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Para que perdure 2 Relatos de alumnos y alumnas del Instituto Aljada Ilustración: María Zapata Casales

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Para que perdure 2

Relatos de alumnos y alumnas del Instituto Aljada

Ilustración: María Zapata Casales

Departamento de Lengua Castellana y Literatura

Colaboran: Departamento de Artes PlásticasDepartamento de educación Física y deporte

Ilustraciones:Alumnos y alumnas del IES AljadaBanco de imágenes del MEC

Maquetación:Ana Hernández Guirao

La edición de este libro ha sido posible gracias a la financiación obtenida por la participación en el programa, “Si yo he podido, tú puedes”

http://biblioaljada.blogspot.com/es

IES Aljada - Puente Tocinos

Desde el Departamento de Lengua Castellana y Literatura intentamos, cada día, transmitir a nuestros alumnos la pasión por la lectura, introducirlos en el camino de la escritura y el amor a las letras para crecer con ellos en la admiración por nuestra lengua, que no solo nos define, sino que nos otorga existencia. Y lo hacemos desde nuestra pequeña parcela, desde el espacio de encuentro en el que se ha convertido este departamento. Lo hacemos entre todas, poniendo la cabeza y el corazón al servicio de nuestro trabajo para aportar nuestro literario grano de arena al IES Aljada. Lo hacemos en equipo desde los distintos lugares en los que vivimos y somos: la Biblioteca, el Plan Viator, el Proyecto Aljada +, Ítaca, junto a todas y cada una de las clases que damos.

De ahí nace esta ilusión por recopilar, premiar, juntar, publicar y difundir aquello que nuestros jóvenes escritores ponen en nuestras manos. Y desde aquí se deja en papel y tinta algo que ya se volverá eterno: historias de juventud.

Todos los autores de este libro han comprobado que la verdadera belleza de las palabras aparece cuando se transforman, por arte de magia, en historias. Son entonces palabras que cuentan, cantan, sienten a partir de una idea o un sentimiento para, después, volver –una y otra vez- a ser a través de la escritura. Palabras que son sueños, se convierten en formas y objetos y nos hacen libres.

Para nosotras, como profesoras y amantes de los libros, leer es vivir otras vidas, viajar otros viajes, contar otros cuentos. Para nuestros alumnos escribir es una forma de vida y sus escritos –recogidos aquí y mimados con sumo cariño, cocinados a fuego lento, ilustrados con atención y esmero- volverán a existir porque nacerán de nuevo cada vez que tú, lector, los leas. En tus manos quedan, disfrútalos.

Mª José Heredia Galián

“Desocupado lector: sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y el más discreto que pudiera imaginarse” Miguel de Cervantes, “Prólogo” a El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.

PRÓLOGO

Gracias Aurora Fernández, que sostienes estas páginas de principio a fin.

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Nunca me había gustado leer hasta que, hace unos años, me di cuenta de que leer era algo más que lo que se hace -casi por obligación- en clase de Lengua. Descubrí que te permite viajar a “otros mundos”, que te relaja, te acompaña y reconforta…

Voy a escribir sobre mi rincón de lectura favorito. Es el balancín que hay en mi patio. Me encanta este sitio porque me transmite tranquilidad; puedo relajarme y concentrarme, mientras miro los árboles y el césped. Es un rincón “que me pertenece”, una parte de la casa un poco escondida y apartada. Eso la hace más cómoda para leer. También tiene un valor sentimental, ya que de niña me encantaba estar ahí con mi hermano pequeño y jugar balanceándonos.

Así que, aunque cualquier rincón es bueno, para mí no hay lugar más especial que mi “balancín lector”.

A mí, realmente, me gusta leer en cualquier sitio de mi casa. Todos me transmiten esa sensación de relajación que hace falta para disfrutar de un buen libro: el sillón de mi comedor (con su lamparita que alumbra lo justo y necesario); la cocina, mientras mis padres preparan la cena; o su habitación… ¡es tan luminosa!

Hay muchos sitios buenos en mi casa para leer, pero los que más me gustan son mi habitación y el jardín. El primero porque es como un refugio, me transmite confianza. Ahí, si cierro la puerta y mi familia entiende que estoy leyendo, nadie me molesta. Para ellos es muy importante. Respecto al jardín, me encanta porque mientras leo estoy en contacto con la naturaleza. Suelo abrir mi libro en un pequeño porche que hay en la entrada de la casa. Tiene un sofá y una mesa bajita. Algunas noches encendemos varias velas. Un rincón, en definitiva, muy relajante que asocio a la lectura y a momentos especialmente felices.

Lucía Morales González

Ana Noguera Navarro

Abraha

m Pére

z Pére

z, ME

CMi rincón de lectura favorito

2

Abraha

m Pére

z Pére

z, ME

C

“La niña que llegó con la nieve”

La llaman la niña salida de la nieve porque en el año que nació (1980) hubo una gran nevada en Murcia y su madre tuvo que ir en el coche de la Guardia Civil hasta el hospital. Allí, por desgracia, le detectaron un cromosoma 21 de más.

Esta es la historia de una heroína acuática, se llama Loli de Gea. Ella padece una anomalía congénita muy común hoy en día, síndrome de Down, pero esta situación no ha resultado ser ningún obstáculo para conseguir su sueño; Por eso la admiro tanto.

Loli es de Cehegín (Murcia). Con su esfuerzo, coraje y perseverancia ha logrado vencer todas las adversidades y subir, con orgullo, a lo alto del pódium como Campeona de Europa en 100 metros espalda y medalla de bronce en 200 metros espalda, en el European Down Syndrome Swimming en Coimbra (Portugal). Y son solo dos de sus triunfos. Son innumerables los trofeos y medallas que ha logrado, sus méritos y reconocimientos.

En su honor, el Pabellón Municipal de su pueblo natal lleva su nombre. Su carrera deportiva ha sido excelente, ya nadie lo duda. Pero no se trata solo de eso. Loli es, además, humilde y trae consigo la fuerza de voluntad, dos cualidades imprescindibles para progresar. Su esfuerzo y dedicación nos sirve a todos de ejemplo.

Desde mi punto de vista es una de las mejores nadadoras. Creo que se ha ganado nuestro respeto ¡me enorgullezco tanto de que haya una estrella nadadora en mi ciudad!... Con tantos elementos en contra nos ha enseñado algo importante: el mérito de vivir con valentía, sin dejar que el desánimo te impida conseguir las metas que te has propuesto.

La niña que llegó con la nieve es una deportista y una chica excepcional.

María Buendía MartínezTexto e ilustración

Este relato obtuvo un premio en elIV Concurso de Redacción al Mérito Deportivo

"José Francisco Pérez Sánchez"

3

Recreación de la famosa leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer

A la mañana siguiente, ya despiertos y despejados, los soldados comentaban con despreocupación cómo habían pasado la noche. La mayoría había dormido a pierna suelta, pero no el capitán. Y comenzó su extraña historia...

Fue la aparición de una mujer lo que le impidió conciliar el sueño. Los soldados escuchaban entre sorprendidos e incrédulos. El capitán quiso explicar cómo la vio; se describió a sí mismo acostado, nervioso e insomne, atento a cada sonido, a cada destello de luz. No podía dormir, no podía... Un rayo del sol que nacía se reflejó en el altar. Arrodillada, creyó ver a una preciosa dama. La narración del capitán se vio interrumpida por las preguntas de los soldados. ¿Cómo era? ¿Qué hacía? ¿Qué decía? ¿O era sorda, muda, ciega? Preguntas incómodas para el protagonista de esta historia que solo podía responder que se trataba de una figura inmóvil.

Sin embargo, la solución era sencilla: aguardar de nuevo la llegada de la noche. Prepararon una celebración y se reunieron cerca de la iglesia, con la esperanza de conocer a esa misteriosa dama.

Allí estaba, era verdad. Arrodillada en el altar, pálida y silenciosa, tan hermosa como para hacer enmudecer a cualquiera. Pero todos pensaron lo mismo, era un amor imposible para el capitán. Continuaron su fiesta bebiendo, riendo y charlando, hasta que el capitán se puso en pie y se dirigió hacia la estatua. El ambiente festivo se interrumpió porque los soldados tuvieron miedo, sentían mucho respeto por los muertos.

EL BESOPIX

ABAY

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Álvaro Sánchez Roca

- ¡Solo un beso!

Cuando el capitán besó al fin la estatua fría de doña Elvira, sucedió algo inesperado. Su soplo de vida la transformó en una mujer de carne y hueso. Al mismo tiempo, el que fue su marido, que la había acompañado allí como vigilante estatua de mármol, se desintegró convertido en un polvo que pronto se esfumó.

Tantos años transcurridos y, finalmente, el capitán y doña Elvira habían conseguido ser felices.

Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836 - Madrid, 1870) fue un hombre de múltiples contradicciones. Sus escritos reflejan el esfuerzo por encontrar, a través de la palabra, la síntesis de un universo dividido entre el sueño y la razón.En contacto permanente con el mundo de la pintura y gran conocedor de la música, este sevillano concibe todas las bellas artes como manifestaciones de un único sentimiento entusiasta. De ahí la suavidad y universalidad de composiciones literarias tales como las Rimas.Vinculado con El Museo Universal y El Contemporáneo, entre otras publicaciones, destaca, además de como periodista y narrador de leyendas, por ser el precursor de nuestra mejor poesía contemporánea.

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1. Equidna: mamífero monotrema, insectívoro, de cabeza pequeña, hocico afilado y lengua larga y muy extensible…

NOSFNOÉAquella mañana me levanté muy temprano. Había soñado que me

regalaban un equidna . Era obra de un dios llamado Nosf, y ese monotrema no fue su único regalo.

Otro de sus presentes fue una lechuza blanca. ¡Aquello

empezaba a parecerse a un zoológico! Una traviesa codorniz se posó en mi cabeza para cubrir allí sus necesidades… fue entonces cuando escuché un ruido atronador proveniente de las montañas. Si mis ojos no me engañaban se aproximaba un tsunami de

salmorejo.De tanto extender el cuello para entender qué pasaba, se me instaló

un dolor insoportable en el esternocleidomastoideo. Y me envolvió la rabia. Y comencé a gritar contra Nosf una maldición terrible:

¡¡¡¡Ojalá comas hoy lentejas!!!!

Sonó mi extravagante despertador de lagarto.¡Qué lástima! Ahora que había descubierto el camino hacia la

maravillosa residencia de Nosf…

Ahí me quedé, con mi brik de Bifrutas, subido a un ñu con alas, camino de Transilvania.

8:30 horas del día 20 de diciembre de 2018Tiempo de invención y redacción: 35 minutos aproximadamenteLas palabras destacadas se iban descubriendo poco a poco y había que improvisar en ese momento para continuar la historia.

AUTORES: Pablo Cano, Raúl Sánchez, Alejandro Nicolás, Pablo Martínez, Álvaro Arcis, Helena Morral, Pablo Pérez, José Ramón Aracil, Sergio Martínez y

Antonio Javier Martínez.6

METÁFORA

Alexandra Galindo Contras

Un sabio dijo una vez que la forma más acertada de apagar las fervientes llamas de un incendio no es esperar a que la lluvia acuda a nuestro rescate, sino armarse con una explosión de valor para, finalmente, lograr la calma dentro de esta inmensa catedral que conocemos como vida.

Mar S

áez. M

EC

INCENDIOHace ya casi un año me ocurrió algo ciertamente paranormal, un suceso que aún no termino de comprender. Yo me adentraba en algo que a simple vista parecía un edificio cristiano, una iglesia, una catedral…, barajé varias veces la posibilidad de entrar, ya que el cristianismo no era mi religión. Al penetrar allí una explosión de sentimientos me invadió, notaba el pecho caliente, ardiente, como un incendio en mí. Y de repente, todo se paró, ya no sentía nada, aquella cruz situada al fondo, que en un principio me resultó tan apasionante ahora no significaba nada, todo pasó. No comprendía nada, pero ahí recordé las palabras que un sabio me dijo una vez: “sé, siente, descubre, pero jamás renuncies a ti”.

Irene Vera Bermejo José Andrés Marín Bermejo. MEC

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El mundo de las hadasLa otra noche tuve un sueño, mágico y precioso.

