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NÚMERO 4 C C r r i i s s t t i i a a n n a a O O d d i i s s e e a a CONTENIDO L L a a v v e e r r d d a a d d e e r r a a r r i i q q u u e e z z a a d d u u r r a a p p o o r r s s i i e e m m p p r r e e . . Vea la página 11 Explorando la Vida y la Fe Vida Cristiana Lázaro: ¡sál fuera! Página 3 Las consecuencias radicales de la justificación Página 5 Historia de la Iglesia Jesucristo de “una sustancia con el Padre” Página 2 Comentario de un libro El regreso del hijo pródigo. Página 10 Estudio Bíblico La verdadera riqueza dura por siempre. Página 11 Entrevista Odisea Robert F. Capon, autor de Génesis: la película Página 13 Lecciones de Marcos Una lección acerca de las lecciones Página 14 Iglesia de Dios Universal Viviendo y compartiendo el evangelio

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Odisea Cristiana www.wcg.org/espanol 1

NÚMERO 4

CC rr ii ss tt ii aa nn aa

OOddiisseeaa

CC OO NN TT EE NN II DD OO LLaa vveerrddaaddeerraa rriiqquueezzaa dduurraa ppoorr ssiieemmpprree..

VVeeaa llaa ppáággiinnaa 1111

Explorando la Vida y la Fe

Vida Cristiana Lázaro: ¡sál fuera!

Página 3Las consecuencias radicales de la justificación

Página 5

Historia de la Iglesia Jesucristo de “una sustancia con el Padre”

Página 2

Comentario de un libro El regreso del hijo pródigo.

Página 10

Estudio Bíblico La verdadera riqueza durapor siempre.

Página 11

Entrevista Odisea Robert F. Capon, autor deGénesis: la película

Página 13

Lecciones de Marcos Una lección acerca de las lecciones

Página 14

Iglesia de Dios

Universal Viviendo y compartiendo el evangelio

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2 Odisea Cristiana www.wcg.org/espanol

NÚMERO 4 Odisea Cristiana es publicada por la Iglesia de Dios Universal, 300 W Green St, Pasadena, California, 91123, USA. Copyright © 2005 Igle-sia de Dios Universal. Todos los derechos re-servados. Odisea Cristiana está disponible en internet en www.wcg.org/espanol

EDITORES EJECUTIVOS Mike Feazell Michael Morrison EDITOR: Thomas C. Hanson EDITORES MAYORES: Paul Kroll, Randal Dick, Terry Akers DIRECTOR DE ARTE: Ronald Grove CONSEJERO DOCTRINAL: John E. McKena EDICIÓN CASTELLANA: EDITOR: David E. Ágreda TRADUCTOR: Benjamín Escalante

Publicado por

La Iglesia de Dios Universal

PRESIDENTE Joseph Tkach

RELACIONES ECLESIÁSTICAS Ronald kelly

SUPERINTENDENTE DE MISIONES Randal Dick

DIRECTOR REGIONAL AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE Charles Fleming

SUPERINTENDENTE DISTRITO HISPANO USA: Lorenzo Arroyo Salvo indicación contraria, los textos bíblicos se citan de La Santa Biblia, Nueva Versión In-ternacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional. Odisea Cristiana acepta con agradecimiento sus contribuciones para ayudar con los costos de publicación.

Argentina: Casilla 2996, Correo Central, 1000 Buenos Aires. Tel. (011) 4295-1698 Colombia: Apartado aéreo 11430, Santafé de Bogotá, DC. Tel. 249 4209 y 314 2825 Costa Rica: Apartado 7700, 1000 San José. Chile: Casilla 11, Correo 21, Santiago. Ecuador: Apartado aéreo 11430, Santafé de Bogotá, DC. Colombia. El Salvador: 2ª Calle Ote. Condominio Roma nivel 2, local 6, Santa Tecla. Tel 2218-2355 España: Apdo. 185, 28600 NAVALCARNERO, (MADRID), ESPAÑA Estados Unidos: 4035 Mt. Day Ct. Antioch, CA 94531-8279. Tel. (925) 777-1296 Guatemala: Apartado postal 2489, Guatemala. Honduras: Apartado 20831, Comayagüela. México: Apartado Postal 5-595, 06502 México D.F. Panamá: Apartado 6-6004, El Dorado Perú: Apartado Postal 01-640, Lima 100. Puerto Rico: P.O. Box 36-6063, San Juan, PR 00936-6063. Uruguay: Casilla 10976, Sucursal Pluna, 11100 Montevideo. Venezuela: Apartado 3365, Caracas 1010-A.

Jesucristo de ‘una sustancia con el Padre’ —El Concilio de Nicea, Mayo-Agosto, 325 D. C.

Mayo 20, 325 fue una fecha clave en la historia de la iglesia cristiana.

El primer concilio cristiano internacional fue convocado en Nicea, una ciu-dad en lo que hoy es el noroeste de Turquía.

El concilio trató con cierto número de asuntos, tales como la controver-sia concerniente a la fecha para celebrar la Pascua Florida. Sin embargo, la razón más importante fue para dialogar sobre la naturaleza de Jesucris-to. Los escritores apostólicos no habían descrito sistemáticamente la rela-ción de Jesucristo con el Padre, de una manera teológica o formal.

Quizás el tema ni siquiera hubiera surgido si no fuera por la influencia de la filosofía griega en el imperio romano, y en algo del pensamiento cris-tiano. Para los griegos, el Dios perfecto era incambiable y no podía tener nada que ver con una humanidad defectuosa o nuestro mundo material que es cambiable y corruptible. Algunos cristianos empezaron a pensar so-bre Dios en la misma manera, es decir, que Dios era inmutable, impasible y fijo en Su ser.

A principios de los 300’s, un hombre llamado Arrio era un presbítero popular en Alejandría, Egipto. Él enseñaba que el Logos o Palabra, que vi-no a encarnarse como Jesucristo, era un ser emanado únicamente y alta-mente exaltado. La enseñanza de Arrio empezó lo que al principio fue una disputa local en la iglesia de Alejandría entre él mismo y su obispo, Alejan-dro. Pero los obispos fuera de Egipto pronto empezaron a ponerse del lado de Arrio contra Alejandro. En los años 318 al 320 la lucha entre los dos puntos de vista se hizo abiertamente pública.

Mientras Arrio incluía a la Palabra en el orden creado, Alejandro colo-caba a toda la creación en un lado y al Padre y la Palabra eterna en el otro. Mientras que el lema de los arrianos respecto al Logos era “hubo cuando él no existió”, Alejandro enseñaba que “la Palabra existía eternamente con el Padre”.

El emperador Constantino pidió un acuerdo, pero la controversia conti-nuó con furia. El emperador envió cartas a los obispos cristianos a lo largo del imperio, pidiendo que ellos vinieran a Nicea para resolver el tema de debate. Entre los más prominentes en el concilio estaban, Alejandro de Alejandría, el principal oponente de las enseñanzas de Arrio, y Eusebio de Nicomedia, el principal vocero a favor de la posición arriana. Entre los asis-tentes estaba un joven diácono, Atanasio de Alejandría. Mientras que él no pudo participar por no ser obispo, el concilio formó el preludio para su pa-pel central, al más tarde articular la confesión trinitaria de la iglesia.

Continúa en la página 15

H i s t o r i a d e l a I g l e s i a

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Lázaro: ¡sal fuera! Por Joseph Tkach

a mayoría de nosotros conocemos la historia: Jesús resucitó a

Lázaro de los muertos. Fue un milagro tremendo, mostrando que Jesús también tiene el poder para resucitarnos de los muertos. Pero hay más en el relato que sólo eso, y Juan incluye algunos detalles que pueden tener un significado más profundo para nosotros hoy. Oro para que yo no haga una injusticia al relato, mientras comparto algunos de mis pensamientos con ustedes.

Note la forma en que Juan cuenta la historia: Lázaro no era un residente cualquiera de Judea—era hermano de Marta y María, aquella María que amaba tanto a Jesús que derramó perfume sobre Sus pies. “Las dos hermanas mandaron a decirle a Jesús: «Señor, tu amigo querido está enfermo»” (Juan 11:1-3). Para mí, eso suena como una solicitud de ayuda, pero Jesús no acudió.

Un retraso con propósito

¿Alguna vez le ha parecido a usted como que el Señor es lento para responder? Seguramente lo pareció para María y Marta, pero el retraso no significa que nosotros no le agradamos a Jesús. Más bien, significa que Él tiene un plan diferente en mente, porque puede

ver algo que nosotros no podemos ver.

