osorio - o megarrelato posmoderno

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    En tanto corriente losca, el pos-modernismo obtuvo rpida legitimidaden el campo acadmico por su corro-siva crtica a los fundamentos de lamodernidad, que considera agotados,tales como la conanza en la cienciacomo medio para conocer y organizarla vida social, la historia como procesoque tiende al progreso material y socialy al sujeto como encarnacin de metastrascendentales.

    Su influencia se ha hecho sentiren amplios territorios de las llamadasciencias sociales y en las humanidades,en particular en losofa, antropologa,sociologa y en lo que se conoce comoestudios culturales, propiciando otramirada a viejos y nuevos temas de es-tudio, aportando trminos y categorasy, sobre todo, nuevas posiciones nosiempre explicitadas sobre el qu y elcmo conocer en dichas disciplinas.

    Al igual que como sucede con mu-chos cuerpos tericos admitiendo la au-sencia de formacin losca y episte-molgica en los espacios en donde seensean las ciencias sociales y las hu-manidades se han asumido plantea-mientos posmodernos no siempre porun conocimiento y discusin de susfundamentos, sino, en gran medida,por el peso de las modas intelectualesy el afn de estar al da, no siemprereeivo, que reclaman diversos espa-cios acadmicos.

    En lo que sigue expondr de ma-nera crtica algunas de las posicionesde lo que constituyen los ncleos du-ros del posmodernismo en materia deconocimiento. Esto implica privilegiarsu anlisis en tanto propuesta los-co-epistmica. Considero que si bienson cuestionables muchas de las posi-ciones que subyacen en el positivismo-

    El megarrelato posmodernoJaime Osorio*

    NOTA CRTICA/ESSAY

    *Profesor-investigador del Departamento de Relaciones Sociales de la UAM-xochimilco. Direccin electrnica:[email protected]

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    empirista sobre el quehacer cientco,principal heredero de la modernidadcientca y paradigma que termin eri-gindose como el enfoque cientcopor antonomasia, no es el posmoder-nismo la nica y mucho menos la me-jor base para sustentar tales cuestiona-mientos.

    De los tiempos: teoradesde la derrota

    Antes de entrar en materia es conve-niente hacer una breve contextualiza-cin. No es un asunto irrelevante elhecho de que el orecimiento y augeinicial del posmodernismo en Europa,que puede ubicarse en los aos seten-ta del siglo XX,sea coincidente con lostiempos de inicio del proyecto reestruc-

    turador de la economa y de la polticaa nivel mundial, de la mano del grancapital internacional, proceso conoci-do vulgarmente como globalizacin,perodo que contempla el derrumbedel socialismo realmente existente,la tercera ola de la democratizacin li-beral en la propuesta de Huntington ylas formulaciones del n de la histo-

    ria de Fukuyama. Hay algo ms quepura coincidencia y contingencia en lasimultaneidad de estos procesos.

    Tras armaciones como que elgran relato ha perdido su credibilidad,sea cual sea el modo de unicacin quese le haya asignado: relato especulati-

    vo, relato de emancipacin (Lyotard,1994:73), Jean-Franois Lyotard ubicaal posmodernismo a lo menos en unaposicin escptica frente a los plantea-mientos que postulan el cambio y latransformacin social. Por ello DanielBensaid seala que el rechazo posmo-derno de los grandes relatos no impli-ca solamente una crtica legtima a lasilusiones del progreso asociadas con eldespotismo de la razn instrumental.Signica tambin una de-construccin dela historicidad y un culto a lo inmediato, lo

    efmero, lo descartable, donde proyectosde mediano plazo no tienen ms cabi-da (Bensaid, 2004:34).1

    El desencanto de una amplia ge-neracin de intelectuales ubicados enun amplio espectro de posiciones deizquierda (trotskistas, maostas y liber-tarios en general) luego de la invasinsovitica que puso n a la Primavera dePraga, en Checoslovaquia, y de las re-

    vueltas del mayo francs de 1968, tuvoconsecuencias tericas y polticas queacentuaron el desencanto de esa gene-racin con el socialismo en la UninSovitica y Europa del Este, as comosu escepticismo frente a la idea de la

    1Bensaid dene el mediano plazo como el tiempo poltico por ecelencia. Por ello agrega que en laconjuncin de los tiempos sociales desajustados, la temporalidad poltica es precisamente la del medianoplazo, entre el instante fugitivo y la eternidad inalcanzable (2004:34).

