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no.10 Invierno-Primavera 2009

editaDiputación de Salamanca - Dpto. de Turismo

C/ Felipe Espino, 137002 SalamancaTlf.: 923 293 [email protected]

coordinaciónJosé L. Crego

colaboradoresJuan Francisco Blanco, José Díez Elcuaz, Luis Miguel Mata, Raúl Tapia, Elena Verjano y José Luis Yuste.

fotografíasEloy Díaz, Roberto García, José A. Gómez Zazo, Francisco Martín, Maribel Martín, Luis M. Mata, MRW Aérea, Santiago Santos, Vicente Sierra Puparelli y José Vicente.

infografíaFernando Sanchís

diseño y maquetaciónAlterbi

imprimeGráficas Lope

portadaEl río Cuerpo de Hombre a su paso por Candelario (Fotografía: Francisco Martín)

La Diputación de Salamanca no se hace responsable de la opinión de los colaboradores. Queda prohibido reproducir total o parcialmente el contenido de la publicación sin autorización expresa del editor.

Ejemplar gratuito. Prohibida su venta.Depósito Legal: S. 51-2004

www.lasalina.es/turismo

Cuerpo de Hombre El río que llegó del frío (pg.08)

Asociado siempre a las cumbres nevadas de la Sierra de Béjar, donde, hasta bien avanzado el estío, el hielo se conserva en numerosos neveros resguardados de los cálidos vientos del sur.

El Azud de Riolobos Algarabía entre mares de cererales (pg.17)

Ánades, fochas, patos cuchara y otras aves de secano y aguazal han encon-trado refugio en este humedal, plasmando un lenguaje de la naturaleza lleno de vida y color.

Secretos del toro bravo (pg.26)

La mayor caja de secretos se encuentra en Salamanca, en ese singular ecosistema llamado dehesa donde se guardan las mejores historias de toros y vaqueros. Visitar una dehesa es destapar secretos.

Salvatierra de Tormes (pg.04) Paisaje después de la batalla

“La Villa también se mira desde la puerta sin puerta del río, permanentemente abierta en su muralla desvencijada, en el primero de los

lagos artificiales que cortan la respiración acompasada del Tormes”.

(pg.12) Tiempo de fiesta, tiempo de hornazoEmpanada contundente de chorizo, jamón, lomo y huevo cocido,

representa todo aquello que prohíbe el tiempo de abstinencia y se come en los populares Lunes de Pascuas o de Aguas como lo que es,

una fiesta para los sentidos.

(pg.22) Ciudad Rodrigo Estrella de la fronteraEl baluarte de la frontera salmantina con el, no siempre, afable vecino

Portugal. Una de las joyas más preciadas de la provincia que compite con la propia capital en el número, la calidad y belleza de sus edificaciones.

La casa de La Armuña (pg.30) en tierras de “pan llevar”

Las tierras del norte y del noreste de la capital salmantina presentan un modelo de vivienda de similares características, siendo en La Armuña de

adobe, tapial y piedra arenisca, mientras que hacia el este predomina el uso del ladrillo macizo.

Revista turística de Salamanca

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l cielo de Salamanca encuentra

su reflejo más fiel en el espejo

cristalino de sus mares inte-

riores (Almendra, Aldeadávila, Saucelle,

Santa Teresa…).

La Villa de Salvatierra de Tormes, uno

de los enclaves estelares de la provincia,

también se mira desde la puerta sin puerta

del río, permanentemente abierta en su

muralla desvencijada, en el primero de los

lagos artificiales que cortan la respiración

acompasada del Tormes. El pantano de

Santa Teresa te devuelve una imagen irre-

conocible de lo que fue su itinerario secu-

lar, de sus juegos de guerra con el infiel en

una frontera que determinó su nombre.

La noche del solsticio de verano, que es

la noche de todos los encantamientos, se

encienden, como fuegos fatuos, las ánimas

de aquellos que habitaron este lugar privi-

legiado y que vagan ahora por el patio de

armas asilvestrado del castillo de la Mora

Encantada, entre las ruinas de la torre del

homenaje, para colarse por los huecos de

las troneras y aspilleras, por las grietas del

cubo y del adarve. Este castillo, atrinche-

rado tras una muralla medieval construida

con pizarra y que abría otras tres puertas,

es su emblema en la distancia. Este faro,

que ilumina ahora la vega anegada del

Tormes y brilla en sus aguas esmaltadas

de plenilunio, era vigía permanente del

trasiego de las artes de pesca del trasma-

llo que se empleaban para abastecer a las

poblaciones de las dos orillas. Barbos y bo-

gas cabalgan aún, en la memoria de mi

infancia, de pueblo en pueblo y llegan a

Salvatierra a lomos de los mulos, sobre le-

cho de helechos de la sierra que conservan

su frescura con la misma eficacia que las

cántaras de Cespedosa el agua, tal y como

he conservado yo hasta hoy aquel recuer-

do de niño. A la sombra de aquellos pes-

cadores y desde el magisterio de tío Pepe

Chacurra aprendí a retorcer alfileres para

elaborar anzuelos y a ejercitar la paciencia

infalible de la espera.

A SAlvAtierrA te llevAn doS cAminoS PrinciPAleS.

El de Montejo te presenta en primer plano

y de frente la villa, en un segundo plano el

pantano y, al fondo, la mole de ese gran

quelonio durmiente, llamado Cerro del

Berrueco, cuya verdadera y prodigiosa

historia revelaré algún día. El camino de

Aldeavieja arranca en Guijuelo y viene

reptando, persiguiendo el perfil sinuo-

so del pantano para ofrecerte la silueta

inconfundible de la Villa, con el castillo

–el palacio lo llaman allí– en su extremo

sur. Antaño, un tercer camino cruzaba el

puente sobre el Tormes y subía hasta en-

trar por la puerta del río. Hoy no quedan

ya ni puente ni camino. Existe un cuarto

acceso a la Villa, que viene desde Pizarral

atravesando la dehesa.

Sea cual sea el camino elegido, darás de

bruces con su plaza mayor, lugar idóneo

para concilios de chamanes y brujas, de

sombras espectrales. Esta plaza es cáliz

que guarda la sangre de los sacrificios

cruentos y sagrados de ese dios de la tra-

dición popular que es el toro. Testigos

desarmados por el tiempo inclemente, se

asoman al ara la talanquera y los toriles, la

cárcel del siglo xvi remozada, y también

la casona, la casa del corregidor y la

Paisaje después de la batalla

Salvatierra de Tormes

05

EN P

RIM

ERA

PERS

ONA

* por Juan Francisco Blanco. Fotografía de Vicente Sierra Puparelli

e

Calle empedrada que desciende hasta el espectacular mirador del castillo

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Juan Francisco Blan-co es hombre de vo-cación salmantina en permanente ejercicio. Filólogo, escritor, in-vestigador de la tradi-

ción oral y buen conocedor de la provincia, cuen-ta con múltiples publicaciones a sus espaldas. Su trayectoria profesional ha estado vinculada a la Universidad de Salamanca desde 1979 y desde 1980 a la Diputación de Salamanca, donde permanece, en estos momentos implicado en el proyecto del Instituto de las Identidades. Durante cinco años ha dirigido la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura.

sinagoga. Desde la plaza, has de bajar por

la calle empedrada hasta el mirador del

castillo. Dejarás a la derecha los lavaderos

y las escuelas, con un crucero hermoso. La

visión de ese gran abrazo del agua será un

bálsamo para tu espíritu.

Tras este primer impacto, regresa a la

plaza y toma la calle larga, que te lleva a

la iglesia; verás enseguida a tu siniestra,

el altozano con su caño de dos caras de

la fundición Moneo que vertía agua en

otro tiempo al gran abrevadero de hie-

rro oxidado. Hoy ese caño está seco y ha

cedido el testigo del agua de manantial a

otro de factura en piedra de cantería le-

vantado a su vera. Y cabe los dos caños,

la alhóndiga, travestida antaño en teatro.

Ahora alberga actos culturales y encuen-

tros festivos. En sus paredes cuelgan fotos

de atrás y también aquellas célebres coplas

del gato que tía Pepa la Gorda enhebraba

con dramatismo y regocijo. Que nadie se

vaya de la Villa sin leerlas: se asomará al

ejercicio juglaresco, sin otro sostén acadé-

mico que la escuela de la vida. Volverás a

la calle principal para dejarte sorprender

por las casas imponentes a ambas manos,

con sus portones con mirillas enrejadas,

de los más hermosos que conozco; con sus

blasones en dinteles o esquinados, con los

hostigos de las casas protegidos con surcos

bien echados de teja árabe; con el caserón

con fachada decorada con trozos de mica

que arrancábamos de niños con las uñas,

y en la que, según reza una lápida, nació

un notable de la villa: don Filiberto Villa-

lobos, don Fili para los salmantinos.

