orti e ibañez invisibilizacion

11
65 . MARIO ORTÍ Y RAFAEL IBÁÑEZ Bases históricas de la invisibilización de la ciudadanía laboral en España La crisis de la conciencia en la conciencia de la crisis Mario Ortí es profesor de sociología en la UCM Rafael Ibáñez es profesor de sociología en la UAM El retorno del fantasma de la crisis, ahora incorporada entre los fenómenos de moda, ha vuelto a poner sobre la mesa numerosos interrogantes acerca de la naturaleza específica del desarrollo (capitalista) alcanzado por la sociedad española, al tiempo que ha arrojado un poco más de luz sobre sus contradiccio- nes. Por un lado, se hace patente la insostenibilidad específica de un modelo neofinanciero llevado prácticamente hasta sus últimas posibilidades durante los últimos años y, en el caso español, sustentado sobre una suerte de neona- cional-ladrillismo patrimonialista. Por otro, algunos elementos del escenario ideológico que ahora se abre permiten repensar la maltrecha y denegada base social interna de las actuales sociedades del centro: la ciudadanía laboral ¿Tendrá esta algún papel socialmente progresivo que jugar todavía? El proceso de producción no es más que el eslabón inevitable, el mal necesario para poder hacer dinero. Por eso todas las naciones en que impera el sistema capitalista de producción se ven asaltadas periódicamente por la quimera de querer hacer dine- ro sin utilizar como medio el proceso de producción. K. Marx, entre 1864 y 1877 1 A finales de enero de 2009, el historiador marxista Immanuel Wallerstein pronunció sendas conferencias en Madrid ante auditorios abarrotados. Las concesiones a la superficialidad de la actualidad política implícitas en los títu- los anunciados para sus intervenciones, 2 no había impedido que algunos de 1 K. Marx, El capital. Libro segundo: El proceso de circulación de capital, edición en internet, capítulo I “El ciclo del capital-dinero”, p. 44 [e.o. póstuma 1885] [disponible en: http://bivir.uacj.mx/libroselectronicosLibres/Autores/CarlosMarx/El%20capital%20II.pdf] 2 «Obama y el futuro político del capitalismo» y «Obama, el mundo y la construcción de otro mundo posi- ble» [Documentación y ficheros de audio disponibles en http://www.universidadnomada.net/spip.php?arti- cle310] de relaciones ecosociales y cambio global, Nº 108 2009, pp. 65-75

Upload: alberto-lozano

Post on 02-Oct-2015

217 views

Category:

Documents


4 download

DESCRIPTION

Sociología

TRANSCRIPT

  • 65.

    MARIO ORT Y RAFAEL IBEZ

    Bases histricas de lainvisibilizacin de la ciudadanalaboral en EspaaLa crisis de la conciencia en la conciencia de la crisis

    Mario Ort esprofesor desociologa en laUCM

    Rafael Ibez esprofesor desociologa en laUAM

    El retorno del fantasma de la crisis, ahora incorporada entre los fenmenos demoda, ha vuelto a poner sobre la mesa numerosos interrogantes acerca de lanaturaleza especfica del desarrollo (capitalista) alcanzado por la sociedadespaola, al tiempo que ha arrojado un poco ms de luz sobre sus contradiccio-nes. Por un lado, se hace patente la insostenibilidad especfica de un modeloneofinanciero llevado prcticamente hasta sus ltimas posibilidades durantelos ltimos aos y, en el caso espaol, sustentado sobre una suerte de neona-cional-ladrillismo patrimonialista. Por otro, algunos elementos del escenarioideolgico que ahora se abre permiten repensar la maltrecha y denegada basesocial interna de las actuales sociedades del centro: la ciudadana laboralTendr esta algn papel socialmente progresivo que jugar todava?

    El proceso de produccin no es ms que el eslabn inevitable, el mal necesario parapoder hacer dinero. Por eso todas las naciones en que impera el sistema capitalistade produccin se ven asaltadas peridicamente por la quimera de querer hacer dine-ro sin utilizar como medio el proceso de produccin.

