populismos - rouquie

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:' 8. IDEOLOGíAS: POPULISMOS, "DESARROLLISMO", CASTRISMO \ \ , ? i r r é' l El capítulo precedente, consagrado a formas más o menos rústicas o modernizadas de manipulación de la soberanía popular y de los ciudadanos, difícilmente dejaba prever que florecieran en ese continente ideologías singulares. Por lo menos si por ese término se entiende no ideas y visiones del mundo sino un cuerpo de concepciones sociales, que infor- man la acción colectiva, ya sea que aparezcan bajo la forma de doctrina política o estén desprovistas de contenido pro- piamente ideológico en el sentido estricto del término. En realidad, en América Latina ciertos tipos de estrategias, de regímenes o de sistemas políticos y sus garantes ideológicos presentan una innegable especificidad. Son esas manifesta- ciones políticas propias de las realidades históricas del con- tinente las que vamos a examinar dejando de lado las ideo- logías universales (democracia o comunismo por ejemplo), aun cuando ocupan allí un lugar decisivo. Con esos perfiles ideológicos fuertemente enraizados, salimos de la prehisto- ria de lo político para abordar los debates y problemas más actuales y más álgidos de la América de hoy. Presentaremos los diferentes "temas" por orden estrictamente cronológico. El primero, el populismo, prolonga en otro plano los meca- nismos de c1ientelismo de Estado descritos en las páginas anteriores; veremos en seguida el desarrollismo, y luego las diferentes posturas de los socialismos criollos, del castris- mo al sandinismo y otros más. Los populismos: ¿despotismo ilustrado o socialdemqcracia dura! No es posible leer un diario o un libro de historia contempo- ránea en casi cualquier país de América Latina sin tropezar con el término populismo del cual se usa y abusa. Ese con- cepto, Ipor su misma frecuencia e imprecisión, parece reser- [278] ( FI\I~ . .:L ,z6 ? i10u oui G; q¿fj IN. :rnl,.o~CU"" q\ G-t.T(<!""'" Oc~,¿"ní". r1l<,,,, '01, I~q'f POPUlISMOS, "DESARROLLlSMO", CASTRISMO 279 vado a un fenómeno original que no puede ser aprehendido con el vocabulario político europeo. ¿Se trata de un esfuerzo para emanciparse de la tutela semántica de los conceptos "centrales"? Loable empresa en verdad, si esta noción histó- ricamente confusa no fuera un instrumento de análisis bas- tante defectuoso. Para el historiador del mundo occidental, y para el "hombre decente" que posee algunos rudimentos de cultura histórica, el populismo se aplica en efecto a la có- lera de los agricultores del middle west contra los políticos y financieros de la costa este de Estados Unidos, o más aún, casi en la misma época, los arranques anarco-bucólicos de los narodniki rusos, esos intelectuales impresionados por la miseria de los mujiks y que se acercaban al pueblo. El térmi- no remite pues a realidades muy heterogéneas y sin puntos comunes. En su acepción estrictamente latinoamericana, la terminología no es más satisfactoria. En primera se trata de un término peyorativo. Nadie se dice o pretende ser populista. La ausencia de rigor de este concepto es tan grande que resulta un tanto difícil situar el nivel de análisis al cual remite este epíteto casi infamante: ¿partido, régimen, líderes o políticas seguidas? Para delimi- tar su sentido fuertemente connotado, es preciso dejarse lle- var por las palabras y su aura. ¿Qué evoca el término si no caudillos urbanos adulados por las masas y generalmente acusados de demagogos? Nombres: Perón, Vargas, pero tam- bién Velasco Ibarra en Ecuador. Así la mayoría de las defini- ciones muy poco satisfactorias del populismo son resultado de Una concepción moral y hasta moralista: liberales o mar- xistas, consideran este fenómeno como una aberración cen- surable. Es así como se considera a los regímenes populistas dictaduras demagógicas que se apoyan en las clases popula- res urbanas. En esos análisis se insiste con facilidad en la di- mensión carismática del jefe -lo cual fue generalmente cierto pero quizá no lo era en el caso de Getúlio Vargas- y sobre todo en la irracionalidad de las masas y su emotividad que las llevó a seguir al mal pastor. Cierto, no hay duda de que el prestigio de los líderes "populistas" absolütos ante las masas urbanas ha alcanzado cumbres de popularidad y fidelidad extraordinarias. Perón, el líder, "el primer trabaja- dor", no sólo no perdió a sus partidarios en dieciocho años de exilio, sino. como lo atestigua su triunfal reelección en '1 ! ¡ t - t:.-.; --------~- __--o

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8. IDEOLOGíAS: POPULISMOS,"DESARROLLISMO", CASTRISMO

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El capítulo precedente, consagrado a formas más o menosrústicas o modernizadas de manipulación de la soberaníapopular y de los ciudadanos, difícilmente dejaba prever queflorecieran en ese continente ideologías singulares. Por lomenos si por ese término se entiende no ideas y visiones delmundo sino un cuerpo de concepciones sociales, que infor-man la acción colectiva, ya sea que aparezcan bajo la formade doctrina política o estén desprovistas de contenido pro-piamente ideológico en el sentido estricto del término. Enrealidad, en América Latina ciertos tipos de estrategias, deregímenes o de sistemas políticos y sus garantes ideológicospresentan una innegable especificidad. Son esas manifesta-ciones políticas propias de las realidades históricas del con-tinente las que vamos a examinar dejando de lado las ideo-logías universales (democracia o comunismo por ejemplo),aun cuando ocupan allí un lugar decisivo. Con esos perfilesideológicos fuertemente enraizados, salimos de la prehisto-ria de lo político para abordar los debates y problemas másactuales y más álgidos de la América de hoy. Presentaremoslos diferentes "temas" por orden estrictamente cronológico.El primero, el populismo, prolonga en otro plano los meca-nismos de c1ientelismo de Estado descritos en las páginasanteriores; veremos en seguida el desarrollismo, y luego lasdiferentes posturas de los socialismos criollos, del castris-mo al sandinismo y otros más.

