prólogo (una historia de locos)

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Sebastián Arana En colaboración con Martín Pellegrinet Una historia de locos Peñarol en la Liga Nacional de Básquetbol (1984-2014)

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Prólogo de Una historia de locos. Peñarol en la Liga Nacional de Básquet (de Sebastián Arana)

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Page 1: Prólogo (Una historia de locos)

Sebastián AranaEn colaboración

con Martín Pellegrinet

Una historia de locosPeñarol en la Liga Nacional de Básquetbol (1984-2014)

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A Paola, Manu y Emi, por el apoyo, la comprensión y la paciencia para aguantar todos los ratos que les quité por este trabajo.

Y por iluminarme la vida.

A mi vieja, por alentar mis sueños de ser periodista.

A mi viejo, por acompañarme en todas.

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Prólogopor Gastón Julián Gil*

La publicación de Una historia de locos cubre uno de los tantos va-cíos que, al menos en Mar del Plata, nos debemos sobre nuestras propias historias. Los avatares de Peñarol en la Liga Nacional

de Básquet constituyen una excelente muestra de las riquezas identi-tarias, emocionales y narrativas que esta ciudad tiene para ofrecer. El trayecto repleto de frustraciones, conflictos, triunfos de entrecasa, logros nacionales y épicas de alcance continental que tienen como protagonista al milrayitas son aprovechadas por Sebastián Arana, quien se propone “simplemente” contarnos año a año cómo se fue construyendo lo que hoy es un sólido edificio que se ha transformado en uno de los sinóni-mos más poderosos de la Liga Nacional y del básquet argentino. Tanto para quienes vivimos y sufrimos aquellas primeras aventuras de Peñarol en la etapa “heroica” de la Liga Nacional como para quienes sólo ex-perimentaron un pasado reciente pleno de triunfos y admiración, este libro nos pone tres décadas en perspectiva, describiendo en detalle una amplísima serie de acontecimientos de las más diversas índoles que de ningún modo se podría simplificar como una historia de un deporte en un club de la ciudad. Encuentros deportivos, decisiones dirigenciales, trayectorias de deportistas, crisis políticas y económicas del país, hechos arquitectónicos y una alta dosis de aleatoridad -como la que corres-ponde a los buenos deportes- se conjugan en un relato imperdible para apasionados, curiosos y hasta indiferentes de una pasión que todavía no se agota. Sin las pretensiones de falsa erudición que abundan en el periodismo deportivo, Sebastián Arana nos propone una narrativa pro-funda y minuciosa. Conocedor del juego, de los rincones más represen-tativos y también más oscuros de nuestra Liga Nacional tampoco nos abruma con golpes bajos, con comparaciones improcedentes y mucho menos con opiniones interesadas. Sin embargo, no es un libro que, por equilibrado, deje de lado la pasión. Una pasión que se respira en cada frase por un deporte y una competencia que ya es imprescindible para la

* Gastón Julián Gil, antropólogo social, es investigador independiente del Con-sejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y profesor en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Durante la primera mitad de la década de 1990 cubrió el básquet de la Liga Nacional para el Diario El Atlántico, compartiendo viajes, en varias ocasiones, con el autor del libro.

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vida cotidiana de los marplatenses. Una pasión adquirida en el continuo trajinar por la inmensidad de un país que tal vez nadie como esta Liga Nacional logró integrar.

El lector podrá encontrarse en este libro con una narrativa precisa de la historia de Peñarol en la Liga Nacional, desde aquella aventurada transición de 1984 que lo depositó algunos años en la Liga B (para ya no volver) hasta las consagraciones recientes, pasando por el ascenso en 1987, las campañas sufridas y otras algo más desahogadas para llegar al primer título en 1994. En efecto, se trata de un recorrido profundo por las temporadas pendulares que lo dejaron al borde del precipicio, como también los sueños truncos en el contexto de grandes campañas o la gloria a la que se ha acostumbrado Peñarol en la última década. Pero sobre todo, lo que está sólidamente expresado es el clima de cada época, desde aquella competencia semiprofesional que todavía despertaba es-cepticismos y sabotajes internos y externos, hasta este presente inestable en su faz organizativa. Esta misma Liga Nacional que nos muestra una actualidad desnaturalizada económicamente por apoyos políticos pro-vinciales o empresariales de ocasión pero que ya es parte esecial de la realidad deportiva del país.

En definitiva, Sebastián Arana nos presenta esa historia que se co-menzó a transitar en un modesto gimnasio de un club de barrio, para primero pasar a la a casa de quien luego sería su gran rival y posterior-mente aquerenciarse durante casi una década en un escenario tan mági-co como inverosímil. Aquel Súper Domo colmado, bullicioso, endeble, imposible para disfrutar con comodidad de un partido de básquet, pero que tal vez todavía se extrañe, más allá del indudable “lujo” que los Jue-gos Panamericanos de 1995 dejaron a disposición de Peñarol. Desde aquel año, sería el Polideportivo “Islas Malvinas” el escenario ideal de las glorias por venir, no sin antes pagar el precio de derrotas reiteradas, el acoso de las deudas y la tentación de abandonar.

