palma, critico literario, filólogo e historiador por luis alberto sánchez

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  • 8/3/2019 Palma, critico literario, fillogo e historiador por Luis Alberto Snchez

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    Palma, critico literario, fillogoe historiador

    Cuando Palma public sus primeros artculos de critica li-teraria, bien acerca de escritores coloniales o de contemporneossuyos, produjo sensacin. Nunca, hasta entonces, se haba lle-vado a cabo labor tamaa entre nosotros. Los ensayos anterio-res a l, fueron muy poca cosa. Y as es como la de Palma pare-ci una obra gigantesca y abrumadora. Hoy, en cambio, despusde las sesudas pginas de Menndez y Pelayo y de la tarea aplas-tante de Jos Toribio Medina, cuan deslucidos nos parecen losestudios de don Ricardo ! Cmo exagera, y cuntas omisiones co-mete en lo que atae a nuestra literatura virreinal por la quesintiera tanto desdn! Tan es as que, haciendo un balance delentusiasmo de antao y la frialdad de hogao ante los juicioscrticos de Palma, preciso es decir que su gran mrito consisteen haber sido el precursor, el Bautista de la crtica literaria enel Per.

    Entre los que se empearon en la fatigosa tarea de excavaren nuestras letras, en esta verdadera obra de arqueologa litera-ria, Palma es de los meons perezosos. Pero, si, en su poca, gantantos admiradores, menester es no olvidar que, tambin, fucontemporneo suyo el erudito argentino don Juan Mara Gu-tirrez, autor de pginas admirables sobre Caviedes, las poetisas,Peralta, Barco Centenera y muchos otros literatos de la Colo-nia; y, si, al lado de los juicios crticos de Lavalle, Mendiburuo Polo, los de don Ricardo son formidables aciertos, no es lamisma su situacin ante Gutirrez, quien saba penetrar en elfondo de las obras, que estudiaba con verdadero ahinco y, msque con ahinco, con amor.

    Palma hizo un enorme servicio a las letras nacionales, pu-blicando las poesas de don Juan del Valle Caviedes, acerca del

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    294 MERCURIO PERUANOcual escribi breves lneas, y las actas de las sesiones de la aca-demia de Castell-dos-Rus, constelacin de vaciedades y despro-psitos (Documentos Literarios" de Odriozola, Lima, 1873, to-mo V; "Flor de academias", Lima, 1899). En el Prlogo de "Florde Academias" formul su opinin acerca de las letras coloniales,completando y, en cierto modo, recticando los juicios que ha-ba expresado doce aos antes, en el Discurso pronunciado en lainauguracin de la Academia correspondiente de la Lengua.("El Ateneo", 1887, tomo IV, p. 133). Haba cometido, enton-ces, varios errores, como decir que el caudal literario del sigloXVI fu escaso "por no decir nulo", lo cual es inexacto, ya queen la segunda mitad de dicha centuria hubo una gran cantidadde escritores, muchas de cuyas obras se han perdido; pero, noha sido tanta la prdida como para formular semejante asevera-cin. Enumeraba, asi mismo, como coetneos, a Centenera (1535-1605?) y a Ojeda (i57i?-i6i5) junto al Conde de la Granja (1636-^717)5 y llamaba "Polo Antartico" al "Parnaso Antartico" deDiego Mexia de Fernangil. No ocurre lo mismo en su prlogoa "Flor de Academias". Se echa de ver, al punto, que Palma haestudiado mucho, y, aunque poco avanza sobre lo que acababa dedecir Menndez y Pelayo, su prlogo es un ameno resumen delas letras coloniales. Peca, sin embargo, de injusto al negar lafeminidad de Amarilis. Palma era demasiado imaginativo y ca-reca de facultad analtica. Por eso, al no creer en que era mujerel annimo del "Discurso en loor de la poesa"a quien antoja-dizamente bautiz con el nombre de Clarindahizo extensivasu negacin a Amarilis, tan tierna, tan sincera y tan mujer.

