particiÓn de bienes hereditarios -- doctrina -- 2012.doc
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CAPITULO III
PARTICIÓN DE BIENES HEREDITARIOS
Consideraciones Generales
En sentido amplio, el término partición expresa el acto en virtud del cual una cosa
común se divide entre varias personas copropietarias de aquella por cualquier
título. También se designa con este nombre el acto mismo de la división.
En estos amplios términos, la partición puede aplicarse a múltiples ramas
jurídicas. Así, en el Derecho público se pueden recordar las particiones de reinos,
basadas en el anacrónico principio de la soberanía patrimonial de persona o de
familia. Por otra parte, también nos encontramos en las antiguas legislaciones
con otro tipo de partición de Derecho público: la de las cosas ganadas en la
guerra; pero es en el Derecho privado donde la partición adquiere una
trascendental importancia. Dentro de este campo, el término partición designa
especialmente a la división de los bienes correspondientes a una sucesión,
aunque también se aplique a la división de la comunidad familiar de bienes,
especialmente a la resultante del matrimonio.
En este aspecto se utiliza la expresión: partición de gananciales por disolución de
la sociedad conyugal no proveniente de la muerte de uno de los cónyuges. Pero
el término partición, no especificado, se refiere normalmente a la de la herencia,
y en este sentido designa a la división de la universalidad de bienes y derechos
pertenecientes a una sucesión.
El término partición nos indica a simple vista un concepto asimilado al de división.
Únicamente puede darse una división cuando varias partes integran un todo. Sin
embargo, en sentido técnico-jurídico, se ha llamado partición, a la división que se
realiza por los herederos de los bienes del causante conforme sus cuotas.
En nuestra legislación, se consigna la obligación de hacer la partición como parte
del proceso sucesorio, e inclusive se impone como obligación al albacea. Se ha
prohibido categóricamente la proindivisión la cual no debe mantenerse ni aún por
disposición del mismo testador. Se prohíbe también permanecer pro-indiviso y se
obliga a efectuar la partición dentro de un término máximo de tres años. Las
disposiciones relativas a la partición de bienes hereditarios son de orden público
y no pueden ser renunciadas por las partes.
El estudio de la partición de la herencia ha de abordar múltiples aspectos
polémicos, derivados tanto de la propia naturaleza de la institución como del
hecho de ser una consecuencia de esta tan problemática institución que es la
comunidad hereditaria.
Antecedentes
El Derecho romano, viendo en la comunidad hereditaria una situación indeseable
y transitoria, concedió a los herederos, con carácter imprescriptible, la acto
familiae erciscundae, al parecer desde los tiempos de las Doce Tablas, tenía
lugar, o por acuerdo entre los coherederos (división voluntaria), o por obra del
juez (división judicial). En el sistema romano de los contratos típicos no se
encuentra el de división, sin que pueda entrar tampoco en el esquema de los
contratos innominados; sin duda, el pactum divisiones, como tal pactum, sólo
tenía eficacia por vía de exceptio; la división judicial se actuaba mediante la
citada acto familiae erciscundae.
También en los Derechos germánicos cada heredero podía exigir en todo tiempo
la división del caudal relicto, cuyos inconvenientes eran aminorados con
frecuencia por costumbre o por pacto; sobre todo en las zonas campesinas se
mantenían así las explotaciones indivisas, incluso donde no existía el derecho de
vinculación sucesoria sobre haciendas agrícolas. La división, cuando tenía lugar,
era llevada a cabo entre los coherederos por partes iguales; en el Derecho sajón,
según la regla «el más viejo divide, el más joven elige».
Los Derechos españoles conocieron la partición en su doble forma, voluntaria y
judicial. Aunque las fuentes medievales no regulan la primera, parece ser que en
el Fuero Real y en el Fuero de Ayala se continúa la tradición visigoda del Liber
iudiciorum que exigía que la decisión de partir se tomase por mayoría entre los
coherederos. A esta forma de partición aluden, también, los documentos y
formularios medievales. La partición era convencional; pero si no había acuerdo,
cualquiera de los coherederos podía acudir al juez para que la realizase. De la
persistencia de la actoo familiae erciscundae en la época visigoda no tenemos
noticias; tampoco en el Derecho posgótico; en los Fueros extensos comienza a
perfilarse el derecho de cada coheredero a exigir de los demás la división. Y el
principio romano de que la comunidad es una situación transitoria informa
claramente las fuentes de recepción romano-canónicas.
En la época de la codificación influyó decisivamente la mentalidad romana,
atosigada, al decir de Sohm, por una «sed rabiosa de partir»... El Código de
Napoleón afirmó que nadie puede ser obligado a permanecer en la indivisión, y
que la partición puede siempre ser provocada cualesquiera que sean las
prohibiciones o convenciones en contrario. Análogo principio contenía el Código
italiano de 1865. También el Código Civil español establece que ningún
coheredero podrá ser obligado a permanecer en la indivisión de la herencia (art.
1.051) pudiendo pedir en cualquier tiempo la partición (artículo 1.052). A través
de estos Códigos, el principio romano influyó también en muchas de las
legislaciones americanas. En el Derecho Romano la existencia de varios
herederos en una misma sucesión determinó que se constituyera entre los
mismos una situación de comunidad de bienes, en la cual la partición estaba
determinada por las respectivas cuotas hereditarias.
La herencia indivisa existía y podía persistir; los herederos beneficiarse de ella y
explotarla en común; pero la comunidad hereditaria había de cesar en cuanto así
lo quisiera uno de los coherederos, procediéndose entonces a la partición, bien
por mutuo acuerdo, bien por vía judicial, utilizando la actio familiae erciscundae.
Ésta era abundantemente ejercitada ya que, como piensa Siesse, “el espíritu
individualista, que impregnaba el funcionamiento de las instituciones civiles en
Roma, exigía que cada heredero se viese lo más rápidamente posible dueño de
su parte en el activo sucesorio, a fin de adquirir una completa independencia con
respecto a sus coherederos”.
Con esta perspectiva, los jurisconsultos romanos se cuidan de marcar la
trascendencia individualista de esta operación jurídica.
PAPINIANO definió la partición, por sus efectos, como “Un cambio de partes
indivisas que los herederos se consienten recíprocamente”. Ese cambio mutuo
de participaciones hereditarias se lograba por medio de la adjudicatio, que
reconocía al Juez la facultad de atribuir la propiedad a una persona que no la
tenía. Esta facultad le fue conferida por una cláusula especial, inserta en la
fórmula de las acciones familiae erciscundae y communi dividendo.
Por lo demás el derecho romano respetaba con toda solemnidad al realizar la
partición, los derechos reales que sobre la misma hubieran obtenido los terceros
durante el tiempo de la indivisión. Este respeto se exterioriza en las palabras de
CHEVALIER: “los jurisconsultos de Roma no admitieron jamás que los herederos
pudieran modificar, por medio de la partición, la suerte de los derechos reales
consentidos a favor de terceros, durante la indivisión, sobre los bienes indivisos”.
De forma peculiar eran, en cambio, considerados los créditos y las deudas. Ya en
las tablas se estableció que las obligaciones quedaban fraccionadas ipso iure,
desde la muerte del causante, entre los coherederos, cada uno de los cuales solo
debía pagar o podía cobrar la proporción correspondiente a su cuota. Las
obligaciones, pues, no formaban parte de la comunidad hereditaria ni, por lo
tanto, podían ser objeto de división en el iudicium familiae erciscundae. Este
principio se conservó siempre en el Derecho romano.
El tratamiento que de la partición hizo el Pueblo-Rey tuvo una gran influencia en
toda suerte de legislaciones, incluso en la germánica. Por lo que al Derecho
español se refiere, no hace sino devolver los principios romanos con alguna que
otra peculiaridad. En la misma línea se mueven, al respecto, la Nueva y Novísima
Recopilación. En la confección del Código Civil Español se advierte la influencia
del Código de Napoleón.
Naturaleza Jurídica
La partición es un acto jurídico, bien de carácter unilateral si la hace el testador o
un comisario designado por él, bien de signo plurilateral, con carácter de
verdadero contrato, si la hacen los interesados de común acuerdo. También
puede tener el carácter de acto sustancialmente judicial, cuando es efectuada en
trámites de ejecución de sentencia recaida en juicio ordinario, surgido de juicio
universal de tertamentaria o abintestato.
En la transcrita definición de Roca Sastre se atribuía a ese acto jurídico, que
supone la partición de la herencia, naturaleza declarativa. Fundamentalmente,
nos encontramos al respecto de tres posiciones: la que defiende el carácter
declarativo de la figura; la que argumenta a favor de su naturaleza traslativa de
derechos y por último, una posición intermedia aunque no conciliadora y si de
alto grado polémico.
1. Posición traslativista, constitutiva o histórica
En el Derecho Romano, la partición de la herencia era de signo marcadamente
traslativo. Hasta autores, como Desserteaux, que intentan por todos los medios
demostrar que los romanos no ignoraron el efecto declarativo de la institución, no
han dejado de reconocer esta ineludible realidad histórica, exteriorizada de modo
rotundo en la definición papinianea (“cambio de partes indivisas que los
coherederos se consienten recíprocamente”) y en la existencia de la adjudicatio
que, confería al Juez la facultad de poder atribuir la propiedad a una persona que
no la tenía.
Esencialmente, la argumentación de los que defienden esta posición traslativista
está hecha en estos o parecidos términos: los herederos, desde el momento de
defunción del causante, son dueños pro indivisos de todos y cada uno de los
bienes integrantes de la sucesión, en proporción a sus cuotas. Para que puedan
convertirse en propietarios únicos de bienes determinados, se hace precisa la
cesión recíproca de participaciones indivisas de los mismos, de tal modo que las
participaciones correspondientes a cada heredero en las adjudicaciones hechas
a los demás las ceda a éstos a cambio de que los mismos, a su vez, le cedan las
que virtualmente le pertenecían en las que a él le hayan sido asignadas, en pago
de su haber hereditario. Dado que estas cesiones recíprocas son verdaderas
permutas y que estas son actos de enajenación o de transmisión de bienes, la
transmisión tiene que ser clasificada de acto traslativo de dominio.
La naturaleza traslativa, histórica o constitutiva, supone una comunidad de
bienes sobre cada uno de los bienes que integra la herencia y produce un
intercambio entre los coherederos de sus partes indivisas de modo que uno
adquiere la totalidad de unos bienes transmitiendo a los demás su cuota sobre
los otros bienes y viceversa.
Esta teoría no soporta un riguroso análisis, está en contraposición del artículo
918 del Código Civil que expone que los herederos a la sucesión se transmiten
desde el momento del causante. Además esta teoría, sujeta la transmisión de la
herencia, a la voluntad de los coherederos. Nosotros sabemos que el derecho
hereditario no tiene origen en la voluntad de las personas, por lo tanto la
adquisión de los bienes relictos nunca podrá tener como origen la voluntad de los
coherederos. Los artículos 1108 y 1109 apoyan éste criterio, pues en sus partes
conducentes rezan, que la partición legalmente hecha confiere la propiedad
exclusiva de los bienes adjudicados y que los coherederos están obligados
recíprocamente al saneamiento. Estas normas explican porque el derecho
hereditario no es más que un derecho real, impropio e imperfecto, que se
transmite desde el momento del causante, pero que se perfecciona en la
partición. En ningún momento la partición es un acto traslativo de dominio, sino
más bien un acto que perfecciona el dominio.
Los autores patrios entienden que la partición en el derecho español tiene
carácter traslativo, pues constituye un título traslativo de dominio a favor de los
herederos hasta el punto de que:
a) Sólo mediante la partición se transfieren los bienes a los herederos,
constituyendo aquella el verdadero título de dominio del adjudicatario.
b) La partición es para los herederos, como dice OGAYAR, la causa
inmediata de la transmisión hereditaria, el reconocimiento de su derecho a
la herencia.
c) La partición tiene el carácter de partición complementaria de la
transmisión.
d) Es siempre necesaria para obtener el reconocimiento de propiedad sobre
bienes determinados.
e) La partición completa la transferencia necesaria, individualizando y
concretando el derecho de cada heredero sobre bienes determinados de
la herencia.
f) Las operaciones particionales de una herencia constituyen normalmente
un ordenado conjunto, en el cual, después del inventario, avalúo,
liquidación y división del caudal relicto, se transfieren los bienes a cada
heredero.
2. Posición declarativista o retroactiva
Nació esta posición de los jurisconsultos franceses del siglo XVI, en lucha con la
entonces imperante tesis del Derecho romano: logro adueñarse de la mayor
parte del ámbito francés e influir a través del Código napoleónico, en bastantes
legislaciones europeas. Martín López señala que en realidad en verdadero origen
de esta doctrina se encuentra en las exigencias de cuantos reclamaron la
sustitución del estado de derecho anterior por otro, inspirado en una tendencia
más equitativa y traducida en normas que ofrecieron mayor seguridad. Esta
aspiración social, conducida por autores como LOÜET, BRODEAU Y COQUILLE
plasma, en lo que a la partición de la herencia se refiere, en la tesis de que ésta
tiene el carácter de acto jurídico declarativo de derechos.
Según esta tesis, la partición tiene por finalidad esencial la fijación de los
derechos correspondientes a cada uno de los coherederos, ya que éstos los han
adquirido directamente del causante, en el momento de fallecer éste. El
heredero, pues, recibe los bienes que se le adjudican en pago de su haber
hereditario, por línea jurídica directa causante-sucesor, sin que su condición de
dueño pueda tener nunca origen en la voluntad de sus coherederos. La partición
nada transmite: como consecuencia de ella, cada coheredero recibe lo que ya le
pertenecía. Sus derechos sobre partes alícuotas de la herencia se concretan o
materializan en cosas o bienes determinados, pero “su posición económica no
cambia”; es la misma que antes de llevarse a cabo la partición: en consecuencia,
por la partición nada se adquiere. Por otra parte el carácter declarativo de la
partición retrotrae los efectos de la misma al momento de la muerte del causante,
único transmisor de los bienes.
Prototipo de la exteriorización legal de la tesis declarativista es el artículo 883 del
Código civil francés, según el cual se presume que cada coheredero ha sido
siempre propietario único de los bienes puestos en su lote y no ha tenido nunca
la propiedad de los demás efectos de la sucesión. Luego de la partición, cada
heredero adquiere la plena propiedad sobre su parte.
Los autores patrios que defienden esta postura (DE BUEN, CAVIÁN, ROCA
SASTRE) entienden que el artículo del Código francés se proyecta sobre
bastantes preceptos del Código patrio; esgrimen también a favor de su tesis
numerosas sentencias del Tribunal Supremo en la que se niega al coheredero
todo derecho a disponer de bienes concretos y determinados de la herencia ya
que, mientras no se le haga adjudicación de los que le correspondan después de
hecha la partición, no puede ostentar el título de dueño sobre ninguno de ellos.
Durante la comunidad hereditaria, se necesita el consentimiento de los demás
para su disposición, pero en todo momento se entenderá que el heredero ha
poseído exclusivamente su parte al repartirse la herencia.
Una sentencia de 25 de enero de 1943 en España, parece adoptar una posición
declarativa. Esta sentencia dice que, si bien por precepto de los artículos 657,
658 y 661 del Código Civil, los derechos a la sucesión de una persona se
transmiten y adquieren desde el momento de su muerte, no es posible prescindir
de que , en el período de indivisión que precede a la partición hereditaria, los
herederos poseen el patrimonio del causante voluntariamente, permaneciendo
indeterminados los respectivos derechos hasta que se transforman y
complementan mediante la partición, que es la que reconoce a cada heredero
derechos individuales y específicos sobre bienes de la causa hereditaria.
En conclusión esta posición entiende que cada coheredero ha sido propietario
único de los bienes que le han sido finalmente adjudicados desde el día de la
apertura de la sucesión y que, por tanto, recibe los bienes en virtud de dicho
título de heredero y directamente del causante.
