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  • The Project Gutenberg EBook of Misericordia, by Benito Prez Galds

    This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and withalmost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away orre-use it under the terms of the Project Gutenberg License includedwith this eBook or online at www.gutenberg.net

    Title: Misericordia

    Author: Benito Prez Galds

    Release Date: June 14, 2007 [EBook #21831]

    Language: Spanish

    *** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK MISERICORDIA ***

    Produced by Chuck Greif

    Misericordia

    Benito Prez Galds

    I

    Dos caras, como algunas personas, tiene la parroquia de San Sebastin...mejor ser decir la iglesia... dos caras que seguramente son msgraciosas que bonitas: con la una mira a los barrios bajos, enfilndolospor la calle de Caizares; con la otra al seoro mercantil de la Plazadel ngel. Habris notado en ambos rostros una fealdad risuea, del mspuro Madrid, en quien el carcter arquitectnico y el moral se ananmaravillosamente. En la cara del Sur campea, sobre una puerta chabacana,la imagen barroca del santo mrtir, retorcida, en actitud ms biendanzante que religiosa; en la del Norte, desnuda de ornatos, pobre yvulgar, se alza la torre, de la cual podra creerse que se pone enjarras, soltndole cuatro frescas a la Plaza del ngel. Por una y otrabanda, las caras o fachadas tienen anchuras, quiere decirse, patioscercados de verjas mohosas, y en ellos tiestos con lindos arbustos, y unmercadillo de flores que recrea la vista. En ninguna parte como aquadvertiris el encanto, la simpata, el _ngel_, dicho sea en andaluz,que despiden de s, como tenue fragancia, las cosas vulgares, o algunasde las infinitas cosas vulgares que hay en el mundo. Feo y pedestre comoun pliego de aleluyas o como los romances de ciego, el edificiobifronte, con su torre _barbiana_, el cupuln de la capilla de la

  • Novena, los irregulares techos y cortados muros, con su afeite barato deocre, sus patios floridos, sus hierros mohosos en la calle y en el altocampanario, ofrece un conjunto gracioso, picante, _majo_, por decirlo deuna vez. Es un rinconcito de Madrid que debemos conservar cariosamente,como anticuarios coleccionistas, porque la caricatura monumental tambines un arte. Admiremos en este San Sebastin, heredado de los tiemposviejos, la estampa ridcula y tosca, y guardmoslo como un lindomamarracho.

    Con tener honores de puerta principal, la del Sur es la menos favorecidade fieles en das ordinarios, maana y tarde. Casi todo el seoro entrapor la del Norte, que ms parece puerta excusada o familiar. Y nonecesitaremos hacer estadstica de los feligreses que acuden al sagradoculto por una parte y otra, porque tenemos un _contador_ infalible: lospobres. Mucho ms numerosa y formidable que por el Sur es por el Nortela cuadrilla de miseria, que acecha el paso de la caridad, al modo deguardia de alcabaleros que cobra humanamente el portazgo en la fronterade lo divino, o la contribucin impuesta a las conciencias impuras quevan a donde lavan.

    Los que hacen la guardia por el Norte ocupan distintos puestos en elpatinillo y en las dos entradas de este por las calles de las Huertas ySan Sebastin, y es tan estratgica su colocacin, que no puedeescaparse ningn feligrs como no entre en la iglesia por el tejado. Enrigurosos das de invierno, la lluvia o el fro glacial no permiten alos intrpidos soldados de la miseria destacarse al aire libre (aunquelos hay constituidos milagrosamente para aguantar a pie firme lasinclemencias de la atmsfera), y se repliegan con buen orden al tnel opasadizo que sirve de ingreso al templo parroquial, formando en dos alasa derecha e izquierda. Bien se comprende que con esta formidableocupacin del terreno y tctica exquisita, no se escapa un cristiano, yforzar el tnel no es menos difcil y glorioso que el memorable paso delas Termpilas. Entre ala derecha y ala izquierda, no baja de docena ymedia el aguerrido contingente, que componen ancianos audaces, indmitasviejas, ciegos machacones, reforzados por nios de una acometividadirresistible (entindase que se aplican estos trminos al arte de lapostulacin), y all se estn desde que Dios amanece hasta la hora decomer, pues tambin aquel ejrcito se raciona metdicamente, para volvercon nuevos bros a la campaa de la tarde. Al caer de la noche, si nohay Novena con sermn, Santo Rosario con meditacin y pltica, oAdoracin Nocturna, se retira el ejrcito, marchndose cada combatientea su olivo con tardo paso. Ya le seguiremos en su interesante regreso alescondrijo donde mal vive. Por de pronto, observmosle en su rudo lucharpor la pcara existencia, y en el terrible campo de batalla, en el cualno hemos de encontrar charcos de sangre ni militares despojos, sinopulgas y otras feroces alimaas.

    Una maana de Marzo, ventosa y glacial, en que se helaban las palabrasen la boca, y azotaba el rostro de los transentes un polvo que por lofro pareca nieve molida, se repleg el ejrcito al interior delpasadizo, quedando slo en la puerta de hierro de la calle de SanSebastin un ciego entrado en aos, de nombre Pulido, que deba detener cuerpo de bronce, y por sangre alcohol o mercurio, segn resistalas temperaturas extremas, siempre fuerte, sano, y con unos colores quedaban envidia a las flores del cercano puesto. La florista se replegtambin en el interior de su garita, y metiendo consigo los tiestos ymanojos de siemprevivas, se puso a tejer coronas para nios muertos. Enel patio, que fue _Zementerio de S. Sebastin_, como declara el azulejoempotrado en la pared sobre la puerta, no se vean ms seres vivientesque las poqusimas seoras que a la carrera lo atravesaban para entrar

  • en la iglesia o salir de ella, tapndose la boca con la misma mano enque llevaban el libro de oraciones, o algn clrigo que se encaminaba ala sacrista, con el manteo arrebatado del viento, como pjaro negro queahueca las plumas y estira las alas, asegurando con su mano crispada lateja, que tambin quera ser pjaro y darse una vuelta por encima de latorre.

    Ninguno de los entrantes o salientes haca caso del pobre Pulido, porqueya tenan costumbre de verle impvido en su guardia, tan insensible a lanieve como al calor sofocante, con su mano extendida, mal envuelto enrada capita de pao pardo, modulando sin cesar palabras tristes, quesalan congeladas de sus labios. Aquel da, el viento jugaba con lospelos blancos de su barba, metindoselos por la nariz y pegndoselos alrostro, hmedo por el lagrimeo que el intenso fro produca en susmuertos ojos. Eran las nueve, y an no se haba estrenado el hombre. Dams _perro_ que aquel no se haba visto en todo el ao, que desde Reyesvena siendo un ao fulastre, pues el da del santo patrono (20 deEnero) slo _se haban hecho_ doce _chicas_, la mitad aproximadamente queel ao anterior, y la Candelaria y la novena del bendito San Blas, queotros aos fueron tan de provecho, vinieron en aquel con diarios desiete _chicas_, de cinco _chicas_: valiente puado! Y me _paice_ am--deca para sus andrajos el buen Pulido, bebindose las lgrimas yescupiendo los pelos de su barba--, que el amigo San Jos tambin nosvendr con mala pata... Quin se acuerda del San Jos del primer ao deAmadeo!... Pero ya ni los santos del cielo son como es debido. Todo seacaba, Seor, hasta _el fruto de la festivid_, o, como quien dice, la_probeza honrada_. Todo es por tanto pillo como hay en la poltica_pulpitante_, y el aquel de las suscriciones para las _vtimas_. Yo queDios, mandara a los ngeles que reventaran a todos esos que en lospapeles andan siempre inventando _vtimas_, al cuento de jorobarnos alos pobres _de tanda_. Limosna hay, buenas almas hay; pero liberales porun lado, el _Congrieso_ dichoso, y por otro las _congriogaciones_, los_metingos_ y _discursiones_ y tantas cosas de imprenta, quitan lavoluntad a los ms cristianos... Lo que digo: quieren que no _haiga_pobres, y se saldrn con la suya. Pero _pa_ entonces, yo quiero saberquin es el guapo que saca las nimas del Purgatorio... Ya, ya sepudrirn all las seoras almas, sin que la cristiandad se acuerde deellas, porque... a m que no me digan: el rezo de los ricos, con labarriga bien llena y las carnes bien abrigadas, no vale... por Dios vivoque no vale.

    Al llegar aqu en su meditacin, acercsele un sujeto de baja estatura,con luenga capa que casi le arrastraba, rechoncho, como de sesenta aos,de dulce mirar, la barba cana y recortada, vestido con desalio; yponindole en la mano una perra grande, que sac de un cartucho que sinduda destinaba a las limosnas del da, le dijo: No te la esperabas hoy:di la verdad. Con este da!...

    ---S que la esperaba, mi Sr. D. Carlos--replic el ciego besando lamoneda--, porque hoy es el _universario_, y usted no haba de faltar,aunque se helara el cero de los _terremotos_ (sin duda quera decir_termmetros_).

    --Es verdad. Yo no falto. Gracias a Dios, me voy defendiendo, que no esflojo milagro con estas heladas y este pcaro viento Norte, capaz deencajarle una pulmona al caballo de la Plaza Mayor. Y t, Pulido, tencuidado. Por qu no te vas adentro?

    --Yo soy de bronce, Sr. D. Carlos, y a m ni la muerte me quiere. Mejorse est aqu con la ventisca, que en los interiores, alternando con esas

  • viejas charlatanas, que no tienen educacin... Lo que yo digo: laeducacin es lo primero, y sin educacin, cmo quieren que _haiga_caridad?... D. Carlos, que el Seor se lo aumente, y se lo d degloria....

    Antes de que concluyera la frase, el D. Carlos vol; y lo digo as,porque el terrible huracn hizo presa en su desmedida capa, y allverais al hombre, con todo el pao arremolinado en la cabeza, dandotumbos y giros, como un rollo de tela o un pedazo de alfombraarrebatados por el viento, hasta que fue a dar de golpe contra lapuerta, y entr ruidosa y atropelladamente, desembarazando su cabeza deltrapo que la envolva. Qu da... vaya con el da de porra!--exclamabael buen seor, rodeado del enjambre de pobres, que con chillidosplaideros le saludaron; y las flacas manos de las viejas le ayudaban acomponer y estirar sobre sus hombros la capa. Acto continuo reparti lasperras, que iba sacando del cartucho una a una, sobndolas un poquitoantes de entregarlas, para que no se le escurriesen dos pegadas; ydespidindose al fin de la pobretera con un sermoncillo gangoso,exhortndoles a la paciencia y humildad, guard el cartucho, que antena monedas para los de la puerta del frontis de Atocha, y se meti enla iglesia.

    II

    Tomada el agua bendita, don Carlos Moreno Trujillo se dirigi a lacapilla de Nuestra Seora de la Blanca. Era hombre tan extremadamentemetdico, que su vida entera encajaba dentro de un programairreductible, determinante de sus actos todos, as morales como fsicos,de las graves resoluciones, as como de los pasatiempos insignificantes,y hasta del moverse y del respirar. Con un solo ejemplo se demuestra elpoder de la rutinaria costumbre en aquel santo varn, y es que, viviendoen aquellos das de su ancianidad en la calle de Atocha, entraba siemprepor la verja de la calle de San Sebastin y puerta del Norte, sin quehubiera para ello otra razn que la de haber usado dicha entrada en lostreinta y siete aos que vivi en su renombrada casa de comercio de laPlazuela del ngel. Sala invariablemente por la calle de Atocha, aunquea la salida tuviera que visitar a su hija, habitante en la calle de laCruz.

