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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MÉXICO PROGRAMA UNIVERSITARIO DE ESTUDIOS SOBRE LA CIUDAD ACTUALIZACIÓN DEL PROGRAMA DE ORDENACIÓN DE LA ZONA METROPOLITANA DEL VALLE DE MÉXICO EL PAPEL DEL PATRIMONIO CULTURAL URBANO EN LA ORDENACIÓN Y EL DESARROLLO METROPOLITANO Dr. René Coulomb B. (*) Ciudad de México, 2002 (*) Profesor Investigador en la UAM-A y director de Grupo Ciudad y Patrimonio A.C.

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Page 1: PATRIMONIO CULTURAL y DESARROLLO METROPOLITANO · De ahí el acierto que significa el hecho de que, por primera vez, en un ejercicio de definición de estrategias de ordenación territorial

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MÉXICO

PROGRAMA UNIVERSITARIO DE ESTUDIOS SOBRE LA CIUDAD

ACTUALIZACIÓN DEL PROGRAMA DE ORDENACIÓN DE LA ZONA METROPOLITANA DEL VALLE DE MÉXICO

EL PAPEL DEL PATRIMONIO CULTURAL URBANO EN LA ORDENACIÓN Y EL DESARROLLO METROPOLITANO

Dr. René Coulomb B. (*)

Ciudad de México, 2002

(*) Profesor Investigador en la UAM-A y director de Grupo Ciudad y Patrimonio A.C.

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“la salvaguardia de los conjuntos históricos y su

integración en la vida de la sociedad contemporánea es

un factor básico del urbanismo y la ordenación del

territorio” 1

En respuesta a la llamada “crisis urbana” y acompañando también la desaceleración de la tasa de crecimiento poblacional de la gran urbe, el urbanismo y la planeación

territorial han dejado de asimilar desarrollo urbano con urbanización periférica, haciendo que cada vez más actores económicos vuelvan la mirada, aunque con una gran escasez de herramientas teórico-prácticas, hacia la “ciudad existente”,

particularmente hacia la “ciudad interior” o el “centro histórico”. Por otra parte, el abandono y deterioro vividos por las áreas de más antigua urbanización, durante largas décadas, representan deseconomías incompatibles con la búsqueda de la

sustentabilidad del desarrollo urbano de la metrópoli. Su despoblamiento sostenido implica una subutilización de la infraestructura y de los equipamientos ahí acumulados a lo largo del proceso de urbanización, mientras el financiamiento

público de la urbanización periférica es cada vez menos sostenible. Tal es el consenso al que la sociedad ha llegado. Sin embargo la necesidad de “re-

urbanizar”, “refuncionalizar”, “re-densificar” o “reciclar” las estructuras urbanas existentes, sigue estando todavía más a nivel del discurso, o de decisiones voluntaristas y localistas que generan efectos perversos a nivel del conjunto de la

metrópoli. De ahí el acierto que significa el hecho de que, por primera vez, en un ejercicio de definición de estrategias de ordenación territorial se incorpore la problemática del

patrimonio cultural urbano. La transversalidad del tema es innegable y apunta al desafío de una planeación que debe avanzar hacia un mayor nivel de integralidad. La problemática del Patrimonio Cultural Urbano tiene que ver con la estructuración

espacial de la Metrópoli, el futuro del “Centro Histórico” y de los pueblos y barrios patrimoniales, con el despoblamiento de las áreas de más antigua urbanización, con la protección del patrimonio natural y paisajístico, con el desarrollo de la industria

turística y el sector de los servicios, etc.

0. CARACTERIZACIÓN GENERAL

El Patrimonio Cultural Urbano de la ZMVM presenta una enorme riqueza y diversidad. El trabajo de catalogación de este capital social hace aparecer una gran diseminación de los sitios y monumentos patrimoniales dentro del territorio metropolitano. Esto significa un enorme potencial para la identidad cultural de los

habitantes de la gran ciudad, así como para el desarrollo turístico de la misma. Sin embargo, a pesar de esta gran diversidad y dispersión espacial, para la mayoría de los ciudadanos y en la opinión pública, este mismo patrimonio se concentra y

reduce a algunos pocos lugares y monumentos (el “centro histórico”, La Villa,

1 Recomendación relativa a la salvaguardia de los conjuntos históricos y su función en la vida contemporánea, 19° reunión de la Conferencia General, Nairobi, 30 de noviembre 1976.

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Chapultepec, Xochimilco, Teotihuacan).

Vinculado a lo anterior, el disfrute del patrimonio cultural urbano por parte de la población residente es limitado; por falta de difusión, de educación y también de

estrategias para hacer del Patrimonio Cultural un recurso para el desarrollo económico y social de los habitantes de la metrópoli. De alguna forma, se puede decir que aunque el Patrimonio Cultural tenga un fuerte potencial de integración

social, por ser fuente de identidad colectiva, es objeto de una apropiación patrimonial limitada a ciertos sectores sociales. En este sentido, el patrimonio de la metrópoli es fuente de segregación social: sólo lo disfruta una elite culturalmente, y

una minoría comercialmente. Las regulaciones jurídicas de la preservación del patrimonio cultural tienden a ser

cada vez más complejas, superpuestas entre distintos niveles de gobierno, y por ende carecen de la suficiente legitimidad social. Es imprescindible revertir este proceso de pluri gobernabilidad no coordinada, distribuyendo de mejor manera las

responsabilidades de la protección y conservación del patrimonio cultural entre los tres niveles de gobierno y la sociedad en general.

Al mismo tiempo, los recursos institucionales son a todas luces insuficientes para asegurar la preservación del patrimonio, ni siquiera para mantener al día el inventario patrimonial. Al no ser integrado al desarrollo económico, esta

preservación no es económicamente sustentable y depende permanentemente de recursos públicos escasos, del (des)interés de fundaciones privadas, pero sobre todo de los particulares, puesto que gran parte de los inmuebles patrimoniales son de propiedad privada.

Por otra parte, la no integración del Patrimonio Cultural Urbano al ordenamiento del territorio lo hace extremadamente vulnerable al proceso de urbanización. Los

centros urbanos patrimoniales de la ZMVM, no sólo el Centro Histórico de la Ciudad de México, sufren un complejo proceso que combina el cambio de los usos del suelo y el despoblamiento. La terciarización de la economía encuentra en las zonas

centrales históricas el espacio privilegiado de su realización, sustituyendo los usos habitacionales e industriales originales por otros comerciales, de almacenamiento o de servicios, con rentas diferenciales superiores. El futuro de las zonas patrimoniales y del

capital cultural acumulado por más de siete siglos en el valle de México es uno de los desafíos más serios de los próximos veinte años.

Enfrentar este desafío implica superar el enfoque meramente proteccionista, que marcó durante varias décadas las políticas públicas referidas al patrimonio cultural, afirmar que éste constituye una dimensión relevante del desarrollo económico, social

y urbano para, desde esta nueva concepción, diseñar programas estratégicos cuyo objetivo sea el aprovechamiento sustentable del capital cultural que todavía tenemos los habitantes de la gran ciudad. El desarrollo del turismo, la revalorización de las

culturas locales de los barrios y poblados, la reconstrucción de una nueva centralidad metropolitana a partir de la regeneración y desarrollo integral de la “Antigua Ciudad de México”, son algunos de los proyectos que se sugieren a

continuación.

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1. EL PATRIMONIO CULTURAL URBANO DE LA ZMVM

Desde la Conferencia de Atenas (1931) a la Conferencia Mundial sobre Políticas

Culturales de la UNESCO, celebrada en la ciudad de México en 1982, el concepto de “Patrimonio Cultural” ha evolucionado considerablemente, lo mismo que las legislaciones y las políticas a ello referidas. Mientras en Atenas, la comunidad

mundial estaba preocupada por la salvaguardia y conservación de "las obras maestras” de la Humanidad, la Conferencia General de la UNESCO definió en 1972 como elementos que integran el "patrimonio cultural" de la Humanidad no sólo a

“monumentos” sino también a “conjuntos” edificados tales como ciudades o centros históricos e incluso a “lugares” y zonas.2

La misma Conferencia estableció, entre otros mecanismos para la identificación, protección, conservación, rehabilitación y transmisión a las futuras generaciones del Patrimonio Mundial Cultural y Natural, la Lista del Patrimonio Mundial. México cuenta

con 20 bienes culturales inscritos sobre esta Lista: 9 centros históricos, 7 sitios arqueológicos, dos sitios de belleza natural, un sitio mixto y un monumento (el Hospicio Cabañas). Tres de estos bienes Patrimonio de la Humanidad se encuentran

dentro de los límites de la Zona Metropolitana del Valle de México: la Ciudad prehispánica de Teotihuacan (inscrita sobre la Lista en 1987), el Centro Histórico de la Ciudad de México y Xochimilco (también en 1987). Dentro del ámbito espacial de

la Región Centro, fueron inscritos en la Lista en 1994 catorce monasterios del siglo XVI situados en las faldas del Popocatepetl (en 1994).