Alcanzarás la iglesia, cuya titular es Nues-

tra Señora de Monviedro, y darás cuenta,

si la observas con detalle por fuera, de las

distintas etapas de su construcción; girarás

una vuelta por su ronda y descubrirás con

por el silencio. Desde allí se accede al ote-

ro incomparable del campanario. Si sales

del templo, dirígete por tu derecha hacia

el cementerio, siguiendo el itinerario de la

procesión del viernes santo que culmina

en el calvario de piedra de granito, junto

al cementerio, a cuya entrada, sobre un

arco de medio punto, una lápida de piza-

rra confiesa la fecha de su construcción en

1891. Llama la atención el paredón sin-

gular de nichos con crestería de cruces de

hierro fundido.

loS PezuñeroS, especie endémi-

ca de la flora local, han colonizado las rui-

nas de Salvatierra. Las paredes de pizarra

sirven para dar cobijo a los basilios, cuyas

hojas carnosas y desvestidas de una fina

piel, se aplicaban de manera eficaz a las

heridas según el vademecum de la medici-

na popular. Cada estación del año propor-

ciona una luz singular a la Villa. También

requiere, eso sí, una contemplación

pausada en aquellas calles silenciosas.

El mirador del castillo ofrecerá siempre

argumentos suficientes para justificar

una escapada.

No conozco otro lugar como Salvatierra

con semejante capacidad de fascinación.

Su morfología de paisaje después de la

batalla, de sueño o pesadilla redivivos,

hacen de Salvatierra un nuevo Macondo,

una evocación de otra realidad puramente

mágica y seductora. Pero las ruinas de Sal-

vatierra no son hoy aquellas que saltaba

y exploraba de niño, mientras era testigo

inconsciente de su deterioro implacable.

Las calles se muestran arregladas y lim-

pias, las mismas ruinas no parecen fruto

0706

Su morfología de paisaje después de la batalla, de sueño o pesadilla redivivos, hacen de Salvatierra un nuevo Macondo

de la desidia sino del mimo de quien las

ofrece como una parte irrenunciable de su

identidad, como cicatrices de las muchas

heridas del tiempo, como arrugas en fin

que ennoblecen y avalan la sabiduría acu-

mulada. Todos queremos creer que la Vi-

lla ha iniciado un camino de dignidad y de

respeto por sí misma, aunque siga siendo

aún víctima propiciatoria de los procedi-

mientos administrativos.

Salvatierra, si aún no la conoces, debe ser

la primera obligación que te marques en tu

agenda-manual de primeros auxilios para

la supervivencia. Si la conoces, te reclama

de nuevo. Salvatierra es otra dimensión.

Salvatierra de Tormes

Guijuelo

emoción su reloj de sol, que cría líquenes

y mira al sur y llegarás a la piedra con

relieve visigodo que cumple como jamba

en la ventana de la sacristía. Entrarás, al

fin, y su enorme portal con precioso em-

pedrado te preparará para una nueva

sucesión de sorpresas: el retablo mayor

churrigueresco, con la titular del templo,

las imágenes de san Pedro y san Pablo, y

en otros altares una diversidad iconográ-

fica (tal vez procedente de las otras dos

parroquias o de las tres ermitas con que

contó Salvatierra) que da cuenta de las

devociones populares a san Roque, santa

Lucía, santa Águeda, san Antonio Abad

(san Antón por duplicado), san Antonio

de Padua, santa Rita, san Isidro o ese tríp-

tico de la pasión que componen el Cristo

de san Martín, el Yacente en su urna de

cristal que me impresionaba de niño y la

Dolorosa con sus siete puñales. En el coro,

un órgano barroco imponente y desolado

Tres guiños de Salvatierra: el calvario a la puerta del cementerio; una vista parcial de la plaza con el arco de la sinagoga y el caño de la fundición Moneo.

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ocas veces el nacimiento de

un río es un punto de referen-

cia paisajístico tan marcado

como sucede con el Cuerpo de Hombre,

asociado siempre a las cumbres nevadas

de la Sierra de Béjar, donde, hasta bien

avanzado el estío, el hielo se conserva en

numerosos neveros resguardados de los

cálidos vientos del sur. A 2.280 metros de

altitud tiene su nacimiento en Hoya Mo-

ros, en las Charcas de Venerofrío, donde

se encuentra el único paisaje glacial de la

provincia salmantina.

En las épocas remotas del cuaternario, la

nieve y los hielos contribuyeron a formar

el relieve de la Sierra a través de las glacia-

ciones. Los circos o monteras glaciares se

acumulaban en las montañas más altas y

sus lenguas de hielo se deslizaban forman-

do anchos valles en forma de U. Aquellos

desplazamientos de los hielos han queda-

do registrados en las diferentes crestas de

los complejos morrénicos (como la de El

Parral, al fondo de Hoya Moros). Los va-

lles, las pedreras, las lagunas... constituyen

los restos más patentes de aquellos tiem-

pos en los que los hielos cubrían la mayor

parte de la superficie europea.

Su cAudAl iniciAl no eS muy AbundAnte, pues no ha re-

cibido todavía el aporte de afluentes im-

portantes, pero debido a la acusada pen-

diente, sobre la dureza del roquedo ha ido

modelando lanchares y formando hoyas,

que se escalonan entre cascadas y rápidos.

El transcurso del río por el término de

Candelario se realiza por parajes de una

gran belleza, salpicados de bosques de ro-

bles y castaños: la dehesa boyal de Can-

delario (en la que se suman, a las especies

mencionadas, acebos, abedules, servales,

majuelos), la Puente Nueva, la hidroeléc-

trica La Abeja, la antigua fábrica de papel

(de la que ya hablaba Madoz a mediados

del siglo xix), un antiguo molino (hoy cen-

tral de Samuel Solórzano). En este primer

tramo, es frecuente encontrar majadas

que dan cobijo al ganado y tenadas para

guardar el heno, esparcidas entre prade-

ras que, a finales del invierno, adquieren

el color amarillo de los narcisos. Al llegar

al puente viejo del Navazo, único medio

de comunicación entre Béjar y Candelario

hasta que se construyó el puente nuevo a

mediados del siglo xix, conviene desviarse

a la villa chacinera.

Candelario, situado en las faldas de la sie-

rra a 1.126 metros de altitud, es uno de

los pueblos más singulares de España. El

marco geográfico en el que se enclava, su

brillante arquitectura popular con las bati-

puertas, sus costumbres y su indumentaria

tradicional imponen una parada obliga-

toria para toda persona con inquietudes

culturales. Uno de los aspectos más carac-

terísticos de esta villa son las acequias o

regaderas que recorren las calles del pue-

blo, con el agua procedente de las mon-

tañas inmediatas. El murmullo cristalino

acompaña la transparencia de la corrien-

te y reclama la atención del paseante, que

desvía su mirada de unas casonas caracte-

rizadas por su elegancia y vistosidad, son

las casas-fábricas.

Retomamos el curso del río en el paraje

del Navazo, donde recibe un impor-

Cuerpode Hombre

* por José Ignacio Díez Elcuaz. Fotografía de Francisco Martín

08

El río que llegó del frío

P

El curso alto del río Cuerpo de Hombre en el valle de Hoya Cuevas

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tante caudal de aguas de otros afluentes

que bajan de la Sierra. Nos encontramos

entonces con las primeras fábricas textiles

que han definido a Béjar como ciudad in-

dustrial. En el xix, la actividad de los viejos

obradores se trasladó a las orillas del río,

en busca de la fuerza motriz que moviera

los telares. Pero, cuando llegaba el estío y

el Cuerpo de Hombre perdía gran parte

de su caudal, en las fábricas fue necesario

recurrir a la energía del carbón; así a la

corriente de agua le nacieron gigantes de

ladrillo, chimeneas hoy sin uso en las que

las cigüeñas han instalado sus nidos.

Pasado el Puente Nuevo de la Corredera,

el río se bifurca para formar la isla de La

Aliseda. Posteriormente, vuelve a enca-

jonarse en un lugar que fue elegido para

levantar el Puente Viejo, punto en el que

confluían todos los caminos que desde

Béjar se dirigían hacia el norte. El table-

ro moderno no permite ver el arco gótico

que salva el espacio entre las dos orillas.

