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Por una ruralidad visible

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En la guerra…

¿Ya van 56 años y esperan más?

Medellín, Edición No 132Diciembre 15 al 31 de 2014

ISSN2346-2639

DirectorJosé Fernando Betancur

Comité Editorial

José Fernando BetancurAntonio Jesús BetancurOlga Lucía Yepes López

Yenny Marcela Torres CardonaElizabeth Pérez TabordaSandra Muñoz RobledoYamile Andrea Serna

Ángela David BustamanteJaneth Montoya Mejía

Katherin Paola Zapata PosadaCatalina Vélez VelascoVanessa López Suaza

Juan Gabriel López CeballosAlfredo Gómez Sánchez

Sara Patricia Restrepo PinedaSergio Andrés Montoya Gómez

Carolina Restrepo RúaLeidy Astrid Montañez O

Diego Mauricio TafurAlba Medina

Diana Álvarez Vélez

Colaboran en esta edición

Sara Patricia Restrepo PinedaFrancisco Javier Betancur

Fotografías

Ciudad RuralAlberto Mesa Vásquez

Representante Legal

Olga Lucía Yepes

Diseño

Sergio Andrés Montoya Gómez

(1)Armando Romero “Paz y Nadaismo”(2) Encuentre en este Link el informe completo:http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/memoria-historica-cnrr/basta-ya ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad

“Como colombiano, en Colombia, nunca conocí la paz, esa extraña paloma que Picasso lanzó a volar por el mundo. De niño me acompañaron los muertos que amanecían en las esquinas de mi barrio Obrero de Cali” (1)

La reanudación de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, después de más de 50 años de embar-go a la isla caribeña, unida al anuncio de las FARC, desde Cuba, de decretar una tregua unilateral a partir del 20 de diciembre, hechos dados a conocer el mismo 17 de diciembre, marcan un hecho histórico sin precedentes, que anuncia irreversiblemente la incursión en un nuevo orden mundial y con él, en la nueva dinámica de las relaciones en el continente americano, que influenciará seguramente el proceso de paz que se negocia en Colombia.

Tanto en el primer caso, la reanudación de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, como en el se-gundo, la declaración de la tregua unilateral por parte de las FARC, se van a presentar opositores al nuevo rumbo que asume la política, pero al fin de cuentas, estemos o no de acuerdo con estas medidas o procesos políticos, es bien merecido y oportuno que invirtamos un poco de nuestro espacio periodístico a reflexionar sobre las víctimas del conflicto, en esta oportunidad, las de Colombia en una guerra de más de 54 años, ya en otra ocasión, tendremos tiempo de referirnos al caso caribeño.

“En ese tiempo hubo al menos 220.000 muertos y 8 de cada 10 eran civiles” fue la conclusión que obtuvo el Grupo de Memoria Histórica (GMH) de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (Colombia) después de seis años de investigación y reconstrucción, del informe que recoge lo ocurrido en los últimos 54 años del conflicto armado en Colombia –entre 1958 y el 2012. (2)

En el informe de más de 400 páginas publicado en julio de 2013, y que está construido en su mayor parte con tes-timonios de sobrevivientes, se evidencia que en esta guerra se ve marcada “una tendencia latente al pensamiento único” y donde las “diferencias políticas no son vistas como escenario de discusión sino de eliminación del otro”

Sabemos bien que es muy diferente la opinión expresada sobre si se está de acuerdo o no con el proceso de paz, si las voces vienen desde más apartados municipios en las altas montañas colombianas donde viven (si viven aún) campesinos de 50 años que nunca han conocido la paz, a las voces de quienes desde la intelectualidad, la política y la economía en sus cómodas posiciones de las grandes ciudades polemizan sobre los acuerdos de paz de acuerdo a sus intereses partidistas o dividendos de la guerra.

Muy seguramente, muchos de quienes oponen resistencia a las dinámicas del proceso de paz que se acuerda hoy en La Habana, no han vivido de cerca la huella invisible de la guerra, las memorias del despojo y las resistencias cam-pesinas por la reforma agraria y el desplazamiento a lo largo de la historia, pero si vivieron, a través de los noticieros de televisión, las crueldades de las masacres de “La Rochela”, “Bojayá”, o “El Salado”, entre otras.

Termina la navidad y para la gran mayoría de católicos que profesan esta religión en Colombia quedará en el recuer-do “la noche de paz y noche de amor” que se respira entre pesebres y luces de colores que invitan a la convivencia y al compromiso con los más pobres, pero que no se revierte en una apuesta cotidiana por la solidaridad con los más necesitados y la tolerancia con quienes pensamos diferente, que deberían ser los valores más preciados de la navidad.

La paz de Colombia no solo se está negociando en Cuba, allí solo se está gestando una arista del conflicto social que se vive en Colombia producto de la inequidad, la injusticia, la falta de solidaridad y la intolerancia. El compromiso con la paz es de cada ciudadano en las calles y en los montes, no promoviendo marchas en contra de guerrilleros o paramilitares como se ha fomentado desde las Redes Sociales y los grandes medios de comunicación, sino promo-viendo hechos verdaderos de paz y madurando en los procesos de movilización por el rechazo a la corrupción y por el fortalecimiento de la democracia en nuestro país.

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Por: Catalina Vélez Velasco

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