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Octubre 2008 metate 3 Pensar que cuarenta años... Invasión de Ciudad Universitaria por el ejército HUBERTO BÁTIZ (Profesor del Colegio de Letras Hispánicas) Víctor Villela, único herido en la toma de Filosofía y Letras VÍCTOR VILLELA, POETA al que había publicado en Cuadernos del Viento y a quien contraté en la Dirección de Publicaciones como asistente (en donde me nombró el rector Javier Barros Sierra como subdirector en- cargado en 1967, en lugar de Rubén Bonifaz Nuño, que ocupó la Coordi- nación de Humanidades, a la que re- nunció Mario de la Cueva cuando el rector Ignacio Chávez fue ignomi- niosamente defenestrado por órde- nes del presidente Gustavo Díaz Ordaz), fue herido de bala la maña- na del 19 de septiembre de 1968, cuando unos estudiantes le dieron aventón en el estacionamiento de la Facultad de Filosofía y Letras. Víctor se había presentado a trabajar, co- mo secretario de Bonifaz Nuño, y ha- bía encontrado tomada la autónoma Ciudad Universitaria (“recuperada para el Gobierno por el Ejército Na- cional” la noche anterior, según de- cían los noticieros). El militar le mar- có el alto y Víctor insistió en que debía entrar a la Torre de Humanida- des. Lo intentó tenazmente hasta que unos estudiantes lo obligaron a subir a su coche para escapar. No sé qué hicieron para enfurecer al mílite, al punto que cortó cartucho y disparó contra el auto. La bala atravesó lámi- nas, forros internos y se alojó en la cadera y la cabeza del fémur de Villela. Fueron detenidos y el herido traspor- tado al Hospital Militar, según leí ese mismo día en los diarios vespertinos en primera plana. Víctor Villela había sido el único herido en la “gloriosa re- cuperación” de la UNAM, a la vez que el Casco de Santo Tomás del Politéc- nico había sido también invadido. Yo había renunciado a Publica- ciones por un conflicto de Gastón García Cantú con su equipo de Difu- sión Cultural, con pretexto de “ma- los manejos” de la Casa del Lago, que dirigía Juan Vicente Melo; lo apoya- mos Juan García Ponce, Inés Arre- dondo, José de la Colina, Juan José Gurrola, Tomás Segovia y otros, y al vernos desempleados nos habían ofrecido trabajo en el Departamento de Publicaciones del Comité Orga- nizador de los XIX Juegos Olímpicos, a las órdenes de Beatrice Trueblood y del arquitecto Pedro Ramírez Váz- quez. Me tocó trabajar también con Alí Chumacero, José Revueltas, Au- gusto Monterroso, Emilio Carballido, Óscar Oliva, Irene Herner, Rita Eder, Lucía Linares, Juan Carvajal, Miguel Cervantes y muchos notables dise- ñadores, fotógrafos, escritores y tra- ductores extranjeros, al servicio de la Olimpiada Cultural. No pasó mucho para que Revuel- tas (que se hacía presente en el Au- ditorio Justo Sierra-Che Guevara) fuera encerrado como preso políti- co en Lecumberri, junto con Elí de Gortari y muchos otros maestros y estudiantes (Roberto Escudero, Luis González de Alba, líderes de nuestra Facultad). Revueltas escribió ahí El Apando, que con José Agustín (apre- sado como delincuente común –lo agarraron en un conecte de canna- bis– después de que en un mitin en el campus le mentó la madre con todas sus letras al presidente GDO) transfor- mó su relato en el guión de la estu- penda película de Felipe Cazals. Por esos días, Juan García Ponce escribió un artículo sobre el tirano Díaz Ordaz que llevó a Excelsior en su silla de ruedas, acompañado por Nancy Cárdenas y Héctor Valdés, maestros de Filos. Julio Scherer le dijo que no podía publicar el artícu- lo porque le cerrarían el periódico, y cuando salieron al Paseo de la Re- forma fueron aprehendidos, pues confundieron la silla de Juan con la de Marcelino Perelló Vals, estudian- te de Física en Ciencias de la UNAM y líder máximo del movimiento es- tudiantil. Esa noche, en casa de Juan, nos contó cómo le conminaban a ca- minar pues era un farsante: “Me en- cantaría no sólo caminar, sino correr y bailar”, les decía mientras lo solta- ban y caía al suelo como un guiña- po. Maltrataron con Juan García Ponce a Héctor y Nancy, aguerridos compañeros. En tanto, Scherer habló a Gobernación con el subsecretario Mario Moya Palencia y logró que éste los liberara. Años después, en el Uno Más Uno, yo publicaba ese artículo de Juan cada 2 de octubre para no olvidar. Víctor Villela me mandó decir, desde el hospital en que convalecía y de donde salió cojeando para siem- pre, que había oído que iban a “que- mar mi casa”. Continuamente me lla- maban por teléfono voces anóni- mas: “¿Su papá se llamá Agustín y su mamá María Luisa, y viven en Guadalajara?” “Sí, ¿por qué?”, con- testaba. “¿Sus hermanos hacen esto y aquello? ¿Vive en tal parte?” A todo lo que yo decía ordenaban: “¡Cuíde- los! ¡Sea prudente!” A todo mundo nos hacían eso para acalambrarnosVivíamos asustados, con terror. Con la amenaza de incendio, nos fuimos a vivir a otra casa. A Salvador Eli- zondo y a Juan Carvajal los agarra- ron saliendo del Sanborns de San

