notas sobre la globalización como cuestión filosófica, parte 2/3

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Esta es, obviamente, una perspectiva mucho más funesta que la jocosa celebración de la diversidad y diferencia que ya revisamos, no obstante, no estoy seguro si estas perspectivas son lógicamente incompatibles; de hecho parecen estar dialécticamente relacionados al menos en la forma de una insoluble antinomia. Entonces, habiendo logrado estas gemelares posiciones iniciales, torcido desde la primera instancia el concepto hasta que apuntase a estos dos tipos de contenidos, fluctuando entre luz y sombra su exterioridad; es cuando la transferencia puede ocurrir. Ahora, resguardadas las posibilidades estructurales germinales la coincidencia de los dos ejes aparece; y así en esta segunda instancia es cuando tal funesta visión de identidad es transferida al terreno cultural, y se reafirma la que podríamos llamar –en la clave ominosa de la escuela de Frankfurt- McDonalización 3 del planeta o estandarización de la cultura, aniquilamiento de las diferencias locales, masificación de las personas, etcétera. Y sin embargo, somos totalmente libres para realizar la transferencia inversa, a saber, llevar la jocosa celebración de la diversidad y diferencia sobre el terreno económico en la que como podrán imaginar brotan los retóricos del mercado para contagiar su febril excitación por el nuevo libre mercado. El aumento de la producción total que la apertura mundial permitirá: el inicio, al fin, de un intercambio en la necesidad trascendental de las personas donde mercado y capitalismo devienen fundamento de las posibilidades humanas e indiscutibles fuentes de libertad. Son tales las múltiples posibilidades estructurales que ofrece nuestro ideológico y ambiguo concepto y sus alternantes contenidos, a través de los cuales podremos-provisoriamente- explorar algunas vías. ----- 3. Digo McDonalización y no americanización (americanization) como en el original ya que para hispanohablantes pensar la expresión estadounidense como equivalente a la de un continente completo es, claramente, un abuso; a pesar de ser una hegemonización identitaria efectiva y flojamente asumida por el resto del mundo y pedantemente reafirmada por Estados Unidos. Si bien la sinécdoque fue elegida tendenciosamente, más que un ánimo peyorativo, el criterio fue básicamente fonético: ninguna otra forma de rotular al país puede conjugarse “amenamente” (¿Estadosunificamiento, agringamiento, yanquización, usoniaficación…?). *N. del T.+

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Segunda parte de la traducción (aún inconclusa) de artículo de F. Jameson sobre al globalización.

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Page 1: Notas Sobre La Globalización Como Cuestión Filosófica, Parte 2/3

Esta es, obviamente, una perspectiva mucho más funesta que la jocosa celebración de la

diversidad y diferencia que ya revisamos, no obstante, no estoy seguro si estas perspectivas son

lógicamente incompatibles; de hecho parecen estar dialécticamente relacionados al menos en la

forma de una insoluble antinomia.

Entonces, habiendo logrado estas gemelares posiciones iniciales, torcido desde la primera

instancia el concepto hasta que apuntase a estos dos tipos de contenidos, fluctuando entre luz y

sombra su exterioridad; es cuando la transferencia puede ocurrir. Ahora, resguardadas las

posibilidades estructurales germinales la coincidencia de los dos ejes aparece; y así en esta

segunda instancia es cuando tal funesta visión de identidad es transferida al terreno cultural, y se

reafirma la que podríamos llamar –en la clave ominosa de la escuela de Frankfurt-

McDonalización3 del planeta o estandarización de la cultura, aniquilamiento de las diferencias

locales, masificación de las personas, etcétera.

Y sin embargo, somos totalmente libres para realizar la transferencia inversa, a saber, llevar la

jocosa celebración de la diversidad y diferencia sobre el terreno económico en la que como

podrán imaginar brotan los retóricos del mercado para contagiar su febril excitación por el nuevo

libre mercado. El aumento de la producción total que la apertura mundial permitirá: el inicio, al

fin, de un intercambio en la necesidad trascendental de las personas donde mercado y capitalismo

devienen fundamento de las posibilidades humanas e indiscutibles fuentes de libertad.

