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AGUILAR NATURAL Publicación cultural de Aguilar del Alfambra (Teruel) N.º 1 - Verano 2009 CONTENIDOS La fuente-abrevadero de Aguilar Regadíos históricos del Alfambra Naturaleza: la cabra montés Otros

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AGUILAR NATURAL Publicación cultural de Aguilar del Alfambra (Teruel)

N.º 1 - Verano 2009

CONTENIDOS

La fuente-abrevadero de Aguilar

Regadíos históricos del Alfambra

Naturaleza: la cabra montés

Otros

Aguilar Natural

Publicación cultural de Aguilar del Alfambra Página 2

EDITORIAL

Tras la buena acogida que tuvo la revista Aguilar Natural, nos alegramos de dar continuidad al proyecto con el que ya es el número 1, al que —gracias a las ayudas recibidas— hemos podido dotar de mayor cantidad de páginas dándole también una mejor calidad.

Si en aquella ocasión el águila y el buitre fueron los protagonistas, en esta, el agua —elemento fundamental de la identidad aragonesa—, ha sido el gran eje temático de un número que se completa con otros puntos de interés.

Queremos agradecer las colaboraciones aportadas por la gente de Aguilar y por amigos de la población como Alejandro Pérez Cueva, profesor de la Universidad de Valencia, y Fernando Millán, de la Asociación Amigos de Vicente Blasco Ibáñez.

De la misma forma queremos mostrar nuestro agradecimiento a las instituciones y empresas que se han implicado y han apostado porque Aguilar tenga una publicación cultural: el Ayuntamiento, la Comarca Comunidad de Teruel, Quesos Hontanar y Rural-Spa Aguilar del Alfambra.

Finalmente queremos animar a todos aquellos que estáis preparando algunas aportaciones muy interesantes a que sigáis trabajando para terminar de darles forma.

Un cariñoso saludo a todos.

LA JUNTA DIRECTIVA

Aguilar Natural. Publicación cultural de Aguilar del Alfambra. N.º 1 – Verano 2009 Depósito Legal – M-28945-2009 Edita: Plataforma Aguilar Natural Pza. Ayuntamiento, s/n 44156 - Aguilar del Alfambra (Teruel) Correo-e: [email protected] [email protected] Página web: www.aguilarnatural.com

Colaboraciones: Sergio Benítez Moriana, Alejandro J. Pérez Cueva, Fernando Millán, Karmeli, José Antonio Izquierdo y José Luis Paricio Hernando

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UN MONUMENTO DE AGUILAR

La fuente abrevadero

Las numerosas fuentes que se distribuyen por el término de Aguilar (Fuenredonda, Fuenduriente, El Hontanar…) son sin duda uno de los mayores patrimonios de la población. Actualmente se ha puesto en marcha desde el Ayuntamiento, con apoyo de la Plataforma, un proyecto de restauración y limpieza de las mismas con el objetivo de ponerlas en valor.

Sin duda la más significativa de todas es la fuente-abrevadero, o fuente del Bacio, que preside la entrada del casco urbano. Además, hay que señalar que su agua es ciertamente deliciosa y no es extraño ver a vecinos ocasionales, o a viajeros de paso, cargar garrafas llenas en sus vehículos para poder disfrutarla aún lejos de nuestra sierra.

La forma arquitectónica con la que se construyó ha contribuido sin duda a darle esa significación e identificación con el municipio, aunque en realidad es una tipología bastante habitual en el sur de Aragón, e hipotéticamente mantiene el diseño de una fuente anterior de la que todavía quedan vestigios. La cooperativa de quesos artesanos el Hontanar ha sido consciente de este valor simbólico y la ha adoptado para el etiquetado de parte de sus productos.

Perspectiva en la que se aprecia la fábrica

de la actual fuente y las trazas de la anterior.

