patrick wilcken, the reckoning, nlr 78, november-december 2012

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    enero febrero 2013

    ARTCULOS

    Gran Therborn Las clases en el siglo xxi 11

    Jacob Collins Un giro antropolgico? 39

    Patrick Wilcken La hora del juicio en Brasil 71Mario Sergio Conti El ascenso de los creadores

    de imgenes 91

    Andrew Smith Trabajar cara al pblico 109

    Michael Cramer Las lecciones de historiade Rossellini 125

    CRTICA

    Jennifer Pitts Una geocultura liberal? 147

    Barry Schwabsky Artistas bajo la bandera 157

    Jan Breman Historias de Annawadi 164

    SEGUNDAPOCA

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    Patrick Wilcken

    BRASIL : INTROD UCCIN

    Las naciones asumen su pasado o ms a menudo fracasan al hacerlo dediferentes maneras. Pocos pases ofrecen un ejemplo ms signicativo queBrasil. Famoso por su propia versin de lo que en Italia se conocera comotrasformismo la uida mutacin de personas e instituciones en lo contrariode lo que una vez representaron Brasil se caracteriza por haber ampliadoel modelo para incluir tambin acontecimientos y memorias. En los textosque vienen a continuacin, Patrick Wilcken y Mario Sergio Conti analizandos ejemplos llamativos, ambos con una fuerte reverberacin contempornea.A nales de la dcada de 1970 y principios de la siguiente, la dictaduramilitar que gobernaba el pas desat una draconiana represin contra losintentos de oponer resistencia, reducidos en trminos relativos: la tortura y lasdesapariciones se convirtieron en prcticas habituales. Desde la llegada dela democracia y a diferencia de cualquiera de sus vecinos en Brasil no seha realizado un informe veraz sobre estas prcticas ni ningn enjuiciamientode sus autores. Wilcken expone las maneras en que el establishmentpolticodel pas, desde Cardoso a Lula, se confabul con un ejrcito que no mostrabaningn arrepentimiento para barrer los crmenes del pasado bajo la alfombrade las garantas que, antes de renunciar al poder, los torturadores se concedierona s mismos. Si nalmente se ha creado una Comisin Nacional de la Verdad,sus conclusiones todava estn por ver y la inmunidad de los militares todavatiene que ser revocada. Conti relata cmo las primeras elecciones directasllevaron al poder a un poltico, Fernando Collor, cuya victoria fue facilitada

    por los medios de comunicacin como una barrera contra la izquierda, paradespus ser derrocado por la desbocada corrupcin que rode su conquistay ocupacin de la presidencia. Conti, en aqul momento editor de Veja, la

    principal revista de informacin del pas que tuvo un papel fundamental enla cada de Collor, elabor en Notcias do Planalto(1999) un extraordinario

    panorama de las relaciones entre la prensa y el poder en el drama del ascenso

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    y cada de Collor, con un alcance, profundidad y detalle sin parangn enla bibliografa contempornea sobre los medios de comunicacin. En 2012aadi un eplogo que reejaba los cambios que sobrevinieron desde entonces:en las trayectorias personales de los periodistas que entonces fueron hroes

    de la investigacin ahora principalmente agentes o asesores de polticosen su mayora srdidos y en la suerte general del periodismo en medio del

    progreso de las tecnologas de la comunicacin y de la vigilancia electrnica.Sin noticias de los desaparecidos, los torturadores por la calle, un presidenteexpulsado de su cargo que se convierte en aliado en el Senado del obrero alque haciendo trampas haba quitado la presidencia, periodistas estrella, tantacrtica mercenaria Brasil no es solamente eso. Pero el arte del pas para

    renar el pasado, como seala acertadamente Wilcken, no se ha perdido.

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    Patrick Wilcken

    EL AJUSTE DE CUENTAS

    Investigar la tortura en Brasil

    En 2011, el investigador Vladimir Sacchetta encontr unasorprendente fotografa mientras trabajaba en los archivospblicos de So Paulo. Tomada en noviembre de 1970, mos-traba a la actual presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, Dilma,

    como se la conoce en Brasil, quien a los veintids aos comparecaante un tribunal militar que la interrogaba sobre su papel en la luchaarmada contra la dictadura militar brasilea como miembro del grupoguerrillero de izquierdas varPalmares. Dilma tiene el pelo corto; su

    postura es relajada pero su expresin es de ira, de desafo con un atisbode aburrimiento, sin doblegarse despus de semanas de tortura y msde un ao en prisin. Completando el sentido de la imagen estn lasguras al fondo: dos ociales del ejrcito no identicados recostados en

    sus sillones, tapndose las caras de los ashes de la cmara. Sabes

    por qu me gusta la foto?, dira Dilma despus, porque es la verdad.

    Es lo que sucedi. Quiz le gust menos la utilizacin hecha de unaimagen que pareca retratar una diferente clase de verdad: una fotogra-

    fa policial tomada tras su detencin por la polica militar despus dehaber sido acusada de subversin y terrorismo. Con gafas y camisa acuadros, Dilma mira jamente a la cmara con el nmero de su cha

    entre las manos. La foto fue ampliamente difundida por la oposicin enel periodo previo a las elecciones presidenciales de 2010 en una cam-paa de desprestigio que no consigui muchos resultados.

    Cuatro dcadas despus de la fase ms violenta de la dictadura, Brasil

    todava est lejos de determinar su importancia. Uno por uno, los pasesvecinos Argentina, Chile, Per, Uruguay e incluso Paraguay han recu-sado las leyes de amnista, creado comisiones de investigacin y llevado

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    adelante procesos penales, mientras que Brasil se aferra a su rcordabsoluto: ni un solo antiguo ocial del ejrcito ha sido declarado culpa -ble en una causa penal, a pesar de los miles de casos de tortura, asesinatoy desapariciones que se produjeron entre 1964 y 1985. En todo caso,

    ha sido al revs: los abogados del gobierno defendiendo en el TribunalSupremo la interpretacin ms amplia posible de la Ley de Amnistade 1979, y el ministro de Defensa representando a Brasil cuando fuedenunciado ante el Tribunal Interamericano de Derechos Humanos porla desaparicin de ms de 60 guerrilleros de izquierda a principios de ladcada de 1970. Lo que hace que la posicin de Brasil sea tan excepcio-nal es que el Partido dos Trabalhadores (pt) un partido que se form enoposicin a la dictadura y que vio cmo muchos de sus miembros eran

    encarcelados y torturados durante la era militar ha estado en el poderdurante una dcada; sus militantes estn ahora en la sesentena y sonpersonajes poderosos. Por el contrario, sus anteriores verdugos los tor-turadores conocidos son mayormente oscuros funcionarios del ejrcitojubilados, ya de avanzada edad.