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    revolucin, propiciando posiciones queauirn en la gestacin del plantea-miento de los llamados nuevos l-sofos y del posmodernismo.

    En referencia a Francia en particu-lar, Alex Callinicos seala que la odi-sea poltica de la generacin de 1968es crucial para entender la difundidaaceptacin de la idea de una pocaposmoderna en los aos ochenta. Essta la dcada en que los radicales delos aos sesenta y setenta () habanperdido toda esperanza en el triunfo deuna revolucin socialista y a menudohaban dejado de creer incluso que unarevolucin semejante fuese deseable(Callinicos, 1998:316).

    Procesos con iguales consecuen-cias tienden a producirse en AmricaLatina. Luego de la gran ebullicin po-ltica y prolca produccin terica quesigui al triunfo de la revolucin cuba-na y que se prolonga hasta el n delgobierno de Salvador Allende en Chile(1970-1973), las violentas polticas decontrainsurgencia que se desatan en laregin, y en algunos pases desde antesdel golpe militar en Chile, dan inicio aun perodo de reujo terico que slocomenzar a revertirse hacia nales delos aos ochenta.

    Desde esta perspectiva, tanto elposmodernismo, que se gesta en Eu-ropa, particularmente en Francia, ascomo las formulaciones en los aos se-tenta y ochenta en Amrica Latina entorno, por ejemplo, a los movimientos

    sociales y la sociedad civil, van a estarsignadas como reeiones que emer-gen bajo el peso y el clima que propiciala derrota.

    Entre la represin inicial y el con-trol posterior, en la academia latinoa-mericana tiende a hacerse sentidocomn la idea de que los cuerpos teri-cos que se abren al anlisis de las revo-luciones sociales (y de la dominacin yexplotacin, referencias que conducensin muchos problemas al marismo)deben ser abandonados o relegados.Ello va a tener una expresin no sloterica sino tambin poltica: desdeun contexto en el que predominaba laidea de que el cambio societal y la re-

    volucin eran posibles, se pasa a otroen que se reclama el realismo pol-tico, que no es ms que la asuncinque no hay cambio de fondo factible yque slo queda convivir con un ordensocial que alguna vez se crey podersuperar. Para nales de los ochenta, yen los noventa, el terreno se encuentraapto para que al arribo del posmoder-nismo a Amrica Latina, va la acade-mia europea y estadounidense, ste seexpanda con rapidez.

    En este clima asistimos a un acele-rado cambio en los referentes tericos,con la presencia de muchos ms inter-locutores tericos que los aqu consi-derados, y con perspectivas polticasdiversas. La emergencia de nuevostemas, muchos de ellos de relevan-cia, no pudo sustraerse al abandono

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    de viejas teoras que algunos creanrebasadas por los nuevos tiempos, conlo cual las nuevas formulaciones apa-recan como el resultado de una ver-dadera revolucin cientca, un nuevoestadio del conocimiento. As, del sis-tema mundial capitalista se pasar a ha-blar de la globalizacin; de economascentrales e imperialistas, a una nocinde imperio, sin centro, dislocado y des-territorializado; de las clases sociales, alos movimientos sociales, la sociedadcivil y a nuevos y viejos actores; delos debates sobre el poder y el Estado,a los anlisis de las transiciones y a losestudios electorales; de la dominacin,a la gobernabilidad; de la determina-cin a lo contingente, a lo efmero, aun mundo social sin condensaciones ysin relaciones sociales, a lo sumo conredes. Del estudio de una poca ()a travs de sus manifestaciones susobras y poner al descubierto las ra-ces sociales de esas formas simblicas(Altamirano, 2002:12),2 a un pastichecultural considerado interdisciplina-rio, porque toma un poco de todo, enla epistemologa del shopping (comoquien llena un carrito de supermerca-do), con un nfasis por la gracia so-cial, el ritmo y los pasos que moldeanla danza de la vida (Garca Canclini,2006).