Fue en este mismo año de 1972, que se expidió en México la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, la cual define tres tipos de monumentos patrimoniales: “arqueológicos” (Art. 28°), “artísticos” (Art. 33°) e “históricos”, construidos en los siglos XVI al XIX (Art. 36°). Esta ley, todavía vigente,

establece que estos monumentos deberán ser “declarados” como tales mediante decreto presidencial publicado en el Diario Oficial de la Federación (Art. 5°).

La Zona Metropolitana del Valle de México cuenta con un importante legado cultural. Testigos de las culturas prehispánicas del valle, se han contabilizado 43 zonas con vestigios arqueológicos en los municipios conurbados y 8 en el Distrito Federal:

Santa Cruz Acalpixca (Xochimilco), Cuicuilco (Tlalpan), San Pedro de los pinos (Benito Juárez), Cerro de la Estrella (Iztapalapa), Cerro del Judío (Contreras), Pino Suárez, Templo Mayor y Tlatelolco (Cuauhtémoc).

El conocimiento y difusión del patrimonio edificado es la base de su preservación y restauración, así como de su incorporación a la planeación urbana, por lo que el

INAH tiene como una de sus tareas sustantivas la elaboración del Catálogo de Monumentos Históricos Inmuebles. Entre 1984 y 1992, la entonces Dirección de Monumentos Históricos del INAH, levantó los catálogos del Estado de México y del

Distrito Federal. Sin embargo el trabajo de catalogación es una tarea permanente: primero porque la situación física, el uso y el régimen de propiedad de los inmuebles

Cuadro N° 1

2 Convención sobre el Patrimonio Mundial, Cultural y Natural, artículo 1°.

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MONUMENTOS HISTÓRICOS INMUEBLES CATALOGADOS POR EL INAH EN LA ZONA METROPOLITANA DEL VALLE DE MÉXICO

DELEGACIONES MONUMENTOS

ALVARO OBREGÓN 320

AZCAPOTZALCO 95 BENITO JUÁREZ 50 COYOACÁN 283 CUAJIMALPA 77

CUAUHTÉMOC 1,506 GUSTAVO A. MADERO 187 IZTACALCO 18 IZTAPALAPA 30

MAGDALENA CONTRERAS 91 MIGUEL HIDALGO 685 MILPA ALTA 138 TLÁHUAC 24

TLALPAN 125 VENUSTIANO CARRANZA 38

XOCHIMILCO 88 TOTAL DELEGACIONES 3,755

MUNICIPIOS ESTADO DE MÉXICO ACOLMAN 1 AMECAMECA 1 ATIZAPAN DE ZARAGOZA 4

CHALCO DE DIAZ 1 CHIAUTLA 1 ECATEPEC DE MORELOS 1 HUEHUETOCA 24

LA PAZ 1 NAUCALPAN DE JUÁREZ 50 NOPALTEPEC 1 OTUMBA 1

OZUMBA 1 SAN MATEO ATENCO 2 TENANGO DEL AIRE 1 TEOTIHUACAN 1 TEPOTZOTLAN 54

TEXCOCO 21 TLALMANALCO 63 TLALNEPANTLA 1 TULTITLAN 2

VILLA DEL CARBÓN 2 MUNICIPIOS ESTADO DE HIDALGO EPAZOYUCAN 17 TIZAYUCA 35

TOLCAYUCA 13 VILLA DE TEZONTEPEC 22 ZAPOTLAN DE JUÁREZ 18 ZEMPOALA 90 TOTAL MUNICIPIOS 429

Fuente: Elaboración propia en base a información proporcionada por la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos, 03/12/2002.

varía a lo largo del tiempo; y en segundo lugar, porque el concepto mismo de lo que es “valioso” y digno de ser catalogado está también sujeto a cambios. Las mismas

comunidades solicitan no pocas veces que tal edificio sea catalogado como monumento, para así asegurar su mejor protección. De lo anterior se deriva que el número de monumentos históricos inmuebles esté cambiando. A diciembre de 2002,

el INAH tiene catalogado en la ZMVM 4,184 inmuebles (Cuadro N° 1).

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En los municipios conurbados, están catalogados 429 monumentos históricos. La

gran mayoría datan de los siglos XVIII y XIX; solamente el 25% de ellos datan de los siglos XVI o XVII. Llama la atención que la casi totalidad de este patrimonio histórico, el 95%, se encuentre localizado en solamente seis municipios del Estado

de Hidalgo y cinco municipios del Estado de México; mientras, el 5% restante se distribuye en otros 16 municipios. Visto de otra manera: de los 67 municipios conurbados considerados en el análisis, solo 27 tienen uno o más monumento(s)

sobre su territorio. Esta situación tiene dos razones de ser: a) en primer lugar, como se dijo anteriormente, el proceso de catalogación no ha concluido y b) en varios municipios conurbados, el proceso de constitución de asentamientos humanos se

produjo en épocas recientes. En el Distrito Federal, los monumentos históricos inmuebles catalogados suman

3,755; de los cuales 332 han sido declarados mediante decreto presidencial. Sin embargo, el INAH estima que faltan por incorporar al catálogo otros 3,250 inmuebles. El Centro Histórico (delegación Cuauhtémoc), contiene el 40% de los

monumentos históricos del Distrito Federal. Pero a diferencia de lo que sucede en los municipios conurbados, el resto de los monumentos históricos se distribuye en todas y cada una de las quince delegaciones restantes. El mayor acervo lo tienen sin

embargo las delegaciones en donde se localizan los antiguos pueblos y villas que rodeaban la ciudad de México: Alvaro Obregón (San Angel), Coyoacán (Coyoacán), Gustavo A. Madero (La Villa), Miguel Hidalgo (Tacuba), Magdalena Contreras, Milpa

Alta y Tlalpan.

Cuadro N° 2 EPOCA CONSTRUCTIVA DE LOS MONUMENTOS HISTÓRICOS INMUEBLES

EN LA ZONA METROPOLITANA DEL VALLE DE MÉXICO

SIGLO DISTRITO FEDERAL

Número de monumentos

MUNICIPIOS CONURBADOS

Número de monumentos

XVI 188 5 % 57 13 % XVII 275 7 % 52 12 % XVIII 815 22 % 129 30 % XIX 1,564 42 % 137 32 % XX 888 24 % 54 13 % (sin dato) (25)

3,755 100 %

429 100 %

Nota: muchos

por lo monumentos fueron objeto de intervenciones

que hemos optado por asignarles fecha en

sucesivas a lo largo de dos o más siglos,

función del siglo de su construcción inicial.

Fuente: Elaboración propia en base a información proporcionada por la Coordinación Nacional de

Monumentos Históricos, 03/12/2002.

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Cuadro N° 3 USOS ACTUALES Y REGÍMENES DE TENENCIA

DE LOS MONUMENTOS HISTÓRICOS INMUEBLES EN LA ZONA METROPOLITANA DEL VALLE DE MÉXICO

TIPO DE USO DISTRITO

FEDERAL

MUNICIPIOS

CONURBADOS

USO RELIGIOSO 13 % 28 % USO HABITACIONAL 42 % 19 % USO COMERCIAL 14 % 5 %

USO PRODUCTIVO HACIENDA / RANCHO

3 % --

10 % 10 5 %

EQUIPAMIENTO 9 % 14 %

INFRAESTRUCTURA MONUMENTOS

3 % 9 %

5 % 2 %

SIN USO

TOTAL

7 %

100 %

16 %

100 %

Régimen de tenencia PROPIEDAD FEDERAL

PROPIEDAD ESTATAL PROPIEDAD MUNICIPAL PROPIEDAD EJIDAL

PROPIEDAD PRIVADA

27 %

3 % --

(0.1%)

70 %

43 %

1 % 4 % 3 %

49 %

Fuente: Elaboración propia en base a información proporcionada por la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos, 03/12/2002.