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Octubre 2008 metate 3

EN 1968 YO estudiaba en la Prepara-toria Antonio Caso, más conocidacomo la Prepa 6. En los primerosdías de julio, en el café La Hiedra,un grupo de amigos leímos en vozalta la crónica de Carlos Fuentes so-bre el mayo francés, lectura que, ade-más de emocionarnos, provocó unasprimeras e impetuosas reflexionesacerca de la pasividad que los estu-diantes mexicanos mantenían ante elautoritarismo gubernamental y laconsecuente falta de democracia. Porsu utilización retórica, manoseada enlos discursos oficiales, la palabra de-mocracia parecía haber perdido subrillo, su valor como un bien socialanhelado. En las discusiones poste-riores se impuso una respuesta: lapolítica era asunto de otros, de losque saben, pues afuera del sistemapredominante estaba la marginali-dad, la indiferencia. Esta conclusiónno significaba un obstáculo ya que,existencialmente, durante la adoles-cencia casi siempre se está al margende todo. Aunque conformado inicial-mente como un grupo de estudiopara comentar lecturas de autoresimpactantes, como Sartre y Marcuse,la dinámica colectiva pronto derivóen un incipiente curso de marxismo.Este consenso obedeció a tres razo-

nes: la vitalidad desplegada por lajoven revolución cubana, la guerraen Vietnam y al hecho de que losmejor informados pertenecieran aorganizaciones juveniles de izquier-da, genéricamente calificadas de co-munistas. En esos años cualquieroposición de izquierda se considera-ba comunista. No había matices. Re-sultó natural, entonces, que las pri-meras manifestaciones públicasfueran en apoyo de la lucha antiim-perialista de Vietnam y Cuba. Pertre-chado con la experiencia de haberhuido ante la amenazante proximi-dad de los granaderos, corretizas depor medio, el grupo participó acti-vamente en la declaración de huelgaen la Prepa 6, turno vespertino, su-mándose al movimiento estudiantilque se extendía por los planteles dela UNAM, Chapingo y el Instituto Po-litécnico Nacional. En una apresura-da asamblea se gestó el Consejo Na-cional de Huelga, esbozándose elsimbólico pliego petitorio que per-mitió cohesionar las demandas de lasescuelas en paro. Las dudas y temo-res de esos días lograron superarsegracias a Javier Barrios Sierra, rectoradmirable, quien encabezó una mar-cha en protesta por la represión gu-bernamental. La dignidad mostradapor el rector, actitud inusual en lospolíticos, fue el catalizador que con-venció a los indecisos y contribuyóa derrumbar viejas prácticas, comola obligación de tener que solicitarun permiso para manifestarse. Sin

