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Tribunal Oral en lo Criminal
Federal de Formosa
///mosa, 27 de octubre de 2006.- Y VISTOS:
En el presente incidente caratulado
«Fernández, Carlos s/ejecución penal» (causa nº 2.088, va-
rios nº 776), corresponde resolver el pedido de libertad
condicional formulado por el interno Carlos Fernández a fs.
136; y
CONSIDERANDO:
Según lo informado por el Sr. Secretario a
fs. 138, la petición debería ser desestimada pues el intere-
sado ha sido declarado reincidente por segunda vez en virtud
de la sentencia nº 283 dictada por este Tribunal. En ese
sentido se pronunció el Sr. Fiscal General en el Dictamen Nº
91/2006 producido a fs. 140.
El artículo 14 del Código Penal prescribe
«La libertad condicional no se concederá a los reinciden-
tes». Ahora bien, en la sola literalidad de la norma se ad-
vierte un dato que incomoda: la aparente referencia a una
categoría de personas: los reincidentes, lo que insinúa un
quiebre hacia el autoritario derecho penal de autor.
Se ha sostenido «Un derecho penal, centra-
do exclusivamente en las características del sujeto y desin-
teresado de sus conductas, abriría el camino de la arbitra-
riedad estatal al punir a categorías de personas por el solo
hecho de pertenecer a ellas»1.
Por ello creo necesario practicar un es-
crutinio de constitucionalidad de la señalada disposición.
1. Voto del juez Petracchi en fallo de diciembre 11 de 1990 en autos
“Montalvo, Ernesto A.” –LL 1991-C:80.
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La existencia de esta facultad jurisdiccional ha sido admi-
tida por la Corte Suprema de Justicia de la Nación desde el
fallo dictado en setiembre 22 de 1887 en la causa «Sojo,
Eduardo c. Cámara de Diputados de la Nación»2 y la posibili-
dad de su ejercicio de oficio desde el fallo dictado en la
causa «Mill de Pereyra, Rita A. y otros c. Provincia de Co-
rrientes»3 y mantenida –con la actual composición del tribu-
nal- en el fallo de agosto 19 de 2004 en la causa «Banco Co-
mercial Finanzas s/ quiebra»4.
1-Origen histórico de la reincidencia: Es-
te instituto registra antiguos precedentes, en el derecho
romano se aplicaba para casos específicos, pero no constitu-
ía una causa general de agravación de las penas5. Lo mismo
sucedía en las sanciones aplicadas por el Bet Din6 y en el
derecho español temprano7.
En el mismo orden de ideas, señala Fou-
cault que la reincidencia estaba considerada en las leyes
del Ancien Régime y a título de ejemplo menciona la Ordenan-
za de 1589 según la cual “el malhechor que repite es un ser
execrable, infame, eminentemente pernicioso para la cosa
pública”8. Pero con el Iluminismo, adquiere el rigor de ver-
dad científica.
2. Fallos 32:120
3. LL 2001-F: 891
4. LL 2005-F:443
5. Belestá Segura “La reincidencia en la doctrina española actual”, pub.
en noticiasjuridicas.com
6. Amparo Alba: “El derecho judío”, pub. en Revista de Ciencias de las
Religiones Anejos –vol. XI, p. 20-
7. Zambrana Moral: “Rasgos generales de la evolución histórica de la ti-
pología de las penas corporales”, pub. en Revista de Estudios Histórico-
Jurídicos, vol. 27 ps. 197/229
8. “Vigilar y Castigar”, p. 65
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De la taxonomía de los delitos –simétrica
de la de Linneo para las ciencias biológicas- se pasó a
construir una individualización antropológica apuntando no
al autor de un acto definido por la ley, sino al propio su-
jeto delincuente, a una voluntad determinada que manifiesta
su índole intrínsecamente criminal. Según la ley de Floreal
del año X a los reincidentes se les duplicaba la pena y deb-
ían ser marcados con la letra “R”. Era la expresión de una
burguesía en ascenso que, a su modo, consideraba temprana-
mente que la historia había llegado a su fin. Como lo re-
cuerda Carpentier, en el mismo mes y año se restableció la
esclavitud en las colonias francesas en América9. Añado que,
en la misma fecha, se secularizó la enseñanza primaria y se-
cundaria10.
La misma pretensión puede advertirse en el
“Plan de legislación criminal” (1777) de Marat. Luego de de-
dicar la Primera Parte a los principios fundamentales, en la
segunda clasifica a los delitos en ocho clases. Pero respec-
to a cada tipo asigna consecuencias draconianas al “reinci-
dente”. Sólo a título de ejemplo, propone reprimir la falsi-
ficación de moneda con una pena pecuniaria a favor del Esta-
do, pero prevé que el reincidente sea condenado de por vida
a trabajos públicos forzosos11. Para el desacato12 propone
pena temporal de prisión, pero para el reincidente exilio
perpetuo13.
Posteriormente, la máxima expresión ilumi-
nista es el Código Penal de 1810, que dedica el capítulo IV
9.“El siglo de las luces”, p. 328
10. Ley de 11 de Floreal del año X.
11. «soit condamné pour la vie aux travaux publics».
12. «mépris des ordres du prince et des magistrats».
13. «soit exilé pour toujours».
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del libro primero a las «peines de la recidive», en cuyo
artículo 56 se establece un detallado sistema de incremento
de la segunda pena, en función a la primer condena, que in-
cluye la marca, tal como es detallada en el artículo 20: con
un hierro ardiente sobre el hombro derecho14. En el artículo
57 se prevé que quien comete un crimen, luego de haber sido
condenado por un delito, debe recibir el máximo de la pena
previsto por la ley, el que puede ser elevado al doble.
En España, en la misma época, la pena de
marca había sido limitada a los gitanos delincuentes, dato
que denuncia un resabio racista, “Se les imponía en la es-
palda como medio de identificación, para que sirviese de
prueba del primer delito en caso de reincidencia”15.
