morali - henri de lubac

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mj^enri de Lubac valor, él, por el contrario, afirma estar defendiendo con valentía la letra del mismo33 No obstante, aún queda el problema nada fácil del conocimiento: suponiendo que el hombre aspire a ver a Dios desde lo profundo de su ser, ¿cómo expli- car la relación existente entre el conocimiento de lo deseado y el don sobrenatural que, en su gratuidad y novedad radical, no puede simplemente equivaler a las expectativas del desiderium y compaginarse con ellas? De Lubac no considera admisible que la razón humana sea capaz de conocer el deseo de la visión beatifica en su totalidad, del mismo modo que no acepta la idea de que un conocimiento racional del deseo natural pueda constituir la prueba de que el ser humano está llamado a la visio beatifica; no obstante, afirma: «Decimos, en cambio, que el conocimiento revelado de este llamamiento, que nos asegura este fin, nos lleva a reconocer en nosotros la existencia y la naturaleza de este deseo»34. La categoría de misterio, que tanto gusta a De Lubac, encuentra aquí su aplicación al problema antropológico de la imagen: el hombre es misterio, porque la imagen depositada en el fondo de su ser es inagotable e incomprensible, es un abismo infi- nito35. Se acentúa aún más el distanciamiento res- 33 C f ib, 67, 225-226. 34 Ih, 259 (trad. esp.: ib, 229). Respecto de la postura que adopta en Sumaturel, esta afirmación parece constituir un paso adelante. Destaca más el papel de la revela- ción. Por tanto, sería lícito preguntarse, al respecto, cómo concibe realmente De Lubac la relación entre un conocimiento meramente filosófico del fin y el conocí- miento revelado. 35 C f ib, 259-261. 58 pecto de Cayetano porque, para H. de Lubac, no es ya la «ausencia del deseo», sino su «profundidad» la razón a la que atribuir el desconocimiento del destino sobrenatural del ser humano. De ahí, la necesidad de la revelación divina y de la gracia, sin que un cono- cimiento como este, ofrecido en el plano sobrenatu- ral -precisa este teólogo-, pueda, no obstante, agotar el misterio. Aunque el creyente pueda re-conocer el deseo natural de la visión de Dios, sin embargo, el suyo será siempre un conocimiento «de algún modo» (aliquo modo)36. 4. Corolarios antropológicos 4.1. Anima naturaliter christiana La enorme familiaridad que tenía con la Antigüedad cristiana le permitió a H. de Lubac servirse a manos llenas del patrimonio conceptual de los Padres des- cubriendo en su pensamiento expresiones e intuicio- nes que, releídas convenientemente, se convertían en una especie de principios fundamentales en torno a los que giraba su teología. Por eso, junto al bino- mio ya mencionado imagen-semejanza, equivalente en líneas generales a natural-sobrenatural, De Lubac emplea otra importante expresión tomada, en esta ^ ___________________________________________________________ El principio teológico de lo Sobrenatural^

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Morali - Henri de Lubac

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Page 1: Morali - Henri de Lubac

m j^en ri de Lubac

valor, él, por el contrario, afirma estar defendiendo con valentía la letra del mismo33

N o obstante, aún queda el problema nada fácil del conocimiento: suponiendo que el hombre aspire a ver a Dios desde lo profundo de su ser, ¿cómo expli­car la relación existente entre el conocimiento de lo deseado y el don sobrenatural que, en su gratuidad y novedad radical, no puede simplemente equivaler a las expectativas del desiderium y compaginarse con ellas? De Lubac no considera admisible que la razón humana sea capaz de conocer el deseo de la visión beatifica en su totalidad, del mismo modo que no acepta la idea de que un conocimiento racional del deseo natural pueda constituir la prueba de que el ser humano está llamado a la visio beatifica; no obstante, afirma: «Decimos, en cambio, que el conocimiento revelado de este llamamiento, que nos asegura este fin, nos lleva a reconocer en nosotros la existencia y la naturaleza de este deseo»34.

La categoría de misterio, que tanto gusta a De Lubac, encuentra aquí su aplicación al problema antropológico de la imagen: el hombre es misterio, porque la imagen depositada en el fondo de su ser es inagotable e incomprensible, es un abismo infi­nito35. Se acentúa aún más el distanciamiento res­

33 C f ib, 67, 225-226.34 Ih, 259 (trad. esp.: ib, 229). Respecto de la postura que adopta en Sumaturel, esta

afirmación parece constituir un paso adelante. D estaca más el papel de la revela­ción. Por tanto, sería lícito preguntarse, al respecto, cómo concibe realmente De Lubac la relación entre un conocimiento meramente filosófico del fin y el conocí- miento revelado.