    K. Marx, entre 1864 y 18771

    A finales de enero de 2009, el historiador marxista Immanuel Wallersteinpronunci sendas conferencias en Madrid ante auditorios abarrotados. Lasconcesiones a la superficialidad de la actualidad poltica implcitas en los ttu-los anunciados para sus intervenciones,2 no haba impedido que algunos de

    1 K. Marx, El capital. Libro segundo: El proceso de circulacin de capital, edicin en internet, captulo I Elciclo del capital-dinero, p. 44 [e.o. pstuma 1885] [disponible en:http://bivir.uacj.mx/libroselectronicosLibres/Autores/CarlosMarx/El%20capital%20II.pdf]

    2 Obama y el futuro poltico del capitalismo y Obama, el mundo y la construccin de otro mundo posi-ble [Documentacin y ficheros de audio disponibles en http://www.universidadnomada.net/spip.php?arti-cle310]

    de relaciones ecosociales y cambio global, N 108 2009, pp. 65-75

  • de relaciones ecosociales y cambio globalN 108 2009, pp. 65-75

    Especial

    66.

    los que las presenciamos espersemos tener ocasin de asistir a la profundizacin de susinterpretaciones sobre la crisis histrica del modelo del capitalismo liberal. Unas interpreta-ciones trabajadas y anticipadas por su parte durante una larga trayectoria y que, como laspropias profecas marxianas, parecan ahora (potencialmente) revitalizadas por el poderosoretorno del fantasma de la crisis capitalista. Sin embargo, y para no pocos, ambas confe-rencias entraaron seguramente un punto de decepcin; adems de empeado en expre-sarse en un ms que esforzado castellano, en esta ocasin Wallerstein pareci dejarse atra-par un tanto por la trivialidad periodstica de los lemas escogidos, en varios aspectos, tan ala moda. Quiz, como sucede hoy demasiado a menudo, la dimensin de actualidad-espec-tculo, reforzada por la condicin de obligado lugar comn que ha terminado cobrando lapropia idea de la crisis, contribuy a disolver y subsumir el contenido concreto de su inter-vencin. Algo ms lejos pareci quedar la fuerza de la visin del mundo de ese Wallersteincapaz de convertirse, desde los aos setenta del siglo XX, en un referente no exclusiva-mente acadmico para la interpretacin profundamente crtica e histrica de la insostenibi-lidad del sistema capitalista. Que adems parta de la perspectiva materialista de la largaduracin, y de una vocacin de sntesis estructural fundamentalmente alejada de la perso-nalizacin narcisista al uso entre las estrellas globales del circuito de las ciencias sociales.

    Hace ahora algo ms de diez aos que ngel de Lucas, un maestro compartido por nopocos de los que intentamos ejercer como socilogos crticos en Espaa, atrajo nuestraatencin sobre otra conferencia impartida por Wallerstein, en este caso, en 1995 en Mxico:La reestructuracin capitalista y el sistema-mundo.3 Con todas sus posibles limitaciones,incluidas las relativas a la dificultad de un razonamiento situado en ese nivel de globalidad,en pocos sitios como esas escasas 10 pginas de trascripcin nos pareci entonces encon-trar condensadas y articuladas las dimensiones para pensar sintticamente los actualeslmites de la expansin del mundo capitalista. Partiendo del problema del desarrollo subor-dinado de las periferias, segua despus una interpretacin sobre el proceso de constitucindel capitalismo que presentaba elementos comunes con la de otros historiadores marxistasdel largo plazo, y que conclua adems en una reflexin sobre sus lmites concretos. As, ladinmica de crisis y reconversin permanente que se desencadena a partir de los aossetenta del siglo XX no cerrara solamente para Wallerstein el periodo de esplendor de lageocultura liberal de postguerra, dentro de una fase B o de contraccin de una onda largade la economa mundo, sino que representa un posible inicio del principio del fin del ciclohistrico del capitalismo abierto a mediados del siglo XIX, y cuyo probable punto de inflexinhace tiempo que l ha venido situando en torno a las primeras dcadas del siglo XXI.

    Antes que el de pronosticar algn inminente derrumbe del sistema capitalista (tal como,prcticamente, se ha puesto ahora de moda hacer entre sectores intelectuales tradicional-

    3 I. Wallerstein, op. cit., 1995.

  • 67Especial.