Estas disposiciones revelan, según Fou-
cault (op. cit.), que la criminalidad y no el crimen se tor-
na en objeto de la intervención estatal, “el delincuente cae
fuera del pacto, se descalifica como ciudadano, y surge lle-
vando en sí como un fragmento salvaje de naturaleza; aparece
como el malvado, el monstruo, el loco quizá, el enfermo y
pronto el `anormal´”.
Y, en verdad, esto sucedió –a fines del
siguiente siglo- con la irrupción de la Escuela Positiva del
Derecho. Uno de los fundadores de esa corriente, Enrico Fe-
rri desarrollaba estas ideas: “La antropología muestra, con
los hechos, que el delincuente no es un hombre normal ; que
al contrario, por las anormalidades orgánicas y psíquicas,
hereditarias y adquiridas, constituye una clase especial,
14. “avec un fer brûlant sur l'épaule droite».
15. Zambrana Moral, op. cit.
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una variedad de la especie humana”16.
Sobre el tema en examen, expresaba: “Así,
como para la libertad provisional, encuentro aceptable el
sistema actualmente empleado cuando se trata de delincuentes
ocasionales o pasionales (…) al contrario me parece inacep-
table en presencia de criminales natos o reincidentes, es
decir de la delincuencia atávica”17.
César Lombroso, por su parte, compara a
los reincidentes con los dementes y con los salvajes, seña-
lando que son refractarios a toda pauta moral18. Luego de re-
señar datos de estadística criminal, arriba a una conclusión
sorprendentemente coincidente con la que acá se pretende ex-
poner “No es, en efecto, el sistema penitenciario lo que
previene las reincidencias; las prisiones son, al contrario,
la causa principal”19, bien que basada en razones diferentes:
“Los reincidentes vuelven con alegría a la prisión como si
fuera a su propia residencia”20.
Por su parte, Gabriel Tarde afirmaba: “Los
delincuentes habituales, bien que a menudo poco peligrosos,
reclaman una represión severa. La pena debe crecer en pro-
porción geométrica de acuerdo al número de reincidencias.
Todo el mundo está de acuerdo en censurar la inutilidad de
16. «L'anthropologie montre, par les faits, que le délinquant n'est pas un homme normal; qu'au contraire, par des anormalités organiques et psy-
chiques, héréditaires et acquises, il constitue une classe spéciale, une
variété de l'espèce humaine» -“La Sociologie Criminelle”, (1893) p. 42.
17. «Ici, comme pour la liberté provisoire, je trouverais acceptable le système actuellement employé quand il s'agit de délinquants occasionnels
ou passionnels (...) au contraire il me paraît inadmissible en présence
de criminels nés ou récidivistes, c'est-à-dire de la délinquance ata-
vique» -obra citada p. 148-
18. “L´Homme Criminel”, (1887) ps. 300/301.
19. “Et ce n’est point, certes, le système pénitentiaire qui prévient
les récidives ; les prisons en sont, au contraire, la cause principale» -p. 281-
20. «Les récidivistes (...) rentrent avec bonheur dans la prison comme
si elle était leur propre demeure»
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las penas cortas aplicadas a los reincidentes”21.
Aunque no pertenecía a esta escuela, Von
Liszt consideraba lo mismo: “Tal como un miembro enfermo en-
venena todo el organismo, así el cáncer de los cada vez más
crecientes delincuentes habituales penetra en nuestra vida
social. Se trata de un miembro, pero del más importante y
peligroso, en esa cadena de fenómenos sociales patológicos
que acostumbramos a llamar con el nombre global de proleta-
riado. Mendigos y vagabundos, prostituidos de ambos sexos y
alcohólicos, estafadores del mundo galante en el más amplio
sentido de la palabra, degenerados físicos y psíquicos. To-
dos ellos forman un ejército de enemigos básicos del orden
social, en el que los delincuentes habituales constituyen su
estado mayor”22.
A esta concepción, no ha sido ajena nues-
tra legislación. El proyecto de 1906 introdujo la regla de
que la libertad condicional no se otorgaría a los reinciden-
tes, mantenida en el proyecto de 1917, de donde pasó al
Código Penal de 1921. Moreno, el proyectista, la justificaba
así: «la libertad condicional supone la corrección del pena-
do y la conducta de los reincidentes supone lo contrario. La
sociedad tiene interés en estos casos, en defenderse, y no
en colocar a los sujetos peligrosos en condiciones de dañar-
la” (el subrayado me pertenece).
2-La peligrosidad y el derecho penal de
acto: De diversos artículos de la Constitución Nacional pue-
de inferirse que consagra un derecho penal de acto: 18
21. «Les délinquants d'habitude, quoique souvent peu dangereux, récla-
ment une répression sévère. La peine doit croître suivant une pro-
gression géométrique d'après le nombre des récidives. Tout le monde
s'accorde à blâmer l'inutilité des courtes peines appliquées aux réci-
divistes». La philosophie pénale, 1890, p. 65. 22. “La idea del fin en el derecho penal”, p. 116
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(“Ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio
previo fundado en la ley anterior al hecho del proceso…”),
19 (“Las acciones privadas de los hombres…”), 29 (“Actos de
esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y su-
jetarán a los que los formulen, consientan o firmen, a la
responsabilidad y pena de los infames traidores a la pa-
tria”), 36 (“Atentará asimismo contra el sistema democrático
quien incurriere en grave delito doloso…”), 53 (“delito en
el ejercicio de sus funciones; o por crímenes comunes”), 99
–inciso 5º- (“Puede indultar o conmutar las penas por deli-
tos…”, 118 (“La actuación de estos juicios se hará en la
misma provincia donde se hubiere cometido el delito”) 119
(“La traición contra la Nación consistirá únicamente en to-
mar las armas contra ella, o en unirse a sus enemigos
prestándoles ayuda y socorro”).
Al mismo tiempo, el artículo 9º de la Con-
vención Americana sobre Derechos Humanos establece “Nadie
puede ser condenado por acciones u omisiones que en el mo-
mento de cometerse no fueran delictivos según el derecho
aplicable”. El artículo 11, apartado 2, de la Declaración
Universal de Derechos Humanos prescribe “Nadie será condena-
do por actos u omisiones (…)”. Estos instrumentos tienen je-
rarquía constitucional según lo previsto por el artículo 75,
inciso 22, de la Constitución Nacional.