    Este pensar desde la derrota pro-piciar la extraa convivencia posteriorde posmodernos con planteamientostericos y polticos inmovilistas, juntoa otros que se reclaman de izquierda oprogresistas, casi todos abrevando enlo fundamental de Nietszche, Heide-gger, Foucault o Derrida, con lo cualse produce una interesante disputa in-terpretativa sobre estos autores, que seconstituyen en los referentes centralesen el discurso posmoderno.

    Un metarrelato que destaca el n

    de los grandes relatos

    Fue desde un escrito de Lyotard queel posmodernismo proclam alguna desus certezas, sintetizadas en la idea deln de los grandes relatos y de toda for-

    mulacin terica que buscara una ex-plicacin totalizante de la historia, de lamodernidad (y del capitalismo) (Lyo-tard, 1994).3El sealamiento de Lyotarden contra de la razn instrumental delas ciencias y su idea de progreso, en-contraba razones en hechos conocidosy de alta sensibilidad, sea en la irracio-nalidad de la experiencia nazi o en las

    prcticas del capital en su entorno am-biental. Su posicin supona dar vueltaa la pgina en cmo reeionar, y enlos hechos una propuesta de reiniciar

    2La cita indicara la visin de Mannheim sobre los estudios culturales.3Obra publicada en francs en 1979.

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    el camino. Ms all de esta pretensinfundante, son sus propuestas para ha-cer frente a los males sealados, losconsiderados problemticos.

    La crtica a los grandes relatossignicaba en los hechos reclamar lacentralidad de un nuevo metarrelato,4aquel que declara (al) pequeo relato[] como la forma por ecelencia quetoma la invencin imaginativa, y, desdeluego, la ciencia (Lyotard, 1994:109).Lo que se pona en cuestin no eraslo la idea de un progreso en el de-

    venir de la historia, sealada tambindesde otras vertientes. En el fondo fuela razn en tanto capacidad de buscareplicaciones del mundo (social) la quese puso en entredicho. Con ello unanueva versin del irracionalismo episte-molgicotomaba forma.5

    El reclamo al abandono de pre-tensiones tericas generales, de todaperspectiva holstica, dej a las cien-cias como el receptculo de reeio-nes fragmentarias y contingentes. Lo

    singular y lo diverso pasaron a cons-tituir el criterio de demarcacin de losobjetos de investigacin. Con ello sepropici una suerte de reicacin de lapedacera societal.

    El maniesto posmoderno en-contr seguidores en un campo mu-cho ms amplio que aquellos que sereconocen loscamente con esteenfoque. De manera gradual, temasrelevados por el posmodernismo y ol-

    vidados o relegados con anterioridad,como el de las identidades, el multicul-turalismo, la pluralidad de movimien-tos sociales, etctera, as como diver-sas nuevas categoras (entre las mssocorridas, deconstruccin, textuali-dad, juegos de lenguaje, signicantes,signicados, etctera), se fueron con-

    virtiendo en vocabulario comn en laacademia. En una franja ms restrin-gida, sus planteamientos loscos ylos del deconstructivismo derridania-no pasaron a fundamentar posicionesconsistentes.6

