oscar leobardo ensayo final

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Divulgación de la ciencia y vida cotidiana. Introducción: Aunque se trata de un trabajo final y que debe de cumplir con ciertos criterios formales, me he tomado la libertad de incluir algunas anécdotas personales con el objetivo de imprimirle un sentido más personal a este trabajo. En particular, he tenido dificultades para escribir este texto. Los temas relacionados con la ciencia y la tecnología, la naturaleza y la producción del conocimiento me apasionan, sin embargo, aunque he reflexionado mucho al respecto, he logrado estructurar poco: aquí el resultado. Un pequeño homenaje a James Lovelock (algunos pasajes de mi niñez): El capítulo en donde James Lovelock da cuenta de momentos cruciales en su infancia y primeros años de juventud, me inspiraron para escribir estas líneas. No es que me vea reflejado en la vida de este científico, o que quiera compararme con él, esto estaría fuera de toda proporción. En particular, la forma en que Lovelock expone en el primer capítulo de “Homenaje a Gaia” lo que le fue aconteciendo en la vida, la forma en que percibía el sistema educativo y la manera en que tomó algunas decisiones ante situaciones muy adversas que al final lo condujeron por el camino de la ciencia, me recordó momentos de mi infancia en los que mostré algún interés por la química y la biología y después por las computadoras. Si de similitudes se trata, sólo puedo decir que también fui hijo único, que mi paso por la escuela primaria y secundaria también fue doloroso y muy poco estimulante. Concuerdo con Lovelock en que ciertas maneras de educar o ciertos sistemas educativos destruyen la capacidad creativa y de imaginación del niño o el adolescente. Incluso, puede decirse que en algunos casos, en la escuela -vista como espacio de socialización-, se refuerza y reproduce la construcción de ciertas representaciones sociales que alimentan una imagen sobre la ciencia (en términos concretos sobre la biología, la química la física y la matemáticas), como algo difícil, complicado, a la que sólo tienen acceso mentes privilegiadas o incluso, como una actividad aburrida, sin ninguna utilidad o fin práctico. Esto a la postre me parece, tiene un Leobardo Oscar Alcántara Ocaña. Producción Científica Contemporánea. Dr. Alfonso Enrique Islas Rodríguez Maestría en Comunicación de la Ciencia y la Cultura, ITESO. 27 / 07 / 10 Producción científica contemporánea ¿?

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Divulgación de la ciencia y vida cotidiana.

Introducción:

Aunque se trata de un trabajo final y que debe de cumplir con ciertos criterios

formales, me he tomado la libertad de incluir algunas anécdotas personales con el

objetivo de imprimirle un sentido más personal a este trabajo. En particular, he tenido

dificultades para escribir este texto. Los temas relacionados con la ciencia y la tecnología,

la naturaleza y la producción del conocimiento me apasionan, sin embargo, aunque he

reflexionado mucho al respecto, he logrado estructurar poco: aquí el resultado.

Un pequeño homenaje a James Lovelock (algunos pasajes de mi niñez):

El capítulo en donde James Lovelock da cuenta de momentos cruciales en su

infancia y primeros años de juventud, me inspiraron para escribir estas líneas. No es que

me vea reflejado en la vida de este científico, o que quiera compararme con él, esto

estaría fuera de toda proporción. En particular, la forma en que Lovelock expone en el

primer capítulo de “Homenaje a Gaia” lo que le fue aconteciendo en la vida, la forma en

que percibía el sistema educativo y la manera en que tomó algunas decisiones ante

situaciones muy adversas que al final lo condujeron por el camino de la ciencia, me

recordó momentos de mi infancia en los que mostré algún interés por la química y la

biología y después por las computadoras. Si de similitudes se trata, sólo puedo decir que

también fui hijo único, que mi paso por la escuela primaria y secundaria también fue

doloroso y muy poco estimulante. Concuerdo con Lovelock en que ciertas maneras de

educar o ciertos sistemas educativos destruyen la capacidad creativa y de imaginación del

niño o el adolescente. Incluso, puede decirse que en algunos casos, en la escuela -vista

como espacio de socialización-, se refuerza y reproduce la construcción de ciertas

representaciones sociales que alimentan una imagen sobre la ciencia (en términos

concretos sobre la biología, la química la física y la matemáticas), como algo difícil,

complicado, a la que sólo tienen acceso mentes privilegiadas o incluso, como una

actividad aburrida, sin ninguna utilidad o fin práctico. Esto a la postre me parece, tiene un

Leobardo Oscar Alcántara Ocaña. Producción Científica Contemporánea. Dr. Alfonso Enrique Islas Rodríguez Maestría en Comunicación de la Ciencia y la Cultura, ITESO. 27 / 07 / 10

Producción científica contemporánea ¿?