Son tales las múltiples posibilidades estructurales que ofrece nuestro ideológico y ambiguo

concepto y sus alternantes contenidos, a través de los cuales podremos-provisoriamente- explorar

algunas vías.

-----

3. Digo McDonalización y no americanización (americanization) como en el original ya que para

hispanohablantes pensar la expresión estadounidense como equivalente a la de un continente completo es,

claramente, un abuso; a pesar de ser una hegemonización identitaria efectiva y flojamente asumida por el

resto del mundo y pedantemente reafirmada por Estados Unidos. Si bien la sinécdoque fue elegida

tendenciosamente, más que un ánimo peyorativo, el criterio fue básicamente fonético: ninguna otra forma

de rotular al país puede conjugarse “amenamente” (¿Estadosunificamiento, agringamiento, yanquización,

usoniaficación…?). *N. del T.+

Page 2: Notas Sobre La Globalización Como Cuestión Filosófica, Parte 2/3

2.

Obvia vía sería una en la que globalización implica exportar e importar cultura que es, a no

dudarlo, materia de negocios; y augura la compenetración de culturas nacionales de una

intensidad apenas imaginable para las pasadas y lentas épocas. Basta pensar en todas las personas

alrededor del mundo mirando programas televisivos estadounidenses para advertir cuánto más

profunda es tal intervención cultural en comparación a formas previas de imperialismo,

colonización, o incluso, mero turismo. Un gran director de cine indio comentaba la forma en que

los gestos y el atractivo de su hijo adolescente cambiaron al mirar televisión estadounidense:

factible es pensar que sus ideas y valores también cambiaron. ¿Significa esto que todo el resto del

mundo está McDonalizándose?, y si así fuese ¿Qué pensamos al respecto? O quizá nos

debiésemos preguntar ¿Qué piensa el resto del mundo, y los estadounidenses, al respecto?

Debo acotar ahora un punto básico sobre la idea de pluralidad y diversidad cultural, incluso en su

veta lingüística. Tenemos que comprender, algo que nos resulta especialmente difícil en este país:

Que Estados Unidos no es tan solo un país, una cultura, entre otras; así como el inglés un idioma

entre otros. Existe una fundamental asimetría en las relaciones entre Los Estados Unidos y el resto

de los países, y no solamente respecto a los del tercer mundo, sino que también respecto a Japón

y Europa occidental como plantearé más adelante.

Esto implica que existe una especie de sesgo en el centro cuya reflexión sobre la globalización

resultará en parte correcta. El sesgo estadounidense puede verificarse al confundir lo universal

con lo cultural, y así presuponer que para cualquier conflicto geopolítico todos los criterios y

valores en cuestión se hallan de alguna forma en equivalencia e igualdad. En otras palabras: que

no son alterados por las desproporciones de poder. Pienso que así emergen interesantes, y

relativamente nuevas, problemáticas filosóficas; pero quisiera ilustrar primero consecuencias de

tal sesgo en términos más concretos.

Tomemos, por ejemplo, la cuestión de los lenguajes en el nuevo sistema-mundo: ¿Son todos

iguales y puede cada grupo idiomático desarrollarse libremente en función de sus necesidades?

Los hablantes de lenguajes relegados protestan siempre contra tal perspectiva, y su ansiedad tan

solo es superada por la fuerza de un emergente jet-set transnacional en el cual unos pocos hits

culturales se canonizan mediante la incesante circulación otorgada por los medios

comunicacionales, inconcebible para productos locales a los que, por el contrario, parece

comprimir. En este sentido, es importante para nosotros advertir que para la mayoría del mundo

el inglés no es particularmente culto: es la lingua franca del dinero y el poder, y es aprendido con

una finalidad práctica, no estética. Y es la misma connotación del poder la que tiende, a ojos de

hablantes extranjeros, reducir el valor de todas las formas de alta cultura hecha en inglés.

