nociones comunes in estigacion y ensayos entre investigacion y militancia

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  • 7/25/2019 Nociones Comunes in Estigacion y Ensayos Entre Investigacion y Militancia

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    Traficantes de Sueos no es una casa editorial, ni siquiera una editorialindependiente que contempla la publicacin de una coleccin variable detextos crticos. Es, por el contrario, un proyecto, en el sentido estricto deapuesta, que se dirige a cartografiar las lneas constituyentes de otrasformas de vida. La construccin terica y prctica de la caja de herra-mientas que, con palabras propias, puede componer el ciclo de luchas delas prximas dcadas

    Sin complacencias con la arcaica sacralidad del libro, sin concesiones conel narcisismo literario, sin lealtad alguna a los usurpadores del saber, TdSadopta sin ambages la libertad de acceso al conocimiento. Queda, portanto, permitida y abierta la reproduccin total o parcial de los textospublicados, en cualquier formato imaginable, salvo por explcita voluntaddel autor o de la autora y slo en el caso de las ediciones con nimo delucro.

    Omnia sunt communia!

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    tiles es un tren en marcha que anima la discusin en el seno delos movimientos sociales. Alienta la creacin de nuevos terrenos deconflicto en el trabajo precario y en el trabajo de los migrantes, esti-mula la autorreflexin de los grupos feministas, de las asociacioneslocales y de los proyectos de comunicacin social, incita a la aper-tura de nuevos campos de batalla en una frontera digital todavaabierta.

    tiles recoge materiales de encuesta y de investigacin. Se proponecomo un proyecto editorial autoproducido por los movimientossociales. Trata de poner a disposicin del comn saberes y cono-cimientos generados en el centro de las dinmicas de explotacin ydominio y desde las prcticas de autoorganizacin. Conocimientosque quieren ser las herramientas de futuras prcticas de libertad.

    tiles 2

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    1 edicin: 1000 ejemplaresOctubre de 2004Ttulo:

    Nociones comunes. Experiencias y ensayos entre

    investigacin y militancia.Edicin y notas:Marta MaloTraduccin y entrevistas:

    Anouk Devill, Anne Vereecken y Marta Malo

    Adems de los ya citados, en la realizacin de este libro han sidoimprescindibles la colaboracin y el apoyo de Brbara Biglia, JordiBonet, David Gutirrez Snchez, Paulina Jimnez, Pere Lpez,Margarita Padilla, Marisa Prez Colina, Ral Snchez Cedillo yColectivo Situaciones.

    Maquetacin y diseo de cubierta:Traficantes de Sueos.Edicin:

    Traficantes de SueosC\Hortaleza 19, 1 drcha.28004 Madrid. Tlf: 915320928e-mail:[email protected]://traficantes.netImpresin:

    Queimada Grficas.

    C\. Salitre, 15 28012, Madridtlf: 915305211ISBN: 84-933555-5-0

    Depsito legal: M-42738-2004

    L I C E N C I A C R E A T I V E C O M M O N SReconocimiento-No Comercial-Sin obra derivada 2.0 Spain

    Esta licencia permite:- Copiar, distribuir, exhibir e interpretar este texto.

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    Commons, 559 Nathan Abbot Way, Stanford, California 94305, USA.

    2004, de los textos cada uno de los autores

    2004, de la edicin editorial traficantes de Sueos

    creativecommonsCC

    =

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    tiles

    nociones comunesexperiencias y ensayos entre

    investigacin y militancia

    Revista Derive Approdi, Precarias a la deriva,Revista Posse, Colectivo Situaciones,

    Grupo 116, Colectivo Sin Ticket...

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    ndice

    Prlogo:Marta Malo 13

    Algunas fuentes de inspiracin 16La encuesta y la coinvestigacin obreras 16Los grupos de autoconciencia de mujeres y la

    epistemologa feminista 22El anlisis institucional 27Investigacin-Accin Participante 32

    Investigacin militante ayer y hoy 34Sobre este libro 39

    ENCUESTA Y COINVESTIGACIN COMOHERRAMIENTAS DE TRANSFORMACIN 41

    1. La encuesta hoy. De la coinvestigacin obrerista alcaminar preguntando y ms all: la encuesta sobrelas formas de vida en el taller metropolitanodel saber difusoAntonio Conti [Revista POSSE, Roma] 43

    Produccin de subjetividad a travs del lenguaje 50

    2. La encuesta como mtodo poltico. El objetivo de la encuesta

    no es la interpretacin del mundo sino la organizacinde su transformacin: ambas cosas vansiempre unidasAntonio Conti [Revista POSSE, Roma] 55

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    3. La conivestigacin como accin poltica Guido Borio,Francesca Pozzi Gigi Roggero [Revista DeriveApprodi, Roma, Miln] 67Encuesta y coinvestigacin 69Construir y experimentar modelos de coinvestigacin

    abiertos y flexibles 71Coinvestigar dentro del movimiento nuevas

    trayectorias de transformacin 72Poner en red las experimentaciones 74

    TRAYECTORIAS DE INVESTIGACIN MILITANTE 79

    4. De preguntas, ilusiones, enjambres y desiertos.Apuntes sobre investigacin y militancia desde

    Precarias a la deriva [Madrid] 81Caminar preguntando 82Investigacin y organizacin 89

    5. Algo ms sobre la Militancia de Investigacin. Notas al piesobre procedimientos e (in)decisiones

    Colectivo Situaciones [Buenos Aires] 93

    6. El trabajo de Penlope: La encuesta, el trabajo cognitivo yla leccin biopoltica del feminismo

    Cristina Morini [Grupo116, Miln] 111Cognitarios, conozcmonos a nosotros mismos 114Lo amo, no me ama 117tica peltica 122Del complejo de Penlope 126Estar fuera para estar juntas 129

    CONVERSACIONES SOBRE INVESTIGACIN YACCIN, TEORA Y PRCTICA 131

    7. Entre la calle, las aulas y otros lugares. Una conversacinacerca del saber y la investigacin en/para la accin entreMadrid y Barcelona 133

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    8. Errancias Colectivo Sin Ticket [Bruselas] 167

    Introduccin 167El cierre del Centro Social: cuestionamiento denuestra prctica 169

    Militante Tradicional versus Militante Investigador 172Investigacin Participante sobre la SNCB y Tarjeta de

    Derecho al Transporte Gratuito 173Ciclo de autoformacin 177Cambio de andn: La Investigacin-Accin, el GRA

    y otros dispositivos inconexos 178Una pequea vuelta por las Asamblea de Usuarios 182Algunas hiptesis a propsito de nuestro trabajo 185

    9. Moverse en la incertidumbre. Dudas y contradiccionesde la investigacin activista Pantera rosa [Barcelona] 191

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    A lo largo de la historia contempornea, es posible rastrear,en los movimientos de transformacin, un persistente recelohacia determinadas formas de produccin y transmisin delsaber. Por un lado, recelo de las ciencias que ayudaban a unamejor organizacin del mando y de la explotacin, y recelode los mecanismos de captura de los saberes menores (subte-rrneos, fermentados entre malestares e insubordinaciones,alimentados por procesos de cooperacin social autnoma oen rebelda)1 por parte de las agencias encargadas de garan-tizar la gobernabilidad. Por otro lado, tambin, en muchoscasos, recelo de las formas ideolgicas e icnicas del saber

    supuestamente revolucionario y recelo de las posiblesderivas intelectualistas e idealistas de saberes en principionacidos en el seno de los propios movimientos. Este receloha llevado en ocasiones a la impotencia; en los procesos msvivos y dinmicos de lucha y autoorganizacin, ha sido unacicate para producir conocimientos, lenguajes e imgenespropios, a travs de procedimientos tambin propios de arti-culacin entre teora y praxis, partiendo de la realidad con-creta, procediendo de lo simple a lo complejo, de lo concre-to a lo abstracto, con el objeto de ir creando un horizonte te-rico adecuado y operativo, muy pegado a la superficie de lavida, donde la simplicidad y concrecin de los elementos delos que se ha partido adquieren significado y potencia.

    PrlogoMarta Malo

    13

    1 Sobre la nocin de saberes menores, vanse las obras de Gilles Deleuzey Flix Guattari, en especial,Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, Pre-Textos, Valencia, 1997.

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    Hoy, en los albores del tercer milenio, cuando la realidad denuestras madres y abuelos parece haber estallado (con laderrota de los movimientos antisistmicos del periodo pos-terior a 1968, el fin del mundo de Yalta, el eclipse del espaciogeopoltico del Tercer Mundo, la desaparicin del sujetomovimiento obrero, la destitucin del paradigma industrial,la innovacin informtica y tecnolgica, la automatizacin,desterritorializacin y reorganizacin productivas, la financia-rizacin y globalizacin de la economa, la afirmacin de una

    forma-Estado basada en la guerra como vector de produccinnormativa...)2 y cuando lo nico que se mantiene constante esel propio cambio, cambio vertiginoso, la necesidad de desha-cerse de fetiches y bagajes ideolgicos, demasiado preocupa-dos por el Ser y la esencia, y de construir, desde las dinmicasde autoorganizacin social, mapas operativos, cartografas enproceso, para poder intervenir en lo real, y acaso transformar-lo, se hace an ms acuciante. Mapas para orientarnos ymovernos sobre un paisaje de relaciones y dispositivos dedominacin en acelerada mutacin. Pero tambin mapas quenos ayuden a situarnos en ese paisaje hipersegmentado, a defi-nir un punto de partida y de decantacin, un lugar donde pro-duccin de conocimiento y produccin de subjetividad con-verjan en la construccin de lo comn, sacudiendo lo real.

    Esta necesidad se ve acentuada, ms si cabe, por la cen-

    tralidad que el conocimiento y toda una serie de facultadeshumanas genricas (lenguaje, afectos, comunicatividad,capacidades de relacin, juego y cooperacin...) han adquiri-do en la determinacin del valor econmico de cualquierempresa y, en trminos ms generales, en la competicin enla jerarqua econmica global, convirtindose en resortesestratgicos desde el punto de vista capitalista de la pro-

    duccin de beneficio y en interfaz de una economa flexible,deslocalizada y en red. A todas estas transformaciones vaasociada, desde el punto de vista del trabajo, la figura delvirtuoso: ese trabajador, hasta ahora considerado improduc-tivo, que no deja tras de s un producto tangible, sino cuyatarea se basa en una ejecucin operformance en favorecer y

    Nociones comunes14

    2 Vase Snchez, Prez, Malo y Fernndez-Savater, Ingredientes deuna onda global, manuscrito indito escrito en el marco de la investi-gacin Desacuerdos: www.desacuerdos.org.

