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Pieza del Mes en el Museo de la Alhambra - 2011 JULIO LA LÁMPARA DE LA MEZQUITA MAYOR DE LA ALHAMBRA Mariana Kalaitzidou Ed.: Purificación Marinetto Sánchez ISSN: 2174-9884

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Pieza del Mes en el

Museo de la Alhambra - 2011

JULIO

LA LÁMPARA DE LA MEZQUITA MAYOR DE LA ALHAMBRA

Mariana Kalaitzidou

Ed.: Purificación Marinetto Sánchez

ISSN: 2174-9884

M. Kalaitzidou - La lámpara de la mezquita mayor de la Alhambra 1

ISSN: 2174-9884

LA LÁMPARA DE LA MEZQUITA MAYOR DE LA ALHAMBRA

Mariana Kalaitzidou Doctoranda en Filología Árabe

Muchas de las piezas que actualmente pertenecen a la colección del Museo de la Alhambra fueron elementos de edificios que formaron parte del conjunto alhambreño y que a día de hoy no se han conservado o han sufrido transformaciones. Entre estas piezas cabe destacar una lámpara del siglo XIV, perteneciente a la Mezquita Mayor de la Alhambra, cuya réplica se expone en la sala VI del Museo.

DESCRIPCIÓN Y CARACTERÍSTICAS DE LA PIEZA La Mezquita Mayor de la Alhambra se levantó durante el breve reinado de Muh ammad III (1302-9). Fue también este soberano quien mandó fabricar la lámpara a la que nos referimos. Tal como puede leerse en la inscripción que recorre su borde inferior, su elaboración se remonta al año 705/1305. Es muy probable que, debido a su extraordinaria belleza y a sus considerables dimensiones, fuese instalada en la nave central de la Mezquita, justo delante del mihrab. Con la llegada de los Reyes Católicos y la posterior demolición del templo de culto islámico, la pieza fue retirada de su lugar de origen y trasladada a Orán. Más tarde pasó a formar parte de la colección del Cardenal Cisneros y fue depositada en el Colegio Mayor de San Idelfonso, en Alcalá de Henares, de donde pasó posteriormente a la Universidad. En 1868 se asignó a los fondos del Estado e ingresó en el Museo Arqueológico Nacional, quedando inventariada con el número 50519. En 1995 se realizó una copia de la pieza original para el nuevo Museo de la Alhambra. Desde entonces quedó catalogada con el número R. 11887 de la colección del Museo. La pieza se compone de seis elementos de bronce que se articulan en torno a un eje. Éste, también de bronce, hace de soporte rematado por un gancho que se utiliza para colgar la lámpara. Los cuatro elementos de la parte superior son esferas achatadas en los polos, separadas entre sí por dos pequeños cilindros y colocadas, de arriba abajo, por orden ascendente de tamaño. Tal es así que la más pequeña queda en la parte superior y la más grande, en la inferior. Cada una de ellas está decorada con ornamentación vegetal ─más concretamente con la flor de loto; y todas, a excepción de la primera, muestran además decoración epigráfica. La parte inferior de la lámpara está compuesta por dos elementos: Sobre uno de ellos, con forma de pirámide octogonal y motivos vegetales, se apoya la esfera más grande de la parte superior. El otro, también octogonal y de planta piramidal, aparece fundido en cuatro zonas, con epígrafes en las partes superior e inferior y decoración vegetal de roleos y brotes de loto. Este elemento inferior es el más espectacular de cuantos

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componen la lámpara. Sus cuatro cuadrantes están enmarcados por pequeños bordes lisos. El de abajo, en su parte inferior, muestra incisa la leyenda fundacional que permite datar la lámpara con exactitud. La altura total de la pieza es de 230 cm. El gran prisma de cuatro lados mide 55 cm. de alto y presenta un diámetro de base de 80 cm. Su estado de conservación es muy bueno aunque parte de uno de los cuatro cuadrantes y dos caras de la pirámide octogonal aparecen deteriorados. Según la hipótesis de A. Fernández Puertas1, la pieza ha llegado mutilada hasta nuestros días por carecer de los brazos abisagrados que servían de soporte a las lámparas de vidrio que proporcionaban luz a la Mezquita. Estos elementos salientes estarían ubicados al comienzo y al final de cada una de las ocho inscripciones que rodean el prisma octogonal en la parte inferior de la pieza. La suma de todo ello arrojaría un total de dieciséis brazos horizontales.

