poesias fernando de herrera

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FERNANDO DE HERRERA COLECCIÓN FUNDADA POR DON ANTONIO RODRÍGUEZ-MOÑINO DIRECTOR DON ALONSO ZAMORA VICENTE Colaboradores de los volúmenes publicados: J. L. Abellán. F. Aguilar Piñal. José M." Aun. G. Allegra. A. Amorós. F. Anderson. R. Andioc. J. Arce. L Arellano. E. Asensio. R. Asún. J. B. Avalle-Arce. F. Ayala. G. Azam. F. L. Barcia. G. Baudot. H. E. Bergman. B. Blanco González. A. Blecua. J. M. Blecua. L. Bonet. C. Bravo- Villasante. J. M. Cacho Blecua. M. J. Canellada. J. L. Canee. J. L. Cano. S. Carrasco. J. Caso González. E. Catena. B. Ciplj/aus- ka iCé . A. Comas. E. Correa Calderón. C. C. de Coster. D. W. Cruickshank. C. Cuevas. B. Damiani. A. B. Dellepiane. G. Demer- son. A. Dérozier. J. M.° Diez Borque. F. J. Díez de Revenga. R. Doménech. J. Dowling. A. Duque Amusco. M. Durán. P. Ella. L Emiliozzi. H. Ettinghausen. A. R. Fernández. R. Ferreres. M. J. Flys. L-R. Fon queme. E. L Fox. V. Gaos. S. García. C. García Barrón. L. García Lorenzo. M. García-Posada. G. Gómez-Ferrer Morant. A. A. Gómez Yebra. J. González-Muela. F. González 011é. G. B. Gybbon- Monypenny. R. Jammes. E. Jareño. P. Jauralde. R. O. fones. J. M. foyer Zamora. A. D. Kossoff. T. Labarta de Chaves. M. J. Lacarra. J. Lafforgue. C. R. Lee. L Lerner. J. M. Lope Blanch. F. López Estrada. L. López-Grigera. L. de Luis. L R. Macpherson. F. C. R. Maldonado. N. Marín. E. Marini-Palmieri. R. Marrase. F. Martínez García. M. Mayoral. D. W. McPheeters. G. Mercadier. W. Mete-. mann. 1. Michael. M. Mihura. J. F. Montesinos. E. S. Morby. C. Monedero. H. Montes. L. A. Murillo. R. Navarro Durán. A. Nougué. G. Orduna. B. Pallares. J. Paulino. M. A. Penella. J. Pérez. M. A. Pérez Friego. J.-L. Picoche. J. H. R. Pole. A. Prieto. A. Ramoned.a. J.-P. Ressot. R. Reyes. F. Rico. D. Ridruejo. E. L. Rivers. E. Rodríguez Tordera. J. Rodríguez-Luis. J. Rodríguez Puértolas. L. Romero. V. Roncero López. J. M. Rozas. E. Rubio Cremades. F. Ruiz Ramón. C. Ruiz Silva. P. E. RusselL G. Sabat de Rivers. C. Sabor de Cortazar. F. G. Salinero. J. Sanchis-Banús. R. P. Sebold. D. S. Severin. D. L. Shaw. S. Shepard. M. Smerdou Altolaguirre. G. Sobejano. N. Spadaccini. O. Steggink. G. Stjffoni. R. B. Tate. J Testas. A. Tordera. J. C. de Torres. 1. Una Maqua. J. M. Valverde. D. Villanueva. S. B. Vranich. F. Weber de Kurlat. K. Whinnom. A. N. Zahareas. A. Zamora Vicente. L de Zuleta. POESIAS Edición introducción y notas de VICTORIANO RONCERO LÓPEZ Madrid

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  • FERNANDO DE HERRERA

    COLECCIN FUNDADA POR DON ANTONIO RODRGUEZ-MOINO

    DIRECTOR DON ALONSO ZAMORA VICENTE

    Colaboradores de los volmenes publicados:

    J. L. Abelln. F. Aguilar Pial. Jos M." Aun. G. Allegra. A. Amors. F. Anderson. R. Andioc. J. Arce. L Arellano. E. Asensio. R. Asn. J. B. Avalle-Arce. F. Ayala. G. Azam. F. L. Barcia. G. Baudot. H. E. Bergman. B. Blanco Gonzlez. A. Blecua. J. M. Blecua. L. Bonet. C. Bravo- Villasante. J. M. Cacho Blecua. M. J. Canellada. J. L. Canee. J. L. Cano. S. Carrasco. J. Caso Gonzlez. E. Catena. B. Ciplj/aus-ka iC . A. Comas. E. Correa Caldern. C. C. de Coster. D. W. Cruickshank. C. Cuevas. B. Damiani. A. B. Dellepiane. G. Demer-son. A. Drozier. J. M. Diez Borque. F. J. Dez de Revenga. R. Domnech. J. Dowling. A. Duque Amusco. M. Durn. P. Ella. L Emiliozzi. H. Ettinghausen. A. R. Fernndez. R. Ferreres. M. J. Flys. L-R. Fon queme. E. L Fox. V. Gaos. S. Garca. C. Garca Barrn. L. Garca Lorenzo. M. Garca-Posada. G. Gmez-Ferrer Morant. A. A. Gmez Yebra. J. Gonzlez-Muela. F. Gonzlez 011. G. B. Gybbon-Monypenny. R. Jammes. E. Jareo. P. Jauralde. R. O. fones. J. M. foyer Zamora. A. D. Kossoff. T. Labarta de Chaves. M. J. Lacarra. J. Lafforgue. C. R. Lee. L Lerner. J. M. Lope Blanch. F. Lpez Estrada. L. Lpez-Grigera. L. de Luis. L R. Macpherson. F. C. R. Maldonado. N. Marn. E. Marini-Palmieri. R. Marrase. F. Martnez Garca. M. Mayoral. D. W. McPheeters. G. Mercadier. W. Mete-. mann. 1. Michael. M. Mihura. J. F. Montesinos. E. S. Morby. C. Monedero. H. Montes. L. A. Murillo. R. Navarro Durn. A. Nougu. G. Orduna. B. Pallares. J. Paulino. M. A. Penella. J. Prez. M. A. Prez Friego. J.-L. Picoche. J. H. R. Pole. A. Prieto. A. Ramoned.a. J.-P. Ressot. R. Reyes. F. Rico. D. Ridruejo. E. L. Rivers. E. Rodrguez Tordera. J. Rodrguez-Luis. J. Rodrguez Purtolas. L. Romero. V. Roncero Lpez. J. M. Rozas. E. Rubio Cremades. F. Ruiz Ramn. C. Ruiz Silva. P. E. RusselL G. Sabat de Rivers. C. Sabor de Cortazar. F. G. Salinero. J. Sanchis-Bans. R. P. Sebold. D. S. Severin. D. L. Shaw. S. Shepard. M. Smerdou Altolaguirre. G. Sobejano. N. Spadaccini. O. Steggink. G. Stjffoni. R. B. Tate. J Testas. A. Tordera. J. C. de Torres. 1. Una Maqua. J. M. Valverde. D. Villanueva. S. B. Vranich. F. Weber de Kurlat. K. Whinnom. A.

    N. Zahareas. A. Zamora Vicente. L de Zuleta.

    POESIAS

    Edicin

    introduccin y notas

    de

    VICTORIANO RONCERO LPEZ

    t Madrid

  • km

    Copyright Editorial Castalia, 1992 Zurbano,39 - 28010 Madrid - TeL 319 58 57

    Cubierta de Vctor Sanz

    Impreso en Espaa - Printed in Spain Unigraf, S. A. Mstoles (Madrid)

    I.S.B.N.: 84-7039-632-3 , Depsito Legal: M. 5.236-1992

    La publicacin de esta obra ha merecido una de las ayudas a la edicin del Ministerio de Cultura para la difusin del Patrimonio

    literario y cientfico espaol.

    Queda prohibida la reproduccin total o parcial de este libro, su inclusin en un sistema informtico, su transmisin en cualquier forma o por cualquier medio, ya sea electrnico, mecnico, por fotocopia, registro u otros mtodos, sin el permiso previo y por

    escrito de los titulares del Copyright.

    SUMARIO

    INTRODUCCIN BIOGRFICA Y CRTICA .......... 9

    Fernando de Herrera ................. 9 La poesa amorosa ................... 24

    a) Tradicin petrarquista y neoplatnica . . . 24 b) Algunas obras: cancionero petrarquista . . . 33 c) Poesa cancioneril ................ 40

    La poesa no amorosa ................. 48 a) Poesa heroico-patritica ............. 48 b) Poesa laudatoria ................ 59

    Potica ......................... 65 Estilo .......................... 71 'Drama textual' .................... 79

    NOTICIA BIBLIOGRFICA ................. 85

    BIBLIOGRAFA SELECTA .................. 87

    ABREVIATURAS Y SIGLAS ................. 92

    NOTA PREVIA ........................95

    POESAS

    1. Poesas varias ...................99 II. Algunas obras .................... 377

    NDICE DE PRIMEROS VERSOS ...............493

    INDICEDELAMINAS ..................................... 501

  • A Simn, In memoriam

  • INTRODUCCIN BIOGRFICA

    Y CRTICA

    FERNANDO DE HERRERA

    Sevilla se convirti en 1 siglo XVI en la ciudad ms rica y celebrada del imperio espaol:

    y de Espaa hacis cabeza a Valladolid, pudiendo serlo con ms justa razn Sevilla, pues vemos solamente en ella las riquezas de Tiro, la fertilidad de Arabia, las alabanzas de Grecia, las minas de Europa, los triunfos de Tebas, la abundancia de Egipto, la opulencia de Escancia y las riquezas de la China. Y en efecto, si los siete milagros del mundo se encierran en Espaa, el mundo todo se encierra dentro de Sevilla.'

    Las alabanzas de Rojas Villandrando reflejan la admiracin que despertaba en los espaoles de la poca la abundcia de riquezas acumuladas en la ciudad, provenientes en su mayor parte de las Indias. La vida de la ciudad giraba en torno al oro y plata que transporta-ban los barcos llegados de Amrica, por lo que la llegada de la flota constitua un gran acontecimiento para los sevillanos: "El dinero reanima a los negocian-tes, o a los empresarios que se encuentran con dificulta-des, relanza los negocios, los pedidos hacia el exterior, el artesanado y la construccin". 2

    1 Agustn de Rojas Villandrando, El viaje entretenido, cd. de Jean Pierre Ressot , Madrid, Castalia, 1972, p. 130.

    2 Bartolom Bennassar, La Espaa del Siglo de Oro, trad. de Pablo Bordonava, Barcelona, Crtica, 1983, pp. 325-326.

  • 10 INTRODUCCIN INTRODUCCIN 11

    La ingente actividad comercial promovida por esta riqueza atrajo a un gran nmero de mercaderes proce-dentes de otras regiones espaolas y del resto de Europa (flamencos, portugueses, franceses, italianos, entre otros), que invadieron las gradas de la catedral e hicieron de Sevilla el centro del comercio europeo y la ciudad ms poblada de la Pennsula. 3 Los promotores de esta riqueza no fueron slo los "burgueses", 4 sino que tambin algunas de las familias, nobles andaluzas ms poderosas (los duques de Arcos, los Medina Sido-fha O Medinaceli) participaron, directa o indirectamen-te, en las transacciones que se llevaban a cabo en sus dominios sin "decaer de su nobleza".

    El auge econmico produjo una autntica explosin artstica y Sevilla se convirti en el centro cultural por excelencia del siglo xvi

    La superioridad, de Sevilla sobre Valladolid y Toledo o Valencia, que la convierte en el centro ms brillante del arte del Siglo de Oro, reside en la extensin excepcional de su registro artstico: arquitectura, escultura, pintura, orfebre-ra y artes decorativas contaron con intrpretes de primera categora. 6

    "Sevilla pas de tener algo ms de 95.000 habitantes en 1561 a unos 122.000 en 1588 y 150.000 en 1640, de forma que se convirti en la mayor ciudad de la Pennsula"; Henry Kamen, Una sociedad conflictiva: Espaa. 1469-1714, trad. de Fernando Santos Fontenla, Madrid, Alian-za, 1984, p. 277.

    ' Como ejemplo de la riqueza acumulada por esta clase media vid. Ruth Pike, Aristocrats and Traders. Sevillian Society in 11w XV! Century, Ithaca, 1972 y Stanko B. Vranich, "Lujo y ostentacin de la clase media en Sevilla (siglo XVI)", en su Ensayos sevillanos del Siglo de Oro, Valencia-Chapel Hill, Albatros Hispanfila, 1981, pp. 55-63.