    Este mes de mayo de 2012 seal un potencial punto de inexin

    cuando la presidenta Dilma, a sus 66 aos, puso en marcha la primera

    Comisin Nacional de la Verdad. En una emotiva ceremonia en el Palaciodo Planalto de Brasilia, en presencia de los anteriores presidentes JosSarney, Fernando Collor, Fernando Henrique Cardoso y Luiz IncioLula da Silva, sin pelo debido a su reciente tratamiento contra el cncerde garganta, Dilma contuvo las lgrimas cuando habl de las familiasde las vctimas: Por encima de todo, aquellos que perdieron amigos y

    parientes y que continan sufriendo como si murieran de nuevo cadada, una y otra vez, merecen la verdad de los hechos. Incluso llegar

    a este escenario haba supuesto superar la atrincherada oposicinde los militares, que consiguieron obtener concesiones moderandoaspectos del decreto que creaba a la Comisin. Siete comisionadoselegidos por Dilma abogados (incluyendo a Rosa Mara Cardoso daCosta, que represent a Dilma en los aos de la dictadura), scales e

    investigadores, dirigidos inicialmente por el juez Gilson Dipp llevanempleados seis meses, de los dos aos que se les han concedido, enla tarea de or el testimonio de torturados y torturadores y revisar los

    ms de 150 casos de desapariciones y los de ms de 300 muertes quese produjeron durante la dictadura. A medida que los comisionadosexaminan la evidencia, podra ser nalmente este el momento del

    ajuste de cuentas?

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    Los aos de plomo

    En 1964, los militares brasileos derrocaron al presidente democrti-camente elegido, Joo Goulart, y se convirtieron en los pioneros de la

    Guerra Fra en la regin. Chile seguira sus pasos en 1973, y tres aosdespus empezara la guerra sucia en Argentina. En lo que fue la ori-ginal guerra contra el terror, los militares se aprovecharon de los

    temores a un golpe comunista que convertira a Brasil, dado su tamaoy poblacin, no ya en otra Cuba sino en otra China, como dira Nixon.La estrategia que adoptaron, incluyendo la estrecha colaboracin con losservicios de seguridad estadounidenses, los mtodos de lucha contra lasubversin e incluso especcas tcnicas de tortura, se convirti en un

    modelo para los regmenes militares de Amrica del Sur que llegaron alpoder en la dcada de 1970. Sin embargo, cuando en 1975 esta estrategiaquedaba institucionalmente plasmada mediante el violento consorcio delos servicios de seguridad la Operacin Cndor los generales brasile-os ya estaban buscando una salida a la situacin.

    El periodista e historiador Elio Gaspari, cuyos cuatro volmenes dehistoria de la dictadura siguen siendo una fuente clave1, ha dividido al

    rgimen brasileo en periodos: desde 1964 a 1967, el presidente CasteloBranco estuvo al frente de una dictadura provisional, un acuerdo

    temporal dirigido a fortalecer el pas frente a la percibida amenaza comu-nista; desde 1967 a 1968, el mariscal Artur da Costa e Silva coquetecon una cierta clase de dictadura constitucional antes de que Brasil

    descendiera a lo que Gaspari llama la agrante dictadura de 1968-

    1974 con el general Garrastazu Mdici, que tom posesin en 1969.Desde 1974, el presidente Geisel condujo al rgimen en un largo y

    metdico viaje fuera del atolladero. Aunque el periodo de tiempo sobreel que trabaja la Comisin marcado por dos Constituciones, 1946 y1988 es amplio y abarca en teora ms de cuatro dcadas, la atencinprincipal ha estado focalizada en los aos de la agrante dictadura

    de Gaspari, cuando la tortura era rutinaria y la gente empez a desapa-recer en grandes cantidades.

    1 Elio Gaspari, A Ditadura Envergonhada, vol. 1, So Paulo, 2002; A Ditaduraescancarada, vol. 2, So Paulo, 2002; A Ditadura derrotada, vol. 3, So Paulo, 2003;A Ditadura encurralada, vol. 4, So Paulo, 2004. Respectivamente: La dictaduraavergonzada-descarada-derrotada-atrapada. Ntese que estas divisiones no secorresponden con las cuatro fases fundamentales del rgimen militar como lasperiodiza Gaspari anteriormente.

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    Despus de los primeros aos de gobierno autoritario, el rgimenqued en evidencia en el transcurso de 1968. En So Paulo, una oleadade huelgas coordinadas amenaz con paralizar el centro industrial deBrasil; al mismo tiempo una serie de atentados con bombas y de atra-

    cos a bancos anunciaron la aparicin de una resistencia armada. EnRo de Janeiro, las calles se llenaron con una masiva manifestacin deprotesta por el asesinato de un estudiante, conocida como la Passeatados 100 mil(la manifestacin de los 100.000, de hecho probablementems cerca de los 50.000). Entre los manifestantes que marcharon a laplaza de Cinelndia estaban las futuras estrellas de la msica popularbrasilea Chico Buarque, Caetano Veloso y Gilberto Gil, todos entreveinte y treinta aos, junto al poeta y compositor Vinicius de Moraes y

    la escritora modernista Clarice Lispector. Los manifestantes desaaronabiertamente al rgimen, enarbolando pancartas de Abaixo a Ditadura.O Povo no poder, Abajo la dictadura. El poder para el pueblo.