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    gestionar el flujo de informaciones, en tejer y armonizar rela-ciones, en producir ideas innovadoras, etc. La figura del vir-tuoso desafa en su quehacer las tradicionales divisiones entreTrabajo, Accin e Intelecto (Hannah Arendt): el intelecto, pues-to al servicio del trabajo, se vuelve pblico, mundano, pasan-do a primer plano su naturaleza de bien comn; al mismotiempo, el trabajo, imbuido de intelecto, se vuelve actividad-sin-obra, virtuosismo puro que se ejecuta en relacin con el otro,con los otros que componen las redes productivas; por ltimo,

    en la unin de intelecto y trabajo y la adopcin por parte deambos de propiedades hasta ahora especficas de la accin,esta ltima queda eclipsada, una vez borrada su especificidad.3

    En relacin con todo ello (en ningn caso como conse-cuencia unvoca, directa, pero s en compleja y paradjicarelacin), se registra dentro de las redes sociales que persi-guen transformar el estado de cosas presente (y dentro de

    una composicin social que ya es, de por s, virtuosa, que estobligada a serlo para sobrevivir en el alambre) una peculiarproliferacin de experimentaciones y bsquedas entre elpensamiento, la accin y la enunciacin: iniciativas que sepreguntan cmo romper con los filtros ideolgicos y losmarcos heredados, cmo producir conocimiento que bebadirectamente del anlisis concreto del territorio de vida ycooperacin y de las experiencias de malestar y rebelda,

    cmo poner a funcionar este conocimiento para la transfor-macin social, cmo hacer operativos los saberes que ya cir-culan por las propias redes, cmo potenciarlos y articularloscon la prctica... en definitiva, cmo sustraer nuestras capa-cidades mentales, nuestro intelecto, de las dinmicas de tra-

    bajo, de produccin de beneficio y/o gobernabilidad, y aliar-las con la accin colectiva (subversiva, transformadora),

    encaminndolas al encuentro con el acontecimiento creativo.Ciertamente, estas preguntas no son nuevas, aunque elcontexto en el que se plantean s que lo sea, y, de hecho,muchas de las experiencias que se las hacen han echado lavista atrs, en busca de referencias en el pasado en las que laproduccin de saber estuviera ligada de manera inmediata y

    Prlogo 15

    3 Paolo Virno, Virtuosismo y revolucin. Notas sobre el concepto deaccin poltica, en Virtuosismo y revolucin. La accin poltica en la era deldesencanto, Traficantes de sueos, Madrid, 2003, pp. 89-116.

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    fructfera con procesos de autoorganizacin y dinmicas delucha. En este sentido, es posible identificar en la historiareciente cuatro grandes filones de inspiracin: la encuesta yla coinvestigacin obreras, los grupos de autoconciencia demujeres y la epistemologa feminista, el anlisis institucional y,por ltimo, la Investigacin Accin Participante o IAP. Todosellos merecen, por su riqueza e inters, un breve repaso, amodo de excursus histrico que permita situar la discusin ylas trayectorias actuales de investigacin militante e investiga-

    cin-accin. Dedicaremos a ello buena parte de este prlogo.

    Algunas fuentes de inspiracin

    La encuesta y la coinvestigacin obreras.

    La encuesta obrera, esto es, el uso de parte obrera de las tc-nicas de la sociologa industrial acadmica (desarrollada yempleada fundamentalmente, no lo olvidemos, para elmejor gobierno de fbricas y barrios), se remonta al propioKarl Marx. En 1881, la Revue Socialiste solicita a Marx la ela-

    boracin de una encuesta sobre la situacin del proletariadofrancs. Marx acepta el encargo de inmediato, porque consi-dera necesario que el movimiento y las sectas obreras de

    Francia, tan dadas a la fraseologa vaca y al utopismo, sitenla lucha en un terreno ms realista, y redacta una peculiarencuesta con casi cien preguntas, de la que se repartirnmiles de copias por todas las fbricas del pas. Por qupeculiar? Porque se niega a un acercamiento neutro almundo laboral, dirigido exclusivamente a extraer informa-ciones tiles o a constatar una situacin o unos hechos y se

    coloca, abiertamente, de parte (de la realidad obrera), con pre-guntas que a ojos de un socilogo empiricista resultaran atodas luces tendenciosas: no buscan tanto sacar datos de laexperiencia directa, sino, en primer lugar, hacer que los obre-rospiensen (crticamente) sobre su realidad concreta.4

    Nociones comunes16

    4 Yaak Karsunke y Gunther Wallraff, Karl Marx. Encuesta a los trabajadores,

    Castellote editor, Madrid, 1973. En las tres primeras partes del cuestiona-rio, las preguntas se centran en el anlisis de la naturaleza de la propiaexplotacin, mientras que, en la ltima seccin, se trata de incitar a losobreros a pensar sobre los modos de oposicin a su propia explotacin.

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    La idea de la coinvestigacin, esto es, de una investigacinsocial que rompe con la divisin entre sujeto investigador yobjeto investigado, en cambio, no aparecer hasta la dcadade 1950, en Estados Unidos, en plena efervescencia de lasociologa industrial y del anlisis de los grupos humanoscomo campo especfico de la investigacin sociolgica (lasociologa de las human relations de Elton Mayo5), por unlado, y de los relatos obreros,6 por otro. Sin embargo, estealumbramiento es puramente sociolgico. Ser el italiano

    Alessandro Pizzorno quien, importndola a Europa, le darvalencia poltica, y un grupo de intelectuales-militantes ita-lianos, con influencias francesas (entre los que se encuentranRomano Alquati y Danilo Montaldi7) quienes, en torno a1956-1957, empezarn a transformarla y radicalizarla con suaplicacin prctica en la provincia de Cremona.

    Durante las dcadas de 1960 y 1970, el uso de la encues-

    ta y de la coinvestigacin obreras se extiende bajo distintasformas: utilizada como dispositivo de anlisis de las formasde explotacin y dominio en la fbrica y en los barrios ycomo mecanismo de rastreo de las formas de insubordina-cin obreras por los equipos de revistas como Quaderni Rossi y

    Prlogo 17

    5 Vase, por ejemplo, Elton Mayo, Problemas humanos de una civilizacinindustrial, Buenos Aires, Nueva Visin, 1972.6 Relatos en primera persona de la vida en la fbrica. Un ejemplo precio-so lo representa el texto de Paul Romano y Ria Stone, El obrero americano,sobre las condiciones obreras y la relacin clase-fbrica-sociedad (Theamerican worker, Bewick Editions, Detroit, 1972; publicado originalmentecomo panfleto en 1947 por laJohnson-Forest Tendency de C. L. R. James yRaya Dunayevskaya y traducido al italiano por Danilo Montaldi).

    7 Lejos de la figura del intelectual orgnico de Gramsci, estos intelec-tuales-militantes cuentan con una largusima trayectoria, que incluye lacreacin del Gruppo di Unit Proletaria (Cremona, 1957-1962), la partici-pacin (en especial Alquati) en revistas como Quaderni Rossi, madre deloperaismo italiano, y fuertes lazos internacionales, en especial Montaldi,con grupos como el francs Socialisme ou Barbarie. Alquati, ms jovenque Montaldi, aprender de ste y de sus referencias internacionales(autores como Daniel Moth, Paul Romano o Martin Glbaermann) a

    conceder un especial valor a la conflictividad subterrnea de las redesde comunicacin material que los trabajadores construan para enfren-tarse cada da a la frrea organizacin empresarial y para rechazar eltrabajo (base de otras conflictividades ms visibles e irruptivas).

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    Quaderni del territorio (Italia) o grupos como Socialisme ouBarbarie (Francia), pero tambin impulsada desde los propiosespacios obreros, de manera ms o menos intuitiva, sin laintervencin de tericos o expertos exteriores a los procesosde autoorganizacin, como mtodo para la construccin de lasplataformas reivindicativas.8 En el Estado espaol, las revistasTeora y prctica y Lucha y teora desarrollarn sus propias for-mas de investigacin obrera, dirigidas especialmente a haceruna historia de la lucha de clases narrada por sus propios pro-

    tagonistas (como rezaba el subttulo de Teora y prctica).Desde nuestro punto de vista, merece especial atencin eluso que la encuesta obrera tuvo en el seno del operaismo [obre-rismo] italiano. Los jvenes opeaisti, reunidos en un primermomento en torno a la revista Quaderni Rossi,9 crean que la cri-sis que experimentaba el movimiento obrero en la dcada de1950 y principios de la de 1960 no poda interpretarse exclusi-

    vamente en funcin de los errores tericos o de las traicionesde la dirigencia de los partidos de izquierda (como rezaba laortodoxia del movimiento obrero de orientacin comunista yanarcosindicalista), sino que se deba, ante todo, a las trans-formaciones que la Organizacin Cientfica del Trabajohaba introducido en la estructura de los procesos produc-tivos y en la composicin de la fuerza de trabajo. Por lotanto, el uso de la encuesta iba dirigido a revelar la nueva

    condicin obrera, as cmo la realidad de los nuevos suje-tos conflictivos en condiciones de retomar y reimpulsar lasreivindicaciones obreras, y adquiri, en la prctica y el dis-curso de los operaisti, una gran centralidad.

    No obstante, desde el comienzo, hubo divergencias res-pecto a la forma de enfocar la encuesta. Tal como nos cuentaDamiano Palano, desde la formacin del primer grupo de

    los Quaderni Rossi surgi, de hecho, una fractura ms bienneta respecto al modo en el que llevar adelante la encuestaobrera y sobre los fines que sta debera proponerse: por unlado, estaba la componente, entonces mayoritaria, de los

    Nociones comunes18

    8 Vase, a este respecto, Entre las calles, las aulas y otros lugares. Unaconversacin acerca del saber y de la investigacin en/para la accinentre Madrid y Barcelona, en esta misma publicacin, pp. 133-167.9 Fundada y dirigida por el anmalo disidente socialista RanieroPanzieri, se public de 1961 hasta 1965.