    Vid. Antonio Domnguez Ortiz, El Antiguo Rgimen: Los Reyes Catlicos y los Austrias, vol. III de la Historia de Espaa Alfaguara, Madrid, Alianza, 1980, 7.' ed., p. 147. Este hecho no es exclusivo de Andaluca, sino que tambin se dio en otras ciudades comerciales como Burgos, Barcelona o Bilbao. Vid, del mismo autor Desde Carlos V a la. Paz de los Pirineos, 1517-1660, vol. 4 de Historia de Espaa. Barcelona, Grijalbo, 1973, pp. 129-130.

    6 Bartolom Bennassar, op. cit., p. 241.

    Sin embargo el. historiador francs olvida la literatura. La llegada de la imprenta y la reforma de los estudios o colegios de la ciudad crearon un ambiente propicio para el desarrollo de una significativa actividad literaria que ha llevado a algunos crticos a hablar de la existencia de una "escuela sevillana". ' La cultura humanstica tena su principal centro de difusin y estudio en las acade-mias y en los cenculos literarios, reunidos en torno a prestigiosos humanistas, como Juan de Mal Lara o Diego de Girn, y amparados por el mecenazgo de nobles sevillanos, como el conde de Gelves o el marqus de Tarifa. Estas reuniones cimentaron un humanismo qe "fue madurando en realidades literarias y en auto-res que y es importante escribieron para sus ami-gos, contertulios o lectores sevillanos". 8 Cristbal de Mesa en una epstola dedicada a Barahona de Soto enumera algunos de los escritores y nobles que asistan a estas tertulias:

    cuando fue de vuestra musa celebrada de Pacheco y Hernando de Herrera en aquella dichosa edad dorada, de Coln y Cristbal de Mosquera del Marqus de Tarifa y de Cetina Cristbal de las Casas y Cabrera; del maestro Francisco d Medina y del conde don Alvaro de Gelves y de Gonzalo Argote de Molina.

    En este ambiente cosmopolita y humanista se encua-dran la personalidad y la obra literaria de Fernando de Herrera.

    Sevilla, sus amigos, su poesa conforman la biografa

    El primero en postular la existencia de tal grupo fue A. Lasso de la Vega en su Historia y juicio crtico de la escuela potica sevillana en los siglos xvIy xvii, Madrid, Imprenta de la vda. e Hijos de Galiano, 1871.

    Asuncin Rallo, "La prosa humanista y la oratoria", en Antonio Prieto, ed., Historia de Andaluca, vol. V, Barcelona, Cupsa-Planeta, 1981, p. 144.

    Citado por Adolphe Coster, Fernando de Herrera (El Divino). Pars, Honor Champion, 1908, pp. 34-35.

  • r

    12 INTRODUCCIN

    vital y literaria de nuestro poeta. 10 Por ello pocos son los datos que se han conservado de su acervo vital; slo los escasos detalles que nos proporcionan Francisco Pacheco 11 y Rodrigo Caro 12 nos permiten esbozar una breve semblanza de su existir histrico. Los decretos del Concilio de Trento sobre los registro en los libros parroquiales no fueron promulgados en Espaa hasta 1564, por lo que es imposible sealar su lugar de nacimiento con absoluta certeza. Francisco Pacheco, ' y el propio Herrera en su Respuesta a las Observaciones del Prete Jacopmn. 14 afirman que fue Sevilla la ciudad que lo vio nacer, aunque algn crtico moderno ha puesto en duda este origen. 15 Absolutamente nada sabemos acerca de sus padres. Pacheco se limita a afirmar que "fue de onrados padres", 16 opinin com-partida tambin por Rodrguez Marn para quien el poeta fue "hijo de un humilde candelero o cerero de su mismo nombre, a quien por los aos de 1554 hallo viviendo en la collacin de San Isidro". 17 Sin embargo,

    ' Antonio Prieto, La poesa espaola del siglo xvi. vol. II, Madrid, Ctedra, 1987, p. 558. afirma: "es como si la biografa de Herrera fueran Sevilla, su comunicacin con los amigos, la poesa y el estudio".

    11 Libro de descripcin de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones. Citar esta obra por la edicin de Pedro M. Piero Ramrez y Rogelio Reyes Cano, Sevilla, Diputacin Provincial, 1985.

    12 Varones insignes en letras naturales de la ilustrsima ciudad de Sevilla, estudio biogrfico-critico de Santiago Montoto, Sevilla, Real Academia de Buenas Letras, 1915.

    "Tuvo por patria esta noble ciudad", Libro de descripcin, p. 177. 14 "Pero por la amistad, quetengo a Fernando de Herrera, i por ser

    andaluz como el, i naturales ambos desta Ciudad". Cito por Juan Montero, La controversia sobre las 'Anotaciones' herrerianas, Sevilla, Servicio de Publicaciones del Excmo. Ayuntamiento. 1987, p. 187. En adelante abreviar Controversia.

    15 Adolphe Coster, op. cit., p. 7, piensa que quizs el poeta no naci en la misma ciudad, sino en una poblacin cercana a la capital andaluza.

    16 Libro de descripcin. p. 177. Vranich, partiendo de esta afirmacin, escribe que: "hijo de 'onrados padres', frase que hay que entender en el habla de la poca en el sentido ms estricto, es decir que no eran ladrones y, desde luego, no nobles"; "Crticos, critiquillos y criticones (Herrera el Sevillano 'frente a Sevilla)", en su Ensayos sevillanos..., p. 13.

    11 Francisco Rodrguez Marn, El divino Herrera y la condesa de

    INTRODUCCIN 13

    Jos Maldonado Dvila en un manuscrito de Algunas Obras atribua al poeta un origen noble: "Fernando de Herrera fue natural de Sevilla, hijo de nobles padres con moderada hacienda"; 18 basndose en el desprecio que mostr siempre por el vulgo, Vilano.va tambin sostiene el origen hidalgo. 19

    El mismo secreto que envuelve su origen social cubre todo lo referente a los estudios que sigui el joven Herrera. Coster conjetura que estudi en el colegio fundado por Maese Rodrigo Fernndez de Santaella en 1518, transformado en 1551 en establecimiento de en-seanza superior reconocido por la ciudad de Sevilla como Colegio de Santa Mara de Jess. 20 Rodrguez Marn, por el contrario, piensa que los estudios los llev a cabo en el Estudio de San Miguel, "en donde tuvo por maestro al clebre Pedro Fernndez de Castilla". 21 No hay ningn dato que nos permita inclinarnos por una u otra hiptesis, aunque contrariamente a lo que ha escrito Manuel Angel Vzquez, 22 s creo que acudi a una de estas dos instituciones o alguna otra de las existentes en la ciudad, como el Colegio de Santo

    Gelves. Conferencia leda en el Ateneo de Madrid el da 1.0 de junio de 1911, Madrid, Imprenta de Bernardo Rodrguez, 1911, p. 11.

    18 Cit. por Adolphe Coster, op. cit., pp. 8-9. 1 "Dado su natural refinado y orgulloso y el altanero desdn con

    que hablaba siempre de 'la canalla y hez del vulgo', no considero inverosmil que el poeta fuese hijo de un hidalgo de escasa fortuna"; Antonio vilanova, "Fernando de Herrera", en Historia General de las literaturas hispnicas, vol. II, Barcelona, Ed. Barna, 1968, p. 689.

    20 Adolphe Coster, op. cit., pp. 10-11. Sobre Rodrigo Fernndez de Santaella y el Colegio, de Santa Mara de Jess vid. Joaqun Hazaas y la Ra, Maese Rodrigo Fernndez de Santaella, fundador de la universi-dad de Sevilla, Sevilla, 1900.

    21 Op. cit., p. II. 22 "No existen razones convincentes para pensar que Herrera adqui-

    riera los fundamentos de su slida formacin en el colegio de Maese Rodrigo Fernndez de Santaella, como indica Coster, ni en el famoso Estudio de San Miguel, como quiere Rodrguez Marn. En el ambiente cultural del momento las tertulias literarias, academias y cenculos, tan frecuentes en la ciudad, debieron suplir con provecho la ausencia de Ctedras de Retrica y Potica"; Poesa y potica de Fernando de Herrera, Madrid, Narcea, 1983, p. 14.

  • 14 INTRODUCCIN INTRODUCCIN 15 Toms. Asistiera o no a uno de estos colegios, lo cierto es que no debi terminar sus estudios, pues no logr ni el ttulo de maestro, doctor o licenciado, que sin duda habra aadido a su nombre, tal como era costumbre en la poca.

    Herrera decidi, como muchos jvenes de su tiempo, seguir la carrera eclesistica,

    qui pouvait, mieux que toute autre, assurer son existence tout en liii laissant des lisir suffisants pour s'adonner l'etude peu rmunratrice lorsqu'elle est dsintresse, des lettres et des sciences. 23

    Recibi las rdenes Menores de Ostiario, Lector, Exorcista y Aclito. 24 Ello le permiti solicitar y obte-ner un beneficio en la parroquia de San Andrs en Sevilla, segn el testimonio de Pacheco. 25 Por el mismo "bigrafo" sabemos que "no tuvo orden sacro", por lo que sus obligaciones deban limitarse a cantar en el coro, a leer su breviario y a asistir con la vestimenta eclesistica a una misa dominical o diaria. No existen documentos en la parroquia en los que aparezca su nombre. Rodrguez Marn encontr en los archivos de Sevilla una peticin de Herrera para que se le devolviera el impuesto de la "blanca" como beneficiario de San Andrs, 2 en otro documento fechado el 14 de noviem-bre de 1575 el cajero municipal devolva a Herrera cierto dinero del impuesto de la carne. 27 De las nicas rentas de este beneficio se sustent el poeta sevillano toda su

    23 Adolphe Coster, op. cit., p. W. 24 Vid. Mara Teresa Ruestes, "Introduccin", en Fernando de

    Herrera, Poesa, edicin, introduccin y notas de ..., Barcelona, Planeta, 1986, p. XII.

    25 "de bito eclesistico i beneficiado de la iglesia parroquial de San Andrs"; Libro de descripcin, p. 177.

    26 Luis Barahona de Soto, estudio biogrfico, bibliogrfico y critico, Madrid, Real Academia Espaola, 1903, p. 499.

    27 "yten debe por el d[ic]ho tres mill y qui[nient]os y nobenta m[araved]is que son e se libraron a hernando de herr[er]a beneficiado de la ynpusicion de la carne de 9 a[]os que se cumplieron fin de 74 a[]os es beneficiado de San andres"; Ibdem, pp. 13-14n.

    vida sin aceptar otros cargos o ayudas de amigos o protectores:

    1 aunque el cardenal don Rodrigo de Castro, arobispo de Sevilla, desse tenello en su casa i acrecentalje en dignidad i hazienda, no pudieron el licenciado Francisco Pacheco ni el racionero Pablo de Cspedes, ntimos amigos suyos, persuadille que le viesse. 28

    Los motivos por los que rechaz esta generosa oferta se nos escapan: algunos crticos lo han atribuido al amor que senta por doa Leonor, que le impedira dedicarse enteramente al servicio de Dios y lo convertira en un servidor indigno; 29 para otros se tratara de una manera de poder dedicarse nica y exclusivamente a su obra potica y su labor intelectual. 30 No me parece convin-cente ninguna de las dos teoras por separado: debieron ser varias las razones que le llevaron a tomar esa decisin, aunque las dos aqu expuestas sin ninguna duda debieron hallarse entre ellas.

    En 1565 se trasladaron definitivamente a su residencia en Sevilla don Alvaro de Portugal, conde de Gelves, y su esposa doa Leonor de Miln. El Conde se hizo notar pronto en los ambientes culturales de la ciudad; auspici una tertulia literaria a la que solan acudir Mal Lara, el licenciado Pacheco, Baltasar del Alczar, Juan de la Cueva, Mosquera de Figueroa y el propio Herrera, entre otros. Doa Leonor caus un gran impacto en nuestro poeta que, bien por convencionalismo literario, o bien por expresin de un autntico sentimiento, 31 la

    28 Francisco Pacheco, Libro de descripcin, p. 177. 29 Vid, A. Coster, op. cit., p. 201. Opinin similar es la expresada por

    Mara Teresa Ruestes que se pregunta: "No puede obedecer la actitud de Herrera a una profunda religiosidad que le lleva a preferir ser antes un buen cristiano que un sacerdote poco digno?"; op. cit., p. XIX.

    30 Antonio Prieto cree que el rechazo est "en su voluntad, cercana a Petrarca, de sentirse descargado de obligaciones para seguir entregado a. - su mundo potico y de estudios"; La poesa espaola del siglo xvi, II, p. 552.