Los usos que tienen en la actualidad los monumentos históricos son muy diferentes según se trate del Distrito Federal o del Estado de México (véase el Cuadro N° 3). En el Distrito Federal domina el uso habitacional (por lo general compartido con un

comercio o un taller), mientras el uso religioso es mayoritario en los municipios conurbados. Un uso importante de los monumentos lo constituyen escuelas, universidades, palacios municipales y otros tipos de equipamientos públicos. El uso

comercial es mucho más difundido en el distrito federal, mientras el uso productivo, mayoritariamente agrícola se presenta en mayor proporción en los municipios del estado de México. Es de notar la presencia significativa de haciendas en los

municipios conurbados, lo mismo que vestigios de infraestructura, tales como puentes, acueductos o instalaciones ferrocarrileras.

Sin embargo, un porcentaje significativo de los monumentos se reportan “sin uso”, por lo que presentan por lo general un grado de deterioro más avanzado, además de constituir un importante capital cultural desaprovechado. Otro elemento que

incide en el grado de conservación de los inmuebles es el régimen de propiedad de los inmuebles. En el Distrito Federal, el 70% es de propiedad privada (80 % en el caso del Centro Histórico de la Ciudad de México), mientras en los municipios del

Estado de México el 43% es de propiedad federal (véase el Cuadro N° 3). En cuanto a los inmuebles posteriores a 1900, el Instituto Nacional de Bellas Artes

tiene registrado, para el Distrito Federal, un universo de 7,239 inmuebles con valor artístico; pero este registro está pendiente de llevarse a cabo en 7 delegaciones. Se

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tiene el registro para las siguientes delegaciones: A. Obregón: 26 inmuebles;

Azcapozalco: 314; Benito Juárez 328; Coyoacán 118, Cuauhtémoc: 5,802; Gustavo A. Madero: 1; Miguel Hidalgo: 607; Tlalpan: 33; Venustiano Carranza: 10 3. En cuanto a los municipios conurbados, el registro de inmuebles de valor artístico está

pendiente de llevarse a cabo. Otra forma de constituir legalmente el patrimonio histórico de la metrópoli se refiere

a la creación, por decreto presidencial, de “Zonas de Monumentos arqueológicos, artísticos o históricos”, y su correspondiente publicación en el Diario Oficial de la Federación. Existen en la ZMVM, además del Centro Histórico de la Ciudad de

México, otras siete Zonas de Monumentos Históricos declaradas. En total, estas zonas patrimoniales suman la importante superficie de 10,534 ha. (Cuadro N° 4).

Cuadro N° 4 ZONAS DE MONUMENTOS HISTÓRICOS

EN LA ZONA METROPOLITANA DEL VALLE DE MÉXICO (Decretos publicados en el Diario Oficial de la Federación)

N° Nombre de la Zona Estado Fecha de

Publicación en el Diario Oficial de la

Federación

Número de

Monumentos Históricos protegidos

Área de

protección en Ha.

Número de

Manzanas protegidas

1 Ciudad de México D. F. Abr 11 1980 1,435 910 668

2 Xochimilco, Tláhuac y Milpa Alta

D. F.

Dic 04 1986

83

8,965

698

3 Tlalpan D. F. Dic 05 1986 57 160 45 4 Azcapotzalco D. F. Dic 09 1986 120 99 65 5 Villa Alvaro

Obregón

D. F.

Dic 11 1986

48

170

130 6 Coyoacán D. F. Dic 20 1990 31 164 86 7 El Albarradón de

San Cristóbal

EDOMEX

Mar 09 2001

9

44

s/n 8 Huexotla EDOMEX Mar 12 2001 20 22 11

TOTAL 1,803 10,534 1,723

FUENTE: Coordinación Nacional de Monumentos Históricos, INAH, 03/12/2002

A nivel de la legislación del Distrito Federal, la Ley de Desarrollo Urbano del Distrito Federal establece – dentro de la zonificación secundaria - la creación de “zonas de conservación patrimonial”. El Gobierno del Distrito Federal, a través de la

Dirección de Sitios Patrimoniales de la SEDUVI, tiene registradas 180 Zonas de Conservación Patrimonial (véase el Cuadro N° 5 y el plano N°1) dentro de las 16 Delegaciones del Distrito Federal; las cuales ocupan una superficie aproximada de

4,600 ha. La mayor concentración de zonas patrimoniales se encuentra en las delegaciones Azcapotzalco (24 zonas patrimoniales), Gustavo A. Madera (19 zonas), Xochimilco (19 zonas) e Iztapalapa (16 zonas).

3 Fuente: Dirección de Arquitectura y Conservación del Patrimonio Artístico Inmueble del Instituto

Nacional de Bellas Artes, 08/11/2002.

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Cuadro N°5 ZONAS DE CONSERVACIÓN PATRIMONIAL EN EL DISTRITO FEDERAL

DELEGACION NÚMERO DE ZONAS PATRIMONIALES

ÁLVARO OBREGÓN 11 AZCAPOTZALCO 24 BENITO JUÁREZ 9 COYOACÁN 12 CUAUHTÉMOC 10

CUAJIMALPA 6 GUSTAVO A. MADERO 19 IZTACALCO 2 IZTAPALAPA 16

MAGDALENA CONTRERAS 8 MIGUEL HIDALGO 8 MILPA ALTA 12 TLAHUAC 7

TLALPAN 14 VENUSTIANO CARRANZA 3

XOCHIMILCO 19 Total 180

Fuente: Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda del GDF, Dirección de Sitios Patrimoniales

Es de subrayar que con la Ley de Desarrollo Urbano del Distrito Federal se afirma

una concepción más acabada del patrimonio cultural de la ciudad, al establecer que

“se consideran afectados al patrimonio cultural urbano del Distrito Federal los edificios, monumentos arqueológicos, históricos y artísticos y las zonas donde estos se encuentren, plazas públicas, parques, bosques, nomenclatura, traza urbana, estilos arquitectónicos, esculturas y en general, todo aquello que corresponda a su acervo histórico y a lo que resulte propio de sus constantes culturales y de sus tradiciones públicas.”

Esta preocupación por incorporar al patrimonio cultural urbano, los espacios

abiertos, la traza urbana y hasta el entorno natural, fue retomada por la Ley de Salvaguardia del Patrimonio Urbanístico Arquitectónico del Distrito Federal4. En un acto legislativo todavía muy poco difundido, esta ley introduce una nueva categoría

de zona patrimonial al establecer como “zonas de Patrimonio Urbanístico Arquitectónico del Distrito Federal” las colonias Juárez, Santa María la Ribera, Roma, Hipódromo, Condesa, Pedregal, Las Lomas así como los “centros históricos” de

Santa Fe, Cuajimalpa, Mixcoac, Tacubaya, San Bartolo Ameyalco, Santa Rosa Xochiac, Mexicalzingo”.

Esta reciente iniciativa legislativa expresa un amplio consenso en torno a la necesidad de ampliar las áreas patrimoniales de la ciudad, más allá del “Centro Histórico”; así como en torno a la urgencia de proteger en una forma más amplia el

Patrimonio Artístico de la Ciudad de México y las zonas en las que se encuentra. En efecto, el desarrollo urbano generó a principios de este siglo un conjunto de nuevas áreas que rodearon a las áreas históricas de la época colonial y que constituyen hoy

en día un testimonio de la historia de la ciudad que debe ser valorado por los ciudadanos, conservado y protegido.

4 Gaceta Oficial del Distrito Federal, 13 de abril de 2000.

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2. UN RECURSO (DESAPROVECHADO) PARA EL DESARROLLO

ECONÓMICO Y SOCIAL La regulación jurídica del patrimonio cultural urbano de la Zona Metropolitana del

Valle de México se caracteriza por su fuerte carácter federal, si bien es cierto que recientemente, en particular a nivel del Distrito Federal, se han consolidado instrumentos normativos y de gestión a nivel local. Según la Ley Federal sobre Monumentos de 1972, El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) es la instancia encargada a nivel nacional de la preservación del patrimonio arqueológico e histórico. Tiene dependencias en cada estado. Existe así el Centro INAH - Estado

de México. En el caso del Distrito Federal, está función se asume por parte de las oficinas centrales de la Institución5. El Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), por su parte, es la instancia federal encargada de la preservación del patrimonio

artístico, entendido como el patrimonio del siglo XX en adelante.

