nacionalidades históricas y regiones sin historia (breve recensión)

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Breve recensión del libro del mismo título del profesor Blanco

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Page 1: Nacionalidades históricas y regiones sin historia (breve recensión)

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FEBRERO/2011

Francisco José de la Cruz Molina*

Breve recensión**de Nacionalidades históricas y Regiones sin historia. Blanco, R. (2005).- Madrid, Alianza.

*Licenciado en CC. Políticas y Sociología. **Trabajo para la Asignatura FEDERALISMO Y DESCENTRALIZACIÓN EN PERSPECTIVA COMPARADA, Máster Universitario en Política y Democracia, UNED, Madrid.

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Escribía en 2006 Francesc Carrera a propósito de una reseña bibliográfica1 que, curiosamente, el último libro de Roberto Blanco Valdés, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Santiago de Compostela, está hoy más de actualidad que en el momento de su publicación, a comienzos del verano de 2005. El motivo es […] el debate ocasionado a raíz del polémico proyecto del nuevo Estatuto de Cataluña…. Pasado ya ese episodio que tanto ha dado que hablar y, más si cabe, que escribir, tras el resultado electoral de las autonómicas catalanas de 2010, junto al desencanto general del país (o mejor de los paisanos) por los efectos de la crisis económica, el recuestionamiento de nuestro modelo autonómico está más que presente con un aliciente más: el cuasi consenso o percepción generalizada de la necesidad de su reforma. La realidad es que, como se hace ver en el texto de Blanco, nunca hemos dejado este debate que, aumentado o disminuido en su intensidad (enconamiento) a golpe de transferencia, ha dominado tanto el proceso de devolución como la política en general.

En su análisis, el proceso autonómico lo conduce a través de la interpretación de nuestros nacionalismos periféricos, la descripción del puzzle que forma España, el camino recorrido con la Constitución, junto a las propuestas de reforma necesarias para dotar de estabilidad a la configuración del Estado y su proyección federal, modelo, afirma, del que ya participamos.

Prologado por Fernando Savater, se perfila en su introducción el camino seguido por nuestro proceso de devolución a través del análisis de las instituciones. El punto de partida es la referencia a los actores del conflicto: los nacionalismos organizados políticamente y su interpretación. El nacionalismo (de reclamaciones étnicas) es presentado como problema: Cuanto más se ha descentralizado nuestro Estado, más insatisfechos -y más intransigentes- se han mostrado aquellos que han terminado por ser los beneficiarios principales de esta descentralización: los nacionalismos periféricos. Al mismo tiempo que responsables de una interpretación nacionalista (interesada) del texto constitucional.

En su caracterización de nuestros nacionalismos (vasco y catalán, fundamentalmente) nuestro autor no se anda con ambages: sitúa su doctrina en la mitogénesis y en un caminar mirando hacia atrás, impropio de una sociedad política y cultural del s. XXI, que no provoca sino rechazo al rechazar la misma pluralidad sobre la que se conforma cualquier sociedad actual. Realidades con significado serán de lo que el nacionalismo se alimente, en una conjunción tan variable como sus próceres postulen; tan diferente como a los ámbitos a los que contraponerse; tan semejante como a los que adherirse.

1 Francesc Carrera, Revista de Libros nº 112, Abril 2006, www.revistasculturales.com

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Todos [en España] somos mestizos de pura cepa. Félix Ovejero. En una ojeada por las tierras de España, la diversidad cultural y la mezcolanza

toman carta de naturaleza. Lejos de aparecer como espacios compartimentados y bien definidos, las piezas del puzzle muestran en cada una de ellas un poco de todas. En un recorrido por la Cultura española sobran ejemplos de nuestro mestizaje, que no ha hecho sino aumentar y ampliar el valor de cada parte y como prueba contraria a ese reduccionismo nacionalista, pluralista de puertas hacia fuera, uniformador hacia dentro.

Sobre nuestra actual Constitución nos informa con un análisis casi exhaustivo. Para entender su análisis, el punto de partida es determinar de dónde emanan los

