del Estado de Nayarit (ARIC), que es la organización gremial que representa a los productores y que reúne la información de las diversas compañías habilitadoras, presenta las siguientes cifras para la temporada 1994-1995: producción de plántulas: 310 080 jornales; manejo del cultivo en el campo: 2 995 824; corte de tabaco verde: 236 209; elaboración de sartas: 856 498 (total: 4 398 611). Estas cifras corresponden a la suma de los jornales que fueron entregados a los productores a través de sus cuotas de habilitación en las cuatro diferentes variedades que se plantaron en una superficie de 19,204 hectáreas (ARIC, abril de 1995).

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204 hectáreas (cuadro 1). Si estimamos que en promedio cada jornalero trabajó la mitad de

ese tiempo (13 días o 4 horas al día durante 26 días), esto nos daría el empleo de 56 392

personas, incluyendo jornaleros locales, migrantes y miembros del núcleo doméstico. Una

estimación más cercana a la realidad se ubicaría probablemente en medio de estas dos

cifras. De cualquier forma, se trata de una derrama económica importante para las zonas

tabaqueras.

Los jornaleros locales contratados por los tabaqueros, junto con los trabajadores de

los núcleos domésticos, desempeñan los diversos trabajos agrícolas, desde los planteros –

que es donde se producen las plantas de tabaco antes del inicio del ciclo productivo-, el

transplante en las parcelas y, en general, todas las labores de manejo del cultivo que se

realizan durante los tres meses de crecimiento de la planta y de las hojas de tabaco. Durante

los dos o tres meses restantes se ocupan de las actividades pos-agrícolas, donde trabajan

tanto en la cosecha como en el curado del tabaco.8 Estos jornaleros pueden ser a veces

campesinos que tienen tierras y que complementan sus ingresos agrícolas con trabajos

extraparcelarios. También puede tratarse de personas que trabajan en forma eventual para

complementar sus ingresos.9 Sin embargo, por lo general predominan personas que no

tienen tierra -a veces hijos o parientes de ejidatarios- que se desempeñan en los más

diversos trabajos agrícolas y urbanos durante todo el año, cuya fuente de subsistencia

proviene fundamentalmente del salario.

8 Para los procesos productivos en las distintas variedades de tabaco véase Jáuregui 1980. 9 En este grupo también hay que incluir a muchos jóvenes (de ambos sexos) que viven con sus familias y que trabajan fuera de sus unidades domésticas durante sus tiempos libres y vacaciones escolares. Por lo general, desempeñan algunos de los trabajos temporales menos difíciles y fatigosos, como por ejemplo separar y clasificar las hojas secas salidas de los galerones y de los hornos donde se realiza la deshidratación y el curado de la hoja de tabaco.

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Cuando llega la época de la cosecha, como en cualquier actividad agrícola, la

demanda de trabajadores asalariados se dispara. A los jornaleros locales se suman un alto

número de jornaleros indígenas migrantes integrantes de la etnias huichol, de Nayarit y

Jalisco, cora, de Nayarit, y en una pequeña proporción de la etnia tepehuana de Nayarit y

Durango. Estos indígenas bajan de sus comunidades serranas en la época de secas, cinco a

seis meses al año, de enero a junio, cuando sus tierras son improductivas, para trabajar en la

cosecha y el ensarte del tabaco y en otras actividades agrícolas asalariadas como el café y

las hortalizas (Díaz Jiménez, González y Serrano 1994).10

Las cuadrillas de corte en las variedades virginia hornos seco y burley sombra mata

se forman habitualmente con jornaleros locales. Estas variedades se producen, la primera,

en la región costa-norte, alrededor del municipio de Santiago Ixcuintla, y la segunda en la

región costa-sur, en el municipio de Compostela. El trabajo es mucho más laborioso en el

virginia hornos seco, ya que las cuadrillas realizan “pasadas” en función de la altura de la

planta, de abajo hacia arriba, de acuerdo con los diferentes “cortes” de la hoja, para

introducir las hojas cosechadas dentro de los recipientes de los vehículos que las

acompañan. Estas hojas posteriormente son deshidratadas y curadas en hornos ubicados en

las cercanías de las parcelas. En el burley sombra mata el proceso no es tan laborioso ya

que la planta se corta entera y se cuelga dentro de grandes galerones; el trabajo sólo se

intensifica cuarenta días después, cuando las hojas ya están curadas, ya que se requiere de

jornaleros para separarlas de la mata y clasificarlas.

10 Para los jornaleros agrícolas que no trabajan en la rama del tabaco véase Sifuentes, 1996.

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En las variedades burley semi-sombra y virginia sarta sol, plantadas en la región

costa norte la cosecha se realiza sin ayuda mecánica. Es aquí donde intervienen los

jornaleros indígenas migrantes que se ocupan de los trabajos que, en esta fase final del ciclo

productivo, requieren de mayor destreza, como la cosecha manual –ya que se necesita

seleccionar cada día las hojas verdaderamente maduras- y el ensarte de las hojas recién

colectadas. La cosecha implica un esfuerzo físico importante en un ambiente lleno de

insectos, calor y en una postura agachada. El ensarte se realiza bajo la sombra de una por lo

general precaria ramada que proteje a los jornaleros del sol, donde se abocan a atravesar las

hojas en su nervadura con una aguja e hilo para formar sartas de un promedio de 300 hojas

que se cuelgan en ramadas (burley semi-sombra) o a la intemperie (virginia sarta sol). Este

trabajo, pagado por sarta, se realiza a destajo, por lo que a los jornaleros les conviene

hacerlo más rápido posible. Así se puede ganar más que si se trabaja por el habitual jornal

de 8 horas de trabajo, pero también es necesario invertir más tiempo y mano de obra

familiar. Las labores las realizan familias enteras, es decir el jefe de familia auxiliado por la

esposa e hijos, por lo que abunda el trabajo femenil e infantil (Pacheco 1999).

