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UNIVERSIDAD DE MEXICO E L e 1N E Por Emilio GARCÍA RIERA VIRIDIANA, película hispano-mexicana de Luis BuJiuel. Argumento: Luis Buñuel y Julio Ale- jandro. Foto: José F. Aguayo. Intérpretes: Sil- via Pinal, Francisco Raba), Fernando Rey. producida en 1961 (G. Alatriste-llninci) . He tenido ya la suerte de ver Vir-idiana, y de nuevo me encuentro ante una serie de problemas en relación a lo que es y a lo que representa Luis Buñuel. A sim- ple vista, de una película tan ferozmente buñueliana, la más buñueliana de todas, no cabría sino repetir lo que ya se ha di- cho de su autor, añadiendo, en todo ca- so, algunas consideraciones específicas. Pero lo curioso es que, si bien se reconoce con toda claridad la permanencia de un estilo, de una visión del mundo, cada nuevo film de Buñuel plantea la necesi- dad de una recapitulación. Sus anterio- res películas, incluso, merecerían ser re- examinadas a la luz de Viridiana. Es evi- dente que Buñuel no ha logrado una obra coherente por la simple repetición en cada caso de lo ya dicho, sino por el camino contradictorio del descubrimien- to de mismo. Vir-idiana es una obra de genio, lo que quiere decir que su autor ha alcanzado mucho más de lo que se había propuesto. Por ello, nos ha dado una gran oportunidad de atisbar en su universo de creador, de enriquecernos a nosotros como espectadores con una nue- va mirada, un nuevo punto de vista fren- te a la realidad. Si la importancia de una película se mide por lo que ésta pueda llegar a contar como experiencia vivida para el que la ve, Viridiana resulta excepcional y presiento que se convertirá en un punto de referencia dentro de la historia del cine. Sin más preámbulos, trataré de dar cuenta de las reflexiones que el film me ha provocado: Buñuel no es "un creyente que se ig- nora". Evidentemente cree en lo mara- villoso o, mejor dicho, en la fuerza libe- radora de lo irracional y en la poesía del instinto, pero la religión comúnmente entendida no es, paradójicamente, sino una pretendida racionalización de lo ma- ravilloso: La existencia de Dios puede explicar-lo todo y, por lo tanto, lo mara- villoso deja de serlo desde el momento en que una razón, aunque sea la razón de un ser supremo, es capaz de darle un sentido y una significación. Sin ello no existiría el dogma, y si de algo no me cabe la menor duda es de que Buñuel no tiene nada de dogmático. A la vez, un racionalismo laico que concede al hombre la posibilidad de llegar a un conocimiento absoluto de lo real y que, por lo tanto, sustituye a Dios por el ser humano, se convierte en una nueva for- ma de dogmatismo a la que Buñuel, por encima de las ideas vulgares de derecha o izquierda, también se opone instinti- vamente. Buñuel no es un agnóstico tampow. Buñuel, como todo verdadero artista, penetra en las zonas misteriosas de la rea- lidad, pero ello no tiene por qué signi- que niegue la validez del conoci- mIento objetivo, científico. Por el con- trario, el conocimiento sólo es científico en función de la conciencia de lo mara- villoso, es decir de su imposibilidad de llegar a ser absoluto. (El respeto de ñu el a la ciencia, al conocimiento siste. se aprecia con claridad, por ejemplo, en Él.) Precisamente porque ex- trae toda la sustancia de su arte de lo maravilloso, de lo irracional, Buñuel es por necesidad antidogmático y, por ende, ateo - al menos a efectos cinematográ- ficos. Otra cosa es que su ateísmo no tenga nada que ver con el de los que tratan de reducir el mundo real a las dimensiones de su propia idea de la rea- lidad, forzosamente limitada. Porque Buñuel es ateo, por eso mismo no es en realidad blasfemo. La actitud de Buñuel no tiene nada de demoniaca. Es decir: en ningún momento el cine- asta increpa o insulta a Dios mismo, lo que sería una forma de reconocer su exis- tencia. Buñuel nunca nos ha hablado de Dios. En todo caso, de lo que nos habla es de la idea que de Dios tienen los hombres. Y así, deja una constancia de cómo lo religioso cumple en el subcons- ciente de sus personajes funciones insó- litas, no previstas. En Viridiana, Buñuel no agrupa a los mendigos en forma si- milar a la de los personajes de La última cena de Da Vinci, con el simple objeto de insultar a Cristo y a sus apóstoles comparándolos con unos borrachos. Lo que hace en este caso es reducir la re- presentación de lo divino a la escala de lo humano. Si se burla de algo, no