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    socilogos (encabezada por Vittorio Rieser),10 que entendala encuesta como un instrumento cognoscitivo de la realidadobrera transformada, dirigido a proporcionar el estmulopara una renovacin terica y poltica de las instituciones delmovimiento obrero oficial; por el otro, en cambio, estabanAlquati y pocos ms (Soave y Gasparotto), que, en base aexperiencias de fbrica estadounidenses y francesas, consi-deraban la encuesta como el presupuesto de una interven-cin poltica encaminada a organizar la conflictividad obre-

    ra. Se trataba de una divergencia notable desde el punto devista de los objetivos concretos, pero todava mayor era ladistancia que separaba las dos componentes en el plano delmtodo: en realidad, mientras los primeros actualizabanla teora marxista con temas y mtodos elaborados por lasociologa industrial norteamericana, Alquati propona unaespecie de inversin estratgica en el estudio de la fbrica.11

    En qu consista esta inversin estratgica propuesta porAlquati, ese mismo Alquati que haba desarrollado la coin-vestigacin junto a Danilo Montaldi y a quien tantos recuer-dan yendo con su bicicleta a las fbricas de la Fiat y de laOlivetti? Cules eran las bases de ese giro epistemolgico yde mtodo que recorrera los usos ms interesantes de laencuesta obrera dentro del operaismo italiano? En pocas pala-

    bras: una teora de la composicin de clase, que ms tarde se com-

    pletara con una teora de la autovalorizacin obrera, y que se fun-da con la teora del punto de vista obrero de inspiracinlukcsiana y con la revolucin copernicana inaugurada porotro operaista, Mario Tronti, en el presupuesto implcito de unaautonoma obrera, esto es, de una autonoma potencial de laclase obrera con respecto al capital. Pero vayamos por partes.

    La nocin de composicin de clase designa la estructura

    subjetiva de las necesidades, los comportamientos y las prcti-cas conflictivas, sedimentados a lo largo de las luchas. El primerdesarrollo de este concepto aparece en los primeros escritos de

    Prlogo 19

    10 Alquati les llamar los jvenes socilogos socialistas: aparte deVittorio Rieser, participaban de esta orientacin intelectuales como

    Dino de Palma, Edda Salvatori, Dario Lanzardo y Liliana Lanzardo.11 Damiano Palano, Il bandolo della matassa. Forza lavoro, composizionedi classe e capitale sociale: note sul metodo dellinchiesta, en http://www.intermarx.com/temi/bandolo.html. La traduccin y nota son mas.

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    Alquati publicados en los Quaderni Rossi, aunque su formu-lacin orgnica tendr que esperar algn tiempo, hastaque la revista Classe Operaia,12 en su segundo ao de trayec-toria, decida incluir una seccin especfica con este mismonombre, dirigida por el propio Alquati. Es as como la expre-sin entra en el vocabulario operaista.

    Pero cules son los elementos fundamentales de la teorade la composicin de clase? Bsicamente tres: la idea de queexiste un conflicto subterrneo y silencioso protagonizado coti-

    dianamente por los obreros contra la organizacin capitalistadel trabajo; la concepcin de que la jerarqua empresarial enrealidad no es ms que una respuesta a las luchas obreras; y laintuicin de que todo ciclo de luchas deja residuos polticos quese cristalizan en la estructura subjetiva de la fuerza de trabajo(como necesidades, comportamientos y prcticas conflictivas) yque manifiestan ciertas cotas de rigidez e irreversibilidad.

    Pronto, la teora de la composicin de clase se complejizacon una distincin entre composicin tcnica y composi-cin poltica, esto es, entre la realidad de la fuerza de traba-

    jo dentro de la relacin de capital en un determinadomomento histrico y el conjunto de comportamientos (anta-gonistas) que, en ese momento, definen la clase. Si bien hubofilones obreristas13 que mataron la riqueza terica de esta dis-tincin y de la nocin misma de composicin de clase, redu-

    ciendo la composicin tcnica a puro factor econmico eidentificando la composicin poltica con el partido (y conlas ideologas y organizaciones del movimiento obrero), lateora de la autovalorizacin (desarrollada en la dcada de1970 por Antonio Negri), como proceso de composicin de laclase, vino precisamente a consolidar una interpretacin opues-ta: la definicin de la composicin poltica como el resultado decomportamientos, tradiciones de lucha y prcticas concretas de

    rechazo del trabajo (todos ellos exclusivamente materiales)desarrollados por sujetos mltiples en una fase histrica deter-minada y en un contexto econmico y social especfico.

    Nociones comunes20

    12 Publicada entre 1964 y 1967, cuenta en su comit de redaccin conuna buena parte del grupo de los Quaderni Rossi (Mario Tronti, Romano

    Alquati, Alberto Asor Rosa y Antonio Negri), que haban abandonadoesta ltima por desacuerdos con la fraccin de Raniero Panzieri.13 En especial, el encabezado por Massimo Cacciari y que poco despusse integrara en el Partido Comunista Italiano.

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    Las implicaciones de la teora de la composicin de clase yde la teora de la autovalorizacin para la encuesta obrerason cruciales. Mientras que en el caso de los jvenes soci-logos socialistas de los Quaderni Rossi, la encuesta se limita-

    ba a considerar los efectos que las transformaciones pro-ductivas tenan sobre los trabajadores, sobre sus condicionesfsicas y psicolgicas, sobre su situacin financiera y sobreotros aspectos particulares de su vida, el otro filn de laencuesta operaista, aquel impulsado por la idea de la compo-

    sicin de clase como producto histricamente sedimentadode las luchas precedentes y, al mismo tiempo, como resulta-do constantemente renovado por el proceso de autovaloriza-cin anclado en la materialidad de las prcticas insumisas desujetos productivos mltiples, obligaba a partir de los nive-les consolidados del antagonismo social para recorrer el hilosubterrneo y con frecuencia invisible de los malestares y lasinsubordinaciones cotidianas.14

    Este enfoque de la encuesta obrera impona, asimismo,un paso del simple cuestionario a procesos de coinvestiga-cin: esto es, de insercin, tambin subjetiva, de los intelec-tuales-militantes que investigaban en el territorio-objeto deinvestigacin (casi siempre la fbrica, a veces, tambin, los

    barrios), lo cual les converta en sujetos-agentes adicionales deese territorio, y de implicacin activa de los sujetos que habi-

    taban ese territorio (fundamentalmente, obreros, en algunaocasin, estudiantes y amas de casa) en el proceso de investi-gacin, lo cual, a su vez, converta a estos ltimos en sujetos-investigadores. Cuando este doble movimiento funcionaba deverdad, la produccin de conocimiento de la investigacin semezclaba con el proceso de autovalorizacin y de produccinde subjetividad rebelde en la fbrica y en los barrios.15

    Prlogo 21

    14 Vase Damiano Palano: Il bandolo della matassa, cit.15 Para ms informacin sobre el uso de la encuesta y otros aspectos delobrerismo italiano, desde un punto de vista interior a la propia experien-cia, vanse, entre otros, Guido Borio, Francesca Pozzi y Gigi Roggero,

    Futuro anteriore. Dai Quaderni rossi ai movimenti globali: ricchezze e limitidelloperaismo italiano, DeriveApprodi, Roma, 2002, y Nanni Balestrini yPrimo Moroni, LOrda doro. 1968-1977: La grande ondata rivoluzionaria e cre-ativa, politica ed esistenziale, Feltrinelli, Miln, 1988.

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    Los grupos de autoconciencia de mujeres y

    la epistemologa feministaAunque sus antecedentes pueden rastrearse siglos atrs, en lasreuniones informales de mujeres y en experiencias como las delos grupos de mujeres negras del Blackclubwomens Movementtras la guerra de secesin estadounidense y la abolicin de laesclavitud (1865),16 los grupos de autoconciencia en sentidoestricto nacen en el seno del feminismo radical estadouniden-se a finales de la dcada de 1960. Ser Kathie Sarachild quien,en 1967, en el marco de las New York Radical Women, bautizaresta prctica de anlisis colectivo de la opresin, a partir delrelato en grupo de las formas en las que cada mujer la siente yexperimenta, como autoconciencia [consciousness-raising].

    Desde sus orgenes, los grupos de autoconciencia de muje-res se proponan, segn los trminos de las feministas radica-

    les, despertar la conciencia latente que todas las mujerestenan de su propia opresin, para propiciar la reinterpreta-cin poltica de la propia vida y poner las bases para su trans-formacin. Con la prctica de la autoconciencia se pretenda,asimismo, que las mujeres de los grupos se convirtieran enautnticas expertas de su opresin, construyendo la teoradesde la experiencia personal e ntima y no desde el filtro deideologas previas. Por ltimo, esta prctica buscaba revalori-zar la palabra y las experiencias de un colectivo sistemtica-mente inferiorizado y humillado a lo largo de la historia.

    La consigna lo personal es poltico naci de esta mismaprctica, para la que se reivindicaba el estatuto de mtodocientfico con races en las revoluciones y luchas pasadas.En palabras de la propia Kathie Sarachild la decisin dehacer hincapi en nuestros sentimientos y experiencias como

    mujeres y de contrastar todas las generalizaciones y lecturasque habamos realizado con nuestra propia experienciaconstitua en realidad un mtodo cientfico de investigacin.De hecho, estbamos repitiendo el desafo que la ciencia delsiglo XVII lanz al escolasticismo, estudiar la naturaleza, no

    Nociones comunes22

    16 El Blackclubwomens Movement estaba constituido por asociaciones deapoyo mutuo, compuestas exclusivamente por mujeres, que dabansoporte emocional y prctico a las mujeres esclavas recin manumitidas.

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    los libros y someter todas las teoras a la prueba de la prc-tica viva y de la accin. Se trataba, asimismo, de un mtodode organizacin radical probado por otras revoluciones.Estbamos aplicando a las mujeres y a nosotras mismas,como organizadoras de la liberacin de las mujeres, la prc-tica que muchas de nosotras habamos aprendido comoorganizadoras en el movimiento por los derechos civiles enel sur, a principios de la dcada de 1960.17

    Las impulsoras de los grupos de autoconciencia tenan

    adems la certeza de que la nica va para construir unmovimiento radical pasaba porpartir de s, otra consigna quepopularizaron en el movimiento feminista: Pareca claroque saber cmo se relacionaban nuestras vidas con la condi-cin general de las mujeres nos convertira en mejores lucha-doras en nombre de las mujeres en su conjunto. Creamosque todas las mujeres tendran que ver la lucha de las muje-

    res como propia, y no como algo slo para ayudar a otrasmujeres, que tendran que descubrir esta verdad sobre suspropias vidas antes de luchar radicalmente por nadie.18

    En consecuencia, los grupos de autoconciencia eran unmecanismo para producir al mismo tiempo verdad y organi-zacin, teora y accin radical contra la realidad opresiva degnero y, por lo tanto, no eran ni una fase previa de anlisislimitada en el tiempo, ni un fin en s mismos: La autocon-

    ciencia se consideraba simultneamente como un mtodopara llegar a la verdad y un medio para la accin y la orga-nizacin. Era un mecanismo para que las propias organiza-doras hicieran un anlisis de la situacin y, al mismo tiempo,un mecanismo disponible para las mujeres a quienes estasprimeras estaban organizando y que, a su vez, organizabana ms gente. Del mismo modo, no se consideraba como una

    mera fase del desarrollo feminista, que conducira a conti-nuacin a otra accin, a una fase de accin, sino como unaparte esencial de la estrategia feminista global.19

    Prlogo 23

    17 Kathie Sarachild, Conciousness-Raising: A Radical Weapon, enFeminist Revolution, Random House, Nueva York, 1978, pp. 144-150. Laversin digital puede verse en http://scriptorium.lib.duke.edu/wlm/fem/

    sarachild.html. La traduccin es ma.18 Ibidem.19 Ibidem.