Según parece, Lázaro probablemente ya estaba muerto para el tiempo cuando los mensajeros

llegaron hasta Jesús. Sin embargo, Jesús dijo que la enfermedad no terminaría en muerte. ¿Estaba Él equivocado? No, porque Jesús

podía ver más allá de la muerte, y Él sabía que en éste caso, la muerte no era el final de la historia. Él sabía que el propósito era traer más gloria a Dios y a Su Hijo (v. 4). Sin embargo, Él dejó que Sus discípulos pensaran que Lázaro no moriría. Ahí hay una lección para nosotros también, ya que no siempre entendemos lo que Jesús realmente quería decir.

Dos días más tarde, Jesús sorprendió a Sus discípulos al sugerir que retornaran a Judea. Ellos no entendían por qué Jesús quería regresar a una zona

peligrosa, así que Jesús respondió con un comentario acerca de caminar en la luz y de la llegada de la oscuridad (vv. 9-10), y entonces les dijo que tenía que ir a despertar a Lázaro.

Los discípulos aparentemente estaban acostumbrados a la naturaleza misteriosa de algunos de los comentarios de Jesús, y tenían

una forma de obtener más información: señalaban que el significado literal no tenía sentido. Si él está dormido, entonces se despertará solo, así que ¿por qué necesitamos arriesgar nuestras vidas para ir allá?

Jesús explicó: “Lázaro ha muerto” (v. 14). Pero también dijo: “me alegro de no haber estado allí”. ¿Por qué? “Para que ustedes crean” (v. 15). Jesús haría un milagro que sería más asombroso que si sólo hubiera evitado que un hombre enfermo muriera. Pero el milagro no sólo

estaba en traer a Lázaro de vuelta a la vida—estaba también en el conocimiento que Jesús tenía de lo que estaba ocurriendo quizás 20 millas a distancia, y en el conocimiento de lo que le ocurriría a Él en el futuro cercano.

Él tenía una luz que ellos no podían ver—y ésta luz le decía sobre Su propia muerte en Judea y sobre Su propia resurrección. Él estaba en completo control de los eventos. Podía haber evitado el arresto si quería; podía haber detenido los procedimientos con

L

AA llggoo eenn ll oo qquuee vvaa llee ll aa ppeennaa ppeennssaarr

Jesús resucitó a Lázaro de entre los muertos. Este fue un tremendo milagro que muestra que Jesús tiene poder para resucitarnos a nosotros también.

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una simple palabra, pero no lo hizo. Él escogió hacer lo que hizo porque para eso había venido.

El hombre que daba vida a los muertos también daría Su propia vida por las personas, porque Él tenía poder sobre la muerte, incluso sobre Su propia muerte. Se convirtió en mortal para que pudiera morir, y lo que en la superficie parecía ser una tragedia, fue de hecho, para nuestra salvación. No quiero implicar que toda tragedia que nos sucede sea de hecho planificada por Dios, o que sea buena, pero sí creo que Dios es capaz de sacar algo bueno de lo malo, y que Él ve realidades que nosotros no podemos ver.

Él ve más allá de la muerte, y Su dominio de los eventos no es menos hoy que lo que era en aquel entonces—pero a menudo es igual de invisible para nosotros como lo era para Sus discípulos en Juan 11. Simplemente no podemos ver el cuadro completo y algunas veces tropezamos en la oscuridad. Tenemos que confiar en que Dios hará que todo funcione en la forma que Él conoce mejor. Eventualmente, algunas veces se nos permite ver cómo funciona ello para el bien, pero a menudo sólo tenemos que confiar en Su Palabra.

La fe de Marta

Jesús y Sus discípulos fueron a Betania y supieron que Lázaro ya había estado en el sepulcro por cuatro días. Los pésames ya se habían dado y el funeral ya tenía mucho de haber pasado ¡cuando el doctor finalmente se aparece! Marta dijo, quizás con un poco de exasperación y dolor, “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto” (v. 21). Te pedimos que vinieras hace varios días, y si hubieras venido entonces, Lázaro todavía estaría vivo.

Pero Marta tiene un rayito de esperanza—un poquito de luz: “Pero yo sé que aun ahora Dios te dará todo lo que le pidas” (v. 22). Quizás ella sintió que sería demasiado atrevido pedir una resurrección, pero insinuó algo de eso. Jesús dijo: “Lázaro resucitará”, y Marta respondió: “Yo sé eso (pero estaba esperándolo un poco más pronto)”. Jesús dijo: “Que bueno,

pero ¿sabías que Yo soy la resurrección y la vida? Si crees en mí, nunca morirás. ¿Puedes creer eso?” Y Marta, en una de las declaraciones de fe más sobresalientes en toda la Biblia, dijo: “Sí, yo creo eso. Tú eres el Hijo de Dios” (v. 27). La vida y la resurrección sólo se pueden encontrar en Cristo—pero, ¿podemos nosotros hoy creer lo que Jesús dijo? ¿Creemos realmente que “el que cree en mí nunca morirá”? Quisiera que todos pudiéramos entender mejor eso, pero sí sé con seguridad que en la resurrección se nos dará una vida que nunca terminará.

En ésta edad, todos morimos, así como le pasó a Lázaro, y Jesús

tendrá que “despertarnos”. Morimos, pero ese no es el final de la historia para nosotros, así como no fue el final de la historia para Lázaro.

Marta fue a buscar a María, y María vino llorando hacia Jesús. Jesús también lloró. ¿Por qué lloró Él cuando ya sabía que Lázaro volvería a la vida? ¿Por qué reporta Juan esto, cuando Juan también sabía que el gozo estaba justo a la vuelta de la esquina? No lo sé—no siempre entiendo por qué lloro, incluso en ocasiones felices.

Pero pienso que sí nos dice que está bien llorar en un funeral, incluso si sabemos que la persona será resucitada a una vida inmortal. Jesús prometió que nunca moriremos, y sin embargo, la muerte todavía ocurre. Ella todavía

es un enemigo, algo todavía en éste mundo que no es la forma que se supone que será en la eternidad. Incluso si el gozo eterno está a la vuelta de la esquina, algunas veces tenemos tiempos de gran tristeza, aunque Jesús nos ama. Cuando lloramos, Jesús llora con nosotros. Él puede ver nuestra tristeza en ésta edad tan bien como puede ver el gozo del futuro.

Huele mal

Jesús dijo: “Quiten la piedra”, y Marta objetó: “Va a haber un mal olor porque ya ha estado muerto por cuatro días”. ¿Hay alguna cosa en su vida que huele mal, algo que usted no quiere que Jesús ponga al descubierto “al quitar la piedra”? Probablemente hay algo como eso en la vida de todos, algo que preferiríamos mantener enterrado, pero algunas veces Jesús tiene otros planes, porque Él sabe cosas que nosotros no sabemos, y nosotros sólo tenemos que confiar en Él.

Así que ellos quitaron la piedra, Jesús oró y después gritó: “¡Lázaro, sal fuera!”. Juan reporta: “El muerto salió”—pero no estaba realmente muerto. Estaba envuelto como un hombre muerto, pero estaba caminando. Jesús dijo: “Quítenle las vendas y dejen que se vaya” (vv. 43-44).

Jesús también llama hoy a las personas muertas espiritualmente, y algunas de ellas oyen Su voz y salen de sus sepulcros—salen del hedor, salen de la forma egocéntrica de pensar que conduce a la muerte. ¿Y qué necesitan ellos? Necesitan a alguien que los ayude a desenvolverse de las ropas sepulcrales, a deshacerse de las viejas formas de pensar que tan fácilmente se aferran a nosotros.

Esa es una de las funciones de la iglesia. Ayudamos a quitar la piedra, aunque pueda haber un hedor, y ayudamos a las personas que están respondiendo al llamado de Jesús. ¿Escucha usted a Jesús que le llama hacia Él? Es tiempo de que usted salga de su “sepulcro”. ¿Conoce usted a alguien que Jesús está llamando? Es tiempo de ayudar a quitar su piedra. Eso es algo en lo que vale la pena pensar.

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Las consecuencias radicales de

La Justificación

Por Thomas F. Torrance

a justificación significa justificación sólo por Cristo—esa es la referencia de las

expresiones sola fide (solo por la fe), sola gratia (solo por la gracia), sola scriptura (solo por la escritura), usadas en la teología reformada. La justificación significa que nosotros miramos exclusivamente a Cristo, y por tanto, dejamos por completo de mirarnos a nosotros mismos para poder vivir sólo por Él.