embargo, había que dar otro paso. Elreto consistía en llegar al zócalo, es-pacio monopolizado por los gobier-nos priístas. Una primera manifesta-ción recorrió el Paseo de la Reformay ocupó el Zócalo, con la reivindica-ción del derecho a la libertad de ex-presión que los oradores resaltaronal cierre del acto. En el transcurso deagosto se convocó a otras manifes-taciones en las que afloró el optimis-mo y una buena dosis de relajo. Alfortalecerse el movimiento, en con-trapartida se incrementaron las pro-vocaciones, las aprehensiones selec-tivas y los amagos de violenciapoliciaca. Entre los activistas fre-cuentemente se entablaban conver-saciones como la siguiente:

Estudiante preocupado: Soy muy jo-ven para ir a la cárcel, pues aún nohe amado.

Estudiante no tan preocupado:¿Pero cómo? ¿No es posible? Tú hasestado enamorado, y de varias, porcierto.

Estudiante preocupado: Sí, perohasta ahora no he sido correspondi-do; es más, creo que ellas no se hanenterado de cuánto las he amado.

Estudiante no tan preocupado:Bueno, eso cambia las cosas.

Con excepción de uno o dos pe-riódicos que eventualmente informa-ban con un criterio plural, el gobier-no de Díaz Ordaz contaba con lacomplicidad de los medios masivosde comunicación para desprestigiar

al movimiento. No fue suficiente conignorar a los estudiantes revoltosos,sino además había que aislarlos, evi-tando que expresaran sus opiniones.Se montó una campaña difamatoriaacusándolos de traidores a la patria,de dóciles instrumentos del comu-nismo internacional, y de enarbolarretratos del Che Guevara. La nacióncontemplaba la incomprensible re-beldía de unos jóvenes que se nega-ban “a entrar en razón” y que rele-gaban a los héroes nacionales. ElConsejo debía responder política-mente a esa escalada. Para ello teníanque ponerse de acuerdo aproxima-damente 150 delegados acostum-brados a soportar asambleas mara-tónicas y divididos entre dos posicio-nes: una radical, voluntariosa, y otraque no descartaba la búsqueda dealternativas políticas. La situación seremontó con la intensa participaciónde quienes más influían en los repre-sentantes de las preparatorias y lasvocacionales, votos que se cargabanhacia un lado o hacia el otro, depen-diendo de la exposición de argumen-tos convincentes y articulados, sindescartar los emotivos. Entre los lí-deres que aportaban ideas políticasnovedosas se encontraban, entreotros, Raúl Álvarez Garín, LuisGonzález de Alba, Gilberto GuevaraNiebla, Roberto Escudero, MarcelinoPerelló y Eduardo Valle. Como con-secuencia de ese acuerdo general, serealizó la marcha del silencio, puntoculminante de las movilizaciones.

Ese ejercicio independiente de lapolítica –y de lo político- resultó in-tolerable para el gobierno que orde-nó la ocupación militar de CiudadUniversitaria y de algunas instalacio-nes del Politécnico. El repliegue erainminente y se convocó a un mitinel 2 de octubre en la plaza de las TresCulturas en Tlatelolco. Mi memoriaconserva una imagen cinematográ-fica: minutos antes de que las benga-las estallaran en el cielo, veo a un jo-ven espigado que camina por la plazay creo reconocerlo, por supuesto, esel mimo del espectáculo Beatlemimaque meses atrás se presentó en el tea-tro de arquitectura y al que asistimosalgunos compañeros de la prepa.Cuando ingresé a Filosofía y Letrasconocí a otros miembros del Comitéde Lucha de la Facultad, cuates deRoberto y de Luis, como IgnacioOsorio, Felipe Campuzano y RufinoPerdomo. También conocí a JuanGabriel Moreno, el mimo que saltódel teatro universitario a otro esce-nario menos benévolo. A cuarentaaños de distancia, ocasionalmentesuelen encontrarse dos egresados dela Prepa 6, por lo que es factible quese desarrolle el siguiente diálogo:

Interlocutor 1: ¿Por fin fuiste corres-pondido en el amor?