Los populismos: ¿despotismo ilustradoo socialdemqcracia dura!

No es posible leer un diario o un libro de historia contempo-ránea en casi cualquier país de América Latina sin tropezarcon el término populismo del cual se usa y abusa. Ese con-cepto, Ipor su misma frecuencia e imprecisión, parece reser-

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POPUlISMOS, "DESARROLLlSMO", CASTRISMO 279

vado a un fenómeno original que no puede ser aprehendidocon el vocabulario político europeo. ¿Se trata de un esfuerzopara emanciparse de la tutela semántica de los conceptos"centrales"? Loable empresa en verdad, si esta noción histó-ricamente confusa no fuera un instrumento de análisis bas-tante defectuoso. Para el historiador del mundo occidental,y para el "hombre decente" que posee algunos rudimentosde cultura histórica, el populismo se aplica en efecto a la có-lera de los agricultores del middle west contra los políticosy financieros de la costa este de Estados Unidos, o más aún,casi en la misma época, los arranques anarco-bucólicos delos narodniki rusos, esos intelectuales impresionados por lamiseria de los mujiks y que se acercaban al pueblo. El térmi-no remite pues a realidades muy heterogéneas y sin puntoscomunes. En su acepción estrictamente latinoamericana, laterminología no es más satisfactoria.

En primera se trata de un término peyorativo. Nadie sedice o pretende ser populista. La ausencia de rigor de esteconcepto es tan grande que resulta un tanto difícil situar elnivel de análisis al cual remite este epíteto casi infamante:¿partido, régimen, líderes o políticas seguidas? Para delimi-tar su sentido fuertemente connotado, es preciso dejarse lle-var por las palabras y su aura. ¿Qué evoca el término si nocaudillos urbanos adulados por las masas y generalmenteacusados de demagogos? Nombres: Perón, Vargas, pero tam-bién Velasco Ibarra en Ecuador. Así la mayoría de las defini-ciones muy poco satisfactorias del populismo son resultadode Una concepción moral y hasta moralista: liberales o mar-xistas, consideran este fenómeno como una aberración cen-surable. Es así como se considera a los regímenes populistasdictaduras demagógicas que se apoyan en las clases popula-res urbanas. En esos análisis se insiste con facilidad en la di-mensión carismática del jefe -lo cual fue generalmentecierto pero quizá no lo era en el caso de Getúlio Vargas- ysobre todo en la irracionalidad de las masas y su emotividadque las llevó a seguir al mal pastor. Cierto, no hay duda deque el prestigio de los líderes "populistas" absolütos antelas masas urbanas ha alcanzado cumbres de popularidad yfidelidad extraordinarias. Perón, el líder, "el primer trabaja-dor", no sólo no perdió a sus partidarios en dieciocho añosde exilio, sino. como lo atestigua su triunfal reelección en

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1.9.13,ganó más, a tal grado parecía en Argentina en la déca-da de los sesenta que la frase atribuida a Malraux sobre elgaullismo convenía aún más al jefe del justicialismo: ¡todoel mundo es, ha sido o será peronista! Vargas, "el padre delos pobres", fue reverenciado como mártir religioso en losmedios populares brasileños tras su suicidio en 1954. VelascoIbarra, el "apóstol de los olvidadosr,~ ecuatorianos, elegidocinco veces presidente, decía: "Denrne un balcón y recon-quisto elPoder." Sin embargo también se bautizó de popu-lista cierto período del régimen posrevolucionrio mexicanocaracterizado generalmente como una "dictadura imperso-nal" del partido oficial. En cuanto a las interpretaciones quehacen hincapié en la responsabilidad "culpable" de las ma-sas en la aparición de esos regímenes "destructores", no pa-recen muy convincentes que digamos.

Veamos. Un teórico de la izquierda marxista chilena defi-ne al populismo como "un virus patológico del movimientoobrero [... ] la manifestación de un retraso ideológico y polí-tico de las masas".' En Argentina, el peronismo, fuera de suidentificación coyuntural o fundamental con el "nazifascis-mo",2 ha sido objeto, desde el punto de vista de sus relacio-nes con la clase obrera, de dos interpretaciones: una polémica,que manifiesta el despecho de los jefes del socialismo demo-crático ante el "abandono" de las masas, la otra sociológica,basada en una investigación histórica. Según la primera, laclase obrera argentina vendió su libertad por un plato delentejas al aceptar apoyar la tiranía. Según los autores parti-darios de la segunda interpretación, el éxito del peronismoproviene de la existencia de una "nueva clase obrera", pro-cedente del éxodo rural, sin tradiciones sindicales o políti-cas y a la que la política paternalista del coronel Perón supoganarse.! Vemos fácilmente que se trata, poco más o me-

\ .....

! Fernando Mires, "Le populisrne", Les Temps Modernes, junio de 1979.2 Para una discusión histórica y sociológica de esta calificación, véase

Peter Waldmann, El peronismo (1943-1955), Buenos Aires, Sudamericana,1981, y la polémica además, Juan José Sebrelli, Los deseos imaginarios delperonismo, Buenos Aires, Legasa, 1983.

3 Véanse principalmente las obras de Gino Germani, Política y sociedaden una época de transición. Buenos Aires. Paidós, 1971, y "El surgimientodel peronismo, ell rol de obreros y de los -migrantes internos", DesarrolloEconómico, !3 (51), octubre-diciembre de 1973. y los comentarios de Peter

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POPULlSMOS, "DESARROLLlSMO", CASTRISMO 281

nos, de dos presentaciones diferentes de una misma opinión.Es la que el partido comunista argentino expresa en la jergaestereotipada leninista con una elegancia consumada cuan-do afirma que debe "hacer volver al proletariado argentinoa las organizaciones de la clase obrera".