Esa naturaleza radical de la justificación está expresada, y sus consecuencias radicales están delineadas, por la Confesión escocesa: "Nosotros voluntariamente nos despojamos de toda honra y gloria en nuestra salvación y redención, como también lo hacemos en nuestra regeneración y santificación".

Eso es algo que hoy se necesita reiterar grandemente dentro de las iglesias de la Reforma. La justificación sólo por Cristo significa el rechazo de todas las formas de auto-justificación y de todas las formas de justificación por cualquier cosa, o procedente de cualquier fuente, que no sea Jesucristo. Consideremos lo que esto significa en varias áreas de la doctrina y de la vida.

Piedad natural

(a) En la Reforma, la justificación sólo por la gracia de Cristo se entiende como algo que hace a un lado toda piedad natural y toda justicia por las obras; pero esto aplica a toda piedad, también a la piedad cristiana, es decir, la "santificación" como vino a ser llamada.

Esto se deja ver poderosamente

en varios artículos de la Confesión escocesa, tales como el doce y el quince. Todo lo que nosotros hacemos es indigno, por lo que debemos postrarnos ante ti y confesar sin fingimiento que somos siervos inútiles—y es precisamente la justificación sólo por la gratuita gracia de Cristo la que nos muestra que todo lo que somos y lo que hemos hecho, incluso como creyentes, está puesto en tela de juicio.

La justificación sólo por la gracia permanece como la única base de la vida cristiana; nunca avanzamos más allá de ella, como si la justificación fuera sólo el inicio de una nueva justicia propia, el inicio de una vida de santificación la cual nosotros hacemos en respuesta a la justificación. Por supuesto que se nos llama a vivir día a día lo que ya somos en Cristo a través de Su auto-consagración o santificación, pero la santificación no es lo que nosotros hacemos en adición a lo que Cristo ha hecho en la justificación. Y sin embargo, esa es

la tendencia de los Catecismos de Westminster, donde tenemos un retorno a la noción romanista de la santificación infusa que tiene que ser obrada a través de la obediencia estricta a preceptos legales—de ahí que la exposición de los Diez Mandamientos ocupe la mayor parte de los Catecismos.

Pero la Confesión escocesa puso el hacha en la raíz de cualquier movimiento tal, cuando insistió en que tenemos que despojarnos nosotros mismos de nuestra propia regeneración y santificación así como también de la justificación. Lo que fue "cortado" tan radicalmente es la noción de la "co-redención" que en nuestros días se ha convertido otra vez en algo tan galopante, no sólo en la iglesia romanista, sino en el protestantismo liberal y en el protestantismo evangélico, es decir, el énfasis sobre la decisión existencial como el medio por el cual "hacemos real" para nosotros mismos el kerygma (proclamación) del Nuevo Testamento, lo que significa que en el último recurso, nuestra salvación depende de nuestra propia decisión existencial personal. Esa es la antítesis exacta de la doctrina reformada de la elección, que hace descansar la salvación en la previa y objetiva decisión de Dios en Cristo. Es la justificación sólo por la gracia la que protege al evangelio de la corrupción, por igual, ante los "evangélicos", los "liberales" y los "romanistas".

Conocimiento natural

(b) La justificación sólo por la gracia de Cristo pone en tela de juicio no sólo toda piedad natural sino también todo conocimiento natural. El conocimiento natural es tanto obra de la carne como la piedad natural; es una obra del

L

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hombre natural.

Es en éste punto que Karl Barth ha hecho una contribución tan inmensa a la Reforma. No podemos separar el conocer y el ser porque pertenecen al mismo hombre, y es el hombre entero, con su conocer y su actuar, con el todo de su ser, que es puesto en tela de juicio por la justificación. La justificación nos pone en la rectitud y la verdad de Dios, y por tanto, nos dice que estamos en la falsedad.

Ahora, que esté claro que la justificación sólo por la gracia no significa que no haya piedad natural en el hombre, sino que el hombre con su piedad natural es puesto en tela de juicio. Jesucristo murió por todo el hombre (con su piedad y su maldad) no por una parte de él, la parte malvada, sino por todo el hombre. Él murió por todos los seres humanos, los buenos y los malos, y todos por igual vienen a estar bajo el juicio total de Su muerte y resurrección; todos por igual tienen que nacer de nuevo en Él y ser hechos nuevas criaturas.

Esa es la naturaleza radical del evangelio, que viene a ser tan claro para nosotros cuando compartimos de la Mesa Santa en el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor, porque ahí nos sentimos avergonzados de todo nuestro ser, tanto de nuestra piedad como de nuestra maldad. Pero lo mismo aplica a nuestro conocimiento natural.

La justificación sólo por la gracia de Cristo no significa que no haya conocimiento natural-¿qué hombre natural hay que no conozca algo de Dios, aun si lo sostiene en injusticia o convierte la verdad en una mentira? Pero sí significa que la totalidad de ese conocimiento natural es puesto en tela de juicio por Cristo, quien cuando viene a nosotros dice: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame".

Todo el hombre con su conocimiento natural es ahí cuestionado hasta la raíz de su ser, porque el hombre es llamado a apartar la mirada de todo lo que él es, o conoce, o piensa que conoce, hacia Cristo que es el Camino, la Verdad y la Vida; nadie llega al Padre sino es por Él.

La teología de Barth puede ser descrita, entonces, como la aplicación de la justificación del área total de la vida del hombre, a la esfera de su conocer y también a la esfera de su obrar. En eso él ha buscado llegar hasta las consecuencias radicales de la Reforma, de la cual nuestros antepasados retrocedieron, cuando ellos se refugiaron otra vez, como los romanistas, en las obras del hombre natural, para la justificación.

Pero si hemos de tomar seriamente la Confesión Escocesa, entonces tenemos que aplicar esto no sólo al conocimiento natural, sino a todo el conocimiento

cristiano; tenemos que aprender a despojarnos nosotros mismos de nuestro propio conocimiento jactancioso, tenemos que permitir que nuestra propia teología sea cuestionada radicalmente, por Cristo.

Si traducimos la palabra "justificación" con la palabra "verificación", podemos ver la asombrosa relevancia de esto para las modernas discusiones teológicas y filosóficas. La justificación sólo por la gracia nos dice que la verificación de nuestra

fe o conocimiento en base a cualquier otra cosa o procedente de cualquier otra fuente, que no sea Jesucristo, debe ser hecha a un lado.

La justificación tiene tanto una referencia epistemológica como una ética-epistemológicamente ella insiste en que la única demostración legítima de la verdad cristiana es aquella que está de acuerdo con su naturaleza, la cual es la gracia, y que buscar la justificación de ella en base a cualquier otra cosa no sólo es fundamentalmente falsa en sí misma, sino que también falsifica el evangelio en su misma base.

Pero aparte del debate contemporáneo sobre la "verificación", la justificación significa que en todo punto de nuestra investigación teológica tenemos que permitir que nuestro conocimiento, nuestra teología, nuestras formulaciones, nuestras declaraciones, sean puestas en tela de juicio por el mismo Cristo hacia quien ellas apuntan, porque sólo Él es la Verdad.

La justificación significa que nuestras declaraciones teológicas son de tal clase que ellas no reclaman tener verdad en sí mismas, porque por su misma naturaleza ellas no apuntan hacia sí mismas sino hacia Cristo, como la verdad única de Dios. Por tanto, cuando quiera que pretendamos que nuestras declaraciones o formulaciones teológicas tienen su verdad en sí mismas, estamos volviendo de nuevo al camino de la auto-justificación.

Por total respeto a la majestad de la Verdad según está revelada en las Santas Escrituras, tenemos que hacer nuestro máximo esfuerzo por hablar correcta y exactamente acerca de ella—ese es el significado de la ortodoxia y el camino de la humildad-pero cuando hayamos hecho todo esto, todavía tenemos que confesar que somos siervos infieles, que todos nuestros esfuerzos quedan muy cortos de la verdad.

Lejos de buscar la justificación sobre la base de nuestra "ortodoxia", sólo podemos servir fielmente a la Verdad si dejamos de

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apuntarnos a nosotros mismos y a nuestras declaraciones, y apuntamos hacia Cristo mismo y dirigimos toda mirada sólo hacia Él. Aquel que se jacta de la ortodoxia peca así contra la justificación sólo por Cristo, porque se justifica a sí mismo apelando a sus propias creencias o a sus propias formulaciones de creencia y por ende menosprecia la Verdad y la Gracia de Cristo. Una vez que una iglesia empieza a jactarse de su "ortodoxia", empieza a caer de la gracia.