    Bases histricas de la invisibilizacin de la ciudadana laboral en Espaa

    mente ubicados en la ortodoxia), o de poner fecha al desencadenamiento de una crisis dealgn modo irrebasable en el corto plazo, el valor de esta argumentacin radica probable-mente en su capacidad para definir el contexto desde el que pensar las condiciones histri-cas de posibilidad del actual sistema-mundo capitalista. Al mismo tiempo, permite situar losniveles centrales de la actual crisis y la forma de posicionarse ante ella por parte de dife-rentes actores: desde la dimensin ecolgica a la financiera, pasando por los conflictosabiertos entre el centro y la periferia y sus correspondientes alternativas ideolgicas.4 Deigual modo, entender el lugar especfico que Espaa juega en este proceso parece difcil sinabordar el mbito que mejor expresara las singularidades de su propio modelo social: la his-toria de medio plazo del capitalismo y la particular forma que ha tenido de vincularse a ella,conectndose y desconectndose de sus dinmicas centralizadoras. Sigamos por unmomento la evolucin global del proceso.

    Para Wallerstein, la inflexin histrica que podra encontrarse no tan lejana actualmen-te, es una mutacin relativamente profunda tras la que el sistema-mundo capitalista dejarade estar centrado y organizado en torno al modo de dominacin-regulacin liberal. Con for -mado tras la superacin de la amenaza de una primera revolucin mundial, el modelo decapitalismo liberal fue la forma de resolucin en el medio plazo del viejo e inmediato anta-gonismo de clases presente en los pases del centro a mediados del siglo XIX. De un lado,exigi la marginalizacin de los intentos proletarios de perseguir su supervivencia histricaa travs de la disolucin del poder del capital; de otro, la superacin de las pretensiones bur-guesas de solventar los estrangulamientos cclicos del desarrollo capitalista sin un ciertogrado de reforma de las relaciones duales del Estado burgus patrimonial.

    Aquella primera gran ola histrica revolucionario-reaccionaria de la era contemporneafue absorbida en un nuevo capitalismo de escala transnacional, que dio lugar a una inno-vacin ideolgica ms o menos frgil: las instituciones sociales y las formas de estratifica-cin y conciencia colectiva reformistas en torno a la que todava hoy gravitan los restos delpropio orden liberal. Pero, adems del desarrollo general de las fuerzas productivas, su de sarrollo exigi la incorporacin progresiva al control capitalista de nuevos territorios de laperiferia, como tambin la de otros planos de la esfera del trabajo y la vida de las masaspopulares del centro. Sin embargo, slo una vez bien entrado el siglo XX, esta incorpora-cin llegara a cobrar en los pases centrales la forma de una disolucin del antagonismoprincipal de clase en el propio mecanismo de reproduccin de la relacin entre capital y tra-bajo. El grueso de la conflictividad haba sido desplazado hacia el exterior, al tiempo que erarefundido en el interior en un nuevo modo de regulacin.

    4 Desde un marxismo algo ms (econmicamente) ortodoxo, estos argumentos de Wallerstein han recibido la crtica de circu-lacionistas, en la medida en que dejaran de lado el vector central de la produccin y acumulacin de capital y su tendenciaa la cada de la tasa de ganancia para convertir a la hegemona de la geocultura liberal en el centro histrico de su inter-pretacin.

  • de relaciones ecosociales y cambio globalN 108 2009, pp. 65-75

    Especial

    68.

    5 I. Wallerstein, op. cit., 1995, p.1. Los trminos segunda revolucin mundial hace quiz echar en falta una caracterizacin algoms precisa.

    Sin embargo, la efmera estabilidad que lleg a conocer ese espacio socio-institucionalde la reforma transciende los lmites ms bien internos crisis fiscal del Estado, ruptura delpacto keynesiano, etc. con los que a menudo se ha interpretado el declive de los Estadosdel bienestar europeos al limitar su historia al periodo de postguerra. A partir de finales delos aos sesenta, las tensiones afectaran ya al conjunto de grandes planos articulados en losque el capitalismo haba sido capaz de construirse una escapatoria histrica. Por un lado,afect a las posibilidades de mantener el continuo salto de escala en la produccin y en laformacin de capital. De igual modo, lo hizo con la desruralizacin acelerada del mundo,imprescindible para la obtencin de cantidades crecientes de materias primas y la elimina-cin de residuos del proceso productivo. A su vez y por ltimo, se vieron as limitadas lasposibilidades para compensar la disminucin de plusvalas que genera la integracin delproletariado urbano organizado del centro a travs de una incesante pero flexible incorpo-racin perifrica de asalariados y consumidores. Estaban ya cercanos los lmites planeta-rios del desplazamiento en extensin y en profundidad de las fronteras de las relacionessociales subsumidas por la lgica global del capital.

