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DAVID HUME. PRIMERA PAREJA DE NOCIONES 1. Impresiones e ideas
La distinción entre dos tipos de percepciones que conforman la
experiencia como origen del conocimiento en los empiristas fue propuesta por
John Locke en el siglo XVII y retomada por el filósofo escocés David Hume en
el Siglo de las Luces.
Para Hume, las impresiones son las percepciones más intensas, vívidas,
simples, inmediatas y evidentes. Las impresiones pueden ser de dos tipos:
impresiones de la sensación o sensaciones, que constituyen la experiencia
externa y son los datos procedentes directamente de los sentidos,
fundamentales por ser originarias, es decir, inmediatas por carecer de
precedentes, y son el origen del conocimiento.
Las ideas o pensamientos, en cambio, son percepciones menos intensas
por ser copia o derivación de las impresiones. Pueden ser, como en Locke,
simples (formadas de sensaciones), o complejas (asociación de varias ideas
simples).
Por tanto, las impresiones, formadas por la experiencia externa e
interna, son para Hume origen y límite del conocimiento.
HUME - TEMA 1: LA EXPERIENCIA COMO ORIGEN DEL CONOCIMIENTO
La teoría empirista del conocimiento parte de que la mente humana es,
según Locke, un papel en blanco sin idea alguna, una tabula rasa. Esto supone
un enfrentamiento radical a la doctrina racionalista de que la mente, desde el
momento del nacimiento, está dotada de ciertos principios o ideas innatas
(innatismo). El primero en criticar la teoría de las ideas innatas fue Locke,
esgrimiendo razones contrarias al “argumento del consenso universal” (el más
utilizado por los innatistas), según el cual existen determinados principios
fundamentales que toda la humanidad acepta como verdades, por ejemplo, el
principio de no contradicción.
Hume parte de los argumentos antinnatistas de Locke (las excepciones
a dicho argumento y la necesidad de instrucción en dichos principios, entre
otros) para exponer sus razones en contra de esta teoría racionalista en la
sección 2 de sus Investigaciones sobre el conocimiento humano, texto que
estamos comentando.
En primer lugar, afirma Hume, todas las ideas de nuestra mente, incluso
las compuestas (como la de Dios), proceden en última instancia de una
sensación o un sentimiento (impresión) precedente. La complejidad de estas
ideas se debe a las operaciones de asociación de ideas de nuestra mente, que
no aporta nuevo conocimiento, sino que relaciona y asocia el “material”
sensible. En segundo lugar, si no tenemos sensaciones de las cosas, no
tendremos la idea correspondiente, puesto que las ideas son copias de las
impresiones. Por eso un ciego no puede formarse idea de los colores. Por
tanto, concluye Hume, la experiencia es el origen o fuente de todo
conocimiento, y está formada por las percepciones de nuestra mente, que son
lo único que ésta conoce. Las impresiones, que pueden ser de sensación o de
reflexión, es decir, de la experiencia externa (en cuyo caso son además de
originarias) o de la interna, son las percepciones más vivas, intensas e
inmediatas y evidentes; y las ideas, que pueden ser simples o complejas, son
percepciones menos intensas por ser copias de las impresiones.
Así, para Hume la mente solo tiene noticia de sus propias percepciones,
sean estas impresiones o ideas, por lo que mantiene un fenomenismo
perceptivo que va más allá de Locke (que apeló a la causalidad, Dios y el
sentido común para garantizar que las ideas son representaciones adecuadas
del mundo real). Aunque Locke es conocido por limitar el alcance y poder de la
razón, será Hume quien lleve el programa empirista y antimetafísico hasta el
final, aplicándolo también a las ideas simples y no solo a las complejas, como
hizo Locke.
El fenomenismo de Hume implica que la causa última de las
sensaciones (que son origen de nuestro conocimiento) es inalcanzable para la
razón humana. No importa de dónde proceden esas sensaciones, sólo
podemos sacar inferencias de ellas, sean verdaderas o falsas, procedan del
mundo externo o de un Dios que las ha puesto en nosotros. Por tanto, si las
ideas no aportan ningún contenido nuevo, sino que son meras copias de las
impresiones, que a su vez no tienen carácter referencial (no podemos saber si
refieren al mundo material porque sólo conocemos nuestras percepciones, no
el mundo exterior en sí), el fenomenismo de Hume tiene una clara vocación
escéptica.
CONTEXTUALIZACIÓN DE DAVID HUME David Hume nació en Edimburgo (Escocia) en 1711 y murió en Londres,
en 1776. Aunque inicialmente se dedicó al comercio, mostró un gran interés por
la literatura y la filosofía, trasladándose a Francia para estudiar en el mismo
Colegio que Descartes, el jesuita de La Flèche. Allí elaboró su Tratado de la
naturaleza humana (1739), aunque sin buena acogida. Por eso, en 1748
reelabora la primera parte de dicha obra bajo el título Investigación sobre el
conocimiento humano (1748), donde se propone fijar los límites del
conocimiento humano con un programa crítico que desemboca en un
escepticismo moderado, consecuencia última de la tesis empirista.
El empirismo es una corriente filosófica que comienza con Francis Bacon
y se extiende a lo largo de los siglos XIX y XX, hasta Hume, coexistiendo con el
racionalismo. La tesis empirista considera que la experiencia es la fuente de
todo conocimiento humano y niega la existencia de cualquier idea innata en la
mente. Esto implica que la razón es dependiente y limitada a la experiencia, y
vacía antes del primer contacto con aquélla. Los empiristas dan prioridad al
método inductivo y consideran que el conocimiento sobre el mundo es sólo
probable.
El contexto filosófico del empirismo del siglo XVIII, donde se sitúa Hume,
está determinado por dos factores fundamentales. En primer lugar, la
Universidad de Oxford, dedicada a la observación y a los problemas concretos,
y en la que se forman los precursores del empirismo. En segundo lugar, la
Ilustración, una etapa cultural, sociológica y política que se desarrolla entre dos
revoluciones: la Revolución Gloriosa inglesa de 1688-89 y la Revolución
Francesa de 1789. Se caracteriza, según Kant, por ser el paso hacia la mayoría
de edad del hombre, que se hace dueño de sí mismo mediante la razón.
Sapere aude! (¡atrévete a pensar!) es el lema del Siglo de las Luces, una época
marcada por una gran confianza en el progreso de la humanidad.
Para elaborar su filosofía, Hume se basa en la física mecanicista de
Isaac Newton y en el empirismo inglés del siglo XVII, tomando de Locke
conceptos como el de tabula rasa, impresiones e ideas y la crítica al innatismo,
y de Berkeley la negación del mundo material. La lectura de Hume despertó a
Kant de su sueño dogmático (racionalista); y los “positivistas lógicos”, del siglo
XX, continuaron su proyecto empirista incorporando los nuevos avances
científicos. En su obra Investigación sobre los principios de la moral (1751),
Hume expone su teoría del emotivismo moral, que será continuada en el siglo
XX por Russell y Ayer, entre otros. La crítica de Hume a los valores universales
será desarrollada posteriormente por Nietzsche y Sartre.