Sin la pretensión de que estén -absolutamente- todas las voces pre-sentes, este libro es un profundo collage de testimonios en donde aparecen personajes míticos, dirigentes “exitosos”, problemáticos y “olvidados”, jugadores que hicieron historia y otros no tan reconocidos. Tampoco faltan los hinchas, los de platea, los de “popular” y la hinchada. No hay lugar en este libro para ese hinchismo tan común en las crónicas deporti-vas. No encontraremos aquí demagógicas exaltaciones de una hinchada “única”, incomparable, pura e incuestionable. En efecto, podemos ad-vertir a una hinchada fervorosa y seguidora, pero que también aprieta a los jugadores en las malas rachas y que provoca hechos de violencia que desencadenan serias sanciones. Como también hallamos a un público constante y apasionado, pero que ha fluctuado entre la asistencia masiva y la indiferencia. Por supuesto, no pueden faltar los “autobombos” lícitos

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de quienes se sienten (y en efecto lo son) parte de una historia en la que no necesariamente debe haber héroes o villanos. Obviamente están los jugadores, colocados en su justa medida como verdaderos protagonistas del juego pero eslabones de una cadena de responsabilidades y acciones mucho más amplias que hacen posible que estructuras tan endebles y falibles, pero a la vez fascinantes e imprescindibles como nuestra Liga Nacional, puedan seguir existiendo. Precisamente, esa idea arraigada con firmeza entre muchos de estos “protagonistas” (jugadores y entrenado-res) de considerar a los demás actores (dirigentes, periodistas e inclusive en ocasiones el público) como elementos externos y hasta indeseables del juego, tal vez sea una de las materias pendientes del deporte profe-sional argentino. Y tampoco faltan los representantes, esos actores con capacidad de desarmar planteles, de favorecer a algunos clubes y perju-dicar a otros y cuyo real papel en las decisiones importantes del básquet argentino siempre ha permanecido bajo cierta opacidad.

Por supuesto, cuando Scott Fitzgerald acuñó la frase “hablo con la autoridad que me da el fracaso”, no estaba pensando en Peñarol de Mar del Plata. Sin embargo, se aplica a la perfección para un club que estuvo al borde del precipicio, que sufrió una larga serie de desencantos de-portivos y que fue abrumado por las deudas, pero que de todos modos, como un verdadero sobreviviente, se ha transformado en la institución más relevante del deporte profesional de conjunto de la historia mar-platense. Mientras que el fútbol de Mar del Plata nunca pudo darle a su público un equipo estable en la primera división (hoy Aldosivi está tratando de hacerlo), Peñarol es sinónimo de esos éxitos deseados y ne-cesarios que, sin ser lo único importante en el deporte, sí constituyen un insumo fundamental para lo que hace posible este tipo de fenómenos: la identidad. En efecto, es la identidad un recurso vital y un tema que aflo-ra desde la aquella “locura” inicial de apostar por una Liga Nacional que iba a contramano de un país centralizado que –en todos los ámbitos- excluye sistemáticamente al interior. Y aquí sí valga el reconocimiento expreso a aquellos “locos”, visionarios y aventureros que pudieron mos-trar que el modelo futbolístico que reprime las identidades locales y regionales no es el único posible. Parcialmente ignorada y saboteada por la prensa nacional (porteña), la Liga Nacional mostró un camino que otros deportes se han animado a transitar (como el vóley) pero que Su Majestad Fútbol se empeña en rechazar, junto con la clase política y los medios masivos de comunicación que no cesan de “futbolizar” a la sociedad argentina. Peñarol ofrece además la peculiaridad de no haber sido presentado sistemáticamente por las elites locales como “atracción turística”, a contramano de una Mar del Plata que sigue siendo pensada y gestionada mayoritariamente hacia afuera y que renuncia a planificar políticas culturales (con el deporte como una de sus partes constitutivas)

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destinadas a un desarrollo local. Ese ominoso imaginario turístico que gobierna las racionalidades de las elites locales, provinciales y naciona-les y que suele apelar a clichés tan elementales como la necesidad de promover el turismo de fin de semana a partir de sus equipos, repro-duciendo el ingenuo imaginario de la “ciudad feliz”. Por eso la historia de Peñarol es mucho más que la historia de un club marplatense y su participación en uno de los deportes más populares del planeta. Por un lado representa con claridad la historia de la Liga Nacional, de donde surgieron los protagonistas de varias de las épicas más relevantes del deporte argentino. Pero también es un relato que nos muestra un país sin infraestructura y con iniciativas espasmódicas y pendulares que de todos modos funcionan. Pero es también una narrativa sobre una clase dirigente que no duda en privarlo durante meses del estadio al que le da vida desde que se construyó en 1995 para poner en su lugar a la feria de vanidades de la Copa Davis o montar un espectáculo artístico en la temporada de verano.

En definitiva, no es un libro que apele a las versiones idílicas y edul-coradas de héroes y padres fundadores. Porque nuestro básquet y nuestra Liga Nacional es un repertorio de luces y sombras estilizado por “la generación dorada”. Peñarol, como también su rival Quilmes, son lo que tenemos, el patrimonio de una historia deportiva con muchas épicas por venir. Dos orgullosos sobrevivientes de un relato que nos muestra que, quizás, nuestra liga sea un verdadero milagro.