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    En un primer momento, la creacin de grupos de autocon-ciencia ocasion gran escndalo, tanto dentro como fuera delpropio movimiento de mujeres. Tildados despreciativamen-te de sesiones de t con pastas, gallineros o reuniones de

    brujas (segn los gustos, las tradiciones misginas y los pre-juicios), estos espacios fueron blanco de todo tipo de acusa-ciones, en especial de no ser polticos, sino teraputicos y dequedarse en lo personal. La consigna lo personal es polti-co antes mencionada se acua precisamente al calor de estos

    torpedos crticos lanzados desde todas las direcciones, con unespritu afirmativo y desafiante que cuestionaba las bases delobjeto poltica tal y como se haba entendido hasta la fecha.

    No obstante, pese al fragor de cuchillos inicial, la prcti-ca de la autoconciencia se extendi como la plvora: grupos yorganizaciones de mujeres de todo el mundo (incluso aquellasque en un principio se haban indignado ante la impoliticidad

    de estas reuniones de brujas, como las feministas liberalesde la National Organization for Woman) empezaron a utilizarla,modulndola en funcin de sus necesidades. Hasta tal puntoque, hacia la dcada de 1970, se registr una tendencia haciala institucionalizacin y la formalizacin de la autoconciencia,que converta esta prctica en un conjunto de reglas metodo-lgicas abstradas de los objetivos y del contexto concreto demovimiento en el que haba nacido. A este respecto, Sarachild

    insistir con firmeza en que la autoconciencia no constituyeun mtodo, sino un arma crtica, declinable en funcin delos objetivos de lucha: La parafernalia de las reglas y la meto-dologa el nuevo dogma de la Auto-Conciencia, que hacrecido en torno a los grupos de autoconciencia a medida questos se han ido extendiendo ha tenido el efecto de crearintereses particulares de los expertos en metodologa, tanto

    profesionales (por ejemplo, psiquiatras), como amateurs. Se hapublicado y distribuido entre los grupos de mujeres toda unaserie de reglas o directrices para la autoconciencia con unaire de autoridad y como si representaran el programa origi-nal de la autoconciencia. Pero la fuente de la fuerza y delpoder de la autoconciencia est en el conocimiento nuevo. Losmtodos slo estn para servir a este objetivo y hay que cam-

    biarlos si no funcionan.20

    Nociones comunes24

    20 Ibidem.

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    En definitiva, la base de la autoconciencia slo era una, tansimple como complicada de poner en marcha: Analizarnuestras experiencias en nuestras vidas personales y en elmovimiento, leer sobre la experiencia de lucha de otra gentey conectar estos dos mbitos a travs de la autoconciencia[para] mantenernos en el camino, movindonos lo ms rpi-do posible hacia la liberacin de las mujeres.21

    Es cierto que el excesivo nfasis en el nivel puramente cons-ciente y la idea de que exista en todas las mujeres una con-

    ciencia latente de la propia opresin en cuanto mujeres, queno haba ms que hacer aflorar, hicieron que algunos gruposacabaran creyendo en una conciencia verdadera (como obje-to preexistente y no como algo a crear), se centraran ms en lainterpretacin de la opresin que en el rastreo de las prcticassubterrneas de rechazo y rebelda y pasaran por alto formasde malestar ms balbuceantes, menos explcitas y, tal vez, para

    aquellos tiempos, menos verdaderas. Pero, con todo, la prc-tica de la autoconciencia fue uno de los motores centrales delfeminismo de la dcada de 1970 y permiti disear planes deaccin y reivindicaciones directamente conectados con la expe-riencia de miles de millones de mujeres: desde la espectacularquema pblica de sujetadores con la que las New York RadicalWomen se dieron a conocer, hasta las redes clandestinas de pla-nificacin familiar, prctica de abortos y autogestin de la

    salud que florecieron en muchsimos pases de Europa yEstados Unidos. Asimismo, muchas de las intuiciones quehaba en la formulacin y prctica de estas sesiones de t conpastas seran el germen de toda una epistemologa feminis-ta que mujeres intelectuales de distintas disciplinas desarro-llaran desde la dcada de 1970 hasta la actualidad.

    Sera muy largo para los propsitos de este artculo reco-

    rrer la trayectoria de las distintas ramas de la epistemologafeminista, que Sandra Harding clasificar en 1986, con todaslas simplificaciones y reducciones que semejante operacinimplica, en teora del punto de vista feminista, feminismopostmoderno y feminismo empiricista.22 Por otro lado, se

    Prlogo 25

    21 Ibidem.22 Sandra Harding, The Sciencie Question in Feminism, CornellUniversity Press, Ithaca, 1986. Autoras como Nancy Hartsock, HilaryRose, Patricia Hill Collins y Dorothy Smith representaran la teora del

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    trata de una historia cuyos avatares tienen lugar en un planofundamentalmente acadmico, aunque eso s, con efectosimportantes en muchas disciplinas cientficas. Con todo, cre-emos que merece la pena mencionar, aunque slo sea enunas lneas, algunas de sus nociones comunes, sobre todo enla medida en que desarrollan intuiciones implcitas en laprctica de la autoconciencia y sirven de inspiracin en laactualidad a iniciativas de investigacin social crtica, inves-tigacin militante e investigacin-accin ligadas a dinmicas

    de autoorganizacin.En primer lugar, cabe destacar la crtica despiadada (ymuy fundamentada) que la epistemologa feminista hace aese ojo de la ciencia positivista contempornea que todo love y que se sita en ninguna parte: una imagen que, enrealidad, no es sino la mscara de un sujeto de conocimien-to mayoritariamente masculino, blanco, heterosexual y de

    clase acomodada que, en cuanto tal, ocupa una posicindominante y tiene intereses concretos de control y ordena-cin (de los cuerpos, las poblaciones, las realidades natura-les, sociales y maqunicas...). La supuesta neutralidad de estetipo de mirada est adems guiada por un paradigma deneta escisin mente/cuerpo, donde la mente debera domi-nar las desviaciones del cuerpo y sus afectos, asociadossiempre con lo femenino. En un esfuerzo por hacer saltar por

    los aires ese sujeto conocedor desencarnado, sin caer ennarrativas relativistas, la epistemologa feminista propone laidea de un sujeto de conocimiento encarnado e inserto en unaestructura social concreta (un sujeto, por lo tanto, sexuado,racializado, etc.) y que produce conocimientos situados, pero,no por ello, menos objetivos. Todo lo contrario: como escribeDonna Haraway, solamente la perspectiva parcial promete

    Nociones comunes26

    punto de vista feminista, Donna Haraway y Maria Lugones el feminis-mo postmoderno y Helen Longino y Elizabeth Anderson el feminismoempiricista crtico. Con el paso de los aos, las fronteras entre estas trescorrientes se han ido difuminando, como, por otra parte, predijo la pro-pia Harding. Para un breve (aunque enciclopdico) repaso del estadode la cuestin en la epistemologa feminista, vase la entrada FeministEpistemology and Philosophy of Science de la Stanford Encyclopedia ofPhilosophy. Vase tambin Sandra Harding, Is Science Multicultural?:Poscolonialisms, Feminisms and Epistemologies, Indiana University Press,Bloomington, 1998.

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    una visin objetiva y esta perspectiva parcial exige unapol-tica de la localizacin y de la implicacin en un territorio con-creto desde el que se habla, se acta y se investiga.23 En relacindirecta con esta crtica de la mirada cientfica dominante, laepistemologa feminista hace un especial nfasis en las relacio-nes de poder que hay en juego en toda investigacin y, por lotanto, en la necesidad de una organizacin social de la investi-gacin basada en el paradigma de la reflexividad y en criterios detransparencia y de democracia. Por ltimo, recuperando una de

    las prcticas subterrneas de todos los grupos sometidos, seotorga un valor central a la prctica de la relacin y al relato enla produccin y la transmisin de conocimiento.

    El anlisis institucional

    Coincidiendo temporalmente con los grupos de autocon-ciencia feministas, el anlisis institucional surge en Francia apartir de las corrientes de la pedagoga y de la psicoterapiainstitucionales, como superacin de ambas en un clima degran efervescencia social y de crisis de las instituciones. Parael anlisis institucional, la institucin es la forma (en princi-pio oculta) que adopta la produccin y la reproduccin de

    las relaciones sociales dominantes. Su crisis determina laapertura de un espacio crtico que el anlisis institucionalpretende explorar, partiendo de la propia institucin paradescubrir y analizar su base material, su historia y la de susmiembros, su lugar en la divisin tcnica y social del traba-

    jo, las relaciones que la estructuran, etc. Cmo? En primerlugar, reconociendo la falsedad de la neutralidad del(psico)analista o pedagogo y la intervencin que conlleva

    todo proceso analtico o educativo. En segundo lugar, libe-rando la palabra social, la expresin colectiva y una polti-ca (o, ms bien, micropoltica) de los deseos, a partir de laimplicacin en el anlisis institucional de todos y cada unode los miembros de la institucin. Tal y como escribe Flix

    Prlogo 27

    23 Donna Haraway, Conocimientos situados: la cuestin cientfica en elfeminismo y el privilegio de la perspectiva parcial, en Ciencia, cyborgsy mujeres. La reinvencin de la naturaleza, Ediciones Ctedra, Madrid,1995, p. 326.