derechos: para Blanco no cabe duda. Los derechos derivan de la norma constitucional, por lo que las reclamaciones en pro del reconocimiento de unos derechos, supuestamente históricos, no ha lugar salvo en lo que la misma norma recoge; para la causa nacionalista con poder, son los derechos anteriores, reconocidos en la Carta como hechos diferenciales junto al atributo de nacionalidad, los que permiten su reconocimiento junto a un trato diferenciado: hechos diferenciales => derechos diferenciados. Sin embargo, el presupuesto es el inverso al empleado por los nacionalismos (en consonancia con los enfoques próximos al Derecho (formal/legal: los que no es Derecho, no es Estado; el espíritu de las leyes). Nuestra Carta nació de los consensos políticos del momento marcados por la puesta en escena, por parte de los nacionalistas, del problema nacional. Blanco nos recuerda en lo que el consenso se llevó el primer anteproyecto de Constitución publicado en el Boletín Oficial de las Cortes, cuyo Título VIII, el que recoge la organización territorial, difiere y, sobre qué manera, del finalmente vigente. La opción presentada en este anteproyecto albergaba un proceso de descentralización homogéneo, en contenido y ritmos, alternativa a la entonces existente estructura centralista del Estado. El resultado fue el que conocemos: una propuesta abierta al desarrollo, definida para las nacionalidades históricas, indefinida para las regiones sin historia. Y así fue cómo comenzó la andadura de un camino que establecía una vía especial y rápida para unos, junto a otra angosta y lenta para el resto. Pero pronto esa dualidad comenzó a quebrarse. Las aspiraciones del resto del Estado pusieron en un brete las normas de juego, traducidas en las presiones para el acceso diferenciado de Andalucía, especialmente, y plasmados en los pactos autonómicos, en 1981 y 1992. Estos pactos alcanzados por los partidos nacionales con responsabilidades supusieron el encauzamiento del proceso autonómico hacia una de sus posibles derivas, la de la igualdad, en lo que se ha conocido como café para todos, es decir, las mismas competencias y organización, y en los plazos más cortos posibles. Si el pacto autonómico de 1981 supuso el encarrilamiento hacia un modelo simétrico, el impulso en 1992 hacia la reforma estatutaria y la apertura a un abanico mayor de competencias a las de vía lenta definieron la ruta de la igualdad de forma definitiva. Anegada la vía de la diferenciación (asimetría) postulada por los nacionalismos gobernantes, la desazón política durante todo el proceso ha girado en las constantes reclamaciones y envites al Estado por parte de los nacionalismos,

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fundamentalmente. La escalada aumentó en 2002 con las grandes transferencias que supusieron un techo competencial similar en todas las regiones. El principio de diferenciación quedó así anulado en su orientación. Aderezado con el Plan Ibarretxe, la reforma del Catalán y acompañado de las sucesivas reformas estatutarias con el y no menos que, el café ya no resultó cómodo2 para el nacionalismo. Entretanto, una nueva realidad se iba abriendo paso: al calor de las nuevas instituciones surgidas con el proceso de descentralización, comenzó a observarse la progresiva aparición de una clase política autonómica cuyas posibilidades de pervivencia y de futuro desarrollo dependían de la consolidación de estas incipientes instituciones autonómicas y la ampliación competencial. El entramado institucional y la asunción de nuevas competencias actuarán retroalimentándose, dando solidez a un entramado cada vez más solvente y eficaz. Este interés de la clase política autonómica, junto al ya referido impulso de los Acuerdos Autonómicos de 1992, determinaron lo que Blanco denomina aquella carrera de tortugas y las liebres en un deprisa, deprisa que nos sitúa en un pacto federal sobrevenido, modelo federal, a falta de darle vestiduras y solemnidades.

Pero las necesidades de los partidos en el Gobierno, necesidad del apoyo parlamentario nacionalista y el guardar la ropa en el resto del Estado, convirtieron la devolución en un continuo mercado, acerando las críticas de ese resto, en un vaivén que oscila entre la calma y el conflicto, pero nunca la paz. Por esa necesidad, lo que estaba pronto a confluir (la igualdad competencial) comenzó a tomar un camino en rectas paralelas, con la resurrección del discurso de los hechos diferenciales, del espíritu nacionalista de la Constitución, del reclamo de la historicidad. Y en esas seguimos, mejor o peor, dependiendo de qué música convenga. Si algo debiéramos considerar de manera muy positiva de esta andadura es que nos ha permitido convivir y avanzar a todos y en un tiempo record. Pero no cabe duda que es necesario acometer reformas para seguir avanzando, una vez que el modelo está cerrado territorialmente. Nuestro autor se pregunta si alguien cree que no estamos ante un modelo federal. Partiendo de esta realidad, de la ya federalización en lo fundamental del Estado, sus propuestas de reforma se apuntan hacia ese modelo, con la vista en el éxito de otros en nuestro entorno: definir claramente el modelo competencial; la financiación; la reforma del Senado. Estos tres puntos han estado siempre en las agendas, si bien no se han materializado adecuadamente (la reforma del Senado en ninguna medida). La concreción en la atribución de competencias es fundamental para dotar de claridad al sistema. Junto a ella, el sistema de financiación, esencial para la ejecutoria de las anteriores. La reforma del Senado para que sea una auténtica cámara de representación territorial y con poderes, como corresponde a un diseño federal. Las actuales atribuciones de esta cámara son claramente insuficientes para nuestra realidad actual. Responden a la indefinición del sistema (inicial) recogido en la Constitución.