Tampoco es fácil hacer una estimación precisa del número de jornaleros indígenas

migrantes y la relación numérica que éstos guardan con respecto a los jornaleros mestizos

locales, ya que no existen registros estadísticos al respecto. Si nos atenemos a las únicas

cifras desglosadas por actividades asalariadas de las que dispongo, correspondientes al ciclo

1994-1995, aproximadamente 23% de los jornales estaban distribuidos en los rubros donde

se concentran los jornaleros indígenas migrantes, para quienes correspondieron 998 223 de

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los 4 398 209 jornales contratados en esa temporada.11 Considerando que algunos de estos

trabajos fueron realizados por jornaleros locales, parece razonable plantear que alrededor

un 20% de los jornaleros agrícolas que laboran en la rama del tabaco son migrantes

indígenas. De éstos, la gran mayoría son huicholes.

No obstante su inferioridad numérica, los jornaleros indígenas llaman mucho más la

atención que los jornaleros locales en los lugares donde llegan a trabajar, no sólo por las

coloridas vestimentas tradicionales que los caracterizan y el hecho de que siempre se

desplazan en grupos, sino también porque se concentran entre los meses de enero y marzo

de cada año en la región costa norte. Personas vinculadas con el cultivo del tabaco de

Nayarit me han comentado que en la década de 1980, cuando se cosechaba un promedio de

32 000 hectáreas por temporada, bajaban de la sierra cerca de 20 000 indígenas en esta

temporada año, por lo que calculaban que era razonable plantear un número aproximado de

entre 6000 y 7000 jefes de familia indígenas por cada 10 000 hectáreas plantadas.12

En otras regiones tabaqueras, como la costa de Chiapas, en la región del Soconusco,

los campesinos productores de tabaco también contratan jornaleros locales mestizos y

migrantes indígenas. Estos últimos son guatemaltecos que cruzan la frontera para trabajar

en los tabacales, fincas cafetaleras y otros cultivos. En contraste, en Veracruz, tanto en el

11 Estos 998 223 jornales fueron los relacionados con la “elaboración de sartas” (856 498) y el 60% de los jornales para “corte de tabaco verde” (141 725) correspondientes a las variedades burley semi sombra y virginia sarta sol (esta proporción fue calculada en función de la superficie cultivada por variedades de tabaco, tomada del cuadro 33 de Mackinlay 2001). 12 Entrevista con el Ing. Héctor González, asesor de la ARIC, Tepic, Nayarit, 4 septiembre 1998. Estas cifras coinciden en términos generales con las del ciclo 1994-1995, ya que si consideramos que para 19,204 hectáreas correspondieron 998 223 jornales (nota de pié de página anterior), para 10 000 hectáreas esto equivale a 519 799 jornales. Esta ultima cifra dividida por 78 (3 meses laborándose 26 días), corresponde al empleo de 6664 jornaleros por cada 10 000 hectáreas.

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norte13, donde se producen tabacos oscuros para cigarrillos, como en el sur, en San Andrés

Tuxtla, región que es únicamente productora de tabacos oscuros para puros (mapa 1), los

jornaleros son solamente locales, en su mayoría mestizos aunque también hay indígenas

que residen en la región. En estos casos no existe una diferencia notable en el tipo de

trabajo o en los salarios que devengan.

En la producción del tabaco el empleo de agroquímicos (deshijantes, nematicidas,

insecticidas, plaguicidas, fertilizantes y fungicidas) siempre ha sido muy elevado. Todos los

jornaleros están expuestos al uso de agroquímicos, aunque más cercanamente los jornaleros

mestizos locales que los aplican en el transcurso de la temporada agrícola, cuando más se

utilizan. En la gran mayoría de los casos esta aplicación se hace sin el equipo de protección

adecuado. A menudo, se trata de hijos o familiares cercanos de los productores, que no son

jornaleros propiamente sino trabajadores del núcleo doméstico.

En no pocos poblados tabaqueros nayaritas, hasta hace muy poco tiempo,

numerosos planteros se ubicaban en medio de asentamientos humanos ejidales, con lo que

se dejaba expuesto al aire libre el particularmente peligroso bromuro de metilo, nocivo para

las personas y degradador de la capa de ozono. Este desinfectante de tierras sólo fue

recientemente retirado a principios del milenio, ya que México es signatario de un convenio

internacional en el que se comprometió a eliminarlos, cambiándose el sistema tradicional

por el nuevo sistema de “flotación” que no emplea materiales tan tóxicos (Mackinlay,

2004). Aunque la prensa local y nacional no le otorga al problema del empleo de

13 En el norte de Veracruz, durante la década de los noventa hubo tabaco en Papantla y en Platón Sánchez, pero a fines de la década el cultivo fue descontinuado en Papantla y sólo se mantuvo una reducida superficie de Platón Sánchez.

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agroquímicos la importancia debida, existen informes que destacan el importante nivel de

intoxicación que históricamente han padecido los jornaleros agrícolas mexicanos en general

y, en nuestro caso, los asalariados agrícolas de la actividad tabacalera (véase Díaz-Romo y

Salinas-Álvarez, 2002; Plaguicidas en México, 2002).

Para los jornaleros indígenas migrantes el problema de salud reside sobretodo en el

hecho de que a menudo emplean para uso doméstico los envases de los agroquímicos

desechados por los productores y sus jornaleros locales en las parcelas. Sin embargo, esta

práctica ha disminuido gracias a una fuerte campaña emprendida durante los 1990 por las

compañías habilitadoras consistente en promover una adecuada disposición de estos

envases y alertar sobre su peligro mediante etiquetas vistosas. Esto no los exime del

contacto con residuos químicos en los campos agrícolas y a la hora de bañarse en los

canales de riego, además de la contaminación de la que son objeto en otros cultivos donde

los manipulan directamente.

Cuando la empresa paraestatal Tabacos Mexicanos (Tabamex) monopolizó la

producción de tabaco desvenado entre 1972 y 199014, desplegó una intensa labor de

promoción social en los poblados tabaqueros, pero ésta benefició sobre todo a los

productores y sus familias. Aunque poco se canalizó directamente a los jornaleros locales,

éstos se beneficiaban con las mejoras urbanas y ciertas prestaciones sociales de impacto

14 Tabamex fue formada en 1972 con base en los activos de varias empresas privadas nacionalizadas que producían tabaco desvenado para la industria cigarrera o para exportarlo. Se encargaba de otorgar la habilitación a los productores, comprarles el tabaco y realizar el desvenado. Al no haberse nacionalizado las fases de industrialización y comercialización de los cigarrillos, sus principales clientes eran las cigarreras y las empresas exportadoras. De hecho, Tabamex se desempeñaba como intermediaria de las empresas cigarreras y exportadoras de tabaco ya que recibía un financiamiento adelantado de las mismas para poder habilitar la producción (Jáuregui et al., 1980).