En el mismo plano, la cultura de masas estadounidense, indefectiblemente asociada con

comodidades y dinero es considerada siempre como un riesgo para las formas locales de

producciones culturales, las que son aniquiladas (como las producciones televisivas y

cinematográficas), o captadas y transformadas más allá de lo reconocible (como la música local).

Page 3: Notas Sobre La Globalización Como Cuestión Filosófica, Parte 2/3

En este país no somos lo suficientemente conscientes-porque no debemos- de los significados que

en el GATT y el NAFTA tiene las cláusulas culturales y la lucha entre los inmensos intereses

culturales estadounidenses (su pretensión de abolir las fronteras para sus producciones

cinematográficas, televisivas, musicales) y las naciones-estados extranjeras que preservan un sitio

preferencial para culturas y lenguajes nacionales propias como un intento de mitigar los daños,

tanto materiales como sociales, del poderoso embate de la cultura de masas estadounidense.

Material en consideración de los inmensos intereses económicos implicados, y sociales debido a la

transformación de los valores hacia lo que se denominó (cuando era todavía un fenómeno

incipiente) McDonalización.

3.

Todo esto sugiere que debiésemos abrir un paréntesis en torno a estos tratados y sus significados,

comprendiéndolos como una etapa más en el prolongado esfuerzo de Estados Unidos por socavar

la política de subsidios y cuotas culturales en otras partes del mundo, especialmente, Europa

Occidental.

La resistencia francesa contra la presión estadounidense ha sido presentada aquí como una

excentricidad cultural, como ancas de rana. Considero, sin embargo, que justamente esta situación

configura el derrotero de los trabajadores culturales para la próxima década, y podría por eso

devenir en un adecuado foco de reunión para la reconfiguración del concepto de imperialismo

cultural sea en su clásica concepción, o en una nueva y excéntrica que, indefectiblemente, referirá

también al imperialismo general en el actual y tardocapitalista sistema-mundo.

El devenir cultural de la economía, y el devenir económico de la cultura han sido frecuentemente

identificados han sido considerados un rasgo distintivo de lo que ya es ampliamente conocido

como posmodernidad. De cualquier modo, tiene consecuencias fundamentales para el estatus de

la cultura de masas como tal. Las negociaciones en torno al GATT están ahí para recordarnos que

la televisión y el cine de los Estados Unidos están bajo la base y la superestructura, y son por esto

bienes tan culturales como económicos; de hecho constituyen-junto a la agroindustria y las armas-

la principal exportación económica de Estados Unidos, esto es, una inmensa fuente de beneficios e

ingresos. Es en consideración de lo anterior que la insistencia estadounidense por flanquear los

límites de cuotas de otros países no debiese considerarse una mera excentricidad, o agresión sui

generis4, sino como una objetiva necesidad económica; una formal necesidad económica

indiferente a su frío contenido cultural.

-----

4. La expresión Apple pie, para el caso, empleada como expresión de la quintaescencia cultural de Los

Estados Unidos. Algo así como, respecto a Chile, sería expresar “con sabor a vino tinto y empanadas” al decir

de Salvador Allende. [N. del T.]

Page 4: Notas Sobre La Globalización Como Cuestión Filosófica, Parte 2/3

La política cultural del GATT debería ser considerada, entonces, como un impulso para la

expansión económica afín a la lógica del capital a cuya expansión adiciona la colocación de una

creciente acumulación como requisito que no puede ser retardado, suspendido ni reformado sin

dañar, mortalmente, al sistema mismo que lo genera. Esto es en particular importante,

irónicamente, para distinguir la retórica de la libertad (no meramente de mercado, sino que

también de tránsito de ideas, discursos y “propiedades” intelectuales) que acompaña esta política.

