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Prólogo al Manifiesto del Partido Comunista de Karl Marx y Friedrich Engels, para la Editorial Libros de El Nacional. Autor: Vladimir Lazo García
El Manifiesto del Partido Comunista que el lector tiene nuevamente la
oportunidad de leer en ocasión del debate de los venezolanos de hoy día
sobre el socialismo, es un texto tan conocido, que escribirle un prólogo
parecería un esfuerzo inútil, o redundante, dados los cientos de ellos que se
han escrito en muchos idiomas por expositores de gran sabiduría desde las
fechas de su publicación en 1848. Así que el primer propósito que cumpliré
será el de excusarme por las inevitables y no gratas repeticiones que
encontrará, que se refieren a un texto con un extraordinario contenido en
referencias históricas, políticas y teóricas.
Trataré, para remediarlo, de exponer en la segunda parte de este prólogo,
algo relativo a su posible significado para nuestros tiempos, y también, algo
referido al posible uso del Manifiesto en los días que corren, ambos asuntos
relacionados con su indudable pero parcial actualidad.
Y cuando me refiero al uso, digo algo muy dentro de su espíritu, que fue
escrito con la intención de ser, no sólo el instrumento con el que el
comunismo, que era ya una fuerza actuante en Europa, revela su contenido
teórico y sus intenciones, sino también presentar un plan de acción política
revolucionaria inmediata para la toma del poder del estado y a largo plazo
de transformación social, derivado de aquellas intenciones, con la finalidad
de liberar a toda la sociedad del yugo del capital construido todo sobre la
base de algunos fundamentos teóricos e históricos sólidos, resultados del
intenso estudio que ya habían realizado Marx y Engels, que estaban ya
reflejados en su anterior producción literaria conocida.
Como nos lo cuentan sus autores en el Prefacio a la edición alemana de
1872, el Manifiesto del Partido Comunista fue escrito entre noviembre de
1847 y los primeros días de 1848, fue publicado por primera vez antes de la
revolución de febrero, y les había sido encargado por la Liga de los
Comunistas en el Congreso celebrado en Londres en noviembre del 1847.
El comunismo, en el Manifiesto, está expresado en cuatro capítulos, cuyos
títulos y tema son: I. Burgueses y proletarios; II. Proletarios y comunistas;
III. Literatura socialista y comunista; IV. Actitud de los comunistas ante los
diferentes partidos de oposición.
En los dos primeros, encontramos su planteamiento teórico; en el tercero, el
deslinde, desde la teoría, de las demás fuerzas socialistas y comunistas en
atención a la práctica política; en el cuarto, las alianzas tácticas y
coyunturales de los diferentes partidos comunistas en Europa, para la tarea
de cumplir su cometido esencial que es la lucha por los intereses
inmediatos de los proletarios, sin dejar de afirmar, hacia la mitad del
capítulo, la tarea de la educación de los obreros acerca del “antagonismo
hostil entre la burguesía y el proletariado”, antagonismo al cual me referiré
luego; además de plantear los autores, los asuntos referidos a la propiedad y
al internacionalismo proletario.
Son propuestas para la acción las contenidas en el Manifiesto, fundadas en
la teoría que explica el sentido histórico-político y filosófico de la moderna
lucha de clases, resultado de la presencia de un nuevo actor, el proletariado,
como fuerza enfrentada a la burguesía en el hacer de la historia, en cuyo
gobierno –en el de la burguesía- el permanente antagonismo de clases del
pasado, como motor de la historia, se ha simplificado, hasta convertirse en
antagonismo entre las dos clases esenciales que construyen y organizan el
modo de producción capitalista, que son, la burguesía y el proletariado.
En el Manifiesto encontramos un doble plano en la reflexión, el plano
teórico o interpretación materialista de la historia, madura ya en la mente
de Marx desde 1844, y cuyo documento, que existió por años en forma de
desconocido manuscrito, fue publicado completo con el nombre de La
Ideología alemana en 1932 (Die Deutsche Ideologie, MEGA=Marx Engels
Gesamtausgabe, Volumen V, Primera Sección), y el plano político,
implicado en el primero, y encontramos ambos a menudo en el mismo
discurso.
1. Entrando de una vez en el texto, y constreñido por el escaso espacio de
un prólogo, trataré de poner de relieve sólo algunos puntos que para mí son
los esenciales.