    Para el carcter ficticio o autntico de este sentimiento amoroso vanse las pp. 34-35 de esta introduccin.

  • 16 INTRODUCCIN

    INTRODUCCIN 17

    convirti en el centro de su poesa: "Los [versos] amorosos, en alabana de Luz, aunque de su modestia i recato no se pudo saber, es cierto que los dedic a doa Leonor de Miln, Condessa de Gelves". 32 Lo cierto es que la relacin entre ambos debi de alcanzar un alto grado de confianza, pues doa Leonor hizo a Herrera depositario de su testamento.

    Nada sabemos sobre los ltimos aos de la vida de Herrera, aunque, si est en lo cierto Oreste Macri, debieron transcurrir en un ambiente de tristeza y estu-dio, "ya incapaz, por una parte, de legislar en nombre y como jefe reconocido de una escuela potica, desespera-damente agarrado a las sagradas sombras y 'venerados despojos de la antigedad', por otra". 33 Muri en la misma ciudad de Sevilla en 1597 cuando contaba 63 aos de edad.

    Herrera fue un escritor de una gran cultura, tal y como lo atestigua Pacheco: "Tuvo lecin particular de los santos, supo las matemticas y la geografa, como parte principal, con gran eminencia"3 , tambin tena grandes conocimientos de filosofa 36 y de medicina; 37 saberes todos necesarios para ser un buen crtico, tal y como lo apuntaba Juan de Robles en El culto sevilla-no. 38

    32 Francisco Pacheco, Libro de descripcin, P. 178. "Revisin crtica de la 'Controversia' herreriana", RFE. XLII

    (1958-1959), p. 223. "Al cual, aviendo sido de sana i robusta salud, llev el Seor a

    mejor vida en esta ciudad, a los 63 aos de su edad, el de 1597"; Libro de

    descripcin, p. 179. Ibdem, p. 178.

    36 Rodrigo Caro, op. cit., p. 60. ' A. Coster, op. cit., p. 11, supone que el joven poeta haba sentido

    deseos de estudiar medicina o que haba tenido como condiscpulos a jvenes mdicos.

    "O por mejor decir, un compuesto de todas: de ordinario son eminentes juristas, y muchas veces excelentes historiadores, y algunos filsofos, y no se escusan de saber los profundos misterios de la sagrada Teologa, ni quieren ignorar los tiles preceptos de la Medicina"; cit. por Stanko B. Vranich, "Crticos, critiquillos y criticones...", p. 27.

    Gran conocedor de la literatura clsica dominaba el latn y el griego:

    Supo la lengua Latina mu bien, i hizo en ella muchos Epigramas, llenos de arte i de pensamientos i modos de hablar, escogidos en los mas ilustres escritos antiguos. De la lengua Griega dizen que tuvo mas que mediana noticia; i por lo menos los Libros que dejo della (que ni fueron pocos ni ordinarios) se ven notados assi como los Latinos.

    De la misma opinin es Pacheco, para quien Herrera "supo las lenguas latina i griega con perfeccin". 40 A pesar de estos dos testimonios de contemporneos del poeta; a principios de este siglo un investigador america-no pretendi demostrar, sin xito, que Herrera tena escasos conocimientos de la lengua helnica y que sus citas de obras en esta lengua provenan de traducciones latinas. 41 Pero parece claro tras una atenta lectura de las Anotaciones que su conocimiento de la literatura griega era fruto de la lectura en la lengua original.

    La personalidad del poeta sevillano puede rastrearse a travs de las descripciones que nos han dejado sus primeros bigrafos, Francisco Pacheco y Rodrigo Caro, y la lectura de su obra. El primer aspet a destacar es su carcter reservado, que lo llevaba a alejarse de las multitudes para refugiarse en la comunicacin con pocos, pero elegidos, amigos; 42 grupo selecto de perso-

    Francisco de Rioja, "Preliminares" a la ed. de Pacheco; cito por Fernando de Herrera, Obra potica, vol. II, edicin crtica de Jos Manuel Blecua, Madrid, Anejos del Boletin de la RAE, 1975, p. 12. En adelante abreviar Obra potica.

    40 Libro de descripcin, p. 178. " R. M. Beach, Was Fernando de Herrera a Greek Scholar?, Filadel-

    fia, 1908. Mara Rosa Lida en La tradicin clsica en Espaa, Barcelona, Ariel, 1975, p. 389, afirma que "esta soez inventiva no puede calificarse de otro modo nada prueba como no sea la inexplicable ignorancia y grosera de su autor".

    42 "Comunicaba con pocos, siempre retirado o en su estudio o con algn amigo de quien l se fiaba y con quien explicaba sus cuidados"; Rodrigo Caro, op. cit., p. 59. Herrera en las Anotaciones define la amistad como "una onesta comunioln] de voluntad perpetua"; cito por

  • 18 INTRODUCCIN

    INTRODUCCIN 19

    najes eruditos con los que comentaba sus obras, cuyos consejos segua a la hora de iniciar ambiciosos proyec-tos 43 y cuyas composiciones no dudaba en citar en las Anotaciones:

    el hecho de que en sus anotaciones a las Obras de Garcilaso aproveche cualquier ocasin para intercalar ver-sos de sus amigos y elogiarlos con toda simpata, es un detalle ms que aadir a favor de su condicin, que no parece ser spera y desabrida, sino llena de la ms delicada exigencia, que no es lo mismo.

    Odiaba al vulgo al que consideraba vil y mezquino: "Que piensen esto los inorantes i el vulgo, que siempre fue necio" dir con desprecio en la Respuesta a las Observaciones, viviendo el tpico horaciano del "odi profanum vulgus". 46 En otras ocasiones mostrar su desprecio hacia los vulgares, tal y como recuerda el Licenciado Duarte: "1 assi sufri siempre con animo igual el ser reprehendido de algunos, cuyos juizios menospreciava". 47 Quera Herrera con este desprecio y

    Obras de Garcilaso de la Vega con Anotaciones de Fernando de Herrera, edicin facsimilar, prlogo de Antonio Gallego Moreli, Madrid, CSIC, 1973, p. 383. Todas las.citas de esta obra herreriana estn sacadas de esta edicin, que abreviar As.

    El ejemplo ms claro lo tenemos en las Anotaciones, obra escrita siguiendo los consejos de Juan de Mal Lara, entre otros: "Malara, en cuya muerte perdieron las buenas letras mucha parte de su valor i TI

    nobleza; que fue uno de los que mas me persuadieron, que passasse adelante con este trabajo"; As, 80.

    Jos Manuel Blecua; "La sensibilidad de Fernando de Herrera. Tres notas para su estudio", en su Sobre el rigor potico en Espaa y otros ensayos, Barcelona, Ariel, 1977, p. 81.

    41 Controversia, p. 190. En sus poesas aparece tambin este tpico: "vulgo incierto", "errada i ciega gente", "ruda muchedumbre", "turba vil".

    46 Vid. Cristbal Cuevas, "Introduccin", Fernando de Herrera, Poesa castellana original completa, ed. de.... Madrid, Ctedra, 1985, p. 12. Para el tratamiento del tpico en nuestro Siglo de Oro es interesante el articulo de Alberto Porquetas Mayo, "Sobre el concepto 'vulgo' en la Edad de Oro", en su Temas y formas de la literatura espaola, Madrid, Gredos, 1972, 114-127.

    47 Obra potica, II, p. 22.

    altivez establecer una clara lnea diferenciadora entre su poesa y la de aquellos rimadores que inundaban el Parnaso sevillano de la segunda mitad del siglo xvi. Por este odio hacia el vulgo y asimismo por la necesidad de separarse de los escritores vulgares rechazaba los califi-cativos de "poeta" y "divino", que le atribua el pue-blo. 48

    Esa huida de la vulgaridad explica su constante bsqueda de la perfeccin, culpable de la prdida de muchas de sus obras, tal y como lo demuestran las palabras de Pacheco: "Fue Fernando de Herrera mui sugeto a corregir sus escritos, cuando sus amigos a quien os lea le advertan, aunque fuesse reprovando una obra entera, la cual rompa sin duelo". 49 Ese afn por llegar a la ms alta cumbre de la realizacin artstica no se detena en el proceso de creacin, sino que continuaba hasta la misma impresin de la obra, intentando salvar las erratas deslizadas en ejemplares ya encuadernados y obligando a Alonso de la Barrera y a Andrea Pescioni a fundir nuevas letras; 50 todo ello para no "perder el crdito de recatado i escrupuloso en este estudio" (p. 381).

    48 Luis Rufo, Las Quinientas Apotegmas, Madrid, Imprenta de A. Gmez Fontenebro, 1882, Apotegma 380, p. 125, escribe: "desvanecido de que el vulgo le atribua fuera de razn el ttulo de divino, que no por modestia, el dicho estimaba en poco". Sobre el uso del ttulo de divino para calificar a los poetas en la Espaa del Siglo de Oro, vid. Christopher Maurer, Obra y vida de Francisco de Figueroa, Madrid, Istmo, 1988, pp. 122-127.

    49 Libro de descripcin. p. 178. Tambin el Lic. Duarte hace referencia a esta obsesin: "de que pueden dar testimonio los borradores de sus Versos, que despues de limados muchas vezes, i en espacio de aos enteros, apenas le contentavan; i assi desech muchos, que pudieran ser estimados de los mas entendidos en esta profesin"; Obra potica. U, p. 23.

    " Vid, los artculos de Jos Manuel Blecua, "Las obras de Garcilaso con Anotaciones de Fernando de Herrera. Nota bibliogrfica", en su Sobre poesa de la Edad de Oro, Madrid, Gredos, 1970, pp. 100-105; el ya citado "La sensibilidad de Fernando de Herrera...", pp. 73-82 y "Sobre el rigor potico en Espaa", Sobre el rigor potico en Espaa, y otros ensayos, pp. 9-44.

  • 20 INTRODUCCIN

    INTRODUCCIN 21

    La obsesin perfeccionista de Herrera halla su lgica explicacin dentro de la idea renacentista del arte como forma de alcanzar la eternidad, que tena su origen en el verso horaciano: "Exegi monumentum aere peren-nius", inicio del tpico en la literatura latina. Herrera, pues, conceba su poesa no slo como una forma de expresar sus sentimientos amorosos o ensalzar las ha-zaas de los soldados espaoles, sino como la mejor manera de dejar constancia de su propia existencia, porque como dir en las Anotaciones:

    esta apetencia de la inmortalidad, que nos procede del parentesco, que tenemos con ella, nos impele a la celebra-cin de nuestra memoria, i a procurar que viva nuestro nombre perpetuamente en la boca de la fama, i en los escritos de los ombres sabios, mayormente de los poetas (As, 337).

    Al final de su vida, sin embargo, utilizando la idea tan extendida en el Renacimiento de la poesa como "juegos de juventud", 52 declaraba amargamente: "Conosco de mi que no meresco esperar memoria en la edad venide-ra, que fuera demasiada sobervia esperarla", pues como seal Duarte: "porque ninguna quexa ai mas comun ni mas repetida de los insignes Poetas, que la falta de reputacin de sus estudios". 54 La poesa, pues, no poda hacerle merecedor de esa gloria que, como escritor renacentista, tanto anhelaba. Quizs fue esa la razn por la que dej de escribir versos y dedic los

    " Citado por Ernst Robert Curtius, Literatura europea y Edad Media latina, vol. 2, trad. de Margit Frenk y Antonio Alatorre, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1976, p. 669.

    52 Recurdense las palabras de Fray Luis: "Entre las ocupaciones de mis estudios en mi mocedad, y casi en mi niez, se me cayeron como de entre las manos estas obrecillas; a las cuales me apliqu ms por inclinacin de mi estrella que por juicio o voluntad"; cito por Fray Luis de Len, Poesas, ed., introd. y notas del Padre Angel Custodio Vega, O.S.A., Barcelona, Cupsa-Planeta, 1977, 38 ed., p. 5.

    "Prefacion de Fernando de Herrera, a sus versos"; Obra potica, II, p. 29.

    54 Obra potica. II, p. 19.

    ltimos aos de su existencia a otros estudios," concre-tamente la historia, aunque irnicamente es la poesa la que ha transportado con ms fuerza su memoria hasta nosotros. -

    El catlogo de las obras publicadas en vida de Fernando de Herrera, y a su cuidado, se reduce a cuatro libros: Relacin de la guerra de Cipre, y sucesso de la batalla Naual de Lepanto, 56 que contiene al final la Cancin en homenaje a don Juan de Austria por el triunfo de Lepanto, .y el Thomas Moro, 5 7 que, en. palabras de su editor moderno, "no es una biografia de Moro, sino una Vida ejemplar, escrita seleccionando los motivos de esta ejemplaridad en un adecuado mar-co". 58 Es curioso que ambas obras histricas marquen el principio y el final de la actividad literaria del poeta.