    Humillado ante el altar de los Dolores, y despus ante la imagen de SanLesmes, permaneca buen rato en abstraccin mstica; despacito recorratodas las capillas y retablos, guardando un orden que en ninguna ocasinse alteraba; oa luego dos misitas, siempre dos, ni una ms ni unamenos; haca otro recorrido de altares, terminando infaliblemente en lacapilla del Cristo de la Fe; pasaba un ratito a la sacrista, donde conel coadjutor o el sacristn se permita una breve charla, tratando deltiempo, o de _lo malo que est todo_, o bien de comentar el cmo y elpor qu de que viniera turbia el agua del Lozoya, y se marchaba por lapuerta que da a la calle de Atocha, donde reparta las ltimas monedasdel cartucho. Tal era su previsin, que rara vez dejaba de llevar lacantidad necesaria para los pobres de uno y otro costado: comoaconteciera el caso inaudito de faltarle una pieza, ya saba el mendigoque la tena segura al da siguiente; y si sobraba, se corra el buenseor al oratorio de la calle del Olivar en busca de una mano desdichadaen que ponerla.

  • Pues seor, entr D. Carlos en la iglesia, como he dicho, por la puertaque llamaremos del Cementerio de San Sebastin, y las ancianas y ciegosde ambos sexos que acababan de recibir de l la limosna, se pusieron apicotear, pues mientras no entrara o saliera alguien a quien acometer,qu haban de hacer aquellos infelices ms que engaar su inanicin ysus tristes horas, regalndose con la comidilla que nada les cuesta, yque, picante o desabrida, siempre tienen a mano para con ella saciarse?En esto son iguales a los ricos: quizs les llevan ventaja, porquecuando tocan a charlar, no se ven cohibidos por las convenienciasusuales de la conversacin, que poniendo entre el pensamiento y lapalabra gruesa costra etiquetera y gramatical, embotan el gusto inefabledel dime y direte.

    No _vus_ dije que D. Carlos no faltaba hoy? Ya lo habis visto. Decirahora si yo me equivoco y no estoy al tanto.

    --Yo tambin lo dije... Toma... como que es el _aniversario del mes_, da24; quiere decir que cumple mes la defuncin de su esposa, y Don Carlosbendito no falta este da, aunque lluevan ruedas de molino, porque otroms cristiano, sin agraviar, no lo hay en Madrid.

    --Pues yo me tema que no viniera, motivado al fro que hace, y pensque, por ser da de perra gorda, el buen seor suprima la _festivid_.

    --Hubiralo dado maana, bien lo sabes, Crescencia, que D. Carlos sabecumplir y paga lo que debe.

    --Hubiranos dado maana la gorda de hoy, eso s; pero quitndonos lachica de maana. Pues qu crees t, que aqu no sabemos de cuentas? Sinagraviar, yo s ajustarlas como la misma luz, y s que el D. Carlos,cuando se le hace mucho lo que nos da, se pone malo por ahorrarsealgunos das, lo cual que ha de saberle mal a la difunta.

    --Cllate, mala lengua.

    --Mala lengua t, y... quieres que te lo diga?... adulona!

    --Lenguaza!.

    Eran tres las que as chismorreaban, sentaditas a la derecha, segn seentra, formando un grupo separado de los dems pobres, una de ellasciega, o por lo menos cegata; las otras dos con buena vista, todasvestidas de andrajos, y abrigadas con paolones negros o grises. La_se_ Casiana, alta y huesuda, hablaba con cierta arrogancia, como quientiene o cree tener autoridad; y no es inverosmil que la tuviese, puesen donde quiera que para cualquier fin se renen media docena de sereshumanos, siempre hay uno que pretende imponer su voluntad a los dems,y, en efecto, la impone. Crescencia se llamaba la ciega o cegata,siempre hecha un ovillo, mostrando su rostro diminuto, y sacando delenvoltorio que con su arrollado cuerpo formaba, la flaca y rugosa manode largas uas. La que en el anterior coloquio pronunciara frasesaltaneras y descorteses tena por nombre _Flora_ y por apodo _laBurlada_, cuyo origen y sentido se ignora, y era una viejecilla pequeay vivaracha, irascible, parlanchina, que resolva y alborotaba elmiserable cotarro, indisponiendo a unos con otros, pues siempre tenaque decir algo picante y malvolo cuando los dems _repartijaban_, ynunca distingua de pobres y ricos en sus crticas acerbas. Sus ojuelossagaces, lacrimosos, gatunos, irradiaban la desconfianza y la malicia.Su nariz estaba reducida a una bolita roja, que bajaba y suba al moverde labios y lengua en su charla vertiginosa. Los dos dientes que en sus

  • encas quedaban, parecan correr de un lado a otro de la boca,asomndose tan pronto por aqu, tan pronto por all, y cuando terminabasu perorata con un gesto de desdn supremo o de terrible sarcasmo,cerrbase de golpe la boca, los labios se metan uno dentro de otro, yla barbilla roja, mientras callaba la lengua, segua expresando lasideas con un temblor insultante.

    Tipo contrario al de _la Burlada_ era el de _se_ Casiana: alta,huesuda, flaca, si bien no se apreciaba fcilmente su delgadez porllevar, segn dicho de la gente maliciosa, mucha y buena ropa debajo delos pingajos. Su cara largusima como si por mquina se la estirarantodos los das, oprimindole los carrillos, era de lo ms desapacible yfeo que puede imaginarse, con los ojos reventones, espantados, sinbrillo ni expresin, ojos que parecan ciegos sin serlo; la nariz degancho, desairada; a gran distancia de la nariz, la boca, de labiosdelgadsimos, y, por fin, el maxilar largo y huesudo. Si vale compararrostros de personas con rostros de animales, y si para conocer a _laBurlada_ podramos imaginarla como un gato que hubiera perdido el peloen una ria, seguida de un chapuzn, digamos que era la Casiana como uncaballo viejo, y perfecta su semejanza con los de la plaza de toros,cuando se tapaba con venda oblicua uno de los ojos, quedndose con elotro libre para el fisgoneo y vigilancia de sus cofrades. Como en todaregin del mundo hay clases, sin que se excepten de esta divisincapital las ms nfimas jerarquas, all no eran todos los pobres lomismo. Las viejas, principalmente, no permitan que se alterase elprincipio de distincin capital. Las _antiguas_, o sea las que llevabanya veinte o ms aos de pedir en aquella iglesia, disfrutaban depreeminencias que por todos eran respetadas, y las _nuevas_ no tenanms remedio que conformarse. Las _antiguas_ disfrutaban de los mejorespuestos, y a ellas solas se conceda el derecho de pedir dentro, juntoa la pila de agua bendita. Como el sacristn o el coadjutor alterasenesta jurisprudencia en beneficio de alguna _nueva_, ya les haba cadoque hacer. Armbase tal tumulto, que en muchas ocasiones era forzosoacudir a la ronda o a la pareja de vigilancia. En las limosnascolectivas y en los repartos de bonos, llevaban preferencia las_antiguas_; y cuando algn parroquiano daba una cantidad cualquiera paraque fuese distribuida entre todos, la antigedad reclamaba el derecho ala reparticin, apropindose la cifra mayor, si la cantidad no erafcilmente divisible en partes iguales. Fuera de esto, existan lapreponderancia moral, la autoridad tcita adquirida por el largodominio, la fuerza invisible de la anterioridad. Siempre es fuerte elantiguo, como el novato siempre es dbil, con las excepciones que puedendeterminar en algunos casos los caracteres. La Casiana, carcter duro,dominante, de un egosmo elemental, era la ms antigua de las antiguas;_la Burlada_, levantisca, revoltosilla, picotera y maleante, era la msnueva de las nuevas; y con esto queda dicho que cualquier suceso trivialo palabra balad eran el fulminante que haca brotar entre ellas lachispa de la discordia.

    La disputilla referida anteriormente fue cortada por la entrada osalida de fieles. Pero _la Burlada_ no poda refrenar su reconcomio, yen la primera ocasin, viendo que la Casiana y el ciego Almudena (dequien se hablar despus) reciban aquel da ms limosna que los dems,se deslengu nuevamente con la _antigua_, dicindole: Adulona, ms queadulona, crees que no s que ests rica, y que en Cuatro Caminos tienescasa con muchas gallinas, y muchas palomas, y conejos muchos? Todo sesabe.

    --Cllate la boca, si no quieres que d parte a D. Senn para que teensee la educacin.

  • --A ver!...

    --No vociferes, que ya oyes la campanilla de alzar la Majestad.

    --Pero, seoras, por Dios--dijo un lisiado que en pie ocupaba el sitio msprximo a la iglesia--. Arreparen que estn alzando el SantsimoSacramento.

    --Es esta habladora, escorpionaza.

    --Es esta dominanta... A ver!... Pues, hija, ya que eres _caporala_, notires tanto de la cuerda, y deja que las _nuevas_ alcancemos algo de lalimosna, que todas _semos_ hijas de Dios... A ver!

    --Silencio, digo!

    --Ay, hija... ni que _fuas_ Cnovas!.

    III

    Ms adentro, como a la mitad del pasadizo, a la izquierda, haba otrogrupo, compuesto de un ciego, sentado; una mujer, tambin sentada, condos nias pequeuelas, y junto a ella, en pie, silenciosa y rgida, unavieja con traje y manto negros. Algunos pasos ms all, a cortadistancia de la iglesia, se apoyaba en la pared, cargando el cuerposobre las muletas, el cojo y manco Elseo Martnez, que gozaba elprivilegio de vender en aquel sitio _La Semana Catlica_. Era, despusde Casiana, la persona de ms autoridad y mangoneo en la cuadrilla, ycomo su lugarteniente o mayor general.

    Total: siete reverendos mendigos, que espero han de quedar bienregistrados aqu, con las convenientes distinciones de figura, palabra ycarcter. Vamos con ellos.

    La mujer de negro vestida, ms que vieja, envejecida prematuramente,era, adems de _nueva_, temporera, porque acuda a la mendicidad porlapsos de tiempo ms o menos largos, y a lo mejor desapareca, sin dudapor encontrar un buen acomodo o almas caritativas que la socorrieran.Responda al nombre de la _se Benina_ (de lo cual se infiere queBenigna se llamaba), y era la ms callada y humilde de la comunidad, sias puede decirse; bien criada, modosa y con todas las trazas deperfecta sumisin a la divina voluntad. Jams importunaba a los_parroquianos_ que entraban o salan; en los _repartos_, aun siendoleoninos, nunca formul protesta, ni se la vio siguiendo de cerca ni delejos la bandera turbulenta y demaggica de la _Burlada_. Con todas ycon todos hablaba el mismo lenguaje afable y comedido; trataba conmiramiento a la Casiana, con respeto al cojo, y nicamente se permitatrato confianzudo, aunque sin salirse de los trminos de la decencia,con el ciego llamado Almudena, del cual, por el pronto, no dir ms sinoque es rabe, del Sus, tres das de jornada ms all de Marrakesh.Fijarse bien.

    Tena la Benina voz dulce, modos hasta cierto punto finos y de buenaeducacin, y su rostro moreno no careca de cierta gracia interesanteque, manoseada ya por la vejez, era una gracia borrosa y apenas

  • perceptible. Ms de la mitad de la dentadura conservaba. Sus ojos,grandes y obscuros, apenas tenan el ribete rojo que imponen la edad ylos fros matinales. Su nariz destilaba menos que las de sus compaerasde oficio, y sus dedos, rugosos y de abultadas coyunturas, noterminaban en uas de cerncalo. Eran sus manos como de lavandera, y anconservaban hbitos de aseo. Usaba una venda negra bien ceida en lafrente; sobre ella pauelo negro, y negros el manto y vestido, algomejor apaaditos que los de las otras ancianas. Con este pergenio y laexpresin sentimental y dulce de su rostro, todava bien compuesto delneas, pareca una Santa Rita de Casia que andaba por el mundo enpenitencia. Faltbanle slo el crucifijo y la llaga en la frente, sibien podra creerse que haca las veces de esta el lobanillo del tamaode un garbanzo, redondo, crdeno, situado como a media pulgada msarriba del entrecejo.

