osv-el mundo 23 febrero 2007

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Viernes, 23 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6277. CATALUNYA INDUSTRIA CULTURAL Accionistas musicales La Orquestra Simfònica del Vallès es un modelo único en España. Constituida como sociedad anónima laboral, sus músicos son los dueños de su propia empresa musical. Este 2007 celebran 20 años de una trayectoria en la que han podido consolidar un proyecto con vocación territorial y social ANA MARIA DAVILA Tuvo su origen en una idea tan brillante como atrevida. Una de esas osadas iniciativas para las cuales no pueden existir términos medios. Sólo el triunfo o el fracaso absoluto. Y ellos tuvieron que ser capaces de recorrer un largo y sacrificado camino para alcanzar el primero, después de rozar el segundo. Todo dio comienzo en 1997, cuando la Associació d'Amics de l'Opera de Sabadell (AAOS), ese entusiasta colectivo de aficionados capitaneado por Mirna Lacambra que apenas cinco años antes había puesto en marcha una temporada lírica estable en el Teatre La Faràndula, concibió la ambiciosa idea de dotar a su encomiable proyecto musical de una orquesta propia. Mirna Lacambra, todo el mundo lo sabe, es mujer guerrera y de carácter. Y no le costó mucho convencer a quien fue necesario para hacer realidad dicha idea. «Hacer las óperas con músicos de la orquesta del Liceu se hacía cada vez más difícil y, por otro lado, yo veía que todos aquellos muchachos que estudiaban en el conservatorio no tenían un lugar donde comenzar a trabajar», recordaría, años más tarde, la presidenta de la AAOS, evocando las razones que le llevaron a poner en marcha dicho proyecto. El caso es que con el apoyo de la Diputació de Barcelona y la Generalitat de Catalunya -el Ayuntamiento de Sabadell no se quiso apuntar- se lanzó la idea y, bajo la dirección musical del maestro Albert Argudo, se convocaron audiciones para la creación de una orquesta sinfónica.

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Page 1: OSV-El Mundo 23 Febrero 2007

Viernes, 23 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6277.CATALUNYA

INDUSTRIA CULTURAL

Accionistas musicalesLa Orquestra Simfònica del Vallès es un modelo único en España. Constituida como sociedad anónima laboral, sus músicos son los dueños de su propia empresa musical. Este 2007 celebran 20 años de una trayectoria en la que han podido consolidar un proyecto con vocación territorial y social

ANA MARIA DAVILA

Tuvo su origen en una idea tan brillante como atrevida. Una de esas osadas iniciativas para las cuales no pueden existir términos medios. Sólo el triunfo o el fracaso absoluto. Y ellos tuvieron que ser capaces de recorrer un largo y sacrificado camino para alcanzar el primero, después de rozar el segundo.

Todo dio comienzo en 1997, cuando la Associació d'Amics de l'Opera de Sabadell (AAOS), ese entusiasta colectivo de aficionados capitaneado por Mirna Lacambra que apenas cinco años antes había puesto en marcha una temporada lírica estable en el Teatre La Faràndula, concibió la ambiciosa idea de dotar a su encomiable proyecto musical de una orquesta propia.

Mirna Lacambra, todo el mundo lo sabe, es mujer guerrera y de carácter. Y no le costó mucho convencer a quien fue necesario para hacer realidad dicha idea. «Hacer las óperas con músicos de la orquesta del Liceu se hacía cada vez más difícil y, por otro lado, yo veía que todos aquellos muchachos que estudiaban en el conservatorio no tenían un lugar donde comenzar a trabajar», recordaría, años más tarde, la presidenta de la AAOS, evocando las razones que le llevaron a poner en marcha dicho proyecto.

El caso es que con el apoyo de la Diputació de Barcelona y la Generalitat de Catalunya -el Ayuntamiento de Sabadell no se quiso apuntar- se lanzó la idea y, bajo la dirección musical del maestro Albert Argudo, se convocaron audiciones para la creación de una orquesta sinfónica.

Se presentaron 174 aspirantes de los cuales resultaron escogidos 54. Uno de ellos era el violonchelista Albert Bardolet, un joven músico de sólo 21 años que, al igual que otros intérpretes que respondieron a la convocatoria, trabajaba por aquellos días en las representaciones de la obra El Mikado de Dagoll Dagom.

«Vivimos todo aquel proceso con mucha ilusión, porque aquello significaba la oportunidad clarísima de ser profesional para toda una generación de músicos», recuerda ahora Bardolet.

De esta forma, el 27 de marzo de 1987, con un concierto dedicado a Mozart, Wagner y Beethoven, hacía su presentación oficial la Orquestra Simfònica del Vallès (OSV), que dos meses después vivía su debut operístico con Madama Butterfly, de Puccini.

