páginas de cine,

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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. RE SE!JAS contube rn io co lombian o de papag a- yos co n mo nalisas y c rímene s sin fin , re cortados contra el tel ón de fo nd o de la "móvil y cambiante naturaleza". SANTIAGO V. Fábrica de sueñitos Veintiún c entavos de cine Edda Pilar Duque Ediciones Autores Antioqueños, Medell ín. 1988. El año pa s ado , la bibl iog rafía nacio- nal so bre ci ne se enriqueció con dos libro s i mportantes : Páginas de cine, de Luis Alberto Alvare z, editado dentr o de la Colección Celes te de la Universidad de Antioquia , y el que hoy comentamos, de Edda Pilar Du- que , volumen 50 de la colección dep a rtamental Ediciones Aut o re s Anti oq ueños. Co n el material utilizado en este libro , Vargas Llosa no hubiera resi s- tido la tentación de esc ribir una nove- la . Cualquier narrador que lea Vein- tiún ce ntavos de cine, en algún mo- ment o pen sará con ce los: ¿ por qué el de s tino no me entregó pr i mero esta aventura? Pero tamb ién es posible pen sar lo contrario : tal vez haya s ido lo mejor la clase de elab o ra ción que se n os entrega: un trabajo tico que ordena uno s textos, en un noventa por ciento no de la autora, s ino de su personaje, s un os c uan- to s de los que tuvieron la dud osa for- tuna de entrar en nego c ios co n él, y de tal manera s eleccionado s y pre se nta- do s que en apenas ci en páginas se lo gra dar la dimens ión de un s ueñ o arrasador iniciado en un solar de Valdivia (Antioquia), a fines de los años treinta , y al que no pu so fin un encarcelamiento por de uda s adqui - rida s en el negocio del cine casi veinte años de s pué s. La obsesión de hacer cine en nue stro medio c ulmin ó para Camilo Correa como para miles de mu c hachas estad o uniden ses: por lo menos viviendo en el mi s mo lugar donde funciona la fábrica de s ueño s: Hollywood . Sólo que, a diferencia de nuestro hombre , las mu c hac ha s van Bolctln Cult ural y BiblioJ rüico Vol 26. nüm. 21. 1989 allí con sus s ueños intactos, y Camilo Correa iba como ho mbre plenamente derr otado por las estrecheces es piritua- les y material es del paí s y la región qu e le impi d ieron hacer cine co n calidad artí s tica y en escala indu s- trial. Veinte años fueron suficientes para no exigirle a su sueño ser o tra cosa. Y esto es, en esencia . lo que lee mos en el lib ro. A medias reportaje, a med ias bio - grafía , por mo mento s s urge la sos pe- cha de es tar leye ndo otro tip o de novela que la acostumbrada (una realidad tan atractiva y vigorosa co mo cu alqui er ficción); el ordenamiento del m ate r ia l co n st ru ye un t exto que de alguna manera en tra en esos terr i- torios y co nvie rt e, por esa alquim ia, lo que po dría haber s ido un anodino trabajo periodí stico en esa otra cosa que acerca es ta labor a la historia y so bre tod o a la lite ratura. Tal elec- ción formal es la raíz de la vitalidad de este libro entramado de s de las palabra s mi s mas del