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general para el conjunto de los habitantes de estos poblados (Mackinlay 2001: cap. 2). Pero

casi nada llegó a los jornaleros indígenas: no se construyeron instalaciones para albergar a

las familias migrantes que se dedicaban a la cosecha y al ensarte, ni mucho menos

guarderías y escuelas para los niños. Los jornaleros siguieron -y siguen trabajando hasta la

época actual- protegidos del sol y la intemperie a lo sumo por una rudimentaria ramada

para elaborar las sartas, tomar los alimentos y dormir. Al descansar los sábados por la tarde

y los domingos, es usual que sean albergados en los poblados tabaqueros, en los patios de

las casas de los productores que los contratan, con quienes establecen una relación más

cercana.

Los huicholes y coras se refieren a quienes los contratan como sus “patrones” y en

realidad lo son. A veces tienen hacia ellos un trato, según la autora antes citada, de

“bienhechores”: les llevan agua y tortillas al tabacal cada día (cuyo costo generalmente es

descontado de la raya semanal); les prestan dinero ocasionalmente, les gestionan

eventualmente (aunque no siempre) pases para su atención médica en el seguro social, están

al corriente de algunas situaciones familiares como bautizos, bodas y defunciones, de tal

forma que los migrantes por lo general prefieren regresar con el mismo empleador cada

año: “El productor se convierte en un respaldo, en alguien que los conoce fuera de su

comunidad” (Pacheco, 1998:11).

Haciendo una comparación entre los dos grupos de jornaleros vistos, los mestizos

locales están considerablemente más expuestos a los agroquímicos ya que son los que se

encargan de manipularlos durante la etapa de crecimiento de la planta. Sin embargo, desde

el punto de vista del alojamiento y de sus condiciones de vida en general, están menos

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desprotegidos que los migrantes indígenas. Aunque como hemos visto sus condiciones de

contratación dejan mucho que desear, por lo menos regresan por las noches a sus hogares y

se benefician de la infraestructura urbana existente, que en Nayarit es bastante aceptable en

los pueblos de las zonas tabaqueras. No sólo acceden a los servicios urbanos y educativos

para sus familias sino que, debido a la mayor cercanía que guardan con sus empleadores

directos, los pequeños productores de tabaco, éstos los privilegian para canalizarles los

pases para la atención médica en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), cuyo

número es limitado a 5 pases por hectárea habilitada.

Ahora bien, si comparamos a los indígenas migrantes con los jornaleros migrantes

de otros cultivos, las condiciones de salubridad e higiene en el trabajo son igualmente

deficientes. En últimas fechas se han publicado un considerable número de reportajes sobre

jornaleros que trabajan en los estados de Baja California y Sinaloa, donde se producen en

forma masiva hortalizas para la exportación, que muestran que –tal como sucede en

Nayarit- estos trabajadores raramente disponen de agua potable para preparar sus alimentos,

se bañan y usan por sanitarios los canales contaminados y se dan casos de personas,

particularmente niños, que mueren de frío o por picaduras de animales (véase La Jornada,

27/XI/2004).

Probablemente la única diferencia notable es que, como en Nayarit los jornaleros no

se concentran en campos agrícolas, no están hacinados en barracas o en “casuchas de cartón

con fogones al aire libre” ubicadas en un mismo terreno, como relata el reportaje recién

citado. Aquí también tienen mayores posibilidades de acceder a la atención médica del

IMSS, si es que los pequeños productores les gestionan sus pases, si es que se “toman la

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molestia” de hacerlo cuando les sobran, ya que por lo general privilegian a sus familiares,

jornaleros locales o simplemente amistades. En contraste, en un buen número de grandes

empresas hortícolas, los servicios médicos no solamente son inexistentes ya que sus dueños

omiten el pago de las cuotas obrero-patronales, lo cual es imposible de eludir en la

agroindustria tabacalera, donde tal aportación es descontada automáticamente a los

productores al finalizar el ciclo productivo.

1.2. Cambios ocurridos durante la década de 1990

A principios de los noventa, a raíz de la privatización de Tabamex, la agroindustria

tabacalera mexicana pasó a ser controlada por los grupos Pulsar y Carso propiedad,

respectivamente, de los poderosos magnates mexicanos Alfonso Romo y Carlos Slim

(Mackinlay, 1998). Estos empresarios habían adquirido las dos grandes compañías

cigarreras que existían en el país en el transcurso de los ochenta, manteniendo una

estructura duopólica que desde los años setenta se reparte el mercado nacional de

cigarrillos. Con base en los activos de Tabamex comprados y nuevas inversiones, estos

grupos empresariales establecieron las empresas habilitadoras Agroindustrias Moderna,

filial de Cigarrera La Moderna, propiedad del grupo Pulsar, y Tabacos Desvenados S. A.

(Tadesa), filial de Cigarros La Tabacalera Mexicana (Cigatam), del grupo Carso

(Mackinlay 1998).15 Con su presencia en la producción agroindustrial de la materia prima,

pasaron a controlar la totalidad del proceso productivo, desde la producción del tabaco

15 Cabe mencionar que también existen otras dos empresas habilitadoras que se limitan a exportar tabaco desvenado, Tabacos del Pacífico Norte (TPN), filial de la transnacional K. R. Edwards Leaf Tobacco Co y Dimon S.A., filial de Dimon International

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16

desvenado hasta la manufactura de cigarrillos y su comercialización, con lo que afianzaron

la integración vertical de la agricultura a la industria.

En el transcurso de esta década los jornaleros agrícolas tampoco conocieron casi

ninguna mejoría de sus condiciones salariales y de contratación en los tabacales, sino que

por el contrario, desde el punto de vista salarial, éstas retrocedieron. Los salarios se

deterioraron en forma proporcional al salario mínimo, ya que la cuota para este rubro se

siguió asignando en función de este último. Apenas conocieron algún incremento en las

épocas de escasez de mano de obra o en regiones como la costa-sur, donde los jornaleros

tienen la opción de ofertar su fuerza de trabajo en las actividades turísticas, lo cual obligó a

los productores a pagar de su propio bolsillo más de lo presupuestado en la cuota de

habilitación. En las temporadas 1992-1993, 1993-1994 y 1994-1995, en la época de

estabilidad del tipo de cambio, la cuota establecida para los jornales fue sumamente baja:

fue tan sólo de $20.00. Subió a $25.00 en la temporada 1995-1996, a $30.00 en la

temporada 1996-1997, a $40.00 en la temporada 1997-1998, y a $45.00 en la temporada

1999-2000. La última cifra equivale a 4 dólares para una jornada entera, cuando en los

Estados Unidos esto es aproximadamente lo que se paga por hora de trabajo en el agro

(Mackinlay, 2001:303).