La Ley establece que las zonas de monumentos están “sujetas a la jurisdicción de los Poderes Federales” (Art. 38°) y que corresponde al INAH y al INBA autorizar la realización de obras dentro de sus límites (Art. 43°). Es decir, al no actualizarse, la Ley de 1972 se encuentra desfasada con respecto, por una parte a la legislación

sobre asentamientos humanos, ordenación territorial y desarrollo urbano (1976), y por la otra en torno a la descentralización de la gestión pública en México (la reforma municipal de 1983) y el sistema nacional de planeación.

La situación actual genera confusión en torno a las atribuciones institucionales, federales y locales, situación que favorece en ciertos casos, o bien el no

cumplimiento de la Ley, o bien la simulación en su acatamiento vía la corrupción. Se han multiplicado las instancias y las normatividades, en particular a nivel local, haciendo que los reclamos sociales sean cada vez más fuertes en torno a la

necesidad de reformar la Ley.6 Varios especialistas han señalado la necesidad de “distribuir de mejor manera las responsabilidades en la protección y conservación del patrimonio con la participación de los tres niveles de gobierno y de la sociedad en general” (Aceves, 2000). En todo caso, los instrumentos institucionales para regular las intervenciones, sean

éstas públicas o privadas, sobre el patrimonio cultural urbano son percibidos por la sociedad como burocráticos, superpuestos, discrecionales y, en fin de cuenta, autoritarios y antidemocráticos. Esta carencia de legitimidad social (no jurídica) de

las múltiples instituciones y normatividades existentes pone en cuestión la gobernabilidad democrática de la gestión pública del patrimonio cultural urbano; y por ende su propia conservación.

La gestión pública en el Centro Histórico de la Ciudad de México es un ejemplo bien conocido de este déficit de legitimidad, que prácticamente desemboca sobre la

5 En algunos foros recientes se ha mencionado la posibilidad de que sea creado el INAH del Distrito

Federal. 6 Se conocen poco los argumentos en contra de esta propuesta. Véase, entre otros: Virginia Isaac Basso, “Actualidad de la Legislación Vigente”, en Colegio de Maestros en Arquitectura..(1994), tomo II, p. 38-39.

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ingobernabilidad. Se pueden enlistar más de 20 instituciones públicas involucradas

en la zona (INAH, INBA, Delegación Cuauhtémoc, Subdelegación Centro Histórico, Delegación Venustiano Carranza, SEDUVI, Fideicomiso Centro Histórico, Consejo Consultivo, Comité Ejecutivo, Secretaría de Desarrollo Económico del DF, Secretarías

de Turismo local y federal, etc.). A pesar de veinte años de esfuerzos por “rescatar” la zona, persisten señales de obvia ingobernabilidad como son: la privatización del espacio público por el comercio en vía pública, el deterioro de los monumentos por

su utilización como bodega a pesar de la prohibición de la ley, el caos vial por el no respecto a los distintos reglamentos, la imagen urbana que viola varios reglamentos de mobiliario e imagen urbana, etc.

Si bien se suele decir que esta situación de desgobierno se debe a la “falta de voluntad política” de los gobernantes, es de preguntarse si ello no refiere también,

por una parte a un insuficiente proceso de simplificación y coordinación de las competencias institucionales, y por la otra, a una enorme carencia en cuanto a la apropiación colectiva del patrimonio cultural urbano.

En este sentido, se tiene que reconocer que tanto la “participación social” (Art. 49°) como “la coordinación y concertación de acciones e inversiones entre los sectores público, social y privado” (Art. 51°) que la Ley General de Asentamientos Humanos asigna, entre otros aspectos, a la “protección del patrimonio cultural de los centros de población” son todavía asignaturas pendientes, no sólo en el Centro Histórico,

sino a nivel del conjunto de la ZMVM. En el tema del inventario del patrimonio, por ejemplo, si bien la catalogación se plantea siempre como una primera acción, esta no suele ser seguida de la difusión

amplia hacia la población, difusión sin la cual el acervo patrimonial difícilmente será objeto de apropiación social. Es decir, la catalogación tiene fuertes dificultades en desembocar sobre un proceso de apropiación colectiva, sin el cual no puede haber

sujeto patrimonial alguno. Estas carencias cuestionan radicalmente el concepto mismo de “patrimonio” cultural. Un patrimonio es algo que se protege porque se siente suyo (y no tanto por que se ha heredado). La conservación del patrimonio

implica necesariamente que este sea objeto de apropiación por parte de una comunidad.

En el caso del Patrimonio Cultural, esta necesaria apropiación patrimonial ha sido ejercida por un pequeño grupo de ciudadanos “ilustrados”: historiadores, arquitectos, intelectuales y artistas, que gozan de la educación necesaria para poder

reconocer y hacer suyos los valores del patrimonio histórico, artístico y cultural de la ciudad. Del mismo modo, muchos programas de conservación del patrimonio cultural se llevan a cabo bajo el impulso de un determinado liderazgo político, generalmente

por parte del presidente, del gobernador o del presidente municipal en turno; pero no son producto de una demanda social.

Amplios grupos sociales no dan todavía a la conservación del patrimonio cultural urbano la importancia, a veces la prioridad, que éste requiere porque no lo valoran suficientemente. Que el primer Cuadro del centro histórico de la ciudad de México

huela a orín, o que sus calles estén llenas de basura no refiere solamente a

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deficiencias en los servicios públicos; son también síntomas de la falta de una

apropiación colectiva de un espacio de valor patrimonial. En este sentido, se puede afirmar que el acceso al patrimonio cultural es socialmente muy desigual y que tiene que matizarse la afirmación según la cual el patrimonio cultural es una fuente

universal de identidad.7

A partir de esta constatación, se ha criticado la “simulación” ideológica que - al

esconder cierto gozo elitista del patrimonio cultural - pudiera existir en algunas formulaciones en torno al patrimonio cultural de “los mexicanos” o “de la humanidad”. Y frente a una Metrópoli que se caracteriza por su “multiculturalidad”,

algunos se preguntan ¿Qué sentido tiene pugnar por una protección de “patrimonio cultural” cuya finalidad sería la de construir una “mono identidad” cultural para sus 19 millones de habitantes?

En primer lugar, coincidimos con la propuesta formulada por García Canclini de reformular el concepto de “patrimonio cultural” en términos de “capital cultural”,

puesto que esta formulación permite, no sólo reconocer su apropiación desigual por parte de distintos sectores de la sociedad, sino también proyectarlo como un conjunto de bienes cuya valoración y aprovechamiento tiene que ver con el

desarrollo económico y social.

Pero, en segundo lugar, sería equivocar el diagnóstico si no se reconociera el papel

que varios elementos de dicho “patrimonio” juegan en la construcción, o permanencia, de identidades culturales locales, particularmente cuando se trata de componentes culturales más populares; de lo que se ha dado en llamar el “patrimonio cultural intangible”: gastronomía, música, artesanías, fiestas,

costumbres, etc. 8 La riqueza de las culturas locales, de los pueblos, barrios y colonias de la metrópoli

es asombrosamente cuantiosa y diversa. Solamente en el Distrito Federal, se celebran anualmente 548 fiestas religiosas. No es casual que la gran mayoría de estas celebraciones tengan lugar en delegaciones periféricas en donde existen

todavía un buen número de “pueblos”: Xochimilco (74), Milpa Alta (62), Cuajimalpa (48), Tlahuac (47), Iztapalapa (64) (FEECM, 2000: 102). Es decir existen en la ZMVM una multiplicidad de comunidades que representan a las culturas locales a

través de su comida (como San Pedro Actopan en Milpa Alta), de sus artesanías (municipio de Chiconcuac), de sus fiestas patronales, de sus mitos y costumbres.

Por lo general estas manifestaciones culturales son “vernaculares”, no pertenecen al patrimonio cultural “noble” cuyos vestigios muebles se encuentran en los museos. Pero lo que importa aquí destacar, es que casi siempre tienen una inscripción

7 “los bienes reunidos en la historia por cada sociedad no pertenecen realmente a todos, aunque formalmente parezcan ser de todos y estar disponibles para que todos los usen” (..) diversos grupos se apropian en formas diferentes y desiguales de la herencia cultural (García Canclini, 1990: 181). 8 "El patrimonio cultural de un pueblo comprende (..) las obras materiales y no materiales que

expresan la creatividad de ese pueblo: la lengua, los ritos, las creencias, los lugares y monumentos históricos, la literatura, las obras de arte y los archivos y bibliotecas". Conferencia Mundial sobre

Políticas Culturales, Mondiacult, UNESCO, 1982, ciudad de México. Declaración de México, párrafo 23).