La obra de la fuente se realizó con una forma que Timoteo Galindo definió como una «pequeña gruta». En realidad la estructura se cubre con una bóveda de medio punto rematada con una cubierta a dos aguas, todo ello construido con grandes sillares de piedra arenisca. En su interior se sitúan dos anchos caños de metal, conocidos como «los chorros», que vierten el agua a una pila. Poco más arriba de los caños existe un pequeño aliviadero mientras que otra salida lateral vierte agua más suavemente a la misma pila.

Desde allí el agua pasa al abrevadero, resguardado por un gran muro realizado con el mismo tipo de piedra. Esta poderosa pared, que sirve también de talud para salvar el desnivel del terreno, es parcialmente anterior. Junto a la fábrica de la actual fuente quedan las trazas de otra con un arco de medio punto rebajado de mayor luz, aunque con algo menos de altura con las cotas actuales. En efecto, y tal y como confirman fuentes orales, la actual fábrica aprovecha partes de una antigua fuente-lavadero de la que quedan los vestigios del lugar donde estaría la salida del agua, que era de manantial. No obstante, estos indicios sería necesario corroborarlos documental o arqueológicamente. En otra parte del muro, más cercana al lavadero todavía puede verse, con dificultad, la fecha de 1689.

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Finalmente el agua pasa del abrevadero al lavadero, llenando sus dos grandes pilas. El lavadero, a diferencia de la fuente y el abrevadero, fue reformado entre los años 1963 y 1965 para hacerlo más funcional, dado que su anterior morfología obligaba a lavar incómodamente de rodillas.

Aunque sobre los caños puede leerse la fecha de 1888, la fuente fue inaugurada el 18 de enero de 1883. En 1880, a raíz de la solicitud de una serie de vecinos al Ayuntamiento, cincuenta de ellos constituyeron una sociedad con el objetivo de traer agua desde la zona de la Dehesa Alta hasta la población, obligándose con su trabajo y sus caballerías. El 7 de abril del mismo año el alcalde Juan Blasco publicó el edicto de la corporación que constituía dicha sociedad, indicando que el vecino que se separara de esta no tendría derecho a usar el agua de la fuente, así como tampoco podrían hacerlo sus descendientes. La subasta de materiales para su construcción se realizó en los meses siguientes y, por fin, en 1882, se captó el agua de la fuente y comenzó su ejecución junto con la del abrevadero y el lavadero.

Entre los caños, unos pocos centímetros más arriba, puede observarse el aliviadero que rebaja la presión al expulsar

también agua los años de gran pluviosidad.

Esta obra, por su magnitud, constituyó un gran avance para el bienestar de los vecinos de Aguilar, máxime teniendo en cuenta que el alcantarillado y el agua corriente a los domicilios no llegarían hasta la década de 1970. Hoy día, cuando el hecho de abrir el grifo en nuestras casas para usar el agua (y por desgracia muchas veces para desperdiciarla) nos parece un hecho tan normal y cotidiano, nos cuesta valorar y ser conscientes del valor que tendría la obra en su día.

A finales de esa misma década de los 70 se comprobó que la Fuente Vieja de la Dehesa Alta iba aminorando su caudal, por lo que se optó por traer el agua de Fuendenguilas. Esto significó la construcción de nueva infraestructura con la que conducir el agua a la fuente del Bacio.

Respecto a la Fuente Vieja, esta acabaría dejando de mandar agua, aunque en su nacimiento aún brotaba una pequeña cantidad, por lo que se optó por realizar una nueva conducción, paralela a la antigua, con el fin de sumar este agua a la de la acometida más reciente. Por tanto, el agua que nos llega hoy día a la proviene de dos lugares distintos: de la Fuente Vieja de la Dehesa Alta y de Fuendenguilas.

El caudal manado de los chorros, algo menguado en las últimas décadas, parece haberse recuperado algo estos dos últimos años. Sólo cabe disfrutar de su agua por mucho tiempo.