Dormía en una habitación pequeñita y muy acogedora. Me puse de pie y anduve hasta el espejo. Me vi extraña, lleva-ba puesto un delicado vestido azul que tenía un tacto como a escarcha. Todo me parecía súper mono, pero por otro lado no entendía qué era aquello. Hasta que me di la vuelta y observé que algo me sobresalía de la espalda… - ¡Son alas! ¡Soy un hada! - grité. En efecto, tenía dos frá-giles alas, no del todo transparentes, pero que brillaban en mi espalda como el reflejo de un cielo estrellado.

Estaba perpleja, ¡podía volar! No me lo pensé y salí apresu-rada de la casa utilizando mis nuevas alas. Vi que no era la única hada. En ese magnífico lugar lleno de árboles, flores multicolores, ríos totalmente cristalinos, y animales e insec-

tos bellísimos, revoloteaban muchas otras alas traviesas… Me di cuenta de que estaba en el mundo de las hadas. Todo me parecía precioso, hasta las flores más insignificantes tenían su encanto. Y lo vi.

Mar S

áez.

MEC 8

Belén Villaescusa García

Nunca en mi vida había visto algo así. Mi boca se abrió como las gazanias al llegar el día y me froté los ojos. Ahí estaba esperándome. Un bosque gigante, mágico e insólito. Si miraba a la izquierda veía árboles con hojas verdes to-talmente relucientes, veía riachuelos azules y ciervos y mariposas de todos los colores; pero si torcías un poco la cabeza a la derecha era como si pasaras del verano al oto-ño en segundos: en vez de árboles verdes y mariposas, había troncos calvos, con hojas secas amarillentas, y ardillas y osos preparados para hibernar. Aunque lo más bonito era ver pasar del otoño al invierno. Había un puente por donde las hadas ayudaban a los animales a cruzar. En ese mo-mento, por ejemplo, una familia de mapaches se disponía a cruzar y, cuando dieron el paso, el pelo les cambió de color al blanco. Yo también quería probarlo, así que crucé en un abrir y cerrar de ojos, aunque no cambié de color. Nevaban preciosos copos de nieve blanquísima y me puse a jugar con los animales. Hasta que me despertó mi madre… Le conté el sueño que había tenido y me dijo que todo era fantasía. Yo me giré y me dirigí a la ventana, observé el paisaje y pensé “no me importa lo que me digas, mama, sé que más allá de este sueño, algo es real”.

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Siempre me han enseñado que los estudios son algo fundamental para mi futuro, pero en ningún momento mis padres me comentaron que una beca para viajar al extranjero podría darle a mi vida un giro de 360 grados.Me llamo Ada, soy morena, de metro sesenta y cinco aproximadamente y ojos verdes, me encanta leer y salir a correr con mi música a todo volumen.Me he despertado feliz, he estado planeando este momento toda mi vida, por fin he conseguido mi beca y voy a poder estudiar en Yale. Sin duda, estoy asustada porque no sé cómo voy a encajar yo en ese sitio de ricos, pero sé a lo que voy y no lo voy a desperdiciar, o eso pensaba yo.—Hija, ¿tú estás segura de esto? — me pregunta mi madre mientras me está preparando mi sándwich favorito. —Sí, mamá, ya lo hemos hablado, por favor, no me pongas más nerviosa— le respondo mirándola directamente a los ojos con reproche.—Bueno, vale, pero que sepas que te voy a echar mucho de menos, cariño, y venga vámonos ya que luego hay mucha cola para facturar la maleta— dice y yo asiento.Cojo mis maletas y las meto en nuestro viejo coche, subo, me abrocho el cinturón y ponemos rumbo al aeropuerto. Lo único que pienso es en cómo va a ser mi vida allí y ojalá supiera quién va a ser mi compañera de habitación; es lo único que se me escapa y odio no tener las cosas planificadas.Me esperan 8 horas y 35 minutos de vuelo y estos asientos son pequeñísimos; además es la primera vez que monto en avión porque con la pequeña panadería de mis padres no nos lo podemos permitir. Me quedo embobada mirando al chico que se acaba de sentar a mi lado. Tiene el pelo negro muy rizado y los ojos verdes, pero mucho más bonitos que los míos. Le sonrío, pero no parece muy amigable. Creo que no he tenido tanto miedo en mi vida como al despegar. Es como cuando te montas en una atracción en la feria por hacerte

Mi primer amor

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la valiente, pero estas deseando que acabe y para colmo el chico que va a mi lado se ha reído de mí.—Oye, no sé qué es lo que te hace gracia— le digo muy seria casi sin mirarle y él, como ha hecho antes, cuando le he sonreído, se limita a echarme una mirada para volver su vista a la ventana otra vez, menudo maleducado.Cuando bajamos voy a buscar mi maleta intentando seguir a la gente porque esto es enorme, la cojo y me voy.—Eh, tú—dice alguien, me giro y me quedo mirándole sin intención de decir nada. Es el chico de antes.—¡Qué llevas mi maleta! —me dice con muy malos humos al tiempo que yo miro la tarjeta con mi nombre y veo que pone Nick.—Toma— me acerco, cojo mi maleta y me voy.Una vez en el autobús una joven se apiada de mí y empieza a hablarme. Me vendría bien hacer una amiga. Se llama Sara y me explica todo lo que, según ella, debo saber antes de entrar al campus. Al llegar me ayuda a encontrar mi habitación, número 203. Observo la habitación, es pequeña pero acogedora.— Compañera, encantada de conocerte. Soy Ángela— me dice la que parece que va a ser mi compañera; es más alta que yo, tiene el pelo rubio y es muy guapa, además de simpática, al mismo tiempo que le levanta la cabeza a Sara a modo de saludo.—Hola—le respondo sin mucho entusiasmo. Ha sido un viaje muy largo y estoy agotada, solo quiero dormir y mañana será otro día.—Creo que me voy a acostar— digo mirando a Sara.—¿Cómo? No, hoy hay una fiesta, esta noche. Vente—me dice con ojitos de perro triste. Y bueno en realidad todavía no hemos empezado y hacer amigos no le va a venir mal a nadie, me presta un vestido y casi me ruega para que la deje maquillarme.Al mirarme me sorprendo con lo que veo. La verdad que he quedado genial.—Mmm... bueno, pasa, pero se amable—escucho que dice Angela.

Jesús E

scuder

o Cuad

rado. M

EC

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Me estremezco. Nick está en mi habitación; este chico me persigue.—Ada, este es Nick, mi novio, que había ido a España a visitar a sus padres—me dice, al tiempo que él me repasa de arriba a abajo. Se dan un beso y de pronto ya no me apetece ir de fiesta. Creo que no ha sido buena idea.—Ya, oye, creo que mejor me voy a quedar aquí—le digo y sin esperar una respuesta voy al baño a ponerme mi pijama de conejitos.Cuando por fin se van, decido que es mi momento para descansar y me pongo la peli de “La dama y el vagabundo”, mi favorita. Cuando ya estoy casi dormida, el ruido de la puerta me espabila. Miro el reloj, las 2:35. Extrañada me levanto y abro la puerta. Es Nick y va borrachísimo.—¿Qué haces tú aquí?—Buscarte—sin duda va tan borracho que desvaría.—Sí, claro.—¿Puedo pasar?—Bueno, pero acuéstate ahí, en la cama de Ángela— respondo no muy convencida. Cuando entra cierro la puerta y me pongo otra vez con mi peli en la cama . Veo que se levanta y viene a mí.—¿Puedo verla contigo? — me dice al tiempo que se sienta a mi lado sin una respuesta afirmativa.Mis ojos empiezan a fallarme y cuando voy a decirle que vuelva a la cama de Ángela veo que se ha dormido. Si se viese tan tierno cuando está ebrio y despierto… Me da pena despertarlo, así que me voy a la cama de Ángela y me quedo dormida. El sol empieza a entrar por la ventana y noto algo rodeándome. Mi primer pensamiento es que sigo dormida pero luego al girarme con cuidado quedo cara a cara con Nick, que abre los ojos al mismo tiempo que salto de la cama.—Pero tú que mierda te crees—le digo muy enfadada por primera vez desde que llegué. Sin ganas de esperar su respuesta voy al baño a vestirme. Cuando salgo ya no hay nadie en mi habitación así que me dirijo a la facultad.Mi primer día de universidad. Supero las primeras clases mejor de lo que esperaba hasta que en la hora del almuerzo una graciosa me

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estampa su yogur intencionadamente y todo el mundo se ríe de mí. Voy corriendo al baño conteniendo las lágrimas; lo mismo este sitio no está hecho para mí. Hablo con mi madre y consigue relajarme, pero decido no ir a más clases por hoy e irme a la habitación. Como he tomado apuntes en las primeras clases tengo cosas que hacer y como siempre; me pongo mis cascos para aislarme.Segundo día de universidad, todo bien hasta que en el almuerzo me tengo que sentar sola. Mientras como oigo que alguien se sienta en mi mesa.—Hoy también hay fiesta ¿te apuntas? — me dice Ángela.—No, mejor no— le respondo con duda.—Anda, venga, anímate, solo un rato.Me miro en el espejo y decido que esta vez nada de echarse atrás. Al poco tiempo viene a por nosotras Nate, un chico muy simpático. Después de casi 15 minutos en el coche, aparca en la puerta de una casa enorme llena de borrachos y vómito por todas partes. Esto es asqueroso, pero Ángela no mira atrás.—Venga, vamos— me dice al tiempo que tira de mi mano.Las horas me pasan muy rápido e intento integrarme convirtiéndome en una persona completamente diferente a como soy. Me estoy tambaleando y tengo muchas ganas de vomitar. Voy al aseo corriendo y sin ni siquiera darme cuenta quiero llorar, ¿dónde me he metido? La puerta me saca de mi trance, salgo con la cabeza gacha intentando buscar la salida.—Eh, ¿qué te pasa? — pregunta Nick al tiempo que me levanta la cabeza y empiezo a correr. Siento que me van a fallar las piernas en cualquier momento así que paro y busco mi teléfono para llamar a un taxi. Creo que lo he perdido.Nick viene detrás corriendo y yo no tengo más fuerzas ya; creo que no voy a aguantar mucho más de pie.—Vamos a tu habitación, anda, yo te llevo— y me lleva abrazada al coche. Parece una persona diferente.Por una vez me alegro de que tenga la llave de mi habitación, porque Dios sabrá donde está la mía. Me acuesto, veo que se pone conmigo y me abraza. Creo que se piensa que me he dormido y por eso me da

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un beso en el cuello diciéndome muy bajito, que descanses.Me despierto cuando entra Ángela llorando desconsolada y pego un salgo de la cama para abrazarla, sin ni siquiera percatarme de que Nick ya no está aquí.—Venga no llores más y cuéntame que pasa— le digo mientras cojo un pañuelo y se lo paso—Es… es que…Ni…Nick.—Relájate, venga ya está— y le seco las lágrimas.—Me ha deja…dejado.Después de una larga conversación en la que consigo calmarla y un día duro de instituto, decido que es momento de dictarme unas horas y volver a mi rutina de salir a correr, así que antes de que se haga de noche me pongo mis bambos, cojo mis auriculares y me voy.Creo que nunca había corrido tan rápida y al ver un banco a lo lejos me hecho el último sprint y me siento tranquila escuchando música hasta que alguien se sienta a mi lado. Giro la cabeza y siento unos labios sobre los míos. Es Nick.—Pero, ¿qué haces? Acabas de dejar a tu novia ¿tú estás loco o qué?—Mira, tenemos que hablar. Creo que me estás empezando a gustar y para mi Ángela ya era solo rutina.—No, no, no, eso no puede ser—digo y salgo corriendo como hice en la fiesta, pero ahora no voy borracha y, bueno, él tampoco. Cuando me pilla, me gira y me da otro beso, que inconscientemente le sigo.—¿QUÉ CREEIS QUE ESTÁIS HACIENDO? —oigo la voz de Ángela y me giro buscándola, pero no la veo por ningún lado, hasta que la tengo enfrente.—Yo… lo siento— le digo avergonzada y veo que Nick me coge la mano.—Pues yo no— dice Nick.—Tu vida aquí va a ser tan difícil que hasta vas a querer irte— me dice mi compañera con mucho odio en la mirada.Los días pasan y parece que cada vez estoy más cómoda con Nick, hasta que el jueves Ángela me estampa su compota de manzana en el pelo y vuelvo a ser el hazmerreír del comedor. Solo me voy e

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intento seguir la semana.Estoy acabado el trimestre, ya solo me queda un examen, pero yo no aguanto más aquí. Esta mujer está loca, prefiero estudiar en la Universidad Complutense de Madrid y estar sin Nick antes que seguir aquí.Llego a mi habitación decidida a estudiar y veo todos mis apuntes rotos. Ya ni me sorprende, pero llamo a mi madre y le digo que me saque un vuelo para la semana que viene que ya le explicaré el porqué de mi urgencia.—Hola cariño— dice Nick al entrar en mi habitación.—Hola.—¿Qué te pasa? — me dice mirándome con interrogación.—Yo ya no puedo más, lo siento mucho, pero la semana que viene me vuelvo a casa.—Pero ¿cómo? No, no puede ser.Después de un largo interrogatorio y unas cuantas lágrimas, decidimos que lo mejor es dejarlo.Quién me iba a decir a mí que con la ilusión que me hacía venir, iba a tener tantas ganas de irme. Cojo el autobús que me deja en el aeropuerto y por el camino me pongo muy triste, voy a echar de menos tantas cosas, bueno, en realidad solo una, a Nick. Ya en el avión. Recibo un mensaje de Nick que pone: Feliz viaje. Espero que te guste la sorpresa, y me quedo mirando por la ventana al tiempo que pienso que querrá decir con eso. Alguien se sienta a mi lado, giro con curiosidad porque huele particularmente a alguien a quien conozco bastante bien y sin poder creérmelo ahí está Nick conmigo, otra vez.