Como hemos visto, el fundamento explícito
de la reincidencia es la presunción de peligrosidad de
quien, habiendo cumplido una condena, incurre en un nuevo
delito. Por tanto, la agravante prevista en el artículo 41,
inciso 2º, la limitación establecida por el artículo 14 y la
“medida de seguridad” (sic) del artículo 52, todos del Códi-
go Penal, implican intensificaciones de la respuesta puniti-
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va no a acciones u omisiones, sino a un modo de ser disiden-
te.
Así lo señala Ferrajoli: “(…) han de re-
cordarse las diversas medidas de defensa social presentes en
nuestro ordenamiento -de las medidas de prevención a las de
seguridad, hasta las medidas cautelares de policía- todas
irrogables no ya como consecuencia de hechos legalmente de-
notados y judicialmente probados como delitos, sino deriva-
dos de presupuestos variadamente subjetivos: como la mera
sospecha de haber cometido delitos o, peor, la peligrosidad
social del sujeto legalmente presumida conforme a condicio-
nes personales o de status como los de «vago», «vagabundo»,
«proclive a delinquir», «reincidente., «delincuente habitual
o profesional», «de tendencias delictivas»o similares”23.
Como lo recuerda este autor, el ominoso
«Tätertyp» (tipo de autor) estuvo precedido de formulaciones
teóricas: “No hay delito, sino delincuente” (Ferri), “La fi-
nalidad del castigo no está constituida por el delito sino
por el delincuente; no el concepto sino el individuo”
(Liszt)24.
En un sistema garantista lo único que tie-
ne relevancia penal autónoma es la conducta de las personas,
esto define un límite infranqueable al ejercicio del jus pu-
niendi. “Sin embargo, la interioridad de la persona –su
carácter, su moralidad, sus antecedentes penales o sus in-
clinaciones psicofísicas- no debe interesar al derecho penal
más que para deducir el grado de culpabilidad de sus accio-
nes criminales. Se entiende que, en un sistema garantista
así configurado, no tienen sitio ni la categoría peligrosi-
23. “Derecho y razón. Teoría del garantismo penal” p. 42.
24. Obra citada, p. 312.
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dad ni cualquier otra tipología subjetiva o de autor elabo-
radas por la criminología antropológica o eticista, tales
como la capacidad criminal, la reincidencia, la tendencia a
delinquir, la inmoralidad o la deslealtad”25.
En el mismo sentido, la Corte Interameri-
cana de Derechos Humanos, en la sentencia C-126 de junio 20
de 2005 dictada en la causa “Fermín Ramírez vs. Guatemala” –
denuncia nº 12.403- ha sostenido: “(…) el problema que plan-
tea la invocación de la peligrosidad no sólo puede ser ana-
lizado a la luz de las garantías del debido proceso, dentro
del artículo 8 de la Convención. Esa invocación tiene mayor
alcance y gravedad. En efecto, constituye claramente una ex-
presión del ejercicio del ius puniendi estatal sobre la base
de las características personales del agente y no del hecho
cometido, es decir, sustituye el Derecho Penal de acto o de
hecho, propio del sistema penal de una sociedad democrática,
por el Derecho Penal de autor, que abre la puerta al autori-
tarismo precisamente en una materia en la que se hallan en
juego los bienes jurídicos de mayor jerarquía” (considerando
95).
En su voto razonado el juez García Ramí-
rez, pone en evidencia la filiación positivista del concep-
to, su recepción acrítica en los códigos penales iberoameri-
canos y concluye: “Con sustento en la peligrosidad se podría
sancionar al infractor -actual o futuro- no ya por lo que
ha realizado, su conducta, su comportamiento ilícito, dañoso
y culpable, sino por lo que es, su personalidad, su tenden-
cia, sus posibles decisiones y su conducta futura y proba-
ble, apreciada en la única forma en que podría serlo: a
través de pronósticos. Esto genera, en fin de cuentas, un
25. Op. cit. P. 500.
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Derecho penal de autor -en el que se reacciona en función de
la persona-, que se contrapone al Derecho penal de acto,
hecho o conducta en el que se reacciona en función del com-
portamiento efectivamente desplegado por el agente, el daño
o el riesgo realmente producidos, la culpabilidad acredita-
da” (considerando nº 36).
Al comentar el Código Penal de Colombia
reseña Tocora: “En todos los institutos de libertad (suspen-
sión condicional de la ejecución de la pena, libertad condi-
cional), la individualización de la pena, y la nueva modali-
dad punitiva de la prisión domiciliaria, se tuvo buen cuida-
do de omitir cualquier alusión a la personalidad; todos los
criterios para valorar la aplicación de esas figuras, se re-
fieren a conductas y sus componentes subjetivos, o efectos
materiales de ellas (desempeño personal, laboral, familiar o
social; mayor o menor gravedad de la conducta, el daño real
o potencial creado, la naturaleza de las causales de punibi-
lidad, la intensidad del dolo, la preterintención y la cul-
pa; la buena conducta en el establecimiento carcelario), y
en cualquier caso, que se ofreciera a dudas, el interprete
debe dirigir la represión a los actos y no al autor”26.
A partir de la obra de Searle27, en el cam-
po de las ciencias normativas se distinguen las normas regu-
lativas de las constitutivas. Las primeras son aquellas que
tratan con intereses o conflictos que son –en sentido lógi-
co- completamente independientes de la existencia de la re-
gla. Las segundas, no ordenan a alguien hacer algo, tales
normas crean o definen nuevas formas de comportamiento so-
26. “La personalidad y el derecho penal de autor”, pub. en Capítulo Cri-minológico, vol. 33 nº 2
27.“Speech Acts: an essay in the philosophy of languaje”.
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cial28. Ferrajoli sostiene que el principio de legalidad no
admite normas constitutivas, cuyos arquetipos son la reinci-
dencia, el vagabundeo y la mendicidad29.
