mujeres tomando su lugar
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Este discurso fue ante un auditorio de mujeres con la presencia de autoridades municipales, al inicio de la administración de la primer alcalde elegida por el voto ciudadano, sra. Aracely Escalante Jasso en Ciudad del Carmen, Camp., 2009-2012.Sirve como una reflexión y un llamado a quienes desde esas posiciones de confianza que el pueblo les otorga mediante el voto, hagan uso del poder para el servicio de los más altos ideales. Y sirve también, para revisar cuánto se ha hecho, o cómo se ha hecho, como una foto del antes y el después. Que la historia y la ciudadanía califiquen el resultado. Ahi lo dejo pues, como testimonio. Verónica LozadaTRANSCRIPT
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“Mujeres tomando su lugar”
Por: Verónica Lozada Maldonado
Discurso pronunciado el 28 de Octubre del 2009,
Ante autoridades institucionales para la atención a la mujer y
ciudadanas del municipio de Ciudad del Carmen, Camp.
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No es tan terrible la maldad de los perversos,
como el pasmoso silencio de los buenos, Martin
Luther King
Muy buenas tardes Autoridades aquí presentes, Sra.
Claudia Calderón, presidenta del patronato DIF
municipal; Sra. Ana Carmen Turriza, Directora del
Instituto Municipal de la Mujer; 8ª. Regidora Leydi Lugo
Espadas; estimadas mujeres carmelitas, les saludo
cordialmente con aprecio. Agradezco la amable
invitación de Sonia Zapata, coordinadora del Centro
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Esperanza Viva, A.C., quien viene haciendo una callada
labor desde hace ya varios años, a favor de la mujer y
de grupos vulnerables, con profunda compasión y
vocación de servicio en esta ciudad, mi admiración y
reconocimiento para ella. En esta ocasión me ha
invitado para exponer una reflexión sobre el tema de la
importancia de la mujer en la solución de los problemas
que aquejan a la comunidad, misma que he titulado:
“Mujeres tomando su lugar”
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Exactamente cuatrocientos ochenta y cinco años han
pasado, desde que los españoles iniciaron sus esfuerzos
de “cristianizar” estas tierras.
En palabras de Fray Toribio de Benavente, mejorconocido históricamente como Motolinía, --luchabancontra el demonio que tenía sometidos a los pueblosindígenas. Y así, en ese largo esfuerzo por evangelizaral indio, y la fuerte resistencia encontrada, derivó en lapersecución contra los sacerdotes indígenas, los noblesy hechiceros que continuaban practicando sus ritosantiguos, y cualquier otra casta de esa sociedad,imponiendo castigos que iban desde los azotes hasta la
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hoguera y la horca; en suma, cristianizaciónmediante el uso de la fuerza.
Así la violencia, se integró a los elementos de la nuevacultura, percibida como consentida por ese nuevo dios.Se dieron las conversiones masivas. Se aceptó la cruzmediante la espada, pero esa conversión no fue hijadel convencer, sino del convenir. ¡Para que no mematen!,
¡Siiií, está bien, acepto, soy cristiano. Bautícenme!
Al fin y al cabo los indios siguieron practicando susrituales al interior, y la nueva religión al exterior.
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En México estamos hoy, a casi cinco siglos de aquellaconquista espiritual. Pero debemos admitir una verdaddolorosa: ¡No hemos conocido a Dios como nación!
No ha llegado a penetrar los corazones la doctrina deAquel que dijo: Amarás a tu prójimo como a timismo.
La violencia en cambio, si se instaló en la cultura,junto con la maña y la conveniencia como ingredientesde un estilo de vida para sobrevivir en estas tierras.
Y lo más lamentable, es que esa violencia, en todas susformas, se ejerce sobre el más débil en la sociedad. Es
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como una pirámide donde quien queda abajo, en labase, tiene que cargar con más atropellos. Así, de formacasi natural, la mujer y el menor forman esa parte másvulnerable.
