novela_historica- cecilia fernandez prieto
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REVISTA DE LITERATURA NÚMERO 263-264 NOVIEMBRE 2005 7 EUROS
--25 A S980-2005
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Marguerite Yourcenar
prosa de historias fill~ id(1s . enmascaraba su naturaleza ficticia con lasestrategias de veracidad de la historia, ironizando sobre la credulidadde los lectores. El contencioso entrehistoriadores y novelistas nunca secerró, aunque en el Romanticismolas hostilidades se relajaron un tanto.Historiadores como Ranke o Mic helet elogiaro n. al menos en un primermomento. el acierto de la novela histórica de Walter Scoll en su recreación realista y amena de episodiosdel pasado de Inglaterra y Escocia.que estimulaba el inter és por la Historia y contribu ía a forjar una conciencia nacional. La sagaz combinación de protagonistas burgueses cuyo mundo privado se ve afectado porlos acontecimientos púb lico», escenarios medievales al gusto de [a imaginación romántica, y peripecias sentimentales cuya verosimilitud quedaba garantizada por la creencia de quela naturaleza hum ana permanecesiempre igual a sí misma. convirti óaScot t en un fenómeno literario demasas y determinó el arraigo popular del género .
La novela his tórica se configuracorno un tipo de ficción híbrida, encuyo universo coexisten personajesy acontecimientos ya codificadoshistoriogr áficamente con otros inventados, y que sit úa la acción en unpasado histórico concreto y reconocible por los lecto resmerced a las
istórica
Han caído diluvios desde queAristóteles sentenció las diferenciasentre Poesía (Literatura) e Historia:la primera se definía como mimesiso representación de acciones inventadas y verosímiles, la segunda como registro de lo que efectivamenteocurrió. Pero ni siquiera entonces lascosas eran tan nítidas como el filósofo las proclamaba: la narración histórica sc nutría de los recursos figurativos y de las tramas acuñadas enlos mitos. y la novela, relato en
ove a-o- Celia Fernández Prieto
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o Roger Viollct
descripciones de usos y costumbres de la época. Seinstaura así una distancia temporal y cultural entre elpasado de la historia narrada y el presente de la escritura y de la lectura, que abre interesantes posibilidadesestéticas: el juego con los anacronismos, la explotacióndel halo épico. exótico, misterioso y violento de otrostiempos, la proyección especular en el ayer de las preocupaciones contemporáneas, y, en fin, la relación dialéctica entre lo que el lector ya sabe acerca de esossucesos históricos y lo que el texto le propone. Elnovelista debe poseer una buena información sobre losmateriales históricos con los que trabaja, pero goza deamplios poderes para su utilización en la ficción: desdela fidelidad a los hechos establecidos y a su cronologíahasta su distorsión más escandalosa. En todo caso, susopciones implican posiciones ideológicas no sólo conrespecto a los personajes o acontecimientos sino tamhi én a la concepción del progreso, de la temporalidad
y del papel del azar en los destinos humanos. Walter Scott, Manzoni o Gil y Carrasco, que aún confiaban en la verdad dela Historia. relegaron al fondo a los personajes históricos relevantes. inventaron enlas áreas que los historiadores dejaban ensombra, y revitalizaron el ya desgastadoprocedimiento de presentar la novela como transcripci ón de un manuscr ito antiguo, encontrado azarosamente y puestoal día por el segundo autor. (Urnberto Ecovolverá a las andadas. pero multiplicandoy enmarañando la, versiones hasta elpunto de que resulta imposible determi nar un origen: todo son reescrituras. textos que remiten a textos en una circulación infinita).
Pero semejante confianza tenía los díascontados. Tolstoi arremete en Gu erra ypaz contra las simplificaciones de Ir) S historiadores, incapaces de manejar la enorme diversidad de las causas de los hechos: y Buroja no vacila en afirmar que lahistoria "es siempre una fantasía sin basecientífica". La sombra de Nietzsche esalargada. Ni la historia ni la novela volverían a ser lo mismo.
