miguel catalan (utopia)

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  • 7/29/2019 Miguel Catalan (Utopia)

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    MIGUEL CATALN

    LA UTOPA LITERARIACOMO PUNTO FINAL DE LA HISTORIA

    Uno de los rasgos centrales de la literatura utpica, esa tradicin de viajesimaginarios que arriba a nuestros das desde el momento fundacional de Toms Moro, es laconcepcin de la ciudad radiante como un punto final a partir del cual ya no hay evolucin

    posible. Voy a examinar brevemente tres disposiciones de la fbrica utopiana quecontribuyen a ese fin estancado: la felicidad analtica, la detencin del tiempo y laminuciosidad descriptiva.

    En primer lugar, las utopas son reinos dichosos porque la felicidad se desprende desu constitucin de forma analtica, como la extensin se desprende de la corporalidad. Nada

    podrn los aires nuevos contra aquello que ya en su mismo origen invisti de pureza elconjunto de las relaciones ciudadanas. A contrario, la desgracia se encuentra adherida comouna pstula al cuerpo de la sociedad real (de toda sociedad real) debido a que sta padeciun comienzo no fundamental, meramente crnico. Lo originario marca de una vez y parasiempre, el modelo de Licurgo o del Yaveh de la Segunda Alianza, al modo del Posidn

    platnico o del Legislador sagrado, desde luego al modo agustiniano, la materia inerte de la

    ciudadana.Acerca de la instauracin del Reino de Dios en la Tierra, Bacon refiere el mito

    fundacional de la Ciudad por boca del dignatario que recibe al viajero: unos veinte aosantes de la Ascensin de nuestro Salvador, sucedi que los habitantes de Renfusa [unaciudad de Nueva Atlntida] vieron en el mar (...) un gran pilar de luz (...) y en lo alto sevea una gran cruz de luz. Los indgenas que van a curiosear rezan una oracin, y el pilar yla cruz se desvanecen en el firmamento. Queda ante ellos un cofre de cedro, dentro del cualencuentran el Apocalipsis del apstol Juan y una carta de otro apstol, Bartolom, quien harecibido el aviso de un ngel para que confe el arca a las olas del mar. Y as fue como estatierra (como lo fue el viejo mundo del agua) fue salvada del pecado de infidelidad por unarca y por mediacin del apostlico y milagroso evangelista San Bartolomi.

    Aqu percibimos el mito de la Tierra Prometida americana, que llegara a alzarse, nosobre la abertura metafsica del futuro, sino ms bien al contrario, sobre el cierre mtico del

    pasado, practicado por una comunidad virginal que al rescatar el cofre de cedro de lahumanidad anterior a la Cada no olvida vincularlo a la epifana cristiana.

    El utpico socialista Cabet expresa el mismo ideal mtico de que nada cambia nuncapara bien en este mundo, ni para mal en el ultramundo, porque nada puede cambiar una vezla divinidad, en un acto absoluto, erigeii el nuevo reino:Ah, demasiado lo s! replic Eugenio suspirando. Nuestra funestaorganizacin social no puede producir ms que vicios, desrdenes y miserias, mientrasque vuestra bienhechora Comunidad ha de ser fuente y manantial inagotable de

    perfecciones, virtudes y felicidad.iii

    .

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    En segundo lugar, el Estado ideal se configura como un punto de llegada inalterable.

    Equivalencia con la espera milenarista: tras el proftico da de Yavehiv llegar elmomento de la justicia plena (inmutable) y comenzar por fin el tiempo detenidomesinico. El horror de la utopa al cambio la hace presa fcil de la geometra

    trascendental, desde los 10.000 ciudadanos divididos en tres clases de Hipdamo de Mileto,pasando por los 60.000 distritos de la Atlntida platnica, sus 240.000 caballos y sus1.200.000 soldados, hasta el falansterio de Fourier trazado a escuadra y cartabn. Lageometricidad y ortogonalidad de Utopa a partir ya de Platn e Hipdamo ha sido valorada

    por Giuseppe Zarone como una petrificacin o reificacin de la ley, una reduccin delindividuo a una parcela jerarquizada por lo jurdicov. Recordemos por nuestra cuenta laarquitectura utpica del Renacimiento que confina a los plebeyos en reasescrupulosamente delimitadas; la demarcacin encuentra su metfora en la ciudad soada

    por Leonardo da Vinci, que confina bajo tierra a la clase trabajadora. Con el estaticismo seambiciona mantener a la sociedad al abrigo del cambio, de la realidad que precisamente nosamenaza; Mumford, acerca de la motivacin platnica: [Platn] se propona crear una

    estructura que, a diferencia de la ciudad existente en la historia, fuera inmune al desafoprovocado desde el exteriorvi.