    Los artculos crticos de Palma sobre El Ciego de la Mer-ced, Barco Centenera y Terralla son de los ms verdicos quesalieron de su pluma; e igualmente meritorios son los que de-dic a "Los plaideros del siglo pasado", a los vtores, y a lasimprovisaciones del jaranista padre Chueca infatigable en esode bailar zamacuecas y marineras y en rasguear la guitarra. Al-guna que otra inexactitud bibliogrfica hay en el estudio sobrelos plaideros, y en el de Terralla omite una obra indita deltravieso versificador andaluz, obra que don Ricardo debi cono-cer en los largos aos que desempe la direccin de nuestra Bi-blioteca. Conozco, adems, el insignificante prefacio que puso ales Memorias de Llano Zapata (Lima, 1904), y algunos juiciosautgrafos que Palma estamp en muchos libros coloniales, porejemplo, aquel en que considera a "Armas Antrticas", inditotambin, como algo digno de olvido e inferior a "Lima Funda-

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    PALMA, CRITICO LITERARIO, FILLOGO E HISTORIADOR 295ta", cosa muy discutible, pues, salvo los poemas de fray Juande Aylln y de Rodrigo de Valdez, nada hay ms soporfico en laliteratura .del Virreynato que la "Lima Fundada" de Peralta.

    Escribi, tambin, un prlogo para "Artculos, poesas y co-medias" de Segura, (Lima, 1885), haciendo reminiscencia de sujuventud de bohemio y aplaudiendo la comicidad y el criollismode nuestro Bretn de los Herreros. En "La bohemia de mi tiem-po" (Lima, 1886), don Ricardo hizo el elogio de su generacin.En ella no hubo mediocres, a juzgar por lo que dice Palma. En-cariado con su mocedad, para todos los que, entonces, fueronsus compaeros de aventuras tiene un elogio fervoroso. Me ha-ce recordar este libro el Canto de Calope de Cervantes, donde1 que menos rivaliza con Homero. Tiene, sin embargo, algunosaciertos. Cuando dice de Salaverry que era detestable como au-tor dramtico y que "el ltimo de sus dramas es siempre peorq^e el anterior", no hace sino sentar una gran verdad. Exacta,tambin, su opinin sobre Althaus: fu el ms acadmico de lospoetas de la poca. Cuanto a Gonzlez Prada, que acababa deromper su mutismo y haba pronunciado su clebre discurso enel Ateneo, don Ricardo deca de l que era un "joven literatollamado a conquistarse gran renombre" jY tanto! Como que Pra-da ha llegado a ser un smbolo de lucha y rebelda, una banderade combate en la isla de San Balandrn, donde los hombres tie-nen en las venas agua, en vez de sangre, y huyen de las palabrasdenitivas como los demonios de las leyendas sagradas ante losexorcismos de los santos.Hay quies piensan que no se puede citar el nombre dePrada al lado del de Palma; pero yo me complazco en establecer,n el paralelo, que eso es imposible, sino la divergencia. Porejemplo, cuando habl de Castelar, don Ricardo, despus de alu-dir a la proverbial castidad del gran orador y de hacer elogiosde su verbo, sostuvo que, como poltico, era don Emilio "unailustre calamidad" y que morira de fraile. Prada n. Prada ha-ce ms. Prada no entiende de trminos medios. O el elogio o ladiatriba. A Castelar le toca la diatriba, y hay que or a Prada:Castelar "habla como los otros digieren ; .... su elocuencia se pa-rece a la de Mirabeau como la espuma del champagne al hervide-ro de un mar en tempestad ; . . es el tambor mayor del sigloXIX;. . . todo en l prueba la atrofia de los rganos viriles o laperversin del instinto gensico." Cuando trata de Valera, Pal-ma con notable injusticia lo considera superior a Pereda, el pai-sajista ms grande que haya tenido Espaa, y a Galds, el ms