    A eso de las diez, la Casiana sali al patio para ir a la sacrista(donde tena gran metimiento, como _antigua_), para tratar con D. Sennde alguna incumbencia desconocida para los compaeros y por lo mismo muycomentada. Lo mismo fue salir la _caporala_, que correrse la Burladahacia el otro grupo, como un envoltorio que se echara a rodar por elpasadizo, y sentndose entre la mujer que peda con dos nias, llamadaDemetria, y el ciego marroqu, dio suelta a la lengua, ms cortante yafilada que las diez uas lagartijeras de sus dedos negros y rapantes.

    Pero qu, no creis lo que vos dije? La _caporala_ es rica, mismamenterica, tal como lo estis oyendo, y todo lo que coge aqu nos lo quita alas que _semos_ de verdadera _solenid_, porque no tenemos ms que elda y la noche.

    --Vive por all arriba--indic la Crescencia--, _orilla en ca los Pales_.

    --Qui, no, seora! Eso era antes. Yo lo s todo--prosigui la Burlada,haciendo presa en el aire con sus uas--. A m no me la da sa, y hetomado lenguas. Vive en Cuatro Caminos, donde tiene corral, y en lcra, con perdn, un cerdo; sin agraviar a nadie, el mejor cerdo deCuatro Caminos.

    --Ha visto usted la jorobada que viene por ella?

    --Que si la he visto? Esa cree que _semos_ bobas. La corcovada es suhija, y por ms seas costurera, sabes?, y con achaque de la joroba,pide tambin. Pero es modista, y gana dinero para casa... Total, queall son ricos, el Seor me perdone; ricos sinvergonzonazos, que engaana nosotras y a la Santa Iglesia catlica, apostlica. Y como no gastanada en comer, porque tiene dos o tres casas de donde le traen todos losdas los cazolones de cocido, que es la gloria de Dios... a ver!

    --Ayer--dijo Demetria quitndole la teta a la nia--, bien lo _vide_. Letrajeron...

    --Qu?

    --Pues un arroz con almejas, que lo menos haba para siete personas.

    --A ver!... Ests segura de que era con almejas? Y qu, _gola_ bien?

    --Vaya si _gola_!... Los cazolones los tiene en _ca_ el sacristn. Allvienen y se los llenan, y hala con todo para Cuatro Caminos.

    --El marido...--aadi la Burlada echando lumbre por los ojos--, es uno que

  • vende teas y perejil... Ha sido _melitar_, y tiene siete cruces sencillasy una con cinco _riales_... Ya ves qu familia. Y aqu me tienes que hoyno he comido ms que un corrusco de pan; y si esta noche no me da cobijola Ricarda en el cajn de Chamber, tendr que quedarme al santo raso.T qu dices, Almudena?

    El ciego murmuraba. Preguntado segunda vez, dijo con spera ydificultosa lengua:

    --Hablar vos del _Piche_? Conocierle m. No ser marido la Casiana concasarmiento, por la luz bendita, no. Ser quirido, por la bendita luz,quirido.

    --Concesle t?

    --Conocierle m, comprarmi dos rosarios l... de mi tierra dos rosarios,y una pieldra imn. Diniero l, mucho diniero... Ser capatazo de la sopaen el Sagriado Corazn de all... y en toda la probieza de all,mandando l, con garrota l... barrio Salmanca... capatazo... Malo, mumalo, y no dejar comer... Ser un criado del Goberno, del Goberno malo deIspania, y de los del Banco, aonde estar tuda el diniero en cajassoterranas. Guardar l, matarnos de hambre l...

    --Es lo que faltaba--dijo la Burlada con aspavientos de oficiosa ira--; quetambin tuvieran dinero en las arcas del Banco esos hormigonazos.

    --Tanto como eso!... Vaya usted a saber--indic la Demetria, volviendo adar la teta a la criatura, que haba empezado a chillar--. Calla,tragona!

    --A ver!... Con tanto _chupo_, no s cmo vives, hija... Y usted, seBenina, qu cree?

    --Yo?... De qu?

    --De si _tien_ o no _tien_ dinero en el Banco.

    --Y a m qu? Con su pan se lo coman.

    --Con el nuestro, ja, ja!... y encima codillo de jamn.

    --A callar se ha dicho!--grit el cojo, vendedor de _La Semana_--. Aqu seviene a lo que se viene, y a guardar la _circuspicin_.

    --Ya callamos, hombre, ya callamos. A ver!... Ni que _fuas_ VtorManuel, el que puso preso al Papa!

    --Callar, digo, y tengan ms religin.

    --Religin tengo, aunque no como con la Iglesia como t, pues yo vivo encompaa del hambre, y mi negocio es miraros tragar y ver los_papelaos_ de cosas ricas que vos traen de las casas. Pero no tenemosenvidia, sabes, Eliseo? y nos alegramos de ser pobres y de morirnos deflato, para irnos en globo al cielo, mientras que t...

    --Yo qu?

    --A ver!... Pues que ests rico, Eliseo; no niegues que ests rico...Con la _Semana_, y lo que te dan D. Senn y el seor cura... Ya sabemos:el que parte y reparte... No es por murmurar: Dios me libre. Bendita sea

  • nuestra santa miseria... El Seor te lo aumente. Dgolo porque te estoyagradecida, Eliseo. Cuando me cogi el coche en la calle de la Luna...fue el da que llevaron a ese Sr. de Zorrilla... pues, como digo, mes ymedio estuve en el _espital_, y cuando sal, t, vindome sola ydesamparada, me dijiste: _Se_ Flora, por qu no se pone a pedir enun templo, quitndose de la _santimperie_, y arrimndose al cisco de lareligin? Vngase conmigo y ver cmo puede sacar un diario, sin rodarpor las calles, y tratando con pobres decentes. Eso me dijiste, Eliseo,y yo me ech a llorar, y me vine ac contigo. De lo cual vino el estaryo aqu, y muy agradecida a tu _conduta_ fina y de caballero. Sabes querezo un Padrenuestro por ti todos los das, y le pido al Seor que tehaga ms rico de lo que eres; que vendas _sinfinid_ de _Semanas_, yque te traigan buen bodrio del caf y de la casa de los seores condes,para que te hartes t y la _carreterona_ de tu mujer. Qu importa queCrescencia y yo, y este pobre Almudena, nos desayunemos a las _doce delmedioda_ con un mendrugo, que servira para empedrar las santas calles?Yo le pido al Seor que no te falte para el aguardentazo. T lonecesitas para vivir; yo me morira si lo catara... Y ojal que tus doshijos lleguen a duques! Al uno le tienes de aprendiz de tornero, y temete en casa seis reales cada semana; al otro le tienes en una tabernade las Maldonadas, y saca buenas propinillas de las golfas, conperdn... El Seor te los conserve, y te los aumente cada ao, y vateyo vestido de terciopelo y con una pata nueva de palo santo, y a tutarasca vala yo con sombrero de plumas. Soy agradecida: se me haolvidado el comer, de las hambres que paso; pero no tengo malosquereres, Eliseo de mi alma, y lo que a m me falta tenlo t, y come ybebe, y emborrchate; y ten casa de balcn con mesas de _de noche_, ycamas de hierro con sus colchas rameadas, tan limpias como las del Rey;y ten hijos que lleven boina nueva y alpargata de suela, y nia quegaste toquilla rosa y zapatito de charol los domingos, y ten un buenanafre, y buenos felpudos para delante de las camas, y cocina de _co_,con papeles nuevos, y una batera que da gloria con _tantismas_cazoletas; y buenas lminas del Cristo de la Caa y Santa Brbarabendita, y una cmoda llena de ropa blanca; y pantallas con flores, yhasta mquina de coser que no sirve, pero encima de ella pones la pilade _Semanas_; ten tambin muchos amigos y vecinos buenos, y las grandescasas de ac, con seores que por verte invlido te dan barreduras delalmacn de azcar, y _papelaos_ del caf de _la moca_, y de arroz detres pasadas; ten tambin metimiento con las seoras de la Conferencia,para que te paguen la casa o la cdula, y den plancha de fino a tumujer... ten eso y ms, y ms, Eliseo...

    Cort los despotriques vertiginosos de la Burlada, produciendo unsilencio terrorfico en el pasadizo, la repentina aparicin de la _se_Casiana por la puerta de la iglesia.

    --Ya salen de misa mayor--dijo; y encarndose despus con la habladora,ech sobre ella toda su autoridad con estas despticas palabras:Burlada, pronto a tu puesto, y cerrar el pico, que estamos en la casade Dios.

    Empezaba a salir gente, y caan algunas limosnas, pocas. Los casos deronda total, dando igual cantidad a todos, eran muy raros, y aquel dalas escasas moneditas de cinco y dos cntimos iban a parar a las manosdiligentes de Eliseo o de la _caporala_, y algo le toc tambin a laDemetria y a _se_ Benina. Los dems poco o nada lograron, y la ciegaCrescencia se lament de no haberse estrenado. Mientras Casiana hablabaen voz baja con Demetria, la Burlada peg la hebra con Crescencia en elrincn prximo a la puerta del patio.

  • --Qu le estar diciendo a la Demetria!

    --A saber... Cosas de ellas.

    --Me ha _golido_ a bonos por el funeral _de presencia_ que tenemos maana.A Demetria le dan ms, por ser _arrecomendada_ de ese que celebra laprimera misa, el D. Rodriguito de las medias moradas, que dicen essecretario del Papa.

    --Le darn toda la carne, y a nosotras los huesos.

    --A ver!... Siempre lo mismo. No hay como andar con dos o tres criaturasa cuestas para sacar tajada. Y no miran a la decencia, porque estasholgazanotas, como Demetria, sobre ser unas grandsimas pendonazas,hacen luego del vicio su comercio. Ya ves: cada ao se trae unalechigada, y criando a uno, ya tiene en el buche los huesos del ao queviene.

    --Y es casada?

    --Como t y como yo. De m nada dirn, pues en San Andrs bendito me cascon mi Roque, que est en gloria, de la consecuencia de una cada delandamio. Esta dice que tiene el marido en _Celiplinas_, y ser quedesde all le hace los chiquillos... por carta... Ay, qu mundo! Tedigo que sin criaturas no se saca nada: los seores no miran a la_dinid_ de una, sino a si da el pecho o no da el pecho. Les da lstimade las criaturas, sin reparar en que ms _honrs_ somos las que no lastenemos, las que estamos en la _senet_, hartas de trabajos y sin podervalernos. Pero vete t ahora a _golver_ del revs el mundo, y a gobernarla compasin de los seores. Por eso se dice que todo anda trastornado yal revs, hasta los cielos benditos, y lleva razn Pulido cuando hablade la _rigolucin mu_ gorda, _mu_ gorda, que ha de venir para meter encintura a ricos miserables y a pobres _ensalzaos_.

    Conclua la charlatana vieja su perorata, cuando ocurri un suceso tanextrao, fenomenal e inaudito, que no podra ser comparado sino a lasbita cada de un rayo en medio de la comunidad mendicante, o a laexplosin de una bomba: tales fueron el estupor y azoramiento que entoda la caterva msera produjo. Los ms antiguos no recordaban nadasemejante; los nuevos no saban lo que les pasaba. Quedronse todosmudos, perplejos, espantados. Y qu fue, en suma? Pues nada: que DonCarlos Moreno Trujillo, que toda la vida, desde que _el mundo eramundo_, sala infaliblemente por la puerta de la calle de Atocha... noalter aquel da su inveterada costumbre; pero a los pocos pasos volviadentro, para salir por la calle de las Huertas, hecho singularsimo,absurdo, equivalente a un retroceso del sol en su carrera.

    Pero no fue principal causa de la sorpresa y confusin la desusadasalida por aquella parte, sino que D. Carlos se par en medio de lospobres (que se agruparon en torno a l, creyendo que les iba a repartirotra perra por barba), les mir como pasndoles revista, y dijo: Eh,seoras ancianas, quin de vosotras es la que llaman la _se_ Benina?.