Entre las contadas acciones que se desarrollaron durante la era de los grupos Pulsar

y Carso para mejorar las condiciones de trabajo y sobretodo de salud entre los jornaleros se

encuentra la ya mencionada campaña para prevenirlos sobre el peligro de utilizar los

envases de los agroquímicos para su uso personal, lo que incluyó dibujos en los envases

debido a que muchos no hablan ni mucho menos leen el idioma español; el establecimiento

V Congreso Nacional AMET 2006 Trabajo y Reestructuración: Los Retos del Nuevo Siglo

17

en los contratos de cláusulas que obligaron a los productores a destruir dichos envases y a

proveer a quienes aplican los agroquímicos del equipo adecuado de protección, y otras

medidas no demasiado trascendentes tomadas en respuesta a las cada vez más numerosas

denuncias sobre el particular.

Estas medidas tuvieron un impacto limitado. Cabe mencionar que no son los

titulares de los contratos quienes aplican los agroquímicos sino los jornaleros locales o sus

propios familiares, aunque ninguno de ellos se distingue por su conciencia ecológica ni por

tomar en serio las precauciones debidas en la manipulación de los agroquímicos, a veces

porque no cuentan con los recursos económicos para adquirir el equipo protector pero

también por falta de conocimiento e inconciencia de sus efectos sobre la salud. Los

jornaleros directamente concernidos habitualmente prefieren no usar dichos equipos, por

ser incómodos e imprácticos en un clima tan caluroso. Una respuesta usual entre los

productores de tabaco cuando se les inquiere al respecto es que quienes aplican los

agroquímicos “aguantan”, porque son jóvenes16.

Tal como mencionamos, la responsabilidad legal de la contratación de los jornaleros

agrícolas recae en los productores que los contratan. Anteriormente las grandes empresas

tabacaleras se aprovechaban de esta situación jurídica para lavarse las manos del problema.

Los cada vez más fuertes reclamos de los consumidores, sobre todo europeos y

norteamericanos, en relación a la precariedad de las condiciones de contratación,

16 Esta actitud persiste a pesar de que las evidencias sobre las repercusiones sobre la salud de los agroquímicos aumentan día con día pero, como sus efectos muchas veces no son inmediatos, no difiere tanto de la de otros grupos de la población (pintores, fumigadores, etc.), incluso algunos provenientes de clases medias y altas, como muchos fumadores, que a pesar de las advertencias tampoco toman las precauciones necesarias.

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18

insalubridad, trabajo infantil, bajos salarios, a los que están sometidos los trabajadores del

tercer mundo donde se producen ciertos productos que ellos consumen, están

repercutiendo, en términos generales, en un ligero cambio de actitud de parte de las

autoridades gubernamentales y los empresarios.

En el caso de México, aunque el Tratado de Libre Comercio de América del Norte

(TLCAN) no toca consideraciones de índole laboral, no se puede descartar en el futuro un

boicot de parte de asociaciones de consumidores canadienses y estadounidenses si no se

empieza a hacer algo para mejorar las condiciones salariales y de contratación de los

jornaleros agrícolas. Tal tipo de acciones están en un lugar menos prioritario en la agenda

de la llamada “sociedad civil” mexicana, integrada por los diversos grupos y

organizaciones que mantienen una actitud crítica hacia las políticas gubernamentales

prevalecientes. Sin embargo, sí ha habido un ligero avance en los últimos años ya que

aparecen cada vez más reportajes e información sobre los jornaleros agrícolas que están

repercutiendo, en algunos casos, en una moderación del abuso del que son objeto en sus

lugares de trabajo.

A mediados del año 1997, las dos transnacionales tabaqueras más grandes del

mundo, la Philip Morris y la British American Tobacco (BAT), compraron buena parte de

las acciones que los grupos Carso y Pulsar, respectivamente, tenían en la actividad

tabacalera. Refugiándose, a raíz de la fuerte campaña antitabaco de los países desarrollados,

en países donde la legislación sanitaria es menos exigente, buscan no repetir los mismos

errores que los llevaron a juicios por cantidades multimillonarias en esos países y están

V Congreso Nacional AMET 2006 Trabajo y Reestructuración: Los Retos del Nuevo Siglo

19

deseosos de proyectar una imagen lo más respetable posible, aún en este producto que por

definición es insalubre.

Es necesario resaltar el hecho de que la BAT adquirió la totalidad de los activos

tabaqueros del grupo Pulsar, mientras que la Philip Morris solamente se convirtió en el

socio mayoritario de Cigatam, de la que compró la mayoría de las acciones de la industria

cigarrera y la comercialización de cigarrillos, que es la parte fundamental del negocio. El

grupo Carso mantuvo una participación minoritaria en estas esferas, aunque sostuvo su

posición mayoritaria en la agroindustria tabaquera a través de Tadesa. Esto se debe a que la

Philip Morris tiene la política de involucrarse lo menos posible en los procesos productivos

agrícolas. En otros países prefiere comprar tabaco ya producido, justamente para no verse

involucrada en negociaciones con productores habilitados y/o con trabajadores asalariados.

En México, prefirió que Tadesa siguiese bajo la administración del grupo Carso.

Agroindustrias Moderna, por el contrario, fue radicalmente transformada por la BAT, que

se metió de lleno a la reorganización del proceso productivo en el campo.

No entra dentro del tema de este trabajo un análisis detallado de este proceso de

restructuración productiva emprendido desde principios del año 200017. Basta señalar que,

entre las medidas que ha estado tomando la BAT destaca la disminución en la utilización de

insumos agroquímicos. Esto seguramente responde a una actitud de mayor consideración

hacia la salud de los fumadores y el medio ambiente, pero sobre todo se explica debido a

que se está registrando, de parte de esta transnacional, un cambio de la manera de producir

17 Sobre el particular véase Mackinlay 2004.

V Congreso Nacional AMET 2006 Trabajo y Reestructuración: Los Retos del Nuevo Siglo

20

tabaco: ahora se considera mucho más saludable para los suelos y para la planta evitar el

derroche de agroquímicos, además de que ello abarata los costos.

