primera cronica guerra

4
Democracia entre disparos “¡Ya venimos, vamos a votar!” Así se despidieron mis padres al salir de la casa aquel domingo, era 26 de mayo del año 2002, un día común y corriente para mí, yo solo pensaba en el desayuno que seguramente me habría dejado mi mamá y esperar que regresaran de ejercer su derecho al voto, cosa que en aquel entonces poco entendía y poco me importaba. Eran las 9 y 15 minutos de la mañana, yo estaba ejerciendo mi derecho al desayuno frente al televisor como todos los domingos, estaba en la sala de la casa con mis hermanos cuando de repente escuchamos muchos disparos, “ya se me metió la guerrilla otra vez” dijo mi hermano mayor, algo muy normal por aquellos años en mi pueblo natal, Belalcázar Cauca; la guerrilla de las FARC se tomaba el pueblo muy a menudo, impedían las elecciones electorales o robaban el banco, por lo tanto unos disparos un domingo, era algo normal. Diez minutos después llegaron mis padres, un poco agitados porque los desalojaron de la plaza principal y no pudieron votar por amenazas de hombres armados, pero para ellos también era algo normal. Ya eran las 10 de la mañana, los disparos aún se escuchaban y nosotros seguíamos como si nada en nuestra casa, mi papá estaba limpiando la hierba del patio, mi mamá preparaba la cocina para hacer el almuerzo, mi hermano, mi hermana y yo veíamos televisión. El ambiente se pone pesado “¡llegó el fantasma!” nos gritó mi papá, con gran emoción fuimos con mis hermanos al patio a verlo, era un avión militar, se le conocía como el fantasma porque no hacia ruido y era lento al volar. Lo conocíamos bien, era el primero en llegar cuando una toma guerrillera se estaba complicando para los militares en el pueblo, era un apoyo aéreo de vigilancia y también un pequeño indicio de lo que estaba por venir.

Upload: christian-cuellar

Post on 15-Dec-2015

212 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Cronica sobre la cotidianidad de la guerra en Colombia

TRANSCRIPT

Page 1: Primera Cronica Guerra

Democracia entre disparos

“¡Ya venimos, vamos a votar!” Así se despidieron mis padres al salir de la casa aquel domingo, era 26 de mayo del año 2002, un día común y corriente para mí, yo solo pensaba en el desayuno que seguramente me habría dejado mi mamá y esperar que regresaran de ejercer su derecho al voto, cosa que en aquel entonces poco entendía y poco me importaba.

Eran las 9 y 15 minutos de la mañana, yo estaba ejerciendo mi derecho al desayuno frente al televisor como todos los domingos, estaba en la sala de la casa con mis hermanos cuando de repente escuchamos muchos disparos, “ya se me metió la guerrilla otra vez” dijo mi hermano mayor, algo muy normal por aquellos años en mi pueblo natal, Belalcázar Cauca; la guerrilla de las FARC se tomaba el pueblo muy a menudo, impedían las elecciones electorales o robaban el banco, por lo tanto unos disparos un domingo, era algo normal.

Diez minutos después llegaron mis padres, un poco agitados porque los desalojaron de la plaza principal y no pudieron votar por amenazas de hombres armados, pero para ellos también era algo normal. Ya eran las 10 de la mañana, los disparos aún se escuchaban y nosotros seguíamos como si nada en nuestra casa, mi papá estaba limpiando la hierba del patio, mi mamá preparaba la cocina para hacer el almuerzo, mi hermano, mi hermana y yo veíamos televisión.

El ambiente se pone pesado

“¡llegó el fantasma!” nos gritó mi papá, con gran emoción fuimos con mis hermanos al patio a verlo, era un avión militar, se le conocía como el fantasma porque no hacia ruido y era lento al volar. Lo conocíamos bien, era el primero en llegar cuando una toma guerrillera se estaba complicando para los militares en el pueblo, era un apoyo aéreo de vigilancia y también un pequeño indicio de lo que estaba por venir.

A las 11 de la mañana se acabó la película que estábamos viendo, y mi hermana a manera de broma comentó “ahora llegan las avionetas”, se refería al siguiente refuerzo aéreo, lo que siempre seguía después del fantasma cuando el ambiente se ponía pesado, no acabábamos de reír con mi hermano cuando entró una bala por el techo de la sala donde estábamos viendo televisión, nos asustamos mucho, quedamos paralizados y 20 segundos después otra bala cayó a 30 centímetros de la primera, en ese momento mi madre salió corriendo de la cocina pues una bala cayó a un metro de la estufa donde ella estaba.