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    Guattari a este propsito: La neutralidad es una trampa:siempre se est comprometido. Vale ms tomar concienciade ello para contribuir a que nuestras intervenciones sean lomenos alienantes posible. Ms que conducir una poltica desujecin, de identificacin, de normalizacin, de control social,de encarrilamiento semitico de las personas con las que tene-mos que ver, es posible escoger lo contrario, una micropolticaque consiste en hacer presin, a pesar del poco peso que se nosha conferido, en favor de un proceso de desalienacin, de una

    liberacin de la expresin, de un empleo de puertas de sali-da, es decir, de lneas de fuga con respecto a las estratifica-ciones sociales. Y tambin: Para un anlisis autntico [...] elproblema central no sera el de la interpretacin, sino el de laintervencin. Qu puede hacerse para cambiar esto?.24

    Sin embargo, no ser ste el nico sentido en que el an-lisis institucional ligue el plano analtico al de la accin.

    Dados sus orgenes en la pedagoga y la psicoterapia, las ins-tituciones que aborda en concreto son, sobre todo, la Escuelay el Hospital (psiquitrico), pero, desde el principio, seasume el carcter no aislado de estos espacios y se entiendeque el conjunto del sistema institucional se comunica y arti-cula en el Estado. Esto conduce a una relacin directa entreel anlisis institucional y la militancia o accin poltica: enltima instancia, el Estado siempre recurrir a la violencia

    cuando vea peligrar la estabilidad del sistema institucional,lo cual hace imposible descubrir o analizar la institucinsin que ello implique en determinado momento algn tipode enfrentamiento y de experiencia en el sentido fuerte deltrmino por lo tanto, de accin, de militancia.

    Aunque algunos libros tiendan a excluir a Flix Guattaricomo representante del movimiento institucionalista, ser este

    anmalo y prolfico pensador, analista y militante quien acu-ar el trmino anlisis institucional en torno a 1964/1965, enuna sesin de un grupo de reflexin sobre psicoterapia institu-cional.25 Y lo har ante la necesidad de una doble demarcacin:por un lado, frente a la corriente de Daumezon, Bonaf y Le

    Nociones comunes28

    24Jacky Beillerot, Entrevista a Flix Guattari, en Flix Guattari et al,La intervencin institucional, p. 113 y 111.

    25 En concreto, el GTPSI, Grupo de Trabajo de Psicologa y de SociologaInstitucionales, reunido en torno a Franois Tosquelles entre 1960 y 1965.

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    Guillant (responsables del lanzamiento de la expresin psi-coterapia institucional en los tiempos de la Liberacin fran-cesa), que limitaba el anlisis a una cuestin intramuros de lainstitucin psiquitrica, aislndolo as del conjunto del sociusy pretendiendo que era posible desalienar las relaciones socia-les del hospital con un trabajo restringido a las distintas esfe-ras del propio recinto; por otro lado, frente a la especializacinde la prctica analtica, que la colocaba bajo la responsabilidadexclusiva de una persona o grupo experto, otorgando a ste

    un extraordinario poder: El anlisis slo tendr sentido sideja de ser el asunto de un especialista, de un individuo psi-coanalista o incluso de un grupo analtico, que se constituyen,todos ellos, como una formacin de poder. Pienso que debellegar a producirse un proceso que surja de lo que he llamadoagenciamientos de enunciacin analticos. Dichos agencia-mientos no estn compuestos solamente de individuos, sinoque dependen tambin de cierto funcionamiento social, eco-nmico, institucional, micropoltico....26

    En esta lnea, el anlisis institucional considerar a los movi-mientos sociales como agenciamientos de enunciacin analti-cos privilegiados y encontrar ejemplos en este sentido en elmovimiento feminista y en el movimiento de las radios libres.27

    La prctica del anlisis institucional se alimentar y prolife-rar en el seno de la revista Recherches y del FGERI (Federacin

    de Grupos de Estudio y de Investigacin Institucionales), quereuna a grupos psiquitricos que se interesaban por la terapiainstitucional, grupos de maestros provenientes del movimientoFreinet,28 grupos de estudiantes ligados a la experiencia de losBAPU,29 arquitectos, urbanistas, socilogos, psicosocilogos...Este enriquecimiento llevar a incorporar dos vertientes enel proceso analtico: por un lado, una investigacin sobre la

    investigacin, es decir, un anlisis que tuviera en cuenta el

    Prlogo 29

    26Jacky Beillerot, Entrevista a Flix Guattari, cit., p. 103.27 Sobre estos agenciamientos, vase Flix Guattari, Plan sobre el planeta.Capitalismo mundial integrado y revoluciones moleculares, Traficantes desueos, Madrid, 2004.28 Movimiento pedaggico de escuelas cooperativas y experimentales.Fundado por el maestro comunista francs Clestine Freinet a finales dela dcada de 1920, alcanzar dimensiones internacionales.29 Centros de Ayuda Psicolgica Universitaria.

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    hecho de que los investigadores no pueden comprender suobjeto sino con la condicin de que ellos mismos se organi-cen, de que se cuestionen a propsito de cosas que no tienennada que ver, aparentemente, con el objeto de su investiga-cin;30 por otro, la idea de transdisciplinariedad en lainvestigacin, que permitir desbloquear falsos problemas.Es tambin en este contexto en el que se lanzan nocionesclave que ms tarde sern incorporadas por las cienciassociales crticas: analizador, transferencia institucional,

    transversalidad... En concreto, la transversalidad ser unprincipio vertebrador del anlisis: El anlisis, a mi modo dever, consiste en articular, en hacer coexistir no en homo-geneizar ni en unificar, en disponer segn un principiode transversalidad, en lograr que se comuniquen transver-salmente distintos discursos [...], discursos de distintosrdenes y no solamente discursos de teorizacin general,sino tambin microdiscursos, ms o menos balbuceantes,en el nivel de las relaciones de la vida cotidiana, de las rela-ciones con el espacio, etc..31

    Frente a la fe de la prctica de la autoconciencia (y demucha teora y prctica marxista) en el plano consciente, enla importancia de hacer emerger lo latente a los niveles de laconciencia, el anlisis institucional, en gran parte por sus ra-ces en la psicoterapia y la pedagoga, insiste e incide en la

    potencia de los niveles moleculares, en el valor de los micro-discursos, en el inters de un trabajo colectivo sobre la eco-noma del deseo. En este sentido, se insistir en la importan-cia del vector analtico en las luchas y en la medida en queste puede contribuir a desbloquearlas. A este respecto,Guattari escribir: Estoy convencido de que las luchas declases en los pases desarrollados, las transformaciones de la

    vida cotidiana, todos los problemas de la revolucin mole-cular, no encontrarn ninguna salida si, al lado de los modosde teorizacin tradicional, no se desarrolla una prctica y unmodo de teorizacin muy particular, a la vez individual y demasa, que, de manera continua, conduzca a una reapropia-cin colectiva de las cuestiones de la economa del deseo. [...]Al mismo tiempo que uno formula algo que cree justo, o se

    Nociones comunes30

    30Jacky Beillerot, Entrevista a Flix Guattari, cit., p. 96.31 Ibidem, p. 106.

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    involucra en una lucha que cree eficaz, se vuelve necesario eldesarrollo de una especie de pasaje al otro, de aceptacinde la singularidad heterognea, de anti-proceso militante,que coincide con un proceso analtico.32

    La historia del movimiento institucionalista tendr dosfases y mayo de 1968 constituir su momento de cesura. Laprimera fase ser fundamentalmente francesa y su prcticaconcreta se mantendr en el interior de un determinadomarco institucional (un colegio, una clnica...). Despus de

    mayo de 1968 encontramos, por un lado, en Francia, una ten-dencia al reencasillamiento del anlisis institucional en elterreno de los especialistas (ya sean universitarios o profe-sionales de la psicosociologa). El anlisis institucional seconvertir con ello, de la mano de figuras como GeorgesLapassade, Ren Lourau y Michel Lobrot, en un productoprincipalmente universitario y comercial. El problema aqu

    no ser el de la recuperacin de una prctica surgida al calorde dinmicas de crtica y autoorganizacin social (eternofalso problema), sino, de nuevo, como en el caso de la auto-conciencia, la transformacin del anlisis institucional en unmtodo formalizado y abstrado, o directamente en lasantpodas, de las preocupaciones, problemas e inquietudes apartir de las cuales se formul. Por otro lado, ya fuera deFrancia (en especial, en Italia y el Reino Unido), el movi-

    miento institucionalista se saldr por completo del marcoinstitucional para atacar los principios mismos de la institu-cin y, ligado al movimiento contracultural de la dcada de1970, fundar la antipsiquiatra y la educacin sin escuela.Ivan Illich, David G. Cooper y Franco Basaglia sern aqufiguras de referencia.33

    Prlogo 31

    32 Ibidem, p. 105. La articulacin de las revoluciones moleculares conuna autntica revolucin social de masas se convertir, tras mayo de1968, en la cuestin que ms preocupe a Flix Guattari.33 Sobre el anlisis institucional, su historia y algunas de sus experiencias,

    un libro de referencia en castellano es la recopilacin de Juan C. Ortigosa(ed.), El anlisis institucional. Por un cambio de las instituciones, CampoAbierto Ediciones, Madrid, 1977. Vanse en especial, en este volumen, losartculos de Flix Guattari y del Colectivo formacin del CERFI.

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    Investigacin-Accin Participante

    Nacida en contraposicin al productivismo y tecnicismo dela I+D (investigacin y desarrollo) a finales de la dcada de1970, la I+A (investigacin-accin, a la que ms tarde se aa-dir la P de participacin) es fruto de la confluencia deescuelas crticas de investigacin y pedagoga social (en espe-cial, de la educacin popular y de las teoras y experiencias dePaulo Freire y su pedagoga del oprimido) que conquistan una

    fuerte presencia en Amrica Latina, ligadas a la educacin deadultos y a la lucha comunitaria contra la miseria cotidiana.Tiene claras conexiones con el anlisis institucional francs,aunque sobre todo con la versin formalizada de Lapassade,Lourau y Lobrot, y de l tomar conceptos clave como los deanalizador o transversalidad. A la pennsula ibrica llegar yaen la dcada de 1980, de la mano de la llamada sociologa dia-

    lctica de Jess Ibez, Alfonso Ort y Tomas R. Villasante.La IAP pretender articular la investigacin y la inter-vencin social con los conocimientos, los saberes-hacer y lasnecesidades de las comunidades locales, poniendo en pri-mer trmino la accin como lugar de validacin de cualquierteora y dando as una absoluta primaca a los saberes prc-ticos. La objetividad de estos saberes vendr dada, entonces,por la medida en que se han creado en grupo, a partir deldilogo interpersonal y de un procedimiento que va de loselementos concretos a la totalidad abstracta, para volver a loconcreto, pero ya en condiciones de aferrarlo y generaraccin (por lo tanto, el paradigma de la objetividad da pasoa la reflexividad y a la dialogicidad, entroncando con la epis-temologa feminista). Sin embargo, obviamente, no valecualquier accin: la accin que un proceso de IAP debe gene-

    rar tiene que ser colectiva y contribuir a la transformacin dela realidad, generando realidad nueva y ms justa steconstituye otro plano fundamental de validacin del saberproducido. De este modo, la praxis social (transformadora)es al mismo tiempo objeto de estudio y resultado de la IAP.