Como ya mencioné, el uso intensivo de agroquímicos fue una constante en la

agroindustria desde que inició la producción en gran escala en los años cincuenta hasta la

década de los noventa. El grupo Pulsar fue uno de sus más entusiastas promotores, toda vez

que era dueño de una empresa de agroquímicos -llamada Agrosem- que los producía y

distribuía. La BAT, con un enfoque diferente -como pudimos constatar en el trabajo de

campo realizado en diciembre de 2002 en la costa de Chiapas (Mackinlay 2004)- utiliza lo

estrictamente necesario, lo cual a veces choca con el reflejo, fuertemente arraigado entre los

productores, de recurrir a tales agroquímicos ante la menor alarma.18

Otro de los ámbitos donde se ha presenciado un cambio con relación a la era de los

grupos Pulsar y Carso es con relación a los programas sociales destinados a los jornaleros

agrícolas migrantes. Desde fines de lo 1990, se registra un interesante desarrollo: bajo

iniciativa de la BAT, en Nayarit se desarrolla un programa llamado Florece, encaminado a

“prevenir la mano de obra infantil”, con la participación de las cuatro compañías

habilitadoras de tabaco, la organización que agrupa a los productores de tabaco -la

Asociación Rural de Interés Colectivo de Productores de Tabaco del Estado de Nayarit

(ARIC) y diversas instituciones públicas federales y estatales19. Hacia el año 2002 había 5

18 En Nayarit, el consumo de insecticidas y funguicidas de esta empresa disminuyó de un promedio de 8 kilogramos por hectárea de ingrediente activo a alrededor de 3.7. Entrevista con el Ing. Miguel Angel Perrusquía, Gerente de BAT de la Costa Sur entre 1997 y 2001 y Gerente de la zona Chiapas cuando se realizó la entrevista, Tapachula, Chiapas, 7 de diciembre de 2002 19 Se trata de la Universidad Autónoma de Nayarit, como el DIF estatal, el programa Jornaleros Agrícolas de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), la Secretaría de Salud del Estado de Nayarit, y el Instituto Nacional Indigenista.

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21

centros de atención que prestaban servicio a 350 menores, hijos de jornaleros indígenas

migrantes. Los empleados de estos centros recogen a los niños en las parcelas para

brindarles durante el día o una parte del día servicios médicos, educativos, bañarlos y

alimentarlos, y los regresan a las mismas a la hora acordada con los padres. Estos centros se

ocupan todo el día de los niños cuyas edades oscilan entre 3 y 11 años, y solamente durante

la mañana (de 8 a.m. a 1.p.m) de los niños más grandes que tienen entre 11 y 15 años, para

que no dejen de prestar ayuda a sus padres una parte del día.20

Este tipo de acciones empiezan a notarse con mayor frecuencia en diversos campos

agrícolas del país, pero apenas son gotas en un mar de necesidades y por lo general están

destinadas a encubrir el incumplimiento de las leyes laborales y aminorar el impacto de

dichos reclamos. En el caso que nos ocupa, se trata de un fenómeno reciente que amerita

una investigación más profunda, pero sea cual fuere el móvil de la industria cigarrera, no se

puede negar que representa un paso positivo a todas luces bienvenido, ya que por lo menos

sienta un antecedente sobre una necesaria iniciativa social antes desconocida en el medio

tabacalero. Sin embargo, como toda iniciativa nueva, no está exenta de críticas,

particularmente de parte de los productores y los jornaleros locales -considerablemente

empobrecidos desde que se dio la privatización de Tabamex- que miran con cierto recelo el

hecho de no estar incluidos en este tipo de programas.

3. El asunto de la “explotación” de los jornaleros agrícolas

20 Esta información proviene de un folleto informativo sobre el Programa Florece y de pláticas sostenidas con los funcionarios de la BAT José Manuel Guevara y Juan Carlos Cervantes en la Ciudad de México, el 26 de septiembre del 2002.

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22

Para introducir el tema, haré una breve referencia a las caracterizaciones de algunos

sectores de la izquierda de la década de los setenta, como el Sindicato Nacional de

Productores de Tabaco Benito Juárez (SNPT), ligado al antiguo Partido Socialista de los

Trabajadores (PST), que tomaban esencialmente como iguales en sus condiciones de

trabajo a los productores y los trabajadores asalariados, con el argumento de que ambos

eran explotados por el capital (véase Ceballos et al., 1985:198). En ese entonces también se

llegó a pensar, en forma diametralmente opuesta, que ciertos productores relativamente

privilegiados -como en esa época eran los cañeros, cuyas condiciones de ingresos y de

agricultura de contrato eran similares a las de los tabaqueros-, eran algo así como los

capataces de las empresas habilitadoras, ya que coadyuvaban a la explotación de los

jornaleros (Paré, 1977:181-184). Esta autora incluso llegó a pensar que habían llegado a un

punto tal que podría considerárseles de plano como parte de la clase capitalista21. Llama la

atención que los productores de ciertos cultivos agroindustriales, como los cañeros,

tabaqueros y henequeneros, podían ser conceptualizados en forma tan opuesta empleando el

mismo modelo teórico marxista: cuasi-burgueses, capataces y proletarios.22

Si nos remitimos a la definición clásica según la cual la explotación en el

capitalismo se deriva primordialmente de la relación social mediante la cual los capitalistas

valorizan su capital extrayendo plusvalía de los trabajadores asalariados, no se plantea

mayor dificultad para aplicar este concepto a las dos grandes empresas cigarreras y las dos

empresas exportadoras, que explotan –aunque sea en forma indirecta- a los jornaleros 21 Según Luisa Paré “el ejidatario cañero es (...) socio de una empresa capitalista en la medida en que ésta obtiene ganancias de la explotación de la fuerza de trabajo” (1977:184). 22 Véase al respecto los puntos de vista de Bartra (1976:90-94) y Morett (1987:131-132) que hablaban, según los casos, de la proletarización de estos productores.

