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Babelia 961 Babelia 961 NÚMERO 961. EL PAÍS, SÁBADO 24 DE ABRIL DE 2010

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INVENTÓ LA frivolidad como una acti-tud estética ante la vida y dictaminóque la esencia de las cosas sólo estáen los envases. Este creador fue Andy

arhol, nacido en Pittsburgh, Pennsylva-nia, en 1928, hijo de un minero del car-bón, emigrante eslovaco. Después de bau-tizarse en el rito católico bizantino el niñoa los 13 años obtuvo la enfermedad delbaile de san Vito, que le forzaba a moverlas cuatro extremidades de forma incon-trolada. Proscrito por sus compañeros decolegio debido a su rara pigmentación dela piel, postrado en cama largo tiempo yprotegido en exceso por su madre, el pe-queño Andy sólo halló salida alimentán-dose de héroes del cómic y de prospectoscon los rostros de Hollywood, una mito-manía de la que ya no se recuperó.

Tampoco está claro que superara elsíndrome del baile de san Vito, si se tieneen cuenta que, instalado en 1949 en Nue-va York, no paró de moverse el resto de suvida en medio de un cotarro frenético dearistócratas excéntricos, artistas loquina-rios, bohemios, drogadictos, modelos yotras aves del paraíso a los que, comogurú de la modernidad, comenzó a otor-gar a cada uno los 15 minutos de famaque les correspondían y por los que algu-nas de estas criaturas estaban dispuestasa morir y a matar, como así sucedió.

Al principio Andy Warhol se dedicó ala publicidad, a ilustrar revistas y a dibu-ar anuncios de zapatos, pero hubo un

momento en que ante una botella de co-cacola, un bote de sopa, un billete dedólar y el rostro de Marilyn tuvo una pri-mera revelación. Pensó que ciertas figu-ras y productos comerciales eran los ver-daderos iconos de la vida americana yhabía que introducirlos en el territoriosagrado de la cultura y del arte. El pop-artque acababa de inventar necesitaba unfundamento filosófico y todo gran despar-pajo lanzó al mundo este manifiesto: lacocacola iguala a todos los humanos. “En

mérica los millonarios compran esen-cialmente las mismas cosas que los po-bres. Ningún dinero del mundo puedehacer que encuentres una cocacola mejorque la que está bebiéndose el mendigo enla esquina. Todas las cocacolas son la mis-ma y todas son buenas. Liz Taylor lo sabe,el presidente los sabe, el mendigo lo sabe

tú lo sabes”.Su filosofía de la superficie de las co-

sas se presentó en sociedad en 1954, enuna exposición de la galería Paul Bian-chinni, en el Upper East Side, titulada ElSupermercado Americano, montada co-mo una tienda de comestibles con pintu-ras y pósters de sopas, carnes, pescados,frutas y refrescos, mezclados con esasmismas mercancías auténticas en los es-tantes. La diferencia estaba en el precio.Un bote de sopa valía dos dólares en larealidad y costaba dos mil en la represen-tación. Hoy un dólar es un dólar, pero siel billete está pintado por Warhol vale enuna subasta seis millones de dólares.

Andy siguió añadiendo al arte más ico-nos de la vida americana, la silla eléctrica,el revólver, las cargas de la policía contralos manifestantes de los derechos huma-nos, los coches, los botes de sopa Camp-bell, los rostros de las celebridades deHollywood, mientras a su alrededor seiba condensado un grupo de seres extra-ños, que eran mitad cuerpo humano real

el resto ficción o decoración. Todos re-voloteaban alrededor de su estudio, la fa-mosa Factoría, en la Calle 47 y la Séptima

venida, empapelado por entero con pa-pel de aluminio.

El salto cualitativo lo dio este artistaante el caso extraordinario de una exposi-ción de 1964 en Filadelfia cuando por unpercance del transporte no llegaron atiempo los cuadros a la galería para lainauguración. El público llenaba la salacon las paredes desnudas y Andy desde

un altillo descubrió que aquel espacio separecía a una pecera llena de crustáceosque se movían en un baile de san Vito,excitados unos por otros, como únicafuente de energía. A nadie le importabanlas pinturas. La expectación sólo la propor-cionaba la presencia del artista rodeadode sus criaturas, a las que todo el mundotrataba de parecerse. En ese momento tu-vo Warhol su segunda revelación. La úni-ca forma de existir consistía en reflejarseen el espejo del otro. Si una cocacola o unbote de sopa Campbell es un icono ameri-cano, ¿por qué no puedo serlo yo? Noimportaba lo que había pintado, su verda-dera creación eran aquellos extraños se-res que había conseguido reunir entre cua-tro paredes blancas y que no se parecíanen nada al resto de los habitantes de Nue-va York, sino sólo a sí mismos como tribu.El rostro blanco con polvos de arroz, ador-nada la cresta roja con plumas de marabúy el cuerpo anoréxico alicatado con crista-les de colores, de esa tribu formaban par-te Valerie Solanas, feminista radical, viola-da por su padre, perdida desde los 15años como una mendiga por las calles deManhattan, que había escrito un guióntitulado Up your ass (Mételo por el culo);Edie Sedgwick, hija de un millonario cali-forniano, nacida en un rancho de 3.000acres, que desembarcó en Nueva Yorkcomo modelo con toda su belleza anfeta-mínica, acogida por su abuela en un apar-tamento de 14 habitaciones en Park Ave-nue; la cantautora Nico, la actriz Viva,Gerard Malanga, Ultra Violet, Freddie Her-ko, Frangeline, el escritor John Giorno, elcineasta Jack Smith, el grupo de músicaThe Velvet Underground, Lou Reed, laschicas del Chelsea y un resto de jovenzue-los sin nombre pintarrajeados que entra-

ban y salían de La Factoría, muchos deellos dedicados sólo a mear sobre unasplanchas de cobre para conseguir con laoxidación de la orina unos matices insos-pechados en los grabados, a los que a ve-ces se añadía mermelada de frambuesa,chocolate fundido y semen humano. Erasu parte en el cuarto de hora de fama.

Esta frenética cabalgada hacia el vacíoimpulsada con películas underground, ex-perimentos con drogas, sexo en los ascen-sores, gritos en la noche, sobredosis enlos retretes, que constituía la modernidadde los años sesenta en Nueva York, termi-nó abruptamente cuando el 3 de junio de

1968 Valerie Solanas, pasada de rosca, en-tró en La Factoría dispuesta a que Warholle devolviera el guión que le había entre-gado. No estaba dispuesto a rodarlo, leparecía demasiado obsceno, pero lo cier-to es que lo había perdido. Mételo en elculo. Fue suficiente para que Valerie saca-ra un revólver, el mismo que el artistahabía pintado como icono, y le sirvieratodo el cargador, seis balazos, uno de loscuales le atravesó el cuerpo y casi lo llevóa la sepultura, de la que fue rescatadodespués de una operación quirúrgica decinco horas, cuyas cicatrices se convirtie-ron en un póster. “Tenía demasiado con-trol sobre mi vida” —dijo Valerie en eljuicio—. Pero la fama siempre encuentraa otro más famoso. Este hecho fue oscure-cido por el asesinato de Robert Kennedunos días después. Se acabó el baile desan Vito. Desde entonces Warhol parecíaun hombre de cartón piedra, decían lasaves del paraíso que revoloteaban sobresu peluca plateada. Por otra parte EdieSedgwich también se había destruido.

Una mañana apareció muerta en la camaahíta de barbitúricos. Sólo Basquiat, elnegrito grafitero, rescatado por Warholsalió disparado hacia la gloria.

Ser ante todo visible y hacer del espíri-tu un buen envase exterior fue lo queaportó Andy Warhol al mundo del arte.Por eso este artista diseñó también sufuneral, celebrado en la iglesia bizantinadel Espíritu Santo de Pittsburgh el 22 defebrero de 1987. Su féretro era de broncemacizo con cuatro asas de plata. Warholllevaba puesto un traje negro de cachemi-ra, una corbata estampada, una pelucaplateada, gafas de sol con montura rosa,un pequeño breviario y una flor roja enlas manos. Según las crónicas, en la fosasu amiga Paige Powell dejó caer un ejem-plar de la revista Interview y una botellade perfume Beautiful de Estée Lauder. Pu-do haber añadido un bote de sopa Camp-bell, un billete de dólar, una cocacolaun revólver. Toda América. �

Seis balas para Andy WarholUna botella de cocacola, un bote de sopa, un billete de dólar, un revólver, la silla eléctrica, el rostro de Marilyn… Serante todo visible y hacer del espíritu un buen envase exterior fue lo que aportó el inventor del pop-art al mundo del arte

Andy Warhol muestra sus cicatrices en una fotografía de Richard Avedon.

No importabalo que había pintado,su verdadera creacióneran aquellos extrañosseres que se parecían sóloa sí mismos como tribu

MITOLOGÍAS Por Manuel Vicent

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� El blog de Babelia en ELPAÍS.com incluye noticias, comentarios, análisis, recomendaciones, imágenes yvoces del mundo de la literatura, las artes plásticas, el cine, el teatro y la música.

CADA VEZ QUE muere un soldado en Afganistán, corro auna librería para ver si, entre las novedades, hay algunanovela que aborde, de una maldita vez, el tema de laimplicación española en ese conflicto. Y siempre mellevo una decepción. Me ocurre lo mismo cuando bus-co obras de ficción que, habiendo pasado el suficientetiempo como para hacerlo con la perspectiva necesa-ria, traten sobre la presencia de nuestras tropas en Irak,aunque en estos casos encuentro algunas honrosas ex-cepciones, como Invasor de Fernando Marías, Las ceni-zas de Bagdad de Antonio Lozano y Sin cobertura deEduardo Martín de Pozuelo y Jordi Bordas. Han pasadoseis años desde el repliegue de nuestras tropas enaquel país y, que yo sepa, sólo existen esas tres novelassobre un tema que llevó a todos los españoles a la calle,que motivó el mayor atentado de nuestra historia, quederrocó todo un gobierno… ¡Sólo tres novelas! Y, claro,ya en la tienda, acabo comprando alguno de los librosescritos por corresponsales de guerra, como El hombremojado no teme la lluvia, de Olga Rodríguez, o Ningu-na guerra se parece a otra, de Jon Sistiaga, y agradecien-do al periodismo lo que la literatura me niega.

A raíz de la muerte del soldado John Felipe Romero,víctima noventa y uno de las tropas españolas en laguerra de Afganistán (sí, he dicho guerra), he tratado dedescubrir por qué los novelistas se despreocupan de untema capital para nuestra historia y, tras hablar conescritores, editores y periodistas, he obtenido una re-puesta: a los ciudadanos de este país les importa trespepinos lo que pase en la Cochinchina y, por exten-sión, a los narradores les ocurre lo mismo. Pero tam-bién me han dado otros motivos. Alguien me ha dichoque los escritores vivimos —me incluyo— tan ensimis-mados que somos incapaces de levantar la cabeza paramirar qué ocurre realmente a nuestro alrededor. Otraspersonas me han asegurado que el problema está en elMinisterio de Defensa, que no facilita el acceso a infor-mación veraz. También me han comentado que la Gue-rra Civil continúa siendo una inmensa gamuza que sepuede seguir escurriendo. Y el mejor argumento detodos, dado por un editor, ha sido que los conflictoscontemporáneos, al contrario que Vietnam o la II Gue-rra Mundial, no venden.

Yo no sé si todas estas razones justifican la indiferen-cia de los escritores ante un drama de estas proporcio-nes, pero estoy convencido de que en España persisteuna actitud francamente absurda ante las escaramuzasocurridas más allá de nuestras fronteras. Hace unassemanas, hablando con una autora de mucho presti-gio, le comenté que estaba dándole vueltas a la idea deescribir sobre la guerra de Irak y ella, muy indignada,respondió: “Pues yo fui a las manifestaciones en contrade esa guerra”. ¡Como si yo hubiera ido a las a favor!Pero lo que realmente subyacía bajo sus palabras erauna actitud muy española: no interesarse por aquellosobre lo que se está en contra.

Gracias a Dios que los corresponsales no actúanigual. A ellos tampoco les gusta la guerra (al menos, a lamayoría), pero hacen lo que pueden por no cerrar losojos ante una realidad que, cada cierto tiempo, escupesangre sobre el silencio. �

Álvaro Colomer (Barcelona, 1973) es autor de la novela Los bosquesde Upsala (Alfaguara. Madrid, 2009. 216 páginas. 18 euros).

� Lectura exclusiva Babelia adelanta este lunes el prólogo de Claudio Magris sobre Necrópolis(Anagrama), del autor esloveno Boris Pahor, considerada como una gran novela del Holocausto.

� Encuentro digital Francisco Ferrer Lerín, reciente ganador del Premio de la Crítica en Poesía por supoemario Fámulo (Tusquets), charlará con los lectores el miércoles a las seis de la tarde.

La mancha delsilencio

EN PORTADAL. Magi / G. Altares / A. Intxausti / C. Sánchez-Andrade / F. Jarque / Á. Pons / J. Valenzuela / N. Barrios 4

El boom del cómic periodístico El empuje del periodismo gráfico en los últimos años viene de la manode un grupo de reporteros-dibujantes que narran desde su experiencia personal los conflictos que asuelan el mundoy también los dramas y las alegrías de la vida cotidiana. Notas al pie de Gaza, la obra de Joe Sacco sobre la tragedia dela franja, y Blast, el nuevo libro del francés Manu Larcenet, son ejemplos del auge de lo que algunos han calificado yacomo un nuevo género. Estos y otros libros se podrán ver en el Salón del Cómic de Barcelona entre el 6 y el 9 demayo (www.ficomic.com). Portada: ilustración realizada para Babelia por Joe Sacco (Malta, 1960)

IDA Y VUELTA Hilos cortados Antonio Muñoz Molina 10

EL LIBRO DE LA SEMANA Entrevista con Colum McCann Andrea Aguilar 11

Las flores del maldito Vicente Molina Foix / Lluís Satorras 12

Luis Rosales. 100 años del serio alegre Elisa Silió 13

La constitución de 1931, de Santos Juliá Andrés de Blas Guerrero 14

PENSAMIENTO La ciencia y los políticos José Manuel Sánchez Ron 16

SILLÓN DE OREJAS El mono artístico Manuel Rodríguez Rivero / Max 17

ARTE La fotografía ya no refleja la realidad Alberto Martín 20

EXTRAVÍOS Miniatura Francisco Calvo Serraller 21

PURO TEATRO Historias de anteayer Marcos Ordóñez 22

MITOLOGÍAS Seis balas para Andy Warhol Manuel Vicent 23

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+ .com

Babelia961Álvaro Colomer

Eugénesis sin fronteras,imagen del libro La

cámara de Pandora, deJoan Fontcuberta.

SUMARIO

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SOBRE EL PAPEL, el proyecto Dictadu-ra-Transición-Democracia, que aca-ba de estrenarse en el Lliure, nopodía ser más ambicioso: por la am-

plitud del periodo elegido (de 1962 a 1989) ypor la diversidad de autores/directores con-vocados. Reglas del juego: todos ellos de-bían escribir/dirigir un texto breve sobre laEspaña del momento en que nacieron paraser interpretado por un único elenco de ac-tores. Excepciones: Xavier Albertí dirige elepisodio de Lluïsa Cunillé y Roger Bernatemplea a una única actriz del reparto, AgnésMateus. Así pues, tenemos cuatro generacio-nes (Cunillé/Albertí, Roger Bernat, Jordi Ca-sanovas y el tándem Nao Albet/Marcel Bo-rrás, que también actúan), cuatro piezas yotros tantos espacios independientes, re-creados (¡olé!) por Montse Amenós, que elespectador ha de recorrer como si de la visi-ta a un museo se tratase.

Primera parada: 1962. Cunillé y Albertícocinan un sainete esperpéntico pasado decondimento. No basta con la enumeraciónde fetiches para dibujar una época: másbien sobra. Embuchados como en una mor-cilla a punto de reventar, se agolpan Ra-phael en el Festival de Benidorm (¡pobreRaphael, convertido siempre en el Ángel Ne-gro del franquismo!), las murallas de Ávila,la Sexta Flota, Bonanza, el Contubernio deMúnich, el Atado y bien Atado, el Negritodel Cola-Cao y otros banderines. Brossa lo-gró una pequeña obra maestra en El sarau,que precisamente transcurría durante la ne-vada de 1962, pintando un paisaje moral através de frases hechas y lugares comunes,pero allí había humanidad y aquí diseca-ción, personajes estereotipados y huecos,atravesados por breves relámpagos de locu-ra surreal y poesía dislocada, como el granmomento final: la muchacha que da a luzuna bombilla que se apaga, una idea queBrossa hubiera aplaudido. Las piezas breves

“jocosas” de Cunillé, casi siempre por en-cargo de Albertí, comienzan a mostrar unapeligrosa reiteración formal, y el tapiz histó-rico de fondo está muy lejos de las fulguran-tes fantasmagorías de Barcelona mapa desombras o El burdel.

Segunda parada: 1968. Salvo el céspedartificial (la playa bajo los adoquines, etcéte-ra) donde nos invitan a sentarnos, todo lodemás reproduce fotográficamente el hallde la madrileña Facultad de Económicasdurante el célebre recital de Raimon: pancar-tas, octavillas, hojas ciclostiladas con las can-ciones, y su poderosa voz y guitarra en direc-to, que Bernat ha exhumado de los archivosde RNE. En una pantalla desfilan rótuloscon escuetas informaciones sobre Nanterre,Praga, Tlatelolco, Enrique Ruano. Retum-ban aplausos, coros, consignas. Falta, sinembargo, la sensación de la policía a puntode cargar. Agnès Mateus, moviéndose como

un alucinado fantasma entre el público, na-rra, en voz baja, los pormenores de la emoti-va velada, para desbravarse luego en breves,inanes evocaciones de otros conciertos, otrajuventud. Dos frases a retener. La primera,muy del momento, en voz de Raimon: “Laviolencia nunca es nuestra, siempre es delos otros”. Ah, caramba. La segunda se leatribuye pero parece apócrifa: “De aquí acuarenta años será imposible repetir un ac-to como éste. De aquí a cien sí puede serposible”. Poderosa salida del toril para unafaena sin rematar, enojosa constante en lasúltimas entregas de Bernat, pero por lo me-nos la instalación tiene tono y atmósfera.

Tercera parada: 1978, tiempo de Transi-ción, a cargo de Jordi Casanovas.

Estamos en un plató de los estudios deMiramar donde, se nos dice, va a emitirse“el primer programa en directo para todaEspaña”. Como si no hubieran existido Ami-gos del lunes o Reina por un día, entre otrosmil. El falso programa, Directo de noche, esrarito: mezcla a los Pecos gorjeando Hábla-me de ti (que, puestos a ser puñeteros, diríaque no cantaron hasta 1979/1980) con unaentrevista a “un escritor catalán exilado”.Entrevista que no llega a realizarse porque

desde Madrid, siempre taimados, dicen quenones. Lo mejor es la fluidez de los diálogosy el inesperado enfoque del conflicto: Mont-se, la heroína llegada de Londres para reno-var las aguas, es una boba malcriada y unaprogre de manual, y Carmen, la villana jerar-ca, exhibe una lucidez apabullante. Lástimaque nadie en su juicio pueda creerse que laartimaña de Montse para boicotear el showsea una imitación de Franco, brazo en alto,a cargo del cuitado presentador. ¿O sí?

Última parada, 1989. Pasmosa transus-tanciación en el sketch de Albet y Borrás:tras haber encarnado gloriosamente a losPecos en el episodio anterior, el espíritu deEloy de la Iglesia se posesiona de ambospara insuflarles la historia de dos gays ado-lescentes (abertzale uno, artista el otro) queacaban acribillados por la policía y, en unaapoteosis onírica, danzan como marionetassangrientas en manos de los Geos. El proble-ma es que ni los Geos son los Geos, porquellevan el anagrama de SWAT a la espalda,como en una serie americana, y en el PaísVasco donde se ambienta la historia pareceque ETA ni existe ni mata: sólo hay criaturasangelicales y malos malísimos, como ese po-licía de película española que, antes de liar-

se a tiros, larga una típica retahíla racista deahora mismo sobre los negros y moros quenos roban el trabajo, etcétera. Demagogia acapazos, rematada por esa coreografía fi-nal que hermana a Eloy con Alfredo Alaria(buscadles en Google, jóvenes), aunqueacaba siendo el episodio con más ritmo,estructura y pegada de la noche. Aquí haun corazón, un doble corazón. Desaforado,adolescente, delirante, pero corazón al fin.El equipo actoral (Nao Albet, MarcelBorràs, Clara Cols, Biel Duran, Jordi Figue-ras, Lina Lambert, Agnès Mateus y JuanNavarro) es formidable, pero tras los cua-tro platos yo salgo con hambre, con vozdientes y orejas de Bugs Bunny: ¿Esto estodo, amigos? ¿Todo lo que os ha suscitadoese hervidero de historias, de historia? Cual-quier entrega televisiva de Jaime deArmiñán contaba el triple en el mismotiempo: retratos al minuto, acerados y vera-ces, de un tiempo, un país, unas gentes. �

Dictadura-Transición-Democracia. Creación y di-rección de Xavier Albertí y Lluïsa Cunillé; RogerBernat; Jordi Casanovas; Nao Albet y MarcelBorràs. Teatro Lliure. Barcelona. Hasta el 2 demayo. www.teatrelliure.com.

Historias de anteayerCuatro generaciones de autores/directores abordan por encargo del Lliure nuestra historia reciente en Dictadura-Transición-Democracia. Estupendo trabajo actoral, pero los textos no pasan de ser esbozos de corto vuelo

Escena de Dictadura-Transición-Democracia, que se representa en el Lliure hasta el 2 de mayo. Foto: Ros Ribas

PURO TEATRO Por Marcos Ordóñez

22 EL PAÍS BABELIA 24.04.10

“No voy a pedir perdón por vender. Al revés, doy gracias a los lectores”, afirma la escritora y periodista Julia Navarro. Foto: Bernardo Pérez

CONFIESA Julia Navarro (Madrid, 1953) que no podría entenderse a sí misma sin elperiodismo, pero que su verdadera vocación era convertirse en bailarina profesional.“Para seguir formándome tenía que irme fuera y no se daban las circunstancias”, cuenta.Se conformó entonces con ser cronista política, aunque la danza modeló su carácter.Gracias a esa vida de sacrificio y constancia resiste hoy una rutina monacal los meses queescribe una novela. No quiere desatender a su familia —tiene un hijo de 17 años— niabandonar el periodismo —ahora opinativo—, así que se sienta frente al ordenador decuatro de la madrugada a ocho de la mañana y, de nuevo, de cuatro a ocho de la tarde. Enmedio practica yoga y pilates. “Escribo mentalmente la novela cuando paseo con mi perroTifis. Y luego me siento. A la última he dedicado dos años y medio, más tres meses dedocumentación”, prosigue. Se refiere a su cuarto título, Dime quién soy, del que Plaza &Janés puso a la venta hace un mes 200.000 ejemplares y Círculo de Lectores 100.000. Noera una locura, ya están en la calle dos ediciones más de 10.000.

Vive frente al palacio Real de Madrid y trabaja en un pequeño despacho tomado pordistintas ediciones de sus obras —está traducida a 30 idiomas— y un escritorio de

herencia familiar. Un espacio ordenado al milímetro como es ella. En estos frenéticosmeses de promoción apenas lo pisa. “Sólo paso dos días de la semana en Madrid y el restopor España. Tengo que ir a América, a la Feria de Francfort…”. Dime quién soy rompe conlas novelas anteriores. No hay saltos en el tiempo. “Transcurre en el siglo XX, que es tantrágico como apasionante. Es más compleja, más de introspección, de personajes…”. Casi1.100 páginas de trama —“nunca sé cuánto he escrito porque no pongo el paginador”—en las que recorre la vida de una mujer que abandonó a su marido. Su bisnieto, periodista,es el encargado de rascar en su enigmático pasado. “Aprendo cosas de mis lectores sobremis libros. Por ejemplo, que en todos hay un periodista y algún vasco”, se sorprende.

Todo lo que la autora de La sangre de los inocentes toca es oro —más de tres millonesde ejemplares vendidos de sus ficciones—, pero huye de la palabra best seller como de lapeste. “No tengo la más mínima idea de cómo se escriben. Sin ninguna publicidad con LaHermandad de la Sábana Santa, conecté, y fue una sorpresa para la editorial y para mí.Hay quien opina mal sin haber leído nada, sólo porque es un superventas. No voy a pedirperdón por vender. Al revés, doy gracias a los lectores”. Elisa Silió �

La vocación constante de una bailarina frustradaJulia Navarro ha trabajado en la escritura de Dime quién soy en jornadas de ocho horas diarias durante casi tres años

EL RINCÓN

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NoticiasdibujadasLa documentación de la realidad encuentra en las viñetas una nueva vía de imaginarsu futuro. El Salón del Cómic de Barcelona mostrará el boom del periodismo gráfico através de crónicas sobre el 11-M, los Balcanes, Gaza, Afganistán, Líbano o Irán. Por Lucia Magi

LAS DESVENTURAS del joven Stra-vos bajo la dictadura griega delos años treinta centran Re-bétiko (Sins Entido), de DavidPrudhomme. En Notas al piede Gaza (Mondadori), Joe Sacco

cuenta las matanzas de civiles palestinos en1956. Zahra’s Paradise (de Amir y Khalil—seudónimos— , de momento sólo en for-mato webcómic en www.cimoc.com), la his-toria de una manifestante desaparecida des-pués de las elecciones de junio en Irán, es laapuesta de Norma para los próximos meses.Los planes editoriales testifican que loscómics han dejado atrás el país de las mara-villas. Se enfrentan al mundo, sin comple-jos, con ingenuidad, delicadeza e ironía. Yno lo hacen sólo para contar experienciasíntimas. Cuentan la realidad exterior, tratantemas sociales, como la prevención del cán-cer (Alicia en la realidad, de Susanna Martíne Isabel Francla, Norma), o históricos, comola primera guerra de Líbano (el excepcionalYo me acuerdo, de Zeina Abirached, SinsEntido), los asesinatos en Ciudad Juárez (en2009 llegó la segunda edición de Luchado-ras —Sins Entido—, de Peggy Adam) o lacorrupción de la política (El negocio de losnegocios —Astiberri, 2009—, de Denis Ro-bert y Laurient Astier).

“La fantasía ha perdido su batalla contrala realidad”, dice Art Spiegelman, el autor deMaus, en el documental de Mark DanielsComic books go to war (2009). En su piso deManhattan, Spiegelman vive la caída de lasTorres Gemelas. El cielo se le cae encima,junto con fantasmas que pensaba soterra-dos, él que había contado la historia de sufamilia judía acosada por los nazis comouna caza entre gatos y ratones. “Había pasa-do los diez años precedentes a la entrada enel nuevo milenio evitando realizar tebeos,pero desde un cierto momento de 2002 has-ta septiembre de 2003 no pude contener-me”, cuenta en Sin la sombra de las torres(Norma). “Volvía a encontrarme suspendi-do en aquel punto donde entran en colisiónla historia universal y la personal”. Dark Hor-se, Chaos! , DC dedicaron entregas especia-les al terrible atentado. Marvel salió a lascalles con una portada completamente ne-gra. The Amazing Spider Man #36 represen-ta a los superhéroes, mitos invulnerables devirilidad y fuerza, impotentes frente el ata-que de un enemigo imprevisto. Spiderman,Capitán América, Daredevil, Doctor Doom yMagneto llegan tarde al Ground Zero. La rea-lidad ha ganado a la fantasía. Art Spiegel-man no está solo. Un telón verídico se tien-de de fondo a las obras por imágenes.

La última década conoce un fuerte augede lo que los especialistas empiezan a lla-

mar periodismo gráfico. Sin embargo, algu-nos ejemplos fundamentales de este génerohabían visto la luz antes.

Los retratos humanos de Will Eisner, losescorzos underground de Robert Crumb, in-dagados y dibujados con una riqueza de de-talles que roza el documento antropológico,abren la vía a Joe Sacco (Palestina y Gorad-ze). El japonés Keiji Nakazawa necesitó 30años para representar el horror sufrido enTenía seis años cuando la bomba atómicaquemó a su familia y a todo el mundo quehabía conocido. “Tenía esas imágenes gra-badas en mi memoria y necesitaba enseñar-las”, escribe Nakazawa (Hiroshima, Edicio-nes Mangaline, 7 volúmenes). Joe Kubert hadibujado personajes clásicos como Tex, Tar-zán o Sargento Rock. Pero algo cambia cuan-do la guerra de los Balcanes irrumpe en sucasa de Nueva York. Su amigo Ervin Ruste-magic, productor y distribuidor de cómicsbosnio, se queda atrapado en la Sarajevositiada por los serbios y le va comunicandopor telefax su infierno. Kubert dibuja aque-llos despachos desde el frente, dibuja el te-rror y la esperanza, la angustia de un padreque quiere salvar a su familia en Fax fromSarajevo, de 1997. Marjane Satrapi, en 1999,elige el tebeo para contar su infancia en Irán(Persépolis, Norma).

El siglo XXI recoge el desafío de la reali-dad. “El arte de las viñetas ha crecido muylentamente”, comenta David B. en BilBol-Bul, el festival de cómics de Bolonia. “Naciójunto con el cine, pero mientras éste fueconsiderado algo serio y digno desde el prin-cipio, el cómic se quedó atrapado en el lim-bo de la diversión, bastante frívola. Ésta erasu percepción social. A finales de los añosochenta arranca su rescate”. Los libros dedibujos se sacuden el estigma intelectualque les “condenaba a tratar aventuras ficti-cias, con personajes fantásticos y caricatu-rescos. El cómic hoy se está liberando”, afir-ma Susanna Martín.

En su edad de la razón, el tebeo intercep-ta la crisis de otro medio de expresión ma-sivo, que hasta entonces había lucido la ex-clusiva en el testimonio de la realidad: elperiodismo. “Los medios de comunicacióntradicionales pasan por momentos difíciles,no el periodismo”, matiza Patrick de Saint-Exupéry, veterano reportero de Le Figaro,fundador y actual redactor jefe de la revistatrimestral francesa XXI. En un gran formatocoloreado, más de 200 páginas de reportajescon textos, fotografías, ilustraciones y dibu-jos. Con apenas dos años de vida, vende50.000 ejemplares. Saint-Exupéry tuvo la in-tuición de saciar con nuevos instrumentosformales la exigencia “de volver a las basesdel periodismo, a la escritura narrativa. A las

viejas pautas de: ‘He ido, escuchado, visto,sentido y ahora te estoy contando esta histo-ria porque creo que es importante”. Laapuesta por el periodismo gráfico es provo-cada “precisamente a causa del impasse delos medios tradicionales”. La misma apuestaen Italia funciona en el semanal Internazio-nale, que envía a sus colaboradores dibujan-tes por el mundo y publica sus reportajes.Venden 100.000 ejemplares por semana.

Parece el castillo de los destinos cruza-dos: por una parte, el periodismo, que nece-sita volver al corazón del oficio; por otra, elcómic, por fin considerado creíble, tras años

vividos como género de segunda. La docu-mentación de la realidad encuentra en lastiras, en las viñetas, una nueva vía de imagi-nar su futuro. Aparte del valor artístico yllamativo del cómic, de la maquetación quepermite asumir en dosis proporcionadasimágenes e información, hay algo intrínsecoen el tebeo que lo hace particularmente ap-to para contar el mundo.

“La fuerza de nuestra manera de repre-sentar la realidad es la primera persona. To-dos los yo que entran en la página hacenque el relato sea vivo, sentido. Quizás noimparcial, pero sí honesto”, comenta Joe Sa-cco, que siempre se dibuja como un perso-naje más de sus investigaciones de campo.“Estamos bombardeados por informacio-nes sobre la guerra. Esto nos provoca dosreacciones enfrentadas: paranoia y aneste-sia”, afirma el francés Emmanuel Guibert,también en Bolonia invitado por BilBolBul.

“Nos hemos vuelto impermeables al sufri-miento humano, por defensa o descuido.Los cómics rompen este círculo vicioso”.Sus historietas, como la aún inédita en Espa-ña Des nouvelles d’Alain, sobre los gitanosdel este de Europa y los Balcanes, paran degolpe el río fragoroso de la información. Seacercan hasta enfocar un detalle, a una per-sona, entrar en ello y usarlo como punto devista para documentar lo que ocurre. La mi-rilla puede ser el mismo autor, como en elcaso de Sacco, curioso, desubicado, humil-de recogedor de historias. Puede ser un ami-go que recuerda la II Guerra Mundial (Laguerra de Alan, Emmanuel Guibert, PonentMon, 3 volúmenes). “Mi libro es fruto de laexperiencia de mi amigo reportero DidierLefèvre. Se llama El Fotógrafo y no Afganis-tán, 1986”, ejemplifica Guibert hablando desu obra maestra. Patrick Chappatte se dibu-ja mientras construye sus espléndidos repor-tajes para el Herald Tribune y Le Temps.Siempre acompaña al lector de la mano deuna persona amiga, con su nombre, sus sue-ños y miserias. Como Bruno, que por la no-che vigila una mansión rica, por el día viveen una chabola en la periferia de Nairobi(Les vies des autres, inédito en España, sepuede ver en www.bdreportage.com).

El reportero gráfico puede confesar tenerfrío, estar asustado o no entender las contra-dicciones de una situación. “Gracias a la per-sonalización, el lector se identifica y se acuer-da de un cómic más que de un frío artículo”,afirma Guibert. Los salones vacíos de hoteldibujados por Guy Delisle en PyonYang (Asti-berri, 2009) describen la dictadura norcorea-na mejor que miles de palabras en una revis-ta. Las manifestaciones de los maestrosmexicanos se hacen comprensibles gracias aque Peter Kuper empezó “a ir de maneraregular a la ciudad y a enviar correos electró-nicos ilustrados que detallaban la realidadcomo yo la experimentaba”, escribe en Dia-rio de Oaxaca (Sexto Piso, 2009). La esperade Nicolas Wild en un hospital de Jalalabadcuenta en una sola plancha la extensión delopio en esa sociedad: un hombre alivia laspenas de un enfermo con unos gramos dedroga: “No tengo dinero para la morfina”, sejustifica en Kabul Disco (Ponent Mon, 2009).

