otilio hernandez leon
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Relatos descriptivos de sus vivencias como protagonista del proceso de ocupación del territorio del actual municipio de San José del Guaviare, Colombia.TRANSCRIPT
OTILIO HERNANDEZ LEON ALCALDIA DE SAN JOSE DEL GUAVIARE
Fortalecimiento del Centro de Memoria
con las historias de vida de los pioneros
de la Colonización
Otilio Hernández León Fundadores de San José del Guaviare
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Otilio Hernández León, testigo de la colonización desde niño, llega al Guaviare
con su familia en 1971, procedente de Guamal, en un vuelo de urraca junto con
otra familia de colonos. Realiza su proyecto de vida, se profesionaliza como
docente, y ofrece gran parte de su tiempo al servicio educativo. Como docente
comparte su experiencia de vida.
RELATO DEL SEÑOR OTILIO HERNANDEZ LEON
La aventura Guaviare inicia con mi padre, que viajaba seguido al Guaviare, un
día llega a la casa y nos dice que nos vamos todos, la expectativa por el viaje, y
conocer tierras de las cuales teníamos muchas referencias, como son que estaba
llena de animales salvajes, selva, indígenas.
Viajamos a la ciudad de Villavicencio en un camión, junto con la familia Fandiño
Garavito, el finado Luis Fandiño su esposa doña Ofelia, llegamos al aeropuerto
de Villavicencio en las horas de la noche, aproximadamente a las 8 de la noche.
Ahí estaba un avión DC3 de la Empresa Urraca, dormimos debajo del avión,
sobre el piso, era de gravilla, pasamos así toda la noche y en las horas de la
madrugada, nos levantamos, tomamos tinto, habían improvisado un fogón sobre
el piso.
Aproximadamente a las 8 de la mañana, nos subimos al avión, todas las dos
familias, con los poquitos animales que teníamos, y después de 50 minutos de
vuelo, estábamos en San José del Guaviare.
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En 1971 en San José del Guaviare, había unas 40 casas, con paredes de
bahareque, techos de palma de moriche, había unas viviendas de propiedad de
colonos que tenían techo de zinc, estaban ubicadas en el actual barrio el centro,
sobre la vía que comunica la heladería Colombia y el restaurante la portada. Lo
demás era sabanas y matorrales.
San José del Guaviare, en 1971 era un corregimiento, perteneciente al Gran
Vaupés, y la sede administrativa de esta región era la capital del Vaupés, Mitú.
La administración de los docentes y la parte administrativa y política se
centraban en Mitú, y tanto docentes como todo tipo de funcionarios debían hacer
todo tipo de trámites en esa localidad tan distante. De los corregidores que tuvo
el municipio, recuerdo a Héctor Calvo.
Cuando llegamos en febrero de 1971, nos ubicamos en una chocita en el barrio
el modelo, estuvimos ahí como veinte días, por detrás de la CDR cerca al actual
establecimiento educativo “Mi primera escuelita”, más o menos a 300 metros del
humedal.
A nuestra llegada al Guaviare, se encontraban Melco García, Bernardino Mota,
Bernardo Nieva, Joaquín Londoño, eran las personas que todos conocían en ese
tiempo, movilizaban el comercio y motivaban a los colonos a establecerse en el
territorio.
Comerciantes, recuerdo a Américo, popular porque era el carnicero del pueblo,
era de baja estatura, robusto y tomador del pelo, lo que se conoce popularmente
como patos.
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El pueblo tenía poquitas calles, cada callecita de una o dos cuadras. Recuerdo la
calle que iba desde la heladería el Colombia hasta el restaurante la portada, por
el otro extremo había una callecita que iba desde el Colombia hasta el colegio
Santander, hoy la gobernación, hacia el lado izquierdo la callecita que va desde
la iglesia hasta los actuales talleres municipales, ahí era la terminal del
aeropuerto.
En esa época la pista de aterrizaje comenzaba a la altura de la avenida el retorno,
sobre la zona verde del actual barrio Villa Ángela, y terminaba a la altura del
actual romboy.
El sitio de esparcimiento más importante era la panadería la flor del valle, en la
mitad de la cuadra que hoy estaría entre la portada y el Colombia, en este sitio
funcionaba la primera fama que hubo en el tiempo que llegamos nosotros, se
hacía cola para encargar la carne, y ahí nos encontrábamos todos.