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efecto que inhibe en mayor o menor medida (por su puesto no en todos los casos) en los

alumnos el interés por los temas científicos.

Fuera del ámbito escolar, una de las formas en las que me acerqué (y

seguramente muchos de mi generación) a la información de carácter científico y

tecnológico fue a través de los medios de comunicación, de manera especial la televisión

y el cine. En los años 70s y 80s, uno de los temas que cobró un elevado interés en

diferentes países fue la utilización de la energía atómica para la generación de energía

eléctrica o con fines bélicos. El accidente nuclear de Three Mile Island en E.U en 1979 y

sobre todo el accidente de la planta nuclear de Chernóbil acontecido el 26 de abril de

1986 en la antigua URSS, además del problema del manejo de los desechos radioactivos,

colocaron en la palestra (opinión pública y medios masivos de comunicación) por una

buena cantidad de años el tema de la energía nuclear, su manejo y sus posibles efectos

nocivos en la salud1. Películas como El síndrome de China (The China Syndrome (1979)

y El día después (The Day after (1983) y toda la propaganda que circulaba en los medios

de comunicación masiva sobre la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI, por sus siglas en

inglés) impulsada por el entonces presidente de Estados Unidos Ronald Reagan,

conocida de manera popular como “Guerra de las galaxias”, creó en aquéllos años un

entorno de temor e incertidumbre (propio de la guerra fría que aun no terminaba) sobre el

uso no controlado de la energía nuclear. Al enterarme del accidente de Chernóbil,

continuamente le preguntaba a mi padre sobre la posibilidad de que la nube radiactiva

llegara a México2. También pasé algunas noches sin dormir pensando en lo que había

visto en la película “El día después” que aunque era evidente el uso de maquetas para

representar la destrucción que generaría la hipotética explosión de un cohete nuclear

transatlántico, el sólo hecho de pensar en las posibilidades de que algo así ocurriera

resultaba perturbador. Si faltaba algo para completar el imaginario sobre la energía

nuclear y sus riesgos, en esos mismos años leí sobre la construcción de la central nuclear

Laguna Verde ubicada a 60 kilómetros de la ciudad de Xalapa en el estado de Veracruz,

que en aquéllos años generó críticas por parte de especialistas y activistas del medio

ambiente en México.

Años más tarde cuando ingresé a la carrera en Ciencias de la Comunicación en el

año de 1992 estaba de moda el debate modernidad-posmodernidad y modernismo-

posmodernismo. Yo no sabía nada sobre el tema y en realidad poco llegué a entender

sobre tales conceptos. Leí en aquéllos años algunos fragmentos del debate entre Octavio

1 El propio Norbert Wiener en su libro inventar, refiere que el tema del manejo de grandes cantidades de

energía es todavía un problema no resuelto por los científicos. (Wiener, 1995). 2 Irwin y Wynne (1996) refieren un caso particular de una región de crianza de ovejas en el noroeste de

Inglaterra que resultó afectada por la radiación producto del accidente de Chernóbil y de cómo los granjeros asimilaron los conocimientos científicos necesarios para afrontar tal problemática.

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Paz y Cornellius Castoriadis sobre modernismo-posmodernismo y sus implicaciones

estéticas en la literatura, el cine y la música. El debate se publicó en varias entregas en la

revista española El Viejo Topo. En esos textos dos términos usados por Paz y Castoriadis

llamaron mi atención: fragmentación y no-linealidad o ruptura de la linealidad. En ese

tiempo -y hoy más- percibía al mundo social como caótico y fragmentario. Comencé a

preguntarme entonces -quizá con cierta ingenuidad- ¿lo fragmentario y caótico está

dentro -en nuestra mente? o fuera ¿es algo que caracteriza al mundo contemporáneo?