Sostiene este autor que debe formularse un
principio de regulatividad según el cual las leyes penales
sólo pueden prohibir acciones contingentes (ni imposibles,
ni necesarias) quedando proscriptas a) las leyes constituti-
vas, que no admiten alternativa entre observancia e inobser-
vancia, sino que constituyen directamente los presupuestos
de la pena; y b) las sentencias constitutivas, que no com-
prueban los presupuestos fácticos legalmente determinados,
sino que se constituyen en calificaciones penales, predeter-
minadas en abstracto por leyes penales `cuasi constituti-
vas´30.
Resta señalar que, en nuestro país, todos
los proyectos “peligrosistas” tuvieron como principales ob-
jetivos a los reincidentes y habituales. El Proyecto de 1924
proponía modificar el artículo 34, inciso 1º, del Código Pe-
nal e incluir como sujetos pasibles de sanciones a los rein-
cidentes y reiterantes; a los alienados, aunque no hubieran sido
sometidos a proceso; a los vagos y mendigos habituales; a los
ebrios o toxicómanos consuetudinarios; a los que viven o se be-
nefician del comercio carnal y a los que observan una conducta
desarreglada o viciosa, reflejada a través de la comisión de
contravenciones policiales, del trato asiduo con personas de mal
vivir o delincuentes conocidos o de la frecuentación de lugares
donde los mismos se reúnen o, en fin, por la concurrencia habi-
tual a casas de juegos prohibidos. 28. La exposición corresponde a Mitaqq: “A Legal Theoretical Approach to Criminal Procedure Law: The Structure of Rules in the German Code of Criminal Procedure”, pub. en German Law Journal –vol. 7, nº 8, agosto de 2006-. 29. op. cit., ps. 35 y 507. En el mismo sentido Vásques: “La extinción de los efectos de la declaración de reincidencia”, pub. en LL 2002-C:432. 30. op. cit., ps. 503/504
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El proyecto de 1926 sólo comprendía la peli-
grosidad pos-delictual. El Proyecto de 1928, aparte del catálogo
del de 1924 incluía a los que explotaran habitualmente juegos
prohibidos. El concepto también está incluido en el Proyecto Co-
ll-Gómez (1937) y de Peco (1941)31.
Cobra, entonces, su real sentido lo dis-
puesto por el artículo 14 del Código Penal, el fundamento de
la intensificación de la reacción penal, restringiendo la
posibilidad de una ejecución menos rigurosa del remanente de
pena, es el ser de aquellos que la norma denomina “los rein-
cidentes”.
Bajo estas consideraciones, la norma re-
sulta inconstitucional.
3-Argumento de la doble desvaloración: El
artículo 41, inciso 1º, del Código Penal establece los cri-
terios para determinar el grado de culpabilidad del autor
exteriorizado con la comisión del injusto penal. Una de
aquellas pautas es “las reincidencias en que hubiera incu-
rrido”, dato que fue expresamente considerado en la gradua-
ción del reproche penal que se formulara al acusado, según
surge de la sentencia dictada en la causa.
Vale decir el delito que cometiera y sus
condenas anteriores ya han sido reprochados a Fernández al
incrementarse la pena que le era aplicable.
Resultaría contrario al postulado de
«afianzar la justicia» (préambulo de la Constitución Nacio-
nal) que pretendiera intensificar ese reproche negándole la
posibilidad de acceder a la libertad condicional, con el
agravante de que esta nueva ejecución de la pena y las ante-
31. Toda la reseña corresponde a Fontán Balestra: “Tratado de Derecho Penal”, T. III – Parte 3ª
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riores servirían para incrementar la reacción punitiva ante
una futura acción criminal. (Hasta Zeus remitió el castigo
que le había impuesto a Prometeo!!).
La Comisión Interamericana de Derechos
Humanos ha expresado: “Fundar en estas condenas previas la
culpabilidad de un individuo o la decisión de retenerlo en
prisión preventiva es, en esencia, una perpetuación del cas-
tigo. Una vez que la persona condenada ha cumplido su sen-
tencia o ha transcurrido el período de condicionalidad, debe
restablecerse a dicha persona en el goce pleno de todos sus
derechos civiles”32.
El principio que prohíbe la doble valora-
ción de la reincidencia tiene extensa vigencia, así lo de-
muestran los fallos de la Corte Suprema de Filipinas en los
casos «People v. Tolentino»33 y «People v. Basilio de
Jesús»34 en los que se señaló que infringía el principio
«non bis in idem» el tomar en cuenta las condenas anteriores
para fijar la pena y luego para imponer una pena accesoria
por delincuencia habitual35.
Vale decir, aún cuando se legitimara una
reacción penal de mayor entidad en razón de que el condenado
ha cumplido una condena anterior, este plus quedaría agotado
al momento de imponérsele la pena que –por mandato legal-
debe computar como agravante “las reincidencias en que
hubiera incurrido”. El mismo dato no puede utilizarse luego
32. Caso “Jorge A. Giménez v. Argentina” –denuncia nº 11.245, informe 12/96 de marzo 1º de 1996, considerando 97-.
33. Agosto 5 de 1942.
34. Octubre 31 de 1936
35.“This interpretation of the law takes into account the same offense twice at the same time, namely, first as an aggravating circumstance in
imposing the principal penalty, and then as one of the required previous
convictions in fixing the additional penalty for habitual delinquency.
Non bis in idem”.
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para imponerle una forma más gravosa de la ejecución de la
pena sin infracción al principio «ne bis in idem». Sobre el
particular resulta importante consultar el comentario críti-
co de Folgueiro36 al fallo de la Cámara Nacional de Casación
Penal, sala III.
Y puesto que este principio tiene jerarqu-
ía constitucional, el artículo 14 del Código Penal en cuanto
importa desvalorar por segunda vez la misma circunstancia
fáctica, deriva en inconstitucional.
4-Violación de la garantía ne bis in idem:
De otro modo también resulta violada la garantía mencionada.
Cualquiera que sea el argumento con que pretenda fundamen-
tarse a la declaración de reincidencia, no podrá negarse que
el antecedente necesario es la condena previa impuesta en
razón de la comisión de un delito. Fenomenológicamente se
presenta, en consecuencia, como un incremento de la reacción
penal frente a aquel delito anterior.