3. Posición intermedia, determinativa o especificativa
El notario Martín López, después de analizar los argumentos y puntos de vista,
tanto de la posición traslativista como de la declarativista, así como los conceptos
de “acto traslativo” y “acto declarativo”, concluye diciendo: “si la partición modifica
o cambia o derecho ilimitado e impreciso en otro que se individualiza y concreta
sobre bienes ciertos, que ingresan en el haber particular de cada heredero, es
indudable que ni podrá ser calificada de acto declarativo, ni menos aún de
operación traslativa, si reconocemos que antes de llegar a ella los coherederos
han adquirido ya, si bien de modo indeterminado, cuanto pueda corresponderles
en la herencia”. Para Martín López ésta es, tanto por su carácter como por sus
efectos, determinativa o especificativa de derechos que antes existían como
indeterminados e inconcretos. La partición, pues, asume en ésta posición
intermedia el carácter de un acto jurídico, que ni declara ni transmite derechos
sino que, meramente, los determina o especifica. Es decir, la partición no
participa de ninguna de las dos naturalezas anteriores, porque lo que sucede es
que varía un derecho ilimitado e impreciso, por otro que se individualiza y
concretiza sobre bienes ciertos, que ingresan en el haber particular de cada
heredero. La naturaleza de la partición será pues, de un acto de determina o
especifica derechos que antes eran indeterminados.
Una sentencia de 5 de julio de 1958 de España, dice que “sea cualquiera el
concepto que se acepte sobre la naturaleza traslativa o simplemente declarativa
de la partición, lo que no puede desconocerse es que, los herederos tienen
derecho a la herencia y suceden al difunto en todos sus derechos y obligaciones
desde el momento y por el solo hecho de su muerte; y si bien, no obstante esta
última expresión, se requiere además la aceptación de la herencia que retrotrae
siempre sus efectos al momento de la muerte de la persona a quien se sucede,
que es lo mismo que en relación con la posesión establece el artículo 440. El
heredero podrá incluso, en estado de indivisión, enajenar por sí mismo, no sólo la
porción o cuota ideal que le corresponda en el as hereditario, sino igualmente las
cosas determinadas comprendidas en el caudal relicto, si bien con eficacia
puramente condicional, o sea subordinada en todo caso al hecho de que la cosa
vendida le sea adjudicada en todo o en parte en las operaciones divisorias”.
4. Teoría de la Naturaleza-Perfectiva
Si bien el error de todas las teorías anteriores, en mayor o menor grado, se debe
a que no han encontrado la verdadera naturaleza del derecho hereditario y de la
comunidad hereditaria. Ninguno analiza el acto de partición, enmarcado dentro
del proceso que le corresponde. Es una operación técnica que perfecciona la
transmisión hereditaria; que puede tener diferentes formas; y que pone fin al
proceso sucesorio. La naturaleza será la de un acto que declara, concretiza y
perfecciona un derecho real, impropio o genérico.
Definición y Características
1. Definición
La partición puede considerarse como acto jurídico in genere en cuyo caso entra
tanto en los negocios jurídicos unilaterales como en los bilaterales, cuando los
herederos voluntariamente ponen fin a la comunidad; como instrumento, en cuyo
caso será el conjunto de operaciones necesarias para hacer cesar la indivisión,
atribuyendo partes concretas de la herencia a los respectivos titulares; y
finalmente como ejercicio de una facultad divisoria que al actuarse jurídicamente,
la partición será un acto procesal.
La partición tiene naturalezas varias; es un acto procesal, un acto jurídico y un
negocio jurídico; todo dependiendo de la forma como ésta se realice.
ROCA SASTRE define la partición de la herencia como aquel acto jurídico
unilateral o plurilateral, necesario e irrevocable, de naturaleza declarativa,
compuesto por un conjunto ordenado de operaciones verificadas sobre ciertas
bases o supuestos de hecho o de derecho, en el cual, después de determinarse
el activo y el pasivo de la masa hereditaria y de proceder a su avalúo y
liquidación, se fija el haber de cada partícipe, se divide el caudal partible y se
adjudica cada lote de bienes formado a cada heredero respectivo provocando la
transformación de las particiones abstractas de los coherederos sobre el
patrimonio relicto, en titularidades concretas sobre bienes determinados.
Santa María señala que: “La partición que pone fin a la indivisión de la herencia,
puede dar lugar a su vez a una indivisión de bienes en aquellos casos en que se
adjudica partes proindivisas en cosa o cosas determinadas”.
La partición es, así mismo, es un acto potestativo de los condóminos, que se
realiza con el sólo hecho de instar a la división y puede ser solicitada por
cualquier coheredero; excede del marco de los actos de simple administración
extraordinaria, lo que la convierte al activar el órgano jurisdiccional en un acto de
cumplimiento forzado.
La siguiente definición trata de responder a las tres preguntas básicas que
encierra toda definición, a saber: ¿Qué es?, ¿En qué consiste la partición?,
¿Para qué sirve la misma?
La partición es: “Dependiendo de su forma, un acto jurídico o un acto procesal, o
un negocio jurídico, ya sea unilateral o plurilateral; siempre obligatoria e
irrevocable; de naturaleza perfectiva, declarativa y concretizante; que consiste en
un conjunto de operaciones sistemáticas que determinan, dividen y adjudican la
masa hereditaria a cada heredero, según su cuota; provocando la transformación
de un derecho sobre el patrimonio relicto, en derechos reales perfectos sobre
bienes determinados, para concluir con el proceso sucesorio y perfeccionar la
transmisión hereditaria”.
El análisis de la definición es el siguiente:
Primero: Es según su forma un acto jurídico, o un acto procesal, o un negocio
jurídico: la partición es uno de los actos más versátiles del derecho, y en realidad
gozará de las características de un acto jurídico, por ejemplo, en el caso de la
partición realizada por el albacea. También gozará de las características de acto
procesal si la partición se realiza dentro de un proceso especial de división. Y
tendrá las características de negocio jurídico cuando sea acordada por los
mismos herederos.
Segundo: Unilateral o plurilateral: Es decir, puede ser realizado por una persona,
en el caso del albacea, o del mimo testador. O plurilateral cuando intervienen
varias personas en la partición.
Tercero: Es obligada e irrevocable: La comunidad hereditaria es temporal, de
donde se deduce la obligación de realizar la partición; inclusive se impone con
obligación categórica al albacea y se prohíbe la permanencia en comunidad aún
por disposición del mismo testador. Y es irrevocable, porque la extinción de la
comunidad hereditaria es un proceso irreversible.
Cuarto: De naturaleza perfectiva, declarativa y concretizante: Desde el punto de
vista en que los bienes pasan a formar plena propiedad del heredero.
Quinto: Consiste en un conjunto de operaciones sistemáticas que determinan,
dividen y adjudican la masa hereditaria a cada heredero, según su cuota: Según
el Código Procesal Civil y Mercantil la masa hereditaria distribuible, es lo que
resulte de la herencia luego de hechas todas sus deducciones y deudas. El
proceso sucesorio sigue un orden lógico en el que se establece: El fallecimiento
del causante; los bienes relictos; las deudas que gravan la herencia; quienes son
los herederos; el pago del impuesto hereditario y la partición de la herencia.
Las operaciones sistemáticas que determinan, dividen y adjudican la masa
hereditaria, son integrantes de la partición. Estas operaciones son: El inventario y
el avalúo de los bienes, la liquidación de la herencia, (en algunos países la
colación), la división, la adjudicación de bienes según sus cuotas y la entrega de
títulos.
Sexto: Provoca la transformación de un derecho real impropio sobre el patrimonio
relicto, en derechos reales perfectos sobre bienes determinados; es decir, la
partición transforma el derecho hereditario que tiene la naturaleza de un derecho
real impropio y genérico en un derecho real y perfecto. El patrimonio a través de
la partición, se divide en lotes que se asignan a cada heredero, realizándose así,
la transformación del derecho hereditario, en derecho de propiedad.
Séptimo: Para concluir con el proceso sucesorio y perfeccionar la transmisión
hereditaria, el último acto que se realiza en dicho proceso el perfeccionar la
transmisión hereditaria, que a pesar de que se realiza al momento de la muerte
del causante, ésta no es perfecta porque no pueden disponer los herederos de
los bienes que forman la sucesión, sino hasta luego de la partición.
2. Características
La partición en cualquiera de sus formas tiene las siguientes características:
A. Pone fin a la comunidad hereditaria.
Convierte la cuota de cada heredero sobre la herencia en bienes determinados o
cuotas sobre bienes determinados puesto que, la partición que pone fin a la
indivisión de la herencia, puede dar lugar a su vez a una indivisión de bienes, en
aquellos casos en que se adjudican partes proindivisas en cosa o cosas
determinadas.
B. Es un acto necesario.
En virtud que se realiza por el solo hecho de instar la división cualquier heredero
con capacidad suficiente o su representante.
C. Se necesita plena capacidad de disposición sobre bienes, para pedir la
partición.
La condición indispensable para que un coheredero pueda pedir la partición es
que tenga la administración y disposición de sus bienes
Clasificación de la Partición
Tomando en cuenta la naturaleza del acto testamentario, la especial figura de la
comunidad sucesoria y las complicaciones que pueden surgir, se clasifica la
partición desde varios puntos de vista.
Según la cantidad de bienes sobre los que recae la Partición.
1. Parcial
Cuando la partición solo se ha dispuesto sobre ciertos bienes que integran la
comunidad.
2. Total
Si la partición se realiza sobre todos los bienes de la comunidad hereditaria.
Según su forma de realización.
1. Directa
Cuando la partición se hace sobre los mismos bienes, objeto de la comunidad.
Generalmente esta forma de partición se realiza con bienes que pueden dividirse.
2. Indirecta
Cuando por los intereses de los copartícipes o por la imposibilidad de división de
los bienes sobre los que recae la partición, debe procederse a la venta de dichos
bienes, y luego repartir el dinero resultante de la mima, entre los interesados.
Según sus efectos jurídicos en el tiempo.
1. Provisional
La cual consiste en la partición realizada sobre bienes o con sujetos en los que
todavía hay indeterminación. En estos casos la partición no queda firme. Es
provisional también la partición sujeta a la impugnación del testamento o del auto
declaratorio de herederos. En estos casos será necesaria luego de la plena
determinación objetiva (de cosas) y subjetivas (de personas), una partición
suplementaria para completar la partición primera.
2. Definitiva
La partición será definitiva cuando queda perfecta o firme. Se considera
principalmente una partición definitiva, la realizada voluntariamente por los
coherederos; esta forma de partición se celebra con todas las formalidades
contractuales, por lo tanto se perfecciona por el simple consentimiento de los
contratantes.
Según su validez:
1. Válida
Cuando no adolezca de algún vicio que haga la partición anulable o nula.
2. Anulable
Es anulable si se hubiere hecho con preterición de alguna persona que haya
tenido título para heredar en el momento de abrir la sucesión pero solo cuando
hubiere mediado dolo o mala fe de parte de los coherederos.
3. Nula
La partición hecha con un heredero falso, es nula en cuanto tenga relación con él
y en cuanto su personalidad perjudique a otros interesados. Se protege con esta
norma, una correcta sucesión, y se evita sobre todo, el perjuicio a terceros.
Según la forma de realización y la persona que la realizó
1. Partición Extrajudicial
Es la realizada fuera del órgano jurisdiccional. Puede ser realizada por el
testador, por el albacea, por un partidor especialmente designado, o por los
mismos comunitarios.
A) Partición practicada por el testador o causante.
Los elementos de la voluntad del testador o causante cuando se realiza esta
clase de partición son:
***Personales: Capacidad de ejercicio necesaria para disponer de sus bienes.
***Reales: La voluntad recae sobre bienes del testador, pero únicamente por los
que puedan ser afectados por la declaración. Es decir, si se trata de bienes de
ambos cónyuges, no podrá disponer de los mismos si falta el consentimiento de
otro cónyuge. Hay un principio básico en este tipo de particiones, que el testador
puede disponer de todos sus bienes con entera libertad, teniendo en cuanta
como límite exclusivamente el derecho que algunas personas tienen a ser
alimentadas.
***Formales: La voluntad debe ser expresada en el testamento. El efecto
vinculante del testamento, es total para los herederos. Antes de muerto el
testador, la partición realizada por el causante es un acto que puede ser
modificado. Las circunstancias que varían el patrimonio o la calidad de
herederos, afectarán de pleno derecho a éstos, es decir, el testador podrá
disponer a gravar, alguno de los bienes partidos, debiendo disponer o gravar,
alguno de los bienes partidos debiendo el heredero asignado para dicha cuota,
soportarlos. La forma de hacer la partición por el causante es por medio de
legados. Este tipo de partición presenta las siguientes modalidades:
El testador realiza la partición por acto entre vivos: La forma en que deberá
realizar este tipo de partición, es la misma forma necesaria para la celebración de
un contrato de donación. Es decir, únicamente será necesario la escritura
pública, cuando sea necesaria su inscripción en el Registro de la Propiedad.
El testador realiza la partición por causa de muerte: Se incluye la donación
Mortis causa; esta circunstancia debe analizarse así:
a) Si el causante muere intestado: Se puede dar un supuesto en este
extremo: Que el DE CUIUS realice la partición en un documento simple
que no llene ninguna formalidad legal. Esta partición tendrá únicamente
fuerza moral para los coherederos al momento de hacer la partición. En
todo caso la sucesión intestado supone cuotas iguales. Dicho
documento no podrá ser inscrito en el Registro de la Propiedad. Sólo
se hace la partición por el testador a través de legados, sin perjuicio de
que sean también herederos.
b) Si la partición es hecha en testamento o en documento aparte: Se
presentan dos supuestos para este extremo: >Si se realiza en
documento que llena las formalidades de un testamento, únicamente
tendrá un valor sentimental o moral. >Solo si se cumplen las
formalidades del testamento, puede la partición producir efectos; debe
considerarse la partición, como extensión de la voluntad del causante.
Las cuotas de los herederos testamentarios serán iguales, si el
testador no ha señalado la parte de la herencia que dispone destinar a
cada coheredero.
B) Partición realizada por el albacea a partidor especialmente nombrado al
efecto.
La institución del partidor en el testamento, no está contemplada en nuestra
legislación. En principio no existe prohibición alguna, para que el testador nombre
a una persona con el fin exclusivo de que realice la partición. LA institución
jurídica del albacea o del partidor, se fundamenta en la confianza que el causante
le puede tener a una persona y a su sentido de equidad, para evitar la
complicada y embarazosa partición judicial. Cualquier persona puede ser
nombrada albacea o partidora, siempre que tenga capacidad de ejercicio de sus
derechos y no tenga impedimentos. Puede nombrarse inclusive al cónyuge
supérstite, lo que no es muy recomendable. La institución del cargo debe ser
realizada en el testamento, o cuando menos, la forma de designarlo, inclusive
judicialmente. Tiene la duración que expresamente le otorgue el testador, y en su
defecto, el plazo de un año contando desde su aceptación, o desde que terminan
los litigios que se promovieren sobre la validez o nulidad del testamento o de
alguna de sus disposiciones. Se recomienda al notario autorizante, que al
momento del otorgamiento del testamento, haga constar expresamente el
nombramiento de albaceas, para evitar problemas. Algunos juristas han
considerado que el cargo de albacea, se asimila al mandato.
Según mandato de nuestra legislación en el artículo 1085 del Código Civil, se
impone categóricamente la obligación al albacea de hacer inmediatamente la
partición de la herencia, una vez aprobados el inventario y la cuenta de su
administración. Dicha norma es un derivado de la característica de necesidad u
obligatoriedad de realizar la partición. Sin embargo dicha norma no se adapta a
las realidades sucesorias y debería ser más elástica su elaboración, en el sentido
de dejar la partición, sujeta a los coherederos en primer lugar. Pero tal y como
sucede en la práctica, dicha norma implica que quien sea albacea en el
testamento, será el único que pueda realizar la partición.
***Características del cargo de Albacea: El albacea puede ser nombrado por el
testador y debe recaer el cargo sobre cualquiera persona capaz. En el
testamento se puede nombrar al albacea o una persona específicamente
nombrada para que parta. El cargo es de confianza, personal y remunerado. El
cargo debe ser aceptado expresamente por el albacea. Administra la herencia
hasta que los herederos tomen posesión de la misma. Es el ejecutor de las
disposiciones del testador por excelencia.