    En diciembre el rgimen respondi con un decreto draconiano, elActa Institucional 5 (ai-5). El presidente Costa e Silva disolvi inde-nidamente el Congreso y los Parlamentos de los Estados, prohibilas manifestaciones e implant una frrea censura sobre la prensa, la

    msica, el teatro y la literatura. Fundamental para los acontecimientosde los cinco aos siguientes, el decreto tambin suspenda el derecho dehabeas corpusen casos de delitos polticos contra la seguridad nacionaly el orden econmico y social, una categora lo sucientemente amplia

    como para abarcar cualquier forma de disidencia. El ai-5 fue un golpedentro del golpe y las divisiones en el seno de los militares fueron aca-lladas cuando la lnea dura se apropi del espritu de la revolucin de

    1964. En la purga que vino a continuacin, polticos, funcionarios pbli-

    cos, sindicalistas y profesores de universidad con inclinaciones hacia laizquierda fueron sumariamente despedidos. Miles de ellos huyeron alexilio, muchos de ellos a Chile, Mxico, Francia y Gran Bretaa.

    En la izquierda hubo quienes consideraron que la reaccin del rgi-men era una seal de debilidad o de pnico. Pero estaban equivocados.Tomados por sorpresa cuando surgi la oposicin armada, los militareshaban empezado a organizarse. Un elemento clave de su xito estuvo

    en la red de centros de interrogatorios contra la insurgencia, conocidocomo los doi(Destacamento de Operaes de Informaes), organiza-dos por regiones bajo el codi(Centro de Operaes de Defesa Interna).Gaspari se pregunta, era una coincidencia que el acrnimo doifuera

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    la tercera persona del verbo doer, daar? Lo que sucedi en estos cen-tros denominados con la abreviatura doi-codi y en los anterioresdops(Departamento de Ordem Poltica e Social) dirigidos por la polica,es lo que est proporcionando gran parte de la materia prima para la

    Comisin de la Verdad.

    La izquierda radical era pequea, estaba fragmentada y aislada, resultadodel fraccionamiento del otrora inuyente Partido Comunista de Brasil.

    Cuando el martillo del rgimen golpe, se haba multiplicado hastaconvertirse en una monty-pythonesca coleccin de minsculos grupossutilmente distintos. Muchos de sus militantes eran veinteaeros declase media, reclutados en los campus universitarios. Fuertes en ret-

    rica marxista, tenan una aversin visceral por la dictadura pero ningunaraz en la sociedad en general, mucho menos en las clases trabajadoras.Lanzaron una serie de ataques espectaculares pero mayormente simb-licos, incluyendo el secuestro de una serie de diplomticos extranjerosel ms famoso, el embajador de Estados Unidos, Charles Elbrick (unepisodio descrito en la pelcula de 1997 Cuatro das de septiembre, deBruno Barreto) que fueron liberados a cambio de la puesta en libertadde prisioneros polticos y la difusin en los medios de comunicacin

    de maniestos izquierdistas. En otra accin, en la que Dilma pudohaber estado tangencialmente implicada, militantes de varPalmaresrobaron 2,6 millones de dlares, 15 millones en la actualidad, de unacaja fuerte en la casa de Ana Benchimol Capriglione, en el distrito deSanta Teresa en una colina de Ro. Capriglione era la amante de unnotoriamente corrupto antiguo gobernador del Estado de So Paulo,Adhemar de Barros, que fue un pionero del eslogan Rouba mas faz,

    Roba pero haz el trabajo. La enorme cantidad de dinero en poder de

    Capriglione se supone que era lo atesorado de los sobornos que habarecibido Barros durante su mandato.

    La estrategia de los insurgentes estaba basada en un manual escrito por elreferente de la lucha armada, el antiguo miembro del Partido Comunistay dirigente de Ao Libertadora Nacional (aln), Carlos Marighella. Alcontrario que el modelo rural delfococubano, el inuyente y traducidoMini-manual do guerrilheiro urbano de Marighella, estaba construido

    alrededor de la idea de que las ciudades eran el terreno ideal desde elque lanzar una lucha guerrillera. Pero en el contexto brasileo, supusoque los militantes fueran rpidamente acorralados en sus bases urbanas,principalmente en So Paulo y Ro de Janeiro. All, el rgimen los aisl

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    sistemticamente, siguiendo sus huellas, infiltrndose, torturandoy asesinando, para acabar desmantelando sus organizaciones. Aprincipios de la dcada de 1970 solo quedaban individuos aislados,en una huida permanente. Los audaces atracos a bancos haban

    degenerado hasta convertirse en robos en farmacias y restaurantesy los procedimientos utilizados, para nada ms ambicioso que lasupervivencia da a da.

    A aquellos que llevaron la lucha al campo no les fue mucho mejor. Elejrcito limpi sin esfuerzo un puado de pequeas bases en Paran, enel interior de So Paulo, Gois y Maranho. La desaparicin de la guerri-lla del Araguaia, creada por una escisin del Partido Comunista ortodoxo

    y compuesta por un pequeo grupo de estudiantes universitarios, en sumayora poco preparados, que intentaron fomentar un levantamientoal estilo maosta desde su base amaznica en el sur del Estado de Par,forma actualmente la Prueba Documental A para la Comisin de laVerdad. En una de las acciones ms polmicas de los anos de chumbobrasileos, entre 1972 y 1974, el ejrcito captur, tortur y asesin ams de sesenta insurrectos. La ofensiva nal fue la mayor operacin

    realizada por los militares brasileos desde su despliegue en Italia en

    la Segunda Guerra Mundial, pero fue silenciada en su momento y losdetalles no se divulgaron hasta ms de una dcada despus. A pesar derepetidas bsquedas de restos en la zona, hasta ahora solo se han recu-perado dos cuerpos.