Después de la célebre declaración del exordio sobre aquel fantasma del
comunismo recorriendo Europa, cuya presencia era ya insoslayable para
todas las fuerzas europeas en el poder o en la oposición, espectro que se
había transformado en el pivote sobre el que giraba la política europea –el
fantasma era la presencia o la emergencia en la vida política europea del
proletariado-, entramos de lleno en el asunto a partir del primer capítulo
que comienza con aquella otra célebre frase:
La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases (Pag. 111),
después de la cual hace una pequeña historia radiográfica desde el punto de
vista de los actores de las luchas de clase en las sociedades pasadas:
“Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos,
maestros y oficiales, en una palabra, opresores y oprimidos”…, etc.,
afirmando que sus luchas son las que han producido las transformaciones y
las revoluciones dentro de sus sociedades, para afirmar luego que si
aquellas eran sociedades de clases y por lo tanto, de conflictos entre ellas,
tampoco la sociedad burguesa ha abolido tales contradicciones, sino que ha
simplificado el conflicto, pues ella misma se escinde siempre en dos
grandes clases “directamente contrapuestas”: la burguesía y el proletariado.
A partir de tal enunciación al comienzo del texto, con valor de axioma de la
historia, la estrategia es la de mostrar cómo, a diferencia de lo que sucedía
en la historia de las sociedades anteriores a la burguesa, con sus muchas y
diferentes clases y estratificaciones de ellas, y variedades en las formas del
trabajo y de las relaciones entre trabajadores y patronos, y por lo tanto en la
forma de la lucha de clases, la sociedad burguesa simplifica la estructura
social de tal manera que en ella se van configurando de forma progresiva
sólo dos clases -por obra del tipo de producción que es el burgués-, la
burguesía y el proletariado, es decir, la clase de los propietarios privados de
los medios de producción que son los burgueses, y la clase de los
trabajadores que sólo poseen su cuerpo para trabajar; siendo éstas las clases
propias de una sociedad que produce mediante la gran industria de
propiedad privada de la burguesía, agregando algo sobre el origen de esta
clase:
De los siervos de la gleba del medioevo surgen los pequeños burgueses de las primeras ciudades; de ellos se desarrollaron los primeros elementos de la burguesía (Pag.111).
Se simplifica la estructura social, no dejando Marx y Engels de resaltar la
importancia vital que para el desarrollo de la burguesía tuvieron la
expansión mundial de los mercados, consecuencia del descubrimiento de
América y de la circunnavegación del África, algo que consideran como un
elemento revolucionario que ayudó a disgregar y acabar aún más la
sociedad feudal, hasta llegar a la industria moderna a gran escala. Proceso
en el que nos dicen que se disolvieron todas las antiguas clases existentes
en la sociedad feudal y tradicional, siendo por su parte la burguesía también
el producto de ese lento proceso.
Nos relatan que a cada progreso económico de la burguesía correspondió
un progreso político, concluyendo con la idea de que la creación del
mercado mundial y de la gran industria, permitieron finalmente a esa clase
conquistar para sí de forma exclusiva el poder político en el moderno
estado representativo, de tal manera que concluyen diciendo que:
El poder estatal moderno, no es más que un comité que administra los negocioscomunes de toda la clase burguesa (Pag. 113).
Luego de lo cual, comienza la conocida valoración positiva del papel
civilizatorio de la burguesía, su función revolucionaria y civilizatoria, y su
capacidad para disolver todas las relaciones y creencias arrastradas por la
tradición. Dejan constancia de las grandiosas fuerzas del trabajo humano
liberadas por el capitalismo, concluyendo con las conocidas frases según
las cuales
Sólo la burguesía ha demostrado lo que puede realizar el trabajo del hombre (Pag. 113),
y, más adelante:
¿Cuál de los siglos pasados pudo sospechar siquiera que semejantes fuerzas productivas dormitasen en el seno del trabajo social? (Pag. 115)
2. Siguiendo su propia interpretación materialista de la historia nos dicen,
que en el dominio de la burguesía no existen determinaciones fijas en la
sociedad ni en la conciencia, porque siempre actúa la estructura económica
de la sociedad como un disolvente de todas las relaciones estables y
endurecidas, con lo cual los hombres están condenados siempre a ver su
pasajero entorno con ojos desencantados. Enuncian la mundialización y el
cosmopolitismo, el fin de las barreras nacionales a la industria; y además de
que los productos intelectuales se vuelven bienes comunes y universales.
La burguesía civiliza a otros pueblos cuando se introduce en ellos la forma
burguesa o capitalista de producir y crea un mundo a su imagen y
semejanza e instaura la dominación de la ciudad sobre el campo.