Otro punto de encuentro muy popular era la iglesia, también era importante el
hospital antiguo, que funcionaba donde hoy está la secretaria de salud. Esas eran
las principales edificaciones que todos frecuentábamos.
La Heladería el Colombia, en esa época la gente se reunía para compartir el ocio,
los campesinos laboraban toda la semana y se desplazaban a San José el día
domingo, primero que todo a hacer su remesa, a comprar sus víveres, cada
campesino vendía sus productos que traía, en la plaza, luego iba y hacía su
remesa, la dejaba a guardar en el Almacén donde la compraba, eso era lo
cotidiano.
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Sobre el medio día se reunían a tomarse sus cervezas, y otros a tomarse sus
refrescos, el sitio más concurrido era la heladería el Colombia, llegaba mucho
personal del campo, alrededor amarraban sus caballos, y se dedicaban a
compartir y departir el chisme y la información, al son de un refresco o una
cerveza.
Había otro sitio sobre la orilla del rio, que atendía en las horas de la tarde, este
sitio se llamaba la Cabaña, era muy popular, y la gente que no se podía regresar
al campo, concurría a este sitio en las horas de la tarde y de la noche. Era un
bailadero renombrado, buena música, muy concurrido en esa época.
Este sitio estaba ubicado sobre lo que hoy es el puerto los pescadores, pero
como en la mitad del actual curso del rio, pues había una calle que comunicaba
del puerto de los pescadores al antiguo IDEMA y viviendas al otro lado de la
calle, como unos cincuenta metros que el curso del río y la erosión se llevó.
Había otra discoteca, muy renombrada, la discoteca “El paye” que quedaba
cerca al aeropuerto, en la actualidad seria el sector donde estaba la cruz roja,
era la única discoteca que existía, y la mayoría de los empleados concurrían a
este lugar.
Los primeros comerciantes, los más conocidos acá en San José del Guaviare,
pues los distinguimos y los recordamos a través de los comentarios que hacía
papá, cuando salía los domingos al pueblo a conseguir la remesa, siempre se le
escuchaba de los más destacados acá en el municipio.
Eran don Hernando Rodríguez el propietario del Almacén Veracruz, Don Nebio
Echeberry y Rubén Barrera del Almacén el Proveedor, don Julio Mendoza, don
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Plinio Bernal quien fue el primer panadero artesanal que nosotros distinguimos,
quien vivía en una casa de bahareque y techo en yaripa que tenía ahí cerca de la
policía, en el sector donde hoy está el edificio Santa Isabel.
Era conocido por ser el productor de las mejores “cucas” y todos concurrían a
comprar porque él tenía la medida y el gusto para fabricar estos panes, también
se oía mucho hablar de Don Melco García y Don Joaquín Londoño quienes
trabajaban con ganado y eran expendedores de carne.
A los veinte días de estar viviendo aquí en San José del Guaviare, mi padre se
desplazó a la trocha ganadera, en la vereda Santa Rosa adquirió una finquita de
25 hectáreas, sector al cual arribamos a mediados de febrero, en el verano de
febrero.
Y nos hicimos cargo de la siembra de 8 hectáreas de montaña que estaban
quemadas, para sembrarlas en arroz, en maíz, eso lo hicimos nosotros. Todos
los hijos y papa, los que teníamos 7 años en adelante, debíamos estar sembrando
el maíz y el arroz todo el día, y la única que quedaba en la casa era mama y los
hermanos que estaban por debajo de los cinco años.
En 1971 cada persona que tenía una finquita trabajaba con sus hijos, había poca
población en ese tiempo, nosotros llegamos, pues gracias a Dios éramos trece
hermanos, de los trece hermanos, estábamos con mama y papa, once, los dos
mayores estaban trabajando en otros lados de Colombia.
Pero nosotros nos tocaba, los que teníamos seis años en adelante, ir a trabajar a
las ocho, volver a almorzar a las doce y media, volver a la una y media y regresar
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a la casa a las cinco. No importaba que tuviera usted siete años, ocho años, fuera
hombre o mujer, así nos tocaba porque no había recursos para pagar obreros.
