pag 12 y 13 -san martín

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  • 7/29/2019 pag 12 y 13 -San Martn

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    San Martn, padre de la patria. Por Marcelo Scanu.

    Ancdotas de San Martn

    Al Padre de la Patria, Libertador de Argentina, Chile y Per, podemos entenderlo a travs de las mltiples ancdotas quenos han llegado. Estos hechos, donde se mezclan su inteligencia, disciplina, generosidad, amor por la Patria y porque

    no, picarda, nos muestran de cuerpo entero a un grande, un hroe, un hombre valiente con una misin increble. Armar

    un ejrcito, cruzar los Andes de una manera superior incluso a la epopeya del gran Anbal en los Alpes, sufrir todo tipo

    de carencias y luego combatir con tropas que los estaban esperando con las mejores armas. Estos hechos exaltan la

    figura de San Martn. Aqu algunos escenas de la va del ilustre General.

    El General quiere forzar el puesto

    Cierta vez, San Martn, como era habitual en l, recorra un regimiento, en este caso el de artillera. Lleg el General y es

    recibido por el sargento de Guardia, el cual le mostr las diferentes dependencias. Todo se encontraba en excelente

    orden y limpieza. Pero al final del recorrido, se fija en una puerta cerrada y custodiada por un centinela. Ante su pregunta

    le informan que all se hacan los cartuchos, las espoletas y otros tipos de explosivos y en aquel justo momento seestaba trabajando en ello. San Martn se dirige a la puerta pero el centinela, un mendocino de apellido Tobar, le impide el

    paso. San Martn le pregunta si saba quien era, el soldado contest afirmativamente pero que as vestido no poda

    entrar. Insisti en entrar a lo cual el centinela cal la bayoneta y nuevamente le repiti lo anterior y grit: Cabo de

    Guardia, el General quiere forzar el puesto! Un sargento corri presurosamente y le inform el porque de la negativa, con

    las espuelas poda comenzar un incendio en el lugar. Amablemente lo llevaron a un cuarto donde cambi su ropa y se

    calz alpargatas. Dos sargentos hicieron lo mismo y lo acompaaron. Luego de la inspeccin volvi a vestirse con su

    uniforme y antes de retirarse pidi que el centinela fuera relevado y lo visitase en el puesto de mando. As lo hizo. San

    Martn lo sermone con temas sobre la subordinacin, la obediencia y el cumplimiento de los deberes y acto seguido le

    regal una onza de oro y lo despidi muy amablemente.

    Los locos para ganarles a los espaoles

    Para una fiesta del 25 de Mayo, San Martn organiz una corrida de toros. Quera observar la valenta de sus oficiales,

    para lo cual ellos oficiaran de toreros. Como pasaron la prueba de una manera muy destacada, San Martn no paraba

    de aplaudir y en un momento le dijo a OHiggins: "Estos son los locos que necesitamos para derrotar a los espaoles".

    J ustamente eso ocurri.

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    El mejor vino

    Invitados a comer con el General se encontraban argentinos y algunos extranjeros. San Martin les coment que los

    americanos siempre preferan lo extranjero. Finalizando la reunin, pidi unos vinos mendocinos y uno espaol, de

    Mlaga, para agasajar a sus invitados. Pregunt cul de ellos les haba gustado ms e invariablemente todos sealaron

    el vino extranjero. Rindose, les coment un pequeo truco hecho adrede, les haba cambiado las etiquetas.

    Seguramente algo les quiso ensear e indudablemente sus invitados lo entendieron.

    La mueca rota

    Siendo ya San Martn abuelo y de avanzada edad, entr a su cuarto Merceditas,

    llorando porque se le haba roto su mueca preferida. La nia adems se quejaba

    porque su juguete tena fro. San Martn se incorpor y fue a un cajn cercano,

    sac una medalla con una cinta amarilla, tom la cinta y la ofreci a su nieta para

    paliar el fro de la mueca. La nia se calm y se retir. Unos minutos despus

    entra su hija y le pregunta si saba que aquella cinta era la de medalla espaola

    obtenida luego de vencer a los franceses en la batalla de Bailn. San Martn sonri

    y sabiamente contest: Y qu? Cul es el valor de todas las cintas y

    condecoraciones si no alcanzan a detener las lgrimas de un nio?

    Quiero hablar con el Seor San Martn

    El Capitn Reyes, encargado de manejar el dinero con el cual se pagaba al regimiento, cierta vez perdi el oro jugando y

    se dirige a la casa de San Martn, para contarle sucedido y pedir disculpas. Le explica que acude al Seor San Martn,

    porque no quiere que se entere el General San Martn. El libertador le pregunta si el general lo sabe y Reyes responde

    que no, entonces le dice: - Cunto dinero necesita? 20 onzas, que pienso devolver en cuanto me sea posible -

    responde. San Martn le da el dinero y le recomienda, que no se entere el General San Martn porque se enojara y

    probamente lo fusilara.

    El Fraile Zapata

    Luego de Chacabuco, San Martn cit a un fraile fantico, el cual lo haba denostado desde el plpito pues era pro-

    espaol. Entre otras cosas, lo acus de ser el peor y ms detestables de todos los herejes, afirmando que no era ningn

    santo, por lo cual se lo deba nombrar como Martn a secas como a Martn Lutero (pastor protestante). San Martn lo mir

    muy enojado a Zapata y le recrimin haberle sacado el San y los dems comentarios. Al preguntarle su nombre, le

    respondi: "Pues desde hoy le quito el Za, en castigo, y lo fusilo si alguien le da su antiguo apellido". Al salir a la calle,

    alguien lo llam por su verdadero apellido. El fraile, aterrado, corri a taparle la boca y entre susurros pronunci: "No!

    No soy el padre Zapata, sino el padre Pata! Me va en ello la vida!".

    Para finalizar, una muy linda historia ocurrida en Per, la cual le en los libros de texto escolares cuando viva en ese

    pas que tanto reverencia al Libertador. Cierta vez, almorzando con sus oficiales, se le pierde una cigarrera de plata, la

    cual llevaba a todos lados. Como una costumbre castrense de la poca, todos mostraron sus bolsillos menos un oficial

    muy joven, el cual jur varias veces no haber tocado la cigarrera. Los invitados se fueron y qued flotando en los demsoficiales la sospecha sobre aquel. Das despus lo cita San Martn al oficial aludido y le comenta el hallazgo de la

    cigarrera entre sus ropas. Le pregunt entonces el porqu se neg a mostrar sus bolsillos. El joven le coment que vena

    de un hogar humilde, le enviaba parte de su paga a sus padres y que por ello generalmente no coma con los dems

    oficiales. En sus bolsillos tena en ese momento su frugal almuerzo y no deseaba mostrarlo a los dems por vergenza.

    Conmovido, San Martn lo felicit por ser tan buen hijo y soldado y desde ese momento lo invit a comer junto a el.

    Por Marcelo Scanu - Secretario de Cultura UPCN ANSES

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