M.ª Jesús Sánchez Madrid

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Mar de GreciaEl mar de Grecia se hacía destacar bajo las nubes encapotadas en el cielo. Anais seguía leyendo el libro que le prestó su hermano hace meses: El secreto de los muertos. Irónicamente, una narración sobre la brevedad de la vida.Camila tomaba un café con leche junto a Miguel, en aquel bar a modelo de chiringuito que se encontraba a los pies de la arena de la playa.-El hombre del tiempo dijo que estaría soleado. – Se quejó el joven de pelo ceniza y hombros morenos. – No se puede disfrutar de la playa así.-Sí se puede. – le contradijo Camila, que miraba con una sonrisa de oreja a oreja a su amiga más fiel.Anais había sido diagnosticada con un cáncer cerebral y terminal, y mientras los médicos se rebatían si le quedaba un año o un mes de vida, ella viajaba por toda Europa, justificando ese acontecimiento a lo poco que le quedaba en aquel cruel mundo.Camila y Miguel caminaron por la blanquecina arena hasta llegar a dónde seguía sentada la chica pelirroja, de cabello muy corto y visiblemente dañado por la quimioterapia.- ¿Nos vamos ya? – preguntó Camila.No obtuvo respuesta verbal, simplemente la joven se levantó, asintiendo y caminando a su lado. - ¿Puedo preguntarte algo? – dijo Miguel con un tono de voz más grave al suyo habitual. Anais le hizo un gesto para que formulara su cuestión.- ¿No te preocupa morirte? – le dijo.Camila le miró con ojos de circunstancia, pero la otra chica no pareció dudar su respuesta.- No sé nada sobre la muerte, pero tampoco nada sobre la vida. – le respondió Anais, adelantando su paso. – Por eso no quiero preocuparme de que esta termine, quiero poder sentir todas esas sensaciones que aún no he vivido, esas olvidadas en mi mente, esas de las cuales no tiene conocimiento mi sentido. Soy joven, demasiado para que me dé tiempo a comprender la vida, pero no para no saber cómo disfrutarla.Ninguno de sus amigos pudo continuar aquella conversación sin antes tragarse la emoción que se les colaba por la garganta. Los aviones que la llevaban de país a país le provocaban unos extraños pensamientos a Anais, algo que nunca hubiera llegado a pensar si no

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fuera por el hecho de que se estaba muriendo. Aquel simple medio de transporte que te elevaba al lejano cielo… ¿Sería una sensación similar a la de dejar de vivir? ¿Se sentiría aquello tan placentero, tan simple y tan lleno de emociones?Quizás nadie lo notaba, quizás todos lo obviaban, pero sus ojos no podían negar que aun sin quererlo, vivía con un miedo constante.La lluvia azotaba los cristales de frente al majestuoso hotel en el sur de Polonia, y la mirada perdida en sus ojos hicieron que Anais se fuera, más allá de aquel lugar, viajando fuera de su designio.-Parece que cada lugar al que voy llora mi pena junto al resto de las personas que me quieren. – pensó Anais en voz alta. – Es como si de alguna manera quisieran compadecerse de mi miseria, decirme que lo sienten y que me acompañan en mi dolor.-Siento que esto esté pasando, que todo este saliendo tan mal. – Dijo Camila apenas susurrando, teniendo a su amiga entre los brazos.-Al contrario, me gusta. – le respondió la chica menor. – Me gusta que incluso cuando todo pueda parecer malo para el resto, siga viéndolo como algo hermoso. Quiero despedirme del mundo pudiendo admitir que fui feliz en el momento en que cualquier otra persona podría ver esto como una triste escena de película, para enseñar a la gente que estar feliz puede ser incluso más fácil que estar triste.Camila asintió en silencio.- Vamos fuera. – dijo Anais, alzándose hacia delante.- Pero, está lloviendo. - contestó Camila. - Una no se muere todos los días. - añadió Anais.Viajar… ¿Qué es viajar, si no es simplemente desplazarse de un lugar a otro? No, viajar es vivir, viajar es sentir, viajar es despertar a uno mismo del profundo sueño de la monotonía, volar de los problemas y el dolor, alejarse de todo lo que te mantiene callado, pequeño, invisible. Viajar es enseñanza, viajar es mirar al mundo desde el otro lado, viajar es no tener miedo a no volver jamás al lugar del que provienes. Porque viajar te hace darte cuenta de todo lo que has dejado pasar en la más humilde pero real ignorancia. Viajar es vivir, incluso cuando viajas sin vida.Como último destino en su parada, Anais decidió visitar el lugar que, de niña, había prometido visitar antes de morir, la fría y singular Noruega.Los días pasaron, lentos y agonizantes para quien vive con dolor, y antes

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de poder percatarse de ello, la chica dejó de ser una chica, el calor de su cuerpo se hizo tan frío como la temperatura de tan remoto país, y de sus ojos era imposible averiguar si a aquellos huesos pálidos les quedaba algo de vida en el interior.Dio leves pasos, tres para ser exactos, quedándose plantada delante de la nevada, inmóvil, como inerte. -De pequeña y desde siempre me ha gustado imaginar a los muertos como fantasmas blancos que se pasean por el mundo, asustando a algunos desprevenidos que se acercaran a alguna casa abandonada, y siempre quise convertirme en uno el día que llegara el final de todo lo que conocí – decía, con una voz casi inexistente. – Ahora, me pregunto a mí misma. ¿De verdad quieres eso? ¿Dónde ha quedado tu ilusión al decir esas tonterías?Anais rio al aire. Parece que aquella ilusionada de los fantasmas ahora estaba aterrorizada, no por ellos, sino por saber que será uno más. Se giró para observar a sus dos acompañantes quienes, como les pidió, se mantuvieron alejados de ella. –No me preocupa morirme, porque yo ya no tendré alma para sentir, pero me preocupa la gente que deba seguir aquí, me preocupa que lloren mi adiós incluso cuando les haya pedido que se alegren por mí, porque dejaré de sentir este dolor físico y el poderoso dolor mental. Pero ahora palabras son solo palabras, que una vez más, no cambiarán el ritmo del mundo, la gente no dejará de llorar, yo no dejaré de irme.Camila dio un paso hacia ella, pero Miguel la paró al instante.-La felicidad es sencilla, breve y una vez más, fácil de sentir – susurró Anais. – Incluso cuando todo es negro, o demasiado blanco. La vida es corta, que no se os olvide ser felices mientras la vivís.Sus últimas palabras fueron recordadas durante muchos años, hasta que como lo que tiene un principio, tuvieron un fin.Viajar lejos, viajar sin un destino, viajar a algún lugar desconocido, viajar sin volver atrás.Viajar es vivir, incluso cuando ya no hay vida.

Rocío del Barco Redondo

David V

illacrés.

MEC

RAZONES POR LAS QUE AMO A LOS GATOS

Considero que existen múltiples razones por las que amo a los gatos, pa-reciéndome de las más importantes la felicidad que me aporta su compa-ñía. Aparte de eso, los gatos me perecen muy inteligentes, saben cuándo te pasa algo y no se separan de ti, te protegen. Esto último ya pasaba en el antiguo Egipto: los gatos egipcios protegían a los faraones del mal.También me gusta de ellos su acentuado carácter independiente: no nece-sitan estar todo el día a tu lado y, a pesar de que son animales caseros, no han perdido su instinto cazador. Otra cosa importante para mí es la convivencia con estos pequeños felinos; aunque convivir con ellos supone tener que despedirme de alguna que otra cosa: ya sea del sofá porque lo invaden para ellos solos y no me dejan sentarme en él, ya sea de alguna que otra manta a la que le han cogido cariño.También me parece extraordinariamente bello cuando un gato me de-muestra su cariño: a veces lo hacen restregándose en mí o simplemente ronroneando. El ronroneo de los gatos es, sin duda, un sonido agradable, relajante y dulce. Nunca me cansaré de escucharlos ronronear.Otra parte importante de mi amor hacia ellos es, como ya he dicho, su ins-tinto cazador. Pueden ser las dos de la mañana que no se van a resistir a atrapar ese mosquito que llevan persiguiendo todo el día. Al principio me resultaba molesto pero, una vez acostumbrada, no hay cosa más bonita que verlos pegando botes de un lado a otro tratando de alcanzarlos.Y, por último, la imagen al ver un gato siempre me recordará inmediata-mente a aquellos grandes felinos que campan a sus anchas por la Sabana africana o por las junglas del Sureste asiático. Y, como dijo el gran escritor Víctor Hugo: “Dios creó al gato para ofrecer al hombre el placer de acari-ciar un tigre”. Y la idea de acariciar a un gran felino día a día me resulta, sin duda, realmente fascinante.