Y si alguien de otra finca venia y trabajaba dos días, había que hacer manos
vueltas, esto es regresarle los dos jornales. Eran familias que Vivian en las fincas
y cada una estaba haciendo su potrero o rozando para sembrar yuca o arroz, lo
que fuera, entonces eran manos vueltas, no había para pagar jornales, ninguno
tenía.
Y en ese tiempo la poquita plata que había era para completar la remeza, la carne
era en el pueblo y era distante para llevarse. Y nosotros nos tocaba ir a
rebuscarse al monte, ir a mariscar, con un perro y una peinilla ir uno por allá
medio día a ver si pudo matar un chaqueto, o cuando estaba muy de buenas por
ahí un armadillo, y eso.
Entonces entre todos nos tocaba rebuscarnos como sea la carne, a veces ya
aprendimos a hacer jaulas de bambú, o de varas, para con ellas capturábamos,
pájaros, aves, chorolas que eran unas aves que pesaban más de una libra o libra
y media.
Y eso era la comida de nosotros básicamente entre semana porque papa los
domingos se iba para el pueblo en su bestia, y sobre después de mediodía
llegaba con su remesita, y por ahí sus tres o cuatro libritas de carne que eso
duraban por ahí hasta el martes, y le tocaba uno como se dice en ese tiempo,
rebúsquese donde pueda, porque la situación era bien complicada.
Los últimos cinco hermanos, estudiamos en la escuela Santa Rosa, en el año 1971,
ahí hicimos los cinco años de primaria, en la concentración de desarrollo rural,
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hicimos nuestro bachillerato, como internos, todos los seis años, y me gradué en
la universidad pedagógica de Bogotá, como docente de Educación Física.
En esa época había tres establecimientos educativos en el pueblo, la
concentración de desarrollo rural que ofrecía primaria y bachillerato, en una
infraestructura cómoda, grande y muy bonita, donde también había servicio de
internado.
El colegio Santander que funcionaba donde hoy es la Gobernación, después, lo
trasladaron a la Concentración de Desarrollo Rural, por último a la Escuela la
Esperanza, donde estuvo unos años, y luego pasó a las actuales instalaciones.
Y la escuela la esperanza que funciona ahí en el mismo sitio donde está ahora, y
prestaba únicamente el servicio de básica primaria.
La CDR fue construida por el instituto colombiano de construcciones escolares,
imagino que para ellos fue todo un reto, no había carretera en tiempo de
invierno, los materiales fueron transportados por el río, de Puerto Lleras a San
José del Guaviare, y en tiempo de verano por las sabanas, y por supuesto hacia
un gran contraste con las edificaciones de la época, esa obra con esas
características en ese tiempo fue admirable.
A partir de 1973 la concentración de desarrollo rural se convierte en el primer
centro de formación académica en nuestra comisaría, en ese tiempo en el
Guaviare, fue edificada para suplir tres necesidades básicas del proceso
formativo de los estudiantes.
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Que era en las áreas agropecuarias, en las áreas de promoción social y en las
áreas industriales, que era lo que se pensaba que debía estar perfilado el
desarrollo académico de los estudiantes.
En lo agropecuario por que debía asimilar y hacerse cargo de todos los
procesos, que se venían dando en el campo, en la parte agrícola, en la parte
pecuaria, en la explotación de todas estas fuentes de producción en el
Departamento.
En el área de promoción social se trataba de formar estudiantes que fueran
idóneos en la formación de grupos, y en la formación también de comunidades,
que aunaran esfuerzos para buscar el progreso en ese tiempo del municipio.
En el área de industriales, se buscaba que los estudiantes fueran hábiles en el
manejo de todo lo que era herramientas, de ebanistería para el trabajo de
madera, la producción de muebles, de toda esta mano de obra que no había
calificada en este poblado.
Para que se realizaran todo lo que era las confecciones de muebles, de todos los
elementos que conllevan a la fabricación y amoblado de las viviendas. Que en
ese tiempo había una escasez enorme.
La Concentración de Desarrollo Rural fue la que más estudiantes albergó en sus
inicios, toda vez que comenzaba desde el grado primero, en los primeros cuatro
años desarrolló procesos académicos hasta el grado noveno, y a partir del cuarto
año ya hubo la formación del grado cero hasta el grado once
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Al terminar mis estudios universitarios, vine muy motivado y quería trabajar en
la CDR, como educador en el área de educación física, pero me encontré con el
obstáculo de que las decisiones en ese tiempo eran por cuestiones políticas y el
secretario de educación militaba en un partido diferente al que militaba mi
familia.