    Las cifras de torturados, asesinados y desaparecidos durante la dicta-dura brasilea quedan eclipsadas por lo que sucedi en Argentina yChile, un detalle incesantemente repetido como factor atenuante por

    la derecha y que dio origen, en un editorial publicado en 2009 porFolha de So Paulo, a la desafortunada y muy criticada palabra dita-branda (dictablanda), un neologismo del espaol. Pero considerandoel contexto de la situacin de Brasil, resulta difcil ser generoso con losmilitares. Puede que nunca hubiera ms de mil personas entre hom-bres y mujeres totalmente dedicadas a la lucha armada, y de acuerdocon algunas estimaciones solo eran quinientos. Ms de cien de ellosdesaparecieron, por lo menos el doble fueron ejecutados y la mayora

    de los restantes encarcelados y brutalmente torturados. La izquierda,a su vez, solo realiz aproximadamente una docena de ejecucionesplaneadas, aunque los ataques con bombas provocaron muertes entrela poblacin civil. La amenaza existencial que los militares utilizaron

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    para justicar una intervencin tan abrumadora fue una invencin.

    Con la excepcin de los primeros disturbios de 1968, el rgimen nuncaafront una oposicin seria.

    Una transicin gestionada

    Haba algo de surrealista en el Brasil de principios de la dcada de 1970.Por un lado, estaba el primitivo espectculo de hombres en uniformecolgando a estudiantes de las infames pau de ararao percha del loro,ahogndolos con agua y aplicndoles descargas elctricas con telfonosde manivela, que se haca girar ms o menos rpido para variar el voltaje.Recetas de cocina y estrofas del poeta pico portugus Lus de Cames

    en Os Lusadas aparecan en las portadas de dos peridicos naciona-les, en un intento de ltima hora por rellenar los espacios censurados.Por el otro, estaban las insinuaciones de una modernidad largamenteesperada. Cuando los canosos generales recorran la moderna y recinconstruida capital de Brasilia concebida como una utopa socialista porel arquitecto y viejo militante comunista Oscar Niemeyer, para entoncestrabajando en el exilio en Pars el crecimiento econmico llegaba al 10por 100 anual. Losgrand projetsdel rgimen los 5.000 kilmetros de la

    autopista transamaznica, la enorme presa hidroelctrica de Itap, losreactores nucleares de Angra dos Reis y los trece kilmetros del puenteRo-Niteri, cruzando la baha de Guanabara estaban llegando a buentrmino. Sobre parpadeantes televisores en blanco y negro diseminadospor todo Brasil, la nacin vio como uno de los ms grandes equipos deftbol de todos los tiempos, con Pel, Jairzinho y Tosto, endosaba cua-tro goles a Italia para conseguir la Copa del Mundo de 1970 en Mxicomostrando su propio estilo. La nica amenaza para el xito de Brasil era

    el enemigo interior. La propaganda militar de la poca era contundente:Brasil, malo o djalo, ame-o ou deixe-o.

    A mediados de la dcada de 1970, con el presidente Geisel, el ejrcitoestaba buscando una salida, no mediante una abrupta renuncia al podersino ms bien a travs de una gradual distensoo relajacin, que condujeraa una posible apertura. En 1974, unas elecciones controladas los parti-dos de izquierda estaban prohibidos pusieron el Congreso en manos del

    Movimiento Democrtico Brasileiro (mdb

    ), una oposicin creada porlos propios militares; la censura se relaj, la tortura regres a sus nivelesanteriores a 1968. A medida que los militares aojaban su control, la verda-dera disidencia regres y fue tolerada. Cuando el responsable del servicio

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    secreto brasileo, Joo Baptista de Figueiredo, alcanz la presidencia enmarzo de 1979 la redemocratizacin estaba en el ambiente y haba llama-mientos a favor de una amnista para los miles de disidentes polticos quelanguidecan en prisin o en el exilio, o que simplemente estaban en paro

    despus de haber sido despedidos de sus trabajos. Aunque esta amnistahaba sido concebida por la izquierda, los militares elaboraron un borra-dor para una ley de amnista que les favoreciera. Cuando en agostode 1979 la ley entr en vigor, despus de una ajustada votacin en unCongreso manipulado desde haca mucho tiempo por los militares,el texto haba sufrido cambios signicativos. Acab siendo interpretado

    como una amnista general para ambos bandos, aunque no incluyera atodos. En el artculo 2, claramente dirigido a la oposicin armada, se haca

    una excepcin para aquellos que haban sido condenados por terrorismo,robo, secuestro y asalto. Ya que era un paso atrs hacia la completa demo-cracia, los militares haban conseguido cubrir su rastro.

    Incluso en aquel momento la Ley de Amnista fue protestada. Un aoantes de su aprobacin, el presidente del comit de redaccin, EnyRaimundo Moreira, formul una pregunta evidente: cmo se poda

    amnistiar a agentes del Estado cuando sus crmenes nunca haban sido

    formalmente investigados y castigados previamente? Ms importante,cmo se poda describir el golpear a alguien hasta dejarlo inconsciente,

    el mantener la cabeza de un detenido debajo del agua o aplicarle des-cargas elctricas, como crmenes polticos equiparables a distribuir

    panetos de izquierda u organizar una huelga? A pesar de estas apa-rentes inconsistencias, pasaran tres dcadas antes de que la ley fueraseriamente recusada en tribunales regionales y nacionales.

