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SURCANDO LAS CALLES más+menos revista de estudiantes / otoño 2012 sevilla

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SURCANDO LAS CALLES

más+menos revista de estudiantes / otoño 2012 sevilla

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Facultad de Filología,Dpto. de Filología Inglesa (Lengua Inglesa)seville study center

redactorasNerea ARTESERO / Universidad de Sevilla

Rocío GUTIÉRREZ / Universidad de Sevilla

Abeni HILL / Augsburg College

Caitlin JAYNES / Miami University

Grace MARTIN / Elon University

Sonia MORALES / Universidad de Sevilla

Belén FERNÁNDEZ / Universidad de Sevilla

Jennifer NELSON / University of Iowa

Cecilia RAMALLO / Universidad de Sevilla

Kamilah SMITH / Mount Holyoke University

Ana VILAR / Universidad de Sevilla

Megan ZIEGLER / University of Colorado at Boulder

Printing : ESCANDÓN S.L. © ciee study center in seville. 2012Depósito Legal: CA-411-2011ISSN 1885-5490

www.ciee.org/masmenos

contenidos

Distintos tonos de Iris Kamilah SMITH + Belén FERNÁNDEZ .................................................................... 06

Ángeles entre nosotrosCaitlin JAYNES + Ana VILAR .................................................................................... 10

“Estoy aquí gracias a Dios” Abeni HILL + Cecilia RAMALLO ................................................................................ 12

La Guerra de los EstilosJennifer NELSON + Sonia MORALES ...................................................................... 14

Cambio de acto en ‘Don Quijote’Megan ZIEGLER + Rocío GUTIÉRREZ ...................................................................... 16

La Casa del Pumarejo: una presencia constante en una ciudad cambiante Grace MARTIN + Nerea ARTESERO .......................................................................... 18

CIEE Seville Study CenterC/ Muñoz y Pabón, 941004 Sevillatel: 954 412 002fax: 954 222 470publications: [email protected]

NOTA DEL EDITOROscar Ceballos

Aunque no sea nada complicado y en lo esencial haya cambiado poco en los últimos

casi diez años, a veces nos preguntan por el proceso de creación de más+menos, así que vamos muy brevemente a explicarlo.

Nuestra revista es el proyecto final del cur-so ‘Reportaje y Publicación en Revistas’, una de las dos asignaturas troncales del programa de ‘Comunicación, Nuevos Medios y Periodis-mo’. Así que, el primer día de clase, hechas las presentaciones, las alumnas y el profesor co-mienzan a preguntarse sobre qué les gustaría hacer una revista en Sevilla.

En las semanas siguientes, y mientras mantenemos esta discusión, nos dedicamos sobre todo a los proyectos iniciales del curso. Comenzamos a intercambiar historias entre nosotras: primero nuestras, de nuestras fami-lias o de nuestros amigos y luego las de perso-nas a las que invitamos a venir a clase o a las que vamos a visitar nosotras.

Como todas las historias merecen la pena ser contadas, vamos a analizar las fórmulas para hacerlo bien y así “atrapar” a nuestros lectores en las que les vamos a mostrar.

En estas primeras semanas le damos mu-chas vueltas al por qué de contar historias, a la forma en que configuramos la realidad a par-tir de la memoria, al conocimiento que va im-plícito en cada historia y a lo bonita que puede ser la vida si la observamos con una lupa. Ha-blamos muy poco de la revista, pero permane-cemos con los oídos y con los ojos bien abiertos por lo que nos podamos encontrar.

Terminados los ejercicios preliminares de narración, descripción y transmisión de voces, nos concentramos plenamente en la revista. Estamos a mitad de semestre y tenemos las semanas justas. Esta limitación de tiempo que nos autoimponemos sirve para que la revista

sea el resultado de un esfuerzo breve e inten-so, sin dilatarse en el tiempo ni demorarse en la ejecución. Así que retomamos con fuerza la discusión sobre el tema, aunque ahora de lo que hablamos sobre todo es de las historias que vamos contar.

Hacemos un mapa de cada una de ellas e imaginamos una posible narración, que lue-go, casi siempre, cambia cuando entramos en contacto con la realidad. Lo primero es llamar por teléfono a los protagonistas o a las perso-nas que nos ayudarán a entrar en contacto con ellos. El email no sirve: hay que acercarse a las personas, escuchar sus voces y que ellas escu-chen las nuestras. Y mientras tanto nos segui-mos documentando: periódicos locales, videos, páginas web, estadísticas, ordenanzas munici-pales, estudios, análisis, vecinos, amigos...

Y ese contacto con la realidad trae los pri-meros problemas. Ya no estamos en el entor-no protegido de la clase y nos encontramos con que hay personas que no se ponen al te-léfono, historias que no acaban de mostrarse, días que pasan sin que nos den cita para una entrevista, entrevistas que no han salido bien o que no hemos entendido bien, protagonistas que en el último minuto deciden no serlo, un autobús que se pierde, una foto que no sale y un miedo que nos entra en el cuerpo… ¿Va-mos a ser capaces de escribir nuestros repor-tajes… y a tiempo?

Tenemos que recordamos que no nos sir-ven los atajos. Nos hemos comprometido a no hablar de nosotras mismas. Tampoco vamos a explicar por qué esto o aquello nos interesa o emociona. Lo que sí vamos a intentar es que voces de los protagonistas sean las que cuen-ten las historias y a mostrar el contexto y el espacio en el que cada una tiene su eco.

Poco a poco empezamos a escribir: discuti-mos lo escrito y lo reescribimos, buscamos más información o hacemos otra entrevista u otra llamada.

Y siempre nos ayudan personas que al final no aparecerán en la revista. Cada nuevo núme-ro de más+menos amplía nuestra red de ami-gos en la ciudad y nos convierte en un nodo útil dentro de ella. El trabajo que hoy realizamos y las personas a las que hoy conocemos muy probablemente ayuden a otras estudiantes en el futuro y sean la base de nuevas historias.

Llegamos al final… con los textos definiti-vos entregados y con la búsqueda de imágenes activada, comienza el trabajo de nuestros edi-tores en español y en inglés y el de nuestros co-laboradores, las estudiantes españolas, que nos ayudan a pulir la versión final de los textos. Más revisiones y correcciones. Hay que recor-tar algún reportaje o que reestructurar otro, puede que cambiemos alguno de los títulos o que no publiquemos alguna foto, y no siempre es fácil para las autoras aceptar estas pérdidas.

Han pasado poco más de tres semanas desde que nos pusimos a trabajar sobre las historias. Otros tres o cuatro días para que el diseñador monte la publicación y se hagan las comprobaciones finales en papel y la revista se envía a imprenta, dos semanas antes del final del curso.

De manera que si no hay puentes ni huel-gas generales, la revista estará impresa y en-tregada en nuestro centro de estudios el lunes de la última semana de clases.

Ah… y tenemos que dar una calificación a cada reportaje. Así que suerte a todas las parti-cipantes en este semestre de otoño de 2012… Aunque ellas ya saben que han hecho un gran trabajo. ¡Gracias a todas!

Así, más o menos, es como hacemos nuestra revista

Colabora en la distribución:

IMAGEN EN pORTADA Y pÁGINAS 4-5: OBRAS DE SELEKA EN SEVILLA

Maritheresa F. FRAIN: Directora del Centro de Estudios de CIEE en Sevilla

Oscar CEBALLOS: Coordinación, edición, y diseño gráfico. Director Residente del programa de Comunicación, Nuevos Medios y periodismo

Eduardo DEL CAMPO: Edición de textos orginales. Reportero del diario El Mundo

Gloria MARTÍNEZ: Coordinación de los estudiantes de la Universidad de Sevilla y revisión de las traducciones inglés-español

Kathryn GEORGE: Revisión de textos en inglés y edición

SURCANDO LAS CALLES

más+menos revista de estudiantes / otoño 2012 sevilla

“Menos es más”, Mies van der Rohe, arquitecto alemán (1886-1969)

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GENARO QUINTANILLA, MIGUEL RODRÍGUEZ AND DAVID LARA DURING ONE OF THE FIRST BROADCASTINGS OF ONDA CEREBRAL IN 2008 / JAVIER DÍAZ FOR EL CORREO DE ANDALUCÍA

Cerca del metro setenta y ocho, con un pelo negro azabache entre el que asoman algu-

nas raíces canosas, unas cejas gruesas y unos profundos ojos marrones que permanecen fi-jos mientras despega los labios pintados con carmín de rojo pasión, Iris sentencia: “Cuan-do te mueres, te mueres. Punto”.