    4El propio Lyotard lo seala: Los grandes relatos se han tornado poco viables. Estamos tentados de creer,pues, que hay un gran relatode la declinacin de los grandes relatos [el subrayado es mo] (1994:40).5Entre las posturas irracionalistas radicales podramos citar a los sostas. Entre ellos se generalizan y

    extienden, como actitudes intelectuales, tanto el relativismo(no hay verdad absoluta) como el escepticismo(si hay verdad absoluta, es imposible conocerla) [] (Muoz y Velarde, 2000:365). All se establece ladistincin entre el irracionalismo epistemolgico,que postula que la razn no puede conocer lo real (o sloen parte), por lo que a lo real se accede por va de otros conocimientos, diferentes a los de la razn,como la intuicin o el corazn, posicin en donde se ubicara el posmodernismo, del irracionalismometafsico,que seala el carcter absurdo e insensato de la realidad (Muoz y Velarde, 2000:365-367).6Es frecuente que se ubique a Jacques Derrida entre los autores que han insistido en la necesidad desalir de la tradicin losca moderna, por lo que sus posiciones resultan anes a la sensibilidadposmoderna (Abbagnano, 2004:839).

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    El malestar con la totalidad

    Una de las derivaciones del reclamoposmoderno al n de los grandes re-latos remite al rechazo de la nocinde totalidad, generalmente asociadacon todo lo que existe, con lo cualse aproxima ms bien a la de comple-tud formulada por Morin (1998).Ensus versiones ms extremas, enfatizarla necesidad de la totalidad es sinni-

    mo de totalitarismo, visin en lo que elposmodernismo comparte posicionescon el positivismo. Pero qu signicaaprehender la realidad como totalidad?Dicho de manera breve, dar cuenta delo que articula y estructura la vida social,de aquello que la organiza y jerarquizay que termina otorgndole sentido enalguna temporalidad especca. No

    ms, pero tampoco menos. En nuestrotiempo, ello se sintetiza en la lgica delcapital y su afn de valoracin, procesoque marca de manera indeleble las rela-ciones humanas y el mundo institucio-nal que las acompaa.

    Esa lgica es prioritariamente uncampo de relaciones sociales que atra-

    viesan la produccin y la reproduccin

    social, conformando un entramadoque impone su signo sobre toda la

    vida en sociedad. El afn de valoracin

    del capital organiza la vida material yle otorga su impronta a la vida espiri-tual, en tanto iluminacin general enla que se baan todos los colores, conlo que es posible una mayor inteligibi-lidad. El conocimiento de fragmentosy parcelas y de sus singularidades sersuperior entonces si se les ubica en elterreno de las relaciones en que ellos seintegran y articulan: un mundo socialregido por la lgica del capital.7

    La misticacin posmodernista delos fragmentos, expresada en la formacomo aborda la diversidad cultural, lasegmentacin y dislocacin del poder,o las identidades fragmentadas, nosdeja en el terreno de la fetichizacin,dela ausencia de relaciones en un mundocapitalista que opera, por el contrario,como totalidad, fuertemente articula-da, sea en materia de poder poltico,econmico e ideolgico. No es razo-nable desconocer el sinfn de cadenasproductivas, segmentadas y repartidaspor el mundo por el capital industrial;la desterritorializacin propiciada porel capital nanciero, por mencionaralgunos asuntos relevantes. Pero estareein peca de unilateralidad, por-que queda atrapada en la contingenciadesarticuladora, incapaz de ver su con-tracara y el ncleo que la propicia: lafrrea centralizacin del poder poltico

    7Ello porque en todas las formas de sociedad existe una determinada produccin que asigna a todas lasotras su correspondiente rango (e) inuencia y cuyas relaciones por lo tanto asignan a todas las otras elrango y la inuencia (Mar, 1971:27-28).

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    y econmico en tiempos de mundia-lizacin (Osorio, 2004). Por ello, unasunto clave en la etapa actual es ex-plicar por qu un sistema tan centralizadoreclama hoy de tanta descentralizacin en su

    despliegue y funcionamiento.

    Como nunca, en nuestros das elcapital es capaz de procesar y asimilara su reproduccin la nocin de diversi-dad. El n del fordismo, por ejemplo,ha implicado una organizacin produc-tiva que responde de manera expeditay eciente a demandas de segmentosdel mercado especcos, con lo cual seha puesto n a la produccin en serie.Ello va acompaado a su vez de pro-ducciones en cadenas altamente seg-mentadas repartidas por todo el globoterrqueo. Todo ello cumple un papelimportante en alimentar la idea de unmundo descentralizado. Pero en esosencadenamientos los ncleos produc-tores de conocimiento, de programasy de direccin se ubican en economasdel mundo llamado central, quedan-do en la periferia aquellos eslabonescon menores cargas de innovacin, yes la lgica de la valoracin la que seencuentra en esta nueva divisin inter-nacional del trabajo.