En el Manifiesto encontramos la primera exposición del significado político
del planteamiento original de Marx sobre la historia, que es el Materialismo
histórico. Resumiendo con reducción y abusivamente: cuáles son y como
actúan las fuerzas que configuran la historia, por consiguiente, en qué
consiste. Y, como una de sus consecuencias políticas, la exposición de las
claves para la inserción en su movimiento, con el fin de modelarla y
transformarla de ciega prehistoria en historia hecha a conciencia, como nos
consta en la Ideología alemana. En este caso, teniendo como premisa
aquellas ideas, por ejemplo, que la historia se mueve por la lucha de clases
desatada dentro de la estructura económica y no por la fuerza del estado,
como era pensado en toda la teoría histórica y política anterior, definen –
como hemos visto-, el estado burgués como: “El…comité que administra
los negocios comunes de toda la clase burguesa”, que es idea original de
Marx, con la cual, ambos logran identificar las dos clases enfrentadas y en
lucha en el mundo capitalista moderno, la burguesía y el proletariado. A
partir de tal identificación, escriben el que es uno de los documentos más
geniales e importantes, en el que nos exponen la derivación desde el
materialismo histórico, de un programa político para la toma del poder por
una de las clases en conflicto en la sociedad, a la que asumen como la
portadora de las posibilidades de libertad para toda la sociedad, en un
ejercicio de deducción teórica e histórico-política de los instrumentos
programáticos para realizar tal toma del poder, y la fuerza social para
hacerlo, que no es otra que el proletariado, por lo que nos dicen:
Así, el desarrollo de la gran industria socava bajo los pies de la burguesía las bases sobre las que ésta produce y se apropia de lo producido. La burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros. (Pag. 122)
En este sentido, el Manifiesto tiene, como telón de fondo la teoría del
materialismo histórico desarrollado y expuesta por sus autores en La
Ideología alemana. En forma global, sistemática y acabada, como crítica
masiva al capitalismo, tal teoría será expuesta en la obra madura de Marx:
El Capital. Crítica de la Economía política. Pero volviendo a nuestro texto,
si bien es un programa de acción política, su validez ayer y hoy, está ligada
al resto de los resultados de las investigaciones de sus autores; está ligada
hoy, al sentido del mundo contemporáneo y en última instancia a la suerte
del materialismo histórico y también a la distribución clasista de la riqueza
producida hoy día por el trabajo de toda la sociedad nacional y mundial; y
también está ligada a la distribución del poder nacional y mundial,
producto del trabajo de toda la nación y de toda la humanidad.
El Manifiesto es un programa para una revolución a escala mundial. Su
última frase:
“Proletarios de todos los países, uníos” (Pag.140),
significa que la clase de los trabajadores es, ella misma, en sí misma y para
sí misma, por su determinación y destinación, internacional, lo que también
significa, que con la disolución de todo el mundo medioeval, con todas sus
particularidades, por obra del gobierno de la burguesía cuya patria es el
dinero, su contraparte, los trabajadores, con los que mantiene una relación
de contraposición hostil, son internacionales, no tiene diferencias
esenciales sino que tiene un mundo que conquistar, algo tan actual hoy
como hace ciento cuarenta y nueve años.
3. Actualidad del Manifiesto
Una nueva edición del Manifiesto del Partido Comunista hoy en Venezuela
está llena de sentidos y de incógnitas. Uno de los sentidos puede ser: ¿Cuál
es su sentido? Y la respuesta incluye toda la historia mundial desde 1848
hasta hoy, una historia que todos debemos conocer, y en el presente libro,
tenemos uno de los documentos fundamentales y más fascinantes y claves
para su comprensión, escrito por uno de los genios más grandes del género
humano, en compañía de su insigne y consecuente colaborador Friedrich
Engels. Las incógnitas son diferentes, relacionadas con su sentido, pero no
pueden ser resueltas con la respuesta de más arriba, lo haría sólo en parte.
Una incógnita: ¿Tiene actualidad el Manifiesto? Esta pregunta puede
enunciarse también de la siguiente forma: ¿Tiene algo que decirnos hoy el
Manifiesto? Para intentar responder, diré algo sobre las que creo que son
algunas de las situaciones del mundo actual. Pero antes acotaré: la
respuesta la tiene el lector en el propio texto que tiene entre sus manos y la
tendrá en su mente. Es él, en la soledad de su conciencia y de su mente,
quien puede decidir si lo que leerá, tiene sentido y significado para él, y
será él quien decida si el Manifiesto le dice algo sobre este pasar de la
historia, que algunas veces nos llena de entusiasmo, pasión y fuerza, pero
que en otras oportunidades nos agobia.