es de Cristo mismo, sino del culto a 3U imagen. Por la misma razón, un crudo fijo sirve a la vez de navaja, y los objetos de culto de la protagonista (una cruz y una corona de espinas) se alían subcons- cientemente a sus impulsos eróticos. Ado- rar o insultar a Cristo son los dos polos de una misma actitud dogmática, pero otra cosa bien distinta es incorporar y hacer jugar la idea de lo religioso en la vida secreta e insondable de los persona- jes. Un crucifijo no perderá su prestigio místico si se escupe sobre él, pero lo perderá si se le destina a una función para la que no fue creado. Y apuntemos que los objetos de culto no por perder sus propiedades místicas pierden para Buñuel su calidad invocadora de lo ma- ravilloso. Eso cualquier ateo lo sabe aun- que no se lo confiese. Lo que no puede ni ignorar ni evitar Buñuel es que su obra se produzca bajo el signo de una concepción católica del mundo. Aquí se plantea para nosotros un problema de perspectiva: un autor egipcio, aunque sea ateo, hará una obra marcada por el islamismo, y ello resul- tará más y más evidente a medida que transcurra el tiempo. La trinidad buñue- liana erotismo-religión-muerte, tema constante de sus films, sólo es concebible dentro de los límites específicos del cato- licismo y, muy concretamente, del catoli- 27 cisma españoL Viridiana ha venido a con- firmarlo que siempre debimos haber sospechado: Buñuel, la imagen misma del antipatrioterismo, no ha dejado de ser profundamente español. Los perso- najes de su última película tienen la au- tenticidad que nunca han 'tenido los de sus films mexicanos (ni siquiera los de Los olvidados), y esa autenticidad en Viridiana nace de una identificación na- tural, del vivir en familia. Claro está que decir esto no implica ni un elogio ni un reproche al realizador: Se es español, mo lo es Buñuel, como se es de un sexo o de otro, o como se es alto o chaparro. El españolismo de Buñuel explica en gran medida el porqué de esa insistente presencia de lo religioso en sus [ilms. En España nunca ha dejado de existir el espíritu latente de una Inquisición que une a la idea del pecado la del caso tigo corporaL El cine de Buñuel es el cine de la carne flagelada, vulnerada y, por esa vía, se llega a la poesía del ero- tismo aberrante, al masoquismo y al feti· chisma. En Viridiana vemos a Fernando Rey oprimir sus pies con unos zapatos de mujer y ponerse un corsé femenino, otro instrumento de opresión física. A la vez, la necrofilia queda claramente suge- rida cuando el mismo personaje se exta- sía ante el cuerpo exangüe de Silvia Pi- nal, réplica del de la esposa muerta hace años. La muerte y el amor se asocian como formas de posesión absoluta. Así, la trinidad erotismo-religión-muer- te se establece sobre la idea de la profa- nación física. Los mendigos de Viridiana son seres profanados y de ahí su mom- truosidad. Buñuel destruye de una vez por todas el mito de la pureza en ha- rapos (lo que lo identifica claramente con el auténtico pensamiento marxista) y convierte a sus pobres en una suerte de leprosos ávidos de contagiar esa pro- fanación que llevan como una enferme- dad. Ellos son los que dan y su simple presencia sirve, no para ridiculizarla, si- no para convertir en absurda la idea misma de la caridad. Esos personajes son los que obligan a Viridiana (Silvia Pi- nal) a trabar contacto con lo verdadera- mente humano. Viridiana es una suerte de Nazarín femenino. Nazarín fue pro- fanado por la terrible frase del ladrón; ella lo es al poseerla uno de los mendi- gos. A través de la profanación, es decir de la rebeldía, del inconformismo, se afirma y se manifiesta la naturaleza del hombre. Si Viridiana es un nuevo Nazarín, el "viejo caballero español" que interpre- ta Fernando Reyes una reencarnación del Él de Arturo de Córdova. De nuevo estamos ante el parásito social que deja yermos los terrenos que pisa y que man- tiene una sorda lucha entre sus prejui- cios ("no me interpretes mal, Ramona" - le dice a la criada cuando narcotiza a Viridiana) y su condición de poeta, de tra'Yfsfigurador. En ese personaje se manifiesta el espíritu del catolicismo es- pañol a través de una vocación a la muerte ante la imposibilidad de alcanzar lo absoluto en la vida. Esa búsqueda de lo absoluto es su rasgo distintivo, (Omo lo es el de Viridiana, y como lo fueron los de Él, el Archibaldo de la Cruz de Ensayo de un crimen, y Nazarín. El rasgo distintivo los poetas.

