monografía velázquez final
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Abstract
En el presente trabajo analizaremos la noción de “espejo” en la novela Los espejos
paralelos de Néstor Luján y, en una segunda instancia, en el cuadro de Diego de
Velázquez.
Justificaremos como a partir de la novela podemos confirmar que así como los espejos
conservan imágenes y a la vez reflejan otras imágenes cambiantes, el cuadro de Velázquez
que cuelga en el Prado también logra modificarse ante cada espectador, a la vez que
contiene a los personajes de la familia real.
En la novela esta movilidad se logra a través del uso de los espectros que abandonan noche
a noche la pintura, y la exploración del espacio reflejado en el cuadro de Velázquez que se
realiza en el texto.
Y, por último, veremos como a partir de las estrategias discursivas de Luján se agudiza la
percepción del cuadro que se encuentra en el Prado y puede llegar a apreciarse como un
espejo móvil.
Palabras claves: espejo, cuadro, móvil, aire, reflejo, espacio.
Introducción
Definición de espejo:
María Moliner en su diccionario define “espejo” como “una superficie brillante que refleja
las imágenes” (MOLINER Diccionario de uso del español 2007 pág.1252) y agrega que
esta palabra puede ser utilizada para hablar de una imagen o retrato, “cosa que retrata o
refleja algo que se expresa” (MOLINER pág.1252). Entonces, para empezar, aceptamos la
relación existente entre “espejo” y “retrato” y entendemos que el espejo sería aquello que
refleja una imagen. Podríamos decir, entonces, que el cuadro de Velázquez, en tanto espejo
dentro de la novela de Luján, refleja a los personajes de la familia real de Luis IV. En un
segundo momento, a partir de la reflexión hecha por Cirlot en su Diccionario de los
símbolos, pensamos al espejo como “una lámina que reproduce las imágenes y en cierta
manera las contiene y las absorbe” (CIRLOT Diccionario de los símbolos 1992 pág.98). A
partir de estas dos definiciones entendemos al cuadro de Velázquez que está dentro de la
novela de Luján como una lámina que refleja los personajes en tanto los contiene. Porque
cada integrante de la familia real puede verse en el cuadro, al mismo tiempo que este
absorbe el paso del tiempo en aquellos personajes “absorbidos” en el lienzo.
Pero, lo interesante, es que contiene a los personajes pero sin cancelar su movilidad. El
cuadro, tanto en la novela, como en la vida real tiene la capacidad de re-crearse sin volverse
voluble; de cambiar sin dejar de ser. Un mismo efecto logrado de diferentes maneras: en la
novela dicha movilidad se consigue a partir de las estrategias discursivas del autor mientras
que en el cuadro de Velázquez que está en el Prado se obtiene a través de estrategias
plásticas del pintor: juegos con los espejos dentro de la pintura, manejo del espacio y del
aire dentro del lienzo, disposición de los personajes retratados en el cuadro.
Cuadro-espejo en la novela
En la novela, el narrador resalta la vivacidad del cuadro de Velázquez; estudia cómo el aire
y el juego de los espejos logran animar la escena pintada. El mismo pintor dice en la
novela: “Allí intenté pintar un instante de vida de las personas. Se me antoja que no están
acabadas de fijar, por así decirlo. (…)” (LUJÁN pág. 180). Esta frase confirma cómo el
cuadro retiene un instante de vida pero que aún puede percibirse dentro del lienzo. No es
una imagen petrificada pero sí inalterable, es decir, los personajes parecen seguir
moviéndose pero el tiempo en ellos no transcurre.
Las contiene, porque como dijimos anteriormente, las figuras que representan a los
integrantes de la familia real, están allí; dentro del lienzo. Cualquiera de los personajes
puede pararse frente al cuadro y ver su rostro en la pared.
Pero, y aquí es donde entra la estrategia discursiva, las imágenes no parecen estar del todo
fijadas, y no lo están. En la novela, al caer la noche, los personajes del cuadro se desdoblan
y sus fantasmas salen a correr por los pasillos del castillo. “Todo el Alcázar era una
escenografía de fantasmas, y los había, vivos y muertos. En el Alcázar de Madrid, el poder
fantasmagórico de los espectros, presididos por los del rey, pudriéndose,
descomponiéndose, como atacado por una lepra real, fiera y leonina, se convertía en una
sátira viviente, llagada carne viva” (LUJÁN Los espejos paralelos 1991 pág. 186). A través
del uso de los espectros, el narrador confirma la movilidad existente en el cuadro. Durante
el día, el juego de los espejos junto con las pinceladas de Velázquez son los factores que
generan ésa sensación de fijación inacabada de las personas pintadas. Por otro lado, durante
la noche ésta fijación que no termina de ser es representada a través del autor por el uso de
los fantasmas que salen del cuadro. Hay un salirse del lienzo para salir a recorrer los
pasillos del Alcázar, es por esto que podemos decir que el autor enfatiza lo que el pintor ha
logrado en su cuadro: la sensación de fijación inacabada, la de un instante de vida
contenido en el cuadro que aún tiene movilidad.