    En 1580 apareci en Sevilla impreso por Alonso de la Barrer4. "el libro ms hermoso de crtica literaria y de erudicin potica que se escribi en la Espaa del Siglo de Oro": las Obras de Garcilasso de la Vega con Anotacines de Fernando de Herrera. En este libro, so pretexto' de la edicin comentada de la poesa del vate toledano,: hallamos un compendio de creacin potica, de retrica y de crtica literaria, unido a una amplia muestra5:de su., erudicin enciclopdica y un esbozo de

    " Crist6balCuevs, op. cit., p. 19, afirma: "He ah el verdadero motivo de !s apartamiento de la creacin potica. Fiel a su perenne ansia de..slt'acin, decide cimentarla en valores ms seguros. Entonces ensaya,. con-el mayor rigor, el gnero histrico, la biografa ejemplar, tal vez la ; teorizacin potica".

    56 Impresa en 1572 en Sevilla por Picardo. Hay una posterior edicin en Codoin, XXI, 1852, pp. 243-382.

    Impreso en Sevilla en 1592 por Alonso de la Barrera. Hay edicin moderna en Francisco Lpez Estrada, "Estudio y edicin del Toms Moro de Fernando de Herrera", Archivo Hispalense, XLI (1950), pp. 9-56.

    Francisco Lpez Estrada, Toms Moro'y Espalia, Madrid, Edito-rial de la Universidad Complutense, 1980, p. 34.

    Antonio Alatorre, "Garcilaso, Herrera, Prete Jacopn y don Toms Tamayo de Vargas" en Elias L. Rivers ed., La poesa de Garcilaso. Barcelona, Ariel, 1974, p. 365.

  • 22 INTRODUCCIN

    INTRODUCCIN 23

    ese "arte" pd&ica" que nunca lleg a escribir. 60 Una obra muy relacionada con ella, aunque nunca lleg a ser impresa, es la Respuesta a las Observaciones del Prete Jacopn, en la que Herrera se defiende de los ataques del Condestable de Castilla contra las Anotaciones. '51

    El nico libro de poesas que public lleva por ttulo Algunas Obras y vio la luz en las prensas sevillanas de Andrea Pescioni en 1582. La obra contiene 91 composi-ciones desglosadas de la siguiente manera: 78 sonetos, 7 elegas, 5 odas y una gloga. El ttulo deja bien claras las intenciones de Herrera de dar a conocer una seleccin de su obra potica. Coster piensa que se trata de una edicin no venal, pues a los ejemplares conservados les falta la "Tasa", requisito legal imprescindible para su venta. El resto de las poesas publicadas durante su vida son elogios que figuran en los preliminares de libros de amigos suyos: Vocabulario de las dos lenguas toscana y castellana de Cristbal de las Casas; Naturaleza del cavallo de Pedro Fernndez de Andrada; Obras de Juan de la Cueva, y Libro que trata de la Philosophia de las Armas de Jernimo de Carranza. A estos hay que aadir un soneto en respuesta a otro de Jernimo de Lomas Cantoral que apareci en la edicin de Obras del autor.

    Gran nmero de poemas se han conservado en ma-nuscritos dispersos en distintas bibliotecas: uno de ellos, copiado por don Js Maldonado Dvila, contiene los versos en metros castellanos; otro, fechado en 1578 y conservado en la Biblioteca Ncional de Madrid, recoge

    60 Sobre la tradicin en la que se insertan las Anotaciones vid. Bienvenido Morros, "Algunas observaciones sobre la poesa y la prosa de Herrera", Crotaln. Anuario de Filologa Espaola, 2 (1985). pp. 154-168. -

    61 La edicin ms reciente de la Respuesta es la de Juan Montero, Controversia, pp. 185-284. Para un estudio de la polmica vid. Juan Montero, "Estudio preliminar , Controversia, pp. 17-101;Oreste Macri, Fernando de Herrera, Madrid, Gredos, 1972, 2.a ed., pp. 99-116; Andrei-na Bianchini, "Herrera and Prete Jacopin: The consequences of the controversy", HR, 46 (1978), pp. 221-234 y Antonio Alatorre, art. cit., pp. 323-365.

    vajias glogas y otros poemas inditos. 62 Poemas indi-tos, aislados en otros manuscritos, fueron publicados por A. Coster, D. Kossoff y Jos Manuel Blecua.

    Ms numerosas que las obras conservadas son las obras perdidas; de ellas tenemos noticias gracias a las citas que hacen de ellas el propio Herrera, Pacheco, Rioja o el Licenciado Duarte. En el Libro de descripcin anotaba Pacheco:

    "Acab un poema trgico de los amores de Lausino i Corona; compuso algunas ilustres glogas; escrivi la gue-rra de los gigantes, que intitul la Gigantomachia; traduxo en verso suelto el rapto de Proserpina de Claudiano, i fue la mejor de sus obras deste gnero. Todo esto no slo no se imprimi, pero se perdi o usurp, con la istoria general del mundo hasta la edad del emperador Carlos Quinto" @

    Francisco Rioja, en los "preliminares" a la edicin de Versos, tambin enumera las obras perdidas:

    "Perdiose la batalla de los Gigantes en Flegra, el Rob de Proserpina, el Amadis. Pero los amores que escrivi de Lausino i Corona, i muchas Eglogas, i Versos Castellanos, que n podido vivir, por ventura se estanparan con breve-dad". 63

    Los datos proporcionados por ambos autores coinci-den en casi todo; nicamente la mencin por parte de Rioja del Amads, obra no citada por Pacheco, y el anuncio de una prxima publicacin del Lausino por el primero, mientras que el segundo da el poema por definitivamente perdido. 64 Nada sabemos de lo que

    62 Fue editado en Fernando de Herrera; Rimas inditas, editadas por Jos Manuel Blecua, Madrid, CSIC, 1948.

    63 Obra potica, U, p. 16. En los mismos "preliminares" escribi: "Tanbien trabaj una Istoria general de Espaa, hasta - la edad del Enperador Carlos Quinto, que tuvo acabada los as de mil quinientos i noventa"; ibdem, p. 13.

    Antonio Prieto, La poesa espaola del siglo Xvi, II, p. 564, cree que la obra es "un proyecto ensayado en unas pocas octavas"; la misma opinin expresa sobre la Gigantomaquia, "con unas octavas reveladoras de un motivo o escena"; Ibdem, p. 564. -

  • 24 INTRODUCCIN a INTRODUCCIN 25 realmente sucedi con estas obras a la muerte de Herrera, excepto lo que afirma Pacheco acerca de una posible usurpacin, confirmada por el Licenciado Duar-te que prefiri no delatar al culpable o culpables de este robo o destruccin . 65

    LA POESA AMOROSA

    a) Tradicin petrarquista y neoplatnica

    La tradicin potica en la que se inserta la obra de Hrrera participa del petrarquismo, del platonismo y de los tratados de amor. 66 Estas tres corrientes de pensa-miento aparecen recogidas en el Canzoniere de Petrarca, convertido por los seguidores del poeta florentino en el tratado amoroso, hasta tal punto que "much of the so-called Platonism of the sixteenth century is in reality Petrarchism". 67 Su influencia gravita sobre toda la lrica espaola del Siglo de Oro, y es considerado no slo como modelo literario, sino tambin como modelo vital. 68 Herrera es quizs el poeta espaol ms conscien-te de la importancia de Petrarca; 69 todo en la poesa del sevillano muestra la huella del florentino:

    L'atmosfera che si respira leggendo I'Herrera petrar-chesca; dallo schema generale al metri, dalle finzioni psicho-logiche agli artifizi preferiti ogni Iettore sente che lo spirito animatore di quella poesa petrarchesco. Certo l'autore

    "Dexo en silencio la culpa d'esta perdida, porque so enemigo de sacar en publico agenas culpas"; Obra potica, II, p. 26.

    66 Vid. Mara Pilar Manero Sorolla, Introduccin al estudio del petrarquismo en Espaa, Barcelona, PPU, 1987, p. 81.

    67 Nesca A. Robb, Neoplatonism of tlze Ita/jan Renaissance, Londres, George Alen & Unwin Ltd., 1967, p. 178.

    68 Para las analogas entre la vida y obra de Petrarca y Herrera vid. Cristbal Cuevas, op. cit., pp. 16-17.

    69 Antonio Vilanova, op. cit., p. 713, afirma que Herrera es el "ms grande petrarquista espaol del segundo Renacimiento"; Mara del Pilar Palomo, La poesa de la Edad Barroca, Madrid, SOEL, 1975, p. 52, lo considera el "genial, pero rezagado petrarquista".

    non pedissequamente attacato ai soi modelli, ma se spesso si disconta da particolari delle forme italiane, le linee general architettoniche del suo pensiero rimangano fedeli ai canzionieri italiani e al convenzionalismo che pesava sulla lrica nostra. 70

    No ha de extraarnos, pues, que su poesa amorosa, que constituye la parte ms importante de su produc-ci potica, se halle impregnada de los conceptos y temas petrarquistas, que en ocasiones coinciden con los planteamientos neoplatnicos, e incluso con la tradicin corts, en la que tambin se aprecia la influencia de Petrarca. 71

    Uno de esos rasgos petrarquistas que penetr en la poesa cancioneril a lo largo del siglo xv es la concep-cin del amor por destino. Esta idea encontr alguos. detrctores entre los escritores espaoles de la poca; concretamente Luis de Lucena en su Repeticin de amores escriba: "el hombre enamorado deve mucho culpar a s mesmo y no a la fuerza de las estrellas, o al prdistincto orden de las cosas que han de venir, o a la disposicin de los objectos". 72 En la lrica renacentista espaola encontramos por vez primera la idea de la determinacin amorosa en Garcilaso (Eleg II, vv. 76-78): "porque como del cielo yo sujeto / estava eterna-mente y diputado / al amoroso fuego en que me meto,". Estos versos recibieron la crtica de Herrera

    70 C. R. Ceriello, "Imitazioni Petrarchesche di Fernando de Herre- 1 ra", Rassegna Crtica della Leiterasura Italiana, xviii (1913), p. 88.

    " Para la evolucin de lo petrarquesco en la poesa cancioneril de finales del siglo XV y principios del XVI vid. Rafael Lapesa, "Los gneros lricos del Renacimiento: la herencia cancioneresca", Homenaje a Eugenio Asensio, Madrid, Gredos, 1988, pp. 270-271.

    72 Cito por Luis de Lucena, Repeticin de amores, ed. de Jacob Ornstein, Chapel Hill, University of North Carolina Press, p. 68. Un completo estudio de esta polmica se puede hallar en Pedro M. Ctedra, Amor y pedagoga en la Edad Media, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1989, pp. 70-84.

    Cito por Garcilaso de la Vega, Obras completas con comentarios, edicin crtica de Elias L. Rivers, Madrid, Castalia, 1981. Todas las citas de Garcilaso proceden de esta edicin.

  • 26 INTRODUCCIN

    INTRODUCCIN 27 para quien el amor "es inclinaion, i no fuera de destino. porq[ue] como dize S. T. en la I. estas inclina-ciones esta[n] sugetas al juizio de la razon" (As, 551). ' Este concepto aparece en varias ocasiones en su poesa. Si en las Anotaciones, como hemos visto, desechaba la influencia del destino y hablaba de "inclinaion", en su prctica potica ambos elementos se hallan mezclados; as en un soneto leemos: "Nac yo por ventura destina-do / al amoroso fuego" (p. 370). Sin embargo, en otro momento escriba: "Mas yo, para morir en esta guerra 1 nac inclinado, i sigo el furor mo" (p. 435); e incluso ambos aparecen en un mismo verso: "condeno mi desseo y mi cuydado, / la dura inclinain de mi destino" (p. 330). Inclinacin o destino, separados por un leve matiz, indican que Herrera, al igual que Petrarca, crea haber nacido bajo el signo del amor.

    La poesa de tradicin petrarquista presenta el proce-so amoroso, al que no olvidemos el poeta nace condena-do, como una senda llena de dolor. Sin embargo el amante no cesa en su lucha para conseguir a la amada, aun cuando es consciente de que jams lograr ser correspondido. Este rechazo produce actitudes maso-quistas, tal y como resalta Len Hebreo por boca de Filn: "Lo que encuentro ms maravilloso es que, siendo [el amor] tan intolerable y extremado en cruelda-des y tribulaciones, la mente no quiera alejarse de l, ni lo desea ni procura". 7 s Herrera muestra esa alegre aceptacin del sufrimiento:

    Mas deshaze esta simple confiana Amor, que al dao antiguo me condena, y alegre voy al mal que temo y ueo (p. 344).