Para algunos autores, el populismo se confunde con polí-ticas de distribución de ingresos. Es en ese sentido en el quese consideró que el partido socialista chileno presentabarasgos de populismo, o en el que Alain Touraine señala queel fracaso de la Unidad Popular en 1973 marca el final del po-pulismo en la política chilena. Algo hay de cierto en estaapreciación. El peronismo se ajusta bien en su primer perío-do y en su objetivo ideológico a esta definición parcialmentejusta. Pero en cambio, los historiadores de Brasil no lo acep-tarían en lo concerniente a los comienzos del getulismo.Aunque el debate esté lejos de haberse cerrado en lo referen-te a este punto, parecería que, de 1930 a 1945, los salarios delos obreros no hubieran tenido, a pesar de la instauracióndel salario mínimo, un verdadero salto hacia adelante, muypor el contrario." ¿ Cómo ver más claro si no queremos con-formamos con asimilar simplemente el populismo a los"partidos de masa" (mass politics), o a los sistemas políticosmovilizadores del Tercer Mundo en general? Si todos lospartidos populares policlasistas de América Latina, de la de-mocracia cristiana chilena a la Acción Democrática de Vene-zuela, pertenecen a la categoría populista, simplemente hayque concluir que ésta no tiene ninguna pertinencia. Lo cualno creemos. Todavía falta, para delimitar un fenómeno en suconsistencia, aprehender la especificidad de su contexto his-tórico y de sus situaciones políticas privilegiadas.

A pesar de la variedad de las experiencias nacionales, laera de los pqpulismos se sitúa históricamente en límites fá-cilmente ubicables: entre 1.2lQ y mediados de la década delos cincuenta. Getúlio Vargas domina la vida política b rasi-

Smith y Tulio Halperín Donghi, respectivamente en la misma revista, julio-septiembre y enero-marzo de 1975. Véase asimismo Miguel MurfI1is y JuanCarlos Portantiero, Estudios sobre los origenes del peronismo, Buenos Ai-res, Siglo XXI, 1971.

4 Robert Rowland, "Classe operaria e Estado de compromisso (orígenesestnicturais da legislacáo trabalhista e sindical", Estudos Cebrap (Sáo Pau-lo), abril-junio de 1974. pp. 5-40.

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leña de 1..2lQ, fecha de su llegada al poder como presidenteprovisional, a !..2.2j. Derrocado en 1945 tras quince años depresidencia, ocho de los cuales fueron de dictadura, es presi-dente democráticamente elegido de 1951 hasta su muerte.

1Perón, que llegó al poder en Argentina en el marco del golpede Estado militar de 12.i3, es elegido presidente en 1.946 yechado por los militares en )J5"5. Su segundo y tumultuosoregreso al poder en 1973 no puede decirse que sea cosa depopulismo. Velasco Ibarra, cinco veces presidente, dictadorpor vez primera en 1915, a pesar de un breve come back en1~ Yen t97.2 cuando ocupa por algunos meses la presiden-cia, influyó en la vida política ecuatoriana de 1934 a 1956esencialmente. La fase presuntamente populista de-la revo-lución mexicana es situada por todos los autores entre 1930y 1940, cuando no se la reduce a la presidencia de LázaroCárdenas. Esta concentración temporal merece que haga-mos un alto.

El p2.E!:tli~o parece pues corresponder a una coyuntura,la de las décadas de los treinta y cuarenta cuando se dierona la vez la desorganización de las corrien...!es comerciales tra-dicionales, y la crisis de los sistemas agroexportadores. Esosdos fenómenos estrechamente ligados provocan en todaspartes dificultades para mantener el esquema de domina-ción oligárquico que prevalece hasta entonces. En los paísesmás d~sarroITados, el fortalecimiento del sector industrial,las transformaciones ocurridas en los equilibrios sociales enfunción del cambio del polo dinámico de la economía, creanuna situación a la vez de vacío político y de disponibilidadde las clases populares nuevas o viejas pero que ahora esca-pan a los controles tradicionales. En Argentina, el creci-miento del proletariado urbano tropieza con la ceguera delas clases poseedoras y de las élites conservadoras. En Bra-sil, asimismo, la galopante urbanización durante este perío-do y la "movilización social" -en el sentido de Karl Deutschy de los teóricos de la modernización- a la que conducecoinciden con las disputas interoligárquicas que desembo-can en el desmantelamiento de la "vieja república" exigidapor las clases medias emergentes. En Ecuador, las migracio-nes internas debidas a la gran crisis multiplican a los margi-nales que escapan al control clerical-conservador de laSierra y no caen bajo la férula de los liberales que los igno-

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ran y les temen. El subproletariado de Guayaquil, formadoen gran parte por grupos expulsados del sector rural tradi-cional proporciona, tras la reacción conservadora de 1932,la mayor parte de las tropas y del público de Velasco Ibarra.En México, el populismo, sus reformas sociales y su discur-so obrerista, según algunos autores." estaban destinados aconjurar una verdadera revolución social. Fue lle alguna ma-nera una política "contrarrevolucionaria" destinada a fre-nar el movimiento campesino independiente desencadenadopor la revolución y a incoporar con este fin a los sectoresobreros.

Esos regímenes llamados populistas aparecen pues comosistemas de transición que se esfuerzan por integrar las cla-ses populares al orden político y social existente a través deuna acción voluntaria del Estado. A este respecto podemosinsistir en el aspecto de colaboración de clases de esas fór-mulas políticas, en la suJ?.9rdinación, o por lo menos la ausen-cia de autonomía, de las organizaciones obreras; podemosigualmente subrayar el papel de "vacuna co;tra la revolu-ción" que desempeñan en tales regímenes las políticas socia-les, la retórica popular, y el reconocimiento bajo ~gidasleJEstado de los sindicatos y las organizaciones campesinas.No obstante lo que sorprende por encima de todo y aparecepues en el centro mismo de la singularidad de esos regíme-nes, son los papeles contradictorios que asumen: recurren ala movilización de las clases peligrosas e intentan garanti-zar, al mismo tiempo -casi podríamos decir por ese mismomedio-, la conservación del modelo de dominación. Al rern-plazar modalidades pasivas y tradicionales de obtención delconsentimiento de las clases subordinadas, esos regímenesno practican la exclusión por la fuerza, pero no por ello des-cansan en los mecanismos interiorizados y voluntarios em-pleados en las democracias liberales.