    --Yo, seor, yo soy--dijo la que as se llamaba, adelantndose temerosa deque alguna de sus compaeras le quitase el nombre y el estado civil.

    --Esa es--aadi la Casiana con sequedad oficiosa, como si creyese quehaca falta su _exequatur_ de caporala para conocimiento o certificacinde la personalidad de sus inferiores.

  • --Pues, _se_ Benina--agreg D. Carlos embozndose hasta los ojos paraafrontar el fro de la calle--, maana, a las ocho y media, se pasa ustedpor casa; tenemos que hablar. Sabe usted dnde vivo?

    --Yo la acompaar--dijo Eliseo echndosela de servicial y diligente enobsequio del seor y de la mendiga.

    --Bueno. La espero a usted, _se_ Benina.

    --Descuide el seor.

    --A las ocho y media en punto. Fjese bien--aadi D. Carlos a gritos, queresultaron apagados porque le tapaban la boca las felpas hmedas delembozo rado--. Si va usted antes, tendr que esperarse, y si va despus,no me encuentra... Ea, con Dios. Maana es 25: me toca en Montserrat, ydespus, al cementerio. Con que...

    IV

    Mara Santsima, San Jos bendito, qu comentarios, qu febrilcuriosidad, qu ansia de investigar y sorprender los propsitos del buenD. Carlos! En los primeros momentos, la misma intensidad de la sorpresapriv a todos de la palabra. Por los rincones del cerebro de cada cualandaba la procesin... dudas, temores, envidia, curiosidad ardiente. La_se_ Benina, queriendo sin duda librarse de un fastidioso hurgoneo, sedespidi afectuosamente, como siempre lo haca, y se fue. Siguiola, conminutos de diferencia, el ciego Almudena. Entre los restantes empezarona saltar, como chispas, las frasecillas primeras de su sorpresa yconfusin: Ya lo sabremos maana... Ser por desempearla... Tiene msde cuarenta papeletas.

    --Aqu todas nacen de pie--dijo _la Burlada_ a Crescencia--, menosnosotras, que hemos cado en el mundo como talegos.

    Y la Casiana, afilando ms su cara caballuna, hasta darle proporcionesmonstruosas, dijo con acento de compasin lgubre: Pobre Don Carlos!Est ms loco que una cabra.

    A la maana siguiente, aprovechando la comunidad el hecho feliz de nohaber ido a la parroquia ni la _se_ Benina ni el ciego Almudena,menudearon los comentarios del extrao suceso. La Demetria expusotmidamente la opinin de que D. Carlos quera llevar a la Benina a suservicio, pues gozaba sta fama de gran cocinera, a lo que agreg Eliseoque, en efecto, la tal haba sido maestra de cocina; pero no la queranen ninguna parte por vieja.

    Y por sisona--afirm la Casiana, recalcando con saa el trmino--. Habisde saber que ha sido una sisona tremenda, y por ese vicio se ve ahoracomo se ve, teniendo que pedir para una rosca. De todas las casas en queestuvo la echaron por ser tan larga de uas, y si ella _hubi_ tenido_conduta_, no le faltaran casas buenas en que acabar tranquila...

    --Pues yo--declar _la Burlada_ con negro escepticismo--, _vos_ digo que siha venido a pedir es porque fue honrada; que las muy sisonas juntandinero para su vejez y se hacen ricas... que las hay, vaya si las hay.Hasta con coche las he conocido yo.

  • --Aqu no se habla mal de _naide_.

    --No es hablar mal. A ver!... La que habla pestes es _bueycencia_,seora presidenta de ministros.

    --Yo?

    --S... Vuestra Eminencia Ilustrsima es la que ha dicho que la Beninasisaba; lo cual que no es verdad, porque si sisara tuviera, y si tuvierano vendra a pedir. Tmate esa.

    --Por _bocona_ te has de condenar t.

    --No se condena una por bocona, sino por rica, mayormente cuando quita lalimosna a los pobres de buena ley, a los que tienen hambre y duermen alraso.

    --Ea, que estamos en la casa de Dios, _seoras_--dijo Eliseo dando golpesen el suelo con su pata de palo--. Guarden respeto y decencia unas paraotras, como manda la santsima _dotrina_.

    Con esto se produjo el recogimiento y tranquilidad que la vehemencia dealgunos alteraba tan a menudo, y entre pedir gimiendo y rezarbostezando se les pasaban las tristes horas.

    Ahora conviene decir que la ausencia de la _se_ Benina y del ciegoAlmudena no era casual aquel da, por lo cual all van las explicacionesde un suceso que merece mencin en esta verdica historia. Salieronambos, como se ha dicho, uno tras otro, con diferencia de algunosminutos; pero como la anciana se detuvo un ratito en la verja, hablandocon Pulido, el ciego marroqu se le junt, y ambos emprendieron juntosel camino por las calles de San Sebastin y Atocha.

    Me detuve a charlar con Pulido por esperarte, amigo Almudena. Tengo quehablar contigo.

    Y agarrndole por el brazo con solicitud cariosa, le pas de una aceraa otra. Pronto ganaron la calle de las Urosas, y parados en la esquina,a resguardo de coches y transentes, volvi a decirle: Tengo que hablarcontigo, porque t solo puedes sacarme de un gran compromiso; t solo,porque los dems _conocimientos_ de la parroquia para nada me sirven.Te enteras t? Son unos egostas, corazones de pedernal... El quetiene, porque tiene; el que no tiene, porque no tiene. Total, que ladejarn a una morirse de vergenza, y si a mano viene, se gozarn enver a una pobre mendicante por los suelos.

    Almudena volvi hacia ella su rostro, y hasta podra decirse que lamir, si mirar es dirigir los ojos hacia un objeto, poniendo en ellos,ya que no la vista, la intencin, y en cierto modo la atencin, tansostenida como ineficaz. Apretndole la mano, le dijo: _Amri_, saber tque servirte Almudena l, Almudena m, como _pierro_. _Amri_, _dicermi_cosas t... de cosas _tigo_.

    --Sigamos para abajo, y hablaremos por el camino. Vas a tu casa?

    --Voy a do _quierer_ t.

    --Parceme que te cansas. Vamos muy a prisa. Te parece bien que nossentemos un rato en la Plazuela del Progreso para poder hablar con

  • tranquilidad?.

    Sin duda respondi el ciego afirmativamente, porque cinco minutosdespus se les vea sentados, uno junto a otro, en el zcalo de la verjaque rodea la estatua de Mendizbal. El rostro de Almudena, de unafealdad expresiva, moreno cetrino, con barba rala, negra como el ala delcuervo, se caracterizaba principalmente por el desmedido grandor de laboca, que, cuando sonrea, afectaba una curva cuyos extremos, replegandola floja piel de los carrillos, se ponan muy cerca de las orejas. Losojos eran como llagas ya secas e insensibles, rodeados de manchassanguinosas; la talla mediana, torcidas las piernas. Su cuerpo habaperdido la conformacin airosa por la costumbre de andar a ciegas, y depasar largas horas sentado en el suelo con las piernas dobladas a lamorisca. Vesta con relativa decencia, pues su ropa, aunque vieja yllena de mugre, no tena desgarrn ni avera que no estuvieranenmendados por un zurcido inteligente, o por aplicaciones de parches yretazos. Calzaba zapatones negros, muy rozados, pero perfectamentedefendidos con costurones y remiendos habilsimos. El sombrero hongorevelaba servicios dilatados en diferentes cabezas, hasta venir aprestarlos en aquella, que quizs no sera la ltima, pues lasabolladuras del fieltro no eran tales que impidieran la defensa materialdel crneo que cubra. El palo era duro y lustroso; la mano con que loempuaba, nerviosa, por fuera de color morensimo, tirando a etipico,la palma blanquecina, con tono y blanduras que la asemejaban a una ruedade merluza cruda; las uas bien cortadas; el cuello de la camisa lomenos sucio que es posible imaginar en la msera condicin y vidavagabunda del desgraciado hijo de Sus.

    Pues a lo que bamos, Almudena--dijo la _se_ Benina, quitndose elpauelo para volver a ponrselo, como persona desasosegada y nerviosaque quiere ventilarse la cabeza--. Tengo un grave compromiso, y t, nadams que t, puedes sacarme de l.

    --_Dicermi_ ella, t...

    --Qu pensabas hacer esta tarde?

    --En casa m, _mocha_ que jacer m: lavar ropa m, coser _mocha_,remendar _mocha_.

    --Eres el hombre ms apaado que hay en el mundo. No he visto otro comot. Ciego y pobre, te arreglas t mismo tu ropita; enhebras una agujacon la lengua ms pronto que yo con mis dedos; coses a la perfeccin;eres tu sastre, tu zapatero, tu lavandera... Y despus de pedir en laparroquia por la maana, y por las tardes en la calle, te sobra tiempopara ir un ratito al caf... Eres de lo que no hay; y si en el mundohubiera justicia y las cosas estuvieran dispuestas con razn, debierandarte un premio... Bueno, hijo: pues lo que es esta tarde no te dejotrabajar, porque tienes que hacerme un servicio... Para las ocasionesson los amigos.

    --Qu _sucieder_ ti?

    --Una cosa tremenda. Estoy que no vivo. Soy tan desgraciada, que si t nome amparas me tiro por el viaducto... Como lo oyes.

    --_Amri_... tirar no.

    --Es que hay compromisos tan grandes, tan grandes, que parece imposibleque se pueda salir de ellos. Te lo dir de una vez para que te hagas

  • cargo: necesito un duro...

    --Un _durro_!--exclam Almudena, expresando con la sbita gravedad delrostro y la energa del acento el espanto que le causaba la magnitud dela cantidad.

    --S, hijo, s... un duro, y no puedo ir a casa si antes no lo consigo.Es preciso que yo tenga ese duro: discurre t, pues hay que sacarlo dedebajo de las piedras, buscarlo como quiera que sea.

    --Es _mocha_... _mocha_...--murmuraba el ciego volviendo su rostro haciael suelo.

    --No es tanto--observ la otra, queriendo engaar su pena con ideasoptimistas--. Quin no tiene un duro? Un duro, amigo Almudena, lo tienecualquiera... Con que puedes buscrmelo t, s o no?.

    Algo dijo el ciego en su extraa lengua que Benina tradujo por lapalabra imposible, y lanzando un suspiro profundo, al cual contestAlmudena con otro no menos hondo y lastimero, quedose un rato enmeditacin dolorosa, mirando al suelo y despus al cielo y a la estatuade Mendizbal, aquel verdinegro seor de bronce que ella no saba quinera ni por qu le haban puesto all. Con ese mirar vago y distrado quees, en los momentos de intensa amargura, como un giro angustioso delalma sobre s misma, vea pasar por una y otra banda del jardn gentespresurosas o indolentes. Unos llevaban un duro, otros iban a buscarlo.Pasaban cobradores del Banco con el taleguillo al hombro; carricochescon botellas de cerveza y gaseosa; carros fnebres, en el cual eraconducido al cementerio alguno a quien nada importaban ya los duros. Enlas tiendas entraban compradores que salan con paquetes. Mendigosharaposos importunaban a los seores. Con rpida visin, Benina pasrevista a los cajones de tanta tienda, a los distintos cuartos de todaslas casas, a los bolsillos de todos los transentes bien vestidos,adquiriendo la certidumbre de que en ninguno de aquellos repliegues dela vida faltaba un duro. Despus pens que sera un paso muy salado quese presentase ella en la cercana casa de Cspedes diciendo que hicieranel favor de darle un duro, siquiera se lo diesen a prstamo.Seguramente, se reiran de tan absurda pretensin, y la pondranbonitamente en la calle. Y no obstante, natural y justo pareca que encualquier parte donde un duro no representaba ms que un valorinsignificante, se lo diesen a ella, para quien la tal suma era... comoun _tomo inmenso_. Y si la ansiada moneda pasara de las manos que conotras muchas la posean, a las suyas, no se notara ninguna alteracinsensible en la distribucin de la riqueza, y todo seguira lo mismo:los ricos, ricos; pobre ella, y pobres los dems de su condicin. Puessiendo esto as, por qu no vena a sus manos el duro? Qu razn habapara que veinte personas de las que pasaban no se privasen de un real, ypara que estos veinte reales no pasaran por natural trasiego a susmanos? Vaya con las cosas de este desarreglado mundo! La pobre Beninase contentaba con una gota de agua, y delante del estanque del Retiro nopoda tenerla. Vamos a cuentas, cielo y tierra: perdera algo elestanque del Retiro porque se sacara de l una gota de agua?

