obituario #31
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Obituario - N.31 - Edgar Allan PoeTRANSCRIPT
Edgar Allan Poe
1809-1849
Pigeon P
EDGAR ALLAN POE A TRAVÉS DE
ROGER CORMAN
Veinte años después de quedar impactado por la lectura
de los relatos de Edgar Allan Poe, Roger Corman empezó a
rodar una serie de ocho películas recurriendo a nueve relatos,
un poema y a un título de otro poema del escritor
norteamericano. Las rodó en sólo cuatro años, entre 1960 y
1964, mientras rodaba otras películas para no terminar
paranoico. Roger Corman no Poe-tiza sino que materializa. La
primera (La caída de la casa Usher) y la última que rodó (La
tumba de Ligeia) son las mejores del ciclo. Todas fueron
rodadas en Cinemascope, con una cita de Poe al final de cada
una de ellas y con Vincent Price como protagonista (salvo La
obsesión por ciertos trapicheos de producción).
Toda esta serie de películas son un reflejo perfecto de una
obra que circula entre las muestras de la agonía física y el
horror moral. Freud tendría mucho que decir después. La
locura, los sueños, la melancolía, la memoria, la mente, el
alma, la fantasía, la razón, los sentidos y la voluntad son
vocabulario esencial en Poe al igual que lo es el fuego y las
ruinas, la sangre y los esqueletos, las criptas, los candelabros
-
y los gritos.
Los protagonistas de estos relatos que son al mismo
tiempo narradores, tienen como él mismo tenía, una enorme y
peculiar cultura. La mitología griega, Víctor Hugo, Maquiavelo,
la Inquisición, la literatura alemana mística, el panteísmo, la
cábala judía, el mesmerismo y hasta el conocimiento del vino y
del opio formaban parte de la experiencia real e imaginada de
Poe. Antes de convertirse en un mito, tanto él como su obra,
fueron criticados por aquellos que enarbolaban el sentido
común y las buenas intenciones en la literatura. Unamuno, un
ferviente defensor suyo, se mostraba triste por tener que
establecer la dignidad e independencia de la literatura y
defenderla de los mordiscos que lanzaban la sociología o la
pedagogía.
La osadía de Poe fue la de dar protagonismo y sensibilidad
hasta a lo inorgánico, la de exponer la posibilidad de la
reencarnación y de morir de terror, la de presentar la maldad
no como una palabra, sino como «una realidad como cualquier
cosa viviente». Escribió sobre la lucha humana por ganar la
batalla a la muerte, sobre la voluntad de permanecer y que no
sea ni la naturaleza ni dios quien decida cuándo hay que
parar.
La osadía de Roger Corman no sólo vino por sus métodos
-
de producción cinematográfica, sino también por anteponer
ante todo, la confianza y la pasión que le despertaban Poe. Así
se vio cuando adaptó el famoso poema El cuervo. Quien acuda
a visionar la película encontrará la ambientación y las tres
primeras estrofas del famoso poema, pero no encontrará su
tono. El tono romántico queda subvertido por el juego cómico.
Ese fue el momento del encuentro de dos osados.
Ana Calpena Santana
Fidel Martínez
Kosta
LA DAMA ENTINTADA
Como en un cuento de terror,
el final es siempre desesperanza.
La habitación estaba calmada
en su oscuridad.
Sólo se oía un respirar
grisáceo
en las ventanas.
Contra la pared,
el aire silencioso
mecía la nada.
La dama entintada de sangre
en la memoria,
vigilaba plácidamente su pasado,
como en lo alto de una torre de carbón.
Un puño de granito
choca contra la puerta.
Una vez y dos. Una y otras veces.
La dama camina en susurros,
y abre el pedazo de madera
para después
llorar hacia dentro.
El policía: «Su hijo se había perdido,
nos ha traído hasta aquí».
La dama «silencio».
El policía «¿Señora? ».
La dama entintada de sangre en la memoria
«Es… imposible».
El silencio.
«Ese no puede ser
mi hijo,
porque a mi hijo
acabo de matarlo».
Daniel Baudot
Añeta Martin
NO SOY POE
Por las venas abiertas
sucias polvorientas, dibuja
desordenadas coordenadas
en un corazón de piedra
Mueren agotados los despojos
sobre una alfombra de hierba.
Al filo de la afilada madrugada
que ni corta ni deja cortar
la raíz desertora de la hiedra
Escapa por huecos
entre la maleza nocturna
intenta ordenar una historia imposible.
Cierra el libro de Poe.
Nunca podré escribir un poema como
«El Cuervo», se lamenta.
Afuera, se asoman los primeros rayos de sol.
Crista Smith
Miguel Almagro
Lola Marín
OPORTUNIDAD
Yo la observaba desde la penumbra como todas las noches
mientras ella caminaba solitaria y pensativa por el parque.