    El Prete Jacopn en sus Observaciones defendi a Garcilaso: "1 assi, porque pusiesse all sujeto, no se a de entender, que quiso dezir forado, sino inclinado"; Controversia, p. 127.

    75 Cito por Len Hebreo, Dilogos de amor, traduccin de David Romano, introduccin y notas de Andrs Soria Olmedo, Madrid, Tecnos, 1986, p. 60.

    ,Amar es sufrir. Con el dolor, sustituto del placer, el amante se entrega a la amada en espera de recibir ms tormento hasta llegar al abandono total, a la sumisin d:s libertad al deseo de la amada. Todo este proceso se desarrolla en un "crescendo" que culmina con un deseo de total sacrificio: la muerte.

    Haga, pues, el dolor en m su ofiio, y Amor crudo y sangriento su exeriio, que no podr el tormento ser ms fuerte que hazer sacrifiio a la ara de mi Lumbre con mi muerte (pp. 303-304).

    La angustia y desesperacin en que vive el poeta provocan un estado de desconcierto y confusin obsesi-vos. Ya Garcilaso haba reflejado esa experiencia: "no me aprovecha verme qual me veo, / o muy aventurado o muy medroso, / en tanta confusin que nunca oso / fiar el mal de m que lo poseo" (soneto XII, vv. 5-8). Confusin y desconcierto que tambin siente Herrera:

    Sigo por un desierto no tratado, sin luz, sin gua, en confusin perdido (p. 490)

    A veces, el estado es evocado desde una etapa poste-rior en la historia del amante: "Viv gran tiempo en confusin perdido, / i todo de m mesmo enagenado" (p. 426); el poema est escrito desde un "ahora", desde un presente libre de las ligaduras amorosas, cuando el poeta puede exclamar: "puedo dezir que vivo, pues sol mo".

    La amada es el gua, la luz que conduce al poeta hacia el cielo; por ello la "llama unas veces, Luz, Estrella, Lumbre, Luzero, i Sirena, otras Aglaia, que quiere dezir Esplendor, i Eliodora, que es lo mismo que dnes del Sol" como nos recuerda Rioja. 76 Es ella, esa luz tan cara a los filsofos neoplatnicos, '' la que ilumina la

    76 Obra potica, U, p. 16. 7' Recurdense las palabras de Ficino: "Tanta uis est amoris, tanta

  • 28 INTRODUCCIN 1 INTRODUCCIN 29 ascensin del amante: "Que yo en essa belleza que contemplo, / aunqu'a mi flaca vista ofende i cubre, la immensa busco i voi siguiendo al cielo" (p. 425). Herrera describe la ascensin utilizando la simbologa de la literatura mstica: 78

    Y la frgil corteza dexo al suelo que impide con su peso el leue buelo; y contemplo por vos la suma alteza, el elestial espritu y la gloria de la immortal belleza, y a vos os deuo aquesta gran vitoria (p. 263).

    El amante desea transformarse en su amada, que sus dos almas se conviertan en una sola, para lo cual su alma ha de informarse de la belleza y virtud de la amada. Herrera se hace eco de aquellos versos petrar-quescos: " so in qual guisa / l'amante nell'amato si trasforme":

    Con l mi alma, en el celeste fuego vuestro abrasada viene, i se trasforma en la belleza vuestra soberana.

    facilitas, tanta felicitas, imo vero (ut rectius loquar) tanta uis est lucs amatae"; citado por Laura Westra, "Love and Beauty in Ficino and A: Plotinus", Konrad Eisenbichler and Olga Zorzi Pugliese, eds., Ficino and A Renaissance Neoplatonism, Ottawa, Dovehouse Editions Canada, 1986, p. 186n.

    ' No debe olvidarse que en la filosofia platnica: "A partir de la belleza de los objetos materiales la mente se ve conducida a la belleza de A los cuerpos humanos, de ah a la belleza del bien, luego a la belleza de las ideas y de ah al conocimiento y el amor de la belleza absoluta, que es Dios"; Alexander A. Parker, La Jilosojia del amor en la literatura espaola 1480-1680, Madrid, Ctedra, 1986, pp. 61-62.

    79 Triunfo de amor, III, 162. Es una idea bsica en la filosofa neoplatnica, como lo demuestran las palabras de Ficino: "habet seipsum uterque et habet alterum. Iste quidem se habet sed in illo. Ille quoque se possidet, sed in isto"; citado por Francis Broun, "The Louvre 'Concert Champtre': A Neoplatonic Interpretation", Konrad Eisenbi-chler y Olga Zorzi Pugliese, eds., Ficino..., p. 37.

    4 en tanto gozo, en su mayor sossiego, su bien, en cuantas almas halla, informa; qu'en el comunicar ms gloria gana (p. 412).

    A diferencia de Petrarca, Herrera, siguiendo la lnea de Len Hebreo, 80 hace referencia en estos versos a una unin espiritual, o mejor dicho, a una comunicacin espiritual con su amada, que informa su belleza en el amante; es el amor contemplativo, que "es el divino. porq[ue] subimos de la vista de la belleza corporal a la co[n]sideracion de la espiritual i divina" (As, pp. 103-104).

    Pero la pasin amorosa de Herrera, aunque sea literaria (como veremos), no se detiene en la espirituali-dad, sino que se expresa tambin en un deseo de plena sensualidad que llega al anhelo del goce fisico: 8 '

    Si yo pudiesse con mejor Ventura trocarme como lpiter sola, cm blanco cisne buelto ya estara delante de mi Luz hermosa y pura.

    Y si algn temor de muerte oscura, en onrra suya el canto ensalsara; la boca y a los ojos bezara, alegre de perderme en tal dulura (pp. 184-185).

    El segundo cuarteto representa la, expresin del erotis-mo del amante, que avanza un paso ms en su historia

    80 "Un afecto y amor que han hecho que me identifique contigo, han engendrado el deseo de que t te identifiques conmigo, a fin de que yo, amante, pueda ser una sola .persona contigo, amada, y en igual amor haga de dos almas una"; Dilogos de amor, ed. cit., p. 56.

    81 Los filsofos neoplatnicos no condenaban el deseo sexual: "Ploti-nus treats affective eros, including sexual desire, as an inferior but legitimate expression of a longing for beautiful form; ami defends it against those who see no good in it at all"; Al Wolters, "Ficino and Plotinus' Treatise 'On Eros", Fiemo..., p. 190. Herrera habla de esta "especie" de amor en As, p. 104: "el tercero, que es passion de corrompido desseo i deleitosa lascivia; es el ferino i bestial, porque, como ellos dizen, conviene mas a fiera que a ombre. este deciende de la vista al desseo de tocar".

  • 30 INTRODUCCIN INTRODUCCIN 31 amorosa: el placer del contacto fisico. No es un ayunta-miento espiritual el que aparece en estos versos, 82 es la entrega total, el deseo de consumar su pasin. En otro momento de la secuencia potica Herrera parece indicar la posibilidad de ese contacto fisico; 83 tras haber confe- sado Luz su amor al amante, ste afirma enigmtica-mente:

    Lo dems qu'entre nos pass, no es dio, Noche, d'oir el austro presuroso, ni el viento de tus lechos ms vezino (p. 416).

    Corto momento de realizacin amorosa, como el propio poeta augura: "Breve ser la venturosa istoria de mi favor, que breve es l'alegra que tiene algn lugar en mi memoria" (p. 415). La pasin incontenible, simbolizada por la tpica oposicin fuego hielo, se encuentra pronto con el rechazo de la amada, que, arrepentida de este momento de debilidad, se muestra esquiva y desdeosa: "Y de sus dules ojos desuiado, / estoy, como en ausenia, all presente, / pues vn tierno mirar avn me's negado" (p. 256). Los mismos ojos, causa del amor 84 ("Yo vi unos bellos ojos que hirieron con dulce flecha un coran cuitado" (p. 403), reflejan la indiferencia y crueldad de la amada. La belleza

    82 "Y por eso el beso se puede ms ama decir ayuntamiento de alma que de cuerpo; porque tiene sobre ella tanta fuerza, que la trae a s, y casi la aparta del cuerpo; por esta causa todos los enamorados castos desean el beso, como un ayuntamiento espiritual"; Baltasar Castiglione, El cortesano, Madrid, Espasa-Calpe, 1980, 4. ed., p. 220.

    83 Macr, Fernando de Herrera, p. 56, no cree que se trate de una referencia ertica, sino "a una promesa incumplida, y a que la noche fue empleada en lgrimas de memoria y de ausencia".

    84 La idea fue extendida por los filsofos neoplatnicos, as en Fiemo leemos:"Frequentissimointuitu aciem visus ad aciem dirigentes, lumina iungunt luminibus et longum, miseri, combibunt amorem. Huius profec-to morbi, ut Museo placet, causa omnis et origo est oculus"; cit. por Francis Broun, art. cit., p. 37. El propio Herrera recoge el tpico: "Porque luego que los ojos son heridos de la belleza, se resiente todo el espritu sensitivo i juntamente toda 'anima sensitiva"; As. p. 114.

    aparece unida a varios atributos negativos: "Este tor-mento mo caus aquella / bella, dule y cruel seora ma; no s si ms cruel se uio algn da" (p. 210). Pero lo que ms le duele al amante Herrer es la crueldad, la frialdad, la insensibilidad, la falta de piedad que mani-fiesta su Luz:

    Ms duro es vuestro pecho y ms elado, en quien la pidad no a hecho assiento, - ni el fuego d'amoroso sentimiento en l jams, por culpa vuestra, a entrado (. 217).

    Atrs quedan los halagos a su belleza, descrita con metforas petrarquistas, a su gracia, a su cordura o reposo: "la blanca mano, larga a mis dolores, / las palabras suaues y amorosas, la risa y graia" (p. 188); todo ello se ha evaporado, y permanece slo la imagen de la "belle dame sans merci", tan cara a los poetas cancioneriles.

    La crueldad de la dama convierte al amante en un nufrago en medio de un mar tormentoso, cuyas altas olas le impiden arribar a puerto seguro:

    Pues el amor me dexa y niega el puerto, que ueo en las reliquias de mi naue, que el mar lleua esparzidos mis despojos,

    la veste y armas deste amante muerto, que restan del naufragio duro y graue, consagrad a mis dules verdes ojos (p. 313).

    El rechazo significa abandono, soledad. El amante se aparta de los hombres y vaga por lugares solitarios:

    as Herrera asimil "el espritu melanclico y nostlgico, la pasin triste y el culto prerromntico de la noche y de la soledad que vaga en los versos de Petrarca... de ellos [los modelos petrarquistas] procede, sin duda alguna, su culto de la soledad, el tema del caminante enamorado, la peregrinacin amorosa por valles y desiertos, el culto prerromntico de la noche y el recuerdo insistente de un amor sin esperaz"; Antonio Vilanova, op. cit., p. 715.

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    "En este prado y soledad desierta / ... / considero mi estado y vida incierta" (p. 199). De esta forma la naturaleza se convierte en confidente del poeta, en especial el ro Guadalquivir, 86 testigo de su gloria, al que tambin canta su dolor:

    Betis, qu'en este tiempo solo i fro escuchas mi dolor; del hondo assiento acoge'n tu callado movimiento los ltimos suspiros que yo envo (p. 368).

    Es el poeta dolorido, con un dolor controlado, tran-quilo como las aguas del ro a su paso por Sevilla. No hay nada en estos versos que recuerde la pasin que vive en el poeta; ser el desierto el testigo de las quejas violentas:

    y que imprima la causa de mi afrenta en esta arena estril y sedienta; y, repitiendo de prinipio el dao, har que el campo sienta, pues solo estoy, la fuera de mi engao (p. 304).