    Esa idea de totalidad, de un mundosocial que mantiene en lo fundamentalun eje que articula y organiza, es lo quese pierde a su vez cuando se calica

    nuestra poca como posindutrial, dela infomacin, del conocimiento, delriesgo, etctera, relegando lo primor-dial, la iluminacin general en dondetodos estos elementos adquieren signi-cacin.

    Realidad y verdad como

    no-problemas epistmicos

    Tras su emergencia con un perl crti-co, el descontruccionismo, que nace enFrancia, arriba a la academia de Esta-dos Unidos en los aos ochenta y sien-ta sus reales en los departamentos deletras, dando vuelo a los cultural studies,alejados de la propuesta anglosajonasobre los estudios culturales recorridapor Raymond Williams, E. P. Thomp-son, Terry Eagleton, y proseguida porFredric Jameson y Slavoj Zizek,8 endonde la cultura no es ajena a un tiem-po histrico y a la reproduccin y con-tradicciones de la vida social. Importadestacar que ese paso marcar un giroen la forma como es asumida la pro-puesta terica de Derrida, convirtin-dose [] de una corriente loscaen, bsicamente, un mtodo de anlisistetual (Palti, 2005:63).

    Rpidamente el deconstructivismose extendi a diversos territorios de lasciencias sociales. Los vulgarizadores,

    8Y que de diversas maneras se hace cargo de lo realizado por Gramsci, Lukcs, Benjamin, Adorno, Sartrey Marcuse, entre otros.

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    con todas sus letras, hicieron suya laarmacin derridaniana que no hay(nada) fuera de(l) teto (Derrida,1986), dando vida a lo que se ha cali-cado como imperialismo tetual opantextualismo: los discursos cien-tcos pueden ser asumidos como undiscurso ms, sin referencia a nada ajenoa ellos mismos, ignorando aquello quedesborda al discurso [] aquello que nopuede ser reducido al texto, aunquedependa de l para hacerse aparente(Grner, 1998:49). En denitiva, des-conocer una teora que reconozca al-

    guna diferencia entre lo real y el discur-so (Grner, 1998:48).

    En la base de esta postulacin seencuentra un planteamiento particularrespecto de la relacin entre discurso yrealidad, que devala loscamente lasignicacin de la realidad. El caminopodra describirse as: el posmodernis-mo establece una distincin entre in-dependencia causal, por ejemplo, que lasmontaas existen con independenciade que la gente tuviera en la mentela idea de montaa o en su lenguaje lapalabra montaa, al n que una delas verdades obvias acerca de las mon-taas es que estaban all antes de queempezramos a hablar de ellas (Ror-

    ty, 2000:100), y causacin representacional,en donde no tiene objeto preguntar siexisten realmente montaas o si es sloque nos resulta conveniente hablar demontaas, ya que carece de objeto pregun-tar si la realidad es independiente de nuestro

    modo de hablar de ella[cursivas mas], ode nuestras representaciones. Y care-ce de objeto porque no tenemos otraforma de referirnos a la realidad msque con lenguajes y algn sistema derepresentacin. Y como entre las pala-bras o representaciones y las cosas nohay ningn pegamento metafsico,nada nos asegura que existe algo ms all de

    las palabras y las representaciones.9

    Lo anterior, al decir de Eagleton,constituye un retorno regresivo al

    Wittgenstein del Tractatus Logico-Philo-sophicus,donde sostiene que puesto quenuestro lenguaje nos da el mundo, nopuede simultneamente comentar surelacin con l(Eagleton, 1997:67).10