Lám. 1: Lámpara de la Mezquita Mayor de la Alhambra expuesta en la sala VI del Museo de la Alhambra (Fotografía: Mariana Kalaitzidou) EL TEXTO EPIGRÁFICO

1 A. Fernández Puertas, “Tipología de lámparas de bronce en al-Andalus y el Magrib”, MEAH , 48, Granada,1999, pp.379-92.

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Además de por su elegante y profusa decoración vegetal, la lámpara de la Mezquita Mayor de la Alhambra destaca por su ornamentación epigráfica. En primer lugar, tanto en las tres esferas de la parte superior de la pieza como en el prisma octogonal de la parte inferior, se muestra el lema de la dinastía nazarí, en escritura cursiva, calado y combinado con la decoración vegetal. Se repite dos veces en cada una de las esferas, y otras dos en cada uno de los cuatro cuadrantes que componen el prisma:

وال غالب إال اهللا‘No hay vencedor sino Allāh’

Lám. 2: Decoración epigráfica de la lámpara de la Mezquita Mayor de la Alhambra (Fotografía: Mariana Kalaitzidou)

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Lám. 3: Parte inferior de la lámpara de la Mezquita Mayor de la Alhambra (Fotografía: Mariana Kalaitzidou)

Lám. 4: Dibujo de la inscripción dinástica que aparece en la parte inferior de la lámpara de la Mezquita Mayor de la Alhambra (Fotografía: Mariana Kalaitzidou)

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La otra inscripción de la pieza, rota en algunas partes, se corresponde con un epígrafe fundacional inciso con escritura cursiva en el labio del borde inferior de la lámpara:

بسم اهللا الرحمن الرحيم صلى اهللا على سيدنا محمد وآله وسلم تسليما

يدعاألعلى المؤید المنصور العادل الس ـلطان]سـ[أمر موالنا الـ

عبد اهللا وسيرة العدل بين العباد أمير المسلمين أب متخذالبالد و ]ي[دهم

الغالب باهللا بن موالنااالمسلمين أبي عبد اهللا ] مير[أ بن موالناا

[...]المنصور بفضل اهللا أمير المسلمين أبي عبد اهللا أعلى اهللا

(sic) فضله سبحانهلي یرجوها ه إمرضات

من عام خمسة كبخالص نية وصادق یقين وآان ذلك في شهر ربيع األول المبار

وسبعمائة “En el nombre de Allāh, el Clemente, el Misericordioso. La bendición de Allāh sea sobre nuestro señor Muhammad y sobre su familia: salud y paz. Mandó nuestro señor sultán, el sublime, el protector, el victorioso, el equitativo, el dichoso, el guía de los pueblos, el que toma la senda justa para sus siervos, el Emir de los musulmanes Abū ‘Abd Allāh, hijo de nuestro señor, [Emir] de los musulmanes, Abū ‘Abd Allāh, hijo de nuestro señor al-Gālib bi-Llāh, el victorioso por la gracia de Allāh, Emir de los musulmanes, Abū ‘Abd Allāh, que Allāh lo exalte […] (sic) con sincera intención y verdadera certidumbre. Y esto sucedió en el bendito mes de rabī‘ al-awwal del año 705 [/1305]”. El fragmento empieza con la basmala2 y la tahliya3, fórmulas que suelen encabezar este tipo de textos, al igual que el verbo que las sigue, أمر, cuyo significado (= ‘mandar’, ‘ordenar’) se encuentra normalmente al principio de las inscripciones fundacionales. Estas últimas conmemoraban la construcción de un edificio o la elaboración de un objeto bajo la orden del sultán. En el caso que nos ocupa, la leyenda hace alusión al soberano nazarí Muhammad III (1302-9), quien mandó confeccionar la lámpara para instalarla en el interior de la Mezquita Mayor de la Alhambra. El epígrafe sigue con una larga retahíla de epítetos dedicados a la exaltación del sultán y con una breve referencia a su genealogía. El texto termina con la mención de la fecha exacta de construcción de la pieza: el mes de rabī‘ al-awwal4 del año 705/1305. Esta parte final de la inscripción está precedida por unas palabras que aparecen incompletas debido a la rotura del borde en esa zona. Probablemente hacían mención a la luz que proporcionaba la lámpara y, por tanto, a la función que cumplía ésta.

