pajaritas de papel junio 2012
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Revista Creativa Libre e IndependienteTRANSCRIPT
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El Principe de las Mareas enfurecido, castigó a Náyade arrojándola a
las rocas, condenándola al eterno silencio:
no eres digna de ser sirena, dejarás tu cola en el mar, tus
piernas serán solo piedra y tu vestido se teñirá con la sangre de los que
aquí perdieron su .
Y desde entonces la sirena varada yace en silencio en las rocas del
estrecho de la Tierra de Fuegos y ningún marinero se ha vuelto a atrever
jamás a navegar en esas agua.
Esta historia me cautivó cuando era apenas un niño, y desde
entonces he soñando con poder ver a la joven y bella sirena varada.
Y es ahora, a º S, º O, acercándome al estrecho, cuando
tengo la esperanza de encontrarme con ella...
!"#!$!%!& Vivo entre estas cuatro aristas rojas, sin más compañía que el
silencio. He perdido la cuenta de los años que llevo aquí. De los cientos
de años que llevo aquí...
Todo empezó con un susurro en mi oído. Una caricia. Un beso... El
tiempo parecía haberse detenido mientras me tomaba entre sus brazos.
Nada de lo que me rodeaba me importaba en aquellos momentos. Sólo
quería sentirlo cerca de mí, sentir su piel junto a la mía, fundirnos en un
solo ser y dejar el mundo atrás. Y de pronto sus palabras rompieron el
silencio que nos envolvía:
-Lo siento -musitó.
Fue lo último que escuché de su boca, antes de sentir en mi cuello
sus dientes quebrando las fibras de mi piel y penetrando en mis tejidos.
La sangre pareció congelarse en mis venas. El corazón quería salir de mi
pecho, golpeando una y otra vez las costillas en un intento de hacerse
camino para escapar del miedo que me aterraba. Mi piel comenzó a
palidecer y mis fuerzas se desvanecían, hasta que sentí mi espíritu
elevándose por encima de mi cuerpo. Él seguía aferrándome con sus
brazos, y cuando ya ni siquiera sentía un hálito de vida en mi interior, fue
bajándome lentamente hasta tumbarme en el suelo con suavidad.
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Una gota de sangre bajaba por su barbilla cuando su voz me
sacó de mi letargo:
-De veras que lo lamento. Sólo has de saber que de verdad te
amaba.
Y se esfumó sin más. Fue la última vez que vi sus ojos. La
última vez que sentí el calor de su aliento acariciando mi piel. La
última vez que pude sentirme libre
Ahora no tengo nada más que estas flores, que deshojo cada
día en un intento de romper la monotonía que invade mi vida. Me
quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere ¿Me quiere? No
me quiere.
Quizás jamás me quiso, aunque mi mente siga dibujando cada
noche esa historia de amor que podría haber sido. Ahora vivo del
recuerdo. El viento que mece mi cabello trae algo de sus susurros,
y en esos momentos aún tiemblo como si fuera la primera vez que
me sostuvo entre sus brazos.
Vivo atrapada en esta eterna espera
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La primera vez que oí hablar de ella, apenas era un niño. Mi padre
siempre contaba una vieja leyenda de una sirena varada: la sirena
latina más hermosa del océano pacífico, que vivía en las profundidades
del mar de la Tierra de Fuego, allí dónde el mundo parece llegar a su
fin. Náyade era joven y bella y soñaba, como casi todas las sirenas, con
tocar tierra firme, ser rescatada por algún marinero. Soñaba con
abandonar la cola de pez que la tenía atrapada en aquel mar que no
sentía suyo.
En 1520 una gran flota con 5 navíos y una dotación formada por
239 hombres, desde el capitán general hasta el último marinero,
surcaba aquellas aguas bravías en busca de tierras nuevas. Náyade, al
notar bajo el agua el paso de las naves , acudió con sus dulces cantos,
intentando seducir a aquella flota de hombres. La voz cálida y dulce
de la sirena cautivó a aquellos marineros, que se sumieron en un
profundo sueño.
Cuando cayó la noche, una fuerte tormenta sorprendió a los
navegantes en su letargo y bajo aquel estado, sus navíos fueron a la
deriva y nadie pudo sobrevivir. Fue la mayor catástrofe ocurrida en
estas aguas de la fría Antártida.
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