Zaffaroni ha explicado: “No tiene sentido
caer en sutilezas ilógicas, como pretender que deriva de la
condenación anterior o del cumplimiento de la pena porque,
en definitiva, cualquier matiz de éstos obedece al hecho
básico de un primer delito sin el cual no pueden concebirse
(...). Cualquier rigor que en la pena del segundo delito no
corresponda a ese delito, no es más que una consecuencia del
primer delito que ya fue juzgado”37.
Ziffer señala que aunque no hay violación
de la garantía en sentido procesal, porque no se está juz-
gando de nuevo el hecho anterior. “Sin embargo, en el siste-
36. “La inadmisibilidad de la "persecución" y de la "valoración" penal múltiple”. LL 2000-E:780 37. Su voto en el plenario “Guzmán” de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, agosto 8 de 1989.
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ma argentino tal como está configurado actualmente, es indu-
dable que subsiste una violación del ne bis in idem no es su
aspecto procesal, sino del derecho material, a través de lo
que se conoce como la prohibición de doble valoración”38.
Sal Llargués, sobre el tema, destaca lo
expresado en la Exposición de Motivos del Código Penal del
Perú de 1991: “Castigar a una persona tomando en cuenta sus
delitos anteriores, cuyas consecuencias penales ya ha satis-
fecho, conlleva una violación del principio non bis in idem
(...) todo lo cual ha llevado a la Comisión Revisora a no
incluir en el documento proyectado este rezago de los viejos
tiempos del derecho de castigar y que el positivismo peli-
grosista auspició con el fin de recomendar la aplicación de
medidas eliminatorias y de segregación social”39.
Camacho Brindis, por su parte, ha afirma-
do: “El principio de que nadie puede ser juzgado dos veces
por el mismo delito se viola cuando se aumenta al reinciden-
te la punición por un delito en virtud del cual ya se le im-
puso pena (…). El hecho concreto no tiene más gravedad que
la propia y ésta no se debería ver incrementada por la de
otros hechos ya sancionados con anterioridad”40.
La claridad de estas exposiciones me rele-
va de abundar en el tratamiento de la cuestión, pudiendo
concluyendo en que –también por esta vía- se afecta la ga-
rantía constitucional señalada.
5-Infracción al principio de culpabilidad:
38. “Reincidencia, ne bis in idem y prohibición de doble valoración” , citada por Kent: “Reincidencia, non bis in idem e igualdad”, pub. en LL 1998-C:843.
39. “Acerca de la reincidencia”, pub. en Revista “Garantías” año 2000, nº 12 en website defensapublica.org.
40. Camacho Brindis: “Criterios de criminalización y descriminalización” –tesis doctoral UCM, 1992- Capítulo II, Parte 1º-.
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En el artículo 41 del Código Penal se encuentran previstas
las pautas que permiten graduar la pena a aplicar, en el in-
ciso 1º las que se refieren a la gravedad del injusto penal,
en el inciso 2º las que permiten ponderar el grado de culpa-
bilidad exteriorizado por el hecho reputado delictivo. Fren-
te a la comisión de un hecho ilícito y en función al princi-
pio de igualdad ante la ley –artículo 16 de la Constitución
Nacional- a cualquier infractor se le aplicará una pena gra-
duada con base en aquellas pautas.
Sin embargo, las consecuencias penales re-
sultan más graves en el caso de los reincidentes, pues se
les impone un modo de ejecución que excluye la posibilidad
de acceder a la libertad condicional. El sustento dogmático
de este plus punitivo era «el mayor grado de culpabilidad de
la conducta posterior a raíz del desprecio que manifiesta
por la pena quien, pese a haberla sufrido antes, recae en el
delito»41.
Bien examinado este fundamento se advierte
en él una petición de principios, la recaída en el delito no
necesariamente implica tal desprecio por la pena, por lo que
no cabe presumirlo. Quizás el reincidente padezca un déficit
de comprensión, puede que le cueste adaptarse a las pautas
sociales, que la sociedad no le posibilite reinsertarse y
desarrollar su proyecto existencial, quizás padezca tenden-
cias psicopáticas (irredimibles con mayor encierro) o de una
personalidad débil e influenciable, situaciones que en tanto
determinan una reducción del ámbito de autodeterminación
disminuyen simétricamente la reprochabilidad por el acto
ilícito cometido.
41. CSJN, agosto 16 de 1988, en causa “L`Eveque, Ramón R.” –LL 1989-B:183-, también octubre 16 de 1986 en causa “Gómez Dávalos, Sinforiano” –Fallos 308:1938-.
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Resulta acertada, en este sentido, la
crítica de Camacho Brindis: “La idea de culpabilidad (…) de-
be ser siempre la libre realización de un nuevo hecho delic-
tivo que se comete y no la libertad que le da el recuerdo de
un delito que, aunque pasado, sólo es un recuerdo”42.
Desde otro ángulo, el concepto es también
refutado por Vitale: “Si alguien tuviera una `voluntad más
firme´ para delinquir, ella pondría en evidencia una mayor
predisposición al delito y, como lógica consecuencia, un me-
nor reproche de culpabilidad, es decir, la mayor “culpabili-
dad psicológica” es indicativa de una menor culpabilidad
normativa”43.
En consecuencia, este “mayor grado de cul-
pabilidad” debiera resultar de un concreto juicio donde se
ponderen los motivos y calidades personales del autor y no
de una presunción legal que resulta, entonces, violatoria
del principio de culpabilidad y de la presunción de inocen-
cia porque no le es permitido al acusado el confrontarla y
ofrecer prueba refutatoria.
6-Sobre el fin de las penas privativas de
libertad: Desde época temprana, los documentos constitucio-
nales argentinos esbozaron la finalidad del sistema de penas
privativas de libertad. El Decreto de Seguridad Individual
dictado en noviembre 23 de 1811 por el Primer Triunvirato,
en su artículo 6º precisaba: “Siendo las cárceles para segu-
ridad y no para castigo de los reos, toda medida que a pre-
texto de precaución sólo sirva para mortificarlos, será cas-
tigada rigurosamente”. En términos y contenido similares, el
principio fue incluido en las Constituciones de 1819 (artí-
42. Op. cit., p. 209.
43. “Inconstitucionalidad de la reincidencia”, en website pensamientopenal.