2 En alusión al sentirse cómodo de los nacionalistas dentro del Estado.

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• Elección indirecta de sus miembros por los procuradores de las cámaras autonómicas y en proporción a las fuerzas allí representadas. La representación se convertiría en auténticamente territorial, desligándola de la Cámara Baja y evitando el efecto de correlación.

• El número de senadores se establecería en base a una cuota fija por autonomía, más otra variable por población, evitando la sobrerrepresentación de unos en detrimento de otros.

• Votación diferenciada, con voto por senador como norma general, y el comunitario, este último en función de las materias objeto de decisión.

A diferencia de la crítica que realiza Carrera centrando la cuestión en

federalismo asimétrico, confederación, o simétrico, federalismo en sus acepciones clásicas, en mi opinión el nudo gordiano, irresoluble desde los planteamientos nacionalistas, no lo es por la simetría o no del sistema, sino por la base étnica sobre la que se asientan las reclamaciones nacionales: nacionalismo cívico vs. nacionalismo étnico. Acudir a las emociones o sentimientos, a la irracionalidad3 que nos une a través de raza, fisonomía, peculiaridades intelectuales o tendencias de actuación, identidad visible, fenomenológica (Kedourie, 2006), características de un nacionalismo sentido y difícil de ubicar, no es nada nuevo pero sí muy eficaz, siguiendo la larga hebra que proporcionan las realidades con significado (permitiéndome parafrasear la definición del Profesor de Blas sobre el Estado4). El uso de estos significados ha permitido al nacionalismo representado exponer las ventajas de pertenencia a una comunidad para, en contraposición a la inexistente en otros territorios, poder disfrutar de ventajas. Pero pronto surgió un nacionalismo-regionalista que, al abrigo del nuevo setting institucional y del empuje de los Pactos Autonómicos, junto al, también empuje, de la política regional por parte de la Unión Europea5, ha reclamado, al menos lo mismo, que su enfrentado con historia.

¿Estamos ante un modelo federal como defiende Blanco? ¿Caminamos hacia él?

¿Traerá la paz entre territorios las reformas que se proponen? En nuestro ámbito, especialmente el europeo, parece que los procesos de

devolución, con diferentes intensidades, caminan en ese sentido. Las propuestas de reforma conducirían a ese resultado. La necesidad de

concretar el papel del Estado y cada una de sus partes, su cohesión y coherencia como Estado, parecen tener alto grado de consenso, con el límite de los Estatutos y, éstos a su vez, en la Constitución. La insatisfacción generalizada con el Senado invita a materializar lo que tantos años lleva pendiente: su reforma. La que preconiza Blanco puede ser una de las vías, diferenciada del modelo alemán parcialmente, en una reponderación de una representación que ya viene en su designación ponderada.

3 Es fácil encontrar a lo largo de la historia multitud de situaciones en las que la identidad ha sido utilizada como aglutinador y justificación, encubriendo las verdaderas razones de una acción, menos presentables, que, sin duda, hubieran obtenido el rechazo de a quienes van dirigidas: causas religiosas, étnicas, ataques a nuestra civilización y modo de vida, y un largo etcétera difícil de reproducir. 4 El Estado es un fenómeno complejo compuesto por diversos órdenes de realidad y significados (Blas, A. 1998:65). 5 La influencia de las políticas de la Unión Europea con base regional para impulsar el proceso descentralizador/regionalizador tal como recoge Caciagli, M. (2006) Regiones de Europa: autogobierno, regionalismos, integración europea. Valencia. Tirant lo Blanch.

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La lectura de este texto hoy tiene una pertinencia mayor, quizás, que cuando se publicó, con los añadidos de lo acontecido en el transcurso de estos pocos, pero intensos años. Junto a El Estado Autonómico, Federalismo y hechos diferenciales, publicado por el profesor Eliseo Aja en 1999, tendremos en nuestras manos dos referencias importantes para comprender la transformación de España desde un modelo centralista hacia uno, quizás, federal, con el común referente de la Constitución de 1978.

BIBLIOGRAFÍA (citada):

• AJA, E.: El Estado Autonómico: federalismo y hechos diferenciales. ALIANZA, MADRID, 1999.

• BLAS, ANDRÉS de y GARCÍA COTARELO, RAMÓN: Teoría del Estado. UNED, MADRID, 1998.

• CACIAGLI, M.: Regiones de Europa: autogobierno, regionalismos, integración europea. TIRANT LO BLANCH, VALENCIA, 2006.

• KEDOURIE, E: Nacionalismo. Págs. 71-110. CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES, MADRID, 1985.