Diana Azuar MartínezTexto e ilustración19

Christian Snake y su Erasmus en JapónHace ya casi treinta años estuve investigando, gracias a mi participación en un programa Erasmus, el relieve interno de Japón. Todo empezó un día con bastante sol, concretamente el día 26 de mayo de 1988, cuando mis amigos y yo nos apuntamos a un Erasmus con tres destinos posibles: Berlín, Londres y Tokio. Evidentemente, los tres queríamos ir a parar a Londres, y casi lo conseguimos. Digo casi porque todos mis amigos fueron a parar allí, excepto yo, que fui a parar a Tokio. Debido a que éramos muchas personas participantes en el Erasmus, tuvimos que realizar un sorteo en el que una persona escribía nuestros nombres en un papel, y los metía dentro de una bola negra. Llegado el momento del sorteo esta persona comenzó a sacar de la bola papelitos y comenzó a asignar destinos:- Robert Pierce; destino Berlín, materia Alemán…Paul Aldrige; destino Londres, materia Geografía… Kyle Reed; destino Londres, materia Geografía. Cuando quedaba solo una plaza a Londres y otra a Tokio, de repente, el hombre dijo: - Christian Snake; destino Tokio, materia Geografía. Entonces, se vino una semana llena de antidepresivos, lloros que no tenían consolación y llamadas frecuentes de mis amigos. Al fin llegó el día 28 de abril en que partí destino a Tokio, Japón, para empezar mi extravagante Erasmus, que resultó ser lo mejor que hice en mi vida. Ya llevaba una semana en Tokio, cuando el profesor Masato nos agrupó, y con su voz carrasposa pero reforzada por un tono de voz grave, me dijo quiénes serían mis compañeros de investigación: - Christian Snake Porter, Haruki Hashimoto Shibasaki y Noga Fukui Himura. Más tarde fui a preguntarle al Sr. Masato por qué me había puesto con dos chicos japoneses y no con chicos del Erasmus. Entonces, el

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Sr. Masato suspiró con un gesto risueño:- ¿Hablas inglés como ellos? Yo asentí y contesté: – Sí.A lo que él repuso, en un inglés extraño, que pocos entendían:- Entonces no hay ningún problema, tú eres una gran persona como Haruki. Además, tienes grandes capacidades como él y eres comprensivo como Noga, sois un grupo perfecto. Haruki te ayudará, él es una gran persona. Ya por la tarde, quedé en casa de Haruki para hablar sobre el trabajo. Él me escribió su dirección por correo. Cuando llegué a su casa me quedé durante un rato para contemplarla. Era una humilde choza, llena de astillas, aunque barnizada a la perfección y con un anciano sentado en el porche, que me miraba mientras se reía, y que me dijo: - ¿Tú eres Christian? Bienvenido a nuestra humilde morada. Haruki te espera dentro. Yo no entendí nada, me habló en japonés, pero pude admirar la cara de Haruki que quiso decir: “Él no habla inglés, ven conmigo”. Pero no le hizo falta, yo mismo entré, me senté y dije: - Bueno, hablemos del trabajo. – Lo dije de una forma tan impertinente, que yo mismo me caí mal.Entonces Haruki se dirigió hacia mí y afirmó: - Te entiendo, yo también estaba confuso cuando fui a Inglaterra, no conocía a nadie. Mi estrategia para sobrevivir allí se basó en intentar caerle bien a los demás, pero no encontré amigos, aunque pienso que tú y yo sí que podremos serlo. Esas palabras me incentivaron a ser bueno con él, y entonces pasé la mejor tarde de mi vida: nos reímos, charlamos y, sobre todo, conseguimos ser amigos. Meses después, tras terminar el trabajo sobre el relieve de Japón, fuimos a la gala oficial de la Universidad de Tokio, que premiaba a los mejores trabajos de Geografía del año, nivel curso universitario. Nos lo pasamos muy bien antes de entrar a la sala donde nombrarían el mejor proyecto. Noga, que estaba enfermo por la gripe, no pudo asistir al evento, pero ahí estábamos

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Haruki y yo muy atentos a todo. Más tarde, Haruki comentó: - Seguro que seremos premiados como el mejor trabajo del año.- Ya veremos – afirmé yo.Comenzaba la gala con un largo discurso. Después de todo el rollo, empezó a nombrar a los ganadores: - El ganador del tercer premio es para Kioto Shimoza y Bryan Walker, con su trabajo sobre el Himalaya.Nada, habría que esperar al segundo. Lo pensé justo cuando el hombre informó: - El segundo premio es para Luke Hamstron, Peter Hawkings y Christian Rose, con su trabajo sobre el Río Mekong.Nuestra esperanza se desvaneció, incluso Haruki no tenía fe, pero, sin esperarlo, vino la sorpresa de la noche: el señor se ajustó la corbata y dijo: - Y el primer premio es para Christian Snake, Haruki Hashimoto y Noga Fukui, con su trabajo sobre los Alpes japoneses septentrionales. Yo salté de alegría, Haruki también, nos abrazamos casi llorando y fuimos a recoger el premio. Nuestra ilusión era obvia, dado que éramos el mejor proyecto, obteníamos 1.100 euros y nuestro trabajo iba a ser publicado en el periódico nacional de Tokio.Esto es lo mejor que puedo contar sobre mi Erasmus, aunque lo más maravilloso de todo es el contacto que mantengo con Haruki, mi único y mejor amigo al que voy a visitar todos los años a Japón. Y es que hoy, a mis cuarenta y ocho años, me doy cuenta de que lo único que de verdad importa es la auténtica amistad.

Iván Rubio López

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Una nueva etapa de mi vidaTodo se remonta años atrás, en 2013, cuando yo tenía tan solo ocho años y decidí entrar en el mundo de la música con la trompa. Era un tipo de tradición en mi familia, ya que todos mis primos habían pasado por aquella academia en

Beniaján. Y ahora me tocaba a mí.Durante cuatro duros años hice mi formación elemental en la que realicé viajes, conciertos, excursiones, audiciones, etc. y en la que también conocí a muchos amigos y profesores nuevos, en especial mi profesora Sherezade, que me acompañó desde el principio. Una vez terminada esta etapa solo faltaba decidir si seguir formándome profesionalmente en el conservatorio. Desde pequeña había querido que llegara este momento, pero al estar enfrente de él me agobié. Mi profesora me informó que para entrar al conservatorio había que hacer una prueba de acceso en la que tenía que interpretar tres obras diferentes, incluyendo una de memoria. El cambio de profesores, compañeros, academia, etc. me echó para atrás en un principio, pero otra parte de mí luchó, estudió y se esforzó al máximo para conseguirlo.Pasé unos largos y duros meses, pero llegó el día. Muy nerviosa, observé piso por piso todos los pasillos del conservatorio. Mi familia estaba conmigo, y me acompañó hasta la sala en la que tenía que tocar. Esperando que fuera mi turno, escuché a los demás trompistas que entraban y salían uno por uno. Al rato, salió una mujer y me señaló la puerta para que entrara. Cuando estaba dentro, coloqué las partituras en el atril, y una tras otra las toqué todas. Terminé y, muy feliz, salí a abrazar a mi familia.Los nervios me seguían persiguiendo, solo tres de diez trompistas podían entrar. Esperamos un largo rato a que salieran los resultados, hasta que la madre de un amigo mío llamó por teléfono a mi padre y le gritó que yo había entrado con el mejor resultado. Mi felicidad en ese momento era inexplicable. Abracé fuertemente a mi familia y más tarde fuimos a un restaurante a celebrarlo.

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Han pasado dos años y aquí estoy ahora, en segundo de profesional, y no puedo estar más agradecida de ello, porque me ha cambiado la vida totalmente. Gracias a la música puedo ser yo misma. Todo el mundo me lo pregunta: “¿Y por qué es tan importante la música para ti? “Y mi respuesta siempre es la misma: “Porque nació conmigo”. Y es que la música es una parte de mí, sin ella no sería la misma. Simplemente lo único que hizo fue entrar en mi vida cuando era pequeña y acompañarme hasta ahora como si fuera mi mejor amiga, y espero que lo haga hasta el final.

Si tuviera que dar razones por lo que es tan importante para mí, sin duda alguna la principal sería haberme ayudado a entenderme a mí misma. ¿Por qué no me gusta el reguetón? ¿Y el rap? Porque la música me hizo comprender que yo no era así, que ese no era mi estilo, y muy agradecida le estoy de ello. Aunque dejando los tipos de música atrás, también me hizo entenderme a mí misma en el sentido de la vida. No soy de las típicas personas que siguen la moda: yo tengo mis gustos, como los demás, el problema es que a muchas personas les da vergüenza mostrarlos, por el simple hecho del qué dirán. Sin embargo, a mí no me cuesta mostrar mi personalidad, hay veces que gusta y hay veces que no, pero me da exactamente igual. Y esto, aunque resulte extraño, ha sido gracias a la música.

Otro de los motivos por lo que es tan importante la música para mí son mis compañeros, porque son totalmente diferentes a los demás. Me hacen meterme en otro mundo, un mundo en el que todos comparten gustos e ideas muy parecidos a los míos, por lo que puedo hablar con ellos de temas que otros no entenderían, porque la música es una lengua en la que pocas personas saben comunicarse.

Sara Sánchez Hernández Texto e ilustración

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LA LEY DE IGUANEZÚAllí en mi terraza, sentado frente a mis marchitas flores, reflejo de mi vida que llegaba a su fin, vino a mi mente el grato recuerdo de un viaje muy especial. Durante mi vida había recorrido casi todo el mundo, había visitado ciudades ricas y esplendorosas del mundo occidental, con sus monumentos, edificios, santuarios, estatuas de valor incalculable… Pero ninguna poseía el tesoro que aquella aldea sudamericana tenía: una curiosa creencia que dictaba “Dar sin esperar recibir nada a cambio”.Recuerdo con claridad el día en que llegué a esa remota aldea, Iguanezú, perdida en mitad de la jungla, donde solo había un vehículo a motor para los cerca de cincuenta habitantes del poblado, así como un único botiquín para todos, con menos medicamentos de los que llevábamos el guía que me acompañaba y yo. Al llegar, una multitud de niños desnutridos y semidesnudos fueron a saludarme con una inmensa sonrisa y una clara curiosidad. Entre ellos estaba él, Nunac, un niño que, sin yo saberlo aún, cambiaría el rumbo de mi vida. Aquella primera noche me acordé de que Paul, mi compañero de oficina, aún no me había devuelto esos pocos cientos de libras que le había prestado hacía unos meses para la reparación de su coche, y pensé que reclamárselo sería de las primeras cosas que haría al volver a Londres. Y con ese pensamiento me dormí. Al tercer día de mi llegada, Nunac apareció frente a mi cabaña. Yo, al principio, no entendía por qué se encontraba allí, pero después me hizo señas para que lo siguiera. Con cierta desgana y mucho cansancio salí del saco de dormir para acompañarlo. Llegué con él a una zona un tanto apartada de la aldea, donde aguardaban, sonrientes, los que supuse que serían los amigos de Nunac. Uno de ellos se me acercó con un trozo de caña en la mano y me lo dio mientras los otros niños sonreían alegremente. Yo lo cogí y me clavé un saliente de la caña, cosa que me sentó francamente mal. Tiré el trozo de caña al suelo y me dije malhumorado “¡Malditos niños!”. Acto seguido, di media vuelta y me fui a curarme la herida, dejando tras de mí a los asustados niños y a Nunac, que me miraba defraudado y algo triste.

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Esa tarde el médico del poblado me llevó al río, asegurándome que a sus orillas crecía una planta de raíz curativa con la que la herida cerraría mejor. Mientras el médico y yo la arrancábamos de un fuerte tirón, yo resbalé y caí al río. El médico, asustado, alcanzó una rama para que yo me sujetara, pues sabía muy bien los peligros que acechaban constantemente en ese río. Tras unos agobiantes instantes logré alcanzar la rama. En ese momento pensé que ya no había peligro, pero estaba muy equivocado. Cuando pensaba que ya estaba a salvo, sentí cómo algo se aferraba fuertemente a mi pierna, noté cómo varias decenas de afiladas cuchillas se clavaban en lo más hondo de mi pierna, desgarrando toda esperanza de salir de allí con vida. Un punto de calor extremo se concentraba en mi pierna: ¿Era una serpiente?, ¿Era un caimán? Fuera lo que fuera tiraba de mí violentamente hacia el fondo del río. Primero, sentí un horrible dolor acompañado de un calor sofocante. Más tarde, una sensación de ralentización del tiempo a través de la cual solo alcanzaba a oír los desesperados gritos del médico y de quienes presenciaban la escena. Cuando ya había perdido toda esperanza, cuando noté que mis manos resbalaban de la rama, me pregunté quién me recordaría. ¿Se hundiría conmigo todo recuerdo mío? Huérfano, soltero, sin más compañía que la de mis compañeros de oficina… ¿moriría también mi recuerdo? Entonces lo oí: reconocí la voz de Nunac debajo del agua. Después, escuché cómo alguien se tiraba al agua y unos instantes más tarde aquella criatura se desprendía de mí, dejando de aplicar esa insoportable presión sobre mi pierna y, en ese momento me desvanecí. Al día siguiente recobré el conocimiento. Me hallaba en un hospital cercano. Tenía la pierna completamente vendada de rodilla para abajo. Mi habitación estaba vacía, y así permaneció durante los días siguientes, a excepción de alguna fugaz visita de un médico o una enfermera. Estaba ansioso porque me dieran el alta. Quería ir a la aldea y obsequiar a mi salvador, porque, aunque no lo tenía claro, sospechaba que había sido Nunac quien lo había hecho.Más de una semana después me dieron el alta. Mi guía me estaba esperando a la salida para ayudarme en lo que necesitara. Fuimos a una cuchillería, donde compré un enorme machete de plata para Nunac y acto

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seguido cogimos el coche y fuimos a Iguanezú. Al llegar, me recibieron con el mismo entusiasmo que el primer día. Pero Nunac no estaba entre la multitud. Lo encontré solo, en una apartada cabaña, de espaldas a mí. Al notar mi presencia se giró, me miró sorprendido y, unos instantes después, corrió a darme un fuerte abrazo.Me sorprendí al ver que ese niño había estado preocupado por mí todos esos días, con lo poco que me conocía; ni siquiera habíamos llegado a hablar, pues nuestras lenguas eran distintas. Cuando dejó de abrazarme yo saqué el machete y se lo entregué; sin embargo, él lo rechazó, salió de la cabaña y llamó a un chico joven de la tribu. Ese chico sabía un inglés

básico que facilitó la comunicación entre Nunac y yo. Nunac me explicó que en su tribu estaba considerado algo deshonroso aceptar un obsequio a cambio de un favor, aunque este implicara un riesgo de muerte. A mí me chocó mucho esa manera de pensar, pues tanto en la cultura occidental como en la oriental se tiende a lo contrario: dar a cambio de recibir.

