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BALANCE DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS EN EL ESTADO DE MICHOACÁN EN EL DECENIO 2002-2012
(En un marco de políticas comparadas en el nivel nacional: los casos del Distrito Federal, Guerrero, Michoacán y Zacatecas)
Coordinación: Julio Moguel y Raúl CabreraInvestigadores: Benjamín Herrejón, Mariana Sosa y Leobardo SánchezInvestigador invitado: Carlos HerediaConsultor invitado: Carlos San Juan Victoria
Morelia-Ciudad de México, 31 de marzo de 2011
ÍNDICE
I. Marco general de la investigación………………………………………………………………….
Exposición de motivos……………………………………………………………….
Estudio complementario: matriz de gobernanza para la izquierda……………………………………………………………………………...
Propuesta de investigación………………………………………………..................
Equipo de investigación……………………………………………………………..
Tiempos de la investigación………………………………………………………....
II. Construyendo la matriz de valores para sustentar el análisis y el esquema comparativo………………………………………………..............
Introducción………………………………………………………………………….
El “tiempo histórico” del estudio…………………………………………………...
Los elementos-base para la definición programática y de valores………………..
Nuestra historia, en genealogías rápidamente consideradas……………………...
Reconstruyendo y completando “la matriz”……………………………………….
III. El encuadre metodológico y conceptual de la investigación………............
Un México para todos………………………………………………………………...
Una primera reserva frente a los lineamientos programáticos de la izquierda (cuestión de método, esencial a considerar)………………………
Una segunda reserva: la mercantilización de los valores programáticos, determinados por los intercambios del juego político-electoral………………………………………………………………
Ese virus “técnocrático” de la modernidad………………………………………...
Otros instrumentos de aproximación al análisis comparativo……………………
2
“¡El presupuesto, estúpido!”…………………………………………………………….
3
I. MARCO GENERAL DE LA INVESTIGACIÓN
Exposición de motivos
Con el triunfo de Lázaro Cárdenas Batel como gobernador de Michoacán para el
período 2002-2008 se abrió una oportunidad histórica para las fuerzas políticas que se
inscriben en la denominada izquierda política nacional, a saber: la de gobernar desde ese
específico punto de la geometría política del país una de las entidades de mayor
relevancia nacional, tanto por su propio desarrollo económico1 como por su estratégica
ubicación geográfica2 y su enorme peso político-simbólico nacional.3
El triunfo de Leonel Godoy Rangel como gobernador del estado de Michoacán
para el período 2008-2012 fue un indicador de que las cosas en el sexenio de Cárdenas
Batel “se habían hecho bien desde la perspectiva de izquierda”, más allá de los méritos
que cabe atribuir, para explicar el referido triunfo, a la campaña de un candidato
carismático y con visión, cualidades que todo mundo reconoce en el actual mandatario
de la entidad.
En el 2012 se cumplirá en consecuencia una década de gobiernos de izquierda en
la entidad, en un esquema que, como planteó en un momento dado el actual gobernador,
parecería conformar, con todo y sus diferencias, una única vía o una sola “manera” de
gobernar.4
*
El contexto político nacional del periodo referido está marcado, en el ciclo que cierra y
abre el 2012, por el desarrollo de otros gobiernos del mismo siglo ideológico y político
1 Medido no sólo por el PIB sino también por la calidad y la particularidad de sus áreas económicas de oportunidad, destacadamente, por ejemplo, el Puerto Lázaro Cárdenas y la especialización agropecuaria dirigida a la exportación. 2 En el Centro-Occidente, siendo Michoacán un espacio económico, político y social articulador de un conglomerado regional que incluye, en sus vecindades, al Estado de México, Jalisco, Querétaro, Colima y Guerrero, y que es vía de paso y de articulación con otras regiones de México y del extranjero por el entramado de sus redes de comunicación.3 Espacio reconocido como punto de inicio del proceso independentista entre 1808 y 1810; región que vio nacer a diferentes próceres del más alto reconocimiento nacional, entre ellos a Lázaro Cárdenas del Río.4 Leonel Godoy se refirió al suyo como parte de un “gobierno de diez años”, queriendo con ello subrayar más los aspectos de reafirmación y de continuidad que los que marcaran algunas diferencias.
4
en el país. Destacan entre ellos, por lo que representan o han pretendido representar
–“desde una perspectiva de izquierda”--, el Distrito Federal, Zacatecas, y Guerrero.5
De estas tres experiencias, la de Zacatecas ha cerrado un ciclo de doce años
gobernantes que, medido en términos de resultados electorales, terminó por aparecer
como un rotundo fracaso.6 Obviamente, sería un error considerar que la pérdida de
sufragios por parte de la izquierda política en un lugar específico está determinado en
exclusiva por errores o tropiezos del gobierno que entrega los bártulos gobernantes.
Pero más equivocado sería considerar que éste no es un factor de una importancia
mayúscula. En cualquier caso el análisis tiene que determinar el peso de dicho factor en
el ánimo del electorado a la hora específica de votar.
Pero antes de entrar en dichas especificaciones tan precisas conviene mediar el
análisis con la pregunta: ¿Qué define –o debería definir—a un gobierno de izquierda?
¿Existe una matriz de políticas que los identifican? ¿Podemos decir que el gobierno de
Amalia García se parece al de Marcelo Ebrard (o a sus antecesores, de Cuauhtémoc
Cárdenas, Rosario Robles y López Obrador), al del Zeferino Torreblanca o al de Leonel
Godoy (con su antecedente Lázaro Cárdenas Batel)?
Cabe a la vez otra pregunta: ¿Es realmente posible construir una sólida “matriz
de políticas de izquierda” en entidades federativas con recursos propios extremadamente
limitados, y con definición de políticas públicas etiquetadas en una buena parte desde el
gobierno federal?
Las respuestas a estas preguntas iluminarán sin duda aspectos y niveles claves de
la problemática planteada. Pero ello no constituye obstáculo alguno para establecer, por
medio de un análisis comparativo, aquellos elementos de las políticas públicas de los
gobiernos de izquierda (para el periodo 1997-2010) que definen sus particularidad y
pertinencia de cara a un electorado –que les dio su triunfo—demandante de definiciones
específicas, contantes y sonantes, en la materia. Los resultados de un estudio como éste
permitirá dar claridad en un tema relativamente virgen en términos del análisis
5 No consideraremos en nuestro análisis estados como Tlaxcala, Nayarit, Chiapas o Baja California Sur, pues por razones que en su momento definiremos resulta difícil considerarlos, tanto por su origen político, trayectoria y resultados, como “gobiernos de izquierda”.6 El primer sexenio de izquierda en Zacatecas fue encabezado por Ricardo Monreal (1998-2004); el segundo por Amalia García (2004-2010). Según los datos electorales del pasado 4 de julio, la caída de los sufragios perredistas fue tan generalizada como vertical, incluyendo destacadamente en ello su derrota zacatecana, donde pasó de un 46.5 por ciento obtenido en 2004 a un 23 por ciento en 2010.
5
histórico, sociológico, económico y político, y proyectar luces para futuros proyectos
gobernantes de mismo signo ideológico y político.
Diez años de gobierno de izquierda en Michoacán
Nuestro objetivo será estudiar los diez años de gobierno perredista en Michoacán, de
2002 a 2010, periodo que comprende los seis años del gobierno encabezado por Lázaro
Cárdenas Batel y los dos primeros años y meses del gobierno encabezado por Leonel
Godoy Rangel. Sobre sus resultados iniciales, dicha investigación optará por cerrar el
ciclo de su balance con la inclusión del periodo 2011-12, al final de la administración
godoyista.
Esta línea de investigación tiene su propia lógica de desarrollo, y pretende
generar un producto específico bajo las formas de documentos parciales y/o un
documento general que pudiera alcanzar incluso el formato de libro.
Estudio complementario: Matriz de Gobernanza para la izquierda
En un segundo nivel y como complementario al primer trabajo o al trabajo-eje de
investigación (Diez años de gobierno de izquierda en Michoacán), la investigación
estará dirigida a ponderar líneas de política por tema específico, en un nivel de
generalidad que nos permita establecer una matriz de gobernanza desde la izquierda que
sea significativa.
Dicha matriz de intervención gubernamental servirá para construir, con el apoyo
de una política comparada con los casos del Distrito Federal (1997-2010), Zacatecas
(1998-2010) y Guerrero (2003-2011) una Matriz de Comportamiento para una
Gobernanza de Izquierda, con un esquema de Diez Puntos Básicos que marquen sentido
y pertinencia a una intervención que pretenda establecer un Régimen de Gobernanza
desde la Izquierda. Se trata, con dicho esquema, de hacer a un lado lo específico,
casuístico o coyuntural para dirigirnos a la definición de un Modelo de Comportamiento
y de Intervención en la perspectiva señalada.