    Otro elemento fundamental de la IAP es la ruptura con larelacin sujeto (investigador) objeto (investigado) caracte-

    rstica de la investigacin sociolgica clsica: a partir del reco-nocimiento de la potencia de accin de todo sujeto social, sebusca producir un proceso de coinvestigacin, en el que distin-tos sujetos, con saberes-hacer diversos, se relacionan segn

    Nociones comunes32

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    criterios ticos. Los sujetos exteriores a la comunidad o reali-dad social que se investiga deben funcionar como elementodinamizador, pero nunca sobredeterminante. Ello requiereuna transparencia absoluta del proceso de investigacin paratodos los que participan en l, as como una articulacin yretroalimentacin constante entre el conocimiento tcnico/cien-tfico que se pone en juego en el proceso (y que normalmentese trae de fuera) y los saberes populares ya existentes, com-

    binando dinmicas de formacin con dinmicas de autovalori-

    zacin y articulacin (discursiva y reflexiva) de los saberes noreconocidos y prestando permanente atencin a los distintosplanos de la subjetividad (que investigadores como Toms R.Villasante dividirn en manifiesto, latente yprofundo).34

    Es cierto que la IAP, como proceso de investigacin-accinformalizado, contratado por administraciones locales y empre-sas innovadoras, se convertir en demasiadas ocasiones en

    herramienta de produccin de consenso y de canalizacin yapaciguamiento del malestar social, en un contexto (la dcadade 1980) en el que las mayoras silenciosas empezaban aresultar inquietantes, y se haca preciso hacerlas hablar para sumejor gobierno. Pero tambin es cierto que sus planteamientosiniciales, algunas de sus herramientas y ciertas experiencias dearticulacin de modos de accin colectivos a partir del anlisisde las propias situaciones y de la combinacin de saberes tc-

    nicos, tericos y otros saberes menores (sobre todo aquellas enlas que la participacin no se daba por invitacin desde lasinstituciones de gobierno, sino por irrupcin de las comuni-dades locales la distincin es de Jess Ibez), constituyenuna fuente de inspiracin para todo intento de hacer de lainvestigacin una herramienta de transformacin.35

    Prlogo 33

    34 Vase Toms R. Villasante, Socio-praxis para la liberacin. Vasetambin Fals Borda, Villasante, Palazn et al., Investigacin-Accin-Participativa, Documentacin Social, 92, Madrid, 1993.35 Puede encontrarse un excelente y sinttico repaso de los elementos

    bsicos de la IAP en Elena Snchez Vigil, Investigacin-accin-partici-pante, en TrabajoZero, Dossier metodolgico sobre coinvestigacin militan-te, Madrid, septiembre 2002, pp. 3-8. Para un anlisis ms exhaustivo del

    contexto en el que surge la IAP y de sus bases epistemolgicas y meto-dolgicas, que incluye algn ejemplo interesante, vase Luis R.Gabarrn y Libertad H. Landa, Investigacin participativa, CuadernosMetodolgicos, n 10, CIS, Madrid, 1994.

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    Investigacin militante ayer y hoy

    Encuesta, coinvestigacin. Composicin de clase, autovalori-zacin. Lo personal es poltico. Partir de s. Transversalidad.Micropoltica y economa de los deseos. Liberacin de laexpresin. Lneas de fuga. Investigacin-accin. Todos estosconceptos-herramienta reaparecern en las iniciativas actua-les que buscan articular investigacin y accin, teora y praxis.Tambin muchas de las inquietudes, temas y problemas que

    se plantearon en los filones histricos que hemos recorrido.Resuenan de un modo extrao y, sobre todo, en un contextototalmente diferente: mientras que las experiencias que hemosvisto nacen todas en un clima de enorme efervescencia social,ligadas a movimientos sociales de masas, el terreno en el quese insertan la mayora de iniciativas actuales pareciera msmvil, ms cambiante, ms disperso y ms atomizado. Qu

    tienen en comn unas y otras, aparte de una serie de expre-siones que estas ltimas toman de las primeras, de manera nosiempre ortodoxa, convirtindose as en sus hijas ilegtimas?

    Veamos. En primer lugar, una fuerte inspiracin materia-lista que, contra todo idealismo y contra toda ideologa,

    busca el encuentro entre la cosa y el nombre, entre la cosacomn y el nombre comn. Es decir: en lugar de remitirse ainterpretaciones del mundo sacadas de libros o panfletos(casi siempre congeladas), contrasta estas interpretacionescon los elementos de la realidad concreta y, a partir de ah,procede de lo concreto a lo abstracto, siempre para volver alo concreto y a la posibilidad de su transformacin. De ah,la absoluta primaca otorgada en todas las experiencias a laaccin, a las prcticas: ya no se trata de que llevemos muchotiempo interpretando el mundo y haya llegado la hora de

    cambiarlo (Marx dixit), sino que la interpretacin del mundova siempre asociada a algn tipo de accin o prctica lapregunta ser, entonces, qu tipo de accin: si de conserva-cin del status quo o de produccin de nueva realidad.

    Tanto la aprehensin de los elementos concretos como laintervencin sobre ellos se produce a travs de esa mquinasensible que es el cuerpo, superficie de inscripcin de una

    subjetividad que vive y acta en una realidad social deter-minada. Por eso, en segundo lugar, podemos decir que otroelemento comn es la crtica de toda teora desencarnada, que

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    pretenda (falsamente) enunciarse desde un lugar neutrodesde el que todo se ve. No, seores: el pensamiento pasanecesariamente por el cuerpo y, por ello, es un pensamientosiempre situado, implicado, de parte. La pregunta es entoncesde qu parte nos colocamos? O, lo que es lo mismo con quinpensamos? Con las luchas obreras, con las dinmicas de con-flictividad y cooperacin social, con las mujeres, con loslocos, con los nios, con las comunidades locales, con los gru-pos subyugados, con las iniciativas de autoorganizacin...

    La certeza de que toda produccin de conocimientonuevo afecta y modifica los cuerpos, la subjetividad, deaquellos que participan en el proceso constituira un tercerelemento comn. La coproduccin de conocimiento crticogenera cuerpos rebeldes. El pensamiento sobre las prcticasde rebelda da valor y potencia a esas mismas prcticas. Elpensamiento colectivo genera prctica comn. Por lo tanto,

    el proceso de produccin de conocimiento no es separabledel proceso de produccin de subjetividad. Ni a la inversa.De poco sirve ir a contarle a la gente qu es lo que debe pen-sar, cmo debe interpretar su propia vida y el mundo, con-fiando en que esa transmisin de informacin de concienciaa conciencia sea capaz de producir algo, de liberar en algnsentido. Se trata de una operacin demasiado superficial,que desprecia la potencia del encuentro entre singularidades

    diferentes y la fuerza de pensar y enunciar en comn. De ahel inters de articular formas colectivas de pensamiento einvestigacin: las prcticas de coinvestigacin, autoconcien-cia y transversalidad van todas en este sentido.

    Finalmente, como ltimo elemento comn podemosidentificar la prioridad concedida a los objetivos y al proce-so sobre cualquier tipo de mtodo formalizado. El mtodo,

    abstrado del contexto y de las preocupaciones de las quenace, se convierte en un cors que impide la verdadera cone-xin entre experiencia y pensamiento, entre anlisis y prc-tica de transformacin, una especie de rejilla ideolgica queatora los desplazamientos ante los nuevos problemas einquietudes que el proceso va planteando a medida queavanza. Por encima de cualquier mtodo, estn las operacio-nes reales que el proceso de investigacin militante es capazde poner en marcha. La investigacin militante es, en estesentido, siempre, un viaje abierto, que sabemos de dnde ycmo parte pero no adnde nos llevar.

    Prlogo 35

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    Efectivamente, todos estos elementos comunes entre lasexperiencias del pasado y las iniciativas actuales se declinanen estas ltimas de manera hbrida, balbuceante y nueva.Como decamos, el contexto es otro. Muchas de las formasde investigacin militante o investigacin-accin de la actua-lidad se formulan, de hecho, en un esfuerzo por romper conla congelacin de los conflictos reales y con la cada de lasrealidades rebeldes en lgicas resistencialistas, identitarias ygrupusculares de la dcada de 1980 y gran parte de la dca-

    da de 1990, en especial en la zona norte del globo. Y por rom-per tanto con el activismo voluntarista que marc aquellosaos de invierno, como con su contrapunto, una visindesapasionada del conocimiento que lo separa de los con-textos vitales, productivos, afectivos y de poder. Esto, juntocon una realidad social atomizada, donde las comunidadesfuertes parecen haberse desintegrado para siempre y lasgrandes movilizaciones aparecen y desaparecen sin dejartras de s rastros slidos aparentes, concede, adems, unaenorme centralidad al problema del pasaje al otro, de larelacin con los otros, para poder alumbrar un pensamiento-accin comn que no se quede en el pequeo nosotros delgrupito o grupsculo.

    En este contexto nuevo, y ms all de las filiaciones conel pasado, es posible detectar tres lneas actuales de indaga-

    cin entre la investigacin y la militancia, con mltiples pun-tos de conexin y resonancia entre s, pero tambin con pro-

    blemas especficos a cada una. Probemos a exponerlas demanera sumaria (y sin duda reductiva), en un esfuerzo pordibujar una pequea cartografa de la investigacin militan-te hoy, a modo de cierre de este prlogo:36

    1) Por un lado, encontramos una serie de experiencias deproduccin de conocimiento sobre/contra los mecanismosde dominacin, que combinan la crtica del sistema de exper-tos, con la potenciacin de saberes menores y la puesta enmarcha de procesos colectivos de conocimiento, frente a la

    Nociones comunes36

    36Esta cartografa es la misma expuesta en Snchez, Prez, Malo yFernndez-Savater, Ingredientes de una onda global, cit. Ha sido ela-

    borado desde Madrid y eso determina enormemente su mirada. De ahsu carcter puramente tentativo, parcial y provisional.