“El infierno es esto”, dice mirando los na-ranjos y los coches en la distancia. “El infier-no es esto. Desde que naces, estás viviendo en el infierno”, dice con voz franca e inalterable mientras mantiene la mirada perdida en la distancia. Al describir su vida, su voz y su ex-presión no varían. Sólo altera el tono cuando se ríe o se apasiona en su relato.

Hace círculos con la mano al tiempo que nos describe su día a día: se levanta por la ma-ñana, se viste, se maquilla, hace su cama y se prepara el desayuno que toma ya en la calle donde empezará su día de trabajo.

“Soy transexual ¿vale?, hice unos cursos para trabajar de camarera de hotel y, vamos a ver… acabé en la prostitución”, dice. “Ahora no es un buen momento, por eso de la crisis, y no sólo en España, sino mundialmente, así que tengo que seguir ejerciendo; no es agra-dable pero comer hay que comer y vivir hay que vivir”.

Iris: fina membrana que encierra la pupi-la, controla la cantidad de luz que penetra en la retina y se presenta en varias tonalidades y colores. Iris relaciona las distintas tonalidades de su identidad con las fases por las que ha pasado su vida como prostituta transexual.

Se ríe tímidamente y abre los ojos sin pes-tañear como preguntando si de verdad tiene que decir su edad. Tiene treinta y cuatro años. Se marchó de Cádiz con más o menos veinte y ahora la Alameda de Hércules de Sevilla es su barrio. Reconocible por sus restaurantes, bares y clubs, por niños que juegan en la com-pañía de padres distraídos, por sus modernas fuentes y por unas cuantas casas decadentes y dos grandes columnas (traídas en el siglo XVIII de las ruinas de un templo romano para hacer de pedestales de las estatuas de César y Hércules), éste es el espacio por el que

navega Iris a diario, a escasos metros de su puesto, que está justo en la intersección de la calle Joaquín Costa con la de La Mata.

“La Alameda tiene mucho arte y mucho salero, y montones de tíos solteros también. Aquí hay mucho artista, ¿sabes? Aquí hay to-reros, gente de esta famosa, cantantes de fla-menco, bailaores que vivían aquí”. Describe el barrio como un lugar que nunca deja de mo-verse. Se le arrugan las mejillas cuando se ríe al explicar que no puede dormir por el ince-sante ruido de la calle.

Su familia no vive con ella en la Alameda, pero eso no le impide hablar con ellos y tener una buena relación con su madre y sus herma-nos. “Mi madre… la llamo cada dos por tres a ver qué tal anda o pá pedirle recetas, porque ella… pues no le gusta cocinar pero tuvo que aprender porque tiene siete hijos…” Sonríe y se encoge de hombros. Aunque sigue charlan-do con su madre, Iris admite que desde que empezó su transformación de hombre a mujer, su madre no ha estado ahí como ella habría necesitado y querido. Tomando aliento y algo ensimismada, dice: “Yo seguí mi propósito, se-guí palante…” Suspira y repite, “Sigo palante”.

Pero Iris no está sola. “Hay buenos vecinos aquí, buenos vecinos aquí, allí, allá…”, repi-te a la vez que apunta con el índice a varios apartamentos de la calle y al restaurante de José Luis, situado al final de la calle La Mata. Entre todos estos buenos vecinos, Iris a ve-ces tiene que soportar alguna mala mirada, o gente desagradable que “miran por enci-ma del hombro, eso es muy típico”. Pero ella respeta a quienes también la respetan a ella, afirma asintiendo con la cabeza. La mayoría de las personas la saludan, algunos de forma más amigable o más insinuante que otros. Por ejemplo, dice que a los silbidos suele respon-der con una sonrisa o una carcajada.

“Ella es muy apreciada aquí, en la panade-ría, la farmacia, la bodega… a todo el mundo le agrada, y sí no, pregunta”, dice José Luis, ocupado en el mostrador de su restaurante de alta cocina, a menos de treinta metros del por-tal donde trabaja Iris, y recalca: “Ha venido a

comer aquí un par de veces cuando la ha invi-tado alguno de sus clientes. Es muy simpática, muy agradecida y siempre está muy preocu-pada por su figura. Hemos coincidido muchas veces en la frutería, donde a veces comenta lo que come y lo que no, ‘gorda yo... ay no’”. José Luis añade que en alguna ocasión le ha recomendado que abra un pequeño negocio. “Le iría muy bien con un restaurante-cabaret o algo por el estilo. Sobre todo si lo abre en este barrio. Es inteligente, muy guapa y tiene un encanto particular”.

Pero, a pesar de lo simpáticos que puedan resultar unos vecinos o unos silbidos, no pue-den compararse con los amigos que, según Iris, no son muchos.

“Muy pocos amigos, igual tres, creo, en esta vida. Muy pocos, muy pocos. En el mun-do de nosotras… es mú difícil tener amistades. No sólo por nuestro trabajo, sino en general”, dice mientras mueve el brazo en círculos seña-lando a Angeli, que está sentada a su derecha en la puerta de la casa que comparten.

Angeli es una viuda afro-latina de Santo Domingo, en la República Dominicana, don-de trabajaba como enfermera. Vino a Sevilla con sus hijos hace ya ocho años, a través de un programa que ofrecía trabajo cuidando a per-sonas mayores. Pero las horas eran muy pocas y muy mal pagadas y al final perdió el puesto a consecuencia de la crisis. Conoce a Iris desde hace tres años, después de que las presentara un amigo común, y después se hicieron ínti-mas a la vez que colegas de trabajo.

“Es una chica estupenda, yo la respeto mu-chísimo, como ella a mí”, afirma Angeli. Más allá de trabajar juntas, van de compras, salen a comer e Iris incluso pasa algunos ratos con las dos hijas de Angeli; una estudia cosmética y la otra se está formando para hacerse técnica electricista. “Nadie debe juzgar a nadie, a la gente como él hay que aceptarla”, dice Angeli haciendo alusión a la identidad transexual de su amiga.

Para las autoridades locales, Iris y Angeli sólo podrían recuperar la dignidad fuera de la prostitución. La Ordenanza Municipal contra

Distintos tonos de IrisKamilah Smith + Belén Fernández

Iris, una prostituta transexual de la Alameda de Hércules, nos relata la historia de su vida, a la par que sus vecinos nos expresan su respeto por ella y el Gobierno Local trata de erradicar todas las formas de tráfico sexual de la ciudad multando a los clientes.

“Muy pocos amigos, igual tres, creo, en esta vida. Muy pocos, muy pocos. En el mundo de nosotras… es mú difícil tener amistades. No sólo por nuestro trabajo, sino en general”.

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pÁGINA OpUESTA: IRIS Y ANGELI EN LA ALAMEDA DE HÉRCULES. NOVIEMBRE 2012 / KAMILAH SMITH

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la Explotación Sexual, que el Ayuntamiento de Sevilla aprobó hace un año y medio, pena-liza por primera vez a los clientes de prostitu-ción en la ciudad. Hay una gran posibilidad de que muchos de los clientes de Iris y Angeli las rehúyan por la posibilidad de que la policía local les ponga una multa cuantiosa al consi-derarlos cómplices de prostitución.

“Bueno, si se enteran de lo de la multa, se asustan pero, sinceramente, ¡algunos se la merecen!”, dice Iris con una carcajada.

Una calle más abajo de la esquina de Iris y Angeli, encontramos una casa llena de arte moderno y muebles de diseño donde vive Ma-ría con su marido y sus dos hijas.

“Iris siempre le está regalando cosas a mi niña de cuatro años, la verdad es que es muy dulce con ella”, nos dice María sentada en su despacho del centro de arte público que diri-ge. “Sé a lo que se dedica perfectamente, pero está tratando de hacer algunos cursos y otras cosas. No le gusta su trabajo y quiere dejarlo. Es de las pocas que se siguen dedicando a este negocio después de la trasformación que está viviendo el barrio”.