- 18 -
culo 117), de 1826 (artículo 170) y de 1853-1860 (artículo
18).
Esta pauta rectora se ha visto enriquecida
con la incorporación de la normativa internacional sobre De-
rechos Humanos (artículo 75, inciso 22 de la Constitución
Nacional).
El artículo 5º, apartado 6º de la Conven-
ción Americana sobre Derechos Humanos establece: “Las penas
privativas de la libertad tendrán como finalidad esencial la
reforma y la readaptación social de los condenados”.
El artículo 10, apartado 3º del Pacto In-
ternacional de Derechos Civiles y Políticos prescribe: “El
régimen penitenciario consistirá en un tratamiento cuya fi-
nalidad esencial será la reforma y la readaptación social de
los penados”.
En este marco, el Congreso de la Nación
sancionó la ley 24.660 de ejecución de la pena privativa de
la libertad, complementaria del Código Penal (artículo 229),
cuyo artículo 1º declara “La ejecución de la pena privativa
de libertad, en todas sus modalidades, tiene por finalidad
lograr que el condenado adquiera la capacidad de comprender
y respetar la ley procurando su adecuada reinserción social,
promoviendo la comprensión y el apoyo de la sociedad”.
La primer cuestión a precisar es sobre
quién recae del deber jurídico de `resocializar´. La sola
consideración del título de la Parte Primera de la Conven-
ción Americana sobre Derechos Humanos (“Deberes de los Esta-
dos y Derechos Protegidos”) y el análisis del Preámbulo del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos permite
afirmar –más allá de toda duda- que es obligación del Esta-
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do, por lo que deben cargarse en su cuenta los fracasos en
los tratamientos individuales. “La reincidencia encierra el
fracaso del Estado en el tratamiento implementado cuando
éste se ha cumplido, no un fracaso del individuo”44.
Si se pretendiese gravar la situación de
quienes habiendo sido sometidos a tratamiento resocializador
reincidieron en el delito, el incremento del castigo resul-
taría el sólo ejercicio del perfeccionismo violatorio del
principio de autonomía de la persona45.
Pero también implicaría una suerte de vo-
luntarismo irrazonable –artículo 28 de la Constitución Na-
cional- el ir incrementando las dosis de aquel tratamiento
cuyo fracaso ya se ha constatado.
Y, finalmente, importaría una contradic-
ción. En efecto, si honestamente se confía en que el trata-
miento penitenciario permitirá que “el condenado adquiera la
capacidad de comprender y respetar la ley” (artículo 1º de
la ley 24.660) y si dicho régimen progresivo comprende cua-
tro etapas, la última de las cuales es la de libertad condi-
cional (artículo 12), no se advierte cuál es la razón para
suponer que no será igualmente eficaz para los reincidentes.
Sólo el prejuicio de suponer que son diferentes.
Excepto, claro está, que el reincidente
sea extranjero en cuyo caso, al cumplir la mitad de la pena
temporal que le hubiese sido impuesta, o quince años si la
pena fuese perpetua, ya no será tan culpable, ni tan peli-
groso y se le remitirá el saldo de pena pendiente de cumpli-
miento (artículo 64 de la ley 25.871, CN de Casación Penal,
sala 1ª, febrero 28 de 2005: “Chukura O’Kasilli, Nicolás”).
44.Camacho Brindis, op. cit. p. 217.
45 Nino: “Etica y Derechos Humanos”, p. 205
- 20 -
7-Infracción al principio de reserva:
Cuando una persona comete un delito, el Estado se encuentra
facultado a ejercer una de sus potestades soberanas: el jus
puniendi que –en su aspecto más intenso- supone la atribu-
ción de privar a aquélla de su libertad durante un tiempo
que, en principio, es proporcional a la falta cometida. Du-
rante ese lapso, el infractor ve severamente restringida su
libertad ambulatoria y se ve inhabilitado para ejercer algu-
nos de sus derechos civiles (artículos 12 y 19 del Código
Penal); se ve privado no sólo del producto del delito, sino
también de las cosas que le hayan servido para cometerlo
(artículo 23 del Código Penal; responde con su patrimonio
por la indemnización del daño causado y por las costas del
proceso (artículo 29, incisos 2º y 3º). Por otra parte,
empíricamente es verificable que sufrirá otras consecuencias
gravosas: perderá su trabajo, se resentirán sus lazos fami-
liares y sociales, no podrá ejercer sus derechos políticos,
etc..
Pero, por larga que sea su condena, habrá
un mediodía (artículo 77 del Código Penal) en que recuperará
su libertad entendida en el sentido más extenso posible. La
pena cumplida pasará a ser parte de su acervo personal y, a
ese amparo, sólo quien la ha sufrido podrá disponer de ella
conforme a sus elecciones. Como cualquier otro dato de la
historia personal de todo ser humano (aunque no se trate del
cumplimiento de una pena) no existe obligación de revelarlo.
Queda resguardado por lo previsto por el artículo 19 de la
Constitución Nacional (cfr. Zavala: “La reincidencia como
circunstancia agravante de la punibilidad”46).
Sin embargo, a la carga estigmatizante que
46. En site pensamientopenal.com.ar
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de por sí tiene la pena se añade (con un poco más de sutile-
za que la “marca” decimonónica, pero con similares efectos)
el mantenimiento de registros por parte del Estado (artícu-
los 50 y 51 del Código Penal) que permitirán enrostrarle una
y otra vez el delito cuyas consecuencias ya ha sufrido.
Como lo recuerda Ferrajoli47, se trata de
un catálogo de efectos post-penales estigmatizantes que con-
trastan con el principio que el utopista Morelly incluyó en
su “Le Code de la Nature”: «Una vez cumplida la pena, estará
prohibido a todo ciudadano hacer el mínimo reproche a la
persona que la ha sufrido o a sus parientes, informar de
ello a quienes lo ignoren, y mostrar el menor desprecio por
los culpables, tanto en su presencia como en su ausencia,
bajo pena de sufrir el mismo castigo».