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UNIVERSIDAD DE MEXICO

E L e 1 N EPor Emilio GARCÍA RIERA

VIRIDIANA, película hispano-mexicana de LuisBuJiuel. Argumento: Luis Buñuel y Julio Ale­jandro. Foto: José F. Aguayo. Intérpretes: Sil­via Pinal, Francisco Raba), Fernando Rey.producida en 1961 (G. Alatriste-llninci) .

He tenido ya la suerte de ver Vir-idiana,y de nuevo me encuentro ante una seriede problemas en relación a lo que es ya lo que representa Luis Buñuel. A sim­ple vista, de una película tan ferozmentebuñueliana, la más buñueliana de todas,no cabría sino repetir lo que ya se ha di­cho de su autor, añadiendo, en todo ca­so, algunas consideraciones específicas.Pero lo curioso es que, si bien se reconocecon toda claridad la permanencia de unestilo, de una visión del mundo, cadanuevo film de Buñuel plantea la necesi­dad de una recapitulación. Sus anterio­res películas, incluso, merecerían ser re­examinadas a la luz de Viridiana. Es evi­dente que Buñuel no ha logrado unaobra coherente por la simple repeticiónen cada caso de lo ya dicho, sino por elcamino contradictorio del descubrimien­to de sí mismo. Vir-idiana es una obra degenio, lo que quiere decir que su autorha alcanzado mucho más de lo que sehabía propuesto. Por ello, nos ha dadouna gran oportunidad de atisbar en suuniverso de creador, de enriquecernos anosotros como espectadores con una nue­va mirada, un nuevo punto de vista fren­te a la realidad. Si la importancia de unapelícula se mide por lo que ésta puedallegar a contar como experiencia vividapara el que la ve, Viridiana resultaexcepcional y presiento que se convertiráen un punto de referencia dentro de lahistoria del cine. Sin más preámbulos,trataré de dar cuenta de las reflexionesque el film me ha provocado:

Buñuel no es "un creyente que se ig­nora". Evidentemente cree en lo mara­villoso o, mejor dicho, en la fuerza libe­radora de lo irracional y en la poesía delinstinto, pero la religión comúnmenteentendida no es, paradójicamente, sinouna pretendida racionalización de lo ma­ravilloso: La existencia de Dios puedeexplicar-lo todo y, por lo tanto, lo mara­villoso deja de serlo desde el momentoen que una razón, aunque sea la razónde un ser supremo, es capaz de darle unsentido y una significación. Sin ello noexistiría el dogma, y si de algo no mecabe la menor duda es de que Buñuelno tiene nada de dogmático. A la vez,un racionalismo laico que concede alhombre la posibilidad de llegar a unconocimiento absoluto de lo real y que,por lo tanto, sustituye a Dios por el serhumano, se convierte en una nueva for­ma de dogmatismo a la que Buñuel, porencima de las ideas vulgares de derechao izquierda, también se opone instinti­vamente.