Interlocutor 2: Sí, ha sido maravi-lloso, en verdad.

Interlocutor 1: Bueno, ya puedesmorir tranquilo.

Interlocutor 2: No es para tanto,no es para tanto.♦

Pensar que cuarenta años...no son nada

BERNARDO LIMA(Profesor del Colegio de Letras Hispánicas)

Invasión de CiudadUniversitaria por el ejército

HUBERTO BÁTIZ(Profesor del Colegio de Letras Hispánicas)

Víctor Villela, único heridoen la toma de Filosofía y Letras

VÍCTOR VILLELA, POETA al que habíapublicado en Cuadernos del Viento ya quien contraté en la Dirección dePublicaciones como asistente (endonde me nombró el rector JavierBarros Sierra como subdirector en-cargado en 1967, en lugar de RubénBonifaz Nuño, que ocupó la Coordi-nación de Humanidades, a la que re-nunció Mario de la Cueva cuando elrector Ignacio Chávez fue ignomi-niosamente defenestrado por órde-nes del presidente Gustavo DíazOrdaz), fue herido de bala la maña-na del 19 de septiembre de 1968,cuando unos estudiantes le dieronaventón en el estacionamiento de laFacultad de Filosofía y Letras. Víctorse había presentado a trabajar, co-mo secretario de Bonifaz Nuño, y ha-bía encontrado tomada la autónomaCiudad Universitaria (“recuperadapara el Gobierno por el Ejército Na-cional” la noche anterior, según de-cían los noticieros). El militar le mar-có el alto y Víctor insistió en que

debía entrar a la Torre de Humanida-des. Lo intentó tenazmente hasta queunos estudiantes lo obligaron a subira su coche para escapar. No sé quéhicieron para enfurecer al mílite, alpunto que cortó cartucho y disparócontra el auto. La bala atravesó lámi-nas, forros internos y se alojó en lacadera y la cabeza del fémur de Villela.Fueron detenidos y el herido traspor-tado al Hospital Militar, según leí esemismo día en los diarios vespertinosen primera plana. Víctor Villela habíasido el único herido en la “gloriosa re-cuperación” de la UNAM, a la vez queel Casco de Santo Tomás del Politéc-nico había sido también invadido.

Yo había renunciado a Publica-ciones por un conflicto de GastónGarcía Cantú con su equipo de Difu-sión Cultural, con pretexto de “ma-los manejos” de la Casa del Lago, quedirigía Juan Vicente Melo; lo apoya-mos Juan García Ponce, Inés Arre-dondo, José de la Colina, Juan JoséGurrola, Tomás Segovia y otros, y alvernos desempleados nos habíanofrecido trabajo en el Departamentode Publicaciones del Comité Orga-

nizador de los XIX Juegos Olímpicos,a las órdenes de Beatrice Truebloody del arquitecto Pedro Ramírez Váz-quez. Me tocó trabajar también conAlí Chumacero, José Revueltas, Au-gusto Monterroso, Emilio Carballido,Óscar Oliva, Irene Herner, Rita Eder,Lucía Linares, Juan Carvajal, MiguelCervantes y muchos notables dise-ñadores, fotógrafos, escritores y tra-ductores extranjeros, al servicio dela Olimpiada Cultural.

No pasó mucho para que Revuel-tas (que se hacía presente en el Au-ditorio Justo Sierra-Che Guevara)fuera encerrado como preso políti-co en Lecumberri, junto con Elí deGortari y muchos otros maestros yestudiantes (Roberto Escudero, LuisGonzález de Alba, líderes de nuestraFacultad). Revueltas escribió ahí ElApando, que con José Agustín (apre-sado como delincuente común –loagarraron en un conecte de canna-bis– después de que en un mitin en elcampus le mentó la madre con todassus letras al presidente GDO) transfor-mó su relato en el guión de la estu-penda película de Felipe Cazals.