Sergio Benítez Moriana

BIBLIOGRAFÍA

GALINDO GUILLÉN, Timoteo: Notas para la historia de Aguilar del Alfambra, Valencia, 1985.

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Regadíos históricos del Alfambra entre Allepuz y Aguilar

El río Alfambra contaba tradicionalmente con regadíos de azud y acequia desde el valle de Motorrita, ya en la cabecera del río, al pie del pico Peñarroya. El primero de los azudes era el de la Acequia Alta de la Pedrera, a una altitud cercana a los 1.700 metros, lo que lo convierte sin duda en uno de los regadíos históricos con aguas de origen fluvial más altos de España.

Hasta la confluencia con el río de Sollavientos, en Allepuz, los sistemas de regadío eran de dimensiones minúsculas: azudes poco consistentes, acequias de pocos centenares de metros y una superficie regada que pocas veces superaba una hectárea. En total se han contabilizado veinticinco pequeños sistemas que se sucedían sin discontinuidad entre Motorrita y Allepuz, salvo en el estrecho del Alfambra, aguas arriba de los Caños de Gúdar.

A partir del puente de Carrateruel (A-226) cambiaba radicalmente este panorama, y se pasaba a sistemas de dimensiones mucho mayores. En total se localizan seis sistemas de regadío, con azudes resistentes —casi siempre de mampostería y argamasa—, acequias con dimensiones superiores a los dos o tres kilómetros, superficies de regadío mucho mayores y molinos al final del sistema. En Allepuz, Jorcas y Ababuj, estos sistemas eran los siguientes:

a) Acequia del Molino de Caudé (Allepuz y Jorcas), con el azud situado unos 100 metros aguas abajo del puente de Carrateruel. Riega unas 30 hectáreas a la derecha del río, hasta el molino de Caudé, con una acequia de 3,7 kilómetros. Tras hacer funcionar el Molino, las aguas sobrantes vertían a la siguiente acequia.

b) Acequia del Molino de Jorcas (Allepuz y Jorcas), con azud aguas arriba del Molino de Caudé y una acequia de unos 2,7 kilómetros, hasta el Molino de Jorcas. Las aguas sobrantes seguían discurriendo por la margen derecha del río mediante las acequias ya no funcionales de La Dehesa y de Las Suertes.

c) Acequia del Molino de Ababuj (Ababuj y Jorcas), tampoco funcional hoy en día. El azud está situado unos 100 metros aguas abajo del Molino de Jorcas y la acequia, que sigue la margen izquierda del río —con una longitud de 3,1 kilómetros— llevaba el agua hasta el Molino de Ababuj.

Vista de la val del Alfambra desde el Cerrico.

En estos tres grandes sistemas se repetía el mismo esquema de azud, acequia madre única y molino al final del trayecto, salvo en el de Jorcas, en que las aguas sobrantes tras la molienda seguían circulando y regando durante unos 3 kilómetros más. El sistema de Caudé solía tener el agua garantizada casi siempre, pues era la primera toma tras la confluencia de los ríos Alfambra y Sollavientos. A partir de allí, la falta de aportes laterales hacía que el agua fuese cada vez más escasa, de modo que ya en Jorcas se sufría en los años secos.

En esta línea, en su origen, los tres sistemas de Aguilar del Alfambra estaban condicionados por esta penuria de agua en años de sequía, al situarse al final de este gran sector de regadío histórico y dado el escaso aporte del río Seco de Ababuj.

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Además, como el valle se amplia, se daba la paradoja de que era a la vez el tramo con mayor espacio potencialmente regable y con menores recursos hídricos. Otra diferencia era que los sistemas de regadío de Aguilar no se disponían de modo lineal, con una única y larga acequia, sino que se situaban en dos niveles: una acequia alta, la del sistema del Molinar, y dos bajas, la del Sargal y la del Molino Viejo, o Remolinar.

a) La acequia del Molinar (Jorcas, Ababuj y Aguilar), todavía funcional, tomaba el agua de un azud situado en las cercanías del molino de Ababuj, todavía en término de Jorcas, en un punto que le permitía recoger los sobrantes del sistema del Molino de Ababuj. Constaba de una rampa y dos escalones, y estaba construido con lajas de piedra colocadas en vertical y unidas con argamasa.