Caparelli, en este mismo sentido, recuerda
la ley toscana de Pedro Leopoldo de 1786 (artículo 57, 2º
párrafo) en virtud de la cual se establecía la exclusión de
toda consecuencia infamante o negativa en cualquier otro
sentido del "delito pasado" para el reo que haya expiado la
pena48. Consumada la pena, «no podrán ser considerados como infa-
mes para ningún efecto ni nadie podrá jamás reprocharles su pa-
sado delito, que deberá considerarse plenamente purgado y expia-
do con la pena que habrán sufrido»49.
Pese a que “existe un auténtico derecho
del condenado a presentarse sin mácula, una vez que ha cum-
plido la condena” (Creifelds), “muchas veces la pena priva-
tiva de libertad se prolonga como una sombra para el conde-
nado para el resto de su vida” (Roxin). Porque “la importan-
47. Op. cit., p.730
48. “Determinación de la pena y derecho penal mínimo: invalidez de la reinci-dencia”, pub. en LL 1998-F:118.
49. Zaffaroni: “Reincidencia” en website neopanopticum.
- 22 -
cia de la supervivencia de la marca penal, una vez cumplida
la condena (es) un factor que facilita el control” (Grosso
Galván)50.
Dice Foucault: “¿Quizá habrá que buscar lo
que se oculta bajo el aparente cinismo de la institución pe-
nal que, después de haber hecho purgar su pena a los conde-
nados, continúa siguiéndolos por toda una serie de mareajes
(vigilancia que era de derecho en otro tiempo y que hoy es
de hecho; pasaportes de los presidiarios antaño, y ahora el
registro de penados y rebeldes) y que persigue así como “de-
lincuente" a quien ha cumplido su castigo como infractor?51”.
Expresamente, la ley 24.660 se refiere a
la cuestión, en su artículo 172 expresa: “Los egresados y
liberados gozarán de protección y asistencia social, moral y
material pospenitenciaria (...), procurando que no sufra me-
noscabo su dignidad, ni se ponga de manifiesto su condi-
ción”.
Hay que decirlo con franqueza, aparte de
aquellos registros formales, otras agencias estatales man-
tienen archivos de condenados –sin muchas limitaciones, ni
posibilidades de control de los datos incluidos- que inten-
sifican la carga estigmatizante. Así lo demuestran los
hechos que dieron lugar a fallos como el del Tribunal Oral
en lo Criminal Nº 1 de Necochea, de febrero 7 de 2000 en au-
tos “Hansen, Fabián Gustavo s/Robo”; de la Cámara Nacional
de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, sala V, de ju-
nio 20 de 2005 en autos «Mirenda, Martín s/habeas corpus»52;
de la Suprema Corte de Justicia de Mendoza, sala I, de julio
50. Todas las citas corresponden a Camacho Brindis: “Criterios de criminaliza-ción y descriminalización” –tesis doctoral UCM, 1992- Capítulo II, Parte 1º-.
51. Op. cit., p. 171 52. LL 2005-E:141
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31 de 2006, en autos “Ríos, Gustavo Manuel c. Provincia de
Mendoza” (que algo indica sobre la irregularidad de su mane-
jo).
Otro registro informal resulta del mante-
nimiento de la categoría “conocido delincuente” (que, por
cierto, carece de toda base legal). Pueden compulsarse en
este sentido los datos fácticos reseñados en los fallos de
la Corte Suprema de Justicia de la Nación, de mayo 19 de
1992 en autos “Torres, Oscar Claudio”53; Cámara de Apelacio-
nes en lo Criminal y Correccional de Mercedes, sala I, julio
5 de 1994 en autos “Mejías, Horacio R.”54; Cámara Nacional de
Casación Penal, sala IV, mayo 19 de 1999 en autos “Bataglia,
Carlos J.”55.
Antes que señalar con esta indeleble mar-
ca, mejor el Estado debiera cumplir con esta obligación:
“Los servicios y organismos, oficiales o no, que ayudan a
los reclusos puestos en libertad a reintegrarse en la socie-
dad, proporcionarán a los liberados, en la medida de lo po-
sible, los documentos y papeles de identidad necesarios,
alojamiento, trabajo, vestidos convenientes y apropiados pa-
ra el clima y la estación, así como los medios necesarios
para que lleguen a su destino y puedan subsistir durante el
período que siga inmediatamente a su liberación”56.
Por lo tanto, el cómputo de la condena ya
cumplida al solo efecto de agravar la situación de quien ha
cometido un nuevo delito resulta violatoria del principio de
reserva, garantizado por el artículo 19 de la Constitución
53. Fallos 315:1043 –voto del Juez Petracchi, considerando 7º-.
54. LL Buenos Aires 1994:599
55. LL 200-C:283
56.Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos ONU Ginebra 1955, regla 81.1
- 24 -
Nacional. Distinta sería mi opinión si la condena ya cumpli-
da fuera tenida en cuenta para crear condiciones educativas,
laborales y de contención social que impidieran la recaída
en el delito. La Nación Argentina se organizó como tal, en-
tre otras cosas, para “promover el bienestar general.
8-La cuestión del error judicial: En cuan-
to actividad humana, la labor judicial es falible. Así lo
demuestra la vigencia de la ley 24.233 cuyo artículo 1º ex-
presa: “Desagráviese el nombre y la memoria de Santiago Mainini,
Reclus de Diago y Pascual Vuotto, por la injusta sentencia que
recayera sobre ellos condenándolos a reclusión perpetua por el
homicidio de María Enriqueta Blanch y de Paula Arruabarena” (el
subrayado me pertenece).
Más aún, los primeros cuatro incisos del
artículo 479 del CPPN aluden a diversos supuestos que hubie-
ran podido provocar el dictado de una sentencia injusta.