La definición de los Diez Puntos Básicos que pudieran caracterizar o establecer
una especie de Modelo para la Gobernanza desde la Izquierda se convierte entonces en
una tarea compleja, que sólo es posible establecer por medio de análisis concretos y del
estudio comparativo. Tomando en cuenta por supuesto conceptos o valores –paradigmas
— mundialmente reconocibles como “de izquierda”, pero cuidando hasta el extremo de
6
no construir un “Modelo Ideal” que no tuviera en los hechos ninguna posibilidad de
aterrizar.
Propuesta de investigación
1. Trabajar el caso michoacano a partir de las fuentes básicas a la mano, entre ellas:
a) Los informes y mensajes anuales de gobierno,
b) Estadísticas básicas,
c) Información especializada por dependencia (donde se requiere y sea posible
obtenerla),
d) Entrevistas clave.
2.- Trabajar en forma paralela los casos de las administraciones de izquierda del Distrito
Federal (1997-2010), Zacatecas (1998-2010), Guerrero (2003-2011).
Esta segunda línea de trabajo no tendrá la misma extensión ni profundidad que la
realizada sobre Michoacán, pues sólo se despliega para poder construir el “Modelo de
Gobernanza” al que antes nos hemos referido. Se llevará a cabo, en consecuencia, en un
trabajo de seguimiento a líneas o áreas muy específicas de política, destacadamente
aquellas que se consideran determinantes en la definición del curso y de la orientación
(ideológica, política) global de gobierno.
Se conformará un esquema de diez puntos de priorización, en un formato que
permita realizar muy rápida y fácilmente los comparativos de política entre las cuatro
entidades seleccionadas, con preguntas focalizadas. Las fuentes:
a) Informes y mensajes anuales de gobierno,
b) Prensa y estudios preexistentes (academia o de cualquier otro tipo),
c) Visitas de campo y entrevistas clave.
Equipo de investigación
El trabajo de investigación estará coordinado centralmente por CPLADE, del Gobierno
del Estado de Michoacán, y contará con colaboradores externos: destacadamente Carlos
Heredia y Raúl Cabrera (Puentes Sociales Sur, A.C.). Los integrantes del equipo
7
CPLADE son: Julio Moguel, Benjamín Herrejón y Mariana Sosa. Los integrantes del
equipo de Puentes Sociales Sur son Raúl Cabrera y Leobardo Sánchez Piña.
8
II. CONSTRUYENDO LA MATRIZ DE VALORES PARA SUSTENTAR EL ANÁLISIS Y EL ESQUEMA COMPARATIVO
Introducción
La izquierda mexicana es suficientemente heterogénea como para tratar de establecer en
este estudio una rápida enumeración de sus núcleos o vertientes más representativos y
buscar así alguna caracterización.7 Con la siguiente dificultad de clasificación:
¿Podríamos poner en el mismo saco al Ejército Popular Revolucionario (EPR), al
Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), a las Organizaciones No
Gubernamentales (ONG) —agrupadas en la denominada “sociedad civil”— y a los
partidos políticos que se auto-adscriben en dicha clasificación?
Esta investigación no entrará en este problema clasificatorio, pues se concentra
en el análisis comparativo de “las políticas públicas” llevadas a cabo por gobiernos que
llegaron “al poder” con votos o sufragios con un signo de izquierda específicamente
partidario. Y no importa por supuesto si “antes” del proceso eleccionario los
beneficiarios directos del triunfo político electoral eran identificados con algún otro
signo ideológico o político, pues lo relevante en este caso es que “ganaron” con los
colores de la izquierda.
La izquierda de nuestro estudio se concentra entonces en la denominada
“izquierda partidaria”, específicamente la que milita bajo los emblemas del Partido de la
Revolución Democrática (PRD), del Partido del Trabajo (PT) y del Partido
Convergencia (PC).
Nuestro periodo de análisis podía haberse iniciado en 1979, año en que, a partir
de una nueva ley electoral (la Ley Federal de Procesos Políticos y Procesos Electorales
–LFOPPE), la izquierda mexicana, en ese caso representada por el Partido Comunista
Mexicano, participaba en las elecciones federales con un no deleznable 4.8 por ciento
de la votación nacional, lo que le permitió colocar 18 representantes en la Cámara de
Diputados. Pero no esa dimensión política, así represente un claro antecedente de
nuestro tema, la que compete al presente estudio. El reloj de la izquierda en México que
nos interesa aquí comenzó a mover sus manecillas el 6 de enero de 1997, cuando
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano ganó, por abrumadora mayoría, la Jefatura de
Gobierno del Distrito Federal. Y es ese nuestro verdadero punto de partida pues es en
7 Sobre este tema, entre otros, Julio Moguel, Los caminos de la izquierda, con prólogo de Adolfo Gilly, Juan Pablos Editor, México, 1987.
9
realidad desde ese momento que la izquierda mexicana comenzó su verdadero periplo
de “ser gobierno”.
Desde allí se rompió la perspectiva “bipartidista” soñada por los manejadores del
timón neoliberal. Desde allí se modificaron las condiciones impuestas por la política
ruda del salinismo y se abrió un proceso de triunfos más o menos concatenados de la
izquierda partidaria en otros lugares del país. Allí, en ese 6 de julio de 1997 y en los
resultados del gobierno cardenista en la capital.
El “tiempo histórico” del estudio
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano ganó la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal con
el 47.1 por ciento de los votos, frente a un 25 por ciento del PRI y un 15.2 por ciento
del PAN. El PRD se apuntó entonces como triunfador en 38 de los 40 distritos locales.
La emergencia cardenista del 88 reapareció entonces convertida en movimiento
sólido y solvente en 1997, con un triunfo en la capital de la República que, a la manera
de un sismo, extendió su fuerza expansiva por todo el territorio nacional. En las
elecciones nacionales de ese mismo año el PRD conquistó 125 diputaciones,
consolidándose como segunda fuerza política en el Congreso. El PAN, por su parte,
ganó 120 posiciones, frente a 241 del PRI. El PRI conservó entonces su condición de
partido dominante, pero sin contar por segunda ocasión con la “mayoría calificada”
requerida para aprobar reformas constitucionales (las dos terceras partes del Congreso),
y por primera vez en toda su historia dejó de tener la mayoría absoluta del voto
legislativo (cincuenta por ciento más uno). En el Senado de la República el PRI también
vio mermados sus poderes. Si bien mantuvo la mayoría –absoluta (77 curules), no ganó
la “mayoría calificada” exigida por ley para aprobar reformas constitucionales. Pero lo
más significativo en el balance de la izquierda fue que el PRD avanzó en entidades
donde antes había demostrado una presencia importante (como en Mchoacán –49.2 por
ciento–, Guerrero –42.6 por ciento–, Morelos –39.9 por ciento– o el Estado de México –
34.2 por ciento–), pero avanzó también en forma relevante en espacios tradicionalmente
dominados por el PRI o por el PAN, como Campeche (35.7 por ciento), Tamaulipas
(29.8 por ciento), Chiapas (29.9 por ciento), Veracruz (24.9 por ciento) y Quintana Roo
(23.5 por ciento).8
El referido proceso marcó un parteaguas en la historia política del país. Con una
sola línea de conclusión: la ola del movimiento cardenista echó abajo –así fuera
8 Julio Moguel, “Seis de julio”, Fractal núm. 6, otoño de 1997, México.
10
temporalmente-- la pretensión del PRI y del PAN de crear en México un “régimen
bipartidista” (sueño con reconocida marca salinista). Explicamos un poco más este
específico punto.
La vía de transición que entre 1989 y 1994-97 se había venido pactando entre las
fuerzas representadas por el PRI y el PAN se identificaba, por un lado, con el acuerdo
explícito de instaurar en México el “modelo neoliberal”, y, por otro, en lo político, con
la desarticulación del “Estado benefactor” y “de compromiso” y la puesta en marcha de
un régimen de partidos plenamente “competitivo” (reducido en lo fundamental a dos,
como marcaba el modelo norteamericano). Recordemos que el gobierno de Salinas de
Gortari no dudó en favorecer e incluso negociar importantes posiciones políticas con el
PAN. Algunas “concertacesiones” y el maridaje parlamentario entre el partido de la
derecha y el del gobierno fueron expresiones de este nuevo pacto. También lo fueron,
entre otras, la privatización (sellada por la corrupción) de áreas estratégicas de la
economía, la apertura económica indiscriminada en el marco del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte, la reforma antiagrarista al artículo 27 constitucional y
la nueva Ley Agraria de 1992. Completaron el esquema de “alianza” la política de
depresión salarial, el acuerdo para debilitar o romper los tradicionales agrupamientos de
defensa gremial de los trabajadores y, no menos importante, la aprobación de reformas
fiscales regresivas.