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23

agrícolas y -en forma directa- a sus demás asalariados, como son los trabajadores

industriales de las plantas desvenadoras y de las fábricas de cigarrillos.

Refiriéndose a los jornaleros huicholes, Lourdes Pacheco enumera varias

circunstancias que favorecen a la agroindustria tabacalera, como son el hecho de que ésta

no asume el costo de traslado de esta fuerza de trabajo; se ahorra su costo de capacitación

“ya que los padres y madres enseñan a los hijos e hijas cómo llevar a cabo la selección de

las hojas y la realización de las sartas”; “la agroindustria se beneficia de la concepción de

salud étnica (según la cual) los indios no consideran como fuente de enfermedad la

exposición a agroquímicos”, puesto que “la enfermedad es un castigo de los dioses por

incumplimiento de la costumbre”; por último, la agroindustria también se beneficia del

monolingüismo y del bajo nivel educativo que permite establecer condiciones laborales

precarias “en base a las precarias condiciones de vida a las cuales están acostumbrados”

(1998:8-10). Todas estas observaciones son ciertas, pero también se aplican a los pequeños

productores tabacaleros que, al igual que la agroindustria, se benefician de lo mismo.

Si enfocamos el problema desde la óptica de los productores, aún sin ser asalariados

directos, también se puede decir que los tabaqueros son objeto de explotación por parte de

las empresas habilitadoras, al beneficiarse éstas del excedente producido por su tierra y su

trabajo, dado el bajo nivel histórico de los precios pagados al productor por su materia

prima. En cuanto a la relación entre los pequeños productores y los jornaleros agrícolas, no

es tan obvio que se pueda hablar de una relación de explotación. En los debates de los años

setenta, cuando se elaboró en forma teórica sobre las características del campesinado

mexicano, se planteaba que no podía haber una relación de explotación si el productor no

V Congreso Nacional AMET 2006 Trabajo y Reestructuración: Los Retos del Nuevo Siglo

24

obtenía el “precio de producción” –consistente cuando menos en la suma del costo de

producción y la ganancia media capitalista-, por lo que resultaba imposible que extrajera

plusvalía de sus trabajadores eventuales.23 A ello había que sumar, con justa razón, que

estos productores bien podían llegar a ser en otra ocasión jornaleros de sus antiguos

empleadores.

Sin pretender profundizar mayormente sobre el particular en esta ponencia, hay que

mencionar que lo recién expuesto se aplica sobre todo a los casos de campesinos que

emplean únicamente fuerza de trabajo asalariada en forma ocasional, cuando el núcleo

doméstico -es decir el productor y su familia- no puede hacer por si mismo las labores

requeridas. Esto no se sucede en el campo tabacalero nayarita, donde los productores, como

vimos, emplean fuerza de trabajo asalariada aún cuando el productor y su familia podrían

realizar un buen número de las labores contratadas. No se puede poner en duda que se

benefician considerablemente del trabajo de los jornaleros.

El hecho de que éstos trabajen en forma subordinada para los productores y

padezcan de condiciones que a veces se pueden calificar de abusivas, les permite a los

últimos mantener sus habilitaciones y obtener un margen de utilidades y ciertas

prestaciones asociadas con el cultivo (como el seguro social y el seguro de vida) que en

otras épocas les ayudaron a tener un relativamente alto nivel de vida y, en la actualidad, por

lo menos a sobrevivir. Son productores que representan un conducto para que las empresas

exploten mano de obra asalariada, beneficiándose de esta explotación a la vez que ellos

23 Para citar al propio Marx, éste plantea en el capítulo VI inédito de El Capital que el campesino, aún si explota eventualmente “trabajo ajeno”, “su capital está ligado a una determinada forma de valor de uso, y por lo tanto no se enfrenta a sus trabajadores como capital” (1978, citado por Bartra 1979:82).

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25

mismos son explotados en tanto vendedores de materia prima barata (Mackinlay, 2001:cap.

5).

No obstante, ciertamente no pueden ser considerados como capataces ya que ello

supondría que son empleados disfrazados de las empresas, totalmente subordinados, fieles

y obedientes de las mismas, lo cual dista mucho de ser el caso. Pueden recibir indicaciones

de las empresas habilitadoras en cuanto a la manera de desarrollar ciertos procesos

productivos, pero son ellos los que, a su manera, tratan con los jornaleros, además de que

son los responsables de los resultados. Algunos son patrones más benévolos, se ocupan de

llevarles puntualmente agua potable y tortillas a las parcelas, procuran gestionarles pases

para las clínicas del Instituto Mexicano del Seguro Social, y los tratan con dignidad y

respeto. También existen, como es natural en todo grupo social, otros que solamente

piensan en obtener el máximo provecho de los jornaleros, con el menor costo y poca

consideración hacia sus derechos laborales y humanos.

Ahora bien, si consideramos el salario y las prestaciones sociales, la contradicción

entre los jornaleros y los productores es de fondo: al productor le conviene pagar lo menos

posible por estos conceptos y al jornalero que éstos sean lo más elevados y amplios,

respectivamente. En San Andrés Tuxtla, por ejemplo, la organización de tabacaleros Unión

de Ejidos Primitivo R. Valencia (UEPRV), que fue la más avanzada desde el punto de vista

de defensa de los intereses de los pequeños productores en todo el país durante la década de

los noventa, nunca se interesó en el mejoramiento de las condiciones laborales de los

jornaleros, procurando mantener los salarios en el más bajo nivel posible (véase Léonard y

Mackinlay 2000). En Nayarit, los productores, si bien se interesan en que la cuota asignada

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26

para los salarios sea lo más alta posible, por lo general intentan pagar y gastar lo menos

posible en sus jornaleros. Su organización gremial, la ARIC, en el mismo tenor, intenta

abaratar al máximo los costos en que sus miembros incurren con respecto a la seguridad

social de sus trabajadores, tal como analizaremos a continuación.

4.- El Estado y la seguridad social

La única acción verdaderamente sustantiva en favor de los jornaleros a nivel nacional que

se realizó durante los noventa cuando entró en vigor la nueva ley del seguro social de 1977,

aprobada en 1995, que en teoría elevó sustancialmente el nivel de prestaciones a las que

tienen derecho los jornaleros.