    En el nterin, empezaron a acumularse evidencias de abusos siste-mticos de los militares brasileos. El ao en que se aprob la Ley deAmnista, los abogados que trabajaban a favor de aquellos que habansido perseguidos durante el rgimen empezaron a ocuparse de expe-dientes de procesos que haban sido apelados en el tribunal militarsuperior, muchos de ellos conteniendo alegaciones de tortura. Aunqueestas alegaciones casi nunca se haban tenido en cuenta durante los jui-cios, no obstante, siguiendo los protocolos de los tribunales, los jueces

    las haban registrado diligentemente. Gracias a una burocracia un tantorelajada, dada la naturaleza explosiva de los expedientes, los abogadosfueron autorizados a extraer documentos para consultarlos durante unperiodo de 24 horas. Utilizando este limbo jurdico, los hicieron llegar,

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    a un grupo de activistas, encabezados por el cardenal catlico PauloEvaristo Arns y el sacerdote presbiteriano Jaime Wright, que empeza-ron a examinar sistemticamente los archivos. El grupo alquil unaocina pegada al tribunal militar y tres fotocopiadoras y empez el largo

    y laborioso proceso de duplicar cientos de expedientes judiciales. Ladocumentacin fue enviada a So Paulo en autobs, por avin o encoche atada en annimos paquetes. Durante seis aos el proceso defotocopiado continu sin que fuera detectado. A mediados de la dcadade 1980, cuando Brasil celebr sus primeras elecciones directas en dosdcadas, el duplicado archivo contena ms de un milln de pginas,con ms de quinientos rollos de microlm de transcripciones textuales

    de los tribunales. Cuatro meses despus de la vuelta de la democracia, el

    proyecto culmin con la publicacin de una sntesis del trabajo, Brasil:Nunca Mais, en la que se detallaban 1.843 casos de tortura y se citaba ams de cuatrocientos torturadores militares y policas, una gran puntade un iceberg an mayor, como sealaban los propios autores. El libro,uno de los documentos fundadores de la nueva democracia brasilea,se convirti en un instantneo xito de ventas, y en 2009 estaba en sutrigsimo sptima edicin.

    Excavaciones

    En cualquier otro contexto, un libro como Brasil: Nunca Maishubieracreado un efecto domin, los nombres y los mtodos se presentabansin tapujos, no como vagas alegaciones posiblemente politizadas,sino en el blanco y negro de los expedientes de los tribunales. Peroen el Brasil posterior a la dictadura, ninguno de los 444 torturadoresmencionados sufri ninguna sancin, al margen del ocasional hosti-

    gamiento por parte de grupos como Amnista Internacional. Un grannmero de ellos continuaron trabajando en centros policiales de inte-rrogatorio por todo el pas, algunos llegando de hecho a ser blanco denuevas denuncias de tortura; la mayora ha acabado jubilndose conuna generosa pensin del Estado. Hay un slido argumento de que lapersistencia de la tortura por todo el sistema de justicia criminal bra-sileo es un legado de estructuras y tcnicas de la era de la dictadura.Todo lo que ha cambiado son los objetivos: en lugar de los activistas de

    izquierda con educacin universitaria, que desde hace mucho se hanunido a la elite, ahora son los marginais, los marginados, mayoritaria-mente jvenes negros detenidos en las favelas acusados de trco de

    drogas al por menor.

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    No fue hasta 1995 una dcada despus de la redemocratizacin y msde dos dcadas despus de que se produjeran los hechos cuando elgobierno brasileo, entonces encabezado por Fernando HenriqueCardoso, empez a reconocer ocialmente los errores del pasado. Se

    trataba de un reconocimiento basado en dinero en efectivo: por mediode una recin creada Comisin de Amnista se distribuyeron grandessumas en indemnizaciones a las vctimas y, en el caso de los muertos odesaparecidos, a sus parientes. Este proceso contina hasta la fecha y loscasos, que van desde la muerte al despido injusto, ahora suman ms de60.000. (En mayo, la presidenta Dilma recibi 20.000 reais, alrededorde 10.000 dlares, del gobierno del Estado de Ro en compensacin porsu detencin y tortura; en el momento prometi entregar el dinero a la

    ongGrupo Tortura Nunca Mais).

    La segunda iniciativa fue un ejercicio de recopilacin de datos, quedur 11 aos, emprendido por la Comisin Especial para las Muertes yDesapariciones Polticas y que culmin en 2007 con el libro, Direito memria e verdade (El derecho a la memoria y a la verdad). El libro exami-naba 339 casos de muertes y desapariciones entre 1961 y la Constitucinde 1988, pero incluso aunque la Comisin es una entidad legalmente

    constituida que funciona dentro de la Secretara de Derechos Humanos,se vio obstaculizada por falta de acceso a archivos secretos. Aunque con-vincentes, algunos de los registros estn dbilmente documentados, yen ocasiones se basan en poco ms que recortes de prensa de la poca.Un ao despus de la publicacin del libro, empezaron a aparecer lasprimeras grietas en la posicin del gobierno sobre la persecucin de loscrmenes del pasado. En un acto pblico, el entonces ministro de Justiciade Lula, Tarso Genro, rompi dcadas de silencio ocial con una simple

    declaracin: Desde el momento en que un agente del Estado detiene auna persona y la tortura en un stano, se pone fuera de la ley, incluso dela del rgimen militar, y se convierte en un criminal comn. Eso no esun acto poltico. Es tortura. Y se convierte en un torturador, como cual-quier otro torturador reconocido por la humanidad. Una muestra de loconservador que ha sido Brasil en este tema ha sido que la declaracin deGenro se propag instantneamente por todos los medios de comunica-cin nacionales, como si hubiera dicho algo extravagante y controvertido.

    Le apoy el entonces secretario de Derechos Humanos, Paulo Vannuchi,otro poltico del ptque fue detenido y torturado por el rgimen antesde pasar a trabajar en el proyecto Brasil: Nunca Mais. En cuanto las pri-meras seales de disidencia dentro del gobierno empezaron a airearse,

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    el ministro de Defensa Nelson Jobim, el juez del Tribunal Supremo,Gilmar Mendes y ms decisivamente, la ocina del Fiscal general, se

    lanzaron al contraataque defendiendo enrgicamente la interpretacinms amplia posible de la Ley de Amnista2.