Sin duda de allí procede el aspecto de psicodrama ruidosoy a veces incomprensiblemente caótico que caracteriza a laideología populista. La violencia verbal generalmente está

" en un primerísimo lugar. El "desmantelamiento simbólico"de las oligarquías, y hasta de los capitalistas o de las socie-

5 Véase sobre lodo Arnaldo Córdova, La [ormacián del poder político enMéxico, México, Era, 1975, pp. 29-33.

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dades extranjeras, es frecuentemente invocado. Es "el caosen nombre del orden". De hecho, casi no se afectan los inte-reses de los grupos así atacados. Cuando se realizan, 10 cuales raro, las reformas de estructura no rebasan el estadio em-brionario. Desde luego hay que introducir matices. El velas-quismo no es el cardenismo. La concepción étnica y cristianade la vida social cultivada por el individualista conservadorque es Velasco Ibarra no puede confundirse con el reformis-mo duro de la revolución mexicana bajo Cárdenas, caracteri-

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ZadO por la nacionalización del petróleo en 1938 y el ritmorelativamente acelerado impuesto a la reforma agraria. Contodo, hay puntos comunes entre esos hombres yesos regíme-nes. Si bien la personalización de un poder providencial esel elemento de semejanza más espectacular, ciertamente noes el más decisivo, ni el más central. Por 10 demás, es un ras-go frecuente en América Latina, incluso en las democraciaspresidenciales, para no hablar del resto del mundo en desa-rrollo. La integración/cooptación de los trabajadores de lasciudades o de los campesinos, que se efectúa no contra lasoligarquías locales sino contra la autoorganización de lasclases populares, y las políticas sociales que la acompañanforman por el contrario la médula de la lógica populista.Esta política de "arriesgar un poco para ganar lo principal",cínicamente formulada por Perón en sus discursos de 1945-1946, se inscribe en diferentes formulaciones que resumensus objetivos y métodos. Consiste según sus exégetas brasi-leños en "hacer la revolución antes de que el pueblo la ha-ga", o, para los mexicanos más prácticos y prosaicos, en

, "dar un centavo para ganar un peso". Se trata de "revolucio-l' nes desde arriba" que lo cambian todo para que nada cambie,efectuando sobre todo "reformas autoritarias y con derecho

\ de preferencia". En ese proyecto, elEstado es la insti!~ción<;btve, más que el presidente o el partido cuando los hay. El'nacionalismo "popular" es la ideología común a esas dife-rentes experiencias.

La estatización de las organizaciones socioprofesionales,la transferencia de las lealtades hacia el Estado, identificadoo no con un hombre, gracias a la satisfacción de demandaslimitadas y sobre todo a un reconocimiento social inédito,sirven. de marco a un estilo de gobierno paternalista y auto-ritario en el cual el clientelismo de masa burocratizado es

POPULISMOS, "DESARROLLISMO", CASTRISMO 285

uno de los mecanismos esenciales de una organización ficti-I cia. Al mismo tiempo, el Estado puede afirmar estar de parte¡ de los obreros, a los que mantiene en libertad vigilada yenI quienes se apoya. La ideología popular esgrimida concibe al

"pueblo" como el conjunto de la comunidad nacional, dota-da de intereses comunes de los que sólo están excluidas lasminorías (el antipueblo) vinculadas al enemigo exterior. Laconciencia de clase es ocultada por la "conciencia de masa".El nacionalismo solidarista contribuye a la integración polí-tica de los estratos subordinados y de las masas urbanas.

Ese sistema tiene sus límites. Siendo transitorio, sucum-be a la modernización de las sociedades. La transformaciónde una sociedad de masas en sociedad de clases es general-mente fatal a sus mecanismos de control. El Estado populis-ta contribuye paradójicamente, por su predicación popularyo por la organización de los trabajadores, la cual dirige, a laconstitución de las clases y al surgimiento de una concienciade pertenencia entre los obreros urbanos. En su dinámicaambidextra que oscila entre la movilización popular y la ma-nipulación de las masas, es entonces la movilización la quetriunfa y sus agentes tratan de romper el collar estatal alque están sometidos. La inversión del corporativismo popu-lista en Brasil bajo el presidente Goulart (1961-1964) es reve-ladora al respecto. ¿ Acaso el aparato sindical integrado alEstado no parecía funcionar en un sentido diametralmenteinverso a aquel para el que había sido programado, al gradode que el espectro de una república sindicalista obsesionabalas mentes de los opositores? En Argentina bajo el segundoperonismo (1973-1976), los sindicatos burocratizados, en elpináculo de su poderío, eran por el contrario desbordadospor la combatividad obrera que se ejercía a costa suya. Elencanto populista había dejado de operar. Esas institucio-nes de encuadramiento social que funcionan en otros con-textos históricos y políticos ¿ sólo son simples superviven-cias? La historia de las próximas décadas en Argentina yBrasil nos lo dirá.

f.

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286 PODERES Y SOCIEDADES

E/ "desarrollismo" y /a modernizacióncapitalista sacra/izada

"Desarrollismo", el término es poco elegante, pero al menos,a diferencia del populismo, fue forjado por sus propios crea-dores y partidarios. Las más bellas muestras de esa corrien-te política aparecieron en Brasil donde una institución, elISEB (Instituto Superior de Estudos Brasileiros), contribu-yó a popularizar y defender esas tesis mientras que en Ar-gentina, a principios de la década de los sesenta, como se hadicho, el desarrollo de la ideología parecía triunfar sobre laideología del desarrollo, tan densa era la producción. Lasideas defendidas por los desarrollistas fueron puestas en

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práctica principalmente por el presidente Juscelino Ku-.bistschek en Brasil (1956-1960) y por Arturo Frondizi (presi-dente de 1958 a 1962) en Argentina.