***Facultades y deberes del Albacea nombrado especialmente: Las
facultades del albacea son amplísimas. Competen las facultades necesarias para
lograr la división y adjudicación de los bienes relictos, desde la realización del
inventario, hasta la adjudicación de la herencia. El cargo es esencialmente
distributivo y es el encargado de la representación y administración de la
herencia. Puede inclusive decidir sobre la liquidación del patrimonio conyugal, la
compensación en metálico a los herederos, etc. Puede interpretar las
disposiciones del testador y especialmente las contempla en el artículo 1050 del
Código Civil. El albacea tiene las siguientes obligaciones:
-Debe cumplir con su encargo en el tiempo que manda la ley
-Debe formar inventario con intervención de todos los interesados en la herencia.
-Debe rendir cuentas
-Debe cumplir con la voluntad del testador
El cargo de albacea puede tener las siguientes modalidades:
1. Puede dejarse al arbitrio total de estos la forma como se realizará la partición,
confiando en su criterio de equidad; en este caso, la voluntad de los nombrados
deberá ser considerada como una extensión de la voluntad del testador,
pudiendo realizar éstos la partición unilateralmente y sin la concurrencia de los
herederos, aunque se recomienda así lo hagan.
2. Si se dejan instrucciones exactas para que practiquen la partición, al albacea
especial, debe cumplir con la voluntad expresada.
Deberá repartir los bienes distribuibles en cuotas iguales, tratando de seguir los
siguientes lineamientos:
1. Que la división se realice con la mayor equidad posible y en cuotas iguales.
2. La formalización de la partición deberá ser realizada en escritura pública si
hubiere bienes inscribibles.
Es necesaria para la impugnación de la voluntad del albacea, que éstos no hayan
respetado la voluntad del DE CUIUS, o hayan infringido la ley, o interpretado
erróneamente el testamento, o causado algún daño por los herederos. El albacea
no realiza ninguna partición cuando entrega legados, o paga a los acreedores ya
que únicamente los bienes que constituyen la masa hereditaria pueden ser
considerados partidos.
C) Partición practicada por los propios herederos
Este tipo de partición contiene los siguientes presupuestos procesales:
-Que no se haya hecho la división anteriormente.
-Que exista comunidad hereditaria.
-Que no haya partidor nombrado.
-Que no sea prohibida esta forma de partición por el testador.
-Que los herederos tengan plena capacidad de disposición de bienes.
-La comparecencia de todos los interesados, debiéndose interpretar como
interesado a cualquier persona que tenga vinculaciones económicas o jurídicas
con el patrimonio;
-Que no haya pacto de indivisión.
El principio de unanimidad consiste en que la partición solo puede realizarse por
la aceptación de todos los coherederos; en este caso la partición será
considerada como un negocio jurídico, que entra en el dominio absoluto de la
autonomía de la voluntad para su realización, estando únicamente condicionada
la intervención de los herederos, a que sean reconocidos como tales. Pueden
estos hacer valer su voluntad plenamente, debiendo tratar de distribuir la masa
hereditaria de conformidad con sus cuotas. Al decir cuotas, se quiere indicar en
el sentido económico, pudiendo acudir éstos, si fuere necesario, a la
compensación de las mismas en dinero, valores u otros; la cesión de bienes, etc.
En todos los casos, privarán para este tipo de partición, las reglas de los
contratos, estará sujeta a la nulidad y recisión, en los casos en que lo son los
negocios jurídicos. La naturaleza de la partición es eminentemente contractual,
siendo indispensable la voluntad unánime de los coherederos. En todo caso se
respetará la voluntad del testador. Hay que tomar en cuenta, que dicho acto se
perfecciona con el simple consentimiento de los participantes; los herederos
pueden disponer plenamente de sus cuotas, pudiendo renunciar inclusive a las
mismas, en lo que estimen necesario. Si los bienes que correspondan a los lotes
partidos no se atribuyeren en porciones económicas iguales, o como lo
dispusiere el testador, deberá considerarse que cuando han recibido menos, es
porque han renunciado tácitamente a su derecho.
La Forma en que se realizará este convenio de partición, se regula por las
disposiciones que estipulan para los contratos. Será obligatorio realizar la
partición en escritura pública, cuando hubieren bienes que deben ser inscritos en
el Registro de la Propiedad. Si no fuere necesario hacer una inscripción, deberá
consignarse pon escrito, siempre que los intereses en juego sean mayores de
300 quetzales.
La partición estará sujeta en casos de herencia intestada, al transcurso de 10
años después de haberse dictado el correspondiente auto de herederos, para
que quede Firme. Si fuere la sucesión testada, su provisionalidad estará sujeta a
las normas de los contratos en general. Es interesante hacer esta observación:
Este punto de partición es problemática, ya que requiere Ia unanimidad de los
herederos en su decisión, lo que en la práctica ocasiona grandes problemas.
Este principio de unanimidad antes citado provoca multitud de conflictos entre los
herederos. Creemos que una mejor fórmula es que la decisión de una partición
extrajudicial, quede a manos de la mayoría numérica y económica de los
herederos, otorgando a la minoría insatisfecha, la facultad de impugnar la
partición realizada extrajudicialmente, en un tiempo determinado. En la práctica
generalmente se realiza la adjudicación de lotes conforme cuotas en este tipo de
partición por medio del sorteo, procedimiento que recomendamos sea realizado
auténticamente para evitar futuras controversias. Por último conviene que en el
contrato de partición, se haga constar lo correspondiente acerca de la entrega de
los títulos, recomendando que queden éstos principalmente en poder del mayor
interesado si no se pudieren físicamente repartir. El contrato de partición,
generalmente, es acompañado de otros actos, tales como la cesión, la
compensación, la permuta, etc. Si el contrato de partición, fuere realizado con
intervención de un menor, un incapaz, o un ausente, deberán comparecer en
representación de los intereses de los mismos, sus respectivos representantes,
quedando sujeto el contrato para su perfecta validez, a la aprobación judicial en
el procedimiento correspondiente.
2. Partición Judicial o Mixta
Recalcamos nuevamente, el hecho de que la partición es necesaria e
impostergable excepto en los casos de pacto de indivisión y fideicomiso instituido
en testamento. La partición, como un mero acto procesal; €como parte integrante
de todo un proceso sucesorio; como el acto que perfecciona el dominio
proveniente de la muerte de una persona. Este tipo de partición; se produce
especialmente pon falta de unanimidad en la decisión de partición de los
coheredero; y porque el testador no dispuso de la misma en su oportunidad. La
partición mixta, en cambio, se explica en el supuesto de partición extrajudicial
"cuando concurren a la misma menores, incapaces o ausentes. En la partición
mixta, luego de realizado el contrato de partición, donde intervienen los
representantes de los que carecen de capacidad de ejercicio, se necesita para
que quede perfecta, de la aprobación judicial. Todo de conformidad con el
artículo 1100 del Código Civil que en su parte conducente dice: “Cuando hubiere
ausentes, menores o incapaces, la partición debe ser aprobada judicialmente”.
En la presente sección, sostendremos que el procedimiento judicial de partición,
podría haber sido relegado a un simple trámite notarial, evitando así; la
intervención del juez, quien en solo casos muy especiales, debería hacerlo. Es
nuestra opinión, que el trámite de división o partición de la herencia, no es ningún
proceso técnicamente hablando; será simplemente un conjunto de trámites y
solicitudes, que tratan de dar mayor formalidad a un acto simple y necesario de
división y adjudicación.
Debido a los grandes problemas que ocasiona en la práctica el hecho de la
partición, la ley ha sentido la necesidad de llenar ese procedimiento de varias
formalidades para evitar futuras controversias.
Enmarcamos la partición, como etapa final del proceso sucesorio, destinada a
poner término al estado de indivisión, y previo pago de impuesto hereditario.
Veamos ahora cuáles son los presupuestos especiales para este tipo de
partición:
A. Se necesita un estado de indivisión entre dos o más herederos;
B. Que para la división no sea necesario el que se realice por medio de una
simple operación aritmética.
No es necesaria la partición, en aquellos casos en que se pueda realizan la
misma por una simple operación aritmética; ya que no es necesaria la
intervención de tantas formas y órganos para realizan efectivamente su
cumplimiento.
Si el causante hubiere dejado solo dinero como bien relicto por una simple
operación aritmética de división en proporción a las cuotas de los herederos,
podría dividirse y entregarse a quienes corresponderá, sin necesidad de
intervención judicial y sin perjuicio de aprobación judicial en los casos en que
hubiere menores, ausentes o incapaces.
Para mayor abundancia, es necesario responder en estos dos tipos de partición
(Judicial y Mixta), a las siguientes preguntas:
-¿Cuándo procede cada una de estas particiones?
-¿Quiénes pueden pedir estos dos tipos de partición?
-¿ante quiénes deben ser planteadas las acciones correspondientes?; y,
-¿Cuáles son los procedimientos que en detalle hay que seguir?
1. Procede la partición judicial, cuando el testador no la hubiere hecho antes, y a
petición de parte, en el caso en que no haya unanimidad requerida para la
partición extrajudicial. Debe realizarse al igual que todos los tipos de partición, a
menos que exista pacto de indivisión o institución de Fideicomiso.
2. Procede la partición mixta, cuando en la partición extrajudicial hubieren
intervenido intereses de menores, incapaces o ausentes; para este tipo de
partición se necesitará además, la aprobación judicial para su plena validez.
3. Tanto la partición judicial como la mixta, para su aprobación, pueden ser
solicitadas por cualquier interesado; es decir, por todo coheredero que tenga la
libre disposición de sus bienes; por los incapacitados y ausentes, sus
representantes legítimos; por los coherederos del heredero condicional; por el
legatario; por los cesionarios del heredero o del legatario; por los acreedores de
los mismos; por quienes tengan el derecho de representación hereditaria.
4. Para responder a la tercera pregunta, debemos hacer ciertas consideraciones
que responden a su vez a los siguientes planteamientos:
¿Puede plantearse la partición en un procedimiento diferente del que se realiza
con motivo de la muerte de una persona?; o sea, ¿Puede plantearse en un juicio
oral de división de la cosa común?; o por otro lado, ¿Será necesario que se
realice exclusivamente dentro de las diligencias del proceso sucesorio, o como
consecuencia de éstas?
Concluimos que la partición es parte del proceso sucesorio y por lo tanto, debe
tramitarse en la vía que corresponda al mismo. Si en caso fuere planteada la
partición en un proceso diferente al sucesorio por la competencia atractiva de
dicho juicio, será obligación del juez, el que se inhiba de conocer sobre las
mismas y remita las diligencias a donde corresponda. Si el proceso sucesorio
fuere radicado extrajudicialmente, quedará a la libre disposición del interesado el
plantear la partición judicial donde crea conveniente, pero siempre respetando las
disposiciones emanadas del artículo 21 del Código procesal Civil y Mercantil,
antes citado. Creemos que no puede realizarse dentro del juicio oral de división
de la cosa común, la partición de la herencia, por la causa de la comunidad. El
estado de inhibición ha sido provocado por el fallecimiento de una persona, y
presentándose este supuesto no podrá existir “juicio” de división de la cosa
común, porque no habrá contención de partes.
La última pregunta nos lleva a realizar otro tipo de consideraciones antes de
definir la variedad de los procedimientos por los que judicialmente se aprueba o
realiza la partición. La solicitud planteada para la realización de la partición, no
tiene calidad de demanda, es simplemente solicitud. Si comparamos nuestro
concepto de demanda con la naturaleza de la solicitud que plantea la partición
que no llena los requisitos de la misma; por la calidad de ser un acto necesario,
no puede haber, contención: Realizados los presupuestos anteriores, no quedan
más defensas que dilatorias de procedimiento, o que ataquen a los presupuestos
mencionados. Prácticamente, no hay fase de conocimiento, ni puede haber una
verdadera oposición sobre el fondo.
El juez, luego de hacer el análisis de viabilidad de la solicitud tomando en cuenta
su sentido común y criterio de equidad, o sea de analizar y ven que se llenen los
requisitos o presupuestos procesales exigidos para el caso, procederá a darle
trámite a la misma y a verificar la partición de la masa hereditaria distribuible, la
que debe realizarse irremisiblemente. En virtud de ser sumamente delicado, la
ley como hemos mencionado, rodea este procedimiento de formalismos y
exigencias. Las únicas defensas que puede hacer un copartícipe de la herencia
son:
A. El no pertenecer a la comunidad.
B. La existencia de un pacto de indivisión o Fideicomiso.
Estas son las únicas defensas que se pueden esgrimir y que pueden evitarse si
son exigidos al inicio de la solicitud de los requisitos que llenen los presupuestos,
que tarde o temprano se desvanecen si son infundadas. Creemos que la ley
escogió el procedimiento análogo al del juicio oral, a pesar de no respetar sus
términos, porque le pareció más apropiado el considerar dicho procedimiento
como adecuado al caso por técnica legislativa. Creemos que podía haberse
estipulado un procedimiento similar al ejecutivo, o un procedimiento voluntario
con trámite especial para la realización de la partición, en donde constituidos los
presupuestos del juicio, debe procederse únicamente a su realización.
¿Cómo se debe hacerse la solicitud inicial?
¿Cuál es el contenido de la audiencia correspondiente?
¿Cómo debe nombrarse al partidor?
¿Cuáles son las bases y aspectos que debe contener la partición y deben existir
como lineamientos que orienten al partidor?
¿Cuál es la forma del proyecto a presentar y de presentación discusión del
proyecto, y aprobación del proyecto o sentencia que se dicta y de protocolización
del proyecto de partición, venta en pública subasta, entrega y registro de los
bienes?
Cómo se debe realiza la solicitud inicial: Debe la misma llenar pana su trámite,
los requisitos exigidos para toda primera solicitud. Especialmente recomendamos
que se haga constar la causa de la comunidad hereditaria; y se llenan los
extremos necesarios a fin de comprobar los presupuestos generales y especiales
analizados. Debe también indicarse con precisión las normas que hagan
referencia a éste caso; proponerse como partidor a un Notario e indican las
bases sobre las que se deberá realizar. La petición de fondo de la demanda
deberá realizarse en forma disyuntiva o sea, deberá solicitarse que se apruebe el
proyecto de partición que se presente, o que se dicte la sentencia que
corresponda.
- La citación para la audiencia que el Tribunal señale, deberá realizarse con
la debida anticipación, aplicando pon analogía la disposición que manda
que así se haga en los juicios orales.
- Al momento de la audiencia, pueden presentarse los siguientes supuestos:
a) Incomparecencia de alguna de las dos partes.
b) Incomparecencia de los interesados.
En ambos supuestos, únicamente podrá afectárseles imponiéndole a la que no
compareciere, la declaración de rebelde, siempre que se hubiere hecho con este
apercibimiento su citación. Debe tenerse claro que no podrá afectarse de
ninguna manera, pues el único objetivo de la audiencia en cuestión es la fijación
de las bases sobre las que deberá hacerse la partición, y sobre el nombramiento
del Notario partidor. Es inoportuno hacen defensas que no ataquen los
presupuestos procesales de que hemos hablado y sin los cuales no tendría
existencia el proceso.
Contenido de la audiencia:
Parte introductoria: La parte introductoria, será como la de cualquier audiencia.
Luego de hacer constar la comparecencia de los interesados, se procede a la
conciliación.
La Conciliación: Debe versar sobre las bases sobre las que debe realizarse la
partición y sobre el Notario partidor.
La oposición: Únicamente deberán admitirse las que ataquen los presupuestos
procesales que hemos considerado. Las excepciones planteadas, podrán ser
resueltas en el mismo momento, o en auto aparte, y únicamente podrán tener el
carácter de previas, ya que no puede haber oposición sobre el fondo del asunto,
por ser un acto que debe realizarse necesariamente.
La Fase de pruebas: En la audiencia se procederá a la recepción de pruebas,
que tratarán de establecer plenamente, los supuestos del proceso de partición.
Luego corresponderá el cierre de la diligencia.