2 Término técnico con el que se hace referencia abreviada a la frase «En el nombre de Allāh, el Clemente, el Misericordioso», fórmula que encabeza las azoras coránicas y todo acto y oración de un musulmán. 3 Término técnico con el que se hace referencia abreviada a la frase «La bendición de Allāh sea sobre nuestro señor y dueño Muhammad, y sobre su familia y compañeros: salud y paz». 4 Tercer mes del calendario islámico.

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Lám. 5: Inscripción incisa en el borde inferior de la lámpara de la Mezquita Mayor de la Alhambra. (Fotografía: Mariana Kalaitzidou)

TIPOLOGÍA DE LAS INSCRIPCIONES ÁRABES DE LA ALHAMBRA

Uno de los elementos que mayor interés suscita en la Alhambra es su ornamentación. La flexibilidad del material que le sirve de base para decorar permite acoger todo tipo de motivos ornamentales. Éstos aparecen mayormente en relieve; algunos de ellos, pintados, y muy pocos, incisos en las paredes. En algunos casos se conservan íntegros, manteniendo incluso su color original, mientras que en otros se encuentran bastante deteriorados.

Entre los materiales empleados como soporte de esa decoración figura la madera, presente en todos los elementos arquitectónicos. Ejemplo de ello lo constituyen techos, puertas y ajimeces.

En cuanto a la piedra, su empleo ornamental fue muy limitado, ya que requería de un gran esfuerzo para el grabado y el adorno.

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Por lo que respecta al mármol, fue utilizado para revestir y adornar paredes, oratorios y ventanas, así como para fabricar pilares, capiteles, tacas y fuentes. En los palacios de la Alhambra es posible encontrar varios ejemplos de decoración sobre mármol. De entre ellos, cabe destacar la lápida fundacional de la Puerta de la Justicia, las tacas de acceso a la Sala de la Barca, o la famosa Fuente de los Leones.

Fue asimismo frecuente el uso del azulejo, un tipo de ornamentación basado en el empleo de barro cocido con revestimiento de esmaltado. Fue utilizado esencialmente para cubrir los zócalos de los muros en el interior de los edificios y, en menor medida, las albanegas de los arcos. Ejemplos de esto último pueden contemplarse en la Puerta del Vino y en la Puerta de la Justicia.

El material de soporte más empleado fue, sin duda, el yeso; un material moldeable y adaptable a cualquier elemento arquitectónico: muros, arcos, pilares, bóvedas… Tal especificidad hizo de él un elemento ideal para cubrir obras de mampostería y adornar paredes con elementos decorativos.

Entre los materiales menos utilizados para soportar la decoración epigráfica figura el bronce. En este sentido cabe señalar que son muy pocos los objetos metálicos con inscripciones conservados. No obstante lo dicho, la metalistería nazarí ha dejado piezas de hermosa factura. Tal es el caso de la pieza que nos ocupa: la lámpara de la Mezquita Mayor de la Alhambra.

Los motivos ornamentales presentes en el Conjunto Monumental son principalmente geométricos, vegetales y epigráficos. En menor número aparecen diseños antropomórficos y zoomórficos.