Tras la pesquera Batuecas (el salto de la

fábrica “Rafael Díaz”), se puede seguir

fácilmente el curso del río y ver las vie-

jas naves textiles a través de una senda

habilitada por el ayuntamiento de Béjar.

Pero el interés de la ruta no se debe sólo la

arqueología industrial; otros lugares me-

recen también una parada. Es el caso de

las estructuras creadas por los ingenieros

para el ferrocarril a finales del siglo xix: el

puente, un túnel de 372 metros que atra-

viesa la roca granítica en la que se asienta

la ciudad (terminado en 1891) y otro de

menores dimensiones (178 metros), si-

tuado en la otra orilla del río Cuerpo de

Hombre. A continuación, se encuentra

el histórico Puente de San Albín, con su

espectacular arco gótico, que tiene unas

dimensiones de diecisiete metros de luz y

una altura similar sobre el tablero.

Antes de abandonar el término de Béjar,

el Cuerpo de Hombre discurre paralelo a

la Calzada de la Plata. En las proximida-

des de Puerto de Béjar se pueden contem-

plar algunos sorprendentes tramos de la

vía romana con paneles de interpretación.

El puente de la Malena permite que los

peregrinos salven la corriente. En el siglo

xiii se le denominaba “la puente del Can-

to”. Poco o nada queda en él de sus oríge-

nes romanos. Lo más antiguo es un arco

gótico; los dos restantes son semicirculares

y fueron volteados en el siglo xviii, cuando

el conde de Floridablanca mandó restau-

rar la calzada.

lA corriente Se deSlizA en buScA de montemAyor del río. Muchos son los atractivos de

esta villa, cabeza durante la Edad Media

de un señorío y posteriormente marque-

sado. El castillo de San Vicente, recien-

temente restaurado y musealizado, nos

proporciona la estampa más fiel de una

fortaleza medieval, con sus torres, su pa-

tio de armas, el foso y el muro delantero

o barbacana. De la iglesia parroquial, lo

más destacable es la hermosa cabecera gó-

tica y el retablo plateresco de 1552.

El paseo por el pueblo nos permite dis-

frutar de algunas casas blasonadas; de la

plaza, con algunas construcciones de in-

terés como la casa consistorial o la fuente

formada en torno al rollo jurisdiccional;

y de una arquitectura popular caracteri-

zada por los numerosos corredores. Por

Montemayor pasaba la cañada Soriana

Occidental, que de Castilla se dirigía a Ex-

tremadura. El curso del río se salvaba por

el puente de Piedra, en cuyo paso, los mar-

queses cobraban el impuesto del pontazgo

a todos los ganados y pasajeros que por él

transitaban. A mediados del siglo xix se

decía que lo cruzaban 300.000 cabezas.

Junto a él se alza la casa del peaje o del

pontazgo, construida en 1759, la ermita

de San Antonio y un hermoso crucero re-

nacentista decorado con pomas.

Al salir de Montemayor, el río penetra

en los términos de Valdelageve y Colme-

nar. El paisaje oceánico de bosques de

castaños es reemplazado por el monte

mediterráneo de encinas. Mientras, la

corriente ha ido remansando su ímpetu,

hasta convertirse en un río dócil. Y así

termina su vida, en Sotoserrano, cuando

entrega sus aguas a las del Alagón.

1110

Sotoserrano

Montemayor del Río

Béjar

Candelario Río Alagón

Río Cuerpo de Hombre

En el XIX, la actividad de los viejos obradores de

Béjar se trasladó a las orillas del río, en busca de la fuerza motriz que

moviera los telares

De arriba abajo, puente medieval de San Albín en Béjar; el Cuerpo de

Hombre desemboca en el Alagón, en Sotoserrano; represa para captar aguas

con destino a las fábricas de tejidos be-jaranas; castillo del conjunto histórico

de Montemayor del Río.

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solía dar por Pascua de Flores”, en el Tesoro

de la Lengua Castellana; “rosca o torta guar-

necida de huevos que se cuecen juntamen-

te con ella”, recoge el DRAE- preñada de

chacina, y también huevo, que se presenta

como dorado renacer en época de Resu-

rrección, a la parcela que delimitan nues-

tras fronteras provinciales.

De la cocción conjunta del huevo, cuya

presencia implica una importante carga

simbólica, se encuentran referencias en di-

ferentes diccionarios, lo mismo que hari-

na, levadura, agua, aceite, huevos batidos,

sal y chacina, generalmente lomo, chori-

zo y jamón, son elementos comunes en

la panoplia de hornazos que la provincia

presenta. Como ya hiciera el inolvidable

Enrique de Sena, fiel guardián de innú-

meros retazos de la historia salmantina,

al trazar el mapa gastronómico de este

solar nuestro, se suele condensar en cua-

tro variantes: el que se prepara en Villa-

vieja de Yeltes -apunta que, quizás, sea el

auténtico- y comarca del Campo Charro

“cuya altura no va más allá de los cuatro

centímetros. El hornazo es un libro con es-

pléndidas ilustraciones de jamón, chorizo,

lomo conservado en aceite y huevos coci-

dos. Todos ello encuadernado con pasta

compacta, pero suave. Muy paniega, cual

ese pan que llaman metido en harina”. El

hornazo de La Fregeneda -añade- gana a

todos en altura; la pasta del que se hace en

tierras cantalapetrenses es delicada, de re-

postería, y el hornazo de Béjar lo observa

como casi romántico, escueto, sencillo.

Cuatro variedades que, a su vez, pueden

presentar más sutiles singularidades si ce-

rramos el zoom de la observación sobre

áreas más concretas. Así, sea el hornazo

redondo, incluso semicircular, o cuadran-

gular, puede ser salado, generalmente lo

es, o dulce, como en la zona peñarandina,

el de Alba de Tormes, que también lleva

leche, o en algunos puntos del noroeste.

Hay donde a la masa se le regalan ani-

ses, como en Villasbuenas, o aguardien-

te, como en Guijuelo. O los dos. Incluso,

como señalan referencias al hornazo se-

rrano, no sólo infusión a base de anises,

sino aún cáscara de naranja y azafrán. O

ralladuras de limón. Hay en las agrestes

zonas del sur, del arriscado Abadengo o

de Miróbriga quienes incrementan con

salchichón la nómina de embutidos e, in-

cluso, con lengua. O donde se vierte sobre

la masa parte de la grasa que se obtenía

del paso previo por la sartén de las tajadas,

como era habitual, si bien no exclusiva-

mente, en Ciudad Rodrigo.

en lA ciudAd de SAlAmAn-cA Se conSume A mileS. -Miles de ejemplares; miles de kilos- el

señalado Lunes de Aguas, día en el que

la tradición nos dice que regresaban las

meretrices a la mancebía, cruzando el

Tormes en barcazas, una vez conclusa

la reglamentada abstinencia cuaresmal.

Hoy, alegre fiesta familiar en los albores

del ciclo de primavera, sigue teniendo un

importante peso en el calendario festivo

de los salmantinos, aunque, paradó-

13

Empanada contundente de chorizo, jamón, lomoy huevo cocido, representa todo aquello que prohíbe el tiempo de abstinencia

Tiempo defiesta,tiempo

de hornazo* por José L. Yuste. Fotografía de Santiago Santos

ijo del horno y de la Cuares-

ma, pues se regalaba al pre-

dicador cuaresmal, constitu-

ye una de las grandes aportaciones de

la gastronomía salmantina. Empanada

contundente de chorizo, jamón, lomo y

huevo cocido, representa todo aquello

que prohíbe el tiempo de abstinencia y

se come en los populares Lunes de Pas-

cuas o de Aguas como lo que es, una fies-

ta para los sentidos.

Tiene por estos predios tormesinos trata-

miento de majestad. Lugar preeminente

en un rico mapa gastronómico que per-

mite completar un menú a base de pro-

ductos de esta tierra con marchamo tan

áureo como es la denominación de origen:

jamón de Guijuelo, lentejas de La Armu-

ña, morucha de Salamanca y vino de Las

Arribes del Duero. Ahí es nada. Pero aún

así no sería justo confinar el hornazo, esa

empanada -“cierto género de rosca amas-

sada con huevos”, según el Diccionario de

Autoridades; “la rosca con huevos que se

H

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He ahí los ingredientes y el proceso de confección del hornazo en sus diferentes fa-ses: la chacina, dispuesta; la masa, preparada para acogerla

jicamente, la fecha no se entinte de rojo.