Esas tesis son simples, si no es que simplistas. Consistenen sacralizar de alguna manera el cEC,.Ünientp industrialidentificado con el progreso o la "civilización". El frenesídel de~a;-;ollo, muy difundido entre los °ejecu"tivos y la bur-guesía comercial o industrial en las décadas de los cincuentay sesenta, se incorpora al nacionalismo populista en los paí-ses más avanzados de América Latina. El México del desa-rrollo estabilizador no escapa de esta corriente de pensa-miento de agresivo optimismo. La alianza de los productores,en el sentido sansimoniano, con el pueblo de los populistas,debe establecer las bases para una industrialización a mar-chas forzadas que resuelva los problemas del país. Estaarriesgada aceleración del industrialismo permite rechazarcualquier reforma y criticar las políticas redistributivas ennombre de los imperativos de la producción. La reformaagraria en los países donde el bloqueo agrícola se debe demanera patente a la concentración territorial es considera-da arcaica y superada: hay que introducir la técnica en elcampo. De esta manera un neocapitalismo dinámico, y acce-soriamente social, no se opone en nada a los intereses tradi-cionales si es que éstos se modernizan. Sobre todo porquelos partidarios de ese nuevo culto al progreso consideran in-dispensable la alianza de clases para su proyecto así comola subordinación del enfrentamiento entre patrones y traba-jadores a los objetivos comunes del desarrollo.

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Esta "desviación mercantilista del mito del desarrollo"tiene por objetivo último la grandeza nacional a través de laindustria y la técnica. Pero ese nacionalism~ de los fines no-selecciona 10s·~eJÍ<~. Para ello no distingue, como otros ti-pos de nacionalismo más frecuentes, los orígenes de los ea- ,pitales invertidos: poco le importa que sean nacionales o ex-tranjeros. Todo capital es bueno si contribuye al "progreso".Esta ideología de la sucursalización voTu;}taria es t'amSíénantiideológica en el sentido de que los desarrollistas recha-zan cualquier distinción derecha/izquierda no sólo en nom-bre de la unidad nacional indispensable, sino sobre todo enfunción de otra discrepancia, la de la modernidad y el ar-caísmo. La tecnolatría de ese voluntarismo industrialistaestá generalmente llena de un optimismo sin límites ni már-genes ilustrado por el lema de la presidencia Kubitschek:"Cincuenta años en cinco años", y más simbólicamente toda-vía, en el espacio, el plano en forma de arco de esa utopíasansimoniana diseñada por Lucio Costa y construida bajoKubitschek que es Brasilia, la nueva capital de Brasil.

Juscelino Kubitsch~k no sólo es er hombre de la nova cap(la nueva capital) erigida en el vacío del Planalto en el centrode un país regionalmente desequilibrado. Puso en ejecuciónuna política de industrialización activa que hizo entrar aBrasil en la era de los bienes de consumo duraderos y de laproducción de bienes de equipo. Para la industria brasileñahay un antes y un después de la presidencia JK, como se lallamaba familiarmente. Recurriendo al capital extranjero en"...... ..•. .- ~el marco de un ambicioso "plan de objetivos" (plano de me-tas), Kubitschek rompe paradójicamente con la orientaciónnacionalista de la última presidencia Vargas, caracterizadapor la instauración del monopolio de Estado del petróleo,cuando es apoyado por los partidos laborista (PTB) y social-demócrata (PSD), ambos creados por Vargas. Período de eu-foria y de ciega confianza en el radiante futuro del país, lapresidencia desenvolvimentista de Kubitschek, durante lacual el crecimiento industrial alcanza una tasa cercana al

i 10% anual gracias a un elevado nivel de gasto del &obiernocentral, para gran perjuicio de los monetaristas que clamancontra la catástrofe y también de las clases desfavorecidas,pues el nuevo modelo de desarrollo implica una redistribu-ción regresiva de los ingresos con miras a crear un mercado

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288 PODFRES y SOCO.:DADES

propicio para los bienes de consumo duraderos. La entradade Bra~il en la era del automóvil es también la época en queuna fuerte concentración de los ingresos se vuelve funcionalpara el desarrollo.

En Argentilla, el émulo de JK, A!:!.!:r~F:rondi.?i, tuvo me-nos éxito que su modelo. Llegado al poder en 195~8gracias alapoyo electoral del peronismo proscrito, no logra conservarni el apoyo ni siquiera la benévola neutralidad de los sindi-.catos y de las clases populares duramente golpeadas por unplan de estabilización establecido sobre la base de las reco-mendaciones del Fondo Monetario Internacional, cuya ayu-da financiera fue solicitada para corregir equilibrios econó-micos que estaban en situación crítica. Si bien ~l clima de lapresidencia "frondizista" está lejos de ser tan embriagadorcomo el del mandato de Juscelino en Brasil, hallamos allí laapertura a los capitales extranjeros y el establecimiento deindustrias de bienes de consumo duraderos. La industria au-tomovilística se desarrolla en Córdoba, se permite a lascompañías petroleras extranjeras explotar el petróleo ar-gentino, lo cual provoca la indignación de los medios nacio-nalistas. Varios organismos de desarrollo tecnológico, tantoen el terreno agrario como en el de la industria, reciben unimpulso sin precedente. No obstante el primer gobierno civilposperonista, amenazado desde su llegada al poder, atrapa-do entre los militares y los sindicatos, es asfixiado por suspropias maniobras de supervivencia. Su gran proyecto se re-

1duce. a una ~ndustrialización desordenada, a. la vez anárqui-eay espontanea, donde las empresas extranjeras se estable-cen con fines más especulativos que productivos para gozarde las elevadas barreras arancelarias al abrigo de las cualesoperan. En marzo de lli.2, Fr..Q!l..di~a pesar de su habilidadmaniobrista, es der.r0cado por un golpe de Estado mg!,tilr. Elejército le reprocha a la vez favorecer el comunismo y mani-festar una indulgencia demasiado grande para con los pero-nistas.