per so naje que lo pr o ta go ni za y ligado , dentro de una flexible linealidad c ronol ógica, a l os principales hechos de una vida cuyo eje úni co fue el cine desde lo s lugares de la crítica, la dirección , la gerenc ia de empresas productoras, la elabora- ción de guiones, la contratación de arti s tas , la publicidad , el manejo de cámara , et c, etc . Y todo ello bajo el si gno del de ses per o, del naufrag io, de la ruina como amenaza nun ca lejana , de la s iempre inminente liquidac n (un buen lector de narrativa latino- americana no podrá dejar de asociar la imagen de este Co rrea de Edda Pilar Duque - en esos momentos en que l os acreedores más lo asediaban , hipote cada has ta la última silla de las empre sas de cine que administró , sin lograr pr o du c ir una so la pelíc ula en año s, aunque s iempre con el pr o- yecto de hacerlo - co n ese fabulo so Lar se n de Onetti, su verdadero her - mano espiritual , gerenciando un asti - llero en ruin as, pero tan ter co en su s ueñ o co mo Cor rea). Según parece, al li br o no se le escapa dato esen cial de esta par á- bola , desde el editorial del perio di - quito Sos en que informó a J os hab i- tante s de su puebl o que no volve ría a aparecer ese medio de expresión, debido a l as pr esione s. del c ura y de CINEMA TOGRAFI A las infaltable s mojigata s. ha s ta su último informe a la as amblea de accionistas de Pr ocinal , casi veinte años de s pu és, en el qu e daba c uenta de su renuncia o. s exactamen te, co mo dice la auto ra, de su der rota. Y ent re un o y otro momen t o, un int enso trabajo de crítica ci nematográfica en las re vistas esc r itas y editadas po r él, co mo Ondas y Micr o, o en su col umn a de mu c ho s año s en El Colom bian o, titulada "En p icada ", lab or en la que vapuleaba (aq uí la palabra de sig na exactamente el co ntenido de sus crí- ticas) por ig ual a productores, exhi - bido res, públi co, otros co m en tar istas de ci ne , políticos metidos a crí ticos de cine (Belisario B etancu r), etc. Ind e- pend ie nte , radical , apasionado. La est re c hez del m ed io y su obses ión Jo impul sa ron a de sbordar el es pacio de la crítica y a entrar en lo claramente fic ticio : su s upu esto r epo rtaje al "ge- rente " de un a inexistente y " pode- r osa" empresa cin ema to gráfica de Medellín (incluso le dio ubi ca ción precisa: cerca al Cl ub Ca mpe stre ). Este s ueño era to da una propuesta y una premon ició n d e la actividad en la que muy pront o se e mbarcaría : la c reación de un cine naci onal, c uy o c entro, según él, no pod ía ser s que Medell ín. El paso de la críti ca al intento de producción en un medio m ás que limitado le i mp o ndr ía el toder ismo: guiom sta, director , gere nte , c amaró - grafo , agente con tr atist a, publicis ta , r ea li zador de películas y ta mbién de noticier os (con la diferenc ia, no ca- sua l, de que mientras los seg undos se co ncluían , sus pelíc ula s nun ca lo lo- gr aro n). A p artir de 1945, c uand o funda la pr imera compañía 99