    Pero si no hay realidad ajena allenguaje posible de conocer, la propiaidea de verdad queda como un asuntono epistmico, o bien un no-proble-ma. Por ello Rorty seala que si reco-jo lo que algunos lsofos han dichosobre la verdad, es con la esperanzade desalentar a que se siga prestando

    9En esta lgica, siguiendo a Wittgenstein, Rorty se pregunta: has encontrado algn modo de meterteentre el lenguaje y su objeto? (2000:124).10Eagleton seala que el Wittgenstein de los ltimos tiempos acaba por renunciar a esa perspectivamonstica, y dej de pensar el lenguaje como una totalidad considerando actos discursivos [] quese relacionan con el mundo, proveyendo ste la raznpara aqullos (1997:67).

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    atencin a este tema ms bien estril(2000:23).

    Las ciencias sociales y la losofa

    como discursos literarios

    Una consecuencia de este proceso hasido la literaturizacin del discurso enciencias sociales, que al hacerse auto-rreferencial, sin las constricciones deun algo ms all al texto, ha propi-

    ciado el desdibujamiento de las fron-teras entre literatura y ciencias, y entreliteratura y losofa.11Derrida fue claroen su distancia frente a este tipo de po-siciones. Tras excusarse por tener quehablar un poco brutalmente, seal:jams trat de confundir literatura ylosofa o de reducir la losofa a laliteratura, en respuesta a posturas en

    tal sentido en la academia estadouni-dense y de Rorty en particular.12

    No desconocemos que la losofapuede hacer uso de recursos literariosy que la literatura de recursos los-cos. All est la produccin de JorgeLuis Borges para ponerlo de manies-to. Pero esto no supone desconocer las

    particularidades de cada quehacer. Eneste sentido queda claro que, en strictusensu,Borges no es lsofo.13

    En este contexto, desde la lgicadel posmodernismo deconstructivista,la teora pierde signicacin. Importams la esttica del discurso que la rigu-rosidad epistmica y conceptual, asun-tos estos ltimos que son asumidoscomo barreras a la libertad creativa. Eldiscurso cientco no es ms que unjuego de lenguaje.

    La devaluacin de la losofa

    El quehacer acadmico se realiza enel contexto de viejos problemas queatraviesan a las ciencias sociales, reno-

    vados y reciclados por el auge posmo-derno-deconstructivista. Tal es lo que

    acontece respecto de la antigua y con-ictiva relacin entre ciencias socialesy losofa.

    Desde el posmodernismo, esta re-lacin tiende a perder signicacin yaque desconoce la especicidad del dis-curso de las ciencias frente a cualquierotro discurso,14 lo que termina por

    11Una defensa de esta postura puede verse en Rorty (1993:125-182).12Vase la postura de ambos en Mouffe (1998).13No desconozco los planteamientos que sealan que en general todos los hombres (como especie)somos lsofos. Pero esta armacin, tras su aparente generosidad y benevolencia, termina por diluir laespecicidad de la losofa. De igual modo podra armarse que todos somos poetas, fsicos o msicos.14Para Rorty, la ruptura de la distincin entre losofa y literatura es esencial para la desconstruccin, yaque su losofa lleva en la direccin de una tetualidad general indiferenciada (1993:125) (subrayadoen el original).

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    anular cticiamente aquel conicto, aleliminar a uno de los elementos en ten-sin. Por estas vas el posmodernismoha desvirtuado el sentido de la loso-fa, en tanto una prctica de la raznorientada al saber.15El propio queha-cer losco, desde una postura lo-sca, termina siendo devaluado.

    Todo lo anterior no implica queel posmodernismo no establezca unaplataforma losca. Apoyndose en

    Wittgenstein, niega la posibilidad deun metadiscurso omnicomprensivo;su ruptura con la razn totalizante sepresenta como un adis a las grandesnarraciones les grands rcits (emanci-pacin de la humanidad, por ejemplo),por una parte, y al fundamentalismo porotra; el grand rcit de la losofa, laciencia... ha dejado de ocupar el papelprioritario y ha dejado de ser el prin-cipio legitimador (Muoz y Velarde,2000:369).

