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EL COMERCIO DE PROXIMIDAD EN LA REGIÓN VALENCIANA: UNA
INFRAESTRUCTURA ECONÓMICA DE RECUPERACIÓN URBANA Y SOCIAL
Enrique Sigalat. Dpto Economía y Ciencias Sociales. Universitat Politècnica de
València.
Bernat Roig. Dpto Economía y Ciencias Sociales. Universitat Politècnica de València.
Resumen
Los pequeños comercios van desapareciendo de nuestros barrios y cada vez se gasta
más dinero en los grandes centros comerciales situados en las afueras de las ciudades.
La actual crisis económica y la situación financiera hacen que especialmente el
comercio minorista (detallista) local1 se hunda cada vez más. Además, este soporta una
fuerte competencia con grandes centros y superficies comerciales situadas en centros
poblacionales cercanos que luchan por la conquista del “cliente”. Los cambios que la
globalización comporta en sus diferentes dimensiones, tienen mucho que ver con lo que
ocurre en la esfera local que saca a la luz, la fragmentación social. Ésta se traduce,
además del aspecto económico, en una desestructuración social sobre las formas de vida
y las relaciones entre las personas de las localidades. Como consecuencia, se produce un
nuevo tipo de exclusión social. La de aquellos residentes que dejan de estar integrados
en el nivel económico de su espacio residencial. El ámbito territorial de nuestro trabajo
es el análisis del comercio minorista de la región valenciana y concretamente el de la
comarca de la Safor2 (Valencia) y cuyos datos son extrapolables al conjunto de regiones
del territorio valenciano, ante los cambios sociales y de consumo que ponen en crisis el
espacio urbano-comercial tradicional y la manera de vida de su gente.
1 Se entiende como comercio minorista a toda aquella actividad desarrollada profesionalmente con ánimo de lucro
consistente en ofrecer la venta de cualquier tipo de productos a los destinatarios finales de los mismos, utilizando o
no un establecimiento (AA.VV, 2011). En este tipo de actividad comercial, el comprador no tiene a su alcance los
productos. Entre este y el almacén donde se encuentran los productos hay un mostrador. Es el vendedor quien
muestra los productos y argumenta las características. 2 La Safor es una comarca de la Comunidad Valenciana, con capital en Gandia. Está situada en la zona sudeste de la
provincia de Valencia y está conformada por 31 municipios con una población de 176.544 habitantes (INE, 2016).
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Palabras clave: Espacios Urbanos, Comercio, Territorio, Fragmentación social,
Globalización
El comercio de proximidad: infraestructura económica de recuperación urbana
La actividad comercial tiene una gran importancia en el territorio, tanto por su
contribución a la generación de riqueza y su distribución a través de la ocupación, como
para brindar el acceso a bienes y servicios variados. Asimismo, el comercio ha jugado
históricamente un destacado papel en la vitalidad socioeconómica de los cascos
urbanos, contribuyendo a la "personalidad" de los pueblos, junto con sus principales
atractivos naturales, urbanísticos y artísticos, entre otros.
El comercio juega un papel fundamental en las localidades, no solamente por su
importancia económica; también porque es un instrumento de abastecimiento de la
población y permite comprar el que necesitan los ciudadanos; y, sobre todo, por qué es
un elemento de vida social, de relaciones y de contactos entre ciudadanos. Y es que en
gran medida, la oferta comercial condiciona la calidad de vida de la ciudadanía, al ser
un factor esencial para cubrir sus necesidades de consumo y de ocio. El comercio es un
factor importante de diversificación y de crecimiento económico. Además, es un
instrumento vertebrador de cualquier localidad, puede equilibrar y estructurar la trama
urbana.
El mercado de centros comerciales de España ha sido - y todavía es - muy atractivo para
los inversores. Pero se trata de un capital financiero “nómada” - que no se invierte o no
está arraigado en el territorio, sus beneficios rebotan fuera de la comarca (región) a
manos de grandes corporaciones empresariales y fondos de inversión – contrariamente
al caso del capital productivo (local). La mayoría de los proyectos de centros
comerciales se plantean fundamentalmente como una actividad inmobiliaria, dirigida a
alquilar espacios al sector privado. Además, en los últimos años los principales fondos
de inversión, con el objetivo de obtener la mejor rentabilidad de sus recursos, están
integrándose en la propiedad de los centros comerciales (Informe diagnosis del sector
comercial urbano, Plan Estratégico Santa Pola, 2012).
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El desarrollo de las “ciudades del consumo” ha transformado la geografía urbana y los
hábitos de consumo y de vida de los ciudadanos. Y no solamente de sus ciudades sino
también estas transformaciones se dejan sentir en poblaciones próximas cómo es el caso
del objeto de estudio. En cualquier lugar del mundo es posible encontrar, con la misma
arquitectura y distribución de espacios, grandes superficies y grandes centros de
comercio y ocio. Es la manifestación más evidente de la globalización comercial. Por
eso se considera que son las “catedrales” de la nueva “religión del consumo” que se
extiende por todo el mundo.
Una de las tristes consecuencias (y transformaciones) es que las calles de las localidades
pierden su tradicional importancia como lugares de estancia y encuentro, y los
ciudadanos las usan sólo como lugares de paso entre las viviendas y los centros
comerciales. Cerrados en estas artificiales “ciudades” del comercio, ignoran las ofertas
de ocio y cultura no consumista que los pueda ofrecer su localidad y alejan las
posibilidades de desarrollo urbano más humano, en el cual la vida y el contacto con
otras personas sucede en espacios abiertos y públicos. No se ha reflexionado
suficientemente sobre lo que supone el triunfo de estas “ciudades interiores” creadas por
el comercio. Aunque la sensación de soledad, inseguridad y falta de alicientes que siente
el moderno “urbanita” encuentre alivio en ellos, lo arrastra a un estilo de vida
materialista y, ¿más satisfactorio?