Nombramiento del partidor: Es procedente señalar que el nombramiento de
partidor, es una facultad discrecional que corresponde únicamente al Juez,
aunque las partes pueden proponerlo. Si hubiere conformidad entre las partes
respecto al nombramiento del partidor, el juez nombrará preferentemente al
propuesto. Si el notario partidor fuere nombrado en el testamento, deberá
respetarse la voluntad del testador. El partidor deberá ser obligatoriamente
Notario; quien estará sujeto a la recusación y por su función cobrará los
honorarios que correspondan. El Notario partidor, deberá seguir las instrucciones
de los interesados, si se hubieren determinado las bases sobre las que se hará la
partición, y tratará en todo momento de conciliar intereses, pana que el proyecto
que debe presentar sea aprobado sin dificultad. De lo anterior, surge el derecho
para que el partidor pueda citar a audiencia a los interesados previamente a
formulan el proyecto de partición, para solicitar las aclaraciones e instrucciones
que juzgue oportunas. Inclusive, puede recurrir al juez para que este convoque a
una audiencia, a fin de que en ella se fijen los puntos que se crean
indispensables para realizar el proyecto de partición. Deberá tomarse siempre en
cuenta que en todo momento tratará de respetar al máximo la voluntad del
testador.
Forma del proyecto a presentar: El proyecto consta de diferentes partes, a saber:
A. LOS PRENOTADOS:
Es un resumen de las actuaciones del juicio sucesorio, Será indispensable
hacerlos constar, en el caso de que el proceso sucesorio hubiere sido radicado
extrajudicialmente. Comúnmente debe indicar: La Fecha y lugar de la radicación,
constancia de la partida de defunción, quienes han intervenido en calidad de
herederos por derecho propio y por derecho de representación, transcripción del
auto declaratorio de herederos, constancia del pago del impuesto de la herencia,
la designación del partidor, la aceptación y discernimiento del cargo, las
indicaciones que hubieren dado los herederos y en general cualquier otro dato
que permita la interpretación del proyecto de partición sin necesidad de recurrir a
los autos. En el proceso sucesorio judicial, se reducirán estos requisitos a los
indispensables, ya que la partición deberá realizarse dentro del proceso
sucesorio que contendrá en sí mismo los datos que interesen a los coherederos.
B. DESCRIPCIÓN DE LA MASA HEREDITARIA DISTRIBUIBLE:
En esta parte del proyecto de partición, deberá hacerse en una exposición
completa de los bienes a dividir. Hay que recordar que antes se ha verificado el
inventario del patrimonio relicto y del activo del mismo se dedujo el pasivo o
cargas de la herencia, el impuesto hereditario y la liquidación de los bienes que
no correspondían al causante. Todo de conformidad con el avalúo realizado que
podrá verse en el inventario Deberá tomarse en consideración el artículo 513 del
Código Procesal Civil y Mercantil. Respecto a los honorarios de los abogados y
del partidor, así como los gastos del expediente, deberá hacerse constar la forma
de su pago, recomendándose especialmente que cada heredero los cubrirá pon
su parte.
C.LA DIVIS ION:
Es una operación más jurídica en el proyecto. Luego de establecer las cuotas
económicas del haber de cada heredero, correspondientes a las cuotas jurídicas,
se dividen los bienes o masa conforme a estos criterios respetando las
disposiciones testamentarias.
D. FORMACIÓN DE HIJUELAS:
Luego de la división corresponde la adjudicación como se crea más conveniente
de los bienes a cada heredero para cubrir su derecho. Al efecto se crean
partidas, teniendo en cuenta las siguientes reglas:
1. Se deben adjudicar los valores equivalentes, respetando al máximo el
principio de igualdad o equidad. Al efecto podrá servirse el partidor de
cesiones y compensaciones para lograr su cometido.
2. Los bienes de más fácil administración deben adjudicarse principalmente
al cónyuge supérstite o al heredero enfermo o anciano.
3. Sólo se adjudican en copropiedad, si hubiere impetuosa necesidad de
hacerlo asi. De aqui se deduce que en el mismo acto de la partición, los
herederos pueden si lo desean, celebrar un contrato de condominio y fijar
las normas de su administración, razón por la cual, tal y como lo hemos
manifestado anteriormente, nos parece un contrasentido, que va en contra
del principio de economía y de causarle la menor molestia a las personas,
que se obligue a partir los bienes a los interesados.
4. Los títulos se entregarán al heredero adjudicatario de las cosas a que se
refieran, que dando éstas si hubieren varios, en poder del que tenga
mayor interés, pero siempre dando copias de los mismos a los otros
interesados.
5. Los títulos deben quedar depositados si fuere necesario, en poder del
heredero o herederos que los interesados elijan.
En el proyecto de partición, luego de fijado el término al Notario partidor para que
presente el proyecto, deberá ser discutido y presentado para su análisis.
Discusión y presentación del proyecto de partición y sus posibilidades.
Vencido el plazo señalado por el Juzgado, deberá entregarse el proyecto de
partición. Si las partes se opusieren al mismo, y el Juez estimare fundadas las
objeciones que se hicieren, se fijará un plazo adicional para que por una sola vez
se formule nuevo proyecto de partición del cual se dará audiencia a los
interesados por el término de cinco días, para que hagan las observaciones
pertinentes. Pasado dicho término el Juez dictará la resolución final, mandando
aprobarla y protocolarla por el Notario partidor, en caso no hubiere oposición de
alguna de las partes. Si hubiere habido oposición dictará la sentencia que crea
conveniente como veremos adelante.
Aprobación del proyecto de partición o sentencia
Si no hubiere oposición a la partición, el Juez procederá a aprobarla en auto
razonado y mandará a protocolarla. El problema surge cuando hay oposición de
los interesados al proyecto formulado. La oposición que se plantea deberá
tramitarse en incidente, si fuere sobre si los bienes admiten o no cómoda
división, durante el trámite el Juez oirá expertos y decidirá lo que convenga.
Luego dictará sentencia, declarando, según los casos, la aprobación,
modificación con determinación concreta de los puntos que sean objeto de la
misma, o bien la procedencia de la venta de la cosa en pública subasta, como lo
estipula. Se dictará sentencia cuando alguna de las partes hubiere hecho
objeciones al proyecto de la partición. La sentencia considerará los siguientes
aspectos:
1. La aprobación o improbación o modificación del proyecto de partición.
2. Si la cosa admite cómoda división o será necesaria la partición indirecta o
sea la venta en pública subasta de los bienes de la comunidad, fijando día
y hora para el remate y siguiéndose en estos casos las normas que
convengan según las disposiciones del ejecutivo en vía de apremio.
Acerca de las ventas en pública subasta de los bienes, se adjudicarán al
mejor postor teniendo en cuenta el derecho de tanteo el derecho de tanteo
de los coherederos, previamente a tasarse o fijarse su valor según la
matrícula Fiscal, anunciándose la venta por tres veces durante un término
no menor de quince días ni mayor de treinta. Cuando no es posible la
partición, se acude a la partición indirecta, es decir, se venden los bienes y
el dinero obtenido es sobre el que se realiza la división. La venta es
obligatoria cuando a juicio del Juez no hubiere acuerdo entre los
interesados; cuando sea imposible la división y cuando no existen fondos
para el pago de las deudas. Debe considerarse el supuesto de que la
venta de los bienes en la comunidad no se realice forzosamente o no sea
ordenada por el Juez en el procedimiento correspondiente, sino
voluntariamente los coherederos decidieren para arreglar sus
controversias, la venta pon su cuenta, tramitándose la misma en un
procedimiento voluntario que se ajuste a sus intereses. Deberá
considerarse sobre todo el derecho de tanteo, para el cual previamente a
enajenar los herederos los bienes que les corresponda, deberán hacer
saber a los demás herederos que pueden ejercitar sus derechos de
tanteo. Los herederos serán preferidos por el tanto, si usan de este
derecho dentro de los treinta días siguientes al aviso correspondiente, que
recomendamos sea auténtico; y cumplen con las demás condiciones
impuestas al tercero. Esta norma no es aplicable si el bien se vende a un
coheredero.
Protocolización del proyecto de partición, la entrega del títulos y su registro:
La protocolización del proyecto es el acto de incorporar al protocolo del partidor,
la certificación extendida pon el Juzgado que tramitó el proceso que contendrá el
proyecto de partición y el auto que lo aprueba, o en su caso la sentencia. Una
vez protocolada la hijuela o partición referente que se hubiere fraccionado, se
procederá a entregan a quien se hubiere adjudicado algo, los bienes que le
correspondan, dándose un testimonio que deberá inscribirse en el Registro de la
Propiedad correspondiente.
Algunas consideraciones acerca del congestionamiento y tardanza del
procedimiento judicial, sobre todo en la partición, ha hecho que los procesalistas
tiendan a desarrollas y celebrar la partición en el procedimiento arbitral,
facilitando en los procesos las conciliaciones y buscando siempre una forma que
armonice más con los intereses en juego.
El Procedimiento mixto: Es aquel que se realiza extrajudicialmente, pero que por
intervenir en la partición personas menores, ausentes o incapaces, por medio de
su representante, necesita para su plena validez, la aprobación judicial. Esta
aprobación judicial debe realizarse en un proceso voluntario de aprobación,
siguiendo los trámites que regulan dicho procedimiento. El auto de que apruebe
la partición deberá ser incorporando por medio de su testimonio correspondiente
para su inscripción en el Registro. Esto debe realizarse así, en virtud de que no
hay normas que lo regulen y no habrá en ningún momento contención de parte.
3. Partición Arbitral
Es el último de los procedimientos contemplados para la práctica de la partición;
y se realiza por medio de árbitros. Pueden darse dos supuestos:
1. Que los herederos otorguen entre sí el contrato de compromiso o bien, que
sea pon La institución del mismo en el testamento por el causante, consideran
dolo como la Forma de solucionar" los posibles problemas que hubieren entre los
herederos. Nunca el testador podrá a nuestro criterio, limitan la capacidad de los
herederos de pedir la partición judicialmente, ya que es un derecho de orden
público el acudir a los Tribunales de Justicia, excepto cuando sea instituida la
partición arbitral. No se puede condicionar la acción, pero sí el procedimiento a
utilizar. La partición se realizará con los procedimientos contemplados en el
código procesal civil y mercantil para el procedimiento arbitral. Gozará la
partición que se realice pon medio de laudo, de la característica de den un acto
procesal. La sentencia arbitral o laudo, se protocolizará y seguirá los trámites
transfornaque se necesitan pana la plena transmisión de bienes a los herederos.
El curso de sanción será procedente.
Operaciones que comprende la Partición.
Conviene a nuestro estudio que analicemos someramente las operaciones de
carácter técnico que comprende este acto tan complejo. Para conseguir su
objetivo, es decir, el fin de la comunidad hereditaria y la plena y perfecta
transmisión de bienes del causante a los herederos, es necesario practicar
algunas operaciones que lleven a Feliz término la partición. La lógica nos indica
que deberá:
1. Determinar la masa hereditaria distribuible.
2. Determinan la cuota de cada heredero; y
3. La adjudicación a los herederos según sus cuotas de los lotes de bienes
fijados en la división.
No existe orden en que hayan de practicarse estas operaciones pero lo
recomendable es lo siguiente:
a) Una relación de bienes: Comprende esta operación el inventario y avalúo
de los viene relictos. Estas operaciones nos servirán para determinar
exactamente cuál es el patrimonio del DE CUIUS y su valor.
Para el efecto es conveniente, citar a todas las personas que hayan tenido
vinculaciones con el causante: a sus acreedores, herederos, legatarios,
etc. Para el avalúo recomendamos se acciones por una persona que
tenga la calidad necesaria para hacerlo.
b) La liquidación : Será la operación particional que nos determinará
exactamente la masa hereditaria distribuible. Del activo total se sustraen
las deudas de la herencia y los gastos del proceso. Es decir, del activo
total se deducirán, teniendo presentes las capitulaciones matrimoniales del
causante, los bienes pertenecientes a la sociedad conyugal y se harán las
correspondientes separaciones; se dispondrá lo necesario para asegurar
las porciones alimenticias y demás obligaciones que pesen sobre la
herencia, expresando los gravámenes que han de constituirse y las
garantías que han de prestarse; se dispondrán la manera y forma de
pagan los legados; si los inmuebles de la herencia sopor, gravámenes, se
especificarán indicando el modo de redimirlos; deducirán los gastos de
enfermedades, funerales, el impuesto hereditario, etc.
c) La división y la Adjudicación
Son dos operaciones juntas. Son operaciones propiamente juntas. Son
operaciones propiamente particionales. Establecido el haber partible, es
necesario fijar la cuota de cada heredero conforme al testamento o a las
disposiciones legales en la sucesión intestada. Las cuotas hereditarias son
iguales, salvo disposición del testador y por una simple operación aritmética de
división, se establecerá la correspondencia de la cuota económica con la jurídica
del sucesor. Por último la adjudicación, es el acto complementario de la división.
Por esta se concretizan materialmente las cuotas hereditarias, se perfecciona la
transmisión de los bienes relictos al sucesor y se convierte el derecho hereditario
en derecho real propio. Se realizan las llamadas hijuelas o lotes, donde se
escribe el conjunto de bienes de la sucesión y se adjudican a cada heredero.
La relación de estas operaciones necesita gran habilidad de parte del que realice
la partición. El partidor deberá seguir y tener en cuenta las siguientes reglas.
1. Debe realizar por si mismo los lotes, con la mayor equidad posible,
asignando bienes de la misma calidad y especie;
2. Debe, sobretodo, la voluntad del causante.
3. Debe señalar todas las cargas, gravámenes y servidumbre;
4. Debe disponer que los herederos se abonen recíprocamente las mejoras,
se paguen los daños, se tenga en cuenta el saneamiento, etc. El partidor
podrá para la realizarán de su trabajo, establecer cuestiones y
compensaciones para lograr la mayor equidad posible, en la elaboración
de las hijuelas.
d) La entrega de títulos respectivos.
Mecánica de la partición.
Las legislaciones, la doctrina y el usus fori distinguen en el cuaderno particional
tres partes: a) Preliminar. Comprende el encabezamiento (nombre del de cuius y
de quien o quienes realizan la partición, etc.) y los antecedentes (fallecimiento,
título sucesorio, etc.). b) Cuerpo de la partición. Comprende las operaciones
particionales propiamente dichas, a saber: Determinación del activo bruto;
relación y valoración de bienes, es decir, inventario y avalúo. Para ello puede ser
necesaria la práctica de alguna operación «pre-particional» (principalmente
liquidación de la comunidad conyugal). Determinación del activo neto; reintegros
y abonos. Para ello habrá que descontar las deudas hereditarias (lato sensu), así
como reunir ficticiamente al caudal los bienes colacionables. Formación de lotes,
reuniendo grupos de bienes cuyo avalúo satisfaga las cuotas en proporción al
valor del activo neto. Adjudicaciones; es decir, atribución de los lotes a los
coherederos de tal modo que la respectiva cuota (el «haber» de cada uno) quede
cubierta o satisfecha.
Resúmenes, comprobaciones, advertencias y estipulaciones finales. Tienden a
acreditar que las adjudicaciones corresponden a las cuotas y absorben, sin
exceso ni defecto, el caudal inventariado; a dar cauce a los posibles convenios
entre los partícipes, a prevenir la solución de adaptación frente a eventos futuros,
etc.
Vicios e impugnación.
La partición puede estar afectada de vicios o defectos que la hagan impugnable;
sin embargo, domina toda esta materia el «principio de conservación»
consecuente al desfavor de la situación de indivisión y por razones prácticas de
economía, sosiego familiar, etc. En términos generales, por lo demás, la
ineficacia de la partición subentra en la doctrina general del negocio jurídico. En
este sentido, puede adolecer de nulidad -por falta de algún presupuesto (muerte
del causante, vigencia del testamento) o de algún elemento esencial
(consentimiento) o por ir contra lo dispuesto en la ley-, anulabilidad -por error,
violencia, intimidación, dolo- y rescisión. Pero los Códigos suelen incluir alguna
norma específica sobre ineficacia de la partición en cuanto tal: nulidad por
inclusión de heredero aparente, rescisión por lesión, etc. No siempre la
impugnación tiende o consigue la destrucción total del negocio particional; a las
veces -y en ello se manifiesta también el principio de conservación- su defecto se
corrige mediante la adición de los objetos o valores omitidos, o con la
modificación de los lotes para incluir al heredero preterido, etc.