Creo que, dada la situación de pobreza de la inmensa mayoría de la
población mundial, y dada la situación de miseria de otra inmensa parte de
ella, y repartiéndose la riqueza en pocas regiones del mundo y en pocas
manos en esas regiones y naciones y, siendo que la riqueza, en los países
del sur, está concentrada en poquísimas manos y familias; y siendo que la
riqueza producida alrededor del mundo es resultado del trabajo social de
todos los trabajadores de todas las naciones, y dado que vemos que la
apropiación de la riqueza la realizan tan pocos propietarios de las grandes
corporaciones mundiales, siendo así la situación, sabemos, al menos, que
nos encontramos en una situación no muy diferente de aquella que originó
la idea del comunismo, como movimiento de la historia presente, hacia la
liberación de los pueblos, que era como lo concebían los autores del
Manifiesto, razón por la cual, pensar en su actualidad o no, significa,
repensar la historia y la vida, nuevamente, con la ayuda del pensamiento
revolucionario de Karl Marx y Friedrich Engels, pero también con el de
todos aquellos que antes y después de ellos, han tenido como objetivo vital,
el de entregar sus vidas por la redención del ser humano.
Epílogo
Después de ciento cincuenta y nueve años de la primera edición del
Manifiesto, podríamos decir que sigue habiendo una fuerza recorriendo al
mundo, no un fantasma sino una esperanza, que no es otra que la fuerza de
los pueblos que vemos que cada día son más conscientes del mundo en el
que vivimos y del papel que están destinados a cumplir para su auto
liberación.
Y el espectro amenazante y aterrador, el fantasma verdadero recorriendo el
mundo, no es un fantasma inmaterial, es el único imperialismo existente
hoy, es la realización de la nada a través de la violencia en estado puro, es
el actual imperialismo neocapitalista y neoliberal, que es tanto nacional
estadounidense, como apátrida, pues se desparrama en todo el mundo y se
alimenta con la fuerza sin restricciones del despotismo de sus
corporaciones y de su ejército terrorista alrededor del mundo. La única
soberanía que se asume como tal sin reservas en occidente, que está en
proceso de instalar una tiranía mundial, con una sola ideología política
según la cual, la política es un asunto privativo del capital, es decir, de la
no política, y que, como la hemos conocido hasta ahora, incluso en la
sociedad burguesa, es asunto del pasado, pues el gobierno del mundo debe
ser dejado a las fuerzas -nada ciegas- de los intereses de las corporaciones
mundiales que cada día intentan apropiarse de todo aquello que sirva a su
proceso de acumulación de capital. Con la consecuencia ya visible de que
lo que se entroniza también es un pensamiento único, aquel que dice que
todo debe ser dejado a la iniciativa privada.
Ese fantasma que recorre el mundo, es realmente El enemigo, el enemigo
en sí mismo de la humanidad, que amenaza con exterminar de hambre a las
masas humanas a las que pauperiza constantemente, y a la naturaleza, a la
que somete a destrucción implacable, como ya es del dominio público.
Los actuales pueblos del mundo somos los equivalentes del proletariado del
que hablaban Marx y Engels, enfrentados en relación hostil con la clase
burguesa mundial que saquea las riquezas, y es despótica contra todos los
pueblos, sobretodo contra los llamados por ellos, tercer mundo o pueblos
del Sur.
Ese imperialismo hoy siembra el terror en todos los pueblos que desean
liberarse del yugo de las grandes corporaciones capitalistas mundiales, que
no son un fantasma que recorre el mundo sino que son sanguijuelas que
chupan la sangre de los pueblos.
El tono irónico del comienzo del Manifiesto se ha vuelto sentido propio en
los tiempos llamados postmodernos. El de hoy es en verdad un fantasma,
pues la realización al extremo de la lógica capitalista, con la que funciona
la apropiación de la riqueza de todos los pueblos del mundo, por parte de la
clase burguesa norteamericana con sus socias menores europea y japonesa,
es el fantasma que de forma acrítica e inconsciente llaman los
postmodernos la nada, el nihilismo como destino de la humanidad.
De tal forma que las pocas corporaciones mundiales que se apropian de las
riquezas de todos los pueblos del mundo, los han condenado, a todos ellos,
a ser sus asalariados, y asalariados de sus subsidiarias y de los clientes de
ellas, y de los clientas de estas últimas, conformando así un sistema
mundial de extracción de aquellas riquezas, que les permite una
acumulación de capital de proporciones nunca antes imaginadas ni soñadas
salvo por los que realizan su codicia mediante ese mecanismo, cuyo
fundamento teórico es la económica neoclásica y cuyo brazo político
ejecutor es el neoliberalismo, conformando estas teorías el pensamiento
único por medio del que tratan de gobernar a toda la humanidad.
Caracas, 10 de marzo del 2007.