El "nacional desarrollismo" de Kubitschek y de Frondiziaparece como una manera original de hacer compatibles unnacionalismo capaz de canalizar las tensiones sociales y ladependencia con respecto a los capitales extranjeros consi-derados indispensables para pasar a un estadio superior dedesarrollo industrial. Esta ideología está en el centro de la

POPULISMOS, "DESARROLLISMO", CASTRISMO 289

práctica económica del México de la década de los sesenta.La volvemos a hallar en Argentina bajo una forma autorita-ria, de donde está excluida cualquier retórica populista, de1966 a 1970, bajo el gobierno del general Onganía. Aunqueaún no sea discernible, está presente también en Brasil entre1969 y 1984; sirve de base al "milagro brasileño" y al ambi-cioso plan de desarrollo del general Geisel (1974-1978). Estaestrategia conservadora de desarrolio, mediante el empleode capitales extranjeros particularmente, parece formarparte del esquema defensivo de las élites tradicionales másilustradas para mantener el sistema de dominación. Sinduda su éxito se debe a ello.

Las estrategias de los socialismos criollos:castrismo, sandinismo ...

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El socialismo no es una idea nueva en América Latina, peroantes de 1961 ningún Estado había afirmado ser marxista-leninista en este continente. Todo comienza con Cuba. Todoen ese terreno, desde entonces, gira en torno a la gran isladel Caribe, y del hombre que la gobierna y encarna su régi-men socialista. El castrismo del primer momento, antes deser más o menos normalizado después de 1968, es a la vezuna estrategia y un fenómeno continental. Las otr.as varieda-des del socialismo criollo o de los movimientos revoluciona-rios se sitúan en relación con él.

Analizar la ideología castrista en su originalidad y supráctica, no es ni describir los cambios de la sociedad cuba-na desde 1960, ni seguir la evolución del gobierno revolucio-nario cubano, y mucho menos hacer un catálogo de las varie-dades de experiencias marxistas-leninistas del continente.Se trata de ver cómo durante sus diez primeros años -antesde la adopción J;l n~Qdelosoviético-, y quizá taIT;bién des-

. pués, la revolución cubana propuso al conjunto de movi-mientos revolucionarios de la región una clave y tácticas detransformación sociopolítica, y la repercusión que,éstas pu-dieron tener.

Conviene recordar ante todo algunas fechas y algunos da-tos. En enerode 1959, el régimen del dictador Batista se vie-ne abajo~ El ,iejÚcit-;; rebelde" comandado por FTde(Ca~~o

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hace su entrada en la Habana. Una revolución comienza: re-volución popular dirigida por un movimiento de liberaciónnacional que nu afirma ser oficialmente marxista sir~ parti-dario de Martí, "el apóstol de la independencia cubaná".Esta revolución que dice ser .1!luII!~nis!a" es ante todo agra-ria y antirnperialista, es decir antiestadunidense. No olvide-mos que Cuba es una especie de protectorado de EstadosUnidos y una prolongación tropical y dominada de su econo-mía. Podemos interrogarnos sobre la fecha de la conversiónal marxismo-leninismo de Fidel Castro. ¿Evolución o dupli-cidad, toma de conciencia o táctica? Los partidarios de lasdos escuelas no han terminado de discutir. Sin duda conoce-mos mejor la fecha de adhesión tardía (¿1958?) del PartidoSocialista Popular, nombre del partido comunista ortodoxocubano, a la lucha de los guerrilleros de la Sierra Maestra,Ese re estuvo cerca de Batista, quien contó en 1942 con doscomunistas en su gobierno. A partir del asalto al cuartelMoncada en 1.253, estigmatizó a Castro y sus' compañeroscomo alcistas y "pequeñoburgueses". Más tarde, uno de loslíderes del pSP reconocería que "la revolución cubana es laprimera revolución socialista que no fue hecha por un parti-do comunista". No será la última, ni en el mundo ni en elcontinente. Sea lo que fuere, a causa de cierta cantidad decircunstancias apremiantes, y sobre todo de la asperísimareacción de Estados Unidos ante la política de nacionaliza-ción de las nuevas autoridades, Cuba, tras haber roto conWashington, se proclama socialista en abril de 122). Un Esta-do socialista acaba de nacer a menos de 150 km de las costasnorteamericanas. La Unión Soviética se mostró primero re-ticente a reconocer ese socialismo no total pero, desde juliode 1960, una ayuda económica soviética muy activa permitíaal régimen sobrevivir a pesar de las sanciones de EstadosUnidos. Sin embargo, de 1962, año de la "crisis de los misi-les", en el cual no sólo ocurrió el enfrentamiento de las dos"K" (Jrushov" y Kennedy) sino sobre todo, desde el punto devista cubano, el retiro de los misiles soviéticos sin consultaprevia con el gobierno de La Habana, hasta 1968, las relacio-nes cubano-soviéticas son conflictivas y tensas. En el conflic-to sino-soviético que entra entonces en su fase aguda, Cuba

" La transcripción francesa es Khrouchtchev, de allí las dos "K".

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no elige su bando sino que a pesar de la ayuda soviética noda la razón a ninguno de los dos rivales. En enero de 1966,en la reunión Tricontinental que se lleva a cabo en La Haba-na, un nuevo eje revolucionario tercermundista y no alinea-do que une a Vietnam del Norte, Corea comunista y Cuba pa-rece ver la luz. Ni la Unión Soviética ni China estánrepresentadas en los órganos directores de la conferencia.