Considerando que la fuerza del perredismo en el ciclo que inició el triunfo
cardenista de 1997 en la capital del país habría sido “coyuntural”, algunos analistas y
políticos quisieron ver en las elecciones del 2000 una nueva gran oportunidad para la
instauración del referido “régimen bipartidista” (el “voto útil” representó dicho
concepto y perspectiva). Pero el avance cardenista iniciado en 1997 mantuvo su rumbo
ascendente para conquistar un bien ganado y sustantivo tercer lugar en el esquema
partidario nacional.
Los elementos-base para la definición programática y de valores
Ya hablaremos más adelante sobre este triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas en la capital
del país y el impacto que tuvo en la modificación de las relaciones políticas de fuerza en
el país. Pero nos interesaba en este punto sólo determinar el espacio-tiempo del
comienzo de nuestro estudio, pues es en ese marco específico de temporalidad, en las
campañas electorales y en los ejercicios de gobierno de izquierda que desde allí se
despliegan, donde pueden anclarse los referentes concretos de una matriz programática
11
y de valores para determinar qué significa en el México de nuestros días “ser un
gobierno de izquierda” –y más aún: “ser un buen gobierno de izquierda– , y desde allí
tener posibilidades de establecer un esquema comparativo entre políticas de gobierno de
izquierda. Para aclarar este punto quisiéramos relatar muy brevemente el dilema en el
que nuestro grupo de trabajo se movió durante las primeras discusiones, pues muestra
muy claramente los problemas teóricos o de conceptualización a los que
inevitablemente se enfrenta una investigación como la nuestra.
“¿Qué significa en México ser un gobierno de izquierda?” Más aún: “¿Qué
significa en México ser un ´buen gobierno´ de izquierda?” Estas fueron las primeras
preguntas con las que se abrió la discusión. Apareció de entrada la pregunta implícita en
la pregunta: “¿Qué tan a la izquierda se encuentra la izquierda mexicana?” Establecimos
las obvias y necesarias polaridades, con un primer referente comparativo, en el nivel de
“los partidos” que habíamos predeterminado, en “la izquierda partidaria” de Estados
Unidos. Pero rápidamente empezó a desmontarse la referida posibilidad comparativa,
pues quedaban claras las dificultades con las que nos enfrentábamos para determinar si
en nuestro vecino del norte realmente existía algún “partido de izquierda”. ¿Era de
izquierda” el Partido Demócrata? Sin duda lo era en muchos sentidos frente al Partido
Republicano.9 Pero la naturaleza izquierdista del Partido Demócrata quedó fuera de
curso prácticamente con cualquier otra comparación. Y nos dejaba un cuadro
tremendamente simple: si el Partido Demócrata era “un partido de izquierda” la
izquierda mexicana organizada en partidos era sin duda, casi en todos los puntos del
análisis, “la izquierda de la izquierda”.
Obviamente apareció entonces la otra propuesta de comparación: algunos países
de América Latina. El lector puede adivinar sin ninguna demora cuál fue la conclusión:
si comparábamos a la izquierda mexicana partidaria con la izquierda latinoamericana de
igual naturaleza nos encontrábamos casi en todos los casos con la conclusión
exactamente polar a la anterior: la izquierda mexicana quedaba corrida inevitablemente
“al centro”, y en no pocos casos incluso “hacia la derecha”.
La conclusión quedó entonces claramente delimitada: si bien resultaba
indispensable revisar los casos internacionales para enriquecer el análisis, era necesario
9 David Brooks nos recordaba recientemente la opinión distinguida de Gore Vidal sobre el asunto. Conviene repetirla en este espacio: “Gore Vidal, el gran novelista y ensayista, ha repetido durante años: ´tenemos un solo partido, esencialmente del empresariado estadunidense, con dos alas derechas, una llamada los demócratas, una llamada los republicanos”. En David Brooks, “Partido único”, La Jornada, 24 de enero de 2011.
12
primero crear una matriz propia de definición. Y ello nos llevaba en todos los casos a la
historia del país. Una historia que, ya es posible imaginarse por lo que apuntamos en las
primeras líneas de este trabajo, parte del siglo XIX y se extiende hasta el momento en
que Cuauhtémoc Cárdenas conquista en 1997 la Jefatura de Gobierno del Distrito
Federal.
Nuestra historia, en genealogías rápidamente consideradas
Es imposible no iniciar esta aproximación sin establecer el referente matricial universal
desde el que en los últimos siglos se construyeron todas las izquierdas, a saber: el que
estableció la Revolución Francesa de 1789, con sus banderas de “Libertad, igualdad,
fraternidad”. Y, valga decirlo, los tres valores decisivos que se enuncian siguen estando
presentes de una u otra forma en las matrices actuales de las izquierdas del planeta.
Pero las luchas sociales a lo largo de la historia conforman también campos de
disputa de los propios universales, de tal manera que no es difícil encontrar esos
mismos valores perfectamente instalados en discursos ideológicos, culturales o políticos
de la derecha.
El fenómeno, por supuesto, no es él mismo universal, y se encuentra
caracterizado con toda precisión por Slavoj Zizek:
Quien tenga en mente [los] tiempos del realismo socialista aún recordará la centralidad que en su edificio teórico asumía el concepto de lo “típico”: la literatura socialista auténticamente progresista debía representar “héroes típicos” en situaciones “típicas”. Los escritores que pintaban la realidad soviética en tonos predominantemente grises eran acusados no ya sólo de mentir, sino de distorsionar la realidad social: subrayaban aspectos que no eran “típicos”, se recreaban en los restos de un triste pasado, en lugar de recalcar los fenómenos “típicos”, es decir, todos aquellos que reflejaban la tendencia histórica subyacente: el avance hacia el Comunismo […] Este concepto de “típico”, por ridículo que pueda parecernos, esconde, pese a todo, un atisbo de verdad: cualquier concepto ideológico de apariencia o alcance universal puede ser hegemonizado por un contenido específico que acaba “ocupando” esa universalidad y sosteniendo su eficacia. Así, en el rechazo del Estado Social reiterado por la Nueva Derecha estadounidense, la idea de la ineficacia del actual Welfare system ha acabado construyéndose sobre, y dependiendo del, ejemplo puntual de la joven madre afro-americana: el Estado Social no sería sino un programa para jóvenes madres negras. La
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´madre soltera negra´ se convierte, implícitamente, en el reflejo “típico” de la noción universal del Estado Social… y de su ineficiencia.10
Nuestro interés por ser puntillosos en este tema pretende decantar de entrada el sentido
básico de una específica comparación: los “neoliberales” de hoy tienen poco que ver
con los “liberales” mexicanos del siglo XIX, pues, con todo y que asumen o sustentan
“valores” programáticos –universales– parecidos, sus filiaciones dentro del marco de la
geometría política de las dos épocas los colocan en puntos significativamente distantes.
Dicha distancia puede ser señalada con una imagen suficientemente plástica: en lo
fundamental, el liberalismo mexicano del siglo XIX puede ser considerado como “de
izquierda”, mientras que el liberalismo mexicano del siglo XX y del XXI puede ser
considerado “de derecha”. Y el punto de asimilación no se encuentra sólo en el terreno
“ideológico”, relativo a la libertad de creencias o a la laicidad de nuestras instituciones
democráticas, sino en la forma en que, ligados o no a “lo popular” y al proyecto
“popular-nacional”, los núcleos liberales que hablan o hablaban por ejemplo de
“libertad” se articularon o no –o se articulan o no– al proyecto “oligárquico” de
entonces o de ahora. Sigamos la idea de Carlos San Juan:
En el trayecto centenario de nuestra Nación hay un pleito recurrente: se repiten las coagulaciones oligárquicas, momentos de su pleno dominio que, sin embargo, no destierran y sí alimentan, como resorte replegado, a las irrupciones populares que rehacen a las dominaciones y las acotan. Los breves momentos en que se crearon márgenes ciertos de justicia y libertad —que resuelven agravios y retoman esperanzas populares, ciudadanas y nacionales— son los fundadores de los mitos de la convivencia nacional: la guerra popular de independencia y la revolución social de 1910 con sus conquistas de tierra, salarios justos, recursos y territorio nacional soberano, ciudades abiertas; las luchas democráticas del 68, el 88 y el 2006. Hay una memoria oligárquica de dominación, pero también una memoria nacional, popular y ciudadana de conquista y ejercicio de derechos. Nuestra época fue dominada por la coagulación, sangre estancada, oligárquica. El proyecto alternativo le apuesta al resorte plegado, al flujo intenso de la irrupción popular en el amplio bastidor de las alianzas pluriclasistas.11
10 Slavoj Zizek, En defensa de la intolerancia, trad. de Javier Eraso Ceballos y Antonio José Antón Fernández, Ediciones sequitur, Madrid, 2009, pp, 13-14. Para una aproximación al tema de los univerales, ver, de Benamín Arditi, La política en los bordes del liberalismo. Diferencia, populismo, revolución, emancipación, Editorial Gedisa, México, 2009.
