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Inicialmente, el plan de Schlieffen no tuvo éxito debido a que el ejército alemán no pudo
derrotar a las tropas belgas rápidamente, lo que frenó el ataque inicial, dando tiempo a que
las fuerzas francesas llegasen organizarse mejor y recibir el apoyo de la Fuerza
Expedicionaria Británica.
Las trincheras
1ª Guerra Mundial: Vida (y muerte) en
las trincheras
Guillermo 14 jun 08 26 Comentarios
Paseando por Internet me topé con esta foto de un puesto de avanzada en las trincheras
de Gallipoli.
El soldado de la derecha utiliza un periscopio para observar los lejanos movimientos del
enemigo, a la vez que el de la izquierda dispara su fusil, que se encuentra sobre una
montura que le permite no levantar la cabeza por encima de la línea de fuego.
Los otros dos sentados, matando el tiempo, posiblemente pensando en casa e
imaginándose estar en otros lugares….pero están preparados…..tres fusiles con las
bayonetas caladas se apoyan contra la pared de la trinchera…..
El aburrimiento y la melancolía no eran, ni mucho menos, lo peor de la vida en las
trincheras. La guerra de trincheras fue una constante prueba de resistencia humana las
veinticuatro horas del día. La mayoría de las personas de hoy en día no habríamos
sobrevivido un solo día en las trincheras, por no hablar de años, como estos jóvenes,
que al final debían aceptarlo como algo cotidiano.
La Gran Guerra se caracterizó por la
falta de movimiento en los frentes. Claro ejemplo de este estancamiento fueron las
guerras de trincheras desde otoño de 1914 hasta la primavera de 1918.
Durante el día eran sometidos a los disparos de los francotiradores y de la artillería,
estos últimos destinados a eliminar la guarnición de la primera línea de trinchera y a
destruir el alambre de espino. En consecuencia, las trincheras eran más activas durante
la noche, cuando la oscuridad permitía el movimiento de tropas y suministros, el
mantenimiento de los alambres de púas y reconocimiento de las defensas del enemigo.
Centinelas en los puestos de escucha en la “tierra de nadie” (la zona que estaba entre las
trincheras de ambos bandos) tratarían de detectar las patrullas enemigas, y se llevaban a
cabo incursiones con la finalidad de capturar prisioneros y documentos que
proporcionarían información sobre las trincheras enemigas.
La vida en las trincheras era agotadora en muchos
aspectos, no sólo en lo físico, sino también en lo moral. Era aburrida y se tenía miedo a
la muerte. Cada día morían compañeros; los soldados estaban cara a cara con la muerte.
No solo estaban expuestos a los bombardeos y disparos del enemigo sino también a la
inhalación de gases tóxicos y corrosivos.
A veces los cadáveres se descomponían frente a las trincheras. La falta de sueño y el
cansancio desmoralizaban a las tropas.
Los soldados se sentían deprimidos, agotados, apenas con ánimos para vivir y seguir
luchando.
Muchos cayeron en desordenes mentales, especialmente durante los últimos años de la
guerra.
Se ha estimado que hasta un tercio de bajas aliadas
en el frente se produjeron en las trincheras.
Y es que, aparte de las producidas en combate, las enfermedades también fueron una
pesada carga.
Vivir mal alimentados, casi siempre mojados y embarrados, enterrados en lugares
reducidos y en una tierra tan fría y húmeda como el Norte de Francia y el Sur de Bélgica
causó muchos millares de bajas debido a la gripe, pulmonía, tuberculosis, disentería y a
todo tipo de enfermedades contagiosas propagadas por piojos, pulgas, ladillas y ratas.
Había millones de ratas, algunas
incluso del tamaño de un gato. Tenían que quitárselas de la cara y de las manos mientras
dormían. Los soldados trataban de eliminarlas a disparos y con sus bayonetas, incluso
hubo quienes, con la ayuda de perros, se especializaron en desratizar las trincheras.
Sin embargo era inútil. Las ratas, bien alimentadas de tanto cadáver, proliferaron a su
gusto (una sola pareja de ratas puede producir hasta 900 descendientes en un año). Ellas
produjeron también la infección y contaminación de los alimentos.