Buñuel no es un agnóstico tampow.Buñuel, como todo verdadero artista,penetra en las zonas misteriosas de la rea­lidad, pero ello no tiene por qué signi-

fi~ar que niegue la validez del conoci­mIento objetivo, científico. Por el con­trario, el conocimiento sólo es científicoen función de la conciencia de lo mara­villoso, es decir de su imposibilidad dellegar a ser absoluto. (El respeto de Bu~

ñuel a la ciencia, al conocimiento siste.~atizado, se aprecia con claridad, porejemplo, en Él.) Precisamente porque ex­trae toda la sustancia de su arte de lomaravilloso, de lo irracional, Buñuel espor necesidad antidogmático y, por ende,ateo - al menos a efectos cinematográ­ficos. Otra cosa es que su ateísmo notenga nada que ver con el de los quetratan de reducir el mundo real a lasdimensiones de su propia idea de la rea­lidad, forzosamente limitada.

Porque Buñuel es ateo, por eso mismono es en realidad blasfemo. La actitudde Buñuel no tiene nada de demoniaca.Es decir: en ningún momento el cine­asta increpa o insulta a Dios mismo, loque sería una forma de reconocer su exis­tencia. Buñuel nunca nos ha hablado deDios. En todo caso, de lo que nos hablaes de la idea que de Dios tienen loshombres. Y así, deja una constancia decómo lo religioso cumple en el subcons­ciente de sus personajes funciones insó­litas, no previstas. En Viridiana, Buñuelno agrupa a los mendigos en forma si­milar a la de los personajes de La últimacena de Da Vinci, con el simple objetode insultar a Cristo y a sus apóstolescomparándolos con unos borrachos. Loque hace en este caso es reducir la re­presentación de lo divino a la escalade lo humano. Si se burla de algo, noes de Cristo mismo, sino del culto a 3U

imagen. Por la misma razón, un crudofijo sirve a la vez de navaja, y los objetosde culto de la protagonista (una cruz yuna corona de espinas) se alían subcons­cientemente a sus impulsos eróticos. Ado­rar o insultar a Cristo son los dos polosde una misma actitud dogmática, perootra cosa bien distinta es incorporar yhacer jugar la idea de lo religioso en lavida secreta e insondable de los persona­jes. Un crucifijo no perderá su prestigiomístico si se escupe sobre él, pero sí loperderá si se le destina a una funciónpara la que no fue creado. Y apuntemosque los objetos de culto no por perdersus propiedades místicas pierden paraBuñuel su calidad invocadora de lo ma­ravilloso. Eso cualquier ateo lo sabe aun­que no se lo confiese.

Lo que no puede ni ignorar ni evitarBuñuel es que su obra se produzca bajoel signo de una concepción católica delmundo. Aquí se plantea para nosotrosun problema de perspectiva: un autoregipcio, aunque sea ateo, hará una obramarcada por el islamismo, y ello resul­tará más y más evidente a medida quetranscurra el tiempo. La trinidad buñue­liana erotismo-religión-muerte, temaconstante de sus films, sólo es concebibledentro de los límites específicos del cato­licismo y, muy concretamente, del catoli-

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cisma españoL Viridiana ha venido a con­firmarlo que siempre debimos habersospechado: Buñuel, la imagen mismadel antipatrioterismo, no ha dejado deser profundamente español. Los perso­najes de su última película tienen la au­tenticidad que nunca han 'tenido los desus films mexicanos (ni siquiera los deLos olvidados), y esa autenticidad enViridiana nace de una identificación na­tural, del vivir en familia. Claro está quedecir esto no implica ni un elogio ni unreproche al realizador: Se es español, co~

mo lo es Buñuel, como se es de un sexoo de otro, o como se es alto o chaparro.

El españolismo de Buñuel explica engran medida el porqué de esa insistentepresencia de lo religioso en sus [ilms.En España nunca ha dejado de existirel espíritu latente de una Inquisiciónque une a la idea del pecado la del casotigo corporaL El cine de Buñuel es elcine de la carne flagelada, vulnerada y,por esa vía, se llega a la poesía del ero­tismo aberrante, al masoquismo y al feti·chisma. En Viridiana vemos a FernandoRey oprimir sus pies con unos zapatosde mujer y ponerse un corsé femenino,otro instrumento de opresión física. A lavez, la necrofilia queda claramente suge­rida cuando el mismo personaje se exta­sía ante el cuerpo exangüe de Silvia Pi­nal, réplica del de la esposa muerta haceaños. La muerte y el amor se asociancomo formas de posesión absoluta.