El comercio de proximidad - las “tiendas de toda la vida”- es uno de los pilares en los
cuales se asienta la vida de un barrio. No solamente cubre las necesidades de
abastecimiento diario y posibilita en muchos casos puestos de trabajo, sino que además
cumple unas inestimables funciones de socialización vecinal. En estas “tiendas de toda
la vida”, buena parte del vecindario no solamente se encuentra, conversa y se relaciona,
sino que muchas veces los tenderos y tenderas son quienes mejor conocen la realidad
cotidiana (necesidades y carencias económicas y afectivas) de una población que por
edad, necesidad de alivio o comunicación, conocimiento mutuo o hábito, deposita en
ellas una confianza que le trae a mostrar partes de su intimidad que no comparte con
casi nadie más. Los tenderos y las tenderas son verdaderos asistentes sociales sin
reconocimiento oficial que no solamente adaptan la mercancía a los gustos y
posibilidades de cada cual, sino que posibilitan una comunicación con un fruto mucho
más positivo que el de muchas terapias oficiales. Tienen el trato humano directo, huyen
de las prisas. En definitiva, hacen barrio e impulsan las relaciones de vecindad.
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En este sentido, partimos de la premisa que el mejor urbanismo es el que crea espacios
de “intercambios" de bienes, ideas y relaciones sociales. Y una de las "infraestructuras"
económicas que posibilita esto en una localidad es el “comercio”. Nuestro tema de
investigación analiza las relaciones que se establecen en el comercio de proximidad
como actividad de recuperación urbana en el territorio.
El artículo se estructura en cinco apartados. Su punto de arrancada es una radiografía de
la realidad del comercio de proximidad en la región valenciana, centrándose en la
comarca objeto de análisis. Un segundo y un tercer apartado, estrechamente vinculados,
centran las bases conceptuales teóricas necesarias que tratan sobre el tema, y que dan
cuenta juntamente con los datos aportados, de la crisis del espacio urbano-comercial
tradicional y de la fragmentación social. Los apartados cuarto y quinto, centran la
discusión sobre el modelo espacial de distribución comercial y el papel crucial del
comercio minorista para la reinterpretación del desarrollo urbano, vinculándolo con el
importante arquetipo de la sostenibilidad urbano-territorial. Y finalmente, un último
punto de conclusiones que derivan de los resultados obtenidos y de su análisis y
discusión, y donde se muestran las posibles implicaciones sobre la idoneidad del
modelo de distribución comercial futuro en el territorio, y el marco contextual de un
proyecto para abordar los desafíos del comercio minorista según los supuestos teóricos
comentados.
a) Una radiografía del comercio minorista
La actividad comercial, que agrupa al comercio minorista, mayorista e intermediarios
del comercio aportó en 2013 el 12,3% al Valor Añadido Bruto de la economía española.
Dentro del sector terciario, la actividad comercial ha tenido un papel destacado. Ha
aportado el 12% de las nuevas afiliaciones realizadas durante el año 2014. El comercio
minorista aporta en la Comunidad Valenciana el 11,9% de afiliados a la actividad
económica global y en España, el 10,9%. Las empresas comerciales valencianas
representan el 10,6% del sector empresarial nacional. En el año 2014 había 51.538
empresas de comercio minorista en la Comunidad Valenciana, un 15,5% del tejido
empresarial. La estructura de la empresarial muestra un predominio de microempresas y
pequeñas empresas en la actividad.
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Sin embargo, según datos del Informe de Distribución Comercial Valenciana, desde el
año 2007, han cerrado un total de 11.260 comercios (-14,7%). Se trata sin duda de cifras
preocupantes, porque la actividad comercial es una de las principales actividades
económicas de la Comunidad Valenciana: aproximadamente una de cada cuatro
personas trabaja en esta actividad y, según la Contabilidad Regional del Instituto
Nacional de Estadística, genera, junto con la hostelería y el transporte, el 24,6% del PIB
regional3.
El empleo autónomo ha crecido en el último año (2,7%) y durante el periodo 2009-
2014. Durante el periodo de crisis, 2009-2012 nacieron poco más de 22.100 empresas
de comercio minorista en la Comunidad Valenciana, a pesar de la coyuntura económica.
Los motivos por los que el empleo por cuenta propia va incrementando su porcentaje de
participación en el empleo son diversos, aunque lejos de la ingenuidad, puede destacarse
el hecho de que durante el periodo de crisis el comercio minorista se ha convertido en
un subsector refugio para los desempleados por ser una actividad poco exigente en uso
de las tecnologías, formación académica o niveles de inversión4.
En la comarca de la Safor, el comercio de proximidad, en su formato tradicional, está
reduciendo su participación en el conjunto del mercado. El comercio minorista
(detallista) se enfrenta a desafíos muy diversos. La crisis económica, la caída del
consumo, la carencia de innovación y profesionalización del sector, los retos
tecnológicos y patrones de consumo cambiantes5. Así como la irrupción de las grandes
superficies comerciales. Algunos de estos desafíos ya quedaban reflejados en el Libro
Verde del Comercio elaborado en 1996 por la Comisión de las Comunidades Europeas.
Nos centraremos aquí específicamente, en la presión de las grandes superficies y centros
comerciales, así como la de las franquicias y cadenas; relacionando este sector con el
hecho territorial.