11 Carlos San Juan Victoria, “la Nación en Diez Tesis”, Rojo-amate 2, México, noviembre-diciembre de 2010.
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El liberalismo mexicano entra en línea en esta perspectiva de la relación histórica de la
que nos habla San Juan, a saber, la que va de la Revolución de Independencia a la
luchas del 68, pasando por supuesto por la fase –contundente y luminosa—de la
Revolución de 1910. Completan la línea: el producto más relevante de la Revolución del
10, a saber: el cardenismo de Lázaro Cárdenas del Río; y lo que, más que una
“revolución”, marcó un parteaguas decisivo en la historia moderna del país: el triunfo
escamoteado de Cuauthtémoc Cárdenas Solórzano en 1988, y que proyecta, por
derivación, el triunfo de Cárdenas Solórzano en 1997.
*
Pero no adelantemos vísperas. La “matriz” universal de las izquierdas fincada por la
Revolución Francesa (“Libertad, igualdad, fraternidad”) fue adquiriendo sus particulares
nombres y apellidos en el espacio social, cultural y político nacional. En la línea que
hemos referido, al menos hasta el cardenismo de Lázaro Cárdenas del Río (de lo que
sigue ya hablaremos después). La Independencia, con Hidalgo pero sobre todo con
Morelos, le imprimió a dichos valores una carga específica de “justicia” que iba más
allá de la genérica idea de la “igualdad” (¿de qué servía la igualdad en el país de las
desigualdades?). Y el propio sistema de valores articulado en torno a la idea de “la
libertad” vivió con los liberales del siglo XIX una variante sustancial: libertad de
creencias o de acciones, pero dentro de un sistema democrático marcado por su
laicicidad.
La Revolución de 1910 hizo el resto del milagro: entró por el desideratum
democrático de Madero (“Sufragio efectivo, no reelección”) para desplegarse con las
fuerzas de villismo y del zapatismo a lo terrenos de la “justicia social”. El jacobinismo
de Múgica y de las fuerzas obregonistas presentes en el Congreso Constituyente de
1917 hicieron el resto para dejar los temas fundamentales plasmados en el texto
constitucional. Lázaro Cárdenas del Río cerró el círculo virtuoso de este extraordinario
proceso de gestación de un proyecto de construcción de “lo nacional” desde una base
consistentemente popular.
La matriz ideológico-política de las izquierdas de la época quedó diseñada con al
menos tres valores decisivos: Libertad, democracia y justicia social, todo ello dentro de
un marco de soberanía (el peso de la soberanía nacional fue modulada a pulso por la
historia en las gestas mexicanas contra el dominio español hasta principios del siglo
15
XXI, del dominio francés protagonizado por el Imperio de Maximiliano y de los
grandes agravios sufridos por el poder norteamericano). La idea de “la fraternidad”
quedó como implícita del modelo global, o reflejada en otros muchos términos más
ligados a nuestro comunitarismo rural. Extraña pero elocuente mezcla de factores que
estaban construyendo entonces — en la práctica, en muchos sentidos, pero de manera
definitiva en el imaginario colectivo nacional— un Estado “no feudal”, “no capitalista”,
y, en definitiva, “social”.
Tuvieron que pasar varias décadas para que se socavara dicha fuerza y
perspectiva de construcción nacional. Hasta que las luchas de finales de la década de
1950, pero sobre todo la de finales de la década de 1960, mostró con suficiente
contundencia que el país se encaminaba ya por otras rutas.
Reconstruyendo y completando “la matriz”
El movimiento del 68 en México no fue sólo un zape en la cabeza de nuestro ser
nacional para decirnos que habíamos torcido el camino y que era necesario “regresar”.
Fue sin duda algo mucho más profundo y fundamental: nos dijo a todos que ya no
éramos los mismos; que el país había cambiado en definitiva de manera sustancial; y
que no estábamos escuchando los embravecidos ríos subterráneos que estaban a punto
de emerger.
Desde entonces el país entró en multiplicados procesos de convulsión. Luchas
sociales y políticas de todo tipo, aquí o allá, por la tierra en los medios rurales,
sindicales en los centros neurálgicos de la industria nacional, estudiantiles por muy
diversas demandas, clasemedieros variopintos, o de posesionarios en los principales
centros urbanos del país. La olla de presión tuvo que ser abierta finalmente por algunas
de sus partes. Con varias salidas en el tiempo del echeverriismo, pero con la
principalísimo del 77, ya con José López Portillo, de una reforma política nacional
(representada por la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales —
LFOPPE) que abrió a las fuerzas opositoras de izquierda algunas posibilidades
primarias de participación en el plano electoral. Muchos otros elementos también daban
buenas señales de cambio y de renovación. Pero en medio de una crisis económica que
llegó de pronto, sin aviso, empezó a quedar claro, en la perspectiva, que el barco
iluminado y promisorio en el que estábamos montados no daba para más. 1982: año que
marca a México en el antes y el después de verdadera “modernidad”. 1982: año
prácticamente “oficial” en que inicia en México el periodo neoliberal.
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El sismo del 85 y “la emergencia de la sociedad civil (organizada)” que le
acompaña no es ya, por tanto, otra fase de “transición”. Lo mismo sucede con la
emergencia y el despliegue, en el 88, del “nuevo cardenismo” encabezado por
Cuahtémoc, hijo del General. En el ínterin aparecieron (en México, en el mundo) las
denominadas “guerras culturales” de los años 80 —que se extienden consistentemente
hacia delante— con temas “en el borde” como los de la equidad de género, las
preferencias sexuales o reciclados temas en torno a la religión y la laicicidad.12 Y fue
factor determinante en la constitución de un nuevo marco de valores (en “la agenda de
la izquierda” a la formación de una específica “matriz” de gobernanza) la emergencia y
el despliegue torrencial del movimiento indígena nacional encabezado por el Ejército
Zapatista de Liberación Nacional –EZLN), factor de suma importancia en la idea de
agregar al desideratum democrático la idea de “lo social” (democracia social).
Completó el cuadro de los “nuevos movimientos” o de las “nuevas valoraciones” de
interés para la izquierda las importantes luchas ecológicas que se extendieron como
hongos acá o allá.
La “matriz” de valores de la izquierda mexicana se vio entonces enriquecida
naturalmente por nuevos elementos, entre ellos, destacadamente, por los de
pluriculturalidad, equidad de género y sustentabilidad (tema este último que aplicó a la
temática económica y a la problemática medioambiental). Con aterrizajes específicos en
temas específicos como los del “Estado de derecho” o la lucha por una nueva
“laicicidad”.
12 Benjamin Arditi registra este punto específico de la siguiente forma: “El debate en torno a la diferencia y la identidad cobra fuerza en el marco de las llamadas ´guerras culturales´ de la década de 1980 y los inicios de la década siguiente en torno a temas tales como el aborto, las preferencias sexuales, las relaciones entre razas, el contenido del currículo universitario o el lugar de la religión en la vida pública […] Una evaluación optimista de ese impacto señala que el debate en torno a estos temas nos hizo más sensibles hacia las diferencias culturales, de género o de raza así como hacia otras modalidades de subordinación que no estaban directamente ligadas a lo económico. Una estimación más cautelosa nos recordará que las guerras culturales también contribuyeron a desplazar la política hacia el campo de la moral y debilitaron la capacidad del pensamiento de izquierda por dedicar un esfuerzo comparable a abordar cuestiones relacionadas con la explotación económica y las desigualdades de clase. Asimismo, esa cautela pondrá de manifiesto que se trató de un progresismo sin dientes. Esto se debe a que muchos de quienes reivindicaban la diferencia eran críticos de la política liberal, pero, a la vez, se sentían bastante cómodos impulsado su agenda dentro del marco liberal democrático.” Benjamin Arditi, La política en los bordes del liberalismo. Diferencia, populismo, revolución, emancipación, Editorial Gedisa, México, 2009, p. 39.
17
No fue casual entonces que en los planteamientos que hiciera Cuauhtémoc
Cárdenas Solórzano el día en que asumió la Jefatura del Gobierno del Distrito Federal
en 1997 aparecieran desplegadas tales líneas programáticas “de construcción”. Y que
fuera entonces a partir de allí —de su programa político y de las políticas públicas
implicadas— que la izquierda que “se hizo gobierno” en el ciclo que va de aquel
luminoso 1997 a la fecha (incluyendo las entidades de nuestro estudio: además del
Distrito Federal, Zacatecas, Guerrero, Michoacán) hayan alimentado sus programas
políticos —de campaña y de gobierno— justamente desde allí.