La acequia seguía la disposición lineal y única de los tres sistemas anteriores y regaba 42 hectáreas a lo largo de unos 3,8 kilómetros. Al final del sistema se encontraba el Molino-serrería de Aguilar y acababa vertiendo los sobrantes en el Barranco de las Cuerdas. Podemos considerarlo como el cuarto y último de los grandes sistemas lineales del tramo del Alfambra entre Allepuz y Aguilar, pero tiene dos elementos que lo hacen diferente.

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Uno de ellos es la balsa del Molinar, situada al principio del sistema. Su función principal era la de embalsar agua para poder regar con cierto caudal en momentos en que bajaba muy poca agua por la acequia. El otro elemento propio es que al final del sistema, es decir, allí donde el agua fluvial del Alfambra está menos asegurada, se sumaban los sobrantes del agua del pueblo. Entre estos aportes de manantial y el elemento acumulador de la balsa del Molinar se optimizaba el regadío en un punto estratégico: al pie del pueblo y justo donde el agua estaba menos garantizada en todo este largo tramo.

La posibilidad de tener unas huertas cerca de las casas merecía sin duda esta complejidad del sistema de regadío, que es única en todo el valle. El valor de estas estratégicas huertas queda realzado por los muros de delimitación y las puertas de entrada, creando un paisaje de un gran valor patrimonial.

Balsa del Molinar.

b) La Acequia del Sargal (Aguilar) tomaba las aguas de un azud situado a pocos cientos de metros de la confluencia entre el Río Seco de Ababuj y el Alfambra. La acequia discurría unos 650 metros también por la margen derecha del río, como la del Molinar. Llegaba hasta un partidor denominado «Agujero del Sargal», donde arrancaba el Brazal de Arriba y el Brazal de Abajo. En total regaba unas 15 hectáreas, dos hasta el partidor, ocho del brazal superior y cinco del inferior. Los dos brazales abocaban los sobrantes al Alfambra, en las cercanías del puente de la carretera de Ababuj.

La función de este sistema era doble, por una parte permitía aprovechar las escasas e inseguras aguas del Río Seco, que de otro modo se desaprovecharían. La inexistencia de balsas de acumulación indica que se contaba con que el agua no estuviera garantizada, y que muchos años las huertas se convertirían en secano. La otra función era aliviar la presión sobre el agua del sistema del Molinar, ya que se alumbraban unas partidas que hubiesen podido regarse también desde este sistema. Si se hubiese apostado por regar la margen izquierda con la acequia del Sargal y la derecha con la del Molinar, el agua para las huertas al pie del pueblo y para el Molino, todavía hubiese sido más insegura en años secos.

c) La Acequia del Molino Viejo, o del Remolinar (Aguilar), se iniciaba en el azud homónimo, hoy desaparecido, situado unos 200 metros aguas arriba de la confluencia con el Barranco de las Cuerdas, pero aguas abajo de la confluencia con el barranco que rodea la Muela. La acequia, de unos 1.600 metros de longitud, discurría muy cerca del río, casi sin espacio para el regadío. El caudal era muy escaso, reducido prácticamente a los sobrantes de los sistemas y a las escasísimas aportaciones de este último barranco, y se destinaba fundamentalmente al abastecimiento del Molino-serrería y balsa del Remolinar, o Viejo. Aún así alumbraba unas 0,4 hectáreas de huerta. Los sobrantes se cedían al Alfambra justo antes del Estrecho.

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Vista de las ruinas del Molino Viejo de Aguilar desde la Virgen de la Peña.