Así, la trinidad erotismo-religión-muer­te se establece sobre la idea de la profa­nación física. Los mendigos de Viridianason seres profanados y de ahí su mom­truosidad. Buñuel destruye de una vezpor todas el mito de la pureza en ha­rapos (lo que lo identifica claramentecon el auténtico pensamiento marxista)y convierte a sus pobres en una suertede leprosos ávidos de contagiar esa pro­fanación que llevan como una enferme­dad. Ellos son los que dan y su simplepresencia sirve, no para ridiculizarla, si­no para convertir en absurda la ideamisma de la caridad. Esos personajes sonlos que obligan a Viridiana (Silvia Pi­nal) a trabar contacto con lo verdadera­mente humano. Viridiana es una suertede N azarín femenino. N azarín fue pro­fanado por la terrible frase del ladrón;ella lo es al poseerla uno de los mendi­gos. A través de la profanación, es decirde la rebeldía, del inconformismo, seafirma y se manifiesta la naturaleza delhombre.

Si Viridiana es un nuevo Nazarín, el"viejo caballero español" que interpre­ta Fernando Reyes una reencarnacióndel Él de Arturo de Córdova. De nuevoestamos ante el parásito social que dejayermos los terrenos que pisa y que man­tiene una sorda lucha entre sus prejui­cios ("no me interpretes mal, Ramona"- le dice a la criada cuando narcotizaa Viridiana) y su condición de poeta,de tra'Yfsfigurador. En ese personaje semanifiesta el espíritu del catolicismo es­pañol a través de una vocación a lamuerte ante la imposibilidad de alcanzarlo absoluto en la vida. Esa búsquedade lo absoluto es su rasgo distintivo,(Omo lo es el de Viridiana, y como lofueron los de Él, el Archibaldo de la Cruzde Ensayo de un crimen, y Nazarín. Elrasgo distintivo d~ los poetas.

28 . ... - .. UNIVERSIDAD' DE""'MEXICO: ."".

"Las escenas más alucinantes que se hayan visto"

Buñuel, al hablar de cada uno de esos-personajes, de su enfrentamiento a larealidad y de su inadecuación a la mis­ma, nos ha hablado en todos los casosde las desventuras del viejo dogmatismoespañol. Por ello es obvio el entronquecon una tradición literaria (el Quijote,la picaresca, Quevedo y Galdós) y porello resulta demasiado fácil ver en Viri­diana un reflejo de la situación políticay social de la España de hoy. En realidad,es la España de siempre (no afirmo quela del futuro, conste) la que se refleja.

Toda la obra de Buñuel, en resumen,da fe de una posición moral frente auna sociedad a la que, quiérase o no, per­tenece y que lo determina. Si Viridianaresulta una película de singular riquel<ly densidad es porque, haLiendo sido re,l­lizada en España, nada de lo espafíolcarece para Buñuel de un significadoconcreto. Ahora nos damos cuenta depor qué algunas de sus películas mexica­nas dejaban una impresión de desajuste,de convencionalismo, y es que Buííuelnos hablaba de España utilizando rosHosy paisajes mexicanos. Ésa es la verdad e,insisto, cualquier reacción ante ella dechovinismo o de agravio me parecerí:ltotalmente estúpida.

De Viridiana se podría escribir todoun libro sin agotar sus significados y su­gerencias. He hablado de los personajesque interpretan Silvia Pinal y FernandoRey, pero mucho habría que decir tam­bién a propósito del que encarna Fran­cisco Rabal, representante de una Espa­íia híbrida y despoetizada, la Espaii.a delsentido común, a la que Buñuel concedeirónicamente un posible triunfo cuandoViridiana, al final del film, acaba jugan.(~O al tute. Asimismo, habría que refe­rIrse .~ Ram?na, la criada, participantetamblen del Juego de baraja que, al acos­tarse con el amo y lograr el privilegiode sent~rs~ a su mesa, parece predecirel h~~dlmlento futuro de las jerarquíastradICIOnales. Los personajes "terrible­mente humanos", los mendigos, dan a suvez, la ocasión para que Buii.ud realiceuna de las. escenas ~ás alucinantes quese hayan VIsto en cme, una escena antela que no puede menos que evocarsea ~n paisano del cineasta, d pintor Goy;¡.