Los datos en lo concerniente al comercio minorista en la comarca de la Safor son, como
los del conjunto de la región valenciana: preocupantes. La variación de actividades
3 Informe Anual de la Distribución Comercial de la Comunidad Valenciana (2012). Según el INE, en 2010 la
actividad comercial, que agrupa al comercio mayorista, minorista y venta y reparación de vehículos a motor, aportaba
el 12,2% del PIB regional. 4 Datos consultados y extraídos del Informe Anual de la Distribución Comercial Minorista de la Comunidad
Valenciana (2014). Observatorio del Comercio, Oficina Pateco Consejo de Cámaras de la Generalitat Vvalenciana. 5 Se puede consultar el informe de IBM y la New York University Stern School of Business:
"Distribución minorista Retail 2020: Reinventando la distribución minorista... una vez más (2012)", donde se esbozan
las características que tendrá la distribución minorista en 2020 y se señalan las implicaciones para los distribuidores
en la actualidad.
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comerciales minoristas en la comarca desde el año 2007 hasta 2012, se cifra en
negativo: - 24,3% (ver tabla I). En la Comunidad Valenciana, la pérdida de comercio al
por menor representa un -26%. Y en la provincia, el -26,2%. El comercio comarcal se
concentra sobre todo en la capital, Gandia, donde actualmente representa el 58,5% del
total; 1.749 actividades comerciales detallistas. La capital comarcal y cabecera
comercial, ha perdido desde el año 2007, un total de 281 actividades minoristas (un -
13,9%). Pero para el resto de municipios de la comarca, las cifras tampoco pintan bien.
En cuanto a la pérdida de músculo de comercio tradicional, destacar que el municipio de
Oliva está 7 puntos - y en negativo - por encima de la media provincial y de la
Comundiad. La localidad de Tavernes de la Valldigna se encuentra a más de 19 puntos
(y en negativo) de la media de la provincia y de la Comunidad - cuestión más que
preocupante -.
El análisis del comercio detallista por sectores muestra que un 30% del total a la
comarca corresponde a productos alimentarios, bebidas y tabaco. La Safor, ha perdido
957 actividades comerciales minoristas. De 3.946 actividades comerciales minoristas en
2007, se ha pasado a 2.989 actividades al periodo considerado y según los últimos datos
disponibles. Esto se traduce en una pérdida muy significativa de comercio minorista
local, y consecuentemente de ocupación. En esta comarca, el sector de los servicios es
el que registra el mayor número de contrataciones, aunque con importantes oscilaciones
temporales debidas al turismo. Sin embargo, también es el que más demandas de
parados registra, un 74,3% (Servef, julio 2015).
Tabla I. Variación de actividades comerciales detallistas, comarca de la Safor
7
Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Anuario Económico de La Caixa, 20146 .
En cuanto a los municipios de la Safor, es la ciudad de Gandia la más grande en cuanto
a población, con un total de 75.514 habitantes (INE, 2016). Gandia representa el 43,3%
de población respecto de la comarca. Destacar que, al periodo considerado, esta ciudad
ha perdido – como decíamos - casi un 14% de empresas de comercio minorista, es decir,
281 comercios. Esta pérdida de comercios, sitúa a Gandia a niveles similares a los de
hace 12 años, concretamente a los del año 2003, donde la cifra era de 1.734 comercios
detallistas. Datos más terribles encontramos en las localidades de Oliva y de Tavernes
de la Valldigna, donde en números absolutos se han perdido, 232 y 246 actividades
comerciales minoristas respectivamente (Anuario Estadístico de La Caixa, 2014). Son
datos que traducen que, en general, el sector comercial comarcal no disfruta de muy
buena salud. Y es que, se ha perdido una cuarta parte del comercio minorista en el
6 Esta fuente estadística no contempla datos de los municipios de menos de 1000 habitantes.
Municipios % Variación 2007-2012
ADOR -16,7
ALMOINES -29,2
BARX -25
BELLREGUARD -24,5
BENIARJO -21
BENIFAIRÓ DE LA VALL. -46,2
BENIRREDRA -44,3
DAIMUS -20,8
GANDIA -13,9
LA FONT D'EN CARRÓS -28,9
L'ALQUERIA DE LA C. -51,2
MIRAMAR -32,6
OLIVA -33,3
PALMA DE GANDIA -28,6
PALMERA 0
PILES -40,3
POTRIES -58,2
RAFELCOFER -40,2
REAL DE GANDIA -21,4
ROTOVA -35,7
SIMAT DE LA VALL. -2,4
TAVERNES DE LA VALL. -45,6
VILLALONGA -16,8
XERACO -31,8
XERESA -37,3
8
conjunto de la comarca de la Safor. El comercio de proximidad, en su formato
tradicional, está reduciendo su participación en el conjunto del mercado.
Con todo, hay que destacar sobre el resto de municipios de la Safor, la frenada que ha
experimentado la ciudad de Gandia en el crecimiento constante que llevaba antes de
2007 de este tipo de comercio, en toda la diversidad de formatos y tipología de
producto. Una cuestión ciertamente preocupante, en una ciudad que cuenta con una
importante área de influencia supracomarcal - de influencia directa o compartida con
municipios de la Safor, pueblos de la Vall d'Albaida y también de la Marina Alta -, y
que ha devenido siempre el núcleo comercial de las Comarcas Centrales Valencianas.
En el Plan de Acción Comercial (Pateco, 2010), se señalaba que el área de influencia de
Gandia la componían 82 municipios con un total redondeando de más de 360.000
habitantes. En cuanto al resto de los municipios de la Safor con mayor número de
población, concretamente Oliva y Tavernes de la Valldigna, les ocurre lo mismo. Los
pueblos más pequeños, en general, muestran los últimos años también un significativo
decaimiento del comercio minorista.