La Alameda de Hércules floreció en los co-mienzos del siglo XX. Toda la ciudad acudía aquí en busca de entretenimiento, de lo más refinado a lo más popular; cabarets flamen-cos, grandes cafés, murgas, teatros, los prime-ros cines al aire libre e incluso las fiestas de

carnaval que la ciudad ya no celebra. Éste era también el lugar donde venía la gente joven a pasear o a sentarse bajo los álamos del bulevar, ya fuera para encontrarse con los amigos o para flirtear. Las familias que vivían en los pe-queños palacetes y en las casas burguesas, que se repartían a ambos lados de la Alameda, se mudaron a la periferia de la ciudad, y la zona se convirtió en una especie de ‘barrio chino’. Había muchos burdeles y tras la Guerra Civil el barrio sufrió un claro y profundo declive. Por los 70, y antes de su última restauración, el barrio se llenó de heroína y prostitución. También vino la especulación inmobiliaria y se derribaron muchas casas antiguas, tanto de

las más humildes como de las más nobles. Y se empezó a considerar un sitio peligroso.

La hija mayor de María, Carmen, es una universitaria de veintidós años que conoce el barrio desde su niñez.

“Era realmente diferente a lo que es aho-ra. Sólo hay que mirar en Internet cómo era antes de su reconstrucción, estaba todo sucio y estaba plagado de yonquis”, dice.

Describe su relación con Iris como amiga-ble a la vez que un tanto distante.

“Todo el mundo por aquí la conoce; a ella, a su amiga Vanesa y a Deborah, que es su jefa o su madame”, relata Carmen. Pero a pesar de los saludos y el palique, Carmen no está total-mente tranquila con Iris y sus colegas de oficio.

“Para mí es una situación incómoda, es normal pasar y decir ‘hola’ o ‘buenas tardes’ o si me acompaña mi hermana pequeña y dice algo. Pero todo cambia si están allí los clientes, además de haberlas [otras prostitutas] muy poco agradables, ¡sin contar a Iris claro!“, aclara Carmen levantando las cejas. “Iris siem-pre me saluda”.

Aparte de estas situaciones violentas inevi-tables, su padre se las ha apañado para inven-tarse saludos peculiares del tipo “¡cómo va el negocio!”. María asiente llevándose la mano a la cara con cierta vergüenza.

“Nadie conoce el futuro”, dice Iris. Sonríe contando lo mucho que le gustaría tener hijos y casarse, siendo consciente de su dificultad.

“Siempre supe que un día me cambiaría el nombre. Mi padre murió en el 84. No sé si tenía como seis o siete años cuando vi a una cantante por la tele de Tánger que resulta que era un hombre”, dice. “Yo mantengo el mío desde que me sometí a mi operación”. El iris es más que una membrana coloreada, ya que es capaz de controlar la cantidad de luz que puede entrar en la pupila. De la misma ma-nera, Iris afirma con seguridad que no sabe lo que el futuro le puede traer, pero que ella es una “chica de su propio mundo”, con sus propias tonalidades, y seguirá adelante.

La prostitución es un asunto muy serio para María Dolores Rodríguez, ex concejala y

delegada municipal del Departamento de la Mujer (2008 - 2011) y miembro del Partido Socialista, y para Amparo Díaz, abogada y asesora jurídica del Plan de Acción Integral para promover la Erradicación de la Trata, la Prostitución y otras formas de Explotación Se-xual, que fue aprobado por el gobierno local tras recibir el apoyo de todos sus concejales y concejalas el 26 de noviembre de 2009 y que estará vigente desde 2010 hasta 2015. Estas dos mujeres han encabezado campañas de concienciación y promovido ordenanzas para proteger los derechos de las mujeres, centrán-dose en cuestiones que abarcan desde la vio-lencia de género hasta la prostitución.

Afirman abierta y rotundamente que la prostitución es, sin duda, una de las formas más evidentes de violencia de género.

“Se dice que la prostitución no es violación pero, ¿por qué no? ¿Porque pagas?, dice la ex delegada.

Los veintiún objetivos establecidos en el Plan Integral de Acción tienen que alcanzarse a través de cincuenta y seis pasos o acciones. María Dolores Rodríguez nos cuenta el éxito con que fue recibida en el Ayuntamiento esta ordenanza contra el tráfico sexual y la prosti-tución, a pesar de cierta dificultad inicial con

el Plan de Acción Integral, en parte debido al desacuerdo entre el Partido Popular, que pre-fería tratar la prostitución como un asunto de orden público, y el Partido Socialista, que lo entendía como una de las principales manifes-taciones de la violencia de género.

La ex edil socialista enfatiza que, al final, todos los concejales y concejalas votaron a fa-vor del Plan de Acción Integral y por la Or-denanza Contra la Prostitución, que entró en vigor el 26 de mayo de 2011.

“Frente a las aclamaciones sobre ‘la ver-güenza’ que originan estas prácticas en las calles de nuestra ciudad, pretendemos que se deje de estigmatizar a las mujeres para que sean los clientes los que abandonen el anoni-mato hipócrita bajo el cual ejercen conductas que son valoradas negativamente en el ámbito público, pero que son consentidas con la com-plicidad silenciada de la sociedad”, enfatiza María Dolores Rodríguez.

Una de las novedades más destacadas in-troducidas por el Plan Integral de Acción es la ordenanza que sanciona a los clientes de la prostitución con multas de entre 750 y 3.000 euros. En el periodo transcurrido entre el 18 octubre del 2011 y el 20 de septiembre del 2012, un total de ciento trece clientes de pros-titución fueron multados por la policía local de Sevilla a pesar de que, desde entonces, se

ha producido un cambio de gobierno con el triunfo del Partido Popular en las elecciones locales de marzo de 2011.

Amparo Díaz afirma que, en el caso de Iris, el plan ofrece una serie de recursos para dejar la prostitución, e indica una serie de organismos municipales que, garantiza, pres-tarían algún tipo de asistencia a Iris: Delega-ciones de la Mujer, Consejería para la Igual-dad y el Bienestar Social, Agencia Andaluza de Cooperación y Desarrollo y Delegación de Convivencia y Seguridad. Inicialmente se des-tinó un presupuesto de 500.000 euros para poner en marcha el plan, el cual es evaluado cada año por las distintas delegaciones y sirve a muchos trabajadores municipales como he-rramieta de formación a la hora saber de qué maneras se puede ayudar a las mujeres que son objeto de explotación sexual.

María Dolores Rodríguez concluye: “No estamos hablando de fantasía, de diversión, de ocio o de un problema de unas pocas mu-jeres que lo han elegido libremente. Estamos hablando de mujeres en situación de pobreza, de precariedad y, en los últimos años cada vez más, de mujeres traficadas en contra de su vo-luntad para ser explotadas sexualmente. Esta-mos hablando de violencia hacia las mujeres”.

Multas para los clientesLa ex concejala y delegada municipal del Departamento de la Mujer y una asesora jurídica explican el plan actualmente en vigor contra la explotación sexual.

Kamilah Smith + Belén Fernández

EL ‘FORO DE HOMBRES pOR LA IGUALDAD’ SE MANIFIESTA EN SEVILLA, 23 DE OCTUBRE DE 2011/ JOSE F. SALAS

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Al subirte al taxi piensas que estaréis sólo tú y el conductor, con una escasa conver-

sación. Harás lo mínimo indispensable, decir adónde vas, quizás discutir la ruta más rápida y después pagarás y seguirás tu camino. Para la mayoría de taxis, ése sería el caso. Pero el conductor de este taxi es Rafael Segura y hay algunos pasajeros más en este viaje. Compar-tes el espacio con Bob Esponja, Mickey Mouse, Shrek y Los Simpson. Tu mirada no se detie-ne; va de los colores vibrantes de las maripo-sas del salpicadero a los animales de peluche sentados bajo la luna trasera y, finalmente, al propio Rafael, que ha adornado la guantera con dos fotitos de sus hijos. Señala cada una de las fotos, diciendo: “Mis hijos: Alicia tiene seis años y Alejandro catorce”.

Rafael ha sido taxista en Sevilla desde 1985, pero fue su hija de cuatro años, que ahora tiene seis, la que le sugirió la idea de convertir su taxi en el más excepcional de to-dos los de la ciudad.

“¿Por qué ha decorado así su taxi?”, le pre-guntas con curiosidad.

“Cuando terminaba de trabajar”, contesta, “solía pasar por un chino y compraba algún ju-guete de éstos para Alicia, como las princesas o los corazones. Ella los ponía en su habitación y yo le decía que hacían que fuera especial. Y un día ella me dijo: ‘Papá, quiero que los pongas en tu taxi, para que así también sea especial’”.