Insistí y finalmente fui nombrado como docente en este establecimiento
educativo. El Comisario de la época fue Francisco Gómez Reinoso y el Secretario
de Educación, el ya fallecido licenciado Manuel Mejía Jurado.
En el año 1996, por la época en que termine mi postgrado en Bogotá, se me
asignaron las funciones de director de núcleo, y se me asignó el núcleo educativo
número 9 que comprendía 30 veredas, el secretario de educación de ese tiempo
era el Doctor José Ignacio Javela Murcia.
En el Guaviare ocurren muchas cosas, que están en la memoria de la gente que
las vivió y amenazadas por el olvido. Un episodio son las bonanzas. Mucho que
decir de las bonanzas.
La apacible vida del campo se vio interrumpida por un torbellino, un frenesí que
lo cambió todo, estas situaciones de cambio de vida afectaron también a los
docentes, los cambios en la comunidad educativa fueron enormes, los colonos
eran campesinos, y se encuentran con la gran demanda por hoja de marihuana
en un comienzo y luego de coca.
No estaban acostumbrados a tener liquidez y jamás soñaron con llegar a tener
tanta capacidad de compra de todo tipo de bienes, eso acabó con las relaciones
de la comunidad entre sí, en el mismo entorno familiar.
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El papa ya manejaba poder, el orgullo de cada papa que no tenía carro, en la
primera raspada llegaba a la finca con su Toyota nuevo, eso era un orgullo que
nadie se podía quitar, llegar con su Toyota, con su revolver o su pistola, y llegar
con su caja de wiski o de aguardiente. Era el orgullo de cada uno, el que no
hiciera eso no era chagrero.
Y los hijos ya mayores también veían la garantía para conseguir dinero también,
pero en muchos casos se iban de la casa, pues el que manejaba básicamente el
cultivo era el papa, y era muy difícil que compartiera con los hijos ese poder de
dinero y el manejo de los cultivos.
Entonces muchos hijos se distanciaron de la casa, se fueron a formar sus propios
cultivos y entonces se hacía que en la vereda se disgregara fácilmente eso, los
estudiantes que ya tenían mayores de trece o catorce años se iban a buscar su
horizonte en otros lados. O en otras plantaciones y la familia se iba
desintegrando.
El padre de familia pues dejaba de ser el líder familiar y en cuestión de valores
se perdía todo lo que se había venido edificando en los hogares. Se perdió esa
unidad entre el padre, la madre y los hijos, la unión veredal cuando no se tenía
las plantaciones de coca que era una fiesta para todos, no cada uno hacia sus
jolgorios, cada uno cogía las necesidades a su manera.
Y de ahí empezaron a verse desenlaces fatales de muerte todos estos eventos
tristes que lastimosamente bañaron en sangre nuestros caminos, nuestras
bodegas y sobre todo también nuestra población.
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Esto tocó al docente, quien también vio en el negocio otra entrada más lucrativa
que el mismo sueldo, y que podía desarrollar paralelamente.
En el aula con los niños mayores de doce años la escuela tuvo que adaptarse a su
horario, pues la prioridad era emplearse como raspachines y volvían a la escuela
cuando la hoja de coca se había cosechado en la vereda.
Muchos de los docentes eran normalistas y su proyecto de vida estaba en sus
lugares de origen a los cuales siempre tuvieron la ilusión de volver, sus lugares
de origen eran muy distantes del poblado de San José, y los lugares de trabajo
también eran muy distantes del poblado de San José, pues era donde estaban
vacantes las plazas de docente.
Normalmente estos docentes eran muy jóvenes, y se desplazaban a esos lugares
tan apartados. En ese tiempo el docente era un líder en la comunidad, la gente
lo rodeaba, le trataba de brindar los medios para que se su estancia fuera
agradable y se amañara.
Cuando se presentan esta bonanza muchos de los cultivadores de hoja de coca,
quienes eran los más influyentes en la vereda en la adquisición de tierras,
bienes, y ganado, entonces le brindaban a muchos de estos docentes la
posibilidad para que también tuvieran su cultivo, chagra como se les decía, este
término lo copiaron de la parcela indígena.