    V

    Esto pensaba, cuando Almudena, volviendo de una meditacin calculista,

  • que deba de ser muy triste por la cara que pona, te dijo:

    No tenier t cosa que _peinar_?

    --No, hijo: todo empeado ya, hasta las papeletas.

    --No haber persona que _priestar ti_?

    --No hay nadie que me fe ya. No doy un paso sin encontrar una malacara.

    --Seor Carlos llamar ti maana.

    --Maana est muy lejos, y yo necesito el duro hoy, y pronto, Almudena,pronto. Cada minuto que pasa es una mano que me aprieta ms el dogal quetengo en la garganta.

    --No llorar, _amri_. T ser buena _migo_; yo arremediando ti... Vesloahora.

    --Qu se te ocurre? Dmelo pronto.

    --Yo _peinar_ ropa.

    --El traje que compraste en el Rastro? Y cunto crees que te darn?

    --Dos _piesetas_ y media.

    --Yo har por sacar tres. Y lo dems?

    --Vamos a casa _migo_--dijo Almudena levantndose con resolucin.

    --Prontito, hijo, que no hay tiempo que perder. Es muy tarde. Pues nohay poquito que andar de aqu a la posada de Santa Casilda!.

    Emprendieron su camino presurosos por la calle de Mesn de Paredes,hablando poco. Benina, ms sofocada por la ansiedad que por la vivezadel paso, echaba lumbre de su rostro, y cada vez que oa campanadas derelojes haca una mueca de desesperacin. El viento fro del Norte lesempujaba por la calle abajo, hinchando sus ropas como velas de un barco.Las manos de uno y otro eran de hielo; sus narices rojas destilaban.Enronquecan sus voces; las palabras sonaban con oquedad fra y triste.

    No lejos del punto en que Mesn de Paredes desemboca en la Ronda deToledo, hallaron el parador de Santa Casilda, vasta colmena de viviendasbaratas alineadas en corredores sobrepuestos. Entrase a ella por unpatio o corraln largo y estrecho, lleno de montones de basura,residuos, despojos y desperdicios de todo lo humano. El cuarto quehabitaba Almudena era el ltimo del piso bajo, al ras del suelo, y nohaba que franquear un solo escaln para penetrar en l. Componase lavivienda de dos piezas separadas por una estera pendiente del techo: aun lado la cocina, a otro la sala, que tambin era alcoba o gabinete,con piso de tierra bien apisonado, paredes blancas, no tan sucias comootras del mismo casern o humana madriguera. Una silla era el nicomueble, pues la cama consista en un jergn y mantas pardas, arrimadotodo a un ngulo. La cocinilla no estaba desprovista de pucheros,cacerolas, botellas, ni tampoco de vveres. En el centro de lahabitacin, vio Benina un bulto negro, algo como un lo de ropa, o uncostal abandonado. A la escasa luz que entraba despus de cerrada lapuerta, pudo observar que aquel bulto tena vida. Por el tacto, ms que

  • por la vista, comprendi que era una persona.

    Ya estar aqu la _Pedra_ borracha.

    --Ah! qu cosas! Es esa que te ayuda a pagar el cuarto... Borrachona,sinvergenzonaza... Pero no perdamos tiempo, hijo; dame el traje, que yolo llevar... y con la ayuda de Dios, sacar siquiera dos ochenta. Vepensando en buscarme lo que falta. La Virgen Santsima te lo dar, y yohe de rezarle para que te lo d doblado, que a m seguro es que noquiere darme cosa ninguna.

    Hacindose cargo de la impaciencia de su amiga, el ciego descolg de unclavo el traje que l llamaba nuevo, por un convencionalismo muycorriente en las combinaciones mercantiles, y lo entreg a su amiga, queen cuatro zancajos se puso en el patio y en la Ronda, tirando luegohacia el llamado Campillo de Manuela. El mendigo, en tanto, pronunciandopalabras colricas, que no es fcil al narrador reproducir, por ser enlengua arbiga, palpaba el bulto de la mujer embriagada, que como cuerpomuerto en mitad del cuartucho yaca. A las expresiones airadas delciego, slo contest con speros gruidos, y dio media vuelta,espatarrndose y estirando los brazos para caer de nuevo en sopor mshondo y en ms brutal inercia.

    Almudena meta mano por entre las ropas negras, cuyos pliegues,revueltos con los del mantn, formaban un lo inextricable, yacompaando su registro de exclamaciones furibundas, explor tambin elflccido busto, como si amasara pellejos con trapos. Tan nervioso estabael hombre, que descubra lo que debe estar cubierto, y tapaba lo quegusta de ver la luz del da. All sac rosarios, escapularios, un fajode papeletas de empeo envuelto en un pedazo de peridico, trozos deherradura recogidos en las calles, muelas de animales o de personas, yotras baratijas. Terminado el registro, entr la Benina, de vuelta ya desu diligencia, la cual haba despachado con tanta presteza, como si lahubieran llevado y trado en volandas los angelitos del cielo. Vena lapobre mujer sofocadsima del veloz correr por las calles; apenas podarespirar, y su rostro sudoroso despeda fuego, sus ojos alegra.

    Me han dado tres--dijo mostrando las monedas--, una en cuartos. No hetenido poca suerte en que estuviera all Valeriano; que a llegar a estarel ama, la Reimunda, trabajo que costara sacarle dos y pico.

    Respondiendo al contento de la anciana, Almudena, con cara de regocijo ytriunfo, le mostr entre los dedos una peseta.

    Encuentrarla aqu, en el _piecho_ de esta... Cogerla _tigo_.

    --Oh, qu suerte! Y no tendr ms? Busca bien, hijo.

    --No tenier ms. Mi regolver cosas _piecho_.

    Benina sacuda las ropas de la borracha esperando ver saltar una moneda.Pero no saltaron ms que dos horquillas, y algunos pedacitos de carbn.

    No tenier ms.

    Sigui parloteando el ciego, y por las explicaciones que le dio delcarcter y costumbres de la mujerona, pudo comprender que si se hubieranencontrado a esta en estado de normal despejo, les habra dado la pesetacon slo pedirla. Con una breve frase sintetiz Almudena a su compaerade hospedaje: Ser gena, ser mala... Coger ella _tudo_, dar ella

  • _tudo_.

    Acto continuo levant el colchn, y escarbando en la tierra, sac unapetaca vieja y sucia, que cuidadosamente esconda entre trapos ycartones, y metiendo los dedos en ella, como quien saca un cigarro,extrajo un papelejo, que desenvuelto mostr una monedita de dos reales,nueva y reluciente. La cogi Benina, mientras Almudena sacaba de subolsillo, donde tena multitud de herramientas, tijeras, canuto deagujas, navaja, etc., otro envoltorio con dos perras gordas. Aadi aellas la que haba recibido de D. Carlos, y lo dio todo a la pobreanciana, dicindole: _Amri_, arriglar as tigo.

    --S, s... Pongo lo mo de hoy, y ya falta tan poco, que no quieromolestarte ms. Gracias a Dios! Me parece mentira. Ay, hijo, qubueno eres! Mereces que te caiga la lotera, y si no te cae, es porqueno hay justicia en la tierra ni en el cielo... Adis, hijo, no puedodetenerme ni un momento ms... Dios te lo pague... Estoy en ascuas. Mevoy volando a casa... Qudate en la tuya... y a esta pobre desgraciada,cuando despierte, no la pegues, hijo, pobrecita! Cada uno, por el aquelde no sufrir, se emborracha con lo que puede: esta con el aguardentazo,otros con otra cosa. Yo tambin las cojo; pero no as: las mas son decosa de ms adentro... Ya te contar, ya te contar.

    Y sali disparada, las monedas metidas en el seno, temerosa de quealguien se las quitara por el camino, o de que se le escaparan volando,arrastradas de sus tumultuosos pensamientos. Al quedarse solo, Almudenafue a la cocina, donde, entre otros cachivaches, tena una palanganitade estao y un cntaro de agua. Se lav las manos y los ojos; despuscogi un cazuelo en que haba cenizas y carbones apagados, y pasando auna de las casas vecinas, volvi al poco rato con lumbre, sobre la cualderram un puadito de cierta substancia que en un envoltorio de papeltena junto a la cama. Levantose del fuego humareda muy densa y un olorpenetrante. Era el sahumerio de benju, nica remembranza material de latierra nativa que Almudena se permita en su destierro vagabundo. Elaroma especial, caracterstico de casa mora, era su consuelo, su placerms vivo, prctica juntamente casera y religiosa, pues envuelto en aquelhumo se puso a rezar cosas que ningn cristiano poda entender.

    Con el humazo, la borracha grua ms, y carraspeaba, y tosa, comoqueriendo dar acuerdo de s. El ciego no le haca ms caso que a unperro, atento slo a sus rezos en lengua que no sabemos si era arbiga ohebrea, tapndose un ojo con cada mano, y bajndolas despus sobre laboca para besrselas. Mediano rato emple en sus meditaciones, y alterminarlas, vio sentada ante s a la mujerzuela que con ojos esquivos ylloricones, a causa del picor producido por el espeso sahumerio, lemiraba. Presentndole gravemente las palmas de las manos, Almudena lesolt estas palabras:

    Gran pa, no haber ms que un Dios... _b'rracha_, _b'rrachona_, nohaber ms que un Dios... un Dios, un Dios solo, solo.

    Solt la otra sonora carcajada, y llevndose la mano al pecho, queraarreglar el desorden que la mano inquieta de su compaero de viviendahaba causado en aquella parte interesantsima de su persona. Tan torpesala del sueo alcohlico, que no acertaba a poner cada cosa en susitio, ni a cubrir las que la honestidad quiere y ha querido siempreque se cubran. _Jai_, t me has _arregistrao_.

    --S... No haber ms que un Dios, un Dios solo.

  • --Y a m, qu? Por m que _haigan_ dos o cuarenta, todos los que ellosmesmos quieran haberse... Pero di, gorrn, me has quitado la peseta. Nome importa. _Pa_ ti era.

    --Un Dios solo!.

    Y vindole coger el palo, se puso la mujer en guardia, dicindole: Ea,no pegues, _Jai_. Basta ya de sahumerio, y ponte a hacer la cena.Cunto dinero tienes? Qu quieres que te traiga?...

    --_B'rrachona!_ no haber diniero... Llevarlo los _embaixos_, t dormida.

    --Qu te traigo?--murmur la mujer negra tambalendose y cerrando losojos--. Agurdate un poquitn. Tengo sueo, _Jai_.

    Cay nuevamente en profundo sopor, y Almudena, que haba requerido elpalo con intenciones de usarlo como infalible remedio de la embriaguez,tuvo lstima y suspir fuerte, mascullando estas o parecidas palabras:Pegar ti otro da.

