por qué linchamos

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Página 12 – Domingo 6 de abril de 2014 – El País, Opinión. ¿Por qué linchamos? Por José Natanson * La acción colectiva tiene una lógica diferente a la acción individual. De los actos de masas a las movilizaciones bélicas, de las protestas sociales a las huelgas, la experiencia demuestra que cuando somos muchos nos comportamos de manera diferente que cuando estamos solos. Y esto vale también para los actos de transgresión generados desde abajo, que pueden ir desde rituales institucionalizados como el Carnaval o –atención ex alumnos– la vuelta olímpica, a diferentes episodios de violencia más o menos espontánea, dentro de los cuales los linchamientos conforman un subtipo especial: aunque su origen puede rastrearse al principio de la historia, la conceptualización actual aparece en 1778 en Virginia, Estados Unidos, cuando el rico plantador Charles Lynch lideró el asesinato colectivo de un grupo de detenidos que habían sido absueltos por los tribunales de la acusación de conspirar contra las fuerzas independentistas. Rápidamente popularizada, la expresión comenzó a utilizarse para definir las masacres de negros por turbas de blancos enardecidos durante la Guerra de Secesión. América latina arrastra su propia historia de linchamientos, sobre todo en los países de fuerte población indígena que ha sido víctima de matanzas colectivas, como sucede en el sur de México, Bolivia y sobre todo Guatemala, pero también en estados más modernos como Brasil, en este caso también con un fuerte contenido racial. Los especialistas suelen clasificar los linchamientos de acuerdo con su grado de coordinación y ritualización, entre los cuales el más alto es el “linchamiento institucionalizado” a través de su concreción en un espacio público predeterminado, típicamente la plaza del pueblo y a veces incluso con las campanas de la iglesia sonando para convocar a la muchedumbre. Su sentido, como todo acto social, es múltiple: los linchamientos pueden funcionar con una reafirmación de identidad, como el intento de construir un orden social diferente o resistir la imposición de una norma (occidental, colonialista o antirracista). Pueden ser una forma de retener la violencia punitiva por parte de grupos étnica o culturalmente diferenciados de quienes ejercen el control del Estado. Pero en el fondo, como señaló Sol Prieto en una nota publicada en la web de Télam, cumplen una función común: establecer un límite, una frontera que separa a quienes están adentro de la sociedad o la comunidad de aquellos que deberían permanecer afuera. Y así como apuntan siempre al objetivo de demarcar un límite, los linchamientos se producen también en contextos similares, caracterizados por cambios profundos que alteran súbitamente la vida cotidiana de las personas. Carlos M. Vilas (Linchamientos en América Latina: hipótesis de explicación) sostiene que los linchamientos se multiplican en entornos sacudidos por transformaciones a gran escala –desde guerras civiles a reformas socioeconómicas– contra los cuales las personas sienten que no pueden hacer nada. En su análisis de la América latina reciente, Vilas comprueba el incremento de los linchamientos en aquellos países en los que las reformas de los ’90 llevaron al desmantelamiento de instrumentos de política pública que garantizaban niveles mínimos de contención social: el linchamiento específicamente neoliberal.