Esta pregunta me llevó a buscar lecturas que me ayudaran a comprender mi propia

percepción del mundo y fue entonces que descubrí conceptos como entropía, orden, caos

y complejidad en los trabajos de autores como Heinz Pagels (Los Sueños de la razón: el

ordenador y los nuevos horizontes de las ciencias de la complejidad); Katherine Hayles

(La Evolución del caos: el orden dentro del desorden en las ciencias contemporáneas);

Jeremy Campbell (El Hombre Gramatical: información, entropía, lenguaje y vida); Orrin E.

Klapp (Información y moral :estrategias de apertura y cierre ante la nueva información) y

Eduardo Cérsarman (Hombre y entropía). Recuerdo esta parte de mi vida como un

periodo muy intenso de abundante lectura y de ver mucho cine de autor (el arte es

también una manera de representar y explicarnos el mundo). Me parecía que estaba

encontrando algunas respuestas a una forma particular de ver y entender el mundo. Sin

embargo, al mismo tiempo, también como resultado de esas lecturas, sentí que en el

camino quizá se había quedado la oportunidad de haberme formado en matemáticas con

alguna aplicación en ingeniería computacional. De alguna manera, en ese tiempo al

terminar mis estudios de licenciatura, descubrí que quizá mi verdadera vocación estaba

en el trabajo con computadoras. Nunca tuve problemas importantes con los números,

incluso, en la preparatoria me convocaron a un concurso de álgebra al que no asistí. Creo

que siempre le temí a las matemáticas y nunca supe si el temor era fundado o infundado.

Aún hoy siento que tengo una asignatura pendiente con aquéllas y la ingeniería en

sistemas. No es que me arrepienta de haber estudiado Ciencias de la Comunicación3, es

sólo que descubrí que para un profesionista una perspectiva multidisciplinar es mucho

más útil incluso en términos laborales; hoy en día quizá esto parezca para algunos una

verdad de Perogrullo, pero en aquéllos años no lo era tanto. Es justamente cuando se

impone la realidad de las dos culturas que plantea C.P. Snow y lo que tal polarización

implica en términos de pérdida de recursos intelectuales y creativos (Snow, 1959:12),

además de que no siempre el polo en el que uno se encuentra resulta el más cómodo o

3 Lo curioso es que al pensar o referirme a la ciencia, siempre pienso en las ciencias duras y nunca en las

“Ciencias de la Comunicación”. Esto tiene que ver también con mis propias representaciones de la ciencia. Nunca me ha parecido que el rigor y el esfuerzo intelectual que implica dedicarse a la física, la biología, la química o las matemáticas se compare con el que exige el estudio de la comunicación y por lo tanto, no puedo verlas como ciencias aunque las escriba con letra mayúscula.

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en el que uno hubiera deseado estar.

Ahora bien, el reconstruir en la memoria algunos momentos importantes en los que

la ciencia, la tecnología y su divulgación han jugado un papel importante en mi vida, me

permitió reflexionar sobre lo siguiente: es verdad que la ciencia se expresa de maneras

concretas y tangibles en nuestra vida cotidiana a través de su aplicación en diferentes

tecnologías, procesos y objetos, así como en los efectos positivos o negativos que

pueden o no generar tales aplicaciones (p.e. el uso de la energía nuclear), sin embargo,

en lo que concierne estrictamente a la ciencia, lo que en verdad está presente en el día a

día son los diferentes discursos, relatos y representaciones que sobre aquélla producen

diferentes actores en diferentes espacios sociales como los medios de comunicación