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espacial sobre la cual se apoyan: un barrio, un templo, una plaza, un vestigio

arqueológico, un monumento, un árbol, un río, un “lugar”, es decir una gran diversidad de “hitos urbanos”, que por lo general no están registrados, si no es por una determinada comunidad. Algunos de ellos conforman nodos e hitos urbanos que

podrían ser recuperados en la estructuración de la ciudad, pero que por la falta de estrategias y de programas que los difundan y hagan accesibles a un público más amplio (creación de circuitos o “paseos culturales”, por ejemplo) son objeto de una

apropiación colectiva limitada. El desafío consiste en inscribir - con una fuerte legitimidad social - el patrimonio cultura urbano en los planes y programas de desarrollo de la metrópoli mexicana.

La necesidad de superar el enfoque meramente proteccionista, que marcó durante varias décadas las políticas públicas referidas al patrimonio cultural, y de plantear

que éste constituye una dimensión relevante del desarrollo económico, social y urbano, parece ser objeto de un consenso cada vez más amplio. En 1982, la importante Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales de la UNESCO planteó en

su Declaración final la “dimensión cultural del desarrollo”9. La misma Declaración afirma que “la cultura constituye una dimensión fundamental del proceso de desarrollo y contribuye a fortalecer la independencia, la soberanía y la identidad de las naciones” (inciso 10) y que la protección del patrimonio cultural permite a los pueblos afirmar su identidad cultural (inciso 25). Sin embargo, el grado

de deterioro y abandono en el cual se encuentra hoy en día una buena parte del patrimonio cultural urbano de la Zona Metropolitana evidencia que apelar solamente al patrimonio cultural como fuente de identidad colectiva, para sostener su rescate, protección y conservación, es necesario pero no suficiente.

En este sentido, si bien el actual Programa de Ordenación de la Zona Metropolitana del Valle de México parece hacer suya – aunque sin mayor claridad y fuerza – la

propuesta según la cual uno de los caminos para integrar el patrimonio cultural urbano a los procesos de ordenación territorial y de desarrollo urbano, le falta establecer con más fuerza que se trata de un recurso que debe ser incorporado a los

distintos programas estratégicos. La riqueza y la diversidad del patrimonio cultural urbano que posee la Zona

Metropolitana del Valle de México representa un recurso muy valioso, del cual quisieran disponer otras ciudades, y que hasta ahora no ha sido ni suficientemente valorado, y menos aprovechado en beneficio de sus habitantes. Para ello, es

indispensable consensuar entre los distintos poderes y niveles de gobierno, y con los organismos de la sociedad civil interesados, una re-conceptualización del patrimonio cultural, que supere la visión meramente proteccionista del mismo, concibiéndolo

como un “capital social” (pero también como recurso no renovable) cuyo aprovechamiento puede ser la base de la sustentabilidad de su conservación.10

9 Véase los incisos 10 a 16 del apartado “Dimensión cultural del desarrollo” de la Declaración de México. 10 Con ello, no hacemos más que reformular contenidos de la “Carta de Venecia” (1964) y

documentos de ICOMOS, según los cuales el uso de los inmuebles favorece su

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Concebir al Patrimonio Cultural Urbano como un recurso no renovable, lleva también

– como en el caso del patrimonio natural – a plantear la necesidad de un proyecto de desarrollo que sea sustentable, es decir que no se haga a expensas de la permanencia del patrimonio y su transmisión a las generaciones futuras. En este

sentido, la intuición de la UNESCO al vincular cada vez más Patrimonio Cultural y Patrimonio Natural se convierte, al analizar la problemática del desarrollo metropolitano de la ZMVM, en una herramienta conceptual de gran utilidad.

3. EL PATRIMONIO CULTURAL, FACTOR DE ORDENACIÓN TERRITORIAL

En su 19° reunión, la Conferencia General de la UNESCO consideró que “la salvaguardia de los conjuntos históricos y su integración en la vida de la sociedad contemporánea es un factor básico del urbanismo y la ordenación del territorio”. Tal consideración significa que la definición en torno al papel que está llamado a jugar el patrimonio histórico, social y urbano de las ciudades se vuelve un asunto de la

mayor importancia para la planeación estratégica del proceso de urbanización para las décadas venideras. De alguna forma, estos conceptos están presentes en la legislación nacional y local en materia de ordenación del territorio.

La Ley General de Asentamientos Humanos refiere que el ordenamiento territorial y el desarrollo urbano de los centros de población tendrá a mejorar el nivel y la calidad

de vida de la población mediante “XIV. La preservación del patrimonio cultural de los centros de población” (Art. 3°), lo cual la Ley considera de utilidad pública (Art. 5°). Sin embargo, las políticas institucionales para la preservación del patrimonio cultural son todavía excesivamente centradas sobre la conservación de monumentos

en forma aislada, y no a nivel de conjuntos o de zonas. Son todavía escasos los Programas Parciales de Desarrollo Urbano existentes en zona patrimoniales (Centro Histórico, Centro Alameda, La Merced, Santa María la Ribera). Si bien estos

Programas Parciales plantean soluciones muy valiosas para la conservación y el desarrollo del patrimonio cultural urbano de determinadas zonas de conservación patrimonial, es no menos evidente su carácter localista y su falta de referencia al

conjunto de la ciudad, incluso en el caso del Centro Histórico, a pesar de tener ese espacio una indudable dimensión metropolitana.

Esta carencia se debe en gran parte a que no existe, en los niveles superiores de la planeación metropolitana una visión de conjunto de como se inscribe la problemática del patrimonio cultural urbano dentro de los objetivos, estrategias y proyectos del

ordenamiento del territorial y el desarrollo integral de la ciudad. Podría pensarse que ello no significa carencia alguna, puesto que la gestión del patrimonio cultural urbano debe recaer mayormente en la responsabilidad de las autoridades locales, y

que - en todo caso - no constituye una problemática metropolitana. Si bien creemos que esta visión no es del todo adecuada, es no menos cierto que la forma atomizada, y no de conjunto, con la cual las instituciones y las políticas públicas

tratan el futuro de los miles de inmuebles, sitios y lugares patrimoniales registrados no ayuda a construir una visión metropolitana de la problemática.

mantenimiento, y que su conservación se ve beneficiada también al dedicarlos a un fin útil a la sociedad (véase Diáz-Berrio, 1986: 53).

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Los casi cuatro mil monumentos históricos registrados por el INAH en la ZMVM, los

8,000 inmuebles con valor artístico, las más de cuarenta zonas arqueológicas, las ocho zonas de monumentos históricos o las 180 zonas de conservación patrimonial relevadas por la SEDUVI en el Distrito Federal tienen como primera característica

impactante su diseminación dentro del espacio metropolitano. Pero si bien el patrimonio cultural urbano es, por su misma riqueza y diversidad, espacialmente disperso, llama la atención que, para la mayoría de los ciudadanos y en la opinión

pública, este mismo patrimonio aparece como extremadamente reducido y concentrado, o denso (para retomar una de las antinomias). En efecto, en las prácticas de los “viajeros” de la gran ciudad (es decir de sus habitante y no solo de

los visitantes) se acude a unos cuantos lugares: el Santuario de Guadalupe, Chapultepec (bosque, lago, zoológico y castillo), el Zócalo y su entorno monumental (catedral, palacio nacional).. tal vez la zona arqueológica de Teotihuacan. El acceso

de los habitantes de la ciudad a su patrimonio cultural urbano es limitado; y no sólo para las clases populares, también para los habitantes de Polanco o de Las Lomas.

Por desconocimiento y/o por falta de “práctica” de la riqueza patrimonial del la gran ciudad, la apropiación colectiva se reduce a algunos pocos “hitos urbanos”, aunque sea masivamente, mientras, la mayoría de los sitios (espacios o lugares)

patrimoniales se quedan con escasos visitantes. Esto tiene consecuencias también en los flujos de viajeros dentro de la metrópoli: pues los destinos de los paseos culturales se concentran en algunos puntos localizados, concentrados en la “ciudad

central” o “ciudad interior”. De hecho, el patrimonio cultural y su valor simbólico está concentrado en el llamado “Centro Histórico”, aunque hoy este “centro” se plantee como un “corredor” (Chapultepec- Reforma – Centro Histórico – La Villa)11.