Reporteros que van, ven, escuchan ycuentan. No pretenden comprender o juz-gar. Usan su piel, sus ojos y oídos. Los cincosentidos del periodista, diría Ryszard Kapus-cinski, y sobre todo el sexto: la humildad,que se fija en los hombres. En los que, bajo eljuego de poder, declaraciones y armas, siem-pre pierden. Las batallas de los superhéroesinvulnerables quedan lejos, en otro univer-so. Como los dioses del Olimpo. Como en uninverosímil país de las maravillas. OPágina de Des nouvelles d’Alain, de Emmanuel Guibert, Alain Keler y Frédéric Lemercier, publicada en la revista XXI, correspondiente a la primavera de 2010. Traducción de Manuel Silvestre. Rotulación de Bruno Spagnuolo

“La fuerza de nuestramanera de representarla realidad es laprimera persona”,afirma Joe Sacco

“Nos hemos vueltoimpermeables alsufrimiento. Los cómicsrompen este círculo”,dice Emmanuel Guibert

EN PORTADA / Reportaje

4 EL PAÍS BABELIA 24.04.10

Page 5: PDF Diario EL PAÍS - Bitácora de LITERATURA y … · sobre un tema que llevó a todos los españoles a la calle, ... pepinos lo que pase en la Cochinchina y, por exten- ... escribir

Por Alberto Martín

EN 2008, Joan Fontcuberta dirigió unencuentro teórico que tituló ¿Soña-rán los androides con cámaras fo-tográficas? Bajo este provocador

enunciado pretendía provocar una re-flexión prospectiva acerca del futuro de lafotografía: ¿qué vendrá después de la tecno-logía digital? ¿Cómo será la fotografía delfuturo? En la recapitulación que Fontcuber-ta realizaba al cerrar el encuentro recono-cía, en un sano ejercicio de autocrítica, queel intento de prospección había fallado, yque su sensación era “como si la confronta-ción entre lo analógico y lo digital no hubie-se sido todavía digerida y retuviese aún,obsesivamente, la prioridad de nuestraspreocupaciones. Como si no fuésemos ca-paces, o por lo menos, como si nos dolierasoltar amarras con un tipo de imágenesque han sido muy importantes para forjarnuestra sensibilidad durante más de un si-glo y medio”. Dos años después, con la pu-blicación de una recopilación de textosagrupados bajo el título de La cámara dePandora, Joan Fontcuberta responde porsu cuenta y en extenso a aquel reto. Pero nolo hace ofreciendo una salida fácil o aventu-rada (según se mire) a la pregunta sobre elfuturo de la fotografía, sino ajustando cuen-tas con aquello que viene antes de poderpronosticar el porvenir: releyendo el pasa-do y desmenuzando el presente del mediofotográfico. De hecho, en este libro, tantocomo ahondar en lo que supone ya el nue-vo paradigma tecnológico de la fotografíadigital, se prepara también para revisar através de diversos ejemplos, postulados oprácticas, esa confrontación aún no digeri-da entre fotografía analógica y digital, y losmotivos de nuestro apego a una culturafotográfica que para él ya debería estar su-perada. Una necesaria superación que re-calca el propio subtítulo del libro, Laotografí@ después de la fotografía. El em-

plazamiento de este conjunto de textos sesitúa precisamente en el umbral de la apari-ción de algo que aún no sabemos cómonombrar, pero que atisbamos que no será“la fotografía”, o al menos no aquella con laque, como dice Fontcuberta, parece queaún mantenemos una cuenta pendiente te-ñida de nostalgia y melancolía. A falta de laaparición de un término que designe el nue-vo orden visual que acaba de empezar, laspáginas de este libro alertan con claridadsobre las distorsiones y rémoras que generala persistente utilización del viejo vocabula-rio ligado todavía a la fotografía analógica.La persistencia de las palabras guía la per-sistencia de las mentalidades. Pero no setrata sólo de palabras, también de la con-cepción de la historia de la fotografía y de lapropia ontología del medio. Fontcuberta in-siste, por una parte, en que no nos hancontando bien la historia de la fotografía;pero confía, por otra, en que con el adveni-miento de las tecnologías digitales se derri-be por fin el telón, y ahora “hasta los profa-nos puedan percibir la ‘gran mentira’ de lafotografía, o su verdadera cara, esto es, lainevitable manipulación que opera en elproceso de toda imagen”. A partir de estasadvertencias y como respuesta a ellas, Font-cuberta aparece a lo largo del libro comoun rastreador y recopilador de historias, denombres olvidados o poco conocidos, deanécdotas, de coincidencias, de paradojas,de usos cotidianos, de toda una serie deelementos que en su conjunto podrían con-formar los pilares de una especie de histo-ria oculta o secreta de la fotografía. Unahistoria que se sitúa en la orilla opuesta a laque ocuparía la certeza como andamiajeideológico e histórico de la imagen fotográ-fica. Se trataría así de poner en evidencia laalianza y cohesión entre fotografía y empi-rismo que ha sustentado la historia del me-dio, una alianza que impuso los valores de

neutralidad descriptiva y verosimilitud y,en consecuencia, asentó el imperativo do-cumental de la fotografía. Contra este impe-rativo Fontcuberta acumula argumentos yaporta pruebas cuya finalidad última seríacuestionar los límites que separan lo verosí-mil de lo inverosímil, lo real de lo imagina-rio. Para él, la fotografía es, antes que espe-jo, especulación, y sólo a través de ésta esposible atravesar las diferentes capas queconforman la realidad. Desde esta posi-ción, la llegada del nuevo paradigma digitalvendría a abrir la puerta a una posible des-estabilización de los valores que han apun-talado la fotografía analógica, o aún más asu sustitución por otros. En este sentido,

aunque a lo largo de este proceso de muta-ción y cambio al que asistimos actualmen-te se hayan intentado transferir a la fotogra-fía digital los valores y las aplicaciones de lafotografía analógica, lo cierto es que paraFontcuberta las diferencias entre ambasson evidentes: las fotografías analógicas sig-nifican fenómenos, las digitales conceptos;la analógica describe, la digital inscribe; dela huella y la fiabilidad a lo virtual y lo espe-culativo; de la descripción al relato. No esta-ríamos pues ante un proceso de simpletransformación de la fotografía fotoquími-ca, sino ante la introducción de “toda unanueva categoría de imágenes que ya hayque considerar ‘posfotográficas’; aunque lapregunta de si la fotografía digital es toda-vía fotografía seguiría, por el momento, sinuna respuesta concluyente. Lo que sí atis-ba, no obstante, es que imagen digital eimagen pictórica son una misma cosa, estoes, que su naturaleza estructural es la mis-ma. Y sobre este punto, Fontcuberta avan-za una de sus más provocativas afirmacio-nes: “La convergencia de ambos sistemas[imagen digital y pintura] invita a pensarque en el devenir de las imágenes la evolu-ción lógica hubiese sido pasar de la pintura

al infografismo. La pintura tenía que haber-se desarrollado implementada por la tecno-logía hasta la imagen digital. Sin embargo,no sucedió así y entre ambos procedimien-tos se infiltró la fotografía (…). Según eseesquema, la fotografía aparece como un ac-cidente histórico, una anomalía, un parén-tesis en lo que cabía esperar de una genea-logía previsible de las imágenes”. Un largoparéntesis que habría estado caracterizadopor el predominio del programa realista delmedio fotográfico, una historia, en definiti-va, unitaria y monolítica en torno a los con-ceptos de verdad, evidencia y empirismo.La aportación más radical del nuevo ordenpropiciado por los medios electrónicos ven-dría a ser, entonces, la alteración y modifi-cación de estos parámetros, en suma, unefecto de “desrealización”, una disolucióndel principio de realidad que afectaría demodo definitivo a nuestra forma de cons-truir la realidad, a la concepción que noshacemos del mundo y a nuestro modo derelacionarnos con él. Geoffrey Batchen ter-minaba acertadamente su fundamental es-tudio sobre la concepción de la fotografía,titulado Arder en deseos, con las siguientespalabras: “El final de la fotografía debe con-llevar la inscripción de otro modo de ver—y de ser—. He sugerido que la fotografíaha sido perseguida por el espectro de esamuerte a lo largo de su prolongada existen-cia, de la misma forma que siempre ha con-tenido aquella misma digitalización, la quesupuestamente le asestará el golpe mortal.En otras palabras, lo que está en juego en eldebate actual sobre la creación de imáge-nes digitales no es solamente el posible fu-turo de la fotografía, sino también la natura-leza de su pasado y de su presente”. En Lacámara de Pandora, Fontcuberta respondea esas dos cuestiones: no sólo se aplica aescrutar con dedicación el pasado y presen-te de la fotografía, sino que también apuntahacia el surgimiento de ese “otro modo dever y de ser”. Y concluye que si, tal vez, aúnno se ha comenzado a edificar, desde luegoya están colocados los cimientos. Parafra-seando al propio autor: adiós a las imáge-nes del mundo, demos la bienvenida almundo de las imágenes. �

La cámara de Pandora. La fotografí@ después dela fotografía. Joan Fontcuberta. Gustavo Gili. Bar-celona, 2010. 192 páginas. 24 euros.

La fotografía ya no refleja la realidadLa revolución desencadenada por la tecnología digital lleva al fotógrafo Joan Fontcuberta a preguntarse cómo será ésta enel futuro. Advierte en un libro de la necesidad de superar el vocabulario analógico y enfrentar la nueva relación con lo real

La familia real en un montaje realizado por internautas, incluido como ejemplo en el libro La cámara de Pandora.

Aún mantenemos con lafotografía una cuentapendiente teñida denostalgia y melancolía

Joan Fontcuberta entre las Spice Girls, opción de montaje ofrecida en un fotomatón de Londres.

ARTE / Libros

20 EL PAÍS BABELIA 24.04.10

NoticiasdibujadasLa documentación de la realidad encuentra en las viñetas una nueva vía de imaginarsu futuro. El Salón del Cómic de Barcelona mostrará el boom del periodismo gráfico através de crónicas sobre el 11-M, los Balcanes, Gaza, Afganistán, Líbano o Irán. Por Lucia Magi

LAS DESVENTURAS del joven Stra-vos bajo la dictadura griega delos años treinta centran Re-bétiko (Sins Entido), de DavidPrudhomme. En Notas al piede Gaza (Mondadori), Joe Sacco

cuenta las matanzas de civiles palestinos en1956. Zahra’s Paradise (de Amir y Khalil—seudónimos— , de momento sólo en for-mato webcómic en www.cimoc.com), la his-toria de una manifestante desaparecida des-pués de las elecciones de junio en Irán, es laapuesta de Norma para los próximos meses.Los planes editoriales testifican que loscómics han dejado atrás el país de las mara-villas. Se enfrentan al mundo, sin comple-jos, con ingenuidad, delicadeza e ironía. Yno lo hacen sólo para contar experienciasíntimas. Cuentan la realidad exterior, tratantemas sociales, como la prevención del cán-cer (Alicia en la realidad, de Susanna Martíne Isabel Francla, Norma), o históricos, comola primera guerra de Líbano (el excepcionalYo me acuerdo, de Zeina Abirached, SinsEntido), los asesinatos en Ciudad Juárez (en2009 llegó la segunda edición de Luchado-ras —Sins Entido—, de Peggy Adam) o lacorrupción de la política (El negocio de losnegocios —Astiberri, 2009—, de Denis Ro-bert y Laurient Astier).

“La fantasía ha perdido su batalla contrala realidad”, dice Art Spiegelman, el autor deMaus, en el documental de Mark DanielsComic books go to war (2009). En su piso deManhattan, Spiegelman vive la caída de lasTorres Gemelas. El cielo se le cae encima,junto con fantasmas que pensaba soterra-dos, él que había contado la historia de sufamilia judía acosada por los nazis comouna caza entre gatos y ratones. “Había pasa-do los diez años precedentes a la entrada enel nuevo milenio evitando realizar tebeos,pero desde un cierto momento de 2002 has-ta septiembre de 2003 no pude contener-me”, cuenta en Sin la sombra de las torres(Norma). “Volvía a encontrarme suspendi-do en aquel punto donde entran en colisiónla historia universal y la personal”. Dark Hor-se, Chaos! , DC dedicaron entregas especia-les al terrible atentado. Marvel salió a lascalles con una portada completamente ne-gra. The Amazing Spider Man #36 represen-ta a los superhéroes, mitos invulnerables devirilidad y fuerza, impotentes frente el ata-que de un enemigo imprevisto. Spiderman,Capitán América, Daredevil, Doctor Doom yMagneto llegan tarde al Ground Zero. La rea-lidad ha ganado a la fantasía. Art Spiegel-man no está solo. Un telón verídico se tien-de de fondo a las obras por imágenes.

La última década conoce un fuerte augede lo que los especialistas empiezan a lla-

mar periodismo gráfico. Sin embargo, algu-nos ejemplos fundamentales de este génerohabían visto la luz antes.

Los retratos humanos de Will Eisner, losescorzos underground de Robert Crumb, in-dagados y dibujados con una riqueza de de-talles que roza el documento antropológico,abren la vía a Joe Sacco (Palestina y Gorad-ze). El japonés Keiji Nakazawa necesitó 30años para representar el horror sufrido enTenía seis años cuando la bomba atómicaquemó a su familia y a todo el mundo quehabía conocido. “Tenía esas imágenes gra-badas en mi memoria y necesitaba enseñar-las”, escribe Nakazawa (Hiroshima, Edicio-nes Mangaline, 7 volúmenes). Joe Kubert hadibujado personajes clásicos como Tex, Tar-zán o Sargento Rock. Pero algo cambia cuan-do la guerra de los Balcanes irrumpe en sucasa de Nueva York. Su amigo Ervin Ruste-magic, productor y distribuidor de cómicsbosnio, se queda atrapado en la Sarajevositiada por los serbios y le va comunicandopor telefax su infierno. Kubert dibuja aque-llos despachos desde el frente, dibuja el te-rror y la esperanza, la angustia de un padreque quiere salvar a su familia en Fax fromSarajevo, de 1997. Marjane Satrapi, en 1999,elige el tebeo para contar su infancia en Irán(Persépolis, Norma).

El siglo XXI recoge el desafío de la reali-dad. “El arte de las viñetas ha crecido muylentamente”, comenta David B. en BilBol-Bul, el festival de cómics de Bolonia. “Naciójunto con el cine, pero mientras éste fueconsiderado algo serio y digno desde el prin-cipio, el cómic se quedó atrapado en el lim-bo de la diversión, bastante frívola. Ésta erasu percepción social. A finales de los añosochenta arranca su rescate”. Los libros dedibujos se sacuden el estigma intelectualque les “condenaba a tratar aventuras ficti-cias, con personajes fantásticos y caricatu-rescos. El cómic hoy se está liberando”, afir-ma Susanna Martín.

En su edad de la razón, el tebeo intercep-ta la crisis de otro medio de expresión ma-sivo, que hasta entonces había lucido la ex-clusiva en el testimonio de la realidad: elperiodismo. “Los medios de comunicacióntradicionales pasan por momentos difíciles,no el periodismo”, matiza Patrick de Saint-Exupéry, veterano reportero de Le Figaro,fundador y actual redactor jefe de la revistatrimestral francesa XXI. En un gran formatocoloreado, más de 200 páginas de reportajescon textos, fotografías, ilustraciones y dibu-jos. Con apenas dos años de vida, vende50.000 ejemplares. Saint-Exupéry tuvo la in-tuición de saciar con nuevos instrumentosformales la exigencia “de volver a las basesdel periodismo, a la escritura narrativa. A las

viejas pautas de: ‘He ido, escuchado, visto,sentido y ahora te estoy contando esta histo-ria porque creo que es importante”. Laapuesta por el periodismo gráfico es provo-cada “precisamente a causa del impasse delos medios tradicionales”. La misma apuestaen Italia funciona en el semanal Internazio-nale, que envía a sus colaboradores dibujan-tes por el mundo y publica sus reportajes.Venden 100.000 ejemplares por semana.

Parece el castillo de los destinos cruza-dos: por una parte, el periodismo, que nece-sita volver al corazón del oficio; por otra, elcómic, por fin considerado creíble, tras años

vividos como género de segunda. La docu-mentación de la realidad encuentra en lastiras, en las viñetas, una nueva vía de imagi-nar su futuro. Aparte del valor artístico yllamativo del cómic, de la maquetación quepermite asumir en dosis proporcionadasimágenes e información, hay algo intrínsecoen el tebeo que lo hace particularmente ap-to para contar el mundo.

“La fuerza de nuestra manera de repre-sentar la realidad es la primera persona. To-dos los yo que entran en la página hacenque el relato sea vivo, sentido. Quizás noimparcial, pero sí honesto”, comenta Joe Sa-cco, que siempre se dibuja como un perso-naje más de sus investigaciones de campo.“Estamos bombardeados por informacio-nes sobre la guerra. Esto nos provoca dosreacciones enfrentadas: paranoia y aneste-sia”, afirma el francés Emmanuel Guibert,también en Bolonia invitado por BilBolBul.

“Nos hemos vuelto impermeables al sufri-miento humano, por defensa o descuido.Los cómics rompen este círculo vicioso”.Sus historietas, como la aún inédita en Espa-ña Des nouvelles d’Alain, sobre los gitanosdel este de Europa y los Balcanes, paran degolpe el río fragoroso de la información. Seacercan hasta enfocar un detalle, a una per-sona, entrar en ello y usarlo como punto devista para documentar lo que ocurre. La mi-rilla puede ser el mismo autor, como en elcaso de Sacco, curioso, desubicado, humil-de recogedor de historias. Puede ser un ami-go que recuerda la II Guerra Mundial (Laguerra de Alan, Emmanuel Guibert, PonentMon, 3 volúmenes). “Mi libro es fruto de laexperiencia de mi amigo reportero DidierLefèvre. Se llama El Fotógrafo y no Afganis-tán, 1986”, ejemplifica Guibert hablando desu obra maestra. Patrick Chappatte se dibu-ja mientras construye sus espléndidos repor-tajes para el Herald Tribune y Le Temps.Siempre acompaña al lector de la mano deuna persona amiga, con su nombre, sus sue-ños y miserias. Como Bruno, que por la no-che vigila una mansión rica, por el día viveen una chabola en la periferia de Nairobi(Les vies des autres, inédito en España, sepuede ver en www.bdreportage.com).

El reportero gráfico puede confesar tenerfrío, estar asustado o no entender las contra-dicciones de una situación. “Gracias a la per-sonalización, el lector se identifica y se acuer-da de un cómic más que de un frío artículo”,afirma Guibert. Los salones vacíos de hoteldibujados por Guy Delisle en PyonYang (Asti-berri, 2009) describen la dictadura norcorea-na mejor que miles de palabras en una revis-ta. Las manifestaciones de los maestrosmexicanos se hacen comprensibles gracias aque Peter Kuper empezó “a ir de maneraregular a la ciudad y a enviar correos electró-nicos ilustrados que detallaban la realidadcomo yo la experimentaba”, escribe en Dia-rio de Oaxaca (Sexto Piso, 2009). La esperade Nicolas Wild en un hospital de Jalalabadcuenta en una sola plancha la extensión delopio en esa sociedad: un hombre alivia laspenas de un enfermo con unos gramos dedroga: “No tengo dinero para la morfina”, sejustifica en Kabul Disco (Ponent Mon, 2009).

Reporteros que van, ven, escuchan ycuentan. No pretenden comprender o juz-gar. Usan su piel, sus ojos y oídos. Los cincosentidos del periodista, diría Ryszard Kapus-cinski, y sobre todo el sexto: la humildad,que se fija en los hombres. En los que, bajo eljuego de poder, declaraciones y armas, siem-pre pierden. Las batallas de los superhéroesinvulnerables quedan lejos, en otro univer-so. Como los dioses del Olimpo. Como en uninverosímil país de las maravillas. �

“La fuerza de nuestramanera de representarla realidad es laprimera persona”,afirma Joe Sacco

“Nos hemos vueltoimpermeables alsufrimiento. Los cómicsrompen este círculo”,dice Emmanuel Guibert

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EL PAÍS BABELIA 24.04.10 19

Por Guillermo Altares

TRAS TRIUNFAR con Los combates co-tidianos (Norma), la historia de unfotógrafo de guerra que decide de-jarlo todo para irse a vivir al cam-

po, donde descubre no sólo el amor, sino lahistoria periodística de su vida, y El retornoa la tierra (Bang Ediciones), un poco más omenos el mismo relato pero narrado en tirasy con mucho más humor, Manu Larcenet(Issy-les-Moulineaux, París, 1969) ha dadoun giro radical con Blast (Norma), que inau-gura una serie que se prolongará durantevarios volúmenes. Frente al alegre color lle-no de matices de sus obras anteriores se hasumergido en un áspero blanco y negro pa-ra construir el relato de un hombre que deci-de vivir al margen de la sociedad. La narra-ción arranca con un interrogatorio policial.

En una de las planchas más bellas de Loscombates cotidianos, Manu Larcenet inclu-ye esta frase que es todo un manifiesto desus principios artísticos. “Deslastrada detoda lógica, la poesía es la única formalibre de percatarse de lo que vale la pena.Depardon, Brassens, Miyazaki, Bon-nard, Jarmush, Sempé, Tom Waits, Cé-zanne, Monty Python, Monet,Brel, Desproges, Klee, Cartier-Bres-son Springsteen, Céline, HarveyKeitel, Baudelaire, Van Gogh. Lapoesía lo redime todo”. “No me in-teresan las imágenes que no sirvenpara nada. La imagen me gusta cuan-do es pura y habla, cuando sirve paraalgo, cada plano de Jarmush quieredecir algo, incluso sus silencios. Poreso en Blast hice tantas páginas de silen-cio”, afirma Larcenet en una entrevistaen París, celebrada en la sede de su edito-rial francesa, Dargaud.

Estudió dibujo (gracias a un profesor quedetectó su talento muy pronto) y afirmaque, desde los 12 años, realiza todos los díasuna plancha de cómic. Como sus persona-jes de Los combates cotidianos (cuatro volú-menes) y El retorno a la tierra (cinco y losque quedan), vive en el campo, con su com-pañera y sus dos hijos. Una frase de Jac-ques Brel que aparece en Blast define suactitud ante la vida: “Cuando alguien semueve, los inmóviles dicen que huye”.

PREGUNTA. ¿Por qué se ha lanzado aun cambio tan radical de estilo con Blast?

RESPUESTA. Tengo una editorial que sellama Les Reveurs, donde hago lo que megusta, y tengo una producción destinada algran público en Dargaud, pero cuanto mástiempo pasa y me voy haciendo mayor, lasdos se acercan y llegarán a ser una. Mi ideaera contar una historia diferente de las queme han hecho famoso, no dejarme llevar porel mismo tebeo. Tenía ganas de hacer cuatroo cinco tomos de 200 páginas, algo largo queme diese tiempo para dibujar silencios, traba-jar sobre la longitud y sin color, que es algoque hace los dibujos mucho más alegres.

P. ¿De dónde surge este personaje empe-ñado en vivir al margen?

R. Creo que es algo que tenemos todos,todos hemos pensando en algún momentoen mandarlo todo a la mierda, en desapare-cer, pero no lo hemos hecho por algún moti-vo, sobre todo por miedo. Mi protagonistano tiene ese miedo y es capaz de mandarlotodo a paseo. Quería crear un personaje queno fuese ni simpático ni antipático, nuncasabemos a qué atenernos con él. Lo vere-mos mejor en el segundo tomo.

P. ¿Cuándo sale?R. No tengo ni idea, estoy en ello, llevo 60

páginas. Es algo que no quiero prever, loseditores me preguntan y les respondo queestará listo cuando esté listo. Y tampoco ad-mito cambios: si les gusta, genial; si no, losiento mucho.

P. ¿Y lo seguirá haciendo compatiblecon El retorno a la tierra?

R. Sí, yo quiero que sea como lo que lla-mo mi serie Peyo, el autor de los Pitufos. Me

gustaría hacer esto hasta que muera. Jean-Yves Ferri, el guionista de la serie y casi elúnico amigo que tengo, cuando me escribeEl retorno a la tierra es alta cocina, está todotan bien trabajado que no tengo que cam-biar nada, no hay una palabra mal puesta. Esuna de las mejores series que he hecho nun-ca. Me gustaría envejecer con mis tebeos.

P. ¿Qué hay de real en sus tebeos?R. Bueno, el gato es mi gato, no estética-

mente, pero sí de carácter. Yo realmentevivía en la ciudad y mi gata se volvió locacuando me mudéal campo.

Cuando escribía Los combates cotidianos,durante un periodo de cuatro años, me fui avivir al campo, tuve dos niños, murió mipadre y asistí a la desaparición mediática delos obreros. Tenía que aparecer por algúnlado. Mezclé todo esto para hablar en estoslibros. Eran obsesiones, pero para mí ya estáterminado, he dicho todo lo que pensabasobre ello. Lo único que me quedará es lamuerte. Ahora trato de hablar del interior dela gente, la incomprensión que tenemos ha-cia nosotros mismos, de la violencia, meparece más honesto hablar de eso porqueestá más cerca de mi existencia cotidiana.

P. Sus tebeos están llenos de personasque viven en el margen. ¿Por qué?

R. Bueno, son los que tienen interés. Novoy a contar historias de personas norma-les, bien integradas. Me apasiona contar his-torias de gente que está en el dolor, en losmárgenes. Yo tampoco me siento especial-mente insertado en la sociedad. Hay dibujosque están hechos sobre vidas clásicas, a míno me apasionan. Pero me interesa muchoel lado negro de la gente, creo que el arte, lalocura, es mucho más interesante que la nor-ma. Adoro a Francis Bacon y es de una oscu-

ridad extraordinaria, los cuadros de floresson cargantes.

P. De todas las planchas de Blast hayuna que me ha impresionado mucho, quees cuando aparece una viñeta a página conla frase de Brel: “Cuando alguien se mueve,los que están inmóviles dicen que huye”.

R. ¿No es precioso? Antes de su últimoconcierto, un presentador francés le entre-vistó en su camerino y le preguntó: “¿Porqué se retira de los escenarios?”. Y Brel res-pondió eso, después de un gran silencio.

Dice, sencillamente, una verdad.P. En Los combates

cotidianos, un personaje explica que vo-ta al ultraderechista Le Pen “por miedo”y reconoce que le da igual que le mien-tan, “porque todos mienten”. ¿No creeque es una definición perfecta de lo queocurre en Francia?

R. Eso es lo horrible. Porque aparte deunos cuantos extremistas estúpidos a losque es muy fácil detestar, el electorado deextrema derecha está formado por gente de-sesperada que tiene miedo. No veo ningunasalida a eso, por eso es un tema que he

dejado de tratar en mis tebeos. Al final, elFrente Nacional siempre vuelve. En estaFrancia me encuentro perdido. Estoy un po-co desesperado, todo lo que hemos hechono ha funcionado.

P. ¿Por eso decidió irse a vivir al campo?R. La verdad es que seguí a mi mujer por

un trabajo, pero ahora me encuentro mu-cho mejor. Incluso aunque viva en una re-gión muy a la derecha. Me encuentro mejor,pero a la vez me voy convirtiendo en unmisántropo: tuve tantas esperanzas y veocómo nada funciona, que me estoy convir-tiendo en una especie de oso y el hecho deno tener vecinos, de vivir en mitad del cam-po, me tranquiliza.

P. ¿Cree que vivimos una época doradade los tebeos, que están alcanzando espa-cios que antes les estaban vetados?

R. Los tebeos han cambiado mucho des-de los años noventa: la editorial L’Asocia-tion, autores como David B, una serie decreadores que han hecho explotar todo loque se hacía en el cómic. Al mismo tiempohay otros creadores que hacían tebeos deadultos, pero era muy marginal. De repente,todo el mundo se puso a hacer tebeos deautor, aunque no me guste la expresión. Re-sultado: ahora mismo hay tantos cómics enuna librería que ya no sabemos qué elegir,pero si escogemos diez tebeos, nueve seránde diversión, buenos o malos, y uno seráotra cosa, y esa es la que me gusta. Es ver-dad que es una edad dorada, porque pode-mos hacer lo que nos guste. Pero a la vezhay demasiados libros, tal vez sea la culpade los editores que no separan el trigo de lapaja. Pero creo que nos estamos matando anosotros mismos, salvo que tengan tu nom-bre en la cabeza no van a escarbar, cogeránlo que hay arriba, que muchas veces es lopeor y desde luego no es el cómic más mo-

derno. Se ha convertido en un grannegocio, es una forma de ganar mu-cho dinero. Si los lectores no tienentu nombre en la cabeza, estás jodido.

P. ¿Por qué cree usted que los te-beos sociales o el tebeo periodísticotienen cada vez más importancia?

R. Joe Sacco y yo no practicamosel mismo oficio, sería casi insultarle.Él hace un trabajo mucho más radi-cal, a mí me gusta contar historias,soy más narrador, me encuentro muyatado a la novela. Lo que me pareceextraordinario es que un medio comolos tebeos, destinados a entretener alos niños hace 20 años, se haya con-vertido en un medio periodístico. Aun-que no puedo evitar preguntarme si

no son más directos un texto o una imagen.P. Pero en un mundo lleno de imágenes

tal vez los tebeos ofrecen una visión diferen-te de la realidad.

R. Es posible, pero tengo mis reservas.Ahora hay muchos autores que quieren ha-cer esto, pero olvidan que para hacer estecómic comprometido, periodístico, hay quetener mucha calidad, interesarse por el dibu-jo, que es algo chamánico. Es un descubri-miento, es sumergirse en uno mismo, es unaexperiencia casi corporal para hacer surgiralgo que va a hablar al otro. Pero muchasveces, en el periodismo dibujado, se hacepasar el discurso antes del dibujo y, desdemi punto de vista, no hay que hacer nuncaeso. El ritmo, el color, la narración, todo esodebe estar equilibrado y muchas veces losque quieren hacer tebeos comprometidos seolvidan del lado artístico, se centran sobre laradicalidad de lo que tienen que decir. Nece-sito dejarme atrapar por el amor del dibujo yya sea Sempé o Crumb. Al ver una planchanecesito sentir cuál es la obsesión del tipoque la ha hecho. David, en Epiléptico, es alu-cinante, mezcla un amor enorme por el dibu-jo con la capacidad para contar su vida, eldolor que siente con su hermano. �

Blast. Bola de grasa. Volumen 1. Manu Larcenet.Traducción de Enrique Abulí. Norma. Barcelona,2010. 204 paginas. 24 euros.

El nuevo combate de Manu LarcenetEl gran narrador de la Francia contemporánea, autor de Los combates cotidianos, da un giro a su estilo con Blast. “No meinteresan las imágenes que no sirven para nada. La imagen me gusta cuando es pura y habla”, dice el dibujante

“Hay tantos cómics que yano sabemos qué elegir, perosi escogemos diez tebeos,nueve serán de diversión,y uno será otra cosa”

“Me gustaría envejecer con mis tebeos”, cuenta Manu Larcenet, quien ha realizado este autorretrato para Babelia.

EN PORTADA / Entrevista

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Por Aurora Intxausti

OCULTAR LA realidad es mentirse.No ha querido hacerlo y ha di-bujado con trazos de tela de ara-ña la angustia y la desespera-

ción de su vida en la calle. Fueron 15 losaños que Miguel Fuster (Barcelona, 1944)vivió a la intemperie, refugiado en el alco-hol, cubierto por el sol y unos cartones. Sudesgraciada vida fue haciendo mella en suespigado cuerpo, machacado por el tiem-po, dolorido por la indiferencia y agradeci-do por esos personajes que supieron al-canzarle la mano en los momentos másdifíciles de su existencia.

Sus ojos vidriosos y su facilidad de pala-bra llevan casi sin darse cuenta a su mun-do callejero. Fumador compulsivo, solicitaque cambiemos el lugar de la cita mientraspaseamos por el barrio gótico de Barcelo-na. La fotógrafa le pide detenerse bajounos soportales para retratarle. Al fondo,tres hombres con sus carritos inundadosde bolsas tratan de esconderse de los dis-paros de la máquina. Ocultan en un sacode papel el alcohol que beben poco a po-co. “La lata o la litrona de cerveza es elprimer paso para quedarte en la calle. Lue-go pasas al cartón de vino y de ahí no tebajas. Salir es difícil, muy difícil. Dejé debeber hace tiempo, pero sigo siendo unalcohólico. Si ahora probase tan sólo unsorbo caería de nuevo”.

En la terraza del bar habla de sus añoscomo aprendiz en Ediciones Bruguera, deltiempo en que trabajaba como dibujantede cómic romántico para revistas del nortede Europa y de cómo se quedó descolgadoen la década de los ochenta de las tenden-cias creativas del momento. No dio el saltoa la creación propia y el esplendor del có-mic le pilló viviendo en la calle, alejado delo que ocurría en el mundo. “Mi única obse-sión era conseguir los cuatro cartones devino que necesitaba para tenerme en pie. Eldinero para comprarlo lo conseguía pintan-

do acuarelas de toros y flamencas para losturistas. Malvendía mis obras, pero era lamanera de ir tirando. Han sido contadas lasocasiones en las que he mendigado, no megustaba”. Salió del alcohol gracias al trabajode los voluntarios de la Fundación Arrels—desde 1987 se dedican en Barcelona a laatención de personas sin hogar— y empezócon un blog en el que con sus dibujos, cua-dros y textos empezó a contar sus vivencias

callejeras. De ahí surgió la oferta de la edito-rial Glénat para que hiciese un álbum con-tando lo que había sido su vida en la calle.Su autobiografía no es nada complaciente.“He luchado contra el resentimiento, mehe sentido muchas veces humillado al vercómo se apartaban de mí con temor, apren-sión y desprecio. Antes de que me recogie-sen era un espectro invadido por el alcohol,un despojo de poco más de 40 kilos”.

Fuster está ilusionado con el proyectoen el que está embarcado. Tiene ganas depintar, de recuperar el tiempo perdido oparte de ese tiempo en el que supo lo queera “morir las 24 horas del día en una ago-nía de miedo, dolor e indignidad”. Tieneprevisto abordar otros aspectos de su vida,otros personajes que se han cruzado en suexistencia. “Creo que he encontrado unpunto interesante de trabajo en el que pue-do desarrollar mi creatividad”.

Las primeras viñetas del álbum refle-jan unos personajes con claras influen-cias de los dibujos románticos que él reali-zaba y a medida que va avanzando sutrabajo los trazos son más duros y mues-tra la crudeza de su existencia. “He vividodesposeído de todo, sin ni tan siquierauna cueva para refugiarme, convertidoen una ruina gimiente. Raído por los re-cuerdos, hace tiempo que dejé de mortifi-carme sobre si soy culpable o inocente”.Su último refugio en la calle se situaba enla parte trasera de la catedral de Barcelo-na, bajo los arcos y tras unos arbustos.“Allí, sobre unos cartones y con unos pe-riódicos bajo la ropa para quitar el frío,conseguía dormir hasta que a las seis lle-gaban los agentes y me despertaban”. Elcobijo de la plaza fue su techo antes deabandonar la bebida. El último capítulodel álbum está dedicado a esa parte de suvida. Por él desfilan personajes reales quedía a día le ayudaban a pasar la jornada.Desde la barrendera al indigente, desdeel ciudadano que le ofrecía un colchón oel tabernero que cada noche le preparabaun bocadillo. “Me encontraba en una si-tuación de deterioro tan grande que eraincapaz de pintar para conseguir unoseuros. Daba la vuelta a la iglesia y atenaza-do por el terror que me causaba el quedar-me sin bebida me tuve que doblegar, hu-millar y pedir limosna”.

Ese lugar de la plaza en el que Fusterdormía solo lo ocupan, cada noche, ochoindigentes. Actualmente existen en Barce-lona cerca de un millar de personas quepernoctan en la calle. �

Miguel, 15 años en la calle. Miguel Fuster. Glé-nat. Barcelona, 2010. 172 páginas. 17,95 euros.miquelfuster.wordpress.com.

Salir de la calle

RebétikoDavid PrudhommeTraducción de Lucía BermúdezSins Entido. Madrid, 2010104 páginas. 19 euros

LAS VIÑETAS DE REBÉTIKO desprenden unaluz especial, cálida, sensual, que envuelveal lector en el clima mediterráneo de la Gre-cia de los años treinta, escenario perfectopara esta metáfora de la libertad inconteni-ble que firma David Prudhomme. Durantesólo un día seguirá la vida de cinco músicosrebetis, armados tan sólo de sus buzukis yde un arte que canta a la vida y sus dolores,igual que el fado, el tango o el blues y que,sólo por ser libre, fue censurado por la dicta-dura de Metaxas. Trazo y color consiguenun inesperado efecto sinestésico: lasviñetas cantan esas canciones de muerte,amor y violencia y el lector sigue el ritmo dela música a medida que pasa las páginas,contagiado de esa fuerza de libertad quetanto miedo infundió en otros. Un álbumque Prudhomme cierra con un epílogo de-moledor, casi desesperanzador, pero quemultiplica todavía más los valores de unaobra que certifica que su autor tiene muchoque decir en el noveno arte. Álvaro Pons

Lulú, mujer desnuda (volumen 1)Étienne DavodeauTraducción de Raúl MartínezLa Cúpula. Barcelona, 201088 páginas. 20 euros

A DAVODEAU LE GUSTA la distancia corta, esaque permite hablar de pequeños sentimien-tos entre dos amigos mientras pasean. Qui-zás naderías sin importancia, pero siempre“trozos de vida”. Testimonios mínimos quele han servido para hablar sobre la proble-mática de iniciar un negocio sobre agricultu-ra biológica, sobre el sindicalismo cristianofrancés de los años sesenta o, como ahora,sobre una mujer que descubre que su vidano es la que quería. Semanas después, susamigos comienzan a intentar reconstruir loque llevó a Lulú a no volver ese día a casa, adejar a su marido y a sus hijos. No intentanjuzgar a su amiga y lo que pasó, sólo com-prender qué la llevó a escapar. Davodeauevita que sea la propia Lulú la que hablepara estudiar, precisamente, a esa sociedadque siempre intenta juzgar a quien no siguesus dictados. Y el lector irá descubriendo larealidad de una Lulú que no era ni rebeldeni aventurera, sólo una mujer más que undía se bajó de la vida que tenía escrita. Á. P.

KafkaRobert Crumb y David Zane MairowitzTraducción de Leandro WolfsonLa Cúpula. Barcelona, 2010177 páginas. 20 euros

FRANZ KAFKA no quería que en la edición deLa Metamorfosis se incluyera ninguna repre-sentación del insecto en el que se convierteGregor Samsa. Robert Crumb, quizá el másfamoso de los dibujantes de cómic under-ground estadounidense, sí lo ha hecho. Eneste libro, cuyo título original en inglés esKafka para principiantes, se van alternandolas figuraciones de Crumb de fragmentos denovelas, relatos y escenas biográficas del au-tor checo con los textos del escritor DavidZane Mairowitz. La relación entre texto eimagen funciona con una fluidez impara-ble. Mairowitz introduce con facilidad al lec-tor en las claves que ligan las ficciones delescritor con episodios de su vida y rasgos desu perfil psicológico, mientras Crumb se de-leita en páginas que resumen La colonia pe-nitenciaria, El proceso, El castillo, Un artistadel hambre y América. Kafka le va muchomejor a Crumb que la Biblia (su recientelibro es sobre el Génesis), tal vez porque com-parten humor y neurosis. Fietta Jarque

Una posibilidad entre milCristina Durán y Miguel A. Giner BouSins Entido. Madrid, 2010128 páginas. 15 euros

HAY UNA POSIBILIDAD entre mil de que salgaadelante. Así arranca la historia de este có-mic autobiográfico. Laia, la hija de esta pa-reja de dibujantes, sufrió a las pocas horasde nacer una hemorragia cerebral que lallevó a pasar los primeros años de su vidaentre hospitales, centros de rehabilitacióny médicos. Pero Laia se aferra a la vida conuna fuerza inusual, como también sus pa-dres, que con una mirada sensible y unaactitud admirablemente positiva consi-guen guiar al lector por el nuevo mundoque les toca vivir. Estas viñetas de trazolimpio, en dos tonos, sin grandes detalles(lo imprescindible para seguir la historia)se leen con el corazón atrapado entre lacongoja y el embeleso. Hay algo constanteen el libro: en los momentos más duros ode gran vulnerabilidad, los lazos afectivosse convierten en salvavidas. Un libro revela-dor, que sin duda supone otro paso adelan-te en la sensibilización hacia el mundo dela discapacidad, con un toque de frescura yoptimismo. Cristina Sánchez-Andrade

El dibujante Miguel Fuster, en Barcelona.

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FIRMA HENRY de Lumley (La granaventura de los primeros hombreseuropeos, Tusquets) que la adquisi-ción de la simetría, primer indicio

del sentido (“humano”) de la armonía, tuvolugar hace 1,5 millones de años, en el territo-rio que se extiende entre el sur de la actualEtiopía y el norte de Kenia. El protagonistade ese acontecimiento fue Homo erectusque, a diferencia de su coetáneo Australopi-tecus robustus, comía carne y fabricaba úti-les para proveérsela y manipularla: el bifaz,esa herramienta cortante característica delas culturas achelenses, fue el primer produc-to de esa sensibilidad “artística” de nuestrosmás lejanos parientes. Lumley sostiene quealgunas de las características de esos bifaces(el color de las piedras elegidas, la intencio-nada simetría del tallado) no hacían que laherramienta fuera más funcional, sino queservían para proporcionar el primer latidode lo que podríamos llamar satisfacción esté-tica. Por su parte, Denis Dutton, un psicólo-go evolucionista partidario de una concep-ción del arte “naturalista y transcultural”,argumenta en su muy polémico (y legible)El instinto del arte (Paidós) que el surgimien-to y desarrollo de las artes son resultado deun conjunto de adaptaciones evolutivas quese iniciaron hace miles de años, y que tantonuestro amor a la belleza —el “instinto artís-tico”— como nuestros gustos y preferenciasserían innatos y universales, y no resultadode construcciones sociales o culturales. Du-tton llega a afirmar que si a miembros dediferentes culturas les atraen por igual lasrepresentaciones de paisajes abiertos conimágenes de agua y de árboles en la lejaníaes porque, de alguna manera, les “evocan”la sabana de la que, como especie, procede-mos. Y propone un itinerario darwinista pa-ra ilustrar cómo llegamos a convertirnos en“una especie obsesionada por la creación deexperiencias artísticas”, insistiendo (a travésde diversos ejemplos) en que la compren-sión de los procesos adaptativos que dieronlugar al instinto artístico puede contribuir a“realzar nuestro disfrute estético”. Su librosupone un paso más en el muy contemporá-neo maridaje de la filosofía del arte y el neo-darwinismo. Y, desde luego, un intenciona-do torpedo dirigido a la línea de flotación delas interpretaciones suministradas desde laantropología y los estudios culturales.