La partición conjunta en el derecho Gallego
Fundamento de la partija conjunta.
La Subsidiariedad del resto de modalidades de partir.
El acto por el que los cónyuges testadores efectúan, en un mismo documento, la
distribución de los bienes a fin de rellenar las cuotas en que, a su muerte,
sucederán los herederos, impidiendo así el surgimiento de la comunidad
hereditaria, constituye lo que conocemos como partición conjunta. Por tanto, a
diferencia de lo que sucede en el resto de modalidades de partición, en ésta, no
es un tercero quien hace la asignación de bienes sino los propios testadores por
sí mismos. Así, en este tipo de partición existe identidad entre las personas que
instituyen y las que parten. En efecto, los cónyuges, respetando siempre los
límites que impone la ley, no sólo instituyen y disponen mortis causa de sus
bienes, sino que además determinan qué bienes concretos corresponderán a
cada uno de los que han instituido como herederos.
Que sean los mismos testadores los que, además de disponer e instituir a los
herederos en partes de la herencia –en cuotas determinadas de su haber
hereditario–, concreten los bienes específicos con que cubrir esas cuotas resulta
una consecuencia lógica de su condición de titulares de ciertos derechos. Como
reza el aforismo: quien puede lo más puede lo menos. Por tanto, si se tiene en
cuenta que el causante puede designar a las personas que le sucederán –se
subrogarán en su posición–, parece lógico deducir que también tendrá la facultad
de concretar en qué bienes y derechos lo hará cada una de ellas.
Por el cauce expresado se concluye que en la partición por testador efectuada de
modo conjunto, el fundamento de la facultad particional es el mismo que el de la
facultad testamentaria. La titularidad y el poder de disposición sobre los bienes y
derechos propios fundamentan tanto la facultad de disponer y ordenar la
sucesión para después del fallecimiento, como la de concretar las cosas, bienes
y derechos determinados en que sucederán cada uno de los herederos
instituidos.
También hay que resaltar que si los cónyuges testadores realizan la partición por
sí mismos distribuyendo los bienes del caudal hereditario, excluyen el juego de
las demás clases de partición. La partición convencional o la judicial entran en
juego en caso de que no exista una partición realizada por el testador, ya sea
individual, ya conjunta. En efecto, según establece el artículo 164 de la Ley de
Derecho Civil de Galicia que regula la partija libre, ésta se puede realizar “cuando
el testador no hiciese la partija...” – expresión que ha de entenderse referida
tanto a la partición individual de un testador como a la partición realizada de
forma conjunta–. El mismo principio de subsidiariedad cabe aplicar a la partija
regulada en el artículo 165 de la LDCG.: para que la partija convencional
realizada por la mayoría de los coherederos –“partija de la mayoría”– pueda
entrar en juego, resulta preciso que el testador no haya hecho por sí mismo la
partición. Y, en lo que a la partición judicial se refiere, el artículo 1.059 Cc.
aplicable al Derecho gallego establece la subsidiariedad de dicha partición
respecto de la realizada por los coherederos, y, por tanto, respecto de la partición
realizada por el testador. Así, según el citado precepto, la partición judicial puede
tener lugar “cuando los herederos no se entendieren sobre el modo de hacer la
partición” en cuyo caso “quedará a salvo su derecho para que lo ejerciten en la
forma prevenida en la Ley de Enjuiciamiento civil”.
Ventajas e inconvenientes de la partición Conjunta
Delimitada la figura que comentamos y una vez apuntado su fundamento,
examinaremos las ventajas e inconvenientes que, frente a las otras modalidades
de partición estudiadas, tiene la partija realizada por los cónyuges de forma
conjunta. A tal efecto, puede ser ilustrativo lo reconocido por el Tribunal Supremo
en la sentencia de 6 de marzo de 1945 respecto de la partición por testador
realizada de modo individual y que resulta perfectamente aplicable a la partición
efectuada de modo conjunto. En el considerando segundo de la citada sentencia
se afirma que “...las legislaciones, para proveer a necesidades familiares,
ventajas prácticas y anhelos muy legítimos, admiten la posibilidad de que los
testadores todos, o cuando menos, los ascendientes, realicen por sí mismos la
distribución y partición de los bienes, entre sus herederos...”.
De entrada, y según se deduce de lo anterior, la partición por testador, en
cualquiera de sus dos modalidades, provee a las necesidades de la familia, pues
los testadores son quienes mejor conocen a las personas que han de sucederles
–sus aptitudes o sus necesidades, por ejemplo–; tiene ventajas prácticas, ya que
los testadores, al determinar por sí mismos los bienes, soslayan posibles
disensiones familiares que atentarían contra la unidad familiar, además de que
también pueden evitar que se desaproveche la utilidad de los bienes; de igual
forma, este tipo de partición responde a anhelos muy legítimos, ya que a efectos
de la valoración extrapatrimonial – por el contenido afectivo de los bienes, por
ejemplo–, los testadores están en una posición que no tiene comparación ni con
la situación de un contador-partidor ni con la de los mismos herederos.
No obstante lo anterior, a la partición conjunta también se le ha achacado, entre
otras cosas, que es una figura que, dado su carácter mortis causa, no garantiza
la estabilidad deseable por los intervinientes, a la vez que frente a la lesión
particional ofrece menos seguridades que otras modalidades de partición. Por
esta razón, examinaremos los inconvenientes que presenta esta figura y,
después, ponderaremos sus ventajas más notables, analizando las posibles vías
para atajar las desventajas que se le achacan.
Los inconvenientes de la partición conjunta
Comenzando por las desventajas, nos referiremos a algunos de los
inconvenientes que, frente a otras modalidades de partición, presenta la
efectuada por los cónyuges testadores. En concreto, junto con los dos ya
avanzados relativos a la lesión y al carácter provisional de la partición,
consideraremos también los que se derivan de una eventual variación del
patrimonio hereditario o del posible desconocimiento del valor cuantitativo o
cualitativo de los bienes por parte de los testadores. Comenzando por estos
últimos, veamos cada uno de ellos de forma separada.
a) En primer lugar cabe referirse a la desventaja derivada de una eventual
variación del patrimonio hereditario. Como ha puesto de manifiesto la doctrina,
resulta bastante improbable que el caudal hereditario permanezca tal y como lo
concibieron los testadores al elaborar la partija. En efecto, desde el momento en
que aquellos proyectaron el reparto de sus patrimonios hasta su fallecimiento y
consiguiente apertura de la sucesión, es relativamente fácil que se produzcan
modificaciones en el haber hereditario, salvo que medie un lapso de tiempo
extraordinariamente breve que impida las variaciones, que, por lo general, no es
lo frecuente. Así, por ejemplo, es posible que se incremente el valor de
determinados bienes –por ejemplo, a causa de una recalificación urbanística–,
pudiendo producir menoscabo a las porciones en que los causantes instituyeron
a los herederos, o que desaparezcan elementos integrantes del haber, incluso
por actos dispositivos de los propios causantes. Cuando ello ocurre, la partija
conjunta conseguirá su objetivo de forma parcial, pudiendo dar lugar en algunos
casos a soluciones correctoras tales como la rescisión por lesión, o a la
modificación o adición de dicha partija.
b) En segundo lugar, también puede ser un inconveniente de este tipo de partija
el eventual desconocimiento del valor cuantitativo o cualitativo de los bienes. Que
los testadores no conozcan su patrimonio con exactitud puede venir motivado por
proceder parte de él, por ejemplo, de llamamientos hereditarios donde no se ha
llevado a cabo la partición, por desconocer las valoraciones reales de los bienes
o por ignorar los testadores, casados bajo el régimen de sociedad de
gananciales, los bienes que al término de la sociedad les corresponderán a cada
uno. Este eventual desconocimiento a que nos referimos puede ser justificado si
se tiene en cuenta que la composición del patrimonio sobre el que los testadores
realizan la partición puede verse alterada hasta el momento de su fallecimiento.
c) Una tercera desventaja que cabe destacar en la partija realizada por los
testadores de forma conjunta frente a otros tipos de partición estriba en que
ofrece menos seguridades contra la lesión particional. Según se establece para
todas las modalidades de partición en el artículo 1.074 del Código civil, éstas
pueden ser rescindidas “por causa de lesión en más de la cuarta parte, atendido
el valor de las cosas cuando fueron adjudicadas”. Sin embargo, en el caso de
que la partija haya sido realizada por el mismo testador, el artículo 158 de la Ley
de Derecho Civil de Galicia no permite la rescisión por lesión al disponer que “la
partija hecha por el testador o por los cónyuges testadores será válida aunque el
valor de lo adjudicado a cualquiera de los partícipes en la comunidad hereditaria
no se corresponda con la cuota o participación atribuida en el testamento, sin
perjuicio del derecho de los legitimarios a reclamar, en su caso, el suplemento de
legítima”. Ello es así, salvo que conste la voluntad de los testadores –“aparezca,
o racionalmente se presuma” de permitir la rescindibilidad de la partición por
causa de lesión Junto con esta limitación, aplicable a la partición por testador en
los términos que han sido expuestos y derivada de su no rescindibilidad por
causa de lesión, la diferencia temporal que existe entre la confección de la
partición y su ejecución facilita que haya una mayor posibilidad de que se
produzcan lesiones. Circunstancia que puede verse agravada por el hecho de
que, en la partija realizada por los testadores, no intervienen los eventualmente
llamados al objeto de defender sus derechos y evitar que aquéllas se produzcan,
a diferencia de lo que sucede, por ejemplo, en la partija realizada por los mismos
coherederos.
d) Otro inconveniente que cabe reconocer a la partición por testador realizada
de modo conjunto –también a la realizada de modo individual–, ya se efectúe en
el marco de un testamento o en otro documento no testamentario, es su
“provisionalidad”. En otros términos: aun cuando la distribución particional de los
bienes realizada por los cónyuges se pueda completar con una serie de pactos
para garantizar su efectividad, al ser la partición un acto esencialmente revocable
puede ser modificado en cualquier momento, por lo que cabe afirmar que tal
partición carece de la seguridad deseable por los intervinientes. En efecto, la
partición no goza de irrevocabilidad; no es algo definitivo, y, por tanto, siempre
queda a expensas de la variación de la voluntad de los otorgantes.
Las ventajas de la partición conjunta
Desarrollaremos algunas de sus ventajas significativas cuando es realizada de
forma conjunta por los testadores. En concreto, nos referiremos a las siguientes:
la partición evita la atomización de los bienes y las posibles disensiones
familiares, permite conocer de modo fidedigno la voluntad de los testadores, y
constituye un buen instrumento para sortear algunas de las dificultades que el
régimen de sociedad de gananciales plantea en relación con la partición.
a) En primer lugar, la partición realizada por los testadores evita la atomización
de los bienes. En efecto, cuando la partición de la herencia es realizada por la
autoridad judicial o por un contador-partidor nombrado por el testador, ésta habrá
de efectuarse con sujeción, en la medida de lo posible, a la regla establecida en
el artículo 1.061 del Código civil, según la cual habrá de buscarse la igualdad en
la distribución “haciendo lotes o adjudicando a cada uno de los coherederos
cosas de la misma naturaleza, calidad o especie”. Si se cumple lo establecido por
dicho precepto, es relativamente sencillo que la distribución resultante sea
uniforme e igualitaria. Sin embargo, estas distribuciones uniformes en las que se
busca una “exactitud matemática” pueden traer consigo, en ocasiones, una
verdadera atomización de los bienes y derechos que puede ser perjudicial para
los herederos. De este modo, a causa de la exagerada división del patrimonio
hereditario, se podría producir una situación de “igualdad –en– de la miseria”.
Situación que, además de ser fuente de problemas, supondría un menoscabo a
la utilidad de los bienes o derechos. En cambio, cuando los que distribuyen los
bienes del patrimonio son los mismos cónyuges testadores, no han de someterse
necesariamente a la regla del artículo 1.061 del Cc. Así, pueden evitar que la
división de bienes y derechos sea desmesurada, como resultado de pretender
una igualdad matemática.
b) En segundo lugar, se debe resaltar que, cuando son los mismos cónyuges
testadores los que realizan la partición de la herencia, se pueden evitar
disensiones familiares. Sobre este extremo se ha escrito que la partición es
“entre toda clase de actos el que, al llevarse a efecto, somete a más dura prueba
la paz y la concordia de la familia y perturba en el más alto grado las relaciones y
afecciones domésticas”. En efecto, no deja de ser cierto que, cuando se abre la
sucesión del causante y se procede a la partición, las relaciones familiares
fácilmente se pueden ver mediatizadas por los conflictos de intereses que surgen
con ocasión de la distribución: pueden aparecer entonces disputas enconadas
sobre las valoraciones de los bienes, tanto reales como afectivas; surgen los
deseos de poseer determinados bienes que forman parte del haber hereditario; o,
en fin, se suelen originar problemas relacionados con la rendición de cuentas de
una herencia que está en administración. Y así, pueden surgir criterios
irreconciliables que posiblemente acabarán en la partición judicial: según dispone
el artículo 1.059 Cc. se puede acudir a ella “cuando los herederos no se
entendieren sobre el modo de hacer la partición...”. En tal caso, será el juez
quien, como tercero imparcial investido de autoridad, y sin conocer, por tanto, las
necesidades y aptitudes de cada coheredero, distribuya los bienes de la forma
más equitativa posible. Cuando esto ocurre, podrá conseguirse una igualdad
conciliadora de los problemas aunque a un costo muy alto: a través del proceso
judicial se le dará publicidad a los bienes y a las relaciones familiares; los gastos
derivados del sometimiento a un proceso público disminuirán el caudal
hereditario; y se impondrá una división matemática siguiendo un criterio abstracto
y sin tener en cuenta las condiciones personales de los herederos. Pues bien,
aun cuando las posibles disensiones familiares no se eviten en todo caso,
muchos de los inconvenientes expuestos pueden eludirse si son los propios
testadores los que hacen la distribución. Éstos podrán darle a cada heredero lo
que sea más conveniente para él desde el punto de vista cuantitativo y
cualitativo.
c) En tercer lugar, se puede afirmar que la realización de este tipo de partición
permite conocer de modo fidedigno la voluntad de los causantes. En efecto, los
testadores especifican su voluntad al realizar la partija, ya que, junto con las
cuotas de institución, determinan las cosas concretas que corresponderán a cada
coheredero. La partija será así la expresión más acabada de la norma que debe
regir su sucesión, evitándose, además, posibles discusiones interminables
acerca de la interpretación de cláusulas ambiguas contenidas en el testamento.
En la medida en que la partija esté bien realizada, por especificar la voluntad
dispositiva, se podrán omitir muchos conflictos interpretativos. Y ello porque, en
el caso que examinamos, las personas que disponen son las mismas que
interpretan lo dispuesto y lo hacen efectivo aplicándolo al caso concreto, teniendo
en cuenta las personas y los bienes de que se trata. Así, no se da la duplicidad
que existe en otras modalidades de partija en las que la persona que dispone e
instituye –el testador– es distinta de la que lleva a la práctica y concreta la
institución en cada caso: el contador-partidor o los coherederos, por ejemplo248.