De modo que, a cinco siglos de ese esfuerzo por
arrancar al indio de las garras de esos demonios
paganos, la suerte de sus descendientes, --los del
conquistador y el conquistado--, no termina por verse
favorecida.
Hoy, en medio de un mar de leyes escritas paraproteger los derechos de la mujer, del menor, delindígena, y de cada uno de los ciudadanos de esta
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nación, tenemos que ser testigos del horror quesignifica el hacer efectivos esos elementales derechoshumanos para los más desafortunados.
Soy Campechana por vecindad, hace casi diez años vinea esta isla con tres hijos pequeños, atravesando unasituación de profundo dolor y abatimiento. Conozco por experiencia el sufrimiento de una madre
para criar hijos sola, Ser expulsado de un hogar al que te has aferrado
para construir una familia, pese a golpes, amenazas de muerte, abandono de
responsabilidades del padre de familia, etc.
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La vergüenza, el miedo a ser rechazado si se enterande tu situación, temor a la burla, incapacidad paraentender tu propia situación, el aislamiento, y tantosprocesos de dolor que conlleva esa situación.
Y mucho más cuando en tu infancia te ha tocadoexperimentar ser un menor abandonado.
No quieres dejar a tus hijos pero tienes que salir atrabajar para cubrir sus necesidades.
El acoso sexual y las propuestas indecorosas porquepiensan que si no tienes marido, seguro estáshambriento de aventuras, el querer condicionar untrabajo o un algo que necesites a cambio de favoressexuales.
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Encima, el señalamiento y ensañamiento de lasmismas mujeres contra las mujeres. Regateando elrespeto y la solidaridad entre tu mismo sexo.
Qué vergüenza!
Qué injusticia y qué aberrante humillante la que tiene
que sufrir un ser humano en su afán de una vida digna
en este país.
¡No podemos ser indiferentes a esta realidad!
¡Este es mi caso, pero no es único!
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Para ninguno de nosotros es un secreto que este es un
panorama cotidiano en la vida de esta nación, y
particularmente, en la vida de nuestra amada localidad.
Tenemos una explosión de violencia en Ciudad delCarmen, solo asomarse diariamente al periódico y ahíestá la prueba fehaciente.
Es una violencia física, psicológica, material, espiritual,
continuada, escalada en intensidad e imparable por lo
visto hasta el momento. Pero lo más grave de todo eso,
es la insensibilidad de jueces que declaran resoluciones
subjetivas basadas en una pírrica interpretación y
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aplicación de la ley, cuya impartición de justicia lo único
que provoca es una profunda impotencia y un
distorsionado concepto del Estado de Derecho, donde
quien quebranta la ley tiene más consideraciones que
las víctimas, dejándolas en un estado peor que antes de
denunciar su delito, pues ahora tienen que lidiar con la
impunidad, el temor a la venganza del delincuente, la
vergüenza y la desconfianza a las instituciones y sus
autoridades, generando con ello un mayor desgaste
social que conduce a la descomposición acelerada de los
diferentes estratos que componen la estructura social.
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¡No es de extrañar el aumento en la
desintegración familiar, los homicidios por
venganza o justicia privada, la violencia sexual,
las adicciones y la alarmante ola de suicidios que
en este mes ya rebasaron las cifras del 2008!
¡Claramente, esto demuestra la descomposición
de la sociedad!
¡Y aquél que piense que no es su problema mientras no
le toque a él, está totalmente equivocado!
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Cuando se destruye una familia, se destruye parte de la
sociedad; cuando se violenta a una mujer se violenta a
todas; cuando se abusa de un menor, se abusa de
todos los niños; cuando se mata por venganza, se está
mandando un mensaje de la desconfianza en las
autoridades para declarar justicia. En síntesis, cuando
se tolera la violencia e injusticia en la sociedad, se está
tolerando la cancelación de un derecho de concesión
divina, el derecho a una vida digna.