El lado material de las ideas u objetos culturales radica en instituciones de reproducción y

transmisión, que se presentan hoy como enormes corporaciones basadas en la monopolización de

la información tecnológica importante. Así la libertad para las corporaciones (y su país dominante)

sería escasamente similar a nuestra libertad como ciudadanos. Mientras, las políticas correlativas

al copyright, la patente, y la propiedad intelectual indisociables de la misma política internacional

nos recuerdan claramente que la cara libertad creativa (de ideas) es importante porque las ideas,

al ser propiedad privada, están diseñadas para ser vendidas en grandes y redituables cantidades.

No quisiera profundizar más esta última cuestión (que tiene su correlato ecológico en el intento de

patentar químicos extraídos del tercer mundo, como en la selva lluviosa y otros lugares), pero sí

retornaremos al mercado libre más adelante.

Quisiera comentar el otro lado de la libertad (esta forma de libertad), y es que se trata de un juego

ya predeterminado en el cual mi libertad termina en la destrucción de la industria cultural de

otras. Quienes piensen entre ustedes que la política socialista está muerta, y sospechen -por

inveterado hábito- de las intervenciones del estado, fantaseando con las posibilidades de las

organizaciones no gubernamentales (ONG), harían bien al reflexionar sobre las necesidades de

subsidio para la creación de cualquier industria cinematográfica independiente o nacional: las

Länder de Alemania oriental fueron un modelo del subsidio avant-garde, Francia ha tenido

intrincadas y valiosas provisiones para apoyar cineastas jóvenes fuera de los réditos comerciales,

la presente new wave inglesa en torno a Channel Four y el BFI, no existirían sin el gobierno ni su

antigua BBC y su tradición socialista; por último Canadá ofrece un conjunto de precedentes para

un rol realmente productivo y estimulante respecto a la cultura, e incluso, las políticas culturales.

El punto es que las negociaciones en torno al GATT fueron diseñadas, al menos a los ojos de

lobistas estatales, para desmantelar subsidios estatales y locales considerados como formas

“injustas” de competición internacional. Estos subsidios devienen objetivos directos y explícitos de

la, por el momento, irresuelta propuesta de libre-comercio-del entretenimiento. Espero que

resulte obvio que un éxito en esta área implicaría una propensión hacia la extinción de nuevas

producciones culturales y artísticas nacionales en cualquier otra parte. Hablar sobre esto en

términos de telos o intencionalidades podría parecer conspirativo, pero seguramente ambas

partes resultan co-extensivas: procurar tu beneficio y destruir el de tu enemigo, en esta particular

instancia el nuevo y aun más libre mercado no propicia el aumento de negocios del competidor. Ya

desde el plan Marshall fue estipulada provisoriamente la cuota de películas estadounidenses que,

legalmente, serían aceptadas en el mercado europeo; en varias ocasiones el teatro, inglés, alemán

y en particular el italiano se anegaron de películas estadounidenses que efectivamente acabaron

con las respectivas industrias locales, que tuvieron que especializarse o fugarse al tercer mundo

Page 5: Notas Sobre La Globalización Como Cuestión Filosófica, Parte 2/3

para sobrevivir. No es casual que solamente la industria francesa retuviese su carácter nacional,

contaban seguramente con una mayor conciencia de tal amenaza.

La destrucción de una industria nacional de cine -y junto a ella, potencialmente, la cultura

completa- en todas partes del segundo y tercer mundo. Esto debería ser comprendido como el

triunfo de Hollywood, o sea, la industria cinematográfica estadounidense (y junto a ella el de la

televisión que actualmente resulta tan, o incluso más, importante), y no se trata de uno

meramente económico, sino que también formal y político. En este sentido considero que The

classic Hollywood cinema5 fue un gran evento teórico, en él Bordwell, Thompson y Staiger se

refieren a la muerte de varios experimentos cinematográficos en la década de los sesenta y

setenta y a la hegemonía mundial de la forma clásica del cine hollywoodense. Esto, por supuesto,

también implica en cierta medida la muerte de la modernidad, en la medida en que los directores

de cine de todo el mundo son dirigidos por cierto modernismo; pero también es la muerte de la

política, al morir con ella cualquier posibilidad de imaginar una organización social radicalmente

diferente a la hegemónica. El cine político de aquellas décadas (60 y 70) proclamó esa posibilidad