Tradición

(c) La justificación sólo por la gracia de Cristo pone en tela de juicio toda tradición. La consecuencia radical de la justificación fue sentida agudamente en ésta dirección en la Reforma. La concentración en la Palabra de Dios, la auto-pronunciación de la Verdad, y el reconocimiento de su primacía, cortaron las ataduras de las presuposiciones y los prejuicios y pusieron en claro la senda de la fe y la obediencia.

La justificación aquí significaba que la fe es determinada por la Palabra objetiva de Dios como su máxima autoridad, y así fue librada de los grilletes de toda autoridad menor, porque la devoción a la Verdad de la Palabra (toda la verdad y nada más que la verdad) inculcaba una disponibilidad para repensar todas las preconcepciones y poner todas las ideas tradicionales a prueba, cara a cara con la Palabra.

En otras palabras, un apego completo a la Palabra de Dios como el verdadero objeto del conocimiento significaba despegarse de toda otra fuente o norma de conocimiento, y la demanda de que todas las ideas y nociones tradicionales tenían que ser evaluadas en el tribunal de la Palabra. Eso no significaba que la tradición debía ser menospreciada, sino que debía ser sometida a la crítica de la Palabra y del Espíritu, y

corregida a través de la conformidad a Jesucristo.

Por lo tanto, la Reforma abogó por la supremacía de la Palabra sobre toda tradición y por la actividad teológica como la arrepentida reconsideración de toda tradición, cara a cara con la Revelación de Dios en Jesucristo. Pero eso aplica sin disminución para la tradición reformada y evangélica; para nuestra tradición presbiteriana así como también para la tradición romanista.

Cuando examinamos nuestra propia posición hoy, es asombroso encontrar qué tan cerca hemos llegado al punto de vista romanista, incluso en la iglesia de Escocia. Por ejemplo, encontramos qué tan frecuentemente se apela al "instinto cristiano" o a "la mente de la iglesia" en contra de las claras expresiones de las Santas Escrituras, y a menudo en aquellos lugares donde la Palabra de Dios ¡ofende nuestra voluntad, se opone a nuestros hábitos, o corta la fibra de nuestro deseo!

¡Y que tan masivo es el efecto de nuestras varias tradiciones sobre las interpretaciones de la Biblia! Que fácil es permitir a la tradición presbiteriana determinar nuestra lectura del Nuevo Testamento, ¡especialmente cuando se trata de justificar nuestra tradición ante la crítica de los demás!

No puede haber duda de que cada una las grandes iglesias de la Reforma—la Luterana, la Anglicana y la Reformada-ha desarrollado su propia tradición dominante, y que

esa tradición hoy ejerce una influencia masiva no sólo sobre su forma de interpretar la Biblia y formular su doctrina, sino sobre toda la estructura y dirección de su vida. Aquellos que cierran sus ojos a ésta realidad son precisamente aquellos que están más esclavizados al poder dominante de la tradición, sólo porque ella se ha convertido en un inconsciente canon y norma de su pensamiento.

Es tiempo de que preguntáramos otra vez si la Palabra de Dios realmente tiene un cauce libre entre nosotros y si ella no está, después de todo, amarrada y encadenada por las tradiciones de los hombres. La tragedia, aparentemente, es que las mismas estructuras de nuestras iglesias representan la fosilización de las tradiciones que han crecido por medio de la práctica y el procedimiento, que se han endurecido tanto en la auto-justificación que incluso la Palabra de Dios difícilmente puede hacerles una abertura. Escasamente habrá alguna iglesia que reclame ser ecclesia reformata [una iglesia que se reforma], que pueda verdaderamente reclamar ser semper reformanda [que siempre se reforma].

Los sistemas y las órdenes

(d) La justificación sólo por Cristo pone en tela de juicio todos los sistemas y todas las órdenes, y los pone en tela de juicio porque sólo Cristo es central y supremo en la Iglesia de Dios. En cualquier sistema teológico verdadero, la justificación se refiere sólo a Cristo, porque el máximo principio de la unidad es la conformidad a Cristo como la verdad de Dios para nosotros.

De igual manera, la justificación en orden o política eclesiástica debe ser a través de la

apelación sólo a Cristo. Nuestra disputa con la Iglesia de Roma en asuntos doctrinales es concerniente

La justificación sólo por la gracia de Cristo pone en tela de juicio toda tradición. Eso no significaba que la tradición debía ser

menospreciada, sino que debía ser

sometida a la crítica de la

Palabra y del Espíritu, y

corregida a través de la conformidad

a Jesucristo

Cuando quiera que pretendamos

que nuestras declaraciones o formulaciones

teológicas tienen su verdad en sí

mismas, estamos volviendo de

nuevo al camino de la auto-

justificación

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a la centralidad de Jesucristo, la primacía y supremacía de la cristología que es tan oscurecida y transigida por las doctrinas romanistas sobre el mérito y la tradición, y sobre todo por la mariología.

En nuestro debate con la Iglesia de Inglaterra sobre cuestiones de orden, también estamos interesados en la centralidad de Cristo y la primacía de la cristología—y por tanto, la doctrina de la iglesia como el Cuerpo de Cristo va a la vanguardia.

Es la justificación sólo por Cristo la que hace esto, porque sólo Él es la base y la Cabeza de la Iglesia, y sólo en Él está constituida la unidad de la Iglesia y se mantiene su orden. Pero por esa misma razón la justificación sólo por Cristo desaprueba cualquier apelación de una Iglesia hacia otra para el reconocimiento de sus órdenes, como también reprende la auto-justificación de una Iglesia que pone en tela de juicio las órdenes de otra Iglesia.

La justificación sólo por Cristo significa que renunciamos al camino de la carne que busca la honra de los hombres, o la justificación de unos a otros; y por tanto, la justificación sólo por Cristo significa que en cualquier movimiento de reconciliación entre Iglesias, la cuestión del reconocimiento de órdenes no puede tener la prioridad sin causar una traición radical a la Reforma, no, sin causar una traición radical a Cristo porque Él de ese modo es echado fuera de Su lugar de centralidad.

Vine a ser más y más claro que en el movimiento ecuménico lo que está en peligro es la doctrina de la

justificación sólo por Cristo, y que fácilmente pueden pecar contra ella

aquellos que gritan más fuerte que están sosteniendo la tradición de la Reforma como también aquellos que no se jactan de eso. El que es verdaderamente fiel a la tradición de la Reforma es el que está siempre listo para someterla al

despiadado cuestionamiento

realizado por la Palabra de Dios.

El ministerio y la adoración

(e) En ningún otro lugar la justificación sólo por Cristo tiene consecuencias más radicales que en lo concerniente al ministerio pastoral. La justificación sólo por Cristo se basa en Su poderosa obra en la cual Él tomó nuestro lugar, siendo Él mismo nuestro sustituto bajo el juicio divino, y

siendo Él mismo nuestro sustituto en la respuesta obediente que Él rindió a Dios en adoración, agradecimiento y alabanza.

En sí mismo Él ha abierto un camino hacia el Padre, para que podamos acercarnos a Dios solamente a través de Él y en base a lo que Él ha hecho y es—por tanto, oramos en Su nombre, y cualquier cosa que hacemos, la hacemos en Su nombre ante Dios. Así, la totalidad de nuestra adoración y ministerio reposa en la obra sustitutiva de Cristo.

Ahora la naturaleza radical de eso puede verse en el hecho de que a través de tomar Él nuestro lugar, ahí acontece un desplazamiento de nuestra humanidad por la humanidad de Cristo—por eso es que Jesús insiste en que sólo podemos seguirle cuando nos negamos a nosotros mismos, dejamos que Él nos desplace del lugar de centralidad y dejamos que Él tome

nuestro lugar.

En la Reforma ésta doctrina tuvo un efecto inmediato en el derrocamiento del sistema sacerdotal romanista—pues Jesucristo es nuestro único sacerdote. Él es el único Hombre que puede mediar entre nosotros y Dios, por lo que nos acercamos a Dios solamente a través de la mediación de la Humanidad de Jesús, mediante Su sacerdocio encarnado.