Es decir, y a pesar de su enorme diversidad y gran diseminación dentro del territorio, el patrimonio cultural urbano - a escala de la metrópoli - tiene una expresión socio-espacial fuertemente monocentralizada. Esto no significa que este

patrimonio no esté soportando una multiplicidad de hitos y nodos urbanos, los cuales constituyen múltiples centralidades, pero estas se sitúan a escala del pueblo, del barrio, o de la colonia. En términos de Patrimonio Cultural, es cierto que la ZMVM

presenta múltiples centralidades periféricas, pero alrededor de un núcleo central dominante, que tiene características de centralidad metropolitana. Proponemos llamar a este espacio central “La Ciudad Histórica” (véase más adelante).

El análisis del papel que puede (y debe) jugar el patrimonio cultural urbano dentro del ordenamiento territorial de la metrópoli refiere entonces obligatoriamente,

mediado por su función simbólica, a la cuestión de la(s) centralidad(es) y de la estructuración socio-espacial de la urbe. La propuesta del Programa de Desarrollo Urbano del D. F. en 1976, después en 1980 y 1987 es la de estructura la ciudad en

base a centros y subcentros urbanos, con un relativo grado de autonomía y autosuficiencia, definidos como “concentraciones de equipamiento comercial y establecimientos de servicios públicos”.

11 Cada fin de semana, tres de cada diez visitantes al área de Chapultepec provienen del Estado de

México.

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Este esquema tenía una fuerte limitación: obedecía a una visión excesivamente

funcionalista (funciones de comercio y gobierno) y estaba bastante alejada del proyecto de una ciudad de pueblos, barrios y colonias, en gran parte porque no integraba conceptualmente ni prácticamente la realidad del patrimonio cultural

urbano de las comunidades locales. ¿ Como no reconocer que casi todos los “centros” y “subcentros” propuestos por el funcionalismo planificador coincidían con los centros patrimoniales correspondientes a la ubicación de los poblados

históricamente cargados de herencias culturales y sentimientos genuinos de identidad comunitaria (Azcapotzalco, Tacuba, Tacubaya, Mixcoac, Coyoacán, Iztacalco, La Villa, San Angel, etc.) ?

Esta propuesta planificadora pretendía hacer convivir, dentro de un mismo espacio (centro o subcentro) la centralidad comercial, la de los poderes (político-

administrativo y religioso) y la centralidad simbólica. Al no reconocer los conflictos de uso de suelo, y las luchas entre grupos de intereses económicos, por la generación y control hegemónico de los espacios de la(s) centralidad(es), el

planificador (via la zonificación de los usos mixtos) puso a competir los usos más rentables con los menos rentables, en particular el uso habitacional. Pero no solamente estas centralidades fueron perdiendo el uso habitacional, sino que el uso

comercial dominante fue eliminando también muchos elementos del patrimonio cultural urbano cuya preservación no obedece a la lógica de la ganancia.

Tales fueron las consecuencias nefastas de una visión planificadora que, a pesar de una estrategia correcta consistente en estructurar al espacio urbano en torno a distintas centralidades, al no incorporar la preservación del patrimonio cultural a dicha estrategia favoreció la generación de falsas centralidades mono funcionales,

hegemonizadas por la función comercial. En este proceso, el patrimonio cultural concentrado en los barrios y pueblos está desapareciendo silenciosamente, o bien permaneciendo marginado en algunas comunidades que lo valoran, o bien como

barrio-museo para el paseo dominical o el turista extranjero. En términos de las antinomias propuestas, la ZMVM es extremadamente vulnerable

en cuanto a su patrimonio cultural. Pero al no ser incorporado a las estrategias de estructuración espacial de la metrópoli se vuelve todavía más vulnerable, pues se impulsa su mayor deterioro, progresivo abandono y marginalización. La atención que

merecen algunas zonas patrimoniales, muchas veces gracias a su ocupación por sectores socio-económicamente más favorecidos (Coyoacán, San Angel), junto con el llamado “Centro Histórico”, no significa que se tenga un proyecto de ciudad que

integre al patrimonio cultural. En el corazón de este proceso de desconstrucción del patrimonio cultural urbano

está en juego la centralidad de la ciudad, entendida ésta no como un espacio físico (el “centro”), sino como una relación socio-espacial de los habitantes de la metrópoli: primero entre ellos mismos (el lugar de encuentro pluriclasista y

pluricultural) y con la ciudad (que es por antonomasia, el espacio de lo “público”). En este sentido la “perdida” progresiva del patrimonio cultural urbano va a la par con la pérdida de centralidad(es) y la progresiva privatización del espacio “público”

(tanto de la(s) plaza(s) como de las calles que a ella conducen).

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La ciudad de México es fragmentada, marcada por una fuerte segregación socio

espacial de sus espacios habitacionales y, cada vez más de sus espacios abiertos y equipamientos culturales. La metrópoli se encuentra cada vez más huérfana de esta función socio espacial fundamental que es la centralidad, y sin la cual es

prácticamente imposible que se construya y se reproduzca la sociabilidad urbana. Con el deterioro y marginación de no pocos de sus “centros”, pueblos y barrios históricos, la metrópoli va perdiendo mucho más que un conjunto de monumentos y

de espacios que son testimonios de su pasado histórico, arquitectónico y urbano. Está perdiendo el centro, la plaza, como espacio de encuentro entre generaciones, entre géneros y clases sociales. Los nuevos “centros” comerciales asumen, para

ciertos sectores, un papel falsamente socializador: la socialización del ghetto. Frente a ello, tiene sentido reivindicar el potencial del patrimonio cultural urbano

para la estructuración de la metrópoli en torno a centralidades tan diversas como las culturas locales mismas, en apoyo a una ciudad cada vez más policéntrica, y en contra de una ciudad estructurada en red de “corredores”, sean algunos calificados

de “culturales”. Estas centralidades periféricas mal sobreviven, pero podrían fortalecerse dentro de una nueva perspectiva de lo que la estructura metropolitana debe aportar al bienestar y calidad de vida de los habitantes.

El patrimonio cultural puede llegar a ser un estructurador de la zona metropolitana, en el sentido que contribuye a crear una verdadera ciudad y no unos suburbios

interminables y sin alma como los suele producir la expansión periférica incontrolada. La expansión acelerada de la(s) periferia(s) ha tenido como consecuencia, desde hace por lo menos cincuenta años, la desarticulación de muchas centralidades y de muchos espacios de sociabilidad e identidad comunitaria,

en particular de los “pueblos conurbados” (CONAPO, 1998: 42), es decir los asentamientos (varios de ellos prehispánicos) que se han ido incorporando (por vialidad, proximidad, relaciones económicas, desplazamientos pendulares cotidianos,

etc.) a la Zona Metropolitana. Muchos de estos pueblos, en las delegaciones rurales del Distrito Federal y en los municipios conurbados del Estado de México siguen gozando de un rico patrimonio cultural, “tangible e intangible”, cuyo inventario está

todavía en gran parte por hacer pero que encierra un enorme potencial para el desarrollo urbano, económico y también socio cultural.

Según el mismo estudio del CONAPO, el 8.7% de la población metropolitana vivía en 1990 en estos pueblos: más de 1.3 millones de personas. Diez años después, son más de 3 millones. Es decir los pueblos conurbados están captando un importante

porcentaje del crecimiento del área urbana. Es urgente que este proceso sea regulado con un programa de desarrollo urbano y ordenación territorial de los pueblos conurbados. De lo contrario, puede esperarse una destrucción de una parte

importante de su patrimonio histórico inmueble, en particular de su arquitectura vernácula, y un fuerte deterioro de sus espacios abiertos.