    VI

    Casi no es hiprbole decir que la _se_ Benina, al salir de SantaCasilda, poseyendo el incompleto duro que calmaba sus mortalesangustias, iba por rondas, travesas y calles como una flecha. Consesenta aos a la espalda, conservaba su agilidad y viveza, unidas a unaperseverancia inagotable. Se haba pasado lo mejor de la vida en unajetreo afanoso, que exiga tanta actividad como travesura, esfuerzoslocos de la mente y de los msculos, y en tal enseanza se habafortificado de cuerpo y espritu, formndose en ella el templeextraordinario de mujer que irn conociendo los que lean esta puntualhistoria de su vida. Con increble presteza entr en una botica de lacalle de Toledo; recogi medicinas que haba encargado muy de maana;despus hizo parada en la carnicera y en la tienda de ultramarinos,llevando su compra en distintos envoltorios de papel, y, por fin, entren una casa de la calle Imperial, prxima a la rinconada en que est elAlmotacn y Fiel Contraste. Deslizose a lo largo del portal angosto,obstruido y casi intransitable por los colgajos de un comercio decordelera que en l existe; subi la escalera, con rpidos andareshasta el principal, con moderado paso hasta el segundo; lleg jadeanteal tercero, que era el ltimo, con honores de sotabanco. Dio vuelta a unpatio grande, por galera de emplomados cristales, de suelo desigual, acausa de los hundimientos y desniveles de la vieja fbrica, y al finlleg a una puerta de cuarterones, despintada; llam... Era su casa, lacasa de su seora, la cual, en persona, tentando las paredes, sali alruido de la campanilla, o ms bien afnico cencerreo, y abri, no sin laprecaucin de preguntar por la mirilla, cuadrada, defendida por una cruzde hierro.

    Gracias a Dios, mujer...--le dijo en la misma puerta--. Vaya unas horas!Cre que te haba cogido un coche, o que te haba dado un accidente.

    Sin chistar sigui Benina a su seora hasta un gabinetillo prximo, yambas se sentaron. Excus la criada las explicaciones de su tardanza porel miedo que senta de darlas, y se puso a la defensiva, esperando a verpor dnde sala doa Paca, y qu posiciones tomaba en su irascible

  • genio. Algo la tranquiliz el tono de las primeras palabras con que fuerecibida; esperaba una fuerte reprimenda, vocablos displicentes. Perola seora pareca estar de buenas, domado, sin duda, el spero carcterpor la intensidad del sufrimiento. Benina se propona, como siempre,acomodarse al son que le tocara la otra, y a poco de estar junto a ella,cambiadas las primeras frases, se tranquiliz. Ay, seora, qu da! Yoestaba deshecha; pero no me dejaban, no me dejaban salir de aquellabendita casa.

    --No me lo expliques--dijo la seora, cuyo acentillo andaluz persista,aunque muy atenuado, despus de cuarenta aos de residencia en Madrid--.Ya estoy al tanto. Al or las doce, la una, las dos, me deca yo: 'Pero,Seor, por qu tarda tanto la Nina?'. Hasta que me acord...

    --Justo.

    --Me acord... como tengo en mi cabeza todo el almanaque... de que hoy esSan Romualdo, confesor y obispo de Farsalia...

    --Cabal.

    --Y son los das del seor sacerdote en cuya casa ests de asistenta.

    --Si yo pensara que usted lo haba de adivinar, habra estado mstranquila--afirm la criada, que en su extraordinaria capacidad paraforjar y exponer mentiras, supo aprovechar el slido cable que su ama learrojaba--. Y que no ha sido floja la tarea!

    --Habrs tenido que dar un gran almuerzo. Ya me lo figuro. Y que nosern cortos de tragaderas los curnganos de San Sebastin, compaeros yamigos de tu D. Romualdo!

    --Todo lo que le diga es poco.

    --Cuntame: qu les has puesto?--pregunt ansiosa la seora, que gustabade saber lo que se coma en las casas ajenas--. Ya estoy al tanto. Lesharas una mayonesa.

    --Lo primero un arroz, que me qued muy a punto. Ay, Seor, cunto loalabaron! Que si era yo la primera cocinera de toda la Europa... que sipor vergenza no se chupaban los dedos...

    --Y despus?

    --Una pepitoria que ya la quisieran para s los ngeles del cielo. Luego,calamares en su tinta... luego...

    --Pues aunque te tengo dicho que no me traigas sobras de ninguna casa,pues prefiero la miseria que me ha enviado Dios, a chupar huesos deotras mesas... como te conozco, no dudo que habrs trado algo. Dndetienes la cesta?.

    Vindose cogida, Benina vacil un instante; mas no era mujer que searredraba ante ningn peligro, y su maestra para el embuste le sugiripronto el hbil quite: Pues, seora, dej la cesta, con lo que traje,en casa de la seorita Obdulia, que lo necesita ms que nosotras.

    --Has hecho bien. Te alabo la idea, Nina. Cuntame ms. Y un buensolomillo, no pusiste?

  • --Anda, anda! Dos kilos y medio, seora. Sotero Rico me lo dio de losuperior.

    --Y postres, bebidas?...

    --Hasta _Champaa de la Viuda_. Son el diantre los curas, y de nada seprivan... Pero vmonos adentro, que es muy tarde, y estar la seoradesfallecida.

    --Lo estaba; pero... no s: parece que me he comido todo eso de que hashablado... En fin, dame de almorzar.

    --Qu ha tomado? El poquito de cocido que le apart anoche?

    --Hija, no pude pasarlo. Aqu me tienes con media onza de chocolatecrudo.

    --Vamos, vamos all. Lo peor es que hay que encender lumbre. Pero prontodespacho... Ah! tambin le traigo las medicinas. Eso lo primero.

    --Hiciste todo lo que te mand?--pregunt la seora, en marcha las doshacia la cocina--. Empeaste mis dos enaguas?

    --Cmo no? Con las dos pesetas que saqu, y otras dos que me dio D.Romualdo por ser su santo, he podido atender a todo.

    --Pagaste el aceite de ayer?

    --Pues no!

    --Y la tila y la sanguinaria?

    --Todo, todo... Y an me ha sobrado, despus de la compra, para maana.

    --Querr Dios traernos maana un buen da?--dijo con honda tristeza laseora, sentndose en la cocina, mientras la criada, con nerviosaprontitud, reuna astillas y carbones.

    --Ay! s, seora: tngalo por cierto.

    --Por qu me lo aseguras, Nina?

    --Porque lo s. Me lo dice el corazn. Maana tendremos un buen da,estoy por decir que un gran da.

    --Cuando lo veamos te dir si aciertas... No me fo de tus corazonadas.Siempre ests con que maana, que maana...

    --Dios es bueno.

    --Conmigo no lo parece. No se cansa de darme golpes: me apalea, no medeja respirar. Tras un da malo, viene otro peor. Pasan aos aguardandoel remedio, y no hay ilusin que no se me convierta en desengao. Mecanso de sufrir, me canso tambin de esperar. Mi esperanza es traidora,y como me engaa siempre, ya no quiero esperar cosas buenas, y lasespero malas para que vengan... siquiera regulares.

    --Pues yo que la seora--dijo Benina dndole al fuelle--, tendra confianzaen Dios, y estara contenta... Ya ve que yo lo estoy... no me ve? Yosiempre creo que cuando menos lo pensemos nos vendr el golpe de suerte,

  • y estaremos tan ricamente, acordndonos de estos das de apuros, ydesquitndonos de ellos con la gran vida que nos vamos a dar.

    --Ya no aspiro a la buena vida, Nina--declar casi llorando la seora--:slo aspiro al descanso.

    --Quin piensa en la muerte? Eso no: yo me encuentro muy a gusto en estemundo fandanguero, y hasta le tengo ley a los trabajillos que paso.Morirse no.

    --Te conformas con esta vida?

    --Me conformo, porque no est en mi mano el darme otra. Venga todo antesque la muerte, y padezcamos con tal que no falte un pedazo de pan, ypueda uno comrselo con dos salsas muy buenas: el hambre y la esperanza.

    --Y soportas, adems de la miseria, la vergenza, tanta humillacin,deber a todo el mundo, no pagar a nadie, vivir de mil enredos, trampas yembustes, no encontrar quien te fe valor de dos reales, vernosperseguidos de tenderos y vendedores?

    --Vaya si lo soporto!... Cada cual, en esta vida, se defiende comopuede. Estara bueno que nos dejramos morir de hambre, estando lastiendas tan llenas de cosas de substancia! Eso no: Dios no quiere que anadie se le enfre el cielo de la boca por no comer, y cuando no nos dadinero, un suponer, nos da la sutileza del caletre para inventar modosde allegar lo que hace falta, sin robarlo... eso no. Porque yo prometopagar, y pagar cuando lo tengamos. Ya saben que somos pobres... que hayformalidad en casa, ya que no _haigan_ otras cosas. Estara bueno quenos afligiramos porque los tenderos no cobran estas miserias, sabiendo,como sabemos, que estn ricos!...

    --Es que t no tienes vergenza, Nina; quiero decir, decoro; quierodecir, dignidad.

    --Yo no s si tengo eso; pero tengo boca y estmago natural, y s tambinque Dios me ha puesto en el mundo para que viva, y no para que me dejemorir de hambre. Los gorriones, un suponer, tienen vergenza? Quia!...lo que tienen es pico... Y mirando las cosas como deben mirarse, yo digoque Dios, no tan slo ha criado la tierra y el mar, sino que son obrasuya mismamente las tiendas de ultramarinos, el Banco de Espaa, lascasas donde vivimos y, pongo por caso, los puestos de verdura... Todo esde Dios.

    --Y la moneda, la indecente moneda, de quin es?--pregunt con lastimeroacento la seora--. Contstame.

    --Tambin es de Dios, porque Dios hizo el oro y la plata... Los billetes,no s... Pero tambin, tambin.

    --Lo que yo digo, Nina, es que las cosas son del que las tiene... y lastiene todo el mundo menos nosotras... Ea! date prisa, que sientodebilidad. En dnde me pusiste las medicinas?... Ya: estn sobre lacmoda. Tomar una papeleta de salicilato antes de comer... Ay, qutrabajo me dan estas piernas! En vez de llevarme ellas a m, tengo yoque tirar de ellas. _(Levantndose con gran esfuerzo.)_ Mejor andara yocon muletas. Pero has visto lo que hace Dios conmigo? Si esto pareceburla! Me ha enfermado de la vista, de las piernas, de la cabeza, de losriones, de todo menos del estmago. Privndome de recursos, dispone queyo digiera como un buitre.

  • --Lo mismo hace conmigo. Pero yo no lo llevo a mal, seora. Bendito seael Seor, que nos da el bien ms grande de nuestros cuerpos: el hambresantsima!.

    VII

    Ya pasaba de los sesenta la por tantos ttulos infeliz Doa FranciscaJurez de Zapata, conocida en los aos de aquella su decadencialastimosa por _doa Paca_, a secas, con lacnica y plebeyafamiliaridad. Ved aqu en qu paran las glorias y altezas de este mundo,y qu pendiente hubo de recorrer la tal seora, rodando hacia laprofunda miseria, desde que ataba los perros con longaniza, por los aos59 y 60, hasta que la encontramos viviendo inconscientemente de limosna,entre agonas, dolores y vergenzas mil. Ejemplos sin nmero de estascadas nos ofrecen las poblaciones grandes, ms que ninguna esta deMadrid, en que apenas existen hbitos de orden, pero a todos losejemplos supera el de doa Francisca Jurez, tristsimo juguete deldestino. Bien miradas estas cosas y el subir y bajar de las personas enla vida social, resulta gran tontera echar al destino la culpa de loque es obra exclusiva de los propios caracteres y temperamentos, y buenamuestra de ello es doa Paca, que en su propio ser desde el nacimientollevaba el desbarajuste de todas las cosas materiales. Nacida en Ronda,su vista se acostumbr desde la niez a las vertiginosas depresiones delterreno; y cuando tena pesadillas, soaba que se caa a la profundsimahondura de aquella grieta que llaman _Tajo_. Los nacidos en Ronda debende tener la cabeza muy firme y no padecer de vrtigos ni cosa tal,hechos a contemplar abismos espantosos. Pero doa Paca no sabamantenerse firme en las alturas: instintivamente se despeaba; sucabeza no era buena para esto ni para el gobierno de la vida, que es laseguridad de vista en el orden moral.