(cine, prensa, televisión), la escuela e incluso la familia y que luego pasan a formar parte

de nuestras propias ideas, imágenes o representaciones de la ciencia. En este sentido,

deberíamos pensar y tener en cuenta como futuros divulgadores (quiero ser optimista)

que la ciencia como tal, es decir, la práctica de la ciencia en sí misma, está más alejada

de nuestra vida de lo que imaginamos y sólo cuando comenzamos a hacernos preguntas

y a indagar un poco en esta otra realidad (que a veces pareciera ser una realidad

paralela) nos encontramos con que hay todo un universo que desconocemos y que no

logramos entender a cabalidad precisamente por ese distanciamiento que existe entre

nuestra propia formación educativa (formal e informal), nuestra cultura y del otro lado la

ciencia, que además tiene su propio lenguaje, sus propias reglas de operación y aunque

es un producto más de la cultura, esto no quiere decir que necesariamente esté

entretejida en ella en términos de una asimilación plena en el pensamiento y práctica de

toda persona. A este respecto, Jean-Marc Lévy-Leblond en su texto La ciencia en falta

afirma que “[…] aunque la ciencia está en el seno de la técnica, y la técnica en el seno de

la cultura, no hay transitividad, y la ciencia es más que nunca ajena a la cultura. Los

conocimientos científicos, incluso los clásicos, no forman parte del saber común. Sus

avances conceptuales, sus apuestas intelectuales escapan cada vez más a los propios

profesionales de la cultura. La ciencia contemporánea, no obstante estar en plena

renovación, alimenta poco la imaginación de los creadores, escritores o artistas plásticos,

y apenas despierta el interés de los pensadores” (Lévy-Leblond, 2004:29).

Bien, esto nos lleva preguntarnos por lo que Philippe Roqueplo denomina como

la función cultural de la Divulgación Científica, pues si atendemos a lo que plantea Lévy-

Leblond sobre este presunto distanciamiento entre ciencia y cultura, cabe preguntarse

entonces: ¿la divulgación científica? sí, pero, para qué y para quién. En realidad ¿a quién

le interesa saber sobre ciencia? y, ¿en qué medida y cómo es comunicable el

conocimiento científico? ¿Cuál debería de ser el papel de los comunicadores en la

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divulgación de la producción científica contemporánea? y sobre todo ¿a qué se debe tal

distanciamiento de la ciencia? “cuyos avances conceptuales –asegura Lévy-Leblond-

escapan cada vez más a los profesionales de la cultura. Si partimos de estos

cuestionamientos, podemos decir que, entre otras cosas lo que queda entre paréntesis –

por decirlo de alguna manera- es la función cultural de la divulgación científica, la eficacia

en la penetración y asimilación de los contenidos que aquélla intenta difundir a un público

determinado y la propia labor de los divulgadores.

En el mismo tenor que Lévy-Leblond, Philippe Roqueplo se pregunta por el sentido

último de la divulgación de la ciencia y su viabilidad -dado precisamente este alejamiento

que refiere Lévy-Leblond- y desde una perspectiva epistemológica nos hace ver que no es

lo mismo el o los discursos sobre la ciencia, que la práctica de la ciencia y lo ejemplifica

con un caso hipotético en donde para entender un problema determinado de física, hacer

la distinción entre masa y peso es importante. Roqueplo refiere la posibilidad de que al no

estar clara tal diferenciación entre los dos conceptos (peso y masa) el problema, su

desarrollo y resolución no sean entendidos por, digamos el lector común (Roqueplo, 1974:

74). El autor señala que en lo tocante al peso de un objeto, existe una evidencia sensible

de él, no así del concepto de masa que es un concepto más abstracto (Roqueplo, 1974:

74). Así, el autor continúa con su reflexión: “[…] si se considera el contenido actual de los

artículos o las emisiones de divulgación científica […] el público no puede ‘hacer’ la

biología o la física que se le expone. La cuestión, pues es la siguiente: si no puede, por

poco que sea, ‘hacerlas’ ¿es lícito esperar que pueda, por poco que sea, comprenderlas o

conocerlas en realidad?” (Roqueplo, 1974:72). La discusión en la que profundiza Philippe

Roqueplo sobre el sentido de la divulgación de la ciencia va de lo epistemológico a las

representaciones sociales, la construcción de sentido y el papel que desempeñan los

medios de comunicación en aquélla labor. Por ahora omito los pormenores de su

disertación, que si bien son interesantes y pertinentes para una elaboración teórica

compleja sobre la divulgación de la ciencia desde una perspectiva sociocultural, dar

cuenta de ello queda fuera del objetivo de este ensayo.