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    tendencia dominante a su individualizacin y privatizacin(a travs de mecanismos como la legislacin de patentes ycopyright o la necesidad de construirse una trayectoria curri-cular en nombre propio). En este marco, se inscribira laconstruccin colectiva de cartografas a caballo de procesosde movilizacin,37 pero tambin la combinacin de saberesexpertos y saberes menores que se produce en experienciascomo la de Act-Up38 y las iniciativas, ms clsicas, pero nopor ello menos importantes, de investigacin para la denun-

    cia impulsadas por grupos de activistas que intervienen enterrenos sometidos a una especial violencia estructural.39 Lasjornadas celebradas en Barcelona en enero de este ao, bajoel ttulo Investigacci. Jornades de Recerca Activista, constituye-ron un importante encuentro de este tipo de experiencias.40

    2) Por otro lado, cabe identificar un conjunto de iniciativasque persiguen producir pensamiento desde las propias prcti-

    cas de transformacin, desde su interioridad, para potenciar eimpulsar esas mismas prcticas en un procedimiento virtuoso

    Prlogo 37

    37 Algunos ejemplos de este tipo de prctica los tenemos en los mapasdel Bureau dEtudes y la Universit Tangente (utangente.free.fr) sobrelas redes multinacionales, los del Grupo de Arte Callejero bonaerense(gacgrupo.tripod.com.ar) sobre las resistencias, aqul realizado sobre/con-

    tra el Frum 2004 en Barcelona (www.sindominio.net/mapas) o la carto-grafa del estrecho (madiaq.indymedia.org/news/2004/05/7005.php ) en la quese est trabajando en estos momentos entre indymedia estrecho(madiaq.indymedia.org) y la red dos orillas (redasociativa.org/dosorillas).38 Organizacin de seropositivos, creada en Estados Unidos tras el esta-llido de la crisis del SIDA y con fuerte presencia tambin en Francia,donde se combina el saber mdico con el saber de los propios seroposi-tivos organizados y sus redes de amigos y familiares: para ms infor-

    macin, vase www.actupny.org y www.actupparis.org. En el Estadoespaol, podemos encontrar ejemplos en el mismo sentido en la expe-riencia del Laboratorio Urbano (donde saber arquitectnico-urbanstico,saber vecinal y saber okupa se alan para construir un urbanismo desdeabajo, en contacto con la experiencia directa del habitar la ciudad: labo-ratoriourbano.tk) o el Grupo Fractalidades en Investigacin Crtica(donde se combinan saber psico-sociolgico, saberes migrantes y sabe-res activistas en trayectorias de investigacin social: seneca.uab.es/fic).39

    Algunos ejemplos en el Estado espaol: Ecologistas en Accin(www.ecologistasenaccion.org) o el colectivo Al Jaima, que acta en elrea geopoltica del estrecho.40 Vase www.investigaccio.org.

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    de la prctica a la teora a la prctica, en ocasiones impulsa-do por el encuentro singular entre subjetividades no seme-

    jantes41 y en otras ocasiones puesto en marcha a partir de lainiciativa de gentes que participan de la misma prctica quese pretende pensar.42

    3) Por ltimo, podramos hablar de aquellas iniciativasque toman la investigacin como palanca de interpelacin,subjetivacin y recomposicin poltica, que utilizan losmecanismos de encuesta, entrevista y grupo de discusin

    como excusa para hablar con otros y hablarse entre s, paradesafiar las distancias de un espacio social hiperfragmenta-do y probar a decir la propia realidad, en busca de nocionescomunes que la describan y formas de resistencia, coopera-cin y fuga que la agujereen, dando as materialidad metro-politana al caminar preguntando zapatista.43

    Nociones comunes38

    41 Una experiencia de gran inters en este sentido es la del ColectivoSituaciones, con sus talleres en colaboracin con diferentes realidadesde contrapoder argentinas (vase Algo ms sobre la Militancia deInvestigacin. Notas al pie sobre procedimientos e (in)decisiones, en estemismo volumen y tambin www.situaciones.org). Cabe sealar tambinotras experiencias, a modo de ejemplo: los talleres de la University of thepoor www.universityofthepoor.org en Estados Unidos o algunas de

    las iniciativas de encuesta y entrevista de la revista DeriveApprodi (vaseel texto de Guido Borio, Francesca Pozzi y Gigi Roggero, compaeros deDeriveApprodi, La coinvestigacin como accin poltica, en este mismovolumen y tambin www.deriveapprodi.it).42 Esto ha sucedido, de manera no sistemtica y algo a matacaballo, enlos propios Centros Sociales, tanto italianos como del Estado espaol.43 En este marco, se sitan las mltiples experiencias de inchiesta y con-ricerca que se dan en Italia, cuya pista puede seguirse en revistas como

    DeriveApprodi y Posse, as como las iniciativas del colectivo alemnKolinko (con su trabajo de encuesta en el telemrketing: www.nadir.org/nadir/initiativ/kolinko/engl/e_index.htm) y, ya en el Estado espaol, las tra-yectorias incipientes de Precarias a la deriva (con su proceso de investi-gacin-accin desde y contra la precarizacin de la vida: vase De pre-guntas, ilusiones, enjambres y desiertos. Apuntes sobre investigacin ymilitancia desde Precarias a la deriva, en este mismo volumen, y tambinwww.sindominio.net/precarias.htm), del Colectivo Estrella (con sus

    entrevistas sobre la precariedad y sobre las movilizaciones contra la gue-rra: www.colectivoestrella.net) y de Entrnsito (con su trabajo de encues-ta y agitacin con migrantes y precarios: madiaq.indymedia.org/news/2004/06/7778.php).

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    Los trazos gruesos y an torpes de esta cartografa (que pre-cisa ser sometida al ojo crtico de tantos y tantos militantes-investigadores) se dibujan sobre un papel de estraza muyconcreto: el de una composicin social rica, hbrida y virtuo-sa que, atravesada por una fuerte exigencia de transforma-cin, busca reapropiarse de su capacidad de crear mundos.Con este objeto, inventa y afila herramientas con las queinterrogarse e interrogar a otros, interrogar la realidad en laque est inscrita, aferrar su superficie y acaso sacudirla. La

    palabra, las imgenes y la prctica de la relacin estn entresus principales materias primas.

    Sobre este libro

    La idea original de este libro naci hace varios aos, en el

    seno del colectivo TrabajoZero, inscrito en el Centro SocialOkupado El Laboratorio, del madrileo barrio de Lavapis.Aos ms tarde, con TrabajoZero ya desaparecido, la edito-rial de Traficantes de Sueos abri una puerta de viabilidadpara retomar el proyecto. Desde el principio, fue concebidocomo un intento de interpelar algunas experiencias actualesde investigacin militante o investigacin-accin que traba-

    jan en una o varias de las lneas descritas, invitarlas a refle-xionar sobre su propia praxis, confrontarlas entre s y, porltimo, abrirlas a un comn mucho ms amplio, a modo decaja de herramientas, para tantos otros sujetos que ya nocuentan con demasiadas certezas, pero que estn dispuestosa iniciar un recorrido incierto de bsqueda de nocionescomunes contra las pasiones tristes de la fragmentacin, laprecarizacin y el miedo.

    Elegimos para ello aquellas iniciativas o trayectorias quetenamos ms a mano y/o que, a nuestro juicio, presentabanlos caracteres ms firmes de inspiracin crtica del saber,insercin epistemolgica y subjetiva en movimientos delucha y autoorganizacin social y rechazo consciente de lasdeformaciones acadmicas. Arrancamos con una carta diri-gida a todas ellas, en la que les plantebamos preguntas

    especficas para cada una. No todo el mundo contest a lacarta. Hubo quien propuso participar a travs de una entre-vista, posteriormente editada y reformulada [es el caso del

    Prlogo 39

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    Colectivo Sin Ticket de Bruselas y de la persona entrevistadaen Entre la calle, las aulas y otros lugares (Una conversa-cin acerca del saber y de la investigacin en/para la accinentre Madrid y Barcelona)] y tambin quien plante mantenerun intercambio epistolar previo (el Colectivo Situaciones). Dela revista Posse, decidimos seleccionar y traducir dos excelen-tes artculos de Antonio Conti, publicados en el nmero quededicaron a la encuesta metropolitana hace varios aos. Laltima entrevista fue realizada en un principio con otros pro-

    psitos y, en el ltimo momento, por su inters y concrecin,resolvimos incluirla tambin. El conjunto se organiza en tresapartados: en el primero, se discute sobre el inters de utili-zar la encuesta y la coinvestigacin como herramientas detrabajo poltico y de transformacin; en el segundo, tres expe-riencias actuales de investigacin militante hablan sobre supropia trayectoria y sobre cmo piensan desde ah la investi-gacin militante; por ltimo, en el tercer bloque, hemos reuni-do tres entrevistas/conversaciones con personas o grupos quehan pasado por distintas experiencias de investigacin mili-tante o investigacin-accin.

    El proceso de confeccin del libro ha durado en totalcerca de un ao, entre preguntas e (in)decisiones, en horasrobadas a los curros pagados, al trabajo de cuidado y a otrosproyectos. Desde luego, no estn todos los que son (todas las

    iniciativas interesantes de investigacin militante). Pero estelibro no tiene una voluntad representativa, sino expresiva.Queda a quienes lo leis juzgar su inters y utilidad. Desdeaqu, agradezco a todo el mundo que ha participado (cono-cidos y annimos) la pasin, la paciencia y el humor.

    Madrid, 3 de agosto de 2004

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    ENCUESTA Y COINVESTIGACINCOMO HERRAMIENTAS DE

    TRANSFORMACIN

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    En la actualidad, no hay ms que un peligro en elmundo, desde el punto de vista de la defensa de nuestra

    sociedad: y es que los trabajadores lleguen a hablar entre sde su condicin sin intermediarios; todos los dems peli-

    gros son anejos, o bien se derivan directamente de lasituacin precaria en la que, bajo muchos aspectos, nos

    coloca este primer problema, silenciado o inconfeso

    Censor, Informe verdico sobre las ltimas posibilidadesde salvar el capitalismo en Italia, Miln, 1975.