    Sintetizando todos los planos de esta crisis en la naturaleza especficamente ideolgicadel declive del liberalismo, Wallerstein ha situado en torno a la mtica fecha de 1968 elmomento de una segunda revolucin mundial, una ruptura que ha tenido sobre las estra-tegias polticas un impacto tan grande como el impacto de la primera revolucin mundial,que fue esa de 1848.5 Tras ella, el ciclo de crisis y reconversin permanente iniciado hacia1970 expresa el agotamiento interno de una geocultura liberal desplazada por frmulas neo-conservadoras. De un lado, el rechazo a la regulacin transnacional de los flujos de capitalse muestra ahora prcticamente como una consecuencia directa de la imposibilidad de rea-lizacin de la dimensin financiera global de las fuerzas productivas a travs de medidas deeste tipo. Igualmente difcil parece la construccin de un nuevo espacio de prcticassocioinstitucionales capaz de reequilibrar internamente las sociedades del centro, una vezque la fe en el reformismo desarrollista (capitalista o colectivista) dej de ser un presupues-to de buena parte de los movimientos de la izquierda en el mundo.

    Precisamente, el destino final de la mayora de las revueltas que tienen lugar en torno alao 1968 en buena parte del mundo puede tambin ser tomado como expresin de los lmi-

    Mientras la esperanza de las masas populares en un nivel de vidaestablemente confortable y su dimensin materialista se sostuvo, result

    altamente funcional para los fines de la geocultura liberal

  • 69Especial.

    Bases histricas de la invisibilizacin de la ciudadana laboral en Espaa

    tes de toda una era de intentos de subvertir desde abajo el orden liberal cuyo resultado acorto plazo adems de una importante secularizacin en la moral pblica de los pases delcentro ha sido, en cambio, la victoria relativa de las corrientes que trataban de desbordar-lo desde arriba y la derecha. Como ha subrayado Wallerstein al afirmar que fue la ideologaliberal lo que se derrumb en 1989, mientras la esperanza de las masas populares en unnivel de vida establemente confortable y su dimensin materialista se sostuvo, result alta-mente funcional para los fines de la geocultura liberal. Por eso, la simultaneidad de estascrisis es quiz un sntoma del compromiso con el liberalismo al que haban sido empujadosuna buena parte de esos movimientos de la izquierda. Seguramente, fue el caso de lainfluencia ejercida por el bloque sovitico en su lucha por controlar los movimientos popula-res en todo el mundo y la contribucin de esta en la conversin del sueo del colectivismoproletario en poco ms que una va perifrica hacia el desarrollismo, bajo otras formas tc-nicas de acumulacin y reparto del excedente.

    El modelo espaol en la crisis del capitalismo liberal

    Los coyotes del capitalismo han gritado victoria. Pero los defensores ms sofisticados del sistema actualsaban mejor. La derrota del leninismo, y es una derrota definitiva, es una catstrofe para los podero-sos. Elimin el ltimo y mejor escudo poltico, su nica garanta, como fue el hecho de que las masascreyeran en la certidumbre de un xito del reformismo. Y en consecuencia, ahora esas masas no estnms dispuestas a ser tan pacientes como en el pasado. La cada de los comunismos es un fenmenomuy radicalizante para el sistema. Lo que se derrumb en 1989 fue precisamente la ideologa liberal.

    I. Wallerstein, 19956

    Los diferentes episodios de nuevo keynesianismo contra-redistributivo que suponen lasintervenciones del Estado realizadas desde la era Reagan incluyendo las multimillonariasayudas financieras otorgadas en la presente crisis 2008-2009, no impiden que el largoperiodo de ajuste abierto tras los aos setenta se convierta en el primer momento tras cincosiglos en que el fortalecimiento de los Estados y del sistema interestatal ha sido sucedidopor su retraimiento en casi todos los terrenos. Una desestatalizacin fctica que, en unamayora de casos, coincide con el propio crecimiento de la desconfianza popular hacia suintervencin, as como con la utilizacin de esta por parte de los sectores neoliberales.Asimismo, los avatares de construccin de la Unin Europea contribuyen a reforzar estasdinmicas desestatalizadoras y antirregulacin. Unificada en torno a las polticas monetariasy a sus sucesivas ampliaciones territoriales de mnimos, hoy por hoy, parece funcionalmen-