Finalmente, llegó el día en que tenía que volver a Londres. La despedida fue larga con todos: el médico, los niños y, especialmente con Nunac, quien me dio otro fuerte abrazo. Cuando me soltó sacó algo de su bolsa: era el trozo de caña con el que me había cortado el día del incidente. Pero era distinto: estaba agujereado y tallado meticulosamente, ya sin ningún peligroso saliente. Pronto comprendí que era una flauta. Desde aquel día adquirí la costumbre de tocar algo con ella todas las noches hasta el día de hoy. Al día siguiente de llegar a Londres, telefoneé a mi compañero de oficina Paul y le comuniqué que había decidido que el dinero que le había prestado quedara como un favor entre compañeros, nada más. Y en ese momento, mirando la ciudad desde lo alto de mi terraza, pensando en Nunac, la flauta, Paul y otros bonitos recuerdos de mi vida, cerré los ojos y abandoné este mundo. David González Alberola

Texto e ilustración

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TÍTEREAle

jandra Á

lvaro Pé

rezDio frágiles pasos hacia esa vieja catedral a la que solía acudir los domingos con su abuela, cuando era niña. Lanzó una leve risa, casi un quejido, al encapotado cielo. Una explosión se abrió paso en sus adentros, amargo dolor que se aferraba a su pecho, inundaba su mente y quemaba, poco a poco, sus recuerdos.¿El pasado? Nada de lo que pudiera sentirse orgullosa. En sus pensamientos aquel ediffi en llamas se hacía ceniza; al igual que su inocencia, que su calma, que todo lo que la hizo infante. De manera brusca se transformaba en una adulta, marioneta de miradas ajenas, títere sin esperanza en aquel cruel y gris mundo.¿Dónde estuvo Dios en su sufrimiento? ¿Dónde estuvo ese místico ser cuando, a desgarradores gritos, pedía su ayuda?Fuego.Dejó caer de sus rosadas manos una cerilla encendida borrando así, en segundos, el comienzo de su historia de agonía.

Rocío del Barco Redondo

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El viaje más apasionante

Cuando la gente habla de viajes siempre piensa a qué destino exótico irá, qué monumentos visitará o qué aventuras correrá. Pues bien, el viaje que voy a contaros se aleja un poco de esta idea. Es un viaje de vida, muy diferente a lo que nadie pueda imaginar. Duró exactamente dos años y diez meses, y fue el tiempo que pasé con mi padre en este mundo.Corría el verano de 2006 cuando mis padres esperaban con ansia mi llegada. A mi madre le dijeron que yo había decidido venir a este mundo “de culo”, curiosa forma de empezar este recorrido, por lo que tuvieron que practicarle una cesárea. Mi madre es médico y pudo hacer que mi padre entrara al quirófano. Siempre me cuenta que lo primero que vio de mí fue “un chorrito de pipí”. Mis padres se agarraron de la mano y, envueltos por la emoción y las lágrimas, me dieron la bienvenida.Mis primeros meses no fueron nada fáciles: lloraba sin parar día y noche, pero en ellos siempre encontraba un abrazo de consuelo. Ni el sofocante calor de aquel verano, ni la falta de sueño, les hacía desesperar. Poco a poco fui creciendo y aquel bebé llorón se convirtió en una niña risueña y feliz.Muchas cosas que ahora contaré son recuerdos que he adquirido con el paso del tiempo, gracias a mi madre, mis abuelos y algunas fotos. Recuerdo un día con apenas un año en que mi padre me llevó a La Redonda de Murcia para celebrar con cientos de aficionados el ascenso de su equipo favorito. Allí me encontraba yo, entre el ruido de silbatos, gritos de forofos y pitidos de coches. Pero entre todos aquellos sonidos yo sólo escuchaba la voz de él, mi padre, que me daba tranquilidad hasta en las situaciones más bulliciosas.

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Aún sonrío en mi interior cuando veo su cara intentando sacarme una carcajada haciendo juegos malabares con limones y pelotas de tenis. Me gusta pensar en él en momentos divertidos, como cuando se disfrazó de pirata y yo de Blancanieves y salimos en las fiestas de mi pueblo. Podría enumerar multitud de situaciones maravillosas que hemos pasado juntos.Mucha gente me dice que es imposible que me acuerde, pero mi madre siempre me explica que cada uno de nosotros poseemos una memoria emocional, que va desde el momento en que nos conciben, hasta que tenemos uso de razón y que la vivencia de los primeros años de vida marca nuestra forma de ser, de actuar y de enfrentarnos a los problemas de la vida. Yo he tenido la suerte de estar acompañada en ese primer tramo de mi viaje por mi padre, pero la vida, y probablemente él desde el cielo, me han regalado otro padre que cuida de mí y me da todo su amor y cariño.Ahora os voy a contar un poco cómo era él. Como en todo buen viaje se describen los sitios por donde pasas y anécdotas que te ocurren, os voy a describir cómo fue mi compañero de viaje. Mucha gente que le conoció dice que yo me parezco mucho a él, así que guapo era, modestia aparte: un hombre joven, de piel blanca, pelo oscuro y lacio y una mirada profunda. Pero lo más importante en él era su capacidad para hacer todo lo que se proponía: era persistente, generoso, y tenía un humor que no todo el mundo entendía.También pasamos muchos momentos divertidos en familia: con tan sólo un mes ya estaba metida en una caravana en un famoso camping de Bullas; para que no me picaran los mosquitos mi padre compró una tela de red y me metió debajo. Allí descubrí cómo dormir bajo el cielo de estrellas y hacer la siesta entre árboles.Viajamos a Mallorca, a Roma y a Madrid. Con él descubrí el avión, el barco y el tren, apasionante modo de empezar esta vida.

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El último tramo de este viaje lo viví en sueños. Fue una noche triste, porque las despedidas siempre lo son. Aquella noche mi padre, antes de partir, decidió acercarse a mi cama, darme un beso y apagar su luz para siempre. He leído en alguna historia que nuestra vida es como un reloj: cada uno tenemos una hora, no sabemos cuándo, ni cómo, ni en qué lugar…Mi padre me enseñó que en poco tiempo se puede hacer mucho si tú quieres. Mucha gente necesitaría siete vidas para hacer lo que él hizo con tan sólo veintinueve años, y lo mejor de todo fue regalarme la vida y su amor.Dicen que de las cosas malas que nos ocurren podemos aprender mucho. Yo aprendí a valorar más el día a día, estar al lado de las personas cuando te necesitan, a ser generosa y a saber que, por muy duras

sean las circunstancias, nunca hay que abandonar porque la vida puede seguir sorprendiéndote y convertirse en el viaje más apasionante.

Irene Sánchez Guirao Texto e ilustración

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Microrrelatos Rocío del Barco I

Bienvenido sea a un juego de azar, las reglas son sencillas y obligatorias así que le ruego que las cumpla, de lo contrario quedará irreversiblemente eliminado. ¿Lo entendió usted, joven?Entonces, comencemos pues. Lo principal es esencial, usted no debe adelantarse a mis preguntas, ¿comprende? Escúchelas con atención y una vez yo le dé la orden, realice su respuesta.Correcto, ¿sí? Pasemos a la siguiente regla, si me hace usted ese favor: Sólo puede elegir una opción por cada pregunta. ¿Lo ha captado? Sólo y exclusivamente una. En el caso que diga más de una de las opciones dadas será descalificado y el juego habrá terminado para usted, así que sería recomendable que no olvidara ninguna de las reglas mientras el juego este en proceso, ¿de acuerdo?Por último, esta regla será las más sencilla para usted, créame, ya que dudo que usted posea la imaginación suficiente para incumplirla: No puede inventarse una respuesta, tiene como opciones única y exclusivamente las que yo le proporcionaré. ¿Entendido?Si ha comprendido las reglas, entonces iremos al siguiente paso: Comenzar a jugar. ¿Listo? Permítame presentarlo como es debido.Hola y bienvenido sea usted, a este juego llamado vida.

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II

“Encuéntrame en el sauce”. Simples palabras que siguieron una acción, ambos se miraban con la simple distancia de un árbol viejo y descolorido con los años, como el amor de aquellas dos personas.Lo que era sol se tornó tinieblas con el paso del temido tiempo, y las dulces sonrisas no eran más que un añorado recuerdo. ¿Dónde quedó todo por lo que un día lucharon?El que fue en un momento un esperado futuro ahora no era más que una oscura nube llena de ahogados suspiros de rabia por tantas cosas no dichas en el olvido del supuesto amor.Y cómo aquel viejo sauce, todo por lo que pasaron se convirtió en polvo, y todas las palabras dichas, murieron.

III

Andando por esos pasillos desiertos y fríos con la resplandeciente noche a su alrededor pensaba en buscar una salida, no de aquel fortuito laberinto, sino de su propia mente, del propio diablo que anidaba en su cabeza como un fantasma en una casa abandonada, que consumía lentamente cada detalle de su ser, atrapándole en las cuatro frágiles paredes de su estabilidad, que se quebraban, asustadas, cuando el malvado demonio se paseaba por los estrechos pasillos de su cordura.

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La catedral de NidleyUn sabio dijo una vez:“El verdadero destino se encuentra cuando el jugador realmente desea encontrarlo”. Así lo expresaba María, una abuelita de pueblo, menuda y de ojos cansados, mientras se dirigía despacio hacia la imponente catedral, fascinante y centenaria. Yo la acompañaba en silencio.Observé el hermoso paisaje que rodeaba a la catedral de Nidley. El otoño movía las hojas que, como pétalos de sakura, caían bailando al son de la madre Tierra. Me atraía tanto que me acerqué relajada y lentamente. Contemplé las hermo-sas gárgolas de piedra que vigilaban el rosado amanecer. En el horizonte alguien escribía con caligrafía confusa algunas palabras: destino, búsqueda, vida…El espectáculo incendió mi corazón con una explosión de emociones cautivadoras.

José Daniel Cano Avilés

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A LAS DOCELa lluvia caía con más fuerza. La luna llena iluminaba los bosques y el viento se movía de un lado a otro susurrando a los oídos de quien aún estaba despierto. La noche era fría, más fría que de costumbre, helada, seca… Faltaba poco menos de una hora para la medianoche, menos de una hora para comenzar el primer día de noviembre.

Nunca había creído en fantasmas, ni en muertos vivientes que vienen a cobrarse lo que no pudieron en vida. Pero aquella noche ocurrió algo que, pasados treinta años, aún no puedo explicar.

Por aquel tiempo, vivía en una pequeña casita rural entre montañas. Había buscado un sitio tranquilo para inspirarme y recuperar las fuerzas que había perdido. Llevaba semanas sin hablar con nadie y la compañía, en estos lugares, brillaba por su ausencia. Sin nada más que hacer sino adentrarme en el solitario arte de la lectura, me senté frente al fuego. Y en el silencio de la noche, apareció un eco de música. Me planteé si sería el viento unido a mi ansia de presencia humana, así que salí de la casa y escuché atentamente. Mis anhelos se hicieron realidad. La música sonaba a lo lejos. También se podía divisar un cúmulo de luces, un festejo. Realmente, no me pareció estar tan lejos y la lluvia ya había cesado, así que tomé mi bicicleta y me dirigí a la fiesta. Mientras pedaleaba, el frío penetraba en mi cuerpo. No sé si era la noche, el bosque o la falta de luz, pero tenía la sensación de haber pasado por el mismo árbol tres veces. Bajé de la bicicleta para ubicarme y la iluminación de mi transporte se apagó. En ese momento, me encontraba sola, en medio del bosque, y sin luz, aparte de la que la luna me ofrecía. La música ya no se oía y las luces habían desaparecido. Empecé a reflexionar sobre si realmente las había llegado a ver o había sido fruto de mi imaginación.