    SI ALGUIEN QUISIESE EN LA ACTUALIDAD retomar acrticamente elinstrumental del obrerismo italiano de la dcada de 1960 paravolver a colocarlo sic et sempliciter en el centro de la atencinpoltica del presente, llevara a cabo una operacin muy pocoobrerista, es decir, ideolgica y vanguardista. Un dietrologo2

    mediocre dira excusatio non petita, accusatio manifesta. Pero se

    1. La encuesta hoy.1De la coinvestigacin obrerista al caminar pregun-

    tando y ms all: la encuesta sobre las formas de

    vida en el taller metropolitano del saber difuso

    Antonio Conti [revista Posse, Roma]

    1 Artculo publicado en el nmero de la revista Posse dedicado a laencuesta militante: Posse 2/3, Castelvecchi, Roma, enero 2001, pp. 12-21.2 Calificativo italiano intraducible al castellano que se suele aplicar, en

    el lenguaje periodstico y poltico, a aquellos que se empean en buscarconspiraciones secretas, dirigidas por los servicios de inteligencia o porla policia, para explicar el origen de un suceso, borrando as el protago-nismo de los agentes sociales y de sus dinmicas [N. de la T.]

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    equivocara. Se equivocara porque lo que hoy en da es evi-dente para todos es que aquel mtodo de intervencin es untraje de fina sastrera poltica, hecho a medida de un sujetoque ya no existe: el obrero masa. Y nadie podra vestir con la ningn otro sujeto. No obstante, todos hemos sacado algu-na vez del armario del abuelo trajes algo rados, pero toda-va utilizables, que se llevan ahora con un gusto y un estiloque no reproduce la moda de los tiempos pasados sino queadopta esa actitud irnica de detournement y de descontex-

    tualizacin que nada tiene de nostlgica. Est totalmente a laaltura de estos tiempos posmodernos. Con este mismo esp-ritu, vamos a sacar del armario de la autonoma obrera elmono azul ya algo descolorido de la encuesta. Pero, por qu

    justo esta prenda? La respuesta es sencilla: si aceptamosque el trabajo de encuesta, como trabajo lingstico, comoconstruccin de un lugar en el que hablarse, relatar y hacercircular las experiencias, es construccin inmediata de con-ciencia y organizacin comunista, tenemos una interpreta-cin del mismo que lo convierte en un instrumento total-mente adecuado para intervenir en la contemporaneidad, enesa contemporaneidad en la que el trabajo lingstico, rela-cional y comunicativo se ha vuelto tendencialmente hege-mnico. Aqu surge la primera de las diferencias cualitativasfuertes que pueden hallarse con respecto a las experiencias

    precedentes de encuesta militante: el hecho de que, mientrasque en la dcada de 1960, el trabajo lingstico de la encues-ta tena un carcter inmediatamente antagonista porqueoperaba en un contexto productivo mudo, en el que hasta lacharla en horario de trabajo constitua un acto que ola asabotaje, es decir, en el que la propia toma de palabra pro-duca ya una ruptura radical, en la actualidad esto mismo ya

    no se presenta como antagonista, sino que forma parte, comotodas las debidas recomposiciones, del trabajo del Departa-mento de Gestin de Recursos Humanos.

    Con cierto grado de provocacin terica, cabe sostenerque el toyotismo no es ms que la encuesta obrera cambiadade signo poltico, es decir, la adopcin estratgica de la consti-tucin de relaciones tico/afectivas dentro del momento pro-ductivo en sentido apologtico, como valor aadido a la

    empresa, y no crtico. A este respecto, la actualidad de laencuesta no se plantea como fcil escamotage poltico, sino en elmximo nivel de problematicidad. En efecto, si bien el trabajo

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    de encuesta se coloca sobre el mismo terreno que el trabajoabstracto de gestin de recursos humanos, para abordar lacuestin del trabajo vivo, precario e inmaterial, no basta conintroducir en ste un simple cambio de signo, una inversinespecular, so pena del achatamiento de lo existente. Es pre-ciso buscar la separacin y la superacin, la diferencia irre-ductible y antagonista. A este punto se llega en el momentomismo en que se le plantea a la encuesta otro problema, eldel tiempo y el del lugar de la intervencin. Si, desde este

    punto de vista, queremos identificar una diferencia sustan-cial con respecto a la intervencin poltica del obrero masa,la encontraremos en la desaparicin de ese lugar de trnsitoentre la fbrica y la sociedad que representaban las verjas: unformidable embudo en el que era posible una intervencinfuerte, en el que la capacidad de interceptar la subjetividadobrera era mxima.

    Hoy en da, el primer problema que se le plantea a la encuestaes el del contacto con las subjetividades puestas a trabajar: dnde ycmo entrar en relacin con ellas.

    Una imagen: tres o cuatro personajes vestidos con unatrenca descolorida intentan distribuir panfletos delante de unedificio sede de alguna oficina. La gente los esquiva, temero-sa de que les pidan dinero, y, al final, el conserje del inmue-

    ble les echa a patadas o a base de insultos. Una imagen de

    este tipo podra ser ungag cabaretero, suscita hilaridad, hacerer. Y hace rer porque, como todos los mots dsprit, produceuna disonancia, contiene por lo menos dos elementos que,aunque plausibles, chocan entre s. Y estos dos elementosson, por un lado, las nuevas formas del trabajo y los tipos desensibilidad de las subjetividades que estn inscritas en ellasy, por otro, las viejas formas de intercambio poltico.

    Con esto quiero decir que, hoy en da, probablemente yano se d un lugar de trnsito tan cargado de sentido como lasverjas de la fbrica, smbolo del rito cotidiano de la puesta atrabajar, del pasaje entre sociedad y fbrica, sino que, comose sostiene desde ms sitios, este tipo de lugar lmbico yano existe, simplemente porque la fbrica se ha extendido atoda la sociedad, se ha vuelto fbrica difusa, en red, o, por

    decirlo a la manera de Baudrillard, ha desaparecido porqueest en todas partes. No se da, por consiguiente, lugar detrnsito, porque ya no hay trnsito, y el tiempo de trabajotiende a coincidir con el tiempo de vida.

    Errancias 45

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    Se produce entonces una situacin en la que, de hecho, sepodra intervenir en todas partes y, por lo tanto, en ninguna.Porque, all donde falta un lugar especfico, cargado de un sig-nificado socialmente compartido, en el que la intervencin sepueda dar inmediatamente como poltica, lo poltico se haceabstracto, no consigue aferrar lo real, da vueltas en el vaco.

    Para encontrar un lugar semejante, es preciso recurrir a unaargucia de lo poltico, y postularlo previamente. Porque slo se

    puede plantear la cuestin de una intervencin poltica a la altura

    de los tiempos a partir de la identificacin del topos de su desplie-gue concreto, y no a partir de un genrico caminar preguntandosin meta ni huella, sin haber pensado un dispositivo de puesta enrelacin y de produccin de subjetividad, sin haber meditado sobrednde y cmo se puede producir una nueva potencia, una nuevariqueza de subjetividades antagonistas.

    La teora crtica ya ha pensado sobre esto, proporcionn-

    donos una nocin que hay que poner a funcionar poltica-mente: la que recibe el nombre de cuenca de la intelectualidadde masa, de la inteligencia social, de la cooperacin social. Conesto, la teora crtica nos dice que existe un lugar que no coin-cide con el de la produccin, pero que constituye el depsi-to de saberes y relaciones del que bebe la propia produccin.No se trata, no obstante, de esa coleccin de individuos queen la acepcin marxiana recibe el nombre de ejrcito indus-

    trial de reserva. Tal categora est obsoleta, porque conside-ra este conjunto de individuos como una entidad inactiva,pura potencia de produccin, en ningn caso partcipe delos procesos productivos. La interpretacin que se da desdeaqu de tal entidad colectiva es diametralmente opuesta a lacategora de ejrcito industrial de reserva. Lejos de conside-rar la vida no retribuida como el largo banquillo del

    equipo principal de los empleados, categoras como las deinteligencia social, intelectualidad de masa y cooperacinsocial (los trminos connotan distintos matices tericos, perodenotan el mismo referente concreto) consideran, interpretany registran todo el conjunto de las relaciones sociales que des-

    bordan la concepcin clsica de trabajo como cooperacinsocial espontnea, como subjetividad ya puesta a trabajar,como taller metropolitano de los saberes sociales difusos.

    Para definir mejor la categora de cooperacin social, dire-mos que en ella confluyen esencialmente estas funciones:

    Nociones comunes46

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    Circulacin de informaciones, con la que la metrpolise convierte en un gigantesco archivo social de saberesdifusos. Construccin de relaciones: esa ampliacin geomtricade la cadena del ser que es la habilidad totalmente bio-poltica para extender la propia red de conocidos, en lacual se entremezclan polticas de la amistad y polticas dela colocacin laboral, afectos e intereses, sin solucinde continuidad.Mutualismo de base: la disposicin de las comunidadesmetropolitanas a ayudarse recprocamente, intercam-

    bindose bienes y servicios bajo la modalidad del don,reconociendo en los otros las propias dificultades.

    Tal y como se puede intuir, la categora de cooperacin socialno slo vive antes del trabajo, sino tambin dentro y ms all de

    l. Vive antes porque se configura como contexto concretolocalizado territorialmente, como cuenca en la que se consti-tuye la continuidad del lazo social, cuando la fragmentacindel trabajo entendido de forma clsica ya no la puedegarantizar, no la consigue mantener, perdiendo a los sujetosen la precariedad y en la intermitencia de la vida retribui-da; vive dentro del momento productivo porque tambin

    sedimenta en l saberes y relaciones que encontrarn salidaen la cooperacin, o porque, a la inversa, en la produccin seexplotan esos saberes y esas relaciones que se han constitui-do en la cooperacin social. Y, por ltimo, vive ms all deltrabajo tal y como lo conocemos hoy en tanto que lugar quepromete luchas y vive en clave de comunismo.

    Ahora podemos retomar, pues, la trama del argumentoque estbamos desarrollando y asumir la cuenca de cooperacinsocial como lugar privilegiado de constitucin de lo poltico enla metrpoli postfordista. Porque hoy en da es en esta cuenca,en este colector de saberes y afectos, donde conseguimosencontrar un momento constante de constitucin de la subjeti-vidad. No encontraremos esta subjetividad en los fragmentosde trabajo precario, flexible, temporal, sino en lasformas de vidaque, a partir de esta fragmentacin, consi