Muchos docentes entraron de esta forma al negocio de los cultivos de hoja de
coca. Para ellos el salario de docente, era un ahorro para las vacaciones, y su
ingreso real era el que le daba la chagra.
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A final de año, venían al pueblo, cobraban, y se desplazaban a su tierra natal a
pasar la temporada de navidad y fin de año con sus padres y familia, como era
obvio tenían mucho más plata para compartir y derrochar, que la que tenían los
docentes que laboraban en la cabecera del municipio.
Muchos de los docentes por contrato, no renovaron sus contratos y se dedicaron
de lleno al negocio de la coca. Sembrando y procesando el alcaloide, muchos
terminaron como la mayoría de los que se vincularon a esta explotación ilícita.
Algunos pocos se organizaron, fueron finqueros, mejoraron sus predios,
metieron ganadería, y constituyeron sus familias, en los sectores más distantes
de este municipio.
A veces se tenía conocimiento de un docente que se demoraba dos o tres días en
llegar de su sede laboral aquí a San José a cobrar, esto es con condiciones
favorables en el tráfico terrestre o fluvial, en tiempos desfavorables podían
demorarse hasta una semana viajando.
Entonces los docentes que no tenían esposa o familia, pues ellos solo salían a
cobrar en vacaciones, y ponerse al día en documentación con la secretaría de
educación.
Las instituciones famosas por su distancia en esa época eran la Unilla, las del
sector arriba del Guayabero, las localidades de Puerto Nuevo, Angoleta,
Cachicamo, por el rio abajo, las escuelas rurales de Arawato, y Corocoro que
eran muy distantes.
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Por la trocha ganadera las escuelas más distantes eran las de Charras y Caño
Maku.
Y del Retorno hacia abajo, lo que eran los otros municipios, las inspecciones de
la libertad, el Unilla, Termales, que eran docentes que lo mínimo que gastaban
viajando desde sus escuelas hasta San José eran 3 días viajando alternando los
vehículos con bestias de enjalma donde no había más que una pica o sendero de
mulas bajo la espesura de la selva.
San José creció rápidamente por el flujo de personas en busca de trabajo, el
comercio creció rápidamente, empezaron a surgir los barrios porvenir y el
modelo, algunos predios fueron invadidos.
De corregimiento del gran Vaupés pasó a ser la capital de la comisaría especial
del Guaviare, las entidades públicas fueron abriendo oficinas, los bancos,
TELECOM, empresas de salud.
En esa época empezó a fortalecerse la infraestructura educativa, se fortaleció el
comercio, hicieron presencia las entidades judiciales, la fuerza pública se
diversifico y amplió su presencia, y los controles sobre el negocio ilícito.
A los cultivadores de hoja de coca, hasta ese tiempo esta labor parecía normal,
y empezó a sentirse que todo el mundo estaba en la ilegalidad, pues casi todos
o eran productores directos o surtían de toda suerte de víveres y bienes de
consumo y se lucraban de este comercio.
Al aparecer los grupos armados se complicó más la crisis social del campo, se
hicieron más críticos los problemas de convivencia, de violencia. Aparecieron
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las FARC, ya llevaban tiempo acá, y los campesinos estaban familiarizados con
sus normas, y se acataban sin mucho problema.
Pero luego llegan las autodefensas, y la violencia se agudizó y la sufrieron los
campesinos, muchos pagaron con sus vidas. Ya eran dos las normas ilegales que
había que acatar, dos impuestos que había que pagar.
Y cuando el campesino se desplazaba a los centros urbanos, tenía que someterse
a los abusos de la fuerza pública que los tachaba de guerrilleros, coqueros,
traficantes, o auxiliadores de la guerrilla.
Los jóvenes eran continuamente seducidos para incorporarse a las
organizaciones ilegales armadas que entraron al territorio, un estudiante rural
mayor de 14 años era objetivo de todo tipo de seducción por parte de milicianos
y reclutadores.
Era relativamente fácil que se dieran estos reclutamientos pues el menor cuando
termina su quinto de primaria no tiene opciones de seguir estudiando, y la
insurgencia le ofrece todo lo que desea.