Las señales de aviso de pérdida de comercio minorista del conjunto de la comarca,
vienen a producirse ya en 2007. Es decir, antes de la crisis económica que se inicia en
2008, aunque es un hecho evidente que se agrava con esta. Sin embargo, la crisis
económica no es el único factor que explica la minoración gradual del mapa comercial
comarcal. Cómo decíamos al principio de este artículo, se aúnan muchos factores.
La actividad comercial más allá del aspecto económico, es un instrumento que impulsa
y aglutina la vida urbana, y es un elemento fundamental de cohesión del tejido social y
del territorio. Los comercios locales y los mercados de barrio son fundamentales para la
salud de nuestras comunidades. Es habitual que sus propietarios vivan en la zona, por lo
que el dinero gastado en sus tiendas también ayuda a fortalecer la economía local. Este
contribuye a dar personalidad, imagen y vitalidad en ciudades y municipios, pudiéndose
convertir en un elemento atractivo de las mismas. El comercio por lo tanto es una
actividad que genera riqueza, aporta bienestar y calidad de vida a la ciudadanía, y es un
instrumento dinamizador y vertebrador del espacio urbano. Y es que ninguna localidad
quiere cultivar calles desiertas.
9
Gráfico 1. Actividades comerciales minoristas de los municipios de mayor tamaño de
la Safor, 1996-2012
Fuente: Elaboración propia, Anuario Económico de La Caixa, 2014.
b) El comercio hace ciudad, da vida a la ciudad
La actividad comercial es uno de los elementos más importantes de la recuperación
urbana (Weber, 1987). Especialmente por el efecto de arrastre que puede representar
sobre otras actividades, así como por su importancia como factor dinamizador de la vida
ciudadana. El comercio pone en contacto a las personas con las mercancías y los
servicios, es un espacio de convivencia singular, y necesario. El comercio hace ciudad,
da vida en la ciudad, no es una frase hecha, es una realidad constatable.
En el amplio abanico de factores, agentes, situaciones y sensibilidades que confluyen en
las localidades, la actividad comercial, adquiere especial importancia no solamente por
englobar una relación económica de compraventa que genera atracción. Si no también
por ser un espacio de intercambio de relaciones sociales y de servicios. La Comisión de
las Comunidades Europeas argumenta que la actividad comercial contribuye a la calidad
de vida de las localidades. Donde las tiendas de barrio constituyen el centro de muchas
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500
1000
1500
2000
2500
1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012
Gandia
Oliva
Tavernes
Xeraco
Bellreguard
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actividades humanas. Y es que el comercio está presente en el concepto de ciudad, sea
como causa o como consecuencia7.
Todo esto, pone de manifiesto la importancia de la actividad comercial en el espacio
urbano. Esta ejerce una clara función de vertebración y dinamización del territorio, que
genera “centralidad” y que hace atractiva a una localización. Siendo cierto que el
comercio por sí mismo no puede “revivir la ciudad” (Sogaro, 1999), no podemos negar
el papel crucial que la actividad comercial ejerce en la recuperación de los cascos
urbanos. La vida urbana no ha florecido en ninguna civilización, sin la presencia de
establecimientos comerciales. El comercio minorista es una de razones de ser de la
ciudad, que hace posible la vida urbana, que explica su cohesión interna y justifica gran
parte de las dinámicas de la ciudad.
Sin embargo, la relación que el comercio minorista tiene con la ciudad moderna, tiene
muy poco a ver con la de tiempos pasados. Actualmente, es un hecho evidente el reto
que supone para el comercio minorista tener que enfrentarse a la competencia de las
grandes superficies, los centros comerciales y también a la evolución tecnológica. El
desplazamiento en general, en las últimas décadas, de gran parte de la actividad
comercial - y social - del centro vital de las ciudades, ha propiciado la aparición de
barrios periféricos, en detrimento de los centros históricos, donde se aglutina gran parte
de la actividad del comercio minorista tradicional (Molinillo, 2002).
Esta tendencia tiene ya un efecto inmediato identificado en los centros urbanos de las
medias y grandes ciudades. El comercio minorista situado en estas áreas se encuentra en
una situación complicada debido tanto a efectos de la competencia de las grandes
superficies y centros comerciales, como al declive económico y demográfico de la zona.
Pero este hecho también trasciende a localidades del área de influencia próxima de las
ciudades, y sobre las cuales gravitan comercialmente. Esto es un reflejo de aquello que
ocurre en muchas localidades de la comarca. La atracción - y evasión de gasto - que
generan Gandia y las grandes superficies y centros comerciales están afectando
negativamente el comercio minorista de algunos municipios. Paradójicamente,
municipios del área de influencia más próxima a la cabecera comercial, han perdido un
porcentaje significativo de comercios. Es el caso por ejemplo de municipios como
Bellreguard, un -24,5%; Daimús, un -20,8%; l'Alqueria de la Comtessa, un -51,2%;
7 Libro Blanco del Comercio (1999). Comunicado de la Comisión de les Comunidades Europeas.
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Miramar, un -32,6% o Piles, un -40,3%. Nos encontramos pues, ante un proceso que
afecta a la estructura urbana de las localidades y a la manera de vida de su gente.
La presencia de grandes centros y superficies comerciales a poblaciones próximas,
concretamente, Gandia y Oliva, con una oferta comercial amplía y diversa y sin
problemas de aparcamiento, hacen que haya una evasión importante del gasto del resto
de pequeños municipios de la comarca hacia ellas. Tampoco podemos obviar que la
fidelidad de los consumidores no depende solamente de la proximidad del comercio,
puesto que cada vez pesa más el binomio de “compra-ocio”. A este respeto, son
interesantes algunos de los datos que arroja un estudio8 realizado a un municipio de la
comarca de poco más de 3.750 habitantes, y que se cita más arriba, nos referimos
concretamente al municipio de Bellreguard - a menos de 5 Km de Gandia y de los
grandes formatos comerciales -, en cuanto al desplazamiento de la demanda y evasión
de gasto. Sus conclusiones pueden extrapolarse al resto de pueblos de la Safor.