Pero el hornazo no sólo está presente en

la capital y por tal motivo. Ni mucho

menos. En este lunes que enraíza en el

domingo de Albillo la provincia es mues-

trario de festejos y romerías con presen-

cia del contundente condumio. Nuestra

Señora del Buen Suceso, en Linares de

Riofrío, ha sido testigo de concursos de

hornazos, confeccionados con máximo

esmero en sus adentros y en sus adornos,

mientras que a poco más de una decena

de kilómetros, en Endrinal, se honra a

la Virgen del Mesegal y en Los Santos

algún hornazo que otro se subasta ante

Nuestra Señora del Gozo.

No falta, llegado el momento del yantar,

en otros puntos de las Sierras y de Entre-

sierras, de las Armuñas, de las Guareñas,

por los campos de Salamanca, de Yeltes,

las tierras de Ledesma, de Alba, de Sal-

vatierra o de Peñaranda, incluso casos

aislados en El Abadengo o La Ramajería,

donde se estila más en la Pascua. Desde

Cantalapiedra se proclama que la tradi-

ción de comerlo se remonta “a la prelatu-

ra del obispo Jerónimo, en el siglo XII” y

Ciudad Rodrigo recuerda que merendo-

la y primer baño de la temporada en las

aguas termales de San Giraldo eran indi-

solubles. Cantalpino es ejemplo local de

la costumbre que existe en otras partes de

que las madrinas agasajen a los ahijados

regalándoles un hornazo; aquí lo hacen

añadiendo la primera cuenda que se corta

del “chorizo gordo” y, ya menos, un par

de roscas panaderas. Roscas de Pascua,

que portan el Infante Jesús y los niños que

procesionan el Domingo de Resurrección,

y bollos de leche se obtienen en La Vellés

y Ledesma, respectivamente, con la masa

que sobra sobra de cobijar a la chacina.

decíAmoS que no erA PlA-to excluSivo de tAl fe-cHA, de lA de AguAS. Hornazo

madrugador, aún entre fríos, pese a que

en febrero busque la sombra el perro, es

el que se ofrece, junto a dulces típicos, y

consume en La Fregeneda el día de las

Candelas -“los disantos de febrero / el pri-

mero Brigidero / el segundo candelero /

el tercero gargantero”-. Más adelante, con

la venia del caprichoso lunario, llegan los

de los jueves larderos o merenderos, con espe-

cial implantación, aunque no única, en la

zona noroeste de la provincia, día de sali-

da al campo antes de que el jacarandoso y

atrevido carnaval entregase a la parroquia

a las penurias de la cuaresma, sus prohi-

Ocupa lugar preeminente en el rico

mapa gastronómico provincial, si bien no sería justo confinarlo en nuestras fronteras

biciones, sus ayunos y sus abstinencias.

Avanzado el calendario, superado el pe-

ríodo penitencial que conduce a la Sema-

na Santa y transcurrida ésta, el hornazo se

hace compañero inseparable de la alegría

que vuelve a las primeras celebraciones

del ciclo de primavera. Es protagonista

gastronómico de las salidas campestres

que se prodigan por Pascua en pueblos de

La Ribera, El Abadengo, Ramajería, El

Rebollar o Campo de Argañán También,

en la Sierra de Francia, con La Alberca ce-

lebrando el Dia del Pendón, fecha en la que

se recuerda el valeroso comportamiento

de las mujeres albercanas y en la que se

da cuenta del bocado en los alrededores

de la ermita de San Blas, y en la Sie-

15

Una vez que la masa engulle las tajadas, el horno espera. Y tras el

tiempo, justo, el hornazo está dispuesto para ser consumido. En este caso, San

Felices de los Gallegos, hasta con firma.

En la ciudad de Salamanca se consume a miles -de ejemplares y kilos- el Lunes de Aguas

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16 13

rra de Béjar. Por cierto, en Béjar, y no es

caso único, el hornazo da nombre al día

y, esto si es singular, se confecciona sólo

con chorizo.

En lugares hay donde el contundente pla-

to no sacia sólo un día: se acude a él en dos

y hasta en tres ocasiones. En Ledesma, por

ejemplo, el lunes y el martes, apellidados

ambos de aguas. Yecla de Yeltes espacia

más las salidas y va y vuelve a la ermita

que hay sobre el castro celta el lunes de

Pascua y en su octava: primero recoge a

la Virgen y luego la devuelve en romería,

con ofertorio, subasta de bollos y condu-

mio. En San Esteban de la Sierra, por Pas-

cua, los dos primeros días, y un domingo

más. Y en Hinojosa de Duero, vetada la

carne hasta después del encuentro de Jesús

Resucitado y su Madre, se celebran Los

Hornazos, con canto propio, -“el que quie-

ra divertirse y gastar poco dinero / que

se venga a los hornazos / de Hinojosa de

Duero”- y ritual que se repite el domingo,

el lunes y el martes.

lleve lo que lleve, sea como

sea, con adornos singulares en los caseros

o el más zonzo enrejado de la producción

industrial, pinceladas de clara de huevo

como toque final para que coja pátina

brillante. Y listo para consumir. Así que lo

dicho: ¡Buen provecho!

En La Alberca, con la ermita de San Blas de testigo, el hornazo no puede faltar en la secular celebración del Día del Pendón. (Foto: Roberto García)

El Azud de Riolobos

* Por Raúl de Tapia Martín, Fundación Tormes-EB. Fotografía: Francisco Martín

Algarabía entre mares de cereralesEn un cuenco se mezcla agua, aceite con la manteca y la sal. Se deshace la levadura y se le echan los huevos. Se mueve todo bien con la mano hasta que esté bien mezclado y a continuación se le añade la harina poco a poco hasta conseguir una masa que esté blanda y no se pegue a las manos. Se parte la masa a la mitad y se extiende con un rodillo. Se rellena de embuti-do y se le pone la otra tapa encima haciéndole un borde. Se deja reposar. Se barniza con clara de huevo. Se precalienta el horno a 200 grados unos 45 minutos hasta que esté dorado y cocido.

María Fernanda Martín Muñoz

- 1 vaso agua - 1 vaso aceite frito y frío- 1 cucharada de manteca- 1 chorro de aguardiente- 2 huevos

- Sal - Levadura (una nuez)- Harina la que admita- Huevo cocido para el relleno- Embutido para rellenar

Hornazo serrano

Bando de grullas al atardecer

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18

En este humedal de 17 km. de circunvalación, se han

llegado a censar hasta 223 diferentes especies en los

últimos 6 años

os inabarcables campos cerea-

listas del levante salmantino

encierran una sorpresa para

el visitante: el azud de Ríolobos. Ánades,

fochas, patos cuchara y otras aves de seca-

no y aguazal han encontrado refugio en

este humedal, plasmando un lenguaje de

la naturaleza lleno de vida y color.

Salir a las proximidades del nordeste sal-

mantino no sólo es un recorrido intimista

por las carreteras de nuestros “mares cas-

tellanos”; es también un periplo obligado

para conocer la identidad mesetaria de la

provincia. Pintores, escritores y natura-

listas han buscado en estos escenarios la

inspiración y el disfrute sencillo, emocio-

nándose en un escenario para minorías

con sensibilidad.

mAS todo viAje Pretende el ASombro e incluso el descon-

cierto, y en este desafío ambos se dan cita

en la mitad del vasto granero salmantino.

Apenas una treintena de kilómetros nos

separan desde la capital de una expe-

riencia visual y acústica. El secano se di-

fumina a medio camino entre Campo de

Peñaranda y Villar de Gallimazo, y unos

cientos de hectáreas de agua aparecen de

improviso, acopiando sonoras aves de am-

bientes opuestos. El Azud de Riolobos, esa

balsa de agua creada por el hombre, nos

provoca, incitándonos a modificar la ruti-

na turística. Puede que su nombre sólo nos

recuerde una infraestructura orientada a

la llegada de un regadío esperado, pero

hay mucho más…

Para entender este ofrecimiento haremos

una breve reseña. Mientras más de tres

mil visitantes europeos se acercan a la

Península Ibérica en pos del exclusivo tu-

rismo ornitológico, para el viandante ibé-

rico el concepto se escapa de lo inteligible.

Este nuevo modelo turístico busca en las

aves el fin de la visita y del deleite. Son vi-

sitantes maduros con alto nivel económico

y cultural, que comparten los placeres de

la mesa y el alojamiento de calidad con los

instantes en que sus ojos se posan sobre las

ansiadas aves. Proponemos desde de estas

páginas el reencontrarnos con nuestros

paisajes agrícolas, para buscar en el sosie-

go salmantino una práctica diferente.