    6 I. Wallerstein, La reestructuracin capitalista y el sistema mundo, Conferencia del Congreso de la AsociacinLatinoamericana de Sociologa, Mxico, 1995 [Disponible (entre otros) en http://www.uruguaypiensa.org.uy/imgnoti-cias/605.pdf]

  • de relaciones ecosociales y cambio globalN 108 2009, pp. 65-75

    Especial

    70.

    te centrada en la consolidacin de un espacio de accin para el capital regional. Otra cosaes que precisamente su construccin se haga en nombre de una integracin interestatal rea-lizada por aquella regin del mundo todava presentable (al menos para sus parientespobres) como la cuna que un da fue de la geocultura liberal ms progresivamente refor-mista.

    En este sentido, la trayectoria descrita por la Espaa postfranquista durante las casicuatro dcadas de crisis y ajuste capitalista, marcada por su incorporacin institucional alespacio interestatal de la UE, representa un ejemplo singular de avance parcial y asincr-nico desde una posicin de semiperiferia retrasada a otra avanzada, realizado precisa-mente bajo estos signos de la desregulacin y el antiestatismo. Nunca curada del todo desus complejos al igual que tampoco enjugada la distancia socioeconmica en relacin a lospases de nuestro entorno, la Espaa que hace tiempo fue descrita por Valle Incln comoel espejo deformado de la civilizacin europea, ha visto determinado el desarrollo de sumodelo de capitalismo liberal por la losa de su peculiar forma de pertenencia geopoltica aOccidente.

    Institucionalizadas durante el franquismo, las bases de su modelo de regulacin liberalcristalizadas durante una etapa autoritaria, se mostraron capaces de realizar la desruraliza-cin de su estructura productiva no sin una gigantesca y ms bien brusca expulsin inter-na y externa de trabajadores, o de crear una clase obrera industrial mnimamente unifica-da a travs del acceso privado a algunos de los bienes de la norma de consumo. Sin embar-go, el comparativamente raqutico modelo de proteccin social finalmente alcanzado, prc-ticamente anticipaba en su interior tanto la estructura dual del actual mercado de trabajo,como el enorme desempleo estructural en el que cclicamente se ha venido trasvasando lamasa de trabajadores precarios que integran su lado desprotegido. Esto fue as, tanto porel carcter privatista que lo inspiraba o por la naturaleza fundamentalmente contributiva delas prestaciones sociales que lleg a incorporar, como por un reflejo ms o menos directodel modelo productivo sobre el que fue construido, y en el que un medio agrario laboral-mente compuesto por jornaleros irregulares o por pequeos campesinos muy pobres, nuncafue sustituido como sector central del mercado de trabajo por el proletariado industrial. Elviejo proletariado agrcola fue en cambio directamente trasvasado a un sector servicios par-ticularmente ligado a la estacionalidad, con niveles de productividad difcilmente elevablesy progresivamente sometido a la competencia exterior.

    Buena parte de la fuerza organizada de la ciudadana laboral fue entregada a cambio de una magra oportunidad en un mercado

    electoral ya en vas de ser copado por modernos profesionales

  • 71Especial.

    Bases histricas de la invisibilizacin de la ciudadana laboral en Espaa

    Incluso, contemplado el proceso con una cierta perspectiva histrica, quiz puededecirse que fue precisamente la principal anomala que durante el franquismo impidicerrar la integracin del conflicto entre capital y trabajo la denegacin simblica y polti-ca de las dimensiones bsicas de la ciudadana laboral bajo un rgimen autoritario, laque ayud a las organizaciones de la oposicin clandestina al franquismo a idealizar lapotencia transformadora de una ciudadana laboral en expansin como centro social. Deotra forma, resulta difcil entender sus apuestas por un escenario de ruptura a corto plazocon el capitalismo, ya fuera a travs del tacticismo reformista o mediante el voluntarismode la accin directa. Como otros muchos movimientos de las izquierdas del mundo quefueron herederos de la enorme agitacin poltica en torno a 1968, confundieron la crisisde la geocultura liberal y el ajuste capitalista con el declive de la hegemona burguesa,ignorando las lneas abiertas de su reconstitucin bajo otras nuevas formas. De maneraespecfica, lo hicieron al identificar al franquismo con una oligarqua precapitalista y, fren-te a ella, tomando la existencia de una presunta burguesa nacional progresista (ya fuerabajo su condicin de potencial aliado o como simple actor con intereses propios frente alos del bnker franquista) como posicin clave en el avance colectivo en direccin delmodelo liberal europeo y, visto su declive, a la posibilidad de superarlo en direccin haciael Este.