Ciertas creencias muy arraigadas saltaron de sus goznes: la narración no es unmero contenedor aséptíco y transparente,sino una estructura que impone un ordenal flujo incesante y ca ótico de los sucesos.La realidad existe. claro es, pero su inte-ligibilidad. sus signifi cados, su sentido o
sinsenrido est án en los discursos que la configuran (lahistoria. la novela, la f losofía, la ciencia). Los hechos no se cuentan solos. Para empezar, porque elque algo que ha ocurrid o se convierta en un hecho esya una decisión que tiene que ver cou una trama (ypuede uno dejarse llevar por la ambigüedad y polisemia de esta palabra). Por lo tanto, el pasado no estáahí, dejándose copiar dócil mente, sino que es resultado de la actividad de un historiador que investigaen los archivos y luego articula sus datos en una narración. En el tránsito de la investigación a la escritura se realizan una serie de transformaciones y seemplean recursos de figuración verbal comunes a losnovelistas. El reconocimiento del elemento ficcionalque pcrmea el discurso histórico no invalida su estatuto cognitivo; más bien sirve de antídoto a las pretensiones desmesur adas de los historiadores de detentar el monopolio de la verdad del pasado.
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ricos no han hecho más que refinarse hasta llegar aldescaro y la irreverencia de buena parte de la narrativahistórica postmoderna, que además se redefine comoun medio para inquirir en los problemas epistemológicos de la historiografía: cómo podemos conocer elpasado. quién lo conoce, cómo sabe lo que cuenta, qu égrado de fiabilidad tiene ese saber.. Aa interesa yareescribir (el relato de) los hechos supuestamente dados sino la investigación que ha llevado a constituirlospara revelar las contradicciones de los documentos. lasdisonancias de los testimonios. los intereses sentimentales o políticos que moldean la memoria, la porosidadde los límites entre lo real y lo inventado. Estos supuestas am paran el revisionismo crítico de muchas novelaslatinoamericanas contra las versiones europeas del"descubrimiento de América" (recordemos a Carpentier, Roa Bastos, Carlos FUentes, Fernando del Paso...)o el de un grupo de escritores españoles contemporáneos (Javier Cercas. Isaac Rosa, Ignacio Martínez dePisón...) en relación a la guerra civil y al franquismo(un espléndido antecedente lo tenemos en Galinde: deVázquez Montallnin).
Pero la pos trnode rnidad también ba po tenc iado laindiscutida maestría de la novela histórica para refigurar ciertas recónditas nostalgias de las sociedades desarrolladas y tecnológicamente avanzadas hacia los tiempos prernodernos, preferentemente la Edad Media,pero también las civilizaciones antizuas, e n ansía deépica y de mito, a veces erosionada por la ironía, parece latir bajo las recreaciones de los esplendores delAntiguo Egipto, del mundo helénico y de Cartago , enlas biografías de empe radores romanos (Nerón,Tiberio, Juliano...), (J en la reivindicación de figuras temeninas de cualquier época (Casandra, Safo. Lrraca,Santa Teresa...). La nómina de autores y de títulos resultaría interminable. Quiero mencionar tan sólo lasnotables incursiones narrativas en escenarios medievales realizadas por Paloma Dfaz-Mas (La tierroférui; ypor Alvaro Pombo (La cuadra tura del círculo).
Por supuesto, J nadie se le oculta que mucha de lanarrativa histórica que se publica en estos años - losDan Brown y compañía- no pasa de ser un subproducto cultural, manufacturado para su consumo rápido yfácil. dirigido a una masa de lectores acodados en labarra de los misterios esotéricos. de los enigmas históricos, de los parques temáticos. Es la deriva degradadade una fórmula genérica arriesgada. que encuentraterreno abonado en la demanda de un mercado editorial desjerarquizado en el que todo se mezcla con todo.De más está decir que tales productos apenas tienenalgo que ver con la literatura entendida como arte verbal y di sfrute inteligentegr
La novela histórica de la primera mitad del siglo XX(Valle-Incl án, Virginia \Voolf, ThornasMan n, He rrnan nBr oc h. RobertGraves...) se atreverá aensayar nuevas formas de aborclar losacontecimientos históricos desde perspectivas subjetivas,irónicas, satíricas,apasionadas, melanc ólicas. Ninguna ilusión de neutralidad.Menor afán recons-tructivo y didáctico. Ram áii del Valle-Inclán
Las fronteras tem-porales entre el pa-sado de la historia y el presente de la enunciaci ón sedisuelven, lo que impregna lo narrado de una transcendencia mítica. "El tiempo no cuenta -dicc MargueritcYourcenar- . Siempre me sorprende que mis contemporáneos, que creen haber conquistado y transformado elespacio, ignoren que la distancia de siglos puede reducirse a nuestro antojo".
Desde aquí las libenades con los ingredientes histó-