Esperaba ese preciso momento en que pasaba frente a mí.
Momento en que, además de verla en todo su esplendor, su
perfume me invadía y transportaba como el hachís. Noche tras
noche disfrutaba nervioso, con manos sudorosas, ese instante
en que la bruma londinense bajaba como aplastando los
árboles. Entonces ella surgía atravesando ese mundo de
tinieblas, iluminándolo todo.
¿Cuál sería su nombre?
¿Dolores? ¿Mercedes? ¿Tal vez Elizabeth?
¡Qué importaba eso! Sólo importaba que estaba allí
mientras yo esperaba mi oportunidad. Al fin, ese día llegó.
La noche era cerrada. No hacía frío y la luna apenas
iluminaba a ratos, esquivando dificultosamente las nubes y la
niebla.
Estaba más hermosa que de costumbre. Su vestido se
bamboleaba al ritmo de sus caderas, sus pechos asomaban
insinuantes por el escote, su piel blanca era como el marfil,
mientras su cabello negro lo llevaba recogido, dejando a la
-
vista un fino cuello que me tentaba —y casi obligaba— a no
dejar pasar mi oportunidad esa misma noche.
Extrañamente, un hecho inesperado me estremeció. Ella
no siguió caminando como habitualmente, sino que se sentó
en el banco que estaba justo frente a mí, dándome la espalda y
ofreciéndome su cuello cual ofrenda a los dioses.
—¡Es una señal! —pensé en ese momento.
Cuando estaba a punto de salir de la penumbra,
preparado para el ataque, su aroma embriagador me sacó de
aquel trance. ¡Me había enamorado de ella! Guardé
nuevamente en la vaina la filosa daga y corrí a través del
parque, confundido, en dirección contraria.
Diego Vidal
Luz Sánchez Aguilar
Elena López
LOS TEMBLORES PERDIDOS
Si negativo por negativo da positivo, miedo por miedo da
sosiego. Con esta deducción cogida con pinzas de depilar las
cejas como precepto, en mi familia se ha logrado que los
primogénitos estén inmunizados contra el miedo. Vaya, que
sean invulnerables al terror y a sus mordiscos. Y aquí
interviene más el esfuerzo que la genética. Para alcanzar la
capacidad de dejar de temblar para siempre tan sólo se debe
aplicar una simple rutina de sustos continuados y traumas
sostenidos. Concretamente, uno semanal durante unos
cuantos años. Así conseguimos una depuración de lo
terrorífico por sobredosis. Por ese motivo acabo de abandonar
a mi hijo preadolescente en medio del bosque en esta noche de
tormenta. Dormirá, o por lo menos lo intentará, en un entorno
hostil y desconocido, sumido en una total oscuridad y sin más
compañía que los aullidos de los lobos que merodean por la
zona. Le he pedido que bajara del coche para recoger unas
flores para llevárselas a su madre, y en cuanto ha puesto el pie
en el suelo he pisado el acelerador a fondo. Lo he visto por el
retrovisor corriendo para intentar alcanzarme hasta que ha
tropezado con un arbusto. Le hago lo mismo todas las
semanas, y realmente no entiendo cómo puede seguir cayendo
-
semanas, y realmente no entiendo cómo puede seguir cayendo
en el mismo truco. El caso es que lo recogeré por la mañana,
asustado y probablemente en estado catatónico, y estará un
paso más cerca de la tranquilidad absoluta. Y sé de lo que
hablo, que yo tuve que pasar por lo mismo. El método de mis
padres consistía en invitar a cenar y a dormir a casa a un
desconocido cada fin de semana desde que cumplí siete años y
hasta que empecé a afeitarme. Eso no tendría nada de
terrorífico sino fuera porque invitaban a gente claramente
trastornada y a psicópatas declarados. Para que me entendáis,
el invitado más normal que recuerdo intentó comerse las
servilletas y se peinó con el tenedor. Mientras ponían la mesa,
mis padres aprovechaban para informar a los visitantes, a los
que alojaban en la habitación contigua a la mía, que yo sufría
de terrores nocturnos, por lo que no se alarmarían en absoluto
si en plena noche empezaba a chillar o a pedir auxilio, o
incluso a aporrear su puerta mientras gritaba que el loco al
que habían invitado intentaba estrangularme con una toalla. Y
acto seguido le entregaban al huésped de turno una toalla a la
vez que le preguntaban si deseaba una taza de café. Como
leéis. Para rematar la velada, también medio escondían objetos
punzantes por la habitación; un pica hielos al lado de la
mesilla de noche, un machete detrás de las cortinas, y una
navaja en el interior de la almohada. Dejaban ese tipo de cosas
a la vista por si a los perturbados les apetecía echar mano de
ellas, como aquel que deja bombones en la habitación de un
hotel para que sus huéspedes se lleven una grata sorpresa. Y
todo eso lo hacían para que yo no pegara ojo en toda la noche,
para que supiera que un más que posible asesinato atroz me
vendría encima de un momento a otro.