*
Intentemos ahora establecer la matriz básica de valores para un esquema de gobierno de
izquierda con gobernanza, en el entendido de que hemos restringido el esquema a lo que
cabe en un “decálogo”, sin que ello se convierta en nuestro trabajo en una restricción de
miras en torno de una línea de valores que obviamente incluye alrededor de una
quincena, o acaso más.
Matriz de valores para un “buen gobierno” de izquierda
1. Libertad (es), desdoblada en sistema de derecho y de derechos (no hay libertad posible sin derechos).
2. Igualdad, ubicada en temáticas derivadas y desdobladas, relativas a la:3. Justicia social.4. Equidad (de género y en otros niveles)5. Soberanía.6. Democracia social (o participativa).7. [Reconocimiento de la] Pluriculturalidad.8. Laicicidad.9. [Desarrollo económico con] Sustentabilidad10. Desarrollo sustentable en el plano ambiental.
18
III. EL ENCUADRE METODOLÓGICO Y CONCEPTUAL DE LA INVESTIGACIÓN
Lineamientos programáticos de la izquierda en el proceso electoral de 2000
Podríamos decir que fue en la campaña electoral de 2000, en la competencia por la
Primera Magistratura del país, cuando Cuauhtémoc Cárdenas y su equipo de
colaboradores hicieron un máximo esfuerzo por recoger, tanto del periodo anterior,
fechado en sus inicios en 1988,13 como del nuevo ciclo de movilización desplegado en
la campaña político-electoral de ese 2000 —para CCS cada campaña política era una
verdadera movilización—, los lineamientos programáticos que identificarían en adelante
a la izquierda “cardenista” y aliados,14 lograra o no ganar las elecciones. Numerosos
documentos dan fe de esta aseveración.15 Pero los documentos más completos y mejor
conformados en el periodo en cuestión fueron los que llevaron por título Síntesis
programática, el primero, y Abecedario de la esperana. Ideario programático 2000-2006, el
segundo, publicados y difundidos entre abril y junio de 2000. Demos una repasada a sus
contenidos principales, tratando de retener precisamente aquellos que ayudan a mostrar
la perspectiva programática básica sobre la que se sostenía entonces el movimiento
cardenista.
*Sobre el Estado que queremos. El capítulo 1 de la Síntesis programática de CCS en el
2000 se titula: “La responsabilidad social del Estado”. En no menos de quince discursos
de CCS en su campaña Cárdenas habló de la necesidad de construir un Estado
socialmente responsable, o de un Estado democrático con responsabilidad social.
*Sobre la idea de la democracia integral o democracia directa o participativa. El 29 de
marzo del 2000, en el Instituto Tecnológico de Monterrey, CCS expresó: “Muchos
jóvenes no están interesados en participar en los partidos políticos, o encuentran en
dicha participación sólo uno entre otros cauces de participación. Las grandes mayorías
de la población, y no solamente los jóvenes, quisieran verse involucradas de manera
más directa en la toma de decisiones y en niveles de participación más amplios y
13 Incluso antes, cuando se formó la Corriente Democrática dentro del PRI.14 No está demás señalar desde aquí que CCS nunca tuvo la pretensión de representar “a la izquierda” toda del país. Su modestia en este sentido es dato conocido.15 Uno de ellos, escrito para su difusión masiva, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Abecedario de la esperana. Ideario programático 2000-2006. En adelante será citado como: Abecedario de la esperanza.
19
fundamentales de la vida social, política, económica y cultural de la Nación. Para hacer
eso posible se requiere ampliar nuestro marco legal de participación ciudadana a través
de figuras como el plebiscito, el referéndum, la consulta ciudadana y la iniciativa
popular. . El próximo gobierno generará las iniciativas correspondientes para que tales
formas de participación adquieran fuerza de ley y sustenten una nueva relación entre
gobernados y gobernantes.” 16
*Sobre la equidad de género: El capítulo 1 de la parte II (“Los derechos de todas y
todos”) de la Síntesis programática de CCS señala: “El reconocimiento a la diferencia
de género debe ser un principio rector del cambio democrático, y debe aparecer
plenamente delimitado en la legislación y en los contenidos sustantivos de las políticas
públicas. Deben impulsarse medidas afirmativas que permitan compensar desigualdades
y fincar las bases de un trato igualitario entre mujeres y hombres”.
El 8 de marzo de 2000, día internacional de la mujer, CCS señaló en uno de sus
discursos: “La democracia debe tener rostro y mirada de mujer. No habrá democracia
plena en nuestro país si no se conquista la igualdad de derechos y de oportunidades
entre hombres y mujeres. Por eso es que la diferencia de género será un principio rector
del gobierno que encabezaremos [...] En nuestro gobierno, un porcentaje significativo
de mujeres ocupará los niveles altos y medios de la administración, y cada dependencia,
cada programa, cada política y cada acción que se defina, tendrá un componente
esencial para favorecer específicamente al sector femenino de la población. [...] Los
programas especiales de empleo, becas y asistencia social, incluirán en su diseño
medidas compensatorias que, al favorecer a las mujeres, reduzcan la enorme deuda que
la sociedad tiene con ellas por las políticas discriminatorias y patriarcales que hasta
ahora han prevalecido. [...] A partir del 1° de diciembre, los servicios de salud en zonas
rurales y marginadas no tendrán como objetivo comprar conciencias, ni mucho menos
controlar los derechos reproductivos de las mujeres. Nuestros programas de salud
reproductiva partirán de un supuesto que para nosotros es fundamental: que los derechos
sociales de las mujeres no deben estar bajo ninguna circunstancia conculcados ni en
particular condicionados a apoyos políticos y electorales; las mujeres deben ejercer de
manera irrestricta su derecho constitucional a decidir sobre el número y espaciamiento
de los hijos.”17
16 Abecedario de la esperanza, p. 15.17 Abecedario de la esperanza, op. cit., pp. 11-12.
20
*Sobre el derecho a la diversidad. El capítulo 6 de la parte II de la mencionada Síntesis
programática se titula “El derecho a la diversidad”, y dice en una de sus partes: “En
nuestro país se ha gestado una cultura racista, discriminatoria, homofóbica y con
expresiones de intolerancia. Frente a ello, habrá que desplegar políticas que
reivindiquen el pleno derecho de todas y todos a la diversidad, incorporar en los
programas de estudio de todos los niveles temáticos que permitan promover una
autentica cultura de la pluralidad [...]”
*Sobre la idea de la lucha ecológica. El capítulo VI del Programa de Campaña de CCS
de 2000 se titula: “Territorios integrados y sustentables”. El apartado 1 de dicho
capítulo se titula: “Territorios integrados en la diversidad”; el apartado 2 se titula: “La
ciudad de México, democrática y sustentable”; el apartado 4: “Una política ecológica
integral”; el apartado 5: “El agua, recurso estratégico para el desarrollo sustentable”.
*Sobre el desarrollo económico con equidad. El apartado 9 del Abecedario de la
esperanza se titula “Una política de crecimiento económico sostenido con equidad”. Y
en una de sus partes principales dice que se requiere articular “[…] una política de
integración de la economía nacional. Es paradójico que nuestra economía se encuentre
cada vez más orientada hacia el exterior, al tiempo que descuidamos la integración
nacional. Es indispensable contar con ejes carreteros y ferroviarios del Pacífico al Golfo
de México, comunicando a nuestros puertos en uno y otro extremo de la geografía
nacional. Es crucial poner a operar de nuevo a la navegación de cabotaje con bandera
mexicana. Este añejo proyecto debe retomarse para revitalizar las economías regionales
y articular una política de desarrollo territorial a nivel nacional […] Los ramales de
ferrocarril, hoy privatizados, operan con una lógica económica diseñada en función de
sus rutas y de sus alianzas con empresas extranjeras. Necesitamos una política que,
respetando las condiciones del mercado, propicie la integración coordinada de la
infraestructura de comunicaciones y transportes y su modernización acorde con los
intereses nacionales.”