En Bellreguard, las nuevas áreas de ejecución, sobre todo en la construcción del área
residencial oeste 1 y 2 (Plan Ordenación Urbana, Ayuntamiento de Bellreguard, 2013),
han albergado fundamentalmente a población de pueblos cercanos y de la vecina ciudad
de Gandia. Paradójicamente son los que más responden al término "urbanita", puesto
que son habitantes de esta nueva área residencial los que menos inclinación tienen por el
comercio de barrio. Así, casi la mitad la población del municipio (48%) realiza la
“compra fuerte” - la denominada semanal - en otros municipios, principalmente en
Gandia, el 86 % del total. En el área oeste 1 y 2, esta cifra aumenta hasta el 92% entre
sus vecinos: a la postre, los formatos comerciales de compra preferidos para la mayoría
son los centros comerciales, hipermercados y supermercados; por este orden.
Mientras tanto, los residentes tradicionales encuentran dificultades para realizar sus
compras cotidianas (la característica predominante de los vecinos en las edades de 60 y
más años es la de comprar mayoritariamente en el comercio local, siendo también las
edades que más problemas de desplazamiento tienen ante la pérdida de comercio local
que sufre el municipio), los comercios de proximidad ya no están tan cerca y dejan de
encontrar establecimientos adecuados en su nivel de renta o a su manera de vida, lo cual
se traduce en una desestructuración social sobre las formas de vida y las relaciones entre
las personas de la localidad. 8 Agencia de Desarrollo Local del Excelentísimo Ayuntamiento de Bellreguard (Valencia), Estudio Social y
Económico de Bellreguard (2012).
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Ciertamente, la introducción y proximidad de estos nuevos formatos comerciales
suponen economías de escala que superan la potencialidad de la oferta comercial del
municipio comentado, pero también de la mayoría de los municipios de la comarca, que
quedan atrapados entre las grandes polaridades comerciales.
c) Crisis del espacio urbano-comercial tradicional y fragmentación social
Los grandes formatos comerciales quedan lejos del urbanismo más humanizador de las
ideas planteadas por la activista urbana Jane Jacobs (1973), y de la ciudad como la
forma del encuentro y de conexión de todos los elementos de la vida social que
propugnaba Henri Lefebvre (1969). Es decir, está lejos del modelo de comercio de los
asentamientos humanos, recuperando la ciudad para el ciudadano, en un intento de
hacer revivir las ciudades, la rica vida urbana, humanizar la calle y espacios públicos,
revitalizar los mercados locales, etcétera. Parece pues al contrario, estos formatos
comerciales generan y reproducen una lógica desarrollista y de homogeneización de
espacios (artificiales) que afectan tanto al comercio - sobre todo minorista - como la
estructura social.
Somos conscientes de los cambios que se han producido en el sector de la distribución
comercial minorista si bien, esto es un proceso generalizado en el ámbito estatal. Los
grandes centros y superficies comerciales, y los cambios que la globalización comporta
en sus diferentes dimensiones, tienen mucho que ver en el que ocurre en la esfera local.
Cómo advierte Toro (2009), el motivo de la cada vez mayor producción de centros
comerciales responde a la propagación de una influencia cultural del consumo, una
forma de vida que ha sido exportada a todas partes debido al proceso más reciente de
globalización económica. Es la manifestación más evidente de la “globalización
comercial”.
En la Safor, y centrándonos en Gandia, el aumento de superficie comercial de este tipo
de formatos ha sido espectacular en cuanto a los últimos debes de años. Se ha pasado de
los 23.502 m2 de superficie comercial en el año 2002 hasta llegar actualmente a los
78.955 m2 superficie comercial. En Gandia, encontramos el 100% de los centros
comerciales de la comarca - pero no todas las grandes superficies -. Hay localizados 4
centros comerciales que ocupan una superficie de 78.955 m2. La dura competencia a la
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cual los grandes centros y superficies comerciales someten al comercio minorista local,
y los nuevos retos y desafíos que comporta el proceso de globalización para los
“espacios locales” sacan a la luz la fragmentación social.
Esta fragmentación se traduce, además del aspecto económico, en una desestructuración
social sobre las formas de vida y las relaciones entre las personas de las localidades.
Como consecuencia, se produce un nuevo tipo de exclusión social, al decir de García
Ballesteros (2000), el de aquellos residentes que dejan de estar integrados en el nivel
económico de su espacio residencial. Pensemos por ejemplo, como perjudica todo esto a
las personas con rentas bajas y a aquellos residentes que no disponen de vehículos
privados, personas de edad y jóvenes. Cuando se pierde comercio en la comarca - y se
ha perdido una cuarta parte del comercio minorista al conjunto de la Safor -, no sólo se
cierran negocios. También se cierra para ciertos colectivos, la posibilidad de acceder a
ciertos bienes y productos en el mismo espacio residencial municipal.
La cuestión es que todo esto produce efectos indeseados que no se han estudiado
demasiado. Pensemos como afecta todo esto a la gente más mayor que no tiene vehículo
privado y tiene que ir a otras poblaciones de la comarca. No obstante, hay 22
municipios de la Safor (70% del total) que presentan un índice de envejecimiento9 en
general bastante por encima de la media provincial cifrada en 114,8%. El índice de
envejecimiento comarcal se cifra en el 116,9%. Hay municipios que permanecen con un
índice de envejecimiento mayor al 200%, por ejemplo: Ador, Almiserà, Barx, Llocnou,
Palma de Gandía o Potríes. Nos encontramos pues, frente a un proceso que afecta a la
esructura urbna de las localidades y a la manera de vida de su gente. El comercio de
proximidad entendido como “dotación” del espacio urbano determina que un barrio sea
más habitable. Ante los cambios sociales y de consumo, que han puesto en marcha los
procesos de descentralización de los servicios de distribución comercial, se pone en
crisis el espacio urbano-comercial tradicional.