Como antecedentes, cabe mencionar que los jornaleros agrícolas supuestamente

tuvieron derecho a la seguridad social desde la fundación del IMSS en los años cuarenta,

pero no fue sino hasta 1960 que este derecho se reglamentó, limitado a dos áreas:

enfermedades y maternidad, por un lado, y riesgos de trabajo, por el otro. En cuanto a los

productores de tabaco, éstos obtuvieron su adscripción al seguro social durante la época de

Tabamex, en la década de 1970 en Nayarit y, en el transcurso de los 1980, en Veracruz y

Chiapas. En las zonas tabacaleras la prestación de los servicios sociales no se hizo

realmente efectiva sino hasta que los productores fueron afiliados, cuando con la presencia

de Tabamex se construyeron las clínicas de atención médica y la infraestructura necesaria.

Se suponía que los jornaleros representaban el sujeto social prioritario para la

atención del IMSS, con derecho automático y pleno, mientras que los productores agrícolas

y otros grupos sociales, en virtud de no ser trabajadores asalariados, tenían un rango menor,

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27

sujeto a la firma de convenios especiales de “incorporación voluntaria” dirigidos a grupos

populares no asalariados o asalariados en forma informal. Sin embargo, quienes obtuvieron

casi la totalidad de las prestaciones -es decir atención médica, jubilación, seguro de riesgos

de trabajo y otras-, fueron únicamente los productores, mientras que los “estacionales de

campo”, como se denomina a los jornaleros agrícolas en la legislación, casi solo obtuvieron

acceso a la atención médica cuando se enfermaban y, además, el que ésta se hiciese efectiva

dependía de que los productores, quienes eran sus empleadores, les extendieran los pases

necesarios para ser atendidos en las clínicas.

Las aportaciones al IMSS se distribuían de la siguiente manera: para los

productores, el gobierno federal aportaba 25%, Tabamex 50% y los productores mismos

25%. El monto correspondiente a los últimos era descontado de sus liquidaciones al

finalizar la temporada, cuando se les pagaba la diferencia entre el valor de su producción y

el monto correspondiente a la habilitación, es decir sus “alcances” o utilidades. Cuando

sobrevino la privatización de Tabamex se firmó un nuevo convenio (7 de junio de 1991)

mediante el cual las empresas habilitadoras privadas pasaron a fungir como sujetos

obligados frente al Instituto, pagando la parte correspondiente a la extinta paraestatal, pero

sin que se registraran mayores cambios en las condiciones de aseguramiento tanto de los

productores como de los jornaleros agrícolas.24

Cuando en 1977 cambió la legislación, se buscó respetar su espíritu original,

intentándose garantizar plenamente los derechos de los jornaleros agrícolas, lo que obligó a

modificar las condiciones de aseguramiento. Se inició un proceso de negociación que

24 Información proporcionada por el Departamento de Afiliación del IMSS, Tepic, Nayarit, agosto de 1999.

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28

terminó con la firma de dos nuevos convenios. El relativo a los productores, aunque no

encareció demasiado su aportación sino que en términos proporcionales incluso la bajó25,

restringió algunos de los servicios, particularmente la cobertura de la atención médica,

mientras que para los asegurados de nueva incorporación se establecieron exámenes

médicos muy rigurosos que limitaron todavía más esta cobertura. En cuanto a la cuota

mensual que cobran los productores jubilados, en este aspecto se vieron favorecidos ya que

ésta se elevó sustancialmente.

El Convenio relativo a los jornaleros agrícolas, por su parte, fue acordado

únicamente entre el IMSS y la ARIC, siendo esta última la representante de la parte

patronal. En el mismo, las empresas habilitadoras no intervinieron más que como conducto

para realizar los descuentos obligatorios. A diferencia del anterior convenio que solamente

les brindaba los servicios médicos, el nuevo intentó otorgarles los mismos derechos que los

demás trabajadores asalariados del país26. Se diseñó un plan progresivo de aumento de las

cuotas mediante el cual toda la carga del seguro social se transfería paulatinamente a los

productores, hasta que en el 2004 éstos quedaran como únicos aportantes, conforme al

Reglamento de la Seguridad Social para el Campo de 1988.

Con el retiro del subsidio gubernamental y las nuevas prestaciones, la cuota

correspondiente al IMSS descontada a los productores empezó a elevarse

desmesuradamente, paralelamente a un deterioro de sus ingresos obtenidos en la

25 Los porcentajes de aportación cambiaron de la siguiente manera: empresas 36.61%, productores 18.31% y gobierno federal 45.08% (Convenio entre el IMSS y La Moderna, Tadesa, TPN y Dimon, 27, noviembre 1997). 26 “Quedan protegidos con los seguros de riesgo de trabajo, enfermedades y maternidad, invalidez y vida, retiro, cesantía en edad avanzada y vejez y guarderías y prestaciones sociales” (Convenio firmado entre el IMSS y la ARIC, 20 marzo 2000).

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29

producción de tabaco. Una vez que se empezaron a hacer efectivos los descuentos a fines

de los 1990, la ARIC reaccionó virulentamente y en el transcurso del año 2001 realizó una

ocupación de las instalaciones del IMSS en la ciudad de Nayarit que obligó al Instituto a

aceptar el retorno al sistema de los pases para atención médica y por tanto, en los hechos,

anuló las prestaciones recientemente adquiridas de los jornaleros. Como estos últimos no

tienen ninguna representación organizada, no tuvieron ninguna opinión en la disputa. Una

vez que el convenio concluyó formalmente en el último día de junio del 2004, la ARIC, en

el contexto de una enorme crisis de la producción de tabaco –que se puede notar en notable

descenso de la superficie cultivada (cuadro 1)-, decidió no renovarlo, por lo que los

jornaleros agrícolas se han quedado sin siquiera la atención médica. Sólo pueden obtener

asistencia médica si los productores los hacen pasar por familiares.

Es posible que se pueda hablar de contrafinalidad en este caso, ya que una ley que

planteaba reconocer plenamente los derechos de los jornaleros agrícolas culminó, en el caso

de la rama del tabaco, con una desprotección total de los mismos. Esto, a su vez,

probablemente se explica debido al hecho de que estuvo acompañada de un retiro del

subsidio gubernamental, dejando toda la carga financiera en los empleadores. Otro

problema que se pudo notar en este breve experimento es que siempre fue una ley difícil de

llevar a la práctica, sobre todo para los pequeños empleadores a los que se les exigía enterar

oportunamente al Instituto sobre altas, bajas, modificaciones de salarios, etc. Por otra parte,

no es nada fácil tampoco generar una continuidad de la afiliación, ya que los trabajos de los

jornaleros son usualmente temporales, sus patrones cambiantes y además muchos de ellos

se desplazan continuamente de región en región.