Nunca nadie me tocó un pelo, pero aun así me pasé
temblando toda mi adolescencia. Y un día ocurrió. Un día solté
un alarido que hizo retumbar los azulejos, y tras ello dejé de
temer al pirómano recién rehabilitado de la habitación de al
lado al que mis padres habían dado una caja de cerillas junto
al postre. Un día simplemente grité por última vez y dejé de
encontrar motivos para temerle a nada. Supongo que hay un
límite para todo, incluso para el miedo, y que cuando
sobrepasas ese límite quedas oficialmente vacunado. Y
realmente vale la pena. Vale la pena concentrar todos los
escalofríos en una etapa de tu vida y luego olvidarte de ellos
para siempre. Vale la pena pillarte una buena borrachera de
horror para conseguir volverte abstemio. Así que yo estoy
haciendo lo mismo por mi hijo, aunque con bastante más
amabilidad de la que tuvieron conmigo. La realidad es que he
dejado al chaval en el parque de la esquina, y que los aullidos
de los lobos que él cree que le acechan provienen de los perros
falderos de los vecinos. Los truenos que le mantienen con los
--
ojos cerrados y la cabeza gacha y las manos tapándose los
oídos, no son más que petardos que lanzan unos forofos por la
victoria de su equipo de fútbol. En realidad le estoy asustando
con arnés de seguridad, pero eso no se lo confesaré jamás,
claro. No vaya a ser que en el futuro el miedo se dé por
estafado y decida volver para recuperar los temblores perdidos.
Xavi Lázaro
Ana Menéndez
CONSEJOS PARA LA CREACIÓN
ARTÍSTICA
—Buenas tardes, soy el fantasma de Edgar Allan Poe.
—Coño, qué honor.
—No tiene un busto de Palas Atenea donde posarme en forma
de cuervo, ¿verdad?
—La verdad es que el noble arte de tener bustos en casa se
está perdiendo.
—¿Y un gato negro?
—Soy más de perros. Tampoco tengo un corazón bajo el suelo
ni toneles de amontillado.
—Pues no va a ser esto lo mismo, no.
—Vaya, lo siento.
—¿Le he dicho ya que soy Poe?
—Sí. Además, se le nota por el bigote.
—A veces me aparezco ante aspirantes a artistas para darles
consejos. ¿Quiere escucharlos?
—¡Por supuesto! Soy un gran admirador de su obra.
—Bien, el primero es que se aseguren de que está muerto
antes de enterrarlo.
—Ajá, como en El entierro prematuro, sí. Le daré instrucciones
a mi abogado. ¿Qué más?
—Cásese con su prima de trece años.
—Eso ya me parece menos loable.
—Lo mismo decía Jerry Lee Lewis, pero al final me hizo caso.
Gabriel Noguera
Les tiemblan las pupilas y es todo lo que tiembla.
Eso ellos lo saben.
Sostienen que lo ven todo.
Y traen el viejo zumbido que describe esa tipología de “nada”,
hedionda de duelo.
Vienen a entumecerlo todo.
Vienen con ese martillo gigante de vaho, de percusión
incorpórea.
Ese eco inagotable. Sutil, vaporoso. Moderado.
Un punto de luz minúsculo, que permanece ahí dentro
estático.
En el matadero.
Ana Wika
Mon Magán
UN VIENTO HELADO (POE-SÍA)
Con los solemnes oficios del huérfano de Boston
Una gran ola
de imponente humedad
en un viento helado,
soplado por ángeles celosos
y demonios envidiosos,
me robó a la que sólo yo quería.
La misma naturaleza quería separarnos.
Un embate helado
en manos acuáticas se la llevó
a darle tumba ante el mar.
Y en las noches frías
la blanca hechicera de mareas
refleja sus pupilas brillosas,
en el cielo y el agua,
que me hablan en la tumba
frente al mar.
Diego Mercado Villarroel
«La literatura es la más noble de las profesiones. De hecho, se
trata de la única digna de un hombre».
Edgar Allan Poe
COLABORADORES Miguel Almagro Daniel Baudot
Ana Calpena Santana Kosta
Xavi Lázaro Elena López Mon Magán Lola Marín
Añeta Martin Fidel Martínez Ana Menéndez
Diego Mercado Villarroel Gabriel Noguera
Pigeon P Luz Sánchez Aguilar (Pendientera)
Crista Smith Diego Vidal Ana Wika
DIRECCIÓN
Sonia Marpez Gabriel Noguera
DISEÑO Sonia Marpez
Obituario N.31 – Edgar Allan Poe Publicado el 7 de octubre de 2015
obituariomag.blogspot.com