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    296 MERCURIO PERUANOeminente novelista de la Pennsula. Y Prada, en cambioOdlo: "al leerle ( a Valera), nos acordamos de los viejos ver-des, que tienen unas cuantas mechas de pelo, las dejan crecer,las dan mil vueltas, las pegan con goma y piensan haber oculta-do la calva". Y he aqu a lo que yo quera llegar. Palma y Pradano se excluyen: se integran. No se debe decir que ste es menosperuano que aqul. Ambos son igualmente peruanos. Se trata,solamente, de limeismo. Palma, a fuer de buen limeo, es bur-ln y mordaz; Prada es la fuerza, el insulto leal. La gracia dedon Ricardo est al alcance de todos. La fuerza de Prada es in-comprensible en una tierra de anmicos. Lo que en el uno essonrisa, en el otro es rugido. Cuando aqul tiende la mano cor-dialmente, ste pega un zarpazo.As es Palma. En sus juicios literarios pone demasiada in-dulgencia, y slo de este modo se explica que elogie un estilofarragoso y propicio a cadas y tropiezos como es el del generaldon Manuel de Mendiburu. El dolo de su juventud fu Zorri-lla, y no son pocas las alabanzas que le dedica en "Recuerdos deEspaa", libro en el cual encomia, adems, al prodigioso donMarcelino Menndez y Pelayo, a Campoamor, a Nez de Arce,a la Pardo Bazn ycontra el desdn de don Jos Joaqun Al-vez Pacheco, el inolvidable personaje de Queiroza Cnovas delCastillo.

    Elogia en demasa. De la poetisa ecuatoriana Dolores Vein-temilla se ocup en un artculo sensiblero, trascribiendo muchosprrafos de Blest y Gana e innumerables versos de la poetisa. APastor Obligado, a Mitre, a Zorrilla de San Martn y a cien es-critores ms les dedic artculos encomisticos. Sobre el locoQuiroz escribi una semblanza, y lo a la seora Matto de Tur-ner, a Constantino Carrasco y, en una palabra, a todos los con-temporneos de los que tuvo que hablar. Empero, cuando Cho-cano public Azahares (1896), Palma tuvo un reparo que oponer-le. "Prefierole dijoen usted el poeta objetivo, trascendental,razonador, filosco, que se inspira en ideales que a la humani-dad toda interesan, el poeta del Sermn de la montaa, porejemplo, deslumbrador, varonil, impetuoso, al poeta de las veleida-dades y afeminamientos amorosos". Y tuvo razn. El Chocrneo deentonces, melenudo y teatral, escriba muy malos versos, dignosde la prisin en que le encerr el gobierno de Cceres el ao94. Slo que Palma se equivoc al predecir al bardo que su por-venir estaba en la poesa trascendental, razonadora y filosfica;debi decir, simplemente, en la poesa civil.

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    PALMA, CRITICO LITERARIO, FILLOGO E HISTORIADOR 297Como bibligrafo no descoll, tampoco, Palma. Ah est la