    Violencia, desesperacin, tormento, "porque quien a la muerte me condena, / ingrata y dura y spera es comigo, / y siempre va doblando mi tormento" (p. 304). El inmenso dolor produce en el amante el deseo de librarse del yugo amoroso, el anhelo de recuperar la libertad perdida. "Cesse, que tiempo es ya, el lamento mo / ... / que mi dolor immenso no consiente / perpetuo estado a tanto desuario" (p. 346) demanda Herrera al Amor; el poeta contempla su estado y su historia amorosa y no puede menos que lamentarse: "ii qu'ofre-cido / me vea a desdn grave, a duro olvido, / sugeto siempre a miserable estado!" (p. 370). Sin embargo,

    86 "El Betis es el confidente de sus quejas. Un ro moderno, lejos del sentido clsico que mantena el Tajo garcilasiano pero situado en Inea, con el prestigio del Erdano, otro ro del dolor"; Antonio Gallegoi. Morell, "El ro Guadalquivir en la poesa , Diez ensayos sobre literatura:i espaola. Madrid. Revista de Occidente, 1972, p. 103.

    cuando ms decidido est a romper con su pasado, el recuerdo de su amada lo devuelve a la cautividad: "No so pea ni duro diamante: / tal furor tierno vive en estos ojos, / que de su luz s'enciende en un instante". La definitiva liberacin slo se produce cuando Herrera comprende la inutilidad de su dolor y el miserable estado en que se halla:

    Rompa 'aguda espada el implicado nudo, pues de m'industria nunca sido suelto por mi dolor, qu'en mal perdido, el remedio cruel es acertado.

    Cuelguen deste alto roble los despojos de mi engaado amor, i la esperana muera qu'un tiempo me sostuvo incierto.

    Que ya no do lugar a bellos ojos, ni a la falsa risa i vana confiana; i en l s'escriva: "Amor qued aqu muerto" (p. 370).

    b) 'Algunas Obras': cancionero petrarquista

    Herrera fue sin duda el poeta espaol que mejor comprendi la obra de Petrarca, no slo en lo que se refiere a la temtica o a la forma potica, sino que tambin asimil perfectamente el significado del Canzo-niere como historia amorosa, aunque en las Anotaciones no lo respetara: "Aunque quizs Herrera no captara la latitud vital de la poesa garcilasiana, en cuanto historia de amor, es indudable que saba la conducta formal de un cancionero petrarquista, a la que es mucho ms obediente que el poeta toledano que comenta". 87 El ejemplo ms claro de esto lo constituye la publicacin de Algunas Obras, que ha sido considerado por un crtico como: "reducido Cancionero en honor de Ma-donna Leonor". 81 Varios son los puntos de contacto

    67 Antonio Prieto, La poesa espaola del siglo XVI, II, p. 571. 88 Antonio Gallego MoreN, "El andaluz Fernando de Herrera", Dos

    ensayos sobre poesa espaola de/siglo XVI, Madrid, nsula, 1951, p. 52.

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    entre ambos cancioneros: en primer lugar, los poemas siguen una secuencia narrativa y no cronolgica, como veremos a continuacin; en segundo lugar, se intercalan poemas laudatorios y heroico-patriticos para definir la personalidad del autor; en tercer lugar, hay alternancia de formas mtricas, y, por ltimo, la aparicin de una nica amada, fijada en parnimos.

    Pero lo que nos interesa ahora estudiar es el concepto del cancionero como historia amorosa. Muchas pginas se han escrito sobre la veracidad o fingimiento de la pasin de Herrera hacia su Luz. Los crticos que defienden el carcter autobiogrfico se basan nicamen-te en los apasionados versos del poeta sevillano, aunque Gallego Morell aporta tambin como "testimonio" el retrato de Pacheco: "su mirada es la de un hombre consumido por un amor imposible, un amor a la andaluza". 90 Pero olvidan conceptos como los que aparecen en el "Prologus Baenensis", 9 1 o afirmaciones como la de Len Hebreo para quien "en el mundo carece de ser quien carece de amor". 92 Y lo que es ms importante, desechan los testimonios de los contempo- rneos de Herrera que hablan de la pureza de afectos con que celebr a su amada, 93 y de la aprobacin del

    ' Vid. Antonio Prieto, "El Desengao de amor en rimas, de Soto de Rojas, como cancionero petrarquista", Seria Philologica in honorem F. Lzaro Carreter, JI, Madrid, Ctedra. 1983, pp. 403-412; tambin del mismo autor, Laponia espaola del siglo XVI, 1, Madrid, Ctedra, 1984; pp. 32-36.

    90 "El andaluz Fernando de Herrera", p. 49; defienden tambin este autobiografismo: Francisco Rodrguez Marn, El divino Herrera..., pp. 13-30; Adolphe Coster, op. cit., p. 121; Antonio Vilanova, op. cit., pp. 690-694 y 722-733.

    91 "E que siempre se preie e se finja de ser enamorado"; cito por Cancionero de Juan Alfonso de Baena, 1, edicin crtica de Jos Mara Azceta, Madrid, CSIC, 1966, p. 15.

    92 Ed. cit., p. 187. 93 Francisco Rioja escribi: "En la pureza de afectos, i virtud con que

    la celebr no ser necessario hablar, assi por lo que se sabe deste caso, como por lo que el dize varias vezes en sus obras, de su amor, que unas vezes lo llama onesto i santo, i otras divino i santo"; Obra potica, JI, p. 16.

    Conde . para que su esposa fuera la destinataria de la poesa amorosa del vate sevillano. 94 Nadie defiende ya hoy la autenticidad vital de esta pasin:

    En ltima instancia el petrarquista Herrera no dedica a su protectora una pasin, sino unos versos apasionados, poesa amorosa de la mejor estirpe literaria, nacida de un corazn que la amaba, s, pero con respetuosa afeccin de sbdito y amigo. De esa manera, la bella y exquisita Condesa... no es la que, con la pasin que habra encendido en el poeta, hizo brotar este torrente de versos, sino su afortunada y feliz destinataria.

    Amor s, pero un amor literario, vivido en la poesa. Herrera para seguir la tradicin literaria petrarquista, continuada en Espaa por. Garcilaso, necesitaba crear una amada que compitiese con la Laura de Petrarca o la Isabel garcilasiana. Por ello surgi Luz, "alter ego" literario de doa Leonor de Miln, como centro del universo potico herreriano.

    Esta historia de amor, creada por la necesidad poti-ca, aparece narrada en Algunas Obras. El libro comien- za, de acuerdo al canon petrarquista, con un soneto- prlogo a la manera del "Voi ch'ascoltate in rime sparse il suono" del Canzoniere: 96 "Os i tem, mas pudo la osada" (p. 385). Entre ambos poemas existen coinci- dencias: los dos estn escritos desde una madurez sentimental y humana y con conciencia de haber errado en su pasin; al "in sul mio primo giovenile errore, / quand'era in parte altr'uom da que ch'i' sono" petrar- quista corresponde Herrera con su "Gast en error la edad florida ma; / aora veo el dao, pero tarde". Pero

    ' "La cual con aprovacin del Conde, su marido, acet ser celebrada de tan grande ingenio"; Pacheco, Libro de descripcin, p. 178.

    95- Cristbal Cuevas, op. cit., p. 28. Vid. adems Oreste Macr, op. ch., pp. 57-60; Gabriel Celaya, "La poesa pura en Fernando de Herrera", Exploracin de la poesa. Barcelona, Seix Barral, 1971, pp. 13-77, y Antonio Prieto, La poesa espaola del siglo xvi, II, p. 570.

    96 Cito por Francesco Petrarca, Canzoniere, Introduzione e note di Piero Cudini, Miln, Aldo Garzanti Editore, 1980, 4,* ed., p. 1.

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    mientras el escritor florentino escribe el poema desde una pasin ya superada y con una intencin moralizan-te, Herrera se halla inmerso en la suya y no demuestra ningn deseo de claudicar: "Sigo al fin mi furor, porque mudarme / no es onra ya, ni justo que s'estime / tan mal d quien tan bien rindi su pecho". Esta primera composicin nos introduce en lo que ser el poemario: "la expresin de un espritu desgarrado por el choque de dos pasiones contrarias ala audacia y el temor".

    En el segundo soneto, "Voi siguiendo la fuera de mi hado" (p. 386), aparece la idea del poeta condenado por su destino a amar, y a sufrir, pero tambin sujeto a una esclavitud de la que no puede librarse: "Qu vale contra un mal siempre presente / apartars'i huir, si en la memoria / s'estampa, muestra frescas las seales?".

    La prehistoria del amante aparece reflejada breve-mente en el primer cuarteto del soneto III, donde leemos:

    Pens, mas fue engaoso pensamiento, armar de duro ielo el pecho mo, porqu'el fuego d'Amor al grave fro no desatasse en nuevo encendimiento.

    No hay ninguna referencia a las circunstancias en que se produjo el primer encuentro, ningn poema que recuerde el "Era il giorno ch'al sol si scoloraro" petrar-quesco. 98 Herrera se sirve de los tpicos del canon amatorio del florentino para narrar su rendicin: el "ielo" es vencido por el fuego que desprende la amada, y el poeta arde en l msero y engaado, sin esperanza: "Yo, que la pura luz do ardiendo muero / msero vi, engaado i ofrecido / a mi dolor, en llanto convertido / acabar no pens, como ya espero" (s. III!).

    La primera parte del libro aparece dominada por una actitud de splica; Herrera implora a la amada su atencin, su mirada, como medio de aliviar su tormento:

    ' Cristbal Cuevas, op. cit., p. 30. 98 Ecl. cit., p. 3.

    Oye la boz de mil suspiros llena, i de mi mal sufrido el triste canto, que no podrs ser fiera .dura tanto que no te mueva esta mi acerba pena.

    Buelve tu luz a m, buelve tus ojos, antes que quede oscuro en ciega niebla (s. )CJffl).

    Per no hay respuesta: "Bolv; hallme solo i entre abrojos". Todos estos poemas son un extenso monlo-go; no hay comunicacin entre el poeta y su amada; sta no tiene voz, es nicamente receptora de las amargas quejas de su amante. El silencio se rompe slo en la elega III, momento culminante de la narracin amoro-sa, cuando su Luz le declara su amor y los tormentos que por l sufre:

    Mil vezes, por no ser ingrata, pruevo vencer tu amor, pero al fin no puedo, qu'es mi pecho a sentillo rudo i nuevo.

    Si en sufrir ms me vences, yo t'ecedo en pura fe i afetos de terneza; vive d'oi ms ya confiado i ledo (el. III, VV. 34-39).

    Herrera, que haba evitado toda referencia a lugar o tiempo para marcar los distintos pasos de su historia, escribe: "Aqu do el grande Betis ve presente / l'armada Vencedora qu'el Egeo / manch con sangre de la turca gente" (vv. 7-9). Hace coincidir, pues, su victoria amo-rosa con el momento en que la armada de don Juan de Austria, vencedora en Lepanto, se halla fondeada en el puerto sevillano. Despus esos enigmticos versos que parecen indicar la consumacin, 99 y el adis a la Noche para que se aleje y le permita gozar de su felicidad: "qu'en tanto que t yazes en reposo, / podr Amor darme gloria semejante" (vv. 72-73).

    A partir de aqu, hay una tensin amorosa entre la esperanza y el desengao, "pero es una tensin admitida

    " Vid. pp. 29-30 de la presente introduccin.

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    y cultivada, como engendradora del ser potico, que provoca la exaltacin de la amada". 100 Este proceso culmina en el soneto XXXIII, "Ardientes hebras, do s'ilustra el oro", en el que se produce la exaltacin de la belleza de la amada, con alusiones al cabello ("ardientes hebras"), a los ojos ("Luzes, qu'al estrellado i alto coro / prestis el bello resplandor sagrado"), a las mejillas ("purpreas rosas"), a los dientes ("perlas d'Orinte"), al cuello ("marfil terso") y, por ltimo, a su "anglica armona". La exaltacin viene acompaada por la oposicin temor-osada, idea que informa todo el "can-cionero":

    i cuanta pena I'alma por vos siente, tanto es mayor valor i gloria ma, i tanto os temo, cuanto ms os amo.

    Pero esta tensin se rompe pronto y desaparece la esperanza, quedndole slo al amante el recuerdo del placer pasajero: "Tal vez me finjo i creo estar presente / en el dichoso, alegre i fresco puesto, / i en la gloria me pierdo, qu'el molesto / dolor de 'alma aparta este acidente" (s. XLIHI, vv. 5-8). Acompaan al recuerdo de esta gloria el dolor y el desengao ante la crueldad de la amada: "Llor i cant d'Amor la saa ardiente, / i lloro i canto ya l'ardiente saa / desta cruel, por quien mi pena estraa / ningn descanso al coran consien-te" (s. Lilli, vv. 1-4). Recurre entonces para demostrar la grandeza de su tormento al mito de Prometeo (s. XLVI), aunque su suplicio es ms doloroso que el de este hroe mitolgico, puesto que es su corazn el que es comido y no existe ningn Hrcules que pueda liberarle.

    Se produce entonces en el amante la lucha por recuperar la libertad entre la razn y la pasin:

    Ya buelvo en m, i contemplo cun perdido rendi el loano coran sin miedo a los daados gustos del sentido.