En el supuesto de la partición conjunta, al realizar los mismos cónyuges la partija,
habrá una mayor seguridad en que la voluntad real de éstos se cumplirá
eficazmente a su fallecimiento y en que la distribución realizada coincidirá con la
originalmente querida por los causantes. En suma, con la partija realizada por los
testadores de forma conjunta se cumple el triple fin que algún autor ha propuesto
en materia de particiones:
“moral, jurídico y económico”. Moral, pues al realizar los testadores la distribución
adecuan los bienes que integran sus patrimonios a las necesidades de los
herederos, sin tener que someterse a la regla contenida en el artículo 1.061 del
Código civil. Jurídico, puesto que, en la medida en que la partija esté bien
realizada, se evitan los conflictos de interpretación de la voluntad testamentaria,
haciendo innecesaria entonces la intervención judicial. Y económico, ya que los
testadores, como primeros interesados en el fomento de su caudal, al hacer el
reparto de sus bienes tratarán de evitar las consecuencias antieconómicas que
tienen tanto la atomización de los bienes como la indivisión hereditaria.
d) Una última ventaja de la partición conjunta consiste en que permite sortear
en cierto modo las dificultades que, en orden a la posibilidad de realizar la
partición, plantea la existencia del régimen matrimonial de sociedad de
gananciales, que es el régimen supletorio a falta de capitulaciones matrimoniales
en las que se establezca otra cosa o cuando éstas sean ineficaces (cfr. art. 112
LDCG.)250. En efecto, como es conocido, en principio, para poder partir bienes
gananciales resulta necesario efectuar la liquidación del régimen para determinar
los bienes de dicho carácter que corresponden a cada uno de los cónyuges. Tal
liquidación se realiza tras la disolución del régimen, que, al margen de otros
casos regulados en los artículos 1.392 y 1.393 Cc., tiene lugar cuando uno de los
cónyuges fallece. En tal supuesto y a salvo lo establecido en el artículo 1.380
Cc., en principio, los cónyuges únicamente podrán disponer mortis causa de
forma unilateral de sus bienes privativos y de su mitad ganancial de forma
genérica. De esta manera, solamente podrían realizar la partija respecto de los
bienes de carácter privativo pero no respecto de los bienes gananciales
concretos que le habrán de corresponder a su haber en la liquidación. Pues bien,
el citado inconveniente se puede soslayar con la partija conjunta251. Y es que,
según tendremos ocasión de comprobar, los cónyuges pueden efectuar, en o
fuera de ella, una liquidación provisional de la sociedad de gananciales, con
efectos desde luego para el momento de la muerte, que les permite conocer de
modo provisional los bienes que les corresponderán al finalizar el régimen.
Características de la partición conjunta
Hasta aquí hemos procedido a una delimitación genérica de qué sea la partición
conjunta –la distribución de los bienes del patrimonio de los cónyuges realizada
por ellos mismos–, y hemos resaltado las ventajas e inconvenientes que tiene
dicha figura. Ahora, tomando como punto de partida lo dispuesto por el artículo
157.2 de la Ley de Derecho Civil de Galicia, de lo que se trata es de examinar los
requisitos y los presupuestos de esta modalidad de partición por testador. Ello
resulta posible, a pesar de que el citado artículo, dedicado específicamente a la
partija conjunta, no contenga una definición de lo que sea la misma. Como
sabemos, el artículo 157.2 LDCG. únicamente establece que “los cónyuges
pueden partir conjuntamente en un solo documento aunque testasen por
separado”.
Aun cuando el precepto transcrito no contenga una definición de la partición
conjunta, sí permite determinar, por un lado, un presupuesto ineludible de este
tipo de partición –la existencia de un testamento–, y por otro, algunas
características específicas de la misma. En efecto, en dicha norma se faculta a
los cónyuges para partir de modo conjunto “aunque testasen por separado”, a la
vez que se hace referencia a dos aspectos diferentes de la figura que tratamos:
se señala la dimensión formal de la partija conjunta –“en un solo documento”– y
se alude a la dimensión sustantiva de la misma –“conjuntamente”–.
Presupuesto: la necesidad de testamento
De entre las diversas formas de deferir la sucesión recogidas por la Ley de
Derecho Civil en Galicia, a través de las que se instituye y dispone, directa o
indirectamente, del patrimonio de una persona –por la voluntad del hombre
manifestada en testamento, por la disposición de la ley, y por los pactos
sucesorios regulados en la LDCG. a efectos de la partición conjunta, el
testamento se erige en figura imprescindible. Las posibilidades de institución a
que se refiere el artículo 117 LDCG. son limitadas por el artículo 157 de la misma
Ley únicamente al primer supuesto: la voluntad del hombre manifestada en
testamento. Así, el apartado primero del citado precepto únicamente se refiere al
“testador”, y el apartado segundo del mismo artículo a los cónyuges que
“testasen” por separado252. De acuerdo con ello, para realizar la determinación
concreta de los bienes de la herencia de tal modo que estemos ante la figura
conocida como partición conjunta –lo mismo cabe decir respecto de la partición
por testador efectuada individualmente– nos encontramos con dos figuras
imprescindibles: el testamento y la partija.
Así pues, necesariamente: testamento y partija; o, más exactamente: acto
dispositivo testamentario y partija. En efecto, para que estemos ante una
partición conjunta resulta imprescindible que exista uno o más testamentos en
donde los cónyuges dispongan de sus bienes para después de la muerte. Mas,
junto con dicho acto dispositivo también resulta necesario que exista un acto
partitivo donde los causantes concreten la disposición contenida en el testamento
o testamentos. De lo anterior se colige que, en la partición conjunta, testamento y
partición se encuentran íntimamente relacionados, aun teniendo funciones típicas
diferentes –el primero, disponer, y el segundo, partir según la previa disposición–:
la determinación de bienes en que consiste la partija precisa, en todo caso, de
una disposición que necesariamente ha de estar contenida en un testamento.
Con todo, la existencia de la citada interrelación entre testamento y partición no
impide que tales funciones se puedan llevar a cabo en momentos diversos y con
formalidades diferentes, ya que se trata de dos actos jurídicos distintos: testar y
partir. A ellos –al acto para disponer y al acto para partir– se refiere veladamente
el artículo 157 de la LDCG. en sus apartados primero y segundo. Junto con ello,
lo anterior no obsta tampoco para que ambas funciones –la dispositiva: el
testamento; y la determinativa: la partición– también se puedan efectuar en un
mismo documento testamentario que acogería la institución y la distribución.
La conjuntividad formal y sustantiva como características específicas de
la partija conjunta.
Tras la consideración del presupuesto ineludible exigido por la Ley de Derecho
Civil de Galicia –el acto dispositivo testamentario–, corresponde considerar ahora
las notas de la conjuntividad formal y sustantiva de la partición conjunta. A ellas
se refiere el artículo 157.2 LDCG. Cuando establece que los cónyuges “pueden
partir conjuntamente” –conjuntividad sustantiva– en “un mismo documento” –
conjuntividad formal–.
Así las cosas, y respecto de estas dos dimensiones de la conjuntividad, ha de
tenerse en cuenta que, ordinariamente, la concurrencia de la conjuntividad formal
conlleva de suyo la sustantiva. En efecto, el hecho de que la partición que
efectúen los cónyuges se contenga en “un mismo documento” ya implica el
acuerdo de voluntades en lo particional a que se refiere la conjuntividad
sustantiva: “pueden partir conjuntamente”.
Expuestas dos dimensiones de la conjuntividad que han de concurrir para que
una partición se pueda calificar como partición conjunta, es preciso destacar que
existe una tercera dimensión de la conjuntividad referida al objeto de la partición.
En este ámbito, y en atención a dicho criterio podemos aludir a dos modalidades
de partición conjunta que en breve examinaremos: la partición conjunta con
objeto unitario –concurre conjuntividad en el objeto–, en la que los cónyuges
organizan conjuntamente la sucesión haciendo una única masa con los bienes de
ambos; y la partición conjunta con objeto separado –no hay conjuntividad
respecto del objeto–, en la que la sucesión no se organiza conjuntamente, y, por
tanto, no se efectúa dicha masa, conservando los bienes de ambos cierta
independencia. si el acto particional de que se trate reúne las dos dimensiones
de la conjuntividad a que nos hemos referido –sustantiva y formal– estaremos
ante la partija conjunta a que se refiere el artículo 157.2 LDCG. Y ello,
independientemente de que la partición traiga causa de un testamento
mancomunado o de dos testamentos individuales, ya que el citado artículo
permite ambas posibilidades al precisar “aunque testasen por separado”. Y ello,
independientemente también de que los bienes objeto de la partición sean o no
comunes, puesto que la partición conjunta no presupone ni exige ningún régimen
económico-matrimonial concreto: no resulta necesario que los bienes que se
parten tengan tal condición a pesar de que en el supuesto de que sí la tengan la
partición desarrolle toda su potencialidad. De admitirse lo contrario, es decir, de
exigirse que los bienes que vayan a partir los cónyuges sean comunes, se
excluiría comúnmente que dos cónyuges casados bajo el régimen de separación
de bienes previsto por el Código civil, pudiesen realizar de forma conjunta la
partición sin que exista ningún presupuesto jurídico que exija tal circunstancia.
Partición que, en el caso de cónyuges casados bajo el citado régimen
económico-matrimonial, les permite sortear la necesidad de realizar la
distribución de sus herencias a través de dos particiones individuales
coordinadas.
En tal sentido, se puede indicar que no resulta imprescindible que los herederos
entre quienes los cónyuges distribuyen las herencias sean comunes, aun cuando
tal situación sea la ordinaria. En efecto, si los cónyuges son los únicos que
pueden realizar esta modalidad de partija, lo habitual será –aun cuando no sea
un requisito exigido por la LDCG.– que tengan herederos comunes: los
descendientes, que, además, tendrán la condición de legitimarios. Sin embargo,
ello no sucede en todo caso, ya que es posible que ambos cónyuges tengan
descendencia no común –fruto, por ejemplo, de matrimonios anteriores– o que
mueran sin descendencia, en cuyo caso los legitimarios serán los ascendientes
de cada cónyuge, no siendo entonces herederos comunes.
Con todo, en los supuestos en que los herederos sean comunes –ya sea porque
se trata de descendientes comunes a ambos cónyuges o porque éstos hayan
instituido a algún heredero en ambas herencias–, parece que la partición
conjunta adquiere mayor virtualidad. Lo anterior porque, en tal caso, cabría
aplicar la facultad prevista en el artículo 158.2 de la LDCG. Que permite que en
la partija efectuada de forma conjunta “el haber correspondiente a cualquier
heredero o partícipe en las dos herencias, aunque sea legitimario” sea satisfecho
con bienes de un solo causante262.
De lo hasta ahora expuesto se pueden extraer cinco conclusiones que permiten
delinear los elementos esenciales y las características específicas de la partición
conjunta. La primera: según se deduce del artículo 157.2 LDCG., resulta
imprescindible, en todo caso, que exista un acto dispositivo testamentario al que
la partición conjunta se adecue, ya sea un testamento mancomunado o dos
testamentos individuales. La segunda: para que la partición realizada por los
cónyuges sea una partición conjunta ha de tener los requisitos de la conjuntividad
sustantiva –acuerdo en lo particional– y conjuntividad formal –un mismo
documento; junto con ello, puede existir o no conjuntividad respecto del objeto.
La tercera: en la partición conjunta se incluyen los bienes de los cónyuges, no
siendo necesario que dichos bienes sean comunes. La cuarta: la partición
conjunta no presupone ni exige ningún régimen económico-matrimonial
determinado, aun cuando este tipo de partición sea un instrumento muy útil para
aquellos matrimonios unidos bajo el régimen de gananciales. Y la quinta: desde
un punto de vista subjetivo no resulta necesario que los herederos de ambos
cónyuges sean comunes.
Naturaleza Negocial de la partición Conjunta
La naturaleza negocial de la partición conjunta en la Ley de Derecho Civil Galicia.
Para poder dar respuesta a la cuestión a que se refiere el presente epígrafe
hemos de recordar que, según establece el artículo 157 LDCG., la partición de la
herencia puede efectuarse “en el propio testamento o en otro documento”.
Pues bien, siendo ello así, tanto en la jurisprudencia como en la doctrina existe
unanimidad respecto de la determinación de la figura negocial a que se refiere el
legislador cuando permite que la partición se realice “en el propio testamento”.
Dicha partición consiste en un negocio jurídico testamentario distributivo por el
que el testador o testadores reparten su herencia entre los herederos; esto es, un
negocio jurídico en el que se efectúa una determinación o concreción en bienes
específicos del acto dispositivo contenido en dicho testamento.
Por lo que a la otra modalidad de partición se refiere –la realizada “en otro
documento”–, en la doctrina de la LDCG. también existe unanimidad respecto de
su calificación jurídica: se trata de un negocio jurídico extratestamentario de
carácter distributivo que trae causa de un acto dispositivo testamentario.
Así pues, de la referida calificación jurídica se colige que la nota distintiva de esta
modalidad de partición realizada “en otro documento” respecto de la efectuada
“en el propio testamento” únicamente consiste en el cauce formal en el que se
efectúa: fuera de un testamento.
Examen de las opiniones doctrinales sobre la naturaleza negocial de la
partición por testador en el Código civil.
A este respecto, conviene adelantar ya que la doctrina del Código civil se ha
polarizado en torno a tres tesis que tratan de dar respuesta a la naturaleza
negocial de la partición por testador efectuada “por acto entre vivos” a que se
refiere el artículo 1.056 Cc. Un primer grupo de autores, entre los que se
encuentran MARÍN LÁZARO, HERNÁNDEZ GIL y RODRÍGUEZ-ARIAS.
MARÍN LÁZARO. “La partición de la herencia hecha por actos inter vivos”, regula
la donationpartage del Derecho; figura que tiene un carácter híbrido entre la
donación y la partición. Así, entiende que el causante que se desprende de sus
bienes en vida de forma irrevocable lo hace a través de la figura de la donación, y
que los beneficiarios de tal donación son donatarios únicamente hasta la muerte
del causante: una vez fallecido éste se convertirán en herederos. Ello se debe a
que las donaciones de bienes efectuadas por el causante están unidas entre sí
por el resultado particional.
HERNÁNDEZ GIL escribe que “conforme al artículo 1.056 del Código Civil puede
decirse que el testador tiene dos modos de partir los bienes en vida entre los que
hayan de ser sus herederos al tiempo de su fallecimiento: 1º, por acto inter vivos,
esto es, por contrato; y 2º, por una disposición de última voluntad, que, en
definitiva, será un testamento”. Sobre esta base, posteriormente reconoce que “el
acto inter vivos clásico para realizar la partición el testador es la donación”.
RODRÍGUEZ-ARIAS opina que la partición “por acto entre vivos” hace referencia
a un conjunto de donaciones que puede efectuar el testador, que tienen eficacia
inmediata y que están unidas entre sí por el nexo de la aceptación de los
donatarios. La realización de estas donaciones no implica que el testador se
despoje de sus derechos hereditarios, que “puede seguir ejerciendo libremente”,
ya que entre estas donaciones y la posterior sucesión mortis causa no hay
conexión alguna. De este modo, un beneficiario de la donación –de la partición
“por acto entre vivos”, según su tesis– puede repudiar la herencia a que sea
llamado ulteriormente. Además, estas donaciones tienen la peculiaridad de que
son revocables hasta la aceptación de todos los donatarios; aceptación entiende
que cuando el Código civil indica que el testador puede hacer la partición “por
acto entre vivos” el negocio al que se está refiriendo es a una donación. Un
segundo sector de la doctrina opina que los indicados términos del artículo 1.056
Cc. se refieren a un contrato particional celebrado entre el testador –en el caso
de la partición conjunta serían los testadores– y los herederos, que tiene eficacia
diferida y que es revocable de forma indirecta. Y por último, un tercer grupo, que
representa la opinión mayoritaria, defiende que el legislador, con los indicados
términos, se refiere a un negocio jurídico de carácter distributivo realizado en un
documento no testamentario pero que trae causa de un acto dispositivo que
necesariamente habrá de contenerse en un testamento.
La partición por testador configurada como una donación
Una de las razones que ha facilitado entender que la partición realizada “por acto
entre vivos” (art. 1.056 Cc.) se refiere a una donación viene constituida por el
hecho de que ambos negocios –la donación y la partición– tienen carácter
patrimonial y gratuito y no otorgan la cualidad de heredero al beneficiario. Así las
cosas, la principal finalidad que los autores de esta corriente doctrinal le
reconocen a la partición a que nos referimos –configurada como una donación–
es que, a través de ella, el causante podría adelantar la distribución del caudal
hereditario en vida.
Pues bien, a pesar de que la partición y la donación tengan algunas
características comunes, existen notables diferencias entre ambas que impiden
su identificación.