Cuando la humanidad de Cristo es depreciada o cuando quiera que sea oscurecida por la total majestad de Su Deidad, entonces la necesidad de alguna otra mediación humana se mete; de ahí que en las Edades Oscura y Media surgiera la necesidad de un sacerdocio humano que mediara entre la humanidad pecadora y el Cristo exaltado, el majestuoso Juez y Rey.

Por supuesto, los Reformadores no negaron la Deidad de Cristo—todo lo contrario, ellos restauraron la pureza de la fe en Cristo como Dios, mediante el derrocamiento de las distorsiones que la transigían; pero también restauraron el lugar ocupado por la Humanidad de Cristo en el Nuevo Testamento y en la Iglesia Primitiva, ya que Él tomó nuestra naturaleza humana para poder ser nuestro Sacerdote, como Aquel que se pone de nuestro lado y es nuestro Abogado ante el juicio de Dios, y quien de una vez por todas ha hecho la expiación por nosotros con Su sacrificio en la cruz, y por tanto, como Aquel que eternamente intercede por nosotros como nuestro Mediador y Sumo Sacerdote.

La Iglesia sobre la tierra vive y actúa sólo como es dirigida por su Señor celestial, y sólo de tal manera que el ministerio de Él se refleja en el centro del ministerio y adoración hechos por ella. Por tanto, de principio a fin la adoración y el ministerio de la iglesia sobre la tierra deben ser gobernados por el hecho de que Cristo mismo toma nuestro lugar, y que nuestra humanidad con sus propios actos de adoración, es desplazada por los de Él, por lo que aparecemos ante Dios no en nuestro propio nombre, no en nuestra propia significancia,

¿No es el caso tan frecuente de que

toda la vida y adoración de la

congregación gira en torno a la

personalidad del ministro? Él es el

que está en el centro. Y con que frecuencia la vida

total de la congregación está tan edificada sobre la personalidad del

ministro que cuando él se va ¡la

congregación no hace otra cosa sino

colapsarse o disminuir!

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no en virtud de nuestros propios actos de confesión, contrición, adoración y agradecimiento, sino solamente en el nombre de Cristo y solamente en virtud de lo que Él ha hecho en nombre nuestro, a favor nuestro y en lugar nuestro.

La justificación sólo por Cristo significa que de principio a fin en la adoración a Dios y en el ministerio del evangelio, Cristo mismo es central, y que nos acercamos en adoración y servicio sólo al permitir que Él tome nuestro lugar. Sólo Él es Sacerdote. Sólo Él representa a la humanidad. Sólo Él tiene una ofrenda con la cual aparecer ante Dios y con la cual Dios se complace. Sólo Él presenta nuestras oraciones ante Dios, y sólo Él es nuestra alabanza, agradecimiento y adoración cuando aparecemos ante la faz del Padre. No traemos nada en nuestras manos—sólo a Su cruz nos aferramos.

Pero, ¿qué ha pasado en la adoración y el ministerio protestantes? ¿No es el caso tan frecuente de que toda la vida y adoración de la congregación gira en torno a la personalidad del ministro? Él es el que está en el centro, él ofrece las oraciones de la congregación; él es el que media la "verdad" mediante su personalidad, y él es el que media entre el pueblo y Dios mediante la conducción de la adoración enteramente por su propia cuenta.

En ningún otro lugar esto es más visible que en el caso del ministro popular en donde todo se centra en él, y toda la vida de la congregación está edificada alrededor de él. ¿Qué es eso sino un sistema

sacerdotal protestante, un sistema sacerdotal que envuelve el desplazamiento de la Humanidad de Cristo por la humanidad del ministro, y el oscurecimiento de la

Persona de Cristo por la personalidad del ministro?

Que extraordinario que el Protestantismo debiera así desarrollar un nuevo sistema sacerdotal, con seguridad un sistema sacerdotal psicológico en vez de uno sacramental, pero sin embargo, un sistema sacerdotal, en el cual ¡es la personalidad del ministro la que media la Palabra de Dios al hombre y la que media la adoración del hombre a Dios!

Las iglesias protestantes están llenas de estos

"sacerdotes psicológicos" y más y más ellos desarrollan una secta psicológica y una forma de consejería psicológica que desplaza al verdadero ministerio pastoral de Cristo. Por ejemplo, con que frecuencia las oraciones del ministro están tan saturadas

con su propia personalidad (¡con todas sus aburridas idiosincrasias!) que el adorador no puede pasar más allá de él para poder adorar a Dios en el nombre de Cristo-¡sino que es forzado a adorar a Dios en el nombre del ministro!

Con que frecuencia el sermón no es una exposición de la Palabra de Dios ¡sino la exposición de los propios puntos de vista del ministro sobre éste u otro tema! Y con que frecuencia la vida total de la congregación está tan edificada sobre la personalidad del ministro que cuando él se va ¡la congregación no hace otra cosa sino colapsarse o disminuir!

No puede haber duda de que todo el concepto de ministerio y

adoración en nuestras Iglesias Reformadas necesita ser traído de vuelta a la crítica de la Palabra de Dios, para que podamos aprender otra vez el significado de la justificación sólo por Cristo en el centro de la vida y obra de la iglesia.

A Jesucristo se le debe dar Su lugar legítimo y ser puesto justo en el centro, como Cabeza y Señor de la Iglesia, como su único Profeta, Sacerdote y Rey, y eso significa que Él debe estar en el centro de nuestra predicación, en la noción básica del oficio ministerial, en el modo fundamental de la adoración y en la vida total de la congregación como el Cuerpo de Cristo único.

El artículo "Las consecuencias radicales de la justificación" es la Parte III del artículo más largo escrito por Thomas F. Torrance: "Justificación: Su Naturaleza y Lugar Radicales en la Doctrina y la Vida Reformada" publicado por The Scottish Journal of Theology (1960), Vol. 13, No. 3, págs. 225-246. La Parte III se encuentra en las págs. 237-246.

Reimpreso aquí con el permiso de Scottish Journal of Theology Limited.

Thomas F. Torrance nació en Chengdu, China, en 1913 a una pareja de misioneros. Fue profesor de Dogmática Cristiana ("Teología Sistemática") en la Universidad de Edinburgh durante casi 30 años hasta su jubilación en 1979.

De 1976-1977 fue Moderador de la Asamblea General de la Iglesia de Escocia.

En toda una vida de obras eruditas él publicó más de 650 artículos, monografías y libros, incluyendo Reino e Iglesia (1956), La Escuela de la Fe (1959), Ciencia Teológica (1969), Dios y Racionalidad (1971), Teología en Reconciliación (1975), La Fe Trinitaria (1988) y La Doctrina Cristiana de Dios (1996). En 1978 recibió el Premio Templeton por Progreso en Religión.

Cristo mismo es central, y nos acercamos en

adoración y servicio sólo al permitir que

Él tome nuestro lugar. Sólo Él

es Sacerdote. Sólo Él representa a la

humanidad. Sólo Él tiene una

ofrenda con la cual aparecer ante Dios y

con la cual Dios se complace.

Sólo Él presenta nuestras oraciones ante Dios, y sólo

Él es nuestra alabanza,

agradecimiento y adoración cuando

aparecemos ante la faz del Padre.

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El Regreso del Hijo Pródigo Henri Nouwen

Por Terry Akers

enri Nouwen (1932-1996), un sacerdote católico holandés,

psicólogo, profesor y autor de más de 20 libros, fue muy amado y recibido ampliamente por igual tanto en círculos eclesiásticos como secu-lares.

Fue mejor conocido entre los pastores protestantes por El Sanador Herido, una teología de servicio que expresa el tema de vivir nuestro que-brantamiento bajo la bendición de Dios. Sus escritos y conferencias inspiraron a millones con el mensaje de Cristo sobre el amor y la esperan-za incondicionales, enfatizando nues-tras heridas en común y cómo nues-tros sufrimientos pueden servir como una fuente de fortaleza y sanidad de unos a otros.

Nouwen invitaba a los creyentes a entrar a una relación profunda e in-terna con Jesucristo donde la sani-dad interna y el deshacerse del equi-paje psicológico y emocional vienen a ser verdaderas posibilidades.

Cierta vez él observó que mu-chas personas no piensan que son amadas o protegidas. Cuando viene el sufrimiento, ellas lo ven como una afirmación de su inutilidad. Él enton-ces ofreció la paz de Cristo mediante el aprender a vivir nuestro quebran-tamiento bajo la bendición de Dios, o en una nueva creación, en oposición a permanecer mayormente en la mi-seria de la maldición.