    La resignicacin del pequeo rela-to y de la fragmentacin, despreciandotoda bsqueda de explicaciones gene-rales y de la nocin losca de tota-lidad; el rechazo a las condensacionesestructurales y a la idea de continuidad(y con ello de proceso) en la historia,lleva a destacar slo las contingencias,las discontinuidades, lo incierto. Uno

    de los problemas del posmodernismoes la unilateralidad de su propuesta.No termina de comprender qu con-tingencia, discontinuidad, parte, etc-tera, constituyen expresiones de unarealidad que necesariamente contienela otra dimensin, que con esos tr-minos se pretende negar, como sonnecesidad, continuidad, totalidad, et-ctera.

    En qu sentido asumir en la vidasocial las trasnochadas ideas de que

    vivimos en la incertidumbre o en lacontingencia? Cul es su signica-cin? Porque para millones de sujetoseste mundo se mueve, en cuestionescentrales, con una gran certidumbre:saben que si no salen da a da a vendersu capacidad de trabajo se mueren dehambre. Y que si no encuentran traba-jo o encuentran un trabajo con salariospauprrimos, como de manera crecien-te tiende a ocurrir, tendrn que realizaralguna otra actividad, como venderalgo en la va pblica, ofrecer algnservicio en algn crucero (como lim-piar cristales de autos), pedir limosna,robar o salir de sus fronteras aunquesea sin documentos. Las actividades arealizar pueden ser inciertas y contin-gentes, pero todas derivan de una grancerteza.

    15As, de acuerdo con la denicin que aparece en el Eutidemo platnico: la losofa es el uso del saberpara ventaja del hombre (Abbagnano, 2004:485).

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    Temas como los hasta aqu expues-tos ponen de maniesto los equvocosde quienes suponen una tajante sepa-racin entre ciencia y losofa, comoen el caso de los positivistas,16 perotambin de quienes, como los posmo-dernos, terminan por diluir todo ensimples juegos de lenguaje, haciendoperder la especicidad de la losofa yde las ciencias.

    Desde esta perspectiva, no es unproblema menor la ausencia de cursosde losofa y en particular de episte-mologa en los programas de estudiosde las carreras de ciencias sociales,tanto a nivel de licenciatura como deposgrado.17Conocer los fundamentosloscos de las teoras permite po-ner al descubierto los supuestos sobrelas cuales stas se construyen, y nosotorgan mejores bases para compren-der el horizonte de visibilidad que nosofrecen, tanto en lo que privilegian e

    iluminan como problemas centrales,as como sobre los puntos ciegos quetienden a presentar.

    A manera de conclusin

    Poner de maniesto asuntos como losaqu abordados no signica un rechazode todo lo que determinada escuela ocorriente losca produce y propone.

    Tampoco signica desconocer su leg-timo papel y lugar en el mundo de las

    ideas en el campo acadmico. Este tipode ejercicios debiera hacerse con todaslas corriente tericas y loscas. Nin-guna debiera estar excluida del juiciode la razn. Pero asistimos a un climade poca acadmico en donde prevale-ce el todo se vale, que bajo un mantode aparente respeto y tolerancia a lo di-

    verso, constituye en realidad un fuerte

    signo de intolerancia (y de rechazo),por la va de la indiferencia.

    16Para stos, an con mayor razn, hay que distanciarse de la metafsica para hacer ciencia. Pero mientrasle cierran la puerta, sta entra por la ventana de sus propuestas: as, la economa neoclsica o la teorapoltica del racional choice suponen en su construccin naturalezas humanas egostas, racionalistas,calculadoras, etctera. Que yo sepa, no aparece an ningn gen en el que se deposite alguna de esascualidades. Estamos as en la metafsica.17Asuntos que no se resuelven con los tradicionales cursos de metodologa cuantitativa y cualitativa.Ms bien, esos mismos cursos responden a determinadas posturas loscas sobre el conocer, la realidad,etctera, lo que reclamara justamente la discusin de sus premisas nunca dichas.

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    Bibliografa

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