‘Freakonomics’CUANDO, FINALMENTE, me enganché (creíaque después de The Sopranos nunca volve-ría a ocurrirme) a la serie televisiva The Wire—quizás la ficcionalización más despiadadaque conozco de las tensiones que subyacena la vida social de las grandes ciudades nor-teamericanas— ya sabía (me lo había ense-ñado Baltasar Gracián en su siempre necesa-rio Oráculo manual) que sólo “en lo máspoblado están las fieras verdaderas”. Vis-ta desde nuestro tiempo de precariedad

medioambiental, la jungla —el ámbito enque antaño los animales depredadores im-ponían su ley— pierde espacio en la natura-leza y gana fuerza metafórica en la ciudad,que es donde habita la fiera más feroz. Enuno de los mejores capítulos de Freakono-mics (ediciones B, 2006), el best seller cuatroveces millonario de Steven Levitt y StephenDubner, se nos explicaba por qué la mayo-ría de los pequeños traficantes de droga vi-vían en casa de su madre. La razón es muysencilla: para que sus jefes se ganen muybien la vida, los camellos deben vivir consalarios miserables. Lo aceptan porque suaspiración no es simplemente prosperar, vi-vir mejor, sino convertirse un día en jefes dela banda. Ser el Califa en vez del Califa, co-

mo quería el envidioso visir Iznogud de lacélebre historieta de Goscinny y Tabary. Enla sociedad de los narcotraficantes —todoeso se aprecia muy bien en The Wire— tam-bién rige un star system muy semejante al delos políticos corruptos: al final todos quie-ren ser el jefe o, al menos, vivir como supo-nen que debería vivir el (corrupto) jefe alque le hacen los trabajos más pringados.Para alguien que no está particularmenteinteresado en la economía (como yo, si mepermiten la autobiografía), el mayor atracti-vo de Freakonomics y de su segunda parte,Superfreakonomics (que acaba de publicarDebate) es que tratan los más variados as-pectos de la vida social (y también de sulado oscuro) desde un casi exclusivo enfo-

que económico, pero forzando la paradojabuscando la sorpresa del lector. No preten-den explicar la mecánica de la inflación o elcurso de la recuperación económica, perosí, por ejemplo, por qué ha caído en picadola cotización de las felaciones realizadas porprostitutas, o las razones por las que a losterroristas suicidas les convendría hacerseun seguro de vida. Y esas razones participande la lógica de la economía, lo que arrojauna luz distinta sobre asuntos que no sue-len estar en su punto de mira. Levitt y Dub-ner utilizan el ojo económico para observarel mundo. Y lo hacen sin perder la distancia,pero tratando el resultado con ironía y ciertaguasa. Tengo que reconocer que comencé aleer Superfreakonomics en diagonal y termi-nó enganchándome. No al modo de ThWire, claro. Pero con la que está cayendo,que un libro de economía te haga sonreír devez en cuando (según la vieja fórmula deenseñar deleitando) es casi un don del cielo.

ProscritoUNA DE LAS cosas que más me sorprendende la (en general) discreta vida literaria britá-nica es la enorme cantidad y vitalidad desociedades formadas por admiradores de es-critores. A veces he llegado a pensar quecada escritor reseñado en alguno de los nu-merosos Companions o guías de literaturainglesa tiene su club de seguidores, con sudomicilio social, sus reuniones, sus liturgiasy sus fobias y filias de grupo. Para una cultu-ra literaria tan displicente como la nuestra,en la que se considera de mal tono que unautor manifieste entusiasmo por la obra deun colega (especialmente si está vivo) resul-ta sorprendente comprobar que entre losmiembros de esas asociaciones de fansabundan los escritores en ejercicio. Una delas que más simpáticas me resultan es laconsagrada a uno de mis personajes litera-rios favoritos, una criatura memorable queha terminado resultando mucho más realque su creadora. Me refiero a GuillermoBrown, el célebre “proscrito” imaginado porRichmal Crompton en 1917 y cuyos relatos(reunidos en libros) se publicaron a lo largode medio siglo. Para dos o tres generacionesde adolescentes españoles Guillermo fue al-go más que una válvula de escape: un ídolo,un modelo en el que inspirarse. Por eso megustaría encontrarme hoy (24 de abril) en elmeeting anual de la Just William Society(www.justwilliamsociety.co.uk), que se estácelebrando en un hotel de Stretton underFasse, en las proximidades de Rugby. Por 27libras me habría podido inscribir y partici-par en el almuerzo colectivo y en las confe-rencias (una de ellas, Guillermo y lo paranor-mal, promete). Y, quién sabe, quizás, entrelos asistentes, pudiera reconocer el ceceo depija de Violeta Elizabeth (quizás ya muy aja-da y en las últimas), la odiosa niña rica porla que mi héroe manifestaba cierta disculpa-ble debilidad. �

El mono artístico

Ilustración de Max.

SILLÓN DE OREJAS Por Manuel Rodríguez Rivero

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Notas al pie de GazaJoe SaccoTraducción de Marc ViaplanaMondadori. Marzo, 2010418 páginas. 22,90 euros

Por Javier Valenzuela

EN LA HISTORIA UNIVERSAL de la infamia con-temporánea, Gaza ocupa uno de los prime-ros lugares junto al gueto deVarsovia, Soweto y la Ciu-dad de la Alegría de Calcu-ta. La franja de Gaza —sé delo que hablo, he estado allívarias veces— es una pesa-dilla: un erial de basuras, es-combros, chabolas y edifi-cios acribillados donde seapiñan, cercados por tierra,mar y aire por el Ejércitomás poderoso de OrientePróximo, un millón y mediode seres humanos desespe-rados. Llámenlo como quie-ran: campo de refugiados,gueto, campo de concentra-ción, pudridero en vida.

Joe Sacco ha pasado lar-gas temporadas en Gaza.Nacido en Malta en 1960,con pasaporte estadouni-dense, Sacco es un reporte-ro de tomo y lomo que, envez de contar sus historiasa través de textos, crónicasradiofónicas, piezas televisi-vas o documentales cine-matográficos, lo hace a tra-vés de tebeos. Sí, tebeos,historietas, novelas gráfi-cas, cómics, ese género ma-ravilloso con el que mi ge-neración se hizo adicta a lalectura. Pues bien, en 2001 una revista esta-dounidense les encargó a él y al escritorChris Hedges un reportaje sobre Gaza. Unavez sobre el terreno, Sacco recordó haberleído algo de Noam Chomsky sobre unamatanza de civiles palestinos en KhanYounis, una localidad de la franja, ocurridaen noviembre de 1956. Los dos recogierontestimonios de supervivientes y de ellos sedesprendieron imágenes atroces de varo-nes palestinos puestos en fila contra lastapias del lugar y sumariamente fusiladospor soldados israelíes. Aquella y otras barba-ries anteriores y posteriores, concluyeronlos reporteros, sembraron en los corazonespalestinos el odio que sentían hacia los ocu-pantes israelíes. Pero la revista censuró lospárrafos del reportaje relativos a aquel epi-sodio, en el que, según un informe oficialde la ONU, perdieron la vida 257 personas.

A Sacco esa “nota al pie de página” de lahistoria que fue la matanza de KhanYounis ya no se le quitó de la cabeza. En2002 y 2003 volvió a Gaza. Durante sema-nas recorrió el minúsculo territorio, hablócon mucha gente, se documentó, se enteróde otra matanza de palestinos en 1956 —lade Rafah, con 111 muertos adicionales—,puso a trabajar a investigadores en los ar-chivos de Israel… Y de ahí surgió este libro.

Notas al pie de Gaza es no sólo un gran

documental sobre los sucesos de 1956, sinotambién un reportaje con detenimiento so-bre la franja de hoy y sus gentes. El reporte-

ro-dibujante se sitúa como protagonista dela acción y va contando tanto la vida coti-diana que comparte con los palestinos co-mo el desarrollo de sus investigaciones y larecreación de las matanzas de Khan Younisy Rafah. Su grafismo, en la estela de RobertCrumb, retrata con vigor y realismo las per-sonas, los escenarios y las situaciones delpasado y del presente. Sus datos son exac-tos; sus diálogos, auténticos, y su perspecti-va humanista, la constante presencia de

rostros que miran al lector, otorga a lospalestinos esa cualidad de personas que lesniega la propaganda israelí. Los ves depri-midos, asustados, encolerizados, deseososde venganza; también manteniendo inque-brantables su hospitalidad y su sentido delhumor.

El uso de la primera persona es muyeficaz para transmitirle al lector la impre-sión de que está viajando con el narrador.Sacco recorre la franja de arriba abajo, seatasca en los controles militares del ocu-pante, escapa a tiroteos, asiste a demolicio-nes por buldóceres israelíes de casas pales-tinas, ve pasar entierros… En la página253, un palestino le enseña los agujeroscausados en su hogar por las balas israelíesy le cuenta que sus hijos viven aterroriza-dos. “¡Aquí cada día es 1956!”, dice.

Un tebeo puede ser un clásico del pe-

riodismo. Ese corresponsal de guerra denuevo cuño que es Sacco ya lleva varios.Su primer éxito, a mediados de los noven-ta, fue la novela gráfica Palestina, fruto deuna larga estancia en Gaza y Cisjordania.Luego abordó, en Gorazde y El mediador,las guerras balcánicas y, en Chechen War,Chechen Women, los dramas del Cáucaso.Muchos piensan que ha creado un nuevogénero: el tebeo de investigación periodís-tica. Su colega Chris Hedges, premio Pulit-

zer, opina que el trabajode Sacco prueba que, enun momento en que losmedios están recortandoen corresponsalías, envia-dos especiales e investiga-ciones prolongadas, “el pe-riodismo va a volver a serlo que fue al principio: unaforma de arte”. Es una ideainteresante.

“Los palestinos”, escribeSacco en el prólogo de estaobra, “no pueden permitir-se el lujo de digerir una tra-gedia antes de que llegue lasiguiente”. Israel, que en2005 retiró de la zona a suscolonos, tiene hoy comple-tamente cercada a Gaza y,como ocurrió en el inviernode 2008-2009, la bombar-dea cuando le place. Los ni-ños, mujeres, ancianos yvarones palestinos que mue-ren en esos ataques son, enel mejor de los casos, “da-ños colaterales”; en el peor,“terroristas” a exterminar.

Como la sangre no se se-ca nunca en Gaza, tampocodebería hacerlo la tinta quelo cuenta. A Sacco le pre-guntan sistemáticamente

en Estados Unidos por qué presenta el ladopalestino del conflicto y no el israelí. Surespuesta es obvia: porque durante toda suvida, los políticos y los medios de comuni-cación norteamericanos sólo le han presen-tado la versión israelí. “¿Qué significa serobjetivo cuando hay un pueblo oprimido yotro opresor?”, se preguntaba en una entre-vista. “Yo prefiero ser honesto: no todos losoprimidos son ángeles, pero ello no impideque sean los oprimidos”.

Vuelve a hablarse de una posible ini-ciativa de paz de Obama para OrientePróximo. La reflexión más lúcida que pue-de hacerse sobre el asunto ya se encuen-tra en la última viñeta de la página 62 deeste tebeo: “La única cuestión es saberhasta dónde piensan los israelíes impo-ner su victoria o hasta qué punto acepta-rán los palestinos la derrota”. �

Sofía y el negroJudith VanistendaelTraducción de Cristina Casas, Eva Gorsschey Carmen Gros. Prólogo de Enric GonzálezNorma. Barcelona, 2010152 páginas. 17 euros

Por Nuria Barrios

LAS GRANDES novelas gráficas poseen unafuerza y una frescura de la que adolecenmuchas novelas contemporáneas. Este esel caso de la premiada Sofía y el negro, dela artista belga Judith Vanistendael, unavibrante historia de amor entre una belga,estudiante de económicas, y un togolés sinpapeles, que ha solicitado asilo. Contada

en dos partes, como si fuese uno de esosdípticos religiosos cuya historia se exponeen varias tablas que se presentan a la vistasimultáneamente, Sofía y el negro narra larelación de esta joven pareja en un peque-ño y rico país de Europa. La primera partecuenta la historia a través de los ojos delpadre de Sofía, un periodista prestigioso yliberal. El personaje es francamente ge-nial: conmueven y divierten, al mismotiempo, su asombro, su desconfianza, suhostilidad hacia el extranjero negro y sinpapeles de quien se ha enamorado su úni-ca hija. “¡Pero bueno, le ha tocado la lote-ría! ¡Tiene un piso con tía incluida!”, lesuelta furibundo a Sofía. También muestracómo el amor de los perplejos padres ha-cia su hija facilita el camino de la pareja.

En la segunda parte, es la propia Sofíaquien, diez años después, narra su versiónde los hechos. Sofía y el negro cuenta conhumor, agudeza y dolor la historia deamor entre una blanca y un negro, peronarra sobre todo la difícil carga emocionalque muchos refugiados portan sobre susespaldas, la tremenda aventura que hanprotagonizado para llegar a Europa y elabrumador laberinto burocrático que aúnhan de recorrer para ser regularizados.Con un dibujo en blanco y negro tan atrac-tivo y enérgico como los textos, Sofía y elnegro es una novela autobiográfica llenade vida. No se pierdan esta agridulce cróni-ca familiar de una pasión. Las certeras re-flexiones del periodista Enric González so-bre la inmigración abren el libro. �

Viñeta de Notas al pie de Gaza, de Joe Sacco.

Pasión autobiográfica

Sangre siempre fresca en GazaEl reportero-dibujante Joe Sacco, creador de todo un género —el tebeo de investigación periodística—, retrata la vidacotidiana de los palestinos de la franja, marcada desde las matanzas de 1956 por el miedo, la cólera y la impotencia

Viñeta de Sofía y el negro, de Judith Vanistendael.

EN PORTADA / Libros

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LA CIENCIA ES UNO de los elementosmás importantes del mundo ac-tual. Del actual y del de hace yabastante tiempo, puesto que ¿pue-

de alguien entender el siglo XIX, el de latelegrafía y la iluminación eléctrica, el dela química de los fertilizantes y los tintes,el de la anestesia y las vacunas, sin losFaraday, Maxwell, Kelvin, Liebig, Pasteuro Koch? ¡Y qué decir del XX, la centuria dela relatividad, la física cuántica, el ADN,los ordenadores e Internet!

Hoy no se puede —o no se debe—tomar decisiones en un sinfín de domi-nios sin evaluarlas a la luz de la ciencia.Pero las decisiones las toman los políti-cos, no los científicos. El poder es políti-co —y económico —, no científico. Deuna forma brutal, Nikita Jruschov lo dejóclaro en 1961 cuando ante una nutridaaudiencia le dijo a Andréi Sájarov: “Dejela política para nosotros, que somos espe-cialistas en ella. Haga usted sus bombas ypruébelas y no interferiremos en su traba-o; antes bien, le ayudaremos”.

La cuestión es si Jruschov —o para elcaso otros como él— sabía algo de las impli-caciones físicas de las bombas que tiposcomo Sájarov fabricaban siguiendo sus ór-denes. Y si no nos limitamos a cuestionesatómicas, sino a la relación de la cienciacon otros asuntos capitales en el mundoactual, entonces habría que preguntarsequé saben de ciencia los políticos de hoy.

Richard Müller, un catedrático de Físicade la Universidad de California, ha escritoun libro para ayudar a todos aquellos quese plantean intentar ser algún día presiden-tes. Física para futuros presidentes (AntoniBosch, editor, Barcelona) se titula. “¿Le inti-mida la física?”, leemos en la Introducción.“¿Se hace un lío con el calentamiento glo-bal, con los satélites espía, con los misilesbalísticos y los antibalísticos, con la fisión yla fusión? ¿Cree que toda la tecnología nu-clear, tanto la de las bombas como la de lascentrales de energía, es fundamentalmentela misma? ¿Le desconcierta la afirmaciónde que nos estamos quedando sin combus-tibles fósiles, cuando hay quienes sostie-nen lo contrario?”. Y tras unas preguntasmás parecidas, concluye: “Si es así, el lectorno está preparado para ser un líder mun-

dial”, aunque, claro, aún puede salvarse le-yendo su libro. Por supuesto habría queañadir que también debería leer otros tex-tos porque hay más ciencia que la física.Pero esta es otra cuestión.

Lo que ahora me interesa es si hay mu-chos políticos que necesitan de obras comoesta. O si abundan los que, como Napo-león, saben bastante de ciencia. Bonaparte,recordemos, se consideraba más que capazpara la ciencia: “Si no me hubiese converti-do en general en jefe”, llegó a decir, “mehabría sumergido en el estudio de las cien-cias exactas. Hubiera construido mi cami-no en la ruta de los Galileo, los Newton. Ycomo he triunfado constantemente en misgrandes empresas, pues también me ha-

bría distinguido mucho con mis trabajoscientíficos”.

Francamente, no veo muchos estadistasde este tipo en la actualidad. Y sí muchosmaniobreros de la política, personas en cu-ya biografía no es posible descubrir másque el esfuerzo temprano y continuado porsobresalir en la arena política. Su carrera,su profesión, es la política. Enfrentando aesta realidad, es posible consolarse miran-do hacia atrás, rebuscando en ese bosqueque es la historia. Y aunque tampoco abun-den en él los gobernantes y políticos ilustra-dos en materias científicas, siempre se en-cuentra alguno. Uno de mis favoritos esBenjamin Franklin, que no gobernó pero síintervino en política: la hermosa Declara-ción de Independencia de los Estados Uni-dos de América (4 de julio de 1776) le debebastante. Franklin supo bien lo que cuestaganarse la vida: fue impresor, periodista,pequeño empresario, diplomático y ciuda-dano consciente (tras salvarse por los pelosde un naufragio, escribió en una carta a sumujer: “Acaso debería aprovechar esta oca-sión para prometer construir una capilla aalgún santo; pero si tuviese que prometeralgo sería construir un faro”). También fueun notable científico que se interesó enmuy diversos campos de la ciencia; en su

correspondencia se encuentran cartas acientíficos tan distinguidos como Caven-dish, Lavoisier y Joseph Priestley. Precisa-mente sobre este científico inglés, que tan-to aportó al conocimiento de las “distintasclases de aire”, como reza el título de unade sus obras, se acaba de publicar un intere-sante libro (Steven Johnson, La invencióndel aire, Turner), en el que al hilo de labiografía de aquel hombre, que no le hacíaascos al compromiso social, y que por elloterminó sus días en Norteamérica, tambiénse habla de las relaciones que mantuvo conFranklin y con otro de mis políticos favori-tos, Thomas Jefferson, el tercer presidentede los Estados Unidos. Instalado en su nue-va patria, Priestley escribió con regularidada Jefferson. Y aprovechaba para enviarle tra-bajos científicos, para que la política no lehiciese olvidarse “de su interés por la cien-cia”. Seguramente no hacía falta; Jefferson,recordemos, fue el autor de un notable tex-to, lleno de datos y consideraciones sobregeología e historia natural: Notes on the Sta-te of Virginia (1785). Una rara avis en unmundo de rapaces. �

Física para futuros presidentes. Richard Müller.Traducción de Víctor V. Úbeda. Antonio Bosch.Barcelona, 2010. 416 páginas. 23 euros.

Obra anónima sobre los experimentos de Benjamin Franklin durante una tormenta. Foto: Getty Images / SuperStock RM

La cienciay lospolíticosLos líderes mundialestienen que estar preparadospara hacer frente a todaslas cuestiones científicas

Por José Manuel Sánchez Ron

Hoy no se puede—o no se debe— tomardecisiones en un sinfínde dominios sin evaluarlasa la luz de la ciencia

PENSAMIENTO

16 EL PAÍS BABELIA 24.04.10 EL PAÍS BABELIA 24.04.10 9

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BarrocoJosé Luis ReyVisor. Madrid, 2010100 páginas. 10 euros

Por Ángel L. Prieto de Paula

POESÍA. A VECES LA historia de la poesíaparece retroceder estéticamente, noporque la falta de salidas invite a bus-car abrigo en el seno de la tradición—incluso si se trata de la “tradición dela vanguardia” de los años veinte o dela neovanguardia del 68—, sino porquesólo volviendo atrás puede cortarse elnudo gordiano de una maraña en queha encallado el discurso lírico y prose-guir camino. Es este el caso de Barroco,libro con que José Luis Rey (PuenteGenil, Córdoba, 1973) ha obtenido elXXII Premio Loewe de poesía. Ademásde ser el mejor de los suyos, descuellaen una situación donde la abundanciade buenos autores es tan evidente co-mo la ausencia de un nombre o unacorriente que se impongan sobre el res-to. Frente a la prestigiada cortedad deldecir o insuficiencia del lenguaje, Ba-rroco es una glorificación del poder dela palabra, que constituye la materiadel universo erigido en sus páginas;frente a las sartas de aconteceres bio-gráficos con marco urbano y complici-dad generacional, el libro de Rey es

literatura que bebe en el venero de laliteratura y de las otras artes, clásicas ymodernas; y frente a la poesía comorelicario de sentimientos menudos delautor, la que aquí se nos muestra salta

las tapias del huerto confesional,apuesta por lo excesivo y se acoge alvuelo verbal y a la gramática del arscombinatoria. Letanías y reiteracionesse canalizan en versículos luminosos,ocasionalmente contestados por com-posiciones de ritmos pautados y poralguna serie arromanzada (‘Acade-mia’). Hay cabriolas creacionistas, me-táforas eléctricas y ramificaciones deversos que se propagan sin desmayo,con las que contrasta también algúnpoema sentencioso y de entonaciónmoral (‘Sencillez’). En el libro, queengarza imágenes y locuciones de tra-diciones diversas, lo exorbitante delbarroco (aquello que escapa centrífu-gamente de su órbita, lo fuera de sí)enlaza con las asociaciones surreales,en medio de un fervor de guiñosmetalingüísticos. Pero la fiesta de lapalabra no excluye los relatos de unaeducación sentimental, tan caros a suspredecesores artísticos: “Bueno, / siem-pre recuerdo la ventana azul. / Las mu-chachas morían al mirarse al espejo ylas aguas se abrían temblando / y allíhabía un país. / Pasé noches enterasescuchando la luna cisterciense”. Heaquí un libro de lenguaje suficiente,soberbio en su poderío, que tiende unpuente entre el pasado de anteayer y elfuturo inmediato, si es que acaba con-virtiéndose, como cabe prever, en refe-rencia para los poetas que llegan. �

El poder de la palabra

Los bohemiosMarqués de PelleportTraducción de Gabriel HormaecheaGlobal Rhythm. Madrid, 2010292 páginas. 21 euros

NARRATIVA. CONTEMPORÁNEO de Sade y ex-plorador profundo de todas las corrup-ciones del Antiguo Régimen, el marquésde Pelleport fue un hombre de vida aza-rosa, disoluta, mercenaria y decidida-mente difícil, que acabó conduciéndoloa la prisión de la Bastilla, justamente enla época en que se hallaba allí el mar-qués de Sade. Como el mismo Sade, Pe-lleport practicó una escritura de libelo,detalle que suelen olvidar muchos lecto-res de la literatura de esa época, y sunovela Los bohemios, casi enterrada des-de su publicación en 1790, es amplia-mente literaria a pesar de tener muchode libelo. A veces su cinismo lírico (si esque cabe tal expresión) lo acerca a Rabe-lais y a Quevedo, y a menudo su ironía ysu tono narrativo lo acercan a Cervan-tes, que es citado varias veces en el libro,

parodia frecuentemente a Virgilio utili-zando su mismo sistema comparativo. Apesar de sus divagaciones, a ratos excesi-vas y que hacen desaparecer la columnavertebral de la novela, Los bohemios tie-ne la virtud de ofrecernos un retrato es-perpéntico, descarnado y tremendamen-te humorístico del mundo que precedióa la Revolución Francesa, de las miseriasdel clero y la nobleza, y de las penalida-des de los escritores. En el capítulo XIIIel narrador hace una defensa de los dere-chos de autor con un humor que hoyechamos en falta. Otra virtud de la nove-la es ofrecernos todo un catálogo de laspasiones humanas: el miedo, la lujuria,la gula, el egoísmo, el narcisismo, la pa-sión por el poder… Los sujetos que tran-sitan esta historia de clérigos lascivos yglotones, escritores desarrapados, ban-didos, buscavidas y pícaros están biendibujados, aunque tienden a disolverseenseguida en el aluvión de diálogos iróni-cos y distanciadores. De entre todos lospersonajes, cobra especial importanciael burro que acompaña a los protagonis-tas. Un burro que ha leído a Séneca, yque a la vez que recuerda al de Apuleyose anticipa al asno de la última parte de

sí hablaba Zaratustra. Jesús Ferrero

Luna WalkerSharon Smithteneo de Málaga. Málaga, 2009

134 páginas

NARRATIVA. SE LLAMA LUNA, como su nieta,se apellida Walker, como su whisky

favorito, y ha sido creada por SharonSmith para remitir el yo narrativo de es-tos cuentos a un personaje, una mujerde ficción, no vaya a ser que creamosque esta especialista en Galdós que viveen el galdosiano Barrio de las Letras ma-drileño, con un pie en la sierra malague-ña, o viceversa, es la verdadera protago-

nista de sus historias. Y lo parecería, por-que Luna se parece a Sharon (en mássuelta y más viajera) porque las historiasvienen a buscarla mientras está en locotidiano que comparten: viajar, escri-bir y traducir, cuidar la huerta o abrir lacorrespondencia, o mirar esa mosca quesigue a Luna como el Lanas a Sharon. Locotidiano extraordinario, ese tiempoque se desliza por los días y sus cambiosde luz, es finalmente el tema de estelibro. Luna Walker es el tercer libro derelatos de esta norteamericana que es-cribe en castellano —aunque la novelaque muchos esperamos cabalga entre elespañol y el inglés— y que, en palabrasde Ian Gibson, “llegando de fuera, en-riquece con su originalidad el panoramaliterario español”. Y escribe con un hu-mor fino, que parece asentado en lamédula de las palabras y que consigueuna transparencia especial para su len-guaje. Humor que transmite en una suer-te de conformidad iluminadora de la vi-da, que no le impide penetrar en zonasoscuras de la memoria y pasar como sinquerer por los temas grandes de la lite-ratura: la incomunicación, el amor, lamuerte. Y todo, con una falta de solemni-dad y de pomposidad tan de agradecer,y una perspectiva rigurosa y consciente-mente femenina, que asume el paso deltiempo, las huellas del dolor y las pe-queñas y grandes sorpresas cotidianas.Rosa Pereda

Nuestra amiga comúnLuis BargaEdiciones AmargordMadrid, 2010198 páginas. 15 euros

NARRATIVA. “AQUEL VERANO de 1974 la brisasoplaba a espaldas de Miguel empuján-dole a vivir rápido, y creer que para di-vertirse sólo se necesita un mínimo debienestar y un máximo de libertad”. Lafrase con la que arranca la primera nove-la del periodista Luis Barga refleja eseespíritu, tan cercano a los años de juven-tud, que impulsa a embarcarse en todotipo de nuevas aventuras. Ambientadaen Madrid en los últimos años de la vidade Franco, Nuestra amiga común se desa-rrolla en torno a un trío destructivo y

sentimental: Miguel, un estudiante ena-morado de Verónica, una joven atrapada

por las drogas y novia de Polo, propieta-rio de bares de moda y creador de am-bientes. Estructurada como una novelade personajes en la que mandan los diá-logos, uno de los aciertos del relato con-siste en narrar una época, dejando delado la política de oposición a la dictadu-ra que ya ha protagonizado buena partede los retratos de la época, pero enfren-tándose a ella desde el lado de una gene-ración que encontró en las drogas, y másconcretamente en la heroína, un motivomás para experimentar, sin tener nin-gún conocimiento del terreno en que semovían, algo que acabaron pagandomuy caro. A. C.

“Pasé noches enteras escuchando la luna cister-ciense”, escribe José Luis Rey. Foto: Carles Ribas

LIBROS / Narrativa y Poesía

EL PAÍS BABELIA 24.04.10 15

APESAR DEL LIGERO temblor y de latorpeza que ha ido adquiriendosu mano derecha con el paso delos años Ernest Michel todavía

conserva una letra excelente. La usa paraescribir despacio y con claridad, sobre car-tulinas rayadas, palabras clave que le servi-rán para despertar recuerdos, o para asegu-rarse de que la mente no se le queda enblanco inesperadamente, delante de unpúblico que atiende en un silencio sobre-cogido a su historia. A los 86 años, ErnestMichel continúa viajando a casi cualquierparte donde lo llaman para dar testimoniosobre sus años de cautiverio en Auschwitz,pero se ha dado cuenta de que la memoriase le está debilitando, igual que la calidadde su caligrafía. Puede revivir sin ningunadificultad escenas sucedidas en el campode exterminio hace más de sesenta años,recordar palabras, conversaciones enteras,pero en la memoria del presente se leabren cada vez más espacios en blanco. Envez de la tentación de capitular lo que sien-te es una urgencia todavía más acusada deseguir contando, y por ese motivo escribecosas en las fichas de cartulina y las llevaconsigo, para asegurarse de que el olvidode lo más próximo no le borra el acceso atantos recuerdos exactos y lejanos. Y elmismo acto de escribir es ya una invoca-ción, porque fue la caligrafía lo que le per-mitió sobrevivir a Ernest Michel: agotado,enfermo, muy cerca de la muerte, levantóel brazo cuando en una formación alguiensolicitó un voluntario que tuviera buenaletra. Él la tenía excelente: se había adies-trado como calígrafo antes de la guerra. Lodestinaron a la enfermería, a redactar certi-ficados de defunción y listas de los prisio-neros que eran enviados a las cámaras degas. Trabajar sin mucho esfuerzo físico ba-jo techado y no a la intemperie del campomultiplicaba la posibilidad de sobrevivir,explicó Primo Levi. Copiando con su letra

impecable los nombres de los muertos Er-nest Michel se salvó de ser uno de ellos:ahora escribe todavía, cada vez más despa-cio, la letra agrandada y más bien torpe, yel hilo de la tinta es tan obstinado y tanfrágil como el del recuerdo, y no tardarámucho en quedar interrumpido.

Lo ha dicho Jorge Semprún, en su dis-curso de hace unas semanas en la expla-nada invernal de Büchenwald, donde elviento frío agitaba las banderas y los me-chones blancos de los últimos prisioneros,65 años después de la liberación del cam-po: uno por uno los testigos se extinguen,y dentro de poco la tarea del recuerdo co-rresponderá a otra generación. No es laprimera vez que Semprún reflexiona enpúblico sobre ese tránsito de la memoriaviva a la gradual vaguedad y abstracciónde lo histórico, pero sí la primera vez quelo expresa con tan desolada inmediatez,en primera persona: dentro de cinco años,dice, cuando se repita esa ceremonia, él yano estará.

Semprún confía en los escritores de fic-ción como depositarios de ese legado derecuerdos. Yo no estoy seguro de que laficción tenga mucha utilidad a la hora demantener presente lo que no debe olvidar-se. Por respeto al sufrimiento de tantosmillones de seres humanos, la libertad deinventar ha de estar separada por una fron-tera bien visible de las narraciones riguro-sas de lo sucedido. Y en un mundo en elque hay tan poco espacio público para elconocimiento de los hechos históricos,tan poca idea del lugar relativo del pre-sente en una secuencia temporal muyanterior a nuestras vidas, la ficción pue-de servir sobre todo para banalizar y sen-timentalizar el espanto, para hacerlo dige-rible y al mismo tiempo confinarlo en unadistancia tranquilizadora, “de época”.

No hay ficción que esté a la altura delfulgor seco de los hechos. No hay ninguna

necesidad de inventar cuando todavía que-da tanto por saber, y sólo el conocimientolo más exacto posible concede alguna me-dida de restitución. El que ha vivido cuen-ta lo que ha visto. A quienes escuchan lescorresponde la tarea de prestar atención yaprender lo más posible, para que el olvi-do no pueda absolver a los verdugos. Yopienso con remordimiento en tantas perso-nas de las que pude haber aprendido y alas que no pregunté, por descuido, porindiferencia, por creer que estarían siem-pre disponibles. Cuánto pudimos y debi-mos preguntar cuando aún había tiempo,cuando estaban lúcidas y en plenitud defacultades personas que habían vivido laRepública, la guerra, la Resistencia enFrancia, los campos de concentración ale-manes, la negra posguerra española: cuán-tas historias como las que no ha dejadonunca de contar Ernest Michel nos hemosperdido. Leyendo su testimonio me heacordado de mi amigo Antonio Colino,que tenía más de noventa años cuando mecité con él una tarde para que me contarasus recuerdos de la guerra en Madrid. Sa-có del bolsillo una hoja cuadriculada en laque había apuntado las cosas que no que-ría que se le olvidaran. Pero el hilo se ha-bía vuelto borroso, y muy poco después secortó para siempre.

Gracias a la mediación de William Chis-lett acabo de descubrir un yacimiento dememoria del que no tenía ninguna noticia,que se ha abierto delante de mí como unpaís entero hecho de negrura: sabemosbastante de las vidas de los republicanosespañoles en los campos de concentra-ción alemanes, pero yo no tenía ni ideasobre los que acabaron en los campos so-viéticos. Chislett, buscador de libros sinsosiego, me ha dado noticia de un trabajode investigación doctoral de Luiza Iorda-che, Republicanos españoles en el Gulag(1939-1956), publicado hace dos años por

el Institut de Ciències Politiques i Socialsde Barcelona. La historia despierta másangustia al comprender el poco caso quese les ha hecho a los testigos y la rapidezcon la que uno por uno se estarán extin-guiendo. Jóvenes aviadores republicanosque a principios de abril de 1939 estabanterminando sus cursos de pilotos en laURSS y ya no pudieron salir del país; mari-neros de buques mercantes que habíanllevado armas y suministros a la Españarepublicana y se quedaron atrapados en elpuerto de Odessa al final de la guerra; ni-ños en edad escolar enviados a la URSS,extraviados en la guerra y la miseria, con-denados a trabajos forzados en los cam-pos más crueles de más allá del CírculoPolar Ártico; militantes comunistas que alllegar a lo que habían imaginado como ungran paraíso se encontraron en el interiorde una cárcel. Querer marcharse de laURSS ya era de antemano un delito: entrelos documentos pavorosos que ha rescata-do Luiza Iordache están las pruebas de lasaña inquisitorial con que los dirigentesdel Partido Comunista Español en Moscúpersiguieron a los compatriotas o ex cama-radas que se atrevieron a manifestar algu-na forma de disidencia. El libro de Iorda-che está lleno de listas de nombres que yono había escuchado nunca, de libros dememorias publicados o inéditos de losque yo no tenía noticia. Una vez que elhilo se corta ya no hay manera de reparar-lo. Algunas formas extremas de olvido noserían posibles sin una especie de conspi-ración colectiva. �

Republicanos españoles en el Gulag (1939-1956).Luiza Iordache. Institut de Ciències Politiques iSocials. Barcelona, 2007. 142 páginas. 15 euros.

Promises to Keep. One Man’s Journey AgainstIncredible Odds. Ernest W. Michel. BarricadeBooks, 2008. 320 páginas.

Hilos cortadosPor Antonio Muñoz Molina

Imagen del campo de Büchenwald. Foto: Reuters

IDA Y VUELTA

10 EL PAÍS BABELIA 24.04.10

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La Judith de ShimodaBertolt BrechtTraducción de Carlos Fortealianza Editorial. Madrid, 2010

200 páginas. 17,50 euros

Por Marcos Ordóñez

TEATRO. PODRÍA SER una película de Mi-kio Naruse. O del mejor Fassbinder. Po-dría llamarse Una mujer baja la escale-ra. O La señora Okichi sube a los cielos.Una heroína orgullosa e irreductible,que cae en desgracia por ser fiel a susprincipios, es elevada a los altares de laleyenda y denostada por sus conciuda-danos, sufre en carne propia las maqui-naciones de los poderosos y es destrui-da pero no vencida. Pero esta historiano la escribieron Naruse ni Fassbinder.Según la portada de Alianza, la escribióBrecht bajo el título de La Judith de

Shimoda: es un inédito, un descubri-miento. Verdad a medias. Escribir, loque se dice escribir, no la escribióBrecht: la hizo suya, la canibalizó. ¿Sehan hecho un lío? Ahora desenredamosla madeja. Flashback. Finlandia, 1940.Huyendo de los nazis, BB se refugia enla casa de su amiga y dramaturga Hella

uolijoki. Su anfitriona le descubreuna obra, La triste historia de Okichi,del dramaturgo japonés Yamamoto Yu-zo, que acaba de ser traducida al ingléspor Glenn W. Shaw, y de la que tiene losderechos. BB queda fascinado por la pie-za (por su modernidad, su feminismo,su crítica al patriotismo manipuladopor los poderosos) y emprende lo quellama una “reelaboración” que tienemucho de apropiación, no en vano aca-baba de hacer lo mismo con un texto dela Wuolijoki que firmaría (él y sólo él)como El señor Puntila y su criado Matti.

sí las cosas, tenemos: a) una obra japo-nesa, b) una traducción inglesa y, c y d)sendas traducciones al finlandés y alalemán que efectúan, mano a mano,Hella Wuolijoki y Margaret Steffin, otrade las incontables “novias” de BB. Tam-bién mano a mano, W y BB se ponen ala faena: comprimen y remontan pasa-es, y corre a cargo del dramaturgo la

escritura de una nueva escena (la déci-ma) y de una serie de interludios, en losque nuevos personajes analizan y co-

mentan la puesta en escena de la tristeperipecia de su protagonista.