Por esos días, Juan García Ponceescribió un artículo sobre el tiranoDíaz Ordaz que llevó a Excelsior ensu silla de ruedas, acompañado porNancy Cárdenas y Héctor Valdés,maestros de Filos. Julio Scherer ledijo que no podía publicar el artícu-lo porque le cerrarían el periódico,y cuando salieron al Paseo de la Re-forma fueron aprehendidos, puesconfundieron la silla de Juan con lade Marcelino Perelló Vals, estudian-te de Física en Ciencias de la UNAM

y líder máximo del movimiento es-tudiantil. Esa noche, en casa de Juan,nos contó cómo le conminaban a ca-minar pues era un farsante: “Me en-cantaría no sólo caminar, sino correry bailar”, les decía mientras lo solta-ban y caía al suelo como un guiña-po. Maltrataron con Juan GarcíaPonce a Héctor y Nancy, aguerridoscompañeros. En tanto, Scherer hablóa Gobernación con el subsecretarioMario Moya Palencia y logró que éstelos liberara. Años después, en el UnoMás Uno, yo publicaba ese artículode Juan cada 2 de octubre para noolvidar.

Víctor Villela me mandó decir, desde el hospital en que convalecía y de donde salió cojeando para siem-pre, que había oído que iban a “que-mar mi casa”. Continuamente me lla-maban por teléfono voces anóni-mas: “¿Su papá se llamá Agustín y su mamá María Luisa, y viven en Guadalajara?” “Sí, ¿por qué?”, con-testaba. “¿Sus hermanos hacen esto y aquello? ¿Vive en tal parte?” A todo lo que yo decía ordenaban: “¡Cuíde-los! ¡Sea prudente!” A todo mundo nos hacían eso para acalambrarnos…Vivíamos asustados, con terror. Con la amenaza de incendio, nos fuimos a vivir a otra casa. A Salvador Eli-zondo y a Juan Carvajal los agarra-ron saliendo del Sanborns de San

Periódico de la Facultad de Filosofía y Letras

Ciudad Universitaria Año IV Número 25 Octubre de 2008

¿QUÉ OCURRIÓ EN México en 1968?Pregunté a mis alumnos. Sólo unolevantó la mano. Dijo: “Hubo unamatanza de estudiantes”. Es lamen-table que en la actualidad muchosestudiantes universitarios ignoren loocurrido entre julio y diciembre de1968, pues se trata de un movimien-to (conflicto) político que fue deter-minante en muchos sentidos. 1968abrió cauce a la democracia políticade México, pero además fue un pun-to de la historia donde se cruzaronmuchos fenómenos.

Fue una protesta estudiantil con-tra abusos de la policía y contra losexcesos del poder y se trató de unaexpresión democrática encabezadapor estudiantes y apoyada activamen-te por docentes, intelectuales y traba-jadores de clase media urbana. Perotuvo otros, diversos, significados.

En 1968 se reveló por primeravez, como algo maduro, la globali-zación, pues no otra cosa explica lasimultaneidad paradójica de la rebe-lión juvenil en el mundo. La televi-sión alcanzó su mayor esplendor. ElMayo francés se transmutó en elAgosto mexicano. La fuerza de atrac-ción que ejercían sobre el estudian-tado fenómenos estadounidensescomo el movimiento de los derechosciviles, la Sociedad de EstudiantesDemocráticos y los Black Panthersera impresionante. La Revolucióncubana y la presencia del CheGuevara en Bolivia eran mitos pode-rosos que agitaban a la juventud deAmérica Latina. La invasión de lostanques soviéticos a Checoeslova-quia indignó al mundo.