Y así empezó todo. Rafael empezó a poner algunos de los juguetes en el taxi y, después de unos días, le dio una sorpresa a Alicia ense-ñándoselo. Durante el pasado año y medio, ha ido cubriendo el taxi de arriba a abajo.

“Se lo enseñó a todos sus amigos. Estaba muy, muy orgullosa del taxi de su padre”, cuenta Rafael.

Qué historia tan bonita, piensas para ti mismo. Algo que un padre y una hija pueden compartir y hacer juntos. Entonces, empiezas a darte cuenta de que hay otras cosas en el coche. Primero, la caja de donativos entre los dos asientos delanteros. Después, los carteles de la parte de atrás de los asientos. Un trozo de papel recortado en forma de corazón en el que se lee, en español y en inglés: “Este taxi ayuda a los niños con cáncer”. Sigues miran-

do y encuentras otro cartel en el que pone: “Si conoce a un niño con cáncer que necesite transporte, llame a este número”. Así que le preguntas a Rafael sobre esto también.

“Pensé, cuando acabé de decorar el taxi, que debía hacer algo más”, explica. “Muchos niños viajan en mi taxi y pensé que, para los niños enfermos, puede ser importante viajar en este taxi”.

Para un niño con una enfermedad así, algo tan sencillo como un viaje en un taxi lleno de color podría hacer que se despreocupara por unos momentos. En lugar de pensar en el hospital, pueden distraerse y entretenerse con la bonita y colorida decoración.

“Fui al hospital Virgen del Rocío y les dije lo que yo quería hacer. Allí me hablaron de la Fundación Andex y de que podía hacer do-naciones allí. Ésa fue la primera idea, luego decidí que, si había alguna familia que estu-viera en una mala situación financiera, podría ofrecerles mi taxi”, explica Rafael.

Andex es la Asociación de Padres de Niños con Cáncer de Andalucía. Desde 1985,gracias a su colaboración con la unidad de oncología en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, han sido capaces de abrir una nueva unidad de hematología en 2002. Andex es parte de una fundación mayor, la Federación Española de Padres de Niños con Cáncer, junto con otras diecisiete asociaciones de todo el país. “Andex ayuda a los padres con el dinero, entre otras cosas”, dice el doctor Eduardo Quiroga, direc-tor de la unidad de oncología infantil del Vir-gen del Rocío. “Tienen trabajadores sociales asignados para ayudar a las familias”.

María Luisa y su marido, Andrés, han teni-do seis hijos y dos de ellos han tenido cáncer.

“Uno de los hijos de María Luisa contra-jo un tipo de linfoma cuando tenía dos o tres años. Después de recibir el tratamiento se en-contraba bien pero, dos o tres años más tarde, su hermano Ángel, que tendría entonces diez u once años, empezó a tener fuertes dolores en la barriga y a sufrir problemas de orina, así que le hicimos una ecografía y vimos que tenía un linfoma abdominal también”, describe el doctor Quiroga, que ha tratado a los dos niños en esta unidad. “A partir de ahí”, continúa,

“tanto sus padres como nosotros, empezamos a investigar y descubrimos que sus hijos tenían una alteración en el sistema inmunológico que predisponía a que estos niños sufrieran linfo-mas”.

Después de tener a su tercer hijo, María Luisa, Andrés y los médicos encontraron una solución singular para tratarlos. Consiguie-ron tener otro niño y, más tarde, gemelas por selección genética para asegurar que el hijo menor pudiera donar sangre a sus otros her-manos. Esto sirvió para curar a todos, excepto al hijo mayor, que falleció hace dos años. Du-rante estos diez años, María Luisa y Andrés han llegado a conocer muy bien al personal del hospital Virgen del Rocío, entre ellos al doctor Quiroga.

“El pequeño no entendía nada y el mayor lo entendía todo”, dice María Luisa, explican-do la importancia de mantener alto el ánimo de los niños.

Aunque María Luisa no ha conocido a Rafael ni su taxi, a sus niños nunca les han faltado momentos de alivio en el hospital. Allí hay un aula, llena de ventanales y tan colorida como el taxi de Rafael.

“En la escuela pintan dibujos, construyen cosas, hacen cosas para la Semana Santa, para Navidad. Es un lugar totalmente, totalmente fabuloso. Y es todo gracias a Ana, la profeso-ra”, dice, entusiasmada. Pero Ana no enseña sola. “Ana tiene una marioneta que es un ma-pache. La usa con los niños más pequeños. Recuerdo que, cuando mi hijo tenía miedo de las enfermeras, de los médicos… Ana empe-zaba a hablar con el mapache, y así mi hijo empezó a hablar con él”.

Durante la semana, muchos voluntarios pasan tiempo con ellos y con Ana (a la que, se-gún María Luisa, los niños echan en falta por la noche y los fines de semana). María Piedad Navarro, una estudiante universitaria, es vo-luntaria en Andex. “Voy al hospital los jueves de 18.00h a 20.00h, pero todos los días va un grupo diferente”, explica. “Es un pequeño descanso para los padres, que pueden salir mientras nosotros estamos allí.

“Yo sólo quería hacer algo por alguien, hacer cosas para la gente y ayudar. En la uni-

versidad hay una lista de oportunidades de voluntariado y yo elegí ésta”, dice.

Pero, incluso sin ser un familiar, María afirma que es muy difícil no crear un vínculo personal con los niños.

“Esto es algo que no deberíamos hacer”, reflexiona, “porque algunos niños mueren y es muy difícil. Tengo un amigo voluntario que no pudo volver después de que un niño muy cercano muriera. Pero la mayoría del tiempo es bueno y yo lo disfruto”.

En 2011, el Gobierno de España promul-gó un Real Decreto para ayudar a padres como María Luisa y Andrés, para los que era muy difícil arreglárselas con el trabajo y otras rutinas diarias mientras sus niños estaban en-

fermos. El decreto proporciona a los padres una paga de veinticuatro meses si su caso llega a un determinado nivel fijado por la Seguri-dad Social. Por desgracia, llegó tarde para la familia de María Luisa, pero ella está contenta de que se haya aprobado.

“Puede ser muy difícil porque tienes que usar tus propios días de enfermedad para ir con tu hijo al hospital”, dice. “El objetivo prin-cipal es que los niños sean felices, todo el tiem-po”, afirma María Luisa.

Y este sentimiento lo comparte Rafael, que ha decorado su taxi simplemente para po-ner una sonrisa en la cara de su hija y para compartirla con otros niños que estuvieran sufriendo. “¡A todos les gusta el taxi! Todo el

mundo quiere hacer fotos”, dice riendo. “Es-toy contento por hacer mi parte, por poner mi granito de arena”.

Cuando Rafael te deja en tu destino, le pa-gas, dejando el cambio en la caja de donativos, y echas un último vistazo a su taxi en todo su esplendor. Los colores de las mariposas y las flores con caritas sonrientes, las letras puestas al azar, posiblemente por un niño. Puede que empieces a pensar cómo puedes poner algo de tu parte, cómo aportar tu granito de arena y cómo pasar a ser, como los niños, los profeso-res, los médicos, los voluntarios y los padres, un ángel entre nosotros.

Rafael Segura es un taxista que ofrece viajes gratis al hospital para niños con cáncer en su mágico y colorido taxi. Es una de las muchas personas de Sevilla que les dan su apoyo a ellos y a sus familias.

Ángeles entre nosotrosCaitlin Jaynes + Ana Vilar

RAFAEL SEGURA EN SU TAXI, OCTUBRE DE 2012 / ANTONIO pÉREZ

“Si conoce a un niño con cáncer que necesite transporte, llame a este número”.

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Fue el 14 de septiembre de 2007. Al abrir los ojos, nos encontramos un barco enor-

me frente a nosotros. El hombre del equipo de rescate español nos dijo a través de su walkie-talkie que esperáramos. Fue entonces cuando dimos gracias a Dios llenos de ale-gría. Habíamos pasado ya tres días en el mar. Éramos 28 adultos y 12 niños en la patera. El sitio era horrible. Aquellas 72 horas parecie-ron 72 años. No se veían árboles, ni siquiera una mosca, nada. Para comer teníamos pan y sardinas. Lo comíamos porque, mientras nos lleváramos algo a la boca, viviríamos. Aunque hicimos todo lo posible para sobrevivir, es a Dios a quien le debemos nuestras vidas.