    En 2010, el Colegio Nacional de Abogados impugn la Ley de Amnistaen el Tribunal Supremo brasileo, sosteniendo que estaba siendo malin-terpretada para encubrir la tortura y otros crmenes contra la humanidady que contradeca las obligaciones de Brasil con la ley internacional. Enuna sentencia ampliamente recogida por los medios de comunicacinnacionales, la impugnacin fue derrotada por una clara mayora de sietevotos contra dos. En una paradoja nal, el ponente (juez principal) no

    era otro que Eros Grau, que haba sido encarcelado y torturado durantela dictadura militar. La impugnacin del Colegio de Abogados estabamal programada. Solo seis meses antes, Brasil se enfrent a una reso-lucin ms slida en la Corte Interamericana de Derechos Humanossobre la desaparicin del grupo guerrillero del Araguaia. La denunciahaba sido presentada originalmente por varias onga mediados de ladcada de 1990, fue aprobada por la Comisin y lleg al tribunal en2009. Para consternacin de las ongy de los familiares de las vctimas,

    el gobierno estuvo representado por el ministro de Defensa, en lo queera una clara y agresiva seal.

    Cuando en diciembre de 2010 nalmente se dict la sentencia fue con-denatoria. El Tribunal Interamericano declar a Brasil culpable de ladesaparicin de 62 personas entre 1972 y 1974. Conclua que se habafracasado por completo a la hora de investigar apropiadamente lo quehaba sucedido y de llevar a los responsables ante la justicia. Las autorida-

    des haban mantenido deliberadamente a los familiares en la ignoranciay se haban retenido archivos militares clave. Trabajando sobre la con-solidacin de la jurisprudencia en la regin ya haba impugnado lalegitimidad de las leyes de amnista en Per, Chile, El Salvador, Surinamy Guatemala el Tribunal Interamericano rechaz rotundamente lasapelaciones del gobierno brasileo a la Ley de Amnista de 1979, queen opinin del Tribunal era nula y sin efecto en el caso de graves abusosde los derechos humanos. La legislacin que cre la Comisin Nacional

    2 Un devastador retrato de Jobim que lo condujo a su salida del gobierno de Dilmase encuentra en Piau, 59, agosto de 2011. Sobre Mendes, un sealado hombre deCardoso, vase Piau47 y 48, agosto y septiembre de 2010.

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    de la Verdad se precipit en parte como respuesta a esta sentencia. Peropor lo que se reere al gobierno brasileo, la recomendacin central del

    Tribunal relativa a la Ley de Amnista haba nacido muerta. Amparndoseen las sentencias del Tribunal Supremo, los funcionarios han armado

    repetidamente que el tema ya ha sido resuelto a escala nacional.

    Mientras se debata el principio bsico de la amnista, un grupo descales estaba adoptando otra lnea de ataque. A los familiares de los

    desaparecidos, que durante aos han estado infructuosamente organi-zando campaas para saber qu haba sucedido con sus seres queridos,se les ha negado hasta ahora una verdadera sensacin de punto nal.

    Esta naturaleza cruel, irresuelta e inacabada de sus experiencias fue pre-

    cisamente lo que aprovecharon los scales mientras trataban, igual quehaban hecho sus colegas en Chile, de eludir la Ley de Amnista. Suargumento tena una lgica simple pero convincente: ya que en el casode los desaparecidos no se haba recuperado ningn cuerpo, era imposi-ble decir que el crimen original se haba producido. En esencia, el Estadohaba secuestrado a oponentes polticos. Quin poda decir que no esta-ban todava retenidos, o que lo haban estado antes de la fecha lmitede 1979? La acusacin de los scales se fortaleci con el hecho de que,

    siguiendo la jurisprudencia regional, el propio Tribunal Supremo habautilizado precisamente esta interpretacin para apoyar la extradicin aArgentina de un ocial uruguayo, Manuel Juan Cordero Piacentini, por

    la desaparicin de un ciudadano argentino durante la Operacin Cndoren la dcada de 1970.

    Hasta ahora se han emprendido causas penales contra tres hombres, dosde ellos guras centrales de los aos militares: el coronel Carlos Alberto

    Brilhante Ustra y el mayor Sebastio Curi Rodrigues de Moura (eltercero es el jefe de polica Dirceu Gravina). Un personaje reservado ymetdico, Ustra, presidi el famoso centro de interrogacin del doi-codien So Paulo, el caballo de batalla de la era militar que proces amiles de militantes. Curi, por otro lado, dirigi la operacin nal contra

    el grupo guerrillero del Araguaia, y haba admitido pblicamente queel ejrcito ejecut a 25 militantes que estaban atados antes de recibirlos disparos. Ambos casos fueron rechazados en primera instancia por

    jueces federales pero ahora estn siendo apelados. (Ustra acaba de serdeclarado culpable de tortura en un caso civil separado que escap alradar de la Ley de Amnista). Con muchos ms casos en preparacin yel Colegio de Abogados impugnando la decisin del Tribunal Supremo

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    empleando esta vez el argumento de que la desaparicin es un crimen

    continuo las escaramuzas en los tribunales van camino de continuar.

    Imgenes rebatidas

    Quiz ms importante que la disputa legal ha sido el resurgir del temaen los medios de comunicacin. Nuevas revelaciones estn reavivando elinters a medida que nalmente el miedo a los descubrimientos empieza

    a relajarse y se debilita un pacto de silencio que ha durado cuarenta aos.En las recientemente publicadas Memorias de una guerra sucia, el ocialde polica retirado Cludio Guerra ha armado que se le pidi que se

    deshiciera de por lo menos diez cuerpos de militantes que haban sido

    ejecutados3. Recuerda haberlos llevado a una plantacin de caa de az-car al norte del Estado de Ro de Janeiro, donde fueron incinerados enel horno de una destilera. Han aparecido nuevos datos sobre una delas imgenes icnicas de la era: el cuerpo del director de informativosdel canal Cultura de la televisin en So Paulo, Vladimir Herzog, de 38aos, colgado de una soga de los barrotes de la celda de interrogatoriodel doi-codi. Su suicidio ha sido siempre discutido, pero la apari-cin de otra fotografa, no recortada, que muestra la soga colgada de los

    barrotes ms bajos de la ventana, y a Herzog prcticamente arrodilladoen el suelo de la celda, conrma un montaje. En febrero de este ao,

    el peridico nacional Folha de So Paulocontact en Los ngeles conel autor de la fotografa original, Silvaldo Leung Vieira. Todo estuvo

    manipulado, manifest al peridico, y desafortunadamente yo tom

    parte en esa manipulacin.