En esta línea, resulta muy ilustrativo lo que dice Javier Toro (2009) sobre estos centros
comerciales y los paisajes artificiales que crean. Éste proclama que el proceso de
creación de los malls - centros comerciales - se ha visto en bastantes ocasiones como
una amenaza, fundamentalmente para el tejido comercial minorista. Estos, en las áreas
en desarrollo actúan como fuente de segregación social y escenifican también el lado
9 Porcentaje que representa la población mayor de 64 años respecto a la población con menos de 15 años.
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más amargo y contradictorio de la era global del desarrollo. Desde la perspectiva de la
competencia territorial, es un hecho analizado la reducción del gasto evadido que ha
realizado Gandia con la apertura de nuevos formatos comerciales (grandes centros y
superficies). Además, se tiene que ver y tener también en cuenta la competencia entre
ciudades del entorno a nivel supra comarcal - Centro Comercial Portal de la Marina en
Ondara, y otras localidades de comarcas vecinas -. De acuerdo, pero esta cuestión de la
competencia territorial, no es elemento justificativo para hacer prevalecer aquello del
cuánto más, mejor.
Este modelo de desarrollo comercial concentrado, y que ha puesto de manifiesto la
política altamente favorecedora y permisiva en la proliferación de grandes centros y
superficies comerciales en la periferia de nuestras ciudades y grandes áreas urbano-
metropolitanas, posee unas características y atributos si no cuestionables para la
sociología y la economía urbana. Destacamos los siguientes:
- Aleja en las ciudades de la sostenibilidad, lo cual va en contra de la promoción de
ciudades sostenibles al destruir el comercio urbano tradicional.
- Incrementa la utilización del vehículo privado, el tráfico y la dispersión urbana. Hay
una creciente dependencia del vehículo privado y por lo tanto contaminación
(acústica y ambiental).
- Provoca una ampliación de las infraestructuras de comunicaciones favorecedoras del
vehículo privado. Así mismo, provoca una ocupación de espacios verdes y abiertos
de las periferias urbanas.
- Perjudica las rentas bajas y a aquellos que no disponen de vehículos privados,
personas de edad y jóvenes.
- Provoca una gradual desertización de los centros urbanos y de la riqueza vivencial -
diversa y multifuncional - de los barrios.
- Presionan al comercio urbano tradicional y destruyen ocupación local bloqueando
los canales de distribución de los pequeños productores procedentes de la región.
- Las grandes corporaciones dictan los términos y condiciones bajo las cuales se
produce y se distribuye.
- Tienen una política comercial que tiende a uniformizar el mercado y no tener en
cuenta los gustos y preferencias locales produciendo a medio plazo que las
comunidades regionales adopten hábitos uniformadores, con consecuencias graves
para la diversidad económica local-regional.
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- Por otro lado, estos grandes formatos comerciales producen una pérdida del trato
humano y personalizado que habitualmente se da en el comercio minorista.
Producen una uniformización-homogeneización cultural que remite, finalmente, a
una pérdida de identidad o señales de identidad. Es decir, a una homogeneización de
la cultura, los gustos, necesidades y preferencias.
Pero la creación de estos espacios artificiales ha ido más allá para ir gradualmente
reproduciéndose en los centros comerciales “abiertos” 10
de las ciudades. De un tiempo
a esta parte, es un hecho que los principales ejes comerciales de todas las ciudades se
han ido convertido en copias casi exactas - salvaguardando las diferencias urbanísticas
de cada ciudad - en cuanto a la oferta de establecimientos (Gran Vía de Madrid, La
Milla de Oro en Granada... ¿Centro Histórico de Gandia?). Y es que parte del “viejo”
comercio tradicional ha sido relegado dentro de muchas ciudades siguiendo el protocolo
homogeneizador de las franquicias y cadenas multinacionales. Convirtiéndose en
ciudades franquicia con paisajes, modas y sabores en cadena, en las cuales los
ciudadanos comen, consumen y visten de manera parecida. Las franquicias tienen sus
pros y sus contras. Es cierto que la implantación de una franquicia supone un efecto
multiplicador de tráfico de peatones en una calle, lo cual beneficia al resto. Pero
rehuyamos la ingenuidad, la competencia en cuanto a estas franquicias o grandes
enseñas - vía precios - es prácticamente imbatible. Cómo también lo es el alto precio de
los alquileres en los centros urbanos, por no hablar de la liberalización de horarios y sus
impactos para el comercio tradicional.
Así por ejemplo, el que se disparan los precios de los alquileres en los centros urbanos
puede tener efectos perniciosos. En cierta medida, puede afectar al hecho que los
propietarios de los comercios minoristas prefieran cerrar su negocio, abrirlo - quizás sí o
no - en otros barrios y alquilar el establecimiento a unas cadenas o franquicias,
dispuestas a pagar mayores cantidades para estar en el “corazón” comercial de una
ciudad. Este fenómeno se ha producido en centros urbanos de ciudades como Barcelona,
Madrid, Sevilla, entre otros, donde propietarios de comercios minoristas han preferido
alquilar a franquicias - gracias al incremento de los precios de los alquileres que ha
10
Se trata de un espacio urbano delimitado que agrupa una oferta integrada de comercios y otros negocios
independientes que cooperan entre sí para mejorar su atractivo y compartir servicios, diferenciándose de otras formas
de comercialización (centros comerciales cerrados, grandes superficies, etc.). Y es una fórmula comercial de apoyo al
comercio tradicional. Por ejemplo, en la comarca objeto de análisis, el Centro Histórico Comercial de Gandia.