    El resultado, jugado durante el proceso de transicin al postfranquismo, fue una trans-accin enormemente asimtrica por la que, sobreestimndola en intensidad y duracin,buena parte de la fuerza organizada de la ciudadana laboral fue entregada a cambio de unamagra oportunidad slo para algunos en un mercado electoral ya en vas de ser copadopor modernos profesionales, histricamente convocados como ejecutivos de la revolucinglobal antiliberal y antiestatista en el sur europeo. Se abra as el camino para un descen-tramiento poltico de la ciudadana laboral que no acababa con ella, pero la institucionaliza-ba y la recortaba a un tiempo, con el efecto aadido de hacerla casi invisible como centrosocial. Fue un proceso sin excesivas resistencias que no fueran locales y que, en cambio,tuvo a su favor la dinmica de ajuste capitalista, facilitada primero por el carcter empresa-rialmente subordinado del sector productivo espaol y, ms tarde, reforzada por los acuer-dos de incorporacin a las instituciones europeas. Al tiempo, ideolgicamente posibilitadopor una (manipulada) combinacin del prestigio progresivo de la democrtica Europa, de laherencia simblica de la segunda repblica y del popular miedo al retroceso, el fatalismo yquiz incluso por el complejo de culpa con que la clase obrera asisti a la liquidacin delmodesto espacio de razn comn democratizadora que haba contribuido a construir duran-te los aos anteriores.

    La revolucin conservadora encabezada a nivel global por Reagan y Thatcher, encontrcontinuidad en esta disolucin de la centralidad social y poltica obrera y, con ella, del ladoms progresivo y real de la ciudadana laboral como elemento de democratizacin social.

  • de relaciones ecosociales y cambio globalN 108 2009, pp. 65-75

    Especial

    72.

    7 Por su parte, el rapidsimo crecimiento del desempleo en la presente crisis 2008-2009 lo ha hecho pasar del 8% de la pobla-cin activa en 2007 al casi 20% a finales de 2009.

    La reconversin industrial no slo hizo contraerse el empleo, con el balance de la destruc-cin de ms de uno de cada seis empleos que existan al comienzo de la misma y llevandola tasa de paro del 1% de 1970 a casi el 22% de 1985,7 sino que cristaliz una estructuradual del mercado de trabajo con una masa de paro, empleo temporal y empleo ms o menossumergido que, segn algunas estimaciones, podra llegar a englobar durante todo el perio-do a ms de la mitad del total los trabajadores. Es cierto que la reinstitucionalizacin delEstado social incluy algunos elementos socialmente progresivos, como un modelo fiscalmucho ms desarrollado que el franquista (si bien hoy ya en clara regresin), la universali-zacin de la asistencia sanitaria o el desarrollo de las prestaciones no contributivas. Sinembargo, el resultado global fue la asistencializacin tendencial de las polticas sociales,el desmembramiento de la mayora de sus prestaciones entre los servicios de las diferentesComunidades Autnomas y, en general, una tendencia a la privatizacin e individualizacinde los fines del gasto social que se culmin con la liquidacin de la prctica totalidad del sec-tor pblico, incluyendo la banca.