Y más adelante:
“Para propiciar la integración nacional proponemos […] el establecimiento de fondos
estructurales como los instrumentados por la Unión Europea para apoyar la economía de
21
sus regiones postergadas. No podemos funcionar como una economía a dos velocidades,
con zonas ancladas en el siglo XIX mientras que hay bolsones de prosperidad
adentrados en el siglo XXI […] De la misma manera en que Estados Unidos tiene
interés en respaldar a regiones deprimidas como los Apalaches, o a Canadá le interesa
incorporar sus provincias marítimas del Atlántico a los beneficios del desarrollo,
México necesita urgentemente apoyar a nuestros compatriotas que viven en los 500
municipios en donde hay un 40 por ciento de analfabetas y 65 por ciento de habitantes
con ingresos inferiores al salario mínimo.”18
*Sobre la globalización y el establecimiento de un nuevo orden político mundial. El
primer capítulo de la parte V de la Síntesis programática de CCS se titula:
“Participación equitativa en la globalización”. Y en una de sus partes dice: “Debemos
lograr una inserción soberana, equitativa e integradora, con igualdad de oportunidades y
que su beneficio llegue a todos, diversificar las relaciones e intercambios sobre todo
hacia América Latina, renegociar los tratados de libre comercio..., etc.” Y más adelante,
en la Síntesis referida, encontramos que la parte VII se titula: “Un país soberano en el
mundo global”, en la cual, entre otras cosas, dice: “La soberanía nacional no puede ser
dejada de lado en aras de una ideología globalizadora según la cual el libre mercado es
el único agente autorizado para decidir sobre los destinos de poblaciones y países.
Debemos recuperar el terreno perdido y reforzar los actos de soberanía en la
negociación de la deuda externa, la regulación de los flujos del capital especulativo, la
fijación de aranceles comerciales, el mantenimiento del peso como moneda nacional y
el combate al crimen organizado internacionalmente. Así lograremos una inserción más
equitativa en el mundo global.”
En el Foro organizado por The Economist, del 13 de marzo de 2000, CCS
señaló: “La globalización significa mucho más que su forma pasajera conocida como
los consensos de Washington. Constituye, hoy, una realidad mundial en la cual ya no
pueden garantizarse la estabilidad y prosperidad para unos, mientras persistan la
vulnerabilidad y la miseria para otros. En la forma en que se ha venido dando la
globalización, lo que tenemos son islas de estabilidad rodeadas por mares de turbulencia
[...] Nuestro reto es establecer en México las condiciones humanas, institucionales y
18 Reunión de Cuauhtémoc Cárdenas con exalumnos del ITAM, México, D.F., 11 de enero de 2000, en Abecedario de la esperanza, pp. 19-20.
22
materiales para participar como iguales en el dinamismo y crecimiento de un mundo
globalizado.”
Un México para todos
Otros documentos del periodo dejaron claramente establecido que en torno a la campaña
electoral de Cárdenas en 2000 se había construido en efecto un programa más o menos
integral para la izquierda, con suficiente claridad expositiva y contenidos
suficientemente consistentes como guía en lo que desde ese ángulo político se pretendía
reedificar. Pero el documento más completo y mejor estructurado sobre el tema, y que
recoge de alguna manera lo anterior, fue Un México para todos. Construyendo un país
de iguales, con justicia, libertad y soberanía, texto más o menos extenso que se elaboró
a lo largo de 2003 y que fue presentado frente a los medios de comunicación el 24 de
febrero de 2005 en la ciudad de México.19
La simple enumeración de los ítems del texto nos muestra con suficiente claridad
el sentido y alcances de la integración programática lograda por CCS y su equipo.
Conviene citarlos sin economía de texto:
1. País soberano en un mundo en integración2. Nación pluriétnica y pluricultural3. Sociedad igualitaria, incluyente y sin pobreza
Derecho al trabajo con salario dignoDerecho a la educación pública laica y gratuitaDerecho a la salud y la seguridad socialDerecho a la vivienda dignaDerecho a la alimentaciónDerecho a la igualdad de oportunidades para las personas con
discapacidadDerechos y oportunidades para los adultos mayores
19 Un México para todos. Construyendo un país de iguales, con justicia, libertad y soberania, Fundación para la Democracia. Alternativa y debate—Fundación Arturo Rosenbleuth—Editorial Planeta, México, 2005. El equipo que signó dicho material, y que en 2005 apareció en formato de libro con amplia circulación, fue (por orden alfabético): Enrique Calderón Alzati, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, René Coulomb, Roberto Eibenschutz Hartman, Carlos Lavore Herrera, Jorge Martínez Almaaraz, Julio Moguel Viveros, Salvador Nava Calvillo, Telésforo Nava Vázquez, Francisco Pérez Arce, Emilio Pradilla Cobos, Carlos San Juan Victoria e Iris Santacruz Fabila.
23
4. Otro patón de desarrollo económico5. Economía sustentable con crecimiento sostenido y equidad distributiva6. Finanzas públicas para la equidad y el desarrollo7. Integración de la informalidad y promoción de la economía popular8. Desarrollo rural equilibrado, justo y sustentable9. Desarrollo tecnológico con sustentabilidad ambiental y social10. Justicia y solidaridad para los trabajadores11. Garantías individuales y sociales efectivas12. Igualdad de género y derechos de la mujer
Igualdad y equidad entre los sexosDerechos de procreación y salud reproductivaPresupuestos públicos con equidad de géneroColaboración de organizaciones sociales con el Estado
13. Oportunidades para los jóvenes14. Educación integral para todos15. Derecho a la salud y la seguridad social16. Cultura democrática17. Democracia participativa con estado de derecho18. Estado socialmente responsable y promotor del desarrollo19. Regulación social de lo público, lo privado y lo comunitario20. Federalismo equitativo y municipio libre21. Sociedad segura, con justicia y sin corrupción
Administración pública honestaEstado de derecho y justicia equitativa y eficazCombate a la delincuencia organizada y al narcotráfico
22. Territorio integrado y sustentable23. Vivienda digna y suficiente24. Comunicación democrática25. Nueva constitucionalidad
Salta a la vista la intención del equipo redactor del documento de incluir todo lo que
fuera imaginable dentro de las perspectivas programáticas presupuestas. Pero no es
difícil suponer las razones específicas de dichos excesos “de agregación”: la
intervención de “varias manos” en la discusión y en la elaboración del texto, cuestión
que no tuvo que ver con el interés de algunos de los participantes directos de la
redacción de ver plasmadas sus propias y particulares ideas y propuestas, sino con la
más obvia y justificable de no dejar fuera del esquema ninguna idea válida a la que
pudiera identificarse con el sello cardenista (amplio arco-iris de ideas, dentro de su
reconocida unicidad).20 Pero las negritas que hemos agregado en los veinticinco puntos
20 Así lo establecía con toda claridad Cuauhémoc Cárdenas, en la “Presentación” del libro: “El texto que publicamos ahora es una elaboración colectiva, no sólo de quienes firmamos como autores, sino de muchas personas más que participaron en los distintos foros en los que se presentó el documento inicial, y de quienes elaboraron los documentos críticos y propositivos que recibimos sobre temas diversos, que nos fueron de gran utilidad para llegar a la segunda versión de este proyecto nacional […] El documento fue presentado en más de cuarenta foros: en varias universidades, en colegios profesionales, ante organizaciones campesinas, grupos
24
del índice de Un México para todos permiten encontrar rápidamente, entre el ramaje, las
líneas-eje de ese complejo árbol programático. Un cotejo con “la matriz” que hemos
establecido con anterioridad deja suficientemente claro que, en efecto, Un México para
todos recogía lo más relevante de la construcción programática que la izquierda
mexicana había construido hasta el momento. Y, como hemos señalado, fue desde ese
específico tronco del que surgieron en lo fundamental las ramificaciones programáticas
de los triunfantes gobiernos de izquierda que siguieron en Michoacán, Guerrero,
Zacatecas y en el Distrito Federal.
Una primera reserva frente a los lineamientos programáticos de la izquierda (cuestión de método, esencial a considerar)
Ya veremos en nuestro estudio cómo se expresaron las ramificaciones programáticas
mencionadas de las entidades en cuestión. Pero conviene, antes de entrar a su cotejo y a
su puesta en curso del análisis concreto, hacer una valoración sobre la calidad y
consistencia de esos valores o ítems de la izquierda pues, como ya ha sido revisado en
un punto con anterioridad, los universales no tienen un significado unívoco y/o no son,
por lo demás, elementos externos a lo que juega y se juega en los escenarios propios a
“la política real sobre el terreno”. Y ello, por la sencilla razón de que “[…] el propio
lenguaje [es] un campo de lucha”, que lleva necesariamente a pensar en la necesidad de
“[…] algo así como una política del significante”.21 Dicho en otros términos, “el
escenario donde la acción se produce es […] un espacio de inscripción de discursos y de
disputa por las significaciones que dan sentido al acontecer social.”22
Abusemos de la claridad expositiva de Benjamín Arditi para establecer con
suficiente claridad el punto que hemos puesto aquí a consideración. Citemos sin
economía de texto:
No hay una coincidencia necesaria entre la demanda y el universal, entre una encarnación particular y el principio de universalidad como tal. En el
empresariales y en reuniones políticas. Entre quienes a petición de los autores hicieron comentarios en los distintos eventos, se encuentran más de setenta profesionales, investigadores, dirigentes sociales y políticos, y fueron muchas más las personas que con diferentes visiones políticas y procedentes de los más variados sectores de actividad intervinieron en esos foros […] Por otra parte, se recibieron documentos sobre temas específicos: salud, educación, cuestiones de género, fiscales, problemas de los jóvenes, seguridad pública, ciencia y tecnología, economía, que permitieron complementar y en muchos casos revisar los contenidos del documento preliminar.” Un México para todos, op. cit., p. 5.21 Benjamín Arditi, op. cit., p. 40.22 Raúl Cabrera, “La diferencia política y la disputa por las significaciones”, en Rojo-amate núm. 3, enero-febrero de 2011.