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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

RESE!JAS

contubernio colombiano de papaga­yos con m onalisas y crímenes sin fin , recortados contra el teló n de fondo de la "móvil y cambiante naturaleza".

SANTIAGO LONDO~O V .

Fábrica de sueñitos

Veintiún centavos de cine Edda Pilar Duque Ediciones Autores Antioqueños, Medellín. 1988.

El año pasado, la bibliografía nacio­nal sobre cine se enriqueció con dos libros importantes : Páginas de cine, de Luis Alberto Alvarez, editado dentro de la Colección Celeste de la Universidad de Antioquia, y el que hoy comentamos, de Edda Pilar Du­que, volumen 50 de la colección depa rtamental Ediciones Auto res Antioqueños.

Con el material utilizado en este libro , Vargas Llosa no hubiera resis­tido la tentación de escribir una nove­la. Cualquier narrador que lea Vein­tiún centavos de cine, en algún mo­mento pensará con celos: ¿por qué el destino no me entregó primero esta aventura? Pero también es posible pensar lo contrario: tal vez haya sido lo mejor la clase de elaboració n que se nos entrega: un trabajo periodí~ tico que ordena unos textos, en un noventa por ciento no de la autora, sino de su personaje, más unos cuan­tos de los que tuvieron la dudosa for­tuna de entrar en negocios con él, y de tal manera seleccionados y presenta­dos que en apenas cien páginas se logra dar la dimensión de un sueño arrasador iniciado en un solar de Valdivia (Antioquia), a fines de los años treinta, y al que no puso fin un encarcelamiento por deudas adqui­ridas en el negocio del cine casi veinte años después. La obsesión de hacer cine en nuestro medio culminó para Camilo Correa como para miles de muchachas estadounidenses: po r lo menos viviendo en el mismo lugar donde funciona la fábrica de sueños: Hollywood. Sólo que, a diferencia de nuestro hombre, las muchachas van

Bolctln Cult ural y BiblioJrüico Vol 26. nüm. 21. 1989

allí con sus sueños intactos, y Camilo Correa iba como hombre plenamente derrotado por las estrecheces espiritua­les y materiales del país y la región que le impid ieron hacer cine con calidad artística y en escala indus­trial. Veinte años fueron suficientes para no exigirle a su sueño ser o tra cosa. Y esto es, en esencia. lo que leemos en el libro.

A med ias reportaje, a med ias bio­grafía, po r momentos surge la sospe­cha de estar leyendo otro tipo de novela que la acostumbrada (una realidad tan atractiva y vigorosa como cualquier ficción); el ordenamiento del material construye un texto que de alguna manera entra en esos terri­torios y convierte, por esa alquimia, lo que podría haber sido un anodino trabajo periodístico en esa otra cosa que acerca esta labor a la historia y sobre todo a la literatura. Tal elec­ción formal es la raíz de la vitalidad de este libro entramado desde las palabras mismas del personaje que lo pro tagoniza y ligado, dentro de una flexible linealidad cronológica, a los principales hechos de una vida cuyo eje único fue el cine desde los lugares de la crítica, la dirección, la gerencia de empresas productoras, la elabora­ción de guiones, la contratación de artistas, la publicidad , el manejo de cámara, etc, etc. Y todo ello bajo el signo del desespero, del naufragio, de la ruina como amenaza nunca lejana, de la s iempre inminente liquidación (un buen lector de narrativa latino­americana no podrá dejar de asociar la imagen de este Correa de Edda Pilar Duque - en esos momentos en que los acreedores más lo asediaban, hipotecada hasta la última silla de las empresas de cine que administró, sin lograr producir una sola película en años, aunque siempre con el pro­yecto de hacerlo- con ese fabuloso Larsen de Onetti, su verdadero her­mano espiritual, gerenciando un asti­llero en ruinas, pero tan terco en su sueño como Correa).

Según parece, al li bro no se le escapa dato esencial de esta pará­bola, desde el editorial del periodi­quito Sos en que informó a Jos hab i­tantes de su pueblo que no vol vería a aparecer ese medio de expresión, debido a las presione s. del cura y de

CINEMA TOGRAFI A

las infaltables mojigatas. hasta su último informe a la asamblea de accionistas de Procinal , casi veinte años después, en el que daba cuenta de su renuncia o. más exactamente, como d ice la autora , de su derrota . Y ent re uno y otro momento, un intenso trabajo de crítica cinematográfica en las revistas escritas y editadas por él,

como Ondas y Micro, o en su columna de muchos años en El Colombiano, titulada "En picada", labo r en la q ue vapuleaba (aquí la palabra designa exactamente el contenido de sus crí­ticas) po r igual a productores, exhi­bidores , público, otros comentaristas de cine, polít icos metidos a críticos de cine (Belisario Betancur), etc. Inde­pendiente, radical, apasionado. La estrechez del medio y su o bsesión Jo impulsaron a desbo rd ar el espacio de la crítica y a entrar en lo claramente ficticio: su supuesto reportaje al "ge­rente" de una inexistente y "pode­rosa" empresa cinematográfica de Medellín (incluso le dio ubicación precisa: cerca al C lub Campestre). Este sueño era toda una propuesta y una premonición de la actividad en la que muy pronto se embarcaría: la creación de un cine nacional, cuyo centro, según él, no podía ser más que Medellín.