    A propsito de la contradictoria revisibilizacin de la ciudadana laboral en Espaa

    Comparndola con la situacin de la Gran Depresin, el historiador E. Hobswam se hamanifestado en trminos pesimistas con respecto a las posibles consecuencias polticasde la actual crisis global. Desde su punto de vista, el efecto a corto plazo de la depresinde los aos treinta fue el fortalecimiento reactivo de la derecha, con las excepciones delos pases escandinavos donde se asisti a un primer ensayo de su modelo socialdem-crata, y de EEUU, donde se inici su equivalente del New Deal. Sin embargo, el resulta-do fue este si nos centramos en las sntesis institucionales alcanzadas: quiz sobre todoen esos pases la hegemona poltica logr cristalizar tempranamente en un nuevo mode-lo de capitalismo nacional reformista, pero lo cierto es que la crisis tuvo resultados ideo-lgicamente polarizantes y que estos afectaron de forma muy desigual a cada uno deellos. En muchos lugares actu tambin como un acelerador poltico de los movimientospopulares, si bien, quiz facilitando, tambin en ocasiones, una reaccin posterior enforma de dictadura burguesa, tal y como con diferentes procesos, sucedi tanto conla Espaa republicana como en la Alemania de Weimar. En todo caso, los regmenes deinspiracin ms o menos fascista llegaron al poder all donde el desarrollo capitalistaestaba menos articulado con un Estado capaz de liderar la reforma y canalizar el con-flicto de clases, en mucha mayor medida que simplemente donde los efectos econmi-cos de la crisis fueron ms agudos. Algunos de estos regmenes se convirtieron adems

  • 73Especial.

    en pioneros de la implantacin de las recetas keynesianas, anticipando la direccin en laque el capitalismo se movera tras la guerra, utilizando otros mecanismos de control dela hegemona.

    Las singularidades del modelo capitalista espaol se manifestaron tambin durante todoeste ciclo de entreguerras, tanto en la baja exposicin a los efectos directos de la GranDepresin como, en general, con la dialctica ideolgica seguida en la transicin desde unprimer periodo de keynesianismo autoritario la dictadura de Primo de Rivera al parnte-sis social e ideolgicamente reformista que supuso la segunda repblica, y la posterior pola-rizacin extrema de la guerra civil. Continuada esta durante una primera etapa del franquis-mo de dictadura patrimonialista burguesa (antes que, simplemente, de autarqua), muchasde sus determinaciones semiperifricas continan en buena medida durante el keynesia-nismo autoritario que represent despus el desarrollismo franquista. A su vez, son tambinlas que se encuentran en el reciente ciclo de expansionismo especulativo (con sus propiosaltibajos: 1985-2007) cerrado por la actual crisis. Es el escenario de una desinflada burbujafinanciero-inmobiliaria, central para el PIB nacional, y que en poco ms de un ao ha dis-parado el desempleo hasta cotas histricas. Al contrario de lo que sucedi en los aos trein-ta del siglo XX, este crecimiento del desempleo y de la recesin ha sido ms notable que enla mayora de pases centrales, con la excepcin de un sector bancario proporcionalmentemenos afectado a corto plazo.

    Sin embargo, es el mecanismo que impuls la ltima oleada expansiva del capitalismoespaol la burbuja financiero-inmobiliaria que culmina en 2007 el que sirve para entenderlos lmites de las vas por las que el capitalismo transnacional trata de reconstruir sus nive-les de acumulacin y ganancia y que se ha convertido en desencadenante de esta ltimacrisis. Robert Brenner ha llamado keynesianismo de precios activos8 a un mecanismo conhonda raigambre en la historia de nuestra sociedad de consumo, y por el que el Estado,combinando medidas liberalizadoras y de estmulo fiscal, potencia la participacin popularen la compra de activos financieros e inmobiliarios como forma (netamente antirredistributi-va) de impulsar una demanda interior difcilmente saturable al menos, hasta el estallidode la correspondiente burbuja.

    Bases histricas de la invisibilizacin de la ciudadana laboral en Espaa

    Sobre un fondo de antiestatismo en el que destaca la desconfianzagenrica hacia la clase poltica podra decirse que la cuestin social

    se ha visto repolitizada en alguna medida

    8 R. Brenner, La economa de la turbulencia global: las economas capitalistas avanzadas de la larga expansin al largo decli-ve, 1945-2005, Akal, Madrid, 2009.

  • de relaciones ecosociales y cambio globalN 108 2009, pp. 65-75

    Especial

    74.