    En otra imagen icnica, el cuerpo de Marighella se encuentra en el

    asiento trasero de un vwEscarabajo, mientras de sus fosas nasales caenhilos de sangre. En la versin ocial, muri durante un tiroteo con la

    polica, al mando del notoriamente corrupto y violento Srgio Fleury.El fotgrafo Srgio Jorge manifest recientemente a los periodistas lo quesucedi realmente en el escenario. Fleury dio voces a la prensa para que notomaran fotografas y se mantuvieran de cara a la pared, mientras el cuerpoera depositado en el pavimento y los ociales desvalijaban sus bolsillos.

    Entonces, despus de tirar de l y empujarlo con pocos miramientos,

    el cadver fue metido en la parte trasera del coche y preparado para los

    3 Cludio Guerra, con Marcelo Netto y Rogrio Medeiros, Memrias de uma guerrasuja, Ro de Janeiro, 2012.

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    fotgrafos. Fue una completa farsa manifest Jorge a la revista Isto.Preguntado por qu haba hablado ms de cuarenta aos despus delos hechos, Jorge dio una elocuente respuesta: Vi que haba llegado el

    momento de contar la historia. Brasil ha cambiado.

    Durante los ltimos meses ha surgido un nuevo grupo de estudiantes,Levante Popular da Juventude (Levantamiento Popular de la Juventud).Desplegando una tctica ampliamente utilizada en Argentina y Chile, elavergonzamiento pblico, esculachoen portugus, y utilizando mediosde comunicacin sociales para organizarse rpidamente por todo el pas,el grupo ha realizado una serie de exitosas acciones pblicas. En mayotomaron como objetivo a Maurcio Lopes Lima, el supuesto torturador de

    Dilma, haciendo una pintada en rojo en la acera del edico donde vivaque deca, El torturador de Dilma vive aqu. En otra accin, el grupo

    proyect la imagen del cuerpo de Herzog sobre la sede del ultraconser-vador Club Militar de Ro de Janeiro en el aniversario del coup dtatde 1964. La disidencia no se limita a marginales organizaciones estu-diantiles. En marzo de 2012, el documental de una hora de duracin deMiriam Leito, La historia inacabada: el caso de Rubens Paiva, se emiti enel canal Globo de la televisin. Paiva, un acaudalado ingeniero, hombre

    de familia de mediana edad y ex diputado federal, acababa de regresar deun paseo por la playa de Leblon cuando fue arrestado en su piso juntoa su mujer e hija a primera hora de la tarde del 20 de enero de 1971.Despus de ser trasladado al doi-codien la calle Baro de Mesquitade Ro, nunca se le volvi a ver. Un mdico que fue enviado a su celda amedia noche manifest ms tarde que haba visto a Paiva tirado desnudoen el suelo, su cuerpo cubierto de hematomas, el estmago tenso sugi-riendo una masiva hemorragia interna. Debido al elevado perl social de

    Paiva, su muerte fue con toda probabilidad un error; la sesin de torturase haba descontrolado. En un intento ridculamente torpe para encubrirlo sucedido, los militares armaron posteriormente que Paiva haba sido

    secuestrado a primeras horas de la maana por un grupo terrorista, unahistoria que nunca ha sido corroborada de ninguna manera.

    La presencia de Miriam Leito una experimentada periodista econmicaque tambin fue encarcelada y torturada bajo el rgimen militar inte-

    rrogando a un impenitente general del ejrcito retirado, mientras quecompasivamente entrevistaba a miembros supervivientes de familias ya un scal militar que rene evidencias, fue un hito. El hecho de que

    este documental fuera emitido en la normalmente conservadora cadena

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    de televisin Globo en su momento una acrrima aliada de los genera-les es una muestra de los profundos cambios acontecidos en Brasil. Elque estos cambios penetren lo suciente como para cambiar la opinin

    dominante y desaar la arraigada oposicin de partes del gobierno y de

    los militares, es algo que est por ver.

    Afrontando el pasado

    Histricamente, Brasil se las ha arreglado para burlar a las crisis unay otra vez. Desde la independencia, pasando por la tarda abolicin dela esclavitud a nales del siglo xix, hasta el ascenso del gobierno tota-litario en la dcada de 1930, todas fueron de algn modo olvidadas sin

    grandes conictos, aunque dejando sin resolver tensiones subyacentes.A la Comisin Nacional de la Verdad le va a costar trabajo invertir estatendencia. Una gran parte de las razones de la moderna reluctanciabrasilea a afrontar el pasado est en la manera en que los militares ges-tionaron la ltima transicin de la dictadura a la democracia en la dcadade 1980. A diferencia de Argentina, donde los militares abandonaron elpoder desacreditados despus de la derrota en la guerra de las Malvinas,la salida de los generales brasileos fue lenta y estuvo estrechamente

    orquestada, casi dignicada. Detrs dejaron ms una sensacin de alivioque de ira. No hubo ninguna purga de la derecha; aquellos que habanapoyado incondicionalmente a los militares, incluyendo el imperio decomunicaciones de Globo, as como las elites rurales y empresariales,planearon inclumes en la dcada de 1990. Quiz la coyuntura crticapara conseguir alguna forma de ajuste de cuentas por los crmenes delpasado, fue la derrota de Lula en 1994, en su segundo intento por obte-ner la presidencia, frente a Fernando Henrique Cardoso. A pesar de

    ser antiguo investigador marxista y autor de textos sobre la teora de ladependencia, Cardoso lleg al poder gracias a una alianza con algunasde las fuerzas ms reaccionarias y prodictadura de la poltica brasilea,las oligarquas familiares de los Estados ms pobres del norte y noreste.