Una mañana cualquiera podremos acer-

carnos hasta la localidad de Villoria, y en

seis kilómetros en dirección Cantalpino

un desvío a la derecha con un cartel de

indicación nos informará que llegamos al

Azud de Riolobos. No debemos desapro-

vechar el trayecto de acercamiento y será

conveniente detenernos a rebosar nuestros

ojos de las tonalidades del agro. Resulta

fácil encontrar al pié del camino un rincón

donde se mezclen las tierras pardoanaran-

jadas con el verdor del herbazal. Son au-

ténticos mosaicos que cambian según la

estación del año en que nos encontremos.

eS ASí el SecAno, un paisaje en

constante cambio y metamorfosis, que

aunque nos pueda parecer estático, varía

dinámicamente al paso del ciclo solar. En

su interior se esconden perdices y codornices;

incluso, si tenemos suerte, podremos loca-

lizar alguna avutarda. Sí es recomendable

el acercarnos con unos prismáticos, ya que

facilitarán el encuentro visual con las em-

plumadas. Y si no llevamos una guía de

campo, los paneles de información que

hay ubicados a lo largo del recorrido nos

facilitarán su identificación.

Una vez que entremos en el desvío, la

torre de la desvencijada Alquería de Rio-

lobos nos saludará, y será fácil divisar en

ella alguna grajilla de ceniciento plumaje.

A partir de este momento rodearemos con

nuestro vehículo el humedal en el senti-

do contrario a la agujas del

reloj (será simple

De izqda. a dcha., el azud en primavera alcanza su máxima capaci-dad; milano negro durante el aseo; lavandera boyera: hembra con

ceba para sus pollos. Abajo, observadores de aves en Riolobos.

l

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2120

siones más de 10.000 individuos. No es

extraño, por tanto, que el conjunto esté

declarado Zona de Especial Protección

para las Aves (ZEPA) bajo el nombre de

Campos de Alba.

Y terminamos esta ruta en el lugar don-

de empezamos, junto a la alquería, no sin

antes recordar algunos detalles para el

disfrute. En primer lugar es necesario co-

mentar que la fauna es espontánea, entra

y sale del Azud con total libertad; de ahí

que aunque hemos citado las aves que con

mayor facilidad localizaremos, el azar de

la naturaleza hará que haya más o menos

avistamientos. Por otro lado, creemos que

la visita puede ser enriquecida acercándo-

nos al punto de información ambiental

guiarnos con el plano que acompaña estas

palabras). A lo largo del recorrido el agua

estará a la izquierda y el cereal a la dere-

cha, de modo que será conveniente que

nuestra cabeza vaya bamboleándose de

manera suave a uno y otro lado. Ya en el

agua será el conocido ánade real o azulón el

primero que llame nuestra atención. Los

grandes bandos que se congregan suman

cientos de ejemplares, habiendo llegado a

observarse por parte de los miembros sal-

mantinos de la Sociedad Española de Or-

nitología (S.E.O./Birdlife) más de cuatro

mil azulones en el año 2005. Estas cifras

nos dan una idea de la algarabía y sonori-

dad de sus encuentros.

Para las personas que se acercan por pri-

mera vez la similitud entre las aves se va

diluyendo a medida que juntamos pacien-

cia y nos fijamos no ya en la forma del ani-

mal, sino también en sus comportamien-

tos: la manera de nadar, los modos en la

limpieza del plumaje o los movimientos

para alcanzar el alimento. Así será rápido

el discernir si estamos ante el azulón antes

mencionado o su abundante compañero

el pato cuchara. Este segundo se delatará

por el blanco de su pecho a la vez que su

pico está ensanchado de tal manera que

le bautiza por su forma. Esta caracterís-

tica de su físico está relacionada con sus

hábitos alimenticios, ya que es la filtra-

ción su manera de nutrirse, pendulando

rítmicamente su pico sobre la superficie

del agua, como si la estuviera sorbiendo

o rastreando.

A poco que avancemos por la carretera

nos acostumbraremos a escudriñar en el

paisaje a la búsqueda de un nuevo en-

cuentro. Debemos detenernos en las áreas

indicadas para ello, donde tendremos una

visión panorámica o estarán a nuestra dis-

posición paneles con explicaciones sobre

las aves a encontrar. Es importante que

sigamos las recomendaciones de visita, la

mayoría relacionadas con mantener una

distancia adecuada con respecto a la avi-

fauna. Si llegamos a acercarnos en dema-

sía, emprenderán el vuelo y dejaremos de

avistarlas con comodidad.

continuAndo nueStro cAmino pronto nos encontraremos

con las fochas, ya que su pico níveo sobre

un cuerpo completamente ennegreci-

do resalta en la distancia. Tiene un can-

to abocinado, como de coche antiguo, y

aparecen también en grupos numerosos

alegrando la banda sonora del espacio. Si

las vemos despegar o descender al agua

notaremos que son algo “patosas”, ya que

en ambas operaciones gozan de poca gra-

cia. Pero bajo el agua la cosa cambia y sus

habilidades de buceadoras la demuestran

en sus zambullidas en busca de alimento.

Si circunvalamos el humedal en sus casi

17 Km. será posible que el destino nos re-

úna con estas y otras especies. Hasta 223

diferentes se han llegado a censar en los

últimos 6 años, llegando a reunir en oca-

abierto al público en la localidad de Cam-

po de Peñaranda, donde podremos infor-

marnos de forma extensa. Sí podemos

afirmar que esta salida a nuestro medio

natural dará forma a un día distinto.

máS informAción: www.azudriolobos.com

Dedicado a Miguel Rouco, ornitólogo y a sus com-

pañeros de la S.E.O. por su compromiso con este

rincón de la provincia.

Cigüeñuelas, mochuelos y aves limícolas fre-cuentan las orillas de esta reserva natural.

Ánades, fochas, patos cuchara y otras aves han encontrado refugio en este humedal

Poblado

Pedrezuela de San Brício

N

Aparcamiento

Límite de la zona periférica de protección

Límite de término municipal

Punto de observación

Leyenda

Patos

Focha común

Limícolas

Ánsar

Somormujo

Visualización de espécies más comunes

Babilafuente

Azud de Riolobos

Azud deRiolobos

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os encontramos sobre la anti-

gua batería de la ciudad. Fren-

te a nosotros la amplia y fértil

vega del río Águeda se desarrolla en toda

su extensión. Hileras y bosquetes de álamos

y alisos adornan la ribera atravesada por el

puente antiguo, en su origen probablemen-

te romano y hoy conformando una de las

más reconocidas vistas de la ciudad.

A la izquierda, hacia el sur, en el horizonte,

la atractiva cumbre piramidal del Pico Já-

lama se recorta sobre un cielo azul, recor-

dándonos que tras él se extienden extensas

tierras cacereñas. Si detenemos nuestra

mirada en esa dirección, descubriremos los

restos premostratenses del antiguo monas-

terio de la Caridad.

Nos situamos sobre un elevado escarpe ro-

coso que emerge de la propia orilla del río,

dominando un vado natural. Estratégica

ubicación que ya contemplamos en otras

ciudades castellano-leonesas como Sala-

manca, Zamora o Toro. Muy cerca de aquí

surgió el primitivo castro que fue germen de

esta ciudad. Si volvemos la espalda podre-

mos ver, en la plaza contigua, el verraco ve-

tón que la embellece, recuerdo de antiguos

pobladores. Como también los perpetúan

las esbeltas tres columnas que albergan una

lápida, también romana, que define el tér-

mino augustal que contemplamos, ya, al

adentrarnos a la ciudad. Sí, amigo viajero,

nos encontramos en Ciudad Rodrigo, la

singular y bella “Estrella de la Frontera”. La

vigía de territorios históricamente afectados

por litigios y enfrentamientos. La ciudad

que soportó asedios y ataques perceptibles

aún hoy en buena parte de sus monumen-

tos. El baluarte de la frontera salmantina

con el, no siempre, afable vecino Portugal.