Pues bien, si este fuera el caso, si el
error no hubiese podido ser puesto en evidencia o no lo
hubiera sido a tiempo, respecto a la primer sentencia conde-
natoria efectivamente cumplida, la posterior sentencia que
declarara la reincidencia, con aquellos efectos ya menciona-
dos, vendría a acentuar y renovar –insoportablemente- los
efectos de la primer injusticia padecida.
9-Conclusión: En razón de los argumentos
expuestos considero que corresponde declarar la inconstitu-
cionalidad del artículo 14 del Código Penal, en cuanto ex-
cluye de la posibilidad de acceder al beneficio de la liber-
tad condicional a quienes la norma llama “los reincidentes”,
por resultar violatorio del sistema penal de acto, de la ga-
rantía “ne bis in idem”, del principio de culpabilidad como
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fundamento y como límite del ejercicio del “jus puniendi”,
de los fines de la pena constitucionalmente definidos, del
principio de reserva y por incrementar los efectos pernicio-
sos en supuesto de error judicial (sobre alguno de estos ar-
gumentos cfr. CN Crim. Y Correc., sala VI, diciembre 27 de
1985: “Varela, Luis R.”57; Tribunal en lo Criminal Nº 1 de
Necochea, junio 4 de 2002: “Giménez, Miguel A.”58; ídem agos-
to 14 de 2000: “Ambrosio, Ramón”59; idem, agosto 4 de 2004:
“Navarro, Zacarías A.”60).
10-La situación de Fernández: Como inte-
grante del Tribunal Oral, he juzgado al peticionante en tres
ocasiones. En virtud de la sentencia nº 4 (febrero 14 de
1995) se lo condenó a cinco años de prisión por el delito de
transporte de estupefacientes; por sentencia nº 156 (marzo 6
de 2001) se lo condenó a dos años y diez meses de prisión
por el delito de transporte de estupefacientes, declarándo-
selo reincidente por primera vez; por sentencia nº 283 (ju-
lio 1º de 2005) se lo condenó a tres años y seis meses de
prisión por el delito de transporte de estupefacientes, de-
clarándoselo reincidente por segunda vez.
Aunque no soy criminólogo advierto que lo
determina a cometer aquellos delitos su adicción o, al me-
nos, su propensión al consumo de estupefacientes. Así lo de-
muestran también el historial disciplinario reflejado en es-
te incidente de ejecución penal y los términos en que formu-
lara su petición.
Creo que ha llegado la hora en que desde
el Estado se le dé una respuesta que no tenga puro contenido
57. LL 1986-B:424
58. LL BA 2002:988
59. LL BA 2000:1272, voto en disidencia del Dr. Juliano
60. LL BA 2005-febrero:96.
- 26 -
penal. Vale decir dejar de replicar sobre las consecuencias
e intentar operar sobre las causas. En tal sentido, a las
tradicionales reglas de conducta a satisfacer incluidas en
el artículo 13 del Código Penal, añadiré como parte del com-
promiso del interno la regla prevista por el artículo 27
bis, inciso 2º del mismo cuerpo normativo, en el entendi-
miento que -de superar su patología- el beneficiado no incu-
rrirá en nuevos delitos.
Comprendo que el interno no ha observado
los reglamentos carcelarios, pero como puede advertirse en
el sumario de las infracciones, éstas se relacionan a simi-
lar problemática por lo que no pueden erigirse en osbtáculos
a la concesión del beneficio comentado.
Corresponde, en razón de lo expuesto, con-
ceder a Fernández el beneficio de libertad condicional
(artículo 13 del Código Penal).
Por ello y estimado que fue el dictamen
del Sr. Fiscal General;
RESUELVO:
1-Declarar la inconstitucionalidad del
artículo 14 del Código Penal.
2-Conceder al interno Carlos Fernández
(DNI Nº 14.715.600) el beneficio de su libertad condicional
bajo el régimen del artículo 13 del Código Penal sujeto a
las siguientes reglas de conducta: 1ª) Fijar domicilio y es-
tablecerse en el lugar donde lo constituya; 2ª) Abstenerse
de concurrir a lugares o vincularse con personas relaciona-
dos con el consumo o tráfico de estupefacientes; 3ª) Some-
terse a un tratamiento de rehabilitación que le permita su-
perar su adicción al consumo de estupefacientes, debiendo
Poder Judicial de la NaciónPoder Judicial de la NaciónPoder Judicial de la NaciónPoder Judicial de la Nación
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informar a este magistrado, dentro del primer mes, su inicio
y cada dos meses, su evolución; 4ª) No cometer nuevos deli-
tos.
3-Por Secretaría se labrará un acta en la
que conste que fue debidamente informado de las reglas de
conducta anteriormente enunciadas y que el beneficiado se
compromete a observarlas.
4-Cumplido lo anterior, ordénase la inme-
diata libertad del interno Carlos Fernández librándose ofi-
cio al establecimiento de detención.
Regístrese y notifíquese.
Dr. Rubén D.O. Quiñones
Juez de Ejecución Penal
- 28 -
---En la ciudad de Formosa, a los ____________ días del mes
de octubre de 2006, comparece ante el Juez de Ejecución Pe-
nal Dr. Rubén D.O. Quiñones y ante el suscripto –Actuario-
el interno Carlos Fernández (DNI Nº 14.715.600) a quien se
le informa que se le ha concedido la libertad condicional
sujeta a las siguientes reglas de conducta: 1ª) Fijar domi-
cilio y establecerse en el lugar donde lo constituya; 2ª)
Abstenerse de concurrir a lugares o vincularse con personas
relacionados con el consumo o tráfico de estupefacientes;
3ª) Someterse a un tratamiento de rehabilitación que le per-
mita superar su adicción al consumo de estupefacientes, de-
biendo informar a este magistrado, dentro del primer mes, su
inicio y cada dos meses, su evolución; 4ª) No cometer nuevos
delitos. Seguidamente, S.S. le explica detenidamente el con-
tenido de cada una de estas normas, declarando Fernández
haberlas comprendido y asumiendo el compromiso de acatarlas.
A tales efectos fija domicilio y residencia en
___________________________________________________________.
Cumplida la finalidad del acto, se da concluida la audien-
cia, firmando para constancia los intervinientes.-----------