    severa rectificacin que el erudito espaol don Francisco Rodr-guez Marn hace a "El Quijote en Amrica" de don Ricardo(vide: Rodrguez Marn, "El Quijote y don Quijote en Amri-ca", Madrid, igii); y an no habrn olvidado muchos, la pol-mica entre Palma y el marqus de Laurencin, a propsito de LaOvandina.Es intil insistir en otros aspectos de la crtica de Palma.Basta apuntar que su caracterstica con los contemporneos, erala extremada indulgencia y, con los escritores coloniales, e! des-dn ms profundo. El mismo escribi que, en achaques litera-rios, su espritu "estaba ms dispuesto a la benevolencia que ala censura amarga". Pero, esto no rez con los literatos de laColonia.No obstante su edad y su condicin de acadmico, don Ri-cardo no fu hostil al modernismo. Ya en "Recuerdos de Espa-a" deca: "Si todos los jvenes de la nueva escuela se llamaranSalvador Rueda, Rubn Daro, Manuel Gutirrez Njera o Ju-lin del Casal, sin duda que rompera yo, sin escrpulo, un parde guantes aplaudindolos". Alab a Lugones en un artculo de-dicado a Alberto Navarro Viola y, en carta dirigida a Zorrillade San Martn, estampaba estas palabras: "cuando leo poetas co-mo Eduardo de la Barra, Rubn Daro, Guillermo Prieto, RafaelPombo o Rafael Obligado, poetas con fisonoma propia, dig-moslo as, se fortifica mi f en que el dominio del porvenir lite-rp.rio est reservado para nuestra joven Amrica". No era otra,en definitiva, la idea de Gonzlez Prada y de los ms recalci-trantes anticlasicistas. Palma, sin el vigor ni la voz atronadorade Prada, insinuaba la necesidad del modernismo y de crear elamericanismo literario. Hizo ms. Siendo acadmico presentuna larga lista de palabras usadas en Amrica, para que fuesenincorporadas al lxico de la Academia. Pesaba demasiado la ti-rana de los seores puristas; slo que en nuestro continentehablbamos y seguimos hablando como mejor nos viene en ga-na, sin drsenos una ardite la opinin de la Academia.Palma fillogo, continu la obra de Juan de Arona, y fuverdaderamente revolucionario. A Prada le obsesion la mismaidea. Ms la diferencia entre ambos est en que el uno proponapalabras nuevas y el otro quera, no slo traer nuevos vocablos,sino reformar los existentes y renovar la sintaxis misma; mien-tras don Manuel anhelaba que la revolucin viniese de afuera yderrumbara la Academia, don Ricardo crea que en el mismo se-

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    298 MERCURIO PERUANOno de sta poda comenzar la reforma, para extenderse despus.A Prada lo cegaba su furia destructora. Palma no poda librarsede muchos prejuicios, y por eso iba tan lento.

    Esta labor de fillogo hllase condensada en "Neologismosy Americanismos", (Lima, 1895), en "Papeletas Lexicogrcas"(Lima, 1903) y en algunos artculos como Gazapos oficiales yotros. Profusa coleccin de americanismos son estas obras; co-leccin de palabras nuestras que nadie podr olvidar,mal que les pese a los seores acadmicos que, poco a poco, hanido incluyendo en el lxico algunos de los vocablos propuestospor Palma, muchos de los cuales haban sido enumerados yapor Juan de Arona en su "Diccionario de peruanismos'*, (1883).Recuerdo en este momento, unas pocas palabras de las muchasque mencion Palma: aporrear, candelejn, empavar, mangan-zn, resondrar, presupuestar, tambarria, mataperro, pajarero, elgiro "salir a espetaperros", y el indestructible verbo disforzarse(considerado antes por Juan de Arona), que, como dice don Ri-cardo, "morir con la ltima limea disforzada", vale decir:con la ltima limea.

    Preciso es no olvidar la obra novadora de Palma fillogo,porque da la medida de su carcter y rati^ca el conceptorevolucionario que los americanos tenemos del lenguaje. Ose aceptan nuestros giros o, de una vez, daremos las espaldasa la Academia, cortando esa especie de cordn umbilical que nosmantiene unidos a Espaa. Fombona ha dicho muy bien que nostoca a nosotros, los americanos, desandar el camino de Coln yllevar a la Pennsula nuestra cultura, nuestro entusiasmo ynuestra fe.

    La tradicin malogr a Palma para la historia. Cuando qui-so escribir historia, escribi tradicin. Verdad que l mismo loha dicho: "el tradicionista tiene que ser poeta y soador; elhistoriador es el hombre del raciocinio y de las prosaicas reali-dades". Debi escribir nuestra historia, pero medi la tradicin.Hermanando ambas pudo iniciar la novela histrica en el Per.No ha dicho l que en el incendio de Miraflores se quem elmanuscrito de una novela suya, titulada "Los Maraones"?

    El gracejo y la poesa lo echaron a perder para la historia.Sus errores provienen de esa ligereza para juzgar los hechos, desu incapacidad para compulsar datos, de su viva imaginacin.Me hace recordar una frase de Anatole France: cuando Palma

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    PALMA, CRITICO LITERARIO, FILLOGO E HISTORIADOR 299no tiene sino una fuente a que acudir, dice la verdad; cuandoson varias las que tiene que compulsar, comienza la mentira.