Él enseñó que toma una enorme energía mantenerse diciendo “no” a los poderes del mundo. Nuestra es-peranza descansa en encontrar algo tan real y atractivo, que podamos de-dicar todas nuestras energías a decir-le “sí”. Ese “algo” es el hecho de que

somos amados por Dios, inclu-so en nuestro quebrantamien-to.

En El Regreso del Hijo Pródigo: Un Relato Sobre Re-gresar al Hogar, Nouwen desa-rrolla un encuentro casual con una pintura de Rembrandt que

tiene el mismo título, en una odisea espiritual personal. Inspirado por la pintura, él hábilmente diseca cada sección del poderoso drama del evangelio a la luz de la propia jorna-da de su vida.

De la cubierta posterior: “Los te-mas sobre el regreso al hogar, la afirmación y la reconciliación serán descubiertos nuevamente por todos los que hayan conocido la soledad, el abatimiento, los celos o el enojo”. La Nueva Revista Oxford dice, “El Re-greso del Hijo Pródigo es un libro be-llo, tan bello en la claridad simple de su sabiduría como en la belleza terri-ble de la transformación a la cual nos llama”.

Tomando de sus años de experiencia y penetración pastora-les, Nouwen reflexiona apasionadamente so-bre su propia jornada espiritual al venir a es-tar “más y más cons-ciente de qué tanto tiempo he desempe-ñado el papel de ob-servador”. Durante años él había tratado de conseguir que los estudiantes y los feligreses vieran la importancia de vivir en realidad la vi-da espiritual, pero “¿me había real-mente atrevido alguna vez, yo mis-mo, a ubicarme en el centro, arrodi-llarme y permitirme ser sustentado por un Dios perdonador?”

Mientras la pintura tomaba una resonancia personal, él empezó a ver en ella el corazón del relato que Dios quería contarle. El Hijo Pródigo se

convirtió, para Nouwen, en una ven-tana misteriosa que ponía al descu-bierto el reino de Dios en una forma íntima. Ahora, él era capaz de ver el mundo caído mediante los ojos del amor redentor de Dios. Ésta intros-pección, mientras él consideraba el cuadro de Rembrandt, eventualmente lo condujo a vivir con, y a ministrar a, los mentalmente incapacitados.

En el prólogo, Nouwen relata: Cada pequeño paso hacia el centro parecía como una demanda imposi-ble, una demanda que me requería: dejar ir una vez más el querer estar en control, abandonar una vez más el deseo de predecir la vida, morir una vez más al temor de no saber a dón-de nos llevará todo y rendirse una vez más al amor que no conoce lími-tes… nunca sería capaz de vivir el gran mandamiento, de amar sin per-mitirme ser amado sin condiciones o prerrequisitos.

Aquí yace la esencia del evange-lio: ¡Dios está a nues-tro favor! El evangelio nos confronta con el hecho de que… “ver-daderamente aceptar el amor, el perdón y la sanidad es a menudo mucho más difícil que darlo. Es un lugar más allá de la ganancia, el mérito y la recompen-sa. Es el lugar de la rendición y la confian-za completa”.

El Regreso del Hijo Pródigo expresa la jornada per-sonal de Nouwen “regresando al hogar”, que respondió a la pregunta de toda su vida sobre su identidad. Descubrió que él es aquel que Jesús ama incondicionalmente. Su libro lle-va el mensaje esperanzador de que el amor sanador de Dios por nosotros siempre está disponible—todo lo que tenemos que hacer es recibirlo—en oración creyente.

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La verdadera riqueza dura por siempre Un estudio de 1 Pedro 1

Por Michael Morrison

l apóstol Pedro escribió una carta a varias iglesias en áreas que ahora son parte de Turquía. Él los saluda

como a los elegidos de Dios, extranjeros dispersos por el Ponto, Galacia, Capa-docia, Asia y Bitinia, según el previo conocimiento de Dios el Padre, mediante la obra santificadora del Espíri-tu, para obedecer a Jesucristo y ser redimidos por Su sangre (1 Pedro 1:1-2)

En ésta introducción Pedro menciona que los lectores son peregrinos en el mundo. Son espiritualmente diferentes a las personas que los rodean, y pudieran ser también dife-rentes étnicamente. Si ellos se sienten socialmente aisla-dos e inseguros, las palabras de Pedro ayudarán: Dios los escogió desde hace mucho. Ellos no son un accidente y pueden sentirse seguros sabiendo que Dios tiene un plan para ellos.

En un sentido, Dios tiene pre-vio conocimiento de todos, pero por razones que nosotros no en-tendemos plenamente, Él escoge a algunos para una relación espe-cial. Éste escogimiento es hecho a través del Espíritu Santo y el propósito es que obedezcamos a Jesucristo y seamos limpiados por Su sacrificio.

Una herencia eterna

Pedro empieza con una doxo-logía: ¡Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo! ¿La razón de ésta alabanza? Por Su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, para que tengamos una espe-ranza viva (v. 3). La gracia de Dios nos ha dado un nuevo comienzo en la vida—una vida con confianza en el futuro, porque la resurrección de Jesús nos ha dado evidencia de que nosotros seremos también resucitados a la gloria por medio de Él.

Nuestro nuevo nacimiento también nos da una heren-cia indestructible, incontaminada e inmarchitable (v. 4).

Debido a la persecución, los lectores no podían contar con una herencia en éste mundo, pero Pedro les promete una herencia aun mejor —reservada en un lugar mejor: Tal herencia está reservada en el cielo para ustedes, a quienes el poder de Dios protege mediante la fe hasta que llegue la salvación que se ha de revelar en los úl-timos tiempos (vv. 4-5). Dios nos protege y heredaremos Su gloria cuando venga nuestra salvación (el v. 9 describe la salvación como algo que ya estamos en proceso de re-cibir).

Pedro dice, esto es para ustedes motivo de gran alegría, a pesar de que hasta ahora han tenido que su-frir diversas pruebas por un tiempo (v. 6). Como pere-grinos en el mundo, tenemos pruebas y persecuciones, pe-ro podemos alegrarnos sabiendo que Dios tiene algo mu-

cho mejor ya preparado para no-sotros. Incluso si disfrutamos de muchas bendiciones en ésta vi-da, debemos enfocar nuestra es-peranza en las realidades espiri-tuales, en vez de la aprobación de la sociedad que nos rodea.

¿Por qué permite Dios éstas pruebas? Porque así también la fe de ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser acrisola-da por las pruebas demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesu-cristo se revele (v. 7). Incluso el mejor oro perece eventualmente, porque no tendrá ningún valor para nosotros después que mu-ramos. Pero el valor de la fe con-tinúa para siempre, y trae mejo-res recompensas, por lo que ella es de mucho más valor que el oro.

Las pruebas pueden demos-trar que nuestra fe es genuina—que damos más importancia a la vida futura que a la presente. És-

ta clase de fe nos traerá alabanza, gloria y honor cuando Cristo regrese. Aunque ahora podamos ser menosprecia-dos por causa de nuestra fe en Él, tendremos un honor eterno por causa de esa misma fe.

No hemos visto a Jesús personalmente, pero lo ama-mos y creemos en Él. Ésta fe nos llena con un gozo in-

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descriptible y glorioso, pues (estamos) obteniendo la meta de (nuestra) fe, que es (nuestra) salvación (vv. 8-9). Nuestras dificultades no son dignas de comparación con el gozo indescriptible que Cristo nos está dando.

Éste mensaje de salvación no era una invención re-ciente—estaba ya predicho en el Antiguo Testamento, y los profetas… anunciaron la gracia reservada para us-tedes (v. 10). Sin embargo, los profetas no entendían có-mo ocurriría todo pero ellos querían descubrir a qué tiempo y a cuáles circunstancias se refería el Espíritu de Cristo, que estaba en ellos, cuando testificó de an-temano acerca de los sufrimientos de Cristo y de la gloria que vendría después de estos (v. 11). Ellos sabí-an que esa gloria vendría sólo después de los sufrimientos, pero no sabían cuándo ocurriría.

A ellos se les reveló que no se estaban sirviendo a sí mismos, sino que les servían a ustedes. Hablaban de las cosas que ahora les han anunciado los que les pre-dicaron el evangelio por medio del Espíritu Santo en-viado del cielo. Aun los mismos ángeles anhelan con-templar esas cosas (v. 12). Algunas de las profecías fue-ron para los propios días de los profetas, pero algunas eran para el tiempo de Cristo y los profetas se dieron cuenta de que ellos estaban escribiendo mensajes importantes para una generación futura. Y desde que Cristo ha sido revela-do, las profecías pueden ser entendidas ahora más clara-mente.