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4. LA “CIUDAD HISTÓRICA” COMO CENTRALIDAD METROPOLITANA

El llamado “Centro Histórico” de la Ciudad de México es una Zona de Monumentos Históricos creada por un Decreto presidencial del 9 de abril de 1980, el cual delimita

una zona de 9.1 km2 que comprende alrededor de 1,500 inmuebles catalogados por el INAH, y que fue inscrita en 1987 en la lista del Patrimonio Mundial por la UNESCO. Este espacio fue, hasta mitad del siglo XIX, la totalidad de la Ciudad de

México. La expansión urbana de la capital de la República se realizó progresivamente

alrededor del la antigua ciudad, siguiendo una lógica de ejes: las avenidas Reforma e Insurgentes, las carreteras hacia Puebla, Pachuca y Querétaro, pero también las vías de ferrocarril (CONAPO, op. cit., capítulo 3). Para finales del siglo XIX y

principios del siglo XX, se estaba ya llevando a cabo una auténtica reforma urbana: las casas de "vecindad" sustituyeron las casonas señoriales abandonadas por sus propietarios para las entonces afueras de la ciudad; se construyeron grandes obras

públicas, servicios urbanos básicos, líneas de transporte, equipamientos sociales, etc:, mientras surgían hacia el poniente y el sur nuevos desarrollos inmobiliarios para una población de mayores recursos, y se expandían hacia el norte y el oriente

las colonias “proletarias”.

Pero a pesar de esta expansión periférica, lo que llamamos hoy el Centro Histórico

se mantuvo como centro político-administrativo, cultural-universitario, financiero y comercial durante varias décadas. En los años 1960, el crecimiento acelerado de la aglomeración fue desplazando progresivamente varias funciones del “Centro Histórico” hacia otras zonas. A partir de entonces, el Centro Histórico empezó a

despoblarse y perdió varias funciones de centralidad en un contexto de desarrollo urbano cada vez más de dimensión metropolitana; el deterioro urbano de sus barrios populares se fue acentuando, y el “Centro Histórico” se fue reduciendo en el

imaginario colectivo, al “primer Cuadro” monumental. Con todo, subsisten prácticas sociales con escala metropolitana: el área sigue siendo un centro comercial de primera importancia para toda la aglomeración y hasta el país; el Zócalo sigue

representando el lugar por excelencia de la participación o protesta ciudadana; y la zona sigue siendo un lugar de paseo dominguero para las clases populares.

Las primeras iniciativas públicas de protección del Centro Histórico surgieron en los años 1980, con el Decreto presidencial mencionado, la creación de diversas instituciones específicas para el rescate del Centro. Los sismos de 1985, que

afectaron al “centro” de la ciudad generaron un exitoso, y en parte innovador, programa de reconstrucción y rehabilitación habitacional, del cual se beneficiaron 13,562 viviendas del Centro Histórico. Otra iniciativa pública destacable fue la puesta

en marcha del Programa "Échame una Manita" entre 1991 y 1994, con un conjunto de instrumentos técnicos, financieros, fiscales y administrativos, que logró la rehabilitación de 867 edificios, catalogados en su mayoría. Sin embargo, la zona

sigue padeciendo dinámicas socio-espaciales marcadas por el despoblamiento, el deterioro físico y la pérdida de varias de sus funciones centrales, en un contexto de desarrollo urbano periférico desarticulado y huérfano de una centralidad

metropolitana claramente definida, si no es por su carácter de "histórica".

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El Centro Histórico requiere de un plan de conjunto a largo plazo, ampliamente

consensuado, y que establezca con claridad cuál es el papel que se quiere juegue este espacio estratégico de la ciudad a nivel de la metrópoli en su conjunto. Sin esta definición, la mayoría de los problemas estructurales que afectan este espacio

(degradación del patrimonio edificado con uso habitacional, implantación cada vez más hegemónica del comercio mayorista y de las bodegas, congestionamiento vial e inaccesibilidad del área, deterioro de la red de plazas y jardines, deterioro ambiental,

entre otros) no podrán enfrentarse con algo de éxito. Un solo ejemplo: la difusión de bodegas en casi todo el Centro Histórico no puede resolverse sino es a través de un programa de almacenamiento, transporte de carga y abasto para productos no

perecederos (en particular zapato y ropa), a escala metropolitana. La metrópoli del Valle requiere un claro proyecto de ciudad para su desarrollo. En

este contexto, el Centro Histórico de la Ciudad de México adquiere una gran relevancia, pues a pesar de la pérdida relativa de su importancia en la economía de la ciudad y su despoblamiento, constituye un centro simbólico de mayor importancia

de la metrópoli y del país. Reúne un patrimonio construido de gran riqueza histórico, arquitectónica, y urbanística con potencialidad suficiente para redefinir la centralidad metropolitana. La construcción de la nueva centralidad del Centro Histórico de la

Ciudad de México debe iniciar con el óptimo aprovechamiento de su riqueza, de su patrimonio histórico y de su contexto urbano, de manera tal que ofrezca una alternativa viable para la refundación de la Antigua Ciudad de México, con cabida

para todos los sectores de la población, con la mayor diversificación económica posible, bajo el principio de fomentar un centro plurifuncional de gran heterogeneidad de población residente, usuarios, actividades y usos del suelo, que garantice la sustentabilidad social y económica de su territorio.

Una medida que ayudaría a que el Centro Histórico se convierta en un elemento estratégico para la estructuración de la metrópoli, consiste en ampliar sus límites

hacia todas aquellas áreas circundantes que comparten con él las características de una centralidad metropolitana. La delimitación actual del área patrimonial del Centro Histórico buscó fundamentalmente proteger el patrimonio histórico de la ciudad

colonial y no incorporó áreas que se urbanizaron a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, importantes por su traza y por contener un importante número de edificios históricos (colonias Guerrero, Santa María la Ribera, Cuauhtémoc, Condesa

y Roma). En estos sectores situados al oeste y suroeste del actual Centro Histórico, se han perdido numerosos edificios de valor histórico y artístico y han surgido un gran número de construcciones "modernas", frecuentemente de escaso valor

arquitectónico y en ocasiones de gran volumen y altura, particularmente a lo largo de la avenida Reforma.

No se trata, sin embargo, de impedir el desarrollo inmobiliario en estos sectores urbanos sino de “establecer una nueva zona de protección patrimonial más congruente con la estructura real - histórica y actual - de la ciudad" (Díaz-Berrio,

1996), mediante una extensión del actual perímetro del "Centro Histórico". De esta necesidad de ampliar el actual perímetro del Centro Histórico, surge la idea de crear la "Ciudad Histórica de México", cuyos límites propuestos se señalan en el plano Nº

3.

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La nueva extensión patrimonial que se propone incluiría - además de las colonias

antes señaladas - al bosque de Chapultepec12. Considerado como sitio de valor arqueológico, como "jardín histórico" con 700 años de antigüedad y como testigo de sucesos históricos nacionales de primera importancia, el bosque constituye hoy en

día un espacio urbano de excepcional valor cultural, por lo que ha sido propuesto para ser declarado "Patrimonio Natural y Cultural de la Humanidad”. Dicha área, alberga también la Residencial Oficial de los Pinos.

Además de ser declarada "área de conservación patrimonial", en el marco de la Ley General de Desarrollo Urbano del Distrito Federal, la “Ciudad Histórica de México”

debería también ser reconocida por las instituciones federales responsables de la conservación del patrimonio cultural, mediante una modificación al decreto presidencial de 1980. Sin embargo, desde el punto de vista del futuro arreglo político

administrativo del Distrito Federal, la delimitación de lo que denominamos "Ciudad Histórica de México", debería también responder a otros tipos de consideraciones. En primer lugar, habría que considerar la pertinencia de sus límites en relación con

el rediseño territorial de las tres delegaciones sobre el territorio de las cuales se constituiría la “Ciudad Histórica”. En la propuesta aquí presentada, la “Ciudad Histórica” tendría una extensión de 25.2 km2, que ocuparía el 59% del territorio de

la actual Delegación Cuauhtémoc, el 9% de la Delegación Venustiano Carranza y el 5% de la Delegación Miguel Hidalgo.

En segundo lugar, dada la enorme carga simbólica y política de esta nueva unidad territorial, su constitución como demarcación político administrativa sería de un gran significado tanto para la ciudad de México como para la Nación entera. Significaría la

recuperación de un patrimonio cultural que sin lugar a dudas es de todos los mexicanos, hasta el punto de que su territorialidad específica podría constituirse en "la ciudad capital" de la nación mexicana, entendida ésta "capital" como el espacio

generador de identidad - y por ende de unidad - nacional.