En La Judith de Shimoda, un magna-te japonés recibe en su mansión a unosvisitantes anglosajones y para mostrar-les la esencia de su país les ofrece unarepresentación de la vida de Okichi, unmito nacional, emblema, afirma, del“patriotismo de las clases bajas”. La fun-ción comienza en 1856, cuando los ame-ricanos llegan a Japón para abrir fronte-ras y hacer negocios con el Shogun. Elcónsul Harris se ha prendado de unageisha y la quiere en su casa, pero estápenado por ley servir a los “diablos ex-tranjeros”. Ante la amenaza de caño-near Shimoda, los miembros del consis-torio persuaden a la íntegra Okichi y ledicen que ha de cumplir todos los de-seos del cónsul. Poco más tarde, la geis-ha descubre que Tsurumatsu, su novio,ya había dado su consentimiento a losjerarcas a cambio de ser nombrado capa-

taz del puerto. Las nego-ciaciones entre america-nos y japoneses se llevana cabo, pero Okichi ha co-metido un error: apiadar-se del dolor de estómagodel cónsul y conseguirleleche recién ordeñada, loque se considera una gra-ve transgresión. La mu-chacha no quiere ser per-donada por los jueces nirecompensada por los po-líticos pues afirma que enambos casos ha actuadosegún su conciencia. Pa-ra el magnate Akimura, lahistoria termina ahí. Perosus visitantes quieren sa-ber qué sucedió luego,cuál fue el destino de Oki-chi, de modo que la fun-ción continúa, narrandosu caída de siete en sieteaños. Se reencuentra conTsurumasu, que jamás re-cibió lo prometido, y tra-tan de reanudar su rela-ción, pero el peso de latraición inicial ha abiertoun abismo entre ellos.Okichi está alcoholizada,víctima del doble peso dela leyenda: para los quese lucraron con su sacrifi-cio es una heroína decuento; para sus vecinosse ha convertido en “laputa del americano”. En

la última escena, vieja y acabada, recibeun saco de arroz de uno de los miem-bros del consistorio y prefiere arrojárse-lo a los pájaros, del mismo modo queantes prendió fuego a los billetes que ledieron por su acción. Es un maravillosopersonaje, hasta el punto de que Brechtquiso escribir también un guión con suhistoria, contada por varios narradores,a la manera de Ciudadano Kane, peropoco después marchó a Hollywood y,extrañamente, no recuperó ninguno delos dos proyectos.

En 2006, el investigador alemánHans Peter Neurenter, compilador delpresente volumen, pudo acceder al lega-do de Hella Wuolijoki y descubrió elparadójico material: la versión de unapieza ajena que parece, por trama, porlenguaje, por estructura y por inten-ción, haber salido de la pluma del pro-pio Brecht. Unos años antes se habíanincluido fragmentos de La Judith de Shi-moda en sus obras completas y comotal se representaron, sin mucho éxito,en Alemania. El texto recuperado, dadasu brillantez, se merece una nueva opor-tunidad “con honores de estreno”. Rei-vindicando también, desde luego, la au-toría original de Yamamoto Yuzo, undramaturgo a descubrir. Y de Hella Woli-joki, la ghost writer finlandesa de BB.(Ahí hay otra película, por cierto: TheMaking of The Judith of Shimoda). �

La Constitución de 1931Santos JuliáIustel. Madrid, 2009. 519 páginas. 56 euros

HISTORIA. LA EDITORIAL IUSTEL ha culmina-do la edición de su meritoria colección LasConstituciones Españolas dirigida por Mi-guel Artola. Disponíamos hasta ahora devaliosas recopilaciones de esos textos cons-titucionales (D. Sevilla Andrés, Sainz de Ba-randa, E. Tierno Galván), de un puñado depanoramas de conjunto sobre la historiade nuestro constitucionalismo (L. SánchezAgesta, J. Tomás Villarroya, J. Solé Tura y E.Aja, J. Varela Suanzes-Carpegna, J. de Este-ban, etcétera), así como una más ampliamanifestación de estudios monográficossobre los diferentes textos. No contába-mos, sin embargo, hasta el momento conuna colección de monografías en las queademás de recogerse un amplio estudio decada una de nuestras constituciones, de laCarta de Bayona al texto de 1978, a cargode destacados especialistas, se recogiese eltexto de la correspondiente constitución yuna muy amplia antología de textos, tantodoctrinales como legales, en relación conla misma. La edición de Santos Juliá, comolas llevadas a cabo por I. Fernández Saraso-la, M. Artola y R. Flaquer, J. Pro, J. Marcue-llo, M. Pérez Ledesma, I. Casanova, J. Vare-la Suanzes-Carpegna, L. Díez-Picazo y A.Elvira Perales, resulta un texto del mayorinterés, en este caso sobre la constituciónde la II República. El autor, una reconocidaautoridad en la historia política de nuestrosiglo XX, se ha aproximado en el pasado ala coyuntura republicana desde muy dife-rentes ángulos. Lo hace ahora desde unaperspectiva estrictamente constitucional.En su estudio, aborda los proyectos de re-forma constitucional del texto de 1876 conanterioridad a la crisis de 1923, los intentosde reanudar nuestra historia constitucio-nal tras la dictadura del general Primo deRivera y un planteamiento general del nue-vo texto republicano. Se ofrece a continua-ción una descripción, a modo de dietario,de la elaboración del texto y se concluyecon una detenida consideración de los dosgrandes problemas con que hubo de en-frentarse la Constitución de 1931: el pro-blema nacional-regional y la cuestión reli-giosa. Mientras el primero contaría unasolución equilibrada en la fórmula del Esta-do Integral, el segundo registraría un trata-miento menos afortunado, hasta terminarconvirtiéndose en uno de los grandes moti-vos de inestabilidad de la vida del régimenrepublicano. La amplia antología de textosque acompaña a la publicación de la Cons-titución de l931 está más orientada a darcuenta de los debates constituyentes que arecoger la legislación complementaria deltexto constitucional. Seguramente razonesde espacio explican la menor atenciónprestada a textos doctrinales, bibliográfi-cos y de prensa, que pudieran haber com-pletado la antología. Se trata en todo casodel libro de Santos Juliá, como los otrosocho integrantes de la colección, de unacontribución de la mayor importancia a lahistoria de nuestro pasado político-consti-tucional. Andrés de Blas Guerrero

Desigualdad. Un análisisde la (in)felicidad colectivaRichard Wilkinson y Kate PicketTraducción de Laura Vidal SanzTurner. Madrid, 2009315 páginas. 22 euros

ENSAYO. SUELE PENSARSE que la pobreza esla causa última de problemas sociales co-mo el fracaso escolar, la violencia juvenil,la toxicomanía o la criminalidad. Pero enrealidad no es así, pues esas patologías

abundan en las sociedades más desarro-lladas. Aunque no en todas, pues mien-tras en algunas de ellas están creciendosobremanera, en otras brillan por su au-sencia. ¿Cómo explicar esta paradoja? Laclave no está en la pobreza sino en ladesigualdad: en la distancia que separa alas élites de los desfavorecidos. Este librode epidemiología social, escrito con am-plia información y claridad admirablepor dos expertos británicos en salud pú-blica, demuestra que los factores que de-terminan la calidad de vida están estadís-ticamente relacionados con el grado dedesigualdad inscrito en la estratificaciónsocial. Para ello construyen un Índice deProblemas Sociales a partir de nueve indi-cadores: mortalidad, trastornos menta-les, obesidad, maternidad adolescente,fracaso escolar, criminalidad, poblaciónreclusa, desconfianza cívica y falta de mo-vilidad social. Después lo correlacionancon una muestra de 21 países desarrolla-dos, así como con los 50 Estados de Esta-dos Unidos. Los resultados que obtienenson demoledores e incontestables. Tantopara el índice total como para cada unade las nuevas variables, los niveles másfavorables de calidad de vida se dan enlas sociedades más igualitarias: Japón

los países nórdicos. Y en cambio, los indi-cadores más desfavorables aparecen enlas sociedades más desiguales, con Esta-dos Unidos y Reino Unido a la cabeza,encontrándose Francia o España en posi-ción intermedia. Pero lo más significati-vo es que los efectos patológicos de ladesigualdad afectan no sólo a las clasesdesfavorecidas sino también a las acomo-dadas. Por eso, las élites estadounidenseso británicas padecen mayores problemassociales que las clases medias y bajas delos países igualitarios. Y el porqué esto esasí se debe a la envidia, mucho mayor enlas sociedades desiguales. El nivel de es-trés y propensión a padecer patologíassociales depende de la comparación conlos demás, según la posición relativa quese ocupa frente a ellos. Y esas compara-ciones ajenas resultan tan insoportablesque afectan tanto a los superiores envi-diados como a los inferiores envidiosos.Pues sólo la equidad social nos libra depadecer el maligno virus de la envidiamórbida. Enrique Gil Calvo

MadreMario PodestáFundacion Crein. Madrid, 2010. 227 páginas

FOTOGRAFÍA. EL REPORTERO GRÁFICO argenti-no Mario Podestá (1951-2003) había dadomuchos tumbos por el mundo cuando enlas navidades de 1993 recayó de nuevo enCalcuta, pero esta vez le aguardaba la ma-dre Teresa para que documentase su obra.Descubrió con ella otra cara de “la ciudadde los olores terribles, de los que nacen,sobreviven y mueren en las calles, la Ciu-dad de la Alegría”, la describió Podestá. Lavisita le conmocionó tanto que cada añoacudía al encuentro de Teresa, “una peque-ña niña de aspecto frágil con profundasarrugas que se me antojaban mapas de gue-rra”. Retrataba en blanco y negro el trabajode ésta y las misioneras de la caridad y elresultado fue Madre, un cuidado libro defotos que Podestá presentó en 2003, año desu muerte en un accidente de carretera enIrak como un “tributo” a la “vida fenome-nal” que la madre le había regalado. LaFundación Crein reedita esta obra graciasa la cual Podestá aseguró haber conocido a“los niños más bellos de la tierra”. E. S.

Geisha, Japón hacia 1875. Foto: Roger Viollet

Una mujer baja la escaleraLIBROS / Ensayo y Teatro

14 EL PAÍS BABELIA 24.04.10

Por Andrea Aguilar

UN PAR DE CHAVALES negros queacaban de salir del instituto,una cuadrilla de obreros, va-rias niñeras que empujan carri-

tos, una distinguida pareja de ancianos yun escritor comparten la concurrida es-quina de la avenida de Lexington con lacalle 86 una fría tarde de finales de invier-no. Es fácil identificar a Colum McCann(Dublín, 1965) entre la gente. A pesar delos palmos de nieve que cubren las ace-ras, él hace alarde de su sangre irlandesacon una fina chaqueta y escueta gorra.El frío no le intimida. El caos de la metró-poli tampoco. Está en la masa de su no-vela Que el vasto mun-do siga girando, unahistoria coral situadaen el Nueva York delos setenta, galardo-nada con el NationalBook Award 2009. Enella se entrecruzan lasvidas de una decenade personajes, desdeuna prostituta delBronx, que a sus 38años ya es abuela, has-ta una millonaria dePark Avenue, madre deun joven soldado muer-to en Vietnam, pasan-do por un joven sacer-dote irlandés seguidorde la Teología de la Li-beración o un hacker.“No me intereso mu-cho a mí mismo”, expli-ca ya sentado en unpub irlandés dondeuna docena de polacosapuran las cervezas yjuegan al billar. “Megusta salir al mundo,casi como si fuera pe-riodista. Busco paisajeemocional”.

Cuando escribió Elbailarín, una novelainspirada en Nureyev,vivió en San Petersbur-go; con Zoli, llegó has-ta los campamentos gi-tanos de Centroeuro-pa. Ahora lleva más deun año inmerso en otro tipo de viaje, elde la promoción de su novela sobre Nue-va York, que le ha llevado desde Berlín aPekín, previo paso por decenas de ciuda-des estadounidenses. No muestra signosde extenuación. “Hay escritores que sequejan de este tipo de cosas, pero esoson chorradas. Si no quieren hacerloque no lo hagan”, zanja. Antes de lograrel éxito internacional con este libro,McCann pasó tres años y medio trabajan-do en él y varios más con la idea en lacabeza. Fue de ronda con la policía alSouth Bronx. Repasó informes y noti-cias. Peinó las calles. “Nunca llevo cua-derno, al llegar a casa escribo mis notasy nunca más las vuelvo a mirar”, dice.“Lo que quiero es coger el tono, las con-tradicciones, la textura. Se trata de alcan-zar un toque personal”. McCann se detie-ne, mira alrededor, y se disculpa comobuen irlandés porque el pub no es muybueno, pero, sí, reconoce, es menos im-personal que las cadenas de cafeteríascontiguas. El escritor, autor de cinco no-velas y tres colecciones de cuentos, con-tinúa: “La ficción contiene esta contra-dicción de que las historias son total-mente sobre ti y a la vez no lo son. Escri-bes para aprender sobre un tema que te

interesa y luego descubres lo que real-mente querías contar”.

Que el vasto mundo siga girandoarranca la calurosa mañana de agosto de1974 en que el funámbulo francés Philip-pe Petit se paseó entre las Torres Geme-las. Se calcula que cerca de 100.00 perso-nas miraban absortas desde la calle y lasoficinas colindantes. Con esta hazaña—que inspiró el documental Man onwire— se abren las más de 400 páginasde esta novela. El paseo por las nubestensa la acción centrífuga que se disparaen todas las direcciones. Sin embargo,fue la caída de las Torres Gemelas el 11de septiembre de 2001 lo que puso aMcCann a pensar en primer lugar. “Petitlogró fundir lo real y lo imaginario. Mu-

chos novelistas hoy en día trabajan en laintersección de estos dos mundos, gentecomo Ian McEwan o Michael Cunning-ham”. ¿Se refiere a una tendencia? “Esuna reacción a lo que ha ocurrido estosaños con la apropiación de los datos. Lainformación se ha vuelto muy mercena-ria, es fácilmente manipulable”. Parailustrar su punto, recuerda la compare-

cencia de Colin Powell en la ONU, y có-mo se contaron falsedades que se presen-taron como verdades absolutas. “Unamentira repetida el suficiente númerode veces se vuelve verdad”, apunta. “Enese momento los escritores de ficcióndan un paso al frente y dicen: ‘Deme amí los datos’. Probablemente no sea suintención declarada, pero todo esto estáen el aire, en el agua, en la cerveza”.McCann posa el botellín y se pone lagorra. Hoy celebra su última lectura pú-blica en Nueva York.

Su esposa, Allison, le espera en la bocade metro. McCann encuentra el lugar exac-to en el rellano de la escalera donde poderatisbar si el tren que discurre por la víaexprés llega antes que el local. Un ejerci-cio netamente neoyorquino, en el que leacompañan media docena de pasajeros.High o low, arriba o abajo, como los vago-nes del subterráneo, las historias de sunovela discurren por vías paralelas y con-fluyen en puntos neurálgicos. Una crisisde fe, el Gobierno de Lyndon Johnson yVietnam, forman parte del abismo, delalambre sobre el que los personajes ca-minan. Las historias de su libro recorrendesde un lujoso apartamento de ParkAvenue hasta un edificio desolado por el

caballo en el Bronx. Que el vasto mundosiga girando serpentea por el salvaje Nue-va York de los setenta y a golpe de azarentrecruza las vidas de su coro de prota-gonistas. Uno de ellos es Corrigan, unjoven e idealista sacerdote irlandés. “Meinspiré en un monje que es primo de mimujer. Durante años trabajó en elBowery. Hay gente así de decente. Escomplicado escribir sobre ellos”.

McCann sólo contempló el sacerdociocomo posible vocación durante aproxima-damente 45 minutos, tras reponer un roboadolescente en una tienda junto a un ami-go —operación que resultó ser bastantemás complicada que el robo en sí—. Hijode un futbolista, llegó a Nueva York a fina-les de los ochenta y mantiene intacto su

deje irlandés. “El pri-mer año la odié”, confie-sa. Había cruzado Esta-dos Unidos en bicicletay pasado varios añosen Tejas estudiando ytrabajando en un cen-tro de delincuentes ju-veniles. La Gran Manza-na iba demasiado depri-sa. A pesar de todo siem-pre sintió que la ciudadpermitía a uno sentirseneoyorquino a las doshoras de haber pisadosus aceras. “Es la ciu-dad de todas partes y deningún sitio”, asegura.

En Brooklyn, en elespacio de la editorial-librería Powerhouse Bo-oks, todo está dispues-to para que arranquesu lectura esta fría tar-de. Más de doscientaspersonas ocupan el an-fiteatro y unos bancosde iglesia, prestados pa-ra la ocasión. Una bolade discoteca pende deltecho. Colum McCannse presenta como un es-critor muy poco fas-hion por no vivir enBrooklyn. “Resulta em-barazoso reconocerlo,pero vivo en el UpperEast Side”, dice provo-cando la risa del públi-co. El primer extracto

que lee es sobre Corrigan; el segundo,sobre Claire, la potentada mujer de unjuez cuyo hijo ha muerto en el frente;cierra con Tillie, la prostituta cuya voztardó seis meses en encontrar. Llega elturno de preguntas. ¿Cuál es su día per-fecto de trabajo? “De cinco a siete, doshoras de duermevela, de nueve a unatrabajo, luego una carrera por el parquey la tarde dedicada a otros encargos”. “Eldía perfecto no existe”, concluye. Mc-Cann aclara que no va a desvelar ningúnsecreto y cita a Doctorow para explicarque la escritura es cómo conducir en laniebla. Uno se mueve sin saber adóndeva. “Las piezas de repente encajan y en-tonces te preguntas: ¿por qué demoniosha sido tan complicado llegar a esto?”. �

Que el vasto mundo siga girando. ColumMcCann.Traducción de Jordi Fibla. RBA. Barcelona, 2010.480 páginas. 21 euros. Que el món no pari derodar. Traducción de Anna Turro. La Magrana.Barcelona, 2010. 464 páginas. 21 euros. www.co-lummccann.com.

� Inicio de Que el vasto mundo sigagirando, de Colum McCann.

Colum McCann“Me gusta salir al mundo. Busco paisaje emocional”El escritor recrea el salvaje Nueva York de los setenta en Que el vasto mundo siga girando, novela premiada con el NationalBook Award 2009. En ella, la acción se dispara en todas direcciones y las historias se encuentran en puntos neurálgicos

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La hazaña del funámbulo francés Philippe Petit en las Torres Gemelas en 1974 inicia la nueva novela de Colum McCann. Foto: Marcel.lí Sàenz

“Una mentirarepetida el suficientenúmero de vecesse vuelve verdad”

“En ese momento losescritores de ficción danun paso al frente y dicen:‘Deme a mí los datos”

EL LIBRO DE LA SEMANA

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Por Elisa Silió

Q UE VIENE EL CENTENARIO, y ahorava a resultar que el despreciableresucita!”, ha escrito con sorna Fé-lix Grande sobre su amigo el poeta

granadino Luis Rosales (1910-1992) que enmayo hubiese cumplido cien años. Reviveel “maldito, el apestado, el íncubo, el reptildel Barroco y gusano de la Poesía”, en pala-bras de Grande y a los ojos de los que lecalumniaron. Rosales tenía un carné falan-gista del 6 de agosto de 1936. Este dato yque la detención de Federico García Lorcatuviera lugar en la casa granadina de sufamilia —refugio de ambos bandos— fue-ron determinantes para señalar a Rosalescomo cómplice del arresto y asesinato delpoeta, aunque llegó a ser condenado amuerte por la defensa de su amigo. Por esosu hijo Luis RosalesFouz ha querido queno se politizasen los ac-tos: “Era un liberal y notenía un concepto estu-pendo de la políticatras la muerte de Fe-derico y de JoaquínAmigo. Aprendió a nocreer en las cosas, sinoen los amigos”.

El hijo, embarcadoen esta empresa desdehace casi tres años,pensó que la sede delas celebraciones nopodía ser otra que LaCasa Encendida quecomparte nombre conel libro de poemas desu progenitor. La Socie-dad Estatal de Conme-moraciones Culturales(SECC) se sumó y co-menzó a bucear en los100.000 documentos,legado del Archivo His-tórico Nacional. LuisRosales. El contenidodel corazón, que seinaugura el jueves, aco-ge cerca de 220 piezasentre arte, manuscritosy fotos. “He encontra-do unas postales queme mandaba cuandoyo tenía cuatro años.En ellas me hablaba deun elefante que teníaen casa y me pregunta-ba qué hacía con él…”.

En la exposición po-drá contemplarse obraplástica y cerámica dePicasso, Miró, Dalí,García Lorca, RafaelAlberti, Rafael Zaba-leta, Benjamín Palen-cia, Gustavo Torner,César Manrique y Eu-sebio Sempere. “Esuna visión del panora-ma artístico del queparticipó”, explica lacomisaria artística Pa-loma Esteban. “Se acer-có a la pintura a travésde su madre. Antes dela Guerra Civil conocea Lorca y a Pepe Caba-llero y quizá ya a Dalí. Luego, a través delas bienales hispanoamericanas y por ladirección de revistas, llega a los que trabaja-ron en la recuperación del paisaje y la figu-ra después de la guerra”, prosigue Esteban.

Mucho del legado manuscrito exhibi-do proviene de la Biblioteca Nacional. “Sepasó diez años de su vida yendo. Ladigitalización consistía en apuntar todo. Y

así estudió a los clásicos del Siglo de Oro.Su libro Cervantes y la libertad, con prólo-go de Menéndez Pidal, le dio un gran cono-cimiento para su poesía”, sostiene RosalesFouz. Y le sirvió, cuenta Grande en el catá-logo de esta exposición, para organizar ter-tulias sobre “temas cervantinos, como lajusticia, la paciencia, el coraje, la libertad,la piedad, la ironía… sin desairar otrascuestiones subalternas: la envidia, las ca-lumnias, las ovejas, los molinos de viento”.

Grande, editor de la antología de Rosa-les Porque la muerte no interrumpe nada ycoordinador de un ciclo de conferencias enel Archivo Histórico Nacional, firma la in-troducción con otros amigos y escritores.“Rosales era ingenioso y seriamente alegre.Matizaba sus ocurrencias con un cierto bal-buceo final, invitando a la risa con un prin-cipio de la risa”, describe, por ejemplo,Antonio Gala al granadino. En él encontró

al padre que había perdido y que nunca lecomprendió. Le publicó sus primeros rela-tos en Cuadernos Hispanoamericanos y leanimó a centrarse en la narrativa. Tambiénel poeta y novelista José Manuel CaballeroBonald se muestra agradecido. ConsideraLa Casa Encendida (1947) junto con Espa-cio, de Juan Ramón Jiménez, el mejor poe-ma narrativo publicado en “nuestro medio

en cualquier época” por su “innovación ex-presiva y su capacidad indagatoria en elterritorio de la experiencia”. “Siempre hepensado que sin su ayuda mi primer librono habría sido exactamente como fue”,confiesa. “Su órbita innovadora”, piensaCaballero Bonald, “continuó con Rima(1951), en época de sumisiones a la tradi-ción y de imposiciones ideológicas”.

Desde entonces el premio Cervantes de1982 dirigió la mirada hacia una poesía to-tal en la que “los géneros literarios borransus fronteras, en la que lo épico y lo narrati-vo no se diferencian de lo estrictamentelírico y en la que el ensayo y hasta la medita-ción filosófica tenían cabida junto al diálo-go dramático de raíz existencialista”, expli-ca Xelo Candel Vila, comisaria literaria deLuis Rosales. El contenido del corazón.

Las celebraciones no terminan aquí.“El Centro Andaluz de las Letras inauguró

ayer en Granada unaexposición, Luis Rosa-les. Discípulo del aire,que rotará por localida-des andaluzas. Es di-dáctica, complemen-taria a la de La CasaEncendida”, cuentaRosales Fouz. Su pri-mo José Carlos Rosalesy el pintor Juan Vidalestán detrás de estamuestra que cuentacon un catálogo escritopor Luis García Monte-ro, Andrés Soria Olme-do o Pere Gimferrerque se completa con laantología Ayer vendrá.P o e m a s e s c o g i d o(1935-1984) . Visorcuenta con ocho poe-mas anteriores a suópera prima Abril queno sabe cuándo edita-rá, y saca a la venta losdisco-libros La CasaEncendida y Antologíapersonal, y una nuevaedición de Diario duna resurrección. Ennoviembre, Pre-Textospublicará La carta ente-ra, con una parte inédi-ta, y Esa angustia lla-mada Andalucía, unensayo sobre flamen-co con fotos de PedroSerna.

Un derrame cere-bral le afectó al habla,pero Rosales siguió re-citando poesías comolas que se oirán graba-das por él en La NochRosales, que La CasaEncendida celebrará el31 de mayo. Recuerdasu tesón Francisco Bri-nes: “Advertí que se es-forzaba por llegar auna normalidad en laque su vida fluyera conla máxima naturalidad.Me pareció hermosa lalección de vida”. �

Porque la muerte no inte-rrumpe nada. Sibilina. Sevi-lla, 2009. 256 páginas.

11,50 euros.La Casa Encendida y Antología perso-nal. Disco-libros. Visor. Madrid, 2010. 112 y 72páginas. 14 euros. Diario de una resurrección.Visor. 112 páginas. 12 euros.Luis Rosales. El contenido del corazón.Del 29 deabril al 6 de junio. La Casa Encendida. Madrid.www.lacasaencendida.es. Hospital Real. Grana-da. Desde el 13 de octubre. Luis Rosales. Discípu-lo del aire.Biblioteca de Andalucía de Granada.

cido en manos particulares un corpus subs-tancial de inéditos literarios, habiéndose pu-blicado sólo de él, si no me equivoco, unanovela póstuma y enrevesada, Séptimo me-dio indisponible.

“No sé si asistiré a las bodas / de KingKong. Hoy / he recibido la noticia / de sumuerte. —Y se fue andando / por la capotade los coches. El mundo es de papel, y él un/ cigarrillo”. Es el fragmento de uno de losprimeros poemas de Hervás, coguionista asi-mismo del Orfeo de Maenza. Al ir ahora areleer a La Bola, he encontrado entre laspáginas de Intervalo, que estaba aún en im-prenta cuando el poeta se mató en octubrede 1972, una carta suya de 1968. Es corta ylacerante, pero entre sus disculpas y susarrogancias, incluye, antes de despedirsecon un “Desconsolado, Eduardo”, este pen-samiento: “¿Quién es el compañero de jue-gos del que juega solo?”. La carta contieneademás un poema de cuatro versos, titula-do ‘Señuelo’: “Un paño blanco cuadrado /se pliega / se abisma se reduce / se prepro-duce” (reproduzco aquí la versión en mi po-der, distinta a la publicada).

El maldito —y los hay muy cuerdos—juega en efecto solo con la baraja de suscalamidades, pero busca, aunque sólo seacomo contraste o desplante, la compañía delos que pueden entender su juego. Ahorabien, los que no tenemos ansia ni pacienciadel dolor, tendemos a ser impermeables a lapertinacia un tanto torturadora del vidente,que suele caracterizarse, además, por untemperamento exigente. Todo el mundo lite-rario y teatral del París de los años 1920 y1930 sabía que Artaud era un genio, peromuy pocos estuvieron dispuestos a acompa-ñarle en su vociferante y destemplada locu-ra. Sólo cuando el poeta regresa en 1946 a lacapital tras casi diez años de internamientospsiquiátricos, sus amigos le hacen homena-jes, viéndole ya como a un ser-para-la muer-te, que le llegaría en 1948.

Quizá la flor maléfica necesite de uncultivo de invernadero, de parque protegi-do, únicamente apreciable en sus coloresfuertes y sus aromas acres desde los sen-deros de la posteridad. Pero las plantassilvestres siguen, aquí y allá, brotando, yel campo de la literatura reverdece gra-cias a ellas, a su raíz intrincada, a su malasombra. Y a su desaparición intempesti-va, que crea primero una sensación dealivio en el jardín, hasta el momento delestallido póstumo de su simiente. �

El poeta granadino Luis Rosales, en una imagen de 1972. Foto: Aurora Fierro

Nocturno de la cal y la hiedray el muro

mar sin escalas

esquina de anocheceresque ancla en sexos de mujeresjarcias ansiosas de talascal de tu grito sin alas.

¡cuando los perfiles puros!

turbios faroles madurosy esferas de sangre densasque arrojan islas inmensassobre el Atlas de los muros.

Ayer, las casas tranquilas.triunfaron tus desnivelesplenos sus húmedos rielesde pestilentes pupilasLimpia angustia que desfilaspor mis arterias - reflejode su angustia y espejo

de inmovilidad azogado,aurora de sol mojado,y holanda de puente viejo.

Por ti misma enajenada -serás de mimbre y de piedra.- gritos de cal - en la hiedrapresente y martirizada.¡cómo te quemas - Granada -sobre sábanas sencillas!¡y no habrá luz de semillasque empolve mis convulsionesen la casa con balconesy ventanas amarillas!

Poema de Luis Rosales de principiosde los años treinta que se podrá ver enla exposición de La Casa Encendida,en Madrid.

100 años del serio alegreUna exposición en La Casa Encendida reivindica la figura libre de Luis Rosales, marcadodurante décadas por su militancia falangista y su amistad con Lorca. Félix Grande,Pere Gimferrer, García Montero, Caballero Bonald y otros autores celebran su poesía

Ilustración de Ana Juan.

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TODA LITERATURA CRECE en los már-genes de sus malditos, y Españaha sido acusada a menudo de care-cer de ellos. Como el maldito se

hace y no nace, vamos a intentar despejaralgo esta falacia y a hablar, sin salir delterritorio contemporáneo, del digno fraca-so, del voluntario o forzoso espíritu negati-vo, de la suprema maldición que es morirsin haber llegado a publicar o matarse parano tener que escribir más.

La oportuna reedición de la novela Eldon de Vorace rescata el nombre de FélixFrancisco Casanova, que descubrí con granfascinación cuando él acababa de morir an-tes de cumplir los 19 años, en 1976, y cuyaspocas publicaciones (era para mi gusto aúnmejor poeta que narrador) pude ir consi-guiendo gracias a dos amigos canarios, Al-fonso Delgado y Miguel F. Sánchez Barbu-do, que le habían tratado de cerca y mefacilitaron fotos, recortes de prensa y unejemplar del ya entonces inencontrable pri-mer libro suyo de versos, El invernadero,regalado generosamente por el padre de Fé-lix Francisco y también escritor Félix Casa-nova de Ayala. En el autor de El don deVorace la original potencia de su mirada almundo quedaba, me atrevo a decir, magnifi-cada por algunos rasgos ajenos al valor artís-tico: la belleza efébica del muchacho, lamuerte incierta en la adolescencia, su perfilmusical, que en cierto modo le emparentapóstumamente, según lo veo yo, con otromalogrado y genial poeta del pop, el cantan-te británico Nick Drake.

Pero ya antes de haberme impresionadola corta obra y vida de Félix Francisco Casa-nova yo había tenido estrecho contacto per-sonal con dos escritores que igualmente con-vendría sacar del más allá, Eduardo Hervásy Antonio Maenza. Ellos forman, junto a

Eduardo Haro Ibars, Pedro Casariego, Alio-cha Coll (evocado hace pocas semanas enEPS por Javier Marías, que le conoció bien),Aníbal Núñez o Rafael Feo, una potente lí-nea de sombra de la literatura española, enla que dejo de lado, por vivos, al gallegoCarlos Oroza y a Leopoldo María Panero,para muchos el más obstinado y consistentemaldito de nuestras letras.

Quiero detenerme en la figura del valen-ciano Eduardo Hervás, que se llamaba real-mente Eduardo Gómez González y era cono-cido entre sus amigos por el alias de La Bola,en alusión a que sus lecturas abarcaban, ytan tempranamente, la entera bola del mun-do. Como F. F. Casanova, Hervás tenía ensus versos una propensión o cadencia su-rrealista, y las marcas inevitables del adoles-cente; en El don de Vorace, por ejemplo, se

suceden los homenajes a dos gurús de laépoca, Jimi Hendrix y Herman Hesse, y elpintor por excelencia resulta ser Van Gogh.Hervás, que se suicidó a los 22 años, mostra-ba también en su notable obra poética (cu-ya edición completa, publicada por la Insti-tución Alfons el Magnànim, es de 1994 yestá hoy, creo, descatalogada) algunas fija-ciones similares y las filiaciones propias deuna torturada edad de la inocencia (su libroIntervalo estaba dedicado “A mis madres”).Pero su escritura era más radical, menosveleidosamente irracionalista que la de Ca-sanova, tal vez influido La Bola por la figuramagnética del cineasta y escritor aragonésAntonio Maenza, que creó en la Valencia delos últimos años 1960 una facción de esforza-dos “situacionistas” y “telquelianos”, antesde trasladar su aguerrido influjo a Barcelo-

na, donde rodaría a partir de 1969 Horten-sia/Béance, película desmesurada e incom-pleta que cuenta como actores a EnriqueVila-Matas, Félix de Azúa, Emma Cohen,Fabià Puigcerver, Carmen Artal y Paulo Ro-cha, entre otros, y en su condición de “cine-ma invisible” ha conservado aromas de le-yenda sagrada y demoniaca. De Maenza seviene hablando bastante últimamente, peronunca se acaba de sacar a la luz su cuantio-so (y en mi memoria de entonces valioso)material fílmico, que incluye dos largometra-jes acabados, El lobby contra el cordero yOrfeo filmado en el campo de batalla, y elcitado “monstruo” de Hortensia/Béance, le-gado todo, tras su joven muerte violenta yconfusa a finales de 1979, a Pere Portabella,que le había financiado aquel último proyec-to inconcluso. También dejó Maenza espar-

Un ‘hijo’ de SalingerEl don de VoraceFélix Francisco CasanovaDemipage. Madrid, 2010255 páginas. 20 euros

Por Lluís Satorras

EL DON DE VORACE, novela publicada en 1975 cuando se haagotado el crédito del socialrealismo hasta entonces predomi-nante, se reedita ahora y ello permite hablar sin medida de unniño prodigio y un texto maldito. Obra espontánea, producto delos dones naturales que Casanova poseía para la escritura yenriquecida por las citas culturales que tanto le atraían, estápuesta bajo la advocación de Baudelaire y es hija de su espíritu ysu estética. Cuenta las peripecias de un joven de 25 años, escri-

tor en potencia, que tras varios intentos de suicidio fracasadosllega a la conclusión de que es literalmente inmortal, a pesar deque su novia-amante le exponga racionalmente lo contrario.Surge, así, el conflicto principal, un definido contraste entre elprotagonista y los demás personajes. El lenguaje lírico y apasio-nado y el discurrir extravagante de los acontecimientos puntúanel texto de un autor obsesionado por la muerte y por el poderdel artista. Creo que el nombre que inspira sobremanera a autory personaje es el de Holden Caulfield, el protagonista de Elguardián entre el centeno, por la intención, el desarrollo y eldesenlace y así podemos considerar el resultado final como unaindicación de cómo impactó en el joven Félix Francisco la nove-la de Salinger. Todo bastante interesante y suficientemente va-lioso para considerarlo, pero no para mitificar a un autor delque lo más importante que se puede decir es que estaba lleno deposibilidades que, desgraciadamente, se malograron. �

Las flores del malditoClavados en la historia con un alfiler, como mariposas raras, los artistas de aura oscura y muerte temprana siguenirradiando su luz. Eduardo Hervás, Félix Francisco Casanova, Antonio Maenza, Haro Ibars, Casariego, Aliocha Coll…han trazado una potente línea de sombra en la literatura española. Por Vicente Molina Foix

LIBROS / Opinión

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Por Elisa Silió

Q UE VIENE EL CENTENARIO, y ahorava a resultar que el despreciableresucita!”, ha escrito con sorna Fé-lix Grande sobre su amigo el poeta

granadino Luis Rosales (1910-1992) que enmayo hubiese cumplido cien años. Reviveel “maldito, el apestado, el íncubo, el reptildel Barroco y gusano de la Poesía”, en pala-bras de Grande y a los ojos de los que lecalumniaron. Rosales tenía un carné falan-gista del 6 de agosto de 1936. Este dato yque la detención de Federico García Lorcatuviera lugar en la casa granadina de sufamilia —refugio de ambos bandos— fue-ron determinantes para señalar a Rosalescomo cómplice del arresto y asesinato delpoeta, aunque llegó a ser condenado amuerte por la defensa de su amigo. Por esosu hijo Luis RosalesFouz ha querido queno se politizasen los ac-tos: “Era un liberal y notenía un concepto estu-pendo de la políticatras la muerte de Fe-derico y de JoaquínAmigo. Aprendió a nocreer en las cosas, sinoen los amigos”.

El hijo, embarcadoen esta empresa desdehace casi tres años,pensó que la sede delas celebraciones nopodía ser otra que LaCasa Encendida quecomparte nombre conel libro de poemas desu progenitor. La Socie-dad Estatal de Conme-moraciones Culturales(SECC) se sumó y co-menzó a bucear en los100.000 documentos,legado del Archivo His-tórico Nacional. LuisRosales. El contenidodel corazón, que seinaugura el jueves, aco-ge cerca de 220 piezasentre arte, manuscritosy fotos. “He encontra-do unas postales queme mandaba cuandoyo tenía cuatro años.En ellas me hablaba deun elefante que teníaen casa y me pregunta-ba qué hacía con él…”.

En la exposición po-drá contemplarse obraplástica y cerámica dePicasso, Miró, Dalí,García Lorca, RafaelAlberti, Rafael Zaba-leta, Benjamín Palen-cia, Gustavo Torner,César Manrique y Eu-sebio Sempere. “Esuna visión del panora-ma artístico del queparticipó”, explica lacomisaria artística Pa-loma Esteban. “Se acer-có a la pintura a travésde su madre. Antes dela Guerra Civil conocea Lorca y a Pepe Caba-llero y quizá ya a Dalí. Luego, a través delas bienales hispanoamericanas y por ladirección de revistas, llega a los que trabaja-ron en la recuperación del paisaje y la figu-ra después de la guerra”, prosigue Esteban.