Ya sabemos. que a Bufíuel le repugna~l empl~o delIberado de símbolos, y LaJoven tIene el gran mérito de dar femu~ cl~r?~ente de ello. Sin embargo,la ll1tmcIOn del realizador le lleva adotar a sus personajes de un enorme va.lar rep~esentativo que muy bien puedecondUCIrle a uno a ver símbolos por to­das partes. Nada hay en ello de ilegif:i­mo. En realidad, lo que no hace BuñueIes c~er en un simbolismo apriorísticoabUSIVO que sacrifique la humanidadconcreta de los personajes. El símbolod.ebe s~rgir de la materia cinematográ­fIca mIsma, y no anteponerse a ésta. Noc~eo que ~l guión .de Viridiana tenga porSI solo l1l una mIlésima parte de la ri­queza del film mismo. Cierto: los dd­lagos ~O? excelentes, hasta el grado deque dmase que son los primeros quese hacen para el cine en auténtico cas­tellano (lo que no quiere decir, natu­r~lmente, en castellano literario), perosl.Buñuel ha experimentado con sus ac­tores, llegando,incluso¡ a utilizar para

un papel de mendigo a un mendigo ?ela vida real, cabe suponer que los dIa­logas del film deben mucho a las coa­tingencias de la realización. Todo cine­asta sabe de la importancia que tieneel basarse en un guión bien establecido,pero todo cineasta de talento sabe :tam­bién que hacer una película supone des­cubrir constantemente los mismos ele­mentos que se emplean.

Por lo demás, Buii.uel demuestra enViridiana que su tantas veces comenta­da torpeza técnica es un mito. Desde lue­go, Buñuel no piensa en técnico; pero uncineasta que es capaz de mover la cáma­ra cuando se necesita y, sin dejarse lle­var por una noción falsa del estilo, dar­nos después una sucesión impresionantede planos fijos, es que piensa en cine yése es el secreto de toda la técnica cine­matográfica. De igual manera, está cIa­ro que Buñuel no ha necesitado teneren la cabeza los muy interesantes ensa-

Gaya - "terriblemente humano"

yos de Eisenstein y Prokofief sobre la mú­sica en el cine para prescindir de la mú­sica cuando la considera innecesaria ypara hacer jugar al Mesías de Haendel,en algunos pasajes de Viridiana, no unpapel reiterativo, sino un papel dramá­tico. Es decir: Para Buñuel .1a músicano vale como un simple añadido, sinocomo un elemento de oposición cuyouso debe justificarse anecdóticamentepara no caer en lo gratuito. Tal pruritorealista revela un pudor y una honradeznotables, aunque sepamos que otros cine­astas incorporan la música a sus filmscon toda legitimidad sin compartir lasideas de BuñueI.

Tengo la impresión de dejar inconclu­sa la crítica de Viridiana. y es que lapelícula no ha dejado de excitar mi ima­ginación. Debe verse varias veces. Porlo pronto, Viridiana ha logrado el mila­gro de entusiasmar a cuantos la hemosvisto, lo que no consiguieron ni Él, niNazarín, ni La joven, films de los queno reniego y sobre los que discutiré has­ta la saciedad con personas que estánen casi todo de acuerdo conmigo y noen su opinión sobre ellos. Debo confesarque Viridiana tiene sobre todas las ante­riores películas de Buñuel la ventaja dela evidencia, ya que en ella no cabe con­fundir la ambigüedad de la realidad quese describe con una supuesta ambigüe­dad en la posición moral del realizador.

Viridiana, como es sabido, ha sido ana,tematizada por el franquismo y por elclero más reaccionario. Pero la defensadel film no corresponde únicame.nte a losadversarios políticos de quienes gusta­rían de hacer desaparecer hasta el últimovestigio de la obra de Buñuel. La libreexhibición de Viridiana debe ser pro­pugnada por todos los espectadores quese sientan con el derecho de juzgar porsí mismos. Por lo demás, a las posiblesintrigas y poquiterías de los "defensoresele la industria nacional", los patrioterosde bolsillo, deberá oponerse la dignidadde los que, sabiendo que Viridiana es laobra de un hombre sincero, sientan eldeber moral de escucharlo.