o tontos o estúpidos

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O tontos o estúpidos Publicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net) O tontos o estúpidos Enviado por ter el Sáb, 02/01/2014 - 08:00 Foto portada: Sección principal: Culturas Cuerpo: Metido en menudeos biográficos de erudito cinéfilo, descubro que el año 1949 fue un año literariamente triste para el guionista Dalton Trumbo. No por la calidad de sus textos, tan vibrantes y certeros como todos los que salían de su puño y letra, sino por las circunstancias, realmente inverosímiles, que empezaron a asediar su existencia. De repente, cuando los grandes estudios comenzaban a rendirse a los frutos de su talento, se vio obligado a enzarzarse en un proceso kafkiano ante un jurado borgiano, es decir, ante un jurado digno de figurar, por su alto nivel de hipocresía, en la historia universal de la infamia. No hay nada más bochornoso que sufrir la experiencia de un auto de fe camuflado de honorabilidad.El jurado estaba empeñado en que su acusado contestase a la pregunta sobre su afiliación al sindicato comunista con un monosilábico sí o noEl mezquino tribunal que le juzgó conocía la retórica hueca del liberalismo de barras y estrellas pero no había leído ni por aproximación escolar ninguno de los diálogos platónicos. Empeñado en que su acusado contestase a la pregunta sobre su afiliación al sindicato comunista con un monosilábico sí o no, el guionista abordó el asunto esbozando un brillante aforismo de película de Wilder: “Miren, contestar con un monosílabo a esa cuestión, es de tontos o de estúpidos”. Trumbo, como es natural en un espíritu no binario, quería argumentar y no le dejaron. Página 1 de 4

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O tontos o estúpidosEnviado por ter el Sáb, 02/01/2014 - 08:00 Foto portada:

Sección principal: CulturasCuerpo: Metido en menudeos biográficos de erudito cinéfilo, descubro que el año 1949 fue un añoliterariamente triste para el guionista Dalton Trumbo. No por la calidad de sus textos, tan vibrantes ycerteros como todos los que salían de su puño y letra, sino por las circunstancias, realmenteinverosímiles, que empezaron a asediar su existencia. De repente, cuando los grandes estudioscomenzaban a rendirse a los frutos de su talento, se vio obligado a enzarzarse en un procesokafkiano ante un jurado borgiano, es decir, ante un jurado digno de figurar, por su alto nivel dehipocresía, en la historia universal de la infamia. No hay nada más bochornoso que sufrir laexperiencia de un auto de fe camuflado de honorabilidad.El jurado estaba empeñado en que suacusado contestase a la pregunta sobre su afiliación al sindicato comunista con un monosilábico sí onoEl mezquino tribunal que le juzgó conocía la retórica hueca del liberalismo de barras y estrellaspero no había leído ni por aproximación escolar ninguno de los diálogos platónicos. Empeñado enque su acusado contestase a la pregunta sobre su afiliación al sindicato comunista con unmonosilábico sí o no, el guionista abordó el asunto esbozando un brillante aforismo depelícula de Wilder: “Miren, contestar con un monosílabo a esa cuestión, es de tontos o deestúpidos”. Trumbo, como es natural en un espíritu no binario, quería argumentar y no le dejaron.

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Aquel inteligente desplante le costó la severa sentencia de un año de cárcel por desacato, que esuna palabra que como muy bien sabía el señor McCarthy rima con pato. Pocos meses antes de materializarse aquella injusta condena, Trumbo escribió, en su defensa, elmagnífico texto El tiempo del sapo. Lo ha publicado por primera vez en España el colectivoArtefakte en una edición escrupulosamente documentada, de lectura necesaria para certificar laspeligrosas similitudes entre aquel pasado de naturaleza inquisitorial y este presente no menosproclive a los excesos de celo de las autoridades. Tanto antes como ahora nuestro hábitatnatural parecen ser unas aguas turbulentas y peligrosas en cuyas orillas merodeandepredadores sin muchos escrúpulos omnívoros. Trumbo podía haber dedicado perfectamente suobra a los cocodrilos, pero prefirió honrar a los sapos como un homenaje a Zola, quien aconsejaba alos jóvenes escritores de su tiempo tragarse, a la hora primera del desayuno, unos batracios comoremedio para sobrellevar los sustos que les iba a deparar la lectura posterior del periódico. El propio Trumbo tuvo que tragarse aquel año un sapo bastante infecto: el de su detencióny presidio. Lo hizo por una noble causa, claro que por aquel entonces las nobles causas aún erannobles causas y no mensajes navideños. La sacrosanta democracia estadounidense corría peligro dedesestabilizarse si se vulneraba la libertad de conciencia. Las consecuencias de no respetar elderecho a la confidencialidad podrían derivar en un nuevo fascismo: el temor se filtraría por todaslas capas de la sociedad y ya nadie, ni Tim Burton siquiera, podría soñar lo que le diera la gana. Noandaba descaminado en su alarmismo. Todas las tiranías (que se lo digan a Buñuel, que se lopregunten a Tomás Moro) siempre han intentado controlar los últimos reductos de libertad del serhumano: la imaginación artística y el pensamiento filosófico. Dada la gravedad del asunto, Trumbo escribió su diatriba con la urgencia con que se escribenlos panfletos. El estilo preciso, contundente, pugilístico, lo puso al servicio de la denuncia. El suyoes un texto dinamitero, que dispara, como Cicerón en sus catilinarias, contra tirios y troyanos. Lomismo ataca el totalitarismo de la derecha reaccionaria que la cobardía de la izquierdacomplaciente. A los tibios, a los progresistas de tumbona, a los que juzgan la Historia a posteriori,Trumbo les avisa de que no hay virginidad a medias y que a veces, en determinadas encrucijadas dedeterminados caminos, es necesario mojarse por una dirección concreta, aunque te equivoques,como la paloma de Alberti, que se equivocaba. El mantenimiento de aquella actitud indoblegable le costó su adinerado puesto de trabajo. Trumboingresó de golpe en el aciago grupo de los Diez de Hollywood que fueron expulsados de malasmaneras del Olimpo cinematográfico. De extracción obrera, no volvió a la fábrica, pero sufrió unalarga noche de penuria y anonimato al figurar su nombre en un puesto destacado de las listasnegras. Su talento descomunal le permitió sobrevivir escribiendo guiones oculto bajo losmás diversos pseudónimos. Incluso obtuvo dos Oscar de tapadillo, que no se dignó a recoger por silas moscas. Pero no piensen que fue un hombre vengativo. En la portada del libro, ya mayor, yarecuperado el estatus perdido, se le ve feliz, tumbado en la bañera, escribiendo y fumando en unaactitud placentera. Los que le conocieron durante esa época postrera de su vida sostienen que eraun tipo amigo de las chanzas. No le afectó el resentimiento. Quizá porque poseía uno de esos finospaladares capaces de transformar los amargos sapos en deliciosas ancas de rana.

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Temáticos: Número 215LibrosCineEdición impresa:

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Licencia: CC-by-SAPosición Media: Cuerpo del artículoCompartir:

Tipo Artículo: NormalAutoría: JM Lander

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