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Pgina 12 Domingo 6 de abril de 2014 El Pas, Opinin.Por qu linchamos? PorJos Natanson *La accin colectiva tiene una lgica diferente a la accin individual. De los actos de masas a las movilizaciones blicas, de las protestas sociales a las huelgas, la experiencia demuestra que cuando somos muchos nos comportamos de manera diferente que cuando estamos solos. Y esto vale tambin para los actos de transgresin generados desde abajo, que pueden ir desde rituales institucionalizados como el Carnaval o atencin ex alumnos la vuelta olmpica, a diferentes episodios de violencia ms o menos espontnea, dentro de los cuales los linchamientos conforman un subtipo especial: aunque su origen puede rastrearse al principio de la historia, la conceptualizacin actual aparece en 1778 en Virginia, Estados Unidos, cuando el rico plantador Charles Lynch lider el asesinato colectivo de un grupo de detenidos que haban sido absueltos por los tribunales de la acusacin de conspirar contra las fuerzas independentistas. Rpidamente popularizada, la expresin comenz a utilizarse para definir las masacres de negros por turbas de blancos enardecidos durante la Guerra de Secesin.Amrica latina arrastra su propia historia de linchamientos, sobre todo en los pases de fuerte poblacin indgena que ha sido vctima de matanzas colectivas, como sucede en el sur de Mxico, Bolivia y sobre todo Guatemala, pero tambin en estados ms modernos como Brasil, en este caso tambin con un fuerte contenido racial. Los especialistas suelen clasificar los linchamientos de acuerdo con su grado de coordinacin y ritualizacin, entre los cuales el ms alto es el linchamiento institucionalizado a travs de su concrecin en un espacio pblico predeterminado, tpicamente la plaza del pueblo y a veces incluso con las campanas de la iglesia sonando para convocar a la muchedumbre. Su sentido, como todo acto social, es mltiple: los linchamientos pueden funcionar con una reafirmacin de identidad, como el intento de construir un orden social diferente o resistir la imposicin de una norma (occidental, colonialista o antirracista). Pueden ser una forma de retener la violencia punitiva por parte de grupos tnica o culturalmente diferenciados de quienes ejercen el control del Estado. Pero en el fondo, como seal Sol Prieto en una nota publicada en la web de Tlam, cumplen una funcin comn: establecer un lmite, una frontera que separa a quienes estn adentro de la sociedad o la comunidad de aquellos que deberan permanecer afuera.Y as como apuntan siempre al objetivo de demarcar un lmite, los linchamientos se producen tambin en contextos similares, caracterizados por cambios profundos que alteran sbitamente la vida cotidiana de las personas. Carlos M. Vilas (Linchamientos en Amrica Latina: hiptesis de explicacin) sostiene que los linchamientos se multiplican en entornos sacudidos por transformaciones a gran escala desde guerras civiles a reformas socioeconmicas contra los cuales las personas sienten que no pueden hacer nada. En su anlisis de la Amrica latina reciente, Vilas comprueba el incremento de los linchamientos en aquellos pases en los que las reformas de los 90 llevaron al desmantelamiento de instrumentos de poltica pblica que garantizaban niveles mnimos de contencin social: el linchamiento especficamente neoliberal.En Acciones colectivas de violencia punitiva en la Argentina reciente, Leandro Ignacio Gonzlez, Juan Ivn Ladeuix y Gabriela Ferreyra confirman esta apreciacin: contaron 98 casos de lo que llaman violencia punitiva entre 1997 y 2008, con un aumento especialmente notable a partir de la crisis del 2001. La investigacin confirma la idea de que, lejos de tratarse de una explosin de los ltimos das, estamos ante una tendencia ms profunda, que, por otra parte, tiene su color local: los linchamientos argentinos son en general urbanos, espontneos y escasamente organizados, se concentran casi siempre en los barrios ms pobres y tienden a tener desenlaces menos cruentos que los de otros pases latinoamericanos.Su disparador es, por supuesto, la inseguridad, que tambin tiene sus particularidades. Como desde fines del siglo XIX el Estado argentino controla la totalidad del territorio, como no existe una tradicin mafiosa arraigada y como la penetracin del narcotrfico es relativamente acotada, la percepcin de inseguridad la asocia aqu no a las grandes bandas organizadas ni a los traficantes a gran escala ni a la desproteccin de las zonas rurales aisladas, sino al delincuente suburbano aficionado, lo que Gabriel Kessler define como delito amateur, identificado en el imaginario social como un varn joven perteneciente a los sectores populares: se es el sujeto de nuestros linchamientos.Desde