ponencia mons. pedro barreto

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X SEMANA SOCIAL NACIONAL 13 de noviembre del 2008 “Ecología y medio ambiente: tarea pendiente para un desarrollo humano integral, solidario y sostenible”. 1.- INTRODUCCION Hace unos días realicé una visita pastoral a la ciudad de La Oroya. Pude comprobar, con mis propios ojos, la grave contaminación ambiental del aire en la que están sumidos sus pobladores. Los propietarios de la fundición polimetálica afirman que están bajando considerablemente las emisiones tóxicas. Sin embargo los pobladores dicen todo lo contrario: “Son irresistibles los gases tóxicos durante la madrugada”. Existe un Plan de contingencia para limpiar el aire en La Oroya. Esfuerzo realizado de manera conjunta por todos los actores sociales. Sin embargo todo queda en buenas intenciones. Hace mes y medio, por ejemplo, la Empresa inauguró en La Oroya una segunda planta de ácido sulfúrico y hasta hoy no está operativa. Más aún se tiene la seguridad que dicha Empresa importa minerales sucios del extranjero –que no están permitidos fundirlos en sus países de origen- y que sí lo procesan en La Oroya. Nos preguntamos ¿por qué se permite la importación de este tipo de minerales, afectando aún más la vida de la población y el medio ambiente?. El Estado que está llamado a cautelar la vida y la dignidad de los peruanos por mandato de la Constitución, asume pasivamente esta dolorosa realidad. Si miramos la cuenca del Mantaro vemos que el Lago Chincaycocha o Junín, declarada reserva nacional desde 1974, sigue contaminándose con los relaves mineros que llegan de los ríos San Juan y Anticona. Los Zambullidores y otras especies de aves están en proceso de extinción. Ya no existen las famosas ranas. Y no digamos el Túnel Kingsmill que, desde 1938 descarga, 125,000 m3 de aguas ácidas de la actividad minera, al río Yauli que es afluente del río Mantaro. Esta situación de contaminación del aire, agua y suelo que sufrimos en la Región central del Perú, no es lamentablemente la única. También la vivimos en otros lugares del Perú (como la Laguna Parón en Ancash, Barranquita en Yurimaguas o Huepetuhe en Puerto Maldonado, Santa Rita de Castilla en Iquitos y Río Corrientes en San José del Amazonas). Además sufrimos en el mundo una grave situación con el llamado “cambio climático”. Su causa –la señala claramente Aparecida- es la “explotación irracional de los recursos naturales” (DA 473) que nos lleva a la crisis ecológica. La percibimos de manera especial en estos años a través de situaciones alarmantes: •abuso y sobreexplotación de recursos naturales no renovables; •emisión de gases contaminantes y el consiguiente calentamiento global de la tierra; •debilitamiento de la capa de Ozono; •derretimiento de glaciares (Polos, Campos de Hielo); •contaminación de las aguas (con productos químicos y residuos industriales no tratados, metales pesados, residuos urbanos,…); •devastación de los suelos y de los bosques (incendios, contaminación,…); 1

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El Padre Barreto, Nos hablo de la importancia del cudiado del medio ambiente y el proyecto Mantaro revive, es una gan cosa

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Page 1: Ponencia Mons. Pedro Barreto

X SEMANA SOCIAL NACIONAL13 de noviembre del 2008

“Ecología y medio ambiente: tarea pendiente para un desarrollo humano integral, solidario y sostenible”.

1.- INTRODUCCION

Hace unos días realicé una visita pastoral a la ciudad de La Oroya. Pude comprobar, con mis propios ojos, la grave contaminación ambiental del aire en la que están sumidos sus pobladores. Los propietarios de la fundición polimetálica afirman que están bajando considerablemente las emisiones tóxicas. Sin embargo los pobladores dicen todo lo contrario: “Son irresistibles los gases tóxicos durante la madrugada”.

Existe un Plan de contingencia para limpiar el aire en La Oroya. Esfuerzo realizado de manera conjunta por todos los actores sociales. Sin embargo todo queda en buenas intenciones. Hace mes y medio, por ejemplo, la Empresa inauguró en La Oroya una segunda planta de ácido sulfúrico y hasta hoy no está operativa. Más aún se tiene la seguridad que dicha Empresa importa minerales sucios del extranjero –que no están permitidos fundirlos en sus países de origen- y que sí lo procesan en La Oroya. Nos preguntamos ¿por qué se permite la importación de este tipo de minerales, afectando aún más la vida de la población y el medio ambiente?. El Estado que está llamado a cautelar la vida y la dignidad de los peruanos por mandato de la Constitución, asume pasivamente esta dolorosa realidad.