En el escenario del fondo estabael rock and roll y los Beatles. Al mis-

mo tiempo se inventaba la píldoraanticonceptiva y se iniciaba una re-volución sexual que tomó distintasdirecciones y dio actualidad sorpren-dente a los escritos de Wilhem Reich.Las tradiciones se derrumbaban enlo más íntimo de la vida humana.¿Son válidas las relaciones prema-ritales? ¿Puede la mujer tener or-gasmo? ¿Cuándo se puede hablarde una relación sexual satisfactoria?El feminismo entraba a la sociedadpor la puerta más amplia. Las muje-res comenzaron a reclamar derechosque se les habían negado y el temade la “doble jornada” adquiría ac-tualidad.

Si hay una palabra que pueda re-sumir esa revolución cultural ésta es:

libertad. Los jóvenes se rebelaroncontra una sociedad autoritaria, ma-chista, coercitiva, burocrática, anó-nima, mercantil, consumista, beli-cista y predadora. La conciencia so-bre la vulnerabilidad del medio am-biente primero se asoció a cierto mis-ticismo orientalista (un triunfoefímero del budismo), pero más tar-de se secularizó y se convirtió en unmovimiento político de amplísimasdimensiones.

El deseo de libertad plasmó enuna “revolución pedagógica” quehizo de las escuelas llamadas “acti-vas” una moda que atrajo tanto abuenos docentes como a ambiciososcomerciantes del sector privado. Enlos años setentas proliferaron en la

ciudad de México ese tipo de escue-las. Mientras tanto, en la escuela pú-blica se desenvolvía una “revoluciónsilenciosa” bajo la forma de resisten-cia a la gestión autoritaria de las es-cuelas y se fue imponiendo un mo-delo “más relajado” de gestión, entanto que crecía la idea de que losniños eran, ellos también, portado-res de derechos y merecían respetode los maestros.

De forma igualmente silenciosacambió la vida de la Universidad: elmaestro dejó de ser contempladocomo una autoridad y con excesivafrecuencia se le miró como un “com-pañero”. Una simetría que hoy es jus-tamente criticada. En algunas univer-sidades y facultades se inventaron

sistemas de autogestión o cogobierno(sistemas que en algunos casos seconservan vigentes). Se optó a vecespor elegir a los rectores con “votouniversal” de alumnos y maestroscon el resultado funesto de que lavida académica se politizó (en el malsentido del término) y las universi-dades pasaron a manos de caciqueso grupos facciosos.

Los extremos se vivieron en Psi-cología (UNAM) en donde por vota-ción mayoritaria de una asamblea seresolvió expulsar a los profesores“conductistas” (skinnerianos) por“reaccionarios” (prejuicio que la-mentablemente se conserva vivo en-tre ciertos militantes de izquierda).En otro polo, un grupo de estudian-tes de la Universidad de Sinaloa, aquienes se apodó “los enfermos”, seapoderó de la dirección de la Fede-ración Estudiantil (1972) y lanzó laconsigna de “destruir la Universi-dad” so pretexto de que ésta era unafábrica capitalista, y se lanzaron auna campaña de barbarie y devasta-ción que incluyó golpizas a estudian-tes y docentes que no comulgabancon sus ideas y a quienes acusabandespectivamente con el apelativo de“demócratas”; destrucción de labo-ratorios, quema de libros y en el ex-tremo de la locura, asesinato de susadversarios.

El movimiento estudiantil de1968 fue un episodio político queincluyó protestas estudiantiles calle-jeras y diversos actos pacíficos deprotesta que se cerró abruptamentecon la masacre de estudiantes del 2de octubre, en la Plaza de las TresCulturas de Tlatelolco. Pero ese añotuvo otros, múltiples significados quelo hace memorable. 1968 concentray concentrará por mucho tiempo eldenso simbolismo de la libertad y lademocracia.♦

1 Miembro del Consejo Nacional de Huelgadel movimiento estudiantil de 1968.

1968: política y simbolismoGILBERTO GUEVARA NIEBLA1

(Profesor del Colegio de Pedagogía)