.~{11 El paso de la cr ít ica al intento de

producción en un medio m ás que limitado le impondría el toderismo: guio msta, director, gerente, camaró­grafo, age nte contrati sta, publicista, reali zad o r de películas y también de no t icie ros (con la d ife rencia, no ca­sual, de q ue mientras los segundos se concluían , sus películas nunca lo lo­graron). A partir de 1945, cuando funda la primera compañía ·produ~-

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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

CINEMA TOGRAFI A

tMa . Pelkulas Colombianas. desde la:-. columna~ que escribe en revistas y p~:ri ódico :-. recibirá cada nuevo año corno '"el ahora sí definit ivo del des­pegue del cine colombiano". luego. por supuesto. de un balance siempre desfavo rable del año inmediatamente an terior. El balance real era un des­gaste ent re haberse esforzado en evi­tar la liquidación presionad3 por unos acreedores nunca o só lo a medias atendidos en sus demandas; un inten­tar prod ucir películas torpedeadas por toda clase de d ificultades eco­nómicas. técnicas, administrat ivas. de experiencia (la única película que se terminó, Colombia linda. fue un fracaso total); un realizar noticieros para tratar de conseguir algún dinero y hacerle publicidad a la posibi lidad de hacer cine en el país; un dividirse. como ya se anotó, entre todos los oficios vinculados directa o indirec­tamente al cine. situación derivada de la falta de capital suficiente, lo que a su vez. para hace r del cí rculo un circuito vicioso. alejaba la posibili­dad de tal capitalización. pues difí­cilmente se podía hacer en esas con­diciones un cine eficaz y competitivo comercialmente. El libro se consti­tuye de hecho en una radiografía de la labor de Camilo Correa: la revela como una ineficaz y conmovedora agitación artesanal.

Lo peor fue el resultado final : la traición a su sueño. La necesidad de dinero le impuso concesiones tan ext re­mas a las peores expresiones del gusto y a la falta de cultura cinema­tográfica de los espectadores colom­bianos del momento, que terminó por hacer aquel cine señalado por él. en sus primeros tiempos de concien­cia cinematográfica de la región y el país, como paradigma de todos los vicios que debían erradicarse. El dra­gón se mordía la cola: recurriendo al manido burladero del que hace con­tra el que critica, de espaldas a su antiguo cred o, defendió lo indefen­dible y tr;~ tó de hacer pasar como bueno un producto cinematográfico no sólo charro sino elaborado con descuidos técnicos tales , que recibía protestas de exhibid ores de todas las ciudades del país, incluidos pueblos como Buenaventura. Al fracaso de Colombia linda siguió inmediatamen-

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te un tocar fondo de la crisis econó­mica que nunca había dejado de estar presente, facilitada por el descuido administrativo, en mucho inevitable, si se tiene en cuenta que quien se suponía debía llevar las cuentas era el mismo hombrecito de los guiones, la dirección, la contratación de técnicos y artistas, y mil vueltas más.

Y sin embargo, no todo es negrura ni fracaso. Habría que abonar a la primera época de Correa la ruptura con el lenguaje usual en el comenta­rio cinematográfico de entonces, según él adormecido en lirismos y vague­dades conceptuales, contemporizador; su crítica, además de independiente, franca y dura, como ya se anotó, tenía la cualidad de la concisión, de una conc isión ceñida, en la argumen­tación, a lo estrictamente pertinente al lenguaje cinematográfico. Y habría que rescatar también, por supuesto, su pasión, de la que quedan en los archivos unas pocas imágenes de las tantas que filmó y mucho de lo que escribió.