    100 Antonio Prieto, La poesa en la Edad de Oro (Renacimiento), vol. 4 de la Historia crtica de/a Literatura Hispnica, Madrid, Taurus, 1988, p. 77.

    INTRODUCCIN 39

    Mas s qu',aunque m'esfuero, apena puedo abraar la razn, por4u'el engao no se me aparta de la vista un dedo (el. VI, Vv. 7-12).

    El dolor produce tal confusin en el poeta que ste contina amando para vengarse de s mismo, ejemplo claro de ese masoquismo propio de la lrica corts, aunque en este caso aparece exacetbado:

    El mal me sigue d'uno en otro passo, perpetuo i grave, tal, que lo sostengo slo por entender qu'en m me vengo de cuanta pena por Amor yo passo (s. LXXIHI, vv. 5-8).

    El soneto final constituye la ruptura del amante con el amor. Herrera echa la vista atrs y descubre el error en que ha estado viviendo:

    Amor, en un incendio no acabado ard del fuego tuyo, en la florida sazn, i alegre, de mi dulce vida, todo en tu viva imagen trasformado.

    4 aora, vano error!, en este estado, no con llama en cenizas ascondida, mas descubierta, clara i encendida, pierdo en ti lo mejor de mi cuidado (s. LXXVIII, vv. 1-8).

    Los versos recuerdan varias de las composiciones de Petrarca en las que el poeta florentino tambin hace recapitulacin de su vida amorosa y muestra el cansan-cio del dolor: "Or volge, Signor mo, l'undecimo anno / ch' i' fui sommesso al dispietato giogo / che sopia i pi soggetti pi feroce" (s. LXII) o aquel soneto que comienza: "Dicesette anni gi rivolto il cielo" (s. CXXII). 101 El soneto de Herrera deriva de estos y otros ejemplos petrarquescos, como muy bien ha demostrado el gran herrerista Oreste Macr, 102 aunque en el poeta sevillano el desgarro de su pasin aparece de una forma

    101 Ed. cit., pp. 87 y 168 respectivamente.

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    ms contundente en los dos ltimos tercetos que en los . versos de su modelo:

    No ms; baste, cruel, ya en tantos aos rendido ayer al yugo el cuello ierto, i ayer visto en el fin tu desvaro.

    Abra la luz la niebla a tus engaos, - antes qu'el lazo rompa el tiempo, i muerto sea el fuego del tardo ielo mo (Ibidem, vv. 9-14).

    Esta composicin cierra el cancionero herreriano. Faltan en l poemas "in morte". Cuevas piensa que esta ausencia se debe a que Herrera concibi Algunas Obras como "un ensayo de principio de cancionero"; 103 Vila-nova opina que a la muerte de Leonor Herrera no poda expresar en sus poesas la hondura de sus sentimientos por no hacerlos pblicos (no olvidemos que el crtico cataln defiende el autobiografismo de la obra). 104 Sin embargo, para Macr s "hubo poemas en la muerte de la amada, no hubo un 'canzoniere in morte' por la abstraccin barroca de la figura de Eliodora a un cielo mtico, donde se glorific y fundi con los hroes de la nacin". 105

    Creo que la no presencia de estos poemas en la obra se debe, siguiendo la opinin de Cristbal Cuevas, a que sta fue concebida como antologa representativa de su produccin potica, y por tanto quedaron fuera un gran nmero de composiciones entre las que quizs figuraran algunas que formaran parte de este "canzoniere in morte".

    c) Poesa cancioneril

    Durante gran parte del siglo xvi conviven en la produccin potica espaola la poesa italianizante y la

    102 Op. cit., p. 591. 103 Op. cit., p. 37. 104 Op. cit., p. 740. ' "Autenticidad y estructura de la edicin pstuma de Versos de

    Herrera", FR, VI (1959). pp. 25-26.

    cancioneril castellana, ramas ambas de un tronco co-mn (la poesa provenzal) y de una nica concepcin del amor (el amor corts). 106 A pesar de este origen comn, la poesa cancioneril en lo que se refiere a temas y actitudes presenta ciertos caracteres propios:

    insiste en el silencio corts, que unas veces es cautela para evitar publicidad a las relaciones de amor, y otras veces significa recato expresivo; evita el retrato fisico de la dama, concentrndose en la interioridad anmica del enamorado; proyecta el sentimiento individual sobre paisajes imagina-dos; y enfatiza como afirmacin de la voluntad personal el sometimiento al destino. 107

    La pervivencia de esta corriente potica en el siglo XVI (no olvidemos que es a principios de este siglo, concreta-mente en 1511, cuando se publica la primera edicin del Cancionero General) tiene su explicacin en la idea "renacentista de salvar y continuar una tradicin en cuanto identificacin nacional". 108 Sin duda nos encon-tramos ante una de las razones que movieron a Herrera a escribir, ya muy avanzado el siglo, poesa en "metros castellanos". 109 Otra de las razones la hallamos en el deseo de demostrar su dominio de la tcnica potica, necesaria para desarrollar este tipo de lrica en la que se buscaba el virtuosismo formal. 110

    106 Un buen resumen de las caractersticas comunes y diferencias se halla en Rafael Lapesa, La trayectoria potica de Garcilaso, Madrid, Alianza Universidad, 1985, pp. 23-41.

    107 Rafael Lapesa, "Poesa de cancionero y poesa italianizante", De la Edad Media a nuestros das. Madrid, Gredos, 1971, p. 150.

    lOS Antonio Prieto, La poesa en la Edad de Oro, p. 38. 109 Jos Manuel Blecua, "La sensibilidad de Fernando de Herrera...",

    p. 81, califica a Herrera como el "ltimo representante espaol del 'amor corts' medieval". Un completo estudio sobre estos poemas se halla en Rafael Lapesa, "Los poemas de Herrera en metros castellanos", Arcadia. Estudios y textos dedicados a Francisco Lpez Estrada en Dicenda, 7(1988), pp. 191-211. LI artculo lleg a mis manos cuando ya haban sido redactadas estas pginas.

    " "El dominio de la poesa cancioneril del siglo xv que demuestra Herrera en sus 'metros castellanos', hasta el punto de poder situarlo entre los mejores poetas del Cancionero General, es el mismo dominio

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    INTRODUCCIN 43

    Las dos vertientes poticas, la petrarquista y la can-cioneril, no representan dos polos opuestos en la obra de Herrera, sino que son complementarias; cada una de ellas influencia a la otra, aunque ambas conservan sus caractersticas distintivas. La poesa cancioneril "exclu-siviza el dolor en lo sentimental, intensifica las sutilezas en lo conceptual, y complica el virtuosismo tcnico en lo formal". 111 La gran diferencia que separa ambas ten-dencias se halla en el sentimiento que el poeta es capaz de comunicar a travs de ellas. Ya vimos, al hablar de su obra petrarquista, como hay una pasin vivida, aunque sta sea literaria, pero este elemento falta en la poesa en "metros castellanos". El lector no siente la autenticidad vital en estos poemas, el calor humano del dolor sufrido por un amante desdichado; todo parece quedarse en un mero juego potico, en la bsqueda de la perfeccin formal. Herrera incorpora a esta poesa su saber huma-nstico y su extenso conocimiento de la labor de los poetas del siglo xv, pero no penetra en la poesa, no deja su huella personal, sus propias emociones. Quizs que-ra "mostrarle a los malos continuadores del Cancionero General cmo se deba hacer esta poesa, o que quisiera avanzarla, como al endecaslabo, hasta las puertas barrocas". 112

    El poeta sevillano refleja, de una manera obediente, las normas del amor corts. La idea del amor como servicio, que tiene su origen en las relaciones feudales seor-vasallo, es una de las claves de esta poesa. Andreas Capellanus hace referenacia a ella: "nihilque tam meo corde immutabile perseverat quam gloriae vestrae serviendi propositum". 113 En Herrera tambin

    que manifiesta con el endecaslabo de su cancionero"; Antonio Prieto, La poesa espaola del siglo XVI, II, p. 578.

    "1 Cristbal Cuevas, op. cit., P. 44. 112 Antonio Prieto, La poesa en la Edad de Oro, p. 80. 113 Cito por Andreas Capellanus, De Amore. Tratado sobre el Amor,

    por Ins Creixeil Vidal-Quadras, Barcelona, Edicions deis Quaderns Crema, 1985, p. 134. Las citas de Capellanus seguirn siempre esta edicin que abreviar De Amore.

    se halla la sumisin del poeta a la amada, su entrega amorosa como servicio:

    Y pues llego a merecer la gloria de mis suspiros, de mis males con seruiros me puedo satisfazer (p. 101).

    El amor como esclavitud, servidumbre, de la que el amante no espera galardn. Este concepto de premio aparece unido en muchas ocasiones al masoquismo: merece ms gloria el poeta que no recibe galardn: "Y porque de la passin / la mejor y la ms buena / es la que es sin redempcin, / ventaja tiene el que pena / sin esperar galardn" (p. 103); en otras, el tormento sufrido por el amor es considerado la mayor honra: "porque quede al pensamiento, / en premio de tanto amor, la honra de mi tormento" (p. 131). En ocasiones la sola visin de la amada es la recompensa que alegra al amante; "Y la ventura de veros / es todo mi galardn" (p. 136).

    El sufrimiento que causa el amor al poeta es exaspera-do por el secreto en que debe guardar su pasin: "Merito ergo studebam celare dolorem; quanto tamen magis meum conabar tegere vulnus, tanto magis cresce-bat poena doloris". 114 El tpico aparece repetido innu-merables veces en nuestra poesa cancioneril. 115 Herrera tambin esconde sus sentimientos ante la propia amada:

    O, si alguna vez osase descubrirte mi dolor, y mi lengua desatase esta sola vez Amor! (p. 155).

    114 De Amore, p. 92. lIS Juan Rodrguez del Padrn escribi: "No cessandc, de raviar, / no

    digo si por amores, / no valen saludadores, / ni las ondas de la mar. / 11am, ham, huid, que ravio! / Pues no cumple declarar / la causa de tal agravio, / el remedio es el callar"; cito por Juan Rodrguez del Padrn, Obras completas, ed. de Csar Hernndez Alonso, Madrid, Editora Nacional, 1982, p. 330.

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    Sufrimiento en silencio, pues en la confesi no se halla el alivio para su situacin: "Y pues no vale al tormento / la confessin de mi dao, / quiero callar lo que siento / por no publicar mi engao" (p. 122). Este secreto no siempre es voluntario, sino que aparece impuesto por su amada: "quien lo causa no consiente / que descubra por qu peno" (p. 115). Pero la desespera-cin del olvido y el tormento que el poeta padece a causa de su amor parece obligarle a dar publicidad a sus sentimientos, rompiendo con la norma, para que stos sobrevivan su muerte:

    Mas ya, que pues desespero, en vuestro oluido apanado, quin me diese que el cuidado y este dolor en que muero pueda ser manifestado!,

    y lo que secreto escribo deste mi tormento esquibo fuesse a todos descubierto, porque, quando fuere muerto, puedan dezir que estoy viuo (pp. 135-136).

    Al igual que en la tradicin petrarquista, en la poesa cancioneril es la belleza la causa del enamoramiento del poeta: "ca si soy de vos amante, / de vuestra beldad me viene" dir el annimo autor de un "dezir" recogido en el Cancionero de Herberay des Essarts. 116 Sin embargo, a diferencia de la poesa italianizante no aparece ningu-na descripcin fsica, sino que se hace alusin al concep-to abstracto de la belleza. En Herrera hallamos tambin referencia a la hermosura de la dama ("Porque vuestra hermosura / no sufre mortal baxesa" (p. 120), "hermosa luz celestial" (p. 135), pero son los ojos los que centran su atencin:

    116 Cito por la edicin Poesa de Cancionero, cd. de Alvaro Alonso, Madrid, Ctedra, 1986, p. 217.

    Hermosos ojos serenos, serenos ojos hermosos, de dulura y de amor llenos, lisongeros y engaosos .(p. 105).

    Con la descripcin de una belleza ideal se eleva a la amada a la categora de la "donna angelicata" dantesca. Esta elevacin no slo se produce con el retrato de las cualidades fsicas y morales de la dama, sino con el autorrebaianiiento al que se somete el poeta, que se ve a s mismo como criatura indigna de alcanzar los favores a los que aspira: "Desdichado el pensamiento / que pone en vos la ossada, porque es vana la porfia, / y es corto el merecimiento!" (p. 120).