Fue Dios quien me ayudó a pasar por todo aquello. Él estaba con nosotros, porque en nuestra patera no murió nadie. Le damos gracias a Dios… gracias a Dios. Habíamos oído que había gente que moría en el mar intentan-do llegar a España pero, en Marruecos, eso no es nada.

Muchos de los que quieren llegar a Ma-rruecos tienen que pasar primero por Mag-nia, un lugar muy peligroso de Argelia. Es una especie de zona de guerra, militarizada. Nadie quiere volver a pasar por este valle. Es la úl-tima estación antes de llegar a Marruecos. Yo estaba un poco asustado pero en mi corazón sabía que no debía tener miedo. Cuando te vas de Nigeria, o consigues tu propósito o no hay vuelta atrás. No sé como expresarlo, el solo hecho de estar allí era algo espantoso. Yo lle-gué a Tánger en 2005 y me fui en 2007. Una vez pasas Marruecos, estás en España.

El precio de la patera depende de tus con-tactos, te pueden pedir desde 240 a 500 euros. Depende. Depende de quién te ayude, depen-de de cómo te las apañes para pagar. Pagar ese billete es como pagar una deuda. Yo lo pagué mendigando; pedía limosna todos los días en las calles de Tánger. Vivía escondido en una tienda en un bosque cercano. Pasé nueve me-ses enteros pidiendo limosna. Gané 300 euros.

Cuando estás en mitad del mar, estás en medio de ninguna parte, no se puede diferen-ciar qué es Marruecos y qué es España o qué es Europa y qué África. En mitad del mar, hay una bandera española. Una vez la pasas, sabes que estás en España y que puedes llamar a los españoles para que te rescaten. Fue muy difícil porque había un oleaje muy fuerte. Por eso muere la gente. Cuando el mar está revuelto, se ve una espuma blanca. Se levantan las olas y la patera no puede mantenerse sobre ellas. Cuando los pescadores ven esta espuma blan-ca, se asustan y se quedan en casa. Estuvimos a punto de morir.

No me acuerdo del nombre del barco que nos rescató porque hace ya mucho tiempo, pero los españoles se acercaron a la patera con un barco. Nos llevaron a Tarifa y después a Granada, y desde Granada fui libre.

Tenía un amigo en Sevilla, Desmond, al que conocía de hacía un año. Él fue quien me ayudó, me enseñó a vender pañuelos de pa-pel en los semáforos de los cruces entre calles grandes, a pedir limosna y a ganarme la vida. Él ya no está en España, ahora vive en Alema-nia con su mujer y sus hijos.

Como en casa no se está en ninguna parte. Hace siete años que no veo a mi madre. Perdí a mi padre tres años después de salir camino a Marruecos. Fue muy doloroso porque hacía tres años que no lo veía. Durante el viaje perdí a mi hermana mayor. Estaba un poco enfer-ma, pero no demasiado.

Algunas veces me llaman, hablamos y nos reímos. Llamo a mi familia dos veces por se-mana. Aunque hablamos, no es lo mismo que verlos. Yo soy el único hijo que le queda a mi mami. Sé que están sufriendo. Quiero que mi familia venga y vea cómo es esto, porque via-jando se aprende mucho.

Terminé mis estudios en 2004. Soy técni-co electricista, tengo un título nacional por la universidad local. En 2005, tuve que cumplir mi año de servicio civil. Se suponía que des-pués tenía que volver a estudiar pero, como

no tenía dinero, no pude. Mi padre no era rico, vengo de una familia muy pobre. Decidí dejar de estudiar y buscar trabajo. Como no lo encontraba, decidí irme.

La gente piensa que las cosas van bien en Nigeria porque hay riqueza y todo el mundo va por ahí en plan extravagante. La otra cara de la moneda no se ve. Los civiles como yo, que no tenemos nada que ver con los políticos ni con los militares. A nosotros nos cuesta mucho sobrevivir, sobre todo cuando intentas buscar trabajo. Todo el mundo te lo dice, tienes un trabajo, te pagan muy poco, no van a ocuparse de tus gastos o necesidades. Lo siguiente que tienes que hacer es buscarte un futuro en otra parte. Cuando Dios cierra una puerta, abre una ventana. Si tu país no es bueno para ti, puedes buscarte un futuro en otra parte.

Todavía vendo pañuelos en la calle. También ayudo a la gente a aparcar el coche y, los fines de semana, canto y toco el trombón en la banda de jazz de la iglesia First Life International de Sevilla, que se llena de nigerianos como yo. Me pagan algo. He hecho un curso para poder trabajar como fontanero pero no consigo trabajo. Ahora quiero empezar a estudiar farmacología.

Tengo que luchar por mi futuro y por eso este país es bueno. Lo más positivo de vivir en España es que aprendes a relacionarte con personas de distintas nacionalidades y a res-petar a los demás. Todos somos uno y lo único que necesitamos es amor.

A veces la policía española nos pone las cosas difíciles a los inmigrantes nigerianos. Si eres español todo está bien, si eres inmigran-te tienes que esperar. Te molestan y te hacen preguntas. Ésa es la parte más difícil de vivir en España, pero todo esto va a cambiar pron-to porque Dios obra de maneras misteriosas. Ahora tengo 28 años. Llevo aquí cinco años intentando hacer las cosas bien. Le doy gra-cias a Dios por todo y me siento agradecido de poder estar aquí.

“Estoy aquí gracias a Dios”Abeni Hill + Cecilia Ramallo

Ken Ocah abandonó su hogar en Nigeria hace siete años, recorrió África y vivió varios meses en una tienda en Marruecos, antes de poder llegar a Europa en un peligroso viaje de tres días cruzando el estrecho de Gibraltar. Ahora nos cuenta su odisea.

KEN OCAH EN SEVILLA, NOVIEMBRE DE 2012 / ABENI HILL

“Pagar ese billete es como pagar una deuda. Yo lo pagué mendigando; pedía limosna todos los días en las calles de Tánger.”

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Seleka no es un adolescente con una mochila llena de esprays de pintura, buscando con

actitud sospechosa espacios en blanco en los edificios, sino un adulto resuelto y responsa-ble, con una barba que lo demuestra. Sentado en el Bar Manolo de la Plaza de la Alfalfa, está rodeado de grafitis, hechos o no por encargo, como pistas para acceder a una sociedad se-creta a la que pertenecen únicamente cierto tipo de talentos.

“Me crié en el barrio de San Carlos, al nor-deste de Sevilla. Allí teníamos las plazas y los descampados. Las plazas estaban controladas, pero en los descampados puedes hacer lo que te plazca en los kilómetros y kilómetros de muro que rodean los viejos edificios de Renfe. Incluso había un salón de la fama de grafitis”, recuerda Seleka. “Entonces llega un día en que, o bien porque los chicos mayores de tu colegio lo hacen, o porque te gusta visualmen-te… por muchas razones, consigues un rotula-dor Edding o un espray y empiezas a probar”.

Seleka desubrió su pasión por el grafiti en 1993, cuando tenía diez años, pero tardó dos años en ahorrar para comprar los materiales para poder pintar su primer mural.

“Tenía kilómetros y kilómetros donde po-día poner mi nombre sin molestar a nadie y sin que nadie me molestase”. afirma.

A veces, iba incluso al extremo norte de la estación de tren de Santa Justa sólo para ver los grafitis de los trenes, “era como ver una exposición en movimiento”.

No obstante, es justo este tipo de experi-mentación artística la que el Ayuntamiento de Sevilla está intentando eliminar. Seleka, por otro lado, tiene una idea muy clara de la tradi-ción en la que se cimenta su expresión artística.

“El grafiti es un tipo de pintura que se desarrolló en las calles de Nueva York y Phi-ladelphia entre finales de los 70 y mediados de los 80. Todo lo que vino después se puede llamar de muchas maneras, pero no es lo mis-mo que el original. Solamente tiene la esencia. Aquel período de tiempo definió el estilo, creó el concepto y las formas. Lo demás proviene de la repetición y la evolución” cuenta Seleka.

La cultura del grafiti en España, igual que en el resto del mundo, ha evolucionado de una mera marca territorial de pandillas a una auténtica forma de arte, que se etiqueta con el solo propósito del reconocimiento artístico.

Sin embargo para Lipasam, la empresa pú-blica de limpieza del Ayuntamiento de Sevilla, es un vandalismo que sale caro. Con un presu-puesto anual de más de 96 millones de euros, tienen contratados a 1.607 hombres y mujeres, cada uno encargado de limpiar más de un ki-lómetro de calle. Parte de su trabajo incluye librar a la ciudad de grafitis no deseados.