Una de las joyas más preciadas de la pro-

vincia que compite con la propia capital en

el número, la calidad y belleza de sus edifi-

caciones. Declarada Conjunto Histórico en

1944 se sitúa a 87 Km. de Salamanca, con-

solidándose actualmente como un centro

emergente junto al eje viario internacional

que la circunvala.

rodrigo gonzález girón

fue quien, en 1100, la repobló y le dio nom-

bre, aunque no sería hasta tiempos de Fer-

nando II cuando se la dotara de defensas,

catedral, puente y fuero. A partir de ese mo-

mento familias provenientes de otras tierras

la habitaron y la hicieron suya, afianzándo-

se con conocidos apellidos y linajes que que-

darán ligados definitivamente a su devenir.

Los siglos xv y xvi verán construirse pala-

cios, iglesias y casas solariegas, alcanzando

su época de mayor esplendor.

Al ser la ciudad tan prolija en atractivos, el

viajero tendrá numerosas opciones para su

contemplación. Desde estas líneas le sugeri-

remos algunas, aunque le invitamos a que

sin guías ni consideraciones predetermina-

das se decida a perderse por sus calles, a la

búsqueda de algún palacio, casona, capilla,

iglesia, cuerpo de guardia, poterna, rin-

La ciudad está inmersa en la celebración del Bicentenario del importante papel que jugó en la Guerra de la Independencia

23

Ciudad Rodrigo

* por Luis Miguel Mata. Fotografía de José Vicente

Estrella de la frontera n

Vista aérea del casco histórico de Ciudad Rodrigo, donde se perfila el sistema defensivo abaluartado

(Foto MRW)

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ces y comparsas y singular coso taurino de

madera, de aire plenamente medieval.

Si quiere contemplar otros ejemplos de ca-

sas solariegas podrá hacerlo en el Palacio

de los Ávila y Tiedra (o de los Castros), la

Casa de los Miranda, la Casa de la Cadena

(con esa denominación por la gruesa ca-

dena de piedra que rodea todo el inmue-

ble), la Casa de los Vázquez, la Casa de los

Núñez de Chaves, el Palacio de los Orive,

el Palacio del Conde de Alba de Yeltes, el

Palacio de los Cornejo (o de Moztezuma),

la Casa de los Gómez de Silva, el Palacio

Episcopal o el neogótico de la Marquesa

de Cartago. De indispensable visita es el

Palacio de los Águila o del Príncipe (siglos

xvi y xvii), quizá el más bello y de mayor

tamaño de la ciudad.

Y si lo que prefiere es la arquitectura re-

ligiosa, comience visitando la Catedral de

Santa María, junto con el sistema defen-

sivo, uno los elementos emblemáticos más

representativos de Ciudad Rodrigo. Fue

mandada construir por el rey Fernando

II de León a finales del siglo xii. En ella

conviven los estilos románico y gótico, con

elementos del siglo xviii. Consta de tres

puertas: de las Cadenas, del Enlosado o

de Amayuelas y el pórtico del Perdón. Ésta

última es la puerta principal del templo,

construida en el siglo xiii, y representa la

coronación de la Virgen, con profusa de-

coración y compleja iconografía.

el interior del temPlo

se articula en tres naves que culminan en

ábsides. La central,

con bóveda de cru-

cería estrellada, del

siglo xvi, obra de

Gil de Hontañón, y las laterales de factura

románica La nave del evangelio presen-

ta un altar de alabastro que representa el

descendimiento de Cristo, de gran belleza,

obra de Lucas Mitata.

En el tercer tramo de la nave central pode-

mos admirar el magnífico coro que ador-

na el templo, obra de Rodrigo Alemán, de

los siglos xv y xvi. En su sillería las tallas

alcanzan una gran maestría en respaldos,

paños, frisos, misericordias y paciencias.

El claustro, junto a la nave del evangelio,

de planta cuadrangular, es obra románica

y gótica, destacando sus capiteles historia-

dos, con iconografía y simbología propias

de la época. Del claustro parte el acceso al

museo catedralicio, con interesantes obras

de arte sacro. Visite también la cercana

capilla de Cerralbo, del siglo xvi y estilo

herreriano, la iglesia de San Agustín, los

restos de la sinagoga de la ciudad visibles

en el acceso a la capilla del Hospital de

la Pasión, el convento de las Franciscanas

Descalzas (antigua cárcel, con bella por-

tada barroca, del siglo xviii, atribuida a

Manuel de Lara y Churriguera) y la igle-

sia románica de San Pedro-San Isidoro,

del siglo xii y estilo románico.

Entre estos sorprendentes escenarios, bu-

lle la vida en torno a fiestas como el refe-

rido Carnaval del Toro, la Semana Santa

con Pasión viviente, concursos de acoso y

derribo o la Feria de Teatro de Castilla y

León, por señalar algunas citas obligadas.

Sin duda sus gentes, son la verdadera ri-

queza y singularidad de estos parajes.

cón o plaza… con la que sorprenderse y

reconocer que se encuentra en una de las

ciudades españolas más bellas que pueda

conocer. Para aquellos que prefieren me-

nos riesgo le sugerimos algunos paseos con

los que conocer Miróbriga.

iniciAmoS el PASeo en el en-

clave denominado de la Batería, junto al

castillo de Enrique II de Trastamara. Su

magnífica torre del homenaje destaca en

la edificación que acoge, en la actualidad,

un parador de Turismo. Le animamos a

que, si dispone de tiempo, recorra el pa-

seo de ronda de la muralla desde este

lugar hacia el sur. La podrá circundar

completamente y volver al punto de

partida. Así tendrá la oportunidad

de disfrutar de la contemplación de

todos los elementos del complejo sis-

tema defensivo abaluartado que protege el

primitivo núcleo urbano. Irá descubriendo

cuerpos de guardia (que albergan un cen-

tro de interpretación de las fortificaciones),

revellines, falsabragas, escarpas, fosos y be-

llas puertas como las de Santiago, El Sol,

del Conde, San Vicente, La Colada, etc.

Pasará cerca de la catedral y podrá dete-

nerse en el paraje denominado “La Bre-

cha”, próximo a ella, por donde en suce-

sivas ocasiones los sitiadores rompieron el

cerco y las defensas de la ciudad, tomándo-

la al asalto. Mire hacia la fachada del tem-

plo y distinguirá, sin ningún esfuerzo, los

abundantes impactos que los proyectiles

dejaron en sus sillares, prueba del impor-

tante papel que la ciudad jugó en la guerra

de la Independencia.

continúe y retorne Al cAStillo. Habrá recorrido la ronda

y puede ser un buen momento para aban-

donarla y dirigirnos al centro neurálgico de

la ciudad, a su Plaza Mayor. El ágora está

presidida por un edificio de dos alturas,

porticado, del siglo xvi,

que alberga el ayuntamiento. En

ella se conserva, además de la an-

tigua audiencia y cárcel, un exce-

lente ejemplo de casa señorial: la

Casa del Primer Marqués de Cerralbo, de

mediados del siglo xvi, destacando su friso

plateresco que ciñe parte del edificio con

escudos de armas de la familia, medallo-

nes y grutescos y dos ventanas en esquina,

características de la arquitectura civil de

Ciudad Rodrigo, hoy cegadas. Durante

el afamado Carnaval del Toro, declarado

de Interés Turístico Nacional, la plaza se

transforma en marco de desfiles de disfra-

2524

De izqda. a dcha., desfile durante la Feria de Teatro con la Catedral al fondo, patio del Palacio de los Águila y castillo de Enrique II de

Trastamara, hoy parador nacional.

Ciudad Rodrigo

En este sorprendente escenario, bulle la vida en torno a fiestas como el Carnaval del Toro, la Semana Santa o laFeria de Teatro de Castilla y León

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a mayor caja de secretos se

encuentra en Salamanca, en

ese singular ecosistema lla-

mado dehesa donde se guardan las me-

jores historias de toros y vaqueros. Al

pisar por primera vez una finca donde

pastan toros bravos no se es consciente

de que se está abriendo esa caja de los

secretos. Pero vamos a intentar descu-

brir poco a poco, hablando bajito, al-

gunas de sus intimidades.

“He pasado muchos de mis mejores

momentos en el campo, pintando toros

o simplemente contemplándolos” decía

Miguel de Unamuno. Mirar el toro, sólo

mirarlo, ofrece una belleza y una fuerza

incomparables. Horas y horas se pueden

pasar en la tapia de una finca observan-

do cada uno de sus movimientos.

viSitAr unA deHeSA eS deStAPAr SecretoS. Histo-

rias que tienen como protagonistas el

toro y el campo charro. Un binomio in-

separable que llega a la simbiosis, pues

cada parte se disfruta en mayor medida

sólo si va íntimamente ligada a la otra.