    Pero la "donna angelicata" no corresponde al poeta, lo desprecia y atormenta, con lo que surge la figura de la "belle dame sans rnerci", que se halla "presente en todas las expresiones literarias del Siglo de Oro relacionadas con el amor y herederas ms o menos directas del

    117 Representa la imagen de la amada cruel, desdeosa, enemiga del poeta, que ignora el dolor que tortura el alma del amante, que estalla, desespera-do, en rebelda:

    Hartaras, pues, tu creza sin fingir piedad vn da; ni me dieras alegra para acabarme en tristeza.

    Hasta qundo, cruel, piensas negarme la confiana?; contra ningunas ofensas exercitas la vengana (p. 150).

    El poeta sabe que sus quejas quedan en el aire, y con resignada fatalidad confiesa: "No quiero esperar tu bien

    " Otis H. Creen, Espaa y la tradicin occidental. El espritu castellano en la literatura desde "El Cid" hasta Caldern, t. 1, trad. de Cecilio Snchez Oil, Madrid, Gredos, 1969, p. 212:

  • 46 INTRODUCCIN 1 INTRODUCCIN 47 / y voluntad conuertida, / porque ja deuo al desdn / lo que resta de mi vida" (p. 127).

    En todo el proceso amoroso el poeta se somete a una continua introspeccin en la que

    aparecen incesantemente disecados afectos, penas y espe-ranzas. Este dilogo entre afectos de la dama y del poeta, entre las encontradas potencias de cada alma, este continuo sopesar y contraponer un nmero escaso de realidades elementales acaba por hallar su ms natural vehculo en una maestra de letrado: en el retrucano sin intencin humors-tica ni propsito decorativo, que expresa el pasar de una a otra posicin en anlisis tan sutil que la identidad de la palabra obra como refuerzo irnico de la contraposicin psicolgica. 118

    En el interior del amante se entabla UIi combate entre la razn 119 y la pasin, en el que la primera acaba sucumbiendo, pues en la tradicin corts la prdida de la cordura es una seal del amor verdadero:

    Esperana y seso pierdo, porque amando desespero; nunca me hallo ms cuerdo que quando menos la quiero (p. 165).

    Tambin son rasgos que aparecen en este autoanlisis la desesperacin, la confusin, la tristeza: "Ausente, desesperado, / aborrecido y sin bien, / sufriendo vn mortal cuidado, / padesco nueuo desdn / solo, triste y oluidado" (pp. 128-129). La confusin lleva al poeta al autodesprecio: "pues por el mal que padesco 1. a m mismo aborrec" (p. 108). El nico remedio a este dolor es la muerte, que aparece deseada como liberacin final:

    118 Mara Rosa Lida de Malkiel, Juan de Mena, poeta del Prerrenaci-miento espaol, Mxico, El Colegio de Mxico, 1984, 2.' ed., p. 91.

    119 "El papel que juega la razn en todo ese proceso es ambiguo. En principio, es ella quien reconoce los mritos de la dama y pone en marcha el sentimiento... Pero al mismo tiempo, la pasin est reida con toda prudencia y toda cordura"; Alvaro Alonso, "Introduccin", Poesa de Cancionero, pp. 18-19.

    Y la fuera del desseo se consume de tal suerte, que en mis males yo no veo otro bien sino la muerte (p. 115).

    En la tradicin provenzal no todas las referencias al amor son meramente platnicas, sino que en ciertos poemas se persigue la relacin sexual como finalidad ltima del proceso amoroso. 120 En la poesa cancioneril espaol tambin existen poemas con una clara simbo-loga obscena, 121 aunque esta postura choc con la moral cristiana, muy arraigada en la Castilla del siglo xv. Para solucionar este conflicto sentimental los poetas recurrieron a la idea de la renuncia al galardn o al tpico del amor imposible. 122 Esta es la solucin adop-tada por Femando de Herrera, que por su estado religioso rechazaba todo contacto fsico, aunque hemos visto cmo en la poesa italianizante s lo presentaba como deseable. Para el poeta sevillano "el amante est condenado por el destino a amar fielmente, sin esperan-za de felicidad", 123 aunque prefiere desear lo imposible, sufriendo por ello, antes que carecer de amor:

    No espero bien, y consiento sin gloria graue vassin. Qun spero es el tormento sin remedio o galardn! (p. 139).

    120 vid. Martn de Riquer, Los trovadores. Historia literaria y textos, vol. 1, Barcelona, Planeta, 1975, pp. 90-93.

    121 vid. Keith Whinnom, La poesa amatoria de la poca de los Reyes Catlicos, Durham, University of Durham, 1981, pp. 21-46.

    122 vid. Jos M. Aguirre, "Reflexiones para la construccin de un modelo de la poesa castellana del amor corts", RE, XCIII (1981), pp. 54-Sl.

    123 Alexander A. Parker, op. cit., p. 31.

  • 48 INTRODUCCIN

    INTRODUCCIN 49

    POESA HEROICO-PATRITICA Y LAUDATORIA

    a) Poesa heroico-patritica

    Aunque la temtica ertica constituye el ncleo cen-tral de su obra potica, Herrera, escritor consciente del canon renacentista, escribi tambin poemas heroicos, laudatorios y morales. Ya vimos cuando estudiamos Algunas Obras que, segn la .tradicin petrarquista del "canzoniere", la inclusin de poesas heroicas o lauda-torias serva al poeta para fijar la temporalidad de su historia amorosa. No era esta, sin embargo, la nica motivacin por la que Herrera abordaba la escritura pica; quizs la razn principal haya que buscarla en el hecho de que no era la poesa lrica el gnero que gozaba de ms prestigio en el Renacimiento, 124 sino que desde

    la Potica de Aristteles este lugar estaba reservado a la pica: "despus de la magestad eroica dieron los anti-guos el segundo lugar a la nobleza Lrica" (As. pp. 219-

    220). Herrera asume ambas tradiciones: por un lado, est

    claro su acatamiento al canon lrico petrarquista; por otro, destaca su conciencia de poeta renacentista en busca de una fama potica que le haba 'd proporcionar la pica, de la que se serva para exaltar las gestas de los hroes espaoles. 125 Esta dialctica aparece manifesta-da varias veces en sus obras:

    Que bien s'qu'es mayor la insine gloria de quien Metas ba i el Mincio fro, que de quien llor en Tebro sus enojos.

    124 J. C. Scaligero escribi: "(Genusi epicum... omnium est princeps, quia continet materias uniuersas... Ac nobilissimi quidem Hymni et Paenes; secundo loco Mele et Odae et Scolia, quae in virorum fortium laudibus versabantur"; citado por Cristbal Cuevas, op. cit., p. 46n.

    125 Para Gallego Moreil Herrera comienza como poeta pico y "a no ser por la condesa de Gelves, Herrera hubiera sido, nada ms y nada menos, que el cantor de Lepanto y de Alcazarquivir, la pica empaada de lirismo del segundo Renacimiento"; "El andaluz Fernando de Herrera", p. 59.

    Mas, qu har, si toda mi memoria ocupa Amor, tirano seor mo?; qu si me fueran de mi Luz los ojos? (pp. 445-446).

    Nuestro poeta reconoce la superioridad de la poesa pica, personificada en este poe9a por Homero y Virgilio, sobre la amorosa, personificada por Tibulo, aunque se siente incapaz de apartar su inspiracin de su amada. En otro momento, confiesa que en sus comien-zos aspiraba a cantar los hechos gloriosos de sus compatriotas, pero que la pasin que le inspir su Luz le hizo olvidarse de esas intenciones:

    Los despojos, los arcos, la memoria, las colunas, del fiero armado Marte los trofeos alados que en roo sangriento manan, la destreza y arte que a fuertes capitanes da la gloria quen sus ondas ba mi patrio ro, a que aspiraua el rudo canto mo, oscureidos quedan en oluido; slo es Amor mi canto; los ojos bellos y oro puro canto (p. 274.

    Sin embargo en los poemas de Herrera encontramos una mezcla de elementos heroicos en la poesa amatoria y lricos en la poesa heroica como smbolo de na concepcin que sealaba ambos procesos como igual-mente gloriosos. 126 Oreste Macr escribe que

    lo trascendente de Herrera es una metfora que se resuelve en la potencia heroica de la voluntad, la que construye todo el ascensus sin solucin de continuidad entre el suelo hesperio de la mortal epifana de Luz y de don Alvaro de Bazn, y el hiperuranio platnico u Olimpo pindrico. 127

    126 "Y es curioso que el propio Herrera, en gesto sintomtico, hiciera coincidir el triunfo de sus pretensiones amorosas de poeta petrarquista con el de las armas espaolas en Lepanto (1571), aunando de esa manera, en una cronologa gloriosa, la culminacin de dos procesos agnicos que l consideraba, en el fondo, igualmente hazaosos: el heroico y el patritico"; Cristbal Cuevas, op. cit., p. 46.

    127 Fernando de Herrera, pp. 477-478.

  • 50 INTRODUCCIN

    INTRODUCCIN 51

    Algunos crticos han querido ver en la escritura heroica la poesa ms representativa en su bsqueda de la perfeccin potica; 128 para otros, aun reconociendo esa perfeccin formal, sus composiciones heroicas mues-tran una "ausencia de dimensin pica", 129 que nos

    permitiera entrever un esbozo de lo que hubiera sido un poema acorde con las normas renacentistas. Las obras que escribi dentro de este gnero son fragmentos aislados, ejemplos de una conciencia nacionalista de exaltacin de los hroes y d la misin de Espaa dentro del mundo cristiano, pero a estas poesas les falta una lgica narrativa y la descripcin del hroe para poder ser consideradas composiciones picas. Son obras escri-tas, en ocasiones, desde la indignacin del patriota ofendido por el desprecio y olvido en que otras nacione5 tienen a los espaoles:

    Por que no s que animos se puedan hallar tan pacientes, que toleren los oprobrios i denuestos, con que vituperan a los Espaoles los escritores de Italia... i parece por sus istorias, que nunca engendr Espaa ombres valerosos para merecer la immortalidad de la gloria por la nobleza de sus hazaas (As, p. 611). 130

    Y Herrera, consciente del concepto pindrico de la

    128 "Herrera, el mayor de nuestros petrarquistas, siempre insatisfecho en la ardua bsqueda de lo mejor, encontrado no en los lamentos a su Luz, sino cuando, grave, denso, conciso, restalla en sus canciones de inspiracin patritica"; Dmaso Alonso. "La poesa lrica vista desde el centro de nuestro Siglo de Oro". Obras completas. It. Estudios y ensayos sobre literatura. Madrid, Gredos, 1974, p. 65.

    129 Cfr. Antonio Prieto, La poesa espaola del siglo XVI. 11, P. 596. 130 Aos ms tarde la misma indignacin y olvido har escribir a

    Quevedo: "cansado de uer el zufrimiento despaa, con que a dejado pasar sin castigo tantas calumnias destranjeros, quiza despreziandolas jenerosamente, i viendo que, desvergonzados nuestros enemigos, juzgan que lo conzedemos convenzidos i mudos, me e atreuido a responder por

    mi patria i por mis tiempos"; Espaa defendida, ed. de R. Selden Rose,

    BAH, LXVIII (1916), p. 529. Para la tradicin de Los "laudes Hispa-

    niae" vid. mi articulo: "La Espaa defendida de Quevedo y la tradicin del 'Laus Hispaniae", Homenaje al profesor Enrique Ruiz Fornells, Erie,

    PA, ALDEEU. 1990, pp. 575-584.

    poesa como ininortalizadora de las gestas heroicas, emprende la labor de rescatar del olvido las hazaas de algunos de nuestros hroes medievales. A todos ellos se les reconoce el sentido de justicia, la fortaleza, el valor y animosidad:

    Nunca el peligro alguno le turba: ni el desnudo hierro alado, ni el pilago importuno...

    La terrible ruyna que al coran ms spero quebranta, de su valor no es digna, que ossado en furia tanta, el libre cuello sin temor leuata (vv. 6-15).

    La enumeracin se inicia con Pelayo que "abri el camino / a su vencida gente" e inici la Reconquista; contina con las figuras de Fernn Gonzlez, del que curiosamente no se destaca la fundacin de Castilla, y del Cid que "al rabe animoso / domaron, y su orgullo temeroso". Ms encendidos elogios dedica a Alonso Prez de Guzmn, el Bueno, "que contra el caro hijo rindi el hierro"; la enumeracin culmina con la figura de don Gonzalo Fernndez de Crdoba, el Gran Capi-tn, hroe de "noble pecho y coran constante" que no slo derrot a sus enemigos en los campos de batalla, sino que tambin hubo de disipar los recelos del "rey dudoso". 131

    Esta exaltacin no se detiene en personajes del pasa-do, sin