5. ELEMENTOS DE PROSPECTIVA Y PROYECTOS ESTRATÉGICOS

a) A la luz del diagnóstico presentado y de seguir el manejo del patrimonio cultural en su estado actual, la perspectiva para el año 2020 es bastante pesimista: se calcula que desaparecerá una parte importante del patrimonio

cultural en las zonas y sitios patrimoniales de las delegaciones y municipios periféricos, si bien varios de ellos serán objeto de inversiones y programas en las cuatro delegaciones centrales, incluyendo al área del “Centro Histórico” que es más rentable para las inversiones privadas (es decir, el poniente de los

perímetros “A” y “B”). b) El conocimiento y la difusión del patrimonio cultural urbano se incrementarán,

en parte por las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías para la actualización permanente y amplia difusión del inventario. En este sentido nos permitimos sugerir un instrumento concreto que complemente y articule los

12 Nos referimos a lo que se conoce también como “1° Sección” (277 hectáreas)

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trabajos de catalogación que seguirán estando llevando a cabo el INAH, el

INBA y la Dirección de Sitios Patrimoniales de la SEDUVI. Se trata de la elaboración de un Atlas Cultural de la Zona Metropolitana del Valle de México.

Hablamos de un “Atlas”, en primer término porque es cada vez más urgente que los distintos actores sociales tengan fácil acceso a la cartografía del Patrimonio arqueológico y del Patrimonio Histórico y Artístico Inmueble. En

efecto, es de esperar que los conflictos en torno a los permisos de edificación VS la protección del patrimonio serán cada vez más frecuentes. De la misma manera que se tiene un Atlas de Riesgos que guía la acción de los

desarrolladores inmobiliarios y constructores, es ya imprescindible el poder contar con un instrumento similar para el patrimonio cultural inmueble, lo mismo que para los vestigios arqueológicos (en particular los que todavía no

están a cielo abierto). De hecho, este Atlas Cultural podría también diseñarse como un Atlas de

riesgo del Patrimonio Cultural, señalando las dinámicas urbanas que pueden llegar a afectarlo, los antiguos caminos y lugares a respetar por parte de las nuevas vialidades, las normas constructivas vigentes, etc.. El concepto de Atlas

refiere también al de rutas y caminos, como los que hemos mencionados en cuanto a “rutas culturales”, pero más ampliamente, a la localización espacial de los recursos del patrimonio cultural

Además de representar un inventario exhaustivo del patrimonio cultural urbano, tangible e intangible, del Valle de México, el Atlas permitiría diseñar programas por zonas y conjuntos patrimoniales, y hacer más utilizable para los

planeadores y la población en general la base de datos del inventario (sino, ¿qué hacer con 4,800 fichas de monumentos, y otras tantas en torno a gastronomía, música, danza, fiestas patronales, tradiciones, etc..?).

c) En cuanto al tema conflictivo de las regulaciones institucionales, creemos por

una parte que la gestión metropolitana será cada vez más una realidad, y que

en materia de patrimonio cultural es recomendable empezar desde ahora la tarea de homologación de leyes y reglamentos locales, tal vez de instituciones, entre el DF y el estado de México. Por otra parte, sugerimos estudiar la

conveniencia de crear una comisión metropolitana del patrimonio cultural, cuyas primeras tareas podrían ser la elaboración del Atlas Cultural, y la de homologación.

d) La metrópoli del Valle de México, requiere de un claro proyecto de ciudad que

incorpore el futuro de lo que hoy conocemos como “centro histórico de la

ciudad de México”. Dentro de una estructura claramente poli-céntrica tendrá que consolidarse una “Ciudad Histórica”, estructuradora de la centralidad metropolitana. A pesar de la pérdida relativa de su importancia en la economía

de la ciudad y su despoblamiento, constituye un espacio simbólico de mayor importancia para la metrópoli y el país. Reúne un patrimonio construido de gran riqueza histórico, arquitectónica, y urbanística con potencialidad

suficiente para redefinir la centralidad metropolitana. La construcción de esta

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nueva centralidad metropolitana debe fundamentarse sobre el óptimo

aprovechamiento de su patrimonio cultural urbano, de manera tal que pueda albergar diversos sectores de la población, con la mayor diversificación económica posible, bajo el principio de fomentar una “ciudad histórica” pluri-

funcional, con una suficiente heterogeneidad en cuanto a población residente, usuarios, actividades y usos del suelo, que garantice la sustentabilidad social y económica de su territorio.

e) La metrópoli seguirá transitando de una economía industrial hacia una

economía comercial y de servicios. Hasta ahora, este proceso se ha dado en

una proporción significativa en el mal llamado “sector informal”, el cual se reproduce y expande cada vez más en el “centro histórico” y otros nodos e hitos urbanos que constituyen las zonas patrimoniales de antigua urbanización.

Sin que podamos esperar en el corto y mediano plazo una expansión muy importante del turismo cultural en el país, pensamos que la riqueza y

diversidad del patrimonio cultural de la metrópoli del valle de México la sitúan potencialmente a nivel de los más importantes destinos turísticos del mundo.13 Con las debidas precauciones que se han recomendado en múltiples

conferencias nacionales e internacionales durante estos últimos años14, el turismo puede ser una fuente de riqueza, además de favorecer la auto-sustentabilidad de muchas zonas patrimoniales que por ahora están

condenadas a desaparecer por falta de inversión pública, privada y/o comunitaria. Sin embargo, el “turista” seguirá siendo mayoritariamente el propio habitante

de la gran ciudad. Si se le induce a descubrir la enorme variedad patrimonial que está cerca de su casa o de su trabajo. Si se le propone más recorridos culturales y si se invierte más recursos en la educación patrimonial de las

nuevas generaciones. La valorización del patrimonio cultural por parte de la población metropolitana tendrá varios impactos positivos:

- generará un mayor número de atractivos, volviéndolos más cercanos al domicilio de la población residente, evitando así tiempos de transporte excesivos para todos y el congestionamiento de los sitios monumentales

tradicionales (La Villa, Zócalo), además de producir cierta derrama económica hacia las comunidades;

- será fuente de identidad para los habitantes de los pueblos en los municipios conurbados, en gran parte emigrantes desarraigados provenientes del resto del país. (hoy en día existe una tendencia general a la desaparición de las

culturas de arraigo y tradición local).

13 Habría que revisar las estadísticas actuales que hacen pensar en flujos de turistas

millonarios, cuando en realidad el mayor porcentaje corresponde al mal llamado “turismo de negocios” 14 Véase en particular las ponencias y conclusión de 6° Taller de Imagen Urbana en ciudades turísticas con Patrimonio Histórico celebrado en la Ciudad de Campeche en el 2000 (página Web del INAH)

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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PLANO N°1 ZONAS DE CONSERVACIÓN PATRIMONIAL EN EL DISTRITO FEDERAL

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PLANO N° 2 LOS TRES PROGRAMAS PARCIALES DE DESARROLLO URBANO DENTRO DEL PERÍMETRO DEL CENTRO HISTÓRICO DE LA CIUDAD DE MÉXICO

Plano N° 3

PERÍMETRO PROPUESTO PARA LA “CIUDAD HISTÓRICA DE MÉXICO”

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RENE COULOMB B. es Licenciado y Maestro en Sociología por la Universidad de Lyon, Francia y Doctor en Urbanismo por el Instituto de Urbanismo de París. Desde 1990 es miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México (SNI). Profesor

Distinguido de la Universidad Autónoma Metropolitana, ha sido entre 1982 y 2018 Profesor Investigador Titular en el área de Sociología Urbana del Departamento de Sociología de la misma Universidad, plantel Azcapotzalco, profesor y coordinador de la

Maestría en Planeación y Políticas Metropolitanas, en donde coordinó entre 1991 y 1998 el “Observatorio Urbano de la Ciudad de México, OCIM”.

Entre 1979 y 1997 fue miembro fundador y coordinador de proyectos de investigación en el Centro de la Vivienda y Estudios Urbanos, A.C., CENVI. De enero de 1998 a diciembre de 2001 fue Director General del Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México; y a partir de febrero de 2002 es Director General de Grupo Ciudad y Patrimonio A.C.

Es autor de 108 artículos en revistas y libros colectivos, y ha coordinado la publicación de 12 libros sobre temas referidos al desarrollo urbano de las grandes ciudades, la gestión urbana, las políticas habitacionales, la problemáticas de los centros históricos,

la autogestión urbana y los movimientos sociales urbanos. Durante los últimos años se ha especializado en la problemática de las ciudades históricas y la protección del Patrimonio Cultural Urbano.