Un ruido fuerte nos hizo ver al cielo, eran dos avionetas de la FAC apoyando las tropas en tierra contra la arremetida del grupo guerrillero, lo que no entendíamos

Page 2: Primera Cronica Guerra

era por qué disparaban a nuestra casa que ya no era segura para nosotros, nos encerramos en el baño pero sabíamos que tampoco estábamos a salvo ahí.

Una solución salvavidas

Ya habíamos vivido ese peligro antes y la solución era ir donde Don Helmunt y su esposa Lida, unos vecinos cuya casa tenía unas fuertes bigas y una plancha para un segundo piso, por ahí no entraban las balas. Mi papá se asomó a la calle, cuando vio que no habían guerrilleros disparando por el barrio corrió hacia la casa de Don Helmunt, toco su puerta y le pidió posada para nosotros, él le dijo que si y que también invitara a los demás vecinos que estaban en nuestra misma situación.

El ruido del fuego cruzado era ensordecedor, ya era medio día y las cosas no parecían tener final, al contrario la intensidad del combate se sentía cada vez peor. Entre disparos y granadas poco a poco se fue llenando de vecinos la casa, los perros muy asustados debajo de una cama y los adultos con cara de preocupación montaban una escena poco alentadora.

Una fuerte explosión se escuchó y Don Helmunt aseguró que la guerrilla estaba atacando al pueblo con cilindros bomba, yo le creí, lo dijo muy seguro y esas explosiones nunca las había escuchado en mi vida. Fueron tres seguidas, la última a eso de las dos de la tarde y luego disminuyó abismalmente el ruido y ya se escuchaban disparos esporádicamente.

Un receso trágico

Cuando bajó la intensidad del combate se normalizaron los nervios de todos en la casa y el pensamiento general era el hambre, cada familia trajo algo para cocinar de su casa y se hizo almuerzo para todos.

A las 4 de la tarde había una tensa calma, ahora los disparos se escuchaban cada vez menos pero aun los aviones de la FAC patrullaban la zona. Los hombres, los papás que estaban en la casa salieron al andén, a mí no me dejaron salir solo podía ver desde la ventana hacia la calle, no se veía nada más que las calles vacías, pero era un poco grato no estar encerrado en la casa. En ese momento un guerrillero herido pasó por ahí y pidió agua a los que estaba afuera, aún recuerdo su cara, su expresión no denotaba temor o angustia, se le veía solo cansado y un tanto entusiasmado con la guerra, el hombre se fue y afuera se bromeaba, por el susto que les había dado ver a un guerrillero tan cerca.

Entre chistes y risas afuera de la casa Don Helmunt dijo “¡¿qué eso que se ve allá?!”, a tres cuadras de la casa venia un grupo de hombres con una bandera blanca, todos estábamos asombrados ante la escena, se fueron acercando a

Page 3: Primera Cronica Guerra

donde estábamos y era Don Martin Lozada y cuatro vecinos suyos, ellos vivían en un barrio vecino. Don Helmunt con un tono irónico y burlón le dijo a Don Martin: “¡Martin! Por qué se hace el patriota, guarde esa bandera y métase a la casa no ve que lo pueden matar” Martin no se detuvo, solo nos miró y con una expresión muy triste nos dijo: “Me mataron al hijo, necesito que alguien lo recoja”.

Yo conocía al hijo de Martin, era un muchacho mayor que yo, pero solo era un muchacho, no era policía ni soldado, me sentí triste por él.

La caballería

Recuerdo muy bien ese momento, a las 5 y 30 de la tarde vi por primera vez un refuerzo militar que solo conocía en películas, un avión caza de la FAC sobrevoló el pueblo por diez minutos he hizo estallar un camión lleno de cilindros bomba que iba para el pueblo, lo destrozo por completo, en una carretera a 10 minutos de Belalcázar, fue como escuchar la erupción de un volcán, pero acabó con la amenaza.

Media hora después por la montaña atrás del pueblo se veía correr a los guerrilleros, huyendo de las tropas elite del ejército que habían llegado para socorrer a los militares que habían aguantado todo el día el combate.

Y así terminó el terror, salimos de nuestras casas a recorrer el pueblo, encontrábamos casquillos de bala por todas partes, yo recogí muchísimos, el puesto de policía estaba totalmente destruido, las ambulancias socorrían a los heridos y muertos, entre ellos al puma, como se le conocía al hijo de Don Martin, las casas llenas de tiros daban cuenta de la crueldad del ataque, y una vez más, en Belalcázar termino un día sin democracia y con mucha sangre.

Christian Cuellar

Crónica informativa