¡Esto es inaceptable!
¡No podemos quedarnos como espectadoras!
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¿Qué podemos hacer?
¿Qué puede hacer el hombre, la mujer, el ser humano,
para la recuperación de una vida digna?
Esta es una gran pregunta en cualquier orden social.
Para quienes se atrevan a preguntárselo, y en verdad
estén dispuestas a asumir la respuesta, hemos sin duda,
que aplicar sabiduría al corazón para llevar a cabo la
tarea.
Y no me refiero a una tarea que deba realizarse desde
una posición política. Me refiero a una tarea que
realicemos desde nuestras humildes trincheras como
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amas de casa, como maestras, como enfermeras, como
hijas de familia, como hermanas, como madres, como
esposas, como profesionistas, como empleadas, como
estudiantes, como simples y llanas mujeres que somos.
¡Tenemos que hacer algo!
La primera tarea viene desde el interior, tomar la
resolución de NO ACEPTAR el mal como algo normal, la
violencia en cualquiera de sus formas es maldad. No lo
aceptemos, no lo toleremos desde lo profundo de
nuestro ser humano, repudiemos esa conducta en
nosotros y al exterior nuestro.
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La segunda tarea es romper el silencio.
Hay que hablar de nuestra situación personal, pedir
ayudar, busca un consejero familiar, un círculo de
ayuda, una A.C., y acércate al DIF o al IMM de la mujer
y pregunta que programas tienen para ayudar a
personas en tu situación.
¡TU NO ESTAS SOLA!
Cada mujer en esta isla debe saber que sí hay alguien a
quien acudir, que hay ayuda para su situación, que hay
personas preocupadas por aportar una solución a estos
problemas de la comunidad.
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Estoy aquí, rompiendo el silencio sobre una
situación personal que con la ayuda de Dios superé. Yo
te digo, tú también puedes. No estás sola. Juntas
tenemos que vencer este ciclo de odio que se repite
incesantemente entre nuestra sociedad, como una
cultura de muerte.
Como proclamé al principio, citando a Martin Luther
King, “nuestra generación no se habrá lamentado
tanto de las maldades de los perversos, como del
pasmoso silencio de los buenos”.
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La pasividad de los buenos, el silencio de los corderitos,
es casi siempre, la razón y explicación final del avance
del mal en el mundo. No podemos evitar la
confrontación de los males sociales, porque así como el
bien se encuentra presente, también el mal lo está por
todas partes. Es urgente que como mujeres
despertemos de ese letargo de silencio cómplice. Y no
permitir nuestro acostumbramiento al mal.
Porque uno de los resultados más indeseados es queperdamos la capacidad de asombro, que ya nada nosestremezca, que todo el mal nos parezca normal; o aunpeor, convertirnos en morbosas adictivas que demanden
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más y más sangre. Porque entonces, ese día, estamossiendo peores que ellos y hasta cómplices.
El momento que pasa nuestra sociedad, amerita unarespuesta de nuestra parte, es urgente atender estosgraves males.
Creo que encaja muy bien la célebre frase delpresidente de una nación vecina,
"No preguntes lo que puede hacer tu país porti.Pregunta qué puedes hacer tú por tú país".
Esa es la vocación de servicio que se requiere hoy.
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Tenemos que cambiar la mentalidad de que el gobiernotiene que resolver nuestros problemas. Es tiempo quecomo mujeres TOMEMOS NUESTRO LUGAR. Es tiempode ejercer nuestra ciudadanía, es tiempo de servir alprójimo en este lugar donde estamos criando a nuestrasfamilias, empezando por nuestras propias casas, estiempo de dejar de estirar la mano esperando unacaridad para resolver nuestras necesidades. Es tiempoque como mujeres saquemos nuestra ciudadanía dedebajo del colchón y la pongamos a producir.