    Producido este, parece pronto todava para asumir hasta dnde llegarn los efectossociales de este ciclo especfico situado en una crisis ms amplia. En cambio, parece clarala primera oleada de polarizacin ideolgica a la que ha ido asociada. Sobre un fondo deantiestatismo en el que destaca la desconfianza genrica hacia la clase poltica agravadapor los casos de corrupcin que el reflujo de las aguas del capital inmobiliario sac a flote,podra decirse que la cuestin social se ha visto repolitizada en alguna medida. No falta porsupuesto la repeticin del viejo mantra patronal sobre la necesidad de realizar reformasestructurales del mercado de trabajo, pero hasta el principal partido de la oposicin se cuidade adoptar explcitamente esta posicin, al tiempo que se hacen or otras voces que reivin-dican la prioridad social del gasto. Por el momento, y pese a algunos tmidos gestos, elGobierno no parece en absoluto capaz de aprovechar la oportunidad que se le presentapara reintroducir la progresividad en el impuesto sobre la renta, para incrementar los raqu-ticos tipos impositivos del capital o revisar las ayudas fiscales a las grandes empresas o ala adquisicin de vivienda en propiedad. Adems, entre las voces que surgen ahora no nosengaemos no falta tampoco una reactivacin del discurso antiliberal de una vieja derechams o menos franquista que hace or por primera vez en aos sus posiciones socializantesde crtica radical al capitalismo, al tiempo que cierra filas contra los numerosos enemigos deEspaa. Si bien, tampoco puede decirse que el crecimiento de las posiciones directamentexenfobas haya tenido la dimensin que presenta en otros pases europeos.

    Por ltimo, la reactivacin de la izquierda real no es todava ms que una tmida tenden-cia incapaz por el momento de alterar las esclerotizadas dinmicas en materia de accin sin-dical o, especialmente, de hegemona electoral. En todo caso, el potencial de progreso sus-tantivo que pueda quedarle a Espaa en el corto-medio plazo siempre dentro de una situa-cin sobredeterminada por el contexto global pasa por la recuperacin de la conciencia deque el sistema de capitalismo liberal que todava vivimos, con todas sus contradicciones,reposa sobre la existencia de una ciudadana laboral significativamente ms reprimida ydenegada en nuestro caso como conciencia colectiva que en el de otros pases del centro.Para ello, se requiere la inversin del proceso que tuvo lugar en los aos ochenta y en el quela fuerza organizada de esta ciudadana laboral es reducida a movilizaciones de tipo defen-sivo y subordinada a un escenario poltico-electoral que no ofrece alternativas al proyecto deajuste capitalista. Parece esta una condicin al menos necesaria para que la crisis del capi-talismo liberal pueda tener, como expresa ese deseo ahora proyectado desde muy diferen-tes y hasta contradictorias posiciones ideolgicas, algo de oportunidad colectiva.

    El asunto de que un trabajador quiera moverse, se planta la polica delante de la puerta y no hay quiense mueva []

    [] en el ao 72 cuando salt a la cuerda la Bazn, la Astano, les plantaron unos barcos de guerraah en la ra para que no se moviera nadie... [] En parte no tenemos nada que hacer [...] (p. 3).

    A nosotros apretarnos cada vez ms, porque ven que no nos movemos, y cuando ven que nosotrosqueremos levantar un poco el vuelo, ya estn, para cada trabajador, dos policas... []

  • 75Especial.

    Entonces, qu hay que hacer? Yo la violencia no la quiero, lo digo honradamente, no la quiero, peroadnde vamos sin ella? [...] (p. 5)

    Porque la gente no tiene conciencia de lo que son.Conciencia no la hay.Bueno yo digo una cosa, el obrero es obrero, el empresario es empresario, l expone su dinero y nos-

    otros exponemos nuestro cuerpo... ahora a cada uno darle lo suyo [...][...] si hay que apretar el cinturn, tenemos que apretarlo todos.Eso lo dice Surez.... y as estamos nosotros solamente los obreros apretndonos a diario [...]Una gota, los compaeros y yo y tal somos una gota de agua en el ocano, una aguja en un pajar...

    es decir, no somos nadie y ellos tienen las riendas del caballo, las tienen ellos siempre. A mi juicio,claro, la unin es la fuerza (pp. 6-7).

    Discusin de grupo, obreros de la construccin, El Ferrol, noviembre de 19799

    Bases histricas de la invisibilizacin de la ciudadana laboral en Espaa

    9 Reunin de grupo nmero 3 de la Investigacin Cualitativa Continua del CIS (1979-1982) [reunin de peones y peones espe-cialistas de la construccin, fijos y eventuales, parados y empleados, varones de 30 a 40 aos, El Ferrol, 11-11-1979].