(así como, un modo más complejo, el modernismo en general) al afirmar que las invenciones o

descubrimientos de nuevas formas implicaba inventar y descubrir nuevas formas de relaciones

organizaciones sociales. Y son precisamente aquellas posibilidades (cinematográficas, formales, y

así políticas y sociales) las que se difuminan en la medida en que se consolida, más decididamente,

la hegemonía estadounidense.

Ahora se afirmará la existencia de una buena razón para todo esto, a saber, que la gente gusta del

cine de Hollywood así como, probablemente, del american way of life y deseen, tanto como les

resulte posible acercarlo a ellos. ¿Por qué las audiencias rusas y húngaras frecuentan películas

hollywoodenses y no los remanentes de su otrora prestigiosa industria cinematográfica? ¿Por qué

preocuparse de que la privatización de la, hasta el momento, herméticamente resguardada cultura

cinematográfica india se desvanezca como la nieve a pesar de la extraordinaria popularidad y

dimensión de la clásica comedia india? La rápida edición de las películas estadounidenses, las

atracciones sensuales de su ínsita violencia podrían ser esgrimidas como explicaciones, aunque

dichas así más bien parece moralización. Es fácil enviciarse a las películas hollywoodenses y a la

televisión, de hecho, imagino que la mayoría de nosotros lo somos; pero sería preferible observar

el asunto desde donde podamos considerar hasta cual grado cada cultura nacional y su

cotidianidad se extienden como una inconsútil red de hábitos que constituyen un sistema. Es muy

simple destruir los sistemas culturales tradicionales que se expresan tanto en la forma en que las

personas habitan sus cuerpos y emplean su lenguaje, como en la forma que se tratan entre ellas y

a la naturaleza, verdaderas fábricas de formas de vida. Una vez destruidas, esas fábricas nunca se

recrean; algunas naciones del tercer mundo aún preservan sus fábricas.

-----

5. David Bordwell, Kristin Thompson and Janet Staiger, The Classical Hollywood Cinema: Film Style & Mode

of Production to 1960 (New York, 1985), 381-385.

Page 6: Notas Sobre La Globalización Como Cuestión Filosófica, Parte 2/3

La violencia del imperialismo cultural estadounidense y de la irrupción de su industria

cinematográfica y televisiva estriba en la destrucción de tales tradiciones que lejos de ser pre-

capitalistas o cuasi-religiosas, pueden considerarse recientes y exitosas formas de acomodación de

las viejas instituciones a las nuevas tecnologías.

La cuestión es entonces que junto a la ideología del mercado libre, el consumo de las formas

cinematográficas hollywoodenses está el aprendizaje de cierta cultura, de cierta cotidianidad en

tanto práctica cultural: una práctica en cuyas mercantilizadas narraciones halla expresión estética,

y son ambas (ideología y cultura) las que la audiencia en cuestión aprende. Hollywood no es

meramente la denominación para un negocio, sino que también el de una revolución cultural

fundamental para el tardo-capitalismo en la que antiguas formas de vida deben abandonarse, y

otras nuevas tomar su lugar.

¿Y si los otros países desean lo mismo…? Se seguirán preguntando.

Se dirá que la causa estaría en la naturaleza humana, y además acaso ¿no toda la historia se ha

dirigido hacia la cultura estadounidense y su apoteosis? Pero se trata más de una cuestión de si

nosotros mismos queremos eso, porque si no somos capaces de imaginar algo más, tampoco tiene

importancia siquiera preocuparse por otras culturas.