Para fomentar el uso correcto del espacio público, se ha organizado en los últimos años un Concurso de Arte Urbano anual, en el que se invita a los artistas grafiteros a pintar estruc-turas urbanas, como contenedores de reciclaje. La gente ha respondido positivamente a esto.

“Me gusta la idea de decorar los contene-dores de basura de la ciudad y otros espacios públicos. Creo que es increíble”, ratifica Elisa Blanco, una residente de ventidós años del Casco Antiguo, la parte antigua de Sevilla. Sin embargo, aclara que para ella hay varios tipos de grafiti.

“Por supuesto, odio a esos dichosos niños que se creen rebeldes, escribiendo sus nombres con espray en la puerta de mi casa”, comenta. “Me parece bien el grafiti siempre y cuando sea una buena pieza y se haga en un lugar donde no estropee la propiedad de nadie”.

Para Seleka, es un poco más complicado. “Depende de tu intención. Si tienes un con-cepto y un estilo, entonces puedes hacer arte simplemente escribiendo una frase. Si es algo gratuito o fortuito, puedes estar creando arte sin saberlo. Todo depende de los ojos del que lo vea, como en el arte contemporáneo. Una persona desinformada no puede entender lo que estás haciendo o lo que estás pensando, y quizá piensen que tu pintada o tu grafiti es una tomadura de pelo. Puedes estar haciendo el mejor mural del mundo en el sitio más des-bastado, haciéndole un regalo a la sociedad, pero posiblemente venga un policía y te eche y te multe, porque a sus ojos no estás haciendo nada bueno. Pero a lo mejor después viene tu vecino y está encantado con que le des color a un sitio que está degradado”.

Entonces, ¿cuál es la diferencia entre “saca tu dinero” escrito en las paredes de un banco y el dibujo de un gato en la puerta de la casa de alguien? Es esta diferencia la que Lipasam debe encontrar una manera de juzgar, tenien-do cuidado de no volverse demasiado diligen-tes. Elisa Blanco cree que un grafiti bien he-cho es un arte.

“Los que están cerca del río son muy chu-los, y hacen de verdad que una parte de la ciudad completamente olvidada sea más inte-resante” comenta la joven.

El grafiti está tan extendido en Sevilla que contribuye a crear el marco de la ciudad, con-virtiéndola en capital artística del sur de España.

Hay formas, aparte de los concursos, de ex-poner el trabajo de los grafiteros sin tener que preocuparse de las consecuencias legales; por ejemplo, los encargos. Muchos propietarios de tiendas les encargan ex profeso a artistas grafi-teros que pinten sus escaparates, para disuadir así a artistas inexpertos de etiquetar su propie-dad. Cuando se habla de etiquetar, nos refe-rimos a firmas estilizadas, logotipos o sobre-nombres. Estas etiquetas pueden aparecer de forma independiente o pueden ser la firma de una pieza, en las que se usan diferentes colores, son más grandes y pueden ser un trabajo indi-vidual o colectivo, como las que están al lado de la estación de autobuses de Plaza de Armas, por ejemplo. Por otro lado, el estigma social y la alteración que se asocia al grafiti ponen tra-bas con frecuencia incluso al grafiti legal.

“Personalmente, me han detenido y he estado haciendo murales… de haber estado trabajando un mes y que venga la policía y me eche. He tenido permisos por escrito del Ayuntamiento y ha venido la policía y me ha echado pero, a día de hoy, voy a tocar madera, nunca he recibido una multa relacionada con los grafitis”, afirma Seleka.

Pero parte de la subcultura del grafiti es poder pintar ilegalmente. Así es como nació en Nueva York, y así es como muchos artistas se hicieron adictos a su arte: por el subidón de adrenalina.

Por tanto, la pregunta sigue abierta. ¿Cómo se debería definir a este grupo de in-dividuos? Han sido calificados de artistas, así como de miembros de una subcultura desvia-da de vándalos. Seleka contesta esta pregunta definiéndose a sí mismo.

“Una traducción directa sería escritor de grafiti, o al menos es el modo menos peyorati-vo de decirlo, porque grafitero tiene connota-ciones negativas. Como artistas, buscamos una definición mejor. Por ejemplo, en la historia del grafiti, se llamaron escritores de grafiti porque escribían su nombre, por eso utiliza-mos el término grafitadores para describir lo que somos. Somos escritores de grafiti”.

La Guerra de los EstilosEn las artes oscuras: ¿se debería ensalzar o exterminar el grafiti? Mientras muchos no consideran que este “vandalismo” forme parte de la belleza de Sevilla, Seleka es un artista grafitero que trabaja para cambiar esta idea.

Jennifer Nelson + Sonia Morales

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STENCIL DE DANI ALONSO pARA LA BANDA ‘pONY BRAVO’, SEVILLA 2012 / MAX LANDERMAN

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Tras las cortinas burdeos del escenario del auditorio de la Casa de la Cultura de Gi-

lena, se encuentra Julián Vicente, guion en mano, facilitándoles líneas olvidadas a sus seis actores en escena en su interpretación de Don Quijote. Habían llegado hacía unas horas del hospital psiquiátrico situado en la prisión Se-villa-1 en un minibús conducido por Julián, que no sólo es el director, sino también el au-tor de esta adaptación de la novela universal de Cervantes. Viajaron en minibús para ofre-cer su actuación a un grupo de estudiantes de instituto de Gilena, en la provincia de Sevilla. Conforme bajan del minibús, sacando pecho y con sus cigarrillos en la mano listos para fu-mar, más parecen estrellas de rock saliendo de su jet privado que pacientes psiquiátricos que vienen a representar una obra.

Al preguntarles si están nerviosos por la actuación, Ramón Rebanal, el mayor del gru-po, responde con confianza: “Ya lo hemos in-terpretado cuatro veces, así que no podemos estar más preparados. No empezamos a po-nernos realmente nerviosos hasta que estamos en el escenario”.

Entran con un pequeño surtido de atrezo sencillo y empiezan a montar el escenario. En-tre el equipo más complejo encontramos un retroproyector y un reproductor de CD para poner la música que sonará al principio de cada uno de los cuatro actos.

En el escenario se colocan dos pupitres cu-biertos con manteles blancos y dorados y lleno de libros viejos. Enseguida, los actores se po-nen a ensayar y se colocan el vestuario antes de que el público llegue. Cuando todos están ya entre bastidores, se abren las puertas traseras y una riada de estudiantes adolescentes, extre-madamente entusiasmados y felices de saltarse las clases para ver la obra, inunda la sala.

Cuando todo el mundo está en sus asientos y el estruendo se ha disipado, se informa a Ju-lián de que los estudiantes desconocen la his-toria de los actores. Se les ha dicho que los seis hombres que están a punto de aparecer en es-cena pertenecen a un grupo teatral ordinario.

Estrellas en Silencio es uno de los diversos proyectos artísticos terapéuticos que ofrece el hospital psiquiátrico penitenciario de Se-

villa-1, uno de los dos únicos centros de este tipo que existen en España. Los pacientes de este centro sufren algún tipo de enfermedad psiquiátrica y han sido condenados por crí-menes que, en su mayoría, cometieron bajo la influencia de las drogas o el alcohol. Aquí se les trata y reciben el apoyo de psiquiatras, psicólogos, médicos y educadores; además de que reciben visitas familiares con frecuencia. A los pacientes se les considera primero y ante todo personas, no criminales.

Estrellas en Silencio se creó en 1994 y pone en escena una obra cada año y medio más o me-nos. Las obras varían desde clásicos como Don Quijote hasta monólogos de una sola persona.

“Son varios los efectos terapéuticos del teatro: mejora de los aspectos cognitivos (aten-ción, concentración, memoria), al igual que los afectivos (emociones y sentimientos)”, explica Julián. “Estas obras exponen a los actores a situaciones que generan ansiedad y desarro-llan estrategias de afrontamiento adaptativas, potencian las relaciones interpersonales y de-sarrollan las capacidades de empatía y habili-dades sociales”.

Aunque a todos se les alienta para que participen en el teatro, Julián intenta buscar pacientes que se identifiquen personalmente con los personajes y que se atrevan a actuar.