Invasión de Ciudad Universitaria...que me presenté ante el escritorio deJosé Vasconcelos, que presumían lossecretarios de Educación. Mi maes-tro en Filosofía y Letras de Teoría li-teraria y en el seminario de Creaciónliteraria, amigo en Guadalajara cuan-do fue gobernador de Jalisco, quienme abrió las puertas de la UNAM conuna carta a Nabor Carrillo, de Alfon-so Reyes en El Colegio de México,del Centro Mexicano de Escritores,me preguntó a bocajarro: “¿En quéandas metido en el movimiento es-tudiantil?” Y me mostró un memo-rando de la Secretaría de la Presiden-cia firmado por Emilio MartínezManautou, en el que se le pregunta-ba al secretario de Educación “¿por-qué hacía la Revista de Bellas Artesun enemigo personal del presidenteGustavo Díaz Ordaz?”. Ante mi azo-ro, Yánez, me propuso que saliera delpaís como agregado cultural, nom-bramiento que estaba en sus manos.Me dio a escoger entre Chile, Cana-

dá y Suiza, que estaban disponibles.Le dije que no quería irme a ningu-na parte, que si le estorbaba renun-ciaba al INBA. Me dijo que él inclusohabía tratado de renunciarle a Díaz

Ordaz y que éste lo había retenido ala fuerza. “Ándate con cuidado, por-que las cosas se van a poner muymal”, me dijo.

Al salir de la SEP pasé por el Zó-calo y vi, realmente alarmado, quehabía tanquetas todo alrededor dePalacio Nacional!!! Vientos de Fron-da soplaban ya sobre nuestra capi-tal… Estábamos a un paso del 2 deoctubre, día de la ignominia, de lavergüenza más grande de nuestrahistoria. La sangre no se lavaría nun-ca, como dijo Octavio Paz en su poe-ma publicado en el suplemento deFernando Benítez La Cultura enMéxico, días antes de su renuncia ala embajada de la India. Volví a lasoficinas del Comité Olímpico, y medi cuenta de que estábamos ya cus-todiados por el ejército con metra-lletas. Incluso, una noche arrojaronun petardo a la casa de RamírezVázquez. Se acusaba al movimientoestudiantil de querer boicotear losJuegos Olímpicos, la coartada másabsurda para la brutal represión quevendría y que terminaría en matan-

Estacionamiento de la Facultad.

Ángel y los trajeron paseando variashoras y los soltaron en una barran-ca. Una noche fui a la casa de Tlalpana buscar algunos libros y ropa. Esta-ba muy oscuro. Al meter la llave enla cerradura, unos brazos me ate-nazaron de los tobillos, pero yo pateéa mi agresor en la cara y me zafé; lo-gré, no sé cómo, trepar la alta bardade piedra y saltar dentro de la casa.Nunca supe si iban por mí o era Pan-cho, un teporocho que se refugiaba ahíde la lluvia y del frío; Hernán LavínCerda hizo un poema al Fafafan,como le decían mis hijos pequeños.Si fue el Fafafan el que me agarró,menudo susto me pegó.

De pronto me llamó el directorde Bellas Artes, mi maestro aquí deCrítica literaria, José Luis Martínez,y hablando de cosas intrascendentesescribió en un papel: “Te quiere verAgustín Yánez en la SEP. Escribo por-que hay micrófonos por todas par-tes”. Yo dirigía la revista del INBA, así

za. Díaz Ordaz, en su último infor-me a la nación, asumió toda res-ponsabilidad por “haber salvado a lapatria de una conjura comunista”.Hoy el verdadero genocida, LuisEcheverría, ha sido juzgado y tienepor cárcel su domicilio en San Jeró-nimo. Pero me dicen que nuestra glo-riosa Suprema Corte de Justicia haechado abajo el castigo y que LEA havolado libre para figurar como unhéroe en la historia oficial de estemaravilloso país. En la portada delúltimo Proceso leemos: “Tlatelolco69: la historia no lo absolverá”. Y enseguida, Echeverría provoca: “Nopido perdón”.♦