25
caso de las cuotas [exigencia que se establece por lo general dentro de las luchas relativas a la equidad de género], un grupo particular (las mujeres) se desdobla e intenta asumir la tarea de representar la ausencia y, a su vez, la posibilidad misma de la universalidad (la igualdad) a través de una medida específica (la cuota). Esta doble inscripción debilita la noción habitual de la igualdad.23
Y la debilita porque
[…] si bien la cuota tiene por objeto rectificar la exclusión o la presencia limitada de las mujeres en posiciones de liderazgo y de ese modo reconfigurar lo que se entiende por igualdad política, también crea una nueva exclusión al imponer límites al rango de posiciones disponibles para otros grupos o individuos dentro del partido.
Con una limpia conclusión:
La conveniencia, o no, de esta nueva exclusión es objeto de una polémica, pero la posibilidad de esta nueva exclusión nos permite demostrar que los universales son constitutivamente impuros.24
El universal de que se trata puede llegar a convertirse incluso en un instrumento obvio
de manipulación en contextos determinados. Sería el caso, valga aquí la imagen
extrema, de un espacio-tiempo en el que la lucha por las “cuotas” sirve básicamente
para beneficiar a las mujeres que, desde la cúpula correspondiente, ocupan jubilosas las
nuevas posiciones de poder, convirtiendo así la una lucha universal por la equidad (de
género, en este caso) en una lucha dirigida a encumbrar a un específico núcleo de
personas de un determinado cuerpo gremial, político o social.
Conviene entonces tratar de establecer lo que esta específica lección puede
aportar en su generalidad a nuestro estudio de “políticas comparadas”. A saber: que las
promesas y los lineamientos programáticos del nivel valorativo (universal) que
conforman “la promesa programática de la izquierda” tienen que ser tasados in situ y
confrontados con su desenvolvimiento específico, concreto, real, desmenuzando su
sentido y su real valor significante en el marco de las confrontaciones específicas que
identifican su contexto y los hechos específicos que los sustentan.
Mas no sin antes considerar otro problema al que nos enfrentamos cuando
requerimos entrar al análisis de este tipo de valores de nivel universal. Nos referiremos
rápidamente a esta otra temática, correspondiente a lo que podemos englobar, para
identificarla, como la cada vez más generalizada mercantilización de los valores
23 Ídem., pp. 76-77.24 Ídem., p. 77.
26
político-programáticos de cualquiera de los signos ideológicos y políticos que
envuelven o dan forma a la geometría política nacional.
Una segunda reserva: la mercantilización de los valores programáticos, determinados por los intercambios del juego político-electoral
El fenómeno en cuestión resulta ampliamente conocido, a saber: la de valores
universales o específicos que aparecen en el discurso oficial de las izquierdas no
propiamente por convicción, sino porque ese “término”, esa “figura”, esa “imagen” o
esa “idea” es exigida por el mercado político-electoral.
“¿Y qué dijo el candidato a diputado sobre el desarrollo regional? ¿Utilizó el
término de sustentabilidad?” Podríamos imaginar un diálogo que empezara por estas
líneas, con la consecuente respuesta de quien, siendo del “equipo de campaña”, se
preocupa por “el nivel de presencia” del candidato en cuestión: “No. Nuestro amigo
candidato no tiene la más mínima idea de lo que significa el término de sustentabilidad.
Pero tú que le haces los discursos ponte buzo: cuida que en cada ocasión que habla de
“desarrollo” agregue lo de ´sustentable´ o lo de ´sustentabilidad´, sobre todo si entre el
público en cuestión hay académicos o gente estudiada que lo pudiera cuestionar.”
En esta caricatura se extrema la figura o el sentido de algo real: el mercado
político-electoral muchas veces crea su particularísima clientela, en un círculo de
correspondencias “lógicas” o de sentido entre los candidatos y “el público” que poco o
nada tiene que ver con los compromisos aterrizables, contantes y sonantes, que se
suponen entran o deben entrar en juego en el proceso que a la postre conduce a las
construcciones programáticas de gobierno.
El problema por supuesto no estriba en este caso en hacer caso omiso de “la
coyuntura electoral” para estructurar un esquema programático de valores
“químicamente puro”, pero la tendencia a un manejo pragmático-mercantil de los
valores se ha convertido en un mal mayor de los campañas y de un juego de partidos
que con la salvedad de una específica gama de principios se mueven muy flexiblemente
en el tiempo-espacio de la reductibilidad.
Si todo esto tiene sentido, no podrá dudarse de la pertinencia de operar de nueva
cuenta, para nuestro análisis de “políticas comparadas”, una especie de criba de los
lineamientos programáticos de los gobiernos para hacer a un lado las competencias
formales de enunciación (muchas veces se compite en radicalismos de enunciación, por
27
ejemplo) y entrar al terreno más llano y simple de las sobrias, aunque no siempre claras,
realidades de significación.
Un ejemplo extremo de lo que puede llegar a ser el reduccionismo ideológico
cribado o metamorfoseado por los requerimientos del juego mercantil de las alianzas se
dio cuando en julio de 2010, en entrevista exclusiva que hizo Rosalía Vergara a Jesús
Ortega para la revista Proceso, éste consideró que “la diversidad ideológica no [sería
un] obstáculo para que [perredistas y panistas, en alianza] gobiernen sus entidades.
Todos se comprometieron a cumplir con un programa de cinco puntos depositado en el
IFE: seguridad, desarrollo económico, respeto a los derechos políticos, avance
democrático y combate a la pobreza.”25 Increíble pero cierto: en un dechado de
generalidades, las profundas diferencias programáticas entre izquierdas y derechas en
México se trivializan y se convierten en inocuos conceptos-chatarra para el mercado
político-electoral.
Ese virus “técnocrático” de la modernidad
Cuando decimos que nuestra computadora tiene “un virus” no nos preocupamos en
demasía, pues sabemos que en algún momento usaremos el anti-virus salvador. Dicho
en otros términos: a menos que el señalado virus ya haya hecho de las suyas, y ya haya
borrado algunos importantes archivos, todo se moverá dentro de cierta normalidad.
Pero el virus tecnocrático (neoliberal) extendido sobre amplios espacios de la
izquierda “hecha gobierno” tiene una particular característica, que lo hace (muy) fuerte
frente a casi cualquier intento por erradicarlo. Y ello, digámoslo pronto, porque dicho
virus no sólo no es fácil de detectar, sino que se presenta muchas veces como el
portador de las verdades que nuestras primeras aproximaciones programáticas no
alcanzaron a mostrar.
Pongamos el ejemplo más común. La “creación de empleos”, que se ha
convertido en la varita mágica y en la prefecta solución para todos los males. Crear
empleo “mata todo” valor universal porque supuestamente “los contiene”. Si se crean
empleos se generan ingresos; hay “más justicia social”, hay más “libertades”, “hay más
desarrollo”. Crear empleos, entonces, para utilizar una fórmula popular, “crear empleos
mata todo”- Una revisión más cuidadosa del asunto nos dice que esto no es
necesariamente así. Y nos dice, además, que esto es “generalmente” así. Se piensa por
ejemplo que una inversión de capital “es positiva” si es “creadora de empleos”, sin parar
25 Rosalía Vergara, “Todo, todo, por sobrevivir…”, Proceso núm. 1758, op. cit.
28
en mientes en las condiciones de contratación de la fuerza laboral, los –posibles—
efectos negativos sobre el medio ambiente, el nivel efectivo de su capacidad
“multiplicadora” (Keynes) y su condición “nacionalizadora” o de “desnacionalización”.
El pragmatismo entra entonces como cuchillo en mantequilla en el discurso político,
regularmente dentro de un cortoplacismo que suele resultar tremendamente negativo.
Otro caso característico tiene que ver con “la política social”, en un concepto
implícito o explícito referido a que “a más política social” hay “más política de
izquierda. Pero se olvida que la política social compensatoria es propio del esquema
neoliberal, pues la mano que empobrece y rompe desde su base los tejidos sociales
requiere de otra mano para compensar, paliar o amortiguar los tremendos efectos que
dichas políticas provocan. Una política social compensatoria no es en consecuencia por
sí misma una característica de un gobierno de izquierda, por más que se distinga en
grado.