35 C f ib, 259-261.

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pecto de Cayetano porque, para H. de Lubac, no es ya la «ausencia del deseo», sino su «profundidad» la razón a la que atribuir el desconocimiento del destino sobrenatural del ser humano. De ahí, la necesidad de la revelación divina y de la gracia, sin que un cono­cimiento como este, ofrecido en el plano sobrenatu­ral -precisa este teólogo-, pueda, no obstante, agotar el misterio. Aunque el creyente pueda re-conocer el deseo natural de la visión de Dios, sin embargo, el suyo será siempre un conocimiento «de algún modo»(aliquo modo)36.

4. Corolarios antropológicos

4.1. Anima naturaliter christiana

La enorme familiaridad que tenía con la Antigüedad cristiana le permitió a H. de Lubac servirse a manos llenas del patrimonio conceptual de los Padres des­cubriendo en su pensamiento expresiones e intuicio­nes que, releídas convenientemente, se convertían en una especie de principios fundamentales en torno a los que giraba su teología. Por eso, junto al bino­mio ya mencionado imagen-semejanza, equivalente en líneas generales a natural-sobrenatural, De Lubac emplea otra importante expresión tomada, en esta

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ocasión del De testimonio animae (cap. VI) de Tertu­liano: Anima naturaliter christiana31.

También inspirado, probablemente, por la lectura del Curso de sagrada elocuencia del R Freppel (media- dos del siglo XIX), De Lubac se aparta de la interpre­tación reductivista que de este motivo habían hecho sus hermanos de profesión S. Harent y A. d’Alés, a comienzos del siglo XX, apostando, en cambio, por una aplicación amplia y una plena explicitación de sentido, apoyando aquel modelo antropológico que iba perfilándose con su concepción de lo sobrenatu­ral38. Por otro lado, el recurso a Tertuliano aparece ya en una intervención de 1933, así pues, en los mismos años en los que hay que situar la gestación de Suma- turel39.

La idea de una «naturaleza humana abierta a la recepción de un don sobrenatural», de una «actitud radical» del hombre constitutivamente predispuesto en su condición de ser creado a una «primera res­puesta natural», expresiones todas de Le Mystère du Surnaturel, había encontrado muchos años antes, en la intuición de Tertuliano, un eficaz paradigma capaz de expresar de forma sintética la situación de la crea-

m ^ ie n n de Lubac ___________________________________________________________________________________________________________________

37 Para m ás detalles al respecto, c f I. M o r a l i, L a salvezza dei non cristiani. Linflusso di de Lubac sulla doctrina del Vaticano II, EMI, Bolonia 1999, 289-294.

38 C f C h .E. F r eppel , Tenullien. Cours d ’éloquence sacrée fait à la Sorbonne (1861- 1862), A . Bray Éd., Pans 1864, 166-187. S. H a r e n t , Expérience et foi, Études 45/2 (1908) 33; Infidèles, en D T h C , VII/II, 1808; A. d ’A l é s , L a Théologie de 7ertullien, Beauchesnc, Pans 1905, 38.

39 C f H. DE L u b a c , Catholicisme, Revue de I’a u c a m 8/2 (1933) 130-131 (esta inter­vención se remonta, sin embargo, a 1932. Posteriormente, será incorporada a la obra Catholicisme. Les aspects, u.c., de 1947, como el cap. IX [pp. 241-260; trad. esp.: o.c., 204-219]).

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tura en relación con Dios, anteriormente a cualquier revelación40. Caracterizada por una inquieta búsqueda a tientas de Dios, su fisonomía es asimilable a la de la gente sencilla, capaz de dar un testimonio instintivo y espontáneo de lo divino. En ciertos aspectos, esta aproximación parecería estar aludiendo a una idea que se encuentra en el concepto rahneriano de «cris­tiano anónimo», aunque el propio De Lubac se opu­siera a él enérgicamente en los años sesenta41.