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N os parece particularmente her­mosa su participació n como hombre de cine en los acontecimientos del 9 de abri l de 1948 , recogida en lacró­nica, de su autoría , publicada en El Colombiano pocos días después y

RESEÑAS

que acertadamente el libro reproduce íntegramente. Decimos que es un acierto tal reproducción porque in­tuimos que tal vez esas fueron las horas de gloria en la vida de Correa, su mejor realización humana y artís­tica, así de ella no haya quedado nada de lo que filmó ese día. La casualidad lo colocó en el centro mismo del acontecimiento: Bogotá, y la conciencia de estar asistiendo a un fenómeno fundamental en la historia nacional lo lanzó a las calles, cámara en mano, sin preocuparse por el peli­gro que más de una vez casi le cuesta la vida. Naturalmente, para él la insurgencia popular era ante todo la posibilidad de una invaluable e irre­petible filmación documental; esa era su mirada, y aunque su crónica con­tiene opiniones, éstas fueron sobre lo que vio, en modo a lguno juicios polí­ticos generalizadores o abstractos. El no estaba allí como combatiente y agitador político o periodista, su orgía era la de la imagen: "Entraba yo de lleno en la oscuridad, y los incendios se hacían sentir a lo lejos , ya no por el humo sino por la aterradora belleza de sus llamas". Entre él y un compa­ñer0 filmaron setenta minutos de película, obviamente en medio de balas, amenazas y peligrosas confu­siones de una cámara con un arma, suspendiendo el trabajo no a causa del miedo o el cansancio, sino cuan­do la película se les terminaba.

La autora se ha ocultado tras la voz de su personaje, para que éste tenga mayor consistencia y verosimi­litud ante el lector, limitándose -d onde reside, en este caso, la clave de la eficacia, pues de ello depende que los datos de una vida se entreguen en un significado central- a seleccionar y organizar. Historio grafía del cine antioqueño y nacional , crónica de la época, biografía, historia de un sueño que fue la única realidad constitutiva de la vida de un hombre, en cuanto a lo q ue para él era imprescindible, hasta el punto, pensamos, que todo aquello situado del otro lado de las fronteras del cine no podría ser para él otra cosa que un algo entorpecedor con lo que había que habérselas, por cuanto desgraciadamente favorecía o no la única vida que contaba: la de las películas. No sería exagerado decir

Boletín Cuhural y Bibliográfico Vol. 26. nüm. 21. 1989

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

RESEÑAS

que, así como el 9 de abril contó para Correa ante todo como la posibi lidad de una imagen cinematográfica excep­cional, seguramente la to talidad del espectáculo de la vida era mirado fu ndamentalmente como la materia prima de lo que podía ser transmu­tado, por la alquimia del cine, en el único significado admisible , en su valor máximo. No una cerrazón para lo demás sino una orientación obse­siva de su sensibilidad . Como Wang Fo, el pintor del cuento de Yource­nar , estremecido ante la decapitación de su ayudante, no por la crueldad de la ejecución, sino por la hermosa y efímera tonalidad escarlata de la san­gre . La fuerza y sinceridad de la obse­sión de Camilo Correa, eficazmente realzada por el libro , q ueda inmejo­rablemente expresada en las palabras que él pronunciara cuando enfren­taba muchas dificultades con el roa aje de Cristales:

Tengo los mismos planes de siempre: trabajar p or un cine auténticamente colom biano, sin importarme un bledo en qué posición me toque. Matador, peón de brega o simplemente barrendero de plaza seré en esta lidia. Importa sólo el cine y yo soy hombre de cine por encima de todo. Ahora, que si descu­bren que no sirvo para nada, me dedicaré a ser espectador. El todo es que sea en cine.

JAIRO MORALES H EN AO

Tiple popular y tiple "de clase"

Los caminos del tiple David Punta Zuluaga Ediciones AMP, Damel Ltda .• Bogotá, 1988, 208 págs.