No está demás referir aquí la forma en que algunos gobiernos de la izquierda se
han visto seducidos por la aplicación de “modelos de calidad” (ISO-9000, en particular;
o variantes por el estilo), conocido proceso de ajustes en los sistemas funcionales de
gobierno que provienen de ¡de la experiencia empresarial! Con la implantación de este
tipo de sistemas el “beneficiario” de las políticas públicas se convierte en “cliente” o en
“usuario”, y la relación entre “gobierno y ciudadano” en un vínculo de tipo
“contractual”.
Y no faltará en nuestro breve análisis la destacada mención al papel de los
encuestadores o de los organizadores de focus groups, multimillonarios activos en la
gestión de gobiernos de izquierda que recogen sus definiciones y propuestas en el
mismo nivel en que podrían recogerlas del mismísimo Dios.
Un ejemplo reciente nos será suficiente para ilustrar el punto. El PRD del estado
de Michoacán lanzó en 2010 una campaña para promover los “valores del cardenismo”,
con espectaculares multiplicados en los que aparecía que éstos eran “Paz, educación y
trabajo”. El problema es que nadie se percató que dichos valores se parecían demasiado,
por desgracia, a la consigna porfirista de “Orden y progreso”. Y ningún conocedor de
aquella historia podía dejar de recordar que dentro de los valores caros al porfirismo se
encontraba precisamente el de la “educación”, pero en la idea iluminista de Gabino
Barreda. Cuando preguntamos el por qué de ese particular desliz en tan relevante
campaña ideológica de difusión nos enteramos que no había habido gran debate en
torno al referido asunto, pues una empresa encuestadora “de prestigio” se había
29
encargado de “recabar” las opiniones sociales dominantes en torno al tema en cuestión.
Y que “ése había sido el resultado”.
Reconoceremos entonces una de las razones importantes por las que los
gobiernos de izquierda se han hecho acompañar de broker y agentes agoreros de la
referida “modernidad”. Su papel: hacer “funcional” al gobierno desde un pragmatismo
tecnocrático que no tienen parangón. No hay discusión que pierdan porque no hay
discusión que enfrenten. Fieles al gobernador, presentan sus armas de batalla desde una
llana inocuidad.
Otros instrumentos de aproximación al análisis comparativo
Un “buen gobierno” de izquierda ha llegado sin duda al poder como crítico de las
políticas de sus antecesores; y ha prometido que todo ello cambiará. Y se supone que
más allá del carisma de su comandante en jefe —el candidato a la gubernatura, en este
caso—, es precisamente este expreso y público desideratum de cambio, convertido en
programas y proyecto, lo que pesa de manera decisiva para alcanzar el triunfo electoral.
Un “buen gobierno” de izquierda no es ni puede ser, en consecuencia, un núcleo de
gobierno que se limita a “llevar la casa en paz”. Un “buen gobierno” de izquierda tiene
que modificar —o ayudar a modificar— el statu quo; alterar las relaciones de fuerza o
de poder sociales y políticas prevalecientes; y generar las circunstancias más favorables
posibles para que sus acciones abonen elementos positivos a una posible modificación
de las relaciones de fuerza en el país, pues a mediano plazo o a la larga no hay
transformación local que sea perdurable y tenga consistencia si no se proyecta o
consolida dentro de un esquema de transformación global.
Obviamente un “buen gobierno” de izquierda no puede lanzarse a una aventura
de confrontaciones que ponga en peligro sus propias condiciones de gobernabilidad.
Tiene, en consecuencia, que moverse en dos coordenadas complejas, ellas también
movibles, correspondientes, en una de sus líneas, a un “actuar bien” de cara a los
ciudadanos que “gobierna” y a un “actuar bien” de cara a su proyecto más amplio y de
más largo plazo de transformación. Ambos tienen que encontrar un engarce natural. Sin
esta doble perspectiva, el gobierno en cuestión terminará por ahogarse en el
pragmatismo y en el cortoplacismo y su único preocupación terminará siendo la de
pasar “de panzazo” en las encuestas de opinión para “repetir”.
Si hemos seguido con cuidado la pista de la exposición, resultará obvio para el
lector que el cambio en el “estado de cosas” tiene que referirse o implicar de manera
30
directa los “diez puntos de la matriz de gobernanza”. Pero no en el orden ni en el
formato en que están expuestos, pues resulta obvio que unos dependen de otros, que
existe entre ellos una fuerte correlación, y que existen puntos clave sin-los-cuales todo
lo que se intente hacer en determinados puntos secundarios (en secuencia, en la lógica
de resolución de “la ecuación”) no tendrá la menor importancia o el menor efecto de
transformación. La coyuntura o las particularidades del período en el que se vive más
las circunstancias propias de la entidad de que se trate determinará a la vez la forma
específica en sea necesario concatenar o articular los complejos elementos de la
ecuación, pues puede ser que al querer entrar de lleno y sin mayores preámbulos a la
solución de los “grandes problemas” lo único que se logre sea abortar una estrategia que
requiere de importantes consideraciones tácticas y de formas de actuación que no
pueden derivarse de ningún manual del “buen hacer” gubernamental.
El punto clave y más difícil de enfrentar es el que supone el despliegue de
políticas dirigidas al empoderamiento de los sectores sociales y populares que
constituyeron la base del triunfo político de la izquierda, combinado con la puesta en
marcha de políticas de corte redistributivas y de impulso consistente a la economía
popular. Colocar todo el asunto en el “incremento” de los recursos dirigido a “la política
social”, veíamos, no es más generalmente que una coartada para laissez faire, laissez
passer dentro de las propias reglas del juego del esquema gobernante neoliberal. El
corazón de una política de izquierda no se encuentra en consecuencia sólo ni
fundamentalmente en las secretarías o áreas responsables de la política social, sino en
las que se están directamente ligadas al manejo de la economía (Secretarías de
Economía y Finanzas). Y se extiende por supuesto hacia las áreas de gobierno que se
dirigen de manera expresa a atender las demandas y programas relativos a sectores
sociales específicos, de indígenas, jóvenes, migrantes, etcétera.
El análisis de la estructura de gobierno y de sus flujos funcionales será entonces
otra vía de aproximación, en el entendido de que es plenamente complementario del
anterior (referido a “la matriz” de valores para un “buen” gobierno de izquierda). O más
que complementario: pues al entrar en este terreno del análisis termina por saberse a
ciencia cierta el significado real y/o los alcances efectivos de algunas de las promesas
programáticas que conforman “la matiz”.
“¡El presupuesto, estúpido!”
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Se sabe que en su campaña por la presidencia de Estados Unidos, William Clinton tenía
en su escritorio un letrero muy a la vista que rezaba: “¡La economía, estúpido!”. La idea
era simple: el letrero tenía la estricta misión de recordar día a día al candidato
demócrata que en su campaña “la economía” tenía que ser el tema fundamental. Y
quedaba supuesto entre líneas que olvidar esta simple y llana idea significaría errar el
camino y perder.
Algo similar podemos decir con respecto al tema que nos ocupa. Podemos ir y
venir, revisar discursos y proclamas, propuestas y declaraciones, mensajes o informes
de una u otra dependencia, llegar a acuerdos sobre la “matriz” de gobernanza y sobre
otros tópicos relativos, pero si no se le echa un buen vistazo a la estructura presupuestal
dejaremos los resultados o conclusiones de la investigación en un plano prácticamente
hipotético o especulativo.
Y habrá que ver caso por caso, pero hay que partir de una tan redonda como
cruda realidad: los presupuestos estatales no sólo son tremendamente reducidos —si de
lo que se trata es de generar desde allí nuevas perspectivas de transformación y
desarrollo—; son también dramáticamente dependientes, con etiquetamientos desde los
poderes centrales que dejan poco o en algunos casos nulo margen de maniobra a los
arquitectos de la acción política local.
Lo primero que se requiere evaluar en el análisis de los presupuestos estatales es
la proporción de los recursos federales y de los recursos estatales que anualmente entran
en juego, para determinar cuál es el margen general sobre el que el gobierno estatal
puede o no delinear políticas propias. Y, por supuesto, dentro de este esquema
comparativo se requiere ubicar los presupuestos por tema o rubro sustantivo (economía,
política social, etcétera), pues ello dará una primera radiografía de las posibilidades
efectivas de acción o de participación política en la escala local.
Lo segundo que entra en juego este específico nivel de evaluación tiene que ver
con las condiciones del presupuesto desde el punto de vista de su “equilibrio”, pues
altos endeudamientos puede ser —o no, y aquí la pertinencia del análisis—
tremendamente onerosos y a la larga seriamente limitativos.
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