Si miramos la cuenca del Mantaro vemos que el Lago Chincaycocha o Junín, declarada reserva nacional desde 1974, sigue contaminándose con los relaves mineros que llegan de los ríos San Juan y Anticona. Los Zambullidores y otras especies de aves están en proceso de extinción. Ya no existen las famosas ranas. Y no digamos el Túnel Kingsmill que, desde 1938 descarga, 125,000 m3 de aguas ácidas de la actividad minera, al río Yauli que es afluente del río Mantaro.

Esta situación de contaminación del aire, agua y suelo que sufrimos en la Región central del Perú, no es lamentablemente la única. También la vivimos en otros lugares del Perú (como la Laguna Parón en Ancash, Barranquita en Yurimaguas o Huepetuhe en Puerto Maldonado, Santa Rita de Castilla en Iquitos y Río Corrientes en San José del Amazonas). Además sufrimos en el mundo una grave situación con el llamado “cambio climático”. Su causa –la señala claramente Aparecida- es la “explotación irracional de los recursos naturales” (DA 473) que nos lleva a la crisis ecológica. La percibimos de manera especial en estos años a través de situaciones alarmantes:

•abuso y sobreexplotación de recursos naturales no renovables;•emisión de gases contaminantes y el consiguiente calentamiento global de la tierra;•debilitamiento de la capa de Ozono;•derretimiento de glaciares (Polos, Campos de Hielo);•contaminación de las aguas (con productos químicos y residuos industriales no tratados, metales pesados, residuos urbanos,…);•devastación de los suelos y de los bosques (incendios, contaminación,…);

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Hoy se ha generalizado una mayor valoración de la naturaleza, percibimos claramente de cuantas maneras el ser humano amenaza y aun destruye su ‘habitat’ natural. En este contexto “la Iglesia agradece a todos los que se ocupan de la defensa de la vida y del ambiente… Está cercana a los campesinos que con amor generoso trabajan duramente la tierra para sacar, a veces en condiciones sumamente difíciles, el sustento para sus familias y aportar a todos los frutos de la tierra. Valora especialmente a los indígenas por su respeto a la naturaleza y el amor a la madre tierra como fuente de alimento, casa común y altar del compartir humano”. (DA 472)

Contemplamos la realidad, con la mirada de Dios y corazón de creyentes, la juzgamos a la luz de los principios y valores del Evangelio y juntos acordamos las líneas de acción para proteger la vida e impedir o minimizar los daños medio ambientales. Sabemos que no todo está perdido y que si unimos nuestros esfuerzos, podemos cuidar y recuperar “nuestra casa común”.

1.- La tierra, nuestra “casa común” está enferma.

El Papa Juan Pablo II, hace veintiún años, desde la Zona austral de Chile, en Punta Arenas, el 4 de abril de 1987, señaló proféticamente: “Desde el Cono Sur del Continente Americano y frente a los ilimitados espacios de la Antártida, lanzó un llamado a todos los responsables de nuestro planeta para proteger y conservar la naturaleza creada por Dios; no permitamos que nuestro mundo sea una tierra cada vez más degradada y degradante” (DA, 87)

Veinte años después, Informe (27.11.2007) “La lucha contra el cambio climático: Solidaridad frente a un mundo dividido," del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ofrece un panorama descarnado de las amenazas que implica el calentamiento global a toda la humanidad. Según este informe, el mundo avanza hacia un “punto de inflexión” que podría afectar a los países más pobres y a sus ciudadanos más vulnerables en condiciones de desventaja cada vez peores y dejar a millones de personas enfrentadas a la malnutrición, a la escasez de agua, a amenazas ecológicas y a pérdidas en sus medios de sustento. Y añadía: lo que hagamos o dejemos de hacer ahora repercutirá en los próximos 100 años, afectando las vidas de las generaciones futuras de manera irreversible y de forma diferente las diversas regiones del planeta.

La conciencia mundial de esta preocupación por la problemática ambiental la recoge las Naciones Unidas al haber declarado este 2008 el Año del Medio Ambiente.