La trajinada oposición "vulgar y clá­sico", tan usual en historiografías de toda índole, debe ser replanteada también aqui. Los caminos de/tiple

Boletln Cuhural y Biblioar•t'tco Vol. 26, núm 21 , 1989

rinde tributo al auténtico dueño de este intrumento. que es el pueblo colombiano, el vulgo, el sujeto del folclor. Y no es óbice para tal home­naje el reconocerle, en la actualidad, su categoría de instrumento de con­cierto, de transmiso r de mensajes musicales a " públicos selectos", de auditorio, de "salsa de cultura", de "salón clásico" (aunque clásico, del latín classis, no es relativo a clase, como hoy entendemos esta palabra , sino a orden; primitivamente, orde­namiento de una escuadra naval) . Pero esta reconciliación entraña un reparo, que flota como ambigüedad a través de todo el libro. Esta ambi­güedad se advierte ya en uno de los epígrafes, bajo la forma de una deci­dida humildad o de una delatada injusticia, por parte del investigador (como equivalente de todo folclorista "de clase", correspondencia que se verifica en el autor del libro , David Puerta Zuluaga, investigador y músi­co); el epígrafe es de Atahualpa Yu­panqui: " Los pobres forman los ver­sos/ con sus antiguos d olores./ Des­pués vienen los señores / con un cua­derno en la mano,/ copian el canto paisano/ y presumen de escritores". La verseada de Atahualpa, encabe­zando el libro, se rvirá de catalizador para conceptuar las conclusiones fina­les: el tiple es un instrumento popu­lar, le pertenece al pueblo por uso y por origen, y el concertista debe tener eso siempre presente. Tratándose de una opinión tan determinante (los epígrafes poseen ese carácter de re­sumen del espíritu de un libro). la exhaustiva investigación ha debido abarcar, siquiera con apoyo especu­lativo o teórico, el tema del proceso

M USICA

~ocial que conduce a la gradual adop­ción del t iple como medio mustcal de expresión del campesino colombiano. Al respecto . só lo se incluye una espe­culación , que sugiere la posibilidad de un desarrollo socio lógico y ant ro­pológico de la investigación. en el lugar de la carencia: "Sumand o al hecho de que no ex ist ían entre los indios las voces graves. el alto regi s­tro que siempre han tenido las can­ciones de procedencia andaluza. no son de extrañar entonces las agudas tonalidades con que cantan nuestros llaneros y las guabine ras boyacenses y santandereanas. Ello nos conduce. por extensión, a la necesidad popular de un inst rumento de voces agudas . como el tiple y todos sus congéneres del continente, para facilitar el acom­pañamiento" (pág. 70).

La idea de la facilidad de acompa­ñamiento resulta sintomática dentro de la ambigüedad que vengo plan­teando . A lo largo de la historia posi­ble del tiple encontramos siempre que esa divergencia "vulgar-clásico" está íntimamente relacionada con las habilidades del intérprete: los ins­trumentos que requieren una técnica especial y una destreza manual , espe­cialmente en el punteo, son los ins­trumentos cortesanos, "de clase": los que se pulsan " rasgueando" pueden ser interpretados por cualquiera, y son, por tanto, los populares: es la primitiva división conceptual de vi­huela y guitarra: entonces, la guitarra era el instrumento "vulgar".

El tiple debe seguir siendo lo mismo. pero exaltado por el conocedor como instrumento autént ico. Puerta ve con preocupación la "decul turización" de nuestros países: no se trata de un ver­naculismo xenófobo y recalcit rante: la originalidad parte del reconoci­miento de una trad ición: el camino por seguir, entonces, que P uerta se ha trazado. es el establecimiento de una evolución. la detecc ión de una raíz hispánica (no indígena. nótese) en lo 4ue "culturalme nte" puede que seamos y que quizás ex iste como folclor.

¿El folclores clásico? Eludamos la pregunta, pe ro, en cualquier caso. diremos que el v~rdadero folclor es cu lto, es deci r, forma cultura. la constituye . Así. folclor y cu ltismo no

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