Además del De testimonio animae, también nos hacen pensar así algunas expresiones que pueden encontrarse en su teología: en efecto, la introduc­ción del término «anónimo» en el ámbito de la teología de la salvación de los no cristianos ha de atribuirse en primer lugar a H. de Lubac, ya a partir de los años treinta, cuando mencionaba la posibili­dad de un «sobrenatural anónimamente poseído», refiriéndose a los no cristianos como «aquellos que son aparentemente infieles» o incluso «católicos por anticipación»42. Se trata, sin embargo, de expresiones esporádicas y muy aisladas en De Lubac, a diferencia de lo que podemos encontrar en Rahner, donde el

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40 C f H. DE L u b a c , Le Mystère du Surnaturel, o.c., 155, 168-169.41 C f I. M o r a l i , L a salvezza, o.c., 119-120. En el capítulo IV, volveremos con más

detenimiento sobre este tema.42 C f respectivam ente, H . De L u b ac , Nécessité des Missions, tirée du rôle providentiel de

VEglise visible, pour le salut des âmes, en Thèses fondamentales de théologie missionaire. Actes du IIe Congrès national de l’Union Missionaire du Clergé de France (4-8 septem­bre), Suplem ento de la Revue de TU.M .C.F. (1933) 39, 46 y 48 (texto completo, 37-53); Le fondament théologique des missions, en Id ., Théologie dans VHistoire 11. Questions disputées et résistence au nazisme, Desclée de Brouwer, Pans 1990, 174 (texto completo, 159-219. Este artículo es de los años cuarenta); Catholicisme, o.c., 201; véase también I. M o r a l i , L a saîvezza, o.c., 70 y 293-296.

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. Henri de Lubac ■-------- ------------

concepto de «cristiano anónimo» constituye uno de los temas teológicos más recurrentes y centrales.

Aquí podemos constatar directamente cómo la escritura teológica de H. de Lubac siempre esconde sorpresas que, no obstante, ofrecen un evidente tes­timonio de que, a un estilo y a una riqueza concep­tual tan considerable, no siempre corresponde una meditada consideración del peso y de la potencia­lidad inscrita en los conceptos adoptados. En esta visión antropológica, no obstante, hay que distinguir correctamente dos elementos, cada uno de los cuales remite a un especial modo de entender la relación entre Dios y el hombre, entre naturaleza y gracia:

• El ser humano naturaliter christianus es capaz, desde el comienzo de la historia humana, de manifestar y elaborar expresiones de religiosi­dad y de mística, incluso muy elevadas; estas, por su parte, testimonian el desiderium videndi Deum.

• El naturaliter señala, sin embargo, el límite de tales manifestaciones que, sin conseguir esta­blecer una relación efectiva con Dios, revelan su intenso deseo: anhelo que sólo la gracia -por tanto, lo sobrenatural- puede satisfacer real­mente fundando una auténtica relación entre Dios y el hombre.

Emerge aquí de manera evidente lo que ya se ha indicado: la acepción christianus no puede entenderse

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en sentido rahneriano. El «hombre según la Imagen», en comparación con el «cristiano anónimo», man­tiene un sentido privativo, que sólo puede superarse en virtud de lo sobrenatural que pone a la criatura en camino hacia la semejanza.

Si dejamos a un lado estos últimos límites, es innegable que el tono y los acentos que podemos encontrar diseminados en algunas páginas de H. de Lubac difuminan bastante el significado real de los términos: por tanto, se tendrá la impresión, efecti­vamente, de que la expresión de Tertuliano remite más allá de los confines de la naturaleza, apuntando a un estadio de la relación hombre-Dios que rebasa el umbral del puro desiderium, prácticamente indicando su incipiente realización. También desde este punto de vista, por tanto, podemos constatar una dificul­tad real en la concepción de H. de Lubac que, en su valiente defensa del alcance real del desiderium natu­rae, se adentra inadvertidamente en un territorio en el que ya se adivina la acción de lo sobrenatural. La expresión de Tertuliano, en cierta medida, encierra en su interior tanto las oscilaciones de un pensamiento, como su latente ambigüedad.

Por otro lado, es precisamente la insistencia que, poco antes, se ha descrito sobre la finalización del ser creatural, en cuyo fondo descansa la llamada de Dios, al adoptar el significado pleno de las palabras de Ter­tuliano, lo que imprime a la concepción antropoló­gica, que se perfila con lo Sobrenatural, una especie de aceleración.

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