El diseño del conjunto de los sistemas de regadío del Alfambra entre Allepuz y Aguilar se revela como una sabia manera de aprovechar un escaso y preciado recurso, el agua, en una sociedad tradicional:

1. Los cuatro municipios se beneficiaban, tanto en regadío como en molienda.

2. Cada pueblo venía a tener un sistema, o al menos su parte final con el molino.

3. No se regaban, salvo excepciones, ambas márgenes, sino sólo una de ellas, ya que intensificar el uso en la parte alta iba en detrimento de los pueblos más bajos.

4. Aún así, el gran sistema de Aguilar necesitaba de elementos complementarios que atenuasen la precariedad hídrica, que es máxima al hallarse al final del conjunto.

5. Las aguas eran reutilizadas varias veces, pues los azudes tendían a situarse al pie de los molinos.

6. Y además, en Aguilar, los dos pequeños sistemas complementarios del Sargal y del Molino Viejo, conseguían aprovechar hasta la última gota de agua.

En definitiva, los regadíos históricos del Alto Alfambra constituían una sabia ordenación del territorio fruto de un profundo conocimiento del medio natural.

Alejandro J. Pérez Cueva

Universidad de Valencia

Azud del Alfambra. Huerto cerrado de Aguilar.

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Los Blasco: una familia de Aguilar del Alfambra

Arroz y Tartana, la primera de las novelas valencianas de Vicente Blasco Ibáñez, inicia su andadura con la imagen del Mercado Central, núcleo básico de la vida valenciana y argumento esencial de su pujanza económica.

Y una de sus páginas más brillantes es aquella en la que nos muestra como los hijos de familias numerosas de Aragón encontraban su acomodo en Valencia, primero perdidos entre el gentío que llenaba la plaza del Mercado, y más tarde trabajando como aprendices en algunas de las tiendas que llenaban los aledaños.

En su novela, Vicente Blasco Ibáñez no hacía sino rememorar la propia historia de su familia. Era la de su padre Gaspar Blasco, que fue uno de esos muchachos que aprendieron el oficio de comerciante iniciándose como aprendiz en una tienda de la plaza del Mercado.

Retrato de Vicente Blasco Ibáñez.

Se trabajaba duro, muy duro. Las jornadas se alargaban desde el amanecer hasta el anochecer. Se comía y se dormía en la propia tienda. Y sólo los domingos o los días de feriar se tenía descanso.

Los intensos años de trabajo convertían al aprendiz en oficial y sólo los elegidos, los que tenían un gran espíritu emprendedor, llegaban a convertirse en los amos, es decir, en propietarios.

Gaspar Blasco fue uno de ellos. Casado con una joven aragonesa, muchacha de servir en la ciudad, formó una familia al tiempo que arriesgaba su futuro abriendo una tienda en la calle de la Jabonería Nueva.

El duro trabajo les dio sus frutos. La tienda progresó. Y así nuevas tiendas se abrieron regentadas por los hermanos.

Y la fortuna que les sonreía les permitió que su hijo Vicente llegara a ser abogado.

Ser abogado, universitario, para el hijo de un campesino llegado de Aragón en el siglo XIX era por aquel entonces muy extraño. Sin embargo, el milagro del esfuerzo, del trabajo y de la pujanza de Valencia dio sus frutos. Una ciudad que acogía con los brazos abiertos a cuantos a ella llegaban desde las distintas tierras de la nación.

Vicente Blasco Ibáñez era hijo de Gaspar Blasco. Gaspar Blasco era hijo de Aguilar del Alfambra, al que siempre tuvo en el recuerdo.

En su recuerdo.

Fernando Millán

Asociación Amigos de Vicente Blasco Ibáñez

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De lo que sucedió en Aguilar…

En una calurosa tarde del mes de Agosto, me encontraba en el patio con mis pequeñas hijas haciendo deberes, se nos unía alguna vez al grupo un vecinito —Rubén—. Estando en estos menesteres, deseosa de acontecimientos y nuevas noticias, llegó un familiar con una historia que me alegró la tarde.