    En la dcada de 1990, el ptera un autntico partido radical con un decla-rado programa de izquierda. En el momento en que Lula nalmente

    obtuvo la presidencia a su cuarto intento en 2002, los fuegos se haban

    atenuado algo. Convertidos en polticos modernos, desesperados pordar una imagen de centro, muchos en el partido encontraban incmodorecordar sus das como militantes de izquierda. El anterior jefe del pt,Jos Genoino, es un caso ejemplar. Uno de los pocos miembros de la

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    guerrilla del Araguaia que sobrevivi, Curi, ha declarado que salv lapiel colaborando con el ejrcito. (Aunque pueda parecer extraordinario,este ex guerrillero marxista, que recientemente fue declarado culpablede estar implicado en un gran escndalo de corrupcin, ha acabado

    siendo consejero en el Ministerio de Defensa). La izquierda tambin hasido sensible quiz demasiado sensible a la constante armacin de la

    derecha de que simplemente estn buscando la justicia del vencedor, demanera que la Comisin de la Verdad no supone nada ms que un actode venganza tarda.

    Ahora que la Comisin Nacional de la Verdad se ha puesto en marcha,con comisionados recorriendo Brasil de arriba abajo para celebrar reu-

    niones pblicas y reunir testimonios, su signicado est tornndosems claro. Al principio, desde los tortuosos procesos para aprobar lalegislacin que se requera, a los ruidos iniciales que llegaban de la pro-pia Comisin, pareca como si los militares hubieran neutralizado unavez ms a la oposicin. Inicialmente, el juez Gilson Dipp pareci apoyarel fatigado estribillo militar de que haba dos lados del conicto y que

    la izquierda tambin deba afrontar una investigacin. En las primerasdeclaraciones de la Comisin se hablaba mucho de reconciliacin, como

    si Brasil tuviera que tender la mano a los torturadores en vez de investi-garles para posibles enjuiciamientos futuros.

    Pero ms recientemente el tono conciliador ha desaparecido y las decla-raciones pblicas se han endurecido. Los comisionados han dejado claroque se centrarn solamente en violaciones cometidas por agentes delEstado. Un grupo de trabajo examinar las actividades de la OperacinCndor y la Comisin ha prometido investigar el papel de las compaas

    y de los empresarios que nanciaron el rgimen. Una de las primerasintervenciones de la Comisin fue en el caso de Vladimir Herzog; porvotacin unnime, apoy la peticin de la viuda de Herzog para quese cambiara en su certicado de defuncin la asxia mecnica por

    heridas sufridas durante el interrogatorio. En octubre, los comisio-nados visitaron Araguaia, entrevistando no solo a protagonistas sino acampesinos y grupos indgenas que quedaron atrapados en la ofensivadel ejrcito. Y en una visita anterior al Estado de Par, miembros de la

    Comisin vincularon explcitamente pasadas estructuras represivas conel contemporneo aparato de seguridad brasileo; lo que sucedi en loscentros doi-codicon lo que todava sucede en detenciones policiales yen prisiones por todo el pas.

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    La investigacin cuenta con la ayuda de un nuevo decreto sobre liber-tad de informacin, convertido en ley el ao pasado, el mismo da enque se legislaba la creacin de la Comisin Nacional de la Verdad quepuede sealar los principios de una era de mayor apertura y transpa-rencia en un pas que tiene una larga historia de secretismo ocial. Las

    dudas siguen existiendo, habida cuenta del hecho de que la Comisinha manifestado que mantendr algunas de las sesiones ms sensibles apuerta cerrada, y de que los militares continan armando que muchos

    de los decisivos archivos que describen algunos de los acontecimien-tos ms traumticos de la poca han sido destruidos. Pero la mismaexistencia de la Comisin Nacional de la Verdad est indudablementecambiando a Brasil. Incluso antes de que los procedimientos ociales

    hubieran despegado, surgieron una serie de comisiones paralelas paraayudar a procesar el cmulo de evidencias de la poca. Cinco EstadosAlagoas, Esprito Santo, Pernambuco, Rio Grande do Sul y So Paulohan establecido sus propias comisiones de la verdad, con ocho ms enproceso de hacerlo. Algunos municipios, el Colegio de Abogados de Rode Janeiro y varias universidades tambin se han movilizado. Por suparte, la Comisin Nacional de la Verdad ha urgido a otros Estados aque hagan lo mismo, manifestando que trabajar en colaboracin con

    las nuevas comisiones.

    Tena 19 aos, pas tres aos en prisin y fui salvajemente torturada,

    manifest Dilma durante una comparecencia en el Senado en 2008, dosaos antes de que asumiera la presidencia. Segn su relato, fue colgadadel pau de araray golpeada, antes de ser atada a la silla del dragndonde recibi descargas elctricas en sus pezones, manos, pies, muslosy cabeza. El dolor es insoportable, no se puede imaginar lo insoporta-

    ble que es, continuaba, y por eso estoy orgullosa de haber mentido,porque salv a mis camaradas de la misma tortura y de la muerte. No

    hay espacio para la verdad bajo una dictadura, armaba. Algunas ver-dades, incluso las ms banales, pueden conducir a la muerte.

    Mientras la Comisin contina reuniendo testimonios, qu nuevas ver-dades aguardan al pblico brasileo? Aadir la Comisin signicado

    a la ya voluminosa evidencia de las violaciones de los derechos humanos

    durante la dictadura? Qu aprenderemos sobre el papel de la actualelite poltica brasilea durante esos aos? Estas verdades solamente se

    cubrirn de polvo junto a Brasil: Nunca Mais,y elDireito memria e verdadeo nalmente se impartir alguna clase de justicia? La prueba de

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    fuego para una culminacin con xito ser lo que suceda despus deque el informe nal sea entregado: si Brasil seguir por n los pasos

    de sus vecinos, revocar la Ley de Amnista y empezar un procesomuy retrasado de ajuste de cuentas judicial; y si esto a su vez servir

    como catalizador de una reforma necesaria con urgencia de las fuerzaspoliciales de Brasil y de su sistema carcelario. A medida que los aconte-cimientos que han dejado cicatrices en una generacin se alejan en eltiempo, sta podra ser la ltima oportunidad para que Brasil salieradel bnker histrico en el que l mismo se ha atrincherado.