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facilitado en parte el esfuerzo municipal para hacer un centro peatonalizado agradable y
muy dotado en cuanto a servicios - que no seguir en el negocio. Bien sea por
rentabilidad económica o por el fin de la moratoria para los alquileres antiguos de
locales comerciales - esto amenaza a unos 200.000 establecimientos españoles - con
valor patrimonial e identidad urbana, la cuestión es que todo esto produce efectos
indeseados que no se han estudiado demasiado. Los desafíos y retos para el comercio
tradicional, ¡están! Y todo lo anterior no es una moda pasajera.
d) La demanda de una visión integral del modelo comercial
Así, la recuperación de la creciente degradación urbana y del territorio, tiene que
asignar al modelo espacial de distribución comercial y a las nuevas formas del comercio
un papel crucial para la reinterpretación del desarrollo urbano desde la perspectiva de un
urbanismo humanizado y sostenible. La transformación del modelo comercial hacia su
concentración en grandes superficies en las periferias urbanas, y de una oferta en manos
de grandes grupos transnacionales, origina inquietudes y reflexiones que trascienden su
dimensión sectorial. El modelo de venta al por menor y distribución territorial, afecta de
manera sustancial a dimensiones socioeconómicas, culturales y de bienestar de la
sociedad actual, con implicaciones espaciales especialmente relevantes en ciudades y
municipios. Esto demanda una visión integral, sistémica, entrelazando la dimensión
comercial con el ambiental, cultural, socio-económica y territorial.
En consecuencia, ante los nuevos retos que supone la globalización para las economías
locales y el desencadenamiento de reacciones de homogeneización, en cuanto a las
actuaciones sociales, económicas y productivas hay que preguntarse: ¿y que pasa con la
actividad económica comercial de sus gentes y del territorio? Pregunta de difícil
contestación. La globalización impulsa la necesidad de fortalecer el espacio local
porque la persona y la empresa viven en un territorio. La globalización desencadena una
reacción de homogeneización en cuanto a las actuaciones sociales, económicas y
productivas. Esto comporta la anulación de las capacidades e identidades de muchas
localidades y de muchas formas de proceder del individuo. La globalización ha llevado
la paradoja de la distancia. Conocemos más cosas de fuera que las de aquí. A menudo se
copian las mismas cosas que podrían encontrarse en cualquier lugar del mundo y no
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aprovechamos nuestro contexto, lo endógeno y todo aquello que hacemos bien, y en lo
que somos buenos.
Frente a esto, la estrategia de supervivencia que se plantea para localidades y empresas
de medio y pequeño tamaño, es la de potenciar los recursos y el saber-hacer que les son
propios. El proceso de globalización, entendido como la tendencia a la unificación
económica de los países, ha provocado cambios en las relaciones, algunos de los cuales
están orientados hacia la liberalización comercial internacional, que supone, entre otras
cuestiones, la supresión de restricciones a los flujos de capital. La adecuación de los
sistemas económicos nacionales al nuevo marco de competitividad produce que, en los
contextos locales, se originen, por un lado, situaciones de apertura y acercamiento a la
información y conocimiento, a recursos de todo tipo y al mercado internacional para
algunos productores del ámbito local y, por otro lado, una importante competencia en
términos de precios y calidad que algunos de estos productores locales no tienen las
condiciones más oportunas para hacer frente.
e) Modelos de distribución comercial. Buscar la compatibilidad
Todo lo comentado anteriormente, pone sobre la mesa un tema de gran actualidad y
urgencia. Su tratamiento exige una diversidad de enfoques y lecturas que afectan
aspectos: socio-económicos, culturales, laborales, ambientales, de ordenación del
territorio y especialmente, al reciente e importante arquetipo de la sostenibilidad
urbano-territorial. Hay que advertir que, en realidad no se trata de escoger sólo una de
las dos opciones extremas del modelo de distribución comercial: el pequeño comercio
frente a la gran superficie comercial de las periferias. Se trata de buscar la posible
compatibilidad. Pero claro, esto exige una firme voluntad, y una serie de exigencias,
normativas, limitaciones y condiciones que, inequívocamente, no destruyan al comercio
tradicional de nuestras localidades y ciudades. Necesitamos el comercio tradicional,
porque hace de nuestras áreas urbanas y comarcas, entornos diversos, alegres,
socialmente equitativos, culturalmente y medioambientalmente respetuosos, accesibles
y sostenibles.
Los comercios tradicionales tienen que protagonizar la recuperación de la ciudad viva,
relacional, multifuncional, comercialmente justa, socialmente equitativa, medio
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ambientalmente respetuosa, culturalmente diversa y generadora de ocupación estable,
así como impulsora de un circuito financiero local con el máximo de actividades
económico-productivas regionales. Asimismo, este modelo comercial tradicional facilita
la pervivencia del sector agropecuario local-comarcal-regional, con productos frescos de
temporada y calidad.
Además, este comercio no solamente preserva la biodiversidad sino también las señas
de identidad cultural tradicionales. Revaloriza lo local frente a los aspectos negativos de
la globalización y uniformidad cultural, ya que evita o dificulta la homogeneización de
gustos, necesidades y preferencias. Y también recupera la producción comarcal de
bienes y servicios, así como el hecho artesanal y las señales de identidad local. Y no
menos importante, facilita la vida de importantes colectivos sociales con dificultades
para acceder a las grandes superficies de periferia: jóvenes, jubilados, gente mayor,
etcétera. Pero entre estas cuestiones comentadas y otras, tal vez sea el aspecto más
importante a valorar, el sustancial papel del comercio tradicional en la recuperación y
regeneración urbana, con criterios de sostenibilidad de un urbanismo más sostenible, y
más humano.