La decoración geométrica, muy abundante en las paredes de la Alhambra, puede observarse tanto en los paños de yesería como en los zócalos. Los motivos más frecuentes son: 1.- La lacería, o conjunto de cintas que se entrelazan formando figuras geométricas. 2.- Los paños de sebka, o conjunto de rombos que se repiten de forma simétrica para cubrir arcos o paños extensos de yesería. 3.- Los mocárabes, o figuras prismáticas muy presentes en bóvedas y techos. 4.- Otros elementos, como los hexágonos, los octógonos, las estrellas de seis u ocho puntas, los círculos, etc.

Otro tipo de ornamentación muy presente en el monumento nazarí es la vegetal o ataurique, que se muestra de manera profusa tanto en los paños de yesería como en los capiteles de las columnas. Una característica de este tipo de ornamentación es el entrecruzado con motivos epigráficos.

Precisamente, la ornamentación epigráfica es la que más ha llamado la atención de estudiosos y curiosos de todos los tiempos. Y eso debido principalmente a que el mundo islámico siempre ha reservado para la escritura un papel destacado, por cuanto ha sido y es un medio de materialización, transmisión y conservación del mensaje identificado con la palabra de Allāh.

Además de proporcionar valiosa información sobre un determinado edificio, la función más perceptible de la epigrafía ornamental es la de estructurar las superficies murales.

Los tipos de escritura que se desarrollan en la Alhambra son básicamente dos: el kufī o ‘cúfico’ y el nasjī o ‘cursivo’. El primero, cuyo nombre alude a la ciudad donde nació, Kufa, se caracteriza por la angulosidad de sus trazos y la falta de puntos diacríticos que acompañan a las letras del alfabeto árabe. El cursivo, de formas más redondeadas y

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legibles, conserva en cambio esos puntos. Complementa a los descritos un tercer tipo de escritura que podemos denominar «mixto», resultado de combinar los dos anteriores en una misma inscripción.

Lám. 6: Ejemplo de inscripción cúfica: رآةب (= ‘bendición’). Patio de los Leones (Fotografía: Mariana Kalaitzidou)

Lám. 7: Ejemplo de inscripción cursiva: برآة (= ‘bendición’). Patio de los Leones (Fotografía: Mariana Kalaitzidou)

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Desde un punto de vista cuantitativo le siguen los rótulos de tipo jaculatorio y los de tipo votivo, ambos de extensión normalmente breve. Los primeros, conteniendo el nombre de Allāh, hacen referencia a la grandeza de Éste, a su unicidad, su poder y su gloria. Los segundos, compuestos la mayoría de las veces de una sola palabra, hacen una invocación a la felicidad o a la bendición que debe recaer sobre una estancia o un monarca determinados.

Las llamadas inscripciones regias aparecen en menor número. Son denominados así los epígrafes que contienen en su texto el nombre de un soberano; información que a menudo sirve para datar la zona del monumento en la que se hallan. También con menor frecuencia es posible encontrarse con inscripciones coránicas, que, además de reproducir azoras o aleyas del Corán, gozan de un valor añadido debido a su especial naturaleza.

Con todo, a pesar de su limitada aparición, las inscripciones más conocidas son las poéticas, que se corresponden con versos que adornan algunos frisos de madera, ciertas bandas de yesería, así como tacas y fuentes. Estos epígrafes proporcionan datos valiosos sobre los lugares en los que se encuentran, al tiempo que despiertan el interés de muchos de los visitantes del Monumento.