En un instante, todo comenzó a moverse. Los árboles parecían tener vida y el viento parecía repetir mi nombre una y otra vez. La luna llena me iluminaba directamente a mí y decenas de siluetas negras parecían estar haciendo un círculo a mí alrededor. Se acercaban. El latido acelerado de mi corazón retumbaba en mi cabeza. Y, de repente, todo paró. Mis piernas temblorosas se quebraron y caí al suelo. Lo último que recuerdo es una voz susurrando a mi oído: “Esta es la noche de las ánimas”, y doce campanadas anunciando la medianoche.

Aurora Albarracín Abellán 35

UNA CARRERA Y UN ADIÓSMás rápido. Más, más, más. El sudor, las lágrimas y mi sonrisa se mezclan

formando un batiburrillo de emociones en mi rostro, pero nada de eso es relevante ahora.

Oigo voces a mi alrededor. Son las de las mismas personas que meses atrás me criticaban y hundían. Los abucheos se han convertido en vítores, los “no puedes hacerlo” se han convertido en “siempre supe que lo conseguirías”.

Pasos contra el asfalto. Fuertes, seguros, decididos. He aprendido a pisar así. Un dos, un dos.

Pero no puedo evitar recordarte. ¿Estarás ahí atrás? No debería hacerlo, pero no consigo evitarlo. Has estado dentro de mí durante demasiado tiempo, y el buscarte se ha convertido en parte de mi rutina de entrenamiento. Me doy la vuelta y miro hacia atrás. No hay nada. No me pisas los talones, no me empujas, no me amenazas. ¿Dónde estás?

La confusión nubla mi mente, pero no me ralentiza. Por una vez me siento ligera y libre. Libre de ti y de tus mentiras, esas que yo grababa a fuego en mi mente sin pensármelo dos veces.

Respiro hondo al ver la cinta roja que marca el final de la carrera. Llevo mucho tiempo preparándome para esto y la idea de conseguir el premio ha sido mi mayor motivación, por lo que no puedo evitar que una avalancha de emociones se acumule en mis ojos. Estoy llorando a lágrima viva, soltando en cada gota los restos de miedo que dejaste en mi interior antes de marcharte.

Me dijiste que no podría. Que era demasiado lenta. Demasiado joven. Tan sólo una atleta más. Una mujer.

Pero te equivocaste. Oigo aplausos y felicitaciones mientras cruzo la tan ansiada línea de meta. Mi madre sonríe mientras mis amigos la abrazan y es una imagen tan bonita que ojalá pueda recordarla siempre.

Sin embargo, a ti no te veo, no te oigo, no te siento. Nunca creí que te fueras a ir, inseguridad. Has pasado tantas noches en mi cama, asfixiándome con tus mentiras e intoxicando mi alma que ya estaba acostumbrada a la tristeza que tu existencia produce. Te alimentabas de mis dudas, y yo tenía muchas de esas. Pero lo has hecho, has desaparecido, y te has llevado al miedo contigo.

Con este pensamiento me cuelgo la medalla, siendo más consciente que nunca de que no es un simple trozo de oro. Es confianza, es pasión, es esfuerzo y es superación.

Es amor hacia el deporte.

Paloma García Montoya

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Este relato obtuvo un premio en elIV Concurso de Redacción al Mérito Deportivo

"José Francisco Pérez Sánchez"

DIARIO DE UNA VIAJERA11 de junio 2018La brisa marina entra por mis fosas nasales e inunda mi cuerpo. Las lágrimas que llevan días incrustadas en mis ojos parecen secarse, aunque van apareciendo otras nuevas, a estas alturas, de manera inconsciente. Tengo la mirada clavada en el horizonte, buscando un destino, un hogar. Estoy realmente fatigada. Las piernas me tiemblan, aunque también podría ser por el hambre. No recuerdo la última vez que comí algo caliente. Por un instante todo da vueltas y creo caer por la borda, pero los cuerpos de mis compañeros de viaje están tan cerca, que consigo mantenerme dentro.Giro la cabeza y observo las olas constantes que forman la patera al navegar. Intento concentrarme en ello, como si fuera lo único en lo que debo pensar, pero me observo reflejada en el agua y regreso a la realidad. No me reconozco. ¿Cómo he podido crecer tanto en tan poco tiempo? He tomado la que quizás sea la decisión más difícil de mi vida. He dejado mi familia, mi país, mis costumbres y ahora viajo a otro lugar, alejada de aquel pozo en el que me encontraba. Me niego a mirar hacia atrás. Me niego a vivir y revivir cada uno de los escalones que he tenido que subir hasta llegar aquí, pero no puedo evitarlo. Recuerdo cada momento, desde hace más de seis meses, cuando dejé mi hogar. Tengo clavada la mirada de mi madre y mis hermanos al decir adiós, pues arrastro la responsabilidad de mantenerlos sin estar en casa. Llevo marcas de los obstáculos que he tenido que saltar,

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nunca mejor dicho. He presenciado horrores que realmente preferiría no recordar. Son heridas profundas y, aunque se curarán, me dejarán una cicatriz de por vida.

Estoy aterrada. Cada metro que conseguimos avanzar, en este ínfimo transporte en medio del mar, me adentro en otra incógnita que despejar, otro misterio del que no sé absolutamente nada. Como he dicho antes, tengo miedo. No me imagino la situación a nuestra llegada, o mejor dicho, prefiero no imaginarla. Quizás, después de tanto vivido, no puedo pensar que las cosas, por una vez, saldrán bien. Quiero ser fuerte y no crear falsas expectativas, pero la llama de la esperanza aún no se ha apagado y algo, dentro de mí, todavía sonríe a esta oportunidad, todavía espera que los llantos, la añoranza y el dolor no hayan sido en vano.Puedo sentir como el viento se mezcla con mis cabellos alborotados y, a lo lejos, al fin diviso tierra firme. Este viaje llega a su fin. De nuevo lo veo todo girar, y esta vez, la sensación va acompañada de un cosquilleo. Es ilusión. Tengo tanto por lo que llorar que puedo permitirme de nuevo sentirme una viajera ilusionada. Tengo tanto por lo que luchar que siento que todo lo que he arriesgado ha merecido la pena. Ahora lo sé. Tengo mucho por vivir y muy poco por perder.

Este escrito fue rescatado del cuerpo Ashanti, una viajera proveniente de Gambia, encontrada sin vida en las playas de Tarifa.

Aurora Albarracín Abellán

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NO ME GUSTA PRESUMIR

No me gusta presumir, pero en este caso puedo hacerlo ya que he hecho millones de viajes, aunque con mi corta edad parezca que es imposible. No he viajado a Alema-nia, no he viajado a Inglaterra y tampoco he viajado a Francia. No he viajado a Estados Unidos, no he viajado a Argentina y tampoco he viajado a China; pero sí he viajado a miedo; he viajado a la vergüenza, he viajado a dolor y, para qué mentirnos, a veces he viajado al amor.

En todos estos viajes que he hecho en mi corta vida, la gran mayoría los he hecho estando en mi cuarto, solo cogiendo destino hacia mi escritorio, donde el avión de ida era el bolígrafo y me llevaba hasta folio que fue y es quien más me ayuda. Cada viaje me ha cambiado, cada viaje ha formado la persona que soy hoy y cada viaje que haré formará la persona que seré el día de mañana. En cada viaje he ex-traído un aprendizaje, aunque para qué mentirnos, hay veces que he viajado y no he pillado el mensaje. También ha habido viajes que por desgracia o por fortuna he vuelto a repetir y hay viajes que desem-bocan en otro viaje. Hay viajes que son muy largos y los hay que son muy cortos, pero lo que sí sé es que siempre estoy de viaje.

Cuando viajé a miedo encontré a valentía. Cuando viajé a amor, encontré a desconfianza, pero también a corazón. De igual manera encontré a miedo otra vez, pero en forma de mi mente. Cuando viajé a tristeza descubrí a familia y descubrí a mis amigos. Cuando viajé a alegría encontré al mundo entero. Puede ser de que de felicidad fue donde más aprendí, ya que me di cuenta de que felicidad no se

Aurelio

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tiene, sino que está junto a ti; lo que pasa es que hay veces que no la vemos. De ese viaje también aprendí que cuando eres feliz y estás bien, todo el mundo se codea contigo, pero cuando volví otra vez al viaje de tristeza, vi que esa gente gira rápidamente su cabeza y solo se quedan los amigos.

He hecho muchos viajes a infinitos sentimientos y he de decir que esos viajes me mantienen vivo en este momento, porque cada uno te enseña algo si estás atento al paisaje, como, por ejemplo, que hay veces que se tiene que dejar equipaje e irse solo porque al final es el fin del viaje.

Cuando viaje con amigos, sé que serán los viajes más tristes o más divertidos. Cuando viaje con mi familia, sé que serán donde más me quieran y donde me enseñaran de dónde vengo y a dónde voy. Cuando viaje con ella, sé que serán los viajes más lejanos, pues me llevarán a las estrellas; me llevara a mis sueños para hacerlos realidad y a lo mejor algún día me lleva a paternidad, pero esos son viajes muy lejanos que algún día haré.

Quizás el más importante y por eso el último, es el viaje que hago yo por la vida en el que estoy solo, porque estarlo no es malo, se apren-de mucho de uno mismo, aunque cambia tanto que cuando me miro parece que hago turismo. Al fin y al cabo, este es el más importante, ya que cada uno siempre va a ser el piloto de su viaje llamado vida. Tú decides quién sube y quién se va, tú eliges la hora y el lugar. Tú eres quien decide el rumbo, así que este es mi viaje más importante.

He hecho millones de viajes y seguiré haciéndolos, ya que no he veni-do a este viaje a estar solo subido en el avión. He venido a hacer de mi vida el mejor viaje y así haré.

José Antonio Zaragoza

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HOGUERAS E HISTORIAS Las historias son el hilo conductor de nuestra sociedad. Vayas a donde

vaya y mires a donde mires, siempre hay una historia por escuchar, por ver o por crear. Sin las historias viviríamos en un mundo estático y sin pasión. Es por eso que me gustaría proceder a contar esta historia de la mejor forma posible, porque una historia que está mal contada pierde esencia, deja de ser ella misma. Sigue siendo una historia, al fin y al cabo, pero a medida que se distorsiona la esencia de la historia también se distorsiona el impacto que pueda crear al ser contemplada. Todo esto sin necesidad de ser una historia real. Al menos en nuestro mundo.

Nuestra historia comienza con una muchacha. Una joven cualquiera a simple vista. Ella se consideraba alguien más y los demás también la consideraban alguien más. Y seguramente lo era. Sería especial, pero claro está, todos somos especiales a nuestra manera. Se llama Edema y nada le va a cambiar la vida.

Edema nació como una niña normal, siempre rodeada de historias contadas por su madre desde que tenía uso de razón. Y antes que, a su madre, su madre. Conocía las historias de los monstruos de los bosques que raptaban a niños y las de hadas preciosas que regalaban caramelos. Había escuchado leyendas de grandes héroes que habían rescatado a hermosas princesas y ella misma se las había contado a sus amigos. A su vez ellos le habían contado historias sobre brujas, ogros o trolls del bosque. Siempre ha sido algo fascinante para ella.

Actualmente la vida de Edema se rige por algunas cosas básicas en la vida de cualquier joven: mantener una buena relación con sus padres y terminar rápido el trabajo que le corresponde para tener tiempo para ella. En su opinión, tiene una vida normal y corriente como la de todos sus amigos y familiares. Para nada parecida a la de los protagonistas de sus historias. En su mundo, ella se considera una más, pero al mismo tiempo es diferente. Ella no espera terminar su trabajo para poder irse a

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la taberna otra vez, como el día anterior y el anterior. Ella debe de tener algo más en la vida. Es por eso que de vez en cuando, los días que nadie la ve, coge el caballo de su vecina y se introduce en el bosque en busca de alguna aventura como la de sus historias. Llega al bosque repleta de ilusión.