*En primer lugar, no parece convincente entender que el Código civil asimila la
partición “por acto entre vivos” (art. 1.056 Cc.) a una donación por cuanto que el
tenor literal del precepto en el que se regula tal modalidad de partición exige, en
todo caso, la existencia de un acto dispositivo testamentario. Dicha exigencia
revela, que la partición tiene una naturaleza meramente determinativa de un acto
dispositivo contenido en un testamento, sin que goce de virtualidad dispositiva
alguna, a diferencia de lo que sucede con la donación; figura que tiene carácter
dispositivo.
*En segundo lugar, la necesidad de existencia de un acto dispositivo
testamentario al que la partición se ha de adecuar remite la eficacia de la
partición a la muerte del causante: hasta el fallecimiento del testador, y
consiguiente apertura de la sucesión, la partición no produce efectos frente a
terceros (cfr. arts. 657 y 661 Cc.); hasta entonces se puede modificar a voluntad.
Por tal motivo, parece que no podría tener lugar uno de los efectos típicos de la
donación cual es la entrega inmediata de los bienes, en este caso, a efectos
particionales. Lo anterior no empece para que cualquier testador pueda distribuir
durante su vida bienes que a su muerte formarían parte de su herencia. Tal
distribución podrá ser considerada como donación –colacionable o no–, pero no
se podrá calificar como partición de herencia puesto que en ésta, como su propio
nombre indica, se trata de partir el haber hereditario entre los herederos; haber
hereditario que no existe hasta el fallecimiento, y herederos que, hasta dicho
fallecimiento, no estarán ciertos de sus derechos.
*Por último, “la finalidad y las ventajas” que tendría la partición de ser configurada
como una donación. En efecto, si la finalidad que le atribuyen a la partición
efectuada fuera de testamento –“por acto entre vivos” según la terminología del
artículo 1.056 Cc.– los autores de la corriente doctrinal que comentamos –la
entrega inmediata de los bienes a efectos de adelantar la sucesión– ya está
colmada por la figura de la donación, se estaría inutilizando aquella modalidad de
partición. De este modo, existirían dos figuras con un mismo contenido y unos
mismos efectos reguladas en distintos lugares, lo que se revela un tanto absurdo
y de todopunto ilógico.
A la vista de los argumentos expuestos se puede concluir que, además de que
no tiene un fácil encaje con el articulado, no resulta viable la tesis que entiende
que el Código civil asimila la partición “por acto entre vivos”, a una donación.
La partición por testador como contrato particional
Los autores partidarios de la tesis que vamos a examinar consideran, con
fundamento en la dicción del artículo 1.271.2 Cc., que a la partición, se le ha de
reconocer categoría contractual. En efecto, para estos autores, los términos del
citado artículo hacen alusión al supuesto en que un testador realiza un contrato
particional con los herederos en el que no se transmiten los bienes de modo
inmediato y que cabe revocar de forma indirecta: si se revoca el testamento del
que trae causa el contrato particional, éste queda sin efecto. La intervención de
los coherederos aceptando la distribución llevada a cabo por el testador
vincularía a éste al acto particional de tal modo que, una vez realizado dicho
contrato, el testador no podría modificarlo de forma unilateral, siendo necesario
contar en todo caso con el consentimiento de los herederos para hacer cualquier
modificación en el acto particional.
Así configurada la partición por testador efectuada fuera de un testamento
–“por acto entre vivos” según la terminología del artículo 1.056 Cc.–, la indicada
concepción presenta, entre otros, cuatro inconvenientes que se señalan a
continuación.
En primer lugar, la tesis expuesta no se aviene con el tenor literal de los
preceptos del Código civil en que se regula esta modalidad de partición y donde
se concede la facultad de partir. Efectivamente, tanto el artículo 1.056 del Código
civil como los preceptos concordantes –1.057 y 1.058 Cc., entre otros– única y
exclusivamente se refieren al testador, sin mencionar en ningún caso ni
concederle facultad alguna a la contraparte del supuesto contrato –los
herederos– únicamente se concede la facultad de hacer la partición al testador” –
lo mismo ocurre en el ámbito de la LDCG.–. Algo similar sucede en los artículos
1.070.1 y 1.075 del Código civil.
En segundo lugar, si se concibe la modalidad de partición que comentamos como
un contrato particional, para su aprobación sería necesario contar con el
consentimiento unánime de los herederos. De este modo, se podría estar dando
cabida al juego de voluntades caprichosas e intereses particulares de los
herederos que podrían impedir la aprobación de la partija.
En tercer lugar, otra dificultad con la que se encuentra la concepción contractual
de la partición “por acto entre vivos”, esto es, fuera de testamento, viene
determinada por la imposibilidad de aplicación de diversos preceptos del Código
civil relativos a los contratos: por ejemplo, el artículo 1.091 que dispone que “las
obligaciones surgidas del contrato tienen fuerza de ley entre las partes”, o el
artículo 1.256 que establece que “la validez y el cumplimiento de los contratos no
puede dejarse al arbitrio de uno de los contratantes”.
En efecto, la imposibilidad de aplicación de tales artículos se debe a que la
vinculación que se le atribuye al pretendido contrato particional puede dejarse sin
efecto por la revocación del testamento de que tal contrato particional trae causa.
Y, por último, la supuesta vinculación del testador con los coherederos al contrato
particional parece que podría presentar otro inconveniente en relación con el
artículo 988 del Código civil cuando dispone que los actos de “aceptación y
repudiación de la herencia” son “enteramente voluntarios y libres”. La admisión
de la referida vinculación contractual podría hacer creer que un coheredero que
tuviese expectativas sobre la herencia y que hubiese prestado su consentimiento
en el contrato particional realizado con el testador, necesariamente habría de
aceptar la herencia una vez abierta la sucesión. De este modo el acto de
aceptación de la herencia no sería totalmente voluntario y libre.
Por el cauce expuesto se concluye que tampoco resulta del todo adecuada la
tesis que considera que la partición por testador realizada en un documento al
margen del testamento –“por acto entre vivos” según la terminología del artículo
1.056 Cc.– constituye un contrato con eficacia diferida y revocable de forma
indirecta.
La partición por testador como negocio jurídico distributivo.
Así las cosas, y a la vista de que no resulta apropiado concebir la partición que el
testador –en nuestro caso, serían los testadores– realizan fuera de un
testamento como una donación –la partición vendría a cumplir una finalidad que
ya cubre otro negocio jurídico– ni como un contrato particional –no le sería
aplicable el régimen de los contratos– parece que lo más adecuado es entender,
con la opinión mayoritaria actual en el ámbito del Código civil, que cuando el
legislador permite que la partición se realice “por acto entre vivos” se está
refiriendo a un negocio jurídico de distribución de bienes cuya diferencia con la
partición testamentaria es el vehículo formal en el que secontiene: en un
documento al margen del testamento288. Así pues, y al igual que sucede en la
LDCG., se puede concluir que la indicada modalidad de partición sería un
negocio que carece de virtualidad dispositiva alguna – necesariamente ha de
apoyarse en un acto dispositivo testamentario y cuya función propia venía
constituida de los bienes determinación de los bienes concretos de la herencia
que se han de adjudicar a cada uno de los coherederos de acuerdo con las
cuotas de disposición. Aserto que permite colegir lo siguiente: si según hemos
expuesto, la función de la partición, ya esté contenida en un testamento o
efectuada en un documento al margen de él –“por acto entre vivos o por última
voluntad” según el negocio jurídico particional no resulta un título hábil para
atribuir la condición de heredero ni para deferir la herencia de una persona.
Notas peculiares del negocio jurídico particional. Su carácter formal, mortis causa, de última voluntad, y su unilateralidad o bilateralidad.
*Su carácter formal.
Según hemos expuesto, la partición conjunta tiene carácter formal. Carácter que
se puede deducir de modo explícito del texto del artículo 157.1 LDCG. en el que,
con referencia a la partición por testador realizada individualmente –aplicable
también a la efectuada de modo conjunto–, se apunta que aquélla se puede
hacer “en el propio testamento o en otro documento”. Asimismo, el apartado
segundo del citado precepto, en el que se permite a los cónyuges que efectúen la
partición de modo conjunto “en un solo documento aunque testasen por
separado”, también pone de manifiesto – aunque de forma velada– el carácter
formal a que nos referimos. Por tanto, el testamento u otro documento distinto de
aquél vienen a ser las formas que ha de revestir la partición.
*Su carácter mortis causa y de última voluntad
Como decíamos, la partición conjunta tiene asimismo carácter mortis causa y de
última voluntad. Pues bien, aun cuando estas expresiones no son definidas por la
Ley de Derecho Civil de Galicia ni por el Código civil, para analizar tales
caracteres en relación con la partición se puede acudir a alguna de las
construcciones doctrinales elaboradas sobre ellas.
De entrada, es preciso resaltar que el Código civil está construido sobre la
tradicional distinción entre los actos o negocios inter vivos y los actos o negocios
mortis causa. Sin embargo, aun cuando tal división sea la que late en el Código,
éste resulta lo suficientemente abierto como para admitir otros tipos de negocios.
En este sentido, la doctrina no duda en reconocer que, en la actualidad, tal
división ha sido superada. En efecto, junto con los tradicionales actos y negocios
inter vivos y mortis causa, se reconoce la existencia de otros que, configurándose
como inter vivos, tienen en cuenta la muerte como uno de los elementos
esenciales del negocio –no el único–, sin que por tal motivo hayan de ser
calificados como mortis causa.
Expuesto lo anterior, ahora se trata de concretar qué son los negocios mortis
causa. A este respecto, y de acuerdo con DÍEZ-PICAZO, hemos de afirmar que,
aunque comúnmente se entiende en un sentido genérico que los negocios mortis
causa son aquellos en los que el móvil determinante para su celebración es la
contemplación o la consideración de la propia muerte (causa mortis), en un
sentido más técnico, ello no resulta del todo exacto. En efecto, a contemplatio
mortis no resulta suficiente para la calificación de un negocio como mortis causa.
Es necesario que el negocio en cuestión se dirija a reglamentar el destino post
mortem del patrimonio y de los bienes del autor del negocio o de otras relaciones
jurídicas, ya que la indicada es la función propia de los negocios de tal categoría.
Por tanto, siendo lo esencial para calificar unos actos o negocios como mortis
causa que se dirijan a establecer y regular el destino post mortem de los bienes y
demás relaciones jurídicas del autor del negocio, cabe afirmar que la partición
conjunta goza de tal característica. Y ello porque, como hemos visto, la función
de la partición consiste en determinar la disposición, realizada en nuestro caso
por los causantes en uno o varios testamentos, en los que disponen “para
después de su muerte de todos sus bienes o de parte de ellos”. Por tanto, la
figura que comentamos se dirige a concretar para después de la muerte la
disposición de los bienes efectuada por los testadores.
Expuesta la anterior distinción, y determinado el carácter mortis causa de la
partición conjunta, es preciso indicar que un subgrupo dentro de los actos y
negocios mortis causa lo constituyen los de última voluntad. La característica
esencial de este tipo de actos es que contienen la última voluntad del causante y
por ello son esencialmente revocables, a diferencia de lo que sucede con otros
actos mortis causa no de última voluntad: por ejemplo el contrato sucesorio. Esta
nota de la revocabilidad permite conseguir que la voluntad manifestada en el acto
en cuestión coincida con la última voluntad del otorgante –de ahí la
denominación de actos de última voluntad.
Pues bien, así las cosas, se puede afirmar que la partición conjunta realizada por
los testadores, tanto la elaborada “en el propio testamento” como la efectuada
“en otro documento”, tiene las características a que nos referimos: es un negocio
jurídico mortis causa y de última voluntad.
En torno a la unilateralidad o bilateralidad de la partición conjunta
Tras la exposición de algunas características referibles al negocio jurídico
particional –su carácter formal, mortis causa y de última voluntad–, en el presente
epígrafe trataremos de dar respuesta a la segunda de las cuestiones apuntadas
páginas atrás que, recordemos, consistía en la determinación de si la partición
conjunta es un negocio jurídico de distribución unilateral o bilateral habida cuenta
de la intervención de los dos cónyuges.
Antes de contestar a la cuestión enunciada, parece oportuno recordar que la
unilateralidad o bilateralidad de la partición son características que se mueven en
un plano diferente al de la unipersonalidad o pluripersonalidad de la misma. En
efecto, mientras que estas últimas se refieren al número de personas que pueden
intervenir en un negocio, las primeras remiten a la estructura del mismo: al
número de partes existentes. La unipersonalidad hace referencia, por tanto, a
que sea una sola persona la que realiza el negocio de que se trate, mientras que
la unilateralidad o bilateralidad remite a la existencia de una sola parte o varias; y
ello, con independencia de que no sea una sola persona la que conforme cada
una de las partes.
Así, en un negocio unilateral, la declaración o declaraciones de voluntad
provienen de una sola parte que puede estar formada por varias personas. Ello
expuesto, y por lo que respecta a la calificación de la partición conjunta como
negocio unilateral o bilateral, se hace preciso distinguir: por un lado, si la partición
conjunta realizada por los cónyuges es con objeto unitario o con objeto separado,
y por otro, si es correspectiva o no. Por tal motivo, veremos separadamente tales
supuestos.
La conjuntividad respecto del objeto: la partición conjunta con objeto unitario y la
partición conjunta con objeto separado.
Como ya hemos avanzado, junto con la conjuntividad sustantiva y la
conjuntividad formal –notas características de la partición conjunta– existe una
tercera dimensión respecto de la conjuntividad: la referida al objeto de la
partición. Así, bajo la rúbrica de “partición conjunta efectuada por los cónyuges”
de común acuerdo y en un mismo documento –conjuntividad sustantiva y
formal–, en la Ley de Derecho Civil de Galicia es posible referirse a dos
modalidades de partija distintas atendiendo a la conjuntividad en el objeto: la
partición conjunta con objeto unitario –que, en adelante, denominaremos como
partición unitaria– y la partición conjunta con objeto separado, según se organice
la sucesión de modo conjunto o separado; esto es, según se haga una masa con
los bienes de ambos –conjuntividad respecto del objeto–, o, por el contrario, se
mantenga la independencia de los patrimonios de los cónyuges –ausencia de
conjuntividad respecto del objeto–. La primera de estas dos modalidades de
partición conjunta, la que hemos denominado como partija unitaria, se caracteriza
porque los cónyuges acuerdan organizar su sucesión de modo conjunto; es decir:
hacen un totum con los bienes de ambos –con independencia de su origen– y
posteriormente los distribuyen de la manera que estimen conveniente. Así pues,
en esta modalidad de partición nos encontramos con que los cónyuges realizan
de común acuerdo y en un mismo documento –testamentario o no testamentario,
aunque, en todo caso, dicho documento ha de traer causa de un acto dispositivo
testamentario (cfr. art. 157 LDCG.)– la partición de ambas herencias haciendo
una masa común con los bienes de ambos, sin tener en cuenta el origen de los
mismos: ya sea ganancial, ya privativo.
A la vista de lo anterior, se puede colegir que esta primera modalidad de partición
que comentamos tiene –a nuestro modo de ver y a pesar de que en ella
intervengan dos personas– carácter unilateral. Lo que se justifica, en nuestra
opinión, en que ambos cónyuges se encuentran en una misma parte, actúan ex
uno latere y de común acuerdo para la determinación de los bienes que le
corresponden a los terceros instituidos.
Por lo que respecta a la segunda modalidad de partición conjunta –la partición
con objeto separado–, ésta se caracteriza porque en ella los cónyuges organizan
su sucesión de manera diferenciada; es decir: en esta partición los cónyuges no
hacen un totum con los bienes de ambos sino que los parten de modo
independiente pero en un mismo documento. Este supuesto constituye un caso
intermedio entre una partición unitaria efectuada por los cónyuges – en la que
parece que pensaba el legislador al regular la figura de la partición conjunta– y
dos particiones individuales realizadas en documentos independientes pero de
forma coordinada. En efecto, en este tipo de partición conjunta las distribuciones
se realizan en un mismo documento pero de modo separado; esto es, sin hacer
una masa común con los bienes de ambos.
Junto con ello, y a diferencia de lo que sucedía en la modalidad de partija
conjunta a que anteriormente nos hemos referido, la partija conjunta con objeto
separado tiene carácter bilateral habida cuenta de que no hay una única voluntad
particional: los dos cónyuges emiten de manera separada su voluntad particional
–cada uno sobre sus bienes– y la vierten en un mismo documento.