Uno hablaba con los jóvenes, ellos le contaban a uno que al ver un guerrillero o
un paramilitar con una pistola al cinto, o un fusil, un uniforme reluciente, unas
botas brillantes, una moto, un carro de alta gama, y les decían que esta era la
vida que tendrían dentro de la organización, que no iban a tener quien los
mandara, que ellos iban a imponer la ley, buen sueldo, autoridad sobre la
población.
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Una vez reclutados enfrentaban un mundo muy diferente pero no se podían
desertar, la deserción se castigaba con la muerte del desertor y la de toda su
familia.
Estos jóvenes llegaron muy niños y se internaron en la selva o nacieron en ella,
difícilmente salían al centro poblado, y la vida rural era todo lo que conocían,
tenían poco conocimiento de la vida pública, mucho menos la comercial, estos
jóvenes eran fácilmente influenciables.
Al ver a los guerrilleros conducir una moto nueva, manejando un carro, en ese
tiempo los famosos camperos Toyota, las motos Kawasaki KMX, y estos
personajes llegaban armados en vehículos nuevos, y esa era la vida que les
proponían, y fácilmente el joven accedía y era reclutado, y los padres no tenían
autoridad para oponerse porque la vida les peligraba.
La vida del docente en el campo era bien difícil porque las vías de acceso eran
complicadas, yo me acuerdo que cuando hice el grado primero en el 72 ahí en
Santa Rosa, el único camino que había era una trocha, eran donde entraban las
mulas para sacar la carga.
Y nosotros que en este momento son tres kilómetros, nos gastábamos cerca de
hora y media o dos horas, porque el camino era muy difícil, como era la vía que
trochaban las mulas, nosotros nos tocaba ahorillarnos sobre el lado de la
montaña, para no caernos en los huecos llenos de lodo y agua amarilla.
Los docentes que en ese tiempo Vivian en la casa nuestra también les tocaba ese
trajín de dos horas hasta la escuela de ida y de regreso.
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En escuelas más distantes les tocaba caminar uno o dos días para llegar al
pueblo, otros por la dificultad de las vías les tocaba salir por allá cada seis meses.
Era muy complicado porque no había vías de acceso, eran picas solo para
trajinar con bestia, y el docente debía recorrer estos trayectos a pie, y esta gran
distancia, la gran dificultad, que presentaba para desplazarse a cobrar al mes o
a los tres meses.
Llegado el momento de desplazarse a la escuela, no importa que quedara a un
día, dos días o tres días de camino.
El docente debía equiparse con lo básico, que era, su toldillo, que no debía faltar,
por la cantidad de paludismo que había en ese tiempo. Su hamaca, era fácil de
transportar y fácil de acomodar en el salón, o en la enramada o en la bodega
donde le cogiera la noche, o en la escuela cuando ya estuviera allá.
Elementos que no podían faltar, en su mochila, su botellita de aguardiente que
ayudaba cuando el camino quedaba muy lejos, o cuando ya lo sorprendía el
paludismo, para mezclarlo con raíces, con ajo, que era el medicamento que más
fácil se preparaba.
Algunas latas de sardinas, de atún, también de salchichón, sus dos o tres panelas,
su libra de esperma que no faltara porque en esa oscuridad tan tremenda en su
salón debía alumbrarse, su linterna, sus pilas, y su machete terciado porque
también se requería cuando estuviera en la escuela.
Las jornadas básicamente se cumplían primero hasta las bodegas donde se
partía directamente para la escuela, al llegar el docente a la bodega debía
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esperar a que las personas que viajaban hacia ese lado, se desplazaran para
poder utilizar el trasporte de las mulas, las bestias que subían a llevar gente a las
bodegas, o carga que al regreso iban desocupadas, entonces se le prestaba al
docente para que no transitara a pie, de la bodega hasta la escuela.
Y en fin cuando no salía al pueblo era convidado también a la bodega con el
capataz de la comunidad y también iba y lo acompañaba, conocía más personal
y más amigos, y a veces también se metía en negocios con el dueño de la finca,
como sembrar una hectárea en coca.
Los primeros establecimientos educativos fueron el Santander, la CDR, la escuela
la esperanza, pero en el sector rural, en los centros poblados, donde la gente era
la mayoría de Boyacá y Santander.