Pedro está explicando aquí que el mensaje del evange-lio tiene un valor tremendo. Si pensamos que somos po-bres, estamos equivocados, porque el mensaje es precioso y nuestra fe es mejor que el oro y las promesas nunca pe-recerán.

Una vida santa

Ya que tenemos tal grandiosa recompensa, Pedro nos exhorta: pongan su esperanza completamente en la gracia que se les dará cuando se revele Jesucristo (v. 13). Dios ya nos ha mostrado Su gracia, pero Él tiene aun más para nosotros cuando Cristo regrese. Debemos fijar nuestra vista en eso, no en las cosas de éste mundo.

Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignoran-cia (v. 14). Cuando venimos a confiar en Cristo, nuestro comportamiento debe cambiar. Cuando tenemos fe en las promesas que Dios nos ha dado, los placeres temporales

del pecado pierden su atracción. Como hijos de Dios, imi-tamos a nuestro Padre celestial: Más bien sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: «Sean santos, por-que yo soy santo» (vv. 15-16, cita de Lev. 11:44). Nues-tra ética se basa en el carácter de Dios mismo.

Ya que invocan como Padre al que juzga con im-parcialidad las obras de cada uno, vivan con temor re-verente mientras sean peregrinos en éste mundo (v. 17). Debemos respetar y honrar a nuestro Padre, no a los estándares cambiantes a nuestro alrededor. ¿Por qué? Porque…

Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecede-ras, como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defec-to (vv. 18-19). Los valores de éste mundo desaparecerán, pero nosotros fuimos comprados con algo de muchísimo más valor: la sangre de Cristo.

Cuando nos demos cuenta qué sacrificio hizo Jesús por nosotros, también empezaremos a entender qué re-compensa tremenda nos espera, porque Jesús no pagó Su inmenso precio sólo para un beneficio pequeño. Cuando veamos el precio que fue pagado, valoraremos el resultado aun más, y eso nos anima a vivir vidas santas.

Ahora que se han purificado obedeciendo a la ver-dad y tienen un amor sincero por sus hermanos, ámense de todo corazón los unos a los otros. Pues us-tedes han nacido de nuevo, no de simiente perecedera, sino de simiente imperecedera, mediante la palabra de Dios que vive y permanece (vv. 22-23). Nuestra nueva vida se basa en lo permanente, no en los placeres tempo-rales. Así que obedecemos a la verdad y seguimos la for-ma de vida de Cristo—el amor.

¿Por qué? Porque todo mortal es como la hierba, y toda su gloria como la flor del campo; la hierba se seca y la flor se cae, pero la palabra del Señor permanece para siempre (vv. 24-25, cita de Isaías 40:6-8). Las cosas de éste mundo son temporales, pero las cosas de Dios permanecen para siempre y nosotros vivimos para la eter-nidad. Vemos nuestra identidad e importancia desde esa perspectiva, no desde los valores temporales de éste mun-do.

Preguntas para dialogar ¿Me siento como un peregrino en éste mundo, o me siento como en casa? (v. 1)

Cuando tengo pruebas, ¿tengo alegría en las promesas de Dios? (v. 6)

¿Qué “malos deseos” he dejado atrás? ¿Con cuáles todavía sigo luchando? (v. 14)

¿Tengo “temor reverente” hacia Dios como Juez? (v. 17)

¿Quiere decir Pedro que podemos purificarnos nosotros mismos mediante la obedien-cia? (v. 22)

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Robert Farrar Capon,

autor de Génesis: la Película

Cuarta Parte:

CCrreeaacciióónn yy RReeddeenncciióónn

En el 2004, Tim Brassell, Pastor de la Iglesia Comunitaria Nueva Creación, una congregación de la IDU en Portsmouth, Virginia, en-trevistó al autor cristiano Robert Farrar Capon en la casa de los Ca-pon en la Isla Shelter, Nueva York. Aquí está la cuarta parte de esa entrevista.

Tim Brassell: ¿Cómo describi-ría usted el pecado imperdona-ble?

Robert Capon: Concluyo que no hay tal. ¿O se refiere usted al ‘pecado contra el Espíritu Santo’?

TB: Sí, a eso me refiero.

RC: Cuando usted dice ‘pecado co-ntra el Espíritu Santo’ tiene que signi-ficar: darle uno la espalda al Espíritu Santo, quien toma de lo que le perte-nece a Cristo y nos lo muestra a no-sotros.

Si usted no está dispuesto a to-mar eso, a estar abierto a lo que el Espíritu Santo muestra acerca de Cristo, entonces eso le desconecta a usted automáticamente. No es que

usted sea castigado. Significa que usted mismo se ha cegado a la co-municación del Espíritu hacia usted, acerca de lo que Cristo es para usted desde la fundación del mundo.

TB: Eso me recuerda a lo que C. S. Lewis decía al final de su libro Cróni-cas de Narnia, en La Última Batalla.

RC: Sí— es un libro maravilloso.

TB: Los duendecitos, se rehusaban a verlo.

RC: Esa fue una imagen maravillosa. Esa fue una pincelada genial en La Última Batalla.

TB: ¿Cuáles son algunos de sus es-critores cristianos favoritos?

RC: Déjeme contarle algo de mi his-toria. Cuando tenía 17 años, era C. S. Lewis. Y entonces él me condujo, por causa de sus amables palabras, a G. K. Chesterton. Leí su libro, Orto-

doxia. Es un libro maravilloso. Hay un capítulo en ese libro llamado “La Ética de Duende-landia”.

Duendelandia es la tierra de los cuentos de hadas y de los cuentos de niños—y de to-dos esos cuentos que la raza humana ha hecho, y él dice algo que pienso que aplica a

los milagros. Los milagros no son lo que nosotros pensamos que son. La manzanas son doradas en duende-landia sólo para refrescar el momento olvidado cuando averiguamos por primera vez que eran verdes. En duendelandia corre vino en los ríos, sólo para acordarnos por un loco momento que corre agua en ellos.

La creación es tan milagrosa ahora como lo era en el principio,

porque la redención está presente en todo momento y en todo lugar a lo largo de cada parte de la creación. La creación y la redención son un acto, no dos. No hay la una sin la otra, y nunca ha sido de otra manera desde el mismo principio. En el momento en que Adán y Eva comen del fruto del árbol, son redimidos. No por ese ac-to, sino por Aquel que los creó. Y por tanto, todo lo que pasa después de eso es una proclamación del evange-lio.

El ángel con la espada flameante es una proclamación del evangelio porque dice, miren, en su condición ni siquiera pensaría en dejarles tratar de regresar por sí mismos. Ustedes no pueden regresar, ustedes sólo pueden meterse más en el desorden que han creado, pero yo les seguiré en cada paso del camino.

Continúa en la página 15

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Entrevista exclusiva con

Robert F, Capon

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Una Lección Acerca de las Lecciones El Evangelio de Marcos 4:30-34

También dijo: «¿Con qué vamos a comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola podemos usar para describirlo? Es como un grano de mostaza: cuando se siembra en la tie-rra, es la semilla más pequeña que hay, pero una vez sembrada crece hasta convertirse en la más grande de las hortalizas, y echa ramas tan grandes que las aves pueden anidar bajo su sombra.»

Y con muchas otras parábolas semejantes les enseñaba Jesús la palabra hasta donde podían entender. No les de-cía nada sin emplear parábolas. Pero cuando estaba a so-las con sus discípulos, les explicaba todo.

Por Mike Feazell

uál es la semilla más peque-ña en el mundo? Si usted di-jo: “la semilla de mostaza”,

no está solo. Esa es una creencia muy común entre los lectores cristianos de la Biblia. Pero, tan sorprendente como pueda parecer, no es verdadera.

Podría usted sentirse tentado a decir, “espere un mi-nuto, ¿qué no dice la Biblia que la semilla de mostaza es la semilla más pequeña en el mundo?” No, no lo dice. Yo solía pensar que sí lo decía, así como muchas personas todavía lo piensan.

Errando el Blanco

Un poco de estudio en horticultura mostrará que la semilla de mostaza no es la semilla más pequeña en el mundo. Las semillas de amapola, por ejemplo, son más pequeñas que las semillas de mostaza, como se muestra en la foto a la derecha.

Para algunas personas, esas son palabras ofensi-vas, porque piensan que significan que alguien está llamando mentiroso a Je-sús.