Recientemente la Carta de Zaragoza (14 de septiembre del 2008) considera “Que el agua y los ecosistemas de la Tierra deben ser preservados y protegidos” y recomienda: “Que se establezcan compromisos y normas para la mitigación de los efectos negativos causados por el cambio climático…” (A4)

Vivimos en un mundo donde la globalización neoliberal en lo económico, empuja al utilitarismo, al consumismo, y atraviesa toda la cultura; donde al parecer todo se debe someter a las leyes del mercado, el de la “oferta – demanda”. La realidad se cosifica, y a

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todo se pone precio. Lo económico se vuelve el motor central, y la persona deja de ser centro del sentido, trascendencia y solidaridad de la vida y de la sociedad. Es urgente insistir que “como en todos los campos de la actividad humana, la globalización debe regirse también por la ética, poniendo todo al servicio de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios” (Benedicto XVI, DI 2).

América Latina, no es el continente más pobre del planeta, pero sí el de la peor distribución del ingreso, que aumenta la inequidad social, el sub – empleo, el desempleo y la marginación para la mayoría de la población. Esta situación es denunciada reiteradamente por la Iglesia como un pecado social y que Aparecida los llama seres humanos “sobrantes” y “desechables”.

Este es el desafío siempre actual y urgente del llamado del Papa Juan Pablo II a “globalizar la solidaridad” a nivel mundial, especialmente en el orden económico y ambiental. Porque el poder político se supedita a lo económico por encima de la vida y el cuidado de los bienes de la creación. Por eso “los pobres han de ser capacitados para protegerse en una economía globalizada y ante las exigencias del bien común internacional” (Cf. Iglesia en América, 55) .

La humanidad de hoy carece de utopías movilizadoras. La política no es capaz de generar un desarrollo alternativo al actual, que ponga en el centro de sus intereses a la persona humana buscando el bien común. El ansia de figuración política y la codicia del dinero llevan a la corrupción del tejido social, de los poderes del Estado y de la gestión empresarial.

Con mucha precisión los Obispos latinoamericanos señalan en el documento de Aparecida:

“La riqueza natural de América Latina experimenta hoy una explotación irracional que va dejando una estela de dilapidación, e incluso de muerte, por toda nuestra región.

En todo ese proceso tiene una enorme responsabilidad el actual modelo económico que privilegia el desmedido afán por la riqueza, por encima de la vida de las personas y los pueblos y del respeto racional de la naturaleza. La devastación de nuestros bosques y de la biodiversidad mediante una actitud depredatoria y egoísta, involucra la responsabilidad moral de quienes la promueven, porque pone en peligro la vida de millones de personas y en especial el hábitat de los campesinos e indígenas…

América Latina tiene necesidad de progresar en su desarrollo agro-industrial para valorizar las riquezas de sus tierras y sus capacidades humanas al servicio del bien común, pero no podemos dejar de mencionar los problemas que causa una industrialización salvaje y descontrolada de nuestras ciudades y del campo que va contaminando el ambiente con toda clase de desechos orgánicos y químicos.

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Lo mismo hay que alertar respecto a las industrias extractivas de recursos que, cuando no proceden a controlar y contrarrestar sus efectos dañinos sobre el ambiente circundante, producen la eliminación de los bosques, la contaminación del agua y convierten las zonas explotadas en inmensos desiertos” (DA, 473).

Desde mi experiencia pastoral de escuchar a las personas, especialmente campesinos, puedo afirmar que el principal problema de la Cuenca del Mantaro es la contaminación del agua, aire y suelo ocasionada principalmente por las industrias extractivas. Los otros factores de contaminación son los residuos urbanos y el uso indiscriminado de los agroquímicos.

Con la contaminación del suelo por las lluvias ácidas, ocurre un efecto cíclico. Las aguas del río Mantaro son usadas por los agricultores del Valle del Mantaro para regar sus terrenos de cultivo, contaminando así la producción agrícola.

En el Perú gozamos de la octava mayor extensión forestal del orbe. Contamos con grandes reservas pesqueras, recursos de hidrocarburos y minerales (actualmente sólo se está explotando el 3% de esos recursos). Poseemos el 85 % de la diversidad biológica mundial y una diversidad genética de más de 128 variantes cultivadas de productos agrícolas. Somos el reservorio del 70% de los glaciares tropicales, hoy en franco proceso de deshielo, como un efecto del calentamiento global.

Con estas riquezas naturales y ambientales el Perú es considerado entre los 12 países megadiversos del mundo. Esta rica biodiversidad es fuente de alimentos, fibras, productos farmacéuticos y de otros bienes que permiten mejorar la calidad de vida de nuestros pueblos (Cfr. Análisis Ambiental del Perú: Retos para un desarrollo sostenible del Banco Mundial, Capítulo XVI de Recursos Naturales, de mayo del 2007).