—Ha llegado al pueblo una señora que venía buscando su partida de nacimiento.

—¿La ha conseguido? —le pregunto, para así continuar la charla.

—No creo, no nació aquí.

—¿Y como es que la busca?

—La dejaron aquí en este pueblo.

Me siguió contando que antiguamente, cuando a alguien le dejaban un recién nacido en su puerta, se sentía con la obligación moral de alimentarlo y cuidarlo el tiempo suficiente, hasta que las autoridades pertinentes gestionaban lo necesario para poder ingresarlo en alguna institución.

Pasaron los días y la familia que recogió a este recién nacido —niña— tuvo que bautizarla y por lo tanto darle un nombre.

—¿Qué nombre le pusieron? ¿Se acuerda?

—¡Claro! Tomó el nombre de la dueña de la casa, de primer apellido, el del lugar donde la pusieron, y de segundo el de la zona a la que pertenecía ese lugar.

Aquella historia me caló, se quedó conmigo, pasaron muchos años, muchos y alguna vez volvía a mi pensamiento. Una de estas veces lo comenté en casa pero nadie de mi entorno, había oído nada al respecto.

Yo no había soñado.

Siguió pasando el tiempo, y la historia no quedó en saco roto, volvía una que otra vez a pensar en ella. Hasta que un día desde mi ventana veo pasar a Margarita (memoria prodigiosa), le cuento todo aquello que sabía, y no solo me lo confirmó sino que además le puso broche de oro a toda esta historia.

Contó que no ha mucho tiempo el hijo de la protagonista de esta historia había vuelto al pueblo, con la pretensión de comprar aquel trocito de tierra donde su madre había aparecido.

Karmeli

Vista de El Barranco.

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Reflexiones de un sexagenario

Cuando me pongo a recordar mis experiencias de niño (os hablo de los años 60) siento una inexplicable nostalgia. ¿Por qué inexplicable? Pues porque en aquellos años nos tocó convivir con la resaca de una posguerra y las carencias materiales asociadas, sumidos en obligaciones que para nada correspondían a nuestra edad. Y, sin embargo, a pesar de todo eso, repito, siento cierta nostalgia.

Siento nostalgia aunque en aquella época no teníamos los juegos galácticos de la Play Station y los reyes, cada seis de enero, sólo pasaban por las casas de los niños ricos. Con todo eso, que hoy sería traumático, yo era un niño feliz, sí, muy feliz. Os asombraría saber cómo y con qué jugábamos. Pero éramos felices.

En la actualidad, sin decir que no lo sean y sin intención de generalizar, mucho antes de que los chicos pidan, los padres, los tíos, los abuelos, todos, les atosigamos con «artilugios de última generación» que ni siquiera han pedido y con los que en muchos casos no saben ya qué hacer, porque no tienen ni espacio material en casa para guardarlos ni tiempo suficiente para disfrutarlos.

Podríamos decir entonces que los niños de hoy lo tienen todo, pero yo pienso que no, todo no, porque me temo que se les priva de lo más elemental, y a la vez necesario para su correcto desarrollo emocional, sin duda base de lo que un día ha de tener una marcada influencia en la personalidad del adulto. En el sistema de vida actual es difícil conseguirlo, pero sería deseable más dedicación por parte de los progenitores.

Aceptemos que nunca los caprichos y juguetes podrán sustituir adecuadamente las carencias de cariño y dedicación de los padres. El mundo moderno ha llevado a las parejas a tener que trabajar los dos. ¿Y para qué?, ¿para «vivir mejor»? Permitidme que lo ponga en duda. Tendríamos que preguntarles a nuestros hijos, una vez sean mayores, las veces que nos han echado en falta de pequeños, y este sistema de vida —lamentablemente— unos ya lo hemos experimentado y otros se sienten obligados a desarrollarlo ahora, sin perspectivas de que la situación vaya a cambiar.