    Nuestra tesis de la fijeza compensatoria de la posicin de los buenos y los malos enel seno de la ciudad radiante encuentra un punto de apoyo en la correlacin expuesta porRaymond Ruyer en L`Utopie et les utopies, segn la cual las utopas comienzan con unaactividad creadora para terminar con una pintura petrificada. La metfora del cuadro

    pintado de Ruyer expresa la nocin del estaticismo, cuyas excepciones ni siquiera puedebuscarse en Bacon, Luis-Sbastian Mercier o el H. G. Wells de A Modern Utopia,impregnados en apariencia todos ellos del falibilismo del espritu cientfico y su tendencia ala innovacin. Ya en Timeo, 19 b-c, Platn afirmaba abiertamente por boca de Scrates loque nosotros slo nos atrevamos a sugerir:

    (...) quisiera deciros qu clase de sentimiento he experimentado sobre el Estado quehemos descrito. Esa impresin se parece a la que se sentira, cuando, tras haber visto enalguna parte seres vivos hermosos, ya estuvieran representados en pintura o incluso convida, pero en reposo, se experimentara el deseo de verlos ponerse por s mismos enmovimiento y hacer en realidad alguno de los ejercicios que parecen convenir a sucuerpo. Eso es lo que siento respecto del Estado cuyo plan hemos recorridovii.

    Se experimenta el deseo de poner en movimiento las figuras del Estado, pero bajo elefecto de una ilusin, como dando cuerda a unos juguetes cuyo mecanismo vienedeterminado desde la fbrica; se trata de una representacin mental (individual) cuyocontenido obedece a un esquematismo de circuitos fijos.

    Tampoco el futuro escapa a la naturaleza esttica de la sociedad ideal. Trabajamospara descansar algn da: el da de Yaveh, la lucha final del vibrante himno comunista oel fin de todas las luchas. El futuro utpico despliega su emblema en Dom Deschamps,quien divisa al otro lado del mundo feliz la detencin de la historia, tras alcanzar el fin desu carrera, suspendida al borde de la eternidad feliz, en la que la repeticin habr ocupadoel lugar del devenir, en adelante abolidoviii, y su moraleja poltica en Fnelon, quien prevla expulsin del tirano en una revolucin de su Telmaco; el pueblo oprimido se hasublevado, y una vez desaloja al rey de su trono... elige a un nuevo prncipe. Goulemot: Larevolucin no es, por tanto, la creacin de un orden nuevo, ni siquiera una modificacin delmodo de ejercer la soberana, sino el retorno a la perfeccin del orden antiguo que la tirana

    haba pervertidoix

    . Apoteosis de la fijeza; la impresin de tapiz o de cuadro pintado(Ruyer), de rigidez mecnica (Mumford) de la vida utpica se extiende a aquellas

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    narraciones ms prximas al espritu cientfico de la investigacin y la innovacin. Manuelindica con clarividenciax que el aparente dinamismo en la renovacin de inventos en laBensalem de Bacon queda desmentida por su idea de que la ciencia era un todocognoscitivo, adquirible en un tiempo limitado a travs de un asiduo cultivo de su mtodo,una especie de puzzle que pronto quedara completado (resuelto) y listo para admirar desde

    un descansado escao. Tambin la utopa de la ingeniera de la conducta y de la innovacinconstante del siglo XX, Walden Two, de B. F. Skinner, adquiere un nuevo aspecto cuandose considera su significado dentro del conjunto institucional en que se mueve; en palabrasde L. Mumford, Walden Two no es, cuando se la contempla de lejos, sino otra formaedulcorada de desarrollo interrumpidoxi, una sociedad de insectos tan intemporal como laensalzada por Platn en su Repblica. La quietud de las sociedades futuras de un H. G.Wells nos debera hacer reflexionar acerca de si toda utopa no aspirar a inmunizarsecontra el cambio y la espontaneidad; oigamos, por lo pronto, cmo prev el sistemaeducativo, ya en la segunda mitad del XIX, el utpico socialista Cabet:Tened ante todo presente que, en la poca de nuestra regeneracin, un comitnumeroso prepar la organizacin de la educacin pblica, consultando para ello todos

    los sistemas antiguos y modernos, y recopilando todas las opiniones.La ley ha establecido despus las diferentes especies de educacin: fsica, intelectual,

    moral, industrial y cvica; designando para cada una de estas especies las materias deenseanza, el tiempo y orden de los estudios, y los mtodos de instruccinxii.