Mucho del legado manuscrito exhibi-do proviene de la Biblioteca Nacional. “Sepasó diez años de su vida yendo. Ladigitalización consistía en apuntar todo. Y

así estudió a los clásicos del Siglo de Oro.Su libro Cervantes y la libertad, con prólo-go de Menéndez Pidal, le dio un gran cono-cimiento para su poesía”, sostiene RosalesFouz. Y le sirvió, cuenta Grande en el catá-logo de esta exposición, para organizar ter-tulias sobre “temas cervantinos, como lajusticia, la paciencia, el coraje, la libertad,la piedad, la ironía… sin desairar otrascuestiones subalternas: la envidia, las ca-lumnias, las ovejas, los molinos de viento”.

Grande, editor de la antología de Rosa-les Porque la muerte no interrumpe nada ycoordinador de un ciclo de conferencias enel Archivo Histórico Nacional, firma la in-troducción con otros amigos y escritores.“Rosales era ingenioso y seriamente alegre.Matizaba sus ocurrencias con un cierto bal-buceo final, invitando a la risa con un prin-cipio de la risa”, describe, por ejemplo,Antonio Gala al granadino. En él encontró

al padre que había perdido y que nunca lecomprendió. Le publicó sus primeros rela-tos en Cuadernos Hispanoamericanos y leanimó a centrarse en la narrativa. Tambiénel poeta y novelista José Manuel CaballeroBonald se muestra agradecido. ConsideraLa Casa Encendida (1947) junto con Espa-cio, de Juan Ramón Jiménez, el mejor poe-ma narrativo publicado en “nuestro medio

en cualquier época” por su “innovación ex-presiva y su capacidad indagatoria en elterritorio de la experiencia”. “Siempre hepensado que sin su ayuda mi primer librono habría sido exactamente como fue”,confiesa. “Su órbita innovadora”, piensaCaballero Bonald, “continuó con Rimas(1951), en época de sumisiones a la tradi-ción y de imposiciones ideológicas”.

Desde entonces el premio Cervantes de1982 dirigió la mirada hacia una poesía to-tal en la que “los géneros literarios borransus fronteras, en la que lo épico y lo narrati-vo no se diferencian de lo estrictamentelírico y en la que el ensayo y hasta la medita-ción filosófica tenían cabida junto al diálo-go dramático de raíz existencialista”, expli-ca Xelo Candel Vila, comisaria literaria deLuis Rosales. El contenido del corazón.

Las celebraciones no terminan aquí.“El Centro Andaluz de las Letras inauguró

ayer en Granada unaexposición, Luis Rosa-les. Discípulo del aire,que rotará por localida-des andaluzas. Es di-dáctica, complemen-taria a la de La CasaEncendida”, cuentaRosales Fouz. Su pri-mo José Carlos Rosalesy el pintor Juan Vidalestán detrás de estamuestra que cuentacon un catálogo escritopor Luis García Monte-ro, Andrés Soria Olme-do o Pere Gimferrer yque se completa con laantología Ayer vendrá.P o e m a s e s c o g i d o s(1935-1984) . Visorcuenta con ocho poe-mas anteriores a suópera prima Abril queno sabe cuándo edita-rá, y saca a la venta losdisco-libros La CasaEncendida y Antologíapersonal, y una nuevaedición de Diario deuna resurrección. Ennoviembre, Pre-Textospublicará La carta ente-ra, con una parte inédi-ta, y Esa angustia lla-mada Andalucía, unensayo sobre flamen-co con fotos de PedroSerna.

Un derrame cere-bral le afectó al habla,pero Rosales siguió re-citando poesías comolas que se oirán graba-das por él en La NocheRosales, que La CasaEncendida celebrará el31 de mayo. Recuerdasu tesón Francisco Bri-nes: “Advertí que se es-forzaba por llegar auna normalidad en laque su vida fluyera conla máxima naturalidad.Me pareció hermosa lalección de vida”. �

Porque la muerte no inte-rrumpe nada. Sibilina. Sevi-lla, 2009. 256 páginas.

11,50 euros.La Casa Encendida y Antología perso-nal. Disco-libros. Visor. Madrid, 2010. 112 y 72páginas. 14 euros. Diario de una resurrección.Visor. 112 páginas. 12 euros.Luis Rosales. El contenido del corazón.Del 29 deabril al 6 de junio. La Casa Encendida. Madrid.www.lacasaencendida.es. Hospital Real. Grana-da. Desde el 13 de octubre. Luis Rosales. Discípu-lo del aire.Biblioteca de Andalucía de Granada.

cido en manos particulares un corpus subs-tancial de inéditos literarios, habiéndose pu-blicado sólo de él, si no me equivoco, unanovela póstuma y enrevesada, Séptimo me-dio indisponible.

“No sé si asistiré a las bodas / de KingKong. Hoy / he recibido la noticia / de sumuerte. —Y se fue andando / por la capotade los coches. El mundo es de papel, y él un/ cigarrillo”. Es el fragmento de uno de losprimeros poemas de Hervás, coguionista asi-mismo del Orfeo de Maenza. Al ir ahora areleer a La Bola, he encontrado entre laspáginas de Intervalo, que estaba aún en im-prenta cuando el poeta se mató en octubrede 1972, una carta suya de 1968. Es corta ylacerante, pero entre sus disculpas y susarrogancias, incluye, antes de despedirsecon un “Desconsolado, Eduardo”, este pen-samiento: “¿Quién es el compañero de jue-gos del que juega solo?”. La carta contieneademás un poema de cuatro versos, titula-do ‘Señuelo’: “Un paño blanco cuadrado /se pliega / se abisma se reduce / se prepro-duce” (reproduzco aquí la versión en mi po-der, distinta a la publicada).

El maldito —y los hay muy cuerdos—juega en efecto solo con la baraja de suscalamidades, pero busca, aunque sólo seacomo contraste o desplante, la compañía delos que pueden entender su juego. Ahorabien, los que no tenemos ansia ni pacienciadel dolor, tendemos a ser impermeables a lapertinacia un tanto torturadora del vidente,que suele caracterizarse, además, por untemperamento exigente. Todo el mundo lite-rario y teatral del París de los años 1920 y1930 sabía que Artaud era un genio, peromuy pocos estuvieron dispuestos a acompa-ñarle en su vociferante y destemplada locu-ra. Sólo cuando el poeta regresa en 1946 a lacapital tras casi diez años de internamientospsiquiátricos, sus amigos le hacen homena-jes, viéndole ya como a un ser-para-la muer-te, que le llegaría en 1948.

Quizá la flor maléfica necesite de uncultivo de invernadero, de parque protegi-do, únicamente apreciable en sus coloresfuertes y sus aromas acres desde los sen-deros de la posteridad. Pero las plantassilvestres siguen, aquí y allá, brotando, yel campo de la literatura reverdece gra-cias a ellas, a su raíz intrincada, a su malasombra. Y a su desaparición intempesti-va, que crea primero una sensación dealivio en el jardín, hasta el momento delestallido póstumo de su simiente. �

El poeta granadino Luis Rosales, en una imagen de 1972. Foto: Aurora Fierro

Nocturno de la cal y la hiedray el muro

mar sin escalas

esquina de anocheceresque ancla en sexos de mujeresjarcias ansiosas de talascal de tu grito sin alas.

¡cuando los perfiles puros!

turbios faroles madurosy esferas de sangre densasque arrojan islas inmensassobre el Atlas de los muros.

Ayer, las casas tranquilas.triunfaron tus desnivelesplenos sus húmedos rielesde pestilentes pupilasLimpia angustia que desfilaspor mis arterias - reflejode su angustia y espejo

de inmovilidad azogado,aurora de sol mojado,y holanda de puente viejo.

Por ti misma enajenada -serás de mimbre y de piedra.- gritos de cal - en la hiedrapresente y martirizada.¡cómo te quemas - Granada -sobre sábanas sencillas!¡y no habrá luz de semillasque empolve mis convulsionesen la casa con balconesy ventanas amarillas!

Poema de Luis Rosales de principiosde los años treinta que se podrá ver enla exposición de La Casa Encendida,en Madrid.

100 años del serio alegreUna exposición en La Casa Encendida reivindica la figura libre de Luis Rosales, marcadodurante décadas por su militancia falangista y su amistad con Lorca. Félix Grande,Pere Gimferrer, García Montero, Caballero Bonald y otros autores celebran su poesía

Ilustración de Ana Juan.

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TODA LITERATURA CRECE en los már-genes de sus malditos, y Españaha sido acusada a menudo de care-cer de ellos. Como el maldito se

hace y no nace, vamos a intentar despejaralgo esta falacia y a hablar, sin salir delterritorio contemporáneo, del digno fraca-so, del voluntario o forzoso espíritu negati-vo, de la suprema maldición que es morirsin haber llegado a publicar o matarse parano tener que escribir más.

La oportuna reedición de la novela Eldon de Vorace rescata el nombre de FélixFrancisco Casanova, que descubrí con granfascinación cuando él acababa de morir an-tes de cumplir los 19 años, en 1976, y cuyaspocas publicaciones (era para mi gusto aúnmejor poeta que narrador) pude ir consi-guiendo gracias a dos amigos canarios, Al-fonso Delgado y Miguel F. Sánchez Barbu-do, que le habían tratado de cerca y mefacilitaron fotos, recortes de prensa y unejemplar del ya entonces inencontrable pri-mer libro suyo de versos, El invernadero,regalado generosamente por el padre de Fé-lix Francisco y también escritor Félix Casa-nova de Ayala. En el autor de El don deVorace la original potencia de su mirada almundo quedaba, me atrevo a decir, magnifi-cada por algunos rasgos ajenos al valor artís-tico: la belleza efébica del muchacho, lamuerte incierta en la adolescencia, su perfilmusical, que en cierto modo le emparentapóstumamente, según lo veo yo, con otromalogrado y genial poeta del pop, el cantan-te británico Nick Drake.

Pero ya antes de haberme impresionadola corta obra y vida de Félix Francisco Casa-nova yo había tenido estrecho contacto per-sonal con dos escritores que igualmente con-vendría sacar del más allá, Eduardo Hervás

Antonio Maenza. Ellos forman, junto a

Eduardo Haro Ibars, Pedro Casariego, Alio-cha Coll (evocado hace pocas semanas enEPS por Javier Marías, que le conoció bien),Aníbal Núñez o Rafael Feo, una potente lí-nea de sombra de la literatura española, enla que dejo de lado, por vivos, al gallegoCarlos Oroza y a Leopoldo María Panero,para muchos el más obstinado y consistentemaldito de nuestras letras.

Quiero detenerme en la figura del valen-ciano Eduardo Hervás, que se llamaba real-mente Eduardo Gómez González y era cono-cido entre sus amigos por el alias de La Bola,en alusión a que sus lecturas abarcaban, ytan tempranamente, la entera bola del mun-do. Como F. F. Casanova, Hervás tenía ensus versos una propensión o cadencia su-rrealista, y las marcas inevitables del adoles-cente; en El don de Vorace, por ejemplo, se

suceden los homenajes a dos gurús de laépoca, Jimi Hendrix y Herman Hesse, y elpintor por excelencia resulta ser Van Gogh.Hervás, que se suicidó a los 22 años, mostra-ba también en su notable obra poética (cu-ya edición completa, publicada por la Insti-tución Alfons el Magnànim, es de 1994 yestá hoy, creo, descatalogada) algunas fija-ciones similares y las filiaciones propias deuna torturada edad de la inocencia (su libroIntervalo estaba dedicado “A mis madres”).Pero su escritura era más radical, menosveleidosamente irracionalista que la de Ca-sanova, tal vez influido La Bola por la figuramagnética del cineasta y escritor aragonésAntonio Maenza, que creó en la Valencia delos últimos años 1960 una facción de esforza-dos “situacionistas” y “telquelianos”, antesde trasladar su aguerrido influjo a Barcelo-

na, donde rodaría a partir de 1969 Horten-sia/Béance, película desmesurada e incom-pleta que cuenta como actores a EnriqueVila-Matas, Félix de Azúa, Emma Cohen,Fabià Puigcerver, Carmen Artal y Paulo Ro-cha, entre otros, y en su condición de “cine-ma invisible” ha conservado aromas de le-yenda sagrada y demoniaca. De Maenza seviene hablando bastante últimamente, peronunca se acaba de sacar a la luz su cuantio-so (y en mi memoria de entonces valioso)material fílmico, que incluye dos largometra-jes acabados, El lobby contra el cordero yOrfeo filmado en el campo de batalla, y elcitado “monstruo” de Hortensia/Béance, le-gado todo, tras su joven muerte violenta yconfusa a finales de 1979, a Pere Portabella,que le había financiado aquel último proyec-to inconcluso. También dejó Maenza espar-

Un ‘hijo’ de SalingerEl don de VoraceFélix Francisco CasanovaDemipage. Madrid, 2010255 páginas. 20 euros

Por Lluís Satorras

EL DON DE VORACE, novela publicada en 1975 cuando se haagotado el crédito del socialrealismo hasta entonces predomi-nante, se reedita ahora y ello permite hablar sin medida de unniño prodigio y un texto maldito. Obra espontánea, producto delos dones naturales que Casanova poseía para la escritura yenriquecida por las citas culturales que tanto le atraían, estápuesta bajo la advocación de Baudelaire y es hija de su espíritu ysu estética. Cuenta las peripecias de un joven de 25 años, escri-

tor en potencia, que tras varios intentos de suicidio fracasadosllega a la conclusión de que es literalmente inmortal, a pesar deque su novia-amante le exponga racionalmente lo contrario.Surge, así, el conflicto principal, un definido contraste entre elprotagonista y los demás personajes. El lenguaje lírico y apasio-nado y el discurrir extravagante de los acontecimientos puntúanel texto de un autor obsesionado por la muerte y por el poderdel artista. Creo que el nombre que inspira sobremanera a autory personaje es el de Holden Caulfield, el protagonista de Elguardián entre el centeno, por la intención, el desarrollo y eldesenlace y así podemos considerar el resultado final como unaindicación de cómo impactó en el joven Félix Francisco la nove-la de Salinger. Todo bastante interesante y suficientemente va-lioso para considerarlo, pero no para mitificar a un autor delque lo más importante que se puede decir es que estaba lleno deposibilidades que, desgraciadamente, se malograron. �

Las flores del malditoClavados en la historia con un alfiler, como mariposas raras, los artistas de aura oscura y muerte temprana siguenirradiando su luz. Eduardo Hervás, Félix Francisco Casanova, Antonio Maenza, Haro Ibars, Casariego, Aliocha Coll…han trazado una potente línea de sombra en la literatura española. Por Vicente Molina Foix

LIBROS / Opinión

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Page 14: PDF Diario EL PAÍS - Bitácora de LITERATURA y … · sobre un tema que llevó a todos los españoles a la calle, ... pepinos lo que pase en la Cochinchina y, por exten- ... escribir

La Judith de ShimodaBertolt BrechtTraducción de Carlos ForteaAlianza Editorial. Madrid, 2010200 páginas. 17,50 euros

Por Marcos Ordóñez

TEATRO. PODRÍA SER una película de Mi-kio Naruse. O del mejor Fassbinder. Po-dría llamarse Una mujer baja la escale-ra. O La señora Okichi sube a los cielos.Una heroína orgullosa e irreductible,que cae en desgracia por ser fiel a susprincipios, es elevada a los altares de laleyenda y denostada por sus conciuda-danos, sufre en carne propia las maqui-naciones de los poderosos y es destrui-da pero no vencida. Pero esta historiano la escribieron Naruse ni Fassbinder.Según la portada de Alianza, la escribióBrecht bajo el título de La Judith de

Shimoda: es un inédito, un descubri-miento. Verdad a medias. Escribir, loque se dice escribir, no la escribióBrecht: la hizo suya, la canibalizó. ¿Sehan hecho un lío? Ahora desenredamosla madeja. Flashback. Finlandia, 1940.Huyendo de los nazis, BB se refugia enla casa de su amiga y dramaturga HellaWuolijoki. Su anfitriona le descubreuna obra, La triste historia de Okichi,del dramaturgo japonés Yamamoto Yu-zo, que acaba de ser traducida al ingléspor Glenn W. Shaw, y de la que tiene losderechos. BB queda fascinado por la pie-za (por su modernidad, su feminismo,su crítica al patriotismo manipuladopor los poderosos) y emprende lo quellama una “reelaboración” que tienemucho de apropiación, no en vano aca-baba de hacer lo mismo con un texto dela Wuolijoki que firmaría (él y sólo él)como El señor Puntila y su criado Matti.Así las cosas, tenemos: a) una obra japo-nesa, b) una traducción inglesa y, c y d)sendas traducciones al finlandés y alalemán que efectúan, mano a mano,Hella Wuolijoki y Margaret Steffin, otrade las incontables “novias” de BB. Tam-bién mano a mano, W y BB se ponen ala faena: comprimen y remontan pasa-jes, y corre a cargo del dramaturgo laescritura de una nueva escena (la déci-ma) y de una serie de interludios, en losque nuevos personajes analizan y co-

mentan la puesta en escena de la tristeperipecia de su protagonista.

En La Judith de Shimoda, un magna-te japonés recibe en su mansión a unosvisitantes anglosajones y para mostrar-les la esencia de su país les ofrece unarepresentación de la vida de Okichi, unmito nacional, emblema, afirma, del“patriotismo de las clases bajas”. La fun-ción comienza en 1856, cuando los ame-ricanos llegan a Japón para abrir fronte-ras y hacer negocios con el Shogun. Elcónsul Harris se ha prendado de unageisha y la quiere en su casa, pero estápenado por ley servir a los “diablos ex-tranjeros”. Ante la amenaza de caño-near Shimoda, los miembros del consis-torio persuaden a la íntegra Okichi y ledicen que ha de cumplir todos los de-seos del cónsul. Poco más tarde, la geis-ha descubre que Tsurumatsu, su novio,ya había dado su consentimiento a losjerarcas a cambio de ser nombrado capa-

taz del puerto. Las nego-ciaciones entre america-nos y japoneses se llevana cabo, pero Okichi ha co-metido un error: apiadar-se del dolor de estómagodel cónsul y conseguirleleche recién ordeñada, loque se considera una gra-ve transgresión. La mu-chacha no quiere ser per-donada por los jueces nirecompensada por los po-líticos pues afirma que enambos casos ha actuadosegún su conciencia. Pa-ra el magnate Akimura, lahistoria termina ahí. Perosus visitantes quieren sa-ber qué sucedió luego,cuál fue el destino de Oki-chi, de modo que la fun-ción continúa, narrandosu caída de siete en sieteaños. Se reencuentra conTsurumasu, que jamás re-cibió lo prometido, y tra-tan de reanudar su rela-ción, pero el peso de latraición inicial ha abiertoun abismo entre ellos.Okichi está alcoholizada,víctima del doble peso dela leyenda: para los quese lucraron con su sacrifi-cio es una heroína decuento; para sus vecinosse ha convertido en “laputa del americano”. En

la última escena, vieja y acabada, recibeun saco de arroz de uno de los miem-bros del consistorio y prefiere arrojárse-lo a los pájaros, del mismo modo queantes prendió fuego a los billetes que ledieron por su acción. Es un maravillosopersonaje, hasta el punto de que Brechtquiso escribir también un guión con suhistoria, contada por varios narradores,a la manera de Ciudadano Kane, peropoco después marchó a Hollywood y,extrañamente, no recuperó ninguno delos dos proyectos.

En 2006, el investigador alemánHans Peter Neurenter, compilador delpresente volumen, pudo acceder al lega-do de Hella Wuolijoki y descubrió elparadójico material: la versión de unapieza ajena que parece, por trama, porlenguaje, por estructura y por inten-ción, haber salido de la pluma del pro-pio Brecht. Unos años antes se habíanincluido fragmentos de La Judith de Shi-moda en sus obras completas y comotal se representaron, sin mucho éxito,en Alemania. El texto recuperado, dadasu brillantez, se merece una nueva opor-tunidad “con honores de estreno”. Rei-vindicando también, desde luego, la au-toría original de Yamamoto Yuzo, undramaturgo a descubrir. Y de Hella Woli-joki, la ghost writer finlandesa de BB.(Ahí hay otra película, por cierto: TheMaking of The Judith of Shimoda). �

La Constitución de 1931Santos JuliáIustel. Madrid, 2009. 519 páginas. 56 euros

HISTORIA. LA EDITORIAL IUSTEL ha culmina-do la edición de su meritoria colección LasConstituciones Españolas dirigida por Mi-guel Artola. Disponíamos hasta ahora devaliosas recopilaciones de esos textos cons-titucionales (D. Sevilla Andrés, Sainz de Ba-randa, E. Tierno Galván), de un puñado depanoramas de conjunto sobre la historiade nuestro constitucionalismo (L. SánchezAgesta, J. Tomás Villarroya, J. Solé Tura y E.Aja, J. Varela Suanzes-Carpegna, J. de Este-ban, etcétera), así como una más ampliamanifestación de estudios monográficossobre los diferentes textos. No contába-mos, sin embargo, hasta el momento conuna colección de monografías en las queademás de recogerse un amplio estudio decada una de nuestras constituciones, de laCarta de Bayona al texto de 1978, a cargode destacados especialistas, se recogiese eltexto de la correspondiente constitución yuna muy amplia antología de textos, tantodoctrinales como legales, en relación conla misma. La edición de Santos Juliá, comolas llevadas a cabo por I. Fernández Saraso-la, M. Artola y R. Flaquer, J. Pro, J. Marcue-llo, M. Pérez Ledesma, I. Casanova, J. Vare-la Suanzes-Carpegna, L. Díez-Picazo y A.Elvira Perales, resulta un texto del mayorinterés, en este caso sobre la constituciónde la II República. El autor, una reconocidaautoridad en la historia política de nuestrosiglo XX, se ha aproximado en el pasado ala coyuntura republicana desde muy dife-rentes ángulos. Lo hace ahora desde unaperspectiva estrictamente constitucional.En su estudio, aborda los proyectos de re-forma constitucional del texto de 1876 conanterioridad a la crisis de 1923, los intentosde reanudar nuestra historia constitucio-nal tras la dictadura del general Primo deRivera y un planteamiento general del nue-vo texto republicano. Se ofrece a continua-ción una descripción, a modo de dietario,de la elaboración del texto y se concluyecon una detenida consideración de los dosgrandes problemas con que hubo de en-frentarse la Constitución de 1931: el pro-blema nacional-regional y la cuestión reli-giosa. Mientras el primero contaría unasolución equilibrada en la fórmula del Esta-do Integral, el segundo registraría un trata-miento menos afortunado, hasta terminarconvirtiéndose en uno de los grandes moti-vos de inestabilidad de la vida del régimenrepublicano. La amplia antología de textosque acompaña a la publicación de la Cons-titución de l931 está más orientada a darcuenta de los debates constituyentes que arecoger la legislación complementaria deltexto constitucional. Seguramente razonesde espacio explican la menor atenciónprestada a textos doctrinales, bibliográfi-cos y de prensa, que pudieran haber com-pletado la antología. Se trata en todo casodel libro de Santos Juliá, como los otrosocho integrantes de la colección, de unacontribución de la mayor importancia a lahistoria de nuestro pasado político-consti-tucional. Andrés de Blas Guerrero

Desigualdad. Un análisisde la (in)felicidad colectivaRichard Wilkinson y Kate PicketTraducción de Laura Vidal SanzTurner. Madrid, 2009315 páginas. 22 euros

ENSAYO. SUELE PENSARSE que la pobreza esla causa última de problemas sociales co-mo el fracaso escolar, la violencia juvenil,la toxicomanía o la criminalidad. Pero enrealidad no es así, pues esas patologías

abundan en las sociedades más desarro-lladas. Aunque no en todas, pues mien-tras en algunas de ellas están creciendosobremanera, en otras brillan por su au-sencia. ¿Cómo explicar esta paradoja? Laclave no está en la pobreza sino en ladesigualdad: en la distancia que separa alas élites de los desfavorecidos. Este librode epidemiología social, escrito con am-plia información y claridad admirablepor dos expertos británicos en salud pú-blica, demuestra que los factores que de-terminan la calidad de vida están estadís-ticamente relacionados con el grado dedesigualdad inscrito en la estratificaciónsocial. Para ello construyen un Índice deProblemas Sociales a partir de nueve indi-cadores: mortalidad, trastornos menta-les, obesidad, maternidad adolescente,fracaso escolar, criminalidad, poblaciónreclusa, desconfianza cívica y falta de mo-vilidad social. Después lo correlacionancon una muestra de 21 países desarrolla-dos, así como con los 50 Estados de Esta-dos Unidos. Los resultados que obtienenson demoledores e incontestables. Tantopara el índice total como para cada unade las nuevas variables, los niveles másfavorables de calidad de vida se dan enlas sociedades más igualitarias: Japón y

los países nórdicos. Y en cambio, los indi-cadores más desfavorables aparecen enlas sociedades más desiguales, con Esta-dos Unidos y Reino Unido a la cabeza,encontrándose Francia o España en posi-ción intermedia. Pero lo más significati-vo es que los efectos patológicos de ladesigualdad afectan no sólo a las clasesdesfavorecidas sino también a las acomo-dadas. Por eso, las élites estadounidenseso británicas padecen mayores problemassociales que las clases medias y bajas delos países igualitarios. Y el porqué esto esasí se debe a la envidia, mucho mayor enlas sociedades desiguales. El nivel de es-trés y propensión a padecer patologíassociales depende de la comparación conlos demás, según la posición relativa quese ocupa frente a ellos. Y esas compara-ciones ajenas resultan tan insoportablesque afectan tanto a los superiores envi-diados como a los inferiores envidiosos.Pues sólo la equidad social nos libra depadecer el maligno virus de la envidiamórbida. Enrique Gil Calvo

MadreMario PodestáFundacion Crein. Madrid, 2010. 227 páginas

FOTOGRAFÍA. EL REPORTERO GRÁFICO argenti-no Mario Podestá (1951-2003) había dadomuchos tumbos por el mundo cuando enlas navidades de 1993 recayó de nuevo enCalcuta, pero esta vez le aguardaba la ma-dre Teresa para que documentase su obra.Descubrió con ella otra cara de “la ciudadde los olores terribles, de los que nacen,sobreviven y mueren en las calles, la Ciu-dad de la Alegría”, la describió Podestá. Lavisita le conmocionó tanto que cada añoacudía al encuentro de Teresa, “una peque-ña niña de aspecto frágil con profundasarrugas que se me antojaban mapas de gue-rra”. Retrataba en blanco y negro el trabajode ésta y las misioneras de la caridad y elresultado fue Madre, un cuidado libro defotos que Podestá presentó en 2003, año desu muerte en un accidente de carretera enIrak como un “tributo” a la “vida fenome-nal” que la madre le había regalado. LaFundación Crein reedita esta obra graciasa la cual Podestá aseguró haber conocido a“los niños más bellos de la tierra”. E. S.

Geisha, Japón hacia 1875. Foto: Roger Viollet

Una mujer baja la escaleraLIBROS / Ensayo y Teatro

14 EL PAÍS BABELIA 24.04.10

Por Andrea Aguilar

UN PAR DE CHAVALES negros queacaban de salir del instituto,una cuadrilla de obreros, va-rias niñeras que empujan carri-

tos, una distinguida pareja de ancianos yun escritor comparten la concurrida es-quina de la avenida de Lexington con lacalle 86 una fría tarde de finales de invier-no. Es fácil identificar a Colum McCann(Dublín, 1965) entre la gente. A pesar delos palmos de nieve que cubren las ace-ras, él hace alarde de su sangre irlandesacon una fina chaqueta y escueta gorra.El frío no le intimida. El caos de la metró-poli tampoco. Está en la masa de su no-vela Que el vasto mun-do siga girando, unahistoria coral situadaen el Nueva York delos setenta, galardo-nada con el NationalBook Award 2009. Enella se entrecruzan lasvidas de una decenade personajes, desdeuna prostituta delBronx, que a sus 38años ya es abuela, has-ta una millonaria dePark Avenue, madre deun joven soldado muer-to en Vietnam, pasan-do por un joven sacer-dote irlandés seguidorde la Teología de la Li-beración o un hacker.“No me intereso mu-cho a mí mismo”, expli-ca ya sentado en unpub irlandés dondeuna docena de polacosapuran las cervezas yuegan al billar. “Me

gusta salir al mundo,casi como si fuera pe-riodista. Busco paisajeemocional”.

Cuando escribió Elbailarín, una novelainspirada en Nureyev,vivió en San Petersbur-go; con Zoli, llegó has-ta los campamentos gi-tanos de Centroeuro-pa. Ahora lleva más deun año inmerso en otro tipo de viaje, elde la promoción de su novela sobre Nue-va York, que le ha llevado desde Berlín aPekín, previo paso por decenas de ciuda-des estadounidenses. No muestra signosde extenuación. “Hay escritores que sequejan de este tipo de cosas, pero esoson chorradas. Si no quieren hacerloque no lo hagan”, zanja. Antes de lograrel éxito internacional con este libro,McCann pasó tres años y medio trabajan-do en él y varios más con la idea en lacabeza. Fue de ronda con la policía alSouth Bronx. Repasó informes y noti-cias. Peinó las calles. “Nunca llevo cua-derno, al llegar a casa escribo mis notas

nunca más las vuelvo a mirar”, dice.“Lo que quiero es coger el tono, las con-tradicciones, la textura. Se trata de alcan-zar un toque personal”. McCann se detie-ne, mira alrededor, y se disculpa comobuen irlandés porque el pub no es muybueno, pero, sí, reconoce, es menos im-personal que las cadenas de cafeteríascontiguas. El escritor, autor de cinco no-velas y tres colecciones de cuentos, con-tinúa: “La ficción contiene esta contra-dicción de que las historias son total-mente sobre ti y a la vez no lo son. Escri-bes para aprender sobre un tema que te

interesa y luego descubres lo que real-mente querías contar”.

Que el vasto mundo siga girandoarranca la calurosa mañana de agosto de1974 en que el funámbulo francés Philip-pe Petit se paseó entre las Torres Geme-las. Se calcula que cerca de 100.00 perso-nas miraban absortas desde la calle y lasoficinas colindantes. Con esta hazaña—que inspiró el documental Man onwire— se abren las más de 400 páginasde esta novela. El paseo por las nubestensa la acción centrífuga que se disparaen todas las direcciones. Sin embargo,fue la caída de las Torres Gemelas el 11de septiembre de 2001 lo que puso aMcCann a pensar en primer lugar. “Petitlogró fundir lo real y lo imaginario. Mu-

chos novelistas hoy en día trabajan en laintersección de estos dos mundos, gentecomo Ian McEwan o Michael Cunning-ham”. ¿Se refiere a una tendencia? “Esuna reacción a lo que ha ocurrido estosaños con la apropiación de los datos. Lainformación se ha vuelto muy mercena-ria, es fácilmente manipulable”. Parailustrar su punto, recuerda la compare-

cencia de Colin Powell en la ONU, y có-mo se contaron falsedades que se presen-taron como verdades absolutas. “Unamentira repetida el suficiente númerode veces se vuelve verdad”, apunta. “Enese momento los escritores de ficcióndan un paso al frente y dicen: ‘Deme amí los datos’. Probablemente no sea suintención declarada, pero todo esto estáen el aire, en el agua, en la cerveza”.McCann posa el botellín y se pone lagorra. Hoy celebra su última lectura pú-blica en Nueva York.

Su esposa, Allison, le espera en la bocade metro. McCann encuentra el lugar exac-to en el rellano de la escalera donde poderatisbar si el tren que discurre por la víaexprés llega antes que el local. Un ejerci-cio netamente neoyorquino, en el que leacompañan media docena de pasajeros.High o low, arriba o abajo, como los vago-nes del subterráneo, las historias de sunovela discurren por vías paralelas y con-fluyen en puntos neurálgicos. Una crisisde fe, el Gobierno de Lyndon Johnson yVietnam, forman parte del abismo, delalambre sobre el que los personajes ca-minan. Las historias de su libro recorrendesde un lujoso apartamento de ParkAvenue hasta un edificio desolado por el

caballo en el Bronx. Que el vasto mundosiga girando serpentea por el salvaje Nue-va York de los setenta y a golpe de azarentrecruza las vidas de su coro de prota-gonistas. Uno de ellos es Corrigan, unjoven e idealista sacerdote irlandés. “Meinspiré en un monje que es primo de mimujer. Durante años trabajó en elBowery. Hay gente así de decente. Escomplicado escribir sobre ellos”.

McCann sólo contempló el sacerdociocomo posible vocación durante aproxima-damente 45 minutos, tras reponer un roboadolescente en una tienda junto a un ami-go —operación que resultó ser bastantemás complicada que el robo en sí—. Hijode un futbolista, llegó a Nueva York a fina-les de los ochenta y mantiene intacto su

deje irlandés. “El pri-mer año la odié”, confie-sa. Había cruzado Esta-dos Unidos en bicicletay pasado varios añosen Tejas estudiandotrabajando en un cen-tro de delincuentes ju-veniles. La Gran Manza-na iba demasiado depri-sa. A pesar de todo siem-pre sintió que la ciudadpermitía a uno sentirseneoyorquino a las doshoras de haber pisadosus aceras. “Es la ciu-dad de todas partes y deningún sitio”, asegura.

En Brooklyn, en elespacio de la editorial-librería Powerhouse Bo-oks, todo está dispues-to para que arranquesu lectura esta fría tar-de. Más de doscientaspersonas ocupan el an-fiteatro y unos bancosde iglesia, prestados pa-ra la ocasión. Una bolade discoteca pende deltecho. Colum McCannse presenta como un es-critor muy poco fas-hion por no vivir enBrooklyn. “Resulta em-barazoso reconocerlo,pero vivo en el UpperEast Side”, dice provo-cando la risa del públi-co. El primer extracto

que lee es sobre Corrigan; el segundo,sobre Claire, la potentada mujer de unjuez cuyo hijo ha muerto en el frente;cierra con Tillie, la prostituta cuya voztardó seis meses en encontrar. Llega elturno de preguntas. ¿Cuál es su día per-fecto de trabajo? “De cinco a siete, doshoras de duermevela, de nueve a unatrabajo, luego una carrera por el parquey la tarde dedicada a otros encargos”. “Eldía perfecto no existe”, concluye. Mc-Cann aclara que no va a desvelar ningúnsecreto y cita a Doctorow para explicarque la escritura es cómo conducir en laniebla. Uno se mueve sin saber adóndeva. “Las piezas de repente encajan y en-tonces te preguntas: ¿por qué demoniosha sido tan complicado llegar a esto?”. �

Que el vasto mundo siga girando. ColumMcCann.Traducción de Jordi Fibla. RBA. Barcelona, 2010.480 páginas. 21 euros. Que el món no pari derodar. Traducción de Anna Turro. La Magrana.Barcelona, 2010. 464 páginas. 21 euros. www.co-lummccann.com.

� Inicio de Que el vasto mundo sigagirando, de Colum McCann.