Estamos agradecidos a Dios por las maravillas que nos ha concedido, Por eso decimos con cierto orgullo que “Dios es peruano”. Pero todo eso puede cambiar radicalmente si no pasamos a la acción conjunta para revertir de alguna manera el creciente deterioro medio ambiental que experimentamos. Si no estamos dispuestos a cambiar hábitos contaminantes, si no creemos que hay que cuidar el agua y la tierra, el aire, los ríos y bosques, estamos negando el desarrollo sostenible para las nuevas generaciones de la humanidad.

2.- Del Señor es la tierra y todo cuanto ella contiene

Desde la Encarnación Redentora de Jesucristo, discípulo misionero del Padre, sabemos que la misión de la Iglesia es Evangelizar, es decir, anunciar el Reinado de Dios en nuestra historia cotidiana. La salvación que Cristo ha obtenido para toda la humanidad comienza en medio de nuestra historia y por la fe sabemos que la palabra final de la historia es vida y no muerte.

Para el discípulo misionero de Cristo no cabe la indiferencia y la pasividad. Somos invitados a ser instrumentos de justicia y paz, respondiendo a la grave problemática socio ambiental que amenaza el futuro de la humanidad. Este es un camino profético, de

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anuncio y denuncia, de prudencia y valentía a partir de nuestro encuentro personal con Jesús, crucificado y resucitado, que nos posibilita vivir la misión de la Iglesia con la convicción inquebrantable de su Pascua.

Este es el compromiso asumido por las Conferencias Episcopales de Honduras y El Salvador en su profética y valiente posición en contra de la explotación minera, que perjudica a muchas comunidades centroamericanas. Igualmente los Obispos de la selva del Perú se han manifestado proféticamente sobre el cuidado y protección de la Amazonía.

Por experiencia personal sabemos que la misión profética de la Iglesia, es parte integrante de su misión evangelizadora y suscita incomprensiones, descalificaciones, marginaciones, rechazos, insultos, calumnias y, para algunos, incluso la muerte.

En este contexto quiero rendir homenaje a algunos de estos hermanos y hermanas que han dado su vida por la causa de la vida y el medio ambiente. La Hermana Dorothy Stang, religiosa de Notre Dame de Namur asesinada el 2006 en Pará, Brasil por su compromiso en la defensa del medio ambiente y de las comunidades campesinas en la Amazonía brasileña.

En esta lucha por defender la vida y el ambiente de sus comunidades está nuestro hermano el Obispo de Barra, en Bahía Brasil, Dom Luiz Flavio Cappio, OFM que realizó huelga de hambre por 23 días para impedir que desviaran el curso del río San Francisco, fuente de vida para los pescadores artesanales y habitantes ribereños de su Diócesis, en beneficio de los agroexportadores de mangos y de uvas.

En nuestro Perú, varios de nuestros hermanos obispos, sacerdotes, religiosas y laicos (entre ellos autoridades municipales, tenientes gobernadores, catequistas, agricultores y líderes comunales). Ellos –como Jesús- han sido acusados, amenazados de muerte, insultados por su clara y firme posición en defensa de la vida de las poblaciones y de su medio ambiente frente a los intereses economicistas del Estado y del poder económico de las grandes empresas mineras y de hidrocarburos.

Somos testigos de que América Latina, en estos últimos decenios, ha sido tierra fecunda de profetas, de mártires y de santos, aunque se han dado silencios y falta de coherencia evangélica, por los que humildemente pedimos perdón a Dios y a nuestros hermanos.

“Nuestra hermana, la madre tierra” en palabras de San Francisco de Asís, “es nuestra casa común y el lugar de la alianza de Dios con los seres humanos y con toda la creación” (DA 125). La pachamama como nuestros antepasados la llamaban, nos entrega su vida en alimentos. Ella está profundamente herida y enferma por la codicia de sus hijos, porque “percibimos de cuántas maneras el hombre amenaza y aún destruye su ´habitat´” (DA 125).

Ya no es posible ocultar en el Perú y en el mundo la gravedad de la situación ambiental. Recientemente el Padre Sean Mc.Donagh, misionero columbano, experto en temas medio ambientales nos decía que en este maravilloso “planeta jardín” en que vivimos y

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que por millones de años ha desarrollado diversas formas de vida, desde las más simples hasta la complejidad que entraña el ser humano, están interrelacionadas y por tanto lo que pasa en un lugar o forma de vida tiene implicancias en otro.