Es un bosque tan espeso que no podrías ver a alguien a 10 metros de distancia, ni aunque te lo propusieras. Un bosque del que se cuentan historias. Desde la cima de la montaña más alta del bosque y con la ayuda de unos prismáticos puedes ver un pequeño atisbo de sociedad. Pero ella no va buscando eso. Busca todo lo contrario a la sociedad que nosotros conocemos. No la necesita. Solo necesita las historias y ese bosque se las da. Por ejemplo, una vez encontró una manada de caballos salvajes a los que pudo dar de comer y compartir con ellos su comida, aprender de ellos y ellos le permitieron a su vez montar al menos a dos de ellos y compartir su felicidad de la forma más pura posible al correr por las colinas todos juntos en familia. Una noche creyó estar tan cerca de la luna que podía oír lo que le decía. Pero solo los lobos pueden oír lo que dice la luna, por eso le contestan, aúllan a la luna.

Pero siempre vuelve porque no encuentra algo merecedor de hacerla quedarse.

Todo esto son historias que ella vive cada fin de semana, porque como he dicho antes las historias son el hilo conductor del mundo. Y ella lo sabe, de una forma realmente certera. Igual que sabe que nada le va a cambiar la vida. Porque, ¿quién no escuchado una historia sobre marineros o una historia sobre caballeros y se ha sentido realmente fascinado? Pero, obviamente, esas historias son demasiado fantasiosas para Edema.

Aunque esta vez sería diferente. Iba a crear una historia, no a contarla.Las últimas veces que había ido a la montaña había visto ciertos gases

azules que parecían posicionarse de una forma concreta: los fuegos

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fatuos. Los fuegos fatuos se le habían aparecido y no los había seguidos por pensar que tenía que ser mentira o incluso por miedo. Aunque no había podido evitar mirarlos, eran realmente preciosos y muy curiosos. En la aldea se decía que aquellos que seguían a los fuegos fatuos no volvían nunca y si volvían era totalmente cambiados, y eso era justo lo que ella necesitaba.

Una vez en el bosque decidió dejar en libertad al caballo y seguir a pie. Anduvo cerca de 6 kilómetro hasta que creyó ver un fuego fatuo, pero no. Tuvo que andar por lo menos 15 kilómetros para estar lo suficientemente internada en el bosque para estar segura. Estaba ahí, habían vuelto a aparecer, y era todo un consuelo; nada le aseguraba que no había perdido su oportunidad al dejarlos marchar la última vez. Estaba ahí, a unos siete metros de ella. Pequeñito y brillante. Era precioso, tan frágil. Decidió acercarse poco a poco, casi sin hacer ruido hasta que vio el siguiente, algo más grande que el primero, pero igual de brillante. Al ver el tercero vio también el cuarto y el quinto, y después una sucesión de más de diez de ellos. Era algo tremendamente inusual y tremendamente bonito. Y no estaba preocupada por el sitio al que iba a llegar, simplemente ver aquellos fuegos era suficiente para ella. Ese había sido el principio de un viaje sin vuelta atrás. Un viaje del que, aunque quisiera, no podía olvidarse.

El camino hasta llegar al sitio indicado por los fuegos fatuos le parecieron apenas instantes, ya que estaba maravillada, pero pensando en todo lo que había recorrido debieron de ser horas. Al llegar al último de los fuegos fatuos levantó la mirada y vio un claro. Un claro, en aquel bosque tan espeso, era tan poco frecuente como encontrarte a una tortuga de mar. Pero no era solo eso. También había unas personas y un fuego. No parecían persona normales y corrientes puesto que ya se había hecho de noche y ellos seguían allí como si tuvieran intención de pasar la noche, pero no tenían ningún tipo de lona sobre la que dormir.

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De pronto, vio un pequeño fuego fatuo entre ellos y ella. Entonces todos se giraron para mirar al fuego fatuo y más tarde a ella. Puesto que el fuego fatuo estaba allí decidió acercarse. No parecían personas peligrosas, pero nunca se sabía, ella venía de una pequeña aldea y nunca había estado tan lejos de su casa y solo conocía a las personas de su aldea. Su mundo era pequeño. Sin embargo, su mente era muy grande y abierta.

Al llegar vio que todas las personas allí presentes eran mujeres. Eran cuatro: una muy alta y con un pelo largo y muy oscuro. Al lado de esta, una chica algo más joven de tez muy pálida y pelo rubio y corto. Enfrente de estas dos, había una mujer algo rolliza y bajita con un pelo rojo oscuro muy rizado y largo que parecía tener un aura algo misteriosa. Y por último, al lado de la mujer pelirroja había una mujer ya entrada en canas que era realmente guapa. El tipo de mujer de la que se cuentan historias.

- ¿Quién eres? - dijo la mujer morena con un poco de molestia en la voz. En su cara parecía haber ciertas cicatrices, pero a la luz del fuego Edema no sabría decir muy bien si lo eran o no.

-Me llamo Edema, he llegado...- ¿la creerían si les decía como había legado o la tomarían por una loca?

- ¿Has seguido a los fuegos fatuos? - dijo la mujer ya entrada en canas.A Edema le sorprendió aquello. ¿acaso ellas también los habían visto?-Así es. ¿Es que vosotras también los habéis visto?Entonces se miraron todas a la vez.-Nosotras los hemos llamado.Hubo un intenso silencio. Nadie sabía qué decir. ¿Qué ellas los habían

llamado?-Mira, te lo explicaré todo, pero quiero que tengas la mente lo más

abierta posible. -dijo la mujer ya entrada en canas- Sé que seguramente serás de un pequeño pueblo bastante normal y esto que te voy a decir

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puede sonar muy extraño. Ven, siéntate.

Por alguna razón la voz de esta mujer la tranquilizó. Se sentó en uno de los troncos junto al fuego, aunque no tenía frío, estaban ya a finales de la primavera.

-Somos un grupo de mujeres que nos dedicamos al ocultismo y la adoración a la madre naturaleza. La gente que no nos conoce nos llamaría brujas, pero no practicamos magia. Nuestros dioses se hallan en la naturaleza, los adoramos y a cambio ellos nos dan todo lo que necesitamos. Solo tienes que saber escucharlos- explicó a Edema la misma mujer.

-Entiendo, pero ¿qué hacéis aquí?-Este es un momento muy especial Edema, ¿te llamabas así? Esta

noche es conocida por la mayoría de las personas como el solsticio de verano, la noche más corta del año. Pero para nosotras es la noche en la que la luz gana a la oscuridad, cuando más fuerza tenemos nosotras y en la que menos tiene la oscuridad. Hace poco sufrimos la perdida de una compañera a manos de la gente de su poblado. Fue quemada brutalmente como bruja solo por curar a una niña con lociones y remedios naturales. La gente no lo entendió y se limitaron en su incultura a juzgarla como bruja y quemarla. Ese es nuestro mayo temor. Morir a manos de la incultura popular solo por mostrar un avance para la sociedad. Y ella lo vivió.

-Es algo terrible. Lo siento tremendamente.-Muchas gracias, pero ahora solo podemos mirar hacia delante. Es

por eso que tú estás aquí. Necesitamos sustituir a nuestra hermana para ser cinco.

En ese momento Edema se fijó en una estrella de cinco puntas dibujada en el suelo alrededor del fuego. Abrió mucho los ojos debido a su sorpresa. ¿Podría ella ser una bruja? ¿Sería capaz de algo así? Los

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fuegos fatuos la habían guiado hasta allí para que formara porte de aquel aquelarre de brujas. No podía decir que no. De todas formas, no le disgustaba la idea. Ya había emprendido aquel viaje y no podía regresar a su aldea, nada la esperaba allí. No podía ser alguien más. Tenía que ser ella la que cambiase su vida y no ser alguien más. Iba a crear su propia historia e iba a ser una historia sobre brujas.

-Contad conmigo. ¿qué debo hacer?-Por el momento vamos a explicarte las cosas generales, -dijo la

chica bajita y rubia con una voz muy dulce- luego hablaremos sobre esta noche. Tenemos tiempo, aún se ven algunos colores del sol por el oeste… Yo me llamo Mery, ella es Beth- dijo refiriéndose a la mujer alta y morena con cara de molestia constantemente- a su lado esta Jane, la pelirroja. No puede hablar, le cortaron la lengua en su poblado por bruja antes de que pudiera escapar. - hizo un leve movimiento de cabeza en forma de saludo hacia Jane- y por último ella es Gladis, la actual jefa del aquelarre. Como parte de nuestro aquelarre no debes mudarte ni nada por el estilo. Solo debes acudir a las reuniones que tenemos una vez al mes aquí, siempre al atardecer y siempre con la luna llena. Durante el tiempo que estés en tu aldea debes buscar remedios o cosas aportadas por la naturaleza que sirvan como remedio o bien puedes estudiar las estrella o estudiar el cuerpo humano. Todo aquello que pueda ayudar a entender mejor el mundo y también a la madre naturaleza. Entonces en nuestras reuniones las compartimos para así ayudarnos entre nosotras a estar más cerca de nuestra madre. Todo quedará anotado en este libro- de pronto sacó un libro y lo pasó a Edema para que lo viera. Las páginas estaban descoloridas por el tiempo. No pudo evitar preguntarse cuantas generaciones de brujas habrían escrito allí sus propios hallazgos. Las reuniones deben ser siempre con la luna llena ya que es cuando más cerca estamos de madre.

De pronto, Edema se imaginó volviendo a su aldea. A su mediocre vida como la de cualquier otro en una aldea como cualquier otra. No

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podía volver otra vez a la rutina y a la simpleza. Ella había llegado allí buscando una vida nueva y diferente, no para volver a donde estaba solo para ser diferente una noche al mes.

- ¿Debo volver a mi aldea? - preguntó Edema. - ¿Es totalmente necesario?

-Ahora que vas a ser una de nosotras, es necesario que tengas una identidad para no ser acusada de bruja. Lo más seguro es que vuelvas a tu antigua vida - dijo Beth, frunciendo el ceño.

-No puedo, he abandonado mi hogar. He emprendido un viaje sin opción de vuelta. Soy una persona diferente a la que era antes de esto. Sabiendo que existe esta opción no me puedo conformar con mi anterior vida.

-Entonces ¿Qué propones? No puedes vagar de pueblo en pueblo sin más durante todo un mes hasta la siguiente reunión y vuelta a empezar sin más.

Justo en ese momento un pequeño fuego fatuo apareció entre todas ellas. Un silencio sepulcral las invadió. El movimiento de las pequeñas llamas azules era hipnótico y bello. Ninguna era capaz de apartar la mirada. No sabían cómo interpretar aquello. Sobre todo, Edema. ¿Significaba acaso que hiciera caso de Beth y volviera a su aldea? ¿O qué siguiera el camino que mejor se adaptase a su nueva forma de vida?

Entonces otro fuego apareció y otro más. Todos tremendamente pequeños de forma que solo ellas pudieran verlos. Aparecieron un total de doce fuegos que formaban una flecha justo en dirección contraria a su aldea. Ya estaba claro. No volvía. Era su destino.

Entonces, una vez decidido, se creó un silencio. Pero no un silencio cualquiera. Era un silencio en el cual no escuchas nada, pero, sin embargo, en la mente de todas a la vez suena la misma melodía. No hicieron falta palabras ni tener que explicarle a Edema lo que iba suceder a continuación. Esa noche era el solsticio de verano, la noche

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en la que menos fuerte era la oscuridad y mayor era el poder de la luz y madre naturaleza. Esa noche, en mitad de uno de los bosques más densos y peligrosos se pudieron escuchar cantos de celebración y alegría. En su comienzo parecieron cantos humanos, pero conforme la noche se volvía más oscura, más extraordinarios se volvían esos cantos, casi como si algo o alguien hubiera hecho suyo el cuerpo de aquellas voces que cantaban. Casi como si esa noche fuera aquella en la que más poderosa es la madre, y hubiera bajado a celebrar esa noche con sus hijas. Pero solo casi. Porque afirmar eso sería una herejía y podría ser condenado. Por tanto, solo eran rumores, nadie lo afirmaba rotundamente pero tampoco se llegaba a negar. Porque cualquiera que se haya perdido en un bosque en un día de luna llena sabe que no todo es como siempre. Y menos en una noche de solsticio. Esa es una noche de brujas. Es sabido.