    El vrtigo de Paquita Jurez fue un estado crnico desde que la casaron,muy joven, con D. Antonio Mara Zapata, que le doblaba la edad,intendente de ejrcito, excelente persona, de holgada posicin por sucasa, como la novia, que tambin posea bienes races de mucha cuenta.Sirvi Zapata en el ejrcito de frica, divisin de Echage, y despusde Wad-Ras pas a la Direccin del ramo. Establecido el matrimonio enMadrid, le falt tiempo a la seora para poner su casa en un pie de vidafrvola y aparatosa que, si empez ajustando las vanidades al marco delas rentas y sueldos, pronto se sali de todo lmite de prudencia, y notardaron en aparecer los atrasos, las irregularidades, las deudas.Hombre ordenadsimo era Zapata; pero de tal modo le dominaba su esposa,que hasta le hizo perder sus cualidades eminentes; y el que tan biensupo administrar los caudales del ejrcito, vea perderse los suyos,olvidado del arte para conservarlos. Paquita no se pona tasa en elvestir elegante, ni en el lujo de mesa, ni en el continuo zarandeo debailes y reuniones, ni en los dispendiosos caprichos. Tan notorio fue yael desorden, que Zapata, aterrado, viendo venir el trueno gordo, hubode vencer la modorra en que su cara mitad le tena, y se puso a hacernmeros y a querer establecer mtodo y razn en el gobierno de suhacienda; pero oh triste sino de la familia! cuando ms engolfadoestaba el hombre en su aritmtica, de la que esperaba su salvacin,cogi una pulmona, y pas a mejor vida el Viernes Santo por la tarde,dejando dos hijos de corta edad: Antoito y Obdulia.

  • Administradora y duea del caudal activo y pasivo, Francisca no tard endemostrar su ineptitud para el manejo de aquellas enredosas materias, ya su lado surgieron, como los gusanos en cuerpo corrupto, infinitaspersonas que se la coman por dentro y por fuera, devorndola sincompasin. En esta poca desastrosa, entr a su servicio Benigna, que sidesde el primer da se acredit de cocinera excelente, a las pocassemanas hubo de revelarse como la ms intrpida sisona de Madrid. Qutal sera la moza en este terreno, que la misma doa Francisca, de unamiopa radical para la inspeccin de sus intereses, pudo apreciar larapacidad minuciosa de la sirviente, y aun se determin a corregirla. Enjusticia, debo decir que Benigna (entre los suyos llamada _Benina_, y_Nina_ simplemente por la seora) tena cualidades muy buenas que, encierto modo, compensaban, en los desequilibrios de su carcter, aqueldefecto grave de la sisa. Era muy limpia, de una actividad pasmosa, queproduca el milagro de agrandar las horas y los das. Adems de esto,Doa Francisca estimaba en ella el amor intenso a los nios de la casa;amor sincero y, si se quiere, positivo, que se revelaba en la vigilanciaconstante, en los exquisitos cuidados con que sanos o enfermos lesatenda. Pero las cualidades no fueron bastante eficaces para impedirque el defecto promoviera cuestiones agrias entre ama y sirviente, y enuna de estas, Benina fue despedida. Los nios la echaron muy de menos, ylloraban por su Nina graciosa y soboncita.

    A los tres meses se present de visita en la casa. No poda olvidar a laseora ni a los nenes. Estos eran su amor, y la casa, todo lo materialde ella, la encariaba y atraa. Paquita Jurez tambin tena especialgusto en charlar con ella, pues algo (no saban qu) exista entre lasdos que secretamente las enlazaba, algo de comn en la extraordinariadiversidad de sus caracteres. Menudearon las visitas. Ay! la Benina nose encontraba a gusto en la casa donde a la sazn serva. En fin, que yala tenemos otra vez en la domesticidad de Doa Francisca; y tan contentaella, y satisfecha la seora, y los pequeuelos locos de alegra.Sobrevino en aquel tiempo un aumento de las dificultades y ahogos de lafamilia en el orden administrativo: las deudas roan con diente voraz elpatrimonio de la casa; se perdan fincas valiosas, pasando sin sabercmo, por artes de usura infame, a las manos de los prestamistas. Comocarga preciosa que se arroja de la embarcacin al mar en los apuros delnaufragio, salan de la casa los mejores muebles, cuadros, alfombrasriqusimas: las alhajas haban salido ya... Pero por ms que sealigeraba el buque, la familia continuaba en peligro de zozobra y desumergirse en los negros abismos sociales.

    Para mayor desdicha, en aquel funesto periodo del 70 al 80, los dosnios padecieron gravsimas enfermedades: tifoidea el uno; eclampsia yepilepsia la otra. Benina les asisti con tal esmero y solicitud tanamorosa, que se pudo creer que les arrancaba de las uas de la muerte.Ellos le pagaban, es verdad, estos cuidados con un afecto ardiente. Poramor de Benina, ms que por el de su madre, se prestaban a tomar lasmedicinas, a callar y estarse quietecitos, a sudar sin ganas, y a nocomer antes de tiempo: todo lo cual no impidi que entre ama y criadasurgiesen cuestiones y desavenencias, que trajeron una segundadespedida. En un arrebato de ira o de amor propio, Benina salidisparada, jurando y perjurando que no volvera a poner los pies enaquella casa, y que al partir sacuda sus zapatos para no llevarsepegado en ellos el polvo de las esteras... pues lo que es alfombras, yano las haba.

    En efecto: antes del ao, apareciose Benina en la casa. Entr, anegadoen lgrimas el rostro, diciendo: Yo no s qu tiene la seora; yo no squ tiene esta casa, y estos nios, y estas paredes, y todas las cosas

  • que aqu hay: yo no s ms sino que no me hallo en ninguna parte. Encasa rica estoy, con buenos amos que no reparan en dos reales ms omenos; seis duros de salario... Pues no me hallo, seora, y paso lanoche y el da acordndome de esta familia, y pensando si estarn bien ono estarn bien. Me ven suspirar, y creen que tengo hijos. Yo no tengo anadie en el mundo ms que a la seora, y sus hijos son mis hijos, puescomo a tales les quiero.... Otra vez Benina al servicio de DoaFrancisca Jurez, como criada nica y para todo, pues la familia habadado un bajn tremendo en aquel ao, siendo tan notorias las seales deruina, que la criada no poda verlas sin sentir afliccin profunda.Lleg la ocasin ineludible de cambiar el cuarto en que vivan por otroms modesto y barato. Doa Francisca, apegada a las rutinas y sindeterminacin para nada, vacilaba. La criada, quitndole en momentos tancrticos las riendas del gobierno, decidi la mudanza, y desde la callede Claudio Coello saltaron a la del Olmo. Por cierto que hubo no pocasdificultades para evitar un desahucio vergonzoso: todo se arregl con lagenerosa ayuda de Benina, que sac del Monte sus economas, importantestres mil y pico de reales, y las entreg a la seora, establecindosedesde entonces comunidad de intereses en la adversa como en la prsperafortuna. Pero ni aun en aquel rasgo de caridad hermosa desminti lapobre mujer sus hbitos de sisa, y descont un pico para guardarlocuidadosamente en su bal, como base de un nuevo montepo, que era paraella necesidad de su temperamento y placer de su alma.

    Como se ve, tena el vicio del descuento, que en cierto modo, por otrolado, era la virtud del ahorro. Difcil expresar dnde se empalmaban yconfundan la virtud y el vicio. La costumbre de escatimar una partegrande o chica de lo que se le daba para la compra, el gusto deguardarla, de ver cmo creca lentamente su caudal de perras, sesobreponan en su espritu a todas las dems costumbres, hbitos yplaceres. Haba llegado a ser el sisar y el reunir como cosa instintiva,y los actos de este linaje se diferenciaban poco de las rapias yescondrijos de la urraca. En aquella tercera poca, del 80 al 85, sisabacomo antes, aunque guardando medida proporcional con los mezquinoshaberes de Doa Francisca. Sucedironse en aquellos das grandesdesventuras y calamidades. La pensin de la seora, como viuda deintendente, haba sido retenida en dos tercios por los prestamistas; losempeos sucedan a los empeos, y por librarse de un ahogo, caa prontoen mayores apreturas. Su vida lleg a ser un continuo afn: lasangustias de una semana, engendraban las de la semana siguiente: raroseran los das de relativo descanso. Para atenuar las horas tristes,sacaban fuerzas de flaqueza, alegrando con afectadas fantasmagoras losratos de la noche, cuando se vean libres de acreedores molestos y dereclamaciones enfadosas. Fue preciso hacer nuevas mudanzas, buscando labaratura, y del _Olmo_ pasaron al _Saco_, y del _Saco_ al _Almendro_.Por esta fatalidad de los nombres de rboles en las calles dondevivieron, parecan pjaros que volaban de rama en rama, dispersados porlas escopetas de los cazadores o las pedradas de los chicos.

    En una de las tremendas crisis de aquel tiempo, tuvo Benina que acudirnuevamente al fondo de su cofre, donde esconda el _gato_ o montepo,producto de sus descuentos y sisas. Ascenda el montn a diez y sieteduros. No pudiendo decir a su seora la verdad, sali con el cuento deque una prima suya, la Rosaura, que comerciaba en miel alcarrea, lehaba dado unos duros para que se los guardara. Dame, dame todo lo quetengas, Benina, as Dios te conceda la gloria eterna, que yo te lodevolver doblado cuando los primos de Ronda me paguen lo del pejugar...ya sabes... es cosa de das... ya viste la carta.

    Y revolviendo en el fondo del bal, entre mil baratijas y los de

  • trapos, sac la sisona doce duros y medio y los dio a su ama dicindole:Es todo lo que tengo. No hay ms: puede creerlo; es tan verdad como quenos hemos de morir.

    No poda remediarlo. Descontaba su propia caridad, y sisaba en sulimosna.

    VIII

    Tantas desdichas, parecer mentira, no eran ms que el prembulo delinfortunio grande, aterrador, en que el infeliz linaje de los Jurez yZapatas haba de caer, la boca del abismo en que sumergido le hallamosal referir su historia. Desde que vivan en la calle del Olmo, DoaFrancisca fue abandonada de la sociedad que la ayud a dar al viento sufortuna, y en las calles del Saco y Almendro desaparecieron las pocasamistades que le restaban. Por entonces la gente de la vecindad, lostenderos chasqueados y las personas que de ella tenan lstima empezarona llamarla _Doa Paca_, y ya no hubo forma de designarla con otronombre. Gentezuelas desconsideradas y groseras solan aadir al nombrefamiliar algn mote infamante: _Doa Paca la tramposa_, _la Marquesa delinfundio_.

    Est visto que Dios quera probar a la dama rondea, porque a lascalamidades del orden econmico aadi la grande amargura de que sushijos, en vez de consolarla, despuntando por buenos y sumisos, agobiaransu espritu con mayores mortificaciones, y clavaran en su coraznespinas muy punzantes. Antoito, defraudando las esperanzas de su mam,y esterilizando los sacrificios que se haban hecho para encarrilarle enlos estudios, sali de la piel del diablo. En vano su madre y Benina,sus dos madres ms bien, se desvivan por quitarle de la cabeza lasmalas ideas: ni el rigor ni las blanduras daban resultado. Se repeta elcaso de que, cuando ellas crean tenerle conquistado con carantoas ymimos, l las engaaba con fingida sumisin, y escamotendoles lavoluntad, se alzaba con el santo y la limosna. Era muy listo para elmal, y hallbase dotado de seducciones raras para hacerse perdonar sustravesuras. Saba esconder su astuta malicia bajo aparienciasagradables; a los diez y seis aos engaaba a sus madres como si fuerannias; traa falsos certificados de exmenes; estudiaba por apuntes delos compaeros, porque venda los libros que se le haban comprado. Alos diez y nueve aos, las malas compaas dieron ya carcter grave asus diabluras; desapareca de la casa por dos o tres das, seembriagaba, se qued en los huesos. Uno de los principales cuidados delas dos madres era esconder en las entraas de la tierra la poca monedaque tenan, porque con l no haba dinero seguro. La sacaba con arteexquisito del seno de Doa Paca, o del bolso mugriento de Benina.Arramblaba por todo, fuera poco, fuera mucho. Las dos mujeres no sabanqu escondrijos inventar, ni en qu profundidades de la cocina o de ladespensa esconder sus mezquinos tesoros.