El toro se hace fuerte en el campo y éste

como ecosistema, se conserva gracias al

toro. Y gracias también a todos los que

trabajan a su alrededor. Son muchas las

labores de selección que se llevan a cabo

en las ganaderías. Continuas pruebas

que demandan la bravura, santo y seña

de la cabaña, que hace de este animal

una especie única en el mundo.

Secretos del campo, intimidades de un

ganadero que pasa sus días mirando,

contemplando, observando cada uno

de sus animales, qué comportamiento

tiene, cómo camina, en qué plaza será

lidiado… y apostando, desde el silen-

cio, acerca del que mejor demostrará

su bravura. Siempre han existido verda-

deras historias de amor entre los gana-

deros y sus toros, muchas imposibles de

comprender… Toros que se han dejado

acariciar por sus criadores y después

han salido a una plaza siendo realmente

fieros. Otros han transmitido tanto que

se han escrito libros con los imaginarios

diálogos que el ganadero o el torero po-

drían tener con él.

Desde que nace, el toro es cuidado con

exquisito mimo en las dehesas. Son

cuatro años los que estará recibiendo

atenciones de todo tipo hasta que esté

fuerte y “cuajado” para saltar al ruedo.

El desahijado, el herradero, la tienta y

finalmente, la lidia en una plaza de to-

ros, giran en torno a un único objetivo:

descubrir los secretos del toro bravo.

Con el desahijado se separa al bece-

rro de su madre para que comience su

vida independiente, hermanado con

otros semejantes. En el herradero será

marcado de por vida. Recibirá el bau-

tismo de fuego y quedará tatuado el

hierro de su ganadería, el número que

lo identifique a simple vista y el guaris-

mo, la cifra que dejará patente el año

de nacimiento del animal. Es realmen-

te exhaustiva la organización y el con-

trol de todas y cada una de las cabezas

que hay en una ganadería.

26

Secretos del toro bravo

* Por Elena Verjano. Fotografía: Francisco Martín

l Visitar una dehesa es destapar secretos,

historias que tienen como protagonistas el toro y el

campo charro

Dos hermosos cuatreños midiendo las distancias.

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mayor número de ganaderías de lidia y

con la mayor extensión de terreno de-

dicado a la crianza de bravo. En toda

España son 400.000 las hectáreas que

mantienen este hábitat intacto. Y como

consecuencia, gracias a ella, la dehesa,

también está intacto el bosque medite-

rráneo, que cuida de las más centena-

rias encinas de todo el país.

Miles de misterios que se pueden se-

guir descubriendo, poco a poco, en la

inmensidad del campo charro. Aquí el

día se oscurece alargando las sombras

de un toro bravo y escuchando su mu-

gido en la lejanía. Ser testigo de tanta

belleza está lejos de la gran urbe pero a

un paso desde cualquier punto de nues-

tra provincia. Y después de contemplar

el toro bravo en la dehesa y descubrir

algunos de sus secretos… díganme: ¿no

es el animal más bello del mundo?

Salamanca es la provincia española con el mayor número de ganaderías de lidia y con la mayor extensión de terreno dedicado a la crianza de bravo

En página anterior, turista toma fotografías desde el vehículo. Abajo, toro turreando; toreo al natural en la plaza, y pelea de dos ejemplares.

29

y lA tientA. La prueba más im-

portante del campo. Asistir a esta prue-

ba de bravura supone comprender y

compartir el silencio, la valoración y el

disfrute de cuanto acontece en la plaza

de tientas. El tentadero se puede reali-

zar con machos o hembras y significa

medir la bravura, la nobleza, la clase, la

acometividad y la fuerza para la correc-

ta selección de la especie. Se realizan las

mismas suertes que en una plaza de to-

ros, excepto las banderillas y la muerte.

Al tentar hembras, lo más habitual, se

torea con el capote, se “pone” el ani-

mal al caballo y se torea, finalmente,

con la muleta. El momento de picar la

vaca es fundamental. Se hace el silen-

cio para que nada distraiga a la res y

pueda demostrar que merece ser madre

y aprobar el examen. De aquí saldrán

las futuras progenitoras y reproductores

que perpetuarán la ganadería brava. Es

un momento determinante para el ga-

nadero que debe tomar las decisiones

más importantes para su ganadería y

que repercutirán en la lenta y complica-

da labor de selección.

Cada ganadero busca un tipo de toro,

pretende distintos secretos. De ahí la

importancia al poder presenciar un ten-

tadero en la inmensidad de la llanura, la

intimidad del hogar y, cómo no, el frío

del invierno salmantino, la época en la

que más se tienta. Los toreros “descan-

san” de la temporada en esta estación

y aprovechan para entrenar y así, los

ganaderos hacen sus tentaderos para

probar sus vacas.

Otro tipo de selección es el acoso y de-

rribo. Éste se realiza a campo abierto,

en una llanura, donde los jinetes a lomos

de sus caballos y con una garrocha galo-

parán detrás del animal hasta voltearlo

que, si destaca su bravura, se levantará

rápidamente y querrá embestir a los ca-

ballos. Las ganas de pelea de la res de-

jarán entrever lo que lleva dentro. Anti-

guamente era una labor más de la propia

selección. En cambio, ahora, se disfruta

en demostraciones o concursos para los

amantes del caballo y el campo.

lA deHeSA SAlmAntinA, el

apasionante mundo del toro y de las

faenas en torno a él, están abiertas al

visitante: paseos guiados por las fincas

a caballo o en vehículo, asistencia a

tentaderos, tientas, etc., para después

concluir la jornada con una apetitosa

comida campestre en una de las ocultas

casas señoriales.

Sin lugar a dudas Salamanca es el ma-

yor escondite para estas cajas de se-

cretos. Es la provincia española con el

28

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Agroturismo Carreros Dehesa Carreros Fuenterroble 37470 Sancti -Spíritus

639 226 446 615 859 993 www.carreros.com

Alora Finca Torrecilla del Río 37170 San Pedro del Valle 607 52 53 49 www.aloraweb.com

Cortijo Tabera de Arriba Finca Tabera de Arriba 37130 Tabera de Abajo

615 222 952 689 081 562 www.cortijotaberadearriba.com

Dehesa de Rodasviejas Autovía de Castilla salida 282 37460 Aldehuela de la Bóveda 629 059 961 www.rodasviejas.com

El Villar de los Álamos Finca Villar de los Álamos 37460 Aldehuela de la Bóveda 610 562 566 www.elvillardelosalamos.com

Faenas Camperas Cabeza de Diego Gómez 37468 Sando 646 115 912 www.faenascamperas.com

Finca Barcial Finca la Torre 37183 San Pedro de Rozados 654 699 016 -

Las Ahijaderas de Pedro Llen Crta. de las Veguillas, km. 9,5 37454 Las Veguillas 659 911 850 www.lasahijaderas.com

Picadero ValverdeFinca Valverde de Gonzaliañez Ctra. Alba - Piedrahita 37860 Horcajo Medianero

615 497 194 625 196 827 www.picaderovalverde.com

Aula de Naturaleza Salas Pombo, 12 37281 El Cubo de Don Sancho 669 140 025 www.cubodedonsancho.org

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ierras de horizontes diáfanos,

sin elementos orográficos que

interfieran la vista que se ex-

tiende hasta el infinito, confundiéndose

con el cielo, allá en la lejanía. Así son los

paisajes que se extienden al norte de la

capital salmantina. Paisajes de campos

de labrantío, donde los antaño abun-

dantes árboles que dieron origen a su

topónimo hace centurias que desapare-

cieron de la mano del hombre cuando

éste descubrió que bajo sus pies se ocul-

taba una tierra fértil, pródiga en frutos.

Espacios de la comarca de La Armuña,

quizá la más rica, en cuanto al aprove-

chamiento del medio se refiere, de toda

la provincia. Se trata de un amplio te-

rritorio que hacia el norte limita con la

vecina Zamora y hacia el este se inte-

gra con idénticos paisajes en Tierras de

Peñaranda, Las Guareñas, Las Villas,

parte de la Tierra de Alba y hasta la co-

marca abulense de La Moraña.

lAS tierrAS del norte y del noreSte de la capital sal-

mantina presentan un modelo de vi-

vienda de similares características, con

leves diferencias como las referidas a

sus materiales constructivos externos,

siendo en La Armuña de adobe, tapial

y piedra arenisca, mientras que hacia el

este predomina el uso del ladrillo maci-

zo, allá en donde el mudéjar dejó pro-

funda huella en construcciones de uso

público y frecuentemente religioso.