Me limito a destacar una de las principales conclusiones a las que llegó Roqueplo

después de un periplo teórico abundante en reflexiones: en lo tocante al papel que el

divulgador de la ciencia cumple como tal, éste debe “[…] permitir al público asignar

carácter de significativo y verdadero a un discurso que los científicos reconocen, en forma

inequívoca, como expresión verdadera del saber objetivo.” (Roqueplo, 1974:90). Esto por

su puesto tiene amplias implicaciones teóricas y prácticas. Aquí, sólo quisiera rescatar

que si bien es común pensar en la divulgación de la ciencia como una mediación entre los

productores de aquélla y el público, son los constitutivos de esta mediación y sus

características, la práctica misma del divulgador y el perfil que en términos de la formación

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éste debe de tener lo que quedaría aun por discutir.

Algunas conclusiones:

Es evidente que son muchas preguntas y responderlas queda fuera del alcance de

este trabajo. Sin embargo, hay que tenerlas presentes, no olvidarlas cuando se pretenda

ejercer una profesión que de suyo tiene o debería tener un alto impacto en términos

sociales, culturales y políticos como lo es la divulgación de la ciencia.

El texto al que hago alusión está incluido en el libro El reparto del saber que

Philippe Roqueplo publicó en 1974. Es evidente que el debate sobre el papel de la

divulgación de la ciencia continúa vigente en la primera década del siglo XXI4. Un aspecto

de la realidad contemporánea que le da vigencia y que potencia este debate es el

problema de cómo mediar entre la ingente cantidad de datos que se publican sobre la

producción científica contemporánea que circula a través de Internet y su transformación

en información interesante, útil y significativa para las personas. Por otra parte, en un país

como el nuestro, con una incipiente y frágil democracia, la pregunta por el papel que debe

de jugar la ciencia y su divulgación en términos pedagógicos y educativos que oriente la

toma de decisiones individuales y colectivas (construcción de ciudadanía) es un también

un tema fundamental que debería ser discutido.

Por último, debo decir que en mi niñez ya sea por interés personal, de mi propia

familia o también porque había cierto flujo de información sobre el entorno tecno-científico

en los medios de comunicación de aquéllos años en el Distrito Federal (radio, revistas,

televisión comercial abierta y estatal), ello determinó que no fuera ajeno a estos temas,

sino que me resultaran interesantes. Como muchos niños de entonces, cada fin de

semana estaba al pendiente de la emisión de Cosmos y otros programas de corte

documental. En este sentido, me parece que, al margen del debate expuesto líneas

arriba, muchos esfuerzos por divulgar los avances y descubrimientos de la ciencia y la

tecnología han cumplido con su cometido. Así se trate de representaciones de

representaciones, del uso de modelos para explicar conceptos difíciles y abstractos y de

que en términos epistemológicos no sea lo mismo la ciencia practicada que un discurso

sobre la ciencia, no podemos negar que tales discursos han contribuido –y de hecho lo

siguen haciendo- a estimularnos y nutrir nuestra imaginación para pensar el mundo y a

nosotros mismos de manera diferente.

4 Habría que revisar qué estado guarda en la actualidad este debate en los países de la Comunidad Europea y

en América Latina. Es importante señalar que el tema de divulgación de la ciencia y democracia que aborda tanto Levy-Leblond como Roqueplo, se sitúan en Francia, país en donde la discusión sobre el uso de los medios públicos para dar un acceso democrático a la ciencia y cultura ha sido muy importante.

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Bibliografía:

Irwin, Alan y Wynne, Brian (ed.) (1996). Misunderstanding Science?: The Public

Reconstruction of Science and Technology. Cambridge, Inglaterra: Cambridge University.

Lévy-Leblond, Jean-Marc. (2004). La piedra de toque. La ciencia a prueba, México: Fondo

de Cultura Económica, colección Ciencia y Tecnología.

Roqueplo, Philippe. (1983). El reparto del saber: ciencia, cultura, divulgación. Buenos

Aires, Argentina: Gedisa, colección Límites de la Ciencia.

Snow, C.P. (1961). The two Cultures and the Scientific Revolution (The rede lecture),

Nueva York, Estados Unidos: Cambridge University Press.

Wiener, Norbert. (1995). Inventar: sobre la gestación y el cultivo de las ideas. Barcelona,

España: Tusquets.