Señores/as, hemos perdido el norte. La «modernización» a nivel global nos ha llevado a eso y se ha encargado también de transformar peligrosamente los hábitos de nuestros pueblos, al extremo de que un día estaban pacíficamente poblados por gente humilde, por habitantes que trabajábamos sus campos y vivíamos en plena armonía con la naturaleza de nuestro entorno, y han pasando a convertirse en «cotos especulativos de grandes multinacionales», y —como mal menor— en residencias de verano y/o fines de semana para esa misma gente que antaño los habitamos.

Hoy volvemos a nuestros queridos pueblos a resarcirnos del estrés, de las presiones y de la polución ambiental con las que convivimos en las grandes ciudades. A las ciudades que, llevados por la coyuntura de aquellos maravillosos años, a cada uno de nosotros nos ha tocado vivir con cierta resignación la más larga etapa de nuestra vida. ¡Y a eso se le ha dado en llamar «progreso»!

Matrícula de honor a esa gente anónima que colabora desinteresadamente en actividades para mejorar la calidad de vida en Aguilar, como es plantar árboles, limpiar las fuentes, arreglar caminos, etc. Y también a esas empresas y particulares que están apostando por proyectos viables que revertirán en valor añadido para el municipio, como son las viviendas en construcción y la remodelación de otras que pronto harán la vida más agradable en el pueblo.

Al mismo tiempo, mi rechazo absoluto a los especuladores que, amparados en su posición de «todopoderosos», intentan despojar a los escasos e indefensos habitantes de sus bienes más preciados como son sus montañas, sus bancales, sus chopos cabeceros, ¡su propio pueblo, carajo!, conservado y cuidado generación tras generación durante cientos de años.

José Antonio Izquierdo

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ACTIVIDADES

Jornada del Colectivo Sollavientos en Aguilar

El 7 de marzo tuvo lugar en Aguilar la Jornada con el Colectivo Sollavientos, que vino a compartir el día con la Plataforma Aguilar Natural y a conocer más de cerca el pueblo, en el marco de un completo programa de actividades. Este Colectivo se define a sí mismo en su página web como una «agrupación espontánea, libre y desinteresada de personas preocupadas por la protección del patrimonio natural y cultural, así como por el desarrollo racional y sostenible del Teruel interior».

La jornada se inició a las diez de la mañana con la celebración de la asamblea del Colectivo Sollavientos. Fue una reunión abierta en el antiguo granero del Ayuntamiento en la que pudimos participar y compartir puntos de vista.

Tras ello se iniciaron las conferencias. En primer lugar intervino Paco Ortega, el promotor valenciano que está realizando los apartamentos rurales en Aguilar. Nos explicó la atracción que sintió por la población cuando la conoció, destacando el valor de su paisaje en general y de la riera del Alfambra en particular, y puso de relieve sus planteamientos a favor de un urbanismo sostenible y en necesaria consonancia y respeto con el entorno, con la esperanza de que su proyecto supusiera un gran impulso para el pueblo y motivara otros proyectos individuales.

A continuación nuestro alcalde, Vicente San Francisco, explico el proyecto de la Cooperativa quesera de Aguilar, que lleva ya unos cuantos años produciendo un queso artesano de gran calidad, los quesos Hontanar, y llevando a cabo un interesante proyecto socioeconómico de desarrollo rural. La charla finalizó con un interesante vídeo que explicaba el proceso de elaboración del producto.

Aspecto de los antiguos graneros del Ayuntamiento en el momento de la exposición de Paco Ortega.

Tras una suculenta comida en el Horno realizamos una excursión hasta la ermita de la Virgen de la Peña. Aunque el día estaba bastante despejado y no hacía demasiado frío, el viento azotaba con dureza. Una vez allí, el profesor de la Universidad de Valencia y miembro del Colectivo Sollavientos, Alejandro Pérez Cueva, nos impartió una interesante y didáctica charla sobre la formación geológica del cauce y valle del Alfambra, y de los espectaculares cortados que forma el río en aquellos parajes.