A veces, una simple lluvia podía dar
lugar a todo un mar de lodo. Las trincheras se llenaban de barro. Si los soldados
pasaban demasiado tiempo en una zanja llena de agua y la situación se complicaba con
el frío, con inviernos extremadamente duros (a veces llegaban a -20ºC) el resultado eran
los llamados “pies de trinchera”, el primer paso para la posterior gangrena. Hacia finales
de 1915, y para tratar de combatir el pie de trinchera, los soldados británicos en estaban
equipados con tres pares de calcetines y tenían órdenes de cambiárselos al menos dos
veces al día.
Cada día, cientos de proyectiles de
artillería caían en las trincheras.
Un soldado podía pasar largos periodos destinado en primera línea de fuego.
Otros muchos, sin embargo, morían en su primer día en las trincheras como
consecuencia de los disparos de un francotirador.
A continuación os dejo con más fotos interesantes de las trincheras de la Primera Guerra
Mundial.
—————————————– Post Realizado por Guillermo. —————————
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1.
Batalla de Verdun
Este fuerte fue desmantelado y casi abandonado, como tantos otros, al comienzo de la guerra. El ejército francés no lo consideraba importante para la defensa del frente, y sus cañones fueron trasladados. A su cuidado quedaron
solo 56 reservistas, que no supusieron ningún problema para el ejército alemán. La caída del fuerte Douaumont fue un desastre, y se estima que en la batalla por retomarlo perecieron cerca de 100.000 soldados franceses
1.
NOTRE HISTOIRE
Pourquoi l'histoire des " Gueules Cassées " ne commence-t-elle réellement qu'avec la " Grande Guerre " de 1914-1918 ?
Pour deux raisons essentielles :
Par rapport aux guerres du siècle précédent, le nombre de blessés et la
nature des blessures ont radicalement changé.
Il faut rappeler le nombre incroyable et jamais vu jusqu'alors des pertes de cette guerre.
1 400 000 morts français 2 040 000 morts allemands
850 000 morts anglais
114 000 morts américains 1 700 000 morts de l' empire russe 1 500 000 morts autrichiens hongrois.
En Europe, au lendemain de la guerre, on compte environ 6,5 millions d' invalides, dont près de
300 000 mutilés à 100 % : aveugles, amputés d'une ou des deux jambes, des bras, et blessés de la face et/ou du crâne. L'emploi massif des tirs d'artillerie, les bombes, les grenades, le phénomène des tranchées où la tête se trouve souvent la partie du corps la plus exposée ont multiplié le nombre des blessés de la face et la gravité des blessures.
Les progrès de l'asepsie et les balbutiements de la chirurgie réparatrice permettent de maintenir en vie des blessés qui n'avaient aucune chance de survivre lors des conflits du 19ème siècle.
Quelle vie après la survie ?
Ces broyés de la guerre gardent la vie, mais c'est pour vivre un nouveau cauchemar.
Les regards, y compris parfois, ceux de leur famille, se détournent sur le passage de ces hommes jeunes, atrocement défigurés.
Ils ont honte de se montrer, ils ne savent où aller. Ils sont sans travail et rien n'a été prévu pour eux. Ni foyer entre deux opérations, la
reconstruction du visage pouvant nécessiter plusieurs années, ni pension, car à cette époque la blessure au visage n'est pas considérée comme une infirmité et n'entraîne donc aucun droit à pension d'invalidité.
C'est dans cet abîme de détresse que quelques-uns d'entre eux, refusant le désespoir et la pitié, s'élevèrent au-dessus de leur condition de mutilé pour proclamer leur humanité.
Le 21 juin 1921, à l'initiative de deux « grands mutilés», Bienaimé Jourdain et Albert Jugon, une
quarantaine de soldats blessés au visage créent l'Union des Blessés de la Face, qu'ils surnomment les " Gueules Cassées " :
Ils en confient la présidence au Colonel Yves Picot.
leur devise " Sourire quand même ",
leur arme, la Solidarité.
Une solidarité sans faille qui a permis d'assurer à leurs camarades, sans jamais demander la moindre aide à l'Etat, une vie digne des sacrifices qu'ils avaient consentis au nom de la France.
Ce combat sans fin se poursuit aujourd'hui. Dans une totale fidélité à ses initiateurs, il s'est élargi à d'autres souffrances, à d'autres misères humaines.
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Thomas Edward Lawrence