Pero la muerte es quien deshace el encantamiento y ya no habrá más noche ni luna que
logre desdoblar a los personajes. El espejo es un artefacto del mundo de los vivos,
podríamos decir que se necesita del alma y del aire para tener un reflejo. Esta idea se
plantea en la novela porque la única que no tiene su reflejo fantasmagórico es la menina
Isabel, fallecida dos años antes. Ella permanece inmóvil e inerte en el cuadro. El aire que
está contenido dentro de éste, el cual ayuda a dar esta sensación de movilidad y vida,
desaparece con la muerte. Es el narrador quien nos aclara que
Al parecer, solo podían salir del cuadro los que todavía estaban vivos. Y aquella menina
deliciosa, Isabel de Velasco, no se movía, inmortalizada ya quizá por su propia muerte. Don Diego
conocía que cuando él muriera se irían coagulando los personajes (…) estarían muertos como lo
estaría él y acabaría quizá aquella tortura propia de los más grandes ascéticos de que se pudieran
contemplar a sí mismos, desdoblados en la vida cotidiana, envejeciendo, declinando hacia la
muerte (LUJÁN pág. 186).
Se puede decir que la muerte ha hecho del espejo un vitral de colores, reflejando una única
y estática imagen de la menina. Pero aún así, la muerte de los personajes no logra afectar el
aire que existe realmente en el cuadro de Velázquez. Y es a partir de esta novela, que uno
como espectador logra agudizar esta percepción del cuadro que reposa en el Prado.
Cuadro-espejo en el museo
En el Prado se encuentra el cuadro expuesto en la pared central de una sala, obligando al
espectador a estar entre las paredes al mirar el cuadro. Así como señalamos anteriormente
las capacidades y estrategias lingüísticas de Luján para crear movimiento en el cuadro
dentro de la novela, acá buscaremos evidenciar cómo Velázquez a través de sus
conocimientos plásticos logra aquella sensación en el cuadro y en el museo.
Decíamos que es un cuadro-espejo en tanto, por un lado contiene imágenes y por otro las
refleja. La primera parte de la proposición es la más fácil de justiciar: el cuadro retiene
aquellos personajes que fueron pintados años atrás. Los guarda pero sin quitarles ese
instante de vida, el mismo del cual habla Luján en la novela.
Y en un segundo momento las refleja y aquí entran las estratégicas del pintor. El cuadro
instala un juego de espejos en el momento en el que el pintor decide incluir a los reyes
desde su reflejo. ¿Están parados detrás del lienzo que está pintando Velázquez? Y sí es así,
¿no deberían estar al lado del espectador que mira el cuadro? Y aquí es cuando uno,
espectador en el Prado, cae en la trampa del pintor español y sin pensarlo, valiéndose sólo
de su instinto, gira la cabeza en busca de dos reyes que están siendo retratados.
Sin haber leído la novela, uno puede percibir esta sensación de “ser parte” del juego de
espejos que sucede dentro del cuadro. Pero una vez que se ha leído la novela, uno adquiere
herramientas para percibir el cuadro en su plenitud. En la novela el personaje de Velázquez
dice:
“Allí intenté pintar un instante de vida de las personas. Se me antoja que no están
acabadas de fijar, por así decirlo. (…) Posiblemente fue el juego de espejos que empleé, en donde
se reflejaban sus imágenes en una cierta libertad. (…) supongo que se me ocurrió así, con el juego
de los espejos, cuando leí el tratado de pintura de Da Vinci. Alguien me ha dicho de este cuadro de
que en él pinté el aire. La gente tiene la sensación de que el aire está allí, que el cuadro está
todavía medio vivo”. (LUJÁN pág.180).
Son párrafos como éstos los que logran agudizar la percepción del espectador frente
al cuadro en el museo. Uno se para frente a él y reconoce, sin dificultad, “el juego de
espejos”, “el instante de vida” pintado y logra percibir “la sensación de que el aire está allí,
que el cuadro está todavía medio vivo”.
Y esto nos permite llegar a lo planteado sobre la capacidad de re-creación del
cuadro, tanto en la novela como en el objeto que cuelga en el Prado. Aquella sensación de
que los personajes no están del todo fijados, aquella percepción de que el aire sigue
moviéndose dentro del lienzo; se complementa con los juegos de espejos y logra que uno,
como espectador, se sienta parte del cuadro. Al pararse frente al lienzo, teniendo las dos
paredes del museo a cada lado, llega a sentirse parte de aquella escena; y se encuentra
mirando al pintor, mientras los reyes están detrás nuestro siendo retratados. Cada vez que
alguien se para frente a “La familia de Felipe IV” el cuadro se re-crea, se expande,
incluyendo al espectador. Nada de lo que está ahí está estático, ni siquiera muerto. El aire
sigue moviéndose, logrando un nuevo cuadro ante cada nuevo espectador.
Conclusión
Luego de leer Los espejos paralelos de Luján llegamos a conocer cómo juega el espejo
dentro de ella y, a la vez, obtenemos una percepción más aguda ante el cuadro de
Velázquez que cuelga en el Prado. Tanto en la novela como en el museo, “La familia de
Felipe IV” tiene doble naturaleza de espejo: refleja y contiene imágenes. Ambas
características se dan en la novela a través de las estrategias discursivas del autor, y suceden
en el cuadro por medio de las estrategias plásticas del pintor.
Y en una tercera instancia, la lectura previa de la novela nos ayuda a percibir la no-fijación
de los personajes en el cuadro de Velázquez. Y a partir de esta característica del cuadro, el
espectador se siente dentro de la escena cada vez que se para frente a ella. El cuadro en el
museo se re-crea ante cada espectador que lo enfrenta.
Bibliografía
Luján, Néstor. 1991. Los espejos paralelos. Barcelona. Planeta.
Moliner, María. 2007. Diccionario de uso del español. Madrid. Gredos.
Cirlot, Juan Eduardo. 1992. Diccionario de símbolos. Barcelona. Labor.