    Sus Anales de la Inquisicin de Lima (1863), como mate-rial para un estudio ms amplio, seran muy apreciables, si noestuvieran salpicados de tantos chistes, que llevan la descon-fianza al nimo del lector, y si Medina no hubiera publicado sumonumental obra "Historia del Santo Oficio de la Inquisicinen Lima" (Santiago de Chile, 1887, 2 volmenes)

    Acierta, en cambio, en su polmica con el jesuta Cappaque, tan despechugado como era, quera probar que los con-quistadores fueron muy clementes porque engendraron hijos enlas pobres indias. Si a la violacin y al estupro se les llama bon-dad, los compaeros de Pizarro fueron santos! Lo malo es queCappa ha hecho escuela; y en un Boletn de la Unin de LaborNacionalista, celebrando la fiesta de la Raza del ao 1917, se re-petir su argumento.Como meras curiosidades, puede citarse los ?Ttrulos de Pal-ma sobre las corridas de toros y las peleas de gallos, sus anota-ciones a los "Apuntes histricos" de Mendiburu (Lima, 1902) ya los Anales del Cuzco. Sus "Siluetas" de los conquistadoresson pobrsimos ensayos de biografa, con escaso fundamentohistrico y hechos a base de mucha fantasa y de ninguna inves-tigacin. Donde, s, acierta Palma es en las tradiciones sobreel Demonio de los Andes. Falsas o n, ellas caracterizan admira-blemente al feroz Carvajal y, a mi juicio, son esas pginas detradicin ms verdaderas que la propia historia. Tambin, re-cuerdo el prlogo que don Ricardo puso a "Reminiscencias his-tricas del Ecuador" por Benjamn Lama (1894), en el cual ma-nifestaba su antibolivarismo

    Despus de los Anales de la Inquisicin, el estudio hist-rico de ms aliento emprendido por Palma es el titulado "Bol-var, Monteagudo y Snchez Carrin". En l, mejor que en nin-gunr otra parte, se muestra los defectos de Palma para historiar.Su odio al Libertador lo ciega hasta extrem,os deplorables; y, afuerza de fantasa, pretende desentraar el misterio de la muer-te de Snchez Carrin. Nada ms lgico y, a la vez. ms injustoque su odiosidad contra Bolvar. El Libertador fu, sin duda al-guna, un genio, un verdadero genio con todas las cualidades ylos defectos de tal. Slo que al Per le toc la mayor parte destos, los defectos, y muy poca de aqullas. Esa fu nuestradesgracia: Bolivia y Guayaquil lo testimonian.

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    300 MERCURIO PERUANOCreo intil insistir ms sobre Palma historiador. Lo nico

    que precisa fjar es que sus cualidades de tradicionista, lo echa-ron a perder como historigrafo. Y, sin embargo, qu libroshabr que despierten ms vivamente la aficin por la historiapatria que las Tradiciones de don Ricardo!La vida de Lima no poda ser descrita por la grave Clio. Pa-ra contar las mil y una incidencias de la existencia capitalina,para hablar de las tapadas y relatar las pendencias de frailes, pa-ra murmurar de los amoros de los virreyes y de las calaveradasde los marquesitos engredos, no era admisible la voz de Clo.Slo en la tradicin cabe nuestra historia, llena de travesuras,sensual y jaranera, bajo las apariencias de religiosidad.La historia de Lima est en las Tradiciones. Palma era elsmbolo de nuestra ciudad; era una tradicin viviente. Encar-naba el espritu travieso de los limeos "mazamorreros", de loslimeos de pura cepa, noveleros y juguetones, siempre dispues-tos para la broma y, tambin, para el perdn. Su muerte nos haasombrado por eso, porque lo creamos inmortal. Con l hemosperdido nuestra ltima reliquia: se ha quedado sin alma nuestravieja ciudad.

    LUIS ALBERTO SNCHEZ.