    Y a pesar de esto, su madre le quera entraablemente, y Benina leadoraba, porque no haba otro con ms arte y ms refinado histrionismopara fingir el arrepentimiento. A sus delirios seguan comnmente dasde recogimiento solitario en la casa, derroche de lgrimas y suspiros,protestas de enmienda, acompaadas de un febril besuqueo de las caras delas dos madres burladas... El blando corazn de estas, engaado por tanbonitas demostraciones, se dejaba adormecer en la confianza cmoda y

  • fcil, hasta que, de improviso, del fondo de aquellas zalameras,verdaderas o falsas, saltaba el ladronzuelo, como diablillo de trampa enel centro de una caja de dulces, y... otra vez el muchacho a suscorreras infames, y las pobres mujeres a su desesperacin.

    Por desgracia o por fortuna (y vaya usted a saber si era fortuna odesgracia), ya no haba en la casa cubiertos de plata, ni objeto algunode metal valioso. El demonio del chico haca presa en cuanto encontraba,sin despreciar las cosas de valor nfimo; y despus de arramblar por losparaguas y sombrillas, la emprendi con la ropa interior, y un da, allevantarse de la mesa, aprovechando un momento de descuido de sus madresy hermana, escamote el mantel y dos servilletas. De su propia ropa nose diga: en pleno invierno andaba por las calles sin abrigo ni capa,respetado de las pulmonas, protegido sin duda contra ellas por el fuegointerior de su perversidad. Ya no saban Doa Paca y Benina dndeesconder las cosas, pues teman que les arrebatara hasta la camisa quellevaban puesta. Baste decir que desaparecieron en una noche lasvinajeras, y un estuchito de costura de Obdulia; otra noche dos planchasy unas tenacillas, y sucesivamente elsticas usadas, retazos de tela, ymultitud de cosas tiles aunque de valor insignificante. Libros nohaba ya en la casa, y Doa Paca no se atreva ni a pedirlos prestados,temerosa de no poder devolverlos. Hasta los de misa haban volado, ytras ellos, o antes que ellos, gemelos de teatro, guantes en buen uso, yuna jaula sin pjaro.

    Por otro estilo, y con organismo totalmente distinto del de su hermano,la nia daba tambin mucha guerra. Desde los doce aos se desarroll enella el neurosismo en un grado tal, que las dos madres no saban cmotemplar aquella gaita. Si la trataban con rigor, malo; si con mimos,peor. Ya mujer, pasaba sin transicin de las inquietudes epilpticas auna languidez mortecina. Sus melancolas intensas aburran a las pobresmujeres tanto como sus excitaciones, determinantes de una gran actividadmuscular y mental. La alimentacin de Obdulia lleg a ser el problemacapital de la casa, y entre las desganas y los caprichos famlicos de lania, las madres perdan su tiempo, y la paciencia que Dios les habaconcedido al por mayor. Un da le daban, a costa de grandes sacrificios,manjares ricos y substanciosos, y la nia los tiraba por la ventana;otro, se hartaba de bazofias que le producan horroroso flato. Portemporadas se pasaba das y noches llorando, sin que pudiera averiguarsela causa de su duelo; otras veces se sala con un geniecillodisplicente y quisquilloso que era el mayor suplicio de las dos mujeres.Segn opinin de un mdico que por lstima las visitaba, y de otros quetenan consulta gratuita, todo el desorden nervioso y psicolgico de lania era cuestin de anemia, y contra esto no haba ms teraputica queel tratamiento ferruginoso, los buenos filetes y los baos fros.

    Era Obdulia bonita, de facciones delicadas, tez opalina, cabellocastao, talle sutil y esbelto, ojos dulces, habla modosita y dengosacuando no estaba de morros. No puede imaginarse ambiente menos adecuadoa semejante criatura, maosa y enfermiza, que la miseria en que habacrecido y viva. Por intervalos se notaban en ella sntomas depresuncin, anhelos de agradar, preferencias por estas o las otraspersonas, algo que indicaba las inquietudes o anuncios del cambio devida, de lo cual se alegraba Doa Paca, porque tena sus proyectosreferentes a la nia. La buena seora se habra desvivido porrealizarlos, si Obdulia se equilibrara, si atendiera al complemento desu educacin, bastante descuidada, pues escriba muy mal, e ignoraba losrudimentos del saber que poseen casi todas las nias de la clase media.La ilusin de Doa Paca era casarla con uno de los hijos de su primoMatas, propietario rondeo, chicos guapines y bien criados, que

  • seguan carrera en Sevilla, y alguna vez venan a Madrid por SanIsidro. Uno de ellos, Currito Zapata, gustaba de Obdulia: casi seentablaron relaciones amorosas que por el carcter de la nia y susextravagancias melindrosas no llegaron a formalizarse. Pero la madre noabandonaba la idea, o al menos, acaricindola en su mente, con ella seconsolaba de tantas desdichas.

    De la noche a la maana, viviendo la familia en la calle del Olmo, seiniciaron, sin saber cmo, no s qu relaciones telegrficas entreObdulia y un chico de enfrente, cuyo padre administraba una empresa deservicios fnebres. El bigardn aquel no careca de atractivos:estudiaba en la Universidad y saba mil cosas bonitas que Obduliaignoraba, y fueron para ella como una revelacin. Literatura y poesa,versitos, mil baratijas del humano saber pasaron de l a ella encartitas, entrevistas y honestos encuentros.

    No miraba esto con buenos ojos Doa Paca, atenta a su plan de casarlacon el rondeo; pero la nia, que tomado haba en aquellos tratos nopocas lecciones de romanticismo elemental, se puso como loca vindosecontrariada en su espiritual querencia. Le daban por maana y tardefuriosos ataques epilpticos, en los que se golpeaba la cara y searaaba las manos; y, por fin, un da Benina la sorprendi preparandouna racin de cabezas de fsforos con aguardiente para ponrsela entrepecho y espalda. La marimorena que se arm en la casa no es parareferida. Doa Paca era un mar de lgrimas; la nia bailaba elzapateado, tocando el techo con las manos, y Benina pensaba dar parte aladministrador de _entierros_ para que, mediante una buena paliza u otramedicina eficaz, le quitase a su hijo aquella pasin de _cosas demuertos_, _cipreses_ y _cementerios_ de que haba contagiado a la pobreseorita.

    Pasado algn tiempo sin conseguir apartar a la descarriada Obdulia deltrato amoroso con _el chico de la funebridad_, consintindoselo a vecespor va de transaccin con la epilepsia, y por evitar mayores males,Dios quiso que el conflicto se resolviera de un modo repentino y fcil;y la verdad, con tal solucin se ahorraban unas y otros muchosquebraderos de cabeza, porque tambin la _familia fnebre_ andaba amojicones con el chico para apartarle del abismo en que arrojarsequera. Pues sucedi que una maanita la nia supo burlar la vigilanciade sus dos madres y se escap de la casa; el mancebo hizo lo propio.Juntronse en la calle, con propsito firme de ir a algn potico lugardonde pudieran quitarse la miserable vida, bien abrazaditos, expirandoal mismo tiempo, sin que el uno pudiera sobrevivir al otro. As lodeterminaron en los primeros momentos, y echaron a correr pensandosimultneamente en cul sera la mejor manera de matarse, de golpe yporrazo, sin sufrimiento alguno, y pasando en un tris a la regin purade las almas libres. Lejos de la calle del Almendro, se modificaronrepentinamente sus ideas, y con perfecta concordancia pensaron cosas muydistintas de la muerte. Por fortuna, el chico tena dinero, pues habacobrado la tarde anterior una factura de _fretro doble de zinc_ y otrade un _servicio completo de cama imperial y conduccin con seiscaballos_, _etc_... La posesin del dinero realiz el prodigio decambiar las ideas de suicidio en ideas de prolongacin de la existencia;y variando de rumbo se fueron a almorzar a un caf, y despus a una casacercana, de la cual, ya tarde, pasaron a otra donde escribieron a susrespectivas familias, notificndoles que _ya estaban casados_.

    Como casados, propiamente hablando, no lo estaban an; pero el trmiteque faltaba tena que venir necesariamente. El padre del chico seperson en casa de Doa Paca, y all se convino, llorando ella y

  • pateando l, que no haba ms remedio que reconocer y acatar los hechosconsumados. Y puesto que Doa Francisca no poda dar a su nia dinero oefectos, ni aun en mnima cantidad para ayuda de un catre, l dara a_Luquitas_ alojamiento en lo alto del depsito de atades, y unsueldecillo en la seccin de _Propaganda_. Con esto, y el corretaje quepudiera corresponderle por _trabajar el gnero_ en las _casasmortuorias_, colocacin de _artculos de lujo_, o por agencia deembalsamamientos, podra vivir el flamante matrimonio con honradamodestia.

    IX

    No se haba consolado an la desventurada seora de la pena que eldesatino de su hija le causara, y se pasaba las horas lamentndose de susuerte, cuando entr en quintas Antoito. La pobre seora no saba sisentirlo o alegrarse. Triste cosa era verle soldado, con el chopo acuestas: al fin era seorito, y se le despegaba la vida de loscuarteles. Pero tambin pensaba que la disciplina militar le vendra muybien para corregir sus malas maas. Por fortuna o por desgracia deljoven, sac un nmero muy alto, y qued de reserva. Pasado algn tiempo,y despus de una ausencia de cuatro das, presentose a su madre y ledijo que se casaba, que quera casarse, y que si no le daba suconsentimiento l se lo tomara.

    Hijo mo, s, s--dijo la madre prorrumpiendo en llanto--. Vete con Dios,y solitas Benina y yo, viviremos con alguna tranquilidad. Puesto que hasencontrado quien cargue contigo, y tienes ya quien te cuide y teaguante, all te las hayas. Yo no puedo ms.

    A la pregunta de cajn sobre el nombre, linaje y condiciones de lanovia, replic el silbante que la conceptuaba muy rica, y tan buena queno haba ms que pedir. Pronto se supo que era hija de una sastra, quepespuntaba con primor, y que no tena ms dote que su dedal.

    Bien, nio, bien--le dijo una tarde Doa Paca--. Me he lucido con mishijos. Al menos Obdulia, viviendo entre atades, tiene sobre qu caersemuerta... Pero t, de qu vas a vivir? Del dedal y las puntadas de eseprodigio? Verdad que como eres tan trabajador y tan econmico,aumentars las ganancias de ella con tu arreglo. Dios mo, qumaldicin ha cado sobre m y sobre los mos! Que me muera pronto parano ver los horrores que han de sobrevenir.

    Debe notarse, la verdad ante todo, que desde que empez el noviazgo deAntoito con la hija de la sastra, se fue corrigiendo de sus maasrapaces, hasta que se le vio completamente curado de ellas. Su carctersufri un cambio radical: mostrndose afectuoso con su madre y conBenina, resignbase a no tener ms dinero que el poqusimo que le daban,y hasta en su lenguaje se conoca el trato de personas ms honradas ydecentes que las de antao. Esto fue parte a que Doa Paca le concedierael consentimiento, sin conocer a la novia ni mostrar ganas de conocerla.Charlando con su seora de estas cosas, Benina aventur la idea de quetal vez por aquel torcido sendero de la boda del mequetrefe, vendra lasuerte a la casa, pues la suerte, ya se sabe, no viene nunca por dondelgicamente se la espera, sino por curvas