Pero Jesús no dijo que la semilla de mostaza es la semilla más pequeña en el mundo. Jesús estaba dando una parábola, y así como siempre ha sido con respec-to a Sus parábolas, la res-puesta humana típica es errar al blanco.

El punto de la parábola no son las semillas de mos-

taza; el punto es el reino de Dios. Las semillas de mosta-za sólo son parte de la decoración del escenario que Je-sús usó para dar a entender el punto que estaba elabo-rando acerca del reino. Las parábolas utilizan escenarios imaginarios que involucran cosas del mundo para elabo-rar un punto acerca de algo más—algo espiritual e invisi-ble.

Las parábolas no son relatos históricos, literales. Eso es lo que las hace parábolas. Son relatos imaginarios creados para ayudar a los oyentes o lectores a entender un concepto más profundo acerca de algo más. El que las relata espera que sus oyentes sepan que las parábo-las deben ser entendidas como empezando así: “imagí-nense esto”.

En el caso de Jesús, Él decía parábolas para dar pe-netración hacia el reino de Dios. En ésta parábola de la semilla de mostaza, Él está pidiéndole a Sus oyentes que se imaginen una semilla de mostaza que es más peque-ña que todas las demás semillas, pero que entonces esa pequeñita e insignificante semilla crece hasta ser algo tan grande que puede proveer refugio para las aves.

Jesús no estaba diciendo que las semillas de mosta-za son las más pequeñas en el mundo. Él estaba dicien-do que el reino de Dios puede ser comparado con una semilla de mostaza, una semilla imaginaria (recuerde, es una parábola) que es la semilla más pequeña que usted posiblemente pudiera plantar, pero que entonces crece para convertirse en la hortaliza más grande en todo el jardín. Él estaba hablando acerca del reino de Dios, no estaba dando una lección sobre ciencia.

Milagroso y asombroso

Jesús quería que supiéramos que el avance del reino de Dios empieza de una forma pequeña, prácticamente sin notarse, con un bebé nacido en un establo a una mu-

jer pobre en un país bajo ocupación.

Ese bebé crece para ser rechazado y menospre-ciado por los líderes de Su propio pueblo y crucificado como un criminal en una cruz romana. Pero a pesar de ese inicio débil y aparen-temente insignificante, Él fue resucitado de los muer-tos y se sentó a la diestra de Dios Padre como Salva-dor y Señor, tanto Creador como Redentor de todo el universo (compare con Co-losenses 1:15-20).

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LLeecccc iioonneess ddee MMaa rrccooss

Un poco de estudio en horticultura mostrará que la semilla de mos-taza no es la semilla más pequeña en el mundo. La foto de arriba muestra las semillas de mostaza en un color más claro y a la iz-quierda las semillas de amapola.

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Hablando tanto de Su muerte co-mo de Su resurrección, Él dijo: “Pero yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo” (Juan 12:32). Desde la más pequeña semi-lla hasta un árbol proveedor de refu-gio

Busque la lección

Jesús construyó Sus parábolas alrededor de cosas ordinarias y co-munes que la gente conocía: la agri-cultura, los negocios, la gente pobre, la gente rica, la gente poderosa, la gente débil.

Pero las parábolas tienen un punto, una lección, que va más allá de los meros detalles de la historia. Y la lección se comunica usualmente a través de un giro sorprendente, un aspecto inusual que lleva los detalles de la historia desde lo ordinario hasta lo asombroso.

Con razón Jesús usaba las pará-bolas. El reino de Dios y la gracia de Dios son asombrosos. Pero si gas-tamos nuestro tiempo tratando de convertir los detalles de las parábolas de Jesús en ciencia y textos de histo-ria, nos perderemos la lección.

Después de leer Granja de Ani-males, ¿argumentaríamos sobre si los cerdos podrían realmente hablar?

Después de leer Los Miserables, ¿pegaríamos la carrera hasta los re-gistros de las prisiones francesas pa-ra averiguar si realmente hubo un prisionero 24601?

¿Vacilamos en decidir si era cien-tíficamente posible que las cosas se convirtieran en oro cuando el rey Mi-das las tocaba?

¿O simplemente pensamos sobre las historias, consideramos las ana-logías y aprendemos las lecciones?

Jesús contó buenas historias que ilustraban aspectos importantes del reino de Dios. La verdad tiene que ver con comunicar un mensaje ver-dadero, y con frecuencia eso se hace a través de historias creativas, analo-gías, metáforas, símiles, poemas y cantos. Y Jesús era un maestro para eso.

Imagínese eso.

Viene de la página 13

Para regresar a la analogía de la Biblia como una película, usted ve estos eventos como una película, ¿y qué piensa usted? Bueno, al principio no está claro, pero usted sabe que ella está yendo hacia algún punto. Entonces, una vez que usted ve a Cristo en la cruz, a Cristo resucitado y a Pablo escribiendo sobre el miste-rio de Cristo—¡wow! Ahora usted sa-be lo que está detrás de todo en la película desde el principio.

Esa es la razón por la que una concordancia es la más grande ayu-da en la interpretación de la Escritu-ra. Y los predicadores son buenos hasta el punto que ellos tienen en su mente una concordancia para los pa-sajes de la Escritura. Y así es cómo, por ejemplo, trabajaba Agustín—lo tenía todo en su cabeza—todas las referencias de la Escritura. Usted tie-ne que ver la Biblia como una historia completa, con la redención en Cristo como el tema y la trama centrales, el punto completo de la historia desde la primera escena.

¿Sabe usted qué es divertido? Cuando vea una película, trate de identificar la figura de Cristo. Quiero decir, la figura que hace funcionar la trama. Ni siquiera tiene que ser un personaje humano. Es aquella que hace para la trama de esa película en particular, lo que Jesucristo hace pa-ra el mundo.

Hay una película con Woody Allen llamada Septiembre. Es acerca de una familia grande en una casa de verano en Nueva Inglaterra—una ma-ravillosa y lujosa casa de verano. Ella había estado en la familia por años y años. Ahora bien, ésta es la familia más disfuncional que usted pudiera encontrar en cualquier lugar. Todos están al acecho de todos, se están desbaratando y mucho más. Ya que todos están tan corrompidos, ¿en dónde encuentra usted la figura de Cristo? Bueno, ¿qué los mantiene a todos juntos? La casa. La casa es la figura de Cristo en la película. Ella ya estaba en las vidas de todos ellos an-tes de que empezara la historia. Ella era parte de la historia de ellos. Ella era parte de la formación de ellos. Ella estaba haciendo la obra de Je-sús en los términos de esa historia.

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La mayoría de los obispos sintie-ron repugnancia ante la idea de que se pudiera pensar de Jesucristo, en lo que para ellos terminaba siendo un ser creado. Cuando ellos adoraban a Cristo, ellos no adoraban a una cria-tura—adoraban a Dios. No fueron salvados por un ser creado, sino por Dios. Los obispos procedieron a arti-cular una declaración de fe concer-niente a lo que ellos creían acerca del Hijo de Dios. Ellos querían que la declaración absolutamente excluyera las afirmaciones de Arrio que decían que el Logos era un producto de la voluntad de Dios, en vez de la misma esencia de Dios.

Los obispos escribieron en sus declaraciones que Jesucristo era “Dios de Dios, luz de luz, Dios verda-dero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de una sustancia con el Padre”. Una frase clave fue “de una sustancia”, que traduce la palabra griega homoousios. Esto significa que lo que Dios es en Su esencia, Jesucristo el Hijo de Dios lo es tam-bién.

Eventualmente todos los obispos, excepto dos, firmaron la declaración del credo, creyendo que contenía la antigua fe de la iglesia apostólica y de que era un reflejo preciso de la verdad de la naturaleza de Dios a la cual señala el Nuevo Testamento.

La deidad del Espíritu Santo no llegó a ser discutida en Nicea. Los dos obispos que se opusieron a la declaración fueron depuestos y exi-liados. Arrio y sus escritos fueron también anatematizados y él fue exi-liado a Iliria. Sin embargo, la contro-versia continuó hasta el concilio de Constantinopla en 381, cuando el credo niceno fue ratificado de una vez por todas.

La declaración del credo de Ni-cea respecto a la divinidad de Cristo y su existencia co-eterna con el Pa-dre, formó la base del credo niceno, que después del 381 llegó a ser la declaración aceptada de la confesión de la iglesia acerca del ser y la natu-raleza de Dios.

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