Cuidar la tierra y todo cuanto ella contiene es un gran desafío que hoy tenemos. Debemos hacernos responsables de lo que sucede y animar a otros a enrumbar por otros caminos para salvar el planeta es un desafío y una urgencia de la hora presente.

Con especial preocupación, desde la celebración del Concilio Vaticano II, los católicos hemos sido invitados a una atenta lectura de los “signos de los tiempos”, es decir a realizar un discernimiento de la realidad, para descubrir y escuchar el querer de Dios. Uno de estos “signos de los tiempos”, es precisamente la escucha atenta del grito “salvemos la tierra” (lema de la cumbre de Río de Janeiro en 1992) que sube de las entrañas de nuestro planeta, expoliado por la codicia irracional de un modelo económico “que privilegia el lucro por encima de la dignidad de la persona humana”, tal como lo afirmara Benedicto XVI en el discurso inaugural en Aparecida.

Nos preguntamos ¿somos capaces de escuchar el grito que brota de una tierra enferma, de un planeta que viene deteriorándose por la acción y omisión de los seres humanos?. Se nos exige a todos una mirada lúcida, desde la fe en Jesús, crucificado y resucitado, para discernir en ella el querer de Dios que nos llama a la acción. ¿Qué hemos hecho y qué estamos haciendo de los bosques, de los ríos, de los mares, de los glaciares, de la tierra fértil y del agua cristalina?. No podemos como discípulos misioneros de Jesús quedarnos con los brazos cruzados. Es la hora de la acción conjunta. Estamos todavía a tiempo.

La Quinta Conferencia General del Episcopado de América Latina y El Caribe, ha asumido con claridad la preocupación y el compromiso con el medio ambiente y la ecología de nuestra región, invitando a todas las Iglesias y fieles a hacerse eco de esta dramática situación.

Nos recuerda el documento de Aparecida que Dios mismo “nos ha encomendado la obra de sus manos para que la cuidemos y la pongamos al servicio de todos. Agradecemos a Dios por habernos hecho sus colaboradores para que seamos solidarios con su creación de la cual somos responsables. (D.A. 25)

Ya en el discurso inaugural el Papa Benedicto XVI nos recordaba que: “Los pueblos de América Latina tienen derecho a una vida plena, propia de los hijos de Dios, con condiciones más humanas; libres de amenazas del hambre, y de toda forma de violencia”. Y nos invitaba como Iglesia a ser “abogada de la justicia y de los pobres… Es tarea de los laicos católicos ser conscientes de su responsabilidad en la vida pública; deben estar presentes en la formación de los consensos necesarios y en la oposición contra las injusticias. (DI 4).

En definitiva la Iglesia es heredera del concepto de desarrollo integral y sostenible propuesto por Paulo VI y por Juan Pablo II: “El verdadero desarrollo, es el paso, para

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cada uno y para todos de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas” (PP 20).

3.- Llamados a ser miembros de la Iglesia en clave de vida, de solidaridad y de esperanza.

Contemplando la creación y las innumerables riquezas con las que Dios nos ha bendecido, no podemos dejar de dar gracias por lo recibido. La realidad nos dice que el modelo de desarrollo que vivimos no respeta las leyes de la creación, incluso actúa en contra de ellas violentando la naturaleza, considerándola objeto de lucro y de ganancia desmedida.

Un ejemplo concreto de lo que decimos y que estamos trabajando para cambiar, es la grave contaminación que vivimos en La Oroya y en la cuenca del río Mantaro, está situación nos está exigiendo a todos situarnos en clave de vida y esperanza.

La sociedad civil organizada, a través de una Mesa de Diálogo ambiental Junín –y la Iglesia dentro de ella- hemos pasado de la violencia a la construcción de consensos, del individualismo a la conjunción de esfuerzos, de la protesta a la propuesta de una “solución integral al problema ambiental de La Oroya y la recuperación de la cuenca del río Mantaro”. La Mesa de Diálogo ambiental – Junín está integrada actualmente por más de 200 instituciones de la sociedad civil. Desarrolla proyectos que están incidiendo en la gestión ambiental. Se ha dado inicio a un proceso de creciente sensibilización ambiental. Es la sociedad civil organizada la que realiza un monitor del agua, aire y suelo en todo el valle del Mantaro; desarrolla también programas de nutrición y salud para más de 1,200 niños/as afectados por la contaminación del aire en La Oroya; y está propiciando el fortalecimiento de capacidades de las personas e instituciones de la Mesa de Diálogo Ambiental Junín. El Proyecto “El Mantaro Revive” en su primera etapa de dos años ha sido financiado por el Fondo Italo Peruano (Programa de Canje de Deuda Externa).