Estados Unidos, además del embargo económico y la ma-lograda tentativa de invasión mercenaria de Bahía de Cochi-nos, aprovecha el' gran temor desencadenado por el castris-mo en América Latina para hacer que se excluya a Cuba dela Organización de Estados Americanos en Punta del Este,en enero de 1962. Puesta al margen de las naciones latino-americanas. Cuba responde con la "segunda declaración deLa Habana", que define la vía cubana al socialismo, y llevala iniciativa revolucionaria a todo el continente. Al ya no te-ner relaciones diplomáticas con los estados latinoamerica-nos, excepto México, Castro exportará la revolución talcomo la concibe ayudando y entrenando a los grupos arma-dos revolucionarios que se dicen partidarios de su experien-Cia. En 1967 aparece La revolución en la revolución, teoriza-ción de Régis Debray sobre la vía cubana. En agosto delmismo año comienza la Conferencia de la OLAS (Organiza-ción Latinoamericana de Solidaridad), una internacional,dominada por Cuba, creada contra los partidos .comunistasortodoxos que han elegido la vía "reformista", pacífica oparlamentaria y no "quieren hacer la revolución" según lasrecetas castristas. Es la proclamación solemne del compro-miso revolucionario internacional de Cuba. Pero es tambiénel canto del cisne de ese activismo armado y heterodoxo. Lamuerte del Che Guevara, en octubre de 1967 en Ñancahuazúen B¿ljvia, m~rca símbólicamente el fr;c'iso de una lüchaarmada continental que la Unión Soviética no aprobaba. Cu-ba, enfrentada a graves problemas económicos, entra en unperíodo de repliegue y alineamiento con Moscú tanto al exte-rior como al interior donde el modelo soviético de colectivis-mo centralizado remplaza la desordenada espontaneidad dela primera etapa. Para algunos, Castro dejó de ser castrista.A fines de 1968, La Habana aprueba la invasión de Checoslo-vaquia por los ejércitos del Pacto de Varsovia.

El castrismo, más allá del aura romántica que rodea a la

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isla caribeña que desafía al gigante norteamericano, o al"primer territorio libre de América". es ante todo una estra-tegia revolucionaria en firme y espectacular oposición conla táctica de espera de los partidos comunistas del continen-te. Esta estrategia descansa en la lucha armada de una van-guardia revolucionaria. El socialismo está al final del fusil.Pero a partir de la constitución de un foco de guerrilla ruraly no por la lucha de masas campesinas organizadas o comoconsecuencia de una larga marcha bajo las órdenes del par-tido. Por lo demás el ejército de guerrilla precede al partido.El poder revolucionario es irradiado a partir del foco guerri-llero. La Acción precede al Verbo. No es necesario esperarque las condiciones objetivas de la Revolución estén reuni-das, el levantamiento armado puede crearlas. "El deber detodo revolucionario es hacer la revolución." Por ello las es-trategias de alianza de las fuerzas de izquierda tradicionalesson rechazadas. Por lo demás, para el análisis castrista lasburguesías latinoamericanas no son sino precursoras delimperialismo, la etapa democrática burguesa es rebasada enAmérica Latina. Si bien el castrismo en su primer períodohumanista afirma ser seguidor de Martí, el¡ héroe de laemancipación cubana, su proselitismo regional niega lasfronteras y la soberanía de los estados en nombre de la"gran patria" bolivariana y de un ideal de unidad continen-tal que ninguna corriente política, ni siquiera el APRA en ladécada de los veinte, había hecho vibrar con tanta seguridady éxito. Por lo demás la estrategia castrista es continental.Echan a la cara del imperialismo y sus aliados las provoca-doras consignas: "crear el mayor número posible de focos deguerrilla", "uno, dos, tres Vietnams", "la cordillera de losAndes será la Sierra Maestra de América Latina". En reali-dad fue la tumba del Che y de las esperanzas revolucionariasde Cuba. Esta teoría del atajo revolucionario, latinoamerica-ni sta, espontaneísta, y lista para aplicarse, tuvo cierto eco en

- el continente. Ese "voluntarisrno revolucionario" que noparecía tomar en cuenta ni condiciones nacionales, ni coyun-turas, estimulaba la impaciencia de la juventud y el hastíode algunos viejos militantes. La mística militarista y el ro-manticismo de la metralleta iban, durante una decena deaños, a engendrar un optimismo revolucionario inédito en laizquierda latinoamericana. Los partidos leninistas se opu-

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sieron, casi todos, a ese aventurero cortocircuito estratégicoque, según palabras de Lenin, "erigía la impaciencia en ar-gumento teórico". Con un par de excepciones, todos los par-tidos comunistas ortodoxos condenaron la lucha armadapero manifestaban su solidaridad con Cuba. Sólo el re vene-zolano, aunque el país sea desde 1958 una democracia, selanzó a la insurrección armada, no sin manifestar graves di-vergencias tácticas con Castro. Militarmente diezmado, y almargen de la ley, el PC venezolano estuvo a punto de desapa-recer como partido político. El PC uruguayo manifestó susimpatía por la estrategia castrista pero no la adoptó; se con-formó con capitalizar la popularidad de Castro presentandoen las elecciones de 1966 un frente de izquierda bautizadoFidel (Frente de Izquierda de Liberación). En Chile, si bienel partido comunista sigue vinculado a la organización demasas urbanas y a las amplias alianzas parlamentarias, elpartido socialista, fiel a su ideología de liberación continentaly revolucionaria, apoya la línea cubana, sin aplicarla. Estarápresente en la OLAS en La Habana. Se creó una sección localde la OLAS en Santiago cuya presidencia es confiada al secre-tario general del PS. Las más de las veces, los grupos guerri-lleros que se lanzan a la lucha armada nacen de escisionesde los partidos de izquierda o de partidos populares, o bienespontáneamente de grupos de estudiantes radicalizadoscomo el MIR chileno, y hasta de jóvenes oficiales alcistascomo, en Guatemala, el MR 13 (Movimiento Revolucionariodel 13 de noviembre). Los MIR (Movimiento de Izquierda Re-volucionaria) provienen en Perú o Venezuela de la rupturadel ala izquierda de partidos socialdemócratas o de centroizquierda: el APRA rebelde en el primer caso, la izquierda dela Acción Democrática, el partido del presidente Betancourt,en el segundo. Se prenden focos de guerrillas rurales de tipocastrista en Argentina, Brasil, Colombia, Guatemala, Perú,Venezuela sobre todo, destinados al fracaso constante. Unaserie de sangrientos reveses que inscriben en el panteón re-volucionario a las figuras del Che Guevara o del cura guerri-llero Camilo Torres, tendió a probar el carácter excepcionaldel modelo cubano, la imposibilidad de verlo repetirse en lascondiciones de activa vigilancia contrarrevolucionaria de ladécada de los sesen ta.