Carlos López interpreta al personaje prin-cipal: Don Quijote. Está vestido todo de blanco, un marcado contraste con su larga barba ne-gra como el azabache. Tiene su texto escon-dido debajo de un libro en la mesa que está frente a él, situada en el centro del escenario. Carlos lleva en el hospital mental de la prisión seis años y es un miembro activo tanto del gru-po de teatro como de la emisora de radio. Se sienta en el centro del escenario recitando sus líneas alto y claro frente a los ochenta y cinco estudiantes que componen el público. De vez en cuando, necesita que Julián le lea el princi-pio de una línea para acordarse pero, a pesar de eso, se mueve por el escenario con soltura y confianza. Reclama la atención de la sala y no puede evitar sonreír cuando el público estalla en carcajadas con las gracias de la obra.

Al hacer la última reverencia, se quita el gorro blanco que esconde su cabeza totalmen-

te ausente de pelo y se dirige al frente del escenario con el resto del reparto. Miran fija-mente al público con entusiasmo dando paso a una ronda de preguntas y respuestas. Cuando los aplausos se apagan, el grupo se presenta finalmente al público.

“Bueno, pues ahora que os digan de qué centro venimos, ¿no?”, explica Julián.

El hombre que interpretaba a Sancho Pan-za coge el micrófono.

“Venimos del hospital psiquiátrico peni-tenciario de Sevilla-1”.

Julián les pregunta a los estudiantes si sa-ben qué significa eso. Les explica que los seis hombres son pacientes psiquiátricos que utili-zan el teatro como forma de terapia. Actuando y convirtiéndose en personajes diferentes, los pacientes se enfrentan a ellos mismos al mis-mo tiempo que desarrollan empatía por otras personas e ideas.

Cada uno de los seis actores comparte una anécdota personal describiendo sus experien-cias con las drogas y los crímenes que han co-metido. Aunque los estudiantes son tímidos y reacios a hacer preguntas, asienten en señal de que lo están comprendiendo todo. El gru-po se toma un momento para hacer hincapié en los peligros del alcohol y en lo fácil que es convertirse en víctima de estas sustancias.

El papel de Don Quijote le vino de forma natural a Carlos porque, igual que el caballero de La Mancha, Carlos ha experimentado una distorsión de la percepción (cuando consumía drogas) y ha luchado por lograr la normalidad.

“Estuve 15 años enganchado al speed, y cometí un delito de incendio”, cuenta, “lo bueno es que he pillado unos padres que son una bendición. Aunque le he robado dinero a mis padres —300.000 pesetas una vez— y le he pegado a mi padre, me lo han perdona-do todo y ahora estoy deseando llegar a casa para ayudarles porque son viejos. Recibo una pensión de 280 euros —y eso es lo que me gas-to en speed en un mes”, bromea. “No, aparte de bromas con las drogas, que las voy a dejar, intentaré opositar para cosas sencillas, como barrendero, porque yo no tengo carrera”.

Ramón Rebanal, que interpreta al mesone-ro y al escribano, no es sólo el más mayor, sino

que también es el que ha estado más tiempo recluido. “He estado 18 años en prisión y cin-co años en el hospital psiquiátrico”, dice. “La verdad es que, como enfermos mentales, no podíamos estar en una prisión corriente. Te-nemos mucha suerte de tener a tantas buenas personas ayudándonos, de hacer tantas acti-vidades terapéuticas y, para los que reciben el apoyo de sus familias, es maravilloso recibir vi-sitas y tener permisos ocasionales para ir a ver-los. Eso lo hace bastante más llevadero. Y aquí nos ayudan a que podamos recuperarnos como enfermos y reinsertarnos como personas”.

Antes de que Ramón interpretara sus dos papeles, Antonio Écija era el mesonero y el escribano, aunque sólo en las tres primeras representaciones. De vuelta en el hospital, nos ofrece un relato de su pasado, que parece es-tar en total contradicción con su apacible con-

ducta. “Estoy aquí porque atraqué cinco ga-solineras, una detrás de otra. Y luego tuve un atropello de dos policías en Málaga, y me pe-dían 19 años y seis meses de condena. Pero se me quedó en tres años en el hospital. Y ahora estoy bien. Llevo dos años sin consumir nada”.

A diferencia de muchos pacientes, él tie-ne la suerte de tener el apoyo de su familia. “Tengo mujer e hijo. Me quedan unos cuatro o cinco meses para terminar. Mi meta es ser ama de casa, porque mi esposa trabaja y yo ya no puedo trabajar nunca más. Entonces, pues yo tengo que barrer, fregar, hacer la colada, planchar, coser, llevar al niño al colegio, reco-gerlo… y por las tardes haré algo de deporte, porque estoy muy gordito”.

De vuelta en el auditorio, los jóvenes estu-diantes del instituto de Gilena no hacen pre-guntas durante el discurso, pero el ambiente

parece lleno de un sentimiento de compren-sión y seriedad. Los estudiantes, sentados quietos y en silencio, asimilan las palabras de los hombres del escenario. Cuando finaliza la presentación, la sala estalla en un último aplauso. Los adolescentes empiezan a salir a la vez que los seis actores abandonan el escena-rio para cambiarse a su ropa habitual.

Cuando la multitud se va y el escenario se queda vacío, los seis hombres vuelven al mini-bús para comenzar su viaje de vuelta al hospi-tal psiquiátrico al que llaman hogar. Les han roto varios estereotipos a un grupo de jóvenes estudiantes y han representado su propia ver-sión de Don Quijote… Todo en un solo día.

Los actores de Estrellas en Silencio rompen estereotipos. Son internos del hospital psiquiátrico de la prisión Sevilla-1 y cruzan sus muros para interpretar la universal historia de Cervantes como forma de rehabilitación. Hoy los acompañamos a una de sus representaciones y escuchamos las historias que los llevaron a escena.

Megan Ziegler + Rocío Gutiérrez

“Yo sé quién soy —respondió don Quijote—; y sé que puedo ser no solo los que he dicho, sino todos los Doce Pares de Francia”.- Don Quijote de La Mancha, de Miguel de Cervantes.

pÚBLICO, FORMADO pOR ESTUDIANTES, Y ACTORES DURANTE LA REpRESENTACIÓN DE ‘DON qUIJOTE’ pOR EstRELLAs EN siLENCiO. GILENA, NOVIEMBRE DE 2012 / MEGAN ZIEGLER

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Cambio de acto en ‘Don Quijote’

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Tres mujeres agachadas en cuclillas se refu-gian del mal tiempo en un rincón de un

portal en una tarde lluviosa. Una permanece en silencio, en actitud reservada, mientras las otras dos argumentan qué las ha llevado fren-te a la puerta de la Casa del Pumarejo. La ma-yor de las dos empieza a hablar mientras su in-terlocutora, más joven, camina por la estancia.

“Vivimos en la calle porque no tenemos trabajo y, entonces, no podemos pagar la ren-ta de un piso. Estamos aquí buscando algo de comida”.

Un hombre se une al grupo de vagabundas. Cruza y entra al patio con su bicicleta mientras las mujeres le inundan con preguntas:

“¿Es éste el comedor donde se puede co-mer sin pagar?”

“¿Qué sabe de este edificio?”“¿Podemos entrar?”“Esto es una casa, pero creo que podéis co-

mer en el monasterio que está a la vuelta de la esquina”, les dice a las mujeres mientras les señala en dirección al comedor.

Pasando la puerta que separa la entrada y la casa, una mujer mayor mira por una de las ventanas del segundo piso que rodean el pa-tio. Su nombre es doña Felisa pero en la Casa del Pumarejo, se ha ganado el sobrenombre de La Reina. Permanece fuerte, impasible, obser-vando el revuelo que se está armando abajo. Hoy es un nuevo día pero la historia es la mis-ma. Años de continua presión han creado una nube de confusión que se cierne sobre el edifi-cio. Las visitas son frecuentes, y los residentes desconfían de los forasteros y sus motivos.

La casa radica en la Plaza del Pumarejo, en el antiguo barrio sevillano de San Luis, una zona muy conocida por el activismo comunista y por su participación como enclave durante muchos años de historia de la ciudad, como

afirma David Gómez, un miembro activo del comité local.

“Aparte de iglesias y conventos, la Casa Pa-lacio del Pumarejo es el edificio más antiguo que queda en pie en la zona. Esta plaza, que fue incorporada más tarde, es el núcleo de co-municación del vecindario”, dice David.