Conclusiones
Finalmente, consideramos que ha llegado la hora de analizar con rigurosidad y
seriamente la conveniencia o no de permitir más proliferaciones de grandes formatos
comerciales en nuestro territorio. No se puede actuar de forma arbitraria y sin una
planificación que no tenga presente el hecho territorial y todas sus singularidades. No
hacerlo, sería un gran error que dejaría en jaque mate al comercio tradicional y se haría
un flaco favor a las generaciones futuras.
En este tema, no se puede actuar de forma arbitraria y sin un plan aparente. Por el
contrario, se requiere una planificación a largo plazo de la política económica y
comercial que cambie el modelo productivo actual. Por lo comentado, aquello más
razonable sería revisar, la idoneidad del modelo de distribución comercial futuro y que
busque la compatibilidad. Sobre todo, después de una política que ha sido altamente
permisiva en la proliferación de grandes formatos comerciales en la periferia de nuestras
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ciudades y sin una planificación a largo plazo. A los protocolarios estudios del impacto
socioeconómico de la instalación de grandes superficies y centros comerciales - y donde
priman sobre manera los indicadores económicos y de rentabilidad económica y la
cuestión de la competitividad territorial -, en relación a la actividad comercial
tradicional, se tendría que añadir rigurosos análisis sobre los impactos “sociales” sobre
la estructura urbana de las localidades y de cómo afectarían a la manera de vida de su
gente.
Hoy por hoy, incrementar la superficie comercial con un comercio que lo está pasando
mal y con el actual descenso del consumo genera suficientes dudas. Resultaría pues
incomprensible. Hay que tener especial cuidado para no cometer errores que serían
desastrosos para la vida del comercio tradicional y también de nuestros pueblos. Con la
pérdida de comercio, se retrocede en calidad y diversidad de lo cotidiano. Pero también
se pierde parte de la cultura, historia e identidad de nuestros pueblos.
Para finalizar, advertir que, por todo el comentado, tal vez fuera interesante la
generación de un proceso de información y concienciación sobre la importancia de la
profesionalización del comercio minorista, vistos los retos a los cuales se enfrenta.
Cuestión que se presenta como un desafío para las administraciones públicas, las
universidades, las mismas asociaciones de comerciantes y otras entidades involucradas,
de forma que los comerciantes comprendan en toda su dimensión, la aportación de la
capacitación en la gestión de su negocio, el análisis de las estrategias más deseables, en
pro del logro de mayor competitividad a los retos planteados. Pero, está claro, todo esto
requiere un compromiso y una firme voluntad de participación y colaboración entre
todas las partes. Y latir por un propósito todos al unísono.
En el marco de las realidades comentadas, hay que entender que se necesitan cambios
en las formas y en las normas de cómo emprender la política comercial. En este sentido,
entendemos que es la esfera de la gobernanza, la forma como se llegan a implementar
actuaciones concretas que se pretendan llevar a cabo. Aquí son los sujetos directamente
implicados los que asumirían el proceso de elección y diseño de las políticas a seguir, a
partir de mecanismos de consenso y empoderamiento de sus propias propuestas. Hoy la
política comercial necesita ser un bien necesario y colectivo, y por lo tanto,
participativo.
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Así, el planteamiento de un proyecto para abordar los retos y desafíos del comercio
minorista según los supuestos teóricos señalados, requiere como común denominador,
la puesta en valor del hecho territorial, o lo que es lo mismo, la cuestión de los
“espacios de proximidad”. Ello implica un descenso en la escala de actuación de las
políticas de ordenación del territorio, con el fin de llegar al fondo de los problemas y a
la búsqueda de las soluciones más adecuadas en función de las características
geográficas y singularidades que definen al territorio. Que permitan ser competitivos
ante lo global y con un compromiso con la estructura social. Y con el hecho local y la
pyme comercial, para no ser abolidos por la presión de los grandes centros comerciales
y poblacionales.
Pero también, tiene que ser un proyecto eminentemente participativo. Consideramos
que para poder trabajar desde las necesidades y potencialidades de los sujetos en la
estructura social (ámbito local/regional) necesitamos la perspectiva dialéctica, con una
visión estratégica construida de forma participada: hablamos de trabajar desde procesos
y estrategias que sean permeables y dinamizadores de la iniciativa empresarial local,
que abran espacios de reflexión y actuación en los niveles locales/regionales. Por lo
tanto es necesario un análisis que debe de partir de la misma experiencia de los
protagonistas.
Para la puesta en marcha de ese proceso participativo, apostamos por utilizar
metodologías participativas. Se trata de un conjunto de metodologías basadas en la
participación de los actores implicados y utilizadas para el diagnóstico, propuestas de
actuación, ejecución, seguimiento y evaluación de los proyectos (Alberich, 2009). Entre
tales enfoques metodológicos, quizás el más importante, es el de la Investigación-
Acción Participativa (IAP). Una metodología orientada al análisis crítico y comunitario
de la realidad con aras a su transformación y el empoderamiento de la población local.
Esta metodología es la que tiene que salpicar el proceso participativo que se propone.
Esperamos que a raíz de estas aportaciones y reflexiones, se abran espacios de discusión
y debate sobre el tema, que otorgue una mirada diversa y amplia para fijarse un nuevo e
importante reto, y meta de nuestros esfuerzos: un comercio tradicional de continuidad
en el tiempo. Este es el verdadero debate y desafío que tenemos por delante, y que no
tenemos que perder de vista.
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Málaga, Vértice Publicaciones.
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Administración de Empresas - Universidad de Málaga), Torremolinos (Málaga).
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