Tras esa noche sus hermanas brujas le enseñaron a comunicarse con

la madre y a aprender de ella todo lo necesario para convertirse en una bruja de tomo y lomo. Aprendió el lenguaje de los lobos y a leer el cielo por las noches. Aprendió qué era aquello que podía comer y o lo que, sin embargo, podía matarte. Aprendió todo lo que se debe aprender y lo hizo en apenas unos meses, mientras que a otros les toma casi toda una vida reunir todos esos conocimientos. Pero ella no se conformó con eso. Ella debía convertirse en alguien del que se cuentan historias. Porque así funciona el mundo, ella se había criado escuchando y contando historias y ahora era su momento de crearlas.

Decidió empezar investigando el comportamiento de los fuegos fatuos. Por lo que le habían explicado sus hermanas la magia, tal y como imaginamos en nuestra cabeza, no existe realmente, sino que lo vemos como algo que no tiene explicación. Y todo lo que la rodeaba tenía explicación para ella. No había nada que pudiera considerar magia. Excepto los fuegos fatuos. En su mundo no tenían explicación, igual que para el de cualquiera, lo que ella hacía tampoco la tenía. Por

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tanto, ella iba a conocerlos.Empezó simplemente observándolos Aparecían muy rara vez por lo

que era una misión difícil, pero con el tiempo lo consiguió. Y no solo eso. Con mucha paciencia y esfuerzo aprendió incluso a comunicarse con ellos. Podía incluso pedirles cosas, y muchas veces hasta podía llamarlos y ellos aparecían.

Desde entonces empezó a circular una historia que no tardó mucho en cobrar fuerza. Circuló de taberna en taberna y de iglesia en iglesia. De boca en boca y alguna vez de carta en carta. También circulaba por los caminos. Trataba sobre una curandera que iba de aldea en aldea y se hospedaba allí cerca de un mes, puede que algo menos o algo más, dependiendo de la versión. Esa curandera era conocedora de poderes capaces de curar casi a cadáveres, por lo que eras afortunado si llegaba a tu aldea y sabías reconocerla. Eso era lo principal de la historia. Ahora bien, lo morboso de la historia (debía de tener cierto morbo si no, no habría circulado tanto) estaba en que hay quien jura haber sido curado a través de algún hechizo propio de brujería. Otros afirmaban haberla visto por el bosque con otras mujeres en mitad del bosque cantando. Había quien incluso decía que era ella quien creaba la luna llena al irse y al llegar. También se le describía físicamente con lunares en la cara, un típico vestido y el pelo más rojo que se pudiera imaginar. Y nada bueno se puede esperar de una mujer con el pelo rojo. Todos estos rumores tenían en común una cosa: siempre se hablaba de esta mujer por ir seguida un pequeño fuego azul flotante que nunca nadie ha sabido identificar.

Había aldeas donde solo por rumores como estos había prohibido la entrada al pueblo a las mujeres que viajaran solas, aunque no fueran pelirrojas ni les siguiese ningún fuego. Era preferible un pueblo sin brujas y con muertos por resfriados, que un pueblo sano, pero con brujas.

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También circula otra historia que es diferente a esta, que habla sobre una bruja con un solo diente podrido y el pelo rojo como el fuego más abrasador. De ella cuentan que vaga por los bosques, corriendo con los lobos y andándole a la luna. Que aprendió a volar con los pájaros y que es capaz de bucear hasta el fondo del lago más profundo. Si te cruzas con ella en una noche de tormenta, es casi imposible que vuelvas de una sola pieza a tu hogar. Es una bruja tan poderosa que solo su mirada puede hacer que te desmayes. No hace mucho tiempo desde que su leyenda circula por los poblados y solo son unos pocos los que juran haberla visto pero siempre que aparece va rodeada de un montón de pequeños fuegos a los que parece hablarle.

Lo que la gente no dice cuando cuentan historias sobre estas mujeres es que una solo aparece cuando la otra desaparece.

Todas historias que la gente cuenta, y que seguirá contando, es sobre nuestra pequeña Edema, la misma a la que su madre crio como a otra niña más, en una aldea más, rodeada de gente cualquiera. La misma que sabía que nada le iba a cambiar la vida y que, por tanto, decidió ser ella la que cambiase su vida. La misma que emprendió un viaje que nuca terminaría. Desde ese día, Edema es una viajera de aldea en aldea y de bosque en bosque. Nunca dejará de viajar porque allí donde llega siempre tiene algo que aprender o alguien a quien ayudar. Viaja haciendo del mundo un lugar mejor y al mismo tiempo disfruta de crear historias que serán contadas a niñas como ella. Historias como aullarle a la luna más fuerte que los lobos o sobre acabar con incendios gracias a los fuegos fatuos. Todo esto contado a niñas normales de una pequeña aldea, rodeadas de gente normal, pero de grandes historias, que son las que mueven el mundo.

Belén Gil Mateos

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EL OTOÑOHola, buenas tardes. Parece que después de estos nueve meses me ha tocado volver a aparecer. Volveré a daros esas hojas marrones y doradas, las castañas y ese primer cambio de temperatura antes del frío invernal. Un verdadero placer volver a estar con vosotros. A veces me pregunto si sería diferente si no existiese, al fin y al cabo, soy solo una prolongación del verano o casi un avanzado invierno. La gente me llama “periodo de transición”. Como sabéis, también me asocian al comienzo de curso y eso suele entristecer a todos. Además, no tengo ninguna fiesta que implique vacaciones como mis compañeros. Ya os dije que a veces me pregunto si no sería mejor que no existiese. Entonces cuando me planteo estas cosas, salgo a dar un paseo por el parque. Y lo veo. Veo a los niños jugar, coger las hojas que hice caer y las lanzan. Hago a los pájaros migrar, y veo a las personas señalar fascinados las formaciones que siguen bajo mis órdenes. Es ahí cuando me doy cuenta de lo afortunado que soy. No soy tan fiestero como el verano ni tan frío como el invierno y tampo-co igual de pijo y alérgeno como la primavera. Todo el mundo debería aprender a valorarse. Porque si hasta alguien como yo, el otoño, tiene cositas buenas, todo el mundo las tendrá...

Los árboles de mi patio

se están poniendo dorados

el otoño de otros años

ha vuelto y los ha pintado.

Carmen Gil Mateos

‘No moriré del todo, sino que

continuaré creciendo, fresco, con el

elogio de la posteridad”.

Horacio

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MicrorrelatosPaula Sánchez Pujante

I

Hacer tuyo cada instante, y dormirme entre tus miedos.Hacer mío cada uno de tus mundosy conquistar el más fugaz de los desafíos.Podré perderme en el desamparoque supone un enfrentamientocuerpo a cuerpo.Sin trucos,ni tratos.Jugando a ciegas nos perdimos.Palpando con los dedos,quise hacer equilibrio en tu ombligo.Y caí.No sé si en la tentacióno en mi propia tumba.

II

Brazos en los que encajas Como si estuvieran hechos para ti.A la medida perfectay a la presión correcta.Divinos para exprimirtecada miedo.

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III

Que sí, que yo puedo.Que valgo más que todas las vecesque me has tirado, que me has pisado.Valgo más que todas las miradasde desprecio, las lágrimas malgastadasy los nudos en la gargantacada vez que abrías la puerta.Valgo más que tus gritosy golpes en la mesa.Sé luchar por mí, por los míos,y eso me lo has enseñado túde la peor forma posible.Me enseñaste a ver qué soy fuertey que puedo con todo lo que me echen,hasta contigo.Porque valgo más que tú y eso era lo que no querías que viera.Lo que te daba miedo.Ahora soy libre y por pisarme,te han cortado mis pedazos. Ojalá te desangres.

Mar Sáez. MEC53

ESTRELLASNo somos el centro del mundo, no todo gira en torno a nosotros,tenemos al Sol,que nos proporciona luz y calor;y tenemos a la Luna, que, como ella, solo hay una.ELLAnos da noches oscuras pero nos da la confianza de que, por la mañana,volverá a salir el sol. Al igual que las estrellas tenemos un talentoque crece y crececada vez que anochece. Somos como una estrella en el firmamento; unas más brillantes, otras apenas visibles entre la población, algunas en soledad,otras en constelaciones,pero cuando una mueresu luz permanece en nuestra bóveda celeste.

Irene Vera Bermejo

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Luis Ló

pez-Ca

no Agua

do

...y ahora, te toca a ti.55

EPÍLOGO

He leído sosegadamente todas estas historias… y no les llamo poesías, cuentos, relatos …. sino historias, porque cada una de estas ficciones nos muestra un pensamiento, una emoción, una idea… pero también nos deja ver a la persona que las ha escrito y algo de su mundo particular. Y como los autores son nuestros alumnos y alumnas aún me interesan más.

Hay historias para todos los gustos. Para reconocer el mérito de personas excepcionales, para destacar que el amor, la amistad, la música…. mueven nuestra vida, para concienciar sobre la incierta vida del migrante, para poner en valor pequeñas cosas que nos pasan desapercibidas. Tampoco huyen nuestros jóvenes escritores del miedo o de la muerte, del desamparo por la pérdida de los seres queridos. Admiro su capacidad para crear mundos fantásticos, para imaginar otras vidas, para viajar al deseo.

Agradezco a las profesoras del Departamento de Lengua y Literatura el empeño permanente en abrir a los alumnos ventanas literarias donde asomarse, mirar y crecer. Y agradezco a los alumnos y alumnas su celo al escribir y su valentía por mostrar y compartir con nosotros sus creaciones. El grupo de jóvenes lectoras, de escritores, se consolida y contagia su entusiasmo.

Mi colección de relatos de alumnos ya tiene dos volúmenes. Cuando, hace ahora un año, se publicó el primer librito sabía que habría un segundo y ya estoy esperando el tercero! Estos libros forman parte del espíritu Aljada, el que nos hace sentir y pensar en comunidad.Para que perdure. Ana Mula. Directora del IES Aljada

Actividades

1. Elabora una ficha narrativa (narrador, personajes, lugar, tiempo y acción argumental)

2. Inventa otro título.

3. Ilustra el cuento.

4. Cambia el final o inventa una continuación.

5. Intenta añadir varios rasgos más (físicos o psicológicos) a alguno de los personajes.

6. Crea un audiolibro o idea un tráiler para alguna de las narraciones.

7. Describe con más detalle el lugar donde se desarrolla la historia.

8. Imagina que la narración se desarrolla en otro tiempo (el pasado o el futuro) ¿Cómo cambiaría la historia?

9. Prueba a entremezclar dos cuentos ¿Te atreves a inventar una nueva historia?

10. Todas estas historias han sido creadas por compañeros del instituto, alumnos y alumnas como tú. Prueba a contar una experiencia vivida en el centro en una narración individual o grupal.

11. Y ahora escribe ¿cuál crees que es tu talento más destacado? ¿qué talento admiras más?

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Ilustración

Paula Albarracín

Pantoja

Lluvia de relatos en el IES AljadaNuestro Plan Viator (Plan de fomento de la lectura del IES Aljada) utiliza como símbolo la imagen del lector que abre un libro como un viajero que emprende un viaje rumbo al conocimiento. Con un libro viajamos y podemos vivir maravillosas o incluso disparatadas aventuras, acercarnos a mundos reales pero lejanos, desconocidos y sorprendentes, a mundos irreales pero posibles y a mundos imposibles, soñados, que muchas veces nos permiten conocer mejor el mundo en el que vivimos y el mundo que nos habita y se encuentra en nuestro interior.

Con esta segunda entrega de Para que perdure… seguimos el rumbo emprendido el curso pasado y volvemos a invitar a nuestros lectores viajeros a que hagan un alto en su camino para disfrutar de los relatos y las palabras enhebradas con ingenio y emoción que se esconden entre sus páginas.