A las seis de la tarde se inició, de nuevo en el Ayuntamiento, una mesa redonda sobre minería y desarrollo local en la provincia. Más allá del sano ejercicio de compartir puntos de vista, las exposiciones de los distintos participantes fueron muy reveladoras acerca de la situación de hecho que se está creando en nuestra comarca.

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Alejandro Pérez nos expuso brevemente todos y cada uno a uno de los distintos proyectos presentados en la zona para abrir minas de arcilla a cielo abierto. Son en total doce proyectos. Dos de ellos corresponden a ampliaciones de las actuales explotaciones existentes en Galve y Cedrillas. Y siete de estos proyectos han sido promovidos por la empresa WBB, cuyo proyecto presentado en Aguilar motivó en 2008 la creación de la Plataforma Aguilar Natural.

El profesor Pérez Cuevas calificó todo esto de «auténtico desembarco minero en el Alto Alfambra», poniendo de manifiesto cómo este goteo de proyectos esconde la realidad de una operación de mucha más envergadura, la de crear, de hecho, una cuenca minera que supondría la explotación intensiva de una inmensa superficie que afecta a un total de diez municipios.

El profesor Pérez Cueva puso de relieve la manifiesta incompatibilidad con el territorio que supone el inicio de actividades mineras a cielo abierto, dado que la situación de las explotaciones deben adecuarse a dos opciones: o bien situarse al lado de una carretera o a los pies de los cascos urbanos —con el impacto visual y las molestias ambientales y acústicas que ocasionan—, o adentrar la explotación en el término y chocar inmediatamente con zonas de gran valor ecológico.

Asistentes a la jornada en la Virgen de la Peña.

A continuación, Ivo Aragón, portavoz de la Plataforma Aguilar Natural, profundizó en la historia del proyecto de mina Sara exponiendo el momento en el que se encontraba. A su vez, recalcó la necesidad de regular desde la administración este tipo de grandes operaciones encubiertas —dando también amparo a las partes más débiles—, máxime cuando estas actividades causan un gran perjuicio económico, social y medioambiental a las poblaciones locales mientras que los beneficios revierten en otros lugares.

Por su parte, el representante de Teruel Existe, José Miguel Fortea, expresó su sorpresa ante la envergadura de la situación de la minería en el Alto Alfambra, poniendo de manifiesto los visos de «explotación colonial» que presenta el caso y criticando la estrecha lógica de rentabilidad económica y de falta de interés social que en sí mismo denota. Fortea nos presentó la apuesta de su colectivo por un desarrollo armónico y sostenible que compatibilizara lo económico, lo social y lo patrimonial.

A continuación se generó un interesante debate del que destacamos la intervención de una vecina de Galve que se ha opuesto a la ampliación de la explotación minera de su localidad. La jornada contó con la asistencia de Antonio Losantos, periodista del Diario de Teruel, que recientemente ha dedicado a Aguilar una bella y sentida columna en apoyo a nuestra lucha contra el proyecto minero de WBB.

José Luis Paricio, nuestro presidente, dio por concluida la jornada con unas sinceras palabras de agradecimiento a los asistentes y participantes.

Sergio Benítez Moriana

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NATURALEZA

La cabra montés

Texto y fotos: José Luis Paricio Hernando

Nombre científico (latín): Capra pyrenaica hispanica.

Aragonés: Bucardo.

Castellano: Cabra montés.

Animal de aspecto masivo, patas robustas y con grandes cornamentas los machos y pequeños cuernos las hembras.

Con un peso de 40 a 110 kilogramos, se alimenta principalmente de brotes de árboles y arbustos. Comienza el celo en noviembre y las apariciones sobre mayo y junio. En el término de Aguilar son fácilmente observables en las cercanías de la Virgen de la Peña y las hoces del río Alfambra. La falta de depredadores naturales hace que sea una especie cada vez más frecuente entre nosotros.

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