Sólo uniendo esfuerzos, construyendo consensos e implementando procesos, las Iglesias cristianas, la Comunidad Judía, la sociedad civil, las Empresas y el Estado lograremos avanzar hacia un desarrollo humano, integral y solidario que sea compatible con la ecología física y humana.

La temática ambiental tiene que ver con la defensa y protección de la vida, los derechos humanos fundamentales y, muy especialmente, desde el marco de los principios y valores cristianos, se convierte en un desafío para nosotros los católicos y todas las Iglesias Cristianas. Las organizaciones ecuménicas juegan un importante rol de información, sensibilización y elaboración de aportes ante la grave crisis ambiental que atravesamos.

No puede haber paz si no hay una relación armónica y equilibrada entre la creación y las personas. “Cada vez se ve más claramente un nexo inseparable entre la paz con la creación y la paz entre los hombres. Una y otra presuponen la paz con Dios”, nos dice Benedicto XVI (Mensaje por la Jornada mundial por la Paz. 1 de enero del 2007).

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Ante este grave contexto socioambiental los Obispos de la V Conferencia Episcopal Latinoamericana en Aparecida nos ofrecen algunas propuestas y orientaciones para un liderazgo ético y social (DA 474):

a) “Evangelizar a nuestros pueblos para descubrir el don de la creación, sabiéndola contemplar y cuidar como casa de todos los seres vivos y matriz de la vida del planeta, a fin de ejercitar responsablemente el señorío humano sobre la tierra y los recursos para que pueda rendir todos sus frutos en su destino universal, educando para un estilo de vida de sobriedad y austeridad solidarias.

b) Estar cerca de las poblaciones más frágiles y amenazadas por el desarrollo depredatorio y apoyarlas en sus esfuerzos para lograr una equitativa distribución de la tierra, del agua y de los espacios urbanos.

c) Buscar un modelo de desarrollo alternativo1, integral y solidario, basado en una ética que incluya la responsabilidad por una auténtica ecología natural y humana, que se fundamenta en el evangelio de la justicia, la solidaridad y el destino universal de los bienes… Por tanto, alentar a nuestros campesinos a que se organicen de tal manera que puedan lograr su justo reclamo.

d) Empeñar nuestros esfuerzos en la promulgación de políticas públicas y participaciones ciudadanas que garanticen la protección, conservación y restauración de la naturaleza.

e) Determinar medidas de monitoreo y control social sobre la aplicación en los países de los estándares ambientales internacionales (DA, 474).

Estos son los hitos del camino que debemos recorrer, como Iglesia Católica, para responder a los desafíos del mundo globalizado. Y “la mejor manera de respetar la naturaleza es promover una ecología humana abierta a la trascendencia que respetando la persona y la familia, los ambientes y las ciudades, sigue la indicación paulina de recapitular todas las cosas en Cristo y alabar con Él al Padre (Cfr. 1 Cor. 3, 21-23)” (DA 126).

Es urgente que los pobres y excluidos de la gran mesa de la vida, mantengan viva la esperanza y sean un signo creíble de la presencia del Reino de Dios entre nosotros.

Caminemos como discípulos misioneros de Jesucristo, que es nuestra mayor alegría, en esta Misión Continental, hacia un continente de la vida, de la esperanza, del amor y de la paz. Por eso Aparecida en su Mensaje final nos dice: “En coherencia con el Proyecto del Padre creador, convocamos a todas las fuerzas vivas de la sociedad para cuidar nuestra casa común, la tierra, amenazada de destrucción. Queremos favorecer un desarrollo humano y sostenible basado en la justa distribución de las riquezas y la comunión de los bienes entre todos los pueblos” (N° 4)

¡Gracias!1 Paulo VI. Populorum Progressio # 20 “El paso de condiciones para cada uno y para todos de vida menos humana a condiciones mas humanas.

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Monseñor Pedro Barreto Jimeno, SJArzobispo Metropolitano de HuancayoPresidente de CEASLima, 13 de noviembre 2008

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