Así las cosas, y en atención a que la calificación de la partición conjunta como
negocio unilateral o bilateral depende no sólo de la conjuntividad respecto del
objeto, sino también del carácter correspectivo o no de las cláusulas de la misma,
a continuación nos referiremos a dicho fenómeno.
La correspectividad
Como es conocido, la correspectividad remite la eficacia de las disposiciones
mortis causa de un otorgante a las del otro: supone una dependencia en la
eficacia a la que el legislador le une la limitación a la esencial revocabilidad de la
misma. Es por ello por lo que la existencia de cláusulas correspectivas en la
partición incide en el carácter unilateral o bilateral de la misma. En efecto, cuando
existe correspectividad nos encontramos con dos partes que realizan unas
determinaciones que están condicionadas al mantenimiento de las efectuadas
por la otra parte. La partición tendrá en estos casos ciertos tintes de bilateralidad,
de tal modo que si la partición era unilateral se convertirá en bilateral, y si tenía
tal carácter lo conservará. En cambio, en los supuestos en que la partición no
sea correspectiva, es decir, en los que la eficacia de las cláusulas de un testador
no esté subordinada al mantenimiento de las cláusulas por la otra parte, la
partición conjunta realizada por los cónyuges no modificará su carácter: si
aquélla era unilateral continuará siéndolo, y si era bilateral se mantendrá bilateral;
la ausencia de correspectividad no añade nada a la partición.
La admisibilidad de la partición conjunta en el Régimen del código civil
Pocos autores que han estudiado la partición conjunta mantienen opiniones
encontradas en torno a la cuestión de su admisibilidad o no en el citado Cuerpo
legal. En efecto, una parte de tal doctrina, cuya opinión comparto, considera que
se puede acudir a la partición conjunta a pesar de no estar regulada en el Código
civil. Otros autores, en cambio, consideran que la partición conjunta contradice
algunos preceptos imperativos del Código civil, y, por ello, no resulta admisible su
realización en el marco del citado Cuerpo legal.
Los autores que conforman el primero de los sectores doctrinales indicados
VALLET, DE LA CÁMARA, DÍEZ-PICAZO y GULLÓN, así como LACRUZ y
SANCHO, entre otros– se apoyan fundamentalmente en una serie de
argumentos que son, básicamente, de corte negativo. En particular, estiman que
es posible que se realicen particiones conjuntas al amparo del Código civil puesto
que no se trata de una figura prohibida expresamente; no contraviene el régimen
sucesorio establecido en el mismo –en concreto, los artículos 667, 669 y 670
Cc.–; y la eficacia de la partición conjunta no se ve obstaculizada por lo que
disponen los artículos 737, 1.375 y 1.379 del mismo Cuerpo legal. Junto con ello,
los partidarios de esta opinión resaltan también las ventajas de que goza la
partija realizada de forma conjunta y su utilidad práctica.
Sin embargo, el otro sector de la doctrina que hemos mencionado, que resulta un
tanto minoritario, entiende que la partición conjunta contradice algunos de los
preceptos anteriormente citados –especialmente, los artículos 669 y 670 Cc.– por
lo que no sería posible su realización en el marco del Código civil. Con
fundamento en tales artículos, los principales defensores de esta tesis –DE LOS
MOZOS, MONEDERO GIL y REINO CAAMAÑO– se oponen a la admisibilidad
de la partición conjunta en dicho Cuerpo legal.
Junto con esta posible contravención de los citados preceptos, también cabe
atribuirle a la partición conjunta algunos inconvenientes que tendremos ocasión
de examinar a continuación: la posibilidad de que sea revocada unilateralmente
en cualquier momento o la ausencia de regulación en el Código.
El encaje de la partición conjunta en el Código civil no es admitido por la
jurisprudencia y tampoco toda la doctrina se muestra partidaria de esta
posibilidad. Ante esta situación, algunos autores han destacado otras figuras
alternativas a la partición conjunta con las que se pueden obtener efectos en
cierto modo parecidos a los que se pueden conseguir con aquélla.
Una de las opciones que se ha propuesto consiste en la realización de dos
particiones individuales coordinadas. En este caso no se realizaría la partición de
forma conjunta en un mismo documento sino que se llevaría a cabo en dos
documentos separados, pero sobre la base de un acuerdo particional previo.
Con todo, esta posibilidad tiene algunos inconvenientes, entre los que se puede
destacar la poca vinculación existente entre las dos particiones, máxime en los
supuestos en que haya bienes gananciales y no se haya efectuado una
liquidación provisional de los mismos. De todas formas, en caso de que no se
modifiquen los testamentos individuales ni las dos particiones coordinadas, se
podrán conseguir efectos similares a los de la partición conjunta. Al margen del
supuesto particional indicado, existen también otros medios –denominados
indirectos por algún autor– con los que se pueden conseguir efectos semejantes
a los buscados a través de la partición conjunta. Entre estos medios se
encuentran: la donación inter vivos de parte o de todo el patrimonio, a la que se
le suelen añadir pactos de diverso tipo: de reserva de usufructo, de reversión, de
prohibición de disponer o de reserva de la facultad de disposición346;
compraventas que, en bastantes supuestos, suelen encubrir un negocio de
donación; la constitución de una sociedad estableciendo el modo de disolverla; la
inscripción de un bien de nueva adjudicación a nombre de un futuro heredero, o,
en fin, la delegación de la facultad de mejorar del artículo 831 del Código civil.
La relación temporal entre el testamento y la partija
Visto que la eficacia de la partición está subordinada en todo caso a la del
testamento o testamentos en que se contiene el acto dispositivo, seguidamente
examinaremos cuál es la relación entre ambas figuras desde un punto de vista
temporal. Y es que, aunque acto dispositivo testamentario y partición produzcan
sus efectos tras el fallecimiento de los testadores, es preciso cuestionarse si la
dependencia de la partija respecto del acto dispositivo testamentario tiene
también una dimensión temporal en vida de los testadores; es decir: si es
necesario seguir un orden cronológico para realizarlas o no.
Partiendo de la idea de que los testadores pueden otorgar testamento y efectuar
la partija en el momento que estimen conveniente, parece que lo más lógico y
acorde con el principio de accesoriedad es que los testadores otorguen
testamento antes de realizar la partija –ésta, no se olvide, debe atenerse a las
atribuciones de cuota contenidas en aquél–. Así, una vez otorgado el testamento,
los testadores procederán a partir conforme a la voluntad dispositiva contenida
en aquél, ya realicen la partija en el mismo instrumento o en otro documento. De
la misma forma, nada impide que realicen la partija de modo simultáneo al
otorgamiento del testamento o testamentos donde se contenga la voluntad
dispositiva.
Siendo ello así, la jurisprudencia, desde antiguo, ha venido mitigando el
cumplimiento riguroso de este proceso lógico. En efecto, el Tribunal Supremo ha
admitido en más de una ocasión que un causante realice primero la partición y
posteriormente otorgue testamento –razonamiento aplicable al supuesto de la
partición conjunta–. En tal caso se podría objetar que los partidores gozarían de
tal condición sin existir el acto dispositivo testamentario, con lo que parece que
se contravendría el tenor literal del artículo 157.2 LDCG., que exige que los
causantes que realizan la partición conjunta de su herencia sean testadores. Sin
embargo, ello no sucede puesto que ambas figuras –partición y testamento en el
que se contiene el acto dispositivo– se refieren y producen sus efectos a la
muerte de los otorgantes.
Así, si en el caso indicado, los causantes que han efectuado la partición fallecen
sin otorgar testamento, tal partición no será eficaz y no desplegará ningún efecto,
ya que incumplirá la exigencia legal de someterse a un testamento del que
depende y trae causa.
Otro inconveniente que se le puede achacar a la posibilidad apuntada es que
puede suponer el desvirtuamiento de la naturaleza de ambas figuras.
Como sabemos, la función propia de la partija es distribuir el caudal hereditario
entre los herederos instituidos en el testamento o testamentos otorgados. Siendo
ello así, la elaboración de la partición con anterioridad al testamento puede dar
lugar a que se realice un testamento de acuerdo con lo que se estableció en la
partición, al no exigirse un orden cronológico determinado; es decir, al no exigirse
que el otorgamiento del testamento sea anterior en el tiempo a la partija. Pues
bien, si en la práctica ya resulta difícil efectuar una partición totalmente acorde
con lo establecido en el acto dispositivo testamentario, mayor dificultad entrañará
realizar aquélla con anterioridad cronológica a éste siguiendo un proyecto previo
de institución.
Así, si se realiza la partija antes del otorgamiento del testamento o testamentos,
sobre todo en el caso de que la partición se contenga en un documento distinto
de aquél, se acaba testando como se partió395. Esta situación podría hacernos
concluir que se dulcifica el principio de accesoriedad de la partija respecto del
acto dispositivo testamentario, pues el contenido de este último vendría a
acomodarse a lo establecido en la partición. No sería entonces la partición la que
se adecuase a la institución testamentaria de la que depende y trae causa, y
cuyas disposiciones se encarga de ejecutar, sino que el contenido del testamento
o testamentos se establecería de acuerdo con las atribuciones particionales
realizadas. Pues bien, la unidad dispositivo-determinativa que existe entre
testamento y partija, a la que nos hemos referido con anterioridad, minimiza el
inconveniente apuntado de desnaturalización de ambas figuras. Como ha
resaltado ROYO MARTÍNEZ: “la imputabilidad, tanto del testamento como de las
adjudicaciones, al último instante de la vida del de cuius salva la aparente
incongruencia de que la partición sea de fecha anterior al testamento”396.
Así las cosas, y tras el examen somero de los inconvenientes que teóricamente
podría presentar la realización de la partición con anterioridad al testamento, pero
que, como hemos visto, en la práctica no constituyen obstáculos de entidad, cabe
resaltar que el criterio jurisprudencial apuntado mantenido por el Tribunal
Supremo desde antiguo ha sido recogido de modo implícito por el artículo 157.3
LDCG., en el que se establece que si existe contradicción entre una partición
conjunta extratestamentaria y un testamento abierto, para que aquélla valga
habrá de ser “de fecha posterior al testamento.
Elementos personales de la partija
Los cónyuges
La capacidad que la ley exige para la realización de determinados actos está
íntimamente relacionada con la naturaleza y los efectos que éstos producen. Así,
por ejemplo, para los de carácter personalísimo –el testamento el Código civil
exige una capacidad menor que para aquellos actos que no tienen tal condición.
Ello se debe a que, al tener carácter personalísimo, en caso de que el sujeto en
cuestión no pueda realizar el acto de que se trate, ningún otro podrá hacerlo por
él. De acuerdo con ello y por lo que refiere a los testamentos, el Código civil
dispone en el artículo 663 que tienen capacidad general para testar –acto
personalísimo los mayores de catorce 14 años de uno y otro sexo y los que
están en su cabal juicio 233. Y, en relación con un tipo concreto de testamento –
el ológrafo– el artículo 688 establece que “el testamento ológrafo sólo podrá
otorgarse por personas mayores de edad”.
Según puede apreciarse, el Código civil establece de forma expresa la capacidad
que se necesita para otorgar testamento 424. Sin embargo, cuando se trata de
examinar la capacidad necesaria para realizar la partija por el testador, ya sea
individual o conjunta, comprobamos que ni en la Ley de Derecho Civil de Galicia
ni en el Código civil se hace referencia expresa a dicha capacidad. Así, la
doctrina, ante la ausencia de menciones explícitas en los citados cuerpos
legales, se encuentra dividida en torno a dos posiciones netamente diferenciadas
que a continuación se examinan; división que, por otra parte, viene motivada por
la íntima relación existente entre la capacidad exigible y la naturaleza del acto,
como ya hemos referido.
Opiniones doctrinales en torno a la capacidad para partir
La opinión a que aludimos en primer lugar, y que es defendida por un sector
minoritario de la doctrina, considera que la capacidad que se ha de exigir para
realizar la partición por testador es diferente según el cauce formal que se trate.
En efecto, este sector doctrinal estima que para elaborar la partición en el marco
de un testamento resulta suficiente la capacidad para testar. Sin embargo, no
sucede lo mismo en relación con la partición efectuada fuera de testamento: no
es suficiente la capacidad para testar sino que se ha de tener la capacidad
general para contratar y obligarse. Ello se debe a que algunos de estos autores
entienden que la partija realizada fuera de testamento es un contrato –le
atribuyen virtualidad dispositiva y divisoria–, razón por la cual ha de exigirse un
testamento la capacidad general para contratar y obligarse.
Al margen de la opinión expuesta, la mayoría de la doctrina, en criterio que
comparto, reconoce que la partición por testador, tanto la realizada en
testamento como fuera de él.
La necesidad de que los testadores sean cónyuges
Como hemos indicado, para la realización de la partija conjunta la Ley de
Derecho Civil de Galicia exige que los testadores estén unidos por matrimonio.
Esta interrelación entre partición conjunta y la condición de cónyuges se justifica
a la vista de los términos en que se expresan los artículos que contienen su
régimen jurídico. En efecto, dichos preceptos no permitendudar de que la Ley de
Derecho Civil de Galicia ha establecido limitaciones
En cuanto a las personas que pueden realizar la partición conjunta, concediendo
únicamente tal posibilidad a los cónyuges. Así, tanto el artículo 157.2 LDCG. en
el que se otorga la facultad de partir –“los cónyuges pueden partir de forma
conjunta”–, como los preceptos concordantes con él ponen de relieve esta
limitación: el artículo 158.1 LDCG. se refiere a los “cónyuges testadores”, y el
artículo 158.2 utiliza la expresión “la partición conjunta por ambos cónyuges”. Por
tanto: para efectuar la partición conjunta resulta imprescindible que los testadores
estén unidos por matrimonio en el momento de realizarla. Esta consideración
inicial nos permite extraer tres conclusiones que a continuación se exponen.
La primera conclusión que se infiere de los preceptos señalados es que los
testadores, además de tener la capacidad para testar –que resulta suficiente para
poder partir– han de tener la necesaria para contraer matrimonio, ya que de lo
contrario no podrían realizar la partición conjunta. Así, según se establece en el
artículo 46 del Código civil, no podrán contraer matrimonio “los menores de edad
no emancipados” y “los que estén ligados con vínculo matrimonial”. En vista de
ello, es posible que un menor de edad no emancipado pero mayor de catorce
años y que se halle en su cabal juicio tenga capacidad para testar y partir pero
que no pueda efectuar la partición conjunta por carecer de la capacidad
suficiente para contraer matrimonio: “no pueden contraer matrimonio: los
menores de edad no emancipados”. Con todo, tal imposibilidad no es absoluta
por cuanto que, en tales casos, cabría acudir al expediente de dispensa del
requisito de la edad.
Tal dispensa, conforme se regula en el artículo 48.2 del Código civil, la puede
conceder el Juez de primera instancia –con justa causa o a instancia de parte– a
partir de los catorce años442. Primera conclusión por tanto: para poder efectuar
la partición conjunta es necesario que los causantes, además de tener la
capacidad necesaria para testar, tengan la suficiente para contraer matrimonio.
CONCLUSIONES
El hecho de poder conocer el fundamento doctrinario de cada una de las
instituciones que forman parte del derecho civil, establece el origen de ellas, pues
el legislador trata de darle forma legal a lo que sería antiguamente una
costumbre o normas de convivencia social entre comunidades, para poder lograr
un orden social general en el que toda la sociedad tenga las mismas
oportunidades y obligaciones.
OBJETIVO:
Informar acerca del origen de las instituciones de Derecho Civil, y la forma en
que los autores las plantean, así como sus puntos de vista y conclusiones, con el
fin de obtener un conocimiento generalizado acerca de ellas y poder así entender
más claramente nuestro ordenamiento jurídico vigente.
RECOMENDACIÓN:
Con respecto al tema de la partición de bienes hereditarios, la legislación
guatemalteca debería derogar la norma en donde son los herederos mismo los
que realizan la partición, esto con el fin de evitar una serie de conflictos que se
suscitan entorno a este tema, dando énfasis extremo a la voluntad del causante.
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