    Parece como si a partir del hecho de que el comit fuera numeroso, o de que setuvieran en cuenta todas las opiniones, se hubiera de seguir lgicamente la infalibilidad desus dictmenes, como si por el camino de la pura induccin pudiera obtenerse una leyapodctica universal. El resultado de esta falacia utpica son las disposicionestrascendentales que dictaminan, de una vez por todas, cul es y ser la educacin correcta.Como si hubiera una educacin correcta a priori. Como si no hiciera falta adaptar la ley al

    fluctuante deseo y a la cambiante realidad. Como si la realidad retuviera la inmovilidad delconcepto.

    La concepcin racionalista utpica calca la concepcin platnica antiguasegn la cual es posible detener el asedio de los cambios soplando en la trompeta de la idea;as, respecto a la educacin intelectual, Cabet atribuye poderes paralizantes a la previsin:Es intil repetiros que en este particular tambin ha ido todo previsto y deliberado por elcomit, y prescrito por el Pueblo o por laLeyxiii. Ni que decir tiene que un factor

    extratextual del estaticismo utpico radica en el hecho de que detrs de tales abstracciones(Icar, el comit, el pueblo, la Ley) se encuentran la voluntad y la opinin particulardel escritor de un fantaseo de marcado carcter subjetivo, cuya determinacin es la deafianzar en la emocin un estado de cosas ardientemente deseado, y que tiende a coincidir

    punto por punto con el estado de cosas que dictaminan los legisladores mticos y lasabstracciones normativas.

    En tercer y ltimo lugar contamos con la minuciosidad descriptiva. Algunosestudiosos han confesado la sensacin de tedio que invade a todo aquel que se embarca enla lectura profesional de utopas; pues bien, buena parte de esa sensacin se debe a laextraordinaria prolijidad de su factura, una caracterstica formal de toda fantasa derestitucin: cada pequeo elemento de la organizacin soada aparecer en ellacuidadosamente descrito. Por poner slo un ejemplo, las viviendas icarianas ya tienen

    previstos la hechura y tamao de los adornos de cal o yeso que las embellecern, y hasta las

    formas apropiadas para que los ngulos entrantes no presenten resistencia a losinstrumentos de limpiezaxiv. Lo que hace de la inmensa mayora de estas obras unas lecturas

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    difciles de concluir no es que todos sus personajes piensen a toda hora en los dems omuestren una confianza fraternal hacia los desconocidos, sino que las minucias y las

    preferencias se encuentren predeterminadas. Fue el propio Engels quien seal esta relacininversa de los socialismos utpicos al indicar que, cuanto ms minuciosas eran susconstrucciones, ms fcil era que degeneraran en puras fantasasxv.

    Estos tres rasgos obedecen al principio general de que la utopa no se opone a lahistoria desafortunada, como a veces se ha defendido, sino a toda historia, puesto que laconcibe como la desgracia en s misma. Y, dado que la historia es movimiento, la utopa no

    puede ser sino quietud. Quietud meramente fantasiosa, como creo haber mostrado en otrolugarxvi, ajena a todo plan de accin.

    i Bacon, Francis, La Nueva Atlntida, en Moro Campanella - Bacon, Utopasdel Renacimiento, Mxico D. F.: F.C.E., 1975, pp. 243-5.ii Ferguson, John, Utopias of the Classical World, Londres: Thames and Hudson,1975, p. 152.iii Cabet, E., Viaje por Icaria (2. vol), Barcelona: Orbis, 1985, vol I, p.

    218.iv En, p. ej., Daniel, 7, 11.v Vid. Zarone, G., Metafsica de la ciudad. Encanto utpico y desencantometropolitano, Valencia: Pre-textos, 1993, pp. 44-5.vi Mumford, Lewis, La utopa, la ciudad y la mquina, en Manuel, Frank E.(comp), Utopas y pensamiento utpico, Madrid: Espasa Calpe, 1982, P. 35vii Cit. en Trousson, Raymond, Historia de la literatura utpica, Barcelona:

    Pennsula 1995, p. 61.viii Trousson, op. cit., p. 204.ix Goulemot, Jean Marie, Siglo XVII: apogeo y crisis de los absolutismos, enOry, Pascal (dir.), Nueva historia de las ideas polticas, Madrid: Mondadori,1992 , p. 43.x Manuel, Frank E., Hacia una historia psicolgica de las utopas, en

    Manuel, Frank E. (comp.), op. cit., p. 113-4.xi Mumford, L., La utopa, la ciudad y la mquina, en op. cit., p. 39.xii Cabet, E., Viaje por Icaria, ed. cit., vol I, p. 97.xiii dem., p. 100.xiv dem, pp. 92-3.xv Del socialismo utpico al socialismo cientfico en Marx-Engels, ObrasEscogidas (3 vol), Progreso: Mosc, 1978, vol. III, p. 126.xvi Cataln, Miguel, La sutura cervantina, Claves de la Razn Prctica, CIV(julio de 2000), pp. 71-73