Es tiempo de que busquemos oportunidades deexaltar las virtudes antes que los vicios
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Es tiempo que dejemos de ser indiferentes al dolorajeno
Es tiempo de un compromiso ético y moral Es tiempo de conocer nuestros derechos Es tiempo de ejercer nuestra ciudadanía Es tiempo de pasar de las lagrimas al consuelo Es tiempo de dejar de quejarnos Es tiempo de asumir una actitud responsable Es tiempo de repudiar la violencia y mostrar nuestra
“cristiandad” Es tiempo de no aceptar nada menos a una vida
digna, ESE ES NUESTRO LUGAR.
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Si hay un tiempo de hacer algo por nuestraciudad es hoy, si no somos nosotras, quienes, y sino lo hacemos ahora, ¿cuándo?
Sin duda, es tiempo de trabajar duro!
Pero tenemos que hacerlo como equipo. Tenemos quetrabajar mano con mano con quienes encabezan lasinstituciones y asumir la responsabilidad que comociudadanas nos corresponde, hay mucho por hacer, hayque prepararse, hay que levantar los brazos caídos, haymucho por restaurar. Las mujeres pueden ser quienessalven las ciudades. Con esa capacidad que tenemospara aglutinar, como la gallina junta a sus pollitos, con
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esa virtud de calidez, de afecto, de entrega, de amor,de sacrificio.
Tengo esperanza ahora que tenemos una mujer alcaldeen la ciudad, para que dentro de su programa degobierno, el papel de la mujer y el derecho a una vidadigna se tornen prioritarios. Es una tarea titánica, nopodrá hacerlo sola. Es urgente que todas participemos.Yo diría pasa este mensaje como primer tarea, pero nosolo es necesario que lo prediques, sino tambiénque lo apliques, y que participes.
Porque de no hacerlo, la parte patética de esto, no es la
herida hacia un individuo. Es el clima de odio y de
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amargura que impregna a nuestra sociedad, son estos
accesos de profunda violencia que brotan como llagas.
Hoy es una mujer. Mañana puede ser cualquier otra, no
importa quién, niña, niño, joven. Tengo la esperanza
que aprendamos del hoy para remediar el mañana.
Porque, irremediablemente, mientras el espíritu se halle
esclavizado, por esos horrendos verdugos, jamás podrá
ser libre. La libertad de pensamiento, la libertad en el
ser mismo, el firme sentido de quien uno es, la
identidad. Esa sin duda, es el arma más poderosa
contra las terribles tinieblas de la subyugación humana.
No existe ninguna ley humana que pueda garantizar
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esta clase de libertad. Pero si es posible que como
mujeres, como seres humanos, no nos rindamos en una
lucha de vida para alcanzar nuestra dignificación, hasta
que podamos firmar con nuestro propio nombre y
nuestra propia humanidad, y con un espíritu extendido
hacia la verdadera libertad, donde rechacemos con
firmeza las cadenas de la despersonalización y nos
digamos a sí mismas y al mundo: “Yo soy alguien, soy
una persona. Soy una mujer con dignidad y con honor.
Tengo una historia propia.”
¡Que este sea el objetivo!
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Convertir esta Isla bendita, en un lugar donde cada unode nuestras autoridades, que toman decisionestrascendentes para la vida de este territorio, jueces delpoder judicial, sean hombres o mujeres; y cualquier otrapersona en autoridad de cualquier nivel consagre suslabios a pronunciar verdad, a declarar justicia, a dar acada quien lo suyo sin discriminación de género, declase social, de poder económico, de apellido o departido. Un lugar donde la gente pueda palpar elrespeto al ser humano como valor predominante, dondea nadie se le cancele la esperanza y se le someta a undesierto de desesperación, y entonces sí, se vislumbrela fraternidad humana, enunciada por el Redentor, con
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aquellas vigentes palabras: -ama a tu prójimo comoa ti mismo.
Verónica Lozada