Colum McCann“Me gusta salir al mundo. Busco paisaje emocional”El escritor recrea el salvaje Nueva York de los setenta en Que el vasto mundo siga girando, novela premiada con el NationalBook Award 2009. En ella, la acción se dispara en todas direcciones y las historias se encuentran en puntos neurálgicos

+ .com

La hazaña del funámbulo francés Philippe Petit en las Torres Gemelas en 1974 inicia la nueva novela de Colum McCann. Foto: Marcel.lí Sàenz

“Una mentirarepetida el suficientenúmero de vecesse vuelve verdad”

“En ese momento losescritores de ficción danun paso al frente y dicen:‘Deme a mí los datos”

EL LIBRO DE LA SEMANA

EL PAÍS BABELIA 24.04.10 11

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BarrocoJosé Luis ReyVisor. Madrid, 2010100 páginas. 10 euros

Por Ángel L. Prieto de Paula

POESÍA. A VECES LA historia de la poesíaparece retroceder estéticamente, noporque la falta de salidas invite a bus-car abrigo en el seno de la tradición—incluso si se trata de la “tradición dela vanguardia” de los años veinte o dela neovanguardia del 68—, sino porquesólo volviendo atrás puede cortarse elnudo gordiano de una maraña en queha encallado el discurso lírico y prose-guir camino. Es este el caso de Barroco,libro con que José Luis Rey (PuenteGenil, Córdoba, 1973) ha obtenido elXXII Premio Loewe de poesía. Ademásde ser el mejor de los suyos, descuellaen una situación donde la abundanciade buenos autores es tan evidente co-mo la ausencia de un nombre o unacorriente que se impongan sobre el res-to. Frente a la prestigiada cortedad deldecir o insuficiencia del lenguaje, Ba-rroco es una glorificación del poder dela palabra, que constituye la materiadel universo erigido en sus páginas;frente a las sartas de aconteceres bio-gráficos con marco urbano y complici-dad generacional, el libro de Rey es

literatura que bebe en el venero de laliteratura y de las otras artes, clásicas ymodernas; y frente a la poesía comorelicario de sentimientos menudos delautor, la que aquí se nos muestra salta

las tapias del huerto confesional,apuesta por lo excesivo y se acoge alvuelo verbal y a la gramática del arscombinatoria. Letanías y reiteracionesse canalizan en versículos luminosos,ocasionalmente contestados por com-posiciones de ritmos pautados y poralguna serie arromanzada (‘Acade-mia’). Hay cabriolas creacionistas, me-táforas eléctricas y ramificaciones deversos que se propagan sin desmayo,con las que contrasta también algúnpoema sentencioso y de entonaciónmoral (‘Sencillez’). En el libro, queengarza imágenes y locuciones de tra-diciones diversas, lo exorbitante delbarroco (aquello que escapa centrífu-gamente de su órbita, lo fuera de sí)enlaza con las asociaciones surreales,en medio de un fervor de guiñosmetalingüísticos. Pero la fiesta de lapalabra no excluye los relatos de unaeducación sentimental, tan caros a suspredecesores artísticos: “Bueno, / siem-pre recuerdo la ventana azul. / Las mu-chachas morían al mirarse al espejo ylas aguas se abrían temblando / y allíhabía un país. / Pasé noches enterasescuchando la luna cisterciense”. Heaquí un libro de lenguaje suficiente,soberbio en su poderío, que tiende unpuente entre el pasado de anteayer y elfuturo inmediato, si es que acaba con-virtiéndose, como cabe prever, en refe-rencia para los poetas que llegan. �

El poder de la palabra

Los bohemiosMarqués de PelleportTraducción de Gabriel HormaecheaGlobal Rhythm. Madrid, 2010292 páginas. 21 euros

NARRATIVA. CONTEMPORÁNEO de Sade y ex-plorador profundo de todas las corrup-ciones del Antiguo Régimen, el marquésde Pelleport fue un hombre de vida aza-rosa, disoluta, mercenaria y decidida-mente difícil, que acabó conduciéndoloa la prisión de la Bastilla, justamente enla época en que se hallaba allí el mar-qués de Sade. Como el mismo Sade, Pe-lleport practicó una escritura de libelo,detalle que suelen olvidar muchos lecto-res de la literatura de esa época, y sunovela Los bohemios, casi enterrada des-de su publicación en 1790, es amplia-mente literaria a pesar de tener muchode libelo. A veces su cinismo lírico (si esque cabe tal expresión) lo acerca a Rabe-lais y a Quevedo, y a menudo su ironía ysu tono narrativo lo acercan a Cervan-tes, que es citado varias veces en el libro,y parodia frecuentemente a Virgilio utili-zando su mismo sistema comparativo. Apesar de sus divagaciones, a ratos excesi-vas y que hacen desaparecer la columnavertebral de la novela, Los bohemios tie-ne la virtud de ofrecernos un retrato es-perpéntico, descarnado y tremendamen-te humorístico del mundo que precedióa la Revolución Francesa, de las miseriasdel clero y la nobleza, y de las penalida-des de los escritores. En el capítulo XIIIel narrador hace una defensa de los dere-chos de autor con un humor que hoyechamos en falta. Otra virtud de la nove-la es ofrecernos todo un catálogo de laspasiones humanas: el miedo, la lujuria,la gula, el egoísmo, el narcisismo, la pa-sión por el poder… Los sujetos que tran-sitan esta historia de clérigos lascivos yglotones, escritores desarrapados, ban-didos, buscavidas y pícaros están biendibujados, aunque tienden a disolverseenseguida en el aluvión de diálogos iróni-cos y distanciadores. De entre todos lospersonajes, cobra especial importanciael burro que acompaña a los protagonis-tas. Un burro que ha leído a Séneca, yque a la vez que recuerda al de Apuleyose anticipa al asno de la última parte deAsí hablaba Zaratustra. Jesús Ferrero

Luna WalkerSharon SmithAteneo de Málaga. Málaga, 2009134 páginas

NARRATIVA. SE LLAMA LUNA, como su nieta,y se apellida Walker, como su whiskyfavorito, y ha sido creada por SharonSmith para remitir el yo narrativo de es-tos cuentos a un personaje, una mujerde ficción, no vaya a ser que creamosque esta especialista en Galdós que viveen el galdosiano Barrio de las Letras ma-drileño, con un pie en la sierra malague-ña, o viceversa, es la verdadera protago-

nista de sus historias. Y lo parecería, por-que Luna se parece a Sharon (en mássuelta y más viajera) porque las historiasvienen a buscarla mientras está en locotidiano que comparten: viajar, escri-bir y traducir, cuidar la huerta o abrir lacorrespondencia, o mirar esa mosca quesigue a Luna como el Lanas a Sharon. Locotidiano extraordinario, ese tiempoque se desliza por los días y sus cambiosde luz, es finalmente el tema de estelibro. Luna Walker es el tercer libro derelatos de esta norteamericana que es-cribe en castellano —aunque la novelaque muchos esperamos cabalga entre elespañol y el inglés— y que, en palabrasde Ian Gibson, “llegando de fuera, en-riquece con su originalidad el panoramaliterario español”. Y escribe con un hu-mor fino, que parece asentado en lamédula de las palabras y que consigueuna transparencia especial para su len-guaje. Humor que transmite en una suer-te de conformidad iluminadora de la vi-da, que no le impide penetrar en zonasoscuras de la memoria y pasar como sinquerer por los temas grandes de la lite-ratura: la incomunicación, el amor, lamuerte. Y todo, con una falta de solemni-dad y de pomposidad tan de agradecer,y una perspectiva rigurosa y consciente-mente femenina, que asume el paso deltiempo, las huellas del dolor y las pe-queñas y grandes sorpresas cotidianas.Rosa Pereda

Nuestra amiga comúnLuis BargaEdiciones AmargordMadrid, 2010198 páginas. 15 euros

NARRATIVA. “AQUEL VERANO de 1974 la brisasoplaba a espaldas de Miguel empuján-dole a vivir rápido, y creer que para di-vertirse sólo se necesita un mínimo debienestar y un máximo de libertad”. Lafrase con la que arranca la primera nove-la del periodista Luis Barga refleja eseespíritu, tan cercano a los años de juven-tud, que impulsa a embarcarse en todotipo de nuevas aventuras. Ambientadaen Madrid en los últimos años de la vidade Franco, Nuestra amiga común se desa-rrolla en torno a un trío destructivo y

sentimental: Miguel, un estudiante ena-morado de Verónica, una joven atrapada

por las drogas y novia de Polo, propieta-rio de bares de moda y creador de am-bientes. Estructurada como una novelade personajes en la que mandan los diá-logos, uno de los aciertos del relato con-siste en narrar una época, dejando delado la política de oposición a la dictadu-ra que ya ha protagonizado buena partede los retratos de la época, pero enfren-tándose a ella desde el lado de una gene-ración que encontró en las drogas, y másconcretamente en la heroína, un motivomás para experimentar, sin tener nin-gún conocimiento del terreno en que semovían, algo que acabaron pagandomuy caro. A. C.

“Pasé noches enteras escuchando la luna cister-ciense”, escribe José Luis Rey. Foto: Carles Ribas

LIBROS / Narrativa y Poesía

EL PAÍS BABELIA 24.04.10 15

PESAR DEL LIGERO temblor y de latorpeza que ha ido adquiriendosu mano derecha con el paso delos años Ernest Michel todavía

conserva una letra excelente. La usa paraescribir despacio y con claridad, sobre car-tulinas rayadas, palabras clave que le servi-rán para despertar recuerdos, o para asegu-rarse de que la mente no se le queda enblanco inesperadamente, delante de unpúblico que atiende en un silencio sobre-cogido a su historia. A los 86 años, ErnestMichel continúa viajando a casi cualquierparte donde lo llaman para dar testimoniosobre sus años de cautiverio en Auschwitz,pero se ha dado cuenta de que la memoriase le está debilitando, igual que la calidadde su caligrafía. Puede revivir sin ningunadificultad escenas sucedidas en el campode exterminio hace más de sesenta años,recordar palabras, conversaciones enteras,pero en la memoria del presente se leabren cada vez más espacios en blanco. Envez de la tentación de capitular lo que sien-te es una urgencia todavía más acusada deseguir contando, y por ese motivo escribecosas en las fichas de cartulina y las llevaconsigo, para asegurarse de que el olvidode lo más próximo no le borra el acceso atantos recuerdos exactos y lejanos. Y elmismo acto de escribir es ya una invoca-ción, porque fue la caligrafía lo que le per-mitió sobrevivir a Ernest Michel: agotado,enfermo, muy cerca de la muerte, levantóel brazo cuando en una formación alguiensolicitó un voluntario que tuviera buenaletra. Él la tenía excelente: se había adies-trado como calígrafo antes de la guerra. Lodestinaron a la enfermería, a redactar certi-ficados de defunción y listas de los prisio-neros que eran enviados a las cámaras degas. Trabajar sin mucho esfuerzo físico ba-o techado y no a la intemperie del campo

multiplicaba la posibilidad de sobrevivir,explicó Primo Levi. Copiando con su letra

impecable los nombres de los muertos Er-nest Michel se salvó de ser uno de ellos:ahora escribe todavía, cada vez más despa-cio, la letra agrandada y más bien torpe, yel hilo de la tinta es tan obstinado y tanfrágil como el del recuerdo, y no tardarámucho en quedar interrumpido.

Lo ha dicho Jorge Semprún, en su dis-curso de hace unas semanas en la expla-nada invernal de Büchenwald, donde elviento frío agitaba las banderas y los me-chones blancos de los últimos prisioneros,65 años después de la liberación del cam-po: uno por uno los testigos se extinguen,y dentro de poco la tarea del recuerdo co-rresponderá a otra generación. No es laprimera vez que Semprún reflexiona enpúblico sobre ese tránsito de la memoriaviva a la gradual vaguedad y abstracciónde lo histórico, pero sí la primera vez quelo expresa con tan desolada inmediatez,en primera persona: dentro de cinco años,dice, cuando se repita esa ceremonia, él yano estará.

Semprún confía en los escritores de fic-ción como depositarios de ese legado derecuerdos. Yo no estoy seguro de que laficción tenga mucha utilidad a la hora demantener presente lo que no debe olvidar-se. Por respeto al sufrimiento de tantosmillones de seres humanos, la libertad deinventar ha de estar separada por una fron-tera bien visible de las narraciones riguro-sas de lo sucedido. Y en un mundo en elque hay tan poco espacio público para elconocimiento de los hechos históricos,tan poca idea del lugar relativo del pre-sente en una secuencia temporal muyanterior a nuestras vidas, la ficción pue-de servir sobre todo para banalizar y sen-timentalizar el espanto, para hacerlo dige-rible y al mismo tiempo confinarlo en unadistancia tranquilizadora, “de época”.

No hay ficción que esté a la altura delfulgor seco de los hechos. No hay ninguna

necesidad de inventar cuando todavía que-da tanto por saber, y sólo el conocimientolo más exacto posible concede alguna me-dida de restitución. El que ha vivido cuen-ta lo que ha visto. A quienes escuchan lescorresponde la tarea de prestar atención yaprender lo más posible, para que el olvi-do no pueda absolver a los verdugos. Yopienso con remordimiento en tantas perso-nas de las que pude haber aprendido y alas que no pregunté, por descuido, porindiferencia, por creer que estarían siem-pre disponibles. Cuánto pudimos y debi-mos preguntar cuando aún había tiempo,cuando estaban lúcidas y en plenitud defacultades personas que habían vivido laRepública, la guerra, la Resistencia enFrancia, los campos de concentración ale-manes, la negra posguerra española: cuán-tas historias como las que no ha dejadonunca de contar Ernest Michel nos hemosperdido. Leyendo su testimonio me heacordado de mi amigo Antonio Colino,que tenía más de noventa años cuando mecité con él una tarde para que me contarasus recuerdos de la guerra en Madrid. Sa-có del bolsillo una hoja cuadriculada en laque había apuntado las cosas que no que-ría que se le olvidaran. Pero el hilo se ha-bía vuelto borroso, y muy poco después secortó para siempre.

Gracias a la mediación de William Chis-lett acabo de descubrir un yacimiento dememoria del que no tenía ninguna noticia,que se ha abierto delante de mí como unpaís entero hecho de negrura: sabemosbastante de las vidas de los republicanosespañoles en los campos de concentra-ción alemanes, pero yo no tenía ni ideasobre los que acabaron en los campos so-viéticos. Chislett, buscador de libros sinsosiego, me ha dado noticia de un trabajode investigación doctoral de Luiza Iorda-che, Republicanos españoles en el Gulag(1939-1956), publicado hace dos años por

el Institut de Ciències Politiques i Socialsde Barcelona. La historia despierta másangustia al comprender el poco caso quese les ha hecho a los testigos y la rapidezcon la que uno por uno se estarán extin-guiendo. Jóvenes aviadores republicanosque a principios de abril de 1939 estabanterminando sus cursos de pilotos en laURSS y ya no pudieron salir del país; mari-neros de buques mercantes que habíanllevado armas y suministros a la Españarepublicana y se quedaron atrapados en elpuerto de Odessa al final de la guerra; ni-ños en edad escolar enviados a la URSS,extraviados en la guerra y la miseria, con-denados a trabajos forzados en los cam-pos más crueles de más allá del CírculoPolar Ártico; militantes comunistas que alllegar a lo que habían imaginado como ungran paraíso se encontraron en el interiorde una cárcel. Querer marcharse de laURSS ya era de antemano un delito: entrelos documentos pavorosos que ha rescata-do Luiza Iordache están las pruebas de lasaña inquisitorial con que los dirigentesdel Partido Comunista Español en Moscúpersiguieron a los compatriotas o ex cama-radas que se atrevieron a manifestar algu-na forma de disidencia. El libro de Iorda-che está lleno de listas de nombres que yono había escuchado nunca, de libros dememorias publicados o inéditos de losque yo no tenía noticia. Una vez que elhilo se corta ya no hay manera de reparar-lo. Algunas formas extremas de olvido noserían posibles sin una especie de conspi-ración colectiva. �

Republicanos españoles en el Gulag (1939-1956).Luiza Iordache. Institut de Ciències Politiques iSocials. Barcelona, 2007. 142 páginas. 15 euros.

Promises to Keep. One Man’s Journey AgainsIncredible Odds. Ernest W. Michel. BarricadeBooks, 2008. 320 páginas.

Hilos cortadosPor Antonio Muñoz Molina

Imagen del campo de Büchenwald. Foto: Reuters

IDA Y VUELTA

10 EL PAÍS BABELIA 24.04.10

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LA CIENCIA ES UNO de los elementosmás importantes del mundo ac-tual. Del actual y del de hace yabastante tiempo, puesto que ¿pue-

de alguien entender el siglo XIX, el de latelegrafía y la iluminación eléctrica, el dela química de los fertilizantes y los tintes,el de la anestesia y las vacunas, sin losFaraday, Maxwell, Kelvin, Liebig, Pasteuro Koch? ¡Y qué decir del XX, la centuria dela relatividad, la física cuántica, el ADN,los ordenadores e Internet!

Hoy no se puede —o no se debe—tomar decisiones en un sinfín de domi-nios sin evaluarlas a la luz de la ciencia.Pero las decisiones las toman los políti-cos, no los científicos. El poder es políti-co —y económico —, no científico. Deuna forma brutal, Nikita Jruschov lo dejóclaro en 1961 cuando ante una nutridaaudiencia le dijo a Andréi Sájarov: “Dejela política para nosotros, que somos espe-cialistas en ella. Haga usted sus bombas ypruébelas y no interferiremos en su traba-jo; antes bien, le ayudaremos”.

La cuestión es si Jruschov —o para elcaso otros como él— sabía algo de las impli-caciones físicas de las bombas que tiposcomo Sájarov fabricaban siguiendo sus ór-denes. Y si no nos limitamos a cuestionesatómicas, sino a la relación de la cienciacon otros asuntos capitales en el mundoactual, entonces habría que preguntarsequé saben de ciencia los políticos de hoy.

Richard Müller, un catedrático de Físicade la Universidad de California, ha escritoun libro para ayudar a todos aquellos quese plantean intentar ser algún día presiden-tes. Física para futuros presidentes (AntoniBosch, editor, Barcelona) se titula. “¿Le inti-mida la física?”, leemos en la Introducción.“¿Se hace un lío con el calentamiento glo-bal, con los satélites espía, con los misilesbalísticos y los antibalísticos, con la fisión yla fusión? ¿Cree que toda la tecnología nu-clear, tanto la de las bombas como la de lascentrales de energía, es fundamentalmentela misma? ¿Le desconcierta la afirmaciónde que nos estamos quedando sin combus-tibles fósiles, cuando hay quienes sostie-nen lo contrario?”. Y tras unas preguntasmás parecidas, concluye: “Si es así, el lectorno está preparado para ser un líder mun-

dial”, aunque, claro, aún puede salvarse le-yendo su libro. Por supuesto habría queañadir que también debería leer otros tex-tos porque hay más ciencia que la física.Pero esta es otra cuestión.

Lo que ahora me interesa es si hay mu-chos políticos que necesitan de obras comoesta. O si abundan los que, como Napo-león, saben bastante de ciencia. Bonaparte,recordemos, se consideraba más que capazpara la ciencia: “Si no me hubiese converti-do en general en jefe”, llegó a decir, “mehabría sumergido en el estudio de las cien-cias exactas. Hubiera construido mi cami-no en la ruta de los Galileo, los Newton. Ycomo he triunfado constantemente en misgrandes empresas, pues también me ha-

bría distinguido mucho con mis trabajoscientíficos”.

Francamente, no veo muchos estadistasde este tipo en la actualidad. Y sí muchosmaniobreros de la política, personas en cu-ya biografía no es posible descubrir másque el esfuerzo temprano y continuado porsobresalir en la arena política. Su carrera,su profesión, es la política. Enfrentando aesta realidad, es posible consolarse miran-do hacia atrás, rebuscando en ese bosqueque es la historia. Y aunque tampoco abun-den en él los gobernantes y políticos ilustra-dos en materias científicas, siempre se en-cuentra alguno. Uno de mis favoritos esBenjamin Franklin, que no gobernó pero síintervino en política: la hermosa Declara-ción de Independencia de los Estados Uni-dos de América (4 de julio de 1776) le debebastante. Franklin supo bien lo que cuestaganarse la vida: fue impresor, periodista,pequeño empresario, diplomático y ciuda-dano consciente (tras salvarse por los pelosde un naufragio, escribió en una carta a sumujer: “Acaso debería aprovechar esta oca-sión para prometer construir una capilla aalgún santo; pero si tuviese que prometeralgo sería construir un faro”). También fueun notable científico que se interesó enmuy diversos campos de la ciencia; en su

correspondencia se encuentran cartas acientíficos tan distinguidos como Caven-dish, Lavoisier y Joseph Priestley. Precisa-mente sobre este científico inglés, que tan-to aportó al conocimiento de las “distintasclases de aire”, como reza el título de unade sus obras, se acaba de publicar un intere-sante libro (Steven Johnson, La invencióndel aire, Turner), en el que al hilo de labiografía de aquel hombre, que no le hacíaascos al compromiso social, y que por elloterminó sus días en Norteamérica, tambiénse habla de las relaciones que mantuvo conFranklin y con otro de mis políticos favori-tos, Thomas Jefferson, el tercer presidentede los Estados Unidos. Instalado en su nue-va patria, Priestley escribió con regularidada Jefferson. Y aprovechaba para enviarle tra-bajos científicos, para que la política no lehiciese olvidarse “de su interés por la cien-cia”. Seguramente no hacía falta; Jefferson,recordemos, fue el autor de un notable tex-to, lleno de datos y consideraciones sobregeología e historia natural: Notes on the Sta-te of Virginia (1785). Una rara avis en unmundo de rapaces. �

Física para futuros presidentes. Richard Müller.Traducción de Víctor V. Úbeda. Antonio Bosch.Barcelona, 2010. 416 páginas. 23 euros.

Obra anónima sobre los experimentos de Benjamin Franklin durante una tormenta. Foto: Getty Images / SuperStock RM

La cienciay lospolíticosLos líderes mundialestienen que estar preparadospara hacer frente a todaslas cuestiones científicas

Por José Manuel Sánchez Ron

Hoy no se puede—o no se debe— tomardecisiones en un sinfínde dominios sin evaluarlasa la luz de la ciencia

PENSAMIENTO

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AFIRMA HENRY de Lumley (La granaventura de los primeros hombreseuropeos, Tusquets) que la adquisi-ción de la simetría, primer indicio

del sentido (“humano”) de la armonía, tuvolugar hace 1,5 millones de años, en el territo-rio que se extiende entre el sur de la actualEtiopía y el norte de Kenia. El protagonistade ese acontecimiento fue Homo erectusque, a diferencia de su coetáneo Australopi-tecus robustus, comía carne y fabricaba úti-les para proveérsela y manipularla: el bifaz,esa herramienta cortante característica delas culturas achelenses, fue el primer produc-to de esa sensibilidad “artística” de nuestrosmás lejanos parientes. Lumley sostiene quealgunas de las características de esos bifaces(el color de las piedras elegidas, la intencio-nada simetría del tallado) no hacían que laherramienta fuera más funcional, sino queservían para proporcionar el primer latidode lo que podríamos llamar satisfacción esté-tica. Por su parte, Denis Dutton, un psicólo-go evolucionista partidario de una concep-ción del arte “naturalista y transcultural”,argumenta en su muy polémico (y legible)El instinto del arte (Paidós) que el surgimien-to y desarrollo de las artes son resultado deun conjunto de adaptaciones evolutivas quese iniciaron hace miles de años, y que tantonuestro amor a la belleza —el “instinto artís-tico”— como nuestros gustos y preferenciasserían innatos y universales, y no resultadode construcciones sociales o culturales. Du-tton llega a afirmar que si a miembros dediferentes culturas les atraen por igual lasrepresentaciones de paisajes abiertos conimágenes de agua y de árboles en la lejaníaes porque, de alguna manera, les “evocan”la sabana de la que, como especie, procede-mos. Y propone un itinerario darwinista pa-ra ilustrar cómo llegamos a convertirnos en“una especie obsesionada por la creación deexperiencias artísticas”, insistiendo (a travésde diversos ejemplos) en que la compren-sión de los procesos adaptativos que dieronlugar al instinto artístico puede contribuir a“realzar nuestro disfrute estético”. Su librosupone un paso más en el muy contemporá-neo maridaje de la filosofía del arte y el neo-darwinismo. Y, desde luego, un intenciona-do torpedo dirigido a la línea de flotación delas interpretaciones suministradas desde laantropología y los estudios culturales.

‘Freakonomics’CUANDO, FINALMENTE, me enganché (creíaque después de The Sopranos nunca volve-ría a ocurrirme) a la serie televisiva The Wire—quizás la ficcionalización más despiadadaque conozco de las tensiones que subyacena la vida social de las grandes ciudades nor-teamericanas— ya sabía (me lo había ense-ñado Baltasar Gracián en su siempre necesa-rio Oráculo manual) que sólo “en lo máspoblado están las fieras verdaderas”. Vis-ta desde nuestro tiempo de precariedad

medioambiental, la jungla —el ámbito enque antaño los animales depredadores im-ponían su ley— pierde espacio en la natura-leza y gana fuerza metafórica en la ciudad,que es donde habita la fiera más feroz. Enuno de los mejores capítulos de Freakono-mics (ediciones B, 2006), el best seller cuatroveces millonario de Steven Levitt y StephenDubner, se nos explicaba por qué la mayo-ría de los pequeños traficantes de droga vi-vían en casa de su madre. La razón es muysencilla: para que sus jefes se ganen muybien la vida, los camellos deben vivir consalarios miserables. Lo aceptan porque suaspiración no es simplemente prosperar, vi-vir mejor, sino convertirse un día en jefes dela banda. Ser el Califa en vez del Califa, co-

mo quería el envidioso visir Iznogud de lacélebre historieta de Goscinny y Tabary. Enla sociedad de los narcotraficantes —todoeso se aprecia muy bien en The Wire— tam-bién rige un star system muy semejante al delos políticos corruptos: al final todos quie-ren ser el jefe o, al menos, vivir como supo-nen que debería vivir el (corrupto) jefe alque le hacen los trabajos más pringados.Para alguien que no está particularmenteinteresado en la economía (como yo, si mepermiten la autobiografía), el mayor atracti-vo de Freakonomics y de su segunda parte,Superfreakonomics (que acaba de publicarDebate) es que tratan los más variados as-pectos de la vida social (y también de sulado oscuro) desde un casi exclusivo enfo-

que económico, pero forzando la paradoja ybuscando la sorpresa del lector. No preten-den explicar la mecánica de la inflación o elcurso de la recuperación económica, perosí, por ejemplo, por qué ha caído en picadola cotización de las felaciones realizadas porprostitutas, o las razones por las que a losterroristas suicidas les convendría hacerseun seguro de vida. Y esas razones participande la lógica de la economía, lo que arrojauna luz distinta sobre asuntos que no sue-len estar en su punto de mira. Levitt y Dub-ner utilizan el ojo económico para observarel mundo. Y lo hacen sin perder la distancia,pero tratando el resultado con ironía y ciertaguasa. Tengo que reconocer que comencé aleer Superfreakonomics en diagonal y termi-nó enganchándome. No al modo de TheWire, claro. Pero con la que está cayendo,que un libro de economía te haga sonreír devez en cuando (según la vieja fórmula deenseñar deleitando) es casi un don del cielo.

ProscritoUNA DE LAS cosas que más me sorprendende la (en general) discreta vida literaria britá-nica es la enorme cantidad y vitalidad desociedades formadas por admiradores de es-critores. A veces he llegado a pensar quecada escritor reseñado en alguno de los nu-merosos Companions o guías de literaturainglesa tiene su club de seguidores, con sudomicilio social, sus reuniones, sus liturgiasy sus fobias y filias de grupo. Para una cultu-ra literaria tan displicente como la nuestra,en la que se considera de mal tono que unautor manifieste entusiasmo por la obra deun colega (especialmente si está vivo) resul-ta sorprendente comprobar que entre losmiembros de esas asociaciones de fansabundan los escritores en ejercicio. Una delas que más simpáticas me resultan es laconsagrada a uno de mis personajes litera-rios favoritos, una criatura memorable queha terminado resultando mucho más realque su creadora. Me refiero a GuillermoBrown, el célebre “proscrito” imaginado porRichmal Crompton en 1917 y cuyos relatos(reunidos en libros) se publicaron a lo largode medio siglo. Para dos o tres generacionesde adolescentes españoles Guillermo fue al-go más que una válvula de escape: un ídolo,un modelo en el que inspirarse. Por eso megustaría encontrarme hoy (24 de abril) en elmeeting anual de la Just William Society(www.justwilliamsociety.co.uk), que se estácelebrando en un hotel de Stretton underFasse, en las proximidades de Rugby. Por 27libras me habría podido inscribir y partici-par en el almuerzo colectivo y en las confe-rencias (una de ellas, Guillermo y lo paranor-mal, promete). Y, quién sabe, quizás, entrelos asistentes, pudiera reconocer el ceceo depija de Violeta Elizabeth (quizás ya muy aja-da y en las últimas), la odiosa niña rica porla que mi héroe manifestaba cierta disculpa-ble debilidad. �

El mono artístico

Ilustración de Max.

SILLÓN DE OREJAS Por Manuel Rodríguez Rivero

EL PAÍS BABELIA 24.04.10 17

Notas al pie de GazaJoe SaccoTraducción de Marc ViaplanaMondadori. Marzo, 2010418 páginas. 22,90 euros

Por Javier Valenzuela

EN LA HISTORIA UNIVERSAL de la infamia con-temporánea, Gaza ocupa uno de los prime-ros lugares junto al gueto de

arsovia, Soweto y la Ciu-dad de la Alegría de Calcu-ta. La franja de Gaza —sé delo que hablo, he estado allívarias veces— es una pesa-dilla: un erial de basuras, es-combros, chabolas y edifi-cios acribillados donde seapiñan, cercados por tierra,mar y aire por el Ejércitomás poderoso de OrientePróximo, un millón y mediode seres humanos desespe-rados. Llámenlo como quie-ran: campo de refugiados,gueto, campo de concentra-ción, pudridero en vida.

Joe Sacco ha pasado lar-gas temporadas en Gaza.Nacido en Malta en 1960,con pasaporte estadouni-dense, Sacco es un reporte-ro de tomo y lomo que, envez de contar sus historiasa través de textos, crónicasradiofónicas, piezas televisi-vas o documentales cine-matográficos, lo hace a tra-vés de tebeos. Sí, tebeos,historietas, novelas gráfi-cas, cómics, ese género ma-ravilloso con el que mi ge-neración se hizo adicta a lalectura. Pues bien, en 2001 una revista esta-dounidense les encargó a él y al escritorChris Hedges un reportaje sobre Gaza. Unavez sobre el terreno, Sacco recordó haberleído algo de Noam Chomsky sobre unamatanza de civiles palestinos en Khan

ounis, una localidad de la franja, ocurridaen noviembre de 1956. Los dos recogierontestimonios de supervivientes y de ellos sedesprendieron imágenes atroces de varo-nes palestinos puestos en fila contra lastapias del lugar y sumariamente fusiladospor soldados israelíes. Aquella y otras barba-ries anteriores y posteriores, concluyeronlos reporteros, sembraron en los corazonespalestinos el odio que sentían hacia los ocu-pantes israelíes. Pero la revista censuró lospárrafos del reportaje relativos a aquel epi-sodio, en el que, según un informe oficialde la ONU, perdieron la vida 257 personas.

A Sacco esa “nota al pie de página” de lahistoria que fue la matanza de KhanYounis ya no se le quitó de la cabeza. En2002 y 2003 volvió a Gaza. Durante sema-nas recorrió el minúsculo territorio, hablócon mucha gente, se documentó, se enteróde otra matanza de palestinos en 1956 —lade Rafah, con 111 muertos adicionales—,puso a trabajar a investigadores en los ar-chivos de Israel… Y de ahí surgió este libro.

Notas al pie de Gaza es no sólo un gran

documental sobre los sucesos de 1956, sinotambién un reportaje con detenimiento so-bre la franja de hoy y sus gentes. El reporte-

ro-dibujante se sitúa como protagonista dela acción y va contando tanto la vida coti-diana que comparte con los palestinos co-mo el desarrollo de sus investigaciones y larecreación de las matanzas de Khan Younisy Rafah. Su grafismo, en la estela de RobertCrumb, retrata con vigor y realismo las per-sonas, los escenarios y las situaciones delpasado y del presente. Sus datos son exac-tos; sus diálogos, auténticos, y su perspecti-va humanista, la constante presencia de

rostros que miran al lector, otorga a lospalestinos esa cualidad de personas que lesniega la propaganda israelí. Los ves depri-midos, asustados, encolerizados, deseososde venganza; también manteniendo inque-brantables su hospitalidad y su sentido delhumor.

El uso de la primera persona es muyeficaz para transmitirle al lector la impre-sión de que está viajando con el narrador.Sacco recorre la franja de arriba abajo, seatasca en los controles militares del ocu-pante, escapa a tiroteos, asiste a demolicio-nes por buldóceres israelíes de casas pales-tinas, ve pasar entierros… En la página253, un palestino le enseña los agujeroscausados en su hogar por las balas israelíesy le cuenta que sus hijos viven aterroriza-dos. “¡Aquí cada día es 1956!”, dice.

Un tebeo puede ser un clásico del pe-

riodismo. Ese corresponsal de guerra denuevo cuño que es Sacco ya lleva varios.Su primer éxito, a mediados de los noven-ta, fue la novela gráfica Palestina, fruto deuna larga estancia en Gaza y Cisjordania.Luego abordó, en Gorazde y El mediador,las guerras balcánicas y, en Chechen War,Chechen Women, los dramas del Cáucaso.Muchos piensan que ha creado un nuevogénero: el tebeo de investigación periodís-tica. Su colega Chris Hedges, premio Pulit-

zer, opina que el trabajode Sacco prueba que, enun momento en que losmedios están recortandoen corresponsalías, envia-dos especiales e investiga-ciones prolongadas, “el pe-riodismo va a volver a serlo que fue al principio: unaforma de arte”. Es una ideainteresante.

“Los palestinos”, escribeSacco en el prólogo de estaobra, “no pueden permitir-se el lujo de digerir una tra-gedia antes de que llegue lasiguiente”. Israel, que en2005 retiró de la zona a suscolonos, tiene hoy comple-tamente cercada a Gaza y,como ocurrió en el inviernode 2008-2009, la bombar-dea cuando le place. Los ni-ños, mujeres, ancianosvarones palestinos que mue-ren en esos ataques son, enel mejor de los casos, “da-ños colaterales”; en el peor,“terroristas” a exterminar.

Como la sangre no se se-ca nunca en Gaza, tampocodebería hacerlo la tinta quelo cuenta. A Sacco le pre-guntan sistemáticamente

en Estados Unidos por qué presenta el ladopalestino del conflicto y no el israelí. Surespuesta es obvia: porque durante toda suvida, los políticos y los medios de comuni-cación norteamericanos sólo le han presen-tado la versión israelí. “¿Qué significa serobjetivo cuando hay un pueblo oprimidootro opresor?”, se preguntaba en una entre-vista. “Yo prefiero ser honesto: no todos losoprimidos son ángeles, pero ello no impideque sean los oprimidos”.

Vuelve a hablarse de una posible ini-ciativa de paz de Obama para OrientePróximo. La reflexión más lúcida que pue-de hacerse sobre el asunto ya se encuen-tra en la última viñeta de la página 62 deeste tebeo: “La única cuestión es saberhasta dónde piensan los israelíes impo-ner su victoria o hasta qué punto acepta-rán los palestinos la derrota”. �

Sofía y el negroJudith VanistendaelTraducción de Cristina Casas, Eva Gorsschey Carmen Gros. Prólogo de Enric GonzálezNorma. Barcelona, 2010152 páginas. 17 euros

Por Nuria Barrios

LAS GRANDES novelas gráficas poseen unafuerza y una frescura de la que adolecenmuchas novelas contemporáneas. Este esel caso de la premiada Sofía y el negro, dela artista belga Judith Vanistendael, unavibrante historia de amor entre una belga,estudiante de económicas, y un togolés sinpapeles, que ha solicitado asilo. Contada

en dos partes, como si fuese uno de esosdípticos religiosos cuya historia se exponeen varias tablas que se presentan a la vistasimultáneamente, Sofía y el negro narra larelación de esta joven pareja en un peque-ño y rico país de Europa. La primera partecuenta la historia a través de los ojos delpadre de Sofía, un periodista prestigioso yliberal. El personaje es francamente ge-nial: conmueven y divierten, al mismotiempo, su asombro, su desconfianza, suhostilidad hacia el extranjero negro y sinpapeles de quien se ha enamorado su úni-ca hija. “¡Pero bueno, le ha tocado la lote-ría! ¡Tiene un piso con tía incluida!”, lesuelta furibundo a Sofía. También muestracómo el amor de los perplejos padres ha-cia su hija facilita el camino de la pareja.

En la segunda parte, es la propia Sofíaquien, diez años después, narra su versiónde los hechos. Sofía y el negro cuenta conhumor, agudeza y dolor la historia deamor entre una blanca y un negro, peronarra sobre todo la difícil carga emocionalque muchos refugiados portan sobre susespaldas, la tremenda aventura que hanprotagonizado para llegar a Europa y elabrumador laberinto burocrático que aúnhan de recorrer para ser regularizados.Con un dibujo en blanco y negro tan atrac-tivo y enérgico como los textos, Sofía y elnegro es una novela autobiográfica llenade vida. No se pierdan esta agridulce cróni-ca familiar de una pasión. Las certeras re-flexiones del periodista Enric González so-bre la inmigración abren el libro. �

Viñeta de Notas al pie de Gaza, de Joe Sacco.

Pasión autobiográfica

Sangre siempre fresca en GazaEl reportero-dibujante Joe Sacco, creador de todo un género —el tebeo de investigación periodística—, retrata la vidacotidiana de los palestinos de la franja, marcada desde las matanzas de 1956 por el miedo, la cólera y la impotencia

Viñeta de Sofía y el negro, de Judith Vanistendael.

EN PORTADA / Libros

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Por Aurora Intxausti

OCULTAR LA realidad es mentirse.No ha querido hacerlo y ha di-bujado con trazos de tela de ara-ña la angustia y la desespera-

ción de su vida en la calle. Fueron 15 losaños que Miguel Fuster (Barcelona, 1944)vivió a la intemperie, refugiado en el alco-hol, cubierto por el sol y unos cartones. Sudesgraciada vida fue haciendo mella en suespigado cuerpo, machacado por el tiem-po, dolorido por la indiferencia y agradeci-do por esos personajes que supieron al-canzarle la mano en los momentos másdifíciles de su existencia.

Sus ojos vidriosos y su facilidad de pala-bra llevan casi sin darse cuenta a su mun-do callejero. Fumador compulsivo, solicitaque cambiemos el lugar de la cita mientraspaseamos por el barrio gótico de Barcelo-na. La fotógrafa le pide detenerse bajounos soportales para retratarle. Al fondo,tres hombres con sus carritos inundadosde bolsas tratan de esconderse de los dis-paros de la máquina. Ocultan en un sacode papel el alcohol que beben poco a po-co. “La lata o la litrona de cerveza es elprimer paso para quedarte en la calle. Lue-go pasas al cartón de vino y de ahí no tebajas. Salir es difícil, muy difícil. Dejé debeber hace tiempo, pero sigo siendo unalcohólico. Si ahora probase tan sólo unsorbo caería de nuevo”.

En la terraza del bar habla de sus añoscomo aprendiz en Ediciones Bruguera, deltiempo en que trabajaba como dibujantede cómic romántico para revistas del nortede Europa y de cómo se quedó descolgadoen la década de los ochenta de las tenden-cias creativas del momento. No dio el saltoa la creación propia y el esplendor del có-mic le pilló viviendo en la calle, alejado delo que ocurría en el mundo. “Mi única obse-sión era conseguir los cuatro cartones devino que necesitaba para tenerme en pie. Eldinero para comprarlo lo conseguía pintan-

do acuarelas de toros y flamencas para losturistas. Malvendía mis obras, pero era lamanera de ir tirando. Han sido contadas lasocasiones en las que he mendigado, no megustaba”. Salió del alcohol gracias al trabajode los voluntarios de la Fundación Arrels—desde 1987 se dedican en Barcelona a laatención de personas sin hogar— y empezócon un blog en el que con sus dibujos, cua-dros y textos empezó a contar sus vivencias

callejeras. De ahí surgió la oferta de la edito-rial Glénat para que hiciese un álbum con-tando lo que había sido su vida en la calle.Su autobiografía no es nada complaciente.“He luchado contra el resentimiento, mehe sentido muchas veces humillado al vercómo se apartaban de mí con temor, apren-sión y desprecio. Antes de que me recogie-sen era un espectro invadido por el alcohol,un despojo de poco más de 40 kilos”.

Fuster está ilusionado con el proyectoen el que está embarcado. Tiene ganas depintar, de recuperar el tiempo perdido oparte de ese tiempo en el que supo lo queera “morir las 24 horas del día en una ago-nía de miedo, dolor e indignidad”. Tieneprevisto abordar otros aspectos de su vida,otros personajes que se han cruzado en suexistencia. “Creo que he encontrado unpunto interesante de trabajo en el que pue-do desarrollar mi creatividad”.