“Cuando se llenaba, albergaba a treinta y cuatro familias; sin embargo, ahora mismo sólo quedan tres familias después de que, jus-to este año, el ayuntamiento obligara a otras a irse por “motivos de seguridad”, explica.

A pesar de los rumores que afirman lo con-trario, la casa no será destruida porque perte-nece al municipio y está legalmente protegida por ser lugar Patrimonio Histórico. Pero las preguntas sin respuesta que rodean su futuro uso (el planeamiento urbanístico actual estipu-la que no puede ser privatizada y que tiene que tener una función pública) tienen a los resi-dentes en un constante estado de desasosiego.

Después de una excursión de compras nocturna, La Reina se sienta en el banco y deja escapar un suspiro. Esta vez, doña Felisa parece diferente. No tiene la misma mirada vigilante que antes en la ventana. Hay agota-miento en su cuerpo y sufrimiento en sus ojos.

“Es sólo que ya son trece años. Trece años de otra persona, otro periodista más, todos los días, todas las semanas, siempre preguntando lo mismo, lo mismo, lo mismo. Vinimos en 1974 y formamos aquí nuestra familia. Aquí han nacido, han crecido y se han casado nues-tros hijos. Y aquí mismo estaré yo hasta que me muera”.

Al igual que la Casa del Pumarejo, doña Felisa ha sido una presencia constante, mante-niéndose firme mientras la historia se origina a su alrededor.

Antonio Rubiales es el hijo de una de las tres inquilinas restantes, y la visita a menudo

para comer, para pasar tiempo con ella o dejar su bici cuando está en el vecindario.

“No resido aquí desde hace dos años pero estuve viviendo treinta años, desde los ocho, mi vida entera”, recuerda.

“Crecer en el Pumarejo fue una expe-riencia diferente. No es cualquier plaza. Los 80 fueron años muy difíciles aquí, en todo el barrio realmente. Cuando iba al colegio, la gente me preguntaba, ‘¿dónde vives?’ y yo les respondía que en la Plaza del Pumarejo. Su contestación era ‘¡Uf!, ésa es una zona peligro-sa. ¿Dónde del Pumarejo?’, y yo les decía que en la Casa del Pumarejo. Ellos volvían a res-ponder ‘¡Uf!’ Era conocido por los problemas de drogas y la delincuencia. Pero no fue así sólo para mí, mi familia, mis hermanos. Fue así para cualquier persona que residiera en el barrio en aquella época”, comenta.

“Nosotros no tuvimos problemas con las drogas pero sí gente de nuestro alrededor. Los caramelos se vendían a los yonquis que posteriormente usaban la envoltura para fu-mar crack por lo que nunca comíamos cara-melos. Algunos señalarían que fue una infan-cia dura pero no recuerdo que fuera así, ni yo tuve problemas con las drogas ni ninguno de mis amigos. Fue una experiencia que no cambiaría porque te hace madurar en una edad temprana, pero no de una manera nega-tiva”, añade. “Era muy divertido. Si observas la casa ahora, no es la misma que solía ser. Está tan tranquila, en calma. Es otro mundo, otro mundo por completo. Éramos muchos niños creciendo por aquí, muchísimos”.

Antonio empieza a contar en alto, mirando hacia arriba mientras busca en su cabeza para recordar a todo el grupo.

“Éramos seis con más o menos la misma edad”, cuenta. “Pegábamos patadas al balón, jugábamos al béisbol, andábamos en bici en

La Casa del Pumarejo, un monumento neoclásico del siglo XVIII que sirve de residencia a decenas de familias con escasos recursos económicos, ha luchado durante años por sobrevivir al aburguesamiento del barrio de San Luis. Sin fondos para financiar una reforma, los residentes del pasado y del presente deben esperar, reflexionando sobre su importancia histórica, el papel que tiene en la comunidad y su incierto futuro.

Grace Martin + Nerea Artesero

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La Casa del Pumarejo: una presencia constante en una ciudad cambiante

pÁGINA OpUESTA: DOñA FELISA EN LA ‘CASA DEL pUMAREJO’ DURANTE LA pRESENTACIÓN DE LA pLATAFORMA ‘LO HACEMOS NOSOTRAS’. SEVILLA , 27 DE NOVIEMBRE DE 2012 / STEFANIA SCAMARDI

“Vinimos en 1974 y formamos aquí nuestra familia. Aquí han nacido, han crecido y se han casado nuestros hijos. Y aquí mismo estaré yo hasta que me muera.”

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el patio… era una locura. Había muchos ve-cinos y era totalmente diferente tiempo atrás. Cuando había un cumpleaños, lo celebrába-mos todos juntos. Las comuniones también se celebraban siempre en el patio”.

La alegre sonrisa que mostraba Antonio recordando las historias de su infancia se esfu-ma gradualmente.

“Ahora, la casa no tiene vida. Quiero decir: tiene pero no de la misma forma. Actualmen-te, tiene vida gracias al centro comunitario, la asociación de La Casa del Pumarejo, y gracias a todas las otras organizaciones. Está mejoran-do con la ayuda de estas personas, pero du-rante muchos años, era realmente triste pasar por aquí”.

“Lo que le ha pasado a la casa es totalmen-te normal: gente que ha crecido, se ha casa-do…”, continúa Antonio. “Pero el problema permanece ya que no vienen familias nuevas a llenar el hueco que las antiguas familias deja-ron. En la actualidad, la gente ve la casa como problemática porque es cara de mantener y necesita reformas. El mantenimiento cuesta dinero y nadie está dispuesto a pagar”.

El Ayuntamiento propuso un presupuesto de 5,6 millones de euros para la reforma inte-gral del antiguo palacio en 2007; sin embargo, no se han llevado a cabo las acciones del pro-yecto. En la actualidad, el gobierno local dice que no dispone de dinero con el acecho de la crisis económica. Hasta hoy, sólo se han hecho arreglos superficiales y parciales a la casa para prevenir que se desplome.

El plan municipal es dedicar el piso supe-rior de la casa a la gente que vive bajo con-diciones precarias; por ejemplo, si sus casas corren el riesgo de derrumbarse o si les des-ahucian por no poder pagar el alquiler. Habrá veintidós apartamentos si alguna vez el plan llega a buen puerto pero, primero, el Ayunta-miento debe hacer los arreglos y reformas que la casa requiere tan urgentemente.

“No sé qué depara el futuro, pero me asusta”, dice Antonio.

“Si terminan por cerrarla, o si mi madre tiene que irse, será duro. Supondría más que el trauma normal que alguien siente al crecer y dejar a sus padres, porque es una casa muy especial, estéticamente preciosa, tiene vida dentro de sus muros, tiene un rico pasado lle-no de recuerdos. Pero es también especial por los esfuerzos colectivos que se han puesto en la lucha, todo el mundo trabajando juntos por un bien común: salvar una casa impresionante donde he tenido la suerte de vivir treinta años”.

(4) AMIGOS Y VECINOS DE LA CASA DEL pUMAREJO, INCLUIDA FELISA (SENTADA EN EL CENTRO), REUNIDOS EN EL HISTÓRICO BAR MARIANO, 2011 / ANNA ELIAS (annaelias.com)

(2) GRAFFITI EXIGIENDO REpARACIONES DESDE LAS AZOTEAS DE LA CASA DEL pUMAREJO, 2010 / STEFANIA SCAMARDI

(1) ENCUENTRO SOBRE ‘LA MEMORIA HISTÓRICA DEL pUMAREJO’ EN EL pATIO DE LA CASA, 19 DE JUNIO 2004 / DAVID GÓMEZ

(2)

(4)

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(1) (3) DETALLE DEL pATIO DE LA CASA DEL pUMAREJO, 2012 / GRACE MARTIN

Page 12: más+menos revista de estudiantes / otoño 2012 …...ver qué tal anda o pá pedirle recetas, porque ella… pues no le gusta cocinar pero tuvo que aprender porque tiene siete hijos…”

pRESS CONFERENCE OF THE pLATFORM ‘LO HACEMOS NOSOTRAS’ OUTSIDE THE ‘CASA DEL pUMAREJO’. SEVILLE , NOVEMBER 27TH 2012 / HAZEINA RODRÍGUEZ CRESpO

“The Association ‘Casa Pumarejo’ has the solution: the project ‘Lo Hacemos Nosotras’ (‘We Do It Ourselves’). A campaign based on the support of the community through crowd-funding in order to finance the full renovation of the ‘Casa Grande.’”