un punto de vista ms general, en Argentina o en cualquier parte, el linchamiento entraa siempre una desproporcin entre el delito cometido o supuestamente cometido y el castigo impuesto por la turba. Como explica el socilogo ecuatoriano Alfredo Santilln, el linchamiento no es una respuesta a un crimen determinado, sino que funciona como una suerte de pena acumulativa que recupera una memoria activa de todos los delitos, reales o imaginarios, de todas las ofensas y de todos los males sufridos por la multitud que apalea y se ensaa. Sin caer en las consignas fciles de la psicologa social, no es difcil descubrir en el linchamiento una dimensin sacrificial que convierte al linchado en una doble vctima: es una vctima directa de un delito penal determinado (por ejemplo, homicidio calificado) y tambin es vctima de la funcin social que se le asigna, que es la de expirar con el dolor de su cuerpo las angustias sociales acumuladas. De hecho, la investigacin sobre Argentina seala que en la mayora de los casos los supuestos delincuentes viven en el mismo lugar en donde se produjo el crimen, lo que configurara una infraccin a dos puntas: la legal y la que deriva que romper el cdigo de autoproteccin barrial. En este sentido, el linchamiento opera como una forma de reconstituir un espritu de comunidad agraviado, que es lo que explica por qu, una vez finalizado, la vida cotidiana recupera su normalidad con una rapidez asombrosa, como si nada hubiera pasado.Considerar estos aspectos tal vez permita salir del debate simplificado que con escasas excepciones se ha venido instalando en los medios audiovisuales. Y quizs ayude a poner en cuestin algunas ideas muy extendidas, como aquella que indica que los linchamientos son un resultado automtico de la ausencia del Estado. Al margen del debate acerca de las responsabilidades (puede decir alegremente Hermes Binner que la causa de los linchamientos es la inseguridad, cuando varios casos se produjeron en un territorio que l y su partido gobiernan desde hace aos? Puede hacerlo Mauricio Macri?), no queda claro a qu tipo de Estado se refiere la voz de alerta. Como se preguntan los editores del blog Artepoltica, ms Estado significa ms policas? Ms trabajadoras sociales? Ms maestros?Pero conviene ser cuidadosos. Esto no significa que Argentina no padezca un dficit de Estado o, mejor dicho, de estatalidad, en el sentido de las capacidades efectivas del Estado: del Leviatn para ac sabemos que la eficacia del Estado no reside tanto en la extensin de su aparato (ms policas, ms cmaras de seguridad) como en el efecto civilizatorio que produce en la sociedad su mera amenaza (ms Gerardos Romanos). Esteban de Gori escribi que lo que los escraches ponen en duda es la creencia en la reparacin simblica que el Estado realiza cuando hace justicia. El problema afirma no se reduce a los aos de las penas, sino a la fortaleza o debilidad de las creencias estatales que alivian a una persona que ha sido agredida o robada.En muchos aspectos, el Estado ha mejorado: en estos 30 aos de democracia se produjeron avances notables en materia de afianzamiento del Estado de Derecho, aceptacin del pluralismo y repudio a la violencia. En el camino, sin embargo, fueron apareciendo nuevos problemas que lo desafan, entre los cuales sobresale el de la seguridad pblica (para no entrar en debates acerca de si se trata de una realidad o una sensacin, que pueden ser tiles para los foros acadmicos pero que resultan totalmente inconducentes para la decisin poltica, recurramos al clsico Teorema de Thomas: si la sociedad define una situacin como real, entonces es real en sus consecuencias).La inseguridad, que es real en sus consecuencias, est cambiando la forma en la que vivimos, en el marco de una sociedad del riesgo, segn la famosa definicin de Ulrich Beck, caracterizada por el fin de las certidumbres que organizaban la vida comunitaria, el debilitamiento de las tradiciones, una sociedad descentrada, sin referentes, en la que la autoridad es siempre cuestionada. En esta Argentina irreconocible, quiz lo ms desconcertante, lo que genera la angustiosa perplejidad de estos das, sea ver cmo personas normales (digamos: no especialmente propensas a la violencia) caen en conductas inhumanas que en otro contexto seguramente repudiaran. Y no sucede slo con los linchamientos: aunque en la licuadora meditica pareciera que pas un siglo, hace menos de seis meses nos horrorizamos cuando, en ocasin de la ola de saqueos, los comerciantes denunciaban que los que arrasaban con sus negocios eran sus clientes habituales. Casi podramos decir: los vecinos, obstinados en reescribir los lmites de nuestra civilizacin y nuestra barbarie.* Director de Le Monde Diplomatique, Edicin Cono Sur.