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30

Desconozco cómo se ha desarrollado la implementación de la ley del seguro social

en otras ramas agrícolas, pero la información general de la que dispongo me permite

afirmar que todavía falta mucho camino por recorrer. Esto sucede tanto en las explotaciones

de medianos y grandes empresarios agrícolas, donde sería menos difícil su

instrumentalización práctica, como en las pequeñas explotaciones agrícolas donde, además

del problema administrativo, los pequeños productores difícilmente pueden sufragar sus

costos. En últimas fechas –diciembre de 2005- se publicó un decreto que pretende subsanar

algunos problemas de la nueva legislación, otorgando ciertos beneficios y facilidades

fiscales a los productores e intentando simplificar el aspecto administrativo.

En el caso de la rama del tabaco, el problema administrativo podría solucionarse ya

que los productores están contratados por grandes empresas y tienen una organización

gremial –la ARIC- que pueden encargarse de muchos de los trámites, pero el pago de los

montos suficientes para garantizar adecuadamente los derechos es algo difícil de

solucionar. Sería lógico que las empresas habilitadoras, principales beneficiarias del trabajo

de los jornaleros, fungiesen al lado de la ARIC como integrantes de la parte patronal y que

aportaran los recursos del seguro social en proporción aproximada a los beneficios

obtenidos.

5.- Consideraciones finales

Para superar la contradicción productores-jornaleros, el Sindicato Benito Juárez de la

década de los setenta arriba citado tuvo la buena idea de sugerir, en su época, que “los

jornales fueran pagados por Tabamex y no por los productores” (Ceballos et al.,1985:73).

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31

Pero, por más loable que fuese este intento de hermanar a los productores con los

asalariados, por las razones arriba comentadas, las diferencias sociales e intereses opuestos

harían imposible, por ejemplo, pensar en estrategias organizativas y políticas similares para

ambos grupos27. Estamos frente a dos gremios claramente diferenciados, uno, el de los

productores, cuyo interlocutor principal son las grandes transnacionales y el otro, el de los

jornaleros, cuyos interlocutores deberían ser -de existir sindicatos de trabajadores agrícolas-

las transnacionales y empresas tabacaleras existentes, así como las empresas campesinas28 y

las organizaciones gremiales representativas de los productores, además del Estado, sobre

todo en cuanto a la seguridad social se refiere.

Si se tratara de fincar responsabilidades sobre las condiciones de contratación de los

jornaleros mestizos e indígenas, locales y migrantes, en las condiciones laborales y

salariales arriba descritas, seguramente deberían recaer principalmente en los grandes

grupos transnacionales cigarreros y exportadores de tabaco y en el Estado, ya que los

productores son personas de escasos recursos que luchan por su subsistencia diaria, a los

que poco se les puede pedir materialmente al respecto. Esto no significa, sin embargo, que

los últimos no deban participar y colaborar de acuerdo con sus posibilidades, y a algunos de

ellos incluso se les debe obligar a cumplir la ley cuando la evaden. Sin embargo, la

agroindustria tabacalera es la que debe y puede asumir la mayor parte de la responsabilidad

27 Esto no significa que ambos grupos no puedan eventualmente participar en determinadas acciones conjuntas de interés común para todos los pobladores de escasos recursos del campo. 28 En el Sur de Veracruz, la recién mencionada UEPRV es una empresa campesina, propiedad de varios ejidos, que funge como empresa habilitadora para ciertos tipos de tabaco, y en otros los produce ella misma y por tanto emplea en forma directa a los jornaleros (véase Léonard y Mackinlay 2000).

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32

para mejorar la situación laboral de los jornaleros, tanto locales como migrantes, sin

menospreciar la participación de diversas instituciones civiles y gubernamentales.

El modelo de los albergues del Programa Florece dirigido a los jornaleros indígenas

migrantes representa un inicio que se debe ampliar y mejorar, pero también se debe hacer

algo con relación a los jornaleros mestizos locales y migrantes internos, que aunque tienen

acceso a los servicios educativos, de salud y públicos existentes en los poblados tabaqueros,

éstos distan de ser óptimos. La seguridad social debe mejorar, con la incorporación de las

empresas habilitadoras como signatarias de los convenios del IMSS que atañen a los

jornaleros, para compartir con los productores la responsabilidad como patrones y así poder

elevar sus prestaciones sociales. Qué decir de los salarios.... El Estado, por su parte, no

obstante que ya casi no interviene en forma directa en la producción agrícola, incumplió e

incumple su obligación de asegurar que se brinde un trato digno a todos los jornaleros, con

el pretexto de que se inhibiría la inversión de capitales en el sector agrícola. Estimaciones

recientes evalúan que el número jornaleros oscila entre 2.5 y 3 millones de mexicanos (C.

de Grammont, 2004).

Otro cambio muy importante radicaría en la deseable incorporación de los

jornaleros agrícolas a organizaciones sindicales que realmente defendieran sus intereses,

pero esto lejos está de concretarse. No hemos conocido de intento alguno en este sentido en

ninguna de las zonas productoras de tabaco. Esta alternativa es muy difícil de llevar a la

práctica debido a las condiciones migratorias de muchos jornaleros indígenas y mestizos y

sus condiciones de pobreza y falta de instrucción (Lara, 1996). Los jornaleros mestizos

locales, probablemente un poco menos marginados, tampoco tienen una tradición

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sindicalista ya que preservan fuertes lazos con la vida campesina e incluso muchos de ellos

son campesinos. Además de las luchas que en los últimos años jornaleros de distintas partes

del país han empezado a librar, sobre todo en el Valle de San Quintín, en Baja California,

que es donde éstos más se concentran, es de esperarse que la sociedad civil, los partidos

políticos y el propio gobierno promuevan y realicen, en función de sus distintas

atribuciones, los cambios institucionales necesarios para asegurar condiciones salariales y

de trabajo justas y dignas para los jornaleros agrícolas mexicanos.

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