En la leona hacia adentro, hubo escuelas que fueron famosísimas en ese tiempo
por la cantidad de personas, y la cantidad de docentes que habían, como era la
escuela El turpial, que en ese tiempo era la primera sede educativa de la leona
hacia adentro por esa trocha.
Cinco docentes, una infraestructura acorde a las necesidades, contigua a esa
estaba la de triunfo I, que igualmente la conformaban cinco docentes, con el
licenciado Irineo quien llevo al máximo esplendor educativo ese sector.
Por ese sector también se llegaba a la escuela de triunfo II, que era gran cantidad
de personal de Boyacá y Santander. Que estaba muy poblado en ese tiempo.
Ya de ahí la que más impactó por la gente que se esforzó en construirla de su
propia mano fue un internado en el sector del Capricho, situado al lado del caño,
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a finales de los setenta y principios de los ochenta, ellos hicieron su internado en
madera, en paroy, en palma, y al cabo de tres años se incendió, se quemó.
Duro básicamente seis meses sin funcionamiento pero el gobierno comisarial les
dio la mano y de ahí hasta este momento es uno de los internados más nombrados
en el municipio de San José.
Sobre el área del rio, la escuela que más se nombraba en ese tiempo es Puerto
Arturo, esa escuela en ese tiempo por la cantidad de personal que subía hacia el
Guayabero y bajaba, y dejaba los estudiantes ahí donde familiares, fue de alto
renombre porque, albergaba estudiantes hacia este lado, las escuelas más cerca
eran las de aquí de San José, y luego otras que quedaban sobre el sector de la
Carpa.
Y hacia el rio abajo el internado que había en Barrancón, constituido básicamente
para atender comunidades indígenas, y por religiosas misioneras que eran las
que prestaban la labor docente en Barrancón, donde trabajo una hermana mía,
y nos contaba las experiencias que era administrado por la curia este internado
en Barrancón.
En estas escuelas solo había de primero a quinto, en esa época lo más importante
era que el estudiante terminara su quinto primaria. En ese tiempo era un logro
grandísimo, un estudiante en una escuela del campo, terminaba el quinto y era
importantísimo para la familia, de ahí ya se buscaban las estrategias para traerlo
a estudiar al pueblo, donde solamente se encontraban los colegios de
bachillerato, la CDR, el Santander.
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Los sectores distantes eran administrados por Monseñor Belarmino Correa, tenía
contrato con el Estado, y era el encargado de llevar docentes por el rio abajo, a
todos los sitios distantes, a Miraflores, todos los demás municipios. Monseñor
administraba lo que era en ese tiempo la educación contratada, que eso era
difícil para el Estado mandar a un docente a dos, tres, cuatro días, por
navegación rio abajo o rio arriba.
En Puerto Arturo en el año 71 estuvo la licenciada Alix Hernández. La religiosa
Nelcy Hernández estuvo en el sector de Barrancón 4 años. Recuerdo a otras
profesoras como Martha Moreno, la licenciada Laura Peña que descansa en paz
después de tanto trabajar, de la familia peña de bocas de aguabonita.
Luis Carlos Ríos, que se distinguió por su cualidad de estar muy cerca a los
administradores, a los mandatarios, y con ese respaldo que logro, los procesos
que lidero surtió un gran efecto en la población Guaviarense.
En San José recuerdo los docentes Hernando Martínez, director de la CDR, el
estableció un puente entre la parte administrativa, los docentes y los estudiantes
y se logró un clima escolar muy bueno. La profesora Blanca Novoa, quien aún
está como docente de la CDR después de 30 años de trabajo.
El licenciado Nelson Vega Chacón que dejo sus memorias escritas en un libro,
después regreso a su pueblo en Cundinamarca, fue alcalde por allá.
El profesor cubillos quien al frente de su buena capacidad para llegarle a la
gente, era muy jovial y empático con los docentes, estudiantes, y fue un buen
líder como director de la CDR.
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El licenciado Alirio Real por este tiempo ya pensionado, trocho por todas las vías,
navego por todos los ríos del departamentos, como supervisor, llego a todos las
escuelas, velando por que el servicio se prestara con calidad.
En el área de educación física el licenciado Welmar parra, una vida al servicio
de los procesos educativos en la CDR, hoy lamentablemente se encuentra
incapacitado para ejercer la función, luego de un accidente. Yo y mis
compañeros cederianos les tenemos mucha gratitud.