Si bien la guerrilla rural, castrista o no, que a menudo ha

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Itornado el relevo de las guerrillas liberales de la época de la. violencia, se prolonga en Colombia con diversas fortunas

hasta 1985, desaparece en casi todos los demás países, des-truida o replegada y en espera de mejores días. Tendrá algu-nos resurgimientos tan miméticos como desastrosos cuandoson aislados. En 1974, el ERP (Ejército Revolucionario delPueblo), formado por trotskistas disidentes, establece en Ar-gentina un importante foco de guerrilla en la selva subtropi-

1 cal de la provincia de Tucumán, en el norte del país; tardaráel ejército más de año y medio para liquidarlo. La guerrillamaoísta de Araguaia en los agitados confines del Pará, delGoiás y del Mato Grosso en Brasil, en la década de los seten-ta, no fUVO mejor suerte. En la misma época, es en la guerri-lla urbana donde encarna el sueño "guevarista". En Brasil,un disidente del comité central del re, Carlos Marighela,pasa a la acción directa con un esquelético Ejército de Libe-ración Nacional. Sucumbe en noviembre de 1969 bajo las ba-las de la policía. En Uruguay, el Movimiento de LiberaciónNacional de los Tupamaros, organización clandestina, co-mienza por denunciar mediante actos de violencia simbólicalos escándalos, la corrupción y la penetración económica ex-tranjera. Pero cuando esos "Robin Hood" nacionalistas yrespetuosos se deslizan hacia la guerrilla revolucionaria yacometen contra las fuerzas del orden, la escalada de la lu-cha armada les es fatal. La ofensiva del ejército encargadode terminar con el contrapoder de los Tupamarbs pone igual-mente fin a la frágil democracia uruguaya en 19]3. En Ar-gentina, al lado del ERP, los Montoneros, que afirman serperonistas revolucionarios, tras haber contribuido, por susatentados bajo el régimen militar, al regreso de Perón al po ..der, vuelven a pasar a la clandestinidad en septiembre de1974 tratando de arrastrar con ellos a la Juventud Peronistay a toda el ala izquierda del movimiento. Una despiadadaguerra secreta opone entonces la derecha peronista y sus"escuadrones de la muerte" a la izquierda y sus Montoneros.Conocemos el desenlace. El 24 de marzo de 1976, los milita-res vuelven a tomar el poder:' Instaurari' un Estado terroristaque pr;t;;de atacar 1; subversión en la raíz, deteniendo, ase-sinando o haciendo desaparecer no sólo a los guerrillerossino a sus simpatizantes, a los opositores y en general a todoel que piense mal, sindicalistas o intelectuales.

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Las razones de la victoria del Frente Sandinista de Libera-ción Nacional en Nicaragua, que derrocó la dictadura de losSomoza en julio de 1979, residen en parte en la crítica de lasexperiencias anteriores. Los sandinistas tardaron dieciochoaños para tomar el poder. Repudiaron pues la impacienciay el "inrnediatismo" de las guerrillas foquistas. Abandona-ron igualmente el militarismo y el radicalismo sectario queaislaban a los guerrilleros, no sólo separándolos de las ma-sas donde no se sentían como peces en el agua, ya fuera por-que no había agua -lo cual a menudo ocurrió en los focosandinos fundados en las regiones despobladas-, o porqueno se había hecho ningún "trabajo" político para obtener elapoyo y la complicidad de los estratos populares. Recurrien-do esencialmente al sentimiento nacional ya referencias ni-caragüenses, exaltando la figura heroica de Sandino, se es-forzaron por crear coaliciones muy amplias con todas lastendencias, grupos sociales u organismos que compartieransus objetivos principales, sin espantarlos inútilmente conproclamaciones bolcheviques o marxistas-Ieninistas. Final-mente, en el plano internacional, la búsqueda de apoyos am-plios en países no revolucionarios fue decisiva. Costa Ricacontribuyó más a la victoria sandinista que Cuba.

Un camino similar tomaron las oposiciones armadas deEl Salvador y Guatemala, aparecidas mucho antes de 1979.Así como Cuba podía volverse a producir justamente porquelos "barbudos" habían triunfado, es dudoso que la victoriasandinista pueda repetirse en las mismas condiciones. Noobstante en ambos países se halla la misma voluntad de evi-tar los escollos simétricos de la vía revolucionaria, "elpueblo sin armas o las armas sin el pueblo", la de crear fren-tes amplios y obtener un apoyo internacional muy diversifi-cado. El caso de El Salvador es ejemplar a este respectopuesto que el FOR (Frente Democrático Revolucionario)agrupa partidos poI í t icos pero también "organizaciones demasas" civiles -sindicatos, asociaciones de campesinos- yque cada uno de los cinco movimientos de guerrilla unifica-dos en el FMLN (Frente Farabundo Martí de Liberación Na-cional)" está vinculado con una de esas organizaciones que

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6 Farabundo Maní (11l93·1932) es como Sandino o José Martí un héroenacional, pero es t arnbicu UIlO de I()~ fundadores del pa rt ido cornuni.u a sal-

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desempeñaron un gran papel político antes de que estallarauna verdadera guerra civil en 1979. Así, a las Fuerzas Popu-lares de Liberación (FPL) creadas en 1970, corresponde elBloque Popular Revolucionario (BPR) nacido en 1975; al ERPcorresponde la Liga Popular del 28 de Febrero. ¿Quiere es todecir que los partidos mandan a punta de fusil y que los polí-ticos t~ndrán la última palabra? Es dudoso cuando se sabeque ni Cuba ni Nicaragua se han liberado de una desviaciónmilitarista nacida en las montañas y ampliada tanto por lalegitimación heroica de la revolución como por la agresiónexterna. Cualquiera que sea el papel real de Cuba en el surgi-miento, fortalecimiento y mantenimiento de esos movimien-tos armados, es innegable que la referencia castrista jamásestá ausente. Cuando no imitamos al hermano mayor que hatriunfado, es con él con quien nos medimos. Si bien el cas-trismo está muerto en América Latina, tiene numerosos y vi-gorosos nietos. Por lo demás, desde 1956, la lucha armadarevolucionaria nunca ha cesado en ese continente.

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