Se ponía así en marcha una aventura que pocos creían que pudiera tener un final feliz. Y,

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de hecho, la realidad a punto estuvo de confirmar esos funestos augurios. Apenas un año y medio después, la AAOS llegó a la triste conclusión de que el proyecto era, económicamente, inviable. Pero no imposible.

«Fue la propia Mirna Lacambra la que nos habló de la posibilidad de formar algún tipo de asociación y convertirnos nosotros mismos en los propietarios de la orquesta. Buscamos la asesoría legal correspondiente y así vimos que podíamos convertirnos en una Sociedad Anónima Laboral», cuenta Bardolet. Con la indemnización que les correspondía por rescisión de contrato, los músicos reunieron el capital necesario para poner en marcha el proyecto y, de esta forma, echó a andar una iniciativa que hasta el día de hoy sigue siendo inédita en todo el Estado español: la de una formación orquestal cuyos propietarios -accionistas- son sus propios trabajadores.

Dos décadas después, la Orquestra Simfònica del Vallès es una realidad imprescindible del panorama cultural catalán, con tres programaciones estables al año: el ciclo Opera a Catalunya y dos temporadas sinfónicas, una en Sabadell y otra en el Palau de la Música. Pero lo verdaderamente importante es que esta orquesta ha conseguido consolidar su propio proyecto cultural, de clara vocación territorial y social.

Buen ejemplo de ello son esos 75.000 espectadores, de 37 poblaciones catalanas, a los que llegaron en 2006, así como sus particulares acciones de cara a algunos sectores especialmente sensibles de la sociedad, como es el ciclo de conciertos en las universidades o su iniciativa de llevar también la música clásica a las prisiones.

Para Albert Bardolet, actual presidente del Consejo de Administración que rige los destinos de esta empresa cultural, el único secreto para haber llegado hasta aquí reside en el esfuerzo personal de los propios músicos, que han luchado por sacar adelante el proyecto.

«Creo que podemos distinguir dos períodos muy claros en estos 20 años. La primera fue una etapa de clara supervivencia, en la que los músicos tuvimos el sueldo congelado durante muchísimo tiempo y trabajábamos incluso perdiendo dinero. Luego, ha habido un segundo período en el que la situación económica ha comenzado a mejorar, hemos conseguido nuevos patrocinadores y un poco más de ayuda institucional, aunque aún estamos muy lejos del que sería nuestro objetivo», reflexiona el músico.

En este proceso, cómo no, tanto los músicos como los responsables de la gestión empresarial de la orquesta son conscientes de que el trabajo se tiene que desarrollar bajo ciertas condiciones. «Cuando tienes pocos recursos te ves obligado a espabilar mucho», señala Bardolet, que reconoce que vivir esta situación les ha obligado, en ocasiones, a someterse a una intensidad de agenda no siempre acorde con la calidad artística o les ha limitado a la hora de diseñar programas musicales de un cierto riesgo artístico.

«Nosotros no trabajamos con unos recursos fijos, sino que hemos de generar, año a año, nuestro presupuesto», señala el gerente de la formación, Jorge Bernárdez, «esto obliga a la orquesta a afinar mucho sus propuestas y también a ser creativa, tanto en sus programas musicales como en los públicos a los que van destinados estos programas. Porque esta creatividad es la que garantiza la implicación de nuestros patrocinadores y, por tanto, la diversificación de nuestras fuentes de financiación».

No obstante, Bernárdez está plenamente convencido de la vigencia presente y futura de este modelo. En particular, en una sociedad de crecientes demandas culturales y en la que las instituciones se ven obligadas a diversificar cada vez más sus recursos, el modelo

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de la autogestión no sólo es una opción deseable, sino necesaria.

«Quizá nuestra consolidación ha sido más lenta de lo esperado, pero lo que está claro es que estamos en un proceso creciente de profesionalización de la orquesta, tanto en lo que se refiere a su estructura artística como empresarial», añade el gerente de la OSV.

Albert Bardolet también tiene claro por dónde ha de discurrir el futuro de la formación. «Somos la única orquesta profesional de España que vive más de recursos propios que de dinero público. Cualquier otra orquesta tiene un 60% de su presupuesto garantizado mediante las aportaciones públicas; en nuestro caso, este porcentaje sólo es del 30%, una cifra francamente irrisoria considerando que nosotros también hacemos un servicio público. El ideal sería llegar a un 50%», reclama el músico, aunque reconoce que el modelo de las orquestas íntegramente subvencionadas es obsoleto.

«Una orquesta como la nuestra es una orquesta viva, porque genera sinergias con el público, con los programadores y con toda la sociedad, y es capaz de captar y ofrecer lo que ésta necesita», concluye Albert Bardolet.

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