Otro tipo de epígrafes, de carácter más bien histórico, son las inscripciones fundacionales. Éstas tienen como objeto la conmemoración de la construcción o restauración de edificios, de la fundación de instituciones, de la designación de fundaciones piadosas, etc. Los textos fundacionales tienen un valor muy importante puesto que nos proporcionan rica información. Tal es el caso del nombre del soberano que encarga la obra, seguido de un breve repaso por su genealogía; del nombre del primer ministro que se ocupa de ejecutar las órdenes del monarca; de la fecha y duración de la construcción; y, más raramente, de algunas características del edificio. Queda meridianamente clara la intención que guía a este tipo de textos, que no es otra que la de resaltar la imagen del benefactor. La estructura de las inscripciones en general, y de las fundacionales en particular, responde a un parámetro peculiar caracterizado por una relación de frases pensadas no sólo para transmitir mejor un mensaje sino también para que éste resulte de fácil comprensión. El texto empieza con la basmala, fórmula religiosa a la que siguen aleyas coránicas e invocaciones religiosas. Más adelante puede leerse la frase ببناء أمر (= ‘ordenó la edificación’), construcción gramatical que precedía al nombre del soberano que daba instrucciones para levantar una obra determinada. Posteriormente se hacía alusión al monarca mediante epítetos y referencias a su genealogía, y luego aparecía el nombre de quien ejecutaba la construcción. El texto se prolongaba con la fecha en la que empezaba la obra y la fecha en la que se concluía, o la duración y las donaciones que se habían asignado para ella. Por último, el epígrafe se completaba con nuevas citas coránicas o frases religiosas.

Cabe señalar, finalmente, otro tipo de inscripciones que se reproducen a manera de sentencias o máximas, normalmente de carácter religioso.

Al hablar de las variedades decorativas de la Alhambra cabe mencionar otro tipo de ornamentación, como es el de las figuras pintadas. Viene muy a propósito recordar en este punto que el texto coránico no contiene ninguna prohibición expresa con respecto a las artes. Detrás de la legitimidad de éstas se hallan la moral religiosa y los valores

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sociales que es preciso seguir. Insistamos, pues, en que las artes figurativas no están prohibidas. En todo caso, fue la comunidad islámica la que, ya desde los tiempos de Mahoma, procurando distanciarse de su pasado pagano, puso freno a la idolatría. Dicho esto, en el caso de la Alhambra, pese al empleo limitado de la decoración figurativa, es posible encontrar ornamentación del tipo descrito. Ejemplo de ello puede observarse en la Sala de los Reyes o en la Casa de las Pinturas.

Señalemos, finalmente, que la ornamentación, ya sea geométrica, vegetal o epigráfica, es parte fundamental del Monumento, en tanto en cuanto es el elemento que otorga belleza a los edificios y hace que éstos destaquen. Precisamente por ello, los tres elementos decorativos se encuentran armónicamente combinados y plenamente integrados, ofreciendo así un espectáculo visual único e incomparable.

LA MEZQUITA MAYOR DE LA ALHAMBRA Desde los inicios de su existencia la mezquita destacó entre los motivos principales de la arquitectura islámica. Siempre ha sido un elemento fundamental en la ciudad, a cuyo alrededor se desarrolla la vida social, política y económica de los musulmanes. Pero, sobre todo, la mezquita representa el centro de la vida religiosa del creyente, el lugar donde cumple con una de los preceptos básicos del islam: la oración o al-halāt. Todos los elementos arquitectónicos y decorativos que forman parte del edificio están pensados para facilitar la concentración, el recogimiento y, en definitiva, la oración del creyente. La propia estructura de la mezquita es una metáfora del universo: su cúpula simboliza el cielo; su base, la tierra; y las columnas, la pieza que conecta estas dos entidades. Entre sus componentes destaca el mihrab, un nicho situado en el muro de la quibla, la dirección que apunta hacia La Meca indicando a los musulmanes el lugar hacia el que tienen que dirigir la mirada para rezar. También el alminar tiene una función principal en el desarrollo de la vida religiosa del creyente, en tanto en cuanto es un faro de luz y sonido desde el cual el almuédano convoca a la oración. En la parte interior del edificio se sitúa el mimbar, púlpito desde el que el imán diserta todos los viernes. La fuente es otro de los elementos presentes en la mezquita. Normalmente está en el patio central, lugar donde el musulmán puede realizar sus abluciones y purificarse antes de entrar en el templo para orar. Es posible que las lámparas que iluminan la sala formen parte del conjunto de objetos con más carga metafórica. Llamadas masābīh o miškāwāt, su simbolismo queda patente en el versículo de la luz de la azora XXIV, denominada “La luz”, en el que se puede leer lo siguiente:

نورهاهللا نور السموت واألرض مثل

اح في زجاجة الزجاجة آأنها آوآب درى یوقد من شـجرة آمشكوة فيها مصباح المصب

لم تمسسه نار نور على نور مـبرآة زیتونـة ال شرقية وال غربـية یكاد زیـتها یضئ ولو

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رب اهللا األمثل للناس واهللا بكل شئ عليمیهدى اهللا لنوره من یشاء ویض‘Alá es la Luz de los cielos y de la tierra. Su Luz es comparable a una hornacina en la que hay un pabilo encendido. El pabilo está en un recipiente de vidrio, que es como si fuera una estrella fulgurante. Se enciende de un árbol bendito, un olivo, que no es del Oriente ni del Occidente, y cuyo aceite casi alumbra aun sin haber sido tocado por el fuego. ¡Luz sobre Luz! Alá dirige a Su Luz a quien Él quiere. Alá propone parábolas a los hombres. Alá es omnisciente’. (Corán5, XXIV: 35)

La Mezquita Mayor de la Alhambra, lugar original donde se ubicaba la lámpara a la que nos venimos refiriendo, fue una de las construcciones importantes atribuidas a Muh ammad III (1302-9). El sultán mandó construir el edificio en 1303 y los gastos de su edificación se sufragaron con los impuestos que pagaban los cristianos. Ibn al-Ŷayyāb (1274-1349), uno de los poetas de la Alhambra y visir de la corte nazarí, dedicó una casida de cuarenta versos a la construcción de la Mezquita. En ella hace alusión a las lámparas de la Mezquita y a cómo la luz de éstas borraba la oscuridad de las tinieblas:

ىمحو نورها غسق الدجیمصابيح “La luz de las lámparas borra la oscuridad de las tinieblas”. La Mezquita tenía tres naves, separadas por arcos que descansaban sobre columnas. Estaba ricamente decorada con epigrafía y varias lámparas iluminaban el espacio. Frente a ella el sultán nazarí levantó unos baños públicos, asignando las rentas de éstos a su mantenimiento. En ella, además, predicaron personajes célebres de la época. Con la llegada de los Reyes Católicos, el templo se transformó en catedral hasta su demolición, que tuvo lugar en 1576. Con posterioridad se levantó la Iglesia de Santa María de la Alhambra, cuya obra finalizó en 1618. De la Mezquita sólo han llegado a nosotros la basa de una de sus columnas y la lámpara de bronce, ambas conservadas en el Museo de la Alhambra.

5 Cf. J. Cortés, El Corán, New York, 1989, p. 339.

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Asimismo, es importante destacar el hecho de que las inscripciones han sido desde su origen un medio de comunicación, así como un tipo de propaganda visual. Han sido usadas por las poblaciones para dejar constancia de sus esperanzas, sus aspiraciones, sus oraciones, sus hazañas, sus propósitos. La visibilidad de las inscripciones les otorgaba, en mayor o menor medida, el papel de textos públicos, puesto que servían para proclamar los principios que regían a la sociedad, declarar la magnanimidad de un señor, atestiguar la pertenencia a una comunidad en lugar de otra. Igualmente, los epígrafes han tenido un papel funcional: muchas veces han servido como fuentes documentales de las que se ha podido recopilar información sobre el objeto que las contiene o el lugar donde aparecen. Por último, no hay que olvidar que siempre han constituido un objeto sublime y una forma de expresión artística, llegando a alcanzar, según las épocas, unos niveles culturales muy elevados.

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