Como ya mencionamos contemplamos

una de las economías agrarias de ma-

yor importancia de toda Salamanca. El

cereal, cultivo principal de las extensas

posesiones, requería la utilización de

una amplia cabaña ganadera domésti-

ca de apoyo a las numerosas tareas del

campo. Tierras a menudo profundas,

“de mucha miga”, exigían la tenencia

familiar de varias yuntas de bueyes y

parejas de mulas. Una nutrida presencia

de animales domésticos aportaba com-

plementos alimenticios de vital trascen-

dencia a la economía doméstica de todo

el año y frecuentemente un pequeño vi-

ñedo de uso personal proporcionaba el

preciado mosto.

Por otro lado, la necesidad de contar

con algunos criados que ayudaran per-

manente o temporalmente en las labo-

res más acuciantes del campo, como la

siembra o la recolección, requería ins-

talaciones suficientes y apropiadas para

tal atención. Como vemos, complejas

economías y complejas necesidades

que dan origen a un modelo constructi-

vo, generalmente de gran tamaño, que

puede completar toda una manzana del

casco urbano, desarrollada en una sola

planta, con sobrao superior.

Ya comentamos que los materiales pre-

dominantes son los que proporciona el

propio subsuelo: arcillas y areniscas, que

se transformarán en adobes y tapial de

barro, las primeras, y sillares y sillarejo

de arenisca, las segundas. El ladrillo, con

una clara influencia mudéjar, será el pro-

tagonista en las tierras más orientales.

En general, se trata de una edificación

compacta, en un solo bloque, que reúne

todos los elementos de la casa, y que por

su calidad y desarrollo en planta, consti-

tuye una de las más importantes de toda

Salamanca. Los rigores climáticos se re-

flejan en este espacio como en casi toda

la provincia, provocando que los vanos

al exterior sean pequeños y escasos.

El plano se desarrolla en torno a un gran

patio trasero o lateral al que se accede

por unas grandes puertas carreteras, en

algunas ocasiones de enorme altura

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La casa deLa Armuña* Por Luis Miguel Mata. Fotografía: Santiago Santos

en tierras de “pan llevar”

t

El sobrao o doble es un lugar habitual de almacena-je para el grano, aperos agrícolas y alimentos que han de perdurar en el tiempo.

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para propiciar la entrada de los carros

provenientes de la parva cargados hasta

arriba de paja.

A la vivienda se entra desde la calle por

un portalillo que, desarrollado hacia

la calle o retranqueado de la fachada,

reúne siempre un par de poyos donde

pasar al serano las cálidas noches del ve-

rano o acoger, a “la abrigada”, algunas

tareas domésticas, como la costura de

la señora de la casa. Este portalillo da

paso a la vivienda por una puerta de do-

ble hoja, con gatera, y lo hace hacia un

gran portal, habitación, normalmente

muy amplia, que se transforma en ver-

dadero organizador de la vivienda y

que acoge siempre una gran cántara

de agua, con una tapa y un cazo, para

suministrar este líquido vivificador a

sus moradores.

A AmboS lAdoS del PortAl

se localizan las salas con dos alcobas,

separadas, de la sala tan sólo por unas

cortinas. En las alcobas una simple

cama ocupa la práctica totalidad del es-

pacio disponible, siendo frecuente que

para hacer la cama fuera necesaria la

ayuda de alguna vara para extender

los lienzos sobre el colchón de lana. La

sala, ensolada con baldosas de barro,

provista con el sencillo mobiliario de al-

gún arca, unas sillas o un armario, era

utilizada en muy pocas ocasiones, que-

dando reservada para fiestas y celebra-

ciones. En muchas de las viviendas de

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Una economía agraria, con una amplia cabaña ganadera doméstica, da origen a un modelo

constructivo de gran tamaño que puede ocupar toda una manzana del casco urbano

estas tierras aparece uno de los elemen-

tos más interesantes en cuanto al sistema

calefactor de la casa de toda la provincia.

Nos referimos a la gloria. Este ingenioso

sistema utilizaba un conjunto de canales

colocados bajo el suelo de las habitacio-

nes por los que circulaba el aire caliente

proveniente de la combustión de la paja

que se llevaba a cabo en una cámara cer-

cana. Su diseño recuerda claramente a

los hipocaustos romanos y constituía un

eficiente y económico modo de solven-

tar los rigores del invierno meseteño.

El autor de estas páginas ha tenido la

oportunidad, aún, de disfrutar de tan

confortable sensación térmica en la vi-

sita a algunas de las viviendas que ha

tenido la ventura de conocer.

Desde el portal parte una sólida escale-

ra que asciende al sobrao o doble que en

esta zona cumple la misión de granero

o panera, lo que requiere de un esfuerzo

adicional en la construcción de los mu-

ros inferiores, que se engrosan llamati-

vamente para soportar el enorme peso

que la recolección del cereal podía acu-

mular en el techo del espacio habitado.

Todo el espacio es diáfano, con la es-

tructura de la gran chimenea atravesán-

dolo. Unas pequeñas ventanas o luceras

permiten la aireación del entorno que

a veces conviven con un amplio balcón

que da justo encima del portalillo de ac-

ceso a la casa. Este balcón, en muchas

ocasiones, puede parecer que dé acceso

a una segunda planta pero nunca la

En página anterior, vista de la gran chimenea en forma de campana; arriba, puerta carretera, y encendido de paja de la gloria, original sistema subterráneo de calefac-ción de la vivienda.

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constituye, sirviendo casi siempre para

introducir con mayor facilidad desde el

propio carro que “recula” hacia la fa-

chada los sacos de trigo directamente al

sobrao, sin tener que realizar el sobre-

esfuerzo de subirlos por la escalera. En

algunas ocasiones este balcón se abre al

corral, con idénticas funciones.

Al fondo del portal se localiza la coci-

na, verdadero corazón de la vida dia-

ria. Una gran chimenea en campana,

ocupando la mitad de la habitación,

permite recoger los humos del hogar

bajo, alrededor del cual se sitúan los dos

escaños. Éstos serán, sin duda alguna,

uno de los elementos más apreciados y

deseados de toda la vivienda, colocán-

dose en ellos los usuarios respondiendo

a reglas sociales y jerárquicas estrictas.

Las llares ennegrecidas siempre so-

portaban algún caldero y los pucheros

apoyados en las trébedes desde prime-

ras horas de la mañana preparaban

pacientemente, sin prisas, el sustento

diario de los integrantes de la familia.

Una despensa que suele partir de esta

dependencia y un vasar o alacena com-

pletan la habitación.

En algunas ocasiones la gran chimenea

se tornó en lucera o claraboya de ilumi-

nación y el hogar se redujo a una peque-

ña chimenea francesa más reducida que

la castellana, que pronto daría paso a la

cocina de gas y a posteriores electrodo-

mésticos. La otra parte de la casa, la que

no se dedica a la vivienda, suele alcanzar

mayor desarrollo que la primera. Se tra-

ta del gran corral y las numerosas depen-

dencias que a él se abren.

un grAn PAtio orgAnizA el eSPAcio. En torno a él surgen

múltiples estancias destinadas a las dis-

tintas necesidades de la hacienda. Así,

aparecen las tenadas donde se cobijan

los bueyes, con sus comederos y las cua-

dras con las mulas y sus pesebres. El

pozo suele ocupar una esquina del pa-

tio, que en ciertas ocasiones presenta un

potro para herrar a las bestias de la casa.

Las pocilgas, con suficientes cerdos para

sustentar a toda la familia durante todo

el año, ocupan un lugar predominante

que comparten con el gallinero.

Varias tenadas, alguna de ellas sin pare-

des, permitirán proteger uno de los bie-

nes más preciados de toda la familia: el

carro, sobre el que suele aparecer una

leñera. Aún quedan los pajares, la ha-

bitación del cernidero y el horno, im-

prescindible en estos parajes en los que

el grano aporta sustento fundamental.

Y en algunas ocasiones una puerta que

da acceso, mediante escalera, a la bo-

dega subterránea. El patio, por último,

acumulaba, en su centro, el estiércol de

los animales hasta su traslado al campo

y muchas de las tareas domésticas que

a las distintas horas del día lo hacían

muy frecuentado.

Como ya hemos hecho notar, esta bre-

ve descripción puede complicarse o

hacerse más sencilla si atendemos a los

distintos niveles socioeconómicos de

sus moradores.

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El portal, auténtico distribuidor de la vivienda, se utiliza a veces como secadero de la matanza.

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