Las primeras viñetas del álbum refle-jan unos personajes con claras influen-cias de los dibujos románticos que él reali-zaba y a medida que va avanzando sutrabajo los trazos son más duros y mues-tra la crudeza de su existencia. “He vividodesposeído de todo, sin ni tan siquierauna cueva para refugiarme, convertidoen una ruina gimiente. Raído por los re-cuerdos, hace tiempo que dejé de mortifi-carme sobre si soy culpable o inocente”.Su último refugio en la calle se situaba enla parte trasera de la catedral de Barcelo-na, bajo los arcos y tras unos arbustos.“Allí, sobre unos cartones y con unos pe-riódicos bajo la ropa para quitar el frío,conseguía dormir hasta que a las seis lle-gaban los agentes y me despertaban”. Elcobijo de la plaza fue su techo antes deabandonar la bebida. El último capítulodel álbum está dedicado a esa parte de suvida. Por él desfilan personajes reales quedía a día le ayudaban a pasar la jornada.Desde la barrendera al indigente, desdeel ciudadano que le ofrecía un colchón oel tabernero que cada noche le preparabaun bocadillo. “Me encontraba en una si-tuación de deterioro tan grande que eraincapaz de pintar para conseguir unoseuros. Daba la vuelta a la iglesia y atenaza-do por el terror que me causaba el quedar-me sin bebida me tuve que doblegar, hu-millar y pedir limosna”.

Ese lugar de la plaza en el que Fusterdormía solo lo ocupan, cada noche, ochoindigentes. Actualmente existen en Barce-lona cerca de un millar de personas quepernoctan en la calle. �

Miguel, 15 años en la calle. Miguel Fuster. Glé-nat. Barcelona, 2010. 172 páginas. 17,95 euros.miquelfuster.wordpress.com.

Salir de la calle

RebétikoDavid PrudhommeTraducción de Lucía BermúdezSins Entido. Madrid, 2010104 páginas. 19 euros

LAS VIÑETAS DE REBÉTIKO desprenden unaluz especial, cálida, sensual, que envuelveal lector en el clima mediterráneo de la Gre-cia de los años treinta, escenario perfectopara esta metáfora de la libertad inconteni-ble que firma David Prudhomme. Durantesólo un día seguirá la vida de cinco músicosrebetis, armados tan sólo de sus buzukis yde un arte que canta a la vida y sus dolores,igual que el fado, el tango o el blues y que,sólo por ser libre, fue censurado por la dicta-dura de Metaxas. Trazo y color consiguenun inesperado efecto sinestésico: lasviñetas cantan esas canciones de muerte,amor y violencia y el lector sigue el ritmo dela música a medida que pasa las páginas,contagiado de esa fuerza de libertad quetanto miedo infundió en otros. Un álbumque Prudhomme cierra con un epílogo de-moledor, casi desesperanzador, pero quemultiplica todavía más los valores de unaobra que certifica que su autor tiene muchoque decir en el noveno arte. Álvaro Pons

Lulú, mujer desnuda (volumen 1)Étienne DavodeauTraducción de Raúl MartínezLa Cúpula. Barcelona, 201088 páginas. 20 euros

A DAVODEAU LE GUSTA la distancia corta, esaque permite hablar de pequeños sentimien-tos entre dos amigos mientras pasean. Qui-zás naderías sin importancia, pero siempre“trozos de vida”. Testimonios mínimos quele han servido para hablar sobre la proble-mática de iniciar un negocio sobre agricultu-ra biológica, sobre el sindicalismo cristianofrancés de los años sesenta o, como ahora,sobre una mujer que descubre que su vidano es la que quería. Semanas después, susamigos comienzan a intentar reconstruir loque llevó a Lulú a no volver ese día a casa, adejar a su marido y a sus hijos. No intentanjuzgar a su amiga y lo que pasó, sólo com-prender qué la llevó a escapar. Davodeauevita que sea la propia Lulú la que hablepara estudiar, precisamente, a esa sociedadque siempre intenta juzgar a quien no siguesus dictados. Y el lector irá descubriendo larealidad de una Lulú que no era ni rebeldeni aventurera, sólo una mujer más que undía se bajó de la vida que tenía escrita. Á. P.

KafkaRobert Crumb y David Zane MairowitzTraducción de Leandro WolfsonLa Cúpula. Barcelona, 2010177 páginas. 20 euros

FRANZ KAFKA no quería que en la edición deLa Metamorfosis se incluyera ninguna repre-sentación del insecto en el que se convierteGregor Samsa. Robert Crumb, quizá el másfamoso de los dibujantes de cómic under-ground estadounidense, sí lo ha hecho. Eneste libro, cuyo título original en inglés esKafka para principiantes, se van alternandolas figuraciones de Crumb de fragmentos denovelas, relatos y escenas biográficas del au-tor checo con los textos del escritor DavidZane Mairowitz. La relación entre texto eimagen funciona con una fluidez impara-ble. Mairowitz introduce con facilidad al lec-tor en las claves que ligan las ficciones delescritor con episodios de su vida y rasgos desu perfil psicológico, mientras Crumb se de-leita en páginas que resumen La colonia pe-nitenciaria, El proceso, El castillo, Un artistadel hambre y América. Kafka le va muchomejor a Crumb que la Biblia (su recientelibro es sobre el Génesis), tal vez porque com-parten humor y neurosis. Fietta Jarque

Una posibilidad entre milCristina Durán y Miguel A. Giner BouSins Entido. Madrid, 2010128 páginas. 15 euros

HAY UNA POSIBILIDAD entre mil de que salgaadelante. Así arranca la historia de este có-mic autobiográfico. Laia, la hija de esta pa-reja de dibujantes, sufrió a las pocas horasde nacer una hemorragia cerebral que lallevó a pasar los primeros años de su vidaentre hospitales, centros de rehabilitación

médicos. Pero Laia se aferra a la vida conuna fuerza inusual, como también sus pa-dres, que con una mirada sensible y unaactitud admirablemente positiva consi-guen guiar al lector por el nuevo mundoque les toca vivir. Estas viñetas de trazolimpio, en dos tonos, sin grandes detalles(lo imprescindible para seguir la historia)se leen con el corazón atrapado entre lacongoja y el embeleso. Hay algo constanteen el libro: en los momentos más duros ode gran vulnerabilidad, los lazos afectivosse convierten en salvavidas. Un libro revela-dor, que sin duda supone otro paso adelan-te en la sensibilización hacia el mundo dela discapacidad, con un toque de frescura yoptimismo. Cristina Sánchez-Andrade

El dibujante Miguel Fuster, en Barcelona.

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Por Guillermo Altares

TRAS TRIUNFAR con Los combates co-tidianos (Norma), la historia de unfotógrafo de guerra que decide de-jarlo todo para irse a vivir al cam-

po, donde descubre no sólo el amor, sino lahistoria periodística de su vida, y El retornoa la tierra (Bang Ediciones), un poco más omenos el mismo relato pero narrado en tiras

con mucho más humor, Manu Larcenet(Issy-les-Moulineaux, París, 1969) ha dadoun giro radical con Blast (Norma), que inau-gura una serie que se prolongará durantevarios volúmenes. Frente al alegre color lle-no de matices de sus obras anteriores se hasumergido en un áspero blanco y negro pa-ra construir el relato de un hombre que deci-de vivir al margen de la sociedad. La narra-ción arranca con un interrogatorio policial.

En una de las planchas más bellas de Loscombates cotidianos, Manu Larcenet inclu-

e esta frase que es todo un manifiesto desus principios artísticos. “Deslastrada detoda lógica, la poesía es la única formalibre de percatarse de lo que vale la pena.Depardon, Brassens, Miyazaki, Bon-nard, Jarmush, Sempé, Tom Waits, Cé-zanne, Monty Python, Monet,Brel, Desproges, Klee, Cartier-Bres-son Springsteen, Céline, HarveyKeitel, Baudelaire, Van Gogh. Lapoesía lo redime todo”. “No me in-teresan las imágenes que no sirvenpara nada. La imagen me gusta cuan-do es pura y habla, cuando sirve paraalgo, cada plano de Jarmush quieredecir algo, incluso sus silencios. Poreso en Blast hice tantas páginas de silen-cio”, afirma Larcenet en una entrevistaen París, celebrada en la sede de su edito-rial francesa, Dargaud.

Estudió dibujo (gracias a un profesor quedetectó su talento muy pronto) y afirmaque, desde los 12 años, realiza todos los díasuna plancha de cómic. Como sus persona-es de Los combates cotidianos (cuatro volú-

menes) y El retorno a la tierra (cinco y losque quedan), vive en el campo, con su com-pañera y sus dos hijos. Una frase de Jac-ques Brel que aparece en Blast define suactitud ante la vida: “Cuando alguien semueve, los inmóviles dicen que huye”.

PREGUNTA. ¿Por qué se ha lanzado aun cambio tan radical de estilo con Blast?

RESPUESTA. Tengo una editorial que sellama Les Reveurs, donde hago lo que megusta, y tengo una producción destinada algran público en Dargaud, pero cuanto mástiempo pasa y me voy haciendo mayor, lasdos se acercan y llegarán a ser una. Mi ideaera contar una historia diferente de las queme han hecho famoso, no dejarme llevar porel mismo tebeo. Tenía ganas de hacer cuatroo cinco tomos de 200 páginas, algo largo queme diese tiempo para dibujar silencios, traba-ar sobre la longitud y sin color, que es algo

que hace los dibujos mucho más alegres.P. ¿De dónde surge este personaje empe-

ñado en vivir al margen?R. Creo que es algo que tenemos todos,

todos hemos pensando en algún momentoen mandarlo todo a la mierda, en desapare-cer, pero no lo hemos hecho por algún moti-vo, sobre todo por miedo. Mi protagonistano tiene ese miedo y es capaz de mandarlotodo a paseo. Quería crear un personaje queno fuese ni simpático ni antipático, nuncasabemos a qué atenernos con él. Lo vere-mos mejor en el segundo tomo.

P. ¿Cuándo sale?R. No tengo ni idea, estoy en ello, llevo 60

páginas. Es algo que no quiero prever, loseditores me preguntan y les respondo queestará listo cuando esté listo. Y tampoco ad-mito cambios: si les gusta, genial; si no, losiento mucho.

P. ¿Y lo seguirá haciendo compatiblecon El retorno a la tierra?

R. Sí, yo quiero que sea como lo que lla-mo mi serie Peyo, el autor de los Pitufos. Me

gustaría hacer esto hasta que muera. Jean-Yves Ferri, el guionista de la serie y casi elúnico amigo que tengo, cuando me escribeEl retorno a la tierra es alta cocina, está todotan bien trabajado que no tengo que cam-biar nada, no hay una palabra mal puesta. Esuna de las mejores series que he hecho nun-ca. Me gustaría envejecer con mis tebeos.

P. ¿Qué hay de real en sus tebeos?R. Bueno, el gato es mi gato, no estética-

mente, pero sí de carácter. Yo realmentevivía en la ciudad y mi gata se volvió locacuando me mudéal campo.

Cuando escribía Los combates cotidianos,durante un periodo de cuatro años, me fui avivir al campo, tuve dos niños, murió mipadre y asistí a la desaparición mediática delos obreros. Tenía que aparecer por algúnlado. Mezclé todo esto para hablar en estoslibros. Eran obsesiones, pero para mí ya estáterminado, he dicho todo lo que pensabasobre ello. Lo único que me quedará es lamuerte. Ahora trato de hablar del interior dela gente, la incomprensión que tenemos ha-cia nosotros mismos, de la violencia, meparece más honesto hablar de eso porqueestá más cerca de mi existencia cotidiana.

P. Sus tebeos están llenos de personasque viven en el margen. ¿Por qué?

R. Bueno, son los que tienen interés. Novoy a contar historias de personas norma-les, bien integradas. Me apasiona contar his-torias de gente que está en el dolor, en losmárgenes. Yo tampoco me siento especial-mente insertado en la sociedad. Hay dibujosque están hechos sobre vidas clásicas, a míno me apasionan. Pero me interesa muchoel lado negro de la gente, creo que el arte, lalocura, es mucho más interesante que la nor-ma. Adoro a Francis Bacon y es de una oscu-

ridad extraordinaria, los cuadros de floresson cargantes.

P. De todas las planchas de Blast hayuna que me ha impresionado mucho, quees cuando aparece una viñeta a página conla frase de Brel: “Cuando alguien se mueve,los que están inmóviles dicen que huye”.

R. ¿No es precioso? Antes de su últimoconcierto, un presentador francés le entre-vistó en su camerino y le preguntó: “¿Porqué se retira de los escenarios?”. Y Brel res-pondió eso, después de un gran silencio.

Dice, sencillamente, una verdad.P. En Los combates

cotidianos, un personaje explica que vo-ta al ultraderechista Le Pen “por miedo”y reconoce que le da igual que le mien-tan, “porque todos mienten”. ¿No creeque es una definición perfecta de lo queocurre en Francia?

R. Eso es lo horrible. Porque aparte deunos cuantos extremistas estúpidos a losque es muy fácil detestar, el electorado deextrema derecha está formado por gente de-sesperada que tiene miedo. No veo ningunasalida a eso, por eso es un tema que he

dejado de tratar en mis tebeos. Al final, elFrente Nacional siempre vuelve. En estaFrancia me encuentro perdido. Estoy un po-co desesperado, todo lo que hemos hechono ha funcionado.

P. ¿Por eso decidió irse a vivir al campo?R. La verdad es que seguí a mi mujer por

un trabajo, pero ahora me encuentro mu-cho mejor. Incluso aunque viva en una re-gión muy a la derecha. Me encuentro mejor,pero a la vez me voy convirtiendo en unmisántropo: tuve tantas esperanzas y veocómo nada funciona, que me estoy convir-tiendo en una especie de oso y el hecho deno tener vecinos, de vivir en mitad del cam-po, me tranquiliza.

P. ¿Cree que vivimos una época doradade los tebeos, que están alcanzando espa-cios que antes les estaban vetados?

R. Los tebeos han cambiado mucho des-de los años noventa: la editorial L’Asocia-tion, autores como David B, una serie decreadores que han hecho explotar todo loque se hacía en el cómic. Al mismo tiempohay otros creadores que hacían tebeos deadultos, pero era muy marginal. De repente,todo el mundo se puso a hacer tebeos deautor, aunque no me guste la expresión. Re-sultado: ahora mismo hay tantos cómics enuna librería que ya no sabemos qué elegir,pero si escogemos diez tebeos, nueve seránde diversión, buenos o malos, y uno seráotra cosa, y esa es la que me gusta. Es ver-dad que es una edad dorada, porque pode-mos hacer lo que nos guste. Pero a la vezhay demasiados libros, tal vez sea la culpade los editores que no separan el trigo de lapaja. Pero creo que nos estamos matando anosotros mismos, salvo que tengan tu nom-bre en la cabeza no van a escarbar, cogeránlo que hay arriba, que muchas veces es lopeor y desde luego no es el cómic más mo-

derno. Se ha convertido en un grannegocio, es una forma de ganar mu-cho dinero. Si los lectores no tienentu nombre en la cabeza, estás jodido.

P. ¿Por qué cree usted que los te-beos sociales o el tebeo periodísticotienen cada vez más importancia?

R. Joe Sacco y yo no practicamosel mismo oficio, sería casi insultarle.Él hace un trabajo mucho más radi-cal, a mí me gusta contar historias,soy más narrador, me encuentro muyatado a la novela. Lo que me pareceextraordinario es que un medio comolos tebeos, destinados a entretener alos niños hace 20 años, se haya con-vertido en un medio periodístico. Aun-que no puedo evitar preguntarme si

no son más directos un texto o una imagen.P. Pero en un mundo lleno de imágenes

tal vez los tebeos ofrecen una visión diferen-te de la realidad.

R. Es posible, pero tengo mis reservas.Ahora hay muchos autores que quieren ha-cer esto, pero olvidan que para hacer estecómic comprometido, periodístico, hay quetener mucha calidad, interesarse por el dibu-jo, que es algo chamánico. Es un descubri-miento, es sumergirse en uno mismo, es unaexperiencia casi corporal para hacer surgiralgo que va a hablar al otro. Pero muchasveces, en el periodismo dibujado, se hacepasar el discurso antes del dibujo y, desdemi punto de vista, no hay que hacer nuncaeso. El ritmo, el color, la narración, todo esodebe estar equilibrado y muchas veces losque quieren hacer tebeos comprometidos seolvidan del lado artístico, se centran sobre laradicalidad de lo que tienen que decir. Nece-sito dejarme atrapar por el amor del dibujo yya sea Sempé o Crumb. Al ver una planchanecesito sentir cuál es la obsesión del tipoque la ha hecho. David, en Epiléptico, es alu-cinante, mezcla un amor enorme por el dibu-jo con la capacidad para contar su vida, eldolor que siente con su hermano. �

Blast. Bola de grasa. Volumen 1. Manu Larcenet.Traducción de Enrique Abulí. Norma. Barcelona,2010. 204 paginas. 24 euros.

El nuevo combate de Manu LarcenetEl gran narrador de la Francia contemporánea, autor de Los combates cotidianos, da un giro a su estilo con Blast. “No meinteresan las imágenes que no sirven para nada. La imagen me gusta cuando es pura y habla”, dice el dibujante

“Hay tantos cómics que yano sabemos qué elegir, perosi escogemos diez tebeos,nueve serán de diversión,y uno será otra cosa”

“Me gustaría envejecer con mis tebeos”, cuenta Manu Larcenet, quien ha realizado este autorretrato para Babelia.

EN PORTADA / Entrevista

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Por Alberto Martín

EN 2008, Joan Fontcuberta dirigió unencuentro teórico que tituló ¿Soña-rán los androides con cámaras fo-tográficas? Bajo este provocador

enunciado pretendía provocar una re-flexión prospectiva acerca del futuro de lafotografía: ¿qué vendrá después de la tecno-logía digital? ¿Cómo será la fotografía delfuturo? En la recapitulación que Fontcuber-ta realizaba al cerrar el encuentro recono-cía, en un sano ejercicio de autocrítica, queel intento de prospección había fallado, yque su sensación era “como si la confronta-ción entre lo analógico y lo digital no hubie-se sido todavía digerida y retuviese aún,obsesivamente, la prioridad de nuestraspreocupaciones. Como si no fuésemos ca-paces, o por lo menos, como si nos dolierasoltar amarras con un tipo de imágenesque han sido muy importantes para forjarnuestra sensibilidad durante más de un si-glo y medio”. Dos años después, con la pu-blicación de una recopilación de textosagrupados bajo el título de La cámara dePandora, Joan Fontcuberta responde porsu cuenta y en extenso a aquel reto. Pero nolo hace ofreciendo una salida fácil o aventu-rada (según se mire) a la pregunta sobre elfuturo de la fotografía, sino ajustando cuen-tas con aquello que viene antes de poderpronosticar el porvenir: releyendo el pasa-do y desmenuzando el presente del mediofotográfico. De hecho, en este libro, tantocomo ahondar en lo que supone ya el nue-vo paradigma tecnológico de la fotografíadigital, se prepara también para revisar através de diversos ejemplos, postulados oprácticas, esa confrontación aún no digeri-da entre fotografía analógica y digital, y losmotivos de nuestro apego a una culturafotográfica que para él ya debería estar su-perada. Una necesaria superación que re-calca el propio subtítulo del libro, Lafotografí@ después de la fotografía. El em-plazamiento de este conjunto de textos sesitúa precisamente en el umbral de la apari-ción de algo que aún no sabemos cómonombrar, pero que atisbamos que no será“la fotografía”, o al menos no aquella con laque, como dice Fontcuberta, parece queaún mantenemos una cuenta pendiente te-ñida de nostalgia y melancolía. A falta de laaparición de un término que designe el nue-vo orden visual que acaba de empezar, laspáginas de este libro alertan con claridadsobre las distorsiones y rémoras que generala persistente utilización del viejo vocabula-rio ligado todavía a la fotografía analógica.La persistencia de las palabras guía la per-sistencia de las mentalidades. Pero no setrata sólo de palabras, también de la con-cepción de la historia de la fotografía y de lapropia ontología del medio. Fontcuberta in-siste, por una parte, en que no nos hancontando bien la historia de la fotografía;pero confía, por otra, en que con el adveni-miento de las tecnologías digitales se derri-be por fin el telón, y ahora “hasta los profa-nos puedan percibir la ‘gran mentira’ de lafotografía, o su verdadera cara, esto es, lainevitable manipulación que opera en elproceso de toda imagen”. A partir de estasadvertencias y como respuesta a ellas, Font-cuberta aparece a lo largo del libro comoun rastreador y recopilador de historias, denombres olvidados o poco conocidos, deanécdotas, de coincidencias, de paradojas,de usos cotidianos, de toda una serie deelementos que en su conjunto podrían con-formar los pilares de una especie de histo-ria oculta o secreta de la fotografía. Unahistoria que se sitúa en la orilla opuesta a laque ocuparía la certeza como andamiajeideológico e histórico de la imagen fotográ-fica. Se trataría así de poner en evidencia laalianza y cohesión entre fotografía y empi-rismo que ha sustentado la historia del me-dio, una alianza que impuso los valores de

neutralidad descriptiva y verosimilitud y,en consecuencia, asentó el imperativo do-cumental de la fotografía. Contra este impe-rativo Fontcuberta acumula argumentos yaporta pruebas cuya finalidad última seríacuestionar los límites que separan lo verosí-mil de lo inverosímil, lo real de lo imagina-rio. Para él, la fotografía es, antes que espe-jo, especulación, y sólo a través de ésta esposible atravesar las diferentes capas queconforman la realidad. Desde esta posi-ción, la llegada del nuevo paradigma digitalvendría a abrir la puerta a una posible des-estabilización de los valores que han apun-talado la fotografía analógica, o aún más asu sustitución por otros. En este sentido,

aunque a lo largo de este proceso de muta-ción y cambio al que asistimos actualmen-te se hayan intentado transferir a la fotogra-fía digital los valores y las aplicaciones de lafotografía analógica, lo cierto es que paraFontcuberta las diferencias entre ambasson evidentes: las fotografías analógicas sig-nifican fenómenos, las digitales conceptos;la analógica describe, la digital inscribe; dela huella y la fiabilidad a lo virtual y lo espe-culativo; de la descripción al relato. No esta-ríamos pues ante un proceso de simpletransformación de la fotografía fotoquími-ca, sino ante la introducción de “toda unanueva categoría de imágenes que ya hayque considerar ‘posfotográficas’; aunque lapregunta de si la fotografía digital es toda-vía fotografía seguiría, por el momento, sinuna respuesta concluyente. Lo que sí atis-ba, no obstante, es que imagen digital eimagen pictórica son una misma cosa, estoes, que su naturaleza estructural es la mis-ma. Y sobre este punto, Fontcuberta avan-za una de sus más provocativas afirmacio-nes: “La convergencia de ambos sistemas[imagen digital y pintura] invita a pensarque en el devenir de las imágenes la evolu-ción lógica hubiese sido pasar de la pintura

al infografismo. La pintura tenía que haber-se desarrollado implementada por la tecno-logía hasta la imagen digital. Sin embargo,no sucedió así y entre ambos procedimien-tos se infiltró la fotografía (…). Según eseesquema, la fotografía aparece como un ac-cidente histórico, una anomalía, un parén-tesis en lo que cabía esperar de una genea-logía previsible de las imágenes”. Un largoparéntesis que habría estado caracterizadopor el predominio del programa realista delmedio fotográfico, una historia, en definiti-va, unitaria y monolítica en torno a los con-ceptos de verdad, evidencia y empirismo.La aportación más radical del nuevo ordenpropiciado por los medios electrónicos ven-dría a ser, entonces, la alteración y modifi-cación de estos parámetros, en suma, unefecto de “desrealización”, una disolucióndel principio de realidad que afectaría demodo definitivo a nuestra forma de cons-truir la realidad, a la concepción que noshacemos del mundo y a nuestro modo derelacionarnos con él. Geoffrey Batchen ter-minaba acertadamente su fundamental es-tudio sobre la concepción de la fotografía,titulado Arder en deseos, con las siguientespalabras: “El final de la fotografía debe con-llevar la inscripción de otro modo de ver—y de ser—. He sugerido que la fotografíaha sido perseguida por el espectro de esamuerte a lo largo de su prolongada existen-cia, de la misma forma que siempre ha con-tenido aquella misma digitalización, la quesupuestamente le asestará el golpe mortal.En otras palabras, lo que está en juego en eldebate actual sobre la creación de imáge-nes digitales no es solamente el posible fu-turo de la fotografía, sino también la natura-leza de su pasado y de su presente”. En Lacámara de Pandora, Fontcuberta respondea esas dos cuestiones: no sólo se aplica aescrutar con dedicación el pasado y presen-te de la fotografía, sino que también apuntahacia el surgimiento de ese “otro modo dever y de ser”. Y concluye que si, tal vez, aúnno se ha comenzado a edificar, desde luegoya están colocados los cimientos. Parafra-seando al propio autor: adiós a las imáge-nes del mundo, demos la bienvenida almundo de las imágenes. �

La cámara de Pandora. La fotografí@ después dela fotografía. Joan Fontcuberta. Gustavo Gili. Bar-celona, 2010. 192 páginas. 24 euros.

La fotografía ya no refleja la realidadLa revolución desencadenada por la tecnología digital lleva al fotógrafo Joan Fontcuberta a preguntarse cómo será ésta enel futuro. Advierte en un libro de la necesidad de superar el vocabulario analógico y enfrentar la nueva relación con lo real

La familia real en un montaje realizado por internautas, incluido como ejemplo en el libro La cámara de Pandora.

Aún mantenemos con lafotografía una cuentapendiente teñida denostalgia y melancolía

Joan Fontcuberta entre las Spice Girls, opción de montaje ofrecida en un fotomatón de Londres.

ARTE / Libros

20 EL PAÍS BABELIA 24.04.10

NoticiasdibujadasLa documentación de la realidad encuentra en las viñetas una nueva vía de imaginarsu futuro. El Salón del Cómic de Barcelona mostrará el boom del periodismo gráfico através de crónicas sobre el 11-M, los Balcanes, Gaza, Afganistán, Líbano o Irán. Por Lucia Magi

LAS DESVENTURAS del joven Stra-vos bajo la dictadura griega delos años treinta centran Re-bétiko (Sins Entido), de DavidPrudhomme. En Notas al piede Gaza (Mondadori), Joe Sacco

cuenta las matanzas de civiles palestinos en1956. Zahra’s Paradise (de Amir y Khalil—seudónimos— , de momento sólo en for-mato webcómic en www.cimoc.com), la his-toria de una manifestante desaparecida des-pués de las elecciones de junio en Irán, es laapuesta de Norma para los próximos meses.Los planes editoriales testifican que loscómics han dejado atrás el país de las mara-villas. Se enfrentan al mundo, sin comple-os, con ingenuidad, delicadeza e ironía. Y

no lo hacen sólo para contar experienciasíntimas. Cuentan la realidad exterior, tratantemas sociales, como la prevención del cán-cer (Alicia en la realidad, de Susanna Martíne Isabel Francla, Norma), o históricos, comola primera guerra de Líbano (el excepcionalYo me acuerdo, de Zeina Abirached, SinsEntido), los asesinatos en Ciudad Juárez (en2009 llegó la segunda edición de Luchado-ras —Sins Entido—, de Peggy Adam) o lacorrupción de la política (El negocio de losnegocios —Astiberri, 2009—, de Denis Ro-bert y Laurient Astier).

“La fantasía ha perdido su batalla contrala realidad”, dice Art Spiegelman, el autor de

aus, en el documental de Mark DanielsComic books go to war (2009). En su piso deManhattan, Spiegelman vive la caída de lasTorres Gemelas. El cielo se le cae encima,unto con fantasmas que pensaba soterra-

dos, él que había contado la historia de sufamilia judía acosada por los nazis comouna caza entre gatos y ratones. “Había pasa-do los diez años precedentes a la entrada enel nuevo milenio evitando realizar tebeos,pero desde un cierto momento de 2002 has-ta septiembre de 2003 no pude contener-me”, cuenta en Sin la sombra de las torres(Norma). “Volvía a encontrarme suspendi-do en aquel punto donde entran en colisiónla historia universal y la personal”. Dark Hor-se, Chaos! , DC dedicaron entregas especia-les al terrible atentado. Marvel salió a lascalles con una portada completamente ne-gra. The Amazing Spider Man #36 represen-ta a los superhéroes, mitos invulnerables devirilidad y fuerza, impotentes frente el ata-que de un enemigo imprevisto. Spiderman,Capitán América, Daredevil, Doctor Doom yMagneto llegan tarde al Ground Zero. La rea-lidad ha ganado a la fantasía. Art Spiegel-man no está solo. Un telón verídico se tien-de de fondo a las obras por imágenes.

La última década conoce un fuerte augede lo que los especialistas empiezan a lla-

mar periodismo gráfico. Sin embargo, algu-nos ejemplos fundamentales de este génerohabían visto la luz antes.

Los retratos humanos de Will Eisner, losescorzos underground de Robert Crumb, in-dagados y dibujados con una riqueza de de-talles que roza el documento antropológico,abren la vía a Joe Sacco (Palestina y Gorad-ze). El japonés Keiji Nakazawa necesitó 30años para representar el horror sufrido enTenía seis años cuando la bomba atómicaquemó a su familia y a todo el mundo quehabía conocido. “Tenía esas imágenes gra-badas en mi memoria y necesitaba enseñar-las”, escribe Nakazawa (Hiroshima, Edicio-nes Mangaline, 7 volúmenes). Joe Kubert hadibujado personajes clásicos como Tex, Tar-zán o Sargento Rock. Pero algo cambia cuan-do la guerra de los Balcanes irrumpe en sucasa de Nueva York. Su amigo Ervin Ruste-magic, productor y distribuidor de cómicsbosnio, se queda atrapado en la Sarajevositiada por los serbios y le va comunicandopor telefax su infierno. Kubert dibuja aque-llos despachos desde el frente, dibuja el te-rror y la esperanza, la angustia de un padreque quiere salvar a su familia en Fax fromSarajevo, de 1997. Marjane Satrapi, en 1999,elige el tebeo para contar su infancia en Irán(Persépolis, Norma).

El siglo XXI recoge el desafío de la reali-dad. “El arte de las viñetas ha crecido muylentamente”, comenta David B. en BilBol-Bul, el festival de cómics de Bolonia. “Naciójunto con el cine, pero mientras éste fueconsiderado algo serio y digno desde el prin-cipio, el cómic se quedó atrapado en el lim-bo de la diversión, bastante frívola. Ésta erasu percepción social. A finales de los añosochenta arranca su rescate”. Los libros dedibujos se sacuden el estigma intelectualque les “condenaba a tratar aventuras ficti-cias, con personajes fantásticos y caricatu-rescos. El cómic hoy se está liberando”, afir-ma Susanna Martín.

En su edad de la razón, el tebeo intercep-ta la crisis de otro medio de expresión ma-sivo, que hasta entonces había lucido la ex-clusiva en el testimonio de la realidad: elperiodismo. “Los medios de comunicacióntradicionales pasan por momentos difíciles,no el periodismo”, matiza Patrick de Saint-Exupéry, veterano reportero de Le Figaro,fundador y actual redactor jefe de la revistatrimestral francesa XXI. En un gran formatocoloreado, más de 200 páginas de reportajescon textos, fotografías, ilustraciones y dibu-jos. Con apenas dos años de vida, vende50.000 ejemplares. Saint-Exupéry tuvo la in-tuición de saciar con nuevos instrumentosformales la exigencia “de volver a las basesdel periodismo, a la escritura narrativa. A las

viejas pautas de: ‘He ido, escuchado, visto,sentido y ahora te estoy contando esta histo-ria porque creo que es importante”. Laapuesta por el periodismo gráfico es provo-cada “precisamente a causa del impasse delos medios tradicionales”. La misma apuestaen Italia funciona en el semanal Internazio-nale, que envía a sus colaboradores dibujan-tes por el mundo y publica sus reportajes.Venden 100.000 ejemplares por semana.

Parece el castillo de los destinos cruza-dos: por una parte, el periodismo, que nece-sita volver al corazón del oficio; por otra, elcómic, por fin considerado creíble, tras años

vividos como género de segunda. La docu-mentación de la realidad encuentra en lastiras, en las viñetas, una nueva vía de imagi-nar su futuro. Aparte del valor artístico yllamativo del cómic, de la maquetación quepermite asumir en dosis proporcionadasimágenes e información, hay algo intrínsecoen el tebeo que lo hace particularmente ap-to para contar el mundo.

“La fuerza de nuestra manera de repre-sentar la realidad es la primera persona. To-dos los yo que entran en la página hacenque el relato sea vivo, sentido. Quizás noimparcial, pero sí honesto”, comenta Joe Sa-cco, que siempre se dibuja como un perso-naje más de sus investigaciones de campo.“Estamos bombardeados por informacio-nes sobre la guerra. Esto nos provoca dosreacciones enfrentadas: paranoia y aneste-sia”, afirma el francés Emmanuel Guibert,también en Bolonia invitado por BilBolBul.

“Nos hemos vuelto impermeables al sufri-miento humano, por defensa o descuido.Los cómics rompen este círculo vicioso”.Sus historietas, como la aún inédita en Espa-ña Des nouvelles d’Alain, sobre los gitanosdel este de Europa y los Balcanes, paran degolpe el río fragoroso de la información. Seacercan hasta enfocar un detalle, a una per-sona, entrar en ello y usarlo como punto devista para documentar lo que ocurre. La mi-rilla puede ser el mismo autor, como en elcaso de Sacco, curioso, desubicado, humil-de recogedor de historias. Puede ser un ami-go que recuerda la II Guerra Mundial (Laguerra de Alan, Emmanuel Guibert, PonentMon, 3 volúmenes). “Mi libro es fruto de laexperiencia de mi amigo reportero DidierLefèvre. Se llama El Fotógrafo y no Afganis-tán, 1986”, ejemplifica Guibert hablando desu obra maestra. Patrick Chappatte se dibu-ja mientras construye sus espléndidos repor-tajes para el Herald Tribune y Le Temps.Siempre acompaña al lector de la mano deuna persona amiga, con su nombre, sus sue-ños y miserias. Como Bruno, que por la no-che vigila una mansión rica, por el día viveen una chabola en la periferia de Nairobi(Les vies des autres, inédito en España, sepuede ver en www.bdreportage.com).

El reportero gráfico puede confesar tenerfrío, estar asustado o no entender las contra-dicciones de una situación. “Gracias a la per-sonalización, el lector se identifica y se acuer-da de un cómic más que de un frío artículo”,afirma Guibert. Los salones vacíos de hoteldibujados por Guy Delisle en PyonYang (Asti-berri, 2009) describen la dictadura norcorea-na mejor que miles de palabras en una revis-ta. Las manifestaciones de los maestrosmexicanos se hacen comprensibles gracias aque Peter Kuper empezó “a ir de maneraregular a la ciudad y a enviar correos electró-nicos ilustrados que detallaban la realidadcomo yo la experimentaba”, escribe en Dia-rio de Oaxaca (Sexto Piso, 2009). La esperade Nicolas Wild en un hospital de Jalalabadcuenta en una sola plancha la extensión delopio en esa sociedad: un hombre alivia laspenas de un enfermo con unos gramos dedroga: “No tengo dinero para la morfina”, sejustifica en Kabul Disco (Ponent Mon, 2009).

Reporteros que van, ven, escuchancuentan. No pretenden comprender o juz-gar. Usan su piel, sus ojos y oídos. Los cincosentidos del periodista, diría Ryszard Kapus-cinski, y sobre todo el sexto: la humildad,que se fija en los hombres. En los que, bajo eljuego de poder, declaraciones y armas, siem-pre pierden. Las batallas de los superhéroesinvulnerables quedan lejos, en otro univer-so. Como los dioses del Olimpo. Como en uninverosímil país de las maravillas. �

“La fuerza de nuestramanera de representarla realidad es laprimera persona”,afirma Joe Sacco

“Nos hemos vueltoimpermeables alsufrimiento. Los cómicsrompen este círculo”,dice Emmanuel Guibert

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Por Alberto Martín

EN 2008, Joan Fontcuberta dirigió unencuentro teórico que tituló ¿Soña-rán los androides con cámaras fo-tográficas? Bajo este provocador

enunciado pretendía provocar una re-flexión prospectiva acerca del futuro de lafotografía: ¿qué vendrá después de la tecno-logía digital? ¿Cómo será la fotografía delfuturo? En la recapitulación que Fontcuber-ta realizaba al cerrar el encuentro recono-cía, en un sano ejercicio de autocrítica, queel intento de prospección había fallado, yque su sensación era “como si la confronta-ción entre lo analógico y lo digital no hubie-se sido todavía digerida y retuviese aún,obsesivamente, la prioridad de nuestraspreocupaciones. Como si no fuésemos ca-paces, o por lo menos, como si nos dolierasoltar amarras con un tipo de imágenesque han sido muy importantes para forjarnuestra sensibilidad durante más de un si-glo y medio”. Dos años después, con la pu-blicación de una recopilación de textosagrupados bajo el título de La cámara dePandora, Joan Fontcuberta responde porsu cuenta y en extenso a aquel reto. Pero nolo hace ofreciendo una salida fácil o aventu-rada (según se mire) a la pregunta sobre elfuturo de la fotografía, sino ajustando cuen-tas con aquello que viene antes de poderpronosticar el porvenir: releyendo el pasa-do y desmenuzando el presente del mediofotográfico. De hecho, en este libro, tantocomo ahondar en lo que supone ya el nue-vo paradigma tecnológico de la fotografíadigital, se prepara también para revisar através de diversos ejemplos, postulados oprácticas, esa confrontación aún no digeri-da entre fotografía analógica y digital, y losmotivos de nuestro apego a una culturafotográfica que para él ya debería estar su-perada. Una necesaria superación que re-calca el propio subtítulo del libro, Lafotografí@ después de la fotografía. El em-plazamiento de este conjunto de textos sesitúa precisamente en el umbral de la apari-ción de algo que aún no sabemos cómonombrar, pero que atisbamos que no será“la fotografía”, o al menos no aquella con laque, como dice Fontcuberta, parece queaún mantenemos una cuenta pendiente te-ñida de nostalgia y melancolía. A falta de laaparición de un término que designe el nue-vo orden visual que acaba de empezar, laspáginas de este libro alertan con claridadsobre las distorsiones y rémoras que generala persistente utilización del viejo vocabula-rio ligado todavía a la fotografía analógica.La persistencia de las palabras guía la per-sistencia de las mentalidades. Pero no setrata sólo de palabras, también de la con-cepción de la historia de la fotografía y de lapropia ontología del medio. Fontcuberta in-siste, por una parte, en que no nos hancontando bien la historia de la fotografía;pero confía, por otra, en que con el adveni-miento de las tecnologías digitales se derri-be por fin el telón, y ahora “hasta los profa-nos puedan percibir la ‘gran mentira’ de lafotografía, o su verdadera cara, esto es, lainevitable manipulación que opera en elproceso de toda imagen”. A partir de estasadvertencias y como respuesta a ellas, Font-cuberta aparece a lo largo del libro comoun rastreador y recopilador de historias, denombres olvidados o poco conocidos, deanécdotas, de coincidencias, de paradojas,de usos cotidianos, de toda una serie deelementos que en su conjunto podrían con-formar los pilares de una especie de histo-ria oculta o secreta de la fotografía. Unahistoria que se sitúa en la orilla opuesta a laque ocuparía la certeza como andamiajeideológico e histórico de la imagen fotográ-fica. Se trataría así de poner en evidencia laalianza y cohesión entre fotografía y empi-rismo que ha sustentado la historia del me-dio, una alianza que impuso los valores de

neutralidad descriptiva y verosimilitud y,en consecuencia, asentó el imperativo do-cumental de la fotografía. Contra este impe-rativo Fontcuberta acumula argumentos yaporta pruebas cuya finalidad última seríacuestionar los límites que separan lo verosí-mil de lo inverosímil, lo real de lo imagina-rio. Para él, la fotografía es, antes que espe-jo, especulación, y sólo a través de ésta esposible atravesar las diferentes capas queconforman la realidad. Desde esta posi-ción, la llegada del nuevo paradigma digitalvendría a abrir la puerta a una posible des-estabilización de los valores que han apun-talado la fotografía analógica, o aún más asu sustitución por otros. En este sentido,

aunque a lo largo de este proceso de muta-ción y cambio al que asistimos actualmen-te se hayan intentado transferir a la fotogra-fía digital los valores y las aplicaciones de lafotografía analógica, lo cierto es que paraFontcuberta las diferencias entre ambasson evidentes: las fotografías analógicas sig-nifican fenómenos, las digitales conceptos;la analógica describe, la digital inscribe; dela huella y la fiabilidad a lo virtual y lo espe-culativo; de la descripción al relato. No esta-ríamos pues ante un proceso de simpletransformación de la fotografía fotoquími-ca, sino ante la introducción de “toda unanueva categoría de imágenes que ya hayque considerar ‘posfotográficas’; aunque lapregunta de si la fotografía digital es toda-vía fotografía seguiría, por el momento, sinuna respuesta concluyente. Lo que sí atis-ba, no obstante, es que imagen digital eimagen pictórica son una misma cosa, estoes, que su naturaleza estructural es la mis-ma. Y sobre este punto, Fontcuberta avan-za una de sus más provocativas afirmacio-nes: “La convergencia de ambos sistemas[imagen digital y pintura] invita a pensarque en el devenir de las imágenes la evolu-ción lógica hubiese sido pasar de la pintura

al infografismo. La pintura tenía que haber-se desarrollado implementada por la tecno-logía hasta la imagen digital. Sin embargo,no sucedió así y entre ambos procedimien-tos se infiltró la fotografía (…). Según eseesquema, la fotografía aparece como un ac-cidente histórico, una anomalía, un parén-tesis en lo que cabía esperar de una genea-logía previsible de las imágenes”. Un largoparéntesis que habría estado caracterizadopor el predominio del programa realista delmedio fotográfico, una historia, en definiti-va, unitaria y monolítica en torno a los con-ceptos de verdad, evidencia y empirismo.La aportación más radical del nuevo ordenpropiciado por los medios electrónicos ven-dría a ser, entonces, la alteración y modifi-cación de estos parámetros, en suma, unefecto de “desrealización”, una disolucióndel principio de realidad que afectaría demodo definitivo a nuestra forma de cons-truir la realidad, a la concepción que noshacemos del mundo y a nuestro modo derelacionarnos con él. Geoffrey Batchen ter-minaba acertadamente su fundamental es-tudio sobre la concepción de la fotografía,titulado Arder en deseos, con las siguientespalabras: “El final de la fotografía debe con-llevar la inscripción de otro modo de ver—y de ser—. He sugerido que la fotografíaha sido perseguida por el espectro de esamuerte a lo largo de su prolongada existen-cia, de la misma forma que siempre ha con-tenido aquella misma digitalización, la quesupuestamente le asestará el golpe mortal.En otras palabras, lo que está en juego en eldebate actual sobre la creación de imáge-nes digitales no es solamente el posible fu-turo de la fotografía, sino también la natura-leza de su pasado y de su presente”. En Lacámara de Pandora, Fontcuberta respondea esas dos cuestiones: no sólo se aplica aescrutar con dedicación el pasado y presen-te de la fotografía, sino que también apuntahacia el surgimiento de ese “otro modo dever y de ser”. Y concluye que si, tal vez, aúnno se ha comenzado a edificar, desde luegoya están colocados los cimientos. Parafra-seando al propio autor: adiós a las imáge-nes del mundo, demos la bienvenida almundo de las imágenes. O

La cámara de Pandora. La fotografí@ después dela fotografía. Joan Fontcuberta. Gustavo Gili. Bar-celona, 2010. 192 páginas. 24 euros.

Dominó Caníbal / Cristina LucasII Edición PAC (Proyecto de Artecontemporáneo). Sala VerónicasVerónicas, s/n. MurciaHasta el 10 de mayo

Por Mara Mira

CRISTINA LUCAS se ha zampado a JimmieDurham. La base del menú se la ha pro-porcionado el comisario del eventoCuauhtémoc Medina, mexicano que rigelos destinos de la segunda edición delPAC (Proyecto de Arte Contemporáneo)bajo un epígrafe contundente: DominóCaníbal. Cristina Lucas (Jaén, 1973) paragestar los contenidos de su muestra ha-bía convocado previamente un banquetedonde alumnos, profesores de Bellas Ar-tes y periodistas que iban a cubrir el pic-nic disfrutaron de una barbacoa ritual enla que se engulleron chuletas regadascon sangría en los jardines del Malecón.La carne de cerdo y cordero se preparósobre los bidones, ahora barbacoas, quehabía utilizado el lacónico Durham (Ar-kansas, 1940) en su intento por transfor-mar la iglesia barroca de Verónicas(“desacralizada” sede de la bienal) enuna suerte de vertedero anclado por unainquietante pintada en el ábside: “Cierratu boca abre tu”. Frase inconclusa que hacompletado Lucas con otra boca. Y a feque todos la abrieron para manducar car-ne y hablar de arte.

La mística de Verónicas se impone. Lovimos con Durham, que no supo sustraer-se a su privilegiado aire extático y redujosu propuesta a la de un titubeante trape-ro de lujo, incapaz de urdir una propues-ta clara entre lo profano y lo sagrado. Y lovemos ahora con Lucas, quien, desde elpolo opuesto, se ha rendido a la drama-turgia del espacio al dejar la treintena debarbacoas ordenadas según el eje litúrgi-co de la planta con forma de cruz latinade la iglesia. La cruz, imagen inequívocade martirio y muerte, fue trasladada has-ta el lugar por los alegres comensales des-de el Malecón murciano en una proce-sión-conga que remitía en algún tramo alpaseíllo beatle de Abbey Road.

Transpira el espacio conventual deVerónicas una disposición al culto que es

astutamente utilizado por Lucas. La artis-ta entiende que ya recorremos un lugarescenificado y lo fagocita a su favor mon-tado un vía crucis audiovisual con el querecrea nueve “estaciones” particulares:meditar, desechar, reciclar, transfigurar,banalizar, sacrificar, peregrinar, contem-plar y redimir. ¿Resultado? Por un lado,la dramaturgia del desmontaje de pie-dras, telas y cables dispuestos por Dur-ham acaba proporcionando piezas deacompasada coreografía. Por otro, latransformación de los bidones-barbacoa(o el milagro de la rueda de camión trans-figurada en gigantesco columpio) nosobliga a cuestionarnos si cuando los obje-tos-basura se transmutan y redimen enobjetos útiles no estaremos ante eso quesolemos denominar diseño de objetos.

Todo es registrado por cámaras, inclu-so nuestra permanencia en el templo es

retransmitida por una cámara en directo:obsérvese en lo alto, al fondo de la igle-sia. En el centro, bajo un monitor querecoge una boca que come y come, pode-mos sentarnos sobre un poliespán roídopara contemplar el callejero encuentrocaníbal. Durante una hora dentro de cam-po vemos al consejero de Cultura PedroAlberto Cruz que asiente a las preguntasque se le hacen a la artista: ¿es el artepolítica?… Lucas y el comisario, vestidosde negro, ofician el happening conduci-do por las normas de Hannibal Lecter(ella misma lo menciona en el vídeo); unquid pro quo donde quien interroga de-be, a su vez, contestar a otra pregunta delcuestionado. Pueden imaginarse quiénacaba siendo el objeto del sermón cultu-ral de dimes y diretes: el crítico de arteque no asiste a la comilona. Ohttp://www.pacmurcia.es/

EXTRAVÍOS Miniatura

La fotografía ya no refleja la realidadLa revolución desencadenada por la tecnología digital lleva al fotógrafo Joan Fontcuberta a preguntarse cómo será ésta enel futuro. Advierte en un libro de la necesidad de superar el vocabulario analógico y enfrentar la nueva relación con lo real

La familia real en un montaje realizado por internautas, incluido como ejemplo en el libro La cámara de Pandora.

Aún mantenemos con lafotografía una cuentapendiente teñida denostalgia y melancolía

Joan Fontcuberta entre las Spice Girls, opción de montaje ofrecida en un fotomatón de Londres. Por Francisco Calvo Serraller

Vista de la instalación de Cristina Lucas en la Sala Verónicas.

EL CASI TODAVÍA adolescente Féder sólo sabía hacer dos cosascuando se casó sin el consentimiento paterno: montar a caba-llo y hacer retratos en miniatura. De esta manera tan parca ydesfavorecedora nos presenta Stendhal (1783-1842) al protago-nista de un relato inconcluso, titulado Féder o el marido adine-rado, ahora publicado en castellano por partida doble, puesaparece en la recopilación Narraciones y esbozos (Alba) y, tam-bién, simultáneamente, como novela corta editada por separa-do (El Funambulista). Aunque no se sabe a ciencia cierta cuán-do exactamente escribió Stendhal esta novela inacabada, queresponde en todo al prototipo del gran escritor francés denarrar las cuitas pasionales de una juventud desencantada trasla definitiva caída del imperio napoleónico, pues no hallabamotivación en una sociedad cada vez más aburguesada, essignificativo que haga sobrevivir a su protagonista no sólo me-diante la profesión de especialista en retratos en miniatura,sino advirtiéndonos además que él mismo, el atolondradoFéder, era consciente de su limitado talento para tal menester,que alcanzó cierto predicamento social durante la primeramitad del siglo XIX, cuando la pintura en general empezó areportar fama al menos a unos cuantos entre sus miles depracticantes.

Al contrario de lo que hoy creemos, el término “miniatura”etimológicamente procede del latino “minium”, que es un tipode rojo anaranjado, próximo a lo que tradicionalmente se cono-cía como bermellón o bermejo. Tal era el color que se utilizabaen los libros ilustrados medievales, que no en balde recibían elnombre de “libros miniados” o “iluminados”, lo que hacía quesus preciosas viñetas fueran de pequeño formato, causa quizá

del error que actualmente arrastramos de usar miniatura sim-plemente como algo de reducido tamaño. En cualquier caso,los libros miniados medievales y las miniaturas de nuestraépoca responden a concepciones culturales y artísticas muydistintas, como corresponde a periodos históricos separadosentre sí unos cuatro siglos.

Nada tienen que ver entre sí, por de pronto, la devota acciónde un anónimo monje escribano volcado a caligrafiar paciente-mente un texto piadoso, entre cuyas páginas intercala a guisade ilustración un hermoso dibujo, con la del especialista profa-no, que, a partir del siglo XVIII, estampa primorosamente lasfacciones de un rostro a modo de retrato de bolsillo, cual si setratase de un camafeo. Por lo demás, aunque ambas concepcio-nes de la miniatura compartan su reducido tamaño, no nospuede pasar por alto la divergencia de sus respectivos objeti-vos, porque el afán del ilustrador medieval era crear imágenesque, de alguna manera, compendiasen las claves del mundo ydel precario destino humano, mientras que el especialista enretratos miniaturizados perpetuaba un rostro de cualquiera, lamayor parte de las veces mediando en el encargo alguna razónde corte sentimental; esto es: transformando una nadería en unmundo. Aunque esta trivialización de lo artístico a la que nosvemos abocados en nuestra época sea una de las consecuen-cias de su amplísima difusión, en la que los artistas y el públicopugnan con ansiedad por distinguirse con resultados hartodudosos para ambas partes, no deja de ser curiosa la derivasemántica por la que una miniatura se convierte en una peque-ñez justo en el momento donde no se puede dar un paso sintropezarte con un museo monumental. O

¡Que aproveche!La bienalmurciana, que ha propuesto a siete artistas que “devoren” sucesivamente la obra delanterior en elmismo espacio, afronta su segunda etapa con la intervención de Cristina Lucas

ARTE / Exposiciones

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SOBRE EL PAPEL, el proyecto Dictadu-ra-Transición-Democracia, que aca-ba de estrenarse en el Lliure, nopodía ser más ambicioso: por la am-

plitud del periodo elegido (de 1962 a 1989) ypor la diversidad de autores/directores con-vocados. Reglas del juego: todos ellos de-bían escribir/dirigir un texto breve sobre laEspaña del momento en que nacieron paraser interpretado por un único elenco de ac-tores. Excepciones: Xavier Albertí dirige elepisodio de Lluïsa Cunillé y Roger Bernatemplea a una única actriz del reparto, AgnésMateus. Así pues, tenemos cuatro generacio-nes (Cunillé/Albertí, Roger Bernat, Jordi Ca-sanovas y el tándem Nao Albet/Marcel Bo-rrás, que también actúan), cuatro piezas yotros tantos espacios independientes, re-creados (¡olé!) por Montse Amenós, que elespectador ha de recorrer como si de la visi-ta a un museo se tratase.

Primera parada: 1962. Cunillé y Albertícocinan un sainete esperpéntico pasado decondimento. No basta con la enumeraciónde fetiches para dibujar una época: másbien sobra. Embuchados como en una mor-cilla a punto de reventar, se agolpan Ra-phael en el Festival de Benidorm (¡pobreRaphael, convertido siempre en el Ángel Ne-gro del franquismo!), las murallas de Ávila,la Sexta Flota, Bonanza, el Contubernio deMúnich, el Atado y bien Atado, el Negritodel Cola-Cao y otros banderines. Brossa lo-gró una pequeña obra maestra en El sarau,que precisamente transcurría durante la ne-vada de 1962, pintando un paisaje moral através de frases hechas y lugares comunes,pero allí había humanidad y aquí diseca-ción, personajes estereotipados y huecos,atravesados por breves relámpagos de locu-ra surreal y poesía dislocada, como el granmomento final: la muchacha que da a luzuna bombilla que se apaga, una idea queBrossa hubiera aplaudido. Las piezas brevesy “jocosas” de Cunillé, casi siempre por en-cargo de Albertí, comienzan a mostrar unapeligrosa reiteración formal, y el tapiz histó-rico de fondo está muy lejos de las fulguran-tes fantasmagorías de Barcelona mapa desombras o El burdel.

Segunda parada: 1968. Salvo el céspedartificial (la playa bajo los adoquines, etcéte-ra) donde nos invitan a sentarnos, todo lodemás reproduce fotográficamente el hallde la madrileña Facultad de Económicasdurante el célebre recital de Raimon: pancar-tas, octavillas, hojas ciclostiladas con las can-ciones, y su poderosa voz y guitarra en direc-to, que Bernat ha exhumado de los archivosde RNE. En una pantalla desfilan rótuloscon escuetas informaciones sobre Nanterre,Praga, Tlatelolco, Enrique Ruano. Retum-ban aplausos, coros, consignas. Falta, sinembargo, la sensación de la policía a puntode cargar. Agnès Mateus, moviéndose como

un alucinado fantasma entre el público, na-rra, en voz baja, los pormenores de la emoti-va velada, para desbravarse luego en breves,inanes evocaciones de otros conciertos, otrajuventud. Dos frases a retener. La primera,muy del momento, en voz de Raimon: “Laviolencia nunca es nuestra, siempre es delos otros”. Ah, caramba. La segunda se leatribuye pero parece apócrifa: “De aquí acuarenta años será imposible repetir un ac-to como éste. De aquí a cien sí puede serposible”. Poderosa salida del toril para unafaena sin rematar, enojosa constante en lasúltimas entregas de Bernat, pero por lo me-nos la instalación tiene tono y atmósfera.

Tercera parada: 1978, tiempo de Transi-ción, a cargo de Jordi Casanovas.

Estamos en un plató de los estudios deMiramar donde, se nos dice, va a emitirse“el primer programa en directo para todaEspaña”. Como si no hubieran existido Ami-gos del lunes o Reina por un día, entre otrosmil. El falso programa, Directo de noche, esrarito: mezcla a los Pecos gorjeando Hábla-me de ti (que, puestos a ser puñeteros, diríaque no cantaron hasta 1979/1980) con unaentrevista a “un escritor catalán exilado”.Entrevista que no llega a realizarse porque

desde Madrid, siempre taimados, dicen quenones. Lo mejor es la fluidez de los diálogosy el inesperado enfoque del conflicto: Mont-se, la heroína llegada de Londres para reno-var las aguas, es una boba malcriada y unaprogre de manual, y Carmen, la villana jerar-ca, exhibe una lucidez apabullante. Lástimaque nadie en su juicio pueda creerse que laartimaña de Montse para boicotear el showsea una imitación de Franco, brazo en alto,a cargo del cuitado presentador. ¿O sí?

Última parada, 1989. Pasmosa transus-tanciación en el sketch de Albet y Borrás:tras haber encarnado gloriosamente a losPecos en el episodio anterior, el espíritu deEloy de la Iglesia se posesiona de ambospara insuflarles la historia de dos gays ado-lescentes (abertzale uno, artista el otro) queacaban acribillados por la policía y, en unaapoteosis onírica, danzan como marionetassangrientas en manos de los Geos. El proble-ma es que ni los Geos son los Geos, porquellevan el anagrama de SWAT a la espalda,como en una serie americana, y en el PaísVasco donde se ambienta la historia pareceque ETA ni existe ni mata: sólo hay criaturasangelicales y malos malísimos, como ese po-licía de película española que, antes de liar-

se a tiros, larga una típica retahíla racista deahora mismo sobre los negros y moros quenos roban el trabajo, etcétera. Demagogia acapazos, rematada por esa coreografía fi-nal que hermana a Eloy con Alfredo Alaria(buscadles en Google, jóvenes), aunqueacaba siendo el episodio con más ritmo,estructura y pegada de la noche. Aquí hayun corazón, un doble corazón. Desaforado,adolescente, delirante, pero corazón al fin.El equipo actoral (Nao Albet, MarcelBorràs, Clara Cols, Biel Duran, Jordi Figue-ras, Lina Lambert, Agnès Mateus y JuanNavarro) es formidable, pero tras los cua-tro platos yo salgo con hambre, con voz ydientes y orejas de Bugs Bunny: ¿Esto estodo, amigos? ¿Todo lo que os ha suscitadoese hervidero de historias, de historia? Cual-quier entrega televisiva de Jaime deArmiñán contaba el triple en el mismotiempo: retratos al minuto, acerados y vera-ces, de un tiempo, un país, unas gentes. �

Dictadura-Transición-Democracia. Creación y di-rección de Xavier Albertí y Lluïsa Cunillé; RogerBernat; Jordi Casanovas; Nao Albet y MarcelBorràs. Teatro Lliure. Barcelona. Hasta el 2 demayo. www.teatrelliure.com.

Historias de anteayerCuatro generaciones de autores/directores abordan por encargo del Lliure nuestra historia reciente en Dictadura-Transición-Democracia. Estupendo trabajo actoral, pero los textos no pasan de ser esbozos de corto vuelo

Escena de Dictadura-Transición-Democracia, que se representa en el Lliure hasta el 2 de mayo. Foto: Ros Ribas

PURO TEATRO Por Marcos Ordóñez

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“No voy a pedir perdón por vender. Al revés, doy gracias a los lectores”, afirma la escritora y periodista Julia Navarro. Foto: Bernardo Pérez

CONFIESA Julia Navarro (Madrid, 1953) que no podría entenderse a sí misma sin elperiodismo, pero que su verdadera vocación era convertirse en bailarina profesional.“Para seguir formándome tenía que irme fuera y no se daban las circunstancias”, cuenta.Se conformó entonces con ser cronista política, aunque la danza modeló su carácter.Gracias a esa vida de sacrificio y constancia resiste hoy una rutina monacal los meses queescribe una novela. No quiere desatender a su familia —tiene un hijo de 17 años— niabandonar el periodismo —ahora opinativo—, así que se sienta frente al ordenador decuatro de la madrugada a ocho de la mañana y, de nuevo, de cuatro a ocho de la tarde. Enmedio practica yoga y pilates. “Escribo mentalmente la novela cuando paseo con mi perroTifis. Y luego me siento. A la última he dedicado dos años y medio, más tres meses dedocumentación”, prosigue. Se refiere a su cuarto título, Dime quién soy, del que Plaza &Janés puso a la venta hace un mes 200.000 ejemplares y Círculo de Lectores 100.000. Noera una locura, ya están en la calle dos ediciones más de 10.000.

Vive frente al palacio Real de Madrid y trabaja en un pequeño despacho tomado pordistintas ediciones de sus obras —está traducida a 30 idiomas— y un escritorio de

herencia familiar. Un espacio ordenado al milímetro como es ella. En estos frenéticosmeses de promoción apenas lo pisa. “Sólo paso dos días de la semana en Madrid y el restopor España. Tengo que ir a América, a la Feria de Francfort…”. Dime quién soy rompe conlas novelas anteriores. No hay saltos en el tiempo. “Transcurre en el siglo XX, que es tantrágico como apasionante. Es más compleja, más de introspección, de personajes…”. Casi1.100 páginas de trama —“nunca sé cuánto he escrito porque no pongo el paginador”—en las que recorre la vida de una mujer que abandonó a su marido. Su bisnieto, periodista,es el encargado de rascar en su enigmático pasado. “Aprendo cosas de mis lectores sobremis libros. Por ejemplo, que en todos hay un periodista y algún vasco”, se sorprende.

Todo lo que la autora de La sangre de los inocentes toca es oro —más de tres millonesde ejemplares vendidos de sus ficciones—, pero huye de la palabra best seller como de lapeste. “No tengo la más mínima idea de cómo se escriben. Sin ninguna publicidad con LaHermandad de la Sábana Santa, conecté, y fue una sorpresa para la editorial y para mí.Hay quien opina mal sin haber leído nada, sólo porque es un superventas. No voy a pedirperdón por vender. Al revés, doy gracias a los lectores”. Elisa Silió �

La vocación constante de una bailarina frustradaJulia Navarro ha trabajado en la escritura de Dime quién soy en jornadas de ocho horas diarias durante casi tres años

EL RINCÓN

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INVENTÓ LA frivolidad como una acti-tud estética ante la vida y dictaminóque la esencia de las cosas sólo estáen los envases. Este creador fue Andy

Warhol, nacido en Pittsburgh, Pennsylva-nia, en 1928, hijo de un minero del car-bón, emigrante eslovaco. Después de bau-tizarse en el rito católico bizantino el niñoa los 13 años obtuvo la enfermedad delbaile de san Vito, que le forzaba a moverlas cuatro extremidades de forma incon-trolada. Proscrito por sus compañeros decolegio debido a su rara pigmentación dela piel, postrado en cama largo tiempo yprotegido en exceso por su madre, el pe-queño Andy sólo halló salida alimentán-dose de héroes del cómic y de prospectoscon los rostros de Hollywood, una mito-manía de la que ya no se recuperó.

Tampoco está claro que superara elsíndrome del baile de san Vito, si se tieneen cuenta que, instalado en 1949 en Nue-va York, no paró de moverse el resto de suvida en medio de un cotarro frenético dearistócratas excéntricos, artistas loquina-rios, bohemios, drogadictos, modelos yotras aves del paraíso a los que, comogurú de la modernidad, comenzó a otor-gar a cada uno los 15 minutos de famaque les correspondían y por los que algu-nas de estas criaturas estaban dispuestasa morir y a matar, como así sucedió.

Al principio Andy Warhol se dedicó ala publicidad, a ilustrar revistas y a dibu-jar anuncios de zapatos, pero hubo unmomento en que ante una botella de co-cacola, un bote de sopa, un billete dedólar y el rostro de Marilyn tuvo una pri-mera revelación. Pensó que ciertas figu-ras y productos comerciales eran los ver-daderos iconos de la vida americana yhabía que introducirlos en el territoriosagrado de la cultura y del arte. El pop-artque acababa de inventar necesitaba unfundamento filosófico y todo gran despar-pajo lanzó al mundo este manifiesto: lacocacola iguala a todos los humanos. “EnAmérica los millonarios compran esen-cialmente las mismas cosas que los po-bres. Ningún dinero del mundo puedehacer que encuentres una cocacola mejorque la que está bebiéndose el mendigo enla esquina. Todas las cocacolas son la mis-ma y todas son buenas. Liz Taylor lo sabe,el presidente los sabe, el mendigo lo sabey tú lo sabes”.

Su filosofía de la superficie de las co-sas se presentó en sociedad en 1954, enuna exposición de la galería Paul Bian-chinni, en el Upper East Side, titulada ElSupermercado Americano, montada co-mo una tienda de comestibles con pintu-ras y pósters de sopas, carnes, pescados,frutas y refrescos, mezclados con esasmismas mercancías auténticas en los es-tantes. La diferencia estaba en el precio.Un bote de sopa valía dos dólares en larealidad y costaba dos mil en la represen-tación. Hoy un dólar es un dólar, pero siel billete está pintado por Warhol vale enuna subasta seis millones de dólares.

Andy siguió añadiendo al arte más ico-nos de la vida americana, la silla eléctrica,el revólver, las cargas de la policía contralos manifestantes de los derechos huma-nos, los coches, los botes de sopa Camp-bell, los rostros de las celebridades deHollywood, mientras a su alrededor seiba condensado un grupo de seres extra-ños, que eran mitad cuerpo humano realy el resto ficción o decoración. Todos re-voloteaban alrededor de su estudio, la fa-mosa Factoría, en la Calle 47 y la SéptimaAvenida, empapelado por entero con pa-pel de aluminio.

El salto cualitativo lo dio este artistaante el caso extraordinario de una exposi-ción de 1964 en Filadelfia cuando por unpercance del transporte no llegaron atiempo los cuadros a la galería para lainauguración. El público llenaba la salacon las paredes desnudas y Andy desde

un altillo descubrió que aquel espacio separecía a una pecera llena de crustáceosque se movían en un baile de san Vito,excitados unos por otros, como únicafuente de energía. A nadie le importabanlas pinturas. La expectación sólo la propor-cionaba la presencia del artista rodeadode sus criaturas, a las que todo el mundotrataba de parecerse. En ese momento tu-vo Warhol su segunda revelación. La úni-ca forma de existir consistía en reflejarseen el espejo del otro. Si una cocacola o unbote de sopa Campbell es un icono ameri-cano, ¿por qué no puedo serlo yo? Noimportaba lo que había pintado, su verda-dera creación eran aquellos extraños se-res que había conseguido reunir entre cua-tro paredes blancas y que no se parecíanen nada al resto de los habitantes de Nue-va York, sino sólo a sí mismos como tribu.El rostro blanco con polvos de arroz, ador-nada la cresta roja con plumas de marabúy el cuerpo anoréxico alicatado con crista-les de colores, de esa tribu formaban par-te Valerie Solanas, feminista radical, viola-da por su padre, perdida desde los 15años como una mendiga por las calles deManhattan, que había escrito un guióntitulado Up your ass (Mételo por el culo);Edie Sedgwick, hija de un millonario cali-forniano, nacida en un rancho de 3.000acres, que desembarcó en Nueva Yorkcomo modelo con toda su belleza anfeta-mínica, acogida por su abuela en un apar-tamento de 14 habitaciones en Park Ave-nue; la cantautora Nico, la actriz Viva,Gerard Malanga, Ultra Violet, Freddie Her-ko, Frangeline, el escritor John Giorno, elcineasta Jack Smith, el grupo de músicaThe Velvet Underground, Lou Reed, laschicas del Chelsea y un resto de jovenzue-los sin nombre pintarrajeados que entra-

ban y salían de La Factoría, muchos deellos dedicados sólo a mear sobre unasplanchas de cobre para conseguir con laoxidación de la orina unos matices insos-pechados en los grabados, a los que a ve-ces se añadía mermelada de frambuesa,chocolate fundido y semen humano. Erasu parte en el cuarto de hora de fama.

Esta frenética cabalgada hacia el vacíoimpulsada con películas underground, ex-perimentos con drogas, sexo en los ascen-sores, gritos en la noche, sobredosis enlos retretes, que constituía la modernidadde los años sesenta en Nueva York, termi-nó abruptamente cuando el 3 de junio de

1968 Valerie Solanas, pasada de rosca, en-tró en La Factoría dispuesta a que Warholle devolviera el guión que le había entre-gado. No estaba dispuesto a rodarlo, leparecía demasiado obsceno, pero lo cier-to es que lo había perdido. Mételo en elculo. Fue suficiente para que Valerie saca-ra un revólver, el mismo que el artistahabía pintado como icono, y le sirvieratodo el cargador, seis balazos, uno de loscuales le atravesó el cuerpo y casi lo llevóa la sepultura, de la que fue rescatadodespués de una operación quirúrgica decinco horas, cuyas cicatrices se convirtie-ron en un póster. “Tenía demasiado con-trol sobre mi vida” —dijo Valerie en eljuicio—. Pero la fama siempre encuentraa otro más famoso. Este hecho fue oscure-cido por el asesinato de Robert Kennedyunos días después. Se acabó el baile desan Vito. Desde entonces Warhol parecíaun hombre de cartón piedra, decían lasaves del paraíso que revoloteaban sobresu peluca plateada. Por otra parte EdieSedgwich también se había destruido.

Una mañana apareció muerta en la camaahíta de barbitúricos. Sólo Basquiat, elnegrito grafitero, rescatado por Warholsalió disparado hacia la gloria.

Ser ante todo visible y hacer del espíri-tu un buen envase exterior fue lo queaportó Andy Warhol al mundo del arte.Por eso este artista diseñó también sufuneral, celebrado en la iglesia bizantinadel Espíritu Santo de Pittsburgh el 22 defebrero de 1987. Su féretro era de broncemacizo con cuatro asas de plata. Warholllevaba puesto un traje negro de cachemi-ra, una corbata estampada, una pelucaplateada, gafas de sol con montura rosa,un pequeño breviario y una flor roja enlas manos. Según las crónicas, en la fosasu amiga Paige Powell dejó caer un ejem-plar de la revista Interview y una botellade perfume Beautiful de Estée Lauder. Pu-do haber añadido un bote de sopa Camp-bell, un billete de dólar, una cocacola yun revólver. Toda América. �

Seis balas para Andy WarholUna botella de cocacola, un bote de sopa, un billete de dólar, un revólver, la silla eléctrica, el rostro de Marilyn… Serante todo visible y hacer del espíritu un buen envase exterior fue lo que aportó el inventor del pop-art al mundo del arte

Andy Warhol muestra sus cicatrices en una fotografía de Richard Avedon.

No importabalo que había pintado,su verdadera creacióneran aquellos extrañosseres que se parecían sóloa sí mismos como tribu

MITOLOGÍAS Por Manuel Vicent

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� El blog de Babelia en ELPAÍS.com incluye noticias, comentarios, análisis, recomendaciones, imágenes yvoces del mundo de la literatura, las artes plásticas, el cine, el teatro y la música.

CADA VEZ QUE muere un soldado en Afganistán, corro auna librería para ver si, entre las novedades, hay algunanovela que aborde, de una maldita vez, el tema de laimplicación española en ese conflicto. Y siempre mellevo una decepción. Me ocurre lo mismo cuando bus-co obras de ficción que, habiendo pasado el suficientetiempo como para hacerlo con la perspectiva necesa-ria, traten sobre la presencia de nuestras tropas en Irak,aunque en estos casos encuentro algunas honrosas ex-cepciones, como Invasor de Fernando Marías, Las ceni-zas de Bagdad de Antonio Lozano y Sin cobertura deEduardo Martín de Pozuelo y Jordi Bordas. Han pasadoseis años desde el repliegue de nuestras tropas enaquel país y, que yo sepa, sólo existen esas tres novelassobre un tema que llevó a todos los españoles a la calle,que motivó el mayor atentado de nuestra historia, quederrocó todo un gobierno… ¡Sólo tres novelas! Y, claro,ya en la tienda, acabo comprando alguno de los librosescritos por corresponsales de guerra, como El hombrmojado no teme la lluvia, de Olga Rodríguez, o Ningu-na guerra se parece a otra, de Jon Sistiaga, y agradecien-do al periodismo lo que la literatura me niega.

A raíz de la muerte del soldado John Felipe Romero,víctima noventa y uno de las tropas españolas en laguerra de Afganistán (sí, he dicho guerra), he tratado dedescubrir por qué los novelistas se despreocupan de untema capital para nuestra historia y, tras hablar conescritores, editores y periodistas, he obtenido una re-puesta: a los ciudadanos de este país les importa trespepinos lo que pase en la Cochinchina y, por exten-sión, a los narradores les ocurre lo mismo. Pero tam-bién me han dado otros motivos. Alguien me ha dichoque los escritores vivimos —me incluyo— tan ensimis-mados que somos incapaces de levantar la cabeza paramirar qué ocurre realmente a nuestro alrededor. Otraspersonas me han asegurado que el problema está en elMinisterio de Defensa, que no facilita el acceso a infor-mación veraz. También me han comentado que la Gue-rra Civil continúa siendo una inmensa gamuza que sepuede seguir escurriendo. Y el mejor argumento detodos, dado por un editor, ha sido que los conflictoscontemporáneos, al contrario que Vietnam o la II Gue-rra Mundial, no venden.

Yo no sé si todas estas razones justifican la indiferen-cia de los escritores ante un drama de estas proporcio-nes, pero estoy convencido de que en España persisteuna actitud francamente absurda ante las escaramuzasocurridas más allá de nuestras fronteras. Hace unassemanas, hablando con una autora de mucho presti-gio, le comenté que estaba dándole vueltas a la idea deescribir sobre la guerra de Irak y ella, muy indignada,respondió: “Pues yo fui a las manifestaciones en contrade esa guerra”. ¡Como si yo hubiera ido a las a favor!Pero lo que realmente subyacía bajo sus palabras erauna actitud muy española: no interesarse por aquellosobre lo que se está en contra.

Gracias a Dios que los corresponsales no actúanigual. A ellos tampoco les gusta la guerra (al menos, a lamayoría), pero hacen lo que pueden por no cerrar losojos ante una realidad que, cada cierto tiempo, escupesangre sobre el silencio. �

Álvaro Colomer (Barcelona, 1973) es autor de la novela Los bosquesde Upsala (Alfaguara. Madrid, 2009. 216 páginas. 18 euros).

� Lectura exclusiva Babelia adelanta este lunes el prólogo de Claudio Magris sobre Necrópolis(Anagrama), del autor esloveno Boris Pahor, considerada como una gran novela del Holocausto.

� Encuentro digital Francisco Ferrer Lerín, reciente ganador del Premio de la Crítica en Poesía por supoemario Fámulo (Tusquets), charlará con los lectores el miércoles a las seis de la tarde.

La mancha delsilencio

EN PORTADAL. Magi / G. Altares / A. Intxausti / C. Sánchez-Andrade / F. Jarque / Á. Pons / J. Valenzuela / N. Barrios 4

El boom del cómic periodístico El empuje del periodismo gráfico en los últimos años viene de la manode un grupo de reporteros-dibujantes que narran desde su experiencia personal los conflictos que asuelan el mundoy también los dramas y las alegrías de la vida cotidiana. Notas al pie de Gaza, la obra de Joe Sacco sobre la tragedia dela franja, y Blast, el nuevo libro del francés Manu Larcenet, son ejemplos del auge de lo que algunos han calificado yacomo un nuevo género. Estos y otros libros se podrán ver en el Salón del Cómic de Barcelona entre el 6 y el 9 demayo (www.ficomic.com). Portada: ilustración realizada para Babelia por Joe Sacco (Malta, 1960)

IDA Y VUELTA Hilos cortados Antonio Muñoz Molina 10

EL LIBRO DE LA SEMANA Entrevista con Colum McCann Andrea Aguilar 11

Las flores del maldito Vicente Molina Foix / Lluís Satorras 12

Luis Rosales. 100 años del serio alegre Elisa Silió 13

La constitución de 1931, de Santos Juliá Andrés de Blas Guerrero 14

PENSAMIENTO La ciencia y los políticos José Manuel Sánchez Ron 16

SILLÓN DE OREJAS El mono artístico Manuel Rodríguez Rivero / Max 17

ARTE La fotografía ya no refleja la realidad Alberto Martín 20

EXTRAVÍOS Miniatura Francisco Calvo Serraller 21

PURO TEATRO Historias de anteayer Marcos Ordóñez 22

MITOLOGÍAS Seis balas para Andy Warhol Manuel Vicent 23

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Babelia961Álvaro Colomer

Eugénesis sin fronteras,imagen del libro La

cámara de Pandora, deJoan Fontcuberta.

SUMARIO

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