pastores navarros emigracion usa revista foresta60-2014

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44 2014. N. o 60 TÉCNICA COLABORACIÓN Un pequeño homenaje a la emigración de los pastores a EE.UU. Cuestiones sobre sus rutas de trashumancia Patxi Ibarrola Erro y sus dos hijos en el paraje de Lizardoya de la Selva de Irati, Reserva Integral de bosque virgen (Monte La Cuestión del Valle de Salazar. Navarra) A la memoria de mi madre M.ª Encarna Erro Eugui, fallecida en 2013 Este mundo es el camino para el otro, que es morada sin pesar; mas cumple tener buen tino para andar esta jornada sin errar. Partimos cuando nascemos, andamos mientras vivimos, y llegamos al tiempo que fenecemos; así que cuando morimos, descansamos. Coplas por la Muerte de su Padre. Jorge Manrique (1440-1479) PRELIMINARES ANTES DE SALIR DEL OLD COUNTRY (BORN TO… GO) E l manejo del ganado tiene una cadena trófica muy corta (al contrario que en los bosques), e implica seguir rutas vegetales definidas por el clima, con un retraso volun- tario medido por el pastor, para respetar el reposo y no perjudicar el rebrote futuro del pasto, y porque las yemas de primavera, debido a su alta concentración de ciertos elementos químicos, pueden producir intoxi- caciones. Entonces la migración sigue ese camino que es percibido por los hombres -a modo de fotografías- mediante diversos sig- nos: floraciones, fructificaciones, comporta- miento de los animales, etc. Para que se entienda el origen del asun- to, que es anterior a las etapas pastorales, tenemos un símil muy forestal en el com- plejo caso selvícola de las selvas centroafri- canas (conocido porque ha salido reiterada- mente en los documentales de televisión). En ellas, los bulldózer de esos lugares, los elefantes, abren sendas para unir los pun- tos de agua y las charcas, que también am- plían y aclaran. Los bosquimanos, conoce- dores de estas circunstancias, aprovechan tales pasos para la captura de los animales. En esos caminos, los científicos han cons- tatado y medido la mayor abundancia y di- versidad de especies frutales con respecto a las espesuras de selva virgen interiores, factor muy importante para el conjunto del ecosistema y que contribuye a concentrar al resto de animales herbívoros. El mecanismo de dispersión también lo tienen definido: los diferentes frutos son uno de los principales componentes de la dieta de los paquider-

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44 2014. N.o 60

TÉCNICACOLABORACIÓN

Un pequeño homenaje a la emigración de los pastores a EE.UU. Cuestiones sobre sus rutas de trashumancia

Patxi Ibarrola Erroy sus dos hijos en el paraje de Lizardoya de la Selva de Irati,

Reserva Integral de bosque virgen (Monte La Cuestión del

Valle de Salazar. Navarra)

A la memoria de mi madre M.ª Encarna Erro Eugui,

fallecida en 2013

Este mundo es el camino para el otro, que es morada sin pesar;mas cumple tener buen tino para andar esta jornada sin errar.Partimos cuando nascemos, andamos mientras vivimos, y llegamos al tiempo que fenecemos; así que cuando morimos, descansamos.

Coplas por la Muerte de su Padre. Jorge Manrique (1440-1479)

Preliminares antes de salir del Old COuntry (BOrn tO… gO)

El manejo del ganado tiene una cadena trófica muy corta (al contrario que en los

bosques), e implica seguir rutas vegetales definidas por el clima, con un retraso volun-tario medido por el pastor, para respetar el reposo y no perjudicar el rebrote futuro del pasto, y porque las yemas de primavera, debido a su alta concentración de ciertos elementos químicos, pueden producir intoxi-caciones. Entonces la migración sigue ese camino que es percibido por los hombres -a modo de fotografías- mediante diversos sig-nos: floraciones, fructificaciones, comporta-miento de los animales, etc.

Para que se entienda el origen del asun-to, que es anterior a las etapas pastorales, tenemos un símil muy forestal en el com-

plejo caso selvícola de las selvas centroafri-canas (conocido porque ha salido reiterada-mente en los documentales de televisión). En ellas, los bulldózer de esos lugares, los elefantes, abren sendas para unir los pun-tos de agua y las charcas, que también am-plían y aclaran. Los bosquimanos, conoce-dores de estas circunstancias, aprovechan tales pasos para la captura de los animales. En esos caminos, los científicos han cons-tatado y medido la mayor abundancia y di-versidad de especies frutales con respecto a las espesuras de selva virgen interiores, factor muy importante para el conjunto del ecosistema y que contribuye a concentrar al resto de animales herbívoros. El mecanismo de dispersión también lo tienen definido: los diferentes frutos son uno de los principales componentes de la dieta de los paquider-

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mos, y las semillas se concentran en sus deyecciones y se ven transporta-das a lo largo de sus traslados. Ade-más, son árboles de claro temperamen-to robusto, y en esos densos bosques donde los calveros son muy escasos, los márgenes de los caminos se con-vierten en una de las pocas opciones de hábitat en los que pueden alcanzar la categoría de especie principal. Las sendas van cambiando a lo largo del tiempo al abandonarse, quedando los árboles frutales aislados en medio de la masa arbórea principal, como las mi-gas de pan de Pulgarcito.

Por tanto, el espacio que recorren las rutas de pastoreo puede ser más o menos extenso y, en consonancia, nece-sita periodos distintos de tiempo para su realización. A grandes rasgos, simpli-ficando para no perdernos en todas las variantes posibles: si la ruta es corta y estable en la misma unidad geográfica o ambiental (local), no bastando más que alguna estación dentro del mismo año para completar esos transectos “verti-cales”, se puede hablar de transtermi-tancia o, en el caso límite, de ganadería estabulada. Si se necesita del año com-pleto (las cuatro estaciones) para reali-zar el ciclo de ida y vuelta, lo podemos llamar trashumancia (ámbito regional o a nivel peninsular).

Si el ambiente es tan riguroso en alguno de sus factores (normalmente, el clima) que hace que la migración ad-quiera un carácter aleatorio de trayectos “horizontales”, con lo que se requiere varios años en un vasto territorio para completar los ciclos, lo podemos llamar nomadismo (con relevancia en grandes países o a nivel continental). Este últi-mo es el caso extremo, y tiene que con-tener características que lo asemejan a los de los pueblos cazadores, ya que no implica acondicionar el medio.

De vez en cuando, en estos escritos nos referimos a ejemplos varios, como los sacados de las películas del oeste, ya que estas son muy gráficas, y con su carga de épica y acción todo el mundo las conoce: tenemos el caso de “Cen-tauros del Desierto”, (en inglés, el títu-lo original es más apropiado a nuestro propósito, ya que es “The Searchers”, o sea: Los buscadores), en donde dos ganaderos persiguen a una partida de guerreros comanches que han raptado a una niña pequeña de la familia. Para rescatar a la chica, los vaqueros va-garán, sin encontrarlos, por los cuatro

puntos cardinales del inmenso Oeste americano durante largos años al com-pás de las estaciones. La clave para organizar la búsqueda la da el propio nombre tribal indio, que se escribe como Nawyecky, y que traducen de esa lengua nahua como viento de dirección variable, que aparece repentinamente aquí o allá y que otros también lo inter-pretan directamente como estar conti-nuamente en movimiento sin rumbo fijo,

dando ro-deos, en el sentido de aparecer en el extremo contrario del inicialmente es-perable. Pero tienen la certeza de que de alguna manera contiene la clave de ese comportamiento errabundo, que les permitirá anticiparse al itinerario del clan familiar de indios cazadores en ese amplio margen de tiempo y espacio. Solo habría que añadir que para noso-tros ese nomadismo obedece a causas

Estampa con genuino “sabor made in USA” de dos emigrantes en Arizona: los hermanos Antonio y Benny Vizcay Vergara. Naturales respectivamente de los pueblos de Larrengoa y Erro, ambos del valle de Erro en Navarra.

Un caso extremo de manejo ganadero sería esta representación del feroz ataque de las pirañas al ga-nado, que se da en el Mato Grosso y el Pantanal brasileño. Sin que tuvieran que llegar a estas circuns-tancias de Suramérica, en el pastoreo del siglo XX en EE. UU. también se tenían que soportar grandes penalidades. Tal y como aparece en el conjunto de fotos recopiladas para los archivos de la Asociación de Pastores Vascos en América (Euskal Artzainak Ameriketan Elkartea) sobre el pastoralismo estadouni-dense, menudeaban los imprevistos y peligros que había que sortear: coyotes de todo tipo y pelaje (de dos y cuatro patas), abundantes serpientes de cascabel (que con la altura desaparecían), osos (negros y pardos) e incluso los escasos pumas. (PALAUS, Xavier. 1974. Vida Íntima de los Animales de América del Sur (Tomo 12). Auriga Ciencia/AFHA Internacional. Barcelona)

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ambientales ineludibles. Porque real-mente la trama de esta novela se basa en la verdadera historia de la búsqueda de Cynthia Ann Parker, madre del último gran jefe de los comanches más belico-sos, Quanah Parker, los de la sección kwahadi.

Bosquejando el medio norte-americano (the Wild West)

La llanura estadounidense establece sus duras condiciones. Al estar des-

provista de cobertura, en ella no hay re-fugio posible, y esto se conjuga con la presencia de una continentalidad acu-sada en grado sumo, alternando con “normalidad” inexorable los periodos climáticos excepcionales, ya sea de ve-ranos secos y calurosos con inviernos de heladas y nevadas intensas. Por eso en la pradera continental los cíbolos migraban a los refugios invernales del suroeste, al pie de las estribaciones meridionales de las Montañas Rocosas (cordillera Sangre de Cristo, continuada hasta el macizo de la Sierra Blanca), en donde se concentraban en valles protegidos y arbolados de orientación oeste-este, como los famosos Big Tim-bers (una amplia vega formada por las confluencias de los ríos Arkansas y Pur-gatoire) y alcanzando por el sur a las cuencas altas de los ríos Canadian, Rojo y Pecos. Lo que les permitía des-parramarse en verano hacia el norte o al este por las ralas planicies del Llano Estacado.

A raíz de las sucesivas expediciones españolas durante el siglo XVI, se fue descubriendo el suroeste norteamerica-no, para proceder en el siglo XVII a la colonización del valle del río Grande, del actual Estado de Nuevo México, con la consecuente implantación de la agricul-tura en la vega del mismo y el desarrollo de la ganadería, que en los ambientes más áridos y desérticos, como pasa en Arizona, se dedicaron preferentemente al ovino, a imagen y semejanza de lo acontecido en la metrópoli. Dejando tal impronta que incluso la rama más im-portante de los apaches, la tribu nava-jo, aún considera al caballo, la oveja y la orfebrería de plata de origen hispano árabe como propias (recuérdese entre otros, los adornos de los charros meji-canos y la pervivencia en Andalucía de los plateros cordobeses).

Durante el siglo XVIII las tribus in-dias incrementaron paulatinamente los rebaños de caballos cimarrones

traídos por los conquistadores espa-ñoles, pudiendo instaurar la civilización de la pradera, tal y como es conocida en el imaginario colectivo debido al cine y la literatura. Autores como Pe-kka Hämäläinen (El Imperio Comanche, Editorial Península. Barcelona 2011) o S. C. Gwynne (El imperio de la luna de agosto. Auge y caída de los coman-ches. Turner publicaciones S. L. Madrid 2011) nos relatan con detalle cómo sus mayores exponentes, los coman-ches y sus aliados kiowas, organizaron todo lo expuesto en el oeste de Tejas. Estos escritores lo muestran a través de hechos medioambientales que bien pueden relacionarse con la extinción de los equinos aborígenes americanos al inicio del Holoceno. Así, el primero de

los anteriores explica cómo hasta la lí-nea que delimita el río Arkansas se pue-de realizar la cría intensiva de caballos, al norte se accede al territorio en torno al río Republican, en donde el clima se endurece y la actividad se vuelve más complicada, tornándose manifiesta-mente adversa al septentrión del para-lelo que marca el río Platte. Esa es una de las razones por la cual tales pueblos guerreros ocuparon violentamente ese estratégico espacio al sur de la cuenca del río Arkansas, que en adelante se denominaría como “La Comanchería”, desplazando a otros grupos como los apaches hacia las montañas y desier-tos del oeste donde conformaron “La Apachería” (en USA: Estados de Nuevo México y Arizona; y en México: norte de

Dibujo de una pequeña manada de caballos de Przewalski en el Desierto del Gobi en Mongolia. La arqueozoología opina que el bisonte pasó de Eurasia a Norteamérica aprovechando el retroceso de las glaciaciones al final del Pleistoceno (20.000-10.000 a. C.); por su parte, en el nuevo mundo se produjo la extinción de la megafauna, como el del ancestro norteamericano del caballo (continente del que es ori-ginario), a lo que paradójicamente sobrevivió realizando el viaje inverso al bóvido en ese mismo margen temporal y geográfico, es decir, pasando de América al Viejo Mundo. Ese vacío permitió al “buffalo” apro-vechar rápidamente los nichos ecológicos sobrantes, y podemos suponer que desde esa época databan las migraciones estacionales del rumiante que perduraron hasta su ocaso. (PALAUS, Xavier & CORTINA; Lorenzo. 1975. Vida Íntima de los Animales de Asia (Tomo 13). Auriga Ciencia/AFHA Internacional. Barcelona)

Pintura de la caza a caballo del “búffalo” por parte de las tribus indias de las Grandes Praderas norte-americanas. Los bisontes fueron exterminados en cantidades apocalípticas: según S. C. Gwynne, en 1871 en el río Arkansas había manadas de cuatro millones de cabezas, con un grupo principal que ocupaba 75 km de largo por 25 km de ancho, y entre 1868 y 1881, solo en Kansas, se vendieron como fertilizantes los huesos de 31 millones. (PALAUS, Xavier & CORTINA, Lorenzo. 1975. Vida Íntima de los Animales de América del Norte (Tomo 14). Auriga Ciencia/AFHA Internacional. Barcelona)

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los de Chihuahua y Sonora). Con ello se aseguraron el máximo suministro de monturas al poseer la mayor de todas las yeguadas norteamericanas, lo que les posibilitaba la caza intensiva (casi industrial) del bisonte y consecuente-mente nomadear permanentemente en la llanura, hasta entonces transitada tan solo de forma estacional. Aunque durante la invernada no había más re-medio que las dos especies de anima-les confluyeran en las cuencas altas de los ríos anteriormente nombrados, com-pitiendo por el pasto.

Para mantener ese equilibrio pas-toral y poder optimizar la explotación de los mustang y los bisontes, la tribu comanche se organizó en “rancherías” móviles, que separadas a grandes dis-tancias aprovechaban los enormes es-pacios. Especializándose en la produc-ción a gran escala de un caballo espe-cial en la morfología y temperamento, al estilo del “appaloosa” de los nez per-cé, dedicado en exclusiva para la guerra y la caza.

Esta gestión exigía gran cantidad de mano de obra para procesar la carne del rumiante, así que mediante violen-tas exacciones y razzias de saqueo a la distancia que hiciera falta (los tejanos dicen que coincidían con las lunas lle-nas de agosto, y por eso las denominan lunas comanches), al sur penetrando profundamente en el territorio colonial del Virreinato de Nueva España, y al norte, en el de otras tribus más débi-les, llegando hasta el Canadá, captu-raban los esclavos y prisioneros sin importar la edad y sexo (para intentar incrementar la natalidad lo más rápida-mente posible) necesarios para realizar los penosos trabajos.

Todo lo anterior lo compaginaban, tanto en Méjico como en Tejas, con la práctica sistemática del cuatrerismo de caballos y mulas de uso común. Con esos excedentes de equinos comer-ciaban (y guerreaban) con las tribus in-mediatamente al norte y al este, hasta alcanzar a los orgullosos sioux y che-yenne, que tenían acceso a los blancos (ingleses, estadounidenses y france-ses) para obtener las preciadas armas de fuego.

La indomable determinación para mantener su independencia y modo de vida, llevada a cabo mediante esa polí-tica tan agresiva, fue lo que los histo-riadores anglosajones denominan como la “Barrera Comanche”, que durante la

primera mitad del siglo XIX impedía la colonización y paso efectivo hacia el oeste de los pioneros. Mientras estos indios se mantenían a la defensiva en un frente, en el otro siempre estaban a la ofensiva, desbaratando y deses-tabilizando de tal manera el norte del Imperio Español primero y después a la joven e inestable República de México, que contribuyeron en gran medida a que el actual suroeste (Tejas, Nuevo Méjico, Arizona, California, Colorado, Nevada, Utah, etc.) pasara a la órbita de los Es-tados Unidos en 1848, tras el Tratado de Guadalupe Hidalgo.

Con ello este país alcanzó la pu-janza continental que actualmente presenta (exceptuando Alaska, que fue comprada a Rusia en 1867). Pos-teriormente la población autóctona fue vencida, confinada en reservas y la ex-tensa pradera abierta fue repartida en parcelas o ranchos (aunque enormes a nuestra medida), los bóvidos silvestres se sustituyeron por el ganado vacuno cuernilargo de origen español, lo que iba intrínsecamente unido a la tradición peninsular del manejo extensivo de esos animales, que anteriormente ya habían heredado los charros mejicanos (temática que queda perfectamente re-flejada en la música de sus mariachis a base de rancheras y corridos) y que lógicamente fue el modelo seguido en el siglo XIX en muchos aspectos, inclui-do el estético y musical con el estilo country, por los vaqueros (cowboys) de procedencia angloamericana.

en la vereda (“On the rOad”)

En este apartado concreto nos fija-remos en cuatro de los hermanos

Vizcay Vergara (de un total de ocho: una mujer y siete hombres), que ordenados de mayor a menor edad son: Felipe, Antonio, Benjamín y Ángel. Los dos pri-meros nacidos en el lugar de Larrengoa y los dos últimos en el mismo pueblo de Erro: Benjamín estuvo desde 1960 hasta 1968 en dos viajes o contratos de dos o tres años como mínimo (ya que al ir posteriormente a 1957 no se podía ir por libre), reclamando al resto de hermanos. El menor, Ángel, volvió pronto, en 1966, pero Felipe y Antonio a partir de 1968 se trasladaron al norte hasta Idaho, falleciendo allí en 1996 el primero y en 1998 el segundo. Todos empezaron teniendo como patrones a otros antiguos emigrantes.

En Norteamérica, el negocio del ovi-no al que se dedicaba la emigración se basaba principalmente en el engorde de grandes ovejas de raza merina. Así la “borrega” californiana era enorme. Los moruecos dicen que podían lle-gar a pesar 250 kg, con 10-12 kg de lana, y las hembras, 100 kg. Para ello se compraban primalas de “wyoming”, considerada la variedad de mayor talla y de temperamento dócil, por haber sido criadas en terreno llano. Y viceversa, la de menor precio era la raza “tejana”, ya que era de inferior tamaño y más “bron-ca” (poco gregaria), al haber nacido en la “sierra”. Es decir, tenía un carácter

En este plano de Estados Unidos se sitúan esquemáticamente los principales accidentes geográficos: macizos montañosos, ríos y desiertos, respecto a las dos grandes áreas tribales

de apaches (en marrón) y comanches (en rojo)

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fuerte, vivo e individualista, aunque a su favor poseía un superior instinto de supervivencia y del cuidado del cordero.

En general el ovino tiene un com-portamiento etológico favorecido por el gradiente de altitud: a la mañana en la zona baja, una vez ha bebido se despliega en “cercos” o abanicos para remontar la ladera pastoreando, lo que facilita la trashumancia en altura. Como además consume hierba corta (al con-trario que la vaca), se debe procurar no cruzarse con otros rebaños ya que resulta sumamente difícil aprovecharse

de lo previamente pastado. Claro está que para cumplir lo anterior, con esos tamaños tanto en los animales como en los hatos (con miles de cabezas), se necesitaba un espacio muy amplio en las cañadas. Una petición que los “borregueros” reclamaban insistente-mente a sus patrones y que estos se esforzaban en obtener como podían, ya sea arrendando pastos (privados y públicos) o desplazándose a los comu-nales abiertos (open range), causa de no pocos conflictos.

En el siglo XX los pastores emigran-

tes en Arizona realizaban el siguiente manejo de la trashumancia, que pode-mos resumirlo tal y como sigue: durante la invernada estaban en pleno desier-to de Gila (un sector del de Sonora), a unas 80-100 millas al suroeste de la capital Phoenix, realizando cercados y pastoreo rotacional en los potreros y cultivos, propios o alquilados. En abril, cada grupo de unos cinco hombres de-jaba el rancho invernal y salía de tras-humancia hacia el noreste, con unas 2.000 borregas para un periodo de un mes y medio por la vereda. Muchos de

En esta serie de fotografías del año 1969 se exponen las labores de Felipe Vizcay Vergara, en los aledaños de la localidad de Shoshone (Idaho), pastoreando en solitario cientos de ovejas en la alta hierba de la pradera abierta del norteño Camino de Oregón

Todas estas fotografías son de distintas tomas a lo largo de los años, pero se han juntado para formar una sucesión “coherente”. Así se muestra más vivamente el desarrollo de las labores en el desierto de Arizona de tres de los hermanos (también procedentes del valle de Erro)

del anteriormente citado Felipe. Primero se trata del ya nombrado Benjamín, pastoreando en el sector de “rosas” cultivadas en el desierto, continuamos con Ángel subido en la caja del camión de los cierres en el “potrero” de alfalfas. Después aparece otro hermano, Antonio (en el centro, de espaldas),

llevando las “borregas” por la “Route 66” junto con otros dos pastores, así mismo vecinos de Valderro. Ya sea Lorenzo Zazpe (nacido en Ardaiz), en igual postura a la izquierda de la imagen, y Luis Mari Espinal Espinal (también del pueblo de Erro) a la derecha mirando a cámara.

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los rebaños se quedaban en la zona de pinar (la zona del Tonto Nacio-nal Forest y Pinal Mountains, junto a los sectores de las reservas Apache y San Carlos). Pero el grupo de Benjamín continuaba, cruzaban el río Verde (un afluente del Salt, en la cuenca del río Gila, que a su vez desemboca en el río Colorado), donde siempre se ahogaban algunas cabezas (por eso se coloca el jinete en medio del río para ayudar a va-

dear al ganado), y tras pasar las montañas llegaban a su destino: el “Aja Ranch”. Esta explotación se loca-liza justo al sur de la Route 66 en la ciudad de Winslow (cerca del Gran Cañón del Colo-rado).

Se pueden poner otros ejemplos de sistemas y manejo pastoral del ganado ovino en más esta-dos del Oeste, ca-sos de California y Nevada: del primero de ellos, el antiguo “Furnus Caliente”,

también tenemos abundantes testimo-nios, entre muchos otros los de Ignacio Marmaún Iturri (vecino de Erro), que es-tuvo en la localidad del valle de San Joa-quín de Bakersfield, que se coloca a los pies del emblemático Sequoia National Forest, y valga la redundancia, el de Joaquín Erneta Villanueva (del pueblo de Olondriz, una vez más del valle de Erro), que narra cómo el invierno se podía

pasar deambulando desde los alrede-dores de Los Ángeles hasta el desierto de Mojave y el Valle de la Muerte. Lle-gado el momento, los rebaños de hasta 2.400 cabezas se ponían en movimien-to hacia el norte por el trail de 400-500 millas (hasta 900 km).

A la cañada o trashumancia en ese Estado se la denominaba en inglés, ya que se usaba preferentemente ese idio-ma o el euskera, al contrario que en Ari-zona o Nuevo Méjico, donde se hablaba mayormente el castellano. Durante 40 días se iba subiendo desde el nivel del mar hasta los altos pastos de Sierra Nevada, una vez pasada la ciudad de Bishop, dejando atrás las antiguas, y ya por entonces abandonadas, minas del boom del oro californiano (incluidos los escasos residentes, viejos buscadores ya jubilados con los que charlaban) y el lago Mono. Alcanzaban los puertos de montaña cercanos a la linde con Neva-da a 3.000-3.500 m de altitud, próxi-mos a las zonas de nieves perpetuas, que arrendaban (aguas y pastos) al Es-tado, y donde entre los distintos reba-ños podían sumar hasta 24.000 anima-les.

Posteriormente vemos una fotografía de las ovejas abrevando, con la expresiva reseña del envés a propósito del agua. Luego de nuevo sale Antonio en los campamentos de la “vereda” (en el castellano original, pues así llamaban a la cañada en Arizona), ya sea solo o acompañado de su hermano Benjamín, en el duro paisaje nevado de los

bosques de coníferas de montaña.

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Del otro lado, en el “Estado de Pla-ta” de Nevada, contaremos parte de las andanzas de Santiago Presto Sario (de Linzoain, otro de los pueblos de Erroi-bar), que estuvo en la emigración des-de 1951 hasta 1962. En invierno pas-toreaban en el desierto de Nevada, en los alrededores de la ciudad de Reno (cerca de los 1.400 metros de altitud), y en verano se ponían en camino hacia el sur durante diez jornadas, pasando por Fannon (autotitulada “Corazón de Nevada”) y llegando a los comunales de las montañas a unos 2.500 metros de altitud, en los alrededores de Virgi-nia City. Estos son montes peligrosos, porque están horadados por las minas de oro y plata (que según su leyenda, dicen que sirvieron para pagar la cons-trucción del puente Golden Gate de San Francisco), lo que dificulta grandemente el tránsito del ganado.

el the end

No es de extrañar que a veces cuan-do se les pregunta a algunos, caso

de Juan Esteban Paternain Oroz (otro natural de Erro), por el resumen de su estancia en Arizona, este responda que muchas veces ha pensado que las verdaderas “américas” las hizo en las fábricas cercanas de la misma Nava-rra. Aunque al principio, cuando partie-ron rumbo a los USA en los años 50 y 60, los sueldos en estas industrias

eran muy bajos y por lo tanto nada tenían que ver con las condiciones que se encontraron cuando volvie-ron, una vez pagadas las viviendas con los ahorros de la emigración, entonces las remuneraciones esta-blecidas sí les permitieron trabajar a precios más dig-nos durante las décadas de los 70, 80 y 90; hasta sus jubilaciones.

Como colofón a la historia de persecución ya comentada, se puede sacar a colación otra pe-lícula de 1939 titulada “Union Pacific”. En este filme se cuenta la histo-ria del famoso tendido de la vía férrea del At-lántico al Pacífico, justo después de la Guerra de Secesión. Así, en un mo-mento de la película se le hace decir al ingeniero jefe que el trazado del tren sigue expresamente el de las pistas migratorias de las ma-nadas de bisontes, y lo dice fiado en su buen saber profesional. Estos pasajes llevaban usándose unos cuantos miles de años, por lo que es lógico que los diseñadores, con gran sentido común,

se fijasen en lo que la naturaleza les mostraba como caminos ya contrasta-dos para transportar a los nuevos re-baños de vacas hasta la red ferroviaria, también trazada sobre esos mismos recorridos ancestrales.

Seguidamente pasamos a mostrar otra vez a Benjamín con los dos perros de pastor (raza collie), un jinete con el ganado vadeando un río y lo que convendremos que bien podría ser el término del viaje: una panorámica del inmenso Oeste con algunas vacas merodeando alrededor de una balsa de agua

Modelo de Certificado de nacionalidad

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En las confluencias de esas sen-das de trashumancia con los trenes se construyeron las legendarias ciudades ganaderas del “Far West”, con sus esta-ciones y apeaderos. Desde estas ya se podía enviar la ingente masa de carne a los mataderos industriales localizados en las grandes aglomeraciones, como Chicago, y a partir de allí, una vez pro-cesado el producto, abastecer al resto del continente situado en la poblada costa este de la zona de Nueva York.

De la misma manera, en la penín-

sula Ibérica las cañadas actuales, por ejemplo a Extremadura, discurren por el armazón de las antiguas calzadas ro-manas que partían de Mérida. Pero es que estas a su vez, es de suponer que siguieran las rutas pecuarias prerroma-nas; y siguiendo la lógica de estos ra-zonamientos no sería muy aventurado asegurar que en última instancia, todas ellas no fueran más que una continua-ción de las antiguas trochas migratorias de los animales salvajes prehistóricos extinguidos a finales del Pleistoceno.

agradecimientoA Benjamín Vizcay Vergara, por la

cesión de las fotografías de su fami-lia.

REFERENCIAS- Etchebarne, Gaby. 2005. Paroles

de bergers: du Pays Basque au Far West… Elkar Argitaletxea. Donostia.

- Ibarrola Erro, Patxi. 2007. Notas sobre el pastoralismo en el Valle de Erro. Revista Foresta N.º 33: 33-57. Edita: COIT Forestales. Madrid.

- Ibarrola Erro, Patxi. 2008. Reflexiones sobre el pastoralismo ibérico a lo lar-go de la historia (1.ª parte). Revista Foresta N.º 38: 32-47. Edita: COIT Forestales. Madrid.

- Ibarrola Erro, Patxi. 2008. Reflexiones sobre el pastoralismo ibérico a lo lar-go de la historia (2.ª parte). Revista Foresta N.º 39: 30-43. Edita: COIT Forestales. Madrid.

- Ibarrola Erro, Patxi. 2011. Pax Avant. Conflictos pastorales y su gestión. Ejemplos de establecimientos de límites en los estiveos. Revista Foresta N.º 53: 62-77. Edita: COIT Forestales. Madrid.

- Orduna Portús, Pablo. 2012. End of the trail: Los últimos pastores ron-caleses en las montañas de Nevada (EE. UU.). Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, vol. LXVII, n.º 2, julio-diciembre 2012: 409-430. Instituto de Lengua, Literatura y Antropología (ILLA) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Madrid.

Finalmente cerramos con una heroica visión, la del mismo Benjamín Vizcay Vergara

pastoreando en el “pinar” del